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El problema del mal y el sufrimiento

Por el Dr. Larr y Waters

Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo?

Job 2:10

Abba, Padre, todo es posible para ti. No me hagas beber este trago amargo, pero no sea lo que yo
quiero, sino lo que quieres tú.

Marcos 14:36

Ni Él pecó, ni sus padres, respondió Jesús, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera
evidente en su vida.

Juan 9:3

El mal impregna este mundo, vivir es sufrir. Sin embargo, Dios se preocupa soberana y
providencialmente de su creación. Las Escrituras afirman tanto la miseria de la condición humana
como el cuidado genuino y amoroso de Aquel que hizo todas las cosas. Quizá la interrogante más
difícil que la humanidad enfrenta es: ¿Por qué Dios permite el mal y el sufrimiento? ¿Hasta cuándo
deben sus criaturas sufrir antes que Dios arregle todo?

Escrito por un autor desconocido, posiblemente es uno de los relatos literarios más antiguos de
nuestra Biblia. El libro de Job es una mezcla de sabiduría humana y divina que apunta a un tema
importante de la vida:

¿Por qué las personas justas sufren inmerecidamente? “Sufrir inmerecidamente” no significa que
la humanidad no esté justamente bajo la maldición producto de la caída de Génesis 3, más bien se
refiere al sufrimiento que no es ocasionado por un acto específico de pecado personal o
desobediencia. Esta frase no supone que Job está sin pecado o que estuvo sin pecado durante los
ciclos del debate. Su sufrimiento es inmerecido en el sentido de que verdaderamente es o
aparenta ser algo injusto. El libro de Job también es un típico ejemplo de la literatura hebrea de
sabiduría que trabaja con el concepto de la teodicea: una defensa de la integridad de la justicia y
rectitud de Dios a la luz del mal, la injusticia y el sufrimiento inmerecido que hay en el mundo. Si
esto es así, entonces el énfasis del libro no está centrado en Job como hombre y su sufrimiento,
aunque él y su sufrimiento son ciertamente centrales; sino que trata sobre Dios mismo y su
relación con su máxima creación.

No obstante, Job es un libro que nos habla del sufrimiento humano, aunque el sufrimiento del
inocente no abarca la totalidad de la intención del autor. Si la palabra “inocente” podría perturbar
a algunos, aquí se utiliza en el sentido de la inocencia de cualquier mal como la base para el
sufrimiento que Job está soportando durante todo el libro. No inocencia en el sentido de no tener
pecado ni culpabilidad como creación caída. El libro de Job nos muestra que el que sufre puede
hacer preguntas y dudar, puede enfrentar las preguntas difíciles de la vida con fe, mantener una
relación inquebrantable con un Dios amoroso, y aun así, llegar a una resolución satisfactoria de la
injusticia personal o colectiva y el sufrimiento inmerecido.

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El problema del mal y el sufrimiento, por el Dr. Larry Waters

Estas observaciones también necesitan ser tratadas no sólo dentro del contexto de un hombre
justo sufriente llamado Job, sino también dentro de toda la comunidad de creyentes que sufren así
como él. Esto significa que todos los creyentes están involucrados y comparten sufrimientos y
luchas similares. Como dijo Francis Andersen en su comentario de Job: “El problema del
sufrimiento, la miseria humana o la suma total del mal en todas sus formas, es un problema sólo
para la persona que cree en un Dios que es Todopoderoso y lleno de amor”.

Esto no significa que alguien que no es creyente no lucha con las mismas interrogantes, sino que si
las preguntas no conducen a una relación con Dios entonces normalmente son usadas como una
excusa para rechazar a Dios, o se convierten en motivo para rechazar creencias divinas sin luchar
con asuntos bíblicos. El creyente, por otro lado, lucha con las aparentes inconsistencias e
incongruencias, intentando armonizar estas dificultades con su fe en la Palabra de Dios. Todas las
preguntas que se relacionan con Dios, el hombre y Satanás, la justicia e injusticia, la soberanía y la
libertad, la inocencia y la culpabilidad, el bien y el mal, la bendición y la maldición, están
entretejidas dentro del contexto del sufrimiento inmerecido. El libro de Job y su exposición del
sufrimiento inmerecido sirven como un modelo útil y confiable para el creyente de cualquier
generación que lidie con estas preguntas.

