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1-CONCEPTO GENERAL DE RETÓRICA.

SUS ORÍGENES

1.1-Etimología de la palabra retórica

El término retórica procede del griego rhetoriké (“arte retórica”) un adjetivo sustantivado que, a su vez, deriva de rhétor
(rhéter en el dialecto jónico-ático propio de los poemas homéricos o los discursos de Demóstenes), esto es, el individuo
capaz (-tor) de hacer una retra que, en el dialecto jónico, era un pacto verbal, pero que, en el dialecto dorio, refería a un
proyecto de ley nacional (puede recordarse la Gran Retra, aquel corpus legislativo espartano del VII a.C.).
De lo dicho se deriva que un rhétor era aquel individuo capaz de exponer oralmente una ley ante la asamblea, esto es,
un verdadero “orador político”, siendo este su sentido más puro y original, cuyo nacimiento, en atención a los
testimonios escritos, puede situarse en la ciudad de Siracusa en el momento de la sustitución de la aristocracia por la
democracia en el segundo cuarto del siglo V a.C., momento en el que los antiguos terratenientes exigieron la devolución
de ciertas tierras que el poder absoluto anterior les había arrebatado, es decir, en el contexto de enfrentamientos y pleitos
entre distintas facciones.
Ahora bien, no es menos cierto que el uso del término acabaría refiriendo posteriormente al “maestro de retórica”,
poniendo de manifiesto esa evolución que la propia disciplina sufrió, pasando de su ejercicio en los espacios abiertos de
la vida pública de la polis democrática a los ejercicios reglados dentro de un aula cerrada en las escuelas.

1.2-Definición y concepto de retórica

Para profundizar debidamente en la definición de retórica resulta especialmente útil atender a dos grupos de
concepciones:
a) Concepciones clásicas:
a. Platón: concibe la retórica como psicagogia o arte de conducción de las almas a la verdad, subordinada
a la dialéctica (arte del análisis del movimiento de las formas). De esta manera, Platón entiende que el
ámbito concreto de la retórica se encuentra en la política, entendiendo que la perfecta República no solo
se construye sobre leyes justas, sino sobre la capacidad de persuadir en la necesidad y justeza de esas
mismas leyes. En definitiva, la retórica es el arte de persuasión para el convencimiento de la verdad y
la justicia en un ámbito político.
b. Aristóteles: entiende que la retórica es la “capacidad para contemplar en cada caso los medios
apropiados para persuadir”, de manera que la concepción aristotélica sitúa a la retórica como
contrapartida de la dialéctica, en tanto que esta discurre y argumenta de forma especulativa y de cara a
las almas, mientras que aquella lo debe hacer de cara a un auditorio apasionado y siempre con vistas a
convencerlo. Es decir, Aristóteles insiste en la ligazón entre retórica y destinatario, puesn la retórica es
la construcción de buenos discursos cuya característica principal es su poder de persuasión o
convencimiento de un grupo, poder construido no sobre una capacidad difusa, sino sobre un conjunto
articulado de principios y preceptos susceptibles de ser aplicados sistemáticamente para incrementar la
referida capacidad de persuasión.
c. Quintiliano: en su Institutio Oratoria (s. I d.C.) expone que la retórica es la técnica de hablar bien,
entendiendo “bien” tanto en un sentido técnico como moral, de manera que refiere a la capacidad de
decir, de cimentar la vida pública. Es decir, puede decirse que Quintiliano liga a la “capacidad de
persuasión” aristotélica la “ligazón con la verdad y justicia” platónica, comprendiendo que la retórica
debe ser el arte de saber decir bien cosas buenas. Es decir, Quintiliano, que analiza detalladamente las
diversas definiciones que del arte retórica se han hecho, acaba determinando que sus pilares esenciales
son la capacidad de persuasión construida sobre un discurso (pues también persuade el dinero, la
influencia, la compasión o la autoridad sin ser discursos) realizado por un hombre virtuoso, bueno y
justo (pues también persuaden las rameras, los aduladores y los seductores) persiguiendo un fin,
precisamente, virtuoso, bueno y justo.
b) Concepciones modernas: fuera del ámbito clásico, es posible referir a una visión peyorativa que ya comenzó en
el Mundo Antiguo y una degeneración de sus clasificaciones que tuvo su momento de verdadero desarrollo a
partir del Renacimiento, cuando comienza a realizarse una separación entre la teoría y técnica argumentativa,
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por un lado, y la teoría del estilo, por otro. Con el racionalismo del XVIII se intensifica la crisis y ya en el
Romanticismo el cuestionamiento a la retórica como lista innumerable de preceptos y figuras es definitivo, y
pasa a ser considerada como la “declamación, frialdad, exceso, ostentación y engaño”, en palabras de Mortara
Garavelli, de manera que, mientras que el estilo tiene una connotación claramente positiva, lo retórico se liga
necesariamente a una connotación negativa, ligada muchas veces al engaño y la distracción (tal y como se
recoge incluso en la tercera y cuarta acepciones del DLE de la RAE).

