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UNIDAD 1: RETÓRICA Y ARGUMENTACIÓN

Livov y Spragenberg – La palabra y la ciudad. Retórica y política en la Grecia Antigua.

Aristóteles es quien emprende por primera vez un abordaje autónomo de la rhetoriké tékne (“arte retórica”). Sin
embargo, ciertas prácticas y representaciones de la retórica tuvieron sus orígenes mucho antes de la proliferación
de los sofistas y profesores de oratoria y también del estudio de conjunto que sobre la palabra persuasiva realizaron
los filósofos -siglos V-IV a.C.- (Ej.: en la Ilíada de Homero se muestra la importancia de la palabra persuasiva para
los líderes político-militares. Incluso se puede encontrar ejemplos de los tres géneros de discursos retóricos que
distinguirá Aristóteles siglos más tarde).

1. El tránsito de la oralidad a la escritura y el cambio de paradigma en el campo del saber.

Las grandes revoluciones en el campo de la técnica suelen afirmarse gracias a innovaciones que facilitan que la
tecnología disponible se vuelve apropiable por una cantidad significativa de sujetos. Es decir, dispositivos ya
existentes pero poco difundidos reconfiguran su alcance y su campo de aplicación al rediseñarse de manera tal que
se tornen accesibles para una cantidad considerable de usuarios. En el caso de la escritura en Grecia, el verdadero
hito de su afirmación como técnica coincidió decisivamente en la difusión de la escritura sobre cueros de
animales. Esto motivó un verdadero cambio de paradigma en el campo del saber y el pensamiento.
El nuevo soporte del cuero superaba al formato de la inscripción en piedra (paredes, estelas y tablillas) en la
medida que favorecía la circulación de la escritura en una escala mucho más amplia, a la vez que ofrecía un
formato económico y perdurable que el papiro; de este modo ayudó a que la palabra escrita democratizara su
acceso y posibilitara la conformación de un embrionario espacio intelectual de lectores-escritores en la lengua
griega.
La difusión de la escritura sobre cuero impulsó la transcripción de cuero a cuero, con posibilidades de llevarlos de
una ciudad a otra, mostrarlos, dar lectura pública de ellos en las ocasiones más variadas y estudiar detenidamente
los textos en cuestión. De la multiplicación de oportunidades de fruición de las unidades textuales dependen,
también, el fortalecimiento de la memoria colectiva, la preservación de noticias de eventos y conquistas
memorables y la idea misma de escritos en los cuales dar cuenta del propio saber o de un cierto ámbito del saber.
Así también se abrió un espacio intelectual en el cual su protagonista es la figura del sabio (sophós): individuo que
se destaca por la posesión y divulgación de un cierto saber y en base a ello es valorado públicamente.
La creación de un circuito de producción y difusión de textos escritos permitió el pasaje de un modo de saber
transmitido de boca en boca a formas organizadas de archivos, presentación y discusión de conocimientos. En este
contexto cumple una función central la aparición de ciertos textos escritos generalmente en prosa en el ambiente
jónico (segunda mitad del siglo VI a.C.) que llevan el título de Perí phúseos (Acerca de la naturaleza) y que
constituyen los primeros tratados científicos de Occidente. Estos buscaban un saber comprensible, plausible,
defendible y eventualmente objetable sobre el fenómeno en cuestión que era la naturaleza, esto dio un primer
esbozo de comunidad científica.
El discurso científico que comienza a desarrollarse en este período se caracteriza por el paulatino deslizamiento de
explicaciones de la realidad que acuden a divinidades hacia otras que establecen como principios poderes regulares
bien definidos y apelan a explicaciones elementales.
Junto con la emergencia de esta cosmovisión según leyes regulares, cristalizada en la noción de Phúsis o
naturaleza, se fue constituyendo toda una terminología técnica en las diferentes áreas del saber. Sector por sector,
se asiste a un proceso de enriquecimiento y especialización de los recursos expresivos necesarios para tratar los
distintos argumentos. Este cambio de visión parece consumado en el siglo VI a.C. cuando Anaximandro se refiere
al principio (arké) llamándolo “lo infinito” o lo “indeterminado”. Anaximandro encuentra en lo ilimitado un
principio de carácter universal, regular, mensurable y predecible. Esto solo es posible bajo el supuesto de un
kósmos que puede ser explicado porque compre un lógos, un ordenamiento racional.
La nueva concepción lógica del kósmos planteó asimismo la necesidad de desarrollar terminología y mecanismos
argumentativos y racionales que permitieran dar cuenta de diversos fenómenos constitutivos no solo del universo
natural, sino también del cultural, lo cual se fue cristalizando en la conformación de diferentes saberes y artes.
Llegamos así a la época del florecimiento de las técnicas en el siglo V a.C. Los primeros decenios del 400 fueron
testigos de una impresionante productividad en el campo de la escritura de tratados especializados sobre medicina,
arquitectura, escenografía, retórica, etc.
En este contexto se debe ubicar el desarrollo y sistematización del ejercicio persuasivo de la palabra. Gorgias
exhibe la voluntad de convertir la retórica en un arte, al que equipara con la medicina. Establece así que como el
médico prescribe fármacos para restablecer la salud del cuerpo, el orador brinda discursos para alcanzar la salud
del alma. La tecnificación de la palabra persuasiva debe enmarcarse entonces sobre el trasfondo de la confianza en
que la existencia de leyes que gobiernan el ámbito de lo humano, análogas a aquellas que gobiernan la naturaleza,
así como también sobre la creencia en la posibilidad de aprehenderlas y sistematizarlas.
La aparición de compendios y manuales de retórica hizo posible el manejo consciente del lenguaje con la vista
puesta en producir ciertos efectos en los escuchas. La escritura y la profesionalización técnica produjeron una
objetivación del discurso que se constituyó en pieza de estudio y se volvió así pasible de crítica y revisión.

