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TEMA 6: LA LITURGIA Y LOS SACRAMENTOS EN GENERAL
I. DEFINICIÓN
1. Etimológica
Del griego λειτουργία" (leitourgía) y, a su vez, de laos, “pueblo”, y ergon, “obra”, que
significa oficio o ministerio público). En el griego clásico es acción del pueblo en favor del
Estado o de la divinidad. En el Antiguo Testamento es el servicio religioso de los levitas en
el templo de Jerusalén. Según el Nuevo Testamento, el término liturgia expresa varias
realidades: las acciones sagradas del templo (Lucas), la acción sacerdotal de Jesús
(Hebreos), la ofrenda de la vida a Dios (Pablo) o el culto de oración de la Iglesia (Hechos).
En el fondo, es un culto espiritual. En la Edad Media la liturgia se llamó oficio, culto,
función, rito.
2. Real:
a. Esencial.
Se podría considerar la liturgia como la «acción» sacerdotal de Jesucristo, continuada en y
por la Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo, por medio de la cual actualiza su obra
salvífica a través de signos eficaces, dando así culto perfectísimo a Dios y comunicando a
los hombres la salvación». Por lo tanto, es el culto oficial que la Iglesia tributa a Dios, en
una definición más amplia, es el conjunto de actos con que la Iglesia en unión con Cristo,
ofrece a Dios el homenaje de adoración y alabanza y comunica a las almas los dones
divinos de la gracia. Es la celebración de la comunidad cristiana en la que se actualiza,
expresa o renueva la acción de Cristo. Se basa en un conjunto de gestos y palabras,
silencios y oraciones, cantos y ritos.
Según el Catecismo en el número 1187, dice que la liturgia es la obra de Cristo total,
Cabeza y Cuerpo. Nuestro Sumo Sacerdote la celebra sin cesar en la liturgia celestial, con
la santa Madre de Dios, los Apóstoles, todos los santos y la muchedumbre de seres
humanos que han entrado ya en el Reino.
La Liturgia por una parte renueva a diario la Misa y repite la administración de los
Sacramentos, y por otra establece un ciclo anual, en que se repiten los misterios del
nacimiento, vida mortal, muerte y vida gloriosa de Jesucristo, de los cuales toma todo su
valor el culto cristiano.
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b. Descriptiva:
Sagrada escritura:
La palabra "Liturgia" en el Nuevo Testamento es empleada para designar no solamente la
celebración del culto divino (cf Hch 13,2; Lc 1,23), sino también el anuncio del Evangelio
(cf. Rm 15,16; Flp 2,14-17. 30) y la caridad en acto (cf Rm 15,27; 2 Co 9,12; Flp 2,25). En
todas estas situaciones se trata del servicio de Dios y de los hombres. En la celebración
litúrgica, la Iglesia es servidora, a imagen de su Señor, el único "Liturgo" (cf Hb 8,2 y 6),
del cual ella participa en su sacerdocio, es decir, en el culto, anuncio y servicio de la
caridad (CEC 1070).
Magisterio
En la encíclica Mediator Dei de Pío XII de 1947, Define la liturgia como "el culto público
que nuestro Redentor tributa al Padre como cabeza de la Iglesia, y el que la sociedad de
los fieles tributa a su fundador, y, por medio de ÉL, al eterno Padre: es decir, el completo
culto del Cuerpo Místico de Jesucristo, de la cabeza y sus miembros" (MD29; Cf,32). El
fundamento de la liturgia es el Sacerdocio de Cristo (MD4), de manera que la Iglesia, fiel
al mandato recibido de su fundador, continúa en la tierra su oficio sacerdotal (MD5).
En la Sacrosantum Concilium considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de
Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la
santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus
miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por
ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por
excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna
otra acción de la Iglesia”. SC 7.
La Liturgia, obra de Cristo, es también una acción de su Iglesia. Realiza y manifiesta la
Iglesia como signo visible de la comunión entre Dios y de los hombres por Cristo.
Introduce a los fieles en la Vida nueva de la comunidad. Implica una participación
"consciente, activa y fructífera" de todos (SC 11; CEC 1071)
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III. LA OBRA DE LA SALVACIÓN, CONTINUADA POR LA IGLESIA,
SE REALIZA EN LA LITURGIA
Así como Cristo fue enviado por el Padre, El, a su vez, envió a los Apóstoles llenos del
Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura, sino también a
realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en
torno a los cuales gira toda la vida litúrgica.
Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual:
leyendo "cuanto a él se refieren en toda la Escritura" (Lc., 24,27), celebrando la Eucaristía,
en la cual "se hace de nuevo presente la victoria y el triunfo de su Muerte", y dando gracias
al mismo tiempo " a Dios por el don inefable".
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VI. LOS ELEMENTOS FUNDAMENTALES Y ESTRUCTURALES DE
LA CELEBRACIÓN
1. La Palabra de Dios
Las celebraciones litúrgicas cristianas tienen como primer elemento importante la lectura
de la Palabra de Dios. La comunidad se reúne porque es convocada a través de la Palabra
de Dios. Ya la liturgia judía tenía como cetro las lecturas de las diversas perícopas bíblicas.
El Vaticano II ha dado un lugar central a la Palabra de Dios. Esta primacía tiene un
motivo cristológico: “Cristo se halla presente en su Palabra. Es él quien habla cuando se
leen las Sagradas Escrituras en la Iglesia” (SC 7 y 23). Por eso la lectura es un signo de la
presencia de Cristo en la asamblea.
2. El canto y la música
El canto y la música cumplen tres criterios principales en la liturgia: la belleza expresiva
de la oración, la participación unánime de la asamblea en los momentos previstos y el
carácter solemne de la celebración (CEC 1157).
El canto sondea lo más profundo de la interioridad, saca afuera los sentimientos más
hondos, manifiesta el mundo de la afectividad. El Vaticano II exhorta a fomentar el canto
religioso (SC 118); además advierte que los textos destinados al canto sagrado deben estar
de acuerdo con la doctrina católica, tomarse de la Sagrada Escritura y de las fuentes
litúrgicas (SC 121).
3. La homilía
Es una predicación, pero una predicación litúrgica, es decir que tiene lugar dentro de una
celebración. Va unida a todo ese conjunto de elementos que constituyen la celebración. No
es una pieza autónoma. Esto le da su peculiaridad y la diferencia de otros tipos de
predicación (catequética, retiros).
En el contenido de la homilía “se expondrá durante el ciclo del año litúrgico, a partir de los
textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana (SC.52) Debe
adecuarse a un lenguaje inteligible para la asamblea.
El CIC observa que la homilía está reservada al sacerdote o al diácono y es una destacada
forma de predicación. Advierte que en las misas de domingo y fiestas de precepto debe
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hacer homilía y no se puede omitir por causa grave. Es más, si hay suficiente concurso de
pueblo, haya homilía también en las misas que se celebran entre semana (767).
4. Las oraciones
La oración manifiesta la estructura dialogal, vertical de la fiesta cristiana. Es la forma
explícita de ese diálogo en comunión del pueblo con su Dios. Después que Dios ha hablado
al pueblo a través de la Palabra, el pueblo responde también por medio de la oración.
La oración litúrgica es comunitaria. En la liturgia, la oración dominical (Padre Nuestro) es
la oración por excelencia; es la más perfecta de todas las oraciones, forma parte de las
principales horas del oficio divino y de la celebración de los sacramentos de la iniciación.
5. Signos y símbolos
El signo. Es un elemento visible o tangible utilizado para representar una realidad
espiritual o sagrada. Los signos pueden tener un significado específico y transmitir un
mensaje o enseñanza a los fieles. Por ejemplo, el agua bendita es un signo utilizado para
representar la purificación y renovación espiritual. Igualmente, la cruz es un signo que
representa la redención y el sacrificio de Jesucristo. Tiene un sentido más amplio o
genérico que símbolo. Signo es "una cosa que, además de la forma propia que imprime en
los sentidos, lleva al conocimiento de otra distinta en sí".