1.3-Los orígenes de la retórica

Con respecto a los orígenes de la retórica (un fenómeno enteramente occidental, pues solo los griegos produjeron
tratados analísticos y expositivos con los que intentaron descubrir las bases reales de la comunicación humana, nacido
fundamentalmente durante el siglo V a.C.), cabe conocer:
a) Orígenes remotos: antes de la aparición de la disciplina retórica propiamente dicha en la Antigua Grecia, ya
pueden encontrarse testimonios que evidencian una preocupación con respecto a la composición, ejecución y
efectos del discurso en diversas obras desde el siglo VIII a.C. (en los discursos directos de los poemas homéricos
y la cuidadosa disposición de las oraciones o personajes como Néstor, el rey-orador; en el papel del coro y sus
antítesis en obras como Las Euménides de Esquilo y las discusiones en la cortes sobre el destino de Orestes; o
en el interés de Tucídides por los discursos políticos), todas las cuales demuestran una antigua conciencia griega
del discurso, sus partes, sus efectos y sus fines.
b) Orígenes inmediatos:
a. Empédocles, Córax y Tisias: aunque ninguna de las obras de estos autores ha llegado hasta nosotros,
podemos decir que la invención de la retórica propiamente dicha puede situarse, según Aristóteles, en
el sur de la Italia del siglo V a.C., donde Empédocles de Agrigento, discípulo de Pitágoras, impulsó una
primitiva retórica psicológica, llamada “psicagógica” por ser conductora de las almas a través del poder
mágico de la palabra y sus efectos sobre las emociones. Discípulo de Empédocles fue Córax de Siracusa
(considerado definitivamente como el fundador de la retórica y el desarrollo del esquema tripartito del
proemio, narración y epílogo, desarrolló la doctrina de la probabilidad general y entendió que, si bien
las personas sabían defender sus propios intereses de forma natural, lo cierto es que no dejaría de ser
útil recoger una sistematización de aquellos preceptos referidos a las técnicas de persuasión más
eficaces) y de este lo fue Tisias (el cual fue, a su vez, maestro de los oradores áticos Lisias e Isócrates,
trayendo la retórica desde Sicilia a la Grecia continental); ambos afianzaron una concepción más
racional de la retórica en sus escritos, que es la que acabaría triunfando entre los sofistas.
b. El contexto judicial: lo cierto es que el contexto en el cual se acabó desarrollando definitivamente esta
retórica incipiente en manos de autores como Córax o Tisias fue el judicial, especialmente en lo que
refiere al caso de las propiedades confiscadas por los tiranos a los terratenientes en la Siracusa del siglo
V a.C., y los pleitos que con respecto a ello surgieron al reinstaurarse la democracia; en tales pleitos,
ante la falta de pruebas documentales, primaron los argumentos de probabilidad y de verosimilitud para
probar la veracidad de las reclamaciones (es decir, el objetivo ha de ser demostrar que una de las
posibles opciones es más probable y verosímil, siguiendo la doctrina de la probabilidad de Córax).
c. Los sofistas (que no han de confundirse con los logógrafos, escritores de discursos, como Antifonte o
Lisas, también del V a.C.): estos “portadores de la verdad” de Tercer grado (pues primero encontramos
los sofistas de primer grado, que son los verdaderos sabios como Solón el legislador; los de Segundo
grado, que aplican la sabiduría a asuntos prácticos como Pericles; y los de Tercer grado, que hacen valer
su habilidad para transmitir la elocuencia), situados en el siglo V a.C., fueron especialistas en el arte de
la palabra y de la persuasión, y la revalorización que de la palabra hicieron (como vehículo de expresión
de ideas y como instrumento de razonamiento) fue esencial para el desarrollo de la retórica; además de
Trasímaco y su tratado sobre la pronunciación, Hipias y su interés por la memoria y Pródico de Ceos y
su tratado sobre la sinonimia, podemos destacar al prototipo de sofista:
i. Protágoras de Abdera: uno de los primeros y más afanados maestros de retórica, cobró por sus
enseñanzas, realizó viajes, e introdujo razonamientos erísticos (aquellos que parten de lo
plausible, aunque en realidad no lo sean), consideraba que “el hombre es la medida de todas las
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cosas” y que “en cada cuestión hay dos argumentos que se oponen entre sí”, de manera que lo
importante en toda materia opinable es encontrar la razón convincente (y no la verdad, pues
nadie puede estar completamente seguro de la verdad en una situación determinada y todo
hombre tiene derecho a expresar su punto de vista con todas sus fuerzas). Fue criticado por
obligar a sus alumnos a defender causas peores como mejores dentro de sus ejercicios retóricos.
c) Los retóricos primitivos: hasta Aristóteles, que escribió un tratado específico de retórica, podemos hablar de:
a. Gorgias de Leontino (485-380 a.C.): retórico siciliano que abrió una escuela en Atenas a donde llegó
como embajador y donde alcanzó gran popularidad. En sus tesis se aproxima a los sofistas, al
comprender que no existe la posibilidad de conocer la realidad objetiva a través de la palabra, de manera
que toda defensa no es más que una opinión, que ha de sustentarse sobre la oportunidad, la probabilidad
o verosimilitud y la belleza formal para persuadir (lo que le movió a la creación de un estilo ampuloso
y recargado). Sus aportaciones esenciales giraron en torno a su desarrollo en prosa de recursos
estilísticos que eran propios de la poesía (aliteración, ritmo, antítesis, paralelismos…), desarrollando
algunos recursos que incluso han dado por llamarse “figuras gorgianas” como el isocolon o el
homotéleuton (observables en su Elogio a Elena). Fue duramente criticado por Isócrates y Platón, pero
influyó sobre Pericles, Isócrates, Tucídides, Menón y Agatón.
b. Isócrates (436-338 a.C.): discípulo de Gorgias, supo ligar a la mera elocuencia de los sofistas, el amor
por el conocimiento y la filosofía, por la verdad y la virtud. Contó con dos obras fundamentales, Contra
los sofistas (donde critica los excesos de estos) y Antidosis, y fue una figura clave en el desarrollo de la
retórica clásica, pues la situó en el centro de su programa educativo de formación de políticos y
estadistas, pasando a la posteridad como el inventor de la prosa ática y del sistema de enseñanza basado
en la repetición práctica de modelos de discursos al modo de los tribunales y de las asambleas
legislativas (que tanta influencia tuvo en las escuelas romanas y, más tarde, en las europeas y
americanas), pero también en la educación general y amplia en filosofía y ética. Consideró que a una
habilidad natural del hablante (que incluyen la voz y la seguridad en sí mismo) debía sumársele una
práctica suficiente de la técnica y un conocimiento profundo del tema (que nunca era suficiente por sí
mismo, pues conocer un tema no supone ser capaz de persuadir sobre él a un auditorio). Fue más
moderado que Gorgias en la incorporación de recursos, centrándose en aquellos tales como la
colocación del sujeto o del verbo al final, con tal de dotar de suspense al discurso (“estilo periódico”).
c. Platón (427-347 a.C.): una de las mayores aportaciones de este filósofo fue la del desarrollo del diálogo
como medio expositivo, pues construyó sus obras de forma que un personaje le hace preguntas a otro,
y de tales preguntas y respuestas surge el desarrollo del tema en cuestión. Este “diálogo socrático” se
liga directamente con la argumentación oratoria, de manera que el “método socrático” se liga
necesariamente con el nacimiento de la dialéctica. Cabe tener en cuenta que trata la cuestión de la
retórica en tres diálogos, en dos de ellos de manera crítica. Así, en sus diálogos Protágoras y Gorgias
critica la retórica como artificiosa, basada en la adulación y manipulación de la ignorancia del auditorio,
muestra de falso conocimiento, inmoralidad, orientación al placer del cuerpo y no del alma y no centrada
en la verdad. Sin embargo, en Fedro, matiza estas críticas comprendiendo que la retórica es en realidad
un arte siempre y cuando se someta a la moralidad y a la verdad, dándosele así un uso adecuado
sometido a la búsqueda del conocimiento (es decir, la retórica es buena cuando se usa por un orador
bueno). Además, habló de la estructura de los discursos y de sus partes principales (proemio, narración,
testimonio, prueba, probabilidades y recapitulación).

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2-INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA RETÓRICA (I): LA RETÓRICA CLÁSICA

2.1-La retórica de Aristóteles

Aristóteles (394-322 a.C.) nació en Estagira, discípulo de Platón, tras la muerte de este se trasladó a Macedonia como
educador del futuro Alejandro Magno, para posteriormente regresar a Atenas, donde permaneció hasta su muerte. En lo
que respecta a la retórica, con respecto a este autor cabe destacar:
a) Su Grilo o Sobre la Retórica: obra no terminada para su publicación (como todas las de este autor), sino notas
de apoyo para sus explicaciones en clase y material para investigaciones futuras. Presenta una ordenación
irregular de materias, repeticiones y reelaboraciones. Cuenta con tres libros, dedicados al éthos del emisor-
orador (las técnicas del orador), al páthos del receptor (esto es, las pasiones y los efectos del discurso en el
oyente), y al mensaje o discurso propiamente dicho (teoriza sobre los procedimientos discursivos y la elocución,
incluyendo un análisis del estilo y de algunos procedimientos relevantes).
b) Concepción de la retórica: planteada en los dos primeros capítulos del libro primero de su Retórica, en parte
acepta y desarrolla las tesis asentadas por Platón y en parte las rechaza. Puede decirse que definición la retórica
como la descripción sistemática de recursos que ayudan al orador a descubrir en su conjunto, en cada tema y
objeto concreto, los medios posibles para persuadir, es decir, “la facultad de teorizar lo que es adecuado EN
CADA CASO para convencer” (y no tanto convencer en sí mismo, de manera que el médico no tiene la misión
de sanar – pues no siempre es posible – sino dirigirse hacia ese fin). Principalmente realizó las siguientes
aportaciones:
a. Sometió la doctrina retórica sobre las llamadas pruebas o demostraciones a un análisis fundamental y
científico al formular una verdadera teoría sobre los caracteres y sobre los efectos, en los que el arte de
hablar en público ha de tener eficacia, de manera que la retórica no es solo persuadir sin más, sino
conocer “los medios de convicción más pertinentes para cada caso”, conociendo los caracteres, los
efectos, el público, la finalidad… Dentro de estos medios incluye:
i. Pruebas técnicas: como los testimonios y las confesiones
ii. Pruebas no técnicas: como las leyes, testigos, torturas o juramentos
iii. Entimemas: figuras de deducción retórica que atienden a lo probable, verosímil, frecuente o
deseable (al estilo sofístico)
iv. Ejemplos: figuras de inducción retórica
b. Presentó la retórica como una disciplina formal, de manera que consiste en formas expresivas y
psicológicas y no en una mera rutina de normas y recetas aplicables. En este sentido, se incluyen factores
tales como el prestigio del orador, su dignidad y honorabilidad, que generan en los oyentes un estado
psicológico de pasión y entusiasmo, así como virtudes del orador tales como la prudencia, virtud y
benevolencia; y virtudes de los oyentes tales como la mansedumbre, favor, gratitud o piedad.
c. Frente a la concepción platónica vertida en el Gorgias (la retórica no tiene por objeto la verdad, sino la
opinión, de manera que solo se busca el agrado del público mediante una apelación a sus emociones)
para Aristóteles la retórica a la ciencia política y a la ética, de manera que señaló la necesidad de que
contase con un fundamento moral (insistimos en que se opone a Platón, que criticaba la retórica por ser
un hábito técnico moralmente indiferente). Es decir, Aristóteles entiende que la política y la ética
precisan de la retórica para influir sobre las decisiones morales y políticas (esto es, los pensamientos
dialécticos), de manera que la retórica queda sometida a ciertos criterios morales y de finalidad
(distingue así entre el género deliberativo, ante la Asamblea del Pueblo, ha de aconsejar y deliberar,
clarificando la utilidad o perjuicio que puede sobrevenir en un futuro, girando en torno a la guerra y la
paz, la legislación o la adquisición de bienes; el género judicial ante un Tribunal, el discurso jurídico
ha de determinar qué es lo justo o lo injusto con respecto a lo que pasó en el pasado, tratando acerca de
los comportamientos, los hechos, los móviles, los perjuicios de las acciones; en tercer lugar, el género
epidíctico propio del discurso festivo y pomposo es el más ornamental, y va dirigido a la alabanza o
censura sobre algo actual, buscando la aprobación del auditorio sobre esta opinión, hablando de la
virtud, el vicio, la belleza o la fealdad).

