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SEMINARIO

NUESTRA SEÑORA DEL


CARMEN

Trabajo monográfico:

La Ética en el pensamiento Filosófico de Karol Wojtyla,


en su obra mi visión del hombre

Trabajo presentado por:

ESPIL DÍAZ, Jimy Roly

Asesor:
DELGADO HEREDIA, Elías

Huacho - Perú

2018
«Hay que experimentar.
Hay que empezar desde la experiencia
de lo que existe, tal como es,
como se manifiesta,
sin ninguna condición a priori superpuesta,
ni en la experiencia, ni en el desarrollo de la misma».
(KAROL WOJTYLA, Mi visión del hombre, 127)

2
ÍNDICE
ÍNDICE .................................................................................................................................................. 3
INTRODUCCIÓN................................................................................................................................. 4
CAPÍTULO I ......................................................................................................................................... 6
AUTORES QUE INFLUYERON EN EL PENSAMIENTO ÉTICO DE WOJTYLA Y EL
MÉTODO DE WOJTYLA COMO RESPUESTA A ESTAS FILOSOFÍAS .................................. 6
1.1 TOMÁS DE AQUINO, HUME Y KANT ........................................................................... 6
1.1.1 DE LA DEFINICIÓN DEL CONCEPTO DE PERSONA Y LAS
CARACTERÍSTICAS GENERALES DE ESTE CONCEPTO EN SANTO TOMÁS DE
AQUINO ........................................................................................................................................ 7
1.1.2 LAS IDEAS SOBRE EL PAPEL DE LA RAZÓN, EN LA ACCIÓN MORAL
DEL HOMBRE, SEGÚN HUME. ............................................................................................... 9
1.1.3 EL PENSAMIENTO DE KANT EN LA ÉTICA DE WOJTYLA ......................... 10
1.2 EL MÉTODO DE WOJTYLA........................................................................................... 11
CAPÍTULO II...................................................................................................................................... 15
2.1. LA MORAL, LA ÉTICA Y EL PROBLEMA DEL DESINTERÉS .............................. 15
2.2. EL PROBLEMA DE LA ÉTICA CIENTÍFICA, EL ORIGEN DE LAS NORMAS
MORALES Y EL REALISMO DE LA ÉTICA ........................................................................... 17
2.3. EL PROBLEMA EN RELACIÓN A LA POSTURA FRENTE EL PLACER ............. 20
2.4. EL PROBLEMA EN RELACIÓN A LOS VALORES, A LA ASCÉTICA Y A LA
VISIÓN DE DIOS. .......................................................................................................................... 21
CAPÍTULO III .................................................................................................................................... 24
PROBLEMAS ANTROPOLÓGICOS DE LA MORAL AL QUE LA ÉTICA DE WOJTYLA
DA SOLUCIÓN ................................................................................................................................... 24
3.1. EL PROBLEMA EN RELACIÓN A LA NATURALEZA Y PERFECCIÓN, DEL
DEBER Y LA LEY NATURAL ..................................................................................................... 24
3.2. El PROBLEMA POR PARTE DEL HUMANISMO Y FIN DEL HOMBRE ............... 27
3.3. EL PROBLEMA DE LA VERDAD Y DE LA MISERICORDIA.................................. 31
3.4. EL PROBLEMA EN RELACIÓN ALA FELICIDAD .................................................... 34
3.5. EL PROBLEMA FRENTE A LA IDEA, HUMILDAD Y A LA ÉTICA SOCIAL .... 35
CONCLUSIÓN .................................................................................................................................... 38
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................................................. 42

3
INTRODUCCIÓN

La tierra está en constante movimiento, no tanto en el sentido de rotación o trasladación en


su órbita, sino más bien en el sentido heraclitiano: donde todo fluye, todo cambia. Este
continuo movimiento está en relación con la vida misma del hombre, es decir, con su
accionar, con su moral; porque si algo cambia en el mundo, cambia también la actitud del
hombre frente a ese cambio.

En nuestra tierra, ha habido innumerables cambios, tanto en la naturaleza como también en


tecnología, en la ciencia y en el desarrollo del pensamiento. Todo esto surge por el deseo que
tiene el hombre a aspirar a algo mejor a lo largo del tiempo, de esta manera, llevándole a
mejorar su calidad de vida, aunque en algunos es más notorio que en otros, pero lo cierto es
que ha habido un cambio de algo. Y como ha habido un cambio de algo en la vida misma del
hombre, ha habido un cambio, también, en su forma de pensar. Por ello vemos que, a lo largo
de la historia, ha habido muchas corrientes filosóficas que han buscado dar respuesta a esos
cambios. Lo mismo sucede en la vida moral del hombre, ha habido cambios que han
permitido que surjan hombres que han buscado dar respuesta a estos cambios. Uno de estos
hombres es Karol Wojtyla.

Wojtyla, es uno de las más grandes figuras de nuestro siglo1 por «ser un hombre prodigioso
que ha logrado armonizar en su vida cualidades e ideas muy diferentes, desde la poesía hasta
la filosofía, de la filología al pensamiento sobre su nación y su patria, de la acción a la
mística, del ensimismamiento interior del poeta, del místico o del intelectual al hombre capaz
de liderar y dialogar con enormes masas humanas»2. Por ello, nuestro desarrollo monográfico
va a tener como estudio su pensamiento ético.

1
Cf. BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, Madrid: BAC, 2014, p.3.
2
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.3.
4
«Wojtyla comenzó por la ética tanto porque debía de dar clases de esta materia como
porque fue un tema que siempre le interesó»3. Se dio cuenta que el sistema clásico tradicional,
que era una posición tomista, no daba respuesta a los nuevos planteamientos éticos
formulados a causa de las filosofías como la kantiana, por ello, trabajó por refundar las bases
de la ética clásica4.

En este trabajo de investigación, como anteriormente lo señalamos, comenzaremos primero


por hacer un estudio, a grandes rasgos, de algunos temas en la posición ética de Tomás de
Aquino, de Hume y de Kant, pues, el pensamiento de estos filósofos, han influenciado y
motivado el desarrollo del pensamiento ético de Wojtyla. Además, estará seguido por el
estudio del método filosófico que utiliza Wojtyla; el cual permite «superar muchos de los
interrogantes y problemas que suscitaron las metodologías filosóficas anteriores»5

Después de haber estudiado a estos filósofos que influyen, pero sobre todo que motivan, el
desarrollo del pensamiento ético de Wojtyla, pasaremos a reflexionar sobre los problemas de
la ética que Wojtyla logra afrontarlos; dando, de esta forma, soluciones convincentes, que en
cierta manera, llenan la inquietud de aquellos que buscan una ética coherente en el desarrollo
humano.

3
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.9.
4
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.10.
5
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.101.
5
CAPÍTULO I

AUTORES QUE INFLUYERON EN EL PENSAMIENTO ÉTICO DE WOJTYLA Y


EL MÉTODO DE WOJTYLA COMO RESPUESTA A ESTAS FILOSOFÍAS

Para poder desarrollar el pensamiento ético de Wojtyla, haremos un estudio, a grandes


rasgos, de algunos autores que influyeron en el desarrollo de su ética, es decir, esta influencia
es en el sentido de que la ética planteada por Wojtyla surge como una respuesta al problema
ético que se estaba suscitando en su tiempo a causa de la ética utilitarista, imperativista,
hedonista, los cuales no permitían al ser humano desarrollarse como tal. Dentro de estos
filósofos, solo estudiaremos, a Tomás de Aquino, Hume y Kant.

Como respuesta a estas posturas éticas, de estos filósofos, Wojtyla desarrolla un método
propio, basado en la experiencia y la comprensión. Esto se debe, a que el método que
utilizaban estos filósofos, para desarrollar su ética, caían muchas de las veces en posturas
éticas degradables para el ser humano.

1.1 TOMÁS DE AQUINO, HUME Y KANT

Wojtyla, filósofo contemporáneo6, afrontó una serie de cuestionamientos de la ética actual,


por ello, en su desarrollo filosófico, para poderlos afrontar, empieza haciendo una exposición
sobre la posición filosófica de Tomás de Aquino, Hume, Kant. En la exposición filosófica,
que desarrolla, hemos visto conveniente tratar solo algunos elementos filosóficos, de los
cuales, nos servirán como base para comprender la posición filosófica de nuestro autor.
6
Cf. BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, Prólogo XI.
6
1.1.1 DE LA DEFINICIÓN DEL CONCEPTO DE PERSONA Y LAS
CARACTERÍSTICAS GENERALES DE ESTE CONCEPTO EN SANTO
TOMÁS DE AQUINO

La reflexión filosófica sobre el concepto de persona, desarrollado en el pensamiento de


Santo Tomas, es el resultado de estudios teológicos. Esto se debe a que, a lo largo de toda la
reflexión teológica, muchos padres de la Iglesia utilizaron este concepto para tratar de
explicar estos misterios de la Revelación. Por ello Santo Tomas en sus tratados teológicos
aborda este concepto, tan necesario en la teología7.

Ahora bien, que el término sea desarrollado en los tratados de teología, no quiere decir que
no tenga una reflexión filosófica, no es así, porque a lo largo de la historia, nos damos cuenta,
que la teología utiliza de conceptos filosóficos para poder explicar las verdades de la
revelación; es más, algunos conceptos, fueron desarrollados dentro de esta rama: como el
concepto de persona, el cual estamos exponiendo.

Persona est rationalis naturae individua substancia8 (persona es la sustancia individual de


naturaleza racional), es una definición dada por Boecio en su libro De Duabis Naturis9; ésta
definición, va a ser el punto de partida, para que santo Tomás pueda desarrollar y afrontar una
serie de cuestionamientos dentro de los tratados ya mencionados anteriormente.

Cuando Santo Tomás empieza a desarrollar la definición dada por Boecio, comienza
haciendo una distinción en las substancias, es decir, señala que existen dos tipos de
substancia: la substancia primera, a la cual llama hipóstasis, y la substancia segunda, es decir
lo universal 10. Por ello dirá, que Boecio, utiliza los términos de substancia individual en el
sentido de substancia primera (hipóstasis).

Ahora bien, para que a esta substancia individual se le añada la naturaleza racional, se tiene
que empezar a señalar que, dentro de las substancias racionales, existen un orden; es decir, se
tiene a Dios, a los ángeles y al hombre. De esta manera, Boecio al referirse a la persona como
substancia individual de naturaleza racional hace alusión al hombre, pero no al hombre en
sentido general, sino al hombre concreto, a la persona concreta. De aquí que la naturaleza
racional significa lo singular de las substancias racionales, es decir, al hombre concreto.

7
Cf. WOJTYLA K., Mi visión del hombre, Madrid: Palabra, 2005, .Pp.304-305.
8
S.th., I-I, q.29, a.1.
9
S.th., I-I, q.29, a.1.
10
Cf. S.th. I-I, q.29, a.1, ad. 2.
7
Con esta especificación podemos comprender la definición de persona planteada por
Boecio, donde a la substancia individual (substancia primera) se le pueda añadir la naturaleza
racional, es decir «la definición de persona […] entra la substancia individual por significar
los singular en el género substancia. Y se le añade naturaleza racional por significar lo
singular en la substancia racionales»11

Con todo esto, podemos deducir, que si a la substancia individual se le añade algo es
porque ésta es capaz de subsistir por sí misma, es decir, si a algo se le añade algo, es porque
ésta posee capacidad de existencia y de acción. Esto se da en el hombre, porque, en el orden
de los seres creados, él, es el mayor de todos; por tanto deducimos, que el ser substancial del
hombre es capaz de recibir esta naturaleza racional.

Ahora bien, ante esto, nosotros sabemos que la única substancia que puede subsistir por sí
misma es Dios, pero gracias a que el hombre es el mayor de los seres creados, el hombre tiene
la capacidad de que se le pueda añadir su naturaleza racional. Es decir, como el hombre es el
mayor de todos los seres creados, es el «ser objetivamente más perfecto»12, de ahí, de la
perfección, que sea capaz de la naturaleza racional, el cual le permite, además, poseer
capacidad de autodeterminación, es decir libre en su obrar. Por ello, «La persona […] es
siempre un ser concreto racional y libre, capaz de todas las acciones a las que sólo la
racionalidad y la libertad predisponen»13.