La motivación y el método satánico como la causa del sufrimiento

Aunque Satanás es el actor principal tras el pecado, el mal y el sufrimiento, también es correcto
señalar que no se puede separar la conexión entre los deseos de Satanás y el permiso que Dios
concede para el cumplimiento de esos deseos. Esta tensión se demuestra claramente en los
problemas terribles que enfrentó Job. Satanás es la causa y el pueblo de Dios siente el efecto. Sin
embargo, Dios obra también en el sufrimiento. En esos momentos, es importante recordar que
esto no implica que Dios se desentiende o no se presume en lo que sucede con su pueblo. Pero
debemos admitir que Dios juega en una liga superior a la nuestra y que sus caminos son superiores
a los nuestros. Dios es mayor que nosotros en intelecto, poder y conocimiento. Sus caminos
normalmente van más allá de lo que nosotros comprenderemos (Job 28:23; Isaías 55:9). Dios
provoca el sufrimiento de forma directa e indirecta por muchos motivos, tales como el juicio, la
disciplina, para moldear, etc. Pero desde la caída de la humanidad, es Satanás quién protagoniza
toda la miseria humana.

El libro de Job se inicia con Satanás, quien después de caminar por toda la Tierra, se presenta
delante del trono de Dios. Job 1:8 revela tres áreas de ataque satánico: La justicia de Job, su temor
de Dios y su separación del pecado. En ese momento Dios desafía a Satanás. La aceptación final de
este desafío por parte del diablo se basa en estos puntos elementales que comienzan en ese
momento y continúan por todo el libro. ¿Puede ser comprometida la justicia de Job, su temor de
Dios y su separación del pecado? ¿Por qué es que Job vive una vida de justicia, teme a Dios y se
separa a sí mismo del pecado? El argumento de Satanás es que Job teme a Dios por causa del don
de protección y prosperidad de parte de Dios. El tema de la prosperidad y la falsa teología que
emana de este tema (el evangelio de la prosperidad), se convierte en uno de los grandes enfoques
en el intento de comprender el sufrimiento a través de todo el libro. La presentación de esta
teología falsa y sus argumentos la encontramos registradas en las declaraciones de Satanás ante el
trono de Dios (capítulos 1–2), en el lamento de Job (capítulo 3) y en los tres ciclos del diálogo de
Elifaz, Bildad y Zofar con Job (capítulos 4–31). El monólogo de Eliú (capítulos 32–37) y los discursos
de Dios (capítulos 38–42) presentan la corrección de esta teología.

La acusación de Satanás se dirige tanto hacia el fundamento de la justicia de Dios como a la justicia
de Job. Satanás básicamente hace la pregunta: ¿Es amor o es la codicia y las motivaciones de
egoístas las que inducen a una persona a ser justa, a temer a Dios y a separarse del pecado?
Satanás incorrectamente presupone que como Dios protege y bendice a Job, esta protección es el
fundamento de su justicia y no la relación íntima entre Job y Dios basada en el amor, la confianza y
el verdadero temor de Dios (1:8–10; 2:3). La suposición de Satanás presenta aún más problemas
cuando se le aplica a Dios la sabiduría humana tradicional. La sabiduría tradicional razona que
puesto que Dios controla el mundo, y puesto que Él es justo, la única forma en que los sabios
pueden mantener su fe en Él es considerando todas las bendiciones como evidencia de su bondad
y justicia, y todo el sufrimiento como evidencia de impiedad y pecado. En su libro En el remolino,
L.D. Johnson correctamente llama a esta “religión pragmática” una “herejía insidiosa”.4 Creer en
Dios y en consecuencia el servicio que se le da se reduciría entonces a la fórmula religiosa de
prosperidad-pragmática o a un sistema de obras.

Después de los primeros dos capítulos de Job, Satanás permanece notablemente ausente de la
historia. Su persona ya no es un factor, pero sus suposiciones, acusaciones y teología están
vigentes en el diálogo. Encontramos el propósito de Satanás de ver a la creación suprema maldecir
a Dios entretejida en la teología de la retribución-recompensa, expresada por los tres amigos que
interaccionan con Job. El objetivo de Satanás es la de volver a un hombre justo en contra de su
Dios justo.

