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HISTORIA DE ESPAÑA FCO.

YAGÜES 2º BACHILLERATO

TEMA 1:
LOS PUEBLOS

PRERROMANOS

INTRODUCCIÓN
El conocimiento que tenemos de los pueblos prerromanos es escaso debido a las
pocas fuentes escritas con las que contamos. Gran parte de los datos corresponden a la
época de la conquista romana, aunque también son importantes otras fuentes no escritas
como la arqueología o la epigrafía.
Es a través de los textos griegos y romanos como sabemos que durante el primer
milenio a. C. entraron en la Península inmigrantes indoeuropeos y comerciantes
mediterráneos, y que en las regiones meridionales se desarrolló el reino de los Tartessos.
De esta forma, cuando los romanos llegaron a la Península Ibérica, ésta no constituía una
unidad política, sino que estaba formada por un gran número de pueblos entre los que
existían grandes diferencias.
Fueron las distintas influencias que ejercieron los celtas en el norte y los fenicios,
griegos y cartagineses en el sur y el sureste, lo que dio lugar a notables diferencias entre los
pueblos ibéricos del sur y el este; y los célticos y celtibéricos en el interior.

DESARROLLO
LOS PUEBLOS PRERROMANOS
Tartesos
Es el primer estado de la Península Ibérica que se conoce. Su origen es incierto
situándose en la primera mitad del primer milenio a.C., y desapareciendo en el siglo V a.C.
Las fuentes griegas denominaron Tartesos a un río (Guadalquivir), a un extenso territorio al
sur de la península y a una ciudad no localizada, aunque las referencias literarias sobre este
reino son numerosas, las referencias arqueológicas no lo son tanto pero sí corroboran la
existencia y riqueza del reino de Tartesos. Se piensa que fue un estado que se extendió
desde Huelva a Cartagena y sus centros políticos fundamentales se encontraban en torno a
la desembocadura del Guadalquivir.
Gozó de una gran prosperidad y su riqueza se basó en la ganadería y la agricultura
(vid y olivo), además de la explotación de minas de cobre, oro y plata. Estos minerales eran
destinados al comercio con los fenicios y griegos e, incluso, con las Islas Británicas. Su
interés por el estaño los llevó a expandirse hacia Extremadura y el occidente de la
península.
De los textos helénicos se deduce que este estado fue gobernado por una monarquía
hereditaria (Argantonio, Gerión…), que elaboró una amplia legislación. Contaban con leyes
escritas en verso y sus habitantes disfrutaban de gran longevidad. El historiador griego
Heródoto habla de los ciento veinte años que vivió Argantonio.

Desde finales del siglo VI a.C., se interrumpió bruscamente la etapa de prosperidad


en Tartessos, comenzando a debilitarse hasta desaparecer como consecuencia del dominio
cartaginés, que intentó adueñarse del comercio de la zona e impidió los intercambios por el
estrecho de Gibraltar, el principal punto de salida del metal de las minas onubenses.
Los Íberos
La cultura ibérica estaba asentada en el sur de la Península, y en la costa
mediterránea y surge a partir de la mezcla de elementos autóctonos con los influjos de los
pueblos colonizadores (fenicios, griegos y cartagineses).
Tras una primera etapa de formación entre los siglos VIII a VI a.C., esta cultura se
consolidó en los siglos V al III a.C., momento en el que construyen ciudades, desarrollan la
escritura y la escultura, se generalizó el uso del hierro y se establecieron relaciones
comerciales con el mundo mediterráneo.
Entre sus características principales destacan:
Dominio de la metalurgia del hierro. Les permitió modernizarse en armas así como
mejorar en utensilios agrícolas y adquirir nuevas técnicas artesanales. Entre las armas
destacadas estaba la espada falcata.
La sociedad ibérica estaba formada por pequeñas comunidades muy sencillas que
evolucionaron hasta estructuras estatales parecidas a las ciudades-estado mediterráneas.
Contaba con una fuerte jerarquización social en la que la aristocracia estaba formada por
terratenientes, ganaderos y propietarios de minas. Las clases medias estaban formadas por
mercaderes y artesanos. Los grupos inferiores eran los agricultores, mineros y trabajadores
artesanos poco cualificados.
Las ciudades ibéricas estaban protegidas por murallas, construidas en lugares
elevados, sin ordenamiento urbanístico y con viviendas pequeñas carentes de lujo. Poseían
un fuerte sentimiento religioso, lo que se refleja en las necrópolis donde también se
manifiestan las diferencias sociales. Practicaban la incineración, enterrando las urnas de
cenizas en una fosa o un panteón familiar, rodeadas de ajuares funerarios. La escultura
estuvo relacionada con estos ritos y coincidió con la consolidación del poder de la
aristocracia. Así, la dama de Elche y la de Baza destacan por su calidad escultórica y
pudieron haber servido de urnas funerarias.
El arte íbero estuvo muy influido por los pueblos colonizadores (griegos y
cartagineses). Es rico en esculturas de bronce y piedra. Las primeras son toscas y se
utilizaban como exvotos en los santuarios, representando guerreros, mujeres con manto,
jinetes y animales domésticos. Las más importantes son las de piedra que destacan por su
detallismo como la Gran Dama Oferente, la Dama de Elche y la de Baza, que representa a
la

diosa de la resurrección.
Los celtas
Entre los siglos VIII y VI a.C., una oleada de pueblos indoeuropeos, los celtas, llegan
a la Península atravesando los Pirineos y estableciéndose en la Meseta. Estos pueblos se
mezclaron con la población autóctona llegando a imponer su lengua y algunos elementos
culturales. El resultado fue la creación de una nueva cultura en la que se fundía celtas e
iberos: celtíberos. Estos estaban asentados en el área que corresponde, aproximadamente
a las actuales provincias de Soria, Zaragoza, Cuenca y Teruel.
Sus características más destacadas son:
Su economía era ganadera (lanar). Algunos pueblos dada su organización tribal,
tenía el sistema de propiedad colectiva de la tierra, aunque en algunos quedó en manos de
unos pocos: la aristocracia. Además, tenían una agricultura pobre basada en el cereal y una
artesanía destinada al autoconsumo.
Poseían una organización tribal, basada en vínculos de sangre. Formaban clanes o
gentilidades con un antepasado común, que luchaban entre sí o unidos por un enemigo
común. Poseían dos instituciones básicas: la clientela y la devotio. La primera era un pacto
que ponía a un individuo o grupo bajo la protección de otro, su patrono, que lo mantenía. La
devotio era una consagración casi mística a un jefe, con el compromiso sagrado de
compartir todo, incluso la muerte. No conocían la escritura. Políticamente se regían por
asambleas populares, consejos de ancianos y por magistrados. Algunos pueblos tenían
reyes o jefes militares.
Los pueblos del Norte
Galaicos, astures y cántabros habitaban en la costa del Cantábrico y al este los vascones.
En el noroeste la población vivía en castros por lo que su cultura se denomina “castreña”. La
guerra era la única ocupación de los hombres, agrupados en clanes, como forma de obtener
prestigio y recursos. Las mujeres se encargaban de la recolección de frutos y de una
rudimentaria agricultura.
No había grandes ciudades y el comercio era muy escaso, aunque se cree que los
pueblos de las costas gallegas se relacionaban con las rutas comerciales del Atlántico. El
arte se desarrolla en el centro y el noroeste donde han aparecido un gran número de
ciudades amuralladas situadas en lugares estratégicos de fácil defensa. Destacar las
esculturas de grandes animales o verracos de piedra de aspecto tosco como los llamados
Toros de Guisando. Pudieron haber tenido un carácter funerario o bien haber servido de
signos mágicos protectores del ganado.

Colonizaciones griegas y fenicias


Los fenicios
Fueron el primer pueblo colonizador que estableció relaciones estables en las costas
del Mediterráneo Occidental. Buscaban materias primas, esencialmente metales. Entre el
1110 y el 800 a.C., se establecieron los primeros contactos en las costas de la Península
Ibérica y a partir del siglo VII a. C. se produjo el asentamiento sistemático de fenicios en la
costa mediterránea andaluza, desde Cádiz hasta Almería.
Fundaron factorías comerciales a ambos lados del Estrecho de Gibraltar. Desde
Gadir, fundada en el siglo VIII a.C. se extendieron hacia el interior, fundando ciudades como
Malaka (Málaga), Abdera (Adra) o Sexi (Almuñecar). Estos enclaves se situaban en el litoral
con puertos resguardados, creando trazados urbanos con calles regulares, fortificaciones y
viviendas de diferentes tamaños marcando las diferencias sociales. En torno a las factorías
comerciales se produjo un gran desarrollo socioeconómico y cultural. Las sociedades
indígenas se transformaron bajo la influencia fenicia, que introdujo la metalurgia del hierro,
el torno cerámico, nuevas técnicas agrícolas y cultivos como la vid y el olivo, nuevas
industrias como el salazón, un intenso comercio, un urbanismo planificado, nuevas
creencias religiosas y el inicio de la escritura. Esto favoreció la aparición de culturas urbanas
en la costa más complejas que en el interior.
Los griegos
Las colonias griegas fueron más tardías que las fenicias, estas se establecen desde
el 750 a.C. aunque no fundan colonias permanentes. Los navegantes griegos siguen la ruta
del Mediterráneo occidental en busca de metales, asentándose en la costa del levante
peninsular, concretamente en las costas catalanas. Los griegos fundaron Massalia
(Marsella) hacia el 600 a.C. y desde allí fundaron pequeñas factorías. Uno de estos
relevantes enclaves, además de Rodhe (Rosas) fue Emporión (Ampurias) que servía para
controlar los metales procedentes de los Pirineos y servir de base a las expediciones
griegas de Marsella. Las Guerras Médicas y el predominio cartaginés en el Mediterráneo
occidental, fueron la causa de la decadencia del comercio griego en el siglo III a.C., así
como la pérdida de colonias.
Cartago
En el siglo VI a.C. la colonización cartaginesa comenzó a controlar el sur peninsular
imponiendo su hegemonía en el Mediterráneo occidental tras la batalla de Atalia contra los
griegos. Con esta victoria del 535 a.C. controlaron las rutas comerciales del sur y el levante
de la Península desde Sicilia, Córcega y Cerdeña.
La colonización cartaginesa tuvo dos formas: comercial en la primera etapa y militar a

finales del siglo III a.C., coincidiendo con las Guerras Púnicas (Cartago contra Roma). Tras
la Primera Guerra Púnica, los cartagineses perdieron Sicilia, Córcega y Cerdeña.

CONCLUSIÓN
La gran diversidad de los pueblos peninsulares terminó con la conquista romana que
provocó un cambio radical en su evolución interna. La romanización intentó implantar una
uniformidad cultural en la Península, nunca totalmente lograda, imponiendo una nueva
realidad entre los habitantes de lo que fue la Hispania romana.
Es importante destacar que la influencia de los pueblos indígenas de la costa
evolucionó más rápidamente a formas económicas culturales más avanzadas que los
pueblos del interior. Sin embargo, los pueblos hispanos fueron principalmente exportadores
de materias primas e importadores de productos manufacturados (joyas, telas, armas) en
definitiva, desde el punto de vista económico fueron pueblos colonizados.

Vocabulario:
Emporio
Castros
Clientela
Devotio
Falcata

TEMA 2
LA ROMANIZACIÓN

INTRODUCCIÓN.
Roma inició la conquista de Hispania en el marco de su política expansionista entre
los años 218 y 19 a.C. La existencia de pueblos con diferentes desarrollo económico y
cultural que, en gran medida, se resistieron. A este proceso de conquista le siguió la
romanización de las sociedades indígenas al imponer una unidad lingüística, cultural y
jurídica que, con el tiempo, incluso facilitó la penetración del cristianismo.
La presencia romana de la península Ibérica se prolongó desde finales del siglo III
a.C., momento en que se inició la conquista, hasta principios del siglo V d.C., cuando el
desmembramiento del Imperio favoreció el asentamiento en Hispania de algunos grupos
de pueblos germánicos. Durante este tiempo la península fue un territorio más dentro de
un imperio que abarcaba la totalidad de las tierras que baña el Mediterráneo.

DESARROLLO.
Llamamos proceso de romanización a la introducción en Hispania (por vía pacífica o
por la fuerza) de los elementos de su organización social, política y cultural. Estos
elementos entran en relación con las sociedades indígenas, aunque imponiéndose los
elementos romanos. Este proceso es más intenso en el este y el sur, y es débil en el norte
montañoso, sobre todo País Vasco y Navarra.
Los vehículos de romanización fueron:
· La difusión del latín: sólo subsistió el vascuence de las lenguas
prerromanas. · Los militares, funcionarios y comerciantes romanos que
llegaron a Hispania. . La creación de numerosas ciudades.
a) La división administrativa: Hispania fue el nombre con el que los romanos
designaron al conjunto de la Península Ibérica. En un primer momento fue dividida en dos
provincias: la Citerior (El norte hasta Cartagena) y la Ulterior (el sur). En el siglo I, en
tiempos de Augusto fue dividida en tres provincias: Tarraconense, Bética y Lusitania con
capitales en Tarraco, Córduba y Emérita Augusta. En tiempos de Diocleciano (finales del
siglo III) quedó dividida en seis provincias: Gallaecia, Tarraconense, Bética, Lusitania,
Cartaginense y Mauritania Tingitana (norte de África). Por último, en el siglo IV se añadió
una nueva provincia, la Baleárica.
b) Urbanización: La presencia romana trajo consigo la creación de una amplia red
urbana como elemento básico de colonización (control político y militar) y explotación del
territorio. Las antiguas ciudades fenicias, griegas, cartaginesas e ibéricas fueron
ampliadas (Gades, Nova Cartago, Toletum). Algunas pasaban a ser municipios, con un
régimen jurídico similar al de Roma: estaban dirigidas por dos magistrados, los duunviros,
y un senado del que forman parte miembros de la aristocracia local. Eran ciudades que
habían colaborado con Roma en la ocupación y eran federadas, libres de impuestos y
ocupación militar; el resto de las ciudades indígenas, sometidas a Roma, eran
denominadas estipendiarias, pues pagaban un impuesto o estipendio y a cambio se
respetaba su administración local. Realizaron también numerosas fundaciones por varios
motivos: albergar colonos romanos o itálicos, muchas veces soldados licenciados, que
eran colonias o ciudades totalmente romanas fuera de Italia: podían ser de derecho
romano o latino. En la etapa republicana se fundaron las siguientes: Itálica y Córduba. Las
guerras civiles impulsaron la creación de colonias por Pompeyo, Cérsar y Augusto:
Pompaelo, Ilerda, Barcino, Híspalis, Emérita Augusta y Cesaraugusta.
c) Las actividades económicas: A Roma le interesaba fundamentalmente la
explotación económica de la península. En Hispania destacaba en agricultura el cultivo de
la vid, el olivo y el trigo; la ganadería ovina; las salazones de pescado; la minería del oro,
la plata, el cobre, el plomo y el estaño; y la producción artesanal de cerámica, orfebrería y
mosaicos. La península se ve integrada en un mercado universal controlado desde Roma,
lo que trajo consigo el aumento de la circulación monetaria: el denario romano y sus
divisiones se convirtieron en la unidad monetaria. Con fines mercantiles y militares se
construyó una importante red de calzadas: las más importantes fueron tres:
· La Vía Augusta que recorría la costa mediterránea.
· La Vía de la Plata: Astorga- Mérida- Sevilla.
· La vía de Astorga a Burdeos (posteriormente Camino de Santiago)
d) La sociedad hispanorromana: El proceso de romanización comportó en lo social
un desarrollo espectacular de la esclavitud. Los esclavos eran los habitantes de las
ciudades indígenas que tras haber sido ocupadas se sublevaban. Muchos eran vendidos
en los mercados de esclavos de la Bética, donde el trabajo servil estaba más extendido,
otros eran vendidos en Italia o Galia. Su suerte era diversa, lo más penoso era el trabajo
en las minas (un año de vida). Ante esta perspectiva muchos preferían el suicidio a la
rendición.
Los hombres libres se dividían en:
· Honestiores: grandes propietarios de tierras, hombres de negocios y oligarquías
urbanas. · Humiliores: modestos campesinos y artesanos de las ciudades.
Hasta el siglo I d.C. sólo una minoría de colonos romanos e itálicos tenía plenos
derechos políticos (como el derecho al sufragio, a ocupar cargos públicos o no pagar
impuestos) y de propiedad, ya del reparto de la propiedad de la tierra se encargaba el
Estado. A partir del Edicto de Latinidad promulgado por Vespasiano (74 d.C.) la mayoría de
las élites urbanas pudieron convertirse en ciudadanos romanos de pleno derecho. A partir
del Edicto de Caracalla del año 212 todos los habitantes de Hispania y de todo el Imperio
obtienen la ciudadanía romana. Entre los esclavos y los hombres libres se situaban los
libertos, esclavos liberados que seguían dependiendo del señor.
d) El legado cultural: El principal legado cultural es, junto a las obras públicas, la
lengua, el derecho y la religión. El latín: se impuso y desplazó a las lenguas prerromanas
(sólo subsistió el vascuence). Se impuso como lengua oficial y privada. Es el sustrato de
las lenguas romances: castellano, gallego y catalán. El derecho romano: es todavía hoy
base sustancial de nuestra legislación. Regulaba la convivencia en una sociedad más
compleja que las indígenas. Las obras públicas: Uno de los principales legados de Roma
fue la construcción de obras públicas. Son construcciones urbanas para satisfacer las
necesidades de los habitantes de las ciudades. Las más importantes fueron: murallas
como las de Lugo, acueductos como el de Segovia, puentes como el de Alcántara, arcos
conmemorativos como el de Medinaceli, templos como el de Diana en Mérida, anfiteatros
como el de Itálica y teatros (Mérida y Sagunto). Además de su utilidad, estas obras eran el
símbolo de la fortaleza de Roma.
e) La religión: En principio se practicó la tolerancia con los cultos indígenas,
dándose un sincretismo a cambio del respeto al culto al emperador. Era obligatorio dar
culto a la triada capitolina que simbolizaba la autoridad de Roma (Júpiter, Juno y
Minerva). Con el tiempo se complicó con el cristianismo (siglo III d. C.). Al negarse a
adorar a ídolos y a participar en el culto imperial fueron declarados enemigos del Estado.
Sin embargo, penetró en todo el imperio, especialmente en las ciudades. Con Constantino
I (Edicto de Milán de 313), que se convirtió, pasó a ser legal y con Teodosio I el Grande
pasó a ser religión oficial (siglo IV d. C.) y se prohibieron otros cultos.
El Bajo Imperio: El siglo III fue, en todo el imperio, un siglo de crisis, cuyas causas
tienen sus raíces en el periodo anterior: descapitalización de las provincias, disminución
del número de esclavos por la disminución de las guerras de conquista desde el siglo I. La
disminución del número de esclavos llevó a que estableciesen medidas para fomentar el
nacimiento de hijos de esclavos, lo que encarecía esta mano de obra, ya que había que
mantener bocas que no producían directamente (niños, mujeres embarazadas).

