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Grieco Parir y Nacer en El Año 2008
Grieco Parir y Nacer en El Año 2008
MEDICINA Y SOCIEDAD
REVISTA TRIMESTRAL - Año 28 , Nº 2 -2008
PARIR Y NACER EN EL AÑO 2008
¿HACIA DONDE VAMOS?
Alberto Grieco (*)
Existen varios adelantos nacionales enunciados, sobre la atención de los partos, de los
nacimientos y los cuidados para el recién nacido. Las máximas autoridades nacionales en
esta área, han ganado recientes batallas al oscurantismo y el retroceso con que se
manejaban en nuestro país los temas de salud de las mujeres y de la familia.
Variadas recomendaciones se proponen desde esas entidades gubernamentales que se
ocupan de la salud, que abarcan la preparación para el parto y nacimiento, el parto
respetuoso o humanizado, el acompañamiento de la mujer en el parto, la internación
conjunta madre-bebé y distintas otras formas para lograr el mejor vínculo madre-hijo, la
salud integral de la familia y la salud perinatal. Pero también han variado los enfoques en
materia de educación sexual, planificación familiar y anticoncepción, ligadura voluntaria
de trompas y otros temas que hacen a la libertad de las personas en materia de sexualidad.
Estas propuestas se encuentran apoyadas por leyes promulgadas en la Legislatura de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires a principio del presente siglo, como así también en
leyes nacionales, sancionadas y aprobadas por unanimidad por el Honorable Senado de la
Nación, como por ejemplo: la “Ley de los derechos de padres e hijos durante el proceso de
nacimiento”.
Se trata de instrumentos jurídicos que reflejan el resultado del esfuerzo político actual y
además de muchas personas, grupos e instituciones públicas y privadas, que han trabajado
denodadamente para lograrlo, con la finalidad de que se respete y se cuide a la familia en el
proceso del gestar, del parir y del nacer (1).
Lamentablemente la práctica médica perinatológica actual parece estar en las antípodas de
poder alcanzar estos objetivos. Se dice, se legisla, pero no se cumple.
La medicina basada en la globalización, se fundamenta en la cultura de la inmediatez, la
eficacia y la eficiencia, para obtener una mejor producción. La salud se torna entonces un
producto caro, inaccesible para muchos y privilegio de unos pocos. La salud pública y las
instituciones que la ejercen, quedan en la trastienda de las leyes del mercado de la salud.
Todo se mide en términos económicos, por los resultados, donde prima el interés
comercial a un cuidado real por la salud integral de los habitantes.
La necesidad peculiar de cada persona poco importa, los valores de lo humano
desaparecen, porque sólo se califican protocolos y esquemas basados en estadísticas de lo
que es más recomendable para el mercado de la salud.
El 95% (2) de los nacimientos en nuestro país transcurren en instituciones, lugares que no
se encuentran preparados para recibir a pacientes sanos, que van a vivir esa experiencia
trascendente de recibir una vida. Por el contrario, estas instituciones son lugares donde se
trabaja con la enfermedad y la muerte y de paso se atiende a las mujeres que van a parir.
Por ende este personal no está preparado adecuadamente para ello y precisamente allí es
donde empieza a chocar la patología y la salud, la muerte y la vida, el final con el comienzo
de la existencia humana.
Aunque la salud y la enfermedad son dos caras de una misma moneda de la existencia
humana, en los abordajes laborales específicos están juntas pero separadas. Cada área de
técnicos y profesionales, requiere de una preparación específica.
El personal que está preparado técnicamente para enfrentar una patología, no está en las
mismas condiciones para llevar adelante lo que es un verdadero acompañamiento del
embarazo, parto y nacimiento natural.
Aunque suponen que lo están, la conciencia del tiempo es distinta y la concepción para
asistir a una mujer sana no es la misma que para una enferma. El tiempo para aliviar y
curar no es el mismo que el tiempo para acompañar y respetar el ritmo subjetivo para
separarse del hijo contenido nueve meses en su útero. Tanto en la salud como en la
enfermedad cada persona tiene su tiempo, pero en la salud debemos saber esperar, en la
enfermedad no.
