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6/3/23, 11:20 AM Coloquio de viejas y nuevas historias.

Propuesta para pensar una historia compleja hoy

Nuevo Mundo Mundos


Nuevos
Nouveaux mondes mondes nouveaux - Novo Mundo Mundos Novos - New world New
worlds

Coloquios
2012
Formas de hacer historia hoy. América Latina: fuentes, conceptos y perspectivas de análisis

Coloquio de viejas y nuevas


historias. Propuesta para pensar
una historia compleja hoy
Ana Díaz Serrano
https://doi.org/10.4000/nuevomundo.62463

Resúmenes
Español English
Partiendo de algunas de las afirmaciones de Peter Burke en su artículo introductorio del libro
Formas de hacer historia, en este texto hemos trazado algunas líneas para el debate propuesto en
este workshop. Incidimos en algunos temas como la relación del historiador con las fuentes y su
compromiso con la sociedad. Finalmente, sopesamos algunas tendencias historiográficas
recientes abocadas a la formulación de una historia compleja, llena de matices y libre de
prejuicios nacionales y de otros presupuestos propios de la historia tradicional.

Based on some of Peter Burke´s statements in his introductory article to the book Formas de
hacer historia, in this paper we draw some lines for discussion in this workshop. We address
such topics as the relationship between the historian and the sources and his social
commitments. Finally, we weigh up recent historiographical tendencies that try to make a
complex History, full of nuances and free of national prejucides and other premises of the
tradicional History.

Entradas del índice


Keywords: Comparative History, Hispanic Monarchy, New History
Palabras claves: historia comparada, Monarquía Hispánica, nueva historia

Texto completo
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6/3/23, 11:20 AM Coloquio de viejas y nuevas historias. Propuesta para pensar una historia compleja hoy