La libertad y la racionalidad son atributos del alma humana, porque «el alma humana es el
principio de vida y de acción del hombre y obra por medio de facultades».14 De las facultades
del alma, tenemos a la voluntad y a la razón, los cuales serán la fuente de la espiritualidad del
alma y por consiguiente del hombre. Por tanto, en base a la acción de estas facultades se
«modela toda la personalidad psicológica y moral»15 del hombre. Además, hay que señalar
que el alma humana tiene otras facultades que dependen intrínsecamente de la materia, es
decir, de los sentidos. Los sentidos tienen capacidad cognoscitiva como apetitiva, el cual, por
pertenecer a un ser humano concreto, ayudará en la formación de la personalidad psicología y
moral.

Santo Tomás se da cuenta de esto perfectamente y caracteriza la espiritualidad del hombre


conforme a la realidad. Se trata de una espiritualidad tal que, en definitiva, se conforma a la
unificación sustancial con la corporeidad y, por tanto, con la sensibilidad. Esta unión debe, por
consiguiente, tener un particular papel en la formación de la personalidad del hombre […] todas

11
S.th. I-I, q.29, a.1.
12
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.307.
13
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.307.
14
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.308.
15
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.309.
8
las facultades del alma humana están ordenadas, en su acción, al perfeccionamiento del hombre:
por consiguiente, todas están al servicio de la persona, contribuyen a su desarrollo16.
Tenemos dos facultades del alma humana: La razón y la voluntad. La voluntad siempre
tiende al bien y la razón a la verdad. Ahora bien, estas dos se relacionan la una a la otra,
porque «cuando la razón comprende que la voluntad quiere un bien y, aún más, cuando
constata que algo es un bien, entonces el bien, como objeto de la razón, se convierte en una
cierta verdad. Además, la verdad es el bien de la razón y es también el fin de la voluntad,
aquel poder que empuja a la razón hacia la verdad»17.De acá podemos deducir un papel muy
importante que cumple la razón sobre la voluntad y, en específico, en las acciones a las cuales
se mueve.

Esto se debe a que todas nuestras acciones, siempre, tenderán a un fin. Este fin es
relacionado al bien el cual tiende nuestra voluntad, pero no es un bien cualquiera, sino un bien
de acuerdo al fin último de nuestra existencia, es decir al bonum honestum; este bonum
honestum, por ser tal, se vuelve en bonum delectabile al momento en que la persona logra
alcanzarlo. Po ello, este bonum honestum es algo que agrada a la persona. Ahora bien, para
poder lograr alcanzar estos bienes, la razón, cumple la función de ser dirigente en la
consecución de estos bienes, y lo hace, porque ésta es una facultad del hombre capaz de
establecer normas que muevan a la voluntad hacia este fin último, al cual tiende.

1.1.2 LAS IDEAS SOBRE EL PAPEL DE LA RAZÓN, EN LA ACCIÓN MORAL


DEL HOMBRE, SEGÚN HUME.

El papel de la razón en la acción moral del hombre, para Hume, solo posee carácter
auxiliar, es decir, no es capaz de establecer normas para dirigir nuestras acciones. Esto se
debe, que para Hume, el carácter normativo nos lo da nuestra misma naturaleza; ya que posee
un instinto natural, el cual, siempre tenderá a buscar lo agradable (delectabile) y a evitar lo
desagradable.

Nos podemos dar cuenta, con esto, que para Hume «la razón juega un papel importante en
la vida activa del hombre, pero como un instrumento de la pasión y no como causa suficiente
y única»18. El papel de la razón en la acción moral del hombre, según Hume, es solo de
carácter auxiliar. Decimos auxiliar, porque no busca el bien digno de su naturaleza, que para
la concepción tomista, lo identificaba con el bonum honestum19; fin al cual tiende la razón por
estar relacionado con la verdad (objeto propio de la razón). De esta forma, el objeto propio de

16
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.309.
17
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.222.
18
COPLESTON F., Historia de la filosofía. De la Escolástica, Barcelona: Planeta, 2011, p. V-260
19
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.223.
9
la razón pasara del bonum honestum al bonum utile, porque solo se enfocará en los medios
para alcanzar el bien agradable (bonum delectabile) que para hume «es la única forma de
bien»20 la cual aspira nuestra naturaleza.

Hume señala todo esto, porque tiene la concepción de que nuestra naturaleza humana es
capaz, por sí misma, de establecer normas morales. Esto se debe, como hemos señalado
anteriormente, que la naturaleza humana tiene un instinto natural, el cual, nos permite
distinguir lo agradable de lo desagradable y así poder orientarnos por unos y evitarlos los
otros. De este modo, el instinto natural que busca la naturaleza humana (lo agradable y lo
desagradable) estará relacionado con el instinto moral, es decir, querer el bien y evitar lo
malo 21 . Por ello, el papel de la razón, consistiría en señalarnos lo que nuestra naturaleza
humana pide, es decir, lo placentero.

De esta forma «El principio del bien moral […] es el placer y la utilidad. No es la razón lo
que nos señala el placer y la utilidad, sino un gusto moral, un sentimiento, una inclinación»22.
Aquí podemos ver que la razón solo sirve para apreciar los hechos, no tiene la función más
que de conocer las normas prácticas, pero no podría establecerlos ni obligarnos a optar por
estas.23

1.1.3 EL PENSAMIENTO DE KANT EN LA ÉTICA DE WOJTYLA

Dos cosas me llenan de admiración: el cielo estrellado fuera de mí, y el orden moral dentro de
mí. El hombre no tendría más valor que los animales si la razón solo desempeñara la misma
función que el instinto. A fin de cuentas, la inmensidad del universo aniquila mi importancia
como criatura animal que tiene que devolver al poeta la materia del cuerpo. Pero la ley moral
eleva mi valor infinitamente, pues me descubre una vida independiente de la animalidad y de
todo lo sensible, al menos en cuanto se puede inferir del sentido que recibe mi existencia por esa
ley no circunscrita a las condiciones y límites de esta vida, orientada más bien a lo infinito24.
El papel de la razón, en la acción moral del hombre, para Kant, es dirigente, pero no como
la concepción tomista, sino en el sentido de que ésta solo busca dirigir nuestras acciones, no
por un bonum honestum, sino solo por principios morales universales. Esto se debe a que, la
razón práctica, en el momento de actuar lo hará de acuerdo a unos principios prácticos. A
estos principios prácticos, Kant, los identifica como imperativos. Estos imperativos son a
priori, es decir, ya están en la razón sin necesidad de antes haberlos experimentado: yo sé que
matar es malo no porque antes haya matado para saberlo. Por ello Kant, establece el

20
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.240.
21
Cf. FRAILE G., Historia de la filosofía III, Madrid: BAC. 2011, p. 851-852.
22
HIRSCHBERGER J., Breve historia de la filosofía, Barcelona: Herder, 1964, p. 200.
23
Cf. FRAILE G., Historia de la filosofía III, pp. 851-852.
24
AYLLON J., Introducción a la ética. Historia y fundamentos, Madrid: Palabra, 2006, p. 66.
10
imperativo Categórico que es capaz de ser una forma de legislación universal para la acción
del hombre: «Obra de modo que la máxima de tu voluntad pueda a la vez servir en todo
tiempo como principio de legislación universal»25.

El ser humano, y en general todo ser racional existe como fin en sí mismo, no meramente como
medio para uso caprichoso de esta o aquella voluntad, sino que debe ser considerado siempre al
mismo tiempo como fin en todas las acciones, tanto las dirigidas hacia sí mismo como hacia
otro ser racional […]. Los seres cuya existencia no depende de nuestra voluntad, sino de la
naturaleza, tienen sólo un valor relativo cuando se trata de seres irracionales, y por esto se
llaman cosas; pero los seres racionales se denominan personas, porque su naturaleza ya los
señala como fines en sí mismos, es decir, como algo que no puede ser usado como medios26.

1.2 EL MÉTODO DE WOJTYLA

El método filosófico, de Karol Wojtyla, nos permitirá ver como él logra confrontar las
posturas filosóficas anteriormente expuestas y, a la vez, superarlas; porque estamos «ante un
método original de cuño personalista cuyo centro es el recurso a la experiencia integral
entendida como una vivencia de tipo cognoscitivo que capta de modo unitario e inseparable
elementos objetivos y subjetivos, y que resulta de un acto unitario de la persona que integra de
modo inseparable a la inteligencia y a los sentidos»27 y así, de esta manera, podremos lograr
«superar muchos de los interrogantes y problemas que suscitaron las metodologías filosóficas
anteriores»28 en relación a la vida moral de la persona.

En el desarrollo de su método filosófico, Wojtyla, recurre a la experiencia y dice que ésta


es «una vivencia con una carga cognoscitiva que posee simultáneamente dos dimensiones,
una objetiva y externa y otra subjetiva y autorreferencial»29. Es decir, que es algo propio de la
persona, porque gracias a la experiencia, la persona puede entrar en contacto con la realidad y
hacerse uno con ella, a través de lo que experimenta de ella pero, al mismo tiempo,
confrontándolo consigo misma.

Ahora bien, la experiencia es una vivencia con carga cognoscitiva porque, la persona, en su
obrar cotidiano, entra en contacto con los demás; adquiriendo, de este modo, conocimientos
por parte de estas. Este conocimiento es, a la vez, objetivo y autoreferencial o subjetivo; este
conocimiento de que tenemos de los demás es resultado de los procesos empáticos que
establecen las personas, como también, por el carácter autoreferencial que se tiene. Es decir,
nosotros logramos experimentar algo de lo exterior (lo que sucede en las otras personas)

25
HIRSCHBERGER J., Breve historia de la filosofía, p.223.
26
KANT I., Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Madrid: Santillana, 1996, pp.50-51.
27
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.101.
28
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.101.
29
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.87.
11
porque, al mismo tiempo, lo experimento en mí mismo, de esta manera, logramos comprender
lo que sucede en los demás; porque lo experimento en mí, y comprendo lo que sucede en mí.

Por ello, diríamos que la experiencia, es el primer paso en el acto del conocimiento, porque
abre al ser humano a la realidad: a la realidad con los demás y consigo mismo porque
«cualquier acto de conocimiento, en el que el objeto se da en sí mismo de manera originaria o
también como dice Husserl, corpóreamente autorreferencial»30 nos permite comprender lo que
sucede en nuestro entorno. Así, de esta manera, nos damos cuenta que existe una experiencia
del yo (lo que experimento en mí mismo en relación conmigo mismo) y una experiencia del
hombre (lo que experimento de los demás en relación conmigo mismo).

La experiencia del yo, va ser la «responsable de la captación directa de la subjetividad»31,


es decir todo lo que sucede en nuestra vida interior. En cambio, la experiencia del hombre, es
aquella experiencia es externo, objetivo y subjetivo, pero al mismo tiempo, autorreferencial32.

La experiencia del yo es una experiencia subjetiva y, como tal, permite a la persona crecer
en su vida interior, pero, con la desventaja, de que no es trasmitible si el hombre no está en
actitud de hacerlo. Para poder lograr que el hombre pueda transmitir la experiencia adquirida
en su interior es necesario adoptar actitudes interpersonales.

En cambio, la experiencia del hombre si es comunicable y observable por ser exterior y,


sobre todo subjetiva, es decir, es idéntico a como lo observo y experimento. Pero esto, va
unido, porque «el hombre nunca experimenta nada externo a él sin que, de alguna manera, se
experimente simultáneamente a sí mismo»33.

También, podemos notar, que la experiencia del yo no es solo subjetivo sino también
objetivo. Esto se debe a que el hombre, al momento de experimentarse, lo hace a través de su
corporalidad, es decir, mediante su cuerpo. Decimos esto porque, el hombre, mediante su
cuerpo se experimenta así mismo ya no solo como subjetividad, sino más bien, como cosa del
mundo; gracias a esto, nosotros, podemos llegar a conocer a las demás personas; conocer no
solo su exterioridad sino, también, su interioridad, pero a través de procesos empáticos34.