El personal que no está preparado para estas circunstancias no puede llevar a cabo un
parto de una primeriza, que por lo habitual necesita como promedio ocho horas de
evolución, por eso existen lugares donde las cesáreas alcanzan porcentajes
elevadísimos(3).
Es necesario que todos los profesionales abocados a la salud perinatal, médicos obstetras y
neonatólogos, puericultoras, obstétricas, psicólogos y enfermeras tomen conciencia de la
importancia del lugar que ocupan en la vida de las personas y familias que se asisten, ante
los cuales no son simples técnicos a trabajar en forma mecanizada y mal remunerada,
como se los sitúa en el imaginario social, sino son verdaderos acompañantes del momento
más importante de la creación humana, el parir a otro ser.
Es necesario intentar por todos los medios posibles no caer en el rol de hacedores de
patología. Para ello debemos situarnos sobre el polo de la salud, rejerarquizándolo,
tratando a cada madre como un ser singular, respetando su forma de parir, que es el estilo
de separación propio entre ella y el hijo naciendo de su vientre. Incluir a su pareja como
idea de reforzar los lazos de unión que sostendrán a ese niño por nacer. También haciendo
posible una información y contención ampliada hacia el resto de la familia, especialmente
la integración de los abuelos del niño.
Es imprescindible además remarcar que el trabajo en equipo en la asistencia perinatal, es
algo de lo que mucho se habla pero poco se hace, aunque se sabe que es la única propuesta
posible para suplir las formas de trabajo aislado y alienante, es la tarea interdisciplinaria.
Si los profesionales nos empeñamos en respetar las formas naturales de las mujeres para
dar vida, seguro llegaremos a generar y propiciar la salud y no la patología. Pero además de
esta manera protegeremos nuestra propia salud y la de nuestros compañeros del equipo
perinatal.
Bibliografía
1. Atención inmediata del Recién Nacido” capitulo 3: “La atención del parto normal en
maternidades centradas en la familia” Ministerio de Salud de la Nación Dirección de
“Maternidad e Infancia. Año 2002.
• Dirección General de Estadística y Censos año 2005. (extraído del Informe de Auditoría:
“Red de Perinatología” de la Auditoria General de la Ciudad de Buenos Aires. Año 2007.
• “Guía para la atención del parto normal en maternidades centradas en la familia”.
Ministerio de Salud de la Nación. Dirección Nacional de Maternidad e Infancia, Capitulo
2. Año 2004.
8. Thacker S. B., Banta HD. Benefits and risk of episiotomy. Obst. Gynecol Surv
1983; 38:322-338
9. Dificultad en cumplir la Ley sobre acompañamiento en los partos. Informe
anexo. Maternidades de la Ciudad de Buenos Aires. “Red de Perinatología”
Año 2007.
10. Klaus, M.H and Kennell,J.H. “MATERNAL-INFANT BONDING” C.V.Mosby Company, EE.UU.
1970. Barnett, C.R; Leiderman, P:H; Grobstein,RKlaus,M.H: “NEONATAL SEPARATION”; the
maternal side of Interactional deprivation, Pediatrics 45:197-205, 1970.
1. Sinusas, K, Gagliardi A.: “Inicial management of breastfeeding am fam phys”, 2001; 64:
98.
13. Barrionuevo, K. Gómez Ponce de León, R.; Mohedano, M.; Núñez, E.; Bravo,
P.: “Pariendo en cuclillas en el Hospital” . Servicio de Perinatología-Hospital de
Clínicas Pte. Dr. Nicolás Avellaneda. San Miguel de Tucumán. Trabajo
presentado en las Jornadas del Encuentro sobre: “Parto y Nacimiento”
realizado en Buenos Aires. Legislatura Porteña. 1992.