Es interesante que el reclamo de Dios en contra de Satanás, “tú me incitaste contra él para
arruinarlo sin motivo” (2:3), es pavoroso; sin embargo, nos da una luz sobre carácter de Satanás.
La humanidad no significa nada para él. Para el acusador, la humanidad no es más que un medio
para maldecir a Dios. Por lo tanto, debemos recordar que Job no sufre de retribución o
recompensa por lo que ha hecho o dejado de hacer, como lo sugiere Satanás, sino que sufre
porque Satanás odia la relación personal de Job con Dios (1:8). Pero los tres “amigos” apoyan la
teología de Satanás y en vez de consolar a Job se convierten en una fuente de gran desaliento y
desesperación.

Los capítulos nueve y diez contienen ejemplos del poder de la falsa doctrina de sus amigos y de su
influencia sobre Job. Es aquí donde Job hace la transición de: “El Señor ha dado; el Señor ha
quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!” A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a
Dios” (1:21–22), “Me despedazaría con una tormenta, y por la menor cosa multiplicaría mis
heridas” (9:17–20).5 Job aún afirma que Dios no es inaccesible (9:4–12), Él no es un monstruo
(9:13–16), pero en su desesperación Job acusa a Dios de ser injusto (v. 17–20), ya que observa que
aparentemente Dios castiga lo bueno y recompensa lo malo (v. 21–24). Dios no encaja con las
ideas preconcebidas de la sabiduría tradicional, de manera que, cuando Job se abate con la
fragilidad de su vida (v. 25–26) expresa que Dios nunca lo perdonará (v. 27–31) y ruega por un
mediador (v. 32–33). Dándose por vencido de la posibilidad de mediación, Job le pide a Dios que
disminuya su sufrimiento para que él mismo pueda encontrarse con Dios en la corte y abogar por
su propio caso (v. 34–35). Aunque Job ve grandes incongruencias en la aplicación de la doctrina de
sus tres amigos (24:1–12) concluye que él no le importa a Dios y que está atrapado en algún tipo
de trampa divina donde no está la bondad de Dios (10:1–13). Lamenta haber nacido y niega tener
un destino (10:14–22). Job no sólo se encuentra atrapado en el falso consejo, sino que ahora está
preparado para un consejero verdadero.

La intervención de Eliú

Eliú inicia su discurso con una amplia introducción donde expresa su enojo tanto con Job como
con sus tres amigos (32:1–10). Considera que ambas partes son culpables de pervertir la justicia
divina y representar mal a Dios (32:1–3; 11–22), y no parece unirse a los tres amigos en su intento
de sostener sus apreciaciones teológicas.

Aparentemente, Eliú, contrariamente a los tres amigos, intenta corregir la imagen distorsionada
de Dios y la forma en que se relaciona con la humanidad.

Eliú habla con Job sin recibir respuesta. En el capítulo 33, Eliú establece que Dios no ha
permanecido en silencio ante el sufrimiento de Job. En el capítulo 34 confirma que Dios no ha sido
injusto. Adicionalmente, Dios no es indiferente (capítulo 35) ni es incapaz de actuar a favor de su
pueblo (capítulos 36–37). El capítulo 37 introduce la respuesta de Dios y regresa a la discusión el
tema de la soberanía de Dios y su plan para Job.

Entonces Eliú le presenta a Job una perspectiva completamente diferente: Tu sufrimiento no es


por causa de pecados pasados, sino: 1) Para que no continúes aceptando una premisa pecaminosa
por el sufrimiento, 2) para acercarte a Dios, 3) para enseñarte sabiduría verdadera que revela a
Dios soberanamente en control de los asuntos de tu vida, y (4) para mostrarte que Dios sí
galardona a los justos, pero sólo en base a su amor y su gracia. Es como si Eliú dijera:

“Insistes con la justicia y la rectitud, ¿pero en realidad quieres que te trate con justicia? ¿Has
considerado qué sucedería si Dios te tomara la palabra?” Uno no puede tener una relación con
Dios mientras uno piense que hay algo en nosotros que puede merecer la amistad de Dios o una
relación genuina con otro ser humano en los mismos términos… Dios nunca se retira de su justicia,
sin importar lo que suceda, sin importar cuán profunda sea la frustración, la amargura, la
obscuridad, la confusión y el dolor”