Yo no soy para mí mismo tan solo interioridad, sino también una exterioridad, ya que soy el
objeto en ambas experiencias, la exterior y la interior. Y también cualquier otro hombre distinto
de mí, aunque para mí sea tan solo objeto de experiencia desde el exterior, en el conjunto de mi

30
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.88.
31
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.88.
32
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.88.
33
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.89.
34
C. f. BURGOS, J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.89.
12
conocimiento no se presenta como pura exterioridad, sino que tiene también su propia
interioridad.35
El significado de experiencia para Wojtyla es muy distinto al de la postura empirista o la
fenomenalista, (estos excluyen la unidad y el sentido en la experiencia); en cambio, para
Wojtyla, la experiencia es una realidad unitaria a y significativa capaz de captar lo real en
toda su profundidad esencial, objetiva y subjetiva36 y a partir de ello nace la comprensión.

Experiencia y comprensión van tan ligados uno con otro, porque, al mismo tiempo que
experimento, comprendo y, al mismo tiempo, que comprendo lo experimento. Por ello la
comprensión, como está ligado a la experiencia, consistirá en la «formulación cognitiva de
estas vivencias»37.

Para que la experiencia sea llevada nivel de conocimiento tiene que haber un proceso de
consolidación. Este proceso no es un a priori, es decir, la inteligencia no construye la
realidad, pero si interviene en la consolidación. Esto se debe, a que la inteligencia compara y
consolida lo adquirido entre la experiencia del sujeto y la de los demás hombres; pues ambos
comparten la posesión de un eidos, esencia o identidad cualitativa semejante sobre las
unidades de sentido38. Más en concreto, la comprensión se realiza a través de procesos que
comprenden dos momentos fundamentales: la inducción y la reducción.

La Inducción consiste en el «descubrimiento de los elementos esenciales que distinguen o


identifican determinado tipos de realidades»39.

Wojtyla utiliza el término inducción en el sentido aristotélico, es decir, la inducción


aristotélica consiste en descubrir lo común de los hechos. De esta manera, la inducción ayuda
a captar de la «multiplicidad y complejidad de hechos su sustancial identidad cualitativa»40.

Esto se debe a que la experiencia nos muestra varios hechos, los cuales, se dan en la
persona y en la acción. Pero gracias «a la inducción constatamos que en cada uno de los casos
«“el hombre actúa”, se encuentra una relación de “persona- acción del ‘mismo tipo’, que el
mismo tipo de persona se manifiesta a través de la acción”»41.

«La reducción surge de la inducción, como “la necesidad de explicación, de aclaración y


de interpretación de esa rica realidad de la persona”, y solo se puede lograr “en la línea de

35
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.89.
36
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.91.
37
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.91.
38
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.92.
39
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.92.
40
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.92.
41
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.93.
13
penetrar cada vez más profundamente en el contenido de la experiencia”»42. Por ello, para
Wojtyla, la reducción se da inmediatamente después de la inducción, donde el intelecto,
después de haber descubierto los elementos esenciales de la realidad comienza un proceso de
aclaración e interpretación de esa realidad. De este modo, «La reducción Wojtyliana tiene
vocación de radicalidad. No es, para nada, un paseo por la superficie de los fenómenos. Ante
todo porque la experiencia wojtyliana […] capta toda la profundidad y riqueza del hombre
[…] “La reducción wojtyliana se propone expresamente llegar lo más hondo posible en su
investigación, es decir, llegar, […] a la esencia del hombre”»43.

Con todo esto, podemos decir, que el método wojtyliano, nos permite, conocer la realidad
en toda su profundidad, porque, parte tanto de la realidad misma, como también del hombre
mismo, por ser este parte de la realidad.

El método wojtyliano es, en definitiva, un proceso de comprensión (a través de la inducción y la


reducción) de la experiencia integral del hombre. La experiencia, que se compone de dos
elementos muy distintos, la experiencia del hombre (objetiva) y la experiencia del yo
(subjetiva), proporciona los materiales significativos. A partir de aquí, surge la comprensión que
tiene dos fases fundamentales: la inducción, que consolida los significados de una experiencia
que fluye y cambia constantemente, y la reducción que los examina, clarifica e interpreta44
La expresión «se trata de que no basta con el convencimiento interno de que el hombre que
actúa es persona, sino que también se debe expresar este convencimiento de manera
conceptual y lingüística, es decir formularlo externamente […] para que se pueda comunicar
plenamente»45

Wojtyla señala que el hombre al momento de conocer la realidad de sí mismo y de los


demás hombres, éste debe transmitirlo a los demás, no debe guardárselo, sino debe
compartirlo con los demás.

42
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.96.
43
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.97.
44
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.98.
45
BURGOS J., Para comprender a Karol Wojtyla, p.100.
14
CAPÍTULO II

PROBLEMAS SOBRE LA NORMA MORAL AL QUE LA ÉTICA DE WOJTYLA DA


SOLUCIÓN

Los problemas éticos, en relación a la norma moral, se debe, a que la ética actual, ha
adoptado una postura filosófica hedonista, utilitarista, heterónomo, etc., desplazando, de este
modo, su autonomía como ciencia reflexiva. Por ello, en este capítulo, haremos hincapié a
estos problemas dándoles solución con el aporte de Wojtyla sobre estos temas, ya que él,
desarrolla una ética capaz de devolver a la ética su verdadero carácter como ciencia reflexiva.

2.1. LA MORAL, LA ÉTICA Y EL PROBLEMA DEL DESINTERÉS

Wojtyla para poder desarrollar sus investigaciones, con referente a la ética, parte de la vida
misma de la persona, es decir, por lo que lo caracteriza constantemente: un ser en actividad; a
este accionar, él lo llama moral. De este modo, nuestro autor comienza diferenciando lo que
es la moral, la ciencia de la moral y la ética. La moral es la vida misma de la persona, por ello
Wojtyla dirá: «admitamos que este concepto significa más o menos la vida moral, y la vida
moral es simplemente una vida humana, tanto en sentido individual como social, considerada
a la luz de unas normas»46. Así nosotros señalaremos, que la moral se refiere, ante todo, al
comportamiento mismo del hombre, ya sea de manera personal como social.

46
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.25.
15
Ahora bien, esta moral, estudiada con un método inductivo descriptivo, se convierte en
ciencia de la moral, porque solo se encarga de señalarnos lo que se acepta como bueno o malo
de las normas morales existentes; ya sea en un ambiente específico o en una determinada
época.47 De este modo, nos damos cuenta, que la ciencia de la moral no define al bien o al
mal, sino, que solo nos ayuda a ver lo bueno o malo del comportamiento humano de manera
individual o social.
A diferencia de la ciencia moral, que hace un estudio de manera descriptivo-inductivo, la
ética hará un estudio más reflexivo y esto permitirá decirnos la bondad de dicha acción; por
ello, Wojtyla señala: «La ética define las normas, expresa juicios sobre lo que es bueno o
malo, y proporciona los motivos de estos juicios sobre lo que es bueno o malo, es decir,
demuestra porque es así»48.
Esta diferenciación, nos permite tomar un espíritu crítico, para poder darnos cuenta, si las
éticas que el mundo, de hoy, trata de vivir son auténticas y, por consiguiente, buscar aquella
que nos lleve a una verdadera realización. Wojtyla señala que la única ética capaz, de llevar al
ser humano a su plena realización, es la ética religiosa, por ello, él la propone y la
reestructura; también se da cuenta, que hay muchos hombres que rechazan a la ética religiosa,
por considerarla una ética interesada y, de este modo, demuestran desinterés por la ética
religiosa.
El desinterés es otro de los grandes problemas con que se ataca a la ética religiosa. Esto se
debe a que ven en la ética religiosa una ética interesada, porque aquí se «promete el premio
por las acciones buenas y amenaza con el castigo por las acciones malas»49; es decir, ven en
las acciones del creyente un obrar interesado.
Esta trama se debe, sobre todo, a que los ateos y agnósticos ven que la actitud del creyente
está orientada, en una vida, de acuerdo al evangelio, al amor a Dios y al prójimo, y todo lo
que se desprende de ello (esto para los creyentes que realmente viven su fe), a causa del
postulado de la justicia final que se proclama en el evangelio. Este postulado de la justicia
final, los agnósticos y ateos, lo toman como algo que interesa al creyente, y señalan que de ahí
sus actitudes. Esta actitud, se debe, a que ellos buscan fundamentar las acciones del hombre, y
como niegan la existencia de Dios, se topan con esta verdad proclamada en el Evangelio50 .
De este modo las acusando al creyente y, sobre todo, a la ética religiosa de ser interesada
porque solo busca la justicia final.

47
Cf. WOJTYLA, K., Mi visión del hombre, p.25.
48
WOJTYLA, K., Mi visión del hombre, p.26.
49
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.68.
50
Cf. WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.69.
16
Ahora bien, La postura de estos hombres, que atacan la ética religiosa, no es equivoca,
porque la justicia final si interesa al creyente, pero no solamente a él sino a todo hombre, por
ello no podemos decir que «el hombre que lo acepta, sea por esto interesado. Se trata en
efecto de un interés que no anula el desinterés del hombre»51, porque lo propio de la justicia
es estar encima de todo interés, por ello «el hombre que se deja guiar por la justicia siente
necesidad de ello, reconoce su grandeza objetiva y ofrece, con este motivo, la prueba de su
sustancial desinterés, se pone de hecho por encima de todo interés o de toda ventaja y se
mantiene en lo que es objetivamente justo»52.

2.2. EL PROBLEMA DE LA ÉTICA CIENTÍFICA, EL ORIGEN DE LAS NORMAS


MORALES Y EL REALISMO DE LA ÉTICA

El problema de la ética científica nace a partir de que «muchos escritores y periodistas […]
buscan, ya sea abiertamente o de modo solapado, contraponerla a la ética religiosa»53. Esto se
debe, a su falta de honestidad en la búsqueda de la verdad, ya que la ética religiosa, de manera
especial la cristiana, se cuestiona «sobre la existencia en general y, particularmente, sobre la
existencia humana que se funda en la Revelación»54.

Estos hombres, que se contraponen a la ética cristiana, conciben una ética científica a
partir de la concepción científica del mundo, es decir, de acuerdo a lo que conozco, será mi
actuar.

Este postulado en el fondo es justo, si expresa la tendencia que busca basar el comportamiento
del hombre sobre el conocimiento en sentido estricto. Todo hombre que piensa aceptará este
postulado concebido de esta manera. Es obvio que aquí debemos tratar del conocimiento en
sentido estricto, o mejor, del más profundo conocimiento de todo aquello que está en conexión
con la actividad del hombre, con el objeto y sentido de su vida55.
De este modo, nos damos cuenta, que las ciencias empíricas y positivistas, no nos brindan
nada a las incógnitas anteriormente planteadas, y si lo hacen, no satisface del todo a tan
semejante inquietud. La única ciencia que responda sobre el sentido de la vida del hombre en
conexión consigo mismo, su existencia, será una autentica filosofía del ser; porque «una
auténtica filosofía del ser constituye el justo apoyo de la ética»56.

51
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.69.
52
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.69.
53
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.31.
54
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.32.
55
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.29.
56
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.29.
17
El carácter científico de las ciencias empíricas -inductivas es muy diferente al de la
filosofía del ser, porque el carácter científico, de ésta última, es más reflexiva y, gracias a ello,
se puede construir una ciencia motivada sobre el bien en la acciones del hombre, dando
respuesta, de este modo, a las inquietudes más profundas del ser del hombre: ¿cuál es el
sentido de mi vida? ¿Por qué y para que existo?...

Ahora bien, la filosofía del ser al darnos respuestas a tan semejantes inquietudes del
hombre, permite que la ética pueda intervenir en las actitudes del hombre frente a las
soluciones planteadas, es decir, el hombre, al saber cuál es su papel en el mundo, va a actuar
movido por las respuestas encontradas; de esta manera, el hombre, al actuar, dará origen a
principios morales. Estos principios morales motivarán a la conciencia del hombre discernir lo
mejor de todos ellos, es decir lo bueno o lo malo; esta actitud reflexiva lo llamamos ética. De
este modo, la conciencia ayuda e interviene en el discernimiento del bien o del mal en el obrar
del hombre, pero lo hace movido por la ley natural que guarda en su interior.