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2.2-Otros autores griegos

Habiendo comprendido las aportaciones de Aristóteles a la retórica, es oportuno tratar también otros autores griegos que
fueron consolidando el gran edificio clásico de la retórica:
a) Retóricos griegos clásicos:
a. Teofastro (370-285 a.C.): discípulo de Aristóteles, de obra perdida pero conocido por referencias, de
las que se deduce su interés por las virtudes estilísticas de la pureza, claridad, propiedad y
ornamentación y por haber diferenciado ya entre los tres estilos (sencillo, medio, elevado).
b. Demetrio de Falero (350-280 a.C.): discípulo de Teofastro, escribió Sobre el estilo, donde estudia la
estructura de la frase, sus periodos, los tipos de estilo (elevado, medio, bajo y enérgico) y estudia
minuciosamente el ritmo, tropos, figuras, partículas, hiatos, tipos de palabras…
c. Zenón de Citio (334-261 a.C.): fundador de la escuela estoica, sitúa la retórica y la dialéctica en el
campo de la lógica, pues aborda la composición del discurso científico (esto es, sobre la verdad o la
mentira) con una técnica rigurosa, con concisión y precisión pero con expansión elocutiva.
d. Hermágoras de Temnos (finales del s. II a.C.): uno de los retóricos más importantes entre Aristóteles y
Cicerón, parte de la tendencia estoica del momento, viendo la retórica como parte de la lógica. Su
aportación principal gira en torno a la disposición y la idea de la eficaz economía, la diferenciación
entre la tesis (sobre cuestiones generales) y la hipótesis (sobre cuestiones particulares), clasificó los
discursos según el estatus de la causa, realizó un análisis del discurso judicial (diferenciando entre la
conjetura – quién es el autor –, la definición – es o no es delito –, la calificación – cuál fue la intención
– y la aceptación del procedimiento judicial – debe este juez juzgar este caso o no –)…
e. Apolodoro de Pérgamo (104-2 a.C.): en su Téchne concibe la retórica como una ciencia de reglas
exactas y realiza una división cuatripartita de los discursos (proemio, narración, argumentación y
peroración).
f. Rhetorica ad Alexandrum (siglo IV a.C.): obra anónima (atribuida durante mucho tiempo a Aristóteles
por estar dirigida a Alejandro; atribuida también a Anaxímeres de Lámpsaco) de escasa influencia en
su tiempo pero traducida varias veces al latín en la Edad Media, en la que se tratan con detalle los
habituales tres géneros oratorios, con sus tipos y pruebas, así como numerosos aspectos relacionados
con la elocución y la disposición de los discursos.
b) Retóricos griegos de la Época Imperial romana: estando la retórica extendida por Grecia y Roma, su enseñanza
era parte de numerosas escuelas de todo el Imperio, donde rétores y gramáticos ofrecían formación en este
campo. Así, numerosos retóricos griegos se trasladaron a Roma donde ejercieron gran influencia sobre la
retórica latina:
a. Cecilio de Caleacte (s. I a.C.): su obra se ha perdido en su mayor parte, pero escribió un Arte retórica,
Sobre las figuras y Sobre lo sublime.
b. Teón de Alejandría (s. I a.C.): contemporáneo de Quintiliano, autor de los progymnasmata (ejercicios
escolares de composición retórica en los que se proponían modelos de autores clásicos para la fábula,
relato, chría, lugar común, encomio, vituperio, comparación, prosopopeya, descripción, tesis y ley) más
antiguos conservados.
c. Dionisio de Halicarnaso (60-5 a.C.): contemporáneo de Horacio, autor de numerosas publicaciones de
las que destaca La composición literaria, en la que trata los mecanismos de redacción literaria, el orden
de las palabras, el ritmo, la organización de la frase y los efectos que todo ello produce. Destaca su
originalidad en su visión de los estilos y su ideal ático como modelo de prosa artística.
d. El Pseudo Longino: Sobre lo sublime es un tratado anónimo que ha gozado de gran difusión desde su
traducción en 1674 por Boileau-Despréaux. Se centra en la descripción de lo sublime y en los efectos
que produce, siendo su fuente la grandeza de ideas, la intensidad de la emoción, el uso adecuado de
imágenes, la elección de palabras elevadas, la dignidad y la emoción en el orden de las palabras. Tuvo
gran repercusión en la modernidad.
e. Elio Arístides (120-187 d.C.): destacado orador y uno de los principales representantes de la Segunda
Sofística, se centró en el discurso político, en los diferentes tipos de estilo, en las clases de contenido,
figuras y expresión.
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f. Hergemógenes de Tarso (160-225 d.C.): admirador de Demóstenes, fue un afanado orador de su tiempo,
destaca su Progymnásmata, centrada en la fábula, chría, sentencia, refutación, confirmación, encomio,
comparación, etopeya, descripción, tesis y propuesta de ley.
g. Aftonio (finales del IV d.C.): conocido por sus Progymnámata en la línea de las de Teón y Hermógenes,
dio modelos de fábula, relato, chría, sentencia, refutación, confirmación, lugar común, encomio,
vituperio, comparación, etopeya, descripción, tesis y propuesta de ley.

2.3-La retórica latina

Las relaciones de toda índole (políticas, culturales, económicas…) que aproximaron la civilización griega a la romana,
supusieron un traspaso de la retórica griega ya sistematizada a la Roma republicana en el siglo II a.C.; así, oradores y
profesores griegos llevaron este arte a suelo latino, de manera que en este ámbito el predominio del saber griego fue
constante, y en términos generales se puede afirmar que la latina adaptó los presupuestos griegos a las circunstancias
particulares del nuevo escenario, dotándole de un sentido práctico y de una orientación social y política, que poco a
poco le hizo perder su original sentido filosófico y orientación interdisciplinar (el pragmatismo romano se manifestó en
el especial interés sobre el estilo concreto, sobre los usos lingüísticos, sobre el decorum y sobre la adecuación de los
elementos generales de la obra fundiéndose Retórica y Poética, más que sobre cuestiones de índole filosófica – de hecho,
en Grecia la cuestión era tratada por filósofos pero en Roma por profesores, políticos, poetas, prosistas –):
a) Rhetórica ad Herennium (s. I a.C.): completo tratado de retórica que recoge de forma sistemática los
procedimientos clásicos con abundantes ejemplos de poetas, que alcanzó gran difusión durante los siglos
posteriores. Es considerada como la retórica latina más antigua, y fue atribuida durante la Edad Media a Cicerón
y a Cornificio en el Renacimiento, pero en la actualidad es tomada como obra anónima. Presenta una
organización novedosa, pues hay un incremento del número de categorías tradicionalmente tratadas de tres a
cinco, añadiendo la “memoria” y la “actio”; del mismo modo, también aumenta el número de partes de la oración
de cuatro a seis, añadiendo la “partición” y la “refutación”. También llama la atención su defensa de los propios
ejemplos para ilustrar en la enseñanza, frente al uso de los ajenos, aunque provengan de grandes poetas y
oradores (puede hablarse aquí de una postura nacionalista del autor frente a las teorías griegas fundadas en la
imitación).
b) Cicerón: [Tema 13]
En lo que refiere a la decadencia de la retórica antigua: por varios factores (cambios políticos tras la caída de la
República, auge del absolutismo imperial…) la retórica y su uso en discursos, juicios e intervenciones se redujo,
afianzándose tan solo como disciplina de aprendizaje en las escuelas. En este momento comenzaron a proliferar las
“declamaciones”, que son ejercicios retóricos escolares de composición y recitación, muy frecuentes durante la época
del Imperio (momento de la “Segunda Sofística”) y orientados al género político o deliberativo (suasoria) o al judicial
(controversia). De esta época destacan:
a) Cornelio Tácito (54-120 d.C.): escribió el Diálogo de los oradores, donde se abordan las repercusiones de la
pérdida de libertad y de las condiciones políticas, educativas y sociales en la oratoria del siglo I d.C., en la que
plantea una visión globalizadora de la retórica y de la elocuencia como facultad de expresión en cualquier tipo
de discurso, prosaico o poético. De esta manera, vincula la oratoria a la finalidad práctica, a la utilidad y el
poético a la belleza y el placer.
b) Fabio Quintiliano (35-96 d.C.): abogado y profesor de origen español, la vida de Quintiliano coincide
cronológicamente con la decadencia de la retórica en Roma a partir de la caída de la República y el triunfo del
Imperio y la pérdida de la libertad de expresión. La retórica, refugiada en los círculos de enseñanza,, pretende
recoger la teoría que había sido protagonista en las épocas anteriores y así lo desea hacer Quintiliano. Tanto es
así, que alcanzó gran renombre en el ámbito de la enseñanza de la retórica en la Roma de Vespasiano. Destaca
una obra suya de gran valor educativo, en la que sintetiza su visión de la retórica en un momento de crisis:
a. Institutio Oratoria: escrita probablemente en sus años de retiro de la enseñanza (92-95 d.C., difundida
a partir del siglo XV), cuenta con un contenido desdoblado entre lo teórico y lo educativo. Cuenta con
doce libros que se presentan como una gran y completa síntesis del saber retórico hasta la fecha:
i. La retórica (“bene dicendi scientia”) es la gran base sobre la que se asienta la educación, de
manera que un orador ha de estar completamente formado en las más diversas disciplinas, así
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como contar con sólidos principios morales, pues los tres fines de la retórica (enseñar, deleitar
y mover) se articulan en torno a un principio ético, el de “vir bonus”.
ii. Cree en la imposibilidad de fijar un rígido sistema de reglas sobre la retórica debido a la
mutabilidad de las circunstancias de tiempo y lugar o de los casos, pero organiza su materia en
torno a tres aspectos, el arte, el artista (como virtuoso) y la obra (con escasa atención dedicada
al receptor, lo que demuestra que la finalidad ya no es persuadir sino bien decir).
iii. Su máxima aportación es el requisito de rectitud moral del orador, pues la oratoria es la virtud
de decir bien lo justo y verdadero, de manera que el orador ha de estar bien formado
moralmente, pues ha de ser un orador sabio y bueno, un “hombre de estado” al sentido romano
(desea reavivar las mores maiorum en un momento de crisis; cortesía, amabilidad, moderación,
benevolencia, fortaleza, sinceridad, rectitud…).