1 En los primeros años del siglo XXI, Peter Burke abría la reedición de su compilación
Formas de hacer historia con la siguiente afirmación “En la última generación,
aproximadamente, el universo de los historiadores se ha expandido a un ritmo
vertiginoso. La historia nacional, predominante en el siglo XIX, ha de competir ahora,
para atraer la atención, con la historia mundial y la local (confiada en otros tiempos a
anticuarios y aficionados). Hay muchos campos nuevos, sostenidos a menudo por
revistas especializadas (…)”1. Continua su texto definiendo la nueva historia como “una
historia escrita como reacción deliberada contra el paradigma tradicional” y más
concretamente como “una historia made in France”2, circunscrita al ámbito de la
Escuela de los Annales y en relación al esfuerzo por incorporar la historia en el ámbito
de las ciencias sociales. En definitiva, la nueva historia es un cuestionamiento de la
manera de hacer historia y una propuesta de alternativas. Ésta se tradujo en la
incorporación de nuevas técnicas de análisis e incluso de nuevos objetos de estudio, y,
sobre todo, en la adopción de una mirada diferente, cuyo objetivo casi obsesivo ha sido
evitar presentismos y anacronismos conceptuales.
2 En el horizonte: la ruptura de los historiadores con los paradigmas historiográficos
tradicionales y la multiplicación de fórmulas para, no ya descubrir la verdad, sino
apenas alcanzar a vislumbrarla entre las múltiples variaciones en el tiempo y en el
espacio. El resultado ha sido una expansión de la historia, cuya consigna es, si “todo
tiene un pasado”, todo puede ser historiado. Los efectos han sido interesantes: una
ampliación de temas de estudios, incorporando a la historiografía de objetos y sujetos
invisibilizados, como los grupos sociales minoritarios, o incluso literalmente invisibles,
con, por ejemplo, la formulación de una historia de los olores o incluso de la nada; pero,
sobre todo, y directamente relacionado con lo anterior, la necesidad de, en primera
instancia, poner atención a nuevas fuentes y, en segunda instancia, releer las fuentes
tradicionales. Esto nos dirige, por un lado, a superar la valoración del trabajo
historiográfico por el carácter inédito de las fuentes sobre las que se sustenta por
encima de la interpretación que de ellas se hace; y, por otro, a admitir cierta flexibilidad
a la hora de relacionar un tipo de fuente con un tipo de método o tendencia
historiográfica. En este sentido destaca, por ejemplo, la incorporación a la nueva
historia política del régimen de visualidad, lo que se ha denominado ‘giro visual’, que
sería propio de la historia cultural3.
3 Esto lleva también al cuestionamiento de la fuente escrita como paradigma del
trabajo historiográfico, en tanto el estudio de la cultura material se plantea para todas
las épocas, con un auge de la arqueología que ha generado significativos problemas en
torno a cómo privilegiar los estratos; surgen otros recursos, como los testimonios orales
para la historia del tiempo presente y se ponen en valor otros, como las fuentes
literarias, por ejemplo, para hacer una historia de la marginación a partir de la novela
picaresca o de la novela victoriana para épocas posteriores.
4 En cierto modo, el rechazo a una historia desde arriba, narrativa, recopilatoria y
absoluta ha obligado a una historia polifacética. Surge la necesidad de buscar todos los
medios para aprehender una realidad compuesta de múltiples voces, rostros, intereses y
estrategias, una diversidad que esfuma el viejo anhelo de conocer la verdad y nos
aproxima a un relativismo que lleva a hablar de muchas verdades.
5 La aceptación de este carácter polifacético del pasado pasa por el reconocimiento de
esta misma cualidad en el presente. No puede separarse este interés por las otras
historias, las otras voces y los otros rostros del pasado, del suscitado por sus homólogas
en el presente. La historia de los grupos tradicionalmente excluidos de los relatos
históricos no se puede entender sin los movimientos que reclamaron su visibilidad
también para las sociedades del presente y en esto es especialmente significativa la
relación entre el desarrollo de la historia de género y el del feminismo, o entre la
historia del tiempo presente y la memoria histórica. Esta invisibilidad ha dificultado su
registro documental y lleva inevitablemente a la búsqueda de otras fuentes.
6 Es este punto el que más complica a Burke en su disertación sobre la nueva historia,
ya que, si bien reconoce su utilidad, adopta un tono de desconfianza que minimiza su
potencial4: plantea los problemas de las lecturas entrelíneas que acostumbran hacer los
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historiadores de la cultura popular, de la influencia del historiador-entrevistador en la