Los positivistas y materialistas tienen la concepción de que el origen de las normas


morales se da solo de manera natural, además, subrayan que «“origen” debe significar […] la
génesis social de las normas: las normas nacen de las necesidades de la vida social y se
desarrollan paralelamente a su crecimiento»57; de esta forma, notamos, que ellos se oponen
con firmeza al carácter sobrenatural de la norma que nos da ética religiosa.

La ética religiosa en cambio nos da a conocer que las normas morales tienen su origen en
Dios, pero que surgen en el hombre de manera natural. Por ello, en todo su carácter reflexivo,
toma de la filosofía heredara por Santo Tomás, ya que él identifica «esta luz de la razón
natural, a través de la cual podemos discernir entre el bien y el mal, con la misma ley natural.
Ley natural que, en cuanto participación de la ley eterna en la criatura racional, tiene su origen
en Dios, pero al mismo tiempo es ley propia del hombre»58, o como nuestro autor «la fuente
de estas normas es por lo tanto, efectivamente sobrenatural, pero el modo en el que surgen
estas normas es natural»59.

De esta manera, vemos que Wojtyla se quiere centrar en el estudio sobrenatural del origen
de las normas morales, pero partiendo de la forma natural que surge en el hombre. Porque
«todas las acciones del ser humano, por más externas que sean, siempre permanecen en

57
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.35.
58
FAZIO M., Juan Pablo II y las ideologías contemporáneas, en revista de teología; Universidad Católica de
Argentina, vol. XI, n° 07, p.281.
59
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.36.
18
alguna forma en su interior»60. Para realizar este estudio usa las fuentes de la Revelación, en
particular de la Sagrada Escritura y señala que «toda la Sagrada Escritura […] está, en cierto
sentido, impregnada de la orientación hacia el bien y el mal moral»61. Si cogemos el texto
sagrado nos daremos cuenta que en su contenido alberga mandamientos, máximas
sapienciales u proverbios, juicios, sugerencias, consejos, etc.; de esta forma, dándonos a
concebir el carácter ético que alberga. Todo esto nos lleva a un nuevo problema, es decir nos
lleva a preguntarnos si el carácter ético, que lleva la sagrada escritura, es sobrenatural. Para
ello, Wojtyla señala «el hecho de que la Sagrada Escritura sugiera algunos principios de
comportamiento moral, prueba indudablemente que estos principios han de ser conformes con
el pensamiento y la voluntad de Dios, porque la Sagrada Escritura como fuente revelada,
contiene precisamente el objeto del pensamiento y de la voluntad de Dios»62.

Por tanto, nos damos cuenta que el carácter ético que proclama la ética religiosa es
sobrenatural, pero no solo esto, sino que también es natural porque surge en la conciencia del
ser humano. Para poder explicar esto, Wojtyla hace uso de las Sagradas Escritura, donde
Pablo, en su carta a los romanos, prescribe «“cuando los paganos, que no tienen ley, por
naturaleza obran según la ley, ellos, aun no teniendo ley, son ley para ellos mismos. Ello
demuestra que cuanto la ley exige está escrito en sus corazones, como resulta del testimonio
de su conciencia y de sus mismo razonamientos, que o bien les acusan, o bien les defienden”
(Rom 2,14-15)»63. De esta manera, nos damos cuenta, que aquellas personas que no conocen
la Revelación, tienen la ley prescripta en sus corazones, manifestado en su conciencia, y así la
ley será quien justifique el accionar del hombre64.

La naturaleza y la razón son siempre, de algún modo, la fuente del conocimiento de los
principios morales. La razón es, en efecto, capaz de conocer la verdad. Sobre esta capacidad
natural se basa también el poder que la hace “creadora de normas” ya que ésta se enraíza en el
conocimiento de la verdad sobre el bien. La razón es, en efecto, quien conoce la verdad sobre el
bien moral, tanto del objeto de las acciones humanas como de las acciones mismas65.
Con todo esto señalamos, que el origen de las normas morales del hombre provienen de
Dios, pero que surgen de manera natural en el hombre, gracias a ley prescripta en sus
corazones.

Solucionado el problema del origen de las normas morales, ayudados por Wojtyla, se viene
ahora el problema del realismo en la ética.

60
RODRÍGUEZ RAMÍREZ C., La constitución ontológica de la Persona según Juan Pablo II, en Revista de
filosofía; Universidad de Costa Rica, vol. XXXVI, n° 88/89 (1998), p.316.
61
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.36.
62
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.36.
63
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.36.
64
Cf. WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.37.
65
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.38.
19
Hay realismo en la ética cuando «la razón, que mediante el conocimiento llega a la realidad
misma, determina también los principios de la acción»66. Es decir, la razón, en el plano del
conocimiento, llega a la realidad misma, por ello, el modo de actuar de la persona, será de
acuerdo a esa realidad que concibe. Lo mismo sucede en la ética cristiana, pues, ésta señala
que el hombre por medio de su razón llega a la realidad misma, de allí, que su actuar será de
acuerdo a esa realidad. Además, la ética cristiana, añade que el hombre tendrá una actitud más
heroica en su manera de actuar cuando su razón este iluminada por la fe; es decir, gracias a la
fe la razón puede llegar a conocer las verdades sobrenaturales y así orientar su vida de
acuerdo a estos principios: «Con la luz de la revelación, la razón concibe la realidad de modo
distinto, y esta situación […] está ligada con una estimación y valoración distinta, también
sobrenatural»67.

El realismo de la ética religiosa para Wojtyla es, como diría, Weigel: «La realidad en sí
misma constituía la verdadera medida del pensamiento, que estaba obligado a ceñirse a la
verdad de las cosas, al igual que las virutas de metal lo estaban a adherirse a un imán»68.

De esta manera, el hombre, que conoce la Revelación, obrará de acuerdo a las verdades
reveladas. Estas verdades reveladas darán motivaciones al hombre para actuar de una manera
más sublime, que quizás muchos no le comprenderán; porque la visión del hombre, sobre la
vida, será distinta. «Este realismo sobrenatural que no cierra los ojos frente al problema del
mal, lleva también a la toma de conciencia que el hombre, a pesar de sus miserias y
debilidades, es un ser llamado a una existencia plena».69

Por ello, un buen cristiano debe obrar de acuerdo a su conciencia pero, más aún, una
conciencia guiada por la fe. Wojtyla diría «sé fiel a toda la realidad tal como te lo presenta no
sólo la razón, sino también la fe a la luz de la Revelación»70

2.3. EL PROBLEMA EN RELACIÓN A LA POSTURA FRENTE EL PLACER

No se pueden contar, con que los placeres o las satisfacciones conduzcan por sí la vida moral
del hombre en una dirección objetivamente correcta: la ética no puede en suma, basarse sobre
ellos sin reservas. La ética debe poner sobre todo en evidencia el papel fundamental del espíritu
humano, de la razón y de la voluntad, porque sobre todo son estos los factores que guían al
hombre hacia el bien objetivo. El hombre puede formular por sí juicios no en base a la

66
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.40.
67
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.41.
68
WEIGEL G., Biografía de Juan Pablo II, testigo de esperanza. Barcelona: Plaza y Janés, 2000, p.180.
69
FAZIO M., Juan Pablo II y las ideologías contemporáneas, p.280.
70
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.42.
20
intensidad de la satisfacción o del placer que experimenta, sino según la medida en que sirven a
un fin más alto, es decir, al bien objetivo71.
La acción del hombre se torna buena o mala, no porque me causa placer sino, porque
apunta hacia el bien objetivo. El bien objetivo llevará al hombre a tomar medios buenos que
me conduzcan hacia él. En cambio, lo placentero, solo por conseguir esto, nos llevará, muchas
de las veces, a tomar como medios acciones malas o a descartar aquellos medios buenos que
no me permitan alcanzarlo. Lo que si podemos decir, es que el bien objetivo, por ser tal,
llevara a la persona a sentir un gozo al haberlo alcanzado. Por tanto, el bien objetivo, puede
ser causa del placer, más no el placer causa del bien objetivo.

En cuanto sujeto racional, por tanto, Wojtyla explica que los fines hacia los que tiende el
hombre deben ser verdaderamente buenos; tender hacia lo malo, esto es hacia lo que no lo
dignifica, es contrario a la naturaleza racional de su persona. El bien fundamental de la vida
humana es la misma realización de la humanidad, el mal es la no realización de la persona
humana72.
El ser humano debe realizarse en su humanidad, y para hacerlo tiene que hacer uso de su
capacidad racional, la cual, le permite escoger aquello que lo realiza. Si la persona escoge
aquello que no lo realiza iría en contra de su capacidad racional, porque, ésta siempre estará
atento a escoger aquello que lo perfecciona.

2.4. EL PROBLEMA EN RELACIÓN A LOS VALORES, A LA ASCÉTICA Y A LA


VISIÓN DE DIOS.

La ética es, en efecto, la ciencia que estudia las acciones del hombre, su comportamiento; más
específicamente trata de cómo dar a una acción a un comportamiento el valor de un bien
objetivo. El hombre de hecho experimenta distintos valores, pero realiza el bien a través de sus
acciones. Y es el bien de su propio ser, de la perfección objetiva de la persona. Es también el
bien del mundo al que el hombre pertenece, y en el que desarrolla su actividad. Es, en fin, el
bien de Dios en el sentido en que hemos hablado ya “el hombre obrando revela, necesariamente
y en cada paso, la perfección del Creador73.

De acá podemos sacar que el hombre da valor al bien objetivo, alcanzado por sus actos, es
decir el hombre mediante su obrar alcanza el bien objetivo, lo experimenta y le da valor. De
esta forma va estableciendo una jerarquía de valores en todas sus acciones, como diría Sheler
unos superiores y otros inferiores.

71
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.77
72
LÓPEZ LÓPEZ A., Karol Wojtyla y el concepto de persona humana, en revista Cuestiones Teológicas;
Medellín- Colombia, vol. XXXIX, n° 91 (2013), p.39.
73
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 78.
21
El hombre, al tener esta jerarquía de valores, siempre va optar por los superiores porque
estos le «aproximan más al bien objetivo que encierran más riqueza en su interior»74. Si no lo
hace lo hará por causas extrínsecas a él, como también por un mal discernimiento en el
momento de elegir un determinado valor.

Ahora bien, nos damos cuenta que el hombre al momento de querer alcanzar un valor
superior, le cuesta subjetivamente. De allí, que podemos inducir que «aquellos que cuestan
más son también ciertamente valores superiores»75. Estos valores superiores son pues los
valores espirituales, los cuales, ayudan al hombre a «penetrar más que su fuerza física o su
belleza exterior, es su valor moral y su carácter»76

Esto lo confirmamos en la vida misma, hay personajes famosos del cine y de la televisión
que admiten que una persona se mas se caracteriza por su vida interior, es decir, por su
carácter y virtud.

Hemos constatado que los valores espirituales son superiores a los materiales, pero en la
vida ordinaria del hombre, nos podemos dar cuenta, que el hombre siente más atracción a lo
que cae bajo los sentidos y satisface, de este modo, los valores materiales tienen una «fuerza
subjetiva» 77 . En cambio, «los valores espirituales no tienen esta fuerza, no conquistan al
hombre con tanta facilidad y no lo atraen con tanta potencia»78.

De ahí que el hombre sabiendo que los valores superiores son los espirituales, al momento
de querer alcanzarlo, no lo logra, y si lo hace, es a base de esfuerzo; porque experimentará
más atracción por los valores materiales (inferiores) que los espirituales: «este esfuerzo se
llama ascética»79

La ascética ayuda al hombre buscar la verdad objetiva del bien, que está, como hemos
señalado, en los valores espirituales. Lo hará moderando los sentidos, pues estos son los que
no permiten al hombre con facilidad apuntar a estos valores superiores.

Mediante la ascética, el hombre debe acceder a todos los valores y vivirlos en su verdad
más grande, sin ilusiones ni desengaños.