2. Marco político de la emergencia y consolidación de la retórica


Ya desde la época de los testimonios homéricos la maestría en el empleo persuasivo de la palabra se configuró
como un rasgo fundamental de la vida política. Retórica y política se hallaron íntimamente entrelazadas en el
mundo griego desde los comienzos. La aparición de ambas sobre la faz de la tierra debe vincularse con la
emergencia de una forma de estatalidad que se afirmó especialmente en el mundo griego y que se encuentra
anidada en la raíz misma del término política: la pólis.

2;1. Breve caracterización de la pólis: ciudad-Estado.


Cuando los griegos dicen pólis no implican solo la dimensión urbana focalizada en el término ciudad, relativa a un
recinto urbano. La espacialidad de la pólis griega, no coincidía sin más con un núcleo urbano, sino que se hallaba
también dentro de su circunscripción un campo aledaño (khóra) con una economía de base mixta, agrícola-
ganadera en pequeña escala. Tampoco pensaban los griegos en la polis como un dispositivo burocrático-
administrativo con jurisdicción sobre un territorio tal como sugiere nuestro término-concepto de Estado.
El formato de pequeño estado que caracterizó la pólis condicionó el desarrollo de un intenso nivel de sociabilidad
que hizo de los ordenamientos políticos helénicos unas sociedades cara-a-cara, basadas en un entramado
intersubjetivo de mutuo reconocimiento sobre el que se apoyaba el lazo político y que resultaría imposible de
trasladar a nuestras actuales sociedades de masas.
En contraposición con la moderna distancia entre ciudadano y gobierno, se daba en Grecia una identificación
directa, en primera persona, entre el individuo y la administración de la ciudad-Estado. No existe en el mundo
griego una sociedad civil concebida como distinta respecto al estado, el ciudadanos no es portador de derechos
anteriores al Estado. No existían en Grecia los actuales “derechos humanos”.
Los griegos no identificaban primariamente con el espacio físico que ocupaban. Más bien pensaban a la pólis
como una comunidad política que es sociedad y Estado al mismo tiempo, porque creían que en última instancia lo
que definía a una unidad política era el conjunto de los ciudadanos que sostenían las instituciones que custodiaban
lo común, en condiciones de igualdad bajo una misma ley. Aristóteles sintetiza a la pólis diciendo que es una
“comunidad de ciudadanos bajo una constitución”.
La pólis se identificaba con el conjunto de sujetos que gozaban de plenos derechos políticos, los ciudadanos
(polítai). Para ser ciudadano con derechos políticos en las pólis en general había que ser hombre libre, varón y
adulto, nacido legítimamente de padre ciudadano. Junto con la plena ciudadanía el sujeto se hallaba habilitado para
participar del régimen político (defender su pólis como hoplita o caballero, ser elegido para magistraturas y cargos
públicos, administrar justicia y concurrir a la Asamblea*). Ser ciudadano (pólites) implicaba en la época clásica el
goce de ciertos privilegios (como el acceso a la propiedad de la tierra) y el compromiso con ciertas
responsabilidades públicas (decidir, combatir, juzgar). El pólites reconocía una inscripción integral en la pólis de la
que formaba parte.
*Los que quedaban fuera del cuerpo cívico gobernante, podían ser ciudadanos “pasivos” (en general, varones
libres con más de 18 años pero menos de 30), ciudadanos de “segunda” (metecos, periecos) o no ciudadanos
(varones no adultos, mujeres, extranjeros, esclavos).
La ciudad-Estado como comunidad política se encuentra definida como asociación de ciudadanos de pleno
derecho, quienes componen el cuerpo cívico gobernante que decide sobre los asuntos del régimen político, de