CONCLUSIÓN.
Roma se vuelca en la Península para explotar sus gigantescas riquezas de
productos de todo género, principalmente mineros. Hispania es una colonia de explotación
que acepta la cultura de la metrópoli, con la progresiva desaparición de las formas de vida
de los pueblos indígenas, que Roma tendió a asimilar.
Son muchos siglos de presencia del mundo romano sobre el suelo ibérico y
constituyen el primer capítulo fundamental de la Historia de España. Nuestra sociedad
actual ha heredado de Roma un vasto legado, al que pertenecen elementos como la
lengua (todas las lenguas peninsulares, excepto el euskera) o el sentido del derecho y la
justicia. Restos del dominio romano se conservan por doquier en infinidad de obras
públicas: acueductos (Segovia), murallas (Lugo), puentes (Alcántara), teatros (Mérida,
Sagunto, Cartagena), anfiteatros (Itálica).

TEMA 3
AL ÁNDALUS
INTRODUCCIÓN.
La conquista del título califal por la familia siria de los Omeyas originó conquistas
más lejanas, como puede ser la Península Ibérica. Y es que en el año 711 y aprovechando
la decadencia de los visigodos, los musulmanes llegan a la actual costa andaluza
comenzando un periodo de dominación de la Península Ibérica que durará casi
ochocientos años, hasta 1492. La influencia de esta cultura en el desarrollo de la Historia
peninsular ha sido determinante. En este tema nos centraremos en las etapas de la
evolución política de los musulmanes en la Península y acabaremos viendo su estructura
social.

DESARROLLO.
A partir de la invasión musulmana del año 711, gran parte de la Hispania visigoda
fue sometida a la influencia del islam, al igual que Próximo Oriente, el Mediterráneo oriental
y el norte de África. De esta forma se creaba un inmenso Imperio con capital en Damasco
(Siria) y en el que el poder político y religioso quedaba bajo la autoridad del califa,
perteneciente al clan de los Omeyas. La conquista de las tropas musulmanas (dirigidas por
árabes, pero formadas principalmente por bereberes) fue rápida (711-716) y no pretendía
ocupar el territorio, sino controlar los puntos clave estableciendo guarniciones militares. En
su avance hacia el norte fueron detenidos por los francos en la batalla de Poitiers (732), al
sur de la actual Francia.
En cuanto a la evolución histórica de al-Ándalus, veremos a continuación, sus
distintas etapas o periodos.
El emirato dependiente de Damasco (711-756): En el año 711, Tarik, lugarteniente
del gobernador del norte de África, Muza, al frente de tropas bereberes, cruza el estrecho
de Gibraltar y vence al rey visigodo don Rodrigo en la batalla de Guadalete (711). En tan
solo cinco años, con más tropas, los musulmanes conquistaban Hispania. Intentan otro
tanto más allá de los Pirineos, en el reino de los francos, pero aquí son derrotados por
Carlos Martel en la batalla de Poitiers (732) Tras este hecho el avance musulmán se
paraliza y tiende a centrarse en la Península. Al- Andalus se convirtió en una provincia más
del califato Omeya de Damasco.
La capital se estableció en Córdoba, quedando al frente del territorio un emir o
gobernador. Durante este periodo, Al-Andalus atravesó serios problemas internos por los
enfrentamientos entre árabes y bereberes por el reparto de tierras y la organización de la
conquista.
El emirato independiente (756-929): A mediados del siglo VIII la sublevación del
clan abasí en Damasco acabó con el poder de la familia califal de los Omeyas. Los abasís
trasladaron la capitala Bagdad (actual Irak). Derrocados y asesinados, un miembro de la
familia Omeya, Abderramán I (756- 788), consiguió escapar. Tras refugiarse en el norte de
África, logró apoderarse del gobierno de al-Andalus en el año 756, proclamándose emir
(príncipe) y rompiendo, por tanto, con la dependencia política con el califato abasí. Durante
el emirato independiente, el dominio musulmán en la Península se consolidó, pero no
faltaron los problemas internos:
a) Los gobernadores de las marcas fronterizas no obedecieron las directrices del poder
cordobés.
b) Las tensiones entre árabes y bereberes por el reparto de las tierras. c) A mediados del
siglo IX se incorporó otro, el de los mozárabes, sobre los que recaían unos impuestos
especiales por su condición de cristianos. Preocupados por la creciente islamización de la
sociedad de Al-Ándalus, los mozárabes decidieron protagonizar actos de rebeldía,
desafiando a las autoridades musulmanas, con insultos contra el Islam y su profeta
Mahoma.
d) Revueltas locales, como la que a finales del siglo IX y comienzos del siglo X protagonizó
por el muladí Omar Ben Hafsún, que se sublevó en la región de Ronda y Málaga. Acabó
abandonando el Islam para volver a la fe cristiana, pero ello le restó el apoyo de
numerosos muladíes.
El califato de Córdoba (929-1031): La grave crisis que venía atravesando al-Ándalus
fue superada por Abderramán III (912-961), que logró poner fin a las sublevaciones y
luchas internas. Lo hizo proclamándose califa de Córdoba (929), es decir líder político y
religioso de todos los musulmanes y rompiendo, por tanto, la dependencia del califa de
Bagdad. Restauró la unidad del Estado islámico, estableció la hegemonía de Al-Ándalus
sobre la Península Ibérica pues los reinos cristianos del norte se convirtieron en tributarios
y vasallos suyos a cambio de no sufrir las temibles aceifas.
A nivel internacional, Abderramán III intentó que la cultura andalusí liderara el
mundo árabe e islámico promoviendo el renacimiento artístico e intelectual de Córdoba y
Medinat al- Zahra (Medina Azahara) El esplendor y poderío del califato cordobés continuó
bajo su hijo Alhaken II (961-976). Protector de las letras y las artes llegó a reunir en su
palacio una biblioteca, se dice, de
400.000 volúmenes, con copias procedentes de los diversos rincones del mundo islámico.
Con su sucesor, Hixem II (976-1013), todo cambió. El nuevo califa delegó el gobierno en
Al- Mansur (Almanzor), su primer ministro o háyib. Almanzor actuó como un dictador,
reforzó el ejército con más contingentes bereberes y se dedicó a dirigir campañas contra
los cristianos. Así pues, cada año realizaba dos expediciones, arrasando iglesias y
monasterios: Zaragoza, León, Barcelona y Santiago de Compostela fueron destruidas.
Tras la muerte de Almanzor en el año 1002 (al parecer como consecuencia de las
heridas recibidas en la batalla de Calatañazor (Soria) en donde fue derrotado) el califato
entró en un periodo de crisis en el que se sucedieron las luchas internas y los califas, faltos
de autoridad, se convirtieron en meros espectadores de un Estado que se desangraba.
En el año 1009 estalló una revolución en Córdoba que culminó en 1031, cuando una
asamblea de notables decretó en Córdoba el final del califato.
Los reinos de taifas (1031-1090): En 1031, tras la caída del califato, Al-Ándalus se
dividía en pequeños reinos, llamados de taifas. Cada uno de ellos (Zaragoza, Sevilla,
Granada, Toledo, Almería, Denia, Baleares…) trató de engrandecerse a costa del vecino,
hechos éstos que provocaron que Al-Ándalus se debilitara. Ello provocó que la situación se
invirtiera, puesta que ahora eran las mismas taifas quienes buscaban apoyo entre los reyes
cristianos y éstos, a cambio, impusieron tributos (parias) a cambio de la paz o por su
ayuda. De esta forma, la relación de fuerzas entre los cristianos y los musulmanes se
modificó a favor de los primeros. Así, por ejemplo, podemos destacar la conquista de
Toledo en 1085 por parte de Alfonso VI, rey de Castilla y León. Ello dio lugar a que el
pánico se extendiera en el islam peninsular. Ello explica que los reyes de taifas pidieran
ayuda a los almorávides (pueblo asentado en el norte de África) El emir Yusuf atravesó el
estrecho de Gibraltar y, con un ejército bereber y en unión del rey de la taifa de Sevilla
Motamid, derrotó a Alfonso VI en la batalla de Zalaca (Badajoz)
Las invasiones africanas (1090-1236): Los almorávides, agrupación de tribus
bereberes, partidarios del radicalismo religioso, habían creado un Estado en el norte de
África. Tras el triunfo sobre Alfonso VI en Toledo, los almorávides acabaron con las taifas,
unificaron al-Ándalus y pusieron freno al avance cristiano. A pesar de ello, no pudieron
contener el avance de los cristianos (en 1118, Alfonso I el Batallador, rey de Aragón,
conquista Zaragoza) y el celo por cumplir la ley islámica (que restó popularidad entre la
población) provocó el desmoronamiento de su Imperio y que surgieran los segundos reinos
de taifas.
Los almohades, que habían sustituido a los almorávides en el norte de África y que
se caracterizaban por ser más ortodoxos e intransigentes aún, tomaron todas las taifas
andalusíes hacia 1203 y crearon un nuevo imperio cuya capital fue Sevilla. Consiguieron
frenar el avance cristiano. Así, en 1195 vencen a Alfonso VIII, rey de Castilla, en la batalla
de Alarcos. Pero, posteriormente, son derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa
(1212), que hunde al Estado almohade y desemboca en las terceras taifas independientes:
Sevilla, Niebla, Valencia, Murcia, Granada… Todas, salvo la taifa de Granada, serán
pronto conquistados por los reyes cristianos: Fernando III o Alfonso X el Sabio, por Castilla;
y Jaime I el Conquistador por la Corona de Aragón.
El reino nazarí de Granada (1236-1492): Comprendía las actuales provincias de
Granada, Málaga y Almería, y parte del territorio de Jaén y Cádiz. Fue fundado por
Muhammad I, que inicia la dinastía que da nombre al reino (nasríes o nazaríes).
Los inicios del mismo fueron de colaboración con los reinos cristianos debido a su
habilidad diplomática: pagaron tributos (parias) a Castilla, ayudaron a Fernando III en la
conquista de Córdoba y Sevilla, etc. A la historia ha pasado como un reino rico, con una
elevada densidad de población y con altas cotas intelectuales y artísticas (construcción del
Palacio de la Alhambra en Granada, por ejemplo), etc.
A finales del siglo XV los reinos de Castilla y Aragón se aliaron mediante el
matrimonio de Isabel y Fernando (los Reyes Católicos) Esta circunstancia, unida a los
problemas internos (crisis dinástica o guerra civil) del reino de Granada, facilitaron su
conquista y anexión por Castilla (entre 1482 y 1492) Boabdil, el último monarca de Al
Ándalus, entregó la ciudad en enero de 1492.
La supervivencia del reino nazarí de Granada responde a varias razones: su
condición de vasallo del rey castellano, su conveniencia para éste como refugio de
población musulmana, el carácter montañoso del reino (complementado con una
consistente red de fortalezas fronterizas), el apoyo norteafricano, la crisis castellana
bajomedieval y la indiferencia aragonesa (ocupada en su expansión mediterránea).
Además, la homogeneidad cultural y religiosa (sin población mozárabe) proporcionó al
Estado granadino una fuerte cohesión

CONCLUSIÓN.
La solidez de la maquinaria administrativa puesta en marcha, la eficiencia en la
recaudación de impuestos y un gran desarrollo cultural y artístico han fijado este periodo
como uno de los más notables de la Edad Media española.
Los Omeyas iniciaron en Al-Ándalus la protección de estudiosos que realizaron una
amplia recopilación de textos literarios, filosóficos del legado grecolatino. Pero, sin duda, la
cultura andalusí destacó sobre todo en el terreno científico. El contraste con el panorama
que ofrecía en esas fechas la ciencia en el mundo cristiano es abrumador. El arte
hispanomusulmán es un reflejo del poder político y la hegemonía cultural alcanzado por al
Ándalus durante la Edad Media. Es un arte asociado al poder político y a la religión, siendo
el palacio y la mezquita sus principales manifestaciones.
Las construcciones más importantes de la España islámica son: la Mezquita de
Córdoba , Ciudad-Palacio de Madinat al-Zahra (Medina Azahara), La Giralda de Sevilla, la
aljaferia de Zaragoza y la Alhambra de Granada. En la Región de Murcia destaca el
conjunto de Monteagudo y el palacio de las Claras. Sin embargo, la presión de los reinos
cristianos del Norte, debilitaran progresivamente Al- Ándalus, desintegrando el Califato en
numerosos reinos taifas que no pudieron resistir el avance cristiano pese al auxilio de
pueblos musulmanes del Norte de África.

TEMA 4
LA BAJA EDAD MEDIA. LA
CRISIS DE LOS SIGLOS
XIV y XV

INTRODUCCIÓN
En el siglo XIII, al finalizar la Plena Edad Media, todos los reinos cristianos de la
Península habían alcanzado unas fronteras casi definitivas y, en consecuencia, la
Reconquista podía darse por finalizada (el reino nazarí de Granada, como vasallo de
Castilla, era un apéndice de esta). En ese momento se consolidaron las instituciones de
gobierno de cada reino.
Durante la Baja Edad Media, siglos XIV y XV; la Corona de Castilla y León, y la
Confederación Catalano-Aragonesa, vivieron, como el resto de los países de la Europa
occidental, una profunda crisis que acabó con los sistemas de gobierno, sociedad y
economía de la Edad Media.