La visión de Dios es, según el Evangelio, el fin de la vida humana: “Ahora vemos como
en un espejo, de manera confusa; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de
modo imperfecto, pero entonces conoceré perfectamente, como soy conocido” (1co

74
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 79.
75
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 79
76
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 79
77
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 82
78
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 82
79
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 83
22
13,12). “Nosotros ahora somos hijos de Dios, pero lo que seremos no ha sido aún
revelado. Sabemos sin embargo que, cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él,
porque le veremos tal como es” (1Jn 3,2)80.
La visión de Dios, la felicidad como aspiración última del hombre, «es una verdad
revelada»81 según nos lo muestran estos textos, por lo tanto una persona no creyente no lo
puede aceptar. Sin embargo si nos adentramos en el pensamiento de Aristóteles podemos ver
que él concibe que la aspiración última del hombre (la felicidad) consiste en la contemplación
del Ser más perfecto por medio de su razón82.

Esta posición de Aristóteles es semejante al de la verdad revelada, porque «se trata de


definir la plenitud de la vida espiritual del hombre, el máximo de sus posibilidades en esta
esfera. Aristóteles lo hace en los límites accesibles a la sola naturaleza humana. La
Revelación […] mediante las fuerzas sobrenaturales, que tienen como fundamento la gracia
santificante»83.

La vida espiritual del hombre aspira a la plenitud que le es connatural: precisamente en ello
pensaba Aristóteles sosteniendo la superioridad de la vida contemplativa respecto de la vida
activa. Cuando la vida espiritual del hombre está penetrada por la gracia, por elementos divinos,
tiende hacia aquella plenitud objetiva que viene expresada por la unión con Dios. La unión con
Dios es la plenitud de la vida espiritual del hombre. Con esta plenitud el ser humano llega, en un
cierto sentido, al fondo de la realidad. Dios es plenitud absoluta de la existencia, y el hombre
unido a Él se afirma en esta plenitud mediante el conocimiento y el amor. Así afirmado en Dios,
que es la Causa Primera de todo, el hombre perdura en el fondo en un cierto sentido84.

80
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 89.
81
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 89.
82
Cf. WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 89.
83
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 90.
84
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 91.
23
CAPÍTULO III

PROBLEMAS ANTROPOLÓGICOS DE LA MORAL AL QUE LA ÉTICA DE


WOJTYLA DA SOLUCIÓN

En el siguiente capítulo, como el anterior, seguiremos desarrollando los problemas que la


ética actual se plantea, pero desde una perspectiva más antropológica, es decir los problemas a
tratar están más relacionados al hombre mismo.

3.1. EL PROBLEMA EN RELACIÓN A LA NATURALEZA Y PERFECCIÓN, DEL


DEBER Y LA LEY NATURAL

Solamente el bien moral perfecciona al ser humano a su humanidad: gracias a él el hombre se


hace simplemente un hombre mejor; hace efectiva la posibilidad que en él existe de ser tal. De
este modo la perfección moral es el acto principal y central de la naturaleza humana; todos los
otros perfeccionamientos del hombre […] se reducen a ella y sólo mediante ella llegarán a ser
perfecciones humanas en el verdadero sentido de la palabra85.
Partiendo del realismo, nos damos cuenta, que en el plano del conocimiento, la razón
conoce el ser, del ser lo primero que conoce es su esencia, luego sus accidentes. Decimos que
los accidentes se conocen después; porque los accidentes no son por sí solos, es decir, son en
algo, a este algo nosotros lo llamamos esencia. Por consiguiente, los accidentes no pueden
obrar por sí mismos, porque no pueden existir por sí mismos. Esto se debe a que el existir y el
obrar es propio de la esencia, pero no de una esencia segunda sino de una esencia particular
que se da en un ser especifico. Es más, se puede señalar, que justo en la manera en que ha de
obrar ese ser específico, nosotros podemos lograr conocer su esencia, su naturaleza.

85
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.46.
24
El ser sustancial es el sujeto de la existencia y así mismo de la acción, la persona por ejemplo
existe y obra por sí. En el obrar se manifiesta su naturaleza, la acción hace posible todo lo
posible de su ser persona. La acción de la persona actualiza su esencia porque todo lo que en el
hombre se encuentra de modo posible, en la acción se hace realidad. Siendo y obrando el
hombre se hace más el mismo: la acción que procede de un ser racional solicita que su fin sea
un fin racional86.

De esta manera, nos damos cuenta, que todos los seres, los específicos, tienden a un fin,
gracias a su naturaleza. Estos seres al tender a un fin, buscan perfeccionarse; porque el tender
a un fin es buscar lo que es su bien. En el ser humano sucede lo mismo, porque tiene una
naturaleza que tiende siempre a buscar la verdad y el bien, decimos estos porque la naturaleza
humana se manifiesta a través de unas potencias que le son propias y van ligadas una con la
otra: La razón y la voluntad. Por medio de la razón, el hombre, busca alcanzar la verdad,
conocerla. En cambio, por medio de la voluntad, el hombre, busca el bien. Cuando ambas
facultades alcancen los fines a los cuales tienden, logran, de ésta manera, perfeccionarse; por
ello decimos que, en el plano del conocimiento, la razón se perfeccionará cuando alcance la
verdad y, lo mismo sucede, en la facultad volitiva al momento de alcanzar el bien. Este
último, perfeccionará la humanidad del hombre porque, el bien que busque, lo hará mediante
acciones concretas, es decir «en el caso del hombre es alcanzar la perfección propia como ser
humano que no es otra que realizar su esencia»87.

Ahora bien, sucede que la voluntad se mueve de acuerdo a lo que la razón le presente, por
ello, la razón ha de cumplir el papel de discernidora de los bienes y, lo hará correctamente de
acuerdo al orden de todos los seres para que, luego al presentarlos a la voluntad, éste se
mueva a alcanzarlos y así logre la perfección moral del hombre. Entonces en palabras más
concisas de Wojtyla:

El deber moral está en relación con la voluntad, se refiere a ella, es simplemente su deber. En el
deber, la voluntad se hace […] la representante de los principales intereses del ser humano, de
su ‘ser o no ser moral’. Precisamente por esto, el deber está unido con un cierto esfuerzo, con la
tensión. La línea de esta tensión transcurre entre lo que yo soy y lo que debería ser88.
Nos podemos dar cuenta, con todo esto, que el hombre de hoy en realidad huye al
compromiso de ser cada día mejor, por eso, ante algunas inclinaciones malas que tenga, le
echa la culpa a su naturaleza: ¡yo soy así!¡no voy a cambiar! Esta actitud, nos lleva a inducir
que la naturaleza, que tiene, es fuente de malas inclinaciones, llevando, de esta manera, a
pensar que él no puede hacer nada en lo referente a su perfección; descartando, de este modo,

86
LÓPEZ LÓPEZ A., Karol Wojtyla y el concepto de persona humana, p.43.
87
ALBA A., Filosofía II: Historia de la filosofía y de la ciencia, Andalucía: Artes Gráficas - I.E.S. Llanes, 2008,
p.63.
88
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 49.
25
la posibilidad de que su naturaleza pueda llegar ser fuente de buenas inclinaciones, es decir,
una fuente que sea capaz de dar leyes que le permitan continuarlo.

Fuente de leyes, decimos, porque la ley mira siempre el bien, y al negar esta posibilidad de
ser fuente de buenas inclinaciones estaría, de esta forma, anulando la ley. Al anular la ley, que
puede ser capaz de dar la naturaleza, estaría anulando la ley natural; es decir, anula aquella ley
«que tiene en cuenta todas las inclinaciones naturales del hombre, en tanto que su ser natural
posee la tendencia a la supervivencia, y en tanto animal, tiende hacia la reproducción y a la
conservación»89. Esto se debe, como hemos señalado, a la actitud del hombre pasivo que no
tiene el coraje de darse cuenta que uno no debe quedarse en lo que cree ser; antes bien, debe
darse cuenta que tiene una voluntad que siempre buscará perfeccionarse, porque ésta siempre
buscará el bien. Además, nos damos cuenta, que «la verdad del hombre es su irrepetible
realidad de ser y de obrar, dotado de entendimiento y de voluntad, de conciencia y de corazón,
capaz del más alto de los bienes a través de la experiencia del amor o del más lamentable acto
egoísta»90. El hombre es capaz de mucho más de lo que cree ser, porque la cosa, no está, en
creer, sino, realmente en llegar a ser, el ser que realmente es.

En esta exigencia del hombre, al querer perfeccionarse, debe encontrar el sentido del
deber, es decir, si él siente una inclinación mala, quizá por su desidia, debe sentirse con la
obligación de salir de ella: debe esforzarse por ser mejor y pueda, de esta manera, alcanzar la
perfección que realmente su naturaleza le pide: si yo soy así debo ser así. Ahora bien, esto no
es motivo para sentir que nuestra naturaleza nos coacciona, porque la naturaleza pide lo que
es suyo: ser mejor, ser perfectos, ser persona. Es decir, «sólo puede ser persona quien tenga
posesión de sí mismo y sea, al mismo tiempo, su propia y exclusiva posesión»91. O en otras
palabras, llegar a ser dignos de tan grata naturaleza porque «Crecer en la dignidad personal
significa crecer en la “capacidad de responder a la propia vocación y, por tanto, a la llamada
de Dios. El punto culminante del desarrollo conlleva al ejercicio del derecho-deber de buscar
a Dios, conocerlo y vivir según tal conocimiento”»92.

Si nosotros logramos crear un cierto sentido del deber, pero no solo por el deber, sino en el
sentido de que la naturaleza exige lo que es suyo, lograremos, de esta manera, ser cada día
mejores; porque como diría Wojtyla, refiriéndose a esto, «decir que la naturaleza obliga, que
la naturaleza contribuye a crear en el hombre un cierto sentido de deber, debería causar

89
ALBA A., Filosofía II: Historia de la filosofía y de la ciencia, p. 64.
90
LÓPEZ LÓPEZ A., Karol Wojtyla y el concepto de persona humana, p.130.
91
WOJTYLA K., Persona y acción, Madrid: BAC, año, p. 124.
92
FAZIO FERNÁNDEZ M., Juan Pablo II y las ideologías contemporáneas, p. 280.
26
fundamentales transformaciones tanto en la teóricas como en la práctica. El hombre debería
sentirse […] creador de sí mismo»93.

De esta forma, cuando el hombre realice alguna acción, se estará realizando así mismo;
esto decimos porque «la realización de una acción es, al mismo tiempo, la realización de la
persona»94. Es decir, si el hombre se siente creador de sí mismo, nos daremos cuenta que él
constantemente se estará sometiéndose a juicios que le permitan crecer como persona,
entonces, si el hombre hace esto, diremos que él es juez de sí mismo; en esta actitud del
hombre, el ser juez de sí mismo, es una actitud que le permite ver el avance en su perfección.

Con esto, podemos relacionar, de manera análoga, al deber como ley y al hombre juez de sí
mismo como legislador. De esta forma, percibimos que siempre cuando hay ley, debe haber
un legislador; y lo mismo sucede con la ley natural. Es decir, «La ley natural como en todas
leyes, debe estar presente […] un legislador. Es claro que la naturaleza no pueda identificarse
como el legislador, sino que se limita permitir al ser racional leer el pensamiento y la voluntad
del legislador»95

Entonces, si la naturaleza pide perfeccionarse es porque el creador de esta naturaleza lo


está pidiendo, es decir, gracias a esto, la naturaleza misma nos revela su voluntad, por tanto el
hombre no debe ser ajeno a este pedido, porque si el creador lo pide, lo hace con un fin. El fin
para el hombre, en cuanto a perfeccionarse, es alcanzar el bien, pero no solo debe quedarse en
estos bienes sino debe buscar al Bien para el cual el hombre tiende: Dios; por ello las acciones
del hombre deben estar de acuerdo a lo que la naturaleza le pide y así alcanzará el verdadero
Bien.