PARTO FISIOLÓGICO
El término podría derivarse del verbo latino caedere, «cortar» efectuar una cisura.
Posiblemente haya tomado su nombre del gobernante romano Julio César, de quien se dice
vino al mundo de esta manera.
La ley romana prescribía que el procedimiento debía llevarse a cabo al final del embarazo
en una mujer moribunda con el fin de salvar al bebé. La ley se llamó lex caesarea, y este
término puede ser el origen del nombre.
Indicaciones de Cesárea
· Desproporción céfalo-pélvica
· Placenta previa
· Nacimiento múltiple
La historia del parir, que comienza antes que la obstetricia lograra salvar
vidas de madres e hijos, ilustra su recorrido con mujeres que durante siglos
eligieron sentarse o ponerse en cuclillas para pujar; negarse a reconocer esta
evidencia no forma parte de los avances de la obstetricia.
La cultura urbana potencia la convicción de las mujeres que asumen la posición acostada
cuando deben parir: se supone que internarse en una clínica, obedecer todas las
indicaciones de los médicos y acostarse forma parte de la tecnología más avanzada. Pero la
cultura urbana también ignora cuáles son las prioridades del parir.
La posición vertical (sentada, en cuclillas, de rodillas, colgada de un árbol según la práctica
de algunas tribus), es aquella en la cual el torso de la mujer y su canal pelviano oscilan
dentro de un ángulo de 45 º y 90º con respecto al plano horizontal.
Una vez iniciado el trabajo de parto la inspiración profunda que realiza la mujer hace
descender el diafragma, lo cual se complementa con la acción contráctil de la prensa
abdominal: entre ambas acciones se impulsa al bebe hacia la abertura vulvar, como única
salida. El bebe, una vez iniciado su descenso, estimulado por las contracciones uterinas y
por su propio peso, no puede retroceder. La posición horizontal neutraliza o entorpece esta
mecánica como sucedería si se tratase comer o defecar estando acostadas.
Insertos en la articulación pubiana (en las ramas descendentes del pubis, en la parte
interior de la ingle, y muy cerca de la parte interior de la rodilla), se encuentran los
músculos abductores. Antiguamente se los llamaba custodesvirginitates, custodios de la
virginidad, puesto que en el medioevo se sostenía que ante el riesgo de una violación, si
una mujer cruzaba fuertemente los muslos (donde se encuentran los abductores) no podría
ser penetrada.
Esta musculatura no tiene a su cargo impedir violaciones, sino colaborar en apertura de la
sínfisis pubiana, es decir, ayudar a abrir el canal vaginal y la vulva (junto con la
impregnación de las hormonas relajantes que produce la mujer) para permitir el egreso del
cuerpo del bebe.
Para llevar a cabo esta acción, es necesario que la parturienta esté sentada o en cuclillas, de
manera que los músculos se tensen y ejerzan su fuerza sobre la zona que debe abrirse;
cuando la mujer está acostada se anula la acción fisiológica de esta
musculatura. Acostarla implica privarla de un instrumento clave para parir.
Por otra parte, cuando el cuerpo se encuentra en vertical reproduce el esquema corporal
que adquirió durante la niñez para realizar las funciones expulsivas de defecar y orinar, es
decir, reproduce el modelo original y pone en marcha la memoria de funciones biológicas
naturales. De este modo la vagina adquiere identidad propia, como canal expulsivo, y se
diferencia de la vagina en coito como receptáculo activo del pene.
Las ilustraciones que muestran el diseño de las sillas que se usaban para los partos
recorren la Edad Media y el Renacimiento, así como el momento en que el cuerpo médico
sustituye a las comadronas y comienza a ocuparse de los partos. A partir de entonces las
mujeres abandonaron la silla y acataron el criterio de los profesionales que actuaban con
más comodidad si la parturienta estaba acostada. Tengamos en cuenta que en aquellas
épocas, quien recibía al bebe debía arrodillarse delante de la mujer; no era una posición
cómoda para introducir las técnicas que los mèdicos proponían, ni resultaría
psicológicamente digerible estar arrodillado a los pies de una mujer que está pariendo.