historia oral, de la objetividad de la fotografía y otro tipo de imágenes, del exceso de
entusiasmo en la decodificación iconográfica, del uso del estudio de los restos
materiales como mera confirmación de hipótesis formuladas con fuentes documentales
y del efecto de la falta de homogeneidad en la historia serial. En general, reclama que
debe hacerse una crítica de este tipo de fuentes como ya se ha hecho con la fuente
documental. Por otro lado, Burke recuerda la necesidad de avivar el diálogo entre la
historia y otras disciplinas, “en el sentido –dice- de aprender de antropólogos sociales,
economistas, críticos literarios (…), etc. y colaborar con ellos.”5 Éste quizás haya sido
uno de los aspectos menos exitosos de ese reto lanzado por la nueva historia. ¿Hasta
qué punto se ha desarrollado este diálogo más allá de la creación de espacios comunes
de trabajo? ¿Ha sido un diálogo de sordos?
7 Este punto nos lleva a decretar otra matización con respecto al éxito de la nueva
historia: se trata de la fuerte especialización que ha sufrido la investigación histórica en
las últimas décadas, un fenómenos sobre el que ya advirtió sus efectos De Certeau en La
escritura de la Historia. En esto ha sido fundamental el desarrollo institucional,
tendente a al creación de departamentos, institutos y centros de estudios según la
división por áreas. Un caso paradigmático, al menos en lo que respecta al espacio
académico español y que afecta directamente a la propuesta interpretativa de mi
investigación en concreto en torno a las relaciones entre la Corona española y sus
territorios periféricos, es el de la separación entre el estudio de la historia de España y
la historia de América, que toma sentido para el período contemporáneo, pero no se
sostiene para el período anterior.
8 Este mal institucional viene generando una parcelación en la historiografía, siempre
a la espera de trabajos de síntesis que hagan converger el trabajo particular de cada
área. Éstas, por otra parte, han tenido un desarrollo dispar, determinado por intereses
ajenos a los propiamente historiográficos y que ha dado lugar a hablar de “modas
historiográficas”, (casi) siempre en un tono despectivo y frecuentemente reivindicativo
del rescate de temas relegados al olvido. Así lo manifestaba Aranda Pérez en la
presentación del volumen que reunía los trabajos presentados en la viiª Reunión
Científica de la Fundación Española de Historia Moderna, celebrada en 2002, para
justificar la elección de las dos temáticas sobre las que giró este encuentro: la
declinación de la Monarquía Hispánica y el mundo rural en el siglo XVII6. La
declaración de intenciones de Aranda Pérez toma sentido si consideramos el contexto
historiográfico que se desarrolló en España entre 1996 y 2004. Se trata del período de
las conmemoraciones de los centenarios de Carlos V y Felipe II, auspiciados por el
gobierno español, de corte conservador, y cuyo objetivo era arrojar luz, digamos una luz
blanca, casi purificadora, sobre el siglo XVI español, neutralizando la abundante
bibliografía en torno la decadencia del Imperio, correspondiente al período de los
Austrias menores, pero también eliminando las sombras que sobre los reinados
carolino y filipino había arrojado la dictadura franquista al apropiarse de sus discursos
y símbolos. En realidad, el objetivo del partido en el poder no era tanto iluminar un
pasado tan lejano, sino favorecer una relectura de los fundamentos simbólicos de su
propio pasado, mucho más reciente, en directa relación con el denostado Franquismo.
Grandiosas exposiciones, una gran gama de actividades académicas, una línea editorial
e incluso una fundación a través de la cual se financió la realización de investigaciones
sobre el período, sirvieron para repensar la Monarquía Hispánica y, por ende, todo lo
que tuviera relación con ella.
9 Estas reacciones historiográficas que se sitúan en un “a pesar de las modas
historiográficas” de alguna manera obvian el compromiso del historiador con
problemáticas que le son contemporáneas y que lógicamente van a acaparar una mayor
atención e inversión de recursos. En el caso expuesto se trató de una demanda política,
como igual puede considerarse la más reciente atención prestada por el gobierno
socialista español a la memoria histórica, que además se corresponde con los que
muchos identifican con una deuda social.