DESARROLLO
Durante la Edad Media los reinos cristianos se organizaron políticamente en
monarquías hereditarias que se ayudaban para el gobierno de diversas instituciones
(Cortes, audiencias, ejército…). Sin embargo, la autoridad del monarca castellanoleonés
fue mucho más fuerte que la del rey de la Corona de Aragón, que vio limitado su poder por
las Cortes.
La monarquía de la corona castellana adoptó un modelo político, según el cual el
monarca poseía todo el poder (monarquía autoritaria). En ocasiones aplicó la concepción
patrimonial de los reinos para dividirlos entre sus herederos. La Corte careció de residencia
fija y los monarcas estuvieron asesorados por la Curia Regia, órgano consultivo formado
por los principales nobles. La Curia extraordinaria se reunía en casos especiales y la
integraban todos los señores laicos y eclesiásticos. En 1188 Alfonso IX de León (1188-
1230) convocó a representantes de las ciudades en la Curia extraordinaria para
contrarrestar el poder de los señores y afianzar la autoridad real. Este hecho se considera
como el inicio de las Cortes leonesas que precedieron a las de Castilla. Aunque se ha
resaltado su talante democrático, lo más que consiguieron los representantes de las
ciudades fue el ejercicio del derecho de petición al Rey.
Durante el siglo XIV las Cortes conocieron un auge que no se mantuvo durante la
centuria siguiente. Las Cortes castellanas, decisivas en la minoría de edad de Enrique III
(1390-1393-1406), perdieron competencias y experimentaron un declive ininterrumpido. Su
papel consultivo y legislativo desapareció. A finales de la Edad Media, el rey sólo
convocaba en ellas a los representantes de 17 ciudades con derecho a voto y con las
únicas intenciones de aprobar los impuestos y de tomar juramento al heredero. Aunque se
podían formular peticiones al monarca, éste estaba facultado para concederlas o no. La
nobleza y el clero, al estar exentos de pagar impuestos, dejaron de acudir a las Cortes.
Los principales instrumentos de esta monarquía fueron:
a) Las Partidas de Alfonso X (1252-1284) y el Ordenamiento de Alcalá de 1348 de
Alfonso XI (1312- 1350), compendios de leyes que reforzaban el poder del rey. b) La
Audiencia creada en 1369, que desde 1442 recibió el nombre de Chancillería, como
máximo órgano de justicia, con residencia en Valladolid.
c) La reorganización de la Hacienda, con la creación de las contadurías y el nombramiento
del mayordomo mayor, principal responsable de los gastos e ingresos. d) El
fortalecimiento del ejército, con un cuerpo semipermanente capaz de emplear las nuevas
y costosas armas derivadas del incipiente empleo de la pólvora.
e) El territorio castellano-leonés se dividió en merindades gobernadas por un merino. Con
la expansión por el valle del Guadalquivir se crearon los adelantamientos para velar por la
seguridad de las fronteras.
f) El municipio se rigió hasta el siglo XII por el concejo abierto -asamblea de vecinos
aunque ya en este siglo aparecieron oficiales a cargo de distintas funciones, regidores.
Desde el siglo XIII se formaron cuerpos colegiados de regidores -alrededor de veinte- que
asumieron el poder municipal.
Estos cargos fueron monopolizados por la nobleza titulada, por los caballeros e
hidalgos, o por la burguesía adinerada, constituyendo un grupo cerrado, y sus cargos se
convirtieron en patrimonio personal. Para evitar los abusos y controlar el poder municipal,
el Rey designó a los corregidores.
La Corona de Aragón presentó dos importantes singularidades: En primer lugar, no
fue una monarquía unitaria sino una confederación de reinos con instituciones propias y un
único soberano. Al reino de Aragón y al condado de Barcelona -Cataluña- se unieron el
reino de Valencia, que nunca se separó de la confederación, y los de Mallorca y de Sicilia,
que en ocasiones se apartaron de ella.
En segundo lugar, fue una monarquía pactista en la que el rey se comprometía ante
las Cortes de cada uno de sus reinos a cumplir las leyes y a respetar sus usos y
costumbres. A partir del siglo XIII la centralización avanzó con el establecimiento de
instituciones de justicia, como la Audiencia, y la reorganización de la Hacienda. El monarca
contó con la ayuda de una Curia ordinaria, cuerpo consultivo transformado en Consejo
Real, común para todos los reinos e integrado por representantes de cada uno. Las Cortes
de la Corona de Aragón conservaron buena parte de sus competencias, aunque cada vez
más limitadas. Se mantuvo la existencia separada de las Cortes catalanas, valencianas y
aragonesas, aunque en ocasiones se reunieron conjuntamente en Monzón.
En las Cortes, el rey se comprometía a aceptar las peticiones que se le realizaban a
cambio de que le fuesen concedidos los nuevos impuestos.
Las Cortes catalanas se dividieron en tres brazos: eclesiástico, militar y popular.
Tuvieron poder legislativo y capacidad para establecer tributos. Pedro III (1276-1285) les
concedió el derecho de reunión anual y el que fuesen colegisladoras con el monarca.
Desde 1300 contaron con inspectores para fiscalizar la actuación de los oficiales reales y
se dotaron de un organismo compuesto por nobles, prelados y ciudadanos para interpretar
los usatges.
A finales del siglo XIII se creó una Diputación para velar por el cumplimiento de los
acuerdos en los períodos en que no se convocaban Cortes. A partir de 1359, la Diputación
pasó a ser permanente y recibió el nombre de Diputación del General o Generalitat y
durante el siglo XV fue el órgano político fundamental del Principado junto con la Corona.
Las Cortes de Valencia siguieron el modelo catalán. También contó con una Diputación
General permanente.
Las Cortes de Aragón constaban de cuatro brazos: la alta nobleza, la baja nobleza,
el clero y el estado llano. Resolvían los agravios, fiscalizaban las instituciones del reino y el
monarca no podía legislar sin su autorización (Privilegio General). Cuando no estaban
reunidas las Cortes se formaba una Diputación General del Reino. El Justicia Mayor de
Aragón constituyó una institución específica de este reino. Desempeñó la suprema
administración de la justicia, fue el máximo intérprete de leyes y fueros y garante de su
cumplimiento. Aunque su designación correspondía al rey, sólo las Cortes podían fiscalizar
su labor.
La división administrativa de Aragón se hizo con los merinatos, o distritos fiscales, y
las juntas, o asociaciones de municipios. En Cataluña se instituyeron las veguerías, con un
veguer al frente para administrar justicia, cuidar la defensa y orden público y hacer cumplir
las leyes, y las baylías, en las que el bayle cuidaba la administración fiscal. En Valencia se
denominaron justiciazgos, baylías y veguerías. El municipio catalán adquirió personalidad
propia desde el siglo XIII. Con anterioridad existían unas asambleas vecinales o consells
que, en un proceso similar al castellano, fueron sustituidas por asambleas restringidas de
prohoms o consellers, que en Barcelona estuvieron asesoradas por el Consell de Cent
(asamblea consultiva de la ciudad, integrada por 144 miembros, 36 por cada uno de los
grupos urbanos: ciudadanos honrados, mercaderes, artesanos y menestrales).
Los intentos de intromisión de los monarcas en los asuntos municipales fueron
constantes, sobre todo con los Trastámara (enfrentamientos entre la Busca y la Biga). El
municipio aragonés estuvo regido por el zalmedina, justicia o alcalde, designado por el rey.
Contaba con la colaboración de un Cabildo y un Consejo asesor.
Los conflictos políticos en Castilla. La tendencia a reforzar la autoridad monárquica
tuvo en Castilla marcó las relaciones entre la nobleza y la monarquía desde Alfonso X “el
Sabio” (1252- 1284) a Enrique IV (1454-1474). Estas se caracterizaron por continuos
conflictos, creación de bandos nobiliarios e intrigas palaciegas que empobrecieron el reino.
En el desarrollo de esta lucha se pueden distinguir tres fases:
a) La primacía de la Corona, entre 1280-1349. El refuerzo del poder real llevado a cabo
por Alfonso X con la elaboración del Fuero General o Real y el Código de las Partidas
originó resistencia por parte de la gran nobleza, que tenía un inmenso poder territorial
desde las conquistas del siglo XIII, y de las ciudades orgullosas de sus prerrogativas. Esta
etapa estuvo marcada por las guerras civiles y las minorías de edad de los reyes
Fernando IV (1295-1312) y Alfonso XI (1312-1350), donde actuó como regente María de
Molina apoyándose en el poder de las ciudades, en contra de los intereses de los grandes
nobles a los que logró someter. A pesar de todo, la nobleza arrebató a la monarquía
muchos de los cargos e impuestos y sometió a villas de realengo a su autoridad. Los
desórdenes y los abusos originaron la creación de la Hermandad General de Castilla en la
que las ciudades con fuero se armaron para hacer frente a la nobleza. Alfonso XI supo
dominar a la nobleza actuando enérgicamente contra los nobles levantiscos. Elaboró el
Ordenamiento de 5 Alcalá (1348), que suponía el reconocimiento de la autoridad real, y
creó el sistema de regimientos.
b) La casa de Trastámara y el poder nobiliar (1349-1419). Esta fue una etapa de gran
violencia al coincidir la crisis económica y el deseo de los nobles de ampliar sus
posesiones territoriales. Pedro I (1350-1369), apoyándose en los judíos y en la baja
nobleza, defendió 1a autoridad real (Becerro de Behetrías). Su autoritarismo hizo que la
nobleza apoyase las pretensiones al trono de su hermano bastardo, Enrique de
Trastámara (1369-1379). La guerra entre los dos hermanos terminó con la muerte de
Pedro en Montiel, y la coronación de Enrique II como rey de Castilla. Los grandes señores
obtuvieron grandes compensaciones territoriales por el apoyo que le habían prestado
(mercedes enriqueñas). La nobleza actuó con total impunidad, aunque no se detuvo la
política centralizadora (creación de la Audiencia en 1371 y del Consejo Real con Juan I
(1379-1390)).
c) Las guerras civiles entre 1419 y 1479. Coincidieron con los reinados de Juan II (1406-
1454) y Enrique IV (1454-1474). Durante el reinado del primero hubo fuertes tensiones
internas en las que destacó Álvaro de Luna, favorito del monarca y que sometió a la
nobleza (infantes de Aragón). Enrique IV intentó restablecer su autoridad, apoyándose en
la pequeña nobleza y en los judíos conversos, lo que le atrajo la oposición de la alta
nobleza, que llegó a ser deponerlo (Farsa de Ávila 1465). Estos obligaron al rey a
nombrar
herederos a sus hermanos Alfonso e Isabel en perjuicio de su hija Juana (Pacto de los
Toros de Guisando 1468). Cuando Isabel se casó con Fernando de Aragón, la nobleza se
volvió atrás y reconoció a Juana como legítima heredera; se produjo entonces una guerra
civil, que terminó con el tratado de Alcaçovas (1479), dando paso al reinado de Isabel I de
Castilla y la definitiva instauración de la monarquía autoritaria.
La crisis política en la Corona de Aragón: Los enfrentamientos políticos tienen su
origen en la pugna entre el patriciado urbano y la nobleza. Se pueden distinguir tres
etapas:
a) La supremacía de la Corona. Pedro IV “el Ceremonioso” (1336-87) constituye el cénit y
el inicio de la decadencia de la confederación. Pretendió unificar a todos los reinos que
habían pertenecido a la Corona de Aragón. Se enfrentó a los nobles aragoneses y
valencianos al intentar organizar instituciones centralizadoras para gobernar sus reinos.
Venció a los nobles y anuló todos sus privilegios (peticiones de las Cortes).
b) La segunda fase se centra en el problema sucesorio a la muerte sin descendencia y sin
hacer testamento de Martín I “el Humano” (1395-1410). La Corona de Aragón estuvo al
borde de una guerra civil generalizada e incluso de su desintegración. Por el Compromiso
de Caspe de 1412 se eligió a Fernando I Trastámara, mediante votación de los tres
reinos. Fernando I (1412-16) reunió a las Cortes catalanas y haciendo gala de una gran
capacidad de negociación aceptó las pretensiones de Cataluña de forma que la
Generalitat, se convirtió en la institución más importante de Cataluña, además creó una
Real Audiencia limitando sus poderes y estableciendo el pactismo. Alfonso V " el
Magnífico" (1416-58) intentó reafirmar el poder de la Corona. Cuando se iniciaron en
Cataluña los graves conflictos sociales entre la Busca y la Biga se enfrentó a la oligarquía;
lo mismo ocurrió con los conflictos de los payeses de remensa catalanes a los que apoyó
frente a la pretensión de la nobleza. Sin embargo su labor más importante fue la
consolidación de las posesiones catalano- aragonesas en Italia.
c) Las guerras civiles. Juan II (1458-79) conoció el momento de mayor crisis política,
social. A causa de sus desavenencias por el trono de Navarra con el heredero, Carlos
Príncipe de Viana, se enfrentó con los dirigentes de las ciudades, el clero y la nobleza en
una guerra civil contra la Generalitat. El enfrentamiento de ambos bandos adquirió una
dimensión internacional con la intervención de Francia y Castilla a favor del Príncipe. Este
periodo de luchas civiles e internacionales duró diez años (1462-1472). La pacificación del
principado y la recuperación del Rosellón y la Cerdaña, que habían sido cedidas a Francia
por el Príncipe, fue obra de su hijo Fernando II "el Católico".
CONCLUSIÓN
La unión dinástica entre Fernando II de Aragón e Isabel de Castilla, completarían la
organización política de ambas Coronas y en política exterior alcanzaría un gran desarrollo
con el descubrimiento del Nuevo Mundo.
Los Reyes Católicos habían conseguido superar la crisis de la autoridad real del
periodo anterior y contentar a la nobleza, pero para algunos autores este periodo histórico
fue también un tiempo de represión con la labor de la Inquisición, la expulsión de los
judíos, las dificultades de la asimilación de la población islámica y la preponderancia
castellana respecto de otros reinos peninsulares. Muchos frentes conflictivos en un corto
espacio de tiempo que continuaron activos en reinados posteriores.

TEMA 5
LOS REYES CATÓLICOS

INTRODUCCIÓN
El matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón supuso una unión
dinástica, que no política, y dio lugar al primer paso para avanzar hacia una comunidad de
intereses destinada a forjar la unidad del Estado Español. En el interior los Reyes Católicos
fortalecieron al Estado e instauraron una monarquía autoritaria, en el exterior consiguieron
convertir a España en una de las primeras potencias de Europa. A su vez, dieron los
primeros pasos para la incorporación de un Nuevo Mundo, América, a la civilización
occidental a través de su descubrimiento y colonización.

DESARROLLO
Los Reyes Católicos representan uno de los mejores exponentes de la monarquía
autoritaria (también denominada moderna o territorial). A la vez, este reforzamiento de la
autoridad real fue unido a la centralización del poder.
a) Los inicios del reinado: los problemas sucesorios (1474-1489).
Isabel contrajo matrimonio con Fernando, sucesor de la Corona de Aragón. Esto
vulneraba los acuerdos que ella misma había firmado con su hermano, y rey de Castilla,
Enrique IV y conocidos como el Pacto de los Toros de Guisando. Ello provocó que Enrique
IV la desheredara y nombrara como su sucesor a su hija Juana, conocida como la
Beltraneja. De esta forma, ya tenemos abierto el problema sucesorio, manifestado en
modo de guerra entre los partidarios de Isabel contra los de Juana.
- Será una guerra civil, ya que el país se partirá en dos. Juana tuvo el apoyo del marqués
de Villena (Diego López Pacheco), del arzobispo de Toledo (Alfonso Carrillo), entre otros;
mientras que Isabel, conto con el apoyo del marqués de Santillana, el conde de Haro o el
duque de Alba.
Pero también será una guerra internacional. Al lado de Juana se situará Portuga y
Francia; mientras que, con Isabel, estaba Aragón. En la guerra, la batalla de Toro (1476)
fue decisiva en la inclinación de la balanza a favor de Isabel. Al conflicto se puso con fin
con la firma del Tratado de Alcaçovas (1479) por el que Isabel era reconocida como reina y
a la vez. En ese mismo año, 1479, Juan II de Aragón fallecía, de forma que Fernando se
convirtió en su nuevo rey.
b) La creación del Estado Moderno.
Los reyes Isabel y Fernando, que más adelante empezarían a llamarse “Reyes
Católicos”, en aplicación del título que les concedió el papa Alejandro VI en 1494 por el
éxito en la Reconquista del reino de Granada, iniciaron un proceso destinado a reforzar la
autoridad del Estado, y en consecuencia, a la propia Monarquía.
Para que triunfara la nueva Monarquía fue necesario adoptar medidas destinadas a
restablecer el orden y a pacificar el reino.
– Los nobles, fueron sometidos a la autoridad real; perdieron, por tanto, su poder político,
aunque continuaron teniendo grandes riquezas e influencias, dado que siguieron siendo
la principal clase aliada a la Monarquía.
– El orden en los campos, llenos de malhechores que asaltaban a los caminantes, se
consiguió mediante la creación de una espacie de policía rural llamada la Santa
Hermandad.
– Fernando el Católico resolvió el problema de los payeses de remensa, que provocaba
una fuerte tensión social, mediante la “Sentencia arbitral de Guadalupe” (1486) que
otorgaba la libertad a los payeses, podían permanecer en los campos con arrendamientos
de larga duración y transmitirlos a sus herederos.
– Se aumentó la autoridad del Consejo Real o de Castilla, a la vez que el de Aragón, el de
la Inquisición y el de las Órdenes Militares. En lo económico se reorganizó la Hacienda. –
Para el gobierno de los municipios, los Reyes Católicos incorporaron la figura del
corregidor, nombrado por el rey, con el que se pretendía controlarlos y terminar con su
mala administración y las influencias de las oligarquías nobiliarias.
– En el ámbito de la justicia, se añadió una nueva sede en Granada a la Chancillería de
Valladolid, que actuaba como tribunal superior de apelación en Castilla. De esta forma, a
la primera iban todas las causas importantes de los territorios al sur del Tajo, mientras
que, del norte, a la segunda.
d) La conquista de Granada.
Las disputas internas dentro de la familia real granadina, la dinastía nazarí. La
muerte de Muley Hacén dejó enfrentados posteriormente a tío Zagal y sobrino,
consiguiendo Boabdil hacerse con el gobierno de Granada, facilitaron la conquista cristiana
y el fin de la presencia musulmana en territorio peninsular.
La guerra, que duró diez años (1482-1492), se inició tras la negativa de los
musulmanes a pagar el tributo que los reyes granadinos tenían acordado con los
castellanos y que le aseguraban su mantenimiento. En una primera fase se conquistaron la
parte central y occidental del reino (1485-1487): Ronda, Loja y Málaga. En una segunda
(1488-1489) se ataca el flanco oriental: se conquistan las plazas de Baza, Guadix y
Almería. Sólo quedaba en poder musulmán Granada. Para forzar su rendición, los reyes se
instalaron en sus proximidades construyendo, para ello, una nueva ciudad a pocos
kilómetros de la Alhambra: Santa Fe. Pero toda resistencia fue inútil, y terminarán por
negociar su rendición. Aislada y sin víveres, el 2 de enero de 1492, los Reyes Católicos
entraban solemnemente en Granada. Posteriormente, Boabdil les entregó oficialmente las
llaves de la ciudad y de la Alhambra.
La política religiosa. Isabel y Fernando consideraban obligación de todo buen
gobernante restaurar la unidad religiosa de la época visigoda y tener por súbditos a buenos
y sinceros cristianos.
– La reforma intelectual y moral del clero. El programa de reforma del clero perseguía un
doble objetivo: por una parte, combatir la relajación moral e intelectual de los eclesiásticos;
por otra, aumentar el control de la Corona sobre la Iglesia. Obtuvieron algunos éxitos,
como la concesión del patronato regio, por el cual, en la práctica, los monarcas nombraban
directamente a los obispos.
– La nueva Inquisición. Las reformas previstas por Isabel y Fernando también pretendían
lograr que todos sus súbditos profesaran una misma fe. Con este motivo se estableció el
Consejo de la Santa Inquisición, que fue la única institución que se impuso en todos los
reinos, incluyendo Canarias y, más tarde, las Indias. Al frente de la organización
inquisitorial se encontraba un Inquisidor General, siendo el primero el dominico fray Tomás
de Torquemada.
- La expulsión de las minorías religiosas. Para conseguir una mayor unidad religiosa de
sus reinos y evitar su influencia sobre los conversos, Isabel y Fernando decretaron en
1492 la expulsión de todos los judíos de Castilla y de la Corona de Aragón que no
accedieran a bautizarse en el plazo de cuatro meses. Ante el decreto de expulsión,
muchos prefirieron bautizarse, pero la gran mayoría se decidió por la salida de la
Península (sefardíes), ya sea al norte de África, Flandes, Italia o el Imperio turco. A esta
expulsión siguió la de los mudéjares, los que se bautizaron (conversos) pasaron a
denominarse moriscos.
- La política exterior. Los Reyes Católicos utilizaron una política de enlaces matrimoniales
de sus hijos buscando la unidad peninsular y el aislamiento diplomático de Francia. A la
primera finalidad responden los matrimonios de sus hijas Isabel y María con Manuel el
Afortunado El segundo objetivo produjo el acercamiento hacia Inglaterra y Austria, rivales
también de Francia. Así, el príncipe Juan, único varón de los Reyes Católicos, y su
hermana Juana, se casaron, respectivamente, con Margarita y Felipe, hijos del emperador
Maximiliano de Austria. Por último, la infanta Catalina se casó inicialmente con Arturo,
príncipe heredero de la Corona de Inglaterra y, a la muerte de éste, con su hermano, el
rey Enrique VIII.
- Las Islas Canarias. En este momento histórico, se finaliza la empresa con la conquista
de Gran Canaria, tras una dura lucha con la población indígena (guanches); después
conquistaron la isla de La Palma (1492) y, más tarde, Tenerife (1496) Destacar que el
papel de las Islas Canarias fue fundamental para la expansión atlántica de Castilla en la
ruta hacia América.
- El descubrimiento de América. Al no poder bordear el continente africano por el
monopolio portugués, a los Reyes Católicos no les quedó otra que aceptar las tesis
defendidas por Cristóbal Colón. Así las cosas, el 3 de agosto de 1492 Colón y sus
hombres partieron del puerto de Palos (Huelva).
El 12 de octubre de 1492, tras un viaje con grandes penurias descubrieron el nuevo
continente arribando en la isla de Guanahaní (San Salvador). A continuación, descubrió
Cuba (Juana) y Haití (La Española). Los Reyes Católicos se preocuparon inmediatamente
de obtener los derechos de conquista y evangelización sobre las nuevas tierras. Y lo
consiguieron a partir de la bula Inter Caetera (1493), otorgada por el Papa Alejandro VI, y
que repartía las nuevas conquistas entre España y Portugal a partir del establecimiento de
una línea de demarcación a cien leguas al oeste de las islas Azores: al Este de la línea
para Portugal y al Oeste para España.
Portugal no se conformó, y en el Tratado de Tordesillas (1494) se acordó desplazar
el meridiano de demarcación 370 leguas al oeste de las islas Cabo Verde. - En Italia, por
iniciativa de Fernando se formó contra Francia una coalición de Estados (Liga Santa o de
Venecia) para expulsar a los franceses de Nápoles, como así ocurrió. Muerto Carlos VIII, el
nuevo monarca francés, Luis XII, se apoderó de Milán y pactó con Fernando el Católico el
reparto de Nápoles (Tratado de Granada, 1500). Tropas españolas y francesas se
apoderaron de aquel reino, pero pronto surgieron desavenencias.
La solución fue militar: tropas españolas, al mando de Gonzalo Fernández de
Córdoba, el Gran Capitán, triunfan en Seminara, Ceriñola, Garellano y Gaeta (1503-1504),
obligando a los franceses a retirarse de Nápoles.
– La época de las regencias. En 1504 fallece en Medina del Campo la reina Isabel.
En su testamento, Isabel declaraba heredera a su hija Juana, casada con el archiduque
Felipe de Austria, y en la eventualidad de una incapacidad de ésta, dejaba a su marido
Fernando como regente hasta que cumpliera veinte años don Carlos, hijo de aquéllos.
Pero en septiembre de 1506, con el fallecimiento de Felipe el Hermoso y la incapacidad de
Juana, Fernando se encargó de la regencia por segunda vez.
En esta segunda etapa de regencia en Castilla, Fernando el Católico se dedicó
fundamentalmente a la política exterior: tiene lugar la anexión de Navarra y la ocupación de
plazas en el norte de África.
CONCLUSIÓN
En 1516 murió Fernando el Católico y dejó como regente hasta la llegada de su
nieto Carlos de Habsburgo al cardenal Cisneros, en Castilla, y al arzobispo de Zaragoza,
Alfonso de Aragón, en Aragón. Carlos, que por entonces contaba con diecisiete años de
edad, desembarcaba en Villaviciosa (Asturias) en octubre de 1517; le acompañaban
algunos nobles y clérigos españoles y un numeroso séquito de consejeros flamencos. En
noviembre del mismo año fallecía Cisneros en Roa (Burgos) sin haber podido entrevistarse
con Carlos de Habsburgo

TEMA 6
EL REINADO DE LOS
AUSTRIAS MAYORES: EL
SIGLO XVI
INTRODUCCIÓN
Los dominios de Carlos I de España y V de Alemania comprenden la herencia
recibida de sus abuelos maternos Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, y también el
legado de sus abuelos paternos, Maximiliano de Austria y María de Borgoña. Es esta una
herencia muy heterogénea a nivel social, cultural y política. La gran cantidad de territorios
heredados es a la vez una ventaja, ya que le da un papel hegemónico a nivel mundial, y un
inconveniente, debido a su vulnerabilidad y la dificultad de su gobierno.
Felipe II, hijo de Carlos V y de Isabel de Portugal, hereda un amplio territorio tras
abdicar su padre. La Península Ibérica (Castilla, Aragón y Portugal, reivindicando sus
derechos a través de su madre) América, Borgoña e Italia. A eso sumará su Imperio
marítimo, “donde no se ponía el Sol”. No heredará los territorios del Imperio ni la
posibilidad de ser Emperador, que Carlos delega en su hermano Fernando.

