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La retórica antigua

Las prácticas retóricas


La retórica de la que se tratará aquí es ese metalenguaje (cuyo lenguaje-objeto fue el «discurso») que reinó
en Occidente desde el siglo V antes de Cristo hasta el XIX. Este comportó distintas prácticas, presentes
simultánea o sucesivamente, en la «retórica»:

1. Una técnica, arte de la persuasión, conjunto de reglas de recetas cuya puesta en práctica permite
convencer al oyente del discurso, aun cuando aquello de lo que hay que persuadido sea «falso».
2. Una enseñanza: el arte retórica, transmitida inicialmente por vía personal, se introdujo rápidamente
en las instituciones de enseñanza.
3. Una ciencia, es decir: a) un campo de observación autónoma que delimita ciertos «los efectos» del
lenguaje; b) una clasificación de esos fenómenos (cuyo rasgo más conocido es la lista de las «figuras»
de retórica); c) una «operación», es decir, un metalenguaje, conjunto de tratados de retórica, cuya
materia -o el significante- es un lenguaje-objeto (el lenguaje argumentativo y el lenguaje
«figurado»).
4. Una moral: por ser un sistema de «reglas», cuyo papel consiste en supervisar (es decir, en permitir y
en limitar) las «desviaciones» del lenguaje pasional.
5. Una práctica social: la retórica es aquella técnica privilegiada (porque hay que pagar para adquirirla)
que permite a las clases dirigentes asegurarse la propiedad de la palabra.

Orígenes e historia: La retórica (como metalenguaje) nació de los litigios sobre la propiedad en la Antigua
Grecia. Estos procesos eran de un tipo nuevo: movilizaban jurados populares con gran número de miembros,
ante los cuales, para convencer, había que ser «elocuente». Esta elocuencia participaba a la vez de la
democracia y de la demagogia, de lo judicial y de lo político (lo que luego se llamó de deliberativo) y se
constituyó rápidamente en objeto de enseñanza.

Con la expansión de la enseñanza de la retorica surgió la protorretorica: ¿Qué es esta protorretórica? Una
retórica del sintagma, del discurso, de la figura. Posee ya las cinco partes de la oratio que formarán durante
siglos el «plan» del discurso oratorio: 1) El exordio; 2) la narración o acción (relato de los hechos); 3) la
argumentación o prueba; 4) la digresión; 5) el epílogo. Es fácil comprobar que al pasar del discurso judicial a
la disertación escolar este plan mantuvo su organización principal: una introducción; un cuerpo
demostrativo; una conclusión.

Es en el nivel del conflicto social donde nace un primer esbozo teórico de la palabra fingida (diferente de la
palabra ficticia, la de los poetas: la poesía era entonces la única literatura; la prosa sólo posteriormente
accede a este estatuto).

Gorgias de Leontinoi es el sofista que hace de interlocutor de Sócrates en el Gorgias. El papel de Gorgias
consiste en haber introducido la prosa bajo el código retórico. ¿De qué manera? Los elogios fúnebres
(trenos), compuestos inicialmente en verso, pasan a la prosa, son confiados a estadistas; son escritos (en el
sentido moderno de la palabra), o por lo menos, aprendidos de memoria, es decir, de alguna manera,
fijados; nace de ese modo un tercer género (después del judicial y el deliberativo), el epidíctico: es el
advenimiento de una prosa decorativa, de una prosa-espectáculo.

Platón trata de dos retóricas: una mala y otra buena: 1) la retórica de hecho está constituida por la
logografía, actividad que consiste en escribir no importa qué discurso; su objeto es la verosimilitud, la
ilusión; es la retórica de los retóricos, de las escuelas, de Gorgias, de los sofistas; 2) la retórica de derecho es
la verdadera retórica; su objeto es la verdad; Platón la denomina psicagogia (formación de las almas
mediante la palabra). La oposición de la buena y la mala retórica, de la retórica platónica y de la retórica
sofística forma parte de un paradigma más amplio: de un lado, las adulaciones, las industrias serviles, Jos
simulacros; de otro, el rechazo de toda complacencia, la rudeza.

Aristóteles define la retórica como «el arte de extraer de cualquier tema el grado de persuasión que
comporta», o como «la facultad de descubrir especulativamente lo que en cada tema puede ser adecuado
para persuadir». Más importante quizá que estas definiciones es el hecho de que la retórica es una Tekhne,
es decir, el medio para producir una de las cosas que pueden indiferentemente ser o no ser, cuyo origen está
en el creador, no en el objeto creado.