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3-INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA RETÓRICA (II). DE LA EDAD MEDIA AL SIGLO XIX

3.1-La retórica en la Edad Media

Aunque la Retórica y la Poética nacieron y se desarrollaron con propósitos y objetivos diferentes, lo cierto es que ambas
comenzaron a confundirse ya en el Imperio romano, consumándose en la Edad Media, de manera que, como dice Barthes
“esta confusión es capital porque está en el origen mismo de la idea de literatura: la Retórica aristotélica pone el acento
sobre el razonamiento; la elocutio es solo una parte de aquél; más tarde se da lo contrario: la Retórica se identifica con
los problemas, no de prueba, sino de composición y estilo: la literatura se define por el escribir bien”. Es decir, la
Retórica, al confundirse con la Poética, va reduciéndose a una de sus partes, la elocutio, que va incluso degenerando
progresivamente hacia el simple ornatus (ya en el siglo V Maricano Capella representa alegóricamente esta disciplina
como una hermosa doncella revestida con una túnica adornada y con un arma para herir adversarios). Ahora bien, el
valor educativo que mantuvo la Retórica desde la antigüedad es uno de los factores esenciales para entender que siguiese
contando con enorme importancia también durante la Edad Media, especialmente a través de textos latinos tales como
De Oratore y De Inventione de Cicerón, la Institutio Oratoria de Quintiliano o la anónima Rhetoria ad Herennium y,
sobre todo por ser las que marcan la nueva Retórica medieval y determinan su recepción en el Renacimiento, dos obras
del siglo V, De doctrina christiana (una cristianización de la Retórica de la mano de San Agustín, esencial e
imprescindible para comprender la Retórica medieval) y De Nuptiis Philologiae et Mercurii (donde se introduce el
trívium y quadrivium medievales de las que más tarde hablaremos), obras de las que también se extraen enseñanzas
morales tan del gusto del medievo. En este punto, para comprender el papel de la Retórica en la Edad Media, resulta
oportuno centrarnos sobre tres puntos:
a) La polémica del cristianismo vs. paganismo: esta polémica tuvo enorme repercusión sobre los estudios
gramaticales durante los siglos IV y V principalmente, ya que la consecuente cristianización de la Retórica (en
especial de la mano de San Agustín, como ya hemos visto) marcó una serie de pautas en su transmisión a etapas
posteriores. Durante el siglo IV la Retórica romana pagana ejercía todavía enorme influencia pese a su abolición
por el emperador Teodosio en el 392, lo que llevó a las autoridades eclesiásticas a revisar los métodos
pedagógicos y las pautas culturales que guiaban la formación de los catequistas y de los predicadores. Salvo
algunos casos (San Ambrosio valoró la utilidad que, a veces, tenía el ornato retórico; San Jerónimo presenta
una actitud ambigua pues reprueba y acepta los procedimientos retóricos), tales revisiones tuvieron reacciones
violentas y radicales, como la de Cripriano y San Agustín, que coincidieron con algunas ideas platónicas al
insistir en el poder engañoso de las palabras y de valorar en demasía aquellas que no provenían de Dios (verbum
vs. Verbum); de manera que dentro de la doctrina cristiana fue creciendo la consideración de que se había de
primar siempre la claridad y la sencillez expresivas, a través de la formulación rigurosa de las verdades de la fe
y no tanto mediante la belleza formal de su expresión; se desarrolla, por tanto, el “estilo sencillo” y se rechaza
el uso de figuras retóricas. En definitiva, la referida polémica se tradujo en dos aspectos:
a. Desde el punto de vista jurídico-dialéctico: se desarrolla una elocuencia combativa y apologética en
defensa de las verdades cristianas por parte de los Padres de la Iglesia.
b. Desde el punto de vista de la comunicación: se desarrolla el sermo humilis evangélico, que contrapone
la sencillez expresiva de las sagradas escrituras a la artificiosidad del discurso retórico.
b) Las Artes: la tradición preceptiva clásica tiene como fundamento el ars grammaticae que incluye todos los
aspectos relacionados con el arte verbal (el estudio de las figuras, el comentario de obras literarias…) pero, tras
un largo proceso de absorción, selección y clasificación, con el trascurso de la Edad Media y la llegada del siglo
XI, acabó cristalizándose una categorización de las artes verbales a través de una triple distinción:
a. Ars praedicandi: la predicación eclesiástica, de manera que se centra en la preparación de discursos
dentro del ámbito de la predicación cristiana. Alpran, Martín Alfonso de Córdoba y Puig escribieron
tratados sobre esta arte.
b. Ars dictaminis: el dictado de cartas, donde se incluye tanto la elaboración de textos en prosa como en
verso, pues los límites entre la prosa y la poesía habían ido desapareciendo a lo largo de la Edad Media
(recuérdese, por cierto, la referida confusión entre Poética y Retórica). Gil de Zamora y Unzola
escribieron tratados sobre esta arte.

1
c. Ars poetriae: referida al ámbito de la composición de obras a través de la versificación (a este respecto
se escribieron obras como Ars versificatoria de Vendôme, Poetria nova de Vinsauf o Laborintius de
Eberardo el Alemán), incluyendo cuestiones de carácter teórico (disposición de las obras, fórmulas de
comienzo y cierre, fórmulas para alargar o acortar…) y estilístico (en especial lo relativo al decorum y
a los tipos de ornatos que han de utilizarse). También Martín de Córdoba, Baena, Encina y el Marqués
de Santillana escribieron obras sobre esta arte.
c) La teoría de los tres estilos: esta teoría aparece por primera vez en la Retorica ad Herennium, pero es Cicerón
quien distingue entre varias modalidades de estilo según el empleo que se haga de las diferentes técnicas de
composición (ver Tema de Cicerón). San Agustín tomó esta herencia y distinguió tres tipos; Genus submissum
o tenue: apropiado para la enseñanza, Genus temperatum o medio: apropiado para el entretenimiento, Genus
grande: apropiado para conmover (los cuales fueron tomados por los autores carolingios y se asimilaron en los
estudios de Poética, de manera que Juan de Garlande acabó sintetizándolos en la teoría de los tres estilos, la rota
Vergilii o rueda de Virgilio, en la que cada uno de los tres estilos se hace coincidir con otros tantos tipos humanos
que aparecen en las tres obras de Virgilio – el pastor de las Bucólicas representa el estilo humilde, el agricultor
de las Geórgicas representa el estilo medio, el noble de la Eneida representa el estilo sublime –).
Por último, cerramos este punto refiriendo a la Retórica y a la Poética en la España medieval. Podemos decir que durante
la Edad Media en España no se interrumpió el contacto con la civilización helénica, pues los autores griegos se hallaron
siempre presentes en los centros culturales de la Península, primero directamente y después a través de los árabes; lo
mismo ocurrió con la latina (baste recordad a figuras tan notables como San Isidoro o el papel de la cultura latina como
intermediaria entre la recepción de la tradición árabe en la Escuela de Traductores de Toledo). Así, son figuras esenciales
en este sentido:
a) Averroes: hispanoárabe que comentó en el siglo XII las obras Retórica y Poética de Aristóteles. Comenzó así
una tradición de recuperación clásica que continuó en el siglo XIII con el estudio de Cicerón y de la Rhetoria
ad Herennium.
b) Ramón Llull: escribió una Rhetorica Nova, inédita durante siglos, así como un Llibre d’Evast e d’Aloma e de
Blanquerna en el que se considera que el conocimiento de la Retórica debe ser posterior al de la Dialéctica, y
que la misión del orador consiste en persuadir a su auditorio mediante el empleo de imágenes. Define la Retórica
como ars inventa, cum qua rhetoricus colorat et ornat sua verba.
c) Don Juan Manuel: en el ámbito de la Poética, con sus De las reglas como se debe trovar, se sitúa como el autor
más antiguo de un tratado escrito en castellano, iniciando una tradición que continuarían otros como Pero
Guillén Segovia (El libro de las consonantes o Gaya Ciencia) o el Marqués de Santillana (Carta al Condestable
de Portugal) o Juan del Enzina (Arte de poesía castellana).