Eliú se identifica con Job. Es un compañero de sufrimientos, no sólo un observador (33:6). Él ayuda
a Job a comprender que una relación con Dios no se fundamenta ni se mantiene sobre la base de
lealtad, pureza o justicia, sino que solo se sustenta por gracia. Eliú no cree que la base primordial
del sufrimiento de Job yace en algún pecado, aunque su diálogo no lo minimiza. Para Eliú, el
sufrimiento se convierte, entre otras cosas, en una medida preventiva que no permite que Job
perpetúe su teología falsa y pecaminosa. El sufrimiento, como un maestro, acerca a Job más a Dios
y a la gracia, porque el control soberano de Dios y su libertad de acción sobre los asuntos de la
vida de Job no se ven restringidos por un sistema teológico de retribución-recompensa, sino que
son actos de gracia y misericordia. Por lo tanto, Dios recompensa al justo por gracia, no por alguna
acción humana que busca una respuesta que no se merece. Job nunca fue el mismo después de su
contacto con Eliú.

Los tres consejeros fueron utilizados para intensificar la presión sobre Job de aceptar la tradición
doctrinal de retribución-recompensa y para infligir sobre Job aún más sufrimiento mental. Como
agentes de la filosofía de Satanás, los tres amigos fueron muy efectivos incrementando la aflicción
de un hombre que ya sufría. Sin embargo, aunque Job encontró inconsistencias con la aplicación
de la doctrina, compartió con los amigos la premisa de un mundo fundado en quid pro quo, el
esquema de la recompensa y castigo. Esta posición sólo agregó más a su frustración. La premisa de
quid pro quo fue examinada por Eliú, quien concluyó que carecía de esencia. Él prepara a Job para
las respuestas que Dios daría al debate y a su sumisión final al Soberano. Eliú proveyó perspectiva,
claridad, empatía, compasión y ayuda concreta, capacitándole y preparándole para tener una
conversación personal con Dios.

Dios le habla a Job

Dios habla desde la tormenta o el remolino. Inicia culpando a Job por permitir que su consejo sea
oscurecido “con palabras sin sabiduría” (como Eliú había dicho dos veces: 34:35; 35:16). Dios no se
referirá directamente al sufrimiento de Job durante este discurso ni responderá los ataques de Job
sobre su justicia. Después de buscar respuesta infructuosamente a problemas que no tienen
respuesta, Job y sus amigos se ven obligados a volverse a Dios y a su esencia. Dios habla de su
soberanía y omnipotencia manifestada en la creación de la Tierra, el mar, el sol, el inframundo, el
clima y las huestes celestiales (38:4-38). Luego le hace dos preguntas a Job (4:1-2):

“¿Corregirá al Todopoderoso quien contra Él contiende?” y “¿Le responderá a Dios su acusador?”

Evidentemente Job y los amigos guardan silencio (40:3-5). Encontramos el tema de la tormenta en
el segundo discurso (40:6). El capítulo 40:8-14 presenta el poder de Dios versus el poder del
hombre. Dios habla de su justicia, pero no la defiende ni la explica. Dios sí dice que Él es y siempre
será justo y correcto en la administración de la vida y el destino de sus criaturas. Dios mismo
administra y regula la justicia, no Job, no los tres amigos, y ciertamente no lo hace Satanás. Le
sigue la “Oda a Behemot”, que enfatiza el poder en las manos de Dios contra las del hombre o de
Satanás (40:14-24). El segundo poema (41:1-34) es la “Oda al Leviatán”, que representa
esencialmente los mismos principios. El significado de la representación de Behemot y del leviatán
aún es motivo de debate en círculos de eruditos, pero el mensaje final es que el hombre carece de
poder sobre estas criaturas, por consiguiente, sólo encontrará fuerza y poder en Dios. Dios es
soberano, omnipotente, justo, amoroso y perfectamente recto.

Dios no le pide a Job que se arrepienta, porque entonces recibiría una explicación de su dolor o
porque sería vindicado, o porque recibiría restauración a la prosperidad y le serían devueltas todas
sus pérdidas. Lo que Dios hizo fue traer a Job a reunirse cara a cara con Él. Y, ¿qué aprendió Job de
este encuentro?

Quizás la primera cosa que Job descubrió fue que esa pasión que lo consumía por su vindicación
repentinamente pareció ridícula una vez que el valiente rebelde se ve de pie frente a la presencia
de Dios. Manteniendo completo silencio sobre el tema específico que enfrentó a Job con su
Hacedor, Dios le enseña a su siervo el error de la suposición de que el universo opera en base a un
principio de racionalidad.