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Historia de todos
10 Al hablar de la relación del historiador con la sociedad se debería atender a aspectos
que han sido desdeñados desde el ámbito de la investigación, como son la docencia de
la historia o la divulgación de la historia. Centrándonos en éste último, la novela
histórica continúa siendo uno de los géneros en auge de la llamada “nueva narrativa
española”, sustentada en la confluencia de recursos de otras tendencias novelesca y
caracterizada por su flexibilidad a la hora de presentar “lo histórico”. Se ha llegado ha
hablar de una saturación del mercado editorial español, enriquecido por la producción
latinoamericana y las traducciones de los éxitos literarios en otros idiomas. Entre las
obras que mejor han superado la opinión de lectores y críticos se encuentran aquellas
que han sobrepasado las metas puramente literarias y han mostrado los
acontecimientos históricos en términos atractivos a la vez que ha impulsado el
cuestionamiento de la verdad histórica y la interrogación por la interpretación del
pasado7. A la sombra de estas obras de gran formato, proliferan con éxito las revistas de
divulgación de historia destinadas al gran público pone de relieve el interés general por
el conocer el pasado de forma entretenida pero también rigurosa. Un ejemplo de ello es
el éxito, con la venta mensual de cerca de 55.000 ejemplares en España, de La
aventura de la Historia, que suma el formato periodístico, el uso de imágenes de alta
calidad y la colaboración de expertos de reconocido prestigio.
11 La relación entre cine e historia ha sido estrecha a la vez que controvertida desde los
propios orígenes del séptimo arte. El recurso cinematográfico del pasado como puesta
en escena de tramas contemporáneas no es siempre bien entendido y genera reacciones
adversas entre quienes esperan una fiel recreación del pasado. Sin embargo, el cine –el
arte en general- viene siendo el medio más efectivo para hacer públicas y notorias
reflexiones académicas sobre hechos históricos, especialmente aquellos de complejo
tratamiento. En ocasiones, ha sido desde la gran pantalla desde donde se ha dado un
toque de atención por ciertos temas, estimulando el debate no sólo social sino también
académico. Ocurrió recientemente con la película del director francés de origen
argelino Rachid Bouchareb, Indigènes (2006), que abrió la polémica en torno al
tratamiento que Francia había dado a sus colonial en el Norte de África; y parece que
puede suceder lo mismo con la película mexicana Los últimos cristeros, del joven
cineasta Matías Meyer en torno a la guerra que asoló México 1926 y 1929. Si bien la
primera parte de la memoria familiar de su director, la segunda -a pesar de la relación
filiar del director con el autor del estudio de referencia sobre la Cristiana, Jean Meyer-
construye su guión a partir de la novela Rescoldo: los últimos cristeros, de Antonio
Estrada. Tanto Bouchareb como Meyer declararon haber hecho un necesario trabajo de
archivo debido a la escasez de publicaciones en torno a estos temas y reconocieron que
su motivación principal para realizar sus películas ha sido rescatarlos del olvido al que
las historiografías nacionales los habían relegados.
12 Con otro tono, pero similar éxito, recientemente han surgido con fuerza series de
televisión de temática histórica. En España el éxito de Cuéntame cómo pasó, con su
equivalente chilena Los 80s, recuperó con fuerza la tendencia a ficcionar el pasado en la
pequeña pantalla. Los buenos resultados de audiencia han hecho proliferar series y
miniseries que han llevado a los hogares la historia de España desde la conquista
romana hasta el tiempo presente. Este éxito ha estado arropado tanto por un interés ya
creado en torno a este tipo de producciones como a una cuidada dirección artística, a lo
que se suma un tono conciliador y frecuentemente nostálgico cuando se trata de épocas
más recientes. Siguiendo con las equivalencias entre España y Chile, por poner un
ejemplo, éste ha sido el tratamiento de la española 14 de abril. La República (2011)
dirigida a mostrar las complejas relaciones sociales y políticas de los años de la II
República, muy simplificadas en el imaginario español con el binomio izquierda
republicana revolucionara vs. derecha monárquica golpista, y la chilena Los archivos
del cardenal (2011), cuyos capítulos corresponden a casos de violación de Derechos
Humanos tratados en la Vicaría de la Solidaridad durante los primeros años de la

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década de los 80s. Ambas series concilian izquierdas y derechas a través del romance de
los protagonistas e intentan mostrar varios puntos de vista, destacando la de aquellos
que se quedaron en medio, sin una afección directa por los acontecimientos pero
inmersos en una realidad abocada al enfrentamiento político.
13 Siendo el pasado patrimonio de todos, la historia debe estar al alcance de todos.
¿Pero qué pasa cuando lo que queda al alcance de todos no es el discurso
historiográfico, sino la propia posibilidad de hacer la historia? Los historiadores
actualmente encuentran en la red facilidades para desarrollar su trabajo: la
disponibilidad de fondos documentales on-line, permiten acceder al documento de
forma rápida y económica. Pero también ha generado una sensación de intrusismo. En
2004 el gobierno español abrió los archivos nacionales a la ciudadanía permitiendo el
acceso a todo interesado con la simple presentación de un documento de identidad.
Todo un ahorro en trámites, muy útil para los propios investigadores. Sin embargo,
aquel gesto de democratización del archivo fue interpretado por muchos historiadores
casi como una profanación de su espacio natural. De nuevo una reacción proteccionista
que habla, sobre todo, de las obsesiones del historiador. Esta incomodidad es un signo
de la permanencia de formas de hacer historia todavía tradicionales; quizás el
historiador se podría sentir cómodo con esta idea si tuviera claro que su relación con la
fuente es mucho más que recopilatoria. La pregunta es ¿cualquiera puede hacer
historia? ¿Pasamos de la “historia de todo” a la historia “entre todos”8?