3.2-La retórica en el Renacimiento

La Retórica, que había sido una disciplina secundaria durante la Edad Media (hermana pequeña de la Gramática y de la
Dialéctica) alcanzó un papel preponderante durante los siglos XV y XVI tanto en el ámbito de la enseñanza como en el
de la cultura, pues se entiende que es una asignatura cumbre de la formación integral humanística:
a) El Humanismo italiano y el auge de la Retórica: el Renacimiento italiano se propuso como meta la recuperación
de los textos originales, de manera que el auge que la Retórica sufrió durante esta época tuvo como eje básico
la recuperación de la obra de Cicerón, pues en ella se representa el ideal humanista (de hecho, se buscó
restablecer el estilo ciceroniano frente a la retórica monacal, considerada tosca y bárbara), pero también se apoya
sobre la Poética de Aristóteles, la Epístola ad Pisones de Horacio, las Instituciones oratorias de Quintiliano y
el anónimo Sobre lo sublime. Así, el humanista Lorenzo Valla, en su Elegantiae linguae latinae se propuso
crear un nuevo Imperio Romano, no a través de las armas, sino mediante el empleo del cultivo y del estudio de
la lengua latina, de la cultura clásica, de la Retórica como pieza esencial en la enseñanza, no en tanto que parte
del trívium medieval, sino como arte noble y creativo, autónomo, cuyo conocimiento y práctica enaltece al
individuo. Así, en esa búsqueda de recuperar la pasada grandiosidad clásica, la Retórica se extiende sobre el
ámbito civil, religioso, judicial y académico.
b) La Retórica en la enseñanza: en las escuelas lo cierto es que existió una pugna por conservar la prioridad
académica entre la Dialéctica y la Retórica, pues los profesores de Dialéctica deseaban mantener a la Retórica
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en el plano secundario que había ocupado durante la Edad Media. Esto llevó a que muchos tratadistas
reformularan los contenidos específicos de cada una de estas disciplinas (tal es el caso de, por ejemplo, Jorge
de Trebisonda que pretende armonizar el estudio de ambas o Lorenzo Valla que considera a la Dialéctica como
parte de la Retórica). La polémica también se extendió sobre la clasificación de las partes de la elaboración del
discurso y de su importancia (Melanchthon considera la inventio y la dispositio como partes de la Retórica;
Lluis Vives elimina la inventio, Petrus Ramus antepone la Dialéctica a la Retórica y divide a esta última en
elocutio y pronunciatio). En la mayoría de los casos la Dialéctica se continuó anteponiendo a la Retórica, pero
no quedó claro qué partes correspondían a cada una, pero la Retórica acabó reduciéndose a un arte sobre las
cuestiones de estilo.
c) La recuperación de los textos clásicos: este fue un hecho de capital importancia para explicar el nuevo auge de
la Retórica pues, aunque ya se conocían y se habían traducido algunas en el XIII (Retórica, Poética) lo cierto
es que en ningún momento como durante el Renacimiento se acentuó tanto el interés por los textos clásicos,
recuperando Petrarca cartas de Cicerón o Leonardo Bruni y Marsilo Ficino los diálogos platónicos, Poggio
encontró un manuscrito completo de las Institutiones Oratoriae en 1416 en un Monasterio de San Galo (obra
ya valorada durante la Edad Media, pero que sólo se conocía con muchas lagunas y nunca antes completa), el
éxito y popularidad que alcanzó la obra completa durante los siglos XV y XVI fueron inmensos y Quintiliano
fue considerado como una autoridad tanto en materia de educación como en el de las técnicas retóricas,
pedagogos y humanistas se dejaron influir, junto a Cicerón, parte de cuyas obras también se recuperó en este
siglo. Humanistas italianos viajaron a Grecia y los griegos a Italia, se realizaron interesantes viajes intercambios
culturales, se recuperaron multitud de textos que pudieron extenderse, junto a los ya citados, también los griegos
Sobre la composición (Dionisio de Halicarnaso), Sobre las ideas (Hermógenes), Sobre el estilo (Demetrio),
Sobre lo sublime (Pseudo Longino)…
d) Poética y géneros literarios: las creaciones literarias procedentes del mundo grecolatino apenas tenían nada que
ver con las surgidas a partir de la Edad Media, sin embargo, durante el siglo XVI se consagró como modelos a
los autores grecolatinos y, como consecuencia, se impuso como normas para la composición literaria los rasgos
característicos de los géneros de la Antigüedad y su clasificación en épico, dramático y lírico, cada uno de los
cuales con rígidas normas extraídas de los textos griegos y latinos conservados.
e) Retórica y Poética en España: en general, España es deudora de Italia en el ámbito de la Retórica, tanto en las
preceptivas y en los manuales de enseñanza como en la teoría y en la práctica oratorias. Rhetorica ad Herennium
Trebisonda y Rodolfo Agrícola son continuamente utilizados. Las clases de retórica eran teóricas (estudiando
los tratados referidos) y prácticas (se busca que los alumnos dominen la lengua latina y conozcan las obras
clásicas a través de comentario de textos). En España, eso sí, no hubo una verdadera renovación en este campo
debido a la intransigencia ideológico-religiosa que obstaculizó las posibilidades de cambios y reformas. En todo
caso, destacaron figuras como Nebrija, Lluis Vives, El Brocense, Miguel de Salinas (con la primera retórica
española escrita en lengua vulgar) o Arias Montano.

3.3-La retórica en el siglo XVII

El siglo XVII fue, en palabras de Fumaroli, el heredero del Renacimiento la Era de la Elocuencia. Ahora bien, frente a
esto, lo cierto es que se observa escasa originalidad y número respecto al siglo anterior, menor calidad en las enseñanzas
retóricas, un anquilosamiento de la materia (se acaba reduciendo a largas listas de figuras). Respecto a este siglo,
señalamos los siguientes puntos:
a) El clasicismo francés: el espíritu clásico francés del siglo XVII (gracias a la generación de 1660 de Molière, La
Fontaine y otros) respetó y practicó los principios de la teoría clásica en sus creaciones literarias. De esta manera,
se desarrolló una estética literaria caracterizada por la aceptación de las reglas clásicas, el predominio de la
razón y de la claridad y el rechazo de la inspiración y de la fantasía desordenada. La obra más representativa de
esta realidad fue el tratado ampliamente traducido y que ejerció enorme influencia en la Europa del siglo
posterior, Arte Poética (1674) de Nicolás Boileau, heredero de ideas horacianas y aristotélicas que defendió la
pureza de la lengua francesa, la necesidad de una versificación rígida, la creencia en la belleza absoluta, eterna
e inmutable de lo clásico y el mayor interés sobre la forma que sobre el fondo.

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b) Los jesuitas en la retórica: los jesuitas desempeñaron un importantísimo papel tras el Concilio de Trento, de
manera que ocuparon un puesto preponderante en el sistema de enseñanza, desarrollando lo que llamaron Ratio
studiorum, adoptado en 1600 en la Universidad de París, que concedía primacía al estudio de las Humanidades
y, dentro de ellas, a la Retórica como la más noble; intentando superar la querella entre ciceronianos y
anticiceronianos, en la línea contrarreformista, adoptaron la llamada imitatio multiplex, una corriente ecléctica
de corte asianista, basada en Séneca y en los Padres de la Iglesia, que confirió gran importancia a los colores
(esto es, descripciones y recursos patéticos) y a la varietas ingeniorum (de tal manera que cada autor podía, a
partir de ciertos modelos, crear su propio estilo); dando lugar a una disciplina sensorial e imaginativa, más que
racional, una Retórica de los colores basada en descripciones y recursos fónicos, dando lugar a una especie de
sofística sagrada destinada a un público cortesano. Esto, evidentemente, se extendió también a ámbitos ajenos
a la educación, y la oratoria sagrada fue una de las contribuciones más destacadas durante el siglo XVII
(mientras que la oratoria judicial apenas alcanzó algún interés y la deliberativa era prácticamente inexistente).
c) El estilo en la predicación: dentro de la predicación eclesiástica, existió una polémica entre dos tendencias:
a. Asianismo: defendido por los jesuitas como el padre Caussin y el padre Cressolles, es la ya referida
sofística sagrada, muy ampulosa. Entienden que la verdadera erudición reside en el conocimiento de un
repertorio de tópicos capaces de impresionar al auditorio.
b. Aticismo: el padre Vavasseur y el humanista Marco Antonio Muret, entre otros, otorga al estilo
ciceroniano la máxima consideración, y cree que ha de tenderse a la claridad, simplicidad, elegancia,
quedando el discurso desprovisto de adornos superfluos y siempre acorde al asunto tratado.
i. El caso de Italia: esta pugna propia de los jesuitas franceses no se limitó a ese círculo, sino que
se extendió a otros países europeos. De hecho, a finales del siglo XVI Italia había visto resurgir
la Segunda Sofística a través de la pugna entre los estilos aticista (propiamente renacentista,) y
asianista (propiamente barroco, siendo representativas las Dicerie sacre de Giambattista
Marino, que subordina cuestiones propias de la oratoria sagrada a un ejercicio de virtuosismo
sofístico y que tuvo gran influencia en muchos escritores y novelistas como en el caso del
Panegirici sacri del exjesuita Emmanuele Tesauro).
d) Deleitar y convencer: fue frecuente en este siglo el desarrollo del conceptismo, de manera que, pese a la referida
controversia en cuanto al asianismo y al aticismo en el estilo de la predicación religiosa, en este siglo se insiste
mucho más en la ilustración deleitosa del conocimiento que en la fuerza persuasiva para doblegar la voluntad.
Se busca impresionar deleitando aunque no se potencie el aspecto estético. La Retórica tiene nuevamente una
finalidad más decorativa que persuasiva, limitándose otra vez a la mera elocutio, siendo un caso paradigmático
el de la proclamación de Urbano VIII como Papa, que trajo consigo una vuelta a la cultura y al arte profanos y
la recuperación del arte demostrativo y el género epidíctico para exaltar la figura papal.