Es en este momento que Job se arrepiente de su concepto erróneo de Dios y la libertad de Dios, y
no del supuesto pecado pasado que había sido el enfoque de los tres amigos. (42:7-9). Sin
embargo, Dios felicitó a Job porque aun ante la duda y la presión de la teología falsa, mantuvo una
relación personal con Él y trajo sus dudas directamente a Él. Por tanto, la hipótesis de Satanás
(1:9–11; 2:3–4) fue probada como falsa. Job finalmente rechazó las perspectivas humanas, las
tradiciones, la lógica y toda la sabiduría que era extraña a lo que él había aprendido acerca de Dios
y de sí mismo. Habían fallado todos los intentos lógicos, históricos y tradicionales para explicar las
acciones de Dios. A Job le quedó Dios y sólo Dios. Notemos nuevamente que Dios no toca el tema
de la prosperidad. La prosperidad de Job le fue devuelta sólo después de que todos los partícipes
comprendieron que toda bendición viene por su gracia, no por una actividad y de piedad de Job o
por medio de la aceptación de una teología falsa de retribución-recompensa.

Evaluación y conclusiones

En todo el drama se estableció que en el mundo del diablo no hay justicia. Es cierto que la justicia
se encuentra en el plan de Dios, pero es insostenible suponer que existe la misma justicia en el
mundo caído, bajo el reinado de Satanás. El fracaso de la sabiduría tradicional en responder los
argumentos de Job, revela que el mundo opera de acuerdo con el plan de un ser caído, y que
dentro de las injusticias del mundo, la humanidad caída sólo puede encontrar razón, significado y
propósito dentro de una relación con Dios.

Fue una premisa falsa de Satanás, Elifaz, Bildad y Zofar, y sí, hasta cierto punto, el de Job, de que el
castigo terrenal de los impíos y las recompensas terrenales de los justos eran una doctrina fija que
limita la libertad de Dios a una serie de acciones presupuestas. Un ejemplo sencillo de la falacia de
tal premisa se ilustra en la provisión divina de la lluvia. La lluvia frecuentemente era considerada
como recompensa, o si faltaba, como castigo de una acción humana. Sin embargo, aquí la lluvia no
es un vehículo de moralidad, de bondad o maldad (38:25–27). La lluvia cae por la gracia de Dios
sobre los justos como los impíos como evidencia de la gracia de Dios.

¿Acaso no es concebible que Dios desee mostrar que ni la piedad superior del hombre ni su
pecado afectan la administración del plan de Dios? ¿Acaso no administró y administra ahora su
plan por medio de la gracia?

Job tenía esperanza de los resultados positivos de una doctrina falsa, mientras sus amigos
exaltaban los aspectos negativos de la misma doctrina. Primero fue Eliú (capítulos 32–37) y
después Dios (capítulos 38–42) quienes explicaron esas falsas esperanzas de una recompensa
segura por alguna acción no tienen lugar en la economía divina. De hecho, en su respuesta final
(40:3–5; 42:2–3, 5–6), Job también lo reconoce. Esto no significa que el libro de Job enseña que
una persona carece de la obligación de una vida moral y justa, o de un compromiso a la verdad y
justicia ante el pecado y la maldad.

Lo que sí dice, por lo menos en gran parte, es que el creyente tiene la obligación de examinar sus
motivaciones al servir a Dios, especialmente durante tiempos de gran prueba y sufrimiento. El
libro tampoco apoya la idea errónea de que todo el sufrimiento es para disciplina o que el
sufrimiento se vincula siempre con el pecado y la maldad. Dios disciplina, enseña, guía y dirige por
medio del sufrimiento, pero no puede ser manipulado por un sistema de bendiciones y
maldiciones creado por el hombre titulada negativamente como la teología de la recompensa o
positivamente como la teología de la prosperidad. Ni Dios ni su plan están obligados con el
hombre bajo ninguna condición. Una vez eso se esclarece y se acepta, entonces el creyente queda
libre para examinar su sufrimiento en base a los factores de la gracia. Todos los santos participan
en “sus sufrimientos” (Fil. 3:10).
Las respuestas a las preguntas: “¿Por qué sufren los justos?” y “¿Por qué se le permite existencia
al mal?” No pueden satisfacerse con una sola explicación. Las Escrituras dan muchas razones del
sufrimiento personal, y todas deben ser examinadas a la luz de la gracia de Dios. El sufrimiento le
mostró a Job que él era justo porque tenía una relación de gracia con el Justo, no porque se lo
había ganado. Job conocía a su Dios y respondió con humildad, amor y temor piadoso de la
soberanía de Dios (42:1-2), reconoció que Dios es inescrutable (42:3), reflexionó sobre la
superioridad de Dios (42:4), se reenfocó en su intimidad con Dios (Job 42:5) y se arrepintió de
servir a Dios por las motivaciones incorrectas (42:6).