“La retórica de Aristóteles”: El Libro I de la Retórica es el libro del emisor del mensaje (el libro de orador): se
trata en él principalmente de la concepción de los argumentos en la medida en que la retórica depende del
orador, de su adaptación al público, y esto de acuerdo con los tres grandes géneros reconocidos de discurso
(Judicial, deliberativo, epidíctico). El Libro II es el libro del receptor del mensaje (el libro del público): se trata
en él de las emociones (pasiones) y nuevamente de los argumentos, pero esta vez en la medida en que son
recibidos. El Libro III es el (libro del mensaje mismo); se trata en él de la lexis o elocutio, es decir, de las
«figuras», y de la taxis o dispositio, es decir, del orden de las partes del discurso.

La retórica de Aristóteles es sobre todo una retórica de la prueba, del razonamiento, del silogismo
aproximativo (entimema}; es una lógica voluntariamente degradada, adaptada al nivel del «público», es
decir, del sentido común, de la opinión corriente. «Más vale un verosímil imposible que un posible
inverosímil»: es mejor contar lo que el público cree posible, aunque sea imposible científicamente, que
relatar lo que es posible realmente, si ese posible es rechazado por la censura colectiva de la opinión
corriente.

La retórica está moribunda: luego de la Edad Media, cae poco a poco en un gran descrédito intelectual. Este
descrédito es generado por la promoción de un valor nuevo, la evidencia (de los hechos, las ideas, los
sentimientos) que se basta a si misma prescindiendo del lenguaje, o que por lo menos, pretende no servirse
ya de él más que como de un instrumento, de una mediación, de una expresión. Esta «evidencia» toma, a
partir del siglo XVI, tres direcciones: una evidencia personal (en el protestantismo), una evidencia racional
(en el cartesianismo), una evidencia sensible (en el empirismo).

En la exposición de la retórica, para Aristóteles el punto de partida es la tekhne (institución especulativa de


un poder para producir lo que puede existir o no); esta genera cuatro tipos de operaciones, que son las
partes del arte retórica:

a. pisteis, el establecimiento de las «pruebas» (inventio);


b. taxis, la colocación de esas pruebas a lo largo del discurso de acuerdo con cierto
orden (dispositio);
c. lexis, la formulación verbal (en el nivel de la oración) de los argumentos (elocutio)
d. hupókrisis, la escenificación del discurso por medio de un orador que se convierte en
actor teatral (actio)
Atendiéndose a la noción de tekhne (es un poder), el enfoque aristotélico coloca en primer lugar la
estructuración del discurso (operación activa) y relega al segundo plano su estructura (el discurso
como producto)

En su máxima extensión, la tekhne rhetorike comprende cinco operaciones principales; hay que insistir en la
naturaleza activa, transitiva, programática y operativa de estas divisiones; no se trata de elementos de una
estructura sino de actos de una articulación progresiva.

Las tres primeras operaciones son las más importantes (Inventio, Dispositio, Elocutio); cada una sustenta una
red amplia y sutil de nociones, y todas han alimentado la retórica más allá de la Antigüedad. Las dos últimas
(Actio y Memoria) fueron sacrificadas muy pronto, desde que la retórica dejó de versar solamente sobre los
discursos orales para ocuparse casi exclusivamente de las obras escritas.

La inventio: remite menos a una invención (de los argumentos) que a un descubrimiento: todo existe
ya, lo único necesario es encontrarlo: es una noción más «extractiva» que «Creativa». De la inventio parten
dos grandes vías, una lógica, otra psicológica:

 Convencer: requiere un apartado lógico o pseudo lógico que se denomina en conjunto la probatio
(dominio de las «pruebas»). Mediante el razonamiento, se trata de introducir una violencia justa en
el espíritu del oyente, cuyo carácter, las disposiciones psicológicas, no se tienen entonces en cuenta:
las pruebas tienen su fuerza propia.
 Conmover: consiste, por el contrario, en pensar el mensaje probatorio no en sí mismo sino según su
destino, el humor de quien debe recibirlo, en movilizar pruebas subjetivas, morales.