Esta es una de las razones y no la menos importante por la que los médicos rechazaran el
sillón de parto; éste consta de una prensa hidráulica de modo que puede subirse o bajarse
mediante un pedal: en el momento de la expulsión del bebe, el sillón está levantado,
separado del piso de modo que el médico no necesita arrodillarse ni agacharse en exceso,
ya que la pelvis de la mujer queda a la altura de sus manos. Pero, y este punto es
importante: para mirar a la parturienta y dirigir los pujos, el profesional debe mirar "hacia
arriba" ya que la mujer está "mas alta" que él.
Esta es una experiencia fuera de lo común para los médicos, entrenados en dar órdenes a
pacientes que están acostados o sentados, por debajo de su mirada o a la misma altura,
pero no por encima de él. Una elemental información en topología, que es la disciplina que
estudia la distribución de los espacios, nos advierte acerca de la inevitable resistencia que
esta situación provoca en estos profesionales.
Los otros argumentos que se pusieron en juego para liquidar los sillones de parto, que
desaparecieron del país, resultan desacreditados cuando se leen los trabajos técnicos de los
obstetras que eligen esta forma de parto; entre nosotros los aportes de Rosenvasser y
actualmente de Solórzano y de Carlos Burgo , y en los internacionales los textos y los films
preparados por Caldeyro Barcia en Uruguay.
La madre a ciegas, y la madre que mira
Cuando el parto se realiza con la parturienta acostada el nacimiento del hijo se produce
detrás del vientre materno cuyo volumen oculta lo que sucede tras de él, donde los
profesionales manipulan su cuerpo sin que ella disponga de control acerca de lo que
sucede. Tampoco podrá mirar cómo su hijo emerge desde su interior. Acostada no tiene
más perspectiva que el techo de la sala de partos; lo que conduce a la vivencia de hijo que le
fue "sacado" del interior de su cuerpo sin que ella pudiese participar. De este modo se
anula la unidad ojo-vagina (vulva).
La ausencia de mirada sobre lo que sucede con su cuerpo y con el bebe la conduce a
suponer que es el médico quien "hace el parto" y a sentir gratitud hacia él, cuando en
realidad se trata exactamente de lo contrario. Si exceptuamos las patologías que pueden
presentarse y que demandan la intervención profesional, la que"hace el parto" es la mujer;
la maniobra del obstetra contribuye a girar, en algunos casos, la cabeza del bebe para
facilitar la expulsión.
Al desactivar la capacidad paridora de las mujeres, la medicina se apropió de sus partos; y
merced a la colonización intelectual que padece el género femenino, paradójicamente, las
mujeres sienten gratitud hacia los obstetras que las acuestan y las privan de sus
herramientas para parir.
También les impiden sentir el placer que significa mirar al hijo cuando éste abandona el
interior del cuerpo materno, en ocasiones ayudado por las manos de la parturienta que es
quien puede conducirlo hacia afuera, a su nuevo mundo.
Cama, camilla, enfermedad, infantilización
Los muebles son portadores de significados. Si la experiencia enseña que en el momento de
parir las mujeres tienden a sentarse o a incorporarse ¿qué significa acostarla en una
camilla? En primer lugar, que la naturaleza y la fisiología de la mujer se equivocan: debe
mantenerse acostada y asumir el mueble-camilla que la obstetricia reclama para
comodidad de los profesionales. Baudrillard lo expresó claramente: "Elisión de las
funciones primarias en provecho de las funciones de relación y de cálculo, elisión de las
pulsiones en provecho de la culturalidad."