3.2. El PROBLEMA POR PARTE DEL HUMANISMO Y FIN DEL HOMBRE

Hemos visto como se ataca a la ética religiosa, en este apartado sucede lo mismo porque
estos hombres, ateos y agnósticos, quieren fundamentar una ética desde una perspectiva
humanista poniendo de lado a la ética religiosa 96 . Pero, todo esto, es en vano porque si
miramos la historia del cristianismo, el cual ellos atacan con mayor fuerza, notamos que el
obrar de un cristiano es más humano que el mismo accionar de los que se proclaman
humanistas, por ello, decimos que la ética religiosa es más humanista que la misma ética
humanista.
93
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 55.
94
WOJTYLA K., Persona y acción, p. 124.
95
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 56.
96
Cf. WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 60.
27
El argumento de estos hombres es que una ética humanista es más que suficiente que una
ética religiosa, porque la ética humanista mira al hombre mismo y si mira al hombre mismo
nos dará, por lo tanto, principios morales de acuerdo a nuestra condición. Esto nos permitirá
vivirlos de manera individual o social porque las normas que nos brinden estarán, como lo
hemos señalado, de acuerdo a lo que somos. En cambio, para ellos, la ética religiosa, como
mira a Dios, estará orientada, entonces, hacia Él; por tanto el hombre gastará toda su vida en
«satisfacer sus ilusiones idealistas»97.

En el fondo del problema, nos damos cuenta, lo que se debate es sobre quién es el fin del
hombre, es decir, nuestras acciones de acuerdo a quien estarán orientadas: ¿será al mismo
hombre? O ¿será Dios? Ellos dicen que es al hombre mismo, nosotros, al igual que ellos,
diremos que también es al hombre mismo, pero no solo a él, sino también a Dios; porque el
hombre tiene que perfeccionarse en cuanto hombre para luego alcanzar el fin de su existencia:
Dios. O como diría Fazio Fernadez diriguiendose al pensamiento de Wojtyla:

Insiste en una visión de la persona humana cuya estructura óntica es de apertura hacia Dios y
hacia los demás. En la realización de la trascendencia metafísica de la persona -es decir, en el
real trascenderse a sí mismo- se cumple la vocación del hombre: “el hombre, cuando no
reconoce el valor y la grandeza de la persona en sí mismo y en el otro se priva de hecho de la
posibilidad de gozar de la propia humanidad y de establecer una relación de solidaridad y
comunión con los demás hombres, para lo cual fue creado por Dios98.
En la reflexión de Fazio Fernández, nos podemos dar cuenta, que nos habla de Dios
como origen y fin del hombre. Esta postura de Fernández, lo podemos confrontar con una
autentica filosofía del ser, porque ésta responde a las incógnitas que el hombre siempre se
plantea, es decir, sobre su origen y fin, y sobre todo, por el sentido de su vida. Gracias a estas
incógnitas que se hace el hombre, él puede llegar a conocer a Dios como fuente y fin de su
existencia. Por tanto, vemos que el fondo del problema son cuestionamientos sobre la
existencia de Dios, de ahí, que es necesario recurrir a una autentica filosofía del ser para
descubrir la existencia de Dios partiendo del hombre mismo. Además de la filosofía del ser,
hay también teorías cientificistas que nos permiten llegar al conocimiento de la existencia de
Dios, como por ejemplo la teoría del Big Bang. En este campo haremos una breve reflexión,
porque estas teorías solo nos abren paso a demostrar la existencia de Dios; no lo demuestran,
solo nos abren paso a demostrarle.

Nosotros sabemos que con la teoría del Big Bang, podemos saber algunos datos sobre la
cantidad de años que tiene el universo. Esta teoría señala que «el universo tiene una edad de

97
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 60.
98
FAZIO FERNÁNDEZ M., Juan Pablo II y las ideologías contemporáneas, p. 280.
28
15.000 millones de años» 99 y no solo esto, sino también comienza a explicar lo que iba
sucediendo después de transcurrir la explosión «al principio la materia se encontraba
concentrada en un estado de enorme densidad y temperatura […] se produjo una expansión
que fue acompañada de un enfriamiento progresivo. En el primer segundo la temperatura era
de 10.000 millones de grados…» 100 Al principio, se produjo, en el primer segundo, son
términos que nos brindan solo algunos datos de lo que iba sucediendo en el proceso evolutivo
del universo: un suceso era consecuencia de otro, o al revés, un suceso era causa de otro. Con
esto podemos notar que hay un principio de causalidad. Ahora bien, si hay un principio de
causalidad, cuando lleguemos al origen mismo de la explosión, nos hacemos la pregunta: qué
fue la causa para que exista estos elementos o mejor dicho, quién fue el que dio origen a estos
elementos para que luego se de la explosión. Estas teorías no nos dicen nada, y si lo hacen son
respuestas que no llenan a la inquietud propia del ser humano que siempre está abierto a la
verdad. Pero lo que debemos tener en cuenta, como hemos señalado anteriormente, que estas
teorías, nos pueden abrir paso para conocer al autor de todo lo que existe: Dios. «En el
principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn 1, 1). Ahora bien, para recurrir a una respuesta,
con carácter filosófico, utilizaremos de la metafísica, que es una ciencia que nos aporta mucho
en este tema.

Existencia es «abstracto de existir»101 y existir es «resultado de tener ser»102. Ahora bien,


todo lo que existe, tiene ser, y todo lo que tiene ser, no es que sea el Ser, entonces ¿quién es el
ser? Para responder a estas incógnitas, recurriremos a la experiencia misma, es decir al
sentido común. El sentido común es aquél que nos permite ver que solo el que tiene la
capacidad de ser el SER es solo Dios, porque Él ES.

De esta manera, nos podemos percatar que antes del acto de la creación, Dios es. Cuando
Dios llama a la existencia a tener ser, le concede el participar de su ser. Y así, de este modo,
nos podemos dar cuenta que cuando Dios llama a la creación a la existencia, se ve reflejado
en este acto su voluntad. Esto decimos porque si Dios llama, es porque él lo quiere y si él lo
quiere es porque es su Bien; esto decimos porque nosotros sabemos que la voluntad mira el
bien. Pero tengamos en cuenta que hablamos de Dios, y si hablamos de Él, hay que volver a
tener en cuenta que Él es plenitud de Ser y de Bien. Entonces qué tipo de bien es la criatura.
La criatura (bien de Dios) no es un bien que lo perfeccione, sino que es un bien que lo revela.
Es decir, el ser que tiene la criatura es un ser participado y como tal solo revela a Dios; es

99
ARTIGAS M., Filosofía de la naturaleza, Navarra: EUNSA, 2003, p. 277.
100
ARTIGAS M., Filosofía de la naturaleza, p.277.
101
GOMEZ R., Introducción a la metafísica, Madrid: RIALP, 2006, 42.
102
GOMEZ R., Introducción a la metafísica, p. 42.
29
decir, este ser que tiene la criatura es un ser que participa del Ser de Dios, por lo tanto es un
ser que lo perfecciona. Por ello, «algunos pensadores contemporáneos enfocan a este ser
humano como un ser inmerso en el mundo, “como un proyecto que busca realizarse y cuya
tarea consiste, en tener que ser y, al mismo tiempo, ser capaz de ser," como, un sentido a la
existencia del mundo»103.

Entonces, ¿cómo logrará la criatura perfeccionarse? Una respuesta, sencilla: en cuanto


alcance el fin para el cual tiende su ser, es decir, Dios; porque Él es el fin del ser de la
criatura. Para que la criatura pueda alcanzar a ese fin al cual tiende, lo hará siendo ella misma.
De este modo, la criatura, podrá identificarse con su fin, Es decir:

Si se quiere alcanzar del modo más pleno aquel fin, si se quiere manifestar del mejor modo que
es Dios, que es su Creador, la Causa Primera de su existencia y de la existencia de cada ser
especifico, entonces cada ser creado debe ser totalmente él mismo, debe alcanzar la plenitud de
la perfección según los límites de su propia capacidad. Dios, como fin de todas la criaturas, no
les pide que renieguen de su ser como criaturas disminuyendo su perfección inmanente, sino
que les refuerza en su perfección104.
El hombre para que pueda alcanzar la perfección al cual tiende, solo lo logrará siendo el
mismo. De este modo, el ser humano estará realizando, en sí mismo, su esencia. Es decir «en
el caso del hombre quiera alcanzar la perfección propia como ser humano que no es otra que
realizar su esencia»105. De esta manera la esencia del hombre se identificará con Dios, dador
de su ser. Por ello, Dios solo pide al hombre ser más el mismo, que llegue a la plenitud de su
humanidad, y al llegar a la plenitud de su humanidad, el hombre, revelará a Dios. Wojtyla a
esto señala:

Lo mismo sucede en relación con el hombre. Dios, como fin del hombre, no lo separa lo más
mínimo de su perfección, de la plenitud de la humanidad; lo sitúa, en cambio, y lo consolida aún
más fuertemente en todo ello. Y todo lo que es efectiva perfección del hombre, todo lo que lo
perfecciona en cualquier dirección y que tenga al mismo tiempo a Dios como fin, es a la vez una
indirecta revelación de su perfección, de su plenitud, independientemente de que ésta se
manifieste o no de modo consciente106.
Wojtyla Señala esto, porque como el hombre tiene el ser participado de Dios, entonces
implicará que el hombre en cuanto perfeccione su ser, este ser que perfecciona revela el Ser
de Dios.

La naturaleza es la esencia de una determinada cosa, tomada como fundamento de su actividad.


Porque si analizamos un ser realmente existente, considerando su esencia, debemos admitir que
la acción de este ente es, por una parte, una prolongación de su existencia (operari sequitur esse)
y, por otra parte, cuando se trata del contenido de esta acción, es el resultante o lo que emerge
de la esencia de este ente. En la acción están contenidos, por consiguiente, los dos aspectos

103
RODRÍGUEZ RAMÍREZ C., La constitución ontológica de la Persona según Juan Pablo II, p. 316.
104
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 62.
105
ALBA A., Filosofía II: Historia de la filosofía y de la ciencia, p.63
106
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 62.
30
contenidos en el ser: la acción en cuanto acción es, en un cierto sentido, una prolongación de la
existencia, una continuación de la existencia. La acción, en cuanto determinado contenido que
realiza a través de la acción misma es una especie de manifestación, de expresión, de la esencia
de ese ente107.
Cómo descubrimos la esencia de un determinado ente, en especial de ese ente racional, lo
descubrimos a través del fin para el cual tiende, es decir a través de su acción.

3.3. EL PROBLEMA DE LA VERDAD Y DE LA MISERICORDIA

El problema de la verdad y de la misericordia se debe a que, estos hombres que atacan la


ética religiosa, no pueden concebir a un ser Supremo, juez de toda la verdad y del bien, pueda
perdonar el mal moral. No llegan a entender, en palabras más concretas, uno de sus atributos:
el de la misericordia. Para ellos, esta actitud de Dios, es algo que humilla al hombre, porque
deja al hombre con la posibilidad de que cada vez que caigan en el mal moral puedan contar
con su misericordia; es decir, como Dios es un Ser supremo no se podría lograr saber cuál es
su actitud frente a nuestros actos, y para ellos, esto es lo que permite que el hombre se refugie
en su misericordia108.

De esta manera, llevaría al hombre a tomar actitudes confusas, el cual, no le permitiría


discernir lo que realmente tiene que hacer. Esto se debe a que el hombre ante una naturaleza
que siempre le exige poner un poco de esfuerzo para alcanzar su perfección, tiene la
posibilidad de no hacerlo y, además, él podría dejarse arrastrar por lo que no le perfecciona
(renunciando a su fin), porque cuenta con la misericordia de Dios. De este modo, la vida del
hombre se tornaría un constante juego: hacer el bien para alcanzar mi finalidad o hacer el mal
y abandonarme en la misericordia de Dios para de igual forma alcanzarlo. Con esta actitud, el
hombre, se dará cuenta que la finalidad de su existencia ya no está en él, sino en Dios. «En
esta condiciones […] el hombre ya no cuenta ya con su propio juicio y con las propias fuerzas
sino que busca ingeniárselas para pasar rápidamente entre desconocidas e impenetrables
potencias sobrenaturales que influyen su destino»109.