Las pruebas que usa la retorica son razones convincentes, vías de persuasión, medios para obtener crédito,
mediadores de confianza. Estas se conforman en una división binaria de las pisteis:

 hay razones que son ajenas a la tekhne (Extratecnicas) son, pues, las que se escapan a la libertad de
crear el objeto contingente; se encuentran fuera del orador; son razones inherentes a la naturaleza
del objeto. El orador no puede conducirlas (inducir o deducir); lo único que puede, ya que son
«inertes» de por sí, es ordenarlas, hacerlas valer mediante una disposición metódica. Tales pruebas
se clasifican de la manera siguiente:
1) Praeiudicia, las sentencias anteriores, la jurisprudencia
2) Rumores, el testimonio público
3) Tormenta, las confesiones obtenidas mediante torturas
4) Tabulae, los documentos
5) Iusiurandum, los juramentos
6) Tertimonia, los testimonios

 Y razones que forman parte de la técnica (Intratecnicas) dependen, por el contrario, del poder de
raciocinio del orador. El material es transformado en fuerza persuasiva mediante una operación
lógica. Esta operación, hablando rigurosamente, es doble: inducción y deducción. Por lo tanto, se
dividen, en dos tipos:
1) el ejemplo (inducción): se procede de algo particular a otra cosa particular mediante la
cadena implícita de lo general: de un objeto se infiere la clase, luego de esta clase se infiere,
descendiendo en generalidad, un nuevo objeto. Desde Aristóteles, el ejemplo se divide en
real y ficticio; el ficticio se divide en parábola y fábula; lo real cubre los ejemplos históricos,
pero también los mitológicos.
Tambien existe el uso del personaje ejemplar (imago) designa la encamación de una
virtud en una figura reconocida.

2) el entimema (deducción): Para los aristotélicos está basado en verosimilitudes o signos y no


sobre lo verdadero e inmediato (como el científico); el entimema es un silogismo retórico,
desarrollado únicamente en el nivel del público, a partir de lo probable, es decir, a partir de
lo que el público piensa; es una deducción con valor concreto, planteada con vistas a una
presentación. A partir de la Edad Media también se lo define no por el contenido de sus
premisas sino por el carácter elíptico de su articulación: es abreviado: no tiene «ni tantas
partes ni tan distintas como el silogismo filosófico»: se puede suprimir una de las dos
premisas o la conclusión: es, pues un silogismo truncado por la supresión (en el enunciado)
de una proposición cuya realidad parece incuestionable a los hombres, y que por esta
razón es simplemente, «guardada en la mente».

Las premisas entimemáticas se basan en nuestra certidumbre humana:


1. Tekmeria, lo que se incluye en los sentidos, lo que vemos y oímos: es el indicio
seguro. El que es lo que es y no puede ser de otra manera. Una mujer ha dado
a luz: es el indicio seguro (tekmerion) de que ha tenido contacto con un
hombre.
2. Eikós, lo que se incluye en los sentidos y sobre lo que los hombres están
generalmente de acuerdo, lo que está establecido por las leyes, lo que ha sido
incorporado a los usos («existen dioses»; «hay que honrar a los padres»,
etcétera). Tiene dos nucleos: 1) es un «general» humano, determinado en
definitiva estadísticamente por la opinión de la mayoría; 2) la posibilidad de
contrariedad; lo contrario no es nunca imposible: es imposible prever de una
manera cierta las resoluciones de un ente libre.
3. Semeion, los signos; para que el signo deje de ser polisémico, hay que recurrir
a todo un contexto. Manchas de sangre hacen suponer un asesinato, pero esto
no es seguro: la sangre puede proceder de una hemorragia nasal o de un
sacrificio.
Una vez diferenciadas las clases de premisas entimemáticas, es necesario todavía encontrar premisas (¿qué
decir?). De ahí la importancia de la respuesta de esta parte de la Inventio encargada de proporcionar los
contenidos del razonamiento y que comienza ahora: la Tópica. Las premisas, en efecto, pueden extraerse de
ciertos lugares.

 Originariamente, la tópica fue una colección de lugares comunes de la dialéctica, es decir, del
silogismo fundado sobre lo probable; luego, Aristóteles la transforma en un método, más práctico
que la dialéctica: el que «nos habilita, en cualquier tema propuesto, para llegar a conclusiones
obtenidas de razones verosímiles». Es el arte de encontrar los argumentos.
 El segundo sentido es el de una red de formas, de un recorrido casi cibernético al que se somete la
materia a la que se quiere transformar en discurso persuasivo. Hay que concebir el proceso de la
siguiente manera: un tema es proporcionado al orador; para encontrar argumentos el orador
«pasea» su tema a lo largo de un casillero de formas vacías, del contacto del tema y de cada lugar
del casillero surge una idea posible, una premisa de entimema. Consiste en hacer pasar un tema por
una serie de lugares: ¿Quién? ¿Que? ¿A quién? ¿Por qué? ¿Cuándo?
 La tópica se convierte en una reserva, de temas consagrados, de “fragmentos llenos”, que se
colocan casi obligatoriamente en el tratamiento de todo tema. Son formas vacías comunes a todos
los argumentos (cuanto más vacías, más comunes); son estereotipos, proposiciones repetidas
muchas veces.