DESARROLLO
. Política interior de Carlos I.
Carlos debía de llegar como regente de Juana I, siendo gobernadores, mientras
tanto, en Castilla el cardenal Cisneros y en Aragón el arzobispo Alonso de Aragón y Roig
de Ivorra. Carlos fue proclamado rey antes de partir hacia la Península. Pronto se
desencadenaron las primeras revueltas internas; las revueltas de los comuneros y de las
Germanías.
Los comuneros de Castilla: En 1520, en Castilla las tensiones y lucha por el poder
en las ciudades culminaron en la guerra de las Comunidades que, aunque se centró en los
núcleos urbanos, afecto también al mundo rural. Comenzaron cuando se convocaron
Cortes en 1520, en Santiago y en La Coruña, con la intención de recaudar impuestos
extraordinarios para sufragar los gastos de la coronación imperial.
El común de las ciudades, contrariado con la oligarquía y las exigencias fiscales y
de fuerzas para el ejército, aprovechó para reivindicar una mayor participación en el
gobierno concejil y del reino. Juan Padilla, Francisco Maldonado, Juan Bravo, María
Pacheco y el obispo de Acuña, fueron sus principales líderes. Las élites comuneras
constituyeron la Junta Comunera, que tuvo su sede en Tordesillas. Las tropas comuneras
fueron derrotadas en Villalar el 23 de abril de 1521.
Las Germanías: Las reivindicaciones fueron sociales. Se iniciaron en Valencia en
1520, debido a la crisis provocada por la peste de 1519, que hizo que se alejaran de la
ciudad a nobles y privilegiados. Las hermandades artesanales eligieron un consejo de
trece síndicos para gobernar la ciudad. Sus líderes fueron Joan Llorens y Viçenc Perís.
Supuso el enfrentamiento entre campesinos y artesanos contra nobles, mercaderes y el
alto clero. También hubo enfrentamientos xenófobos contra los moriscos. En Gandía
derrotaron a las
tropas reales, lo que provocó una alianza entre el poder real y los nobles para sofocar el
movimiento. En Mallorca se produjo un movimiento similar que también fue sofocado en
1522.
Política exterior de Carlos I.
Marcada por la herencia recibida y la búsqueda de hegemonía, que necesitan ser
defendidas contra Francia, el Imperio Turco y los príncipes alemanes. Todas las guerras
serán financiadas con las riquezas llegadas de América, siendo a veces insuficientes y
empezándose a generar una deuda que tendrá sus máximas consecuencias en el SXVII.
Francia.
Los territorios de Francia habían sido rodeados por la política exterior de los Reyes
Católicos. Esto dificultaba su capacidad para comerciar con los Países Bajos y con el Norte
de Italia. La guerra entre Carlos V y Francisco I (y más tarde Enrique II) se sucederán entre
1521 y 1559. Los principales escenarios son los Pirineos, la frontera con los Países Bajos
e Italia. Los franceses se aliarán con los turcos, piratas berberiscos y príncipes alemanes,
Carlos contará con Inglaterra y los estados italianos (aunque éstos últimos oscilaban según
sus intereses, resultando de estos puntuales enfrentamientos el saqueo de Roma).
Carlos y su heredero Felipe, resultarán vencedores, conquistando territorios como
Milán y la Toscana y consiguiendo prestigio militar con victorias en batallas como Pavía
(1525), “Sacco” de Roma (1527) o San Quintín (1557). Estos enfrentamientos supondrán
también una gran deuda económica para la Monarquía Hispánica. Imperio turco. El
enfrentamiento en este caso será contra Solimán el Magnífico y tendrá como escenarios
Europa Oriental y el Mediterráneo. Para Carlos no era una prioridad el territorio europeo,
así el enfrentamiento lo dejará al heredero de su Imperio, su hermano Fernando. Sí le
interesa el control del Mediterráneo. Cuenta con plazas en el Norte de África, heredadas de
su abuelo Fernando, pero carece de una flota poderosa. En enfrentamiento en este
momento se limitará a acciones puntuales (la toma de Túnez en 1535, fracaso en Argel y la
pérdida de Trípoli). Se convierte el Mediterráneo en un mar inseguro.
Guerras de religión. Martín Lutero expone sus 95 tesis de Reforma de la Iglesia. Sus ideas
son bien recibidas por varios príncipes alemanes (que lo ven como una posibilidad de
aumentar sus posesiones, riqueza e independencia con respecto al emperador). Carlos V
condena a Lutero, pero apuesta por el entendimiento. Su idea era convocar un concilio,
pero éste no llega a celebrarse. En 1531 los alemanes se unirán en la Liga Esmalcalda,
que supone una amenaza para Carlos.
La Iglesia de Roma convoca el Concilio de Trento, del que surgirá la Contrarreforma
o respuesta católica al protestantismo. Carlos vencerá a la Liga en Mühlberg en 1547, pero
no consigue sus objetivos políticos ni religiosos. Debilitado por el resto de los enemigos,
firma en 1555 la paz de Augsburgo, donde se establecerá el principio “cuius regio, eio
religió” (a cada reino su religión).
Después de tantos años de enfrentamientos y aquejado por dolorosos ataques de
gota, Carlos, envejecido y agotado, decide abdicar en 1556 y se retira al Monasterio de
Yuste, donde fallecerá dos años después.
Política interior de Felipe II.
Desde Madrid el monarca dirigía los asuntos políticos. Los reinos peninsulares no
aceptaron una política que exigía enormes gastos y que conducía a la ruina. En Castilla, el
detonante fue la creciente presión fiscal de la Hacienda Real, que gravaba sobre todo a los
sectores populares.
En Aragón, el hito de la oposición lo representa el caso de Antonio Pérez, acusado
de alta traición y ayudado a escapar por los aragoneses. En contra de lo estipulado por los
fueros, envió un ejército que ocupó Zaragoza y mandó ejecutar al Justicia de Aragón, Juan
de Lanuza. En las Cortes de Tarazona, Felipe II impuso su autoridad sobre las ciudades
con el apoyo de la nobleza aragonesa.
La cuestión religiosa: El problema más espinoso lo plantearon los moriscos
granadinos que protagonizaron la sublevación de las Alpujarras, al endurecerse la política
contra el uso de la lengua, costumbres y cultura. Después de ser sofocada por Juan de
Austria, fueron deportados a otras zonas. En el ámbito cristiano, la cuestión giraba en torno
a los alumbrados y el erasmismo, para ello actuó la Inquisición prohibiendo la importación
de libros religiosos.
. Política exterior de Felipe II.
Comparte con su padre un territorio hegemónico y la necesidad de defenderlo, pero
la situación internacional ha cambiado. Francia, envuelta en guerras de religión internas, ya
no será una amenaza. Alemania, parte del Imperio, deja de incumbir a la Monarquía
Hispánica, ya que Carlos V se la da a su hermano Fernando y no a Felipe. El interés se
desplaza del centro de Europa al sur y posteriormente al Atlántico, al encontrar un nuevo
enemigo (Inglaterra) y nuevos dominios (Portugal) Mediterráneo. 1570-1571. Este territorio
será la gran prioridad internacional los primeros 20 años del reinado de Felipe. Lucharán
contra los turcos y los piratas berberiscos. Tras el fracaso de varias expediciones, se lleva
a cabo un plan de construcción de barcos en Italia y Cataluña para fortalecer la flota y se
buscan nuevos aliados. Los turcos conquistan Chipre y Venecia pide ayuda. Venecia, la
Monarquía Hispánica y los Estados Pontificios crean la Liga Santa, cuya flota, al mando de
Juan de Austria, vencerá a los turcos en Lepanto. Venecia no recupera Chipre, España
pierde Túnez, pero los turcos comienzan a verse vulnerables.
Rebelión de los Países Bajos. 1568-1648 (no seguidos, leves interrupciones). Esta rebelión
supone una sangría de hombres, dinero y prestigio para la Monarquía Hispánica. Los
Países Bajos estaban formados por 17 provincias federadas de las actuales Bélgica,
Holanda, Luxemburgo y Artois. Su población está compuesta por gran burguesía comercial
y artesanal, objetivo fiscal predilecto de la corona. A esto hay que sumar que el
protestantismo de Calvino va ganando adeptos en el norte, siendo muy reprimidos por la
corona, hecho que provoca fuertes protestas, ya que considera que Felipe II trata a los
Países Bajos como provincia y no como Estado.
Los cabecillas de estas protestas son el conde Egmont y Guillermo de Orange. En
1566 se llevan a cabo disturbios populares en ciudades contra Iglesias, se solicita la
presencia del rey, que no acude, mandando en su lugar al Duque de Alba, que ejerce una
durísima represión con los Tercios de Flandes y la creación del Tribunal de los Tumultos o
de la Sangre que en 6 años ejecuta a más de mil personas.
Guillermo de Orange huye a Alemania y la guerra se recrudece. Varias ciudades se
niegan a pagar impuestos y los calvinistas logran controlar Holanda y Zelanda. El Duque
de Alba es relevado en 1574. Felipe irá sucediendo a gobernantes (Alejandro Farnesio que
separa Flandes y las Provincias Unidas, Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe y gran
diplomática y Alberto de Austria) y tercios, pero al final fracasará, ya que siempre actuaba
por tierra (se tardaba mucho en llegar) por falta de flota, era imposible bloquearla
económicamente (por la falta de flota y la necesidad de madera y trigo). Será fundamental
el papel de la propaganda, que aumentará la leyenda negra española.
Finalmente recalcar las enormes dificultades económicas que genera para la
Monarquía Hispánica este larguísimo conflicto Inglaterra. 1558-SXVII. Hasta 1558, Felipe
estuvo casado con la reina de Inglaterra María Tudor, que había reinstaurado la fe católica
en Inglaterra. Las relaciones entre ambos países fueron, por lo tanto, buenas. A la muerte
de María le sucede su hermanastra Isabel I, y con ella la vuelta del anglicanismo y la
rivalidad con Felipe.
Para Inglaterra es época de crecimiento demográfico y económico, y necesitan crear
un Imperio colonial (ese será, junto a la religión, el gran motivo de rivalidad entre ambos).
Isabel apoya a los sublevados holandeses por motivos religiosos y por minar la hegemonía
española. Apoya la labor de corsarios (como Francis Drake) y establece guarniciones
inglesas en la zona.
Felipe decide invadir las islas británicas, para lo que construirá un enorme flota con
dinero americano, establecer una base de ataque en los Países Bajos (que evidentemente
no iba a colaborar) y partir desde Lisboa (país con quien también se tenía un conflicto). A
esta gran flota que nace con tantos problemas se la llamará la Gran Armada Invencible,
que debía apoyar el desembarco de tropas.
En 1588 parte la Armada que fracasa estrepitosamente, sucumbiendo la mayor
parte de los barcos antes de llegar a su destino por varias tormentas y la inexperiencia del
almirante que dirigía la empresa. Este desastre tuvo consecuencias psicológicas en la
percepción que los españoles tendrán de su Imperio.
Portugal. 1580-SXVII. A la muerte del rey Don Sebastián de Portugal, correspondió
legítimamente la herencia a Felipe II, al ser hijo de Isabel de Portugal, convirtiéndose así
en rey del país vecino, con lo que logró la unidad peninsular que habían pretendido los
Reyes Católicos y la fusión de los dos reinos de ultramar. Portugal continuó gozando de
independencia en la práctica, ya que sólo se trataba de una unión personal. Felipe además
promete proteger su comercio y beneficios económicos. Los portugueses no obstante no
estarán de acuerdo con esta unión, que desaparecerá en el SXVII, recuperando ellos su
independencia.

CONCLUSIÓN
Haciendo una valoración global de los reinados de Carlos V y Felipe II se puede
establecer la dificultad de mantener un gran número de posesiones en Europa bajo del
dominio de los Habsburgo bajo los ideales de un emperador cristiano en el momento que
se consolidan los estados nacionales y las ideas protestantes se extienden por el
continente.
Finalmente, el emperador al abdicar y dividir sus posesiones reconoció el fracaso de
su ideario político, que solo pudo aspirar a mantener con continuas guerras y grandes
aportaciones de dinero. Durante el reinado de Felipe II se produjo una completa
hispanización de la monarquía, tanto en los funcionarios a su servicio como en los fondos
para sostener la política real.

TEMA 7:
EL REINADO DE LOS
AUSTRIAS MENORES:
EL SIGLO XVII

INTRODUCCIÓN:
Felipe III, Felipe IV y Carlos II fueron calificados como “Austrias menores” expresión
del declive general de sus reinados. El siglo XVII se caracterizó por la figura del valido, un
miembro de la aristocracia en quien el rey depositaba su confianza y poder. Tomaba las
principales decisiones a veces prescindiendo de los Consejos y apoyándose en Juntas
formadas por expertos y por sus leales. El valido aprovechaba su poder para obtener cargos
y favores para familiares y partidarios, generando críticas y odios feroces entre bandos
nobiliarios.
En paralelo al declive político, económico y social, se vivió una fase de esplendor en
los siglos XVI y XVII en la que la producción cultural y artística alcanzó altos niveles de
creatividad. De ahí la denominación del "Siglo de Oro” español.

DESARROLLO
El reinado de Felipe III.
Felipe III heredó un imperio de gran extensión, involucrado en guerras frente a
Inglaterra y las Provincias Unidas de los Países Bajos. En un primer momento, la cuestión
de Flandes correspondería a Alberto de Austria y a Isabel Clara Eugenia. Con Inglaterra se
llegó a un tratado de paz en 1604, entre Jacobo I de Inglaterra y el propio Felipe III.
Respecto a la política interior, cabe destacar que el monarca confió el poder a
Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma. Durante su mandato se produjo la primera
bancarrota de la Hacienda real, lo que obligó a acuñar moneda de vellón. También se
produjo la expulsión de los moriscos. En este sentido hay que señalar que el rechazo del
pueblo católico y la política de buscar la homogeneidad religiosa fueron los causantes para
que el duque de Lerma promulgara el decreto de expulsión de los moriscos en 1609. Este
decreto afectó a las zonas de Valencia, Aragón, Murcia y Andalucía, y al sector de la
agricultura, ya que se produjo un descenso de la producción al no tener mano de obra,
sobre todo la especializada en el regadío.
En cuanto a la política exterior hay que destacar que durante la primera parte del
reinado se produjo la derrota frente a Inglaterra en Gibraltar y la firma con los Países Bajos
de la Tregua de los Doce Años. Esta tregua fue un compromiso temporal de paz de mutua
conveniencia, pero que en la práctica reconocía la independencia de los Países Bajos del
norte. En la segunda parte del reinado se produjo la alianza entre el emperador Fernando II
de Habsburgo y Felipe III, en el denominado Pacto de Oñate. Poco después, tropas
españolas participaron en la batalla de la Montaña Blanca, primer episodio militar de la
guerra de los Treinta Años.
El reinado de Felipe IV.
Felipe IV subió al trono ante la tempana muerte de Felipe III y, además, asumió la
soberanía de Flandes por la muerte del archiduque Alberto. Su reinado presenta una doble
dimensión: el declive militar, económico y político junto a una etapa de gran brillantez
cultural.
La política interior estuvo caracterizada por el valido don Gaspar de Guzmán, conde
duque Olivares. Durante su gobierno impulsó la llamada "Unión de Armas" (se intentó
aplicar a Portugal), para que todos los reinos contribuyesen a la financiación del ejército.
Además, propuso el de Castilla el modelo de organización política a aplicar a todos los
reinos. Desde un punto de vista económico, impuso un modelo mercantilista. Todas estas
medidas tuvieron los siguientes conflictos con los reinos que no querían asumir la política
centralista.
1. Sublevación de Cataluña: En 1640, el malestar de la población por tener que alojar y
mantener a las tropas reales desencadenó en Barcelona el Corpus de la Sangre y
Olivares reforzó la ocupación militar de Cataluña. El canónigo de la Seu dÚrgell,
como presidente de la Generalita, pidió ayuda a Richelieu. La alianza franco-catalana
venció a las tropas españolas en Montjuic y Lérida, lo que obligó a Felipe IV jurar las
constituciones catalanas.
2. Conspiración en Andalucía. Se produjo el intento de constituir un reino andaluz
independiente a cargo del duque de Medina Sidonia. Este intento fue sofocado por
Olivares al enterarse de las conspiraciones entre el duque de Medina Sidonia y el
marqués de Ayamonte, este último fue ejecutado. Hechos similares ocurrieron en
Aragón con el duque de Híjar y en Navarra con el militar Miguel de Itúrbide.
Respecto a la política exterior cabe destacar que, en 1643, los tercios españoles sufrieron la
decisiva derrota de Rocroi. Olivares abandonó el gobierno.
1. La paz de Westfalia (1648). Firmada por don Luis de Haro, donde España reconoció la
independencia de los Países Bajos (Acuerdos de Munster); Francia se anexionó
Alsacia y Lorena. Aun así, Felipe IV pudo tomar Barcelona y poner fin a la guerra de
Cataluña. Inglaterra y Francia derrotaron a España en la batalla de las Dunas y
Francia se convirtió en la potencia hegemónica de Europa.
2. La paz de los Pirineos (1659). Fue firmada en la isla de los Faisanes entre Luis de Haro y
el cardenal Mazarino. España cedió Artois, el Rosellón y los territorios “catalanes” del
norte. Se fijo la frontera siguiendo los Pirineos. Francia renunció a sus derechos
sucesorios sobre el trono español.
3. La independencia de Portugal. El ejército español mantuvo Badajoz, pero derrotado en
Elvas. El matrimonio de Catalina de Braganza con Carlos II de Inglaterra fortaleció
la alianza anglo-lusa. Las derrotas españolas en Ameixial y Vila Viçosa forzó la paz y
el reconocimiento de la independencia portuguesa.
El reinado de Carlos II.
Carlos II sucedió en el trono a su padre a la edad de cuatro años, por lo que la
regencia le correspondió a su madre Mariana de Austria apoyada por el valido Fernando de
Valenzuela. Los validos de Carlos II (duque de Medinaceli y conde de Oropesa)
emprendieron políticas reformistas en aspectos económicos y administrativos.
En los tratados de Aquisgrán , Nimega y Ryswick, hubo reajustes territoriales en
Europa. Pero la cuestión más grave era la sucesión de Carlos II, que tenía una salud muy
precaria sin esperanza de descendencia. La debilidad hispana alentó negociaciones entre
estados europeos para el reparto del trono español. A la muerte del monarca se
desencadenó un conflicto sucesorio de alcance civil e internacional.
Otros aspectos del siglo XVII: Desde un punto de vista demográfico se produjo
un descenso de la población con la epidemia de la peste bubónica y de otras epidemias
como el tifus, paludismo y difteria. Desde un punto de vista económico se produjo un
empobrecimiento del campesinado, la caída de la demanda interna y las rígidas normas de
los gremios no permitían la modernización de la industria. Por otro lado, se produjo lo que
se ha denominado “Siglo de Oro” español en el ámbito de la literatura (Lope de Vega,
Calderón de la Barca, Quevedo), en arquitectura (Gómez de Mora y Churriguera), escultura
(Salzillo y Gregorio Fernández) y en pintura (Murillo y sobre todo con Diego de Silva
Velázquez).