Esta actitud es propia de aquellos que quieren una ética alegada del fin mismo del hombre,
por ello intentan cada vez desprestigiar aquella ética que nos acerca a ese fin. Estos hombres
imponen afirmaciones que parecen atrayentes, pero que solo quedan en la superficialidad, en
palabras más exactas, estas afirmaciones, que nos dan, son erróneas. Y ¿por qué lo hacen?
Seguro que es para imponernos su ética, la cual no responde a las inquietudes más profundas

107
LÓPEZ LÓPEZ A., Karol Wojtyla y el concepto de persona humana, p.126.
108
Cf. WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 65.
109
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 65.
31
de la persona y, además, nos alejan de nuestro verdadero fin. Por ello Wojtyla, ya como Papa,
se pronuncia, en este tema a través de la encíclica Centissimus Annus :

El hombre no puede darse a un proyecto solamente humano de la realidad, a un ideal abstracto,


ni a falsas utopías. En cuanto persona, puede darse a otra persona o a otras personas y, por
último, a Dios, que es el autor de su ser y el único que puede acoger plenamente su donación. Se
aliena el hombre que rechaza trascenderse a sí mismo y vivir la experiencia de la autodonación
y de la formación de una auténtica comunidad humana, orientada a su destino último que es
Dios110.
Nosotros con esta reflexión, que nos da Wojtyla, nos damos que el hombre que en verdad
está abierto a los demás, está abierto también a Dios. Esto se debe a que el hombre es un ser
con capacidad de interioridad, y como tal, nadie puede ingresar en su interior. La única forma
que el hombre pueda comunicarlo a los demás es mediante procesos empáticos, es decir, el
hombre se comunica, se abre a los demás, en cuanto él esté en disposición a hacerlo. Ahora
bien, si el hombre tiene esa capacidad de comunicar a los demás su interioridad, podemos
decir, que tiene capacidad de transcendencia. No solo capacidad de transcendencia con el
hombre mismo, sino también, con Dios. Esto le permite ser consciente que él está abierto a
Dios y, además que Él puede conocerlo hasta lo más profundo de su conciencia. Por ello, las
acciones que el hombre realice estarán motivadas a partir de la conciencia que tomen al
saberse que Dios les conoce y, no solo esto, sino que también les concede la gracia de ser
libres para elegir entre el bien del mal moral. Wojtyla en este tema se pronuncia diciendo que
«el hombre creyente está convencido de que Dios le conoce mucho mejor y lo penetra mucho
más profundamente de cuanto el mismo puede conocerse y penetrar en sí mismo»111.

Por tanto, el hombre al ser consciente de que Dios le acompaña en todo momento, por su
omnipotencia y omnisciencia, le llevará a obrar de una determinada manera y, además, que
esos atributos no condicionan al hombre en la responsabilidad de sus actos; porque el hombre
también es consciente de que posee capacidad de autodeterminación, es decir, es libre para
obrar. Si él decide obrar bien o mal, depende de él. De aquí que la misma conciencia será
quien juzgue el actuar del ser humano y este juicio, siempre va estar de acuerdo con el Juicio
de Dios112; por ello el hombre debe esforzarse por conocer la voluntad de Dios partiendo
primero por el juicio de su consciencia.

Además, podemos notar que en el juicio de la conciencia del hombre se manifiesta el juicio
de Dios, por ello este juicio que emite la conciencia del hombre viene hacer una «suprema

110
FAZIO FERNÁNDEZ M., Juan Pablo II y las ideologías contemporáneas, p.281.
111
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.66.
112
Cf. WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.66.
32
instancia de la verdad»113. Si el juicio de Dios se manifiesta en el juicio de la conciencia del
hombre no es para envilecerlo sino para afinarlo y hacerlo más sutil. De esta manera,
permitiría al hombre obrar bien, ya que en su consciencia, encuentra el juicio de Dios que
vendría ser la voluntad de Dios.

Sucede el caso que si alguna vez el hombre actuara en contra de su conciencia, estará
patente que quizá lo hizo por debilidad o porque hubieron factores exteriores que le obligaron
hacerlo, si es así, las acciones del hombre se tornarían, en muchos de los casos, malas. En esto
vemos, que si las acciones del hombre se tornan malas entonces el hombre es capaz del
mal114.

Ahora bien, si el hombre es consciente de es capaz del mal, le permitirá al hombre a abrirse
en la búsqueda de aquellas acciones que le perfeccionen, es decir, el hombre buscará la forma
de fortalecer su naturaleza para así no caer en el mal y si cae, el hombre es consciente también
de que tiene la posibilidad de salirse de ella mediante la gracia que Dios le concede. Por tanto,
para que el hombre caiga en el mal, se debe a que él no ha sido capaz de esforzarse para no
caer, y esto le lleva a crear en él un cierto tipo de culpa, porque se da cuenta que ha ido en
contra de su conciencia que siempre está buscando el bien para el hombre. Entonces, el
hombre al sentir culpa buscará salirse de ella, y de allí que buscará la misericordia de Dios.
De este modo, al sentir su misericordia, le llevará a arrepentirse y volver a emprender el
camino por el cual le lleva su conciencia.

Por ello «el ser humano, en cuanto autor de sus actos, es responsable de ellos, lo que
presupone la obligación; es decir, el hombre es responsable de cualquier acto, cuando haya
debido hacerlo o cuando no debió haberlo hecho. Si se equivoca en su elección, aparece la
experiencia de la culpabilidad, entendida también, por Wojtyla, como la experiencia del
pecado o del mal moral»115. Con esta afirmación de Wojtyla inducimos que el hombre al
sentirse culpable frente alguna acción que realiza, buscará la causa que lo dispersa para luego
recurrir a un acto reparatorio y así sanar los daños que ha dejado esta acción. Si el daño es
hacia sí mismo, el hombre, buscará autocompadecerse, si en cambio es con el prójimo,
buscará su perdón; buscará sentir un acto de misericordia, por ello Wojtyla dirá con referente
a la Misericordia:

Según la doctrina católica, ninguna misericordia, ni divina ni humana, significa el consenso con
el mal o la tolerancia del mal. La misericordia está siempre vinculada al momento que lleva del
mal al bien. Donde hay misericordia, el mal se rinde. Cuando el mal persiste no hay

113
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.66.
114
Cf. FAZIO FERNÁNDEZ M., Juan Pablo II y las ideologías contemporáneas, p.281.
115
RODRÍGUEZ RAMÍREZ C., La constitución ontológica de la Persona según Juan Pablo II, p. 316
33
misericordia, pero, añadámoslo: donde no hay misericordia, el mal continúa. Del mal, en efecto,
no puede nacer el bien116.

3.4. EL PROBLEMA EN RELACIÓN ALA FELICIDAD

La felicidad constituye el fin de la naturaleza y no un objeto que se pueda escoger, mientras que
la norma se refiere sólo al objeto de la elección. El objeto de la elección es siempre una cierta
vía que el hombre debe seguir. La felicidad, en cambio, no es una vía, sino que es el fin de todos
los caminos del hombre117.

Esta reflexión, de Wojtyla, nos demuestra que el hombre siempre aspira a la felicidad, por
ser éste el fin de nuestra naturaleza. Por tanto, si la felicidad es el fin al cual aspira nuestra
naturaleza, quiere decir, que es algo propio, y como tal no se escoge. La felicidad no se
escoge, lo que se escoge es la norma, pero hay que tener en cuenta que, estas normas,
apuntarán de alguna forma a nuestro fin. Esto se debe a que «el fin de todas las acciones de
las criaturas/creaturas es la búsqueda de la felicidad, alcanzar la perfección propia
(eudemonía/teleología)»118. De esta forma, nos da entender que la ética ayuda al hombre a
darse cuenta, aunque indirectamente, el camino a la felicidad.

El problema está en que Kant, este filósofo ataca a la felicidad, señalando que ésta ofusca
el bien moral119 porque como se dice que el hombre apuntará sus acciones de acuerdo a este
fin, entonces dejará de lado el verdadero sentido del deber. Esta acusación que hace Kant es
heterónoma (ley de otro) 120 porque el hombre encontrará la felicidad en cuanto, como lo
hemos señalado anteriormente, llegue alcanzar ese grado de perfección mediante la normas
morales, y la ética religiosa no es ajena a esto porque ella nos da, fundamentado en la Palabra
de Dios, las normas morales para que el hombre llegue alcanzar su perfección; es decir «lejos
de imponer una heteronomía Dios viene a establecer, garantizar una autonomía»121. Por ello
no hay ninguna anulación del sentido del deber, antes bien la ética cristiana reflexiona sobre
los actos humanos en relación a la felicidad, ya que «los actos humanos son buenos o malos si
conducen o no a la felicidad»122.

Además, Wojtyla señala que si miramos el Evangelio, éste «contiene con claridad un
programa completo y ordenado de perfeccionamiento del hombre. Algunos grados de

116
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.67.
117
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.73.
118
ALBA A., Filosofía II: Historia de la filosofía y de la ciencia, p. 63.
119
Cf. WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.73.
120
CABODEVILLA M. El padre del hijo pródigo. Madrid: BAC. 2007, p. 52
121
CABODEVILLA M. El padre del hijo pródigo, p. 52.
122
CABODEVILLA M. El padre del hijo pródigo, p. 63.
34
perfección moral son objetivamente necesarios: en esos casos, el Evangelio los impone. Otros
son posible y se dejan a libre elección del hombre: el Evangelio da entonces solamente
consejos. Ahora bien, la perfección no es heterónoma, no priva al hombre de lo que es y
debería ser. Al contrario, capta lo más profundo de su esencia. La perfección siempre se
adecua a la humanidad es interior y humana»123

Por tanto, si nosotros queremos alcanzar la felicidad que nos habla el evangelio, ya
sabemos que es mediante la perfección, pero siendo conscientes de que esta no puede
comprarse porque «es necesario madurar perfeccionándose, haciéndose hombre siempre
mejores, siempre más maduros»124 hombres cada vez más santos porque «un hombre será
feliz cuando llegue a ser santo, a la santidad, y no cuando llegue a ser sabio o filósofo
“(Aristóteles)”»125.

Pero de qué madurez habla Wojtyla. Lo que quiere decir es que el hombre al alcanzar un
cierto grado de perfección, y siendo consciente de esto (madurez), se siente feliz. Además, un
cristiano es feliz en cuanto es consciente de que madura no solo en la perfección (plenitud de
su humanidad mediante la moral), sino que también, en relación a Dios. «Según Wojtyla la
idea de felicidad es propia sólo del ser humano, y su verdadera dimensión en el gozo de la
esencia Divina, por tanto, para este pensador el valor moral positivo por excelencia y el objeto
de la felicidad última del hombre es Dios»126. Esta madurez en relación con Dios se debe pues
a la «gracia»127 el cual le dará la fuerza para que en un cierto sentido pueda igualar a Aquél
hacia el cual debe madurar porque

El fin último del hombre no se encuentra en este mundo (no hay un fin natural último); pues
sólo en la contemplación beatífica de Dios a través de la gracia divina podremos alcanzar
plenamente la felicidad absoluta y eterna (fin sobrenatural). Así pues, el fin del ser humano es
conseguir la felicidad absoluta que consiste en la visión de Dios en el más allá como felicidad
absoluta.128

3.5. EL PROBLEMA FRENTE A LA IDEA, HUMILDAD Y A LA ÉTICA SOCIAL

123
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.74.
124
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.74.
125
ALBA A., Filosofía II: Historia de la filosofía y de la ciencia, p. 63.
126
RODRÍGUEZ RAMÍREZ C., La constitución ontológica de la Persona según Juan Pablo II, p.318.
127
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p.74.
128
ALBA A., Filosofía II: Historia de la filosofía y de la ciencia, p. 63.
35
La idea es un vocablo griego del cual derivan Ideopraxis e ideología. La primera se
concibe como un poner en práctica algo que se concibe (Ideología). La ideología en cambio es
más teórico pero empuja a la práctica.

Ahora para vivir una cierta ideología, la persona tiene que tener una actitud humilde,
porque se necesita de esto para someterse razonablemente a algo; pero para poder someterse a
una cierta ideología, ésta tiene que estar por encima de la persona. De esta actitud justamente
nos habla el Evangelio.

La actitud de humildad mantiene al hombre en una razonable sumisión a la idea a la ideología.