La tópica propiamente dicha comprende dos partes, dos subtópicas:

a. Los lugares comunes; por ser generales (lo general es propio de lo verosímil), son comunes a
todos los temas. Para Aristóteles, estos lugares comunes son en total tres:
1) posible/imposible; relacionados con el tiempo (pasado, porvenir); estos términos
generan una pregunta tópica: el hecho en cuestión, ¿puede haber tenido lugar,
podrá tener lugar o no?
2) existente/inexistente; también puede ser relacionado con el tiempo: si algo poco
probable para suceder, sucedió pese a todo, otro más probable para suceder ha
sucedido realmente (pasado)
3) más/menos: es el lugar de lo grande y lo pequeño; su recurso principal es el «Con
más razón».

Por más que los lugares comunes, por definición, carezcan de especificidad, cada uno de
ellos puede pertenecer a uno de los tres géneros oratorios: el de lo posible/imposible
conviene al género deliberativo (¿es posible hacer tal cosa?); el de lo real/irreal al judicial
(¿tuvo lugar el crimen?); el de lo más y lo menos al epidíctico (elogio o censura).

b. Los lugares especiales: son lugares propios de temas particulares; son verdades particulares,
proposiciones especiales, aceptadas por todos: son verdades de experiencia, vinculadas con
la politica, el derecho, las finanzas, la marina, la guerra, etcétera.

La quaestio: es la forma de la especialidad del discurso, el contenido. Este referente, puede ser clasificado en
dos grandes formas, que constituyen los dos grandes tipos de quaestio:

1) La posición o tesis: es una cuestión general, aunque, no tiene ningún parámetro de lugar o de
tiempo.
2) Lo hipótesis: es una cuestión particular, que implica hechos, circunstancias, personas, dicho en pocas
palabras, un tiempo y un lugar. Como existen tres «tiempos» (pasado, presente, futuro) habrá
también tres tipos de hipotesis y cada uno de ellos corresponderá a uno de los tres géneros
oratorios: DELIBERATIVO, JUDICIAL Y EPIDICTICO.
En el género judicial, una vez recorrida toda la probatio (conjunto de las pruebas lógicas) hay que retornar a
la primera dicotomía que abrió el campo de la Inventio y remontarse a las pruebas subjetivas o morales, las
que dependen del conmover. Aristóteles reconoce aquí una retórica psicológica, pero como la hace
depender también de una tekne, resulta una psicología «proyectada»: la psicología tal como se la imagina
todo el mundo: no «lo que pasa dentro de la cabeza» del público sino lo que el público cree que los otros
tienen en la cabeza. Aristóteles innovó al clasificar las pasiones no según lo que efectivamente son sino
según lo que se cree que ellas son: busca los argumentos que pueden utilizarse en función de la idea que el
público tiene de las pasiones.

Las pruebas psicológicas se dividen en dos grandes grupos:

 Ethos: Son los atributos del orador (y no los del público, Pathos); son los rasgos de carácter que el
orador debe mostrar al auditorio (no importa mucho su sinceridad) para causar una impresión
favorable: son sus aires. En sentido propio, el ethos es una connotación: el orador enuncia una
información y al mismo tiempo dice: yo soy éste; yo no soy aquél. Para Aristóteles hay tres «aires»,
cuyo conjunto constituye la autoridad personal del orador:
1) phrónesis: es la cualidad del que delibera bien, del que sopesa el pro y el contra:
es una sabiduría objetiva, un buen sentido que el orador exhibe;
2) areté: es la ostentación de una franqueza que no teme sus consecuencias y se
expresa con la ayuda de expresiones directas;
3) éunoia: se trata de no chocar, de no provocar, de ser simpático, de entrar en una
complicidad complaciente con el auditorio.

En conclusión: mientras habla y desarrolla el protocolo de las pruebas lógicas, el orador debe
también decir incesantemente: seguidme (phrónesis); estimadme (areté) y amadme (éunoia).