modo que absorbe dentro de un mismo plano las determinaciones sociales y las instituciones jurídicas.
Según Aristóteles, el rasgo distintivo de la ciudadanía consistía en participar de las instancias de deliberación
(Asamblea, Consejo) y en la administración de la justicia (tribunales), instituciones que se caracterizaban por la
circulación de la palabra. El nexo entre ejercicio de ciudadanía y puesta en juego del discurso se halla simbolizado
filósficamente en: “el ser humano es un animal político en la medida en que se trata de un ser dotado de la palabra”
(Aristóteles).

2;2. Política y palabra en la pólis


A fines del siglo XII a.C. los palacios y estructuras económicas que sustentaban al antiguo mundo de la Edad de
Bronce (1500-1100 a.C.) fueron destruidos. Entre los siglos XI y X, los griegos conocieron un período de fuerte
desarticulación conocido como Edad Oscura, una población drásticamente reducida vivía en condiciones simples
y aisladas, en pequeñas aldeas dispersas. El colapso de los reinos hace que se afirme progresivamente la casa
(oikos) como la unidad de organización y producción fundamental.
Paulatinamente, durante el llamado Período Geométrico (900-750 a.C.) las condiciones fueron mejorando: la
población aumentó, se ampliaron los contactos entre aldeas y la economía se transformó. Es en el siglo VIII
cuando tuvo lugar un período de veloces cambios y desarrollos en el curso del cual emergieron las pólis (su
período de formación va desde el siglo VII al VI y marca una decreciente autonomía del oikos a favor de la
afirmación de instituciones comunes de administración de los asuntos públicos.
La pólis fue construida sobre una dimensión de considerable igualdad. Se conformó la clase media hoplítica
(equipamiento pesado de infantería, ocio para concurrir a asambleas, defensa de amenazas externas).
En el ámbito religioso es característico del mundo de las ciudades-Estado de Grecia que el poder no se encuentre
en manos de un gobernante elevado a hijo de la divinidad. No hay entre los seres humanos libres desigualdades
insalvables que habiliten a una forma de gobierno de dominio de carácter sobrenatural.
Las imágenes de la pirámide y del circulo reflejan la modificación fundamental que los griegos introdujeron en la
historia de los vínculos de mandato/obediencia entre los seres humanos. La sociedad de la pólis griega puede ser
representada por un círculo donde el poder (la ley –nómos-) está puesto en medio, abandona la configuración
imperial piramidal. De esta manera, nadie está señalado para tomar en su propio nombre de manera individual las
decisiones relevantes de la comunidad de ciudadanos. Para esto, se utiliza la Asamblea: en ella todos los
ciudadanos tenían el privilegio de participar en la toma de decisiones que incumbían a la comunidad. Lo que está
dentro del círculo no es arbitrario de un hombre investido de un poder absoluto, sino la ley (nomos).
Además de la circulación del poder político entre los ciudadanos y la igualdad entre la ley, hay una tercer
característica de la pólis en la Grecia Antigua y es la palabra en tanto herramienta política. Para los griegos, el
medio más apropiado para llevar adelante la actividad política es la palabra. La herramienta privilegiada para
influir en los demás y para intervenir en los destinos de la ciudad deja de ser la inspiración divina, la pertenencia a
un linaje o la violencia de las armas y pasa a ser el lógos: medio para lograr adhesiones a través de la persuasión.
La importancia de la palabra se ve también en las instituciones políticas de la ciudad-Estado: el Consejo, la
Asamblea y los tribunales.