Símbolo. se refiere a un elemento que tiene un significado más profundo y
trascendental que va más allá de su mera representación visual. Los símbolos son
herramientas utilizadas para comunicar verdades espirituales y misterios divinos. Por
ejemplo, el pan y el vino en la Eucaristía son símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo que
transmiten el misterio de la presencia real de Cristo en la celebración de la Santa Misa. Los
signos contienen un significado más profundo y evocan ideas o realidades más allá de su
apariencia física. Puesto que representa sensiblemente una realidad misteriosa, pero es un
símbolo de otro orden. Al ser instituidos por Cristo, contienen lo que significan. Por
ejemplo, el pan y el vino, es el cuerpo y la sangre de Cristo y significan la idea de
comunión y sacrificio. En el matrimonio es símbolo de la unión mística de Cristo con su
Iglesia. El bautismo no solo simboliza la purificación y la limpieza, sino que la produce.
I. DEFINICIÓN
1. Etimológica
El término latino sacramentum significó en el lenguaje jurídico la cantidad de dinero que
depositaban los litigantes en un proceso, como caución, comprometidos para decir la verdad.
Quien perdía el juicio entregaba su parte a la divinidad. Por otro lado, en el lenguaje militar,
sacramentum era el juramento de fidelidad de los soldados, que quedaban así
comprometidos o consagrados). Del griego mystérion (cosa escondida: Es un signo
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sensible productor de la Gracia). La voz sacramentum significa etimológicamente algo que
santifica o que es santo.
2. Real:
a. Esencial
San Agustín lo define como “signo visible de la gracia invisible”. Según el Catecismo los
sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia
por los cuales nos es dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales los
sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento.
Dan fruto en quienes los reciben con las disposiciones requeridas (CEC 1131). No porque
en sí mismas esas cosas sensibles tengan una cualidad especial, sino que la poseen en
virtud de una voluntad expresa de Dios.
La noción de sacramento incluye los siguientes elementos:
1. Que es una cosa sensible, es decir, perceptible por los sentidos corporales
2. La cosa sensible es, además, signo de otra realidad: la producción de la gracia
santificante
3. Que hay asido instituidos por Cristo
b. Descriptiva
Los Padres, siguiendo la terminología empleada por la S.E., designan con el término
sacramentum toda la religión cristiana, en cuanto esta es una suma de verdades e
instituciones misteriosas, y también lo aplican a algunas doctrinas y ritos sagrados de culto.
S. Pío X lo define en el Catecismo Mayor a los sacramentos como ‘un signo sensible y
eficaz de la gracia, instituido por Jesucristo para santificar nuestras almas’ (n. 519).
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a. SAN AGUSTÍN
El mayor de los signos que transmite sensiblemente la presencia salvífica de Dios es,
según Agustín, el sacramentum incarnacionis. Todos los signos de la alianza antigua
(circuncisión, celebración de la Pascua, ley ritual, unción de los sacerdotes y los reyes,
culto del templo y otros) prefiguraban misteriosamente este sacramento de la alianza
nueva.
Dios da a conocer la gracia invisible bajo las condiciones materiales del conocimiento
humano. Los elementos del orden de la creación se convierten en medios con los que Dios
hace realidad el orden de la redención.
El sacramento es una señal, compuesta de un elemento sensible y de la palabra
(materia y forma), que produce un efecto sobrenatural. Porque un signo natural no puede
producir por sí mismo un efecto sobrenatural. Para ello necesita la palabra significante,
pronunciada con el poder del Espíritu Santo. Sólo con el poder de Dios causa el signo
sacramental (en elemento y la palabra) el efecto sonbrenatural (gratia Dei).
La eficacia de los sacramentos es causada por Cristo mismo o por la potestad que otorga a
quienes lo administran. Pero la transmisión de la gracia no está vinculada a la santidad
subjetiva del ministro de los sacramentos, ni es conferida en virtud de esta santidad, tal
como Agustín acentúa claramente contra los donatistas. Los sacramentos actúan ex opere
operato.
b. SANTO TOMÁS
“El sacramento es signo de una realidad espiritual en cuanto que santifica a los hombres”.
Los sacramentos causan en nosotros la gracia de la justificación, ya que afectan la relación
de cada creyente con Dios.
Los sacramentos son signa rememorativa, en cuanto que producen en nosotros la gracia
procedente de los padecimientos de Cristo, y signa prognostica, en cuanto que remiten
anticipadamente a la gloria futura y son prenda de la vida eterna. Son acciones santas del
culto divino y de la santificación del hombre dotadas de eficacia significante.