CONCLUSIÓN.
Desde un punto de vista político, el siglo XVII estuvo caracterizado por los validos,
personajes cuya finalidad era el posicionamiento personal antes que del desarrollo del país.
En política exterior se confirmaba aquello que se dejaba ver a finales del reinado de Felipe
II, ya no se podían mantener los territorios europeos llevándose a cabo una pérdida gradual
del mismo. Además, asistimos a la aparición de potencias europeas que van a tomar el
relevo a España, Inglaterra y, sobre todo, Francia.
En un país arruinado y enfermo, brotó uno de los mayores períodos artísticos de
nuestra historia, es decir, el “Siglo de Oro”.
La muerte de Carlos II marcará el fin de la dinastía de los Habsburgo o Austrias en
España, y, tras la Guerra de Sucesión, el advenimiento de la dinastía de los Borbones.
TEMA 8:
EL REFORMISMO
BORBÓNICO EN EL SIGLO
XVIII (1700-1788)

INTRODUCCIÓN.
El SXVIII comienza en España con un cambio de dinastía. Muerto Carlos II, el último
de los Austrias se desencadena tanto en Europa como en nuestro país, una guerra en la
que se enfrentan los partidarios de que el sucesor sea Carlos de Habsburgo (austríaco) y
los defensores de Felipe de Anjou (nieto del poderoso Rey Sol francés, perteneciente a la
familia Borbón).
Tras esta Guerra de Sucesión se imponen los Borbones, con Felipe V como primer
monarca. Todas las reformas se basarán en los modernos ideales de la Ilustración,
corriente filosófica, política, social y cultural que creía en el ilimitado poder de la razón
humana para mejorar los defectos del Antiguo Régimen y progresar hacia la felicidad de
toda la población. A esta nueva forma de política se la conoce como Despotismo Ilustrado
y su lema es “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.

DESARROLLO.
La llegada de la nueva dinastía borbónica con Felipe V (1700-1746) propició
importantes cambios en la estructura del Estado. Estos cambios, inspirados en gran
medida en el estado absolutista francés, fueron introducidos esencialmente durante el
reinado de Felipe V.
En 1746, al fallecer su padre, Fernando VI ocupó el trono español. Su reinado se
caracterizó por proseguir los esfuerzos de reconstrucción interna iniciados en el reinado
anterior. Los primeros Borbones adoptaron diversas medidas centralizadoras, con el
objetivo de hacer un estado más eficaz. En este sentido se adoptaron medidas
importantes:
1.-Decretos de Nueva Planta (1707 Aragón y Valencia, 1715 Mallorca, 1716 Cataluña)
Supusieron la abolición de los fueros e instituciones propias de los reinos de la Corona de
Aragón (Cortes). La medida fue tomada en represalia por el apoyo prestado por estos
reinos al archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión. Pasaron a ser gobernados por las
leyes castellanas. Así todo el territorio de la monarquía pasaba a tener un sistema de
gobierno uniforme, excepto en el caso de Navarra y el País Vasco.
2.-Nuevo modelo de administración territorial, basado en la siguiente estructura: división
del territorio en provincias; sustitución de los Virreyes por los Capitanes Generales como
gobernadores políticos de las provincias; y siguiendo el modelo francés, se creó la figura
de los Intendentes, funcionarios encargados de las cuestiones económicas.
Los Borbones también reformaron la administración central consolidando el
establecimiento de una plena monarquía absoluta. Se suprimieron todos los Consejos,
exceptuando el Consejo de Castilla que se convirtió en el gran órgano asesor del rey. Se
crearon las Secretarías de Despacho (Estado, Guerra, Marina, Hacienda, Justicia e Indias),
antecedentes de los ministerios. En 1787 se establece la Junta Suprema de Estado,
antecedente del Consejo de Ministros.
3.- Reformas del sistema de Hacienda. Uno de los objetivos marcados en este periodo fue
el saneamiento de la Hacienda Real, durante el reinado de Felipe V y como consecuencia
de los decretos de Nueva Planta se obligó a contribuir a los territorios de la Corona de
Aragón. Para ello se estableció para cada reino una cantidad equivalente a la que se
pagaba en Castilla y cada territorio tenía libertad para elegir el sistema de recaudación que
quisiera con tal de reunir la cantidad asignada. Posteriormente el marqués de la Ensenada,
ministro de Fernando VI, elaboró un proyecto que consistía en sustituir la diversidad de
impuestos por una única contribución. Para establecer la cuantía correspondiente a cada
súbdito era necesario previamente efectuar un recuento detallado de los habitantes de
Castilla y de sus propiedades (Catastro de Ensenada) pero las protestas y reclamaciones,
especialmente de los estamentos privilegiados, frustraron el proyecto.
En 1759 Carlos III accede al trono español, tras producirse el fallecimiento de su
hermanastro, Fernando VI. El nuevo monarca era hijo de Felipe V y había reinado ya
durante un cuarto de siglo en Nápoles, donde adquirió una experiencia de gobierno que le
permitió tener muy claros sus objetivos, en el sentido de incrementar el peso de una
Monarquía reformista e ilustrada frente al interés de gran parte de la nobleza y el clero en
mantener la sociedad del Antiguo Régimen.
Carlos III ascendió a políticos de la baja nobleza como Campomanes y
Floridablanca. Los nuevos ministros querían poner en marcha un programa de reformas
que modernizase el país. El impulso de las políticas reformistas fue un medio para afrontar
las necesidades derivadas del aumento de la población, ya que durante el siglo XVIII se
registró un continuo crecimiento demográfico.
El siglo XVII, hasta 1680 fue un periodo de disminución de la población, a partir de
dicha fecha se inició una fase de expansión demográfica que se mantuvo a lo largo del
todo el siglo XVIII, pasando la población de siete millones y medio de habitantes a
principios de siglo a los diez millones y medio registrados en el censo de 1797.
Las causas de este incremento fueron el aumento de la natalidad y disminución de la
mortalidad por la inexistencia de epidemias de peste, la escasa incidencia de las guerras,
que con excepción de la de Sucesión, se desarrollaron en el exterior y la importación de
trigo de otras zonas de la cuenca mediterránea que atenuaron las hambrunas.
La agricultura: Fue durante el siglo XVIII la base de la economía española. Apenas
hubo modernización y si aumentó la producción fue porque se pusieron más tierras en
cultivo, sin embargo, se mantenían unas estructuras de propiedad de tipo feudal y los
rendimientos agrícolas seguían siendo muy bajos. En cuanto a la propiedad, gran parte de
las tierras cultivables estaba en manos de la nobleza y de la Iglesia y se les denomina
“manos muertas”, porque no se podían vender ni repartir y además los grandes
propietarios mantenían ciertos derechos señoriales de origen feudal sobre las tierras de los
campesinos. Esta situación explica que los ilustrados se plantearan la necesidad de una
reforma agraria a la que se opondría la nobleza y el clero.
Para conseguir estos objetivos se propusieron varias medidas, aunque no todas se
llevaron a la práctica, es especial la modificación de la estructura de la propiedad. Esta
medida se sugirió, pero no se abordó. Solo se hicieron repartos de las tierras que
pertenecían a los concejos y estaban sin cultivar. Sin embargo, estas propiedades
acabaron en manos de las oligarquías locales, ya que los campesinos que carecían de
capital no podían explotarlas. No obstante, se promovió el desarrollo agrícola con otras
medidas como el libre comercio de cereales.
Hasta 1765, el Estado controlaba los precios de estos productos mediante tasas. La
liberalización del mercado provocó fuertes subidas de precios, que estuvieron en la raíz de
los motines de 1766. Como esta medida no iba acompañada de cambios en la propiedad,
los campesinos no se beneficiaban y solo lo hacían los propietarios: la nobleza y el clero;
en 1804 la libertad de precios fue suprimida.
Limitación de los intereses ganaderos de la Mesta: Inmensos rebaños de ovejas
recorrían la Península alimentándose de pastos emplazados a lo largo y ancho de la
Meseta. Los propietarios de estos ganados, miembros de la Mesta, tenían derecho de
preferencia en el arrendamiento de tierras para pastos, que podían prorrogar
indefinidamente. El alza de los precios de los cereales y el creciente valor de la tierra
destinada a la agricultura, incitaron a los propietarios de las tierras arrendadas por la Mesta
a luchar por recuperar la libertad de uso.
También la Mesta se vio afectada por las medidas liberalizadoras, ya que, al
incrementarse el precio del cereal, los propietarios prefirieron invertir en cultivos y no en
ganado. Colonización de tierras despobladas En 1767, bajo la supervisión de Pablo de
Olavide, se puso en marcha un plan para colonizar comarcas de Sierra Morena
deshabitadas e infestadas de bandoleros. Para ello se emplearon españoles, pero también
inmigrantes católicos alemanes y flamencos a los que el Estado les proporcionaba
gratuitamente casa, mobiliario, herramientas, ganado y semillas.
La colonización dio lugar a las llamadas nuevas poblaciones como La Carolina, diez
años después ya había más de 10.000 campesinos en las zonas repobladas. La industria y
el comercio: El Estado creó numerosas manufacturas reales (tapices,
cristal, porcelana, armas). También se crearon manufacturas de tipo utilitario como la
producción de paños de lana. Decidida a impulsar el desarrollo del país, la Corona rompió
el monopolio de los gremios que impedían la libertad de trabajo y paralizaban la industria.
Se desvincularon así las nuevas fábricas del rígido reglamento gremial y en 1783 se
declararon “honrosos todos los oficios” se promocionó la libertad de trabajo. Las medidas
proteccionistas adoptada por los Borbones como la prohibición de importaciones de
productos textiles de Asia favoreció a la industria catalana. Cabe destacar el fomento de la
construcción naval en los astilleros reales de Cádiz, El Ferrol y Cartagena para facilitar el
comercio por mar y la flota de guerra imprescindible para asegurar el comercio con
América.
El comercio exterior: Se incrementó; con la mejora de los puertos y en 1778 un
decreto amplió el libre comercio colonial a numerosos puertos españoles. Esta medida fue
importante sobre todo para la industria barcelonesa, estimuló el comercio colonial e hizo
crecer los beneficios de los grandes comerciantes.
Se crearon compañías comerciales privilegiadas como La Real Compañía
Guipuzcoana de Caracas, que fomentó el cultivo de algodón y de tabaco. Estas medidas
estaban destinadas a convertir las colonias americanas en una importante fuente de
ingresos como proveedoras de materias primas y consumidoras de productos
manufacturados procedentes de la Península.
Para conseguir estos objetivos en 1735 su suprimió el tradicional sistema de flotas
por el de registros, por el que los particulares podían enviar sus productos a América,
previamente registrados en Cádiz, en barcos autorizados que partían cuando querían.
Finalmente, en 1765 y 1778 se autorizó el comercio directo de los puertos peninsulares con
los americanos, como resultado el comercio interoceánico aumento considerablemente y
estimuló la industria, especialmente la catalana. Sin embargo, debido a la escasa
capacidad productiva de la industria peninsular, la mayoría de las manufacturas enviadas a
América eran extranjeras.
Durante los reinados de Felipe V y Fernando VI, Ensenada abordó una profunda
mejora de las comunicaciones terrestres con el fin era la creación de un mercado nacional
de productos agrarios.
Posteriormente Carlos III y su ministro Esquilache, impulsaron un plan de carreteras
para unir Madrid con Andalucía, Valencia, Cataluña y Valencia. El proyecto no salió
adelante por su alto coste y la inestabilidad política.
En cuanto a comunicaciones marítimas, se alcanzó un importante desarrollo naviero
con la creación de nuevos astilleros como el de Cartagena. También se crearon las
Sociedades Económicas de Amigos del País, que se extenderían por muchas provincias
para estudiar y determinar la situación de cada una de ellas, fomentar la agricultura, el
comercio y la industria, traducir y publicar libros extranjeros e impulsar la difusión de las
ideas fisiócratas y liberales.
La política regalista: Buscando la supremacía de la Corona, poder civil, sobre la
Iglesia. Las dos medidas principales fueron el establecimiento de un mayor control sobre la
Inquisición y, sobre todo, la expulsión de la Compañía de Jesús adoptada por Carlos III en
1767. Una medida de fuerza que mostró el poder de la Corona sobre la Iglesia. Sin
embargo, esta política se mantuvo muchas veces en el terreno de los proyectos, al no
atreverse el gobierno a la reforma de la Inquisición. En política educativa: Los ilustrados
españoles comprendieron que la mejora de la enseñanza era un paso previo a cualquier
reforma política y confiaron al Estado la mejora de la instrucción pública.

CONCLUSIÓN.
El impulso modernizador de los primeros Borbones es evidente desde las primeras
medidas centralizadoras de Felipe V que continuaron durante los reinados de Fernando VI
y especialmente de Carlos III. Fue fundamental la existencia de una minoría ilustrada
representada por personajes como Floridablanca, Jovellanos, Olavide o Campomanes que
se comprometieron a fondo con las reformas impulsadas desde la monarquía.
Sin embargo, cuando muere Carlos III en 1788 sus reformas llevaban tiempo
estancadas. Iglesia y nobleza intentan mantener sus privilegios en un contexto donde las
ideas ilustradas comienzan a tener más arraigo en las clases medias, que ya cuestionan el
Antiguo Régimen. Se estaban incubando los cambios que, ya en el siglo XIX instauraran
las revoluciones liberales.

TEMA 9
LAS CORTES DE CÁDIZ
INTRODUCCIÓN.
Como introducción hay que destacar las renuncias al trono español en mayo de
1808 por parte de Carlos IV y Fernando VII. Mientras en Madrid se registraban constantes
incidentes entre la población y las tropas francesas, la cual, desembocó en un motín
popular el 2 de mayo de 1808.
Todo esto dio lugar a la guerra de Independencia (1808-1814), y el principal
detonante fue la noticia sobre las abdicaciones de los reyes. La guerra de independencia
fue un proceso complejo y la podemos dividir en tres etapas.
Mayo-octubre de 1808; las tropas francesas que invadían Andalucía fueron derrotadas en
Bailén por un ejército español. Octubre de 1808-julio de 1812; se impuso la hegemonía
militar francesa y pervivieron importantes focos de resistencia (Lisboa y Cádiz). Julio de
1812-1814; al mando de Wellington, británicos, portugueses y españoles vencieron a los
franceses en la batalla de Los Arapiles.

DESARROLLO.
– La monarquía de José Bonaparte y las Juntas.
Una pequeña parte de los españoles, a los que se conoce como afrancesados, y
entre los que se hallaban numerosos intelectuales y altos funcionarios y una parte de la
alta nobleza, aceptaron al nuevo monarca José Bonaparte y participaron en su gobierno.
Con escaso apoyo y una total incomprensión, José Bonaparte intentaría una experiencia
reformista que pretendía acabar con el Antiguo Régimen: desamortizó parte de las tierras
del clero, desvinculó los mayorazgos y las tierras de manos muertas y legisló el fin del
régimen señorial.
El Estatuto de Bayona (1808), en realidad una especie de Carta Otorgada reconocía
la igualdad de los españoles ante la ley, los impuestos y el acceso a los cargos públicos.
Por último, se abolió la Inquisición y se inició la reforma de la Administración. El grueso de
la población española formó lo que se conoce como el frente patriótico, es decir, todos
quienes se opusieron a la invasión. Ahora bien, en este bando encontramos posiciones
muy diferentes.
La mayor parte del clero y la nobleza buscaba la vuelta al absolutismo bajo la
monarquía de Fernando VII; por contra, algunos sectores ilustrados (Floridablanca o
Jovellanos) deseaban la vuelta de Fernando VII, del que se esperaba que impulsase el
inicio de un programa de reformas que permitiera la permanencia de la vieja monarquía
tradicional junto a la modernización del país. La burguesía, los intelectuales, los sectores
claramente liberales veían en la situación
revolucionaria creada por la guerra la ocasión de instaurar un sistema liberal
parlamentario. Por último, gran parte de la población, al margen de posiciones ideológicas
claras, afrontó la guerra como un movimiento de defensa contra un invasor extranjero.
En Galicia, Andalucía, Aragón, Castilla, etc., la población reclamó la defensa contra
la invasión francesa y surgieron Juntas de Armamento y Defensa, al principio fueron
Juntas locales y provinciales que reaccionaban ante el desconcierto o la apatía de las
clases privilegiadas y expresaban la forma de organización del movimiento insurreccional
popular. – El proceso de formación de las Cortes y su composición.
Desde el comienzo de la guerra, en el verano de 1808, las juntas locales y
provinciales que dirigían la resistencia enviaron representantes para formar una Junta
Central Suprema que coordinara las acciones bélicas y dirigiera el país durante la guerra.
Floridablanca y Jovellanos eran sus miembros más ilustres.
La Junta reconoció a Fernando VII como el rey legítimo de España y asumió, hasta
su retorno, su autoridad. Ante el avance francés, la Junta huyó a Sevilla y de allí, en 1810,
a Cádiz, la única ciudad que, ayudada por los ingleses, resistía el asedio francés. La Junta
Central se mostró incapaz de dirigir la guerra y tras largas discusiones se llegó a la
conclusión de que sólo las Cortes del reino, elegidas mediante sufragio universal podían
aprobar, en nombre del país, las reformas necesarias.
Por tanto, se decidió convocar unas Cortes y en enero de 1810 se disolvió, tras la
convocatoria de las Cortes, manteniendo, en tanto éstas se reunían, una regencia formada
por cinco miembros.
Quienes propugnaban los cambios eran los liberales. El liberalismo había penetrado
en España procedente de Francia a partir del estallido de la revolución, pero era minoritario
hasta que la guerra ofreció la oportunidad para difundir las ideas liberales. Los liberales
exigían un sistema libre, parlamentario y la defensa de los intereses políticos y económicos
de la burguesía. El proceso de elección de diputados a Cortes y su reunión en Cádiz
fueron necesariamente difíciles.
En un país dominado por los franceses era imposible una elección de
representantes y en muchos casos se optó por elegir sustitutos o diputados entre las
personas de cada una de las provincias que se hallaban en Cádiz. El ambiente liberal de la
ciudad influyó en que gran parte de los elegidos tuvieran simpatías por estas ideas. La
mayoría procedía de las capas medias urbanas (funcionarios, abogados, comerciantes y
profesionales).
Las Cortes se abrieron en septiembre de 1810 y el sector liberal consiguió el primer
triunfo al forzar la formación de una cámara única, frente a la tradicional representación
estamental. Asimismo, en su primera sesión aprobaron el principio de soberanía nacional,
es decir, el reconocimiento de que el poder reside en el conjunto de los ciudadanos y que
se expresa a través de las Cortes formadas por representantes de la nación. Entre sus
miembros se formaría una comisión encargada de elaborar una constitución y presidida por
Muñoz Torrero.
- La obra de Cádiz: la Constitución de 1812 y otras medidas. Tras año y medio
de debates, la Constitución se promulgó el día 19 de marzo de 1812, día de San José, por
lo que se la conoce popularmente como “la Pepa”, es el texto legal de las Cortes que
mejor define el espíritu liberal.
El texto constitucional plasma también el compromiso existente entre los sectores
de la burguesía liberal y los absolutistas, al reconocer totalmente los derechos de la
religión católica, caballo de batalla del sector absolutista, especialmente del clero.
Desde un punto de vista formal, la Constitución contiene una declaración de
derechos del ciudadano: la libertad de imprenta, la igualdad de los españoles ante la ley, el
derecho de petición, la libertad civil, el derecho de propiedad y el reconocimiento de todos
los derechos legítimos de los individuos que componen la nación española.
La nación se define como el conjunto de todos los ciudadanos de ambos
hemisferios, es decir, se colocan en pie de igualdad los territorios peninsulares y las
colonias americanas. La estructura del Estado se corresponde con el de una monarquía
limitada, basada en la división de poderes. El poder legislativo, las Cortes unicamerales,
representan la voluntad nacional y poseen amplios poderes: elaboración de leyes,
aprobación de los presupuestos y de los tratados internacionales, mando sobre el ejército,
etc. El mandato de los diputados se establecía en dos años y eran inviolables en el
ejercicio de sus funciones. El sistema electoral quedó fijado en la propia Constitución: el
sufragio era universal masculino e indirecto.
El monarca es la cabeza del poder ejecutivo, por lo que posee la dirección del
gobierno e interviene en la elaboración de las leyes a través de la iniciativa y la sanción,
poseyendo veto suspensivo durante dos años. El poder del rey está controlado por las
Cortes, que pueden intervenir en la sucesión al trono, y la Constitución prescribe que todas
sus decisiones deben ser refrendadas por los ministros, quienes están sometidos a
responsabilidad penal.
La administración de justicia es competencia exclusiva de los tribunales y se
establecen los principios básicos de un Estado de derecho: códigos únicos en materia civil,
criminal y comercial, inamovilidad de los jueces, garantías de los procesos, etc. Otros
artículos de la Constitución contemplan la reorganización de la administración provincial y
local, la reforma de los impuestos y la Hacienda Pública, la creación de un ejército nacional
y la obligatoriedad del servicio militar, y la implantación de una enseñanza primaria pública y
obligatoria. Asimismo, consagra la igualdad jurídica, la inviolabilidad del domicilio y la
libertad de imprenta para libros no religiosos.
Además del texto constitucional, las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes y
decretos destinados a eliminar las trabas del Antiguo Régimen y a ordenar el Estado como
un régimen liberal. Así, se decretó la supresión de los señoríos jurisdiccionales,
distinguiéndolos de los territoriales, que pasaron a ser propiedad privada de los señores.
También se decretó la eliminación de los mayorazgos y la desamortización de las tierras
comunales, con el objetivo de recaudar capitales para amortizar la elevada deuda pública.
Se votó la abolición de la Inquisición, con una fuerte oposición de absolutistas y el
clero, y la libertad de imprenta. Finalmente, cabe señalar la libertad de trabajo, la anulación
de los gremios y la unificación del mercado.
CONCLUSIÓN.
La obra de las Cortes de Cádiz supone el arranque del estado liberal en España,
aunque este tardará en consolidarse durante todo el siglo XIX. También significó la
aparición de dos tendencias políticas irreconciliables: liberales y absolutistas que se
enfrentarán durante la primera mitad del siglo.
El texto constitucional es fundamental en la historia de España y se inspira en la
Constitución francesa de 1791, pero es más avanzada y progresista que esta, ya que
acepta el sufragio universal y una amplia garantía de derechos. Apenas pudo aplicarse,
pues la guerra de Independencia no permitió llevar a la práctica lo legislado por las Cortes.
La vuelta de Fernando VII anuló la Constitución y la obra de las Cortes de Cádiz en 1814.
Sin embargo, “La Pepa” fue una referencia clave para el liberalismo posterior.
Además, su influjo fue decisivo en otras constituciones de América del Sur y de Europa,
como las de Italia y Portugal.