Historia Global-Historias Contectadas-


Historia Comparada
14 La sensación es que hay una ausencia de líneas de trabajo precisas que permitan
vincular la gran diversidad de formas de hacer historia hoy. Éstas quedan reflejadas en
la compartimentación académica a la que hacíamos referencia antes y que parece
agudizar una fuerte especialización, bien sea geográfica, cronológica o temática. Esta
especialización genera un aislamiento que conforma un panorama historiográfico
fragmentado y nos avoca a una realidad histórica parcialmente construida. Esta
deformación de la realidad histórica es aún mayor cuando consideramos el carácter
nacional de la mayor parte de la producción historiográfica, lo que perjudica
especialmente el análisis de períodos anteriores a la formación de los Estados-nación.
15 Ante la necesidad de romper este habitual basamento historiográfico surgen la
Historia Global y la Historia Conectada, cuyos efectos, como ha señalado Jean Paul
Zúñiga, son muy cercanos a los de la microhistoria, en tanto platean el problema de la
escala y se muestra como alternativas9. La cuestión de fondo es cómo
descompartimentar la investigación y abrirla a un enfoque de contextualización
planetaria. En principio este proceso estaría favorecido por una conciencia generalizada
sobre la necesidad de potenciar los intercambios académicos, presenciales o virtuales,
pero esta internacionalización de la investigación ha ido, en opinión de
Subrahmanyam10 y contrariamente a lo deseable, acompañada de una paralela
impermeabilización. De modo que el contacto acaba siendo, por lo general, un mero
ejercicio de presentación de ideas y resultados, de captación de nuevos datos o
simplemente de autoafirmación frente al otro; sin conseguir una nueva forma de
síntesis o una propuesta común. Subrahmanyam incluso llega a advertir de un
reforzamiento de las divisiones nacionales.
16 Ante esto, propone descubrir, a través de las historias conectadas, la interacción entre
lo local-regional (lo micro) y los supra-regional (lo macro), no haciendo un ejercicio de
ascenso y descenso de una a otra escala, sino trazando una mirada lateral (“by moving
laterally”), para identificar las conexiones más o menos ocultas o simplemente
inadvertidas. Esta propuesta enlaza con la necesidad de repensar la relación entre el
centro -o los centros- y las periferias, que historiográficamente, por una parte, ha
seguido el modelo de verticalidad establecida por los estudios sobre los imperios y que,
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por otra, ha favorecido los estudios referentes tanto al debilitamiento de las potencias
(que vendrían por un problema de extensión de dominio, de modo que la debilidad
siempre derivaría desde los márgenes) como a las resistencias, privilegiadas con
respecto a otros proceso integradores, con una tendencia clara a la anulación de las
relaciones horizontales.
17 Se trataría pues de hacer una conjunción temática y metodológica que permitiera
entender procesos históricos abarcando toda su complejidad. Una complejidad que se
agudiza cuando estos procesos poseen un carácter pluriterritorial, como sería el caso de
la Monarquía Hispánica, a la que algunos autores, como Gruzinski, han adjudicado un
carácter globalizador, hablando de una primera globalización para el siglo XVI. Una
propuesta interpretativa que ha sido discutida por aquellos autores que bien identifican
el fenómeno globalizador como reciente, característico de la edad contemporánea, o
bien, por el contrario, le restan originalidad remontándose a la Roma imperial. Sin
embargo, desde el planteamiento de Gruzinski, la globalización surge como el objeto de
de estudio, pero también como una metodología cuyo eje principal es la circulación en
un espacio que por primera vez alcanza dimensiones planetarias.
18 Siguiendo a Barkey11, estos planteamientos entrarían dentro de la categoría de “moda
historiográfica”, destacando su atractivo en tanto todo análisis en torno a la
mundialización sirve para retrotraer problemáticas del pasado a nuestro presente. A la
vez, recuerda que el estudio de las conexiones tiene una larga tradición intelectual, con
orígenes en el siglo XIX. Estos estudios se inscribieron en el pensamiento en torno a los
orígenes de la modernidad, con un fuerte carácter eurocéntrico y guiados por el
binomio desarrollo-estancamiento. Actualmente, el reto es pensar en procesos
mundiales de cambio dependientes de una multiplicidad de contactos y de intereses
dentro de un sistema global de relaciones diversas y que dio lugar a diferentes formas
de desarrollo.
19 El problema es que los análisis globales no pueden desprenderse de la alteridad para
pensar estas relaciones. Cañizares Ezquerra explica este hecho por la hegemonía de los
Estados Unidos en este tipo de investigaciones, que siempre ha pensado Latinoamérica
en términos de alteridad y de frontera12. Barkey advierte que esta actitud se trasforma
en negación cuando la atención se pone sobre las potencias islámicas; mientras que o
sobre los indígenas americano, como ha señalado Hämäläinen13. De hecho, si Burke
advertía del carácter francés de la nueva historia, serán los franceses años después
quienes remarcarán que la historia global es una forma de hacer historia propiamente
estadounidense o anglosajona, que se ha canalizado a través de tendencias como la
Historia Atlántica. Ésta se ha mostrado como uno de los paradigmas del estudio sobre
las transferencias planetarias, sin embargo adolece de una circunscripción reducida: el
Atlántico (principalmente el Atlántico Norte) y una serie de fenómenos aparentemente
exclusivos de éste área, como el tráfico de esclavos. No obstante, ha contribuido de
forma indudable a la ampliación de los horizontes de la investigación histórica, al
empujar a los historiadores hacia un pluralismo metodológico14.
20 ¿Cómo ampliar aún más esos horizontes? ¿Cómo aplicar la propuesta de trabajo
desarrollada por la historia atlántica a otras áreas, atendiendo a sus temáticas propias?
La perspectiva comparada ofrece algunas respuesta, en tanto instrumento
interpretativo que permite cubrir algunas de las carencias de los métodos y técnicas
historiográficos tradicionales. Sin embargo, hasta el momento, la comparación ha dado
resultados tal vez decepcionantes, desde mi punto de vista, debido a una insuficiente
definición sobre cómo aplicarla. Frecuentemente la suma de casos ha sido
erróneamente identificada con una metodología comparada. En otros casos, los
estudios comparativos han primado las similitudes, olvidando las diferencias, señaladas
por Elliott como imprescindibles para evitar la creación de realidades históricas
artificiales15.
21 Como ha subrayado Subrahmanyam, la clave se haya en la correcta selección de los
objetos de estudios; o, como señalaría Detienne, “no se puede comparar lo
incomparable”16. La comparación es especialmente útil para analizar entidades
pluriterritorales, como la Monarquía Hispánica, en tanto permite, por un lado, la
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superación de las historias nacionales y, por otro, analizar con profundidad las
estructuras que permitieron su conformación como una entidad planetaria,
reformulando la relación centro-periferia y teniendo en cuenta el devenir particular de
cada uno de sus territorios a la vez que su contextualización dentro un plan de de acción
universal, atendiendo a las mediaciones.