2;3. Democracia ateniense.


Atenas fue el foco intelectual donde convergieron filósofos, oradores y sofistas en los siglos V y IV a.C. El primer
paso para la conformación de la democracia ateniense se produjo en el siglo VII a.C., cuando Dracón considerado
como el primer legislador de la pólis, realizó una transformación del código de costumbres y tradiciones hasta
entonces netamente oral en un cuerpo de leyes escritas. Este hecho tiene un importante significado social y
democrático, ya que tales leyes fueron escritas en un lenguaje accesible a todos de modo que fueran aplicadas a
todos por igual. Así además de sentar las bases de Atenas, jugaron un importante papel en el desarrollo de la
retórica.
Desde principios del siglo VI, con las reformas de Solón, se dio en Atenas un proceso de democratización
progresiva impulsado por la creciente fuerza que fueron asumiendo los sectores populares. Hacia finales de siglo,
Clístenes introdujo importantes modificaciones de carácter político que implicaban una participación activa del
ciudadano en los asuntos públicos al instaurar los démoi (aldea o barrios) como núcleos básicos de una
administración democratizada, cuya Asamblea (ekklesía) estaba integrada por todos los ciudadanos. Hacia
mediados del siglo V, Enfialtes profundizó el proceso de democratización al introducir una serie de leyes que
limitaban drásticamente los poderes del Areópago (un consejo de origen aristocrático tradicionalmente conservador
que tenía importantes atribuciones) que ya desde la época de Solón rivalizaba con el Consejo con las funciones
legislativas. Las competencias sacadas al Areópago fueron transferidas a la Asamblea, el Consejo y los tribunales.
Así se fue ampliando la base democrática al punto de admitir el derecho de participación de aquellos que aún
siendo libres, se dedicaban a tareas manuales tradicionalmente identificadas con la esclavitud.  La participación en
la Asamblea estaba abierta a todos los sectores de la clase de los libres, sea cual fuere el nivel económico y la
dedicación del ciudadano. Así en la democracia ateniense se produjo una diferenciación entre las actividades para
las que se requería una tékne  o preparación, por un lado y la actividad política como tal, desempeñada
colectivamente por el demos en la asamblea por el otro.  Se había roto pues la limitación que equiparaba los
derechos políticos a la posesión de la tierra, a la nobleza de origen y a una educación cualificada.
Una institución central de Atenas en ese período sin la cual resultaría incomprensible el surgimiento de la retórica
es la isegoría. Este derecho (isegoría) autorizaba a todo ciudadano a exponer y defender su punto de vista acerca
de cualquier asunto de importancia para la pólis. Es importante destacar que la isegoría  surgió en el contexto de la
competición intra-elite pero al fragmentarse las bases institucionales de la aristocracia de Atenas, la Asamblea fue
ganando poder y se convirtió en el escenario de la competencia entre los posibles líderes. Sin embargo la isegoría
fue considerada por los atenienses como el fundamento de la democracia,  por ella cambió la naturaleza de la
experiencia de las masas en la Asamblea: de la aprobación o negación pasiva a propuestas de medidas de gobierno,
se pasó a una escucha atenta de todos los argumentos que competían.
Así se ve con claridad que la destreza en el discurso público constituye el arma y la condición central de liderazgo
puesto que los asuntos más importantes de la política de Estado eran decididos sobre la base de discursos
proferidos en la Asamblea.  El vocabulario de activismo político en Atenas revela que la habilidad para la
comunicación pública directa era la condición de cualquier poder autoridad o influencia política.
El transcurso del siglo V los tribunales fueron asumiendo cada vez más importancia y consecuentemente se fue
desarrollando más el logos forense. Así se abrió un espacio a una profesión de personajes que enseñaban a los
jóvenes de las clases dominantes atenienses a actuar en el marco de la democracia y ejercer su dominio a través de
la persuasión.  Estos personajes, en su mayoría extranjeros, se autoproclamaban sofistas u oradores, asumieron
plenamente el carácter competitivo que comportaba la vida pública en la democracia ateniense e intentaron ofrecer
un nuevo modelo pedagógico acorde al régimen democrático en que la educación tradicional había querido había
quedado desfasada e insuficiente.
El orador era visto entonces como el personaje que privilegiaba sus propios intereses sobre los intereses comunes.
La  democracia ateniense sufrió dos cortas interrupciones en 411 y 404 a causa de revoluciones oligárquicas de las
cuales logró sobreponerse, pero sus fundamentos fueron corroídos por la derrota en la guerra y por la consecuente
precariedad económica que atravesó la polis. Es necesario apuntar que tanto la filosofía política y los estudios
entornos a la retórica desarrollados por Platón y Aristóteles emergen en este contexto en que Atenas y la polis
griega en general empiezan a declinar.  El análisis y la crítica desarrollados por ambos pensadores se dirigen a
indagar en las causas de la compleja situación que atraviesa la polis en general y Atenas en particular.
Livov – La retórica según Aristóteles