3.4-La retórica en el siglo XVIII

Durante el siglo XVIII, aunque queda en cierta medida superada la enseñanza de las artes liberales tal y como se venían
entendiendo, no es menos cierto que la Retórica y la Poética, bajo distintas denominaciones, siguen siendo materias
integradas en la mayoría de los planes de estudio de las principales universidades y escuelas europeas. En España, el
siglo XVII es tiempo de examen, revisión crítica y reforma educativa, también es tiempo de enfrentamiento entre los
defensores de lo antiguo (barroquismo huero y rimbombante al estilo de Fray Gerundio de Campazas de Francisco de
Isla) y los propugnadores de lo moderno (el clasicismo de Boileau, al que colocan al nivel de los grecolatinos). En todo
caso, en lo que refiere a autores concretos destacados de la Retórica en el siglo XVIII español, podemos destacar:
a) Ignacio de Luzán (1702-1754): considerado el representante de un clasicismo peculiar que, aunque sin
contenidos originales, se adapta a la situación española a través de su Poética (1739 y 1789), influida por
Muratori y Boileau. Junto a la obra referida, dejó también un manuscrito titulado La Retórica de las
conversaciones, introducida en la segunda edición de su Poética, y que es un original trabajo de juventud fruto
de su observación personal sobre la importancia social de la buena comunicación entre los hombres, así como
sobre los frecuentes errores en el habla cotidiana; en la que destina un capítulo a la intellectio inventio y
dispositio; otro a la elocutio, otro a la pronuntiatio y otro a la exercitatio. Luzán, en ella, sostiene el carácter
eminentemente persuasivo en su uso coloquial, describe la fuerza expresiva y comunicativa de los diferentes
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procedimientos que normalmente se emplean en la conversación ordinaria y analiza las diferentes funciones que
las convenciones sociales le asignan al lenguaje.
b) Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781): además de su capital Orígenes de la Lengua española (1737) escribió
otras sobre oratoria como Oración que exhorta a seguir la verdadera idea de la Elocuencia Española (1727),
El orador christiano (1733) y Rhetorica (1757). Pretende dar a conocer las teorías de Aristóteles, Hermógenes
y Longino, Cicerón y Quintiliano, Nebrija, Vives, Matamoros, Fray Luis de Granada y el Brocense; de esta
manera, pretende resucitar los estudios de Retórica desde la perspectiva clásica del humanismo cristiano del
XVI. Es una obra claramente clasicista en las ideas que defiende, los modelos que escoge y en la división de las
partes de la Retórica y su diferenciación con respecto a la Dialéctica.
c) Alonso Pabón Guerrero: en su Rhetórica Castellana (1764) enseña el modo de hablar bien y de formar una
oración o discurso coordinado sobre cualquier asunto, para cualquier persona y estado, especialmente para
jóvenes, que hallarán en ella un método seguro para saber hablar acertada, elegante y copiosamente. A través
de cinco capítulos (esencia de la retórica – la materia de que trata – las partes de que consta – utilidad, valor y
dignidad – medios por donde se alcanza, que son la naturaleza, el arte, el ejercicio y la imitación). Es también
una obra clasicista, pues toma como autoridades a los autores clásicos (Aristóteles, Aphtonio, Cicerón,
Demóstenes, Demetrio, Diógenes, Hermógenes, Horacio, Longino, Plutarco, Platón, Quintiliano, Tácito…).
d) Calixto Hornero: escribió Elementos de Retórica, destinado a niños y adultos sin conocimientos técnicos de
elocuencia ni de lengua latina. Incluye progymnasmas (ejercicios literarios), trata de la elocuencia, traducción,
variación, narración, amplificación, etología, desenlace del verso, fábula y cría. Habla del objeto de la retórica,
de su origen y fin, de sus principales cultivadores, de los distintos géneros y de los diferentes procedimientos y
medios para alcanzar cada fin, de las partes (Elocución, Invención, Disposición y Pronunciación) e incluye
ejemplos extraídos de la Divina Escritura y de los Santos Padres.
e) Antonio Capmany (1742-1813): en su Filosofía de la Elocuencia (1777) introduce ciertas innovaciones sobre
la elocutio, de clara inspiración sensualista. Introduce también reflexiones gramaticales e ideas estéticas en las
que sigue la tendencia de fundamentar la Retórica y la Poética en principios filosóficos y lingüísticos. Ahora
bien, más una filosofía de la elocuencia es un tratado sobre el estilo, una retórica algo menos empírica que las
comunes y que incluye ya ciertos vislumbres románticos sin dejar de tener corte clasicista, pero cargada de
sensualismo, sentimentalismo y relativismo.
f) Mariano Madramany y Calatayud: en su Tratado de la Elocución o perfecto lenguaje y buen estilo respecto al
castellano (1795) cita y sigue a autores antiguos (Córax, Tisias, Aristóteles, Hispérides, Iseo, Dionisio de
Halicarnaso, Celso, Quintiliano, Longino…) y modernos (Vosio, Lebrija, Salinas, Vives, Arias, Montano,
Granada, Campany, Mayans…). Defiende que la retórica es necesaria para corregir o evitar los defectos al decir
y, aunque no da el genio, ofrece auxilios valiosos para perfeccionar el discurso, por eso la elocutio es la parte
más importante, al dotar a los discursos de belleza que deleita, fuerza que persuade y gracia que mueve.

3.5-La retórica en el siglo XIX

La Retórica y la Poética decimonónicas, al contrario de lo que se suele afirmar, cuenta con enorme interés histórico y
científico gracias a la cantidad de tratados publicados. Aquí comentamos algunos:
a) Francisco Sánchez Barbero: en sus Principios de Retórica y Poética (1805) muestra gran influencia de Blair,
de manera que entiende que los sentimientos del orador son los que determinan la organización del discurso,
los que imponen su forma y los que condicionan sus contenidos, desarrollando una teoría sentimentalista de
claro corte romántico y psicologista. Además, tanto la Retórica como la Poética se deben apoyar en un
conocimiento del alma humana, necesitando ayuda de la Piscología para alcanzar el alma de aquellos a quienes
va dirigido el discurso.
b) José Gómez Hermosilla: en su Arte de hablar en prosa y verso (1826) desarrolla una obra de carácter preceptivo
en la que trata cuestiones relacionadas tanto con la expresión oral como con la escrita, pretendiendo centrarse
en la función comunicativa, de manera que el principio que ha de regir la elaboración del discurso aquel que
tiene en cuenta los propósitos del orador y los efectos reales que produce sobre el auditorio, de manera que las
cuatro partes del discurso deben destinarse siempre a la persuasión del auditorio. Se integra en el más rígido
neoclasicismo
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c) Pedro Felipe Monlau: en su Elementos de Literatura o Tratado de Retórica y Poética (1842) se apoya en obras
de Cicerón, Blair, Boileau, Granada, Capmany, Iriarte y Gómez Hermosilla entre otros, para tratar la cuestión
de la elocución, los géneros poéticos y la noción del gusto y la función de la crítica. Defiende, en general, una
Retórica apoyada en la Piscología y en la Lógica a partir de un análisis profundo de las facultades del alma y
del conocimiento riguroso de los resortes del corazón y de las leyes que regulan sus respectivos
comportamientos.