La camilla-cama se asocia con enfermedad y corresponde a las enseñanzas de la medicina
asistencial; como se entiende que acompañar a un parto implica un asistir a la parturienta,
acostarla es una manera de mantener en orden lo aprendido en la universidad, donde se
enseñó que los asistidos-enfermos se acuestan. Lo que a su vez desemboca en la
subordinación y en el sometimiento de la mujer que se siente tratada como una enferma
sin atreverse a demandar un parto acorde con sus necesidades y sus potencialidades
fisiológicas.
En cambio asistir a una mujer que está pariendo sentada o en cuclillas se instituye como
desorden topológico para la medicina y como una novedad inquietante, por ejemplo, que
una vez expulsado el bebe, la mujer camine por su cuenta hacia la cama. Y, con episiotomía
o sin ella, se levante mientras se pregunta" ¿Para qué me voy a quedar internada si me
siento bien? Me puedo ir a mi casa y controlarme mañana o pasado." Lo cual transforma la
internación de tres días por parto en un mero pasaje por la institución sanatorial.
Inquietante para la administración de los sanatorios. Desordenante para el narcisismo
profesional que debe aminorar su vivencia de éxito ya que el "mérito" del parir queda a
cargo de la mujer.
La verticalidad acompañada por la mirada se convierte en soporte de los núcleos adultos
del Yo que son los que las mujeres ejercen durante el parto. La tesis que sostiene la
regresión de las grávidas que se sienten como si fuesen niñitas, seguramente puede
encontrarse en algunas mujeres en particular si durante la psicoprofilaxis le potenciaron el
aniñamiento explicándole que "deberá portarse bien y no gritar".
Esos núcleos adultos que pueden expresarse durante el parto son los que colocan a la
mujer en la realidad de lo que acontece, mientras que al acostarla se la infantiliza porque se
la posiciona como alguien que debe obedecer órdenes y colaborar con la dirección del parto
a cargo de un médico.
Las preguntas claves
"¿Y si es necesario hacer una cesárea?" Está previsto por quienes defienden el parto en
vertical, porque parece obvio darse cuenta que quienes lo proponen cuentan por lo menos
con la misma experiencia obstétrica que quienes lo cuestionan. El sillón de partos que
había creado Perrusi se convertía rápidamente en camilla para facilitar una intervención, y
la práctica de quienes ejercitan el parto natural, verticalizando a la parturienta cuentan con
los mismos elementos que utilizan quienes recurren a la obstetricia tradicional.
La experiencia en psicoanálisis me enseñó cuánto pesa, en la historia de una mujer y en el
vínculo con sus hijos, el modelo que se utilice para parir. Si bien la tendencia es olvidarse
del momento del parto, lo que ocurre es que se reprime la representación de una mala
experiencia; muchas mujeres tienden a narrar el parto minimizando sus vivencias
negativas. Pero esas vivencias retornan, de modo inconsciente y pueden impregnar
diferentes momentos de la vida de esas mujeres, en particular la vivencia de humillación
trasladada a otras áreas.
La humillación y la subordinación, así como la infantilización que implican acatar el
mandato de parir acostada -aunque quienes así lo hicieron afirmen que se sintieron
cómodas y no registren la mutilación- reclaman la revisión del tema.
Aquellas que aún no transitaron por la experiencia están a tiempo de defender su parición
reclamando que sea la cabeza de la mujer la que corone el parir, tal como sucede cuando
ella rescata su verticalidad.
Reflexión: Los razonamientos que utilizan determinados profesionales para acostar a las
mujeres en el momento de parir, constituyen argumentos al servicio de prácticas
tradicionales destinadas a solventar la comodidad del profesional. El acatamiento del
género mujer permite diagnosticar la subordinación de las mujeres a una cultura en cuya
construcción no participaron. Y que hoy asumen porque las prepagas no fomentan el parto
vertical.
(*) Dr. Alberto O. Grieco
Médico neonatólogo y pediatra
Miembro de la S.A.P. (Sociedad Argentina de Pediatría)
Miembro de la A.A.P. (American Association of Pediatrics)
Médico Auditor AGCBA (Auditoria General Ciudad de Buenos Aires)
agrieco@fibertel.com.ar