A modo de cierre
22 Lo dicho hasta ahora no nos aleja mucho de propuestas historiográficas que gozan ya
de veteranía. Los Annales ya pedían una historia pluridisciplinar, comparada, atenta a
nuevas fuentes que rompieran los límites marcados por el documento escrito. A la
espera de que el rigor estadístico elevara la Historia a la cima de las Ciencias Sociales,
propugnaron una historia abierta al debate al extremo de resultar combativa e incluso
contestaria. En la base se encontraban estudios regionales necesarios para general
trabajos de síntesis altamente reflexivos, pero éstos no tuvieron un objetivo
marcadamente multinacional, si no que, por el contrario, los Annales están sujetos a
una forma de pensar la Historia con Francia como centro de la deliberación. La Historia
Global insiste en la interdisciplinariedad y opta por una multiplicidad de focos de
atención para conseguir enfoques más amplios del pasado, aunque su punto de visión
es preferentemente anglosajón. El problema parece planteado tiempo atrás, las
soluciones ampliamente desarrolladas y discutidas, sin embargo, los resultados siguen
siendo insuficientes para alcanzar una metodología de aproximación a una historia
compleja, la cual parecer ser un imperativo de nuestro tiempo, en el que la numerosa y
variada información disponible a través de las nuevas tecnologías hace posible la
multiplicación de objetos de estudios a los que atender.