TEMA 10
EL REINADO DE FERNANDO
VII
INTRODUCCIÓN.
El 11 de diciembre de 1813 se firmaba en la ciudad francesa de Valençay un tratado
de paz por el que Napoleón reconocía a Fernando VII como rey de España. Derrotado el
ejército napoleónico, el monarca hizo su entrada en España en marzo de 1814. En
España, las Cortes se trasladan a Madrid y deciden que para aceptar a Fernando VII como
rey, éste debe jurar la Constitución. Fernando, era el símbolo de los seis años de
resistencia y encarnaba grandes expectativas de cambio y mejoras tras una década
especialmente penosa.

DESARROLLO.
Desde el punto de vista ideológico podemos dividir a todas las tendencias políticas
del país en dos grandes grupos:
a) Las fuerzas progresistas. Liberales. Son los partidarios de la monarquía parlamentaria.
Junto a estos liberales habría que incluir a los afrancesados que durante el reinado de
José I han apoyado las ideas de progreso traídas por los franceses. Los viejos ilustrados:
Son los partidarios del reformismo borbónico y del despotismo ilustrado.
b) Las fuerzas tradicionalistas. Están en contra de todas las innovaciones, son partidarios
del absolutismo. Entre ellos están gran parte de la nobleza y el clero, que no quieren
perder sus privilegios. El Ejército: Se convierte en un elemento del sistema político. Los
pronunciamientos para la reposición de la Constitución eran sublevaciones militares con
participación de destacamentos ciudadanos.
- El Sexenio Absolutista (1814 – 1820)
Fernando VII llega a Valencia; en esta ciudad recibe el “Manifiesto de los Persas”,
un escrito de sesenta y nueve diputados absolutistas instándole a que implante el Antiguo
Régimen y por tanto la monarquía absoluta. Fernando VII firma el 4 de mayo un decreto
por el que deroga la Constitución, y todos sus decretos, y da órdenes para restaurar el
absolutismo, entrando en Madrid como rey absoluto.
Animado por este clima y apoyos, ordenó la detención de un numeroso grupo de
diputados liberales, la persecución de los “afrancesados” y la depuración de funcionarios
que hubieran colaborado con el gobierno de José I Bonaparte. Se daba inicio a una dura
represión que obligó a miles de personas a exiliarse a Francia u otros países.
Con las medidas policiales y políticas se retornó al Antiguo Régimen: fue suprimida
la prensa, las instituciones provinciales (Diputaciones), se restablecieron antiguos consejos
como el de Castilla, Indias, Inquisición, al igual que los privilegios feudales; y las
propiedades desamortizadas volvieron a sus antiguos dueños (nobles e Iglesia).
Si desde el punto de vista político, las medidas adoptadas por Fernando VII
supusieron un gran retroceso, desde el punto de vista económico, la situación no era
mejor. La Guerra de Independencia significó la ruina de la agricultura y la destrucción y el
desmantelamiento de la escasa industria nacional. La situación se agravó por las luchas de
las colonias americanas por su independencia, lo que significó a la larga la pérdida de un
importante mercado y una fuente de ingresos para la Hacienda.
Los sectores liberales, perseguidos e incapaces de encauzar sus reivindicaciones
políticas por vías legales, se apoyaron en el ejército para alcanzar el poder. - El Trienio
Liberal (1820 – 1823)
La sublevación del coronel Riego en Cabezas de San Juan, al frente de un ejército
que tenía que embarcar hacia América para contener el movimiento independentista,
inaugura un nuevo periodo donde los liberales pusieron en marcha una política que
recuperaba parte de la obra de las Cortes de Cádiz:
En materia religiosa: Supresión de la Compañía de Jesús y de la Inquisición,
supresión del diezmo, desamortización de los bienes de la Inquisición y de órdenes
religiosas extintas.
En materia económica: Supresión de mayorazgos y señoríos, obligando a los propietarios
que recibiesen rentas de sus tierras a presentar documentos de propiedad originales. La
reforma fiscal orientada a establecer una contribución única.
En materia política: Se recupera la legislación contenida en la Constitución de 1812
que garantizaba los derechos y las libertades de los ciudadanos y la libertad de imprenta.
Fernando VII, que finalmente juró la Constitución, conspiró de forma continuada contra los
gabinetes liberales, apoyó a las fuerzas absolutistas (que en Cataluña llegaron a formar la
Regencia de Urgel) y mantuvo conversaciones secretas con las potencias de la Santa
Alianza (1815, formada por Prusia, Austria y Rusia) para conseguir una intervención militar
que le devolviese el poder absoluto.
A la falta de apoyo social dentro del país, se unieron las suspicacias y el rechazo
que generaba el gobierno liberal entre las potencias absolutistas europeas, dado que el
triunfo de la revolución liberal de 1820 en España alentó otros movimientos liberales en
Europa (Nápoles, Sicilia, Piamonte, Portugal…) y ponía en peligro la Restauración del
absolutismo. Las potencias absolutistas, reunidas en el Congreso de Verona (1822),
decidieron enviar un ejército que acabara con la experiencia liberal y restableciese la
soberanía del monarca.
- La Década Absolutista (1823 – 1833)
En el verano de 1823, un ejército francés, mandado por el duque de Angulema,
“Cien Mil hijos de San Luis”, penetró en territorio español y, sin apenas resistencia, repuso
a Fernando VII como monarca absoluto, terminando con la experiencia liberal. Esta etapa
comenzó con una política de represión dirigida contra los liberales (hasta 1827), muchos
de los cuales fueron ejecutados o tuvieron que exiliarse. A lo largo de la etapa, Fernando
VII tuvo que hacer frente a una oposición procedente del bando liberal y de los sectores
más reaccionarios del absolutismo, descontentos con la política transigente con los
liberales.
Los medios que utilizaron los liberales y apostólicos (absolutistas radicales
agrupados en torno a Carlos María Isidro, hermano del rey, y pretendiente al trono español
al no tener Fernando hijos varones) para oponerse al régimen fueron los pronunciamientos
y la conspiración, como los de Torrijos en Málaga o los de Espoz y Mina en Bayona. A
pesar del abandono de las reformas liberales, los absolutistas moderados, en los que
recayó el gobierno (Cea Bermúdez, González Salgado o López Ballestero), intentaron una
serie de reformas para solventar la situación de crisis que atravesaba la Hacienda Real con
el establecimiento de un presupuesto anual (1828), el nuevo Banco de San Fernando, o la
creación de una Junta de Fomento de la Riqueza del Estado, con escasos resultados.
Pero, tal vez, el asunto más grave de este periodo, y el que marcará el fin del reinado
de Fernando VII, fue el pleito dinástico o problema sucesorio. El 31 de marzo de 1830
Fernando VII publicó la Pragmática Sanción, por la que anulaba la Ley Sálica, permitiendo
el acceso al trono a su hija Isabel (apoyada por los absolutistas más moderados y los
liberales) en detrimento del hermano del rey, Carlos María Isidro (apoyado por los
absolutistas más reaccionarios o apostólicos). Comienzan así las llamadas Guerras
Carlistas que ocuparán todo el siglo XIX.

CONCLUSIÓN.
En 1833 muere Fernando VII, deja el trono a su hija Isabel II, de 3 años. Su mujer,
Mª Cristina, de regente con la ayuda de los liberales, ya que comprendió que sin la ayuda
de éstos su hija no podía reinar. El mismo día de su muerte Carlos María se proclama rey
y se inicia un levantamiento absolutista en el Norte, es la Primera Guerra Carlista.
El reinado de Fernando VII ofrece un balance con muchos aspectos negativos para
la historia de España. Además de precipitar la pérdida de las colonias americanas, la
restauración del absolutismo encendió el odio entre los españoles, de manera que el
periodo se caracterizó por la represión política y por las continuas conspiraciones.

TEMA 11
REVOLUCIÓN LIBERAL EN EL REINADO DE
ISABEL
II. CARLISMO Y GUERRA
CIVIL.CONSTRUCCIÓN Y EVOLUCIÓN
DEL ESTADO LIBERAL

INTRODUCCIÓN.
Durante el reinado de Isabel II (1833-1868) se desarrolló en España, al igual que en
gran parte de Europa, el proceso de construcción del Estado liberal, ya esbozado por las
Cortes de Cádiz. Durante este periodo de tiempo se destruyeron definitivamente las
estructuras políticas, económicas y sociales del Antiguo Régimen.
Pero una serie de problemas dificultaron la consolidación del sistema político liberal
parlamentario verdaderamente representativo, tal como hoy lo conocemos. Podemos
dividir el reinado de Isabel II en tres grandes períodos (durante su minoría de edad hubo
dos regencias que reinaron en su nombre):
La regencia de María Cristina (1833-1840).
La regencia de Espartero (1840-1843)
El reinado de Isabel II propiamente dicho (1843-1868).
DESARROLLO
- Regencia de Mª Cristina.
A la muerte del rey en 1833, su viuda se encargó de la regencia hasta que Isabel II
alcanzase la mayoría de edad. Los liberales la ayudaron a defenderse del pretendiente
Carlos María Isidro, apoyado por los sectores más absolutistas e intransigentes. Estos
últimos, no aceptando el testamento del rey, se alzan en armas contra Isabel.
Se enfrentaron dos formas de concebir el Estado, el gobierno y la sociedad, con el
pretexto de una guerra de sucesión dinástica. La ideología carlista se fundamentaba en el
absolutismo monárquico, la intransigencia religiosa y la defensa de los fueros y del régimen
tradicional de propiedad de la tierra. Contó con el apoyo de aquellos sectores que se
oponían a la política liberal: el clero conservador, la pequeña nobleza, la clase campesina
de la zona vasca, de Navarra, de Valencia, de Cataluña y del bajo Aragón y los artesanos
de las pequeñas ciudades de estas zonas.
El pretendiente, que se hacía llamar Carlos V, no consiguió convencer a las clases
ilustradas, ni a la burguesía y el proletariado urbano, que se alistaron en las milicias
locales, defensoras de la reina regente. Entre 1833 y 1876 el conflicto se manifestaría a
través de tres guerras civiles. Los acontecimientos de la primera guerra carlista son los
más destacables y los que más se alargan en el tiempo, durando 7 años. La guerra tuvo su
principal escenario el País Vasco y Navarra. Perdieron su vida casi 200.000 personas,
cuando el país rondaba los trece millones de habitantes. La toma de las capitales del País
Vasco era la obsesión de los líderes carlistas, de ahí el sitio de Bilbao.
El asedio de la villa, realizado en contra de la opinión de Zumalacárregui (el general
carlista más destacado), que hubiera preferido lanzar una campaña hacia Madrid, terminó
en un fracaso y se cobró la vida del legendario militar. En diciembre de 1836, después de
la batalla de Luchana, el general Espartero, líder liberal, levantó el sitio de Bilbao, en cuya
operación los liberales tuvieron la eficaz ayuda de la marina británica.
La crisis interna del carlismo, con enfrentamientos entre castellanos y navarros, la
fatiga de la tropa y los civiles allanaba el camino hacia el final de la guerra, que se hizo
inminente cuando Maroto, jefe supremo del ejército carlista, mandó fusilar a los generales
contrarios al acuerdo de paz. Las conversaciones secretas de Maroto con Espartero
culminaron en el Convenio de Vergara, de 1839, que preparó el término de la contienda. El
general liberal se comprometía a recomendar al Gobierno el mantenimiento de los fueros
vascos, mientras que los pactistas de Maroto, con sus pagas y ascensos asegurados,
reconocían a Isabel II como reina.
Se inicia la implantación del régimen liberal. A nivel político, la regencia de Mª
Cristina de Borbón distingue dos periodos. En el primero, suben al poder los liberales
moderados de Martínez de la Rosa, que elabora el Estatuto Real, es decir, una
Constitución incompleta que no regulaba los poderes del rey ni del gobierno, ni recogía
declaración alguna de derechos del individuo. La desastrosa situación económica provocó
sublevaciones de las milicias urbanas, que exigían una ampliación de las libertades
políticas y del sufragio.
En 1836, una revuelta contra la regente obligó a Mª Cristina a entregar el gobierno a
los liberales progresistas José Mª Calatrava y Mendizábal. Se redactó una nueva carta
magna: la Constitución de 1837. Con este marco constitucional se promulgaron algunas
leyes como la supresión de la obligación de pagar diezmos a la Iglesia, la eliminación de
las aduanas interiores, la supresión de los gremios para fortalecer el crecimiento de la
industria y la desamortización de 1836.
Finalizada la guerra carlista, un gobierno dirigido por el liberal moderado Pérez de
Castro intentó limitar las reformas y la participación de las clases medias urbanas,
promulgando una Ley de Ayuntamientos que suprimía el derecho de los ciudadanos a
elegir a sus alcaldes, que pasaban a ser de nombramiento gubernativo. Hubo nuevas
sublevaciones populares y Mª Cristina se vio obligada a renunciar a la regencia.
Regencia de Espartero (1841-1843)
Después de la renuncia de Mª Cristina, las Cortes eligieron como regente al general
Espartero, reciente vencedor de la guerra carlista. Espartero se ganó el rechazo de todos:
su política librecambista ponía en peligro la incipiente industria catalana, por lo que los
fabricantes textiles catalanes no apoyaron al regente.
Los liberales moderados, separados del gobierno en 1840, comenzaron a preparar
su ataque al gobierno. Algunos sectores liberales progresistas (los demócratas), que en
principio brindaron su apoyo, se enfrentaron a él por sus formas autoritarias y represivas.
En 1843 estalla una revuelta militar organizada por el moderado Narváez que provoca el
fin de las regencias y el exilio de Espartero a Londres.
La década moderada (mayoría de edad de la reina). 1843-1853 Con 13 años,
Isabel II es declarada mayor de edad, y mandará formar gobierno a los moderados con
Narváez al frente. Apoyados por los sectores burgueses más conservadores, se
mantendrán en el gobierno durante 10 años. Redactaron la Constitución de 1845, que
otorgaba más poder a la Corona y al gobierno y recortaba los del Parlamento. El sistema
parlamentario era bicameral (Senado y Congreso de los Diputados). Se mantenía el
sufragio censitario, solo podían votar y ser elegidos las personas de los sectores sociales
que tenían propiedades o aquellas distinguidas por su profesión. En 1844 se creó la
Guardia Civil, destinada a mantener el orden en las zonas rurales. En 1851 se firmó un
concordato con el Vaticano, por el que la Iglesia recuperaba muchos de sus privilegios y
era autorizada para intervenir en la enseñanza.
El bienio progresista (1854-1856)
La corrupción y el autoritarismo hicieron que en 1854 las clases populares dieran su
apoyo a un pronunciamiento militar, la Vicalvarada. Su instigador fue el general Leopoldo
O ´Donnell. En este levantamiento, de carácter progresista, intervinieron amplios sectores
populares. Isabel II pide a Espartero que forme gobierno. Una de las medidas más
importantes de este gobierno será la ampliación de la desamortización, esta vez redactada
por el ministro Madoz (1855). Coetánea es también la ley de ferrocarriles y la redacción de
una nueva Constitución que no llega a proclamarse.
La segunda década liberal conservadora (1856-1868)
Moderados, clero y la propia reina acaban con el gobierno progresista y comienza
un periodo en el que la política será dominada por tres sectores: terratenientes, militares
conservadores y clero. El periodo de mayor prosperidad de esta época será el dirigido por
O´Donnell (Unión Liberal), conocido como gobierno largo (duró 5 años, más que cualquier
otro de esta época), se benefició de las buenas cosechas y la bonanza comercial que
viene con la guerra civil estadounidense (1861-1865).
En 1864 volvió Narváez al gobierno, que tuvo que hacer frente a fuertes protestas
estudiantiles por la destitución de profesores republicanos como Castelar o Sanz del Rio,
actuando ante ellas con una gran violencia en la llamada noche de San Daniel. Hubo
nuevos pronunciamientos militares progresistas alentados por el general Prim que llevaron
a una fuerte represión, con fusilamientos de los sargentos del cuartel de San Gil. El
reinado
de Isabel II se desprestigiaba día a día y hará crecer la alianza entre progresistas y
moderados (pacto de Ostende), que triunfaron en la llamada Revolución Gloriosa de 1868,
por la cual Isabel abdica y se exilia a Francia.