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4-LAS NUEVAS RETÓRICAS

4.1-La retórica en el siglo XX

Varias cuestiones es oportuno destacar aquí:


a) Retórica y Teoría Literaria: a lo largo de la historia, las conexiones entre retórica y poética, presentes desde sus
mismos orígenes, se han reforzado o intensificado en determinados momentos. Uno de los momentos en los que
la vinculación es más estrecha lo encontramos en el siglo XX:
a. Las poéticas del desvío: diversas corrientes teóricas del siglo XX se han articulado en torno a la noción
retórica del desvío, en tanto que consideran que el lenguaje literario consiste en una desviación de los
parámetros del lenguaje cotidiano:
i. La Estilística idealista: asocia las desviaciones idiomáticas con las peculiaridades psíquicas, de
manera que la lengua literaria es la expresión intuitiva de la individualidad del artista.
ii. La Poética estructuralista: el desvío de la norma es característico del lenguaje poético, de
manera que en los textos científicos o del lenguaje corriente el grado de poeticidad es cero, y
cuanto mayor es la desviación de un texto mayor es ese grado, si bien es cierto que no se basta
por sí misma. Procedimientos fónicos, sintácticos o de cualquier otra clase determinan una
desviación, pero esta ha de ser entendida en el seno de sus funciones y contextos para
determinar su densidad. Así, una desviación será densa en el discurso retórico si esta profundiza
en la finalidad persuasiva del mismo.
iii. La Estilística generativa: el estilo de un autor se determina descomponiendo un texto en sus
frases nucleares, componentes constantes, a las que se sumarían alternativas transformacionales
de esa estructura profunda en la estructura superficial.
b. La Escuela de Praga: el concepto de extrañamiento es la base de la literariedad de la que hablaban los
Formalistas rusos y que continuaron los miembros del Círculo de Praga a través de Jakobson. Se trata
de un concepto que coloca la forma en el lugar más relevante, de manera que el valor de la recurrencia
es tomado como rasgo característico de la poesía (algo que ya fue señalado por Aristóteles). Aunque
poesía y oratoria no son lo mismo, el discurso retórico no debería quedar desprovisto de ritmo; así,
Jakobson habla de conceptos tales como el modelo de verso, modelo de ejecución o recurrencia como
soportes de la función poética, que pueden relacionarse con la manera en la que el orador ha de utilizar
una prosa elegante y algo extranjera, tal y como hace el poeta, pero procurando que no se note el artificio
en el momento de componer eligiendo, como nos decía Aristóteles.
c. La Pragmática literaria: Austin en su How to do Things with Words mostró cómo el lenguaje sirve para
la acción, tal y como Gorgias reconoció su capacidad para mover los sentimientos y encandilar a la
población, o Aristóteles dijo cuando estableció para los distintos géneros del discurso la capacidad de
la palabra de influir en los receptores. Desde esta perspectiva, el discurso literario se presenta como un
acto del habla en la que el emisor invita al receptor a ponerse en una determinada situación, obviando
si se trata de una situación falsa o no; en el discurso retórico, por su parte, el juez es encandilado por la
belleza del discurso y por la fuerza de los argumentos verosímiles, éticos y emocionales (en definitiva,
el discurso retórico y el literario son consecuencia de la realidad pragmática específica de cada uno de
ellos, esto es, de su finalidad fundamentalmente).
d. La Hermenéutica y la Poética de la Recepción: la retórica clásica en general fijó su atención en muchas
ocasiones sobre el receptor, lo que se pone de manifiesto en la división de los géneros discursivos en
atención al tipo de receptor a quien va dirigido (juez en la retórica judicial, espectador que disfruta en
la epidíctica o espectador que valora los hechos futuros en la deliberativa). Así, el mismo Aristóteles en
su Poética mostró la importancia de los efectos de los distintos géneros en el público (por ejemplo,
habla de la catarsis como efecto de la tragedia sobre el alma de los espectadores). En estrecha relación
con lo mencionado se encuentra la Estética de la Recepción de Jauss e Iser, que inciden en la fuerza
histórica del destinatario y en su intervención en la obra literaria en tanto que imposición de su horizonte
de expectativas sobre el autor. El propio Jauss nos habla de diferentes categorías de la experiencia
estética; la poiesis (como experiencia estética de la creación de la obra), aisthesis (como experiencia
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estética de la sensación) y katharsis (como experiencia estética de la purificación de lo emocional). Así,
tomando la Estética de la Recepción y adaptándola a la Retórica, el receptor es tomado como parte
fundamental del discurso en tanto que encarna los efectos estéticos del mismo y en tanto que contribuye
a la creación del mundo ficticio que va construyendo el emisor, en tanto que completa zonas vacías o
indeterminadas mediante una serie de estrategias que generan una dialéctica entre emisor y receptor,
pues este último actualiza el discurso, permitiendo que este sea un todo orgánico, interrelacionado,
coherente, ordenado, armónico y equilibrado en sus partes.
e. La ciencia empírica de la literatura: frente a las limitaciones de visiones modernas sobre el hecho
literario, la teoría clásica no olvidó en ningún momento la dimensión pragmática y el carácter social del
lenguaje como acción, relacionando en todo momento el emisor con el receptor. También en este sentido
se adelantó a la moderna ciencia empírica de la literatura de Schmidt, en la que se apuesta por una teoría
global de la comunicación literaria que no se centra exclusivamente en la textualidad, sino que responde
a una teoría general de las acciones sociales y de la comunicación estética en particular. La literatura es
vista como un todo sistemático en el que intervienen productores, mediadores, receptores y
procesadores, que ha de estudiarse en relación con los contextos en los que se actualiza, de manera que
se puede relacionar con la justificación de la retórica en atención al propósito, contexto y efectos que
se pretenden conseguir en los destinatarios, que están detrás de su propia configuración textual.
f. La Deconstrucción: la preocupación por el lenguaje y su relación con la realidad, con la capacidad de
crear otras realidades y con ello hechizar a los oyentes, que apreciamos en Gorgias, se acerca a la
perspectiva de la Deconstrucción. Así, si Gorgias dejó claro que el lenguaje solo produce lenguaje, de
manera que nos comunicamos con palabras y no con realidades; y de la misma manera que Aristóteles
afirmó que el texto literario no reproduce la realidad, sino que la imita o reproduce miméticamente,
también Derrida entiende que los signos lingüísticos refieren solo a otros signos, de manera que no es
posible interpretar un texto de forma definitiva, pues todo intento de interpretar un texto da lugar a un
nuevo texto interpretativo que puede ser interpretado, y así sucesivamente, de tal manera que todo texto
carece de una estructura nítida y de un significado unívoco y claro, quedando deshecho el referente real
del lenguaje. El texto no corresponde a un sistema lingüístico estructurado, ni la obra literaria tiene
unidad orgánica ni semántica descifrable. La deconstrucción ataca la idea de la obra literaria como
estructura total, cerrada y centrada, e incide en la idea de leer cada texto de distintas maneras y con
diferentes miradas.
b) La Neorretórica: durante la primera mitad del siglo XX pervive una retórica decadente y normativa en la línea
clásica, con reimpresiones de tratados del siglo anterior que mantienen el interés sobre los aspectos elocutivos.
Pero a mediados del siglo XX se produce una revitalización de la retórica desde el punto de vista científico y
académico y se abre a otros campos. Fundamentalmente puede hablarse de lo siguiente:
a. La retórica filosófica o argumentativa: con origen en la obra de Perelman y Olbrechts-Tyteca en la que
se estudian las técnicas discursivas y los medios para lograr la adhesión, intentando con ello paliar la
desatención que había experimentado la teoría de la argumentación en los últimos siglos. Así, es una
nueva retórica que hunde sus raíces en la teoría clásica aristotélica con la idea de construir una teoría
del discurso y organizar los esquemas argumentativos tradicionales. Estudia las técnicas discursivas
para provocar o acrecentar la adhesión de los espíritus a determinadas tesis, como una especia de lógica
de los juicios de valor que tiene como campo lo razonable y ligado al sentido común. Además, cuenta
con especial importancia la dimensión pragmática, pues ha de tenerse en cuenta el conocimiento,
adecuación, situación, nivel cultural… del auditorio. Asimismo, se insiste en torno a la manera de
construir la argumentación, abordando los temas sobre los que hay acuerdo, la elección de los datos, su
presentación, la forma del discurso, las figuras retóricas, las técnicas argumentativas y el orden de los
argumentos.
b. La Retórica General del Grupo de Lieja, el Grupo μ (Grupo Mi): la revitalización de la retórica en el
siglo XX se ha de situar en la línea de intereses de destacados teóricos como los reunidos en torno al
Grupo Mi, compuesto por investigadores de la Universidad de Lieja (Dubos, Edeline, Klikenberg,
Minguet, Pire, Trinon…) que organizaron la teoría clásica de la elocutio (prescinden de la inventio y de
la dispositio) basándose en conceptos lingüísticos estructuralistas, que la aproximan a la Lingüística,
