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LA INFANCIA COMO FACTOR DETERMINANTE EN LA CONSTRUCCIÓN DE

NUESTRA IDENTIDAD

ELABORADO POR:
YISETH BIBIANA PERDOMO TRUJILLO

UNIVERSIDAD SURCOLOMBIANA
PSICOLOGÍA
NEIVA
2023
LA INFANCIA COMO FACTOR DETERMINANTE EN LA CONSTRUCCIÓN DE
NUESTRA IDENTIDAD.

Empezaremos definiendo lo que es la infancia, según diferentes fuentes nos dicen que la

infancia es el periodo comprendido entre el nacimiento y la adolescencia en el que ocurren

cambios biológicos, físicos y psicoemocionales, por lo que también requiere de garantías

que le ofrezcan la debida protección y atención al infante para que así éste pueda tener un

correcto desarrollo en todos los aspectos; ya que de no ser así se verán las repercusiones

negativas en su vida años más tarde.

Es esencial que nuestros niños y niñas crezcan en un entorno en el que se sientan

protegidos, en el que sacien sus necesidades básicas como la alimentación y la salud, sin

dejar de lado la parte emocional. Lo ideal sería que todos los niños pudieran vivir una

infancia feliz, en contextos en los que se les vea como personas merecedoras de derechos y

en el que ningún niño se sienta vulnerado o amenazado, sin embargo lamentablemente no

todos los niños crecen en estas condiciones utópicas.

En mi opinión, hablando desde el poco conocimiento sobre este tema, concuerdo con lo

anteriormente mencionado, pienso que nuestras vivencias nos hacen construir nuestra

persona, basamos nuestra personalidad e ideologías según nuestro contexto y los individuos

con quienes compartimos nuestro día a día; es por esto por lo que son las primeras

memorias las que marcan una base para dicha construcción.

Para hacer énfasis en esto, me gustaría traer la frase “cría niños fuertes para que no se

conviertan en adultos rotos”, y es que es así, muchas de nuestras inseguridades, miedos,

dependencias y problemas, se generaron en nuestra infancia, muy probablemente creados


por esas figuras de protección que en su momento su labor debería haber sido el ser un

padre o madre activo, que nos llenara de amor, que supliera las necesidades que demanda

un niño y que ejerciera su rol desde la responsabilidad.

Muchas personas ni siquiera se hacen conscientes de las carencias que vivieron en su

infancia, en este caso no hablamos de carencias económicas sino afectivas; por ejemplo, mi

mamá no compartía el mismo padre que sus hermanas, desde muy pequeña vivió con su tía

ya que su mamá no la podía tener y de algún modo su madre ya tenía su vida organizada

con su nuevo marido; su papá era muy ausente tanto emocional como económicamente. Mi

mamá decía que esto no le afectaba, que su tía y su abuela siempre trataron de darle lo

mejor y que tuvo una buena infancia; sin embargo, en su adultez participó en uno de esos

talleres o actividades de reconocimiento al pasado y entonces se sintió como una niña

rechaza y excluida de su familia; hablamos de que desde el momento de su concepción su

mamá negaba el embarazo al punto de vendarse la barriga para que ésta no se notara e

incluso no comía. La que estaba en ese momento recordando todo, no era la señora de 38

años, era su niña interior que se sentía minimizada y apartada.

A pesar de que se puede decir que fue una niña feliz, yo creo que siempre estuvo en ella el

pensar por qué su mamá no se hizo cargo de ella o por qué su papá no estaba presente, sí,

vivió con personas que la amaron muchísimo, pero es difícil estar en esa situación sin ni

siquiera cuestionarse por qué su vida ha sido así.

Por otro lado, está su hermano de crianza lo que realmente sería su primo, pero yo lo

considero mi tío; mi mamá relata que básicamente crecieron bajo las mismas condiciones,

sin embargo, él no lo siente así. Para mi tío, su mamá tenia una preferencia hacía su

hermana, lo mejor era para ella y a él nunca le quedaba nada; a esto, sumémosle su proceso
al descubrir su identidad sexual considerándose gay y lo difícil que era en esa época la

aceptación sobre este tema y los problemas que esto le generaba en su familia y también

que mi abuela (su madre) utilizaba palabras muy violentas cuando le llamaba la atención.

Se puede decir que él tenía un complejo de inferioridad y hoy en día refleja estos sucesos

en su inseguridad, es una persona muy nerviosa, le cuesta mantener sus relaciones sociales,

e incluso tiene un sentimiento de soledad.

Aunque estos relatos son sólo una parte de lo que fue y es su historia, lo que puedo pensar

con esto, es que, aunque crecieron en el mismo contexto, cada uno estaba pasando por

situaciones diferentes y lo interpretaban de formas distintas; no se pueden juzgar bajo el

mismo criterio ya que cada uno tiene características peculiares. Cada niño es único y por lo

tanto requieren de atenciones especiales con relación a sus necesidades generales y

específicas.

Retomando el tema sobre las repercusiones de nuestras experiencias pasadas en la

actualidad y en cómo esto afecta no sólo mi personalidad y la construcción de mi identidad

si no también la imagen o la representación de las personas que nos generaron esas

afectaciones quisiera hablar de mi experiencia personal; vengo de una familia nuclear

biparental en la básicamente regía el modelo tradicional, mi papá era visto como el

proveedor del hogar y mi mamá se ocupaba de las tareas de la casa; mi papá pertenecía al

ejercito por lo que realmente tengo muy pocos recuerdos con él en mi infancia, aunque las

veces que venía de permiso, lo recuerdo como un padre amoroso y familiar. Eran muy

pocas las veces que él me llamaba la atención pues como lo comenté, no permanecía con

nosotras, sin embargo las veces que lo hacía, lo hacía con un tono de voz muy fuerte el cuál

me causaba mucho miedo, al punto que me daban ganas e incluso me orinaba. Así fui
creciendo, y llegó el momento en el que mi papá se pensionó del ejército por lo que se tenía

que integrar a la vida cotidiana.

Este fue un proceso bastante difícil para mí ya que mi papá llegó como una figura

autoritaria, todo tenía que hacerse como él lo quería y no podíamos “llevar la contraria”, ahí

mismo, identifiqué la figura de mi mamá como una mujer sumisa en el sentido que quién

tenía la última palabra así sean en situaciones mínimas, era mi papá y teníamos que

obedecerle. Lo que hoy en día conservo de esas situaciones es el pánico que me genera mi

papá cada vez que me llama la atención, aunque ya no soy una niña, sigo sintiendo ese

mismo miedo que sentía cuando era pequeña además soy una persona bastante miedosa, me

asustó con mucha facilidad y también soy insegura. Claro está que eso no fue el único

factor influyente en esos aspectos de mi vida, pero sí tienen gran connotación.

Esto refuerza la tesis de este ensayo, la infancia es una etapa vulnerable y determinante. Lo

que vivimos en ella configura nuestra personalidad, nuestra sensibilidad y nuestro carácter

como adultos, por lo que las heridas que allí hayamos sufrido nos acompañan y forjan

nuestra identidad. Lo importante es aprender a sanar estas heridas, hacernos conscientes de

esto y romper esa cadena de daños. Años más tarde, entendí que mi papá también tuvo una

infancia difícil y aun así trataba de ser un buen papá.

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