Tomás de Aquino adopta las ideas aristotélicas, de materia y forma. Subraya que los
sacramentos son los instrumentos que contienen la gracia. y su eficacia es “ex opere
operato”: para que se produzca el efecto, el ministro sólo tiene que tener la intención de
hacer lo que hace la Iglesia.
Santo Tomás afirma que "el poder salvífico de Dios no está atado a los sacramentos". se
desarrolla en la historia también por otros caminos. Esto hace que la existencia y el uso de
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los siete sacramentos eclesiales de la gracia no sean “absolutamente necesarios”, sino
“convenientes en alto grado”.
c. EL CONCILIO DE TRENTO
Decretum de sacramentis
1. Si alguno dijere que los sacramentos de la nueva Ley no fueron todos instituidos por
Cristo; o que son más o menos siete, a saber: bautismo, confirmación, eucaristía,
penitencia, extrema unción, orden, matrimonio; o también, que alguno de éstos no es
verdadera y propiamente sacramento, sea anatema.
2. Si alguno dijere que los sacramentos de la nueva Ley no se distinguen de los
sacramentos de la ley Antigua, sino en que las ceremonias y los ritos externos son diversos,
sea anatema.
3. Si alguno dijere que estos siete sacramentos son tan iguales entre sí, que bajo
ningún concepto sea alguno más digno que otro, sea anatema.
4. Si alguno dijere que los sacramentos de la Ley nueva no son necesarios para la
salvación, sino que son superfluos; y que sin ellos o el deseo de ellos los hombres alcanzan
de Dios la gracia de la justificación, por la sola fe (aun cuando no todos los sacramentos
sean necesarios a cada uno), sea anatema.
5. Si alguno dijere que estos sacramentos fueron instituidos sólo para alimentar la fe,
sea anatema.
6. Si alguno dijere que los sacramentos de la nueva Ley no contienen la gracia que
significan, o que confieren la gracia misma a quienes no ponen obstáculo, como si no fuera
nada más que signos externos de la gracia o de la justicia recibida por la fe, y algunas
manifestaciones de la profesión cristiana, que permiten a los hombres distinguir a los fieles
de los infieles, sea anatema.
7. Si alguno dijere que, por estos sacramentos, aun recibidos como Dios manda, no se
da siempre y a toda la gracia, en cuanto a lo que Dios respecta, sino que la gracia se da
algunas veces y a algunos, sea anatema.
8. Si alguno dijere que mediante los mismos sacramentos de la Ley nueva no se da la
gracia ex opere operato, sino que la sola fe en la promesa divina basta para obtener la
gracia, sea anatema.
9. Si alguno dijera que los tres sacramentos del bautismo, confirmación y orden no
imprimen carácter en el alma, es decir, una especie de señal espiritual indeleble, de donde
se sigue que no se pueden repetir, sea anatema.
10. Si alguno dijere que todos los cristianos tienen poder para predicar la Palabra y para
administrar todos los sacramentos, sea anatema.
11. Si alguno dijere que al realizar y conferir los sacramentos no se requiere en los
ministros la intención, por lo menos, de hacer lo que hace la Iglesia, sea anatema.
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12. Si alguno dijere que el ministro que está en pecado mortal no realiza o confiere el
sacramento, aun cuando observe todo lo esencial para realizar o conferir el sacramento, sea
anatema.
13. Si alguno dijere que los ritos de la Iglesia católica, recibidos y aprobados, que
suelen usarse en la solemne administración de los sacramentos, puede, sin pecado,
menospreciarse u omitirse por el ministro a su arbitrio; o que cualquier pastor de la Iglesia
puede sustituirlos por otros nuevos, sea anatema.
Esta última interpretación es la que mejor responde a la reflexión teológica y a los datos
históricos. Que Cristo instituyera directamente los sacramentos significa que él determinó
el efecto específico de la gracia sacramental en cada uno de ellos, y que ordenó un signo
externo correspondiente para simbolizar y producir ese efecto de la gracia.
La verdad de que Cristo instituyera inmediatamente los sacramentos nos permite concluir
que la sustancia de estos está determinada y es inmutable para todos los tiempos. Cambiar
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la sustancia de alguno de ellos seria instituir un nuevo sacramento. El Conc. Trento enseña
que la Iglesia ha tenido desde siempre el poder de introducir cambios en la administración
de los sacramentos, pero, “sin alterar su sustancia”.