Entonces, ¿por qué permitió Dios que pasara por todo eso? Primero, porque deseaba revelarse a
Job. Por medio de este interrogatorio, Dios ha enseñado a Job que solo Él creó todo, los cielos y la
tierra, y todo lo que hay en ella, y sólo Él controla todo lo que ha creado. Sólo Él tiene el derecho
de hacer lo que quiera con lo suyo.

Él no tiene ninguna obligación de explicar sus acciones a su creación. Sólo Él es Soberano y no


rinde cuentas a nadie.

Sin embargo, el impacto del libro de Job se vería limitado si el espectro de este mensaje de gracia
y del propósito del sufrimiento de Job abarcara exclusivamente la soberanía de Dios. ¿Puede una
comunidad de santos encontrar otras respuestas y explicaciones? ¡Sí! La lucha de Job y su triunfo
final ofrecen muchas aplicaciones a los que sufren. Por ejemplo, como lo demuestran las páginas
anteriores, el libro de Job le enseña al lector que: 1) Dios no se sujeta a un concepto preconcebido,
fijo, limitado de una teología de retribución-recompensa-prosperidad; 2) el pecado no siempre es
la base del sufrimiento; 3) aceptar ideas falsas acerca del sufrimiento puede causar que uno culpe
y desafíe a Dios; 4) la vida bajo una teología de retribución-recompensa-prosperidad es un sistema
legalista que no sólo distorsiona la aplicación de los verdaderos preceptos de la ley de Dios, sino
que confina a Dios y a su gracia a los estándares de la interpretación humana. Por consiguiente: 5)
Satanás está detrás de este falso sistema y se deleita en utilizarlo para afligir a los justos; 6) el
mundo del diablo es injusto y, aunque la humanidad puede interpretar erróneamente los
“caminos” de Dios y los “porqués” de la vida, una relación con Dios es el único lugar en donde una
persona conocerá la justicia; 7) la vida es más que una serie de dolores absurdos e inexplicables
que uno debe simplemente soportar, están ligados con la vida de los propósitos invisibles y el
destino de Dios; 8) la humanidad no siempre tiene toda la información, ni estos son necesarios
para vivir una vida de fe; 9) la sabiduría de Dios es superior a la sabiduría del hombre; 10) la
protección y bendición de Dios están basadas sólo en la gracia, no en una fórmula tradicionalista ni
legalista; 11) el sufrimiento puede ser enfrentado con fe y confianza en un Dios amoroso lleno de
gracia aun cuando no hay una razón lógica para hacerlo; 12) Dios sí permite el sufrimiento, el dolor
y aun la muerte, si sirve el propósito y destino de su creación; 13) la religión de la prosperidad-
pragmática no tiene lugar en el plan de gracia de Dios; 14) el sufrimiento puede ser preventivo y
protector en vez de sólo ser merecido; 15) los grandes santos luchan con la teodicea, y lo seguirán
haciendo; y finalmente, 16) ya que el pueblo de Dios está íntimamente relacionado con Él, el
sufrimiento a menudo está específicamente diseñado para glorificar a Dios en la guerra invisible
con Satanás.
Regresando a la corte divina en el capítulo uno, Satanás, que en un momento fue muy parlanchín,
se ve silenciado en el capítulo 42 porque la respuesta de Job comprueba que la confianza de Dios
en él no era infundada.

Aunque Dios no necesita vindicarse, el libro de Job muestra que el sufrimiento inmerecido,
aceptado y soportado por un hijo de Dios sí, en un sentido, vindica el plan de la gracia de Dios para
sus santos.

“La verdadera sabiduría, igual que Dios, desafía la razón humana”.9 Por lo tanto, la verdadera
sabiduría desafía los conceptos errados de la sabiduría tradicional, y, cuando es aplicada
apropiadamente por el pueblo de Dios durante el sufrimiento inmerecido, se convierte en una
demostración viva de la gracia de Dios y la fe del hombre:

“De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos” (42:5).

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