Pero, para que tal sumisión sea razonable, la idea debe verdaderamente estar por encima del
hombre. El hombre que siente fuertemente la grandeza de tal idea es el hombre humilde. Y la
grandeza de la idea, su superioridad, la percibe el hombre que intenta realizarla lealmente. Es
entonces cuando puede convencerse de que la idea es objetivamente superior a él, y que todas
las acciones que tienden a encarnarla sólo dan resultados parciales mientras que lo que queda
por hacer es mucho más129
Por este motivo, se puede señalar que los grandes ideales, son sólo de las personas
humildes. Gracias a esta actitud, el hombre puede llegar a descubrir en el Evangelio (base de
la ética cristiana) una forma de vida (ideología) que les lleva a la perfección.

A la ética cristiana se le acusa de que no se preocupa por la actividad social de la persona


más que sólo se preocupa por su actividad individual. Por ello a «causa de esta presunta
acusación, muchas personas le contraponen la ética socialista»130 viendo de este modo en ella
un «concepto de ética que se ocupa […] del aspecto social de la vida humana»131

Wojtyla a todo esto responde que «la ética cristiana, desde sus premisas, no es solamente
un programa de moral individual, sino que incluye en sí […] un programa de moral social»132.
Esto se debe por que el hombre es un ser capaz de salirse de sí mismo para abrirse a los
demás, es decir es un ser con capacidad de trascendencia, ya que el hombre, según Jossefina
Llach, se da cuenta que no se basta a si mismo, abriéndole paso, de este modo, a salir de sí
para darse a los demás, pero este salir no lo hace solo por pobreza sino por riqueza, una
riqueza que alberga en su interior y necesita darse a los demás. Por ello, el hombre, libremente
puede elegir la comunión con otras personas; es decir, está llamado a dar y a recibir, pero
sobre todo a darse libremente y esto es lo que realiza su transcendencia133.

129
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 86.
130
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 93.
131
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 93.
132
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 93.
133
LLACH J., No hay fe sin justicia, no hay justicia sin fe, en Revista de teología; Universidad Católica de
Argentina, Tomo XXVIII, n° 058 (1998), p. 165.
36
O como diría el Estagirita el ser humano es un ser politicón, es decir es social por
naturaleza. Esto lleva a que el hombre no esté solo sino que viva en colectividad (en
sociedad). El hombre de esta forma al momento de vivir en unidad con los otros lo hace en
función también en buscar el bien común. Ahora bien, en la ética cristiana sucede lo mismo.
El hombre se mueve en busca del bien común, pero sobre todo, por la justicia y el amor «y la
justicia y el amor son virtudes sociales por esencia. El fruto definitivo y maduro de su
realización es una vida llena de valor desde el punto de vista moral en toda la sociedad ya sea
grande, por ejemplo, como el Estado, o bien pequeño, como la familia»134. Por ello,

El hombre no puede darse a un proyecto solamente humano de la realidad, a un ideal abstracto,


ni a falsas utopías. En cuanto persona, puede darse a otra persona o a otras personas y, por
último, a Dios, que es el autor de su ser y el único que puede acoger plenamente su donación. Se
aliena el hombre que rechaza trascenderse a sí mismo y vivir la experiencia de la autodonación
y de la formación de una auténtica comunidad humana, orientada a su destino último que es
Dios135.

134
WOJTYLA K., Mi visión del hombre, p. 94.
135
FAZIO FERNÁNDEZ M., Juan Pablo II y las ideologías contemporáneas, p.281.

37
CONCLUSIÓN

La ética que propone Karol Wojtyla es el resultado del estudio de la metodología del
sistema tradicional, que por ser objetiva, no lograba responder a muchos de los problemas
dejados por el sistema ético de algunos pensadores como Hume, Kant y, sobre todo, por el
avance de los estudios en psicología, la cual enfatizaba mucho la subjetividad de la persona.
De Tomás de Aquino toma el desarrollo del concepto de persona dada por Boecio, en él
descubre un concepto muy profundo pero, a la vez, muy limitado, porque dejaba a la persona
en nivel más objetivo en su accionar, por ello Wojtyla gracias a su método filosófico devuelve
al concepto de persona la subjetividad que se merece.

Wojtyla recurre al pensamiento ético de Kant, pero sin antes dejar pasar el pensamiento
ético de Hume donde ve que este pensador ensalza a la naturaleza humana como una
naturaleza capaz de establecer las normas morales, descartando, de este modo, las funciones
principales de la razón y de la voluntad que tiene la concepción tomista. En Kant, Wojtyla,
encuentra que él considera que la razón solo tiene el papel de ser dirigente, pero no como la
concepción tomista, sino en el sentido de que ésta solo busca dirigir nuestras acciones, no por
un bonum honestum, sino solo por principios morales universales, limitando, de esta manera,
la libertad de la persona en su accionar, que muchas de las veces cansan al sujeto y no le
llevan a actuar de manera convictiva.

Wojtyla para desarrollar su ética comienza haciendo una diferenciación de lo que es la


moral, la ciencia de la moral y la ética. La moral es la vida moral del ser humano, es decir la
vida misma de la persona. En cambio, La ciencia moral solo se encarga de estudiar la moral
de la persona en un determinado tiempo y espacio para luego señalarnos lo bueno o malo que
se acepta. Ahora bien, la ciencia de la moral solo se encarga de decirnos lo que se acepta
como bueno o malo en una persona o sociedad, pero ésta no reflexiona el bien moral en sí
mismo, es decir, no nos dice que es lo bueno o lo malo. El que se encarga de decirnos que es
el bien y el mal es la ética, ya que es una ciencia reflexiva sobre la moral y, por tanto, es
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aquélla a quién le compete decirnos la bondad o maldad de una acción. Así la ética termina
siendo una ciencia reflexiva, mas no experimental.

Con respecto al problema del origen de las normas morales, Wojtyla señala que la norma
moral tiene su origen en el hombre y en Dios, es decir, el hombre, gracias a su razón, va a
buscar siempre la verdad y esta verdad se identifica con el bien del hombre, por tanto moverá
a su voluntad a alcanzarlo. De este modo, el bien al cual tiende el hombre es identificado con
el bien mismo que Dios quiere que el hombre alcance, y éste es Dios mismo en cuanto bien
Supremo.

El realismo de la ética se da cuando una persona, por medio de su razón obra de acuerdo a
la realidad misma. Además de esta realidad, un creyente sobre todo un cristiano, obrará mejor
en cuanto sus acciones estén de acuerdo a las verdades misma de la revelación.

El problema en relación al deber surge en cuanto Kant señala que la persona debe actuar
movido el deber por el deber. Con esta postura vemos que la norma se vuelve heterónoma
porque no nace del interior de la persona y por tanto con el tiempo cansaría al hombre. De ahí
que Wojtyla emprende su reflexión sobre este tema para devolver al deber su verdadero
significado. Por ello, Wojtyla, en su reflexión comienza señalando que el deber, para que no
canse a la persona, tiene que nacer de la misma persona, es decir tiene que salir de su interior.
Ante esto, nuestro filósofo, siguiendo su reflexión, parte de la misma naturaleza humana,
donde señala que ésta es capaz de darnos las normas morales, pero que es la razón la que
define los principios morales de acuerdo al discernimiento que realice de las vías perfectivas
del ser humano en relación a todo el orden de los seres, ahora bien, a partir de este
discernimiento nace el deber. Gracias a esto la persona se dará cuenta de lo que es a lo que
debe ser y esto será lo fundamental para que la persona obre de acuerdo al deber.

En cuanto al humanismo y fin del hombre, Wojtyla señala que la ética cristiana es más
humanista que todas las demás éticas porque mira al hombre mismo como un ser creado a
imagen y semejanza de Dios y que tenderá hacia Él, en cuanto el hombre se realice a sí
mismo.

El problema de la verdad y de la misericordia surge cuando el hombre no quiere aceptar a


Dios como ser supremo de la verdad y del bien, y no solo esto, sino también que es capaz de
perdonar el mal moral del hombre, gracias a uno de sus atributos: el de la misericordia.
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En relación al problema del desinterés, con que se le ataca a la ética religiosa, se debe a
que ven que ésta condiciona al hombre en su obrar. Es decir, el obrar del hombre solo estaría
orientado por la justicia final que proclama la ética religiosa. Ante esto, Wojtyla señala que no
es ningún problema porque la justicia es algo propio que a la persona le interesa; ya que,
gracias a la justicia, el hombre puede guiar su vida de manera justa. Este interés de la ética
religiosa es un interés que está encima de todo interés, porque siempre apunta a lo que es
justo.

La felicidad se vuelve problema cuando se le acusa de que ofusca al bien moral, es decir, el
hombre solo actuará de acuerdo a lo que le cause felicidad dejando de lado las normas
morales. Wojtyla señala que esto no es así, porque el hombre llegará a la felicidad en cuanto
llegue alcanzar la perfección propia de su naturaleza y para esto es necesario el deber moral.
Esta felicidad se debe a que el hombre llego a ser lo que debería ser, por ello la dicha. Además
no solo esto, sino que esta felicidad se identificará con la felicidad que encuentra el hombre en
Dios por ser éste el dador del esse al cual todo hombre tiende.

En cuanto al problema frente la postura del placer, pues señalamos que es verdadero placer
en cuanto alcancemos el verdadero bien objetivo porque éste se identificará con el bonum
honestum al cual tiende nuestra naturaleza y por ser tal se vuelve bonum delectabile. Gracias a
esto el hombre utilizaría los medios buenos que le permitan alcanzarlo. Por ello decimos, que
el bonum delectabile tiene que identificarse con el bonum honestum para que el obrar de la
persona sea de manera correcta.

En relación al problema de los valores, comenzamos diciendo que algo tiene valor al
momento que el ser humano experimenta el bien objetivo para luego establecer una jerarquía
de valores, unos superiores y otros inferiores. Todos los valores perfeccionan al ser humano
pero, en grado sumo, son los superiores. Para poder alcanzar los valores superiores se necesita
de gran esfuerzo interior, y si es interior perfeccionan la humanidad del hombre, por tanto, el
hombre, al buscar ser el mismo, no se cansaría en adquirir estos valores superiores.

La ascética se vuelve problema cuando el hombre, por su desidia, no quiere su


perfeccionamiento y se da al abandono. Es decir el hombre se da cuenta que lo que lo
perfecciona son los valores superiores, pero como se da cuenta que cuestan no se esfuerzan
por alcanzarlo. Por ello, es necesario llevar una vida ascética que nos permita alcanzar los
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valores superiores, ya que ésta nos da la fuerza interior (fuerza de voluntad) para buscar
siempre lo que nos perfecciona.

El hombre de hoy, por falta de humildad, no quiere aceptar aquellas ideas que lo
perfeccionan, por ello, van en busca de ideologías laxas para vivir según éstas, o si no lo
buscan, viven sin ideales. Para poder vivir con grandes ideales es necesario tener una actitud
humilde, porque esto, implicaría someterse a algo. Ahora bien, para que el hombre se someta
a algo, es necesario que estos ideales estén por encima del hombre. De esta actitud de
humildad nos habla el evangelio, por ello, se puede señalar que son las personas humildes
quienes buscan grandes ideales para su vida, y por consiguiente llegan al mismo evangelio, el
cual nos brindan grandes ideales para la vida del hombre

La aspiración última del ser humano es la felicidad. Para un creyente esta felicidad lo
encuentra en la contemplación beatífica de Dios y para un no creyente (siguiendo a
Aristóteles) en la contemplación del Ser más perfecto. Un creyente lo hará mediante su razón
iluminada por las verdades de la Revelación y un no creyente siguiendo solo su razón.

La ética se vuelve problema en cuanto solo busca la realización de la persona de manera


individual y no social; en cambio una ética, con el verdadero sentido de la palabra, buscará la
realización de la persona de manera individual y social. Gracias a esto, Wojtyla señala a la
ética cristiana como la única que permitiría al hombre buscar su propia realización y el de los
demás, ya que esta se mueve por lo que es justo y verdadero pero sobre todo por el amor.

Por último, Karol Wojtyla desarrolla toda su ética partiendo de algunos conceptos
específicos de Tomás de Aquino, Hume y Kant, pero no lo toma solo en el sentido de
continuar una misma línea de pensamiento ético, sino más bien para analizarlos, desarrollarlos
y superarlos y así proponer una ética que responda a nuestros tiempos actuales.

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