Notas
1 Peter Burke, “Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro”, in Peter Burke (edit.), Formas
de hacer historia, Madrid: Alianza Editorial, 2003, p. 14.
2 Burke, Op. cit., p. 15.
3 Xavier Gil Pujol, “Epílogo. Política como cultura”, in Xavier Gil Pujol (comp.), Tiempo de
política. Perspectivas historiográficas sobre la Europa moderna, Barcelona: Ediciones de la
Universidad de Barcelona, 2006.
4 Burke, Op. cit., p. 27-31.
5 Burke, Op. cit., p. 20.
6 José Francisco Aranda Pérez (coord.), La declinación de la Monarquía Hispánica en el siglo
XVI, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna, 2004, p. 16.
7 Mar Langa Pizarro, “La novela histórica española en la transición y en la democracia”, Anales
de Literatura Española, 2004, n. 17, p. 107-120.
8 Cito el posted de Anaclet Pons en el blog Clionauta titulado “La historia entre todos:
crowdcrossing”:. URL: http://clionauta.wordpress.com/2011/07/14/la-historia-entre-todos-
crowdsourcing/
9 Jean Paul Zúñiga, « L’Histoire impériale à l’heure de l’ ‘histoire globale’Une perspective
atlantique », Revue d´Histoire Moderne & Contemporaine, 2007, 54-4 bis, p. 41-54.
10 Samjay Subrahmanyam, « Par-delà l'incommensurabilité : pour une histoire connectée des
empires aux temps modernes », Revue d’histoire moderne et contemporaine, 2007, 54-4bis, p.
34-53.
11 Karen Barkey, « Trajectoires impériales : histoires connectées ou études comparées ? », Revue
d’histoire moderne et contemporaine, 2007, 54-4bis, p. 90-103.
12 Jorge Cañizares-Esguerra, Católicos y puritanos en la colonización de América, Madrid:
Marcial Pons, 2008, capítulo 6.
13 Pekka Hämäläinen, El Imperio Comanche, Barcelona: Ediciones Península, 2011.
14 David Armitage, “Tres concepto de Historia Atlántica”, Revista de Occidente, octubre 2004, n.
281, p. 6.

https://journals.openedition.org/nuevomundo/62463 7/8
6/3/23, 11:20 AM Coloquio de viejas y nuevas historias. Propuesta para pensar una historia compleja hoy
15 John H. Elliott “La Historia Comparada”, in John H. Elliott (comp.), España en Europa.
Estudios de Historia Comparada, Valencia: Universidad de Valencia, 2002, p. 267-279; e
Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en América (1492-1830), Madrid:
Taurus, 2006, p. 15.
16 Marcel Detienne, Comparar lo incomparable. Alegato a favor de una ciencia histórica
comparada, Madrid: Ediciones Península, 2001.

Para citar este artículo


Referencia electrónica
Ana Díaz Serrano, «Coloquio de viejas y nuevas historias. Propuesta para pensar una historia
compleja hoy», Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En línea], Coloquios, Publicado el 20 enero
2012, consultado el 03 junio 2023. URL: http://journals.openedition.org/nuevomundo/62463; DOI:
https://doi.org/10.4000/nuevomundo.62463

Autor
Ana Díaz Serrano
Stanford University-Universidad de Murciaadise5911@yahoo.es

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