CONCLUSIÓN
En el período que transcurrió entre 1833 y 1868 se produjo la implantación del
liberalismo en España de forma irreversible. Al igual que en gran parte de Europa
occidental, en las primeras décadas del siglo XIX se destruyeron definitivamente las formas
económicas, las estructuras sociales y la monarquía absoluta que habían caracterizado al
Antiguo Régimen.
Durante esta etapa se modificó la estructura del Estado, lo que dio paso a una
monarquía constitucional y parlamentaria; se transformó la propiedad feudal en propiedad
privada capitalista y se asentó la libertad de contratación, de industria y de comercio. Una
nueva clase dirigente, la burguesía agraria, surgida de la alianza entre la vieja nobleza
terrateniente y la burguesía financiera, controló, mediante el sufragio censitario, el sistema
político y estableció un orden jurídico y económico que hizo posible el desarrollo del

TEMA 12
LA SITUACIÓN ECONÓMICA
EN LA ESPAÑA DEL SIGLO
XIX: LAS
DESAMORTIZACIONES

INTRODUCCIÓN
La economía española del siglo XIX se caracterizó por un crecimiento lento y un
atraso relativo respecto a otros países de Europa. El desfase con el continente en cuanto
al proceso de industrialización se explica en gran parte con el escaso desarrollo del sector
agrario, debido a la desigual distribución de la tierra y al atraso tecnológico. Esta pésima
situación se intentó solventar con una reforma agraria liberal que se va a extender a lo
largo del siglo a través de los proyectos desamortizadores.
Entendemos desamortización al acto jurídico mediante el cual los bienes
amortizados (manos muertas), es decir, que están inmovilizados sin poderse comprar ni
vender, dejan de serlo, adquiriendo la condición de bienes de propiedad privada. Se trata
de una incautación por el Estado (mediante compensación) de bienes raíces
pertenecientes en su mayoría a la Iglesia y los municipios.

DESARROLLO
Se producirán dos desamortizaciones en este reinado, una en 1836, durante la
regencia de Mª Cristina de Borbón, organizada por Mendizábal, recién terminada la
primera guerra carlista, que afectará sobre todo a bienes eclesiásticos, y la otra durante la
mayoría de edad de Isabel, en la fase del Bienio Progresista, en el año 1855, dirigida por el
ministro Madoz y que se aplica a bienes civiles.
Desamortización eclesiástica de Mendizábal (1836)
Cuando Mendizábal, del partido progresista, llegó desde Londres para formar parte
del Gobierno, lo que le preocupa era garantizar la continuidad en el trono de Isabel II, o lo
que era lo mismo, la del nuevo Estado Liberal. Para ello era necesaria ganar la guerra
carlista; pero este objetivo no podría realizarse sin dinero o sin crédito. A su vez, para
fortalecer la credibilidad del Estado ante futuras peticiones de crédito a instituciones
extranjeras, era preciso eliminar la deuda pública hasta entonces contraída.
Ante la mala situación de Hacienda, Mendizábal juzgó que había que recurrir a
nuevas fuentes de financiación, y éstas no eran otras que los bienes eclesiásticos. El
decreto desamortizador, publicado en 1836, en medio de la guerra civil con los carlistas,
puso en venta todos los bienes del clero regular (frailes y monjas). De esta forma quedaron
en manos del Estado y se subastaron no solamente tierras, sino casas, monasterios y
conventos con todos sus enseres, incluidas las obras de arte y los libros.
Al año siguiente, 1837, otra ley amplió la acción, al sacar a la venta los bienes del clero
secular, los de las catedrales e iglesias en general, aunque la ejecución de esta última se
llevó a cabo unos años más tarde, en 1841, durante la regencia de Espartero. Con la
desamortización de Mendizábal se pretendía conseguir varios objetivos a la
vez: ganar la guerra carlista, eliminar la deuda pública, al ofrecer a los compradores de
bienes la posibilidad de que los pagaran con títulos emitidos por el Estado; atraerse a las
filas liberales a los principales beneficiarios de la desamortización, que componían la
incipiente burguesía con dinero; poder solicitar nuevos préstamos, al gozar la Hacienda
pública de mayor credibilidad; y cambiar la estructura de la propiedad eclesiástica, que de
ser amortizada y colectiva pasaría a ser libre e individual.
Como consecuencia de la desamortización: se produjo una expansión de las tierras
cultivadas y una agricultura más productiva. No sirvió para que las tierras se repartieran
entre los menos favorecidos, puesto que no intentó hacer ninguna reforma agraria real,
sino conseguir dinero para los planes del Estado. Se creó un proletariado agrícola, de
campesinos sin tierra que, al pasar de unas manos a otras la propiedad que antes
trabajaban, se convierten en jornaleros sometidos a duras condiciones de vida y trabajo
solamente estacional. Apareció una burguesía terrateniente que con la adquisición
ventajosa de tierras y propiedades pretendía emular a la vieja aristocracia.
El impacto de la desamortización en la pérdida y el expolio de una gran parte del
patrimonio artístico y cultural español fueron importantes.
Desamortización de Madoz
El 1 de Mayo de 1855, el ministro de Hacienda, Pascual Madoz, progresista, sacó a
la luz su Ley de Desamortización General. Se llamaba “general” porque se ponían en venta
todos los bienes de propiedad colectiva: los de los eclesiásticos que no habían sido
vendidos en la etapa anterior y los de los pueblos. Se llamaban bienes de propios aquellos
que proporcionaban, por estar arrendados, una renta al Concejo, en tanto que los comunes
no proporcionaban rentas y eran utilizados por los vecinos del lugar. La desamortización de
bienes de propios y comunes se prolongó hasta 1924. El procedimiento utilizado para las
ventas fue una copia del de Mendizábal.
El destino del dinero obtenido, sin las anteriores angustias de Hacienda, fue
dedicado a la expansión del ferrocarril. En este proceso, la burguesía con dinero fue de
nuevo la gran beneficiaria. La enajenación de propiedades municipales acarreó el
empeoramiento de las condiciones de vida del pequeño campesinado, privado del uso y
disfrute de los antiguos bienes del Concejo.
Consecuencias de las desamortizaciones.
Los compradores forman una clase social que apoyará a Isabel II, lo que refuerza el
régimen liberal. Estas medidas propiciaron la entrada de las propiedades de la nobleza y el
clero en el circuito comercial al poner en circulación bienes que antes habían estado
vinculados.
El grupo principal de compradores estuvo en el mundo rural participando tanto el
gran propietario como el labrador arrendatario. En las ciudades, capitales de provincia, es
la burguesía de los negocios (comerciantes) quien adquiere las tierras. Los abogados,
funcionarios (civiles y militares) también compran. Los tradicionales hacendados (nobleza)
son los principales beneficiados.
En cuanto a las consecuencias económicas, se consolidó el latifundio (centro y sur
de España), se elimina a los pequeños propietarios (al no disponer ya de los bienes
comunales), se produjo la emigración hacia zonas industriales. Se puso en cultivo de
nuevas superficies (trigo y vid).
Otra de las consecuencias sociales fue la exclaustración de miles de religiosos y se
suprimían todos los conventos en los que no hubiera al menos doce religiosos profesos. Se
produjo un aumento de la conflictividad social (campesinos fuera del mercado de
propietarios) revueltas agrarias. El Estado recaudó mucho dinero con el que poder hacer
frente a los gastos de las guerras carlistas. Se equilibró los presupuestos del Estado y se
produjo un pequeño desarrollo de la agricultura española.
En cuanto a las consecuencias urbanas, con los edificios y huertos de los
monasterios el Estado habilitó estos edificios para escuelas, edificios de la Administración
y crear plazas públicas. Artísticamente, al abandonar los monjes los monasterios se
perdieron pinturas, esculturas de gran valor.

CONCLUSIÓN
Superado el colapso económico que se vive en España durante la Guerra de la
Independencia y de las Guerras Carlistas, el resurgimiento económico del país se empieza
a producir a partir de 1830 y se manifiesta principalmente y como consecuencia de los
procesos desamortizadores, en la agricultura, experimentando un aumento en las áreas de
cultivo y la producción.
A pesar de los intentos de cambio, el estancamiento de la agricultrua fue una de las
causas básicas del atraso de la economía española en este siglo. Sería necesario esperar
a la nueva reforma agraria que se llevó a cabo durante la II República, para que se
produjera un intento de cambio en el campo español.

TEMA 13
EL SEXENIO
DEMOCRÁTICO (1868-
1874)

INTRODUCCIÓN
La revolución de septiembre de 1868, que sus contemporáneos llamaron “la
Gloriosa”, supuso el fin de la monarquía de Isabel II. A partir de esta fecha se sucedieron
seis años de gran actividad e inestabilidad política que podemos dividir en tres etapas
claramente diferenciadas: El gobierno provisional (1868-1871), el reinado de Amadeo de
Saboya (1871-1873) y la Primera República (1873-1874).
Representó el intento de ampliar el liberalismo e instaurar la democracia. Este
ensayo terminará fracasando por los crecientes problemas que asolaron el país.
Finalmente, esta etapa concluirá con la restauración de los Borbones en la persona de
Alfonso XII, hijo de Isabel II.

DESARROLLO.
LA REVOLUCIÓN DE SEPTIEMBRE DE 1868.
Existen diversas causas para explicar la explosión de la revolución de 1868: - La
crisis económica estallada en 1866. Esta crisis constituyó la primera gran crisis del
sistema capitalista a nivel internacional y se manifestó de diversas formas: una crisis de
subsistencia, una crisis financiera y una crisis industrial debida a la escasez de algodón
en el sector textil. El resultado fue el aumento del paro, lo que provocó un descenso del
nivel de vida de las clases trabajadoras.
- El deterioro político. A mediados de los años 60 los españoles estaban muy
descontentos con los partidos políticos existentes. El Partido Moderado, en el poder,
gobernaba por decreto y hacía oídos sordos a los problemas del país. El Partido
Progresista y el Partido Demócrata optaron por defender la conspiración como única
manera de llegar a gobernar, de modo que ambos partidos firmaron el Pacto de Ostende
(1866) con el objetivo de acabar con el moderantismo y con la monarquía isabelina. A
este pacto se unió la Unión Liberal en 1867.
Finalmente la sublevación estalló el 19 de septiembre de 1868. La escuadra
concentrada en la bahía de Cádiz, al mando del almirante Topete protagonizó un
alzamiento militar contra el gobierno de Isabel II. El general Prim, líder del partido
progresista y exiliado en Londres, y el general Serrano, líder de la Unión Liberal y
desterrado en Canarias, se reunieron con los sublevados y apoyaron el golpe, contando
desde un principio con el apoyo de la población gaditana. Ambas fuerzas se encontraron
cerca de Córdoba y en la batalla del Puente de Alcolea (28/09/1868) las tropas de Serrano
vencieron al ejército isabelino.
EL GOBIERNO PROVISIONAL. LA CONSTITUCIÓN DE 1869. Inmediatamente
se estableció un gobierno provisional de carácter centrista presidido
por el general Serrano y con el general Prim como ministro de la guerra. Unionistas,
progresistas y demócratas conformaban el gabinete. El nuevo gobierno convocó elecciones
a Cortes Constituyentes por sufragio universal (varones mayores de 25 años).
Los progresistas vencieron en unos comicios bastante limpios para lo normal en la
época y marcaron con su ideología la nueva constitución que se aprobó al año siguiente.
La Constitución de 1869, la más radicalmente liberal de las constituciones del siglo XIX,
así, se habla de constitución“ democrática” de 1869.
Estas son sus principales características: Soberanía nacional, sufragio universal
directo para los varones mayores de veinticinco años, monarquía democrática, con una
serie limitación de los poderes del rey, poder ejecutivo en manos del Consejo de Ministros,
poder legislativo en unas Cortes bicamerales, amplia declaración de derechos y libertades,
reconociéndose por primera vez los derechos de manifestación, reunión y asociación, así
como la libertad de enseñanza y libertad de cultos religiosos.
Proclamada la Constitución y con el trono vacante, las Cortes establecieron una
regencia que recayó de nuevo en Serrano, mientras Prim era elegido presidente del
gobierno. A éste se le asignó la tarea de buscar un nuevo rey para los españoles. Este
gobierno tuvo que hacer frente al descontento del campesinado andaluz y extremeño, que
reclamaba un mejor reparto de la tierra, y al incipiente movimiento obrero (anarquismo y
socialismo), que sufrió un proceso de radicalización en demanda de mejores condiciones
salariales y de trabajo. Además tuvo que ver como estalló en Cuba la Guerra de los Diez
Años (1868-1878).
EL REINADO DE AMADEO DE SABOYA (1871-1873)
Desechada la opción de los Borbones, se inició la búsqueda de un candidato
adecuado a la Corona entre las familias reales europeas. Se barajaron diversas opciones
(Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, Fernando de Sajonia-Coburgo, el Duque de
Montpensier, el propio Espartero, etc.). Finalmente las Cortes eligieron como nuevo rey a
Amadeo de Saboya, hijo del Víctor Manuel II, rey de la recién unificada Italia, y
perteneciente a una dinastía con fama de liberal. Amadeo tenía una concepción
democrática de la monarquía.
Tres días antes de la llegada de Amadeo I a España por el puerto de Cartagena fue
asesinado el general Prim. El general progresista era el principal apoyo del nuevo rey y su
ausencia debilitó grandemente la posición del nuevo monarca. Amadeo se encontró
inmediatamente con un amplio frente de rechazo. Aquí estaban grupos variopintos y
enfrentados: los carlistas, todavíaactivos en el País Vasco y Navarra; los "alfonsinos",
partidarios de la vuelta de los Borbones en la figura de Alfonso, hijo de Isabel II; y,
finalmente, los republicanos, grupo procedente del Partido Demócrata que reclamaba
reformas más radicales en lo político, económico y social y se destacaba por un fuerte
anticlericalismo.
Los dos años que duró su reinado se caracterizaron por una enorme inestabilidad
política, con disensiones cada vez más acusadas entre los partidos que habían apoyado la
revolución, lo que llevó a la desintegración de la coalición gubernamental. Además,
Amadeo tuvo que hacer frente al nuevo estallido de las guerras carlistas (1872-1876) y al
conflicto de Cuba. Impotente y harto ante la situación, Amadeo I renunció al trono a
principios de 1873 y regresó a Italia.
LA PRIMERA REPÚBLICA (1873-1874)
La República fue proclamada el 11/02/1873 por unas Cortes en las que no había
una mayoría de republicanos porque era la salida más fácil ante la renuncia de Amadeo.
Las ideas republicanas tenían escaso apoyo social y contaban con la oposición de los
grupos sociales e instituciones más poderosos del país. La alta burguesía y los
terratenientes, los altos mandos del ejército, la jerarquía eclesiástica eran contrarios al
nuevo régimen.
Los escasos republicanos pertenecían a las clases medias urbanas, mientras las
clases trabajadores optaron por dar su apoyo al incipiente movimiento obrero anarquista.
La debilidad del régimen republicano provocó una enorme inestabilidad política. Cuatro
presidentes de la República se sucedieron en el breve lapso de un año: Estanislao
Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. En este contexto de
inestabilidad, los gobiernos republicanos emprendieron una serie de reformas bastante
radicales que, en algunos casos, se volvieron contra el propio régimen republicano.
Estas fueron las principales medidas adoptadas: Supresión del impuesto de
consumos, la eliminación de las quintas, reducción edad de voto a los 21 años, separación
de la Iglesia y el Estado, se dejó de subvencionar a la Iglesia,reglamentación del trabajo
infantil, abolición de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico y proyecto constitucional para
instaurar una República federal.
El aspecto más novedoso era la estructura del Estado. Se establecía que la Nación
española estaba compuesta por 17 estados, entre ellos Cuba, y declaraba que el poder
emanaba de tres niveles: municipios, estados regionales y estado federal. Los 5 estados
regionales tendrían autonomía económica, administrativa y política “compatible con la
existencia de la nación” y elaborarían sus propias constituciones, también compatible con
la del estado federal. Este proyecto planteaba por primera vez en el liberalismo español un
estado no centralista, y recogía tradiciones regionalistas que están en el origen de las
futuras propuestas nacionalistas (especie de CC.AA).
Los gobiernos republicanos tuvieron que hacer frente a un triple desafío bélico: •
La nueva guerra civil carlista. Carlos VII, nieto de Carlos María Isidro, encabezó una
nueva insurrección carlista en el País Vasco y Navarra.
• Las sublevaciones cantonales. Los republicanos federales más extremistas se lanzaron
a proclamar cantones, pequeños estados regionales cuasi independientes en Valencia,
Murcia y Andalucía, sublevándose contra el gobierno republicano de Madrid. La
resistencia del cantón de Cartagena, el último en caer, le convirtió en el símbolo de este
movimiento.
• La guerra de los Diez Años en Cuba En 1868 se inició en la isla caribeña una
insurrección anticolonial que derivó en lo que los cubanos denominan la “Guerra Larga”.
Tuvieron que pasar diez años hasta que las autoridades españolas consiguieron pacificar
la isla con la firma de la Paz de Zanjón en 1878.
• Las conspiraciones militares alfonsinas. Entre los mandos del ejército se fue imponiendo
la idea de la vuelta de los Borbones en la figura del hijo de Isabel II, Alfonso. Pronto
empezaron las conspiraciones para realizar un pronunciamiento militar que derrocara la
república. El 4 de enero de 1874, el general Pavía encabezó un golpe militar. Las Cortes
republicanas fueron disueltas y se estableció un gobierno presidido por el general Serrano
que suspendió la Constitución y los derechos y libertades.

CONCLUSIÓN.
El régimen republicano se mantuvo nominalmente un año más, aunque la dictadura
de Serrano fue un simple paso previa a la restauración de los Borbones que planeaban los
alfonsinos con su líder Cánovas del Castillo (Manifiesto de Sandhurst). La restauración se
vio finalmente precipitada por un golpe militar del general Martínez Campos el 29 de
diciembre de 1874. El hijo de Isabel II fue proclamado rey de España con el título de
Alfonso XII. Se iniciaba en España el período de la Restauración.

TEMA 14
EL RÉGIMEN DE LA
RESTAURACIÓN (1875-1902)

INTRODUCCIÓN.
El régimen de la Restauración fue en parte la consecuencia lógica de la
inestabilidad política del Reinado de Isabel II y sobre todo del Sexenio Democrático o
Revolucionario en el que además se produjo el Federalismo y Cantonalismo y se hicieron
evidentes los primeros movimientos obreros.
Consiguientemente, la burguesía y el ejército reaccionaron adoptando posiciones
más conservadoras. Esta corriente de opinión fue utilizada hábilmente por Cánovas del
Castillo para promover la Restauración Monárquica en la figura de Alfonso XII. El Sistema
de Cánovas fue el único período duradero del siglo XIX en que se consiguió una cierta
estabilidad política.