 Pathos (las pasiones, los sentimientos, los afectos): son los sentimientos del que escucha (no ya del
orador), por lo menos tal cómo éste se los imagina. Las pasiones son fragmentos de lenguaje
preformados, que el orador debe simplemente conocer bien; de ahí la idea de un casillero de las
pasiones, no como una colección de esencias sino como un montaje de opiniones.
La dispositio: el ordenamiento (tanto en sentido activo y operativo, corno en el sentido pasivo,
cosificado) de las grandes partes del discurso.

La Dispositio parte de una dicotomía que era ya, la de la Inventio: conmover y convencer. El primer término
(la apelación a los sentimientos) cubre el exordio y el epílogo, es decir, las dos partes extremas del discurso.
El segundo término (la apelación al hecho, a la razón) cubre la narratio (relación de los hechos) y la
confirmatio (establecimiento de las pruebas), las partes intermedias del discurso.

El exordio comprende canónicamente dos momentos:

1) La empresa de seducción de los oyentes, a los que se intenta conciliar de inmediato


mediante una prueba de complicidad. La vía de seducción varía según la relación de la causa
con la doxa, la opinión corriente, normal:

a. Si la causa se identifica con la doxa, si se trata de una causa «normal», de


buen tono, no es útil someter al juez a ninguna seducción, a ninguna
presión;
b. si la causa es en cierta medida neutra en lo referente a la doxa hace falta
una acción positiva para vencer la inercia del juez, suscitar su curiosidad,
volverlo atento
c. si la causa es ambigua, hay que hacerlo inclinarse hacia una de las dos
partes;
d. si la causa está embrollada, oscura, hay que arrastrar al juez para hacerlo
dócil, receptivo, maleable;
e. si la causa es extraordinaria, suscita asombro por situarse demasiado lejos
de la doxa, no es suficiente ya una acción difusa sobre el juez (una
connotación), es necesario un verdadero remedio, pero hay que ser
indirecto, porque no hay que enfrentarse al juez.

2) La partitio, segundo momento del exordio, anuncia las divisiones que se van a emplear, el
plan que se va a seguir.

El epílogo comporta dos niveles:

 El nivel de las «Cosas»: se trata de recoger y de resumir (enumeratio, rerum,


repetitio);
 El nivel de los «Sentimientos»: la ocasión de una gran despliegue teatral, de la
gesticulación del orador.
La narratio (diegesis) es ciertamente el relato de los hechos vinculados con la causa, pero este relato está
concebido exclusivamente desde el punto de vísta de la prueba, es «la exposición persuasiva de algo que se
hizo o que se pretende haber hecho». Tiene dos caracteres obligados: tiene que ser clara, verosímil, breve;
además, es una preparación de la argumentación; la mejor preparación es aquella cuyo sentido está oculto,
en la que las pruebas están diseminadas en estado de gérmenes ocultos.

La narratio comporta dos tipos de elementos:

 Los hechos: El orden es natural (cultural) si se refieren los hechos en el mismo orden en que se
sucedieron; el orden es artifical (espontáneo, contingente, natural) si se parte no del inicio de lo que
sucedió, sino de la mitad.
 Las descripciones: un eje aspectual, durativo, formado por una secuencia flotante de estasis.

La confirmatio: en ella se enuncian las «pruebas» elaboradas en el curso de la inventio. La confirmatio


puede incluir tres elementos:

 la propositio (prothesis): es una definición sintética de la causa, del punto en debate


 la argumentatio, que es la exposición de las razones convincentes
 la altercatio, interrupccion por un diálogo muy vivaz con el abogado contrario o un testigo.

La elocutio: Una vez encontrados los argumentos y situados en grandes masas en las distintas partes
del discurso, resta “formularlo en palabras”. En la elocutio la oposición madre es la de paradigma y sintagma:
1) elegir las palabras (electio, ekloge); 2) unirlas (synthesis, compositio).

 La electio implica que, en el lenguaje, se puede sustituir una palabra por otra: la electio es posible
porque la sinonimia forma parte del sistema de la lengua. El locutor puede sustituir un significante
por otro, y puede también, mediante esta sustitución, producir un sentido de segundo grado
(connotación). Todas las sustituciones, cualquiera que sea su índole, son tropos («Conversiones»),
pero el sentido de la palabra es por lo común restringido, para poderlo oponer a las «Figuras». Los
términos verdaderamente generales, que abarcan indiferentemente todas las clases de
sustituciones, son «ornamentos» (elaborar una expresión más complicada, adornada, dotada de una
distancia más o menos grande en relación al suelo original) y «colores» (como posible eufemismo, el
color es el índice de un tabú).
 La compositio implica unir las palabras bajo la forma de ciertas figuras retoricas formando diferentes
unidades de sentido.

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