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Semiótica y Poética y que la ponen también en relación con los trabajos de Du Marsais, Fontanier o la
Estilística. Así, para estos autores la retórica no es el arma de la dialéctica, sino el instrumento de la
poética, con la que no se confunde porque opera en todos los tipos del discurso, aunque abunden las
figuras en el discurso argumentativo. En su Rhetórique générale, el Grupo Mi, en 1970, presentan la
retórica como la ciencia del discurso del mismo modo que la lingüística es la ciencia del código, de
manera que la literatura es un uso específico del lenguaje y la retórica el estudio de las técnicas de
transformación del discurso a través del uso de las metáboles (modificaciones de las relaciones entre el
mensaje y el contenido), que pueden darse, correspondiendo al plano de la expresión, en el plano
gramatical – fono-morfológico (metaplasmos), sintáctico (metataxis) o semántico (metasememas) – o,
correspondiendo al plano del contenido, en el plano lógico (metalogismos). Además, este grupo definió
un “grado cero absoluto” de desvío, que se da en discursos reducidos a sus semas esenciales, en el que
no es posible la supresión de elementos sin quitarle al discurso toda su significación, de manera que
todo añadido a ese grado cero es ya parte de los recursos retóricos (ya sea mediante supresión, adición,
supresión-adición o permutación).
c. La Retórica General Textual: Garcia Berrio aboga por una retórica moderna entendida como ciencia
general del discurso, que conecta con las aportaciones fundamentales de la retórica clásica y las más
modernas procedentes de la Lingüística, la Teoría Literaria, la Dialéctica y la Lógica o Teoría de la
Comunicación. Esta Retórica General Textual, junto con la Poética, se configura como una Retórica
General Literaria, en la que se reconvierte el aparato conceptual de la tradición retórica a manos de la
pragmática, lingüística del texto, sociolingüística, semiótica… pero también psicología, derecho,
publicidad… Asimila los conceptos de contenido y forma a las operaciones retóricas de la inventio,
dispositio y elocutio, y relaciona las partes del discurso retórico con las operaciones de enunciación
verbal, convirtiéndose en un completísimo instrumento de análisis del discurso en general. Ángel López
García ha hablado de una retórica universal en la que traduce los conceptos clásicos a términos
pragmáticos, estilístico-literarios y lingüísticos, de manera que la inventio es la Semántica y la dispositio
corresponde a la Sintaxis.
d. La retórica de la cotidianeidad: neorretórica orientada al análisis conversacional, que tiene sus bases en
las corrientes pragmático-lingüísticas modernas, de manera que se trata de una retórica no restringida a
la elocución poética, sino que atiende a la pluralidad de hechos discursivos. Ravazzoli habla
específicamente de esta retórica sobre la base de dos procedimientos retóricos fundamentales; aquellos
que tienen como función un incremento general de la función lingüística (eje de amplificación), y
aquellos que tienden a una reducción de la información lingüística (eje de atenuación), de manera que
puede distinguirse entre la información lingüística y la información retórica, siendo esta última más
compleja, pues aúna la comunicación lexicalizada, expresada por medios verbales y más estable, y la
comunicación pragmática, menos estable por incluir el contexto lingüístico, extralingüístico, situacional
,psicológico, social…
e. La retórica del silencio: propuesta de Paolo Valesio acerca de una retórica filosófica en que el objeto
de la retórica es todo el discurso humano, de manera que nada queda fuera de ella, pero se considera
que el discurso literario es el que mejor refleja la densidad de la comunicación. La retórica no verbal es
la que lleva a teorizar sobre la alternativa de lo que no se expresa en palabras, siendo el silencio
comprendido no como ausencia de comunicación, sino como momento de reflexión sobre las
posibilidades del lenguaje, desafío del inmenso dominio de la retórica.
c) La Pluridisciplinariedad de la Retórica: la retórica siempre estuvo vinculada a otras disciplinas en tanto que
saber asociado necesariamente a otros conocimientos , pues ya en los tratados clásicos se definía como el ars
bene dicendi, de manera que establecía las bases para hablar adecuadamente cualquiera que fuese el contexto.
En la actualidad, lejos de toda visión reduccionista, se ha entendido la retórica como sinónimo de amplitud de
intereses, aplicaciones y efectos.
a. Retórica y Filosofía: a lo largo del tiempo estas dos disciplinas han guardado entre sí una relación muy
estrecha y no siempre bien resuelta (recuérdese a Platón en su Gorgias o Fedro, pero también la buena
consideración que de ella tuvo Aristóteles, o la subordinación de la Retórica a la Filosofía que presentó
Cicerón en su El Orador). En todo caso, las relaciones entre ambas disciplinas son evidentes,
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comprendiendo el enfoque más universal de la filosofía frente al más particular de la retórica, así como
la atención de esta última a los condicionantes de la emisión y la recepción del discurso, frente a la
desvinculación de la filosofía de las circunstancias concretas del emisor y del receptor. Más
modernamente, la relación se ha establecido sobre la consideración de la lengua como objeto de interés
filosófico por ser el vehículo de pensamiento, de la mano de Russell, Carnap, Wittgenstein, Perelman
u Olbrechts-Tyteca.
b. Retórica y Dialéctica: históricamente han mantenido una lucha de poder (representado, entre otras
cosas, en el Trivium medieval) que acabó ganando la Retórica en su máximo auge académico del XVI.
En todo caso, la Dialéctica, dominada por los sofistas y originariamente asociada al arte del diálogo,
aportó a la Retórica un mejor conocimiento de los procesos de argumentación, enseñando cómo
construir argumentos sólidos, cómo demostrar nuestras tesis o cómo rebatir las ideas contrarias.
c. Retórica y Antropología: el estudio del comportamiento humano en el seno de una cultura iluminará
una mejor comprensión de la eficacia de los procedimientos retóricos dentro de una determinada cultura
o grupo social, pues la adecuación al auditorio que exige todo acto persuasivo conlleva el conocimiento
cercano de los grupos humanos en jaque.
d. Retórica y Psicología: la Retórica moderna tiene en la Filosofía una de las disciplinas más útiles a la
hora de abordar cuestiones como la empatía, la afinidad emocional o la influencia persuasiva, de manera
que el emisor ha de contar con habilidades psicológicas para alcanzar la persuasión. La psicología del
orador y del auditorio influyen indudablemente en la teoría y en la práctica retóricas.
e. Retórica y Sociología: esta relación se establece esencialmente en el plano del receptor, pues conceptos
como el decoro (la planificación discursiva acorde al sexo, edad, cultura, lugar de nacimiento y
residencia, profesión…), pues ayuda a identificar las expectativas de los oyentes y, en gran medida, su
valoración, aceptación o rechazo a las palabras del orador.
f. Retórica y Pedagogía: en el ámbito de la enseñanza, la Retórica ha ejercido en la tradición occidental
un papel central en los planes de estudio (desde Quintiliano hasta hoy, en especial durante los siglos
XV al XVII, incluyendo la Radio Studiorum de los jesuitas); así, la Retórica fue enseñada a los
estudiantes, pero también fue (y es) utilizada de forma subsidiaria como herramienta para la explicación
de contenidos o la difusión de los resultados de las investigaciones realizadas.
g. Retórica y Publicidad: la finalidad de la Publicidad es la creación de mensajes con el propósito
comercial de vender un determinado producto, de tal manera que la Retórica, con su implicación en la
generación de discursos persuasivos, se encuentra estrechamente relacionada.
h. Retórica y Política: el discurso político no deja de ser un discurso público oral que pretende persuadir
a un auditorio, especialmente en las sociedades democráticas.
i. Retórica y Derecho: la relación es evidente, pues es en el plano jurídico en el que encontró su nacimiento
la Retórica, y la voluntad de persuasión ha estado siempre ligada a lo judicial.
j. Retórica y Poética: las relaciones fueron señaladas ya desde antiguo, pues la finalidad de los discursos
literarios es también la de influir en los receptores en cierto modo cognoscitivo, estético o emocional.
k. Retórica y Lingüística: la corrección gramatical, la claridad expositiva, el empleo adecuado y preciso
de las palabras, la corrección en la elaboración de la frase, la pronunciación adecuada y clara de los
sonidos… todo ello pone de manifiesto la relación estrecha con todos los planos de la Lingüística.
l. Retórica y Pragmática: en el margo general de la Lingüística del Texto, la Pragmática lingüística añade
muchos nuevos planos de análisis a la Retórica.
m. Retórica y Semiótica: la ciencia que estudia los procesos culturales como procesos de comunicación en
los que los signos se vuelven significantes se hace evidente como la relación se establece, en especial,
en lo que refiere a la carga de significado de la imagen, los gestos, la posición, los movimientos, la
voz… del orador, entre otras cosas.
n. Retórica y Teatro: como manifestación semiótico-literaria, el teatro ha encontrado gran relación con la
retórica, en especial con los procesos de literaturización de esta disciplina.

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