DESARROLLO.
En la Restauración de Alfonso XII fue decisiva la figura de Cánovas del Castillo
preparó durante la Dictadura del General Serrano (1874) a la opinión pública española
para acoger favorablemente la llegada de Alfonso XII. En esta línea hay que citar el
Manifiesto de Sandhurst, un discurso del príncipe Alfonso (redactado por Cánovas) que
resumía su credo político y propugnaba la reconciliación nacional.
A fines de 1874, y en contra de los deseos de Cánovas, el General Martínez
Campos protagonizó el Pronunciamiento de Sagunto, que proclamaba a Alfonso XII como
rey de España. El Sistema Político de la Restauración o Sistema de Cánovas pretendía
construir un sistema político estable y duradero. Para ello se inspiraba en la Monarquía
Parlamentaria Británica y en el concepto de Constitución Interna de la Monarquía
Española.
Según esta constitución interna las dos instituciones fundamentales de la historia de
España era el Rey y las Cortes, es decir, que España debía tener un sistema de soberanía
compartida. Cánovas recuperaba, por tanto, muchos de los principios del Partido
Moderado. Otro aspecto que recordaba al sistema británico era el bipartidismo, dos
partidos que se sucedían pacíficamente en el poder. El partido Conservador, dirigido por
Cánovas, recogía a los moderados y a los alfonsinos. El partido Liberal-Fusionista dirigido
por Sagasta englobaba a los grupos burgueses más progresistas y demócratas e incluso a
un sector de los republicanos.
La Constitución de 1876 definió el Sistema Político de Cánovas, lo más
característico de esta era su flexibilidad (se le denominó “cheque en blanco”),
precisamente para ser aceptable por la mayor cantidad de fuerzas políticas. Por otro lado,
tomaba elementos dispares de las constituciones anteriores: conservadoras (soberanía
compartida, bicameralismo, estado confesional católico) y algo más progresistas
(declaración de derechos aunque poco definida, indefinición del sufragio lo que en la
práctica permitirá el sufragio universal).
El Turno de Partidos (Conservador y Liberal) generaba una sensación de
alternancia política más aparente que real, esta alternancia “dirigida” desde el gobierno se
conseguía gracias al fraude electoral. Éste se centraba especialmente en las
circunscripciones electorales rurales (la mayoría de los escaños). El fraude electoral se
basaba en el caciquismo.
Cuando llegaban las elecciones, el gobierno pasaba a los Gobernadores Civiles una
lista de candidatos que tenían que salir elegidos (el encasillado), estos a su vez se valían
de los caciques para obtener los votos necesarios por diferentes medios (compra de votos,
coacción o simple pucherazo con la colaboración de la policía). Los caciques eran los
notables locales (propietarios de tierras y negocios diversos) que controlaban los resortes
económicos y tenían importantes influencias en la administración de modo que conseguían
“favores” administrativos para favorecer a su pueblo (carreteras, permisos, administrativos,
etc.). El fraude electoral era así posible en una España rural, atrasada, cuyos pueblos eran
dominados por una oligarquía pseudofeudal.
La gran novedad de la Época de la Restauración fue la aparición de los
Movimientos Nacionalistas y Regionalistas, movimientos que explotaban los sentimientos
nacionales de ciertas regiones para arrebatar cuotas de poder a la oligarquía centralista.
• El Catalanismo fue el movimiento nacionalista más temprano. Su primera manifestación
a mediados del siglo XIX fue de tipo literario-cultural: la Renaixença que pretendía
recuperar la cultura y lengua catalanas. En la Época de la Restauración adquirió su
formulación política (Prat de la Riba- Bases de Manresa) como movimiento autonomista
(no independentista), regenerador de la vida política española y conservador, expresión
de la burguesía industrial catalana.
• El Nacionalismo Vasco surgió de la mano de Sabino Arana, con una clara herencia
carlista (“Dios y Ley Vieja”, es decir, catolicismo y reivindicación del espíritu de los fueros
abolidos en 1876). Fue un movimiento radical que se declaró antiespañolista y
separatista. No contaba con el apoyo de la burguesía industrial vasca y en un principio fue
minoritario. En el siglo XX adquirirá más base social a medida que se vaya moderando.
• El Regionalismo Gallego fue el movimiento regionalista más débil pues no contaba con
una burguesía industrial fuerte, nació en 1889 con la Asociación Regionalista Gallega de
Murguía. El Movimiento obrero que había surgido en el Sexenio Revolucionario se
desarrolló en la Época de la Restauración por el desarrollo de la industrialización y por la
Ley de Asociaciones de 1887 que legalizaba las organizaciones obreras que habían
permanecido en la clandestinidad tras la prohibición del General Serrano en 1874. • El
Anarquismo siguió siendo la corriente obrera mayoritaria, especialmente en Barcelona y
Andalucía. Durante la Restauración se radicalizó, recurrió cada vez más al terrorismo
(propaganda por el “hecho”). Así, un atentado anarquista acabó con el propio Cánovas
(1897). En 1879, aún en la clandestinidad, Pablo Iglesias fundó el PSOE como principal
partido marxista en España. En 1888 se fundó un sindicato socialista, la UGT y en 1889
se asociaron a la Segunda Internacional. Los marxistas españoles utilizaron la huelga
como principal medio de lucha, pero, desde el principio fue un movimiento moderado y
reformista y carácter social-demócrata. De hecho, el PSOE participó en las elecciones y
colaboró con el gobierno en la Comisión de Reformas Sociales. • A partir de 1879
también surgieron los Círculos Católicos como precedentes de los sindicatos católicos. La
primera época del período de la Restauración se corresponde con el reinado de Alfonso
XII (1875-1885). Éste fue el período de los éxitos del Sistema de Cánovas. Por un lado,
Cánovas consiguió el mayor período de estabilidad política de todo el siglo XIX y por fin
apartó a los militares de la política y acabó con la sombra de los pronunciamientos
consolidando el poder civil en España..
El final de la Tercera Guerra Carlista en 1876 terminó con el Carlismo como una
fuerza enfrentada al régimen liberal. También supuso la abolición de los fueros vascos. Por
su parte, el general Martínez Campos fue enviado a Cuba para pacificarla. Combinando la
represión y las negociaciones, consiguió firmar la paz de Zanjón (1878), gracias a ciertas
concesiones administrativas, amnistía y a la abolición de la esclavitud. Alfonso XII murió en
1885 y su hijo póstumo Alfonso XIII nació unos meses después.
Cánovas y Sagasta firmaron el Pacto de El Pardo (1885) en que se comprometen a
mantener el sistema del turno de partidos durante la Regencia de María Cristina de
Habsburgo (madre de Alfonso XIII). Durante la Regencia de María Cristina de Habsburgo
(1885-1902) continua vigente el Sistema de Cánovas, aunque se empiezan a apreciar
algunos rasgos de crisis. Entre 1885- 1890 se produce el Parlamento Largo, el período de
gobierno largo del Partido Liberal. En este sentido hay que citar la Ley de Asociaciones de
1887 que permitía la legalización de las asociaciones obreras, o la Ley de Sufragio
Universal (1890), que establecía el sufragio universal masculino (este último derecho es
relativo, teniendo en cuenta el fraude electoral).
El Sistema de Cánovas funcionó hasta 1895 gracias a que los partidos respetaron el
turno, sin embargo, la Guerra de Cuba (1895- 1898) abrió un período de crisis. La Guerra
de Cuba fue en parte una continuación de la Guerra de los Diez Años. Los revolucionarios
cubanos (José Martí, Antonio Maceo) cada vez obtuvieron más apoyos de los
independentistas. Los EEUU pronto se mezclaron en la cuestión cubana, pues tenían
intereses económicos en la isla. La excusa para intervenir en la guerra fue el hundimiento
del Maine, un barco de guerra que los norteamericanos enviaron a Cuba y que explotó
misteriosamente.
Los EEUU declararon la guerra a España (1898) y destruyeron la flota española del
Almirante Cervera en la Batalla de Santiago de Cuba y a otra parte de la flota en la Batalla
de Cavite (Filipinas). Asilados por mar, los españoles fueron derrotados por las tropas
norteamericanas que desembarcaron en Cuba (Guerra de los Cien Días). Ante la
superioridad de EEUU, España pidió la paz, el Tratado de París, en el que España perdía
Cuba, Puerto Rico, Filipinas y vendía Guam a EEUU. Posteriormente España vendió las
Marianas, Palaos y las Carolinas a Alemania.

CONCLUSIÓN.
El descontento por la crisis del 98 provocó un movimiento cultural y político, el
Regeneracionismo, que reconocía el retraso de España frente al resto de Europa y exigía
una renovación política, social y cultural. Parte del Regeneracionismo vino de dentro del
sistema de Cánovas, y los propios políticos de los partidos del Turno (Silvela, Maura,
Canalejas), intentaron reformarlo a principios del siglo XX.
Sin embargo, la mayor parte de los regeneracionistas criticaban el sistema de la
Restauración en sí. Éste es el caso de Joaquín Costa o de intelectuales como Unamuno o
Pío Baroja. Giner de los Ríos fue uno de los fundadores de la Institución Libre de
Enseñanza que aspiraba a regenerar la sociedad desde la educación.
TEMA 15
EL REINADO DE ALFONSO XIII:
LA DECADENCIA DEL SISTEMA
CANOVISTA. REGENERACIONISMO
Y CRISIS SOCIO-ECONÓMICA (1902-
1923)

INTRODUCCIÓN
La temprana muerte de Alfonso XII, ocurrida en noviembre de 1885, abrió la
regencia de su esposa Mª Cristina de Habsburgo. Con ella se consolida el sistema
canovista al firmar Cánovas y Sagasta el Pacto del Pardo para garantizar el turno de
partidos. Su regencia se verá marcada por el desastre del 1898 que no supuso ningún
cambio político en nuestro país, aunque sí produjo la intensificación de las voces que
exigían una regeneración política, social, económica e intelectual, conocida como
movimiento Regeneracionista.
En 1902, como símbolo de esta necesidad de cambio se declarará mayor de edad a
Alfonso XIII, rey polémico, que nunca renunció al papel que le daba la Constitución de
1876, y cuyas ideas políticas mezclaban un fuerte espíritu castrense, sentimientos
europeístas y concepción decimonónica de la monarquía.

DESARROLLO
Regeneracionismo.
A comienzos del siglo XX el sistema político de la Restauración, estaba sustentado
en la Constitución de 1876 y con un sistema de gobierno basado en la monarquía liberal
pero no democrática y el turno de los partidos dinásticos. El carácter oligárquico y las
prácticas caciquiles de conservadores y liberales fueron ampliamente cuestionados por el
regeneracionismo, que propuso la modernización política, social y económica de España.
En 1897 Cánovas del Castillo fue asesinado y en 1902 Sagasta decidió retirarse de
la política. Conservadores y liberales van a carecer de líderes indiscutibles que lleven las
riendas de sus partidos y marquen la línea política a seguir. La situación se agravaba
porque el caciquismo fomentaba las luchas personales dentro de los partidos.
Desde el punto de vista político, ya los intelectuales más importantes del periodo
final del siglo XIX (Joaquín Costa) protestaron contra el mundo de la Restauración,
criticaron el sistema político y, en líneas generales, acertaron al denunciar la situación
existente pero no tanto al señalar algunas de sus soluciones. Su actitud puede
considerarse como el inicio del protagonismo en la vida española del término
“regeneración” que indicó un deseo general de superar el retraso, llevar a cabo una
modernización de la vida colectiva y revisar la vida política nacional o encontrar una
solución fuera de ella.
El regeneracionismo trascendió el ámbito del pensamiento e impregnó la actividad
política de buena parte del siglo XX. Durante todo el reinado de Alfonso XIII ese término
resultó decisivo
para explicar la actitud de personas y de grupos políticos y sociales. El ansia de superar el
retraso y llevar a cabo una modernización en todos los sentidos de la vida española se
convirtió incluso en una obsesión.
Esto se concretó en dos ensayos de gobierno regeneracionista, uno de carácter
conservador y otro liberal. El primero fue liderado por el político conservador Maura entre
1904 y 1909, y el segundo por el liberal Canalejas entre 1910 y 1913. Hubo un tercer
gobierno dirigido por el conservador Dato que se prolonga hasta 1917 y que es antesala de
la inestabilidad total que lleva al fin del sistema Gobierno de Maura (1904-1909).
Maura fue uno de los políticos de principios del siglo que mejor captó la necesidad
de afrontar cambios en el sistema de la Restauración. Convencido de que había que
incorporar nuevas capas sociales a la acción política (las llamadas “masas neutras”)
afirmaba que era necesario una “revolución desde arriba, para que no nos la hagan desde
abajo”, es decir, para evitar la revolución social.
Su gobierno se verá marcado por los acontecimientos de la Semana Trágica de
1907-1909, el origen se encuentra en la decisión de Maura de enviar a Melilla, desde
Barcelona, unidades de refuerzo, formadas por soldados que habían pasado a la reserva
seis años antes, para responder a una agresión de los marroquíes a los trabajadores
españoles empleados en la construcción del ferrocarril de la Compañía de Minas del Rif.
Cuando los primeros reservistas salieron del puerto de Barcelona, la campaña socialista en
contra se radicalizó y comenzaron los incidentes. Luego, el agravamiento de la situación de
Marruecos, con noticias sobre centenares de muertos, condujo a que las fuerzas obreras
(socialistas y anarquistas) proclamasen una huelga general. Se produjeron
enfrentamientos e incendiaron edificios religiosos.
Finalmente, las tropas lograron restablecer el orden y se llevó a cabo una fuerte
represión que culminó con cinco penas de muerte, entre ellas la del pedagogo Ferrer i
Guardia. Esto produjo una oleada de protestas en España y en Europa contra Maura,
denunciado como el símbolo de la “España negra”, opuesta a la libertad y el progreso, que
aparecían simbolizados en la Escuela Moderna, uno de cuyos promotores era Ferrer.
Maura dimitió. Gobierno de Canalejas (1910-1912) Canalejas representaba la
tendencia más izquierdista de las familias políticas dinásticas, liderando el Partido Liberal.
Frente a la posición autoritaria de Maura, las medidas políticas de Canalejas se centraron
en la necesidad de incorporar al sistema político liberal dos variables que definen buena
parte de la política europea de la época: un papel activo e intervencionista del Estado en
materia social y laboral que afectó a la duración de la jornada laboral, al trabajo de mujeres
y niños, y a la prestación seguridad social por parte del Estado y una secularización de la
vida política, mediante la efectiva separación entre Iglesia y Estado. Logró aprobar la
llamada “Ley del candado”, que pretendía limitar la presencia de órdenes religiosas en
España.
El asesinato de Canalejas, en noviembre de 1912 en Madrid, en un atentado
anarquista, truncó el proyecto de regeneración del sistema político de la Restauración, que
suponía la secularización de la vida política, la acción intervencionista del Estado y, en
suma, la democratización del sistema dentro de los límites de la monarquía. Gobierno de
Dato (1913-1917)
En 1913, el conservador Eduardo dato recibió el encargo de formar gobierno.
Durante el gobierno de Dato estalló la Primera Guerra Mundial, en la que España mantuvo
la neutralidad. La guerra benefició a la economía española, que vio aumentar sus
exportaciones, pero la coyuntura favorable no fue aprovechada para propulsar con carácter
definitivo la industria.
El aumento de los precios no se vio correspondido por el de los salarios y creó un
hondo malestar en las clases medias y en los obreros, que tuvo su reflejo en la crisis de
1917. En verano de 1917 confluyeron tres conflictos: militar, político y social. La situación
del ejército se fue agravando durante la segunda década del siglo XIX por la escisión entre
los militares peninsulares y los africanos. A los primeros les afectó más la subida de
precios provocada por la guerra mundial, por lo que incubó un malestar, que afectó por
manifestarse a través de la creación de Juntas Militares de Defensa. Las juntas solicitaban
mejoras presupuestarias para el ejército y la convocatoria de Cortes Constituyentes. La
presión de las juntas militares acabaría derribando el gobierno de Dato en otoño de 1917.
El ejército volvería participar en los asuntos políticos. A iniciativa de los diputados
catalanes tuvo lugar en Barcelona, en el mes de julio, una reunión de parlamentarios no
dinásticos (catalanistas, republicanos, socialistas).
La Asamblea pedía el fin del turno de partidos, una reforma a fondo de la
Constitución y la viabilidad de un régimen autonómico para las regiones, pero el gobierno
la disolvió. De forma paralela e independiente a los movimientos militares y parlamentarios,
estaba teniendo lugar un conflicto en el sector de los ferroviarios, iniciado en Valencia.
Ante la intransigencia de la patronal, apoyada por el gobierno, el sindicato socialista
UGT decidió convocar una huelga general para el 13 de agosto de 1917. La huelga tuvo
éxito en las principales capitales y centros fabriles (Cataluña, Madrid, Asturias y País
Vasco). Para combatir la huelga, el gobierno recurrió al ejército, que llevó a cabo una dura
represión sobre los huelguistas (más de un centenar de muertos). Los miembros del comité
de huelga, entre los que se encontraban los socialistas Besteiro y Largo Caballero, fueron
condenados a cadena perpetua, aunque recuperaron la libertad al ser
elegidos diputados en 1918 y aprobar las Cortes su amnistía.
La crisis definitiva del sistema (1917-1923)
Los seis años que separan el final de la triple crisis de 1917 y la llegada de Primo de
Rivera al poder (1923) constituyen la etapa más conflictiva e inestable de todo el reinado
de Alfonso XIII. La evolución de la vida política estuvo caracterizada por tres rasgos
principales: la inestabilidad de los gobiernos (hubo en esos años trece crisis totales de
gobierno, en los que había tanto gobiernos de fracción, como gobiernos de coalición,
predominando en general los conservadores como los de Romanones, Maura, Sánchez
Guerra, Dato y García Prieto), la cuestión catalana (se reivindica autonomía política y crece
la conflictividad social en Barcelona, con huelgas como la de la fábrica de electricidad la
Canadiense que paralizó la ciudad, o problemas como el pistolerismo surgido de los
enfrentamientos entre sindicalistas de la CNT y sindicatos libres y los cierres de patronales.
Estos problemas hicieron que aumentara la presencia del ejército en la vida pública)
y el problema de Marruecos (la ocupación del valle del Rif al sur de Melilla supuso un
enfrentamiento con la población marroquí que acabó en 1921 con el desastre de Annual,
en el que murieron miles de soldados españoles debido a una nefasta estrategia militar
investigada por el Parlamento a través del llamado Informe Picasso, en el que terminaría
demostrándose la responsabilidad del Rey en estos hechos.

CONCLUSIÓN
Esta última etapa de gobierno del sistema de la Restauración pone en evidencia la
debilidad de un régimen que no se adapta a las nuevas necesidades del pueblo español, ni
a nivel político, ni económico ni social. Ante la aparición del informe Picasso, que vincula
directamente la nefasta gestión de esa acción militar con la persona del rey Alfonso XIII, la
decadencia de la monarquía se hace ya muy palpable. Sólo evitará su caída el golpe de
Estado de Miguel Primo de Rivera, que iniciará un gobierno (con el apoyo del propio rey)
proponiendo una solución totalitaria a los problemas de nuestro país.

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