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En el siglo XIII, se desarrolló el concepto de que los sacramentos causan la gracia ex opere
operato (por la obra obrada, "por la obra realizada"), es decir, en virtud del rito realizado y
de la potestad conferida a quien lo administra (Trento, Dz 851). En cambio, los
sacramentales, es decir, los signos externos que imitan a los sacramentos, actúan en virtud
de la piedad personal de quienes los realizan y los reciben: ex opere operantes (por la obra
del que obra, "por la acción del que actúa"). Pero no producen la gracia de la justificación
ni imprimen el carácter sacramental.
El signo externo consiste en las palabras pronunciadas por el ministro en el acto litúrgico y
el elemento material (agua, aceite, pan y vino) o las acciones simbólicas (la imposición de
manos en el orden, la respuesta afirmativa en la celebración del matrimonio).
Debe igualmente distinguirse entre el signo material en cuanto tal (materia remota: la cosa
sensible con la que se realiza el sacramento, ej. agua, óleo) y su aplicación en la acción
sacramental (materia próxima: la aplicación de la sustancia material, ej. la ablución y la
unción).
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VII. EL MINISTRO DE LOS SACRAMENTOS
Por ministro se entiende la persona que lo confiera. En sentido estricto, el ministro primario
de todos los sacramentos es Cristo: porque los sacramentos son la prolongación en el
tiempo y en el espacio de las acciones que Él realizo en la tierra. El ministro humano actúa
en nombre de Cristo y haciendo sus veces.
Es decir, el ministro primario del sacramento es Dios por Cristo en el Espíritu Santo. S.
Agustín reconocía a Cristo como ministro principal (esto ha sido mantenido como
constante en la tradición católica). Para administrar válidamente los sacramentos, el
ministro tiene que poseer la facultad y autoridad de la Iglesia; es mandato del "ministro
primario", de Cristo.
Entonces el ministro de los sacramentos representa a Cristo como cabeza del cuerpo, y el
receptor a la Iglesia como cuerpo de Cristo. Quiere esto decir que el verdadero ministro o
administrador de la gracia es el mismo Cristo en el Espíritu Santo. El ministro humano
actúa únicamente como causa instruentalis.
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1. La capacidad es cierta aptitud del sujeto, de acuerdo a la naturaleza de cada sacramento
y al fin de Cristo al instituirlo. Así no todos los hombres son aptos para recibir
cualquier sacramento: son incapaces los no bautizados de recibir los demás
sacramentos, las mujeres el orden, los sanos la unción de enfermos.
2. Se requiere para los adultos con uso de razón la intención de recibirlo. El motivo es
claro: Dios tiene en cuenta la libertad del hombre y hace depender la salvación. El
sacramento que se recibe sin intención y en contra de la voluntad en inválido.
En el caso de los niños que se bautiza, el sacramento recibido es válido, porque la falta
de intención queda suplida por la intención de la iglesia, representada en el ministro, los
padres y los padrinos, que actúan en su nombre.
La recepción digna o lícita. La recepción de un sacramento es fructuosa cuando el que lo
recibe lo hace con las disposiciones debidas y por ello se producen todos los efectos (en
estado de gracia). Es lícita o sacrílega cuando voluntariamente se recibe sin las debidas
disposiciones.
IX. EL CARÁCTER SACRAMENTAL
X. LA GRACIA SACRAMENTAL
Además de esta gracia común a todos los sacramentos, hay una gracia llamada sacramental,
propia de cada sacramento. Cada sacramento confiere una gracia sacramental específica,
distinta en cada una de ellos, que añade a la gracia santificante un cierto auxilio divino
cuyo fin es ayudar a conseguir el fin particular del sacramento.
La gracia sacramental proporciona al cristiano, en las diversas situaciones de su vida
espiritual y en tiempo oportuno, las gracias actuales necesarias para cumplir sus deberes.
Por ejemplo: los poderes en virtud del sacramento del matrimonio tendrán gracias para
recibir y educar cristianamente a los hijos.
ELEMENTOS CONSTITUTIVOS:
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Materia: agua
Forma: Yo te bautizo...
BAUTISMO ministro: ordinario: presbítero
extraordinario: todo fiel o persona con intención de la Iglesia
Sujeto: toda persona
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