El enfoque platónico conceptualiza la retórica tradicional como saber aparente: sin un dominio específico de
objetos a los que aplicarse, se trata de una práctica de logos destinada a la adulación, orientada hacia una
persuasión sin conocimiento, en que la palabra se halla al servicio de la adquisición de poder personal, el sentido
de la vida humana se piensa desde una forma radical de hedonismo y la política se concibe bajo una forma de una
democracia extrema animada por una voluntad de dominio imperial. Sin embargo, a diferencia de Platón,
Aristóteles se propone rehabilitar la retórica en tanto disciplina técnica autónoma, relativa a los discursos públicos
en asambleas tribunales y ceremonias políticas; para ello emplea la estrategia de vincularla estrechamente con la
dialéctica, concebida esta última no ya cómo saber filosófico supremo (Platón) sino como arte de la interacción
dialógica con un interlocutor. La caracterización aristotélica piensa la retórica como un saber técnico, orientado a
la construcción de un discurso persuasivo ante auditorios públicos, donde se ponen en juego instancias colectivas
de decisión vitales para el funcionamiento institucional de la ciudad-Estado.

1.Horizontes platónicos. El joven Aristóteles y la Retórica.


Hay dos características relevantes: en primer lugar, la totalidad del proyecto de Aristóteles se encuentra
originalmente anudado con la tradición cultural y política de Atenas, la ciudad-Estado de la Grecia Antigua donde
la palabra alcanzó niveles inéditos de elaboración teórica y de institucionalización política. En segundo lugar, fue
enviado a estudiar a la escuela filosófica de Platón, la Academia, donde permanecería como su discípulo los
siguientes veinte años de su vida.
Aristóteles se enfrenta inicialmente al problema de la definición de la retórica y su relación con la dialéctica:
teniendo como antecedente la disociación fuerte que el Gorgias de Platón había operado entre la dialéctica y
filosófica, por un lado y la retórica sofística de su tiempo, por el otro. Gorgias defendió una concepción de la
retórica como técnica suprema, en la medida en que se dedicaba a las estrategias de persuasión que acerca de lo
justo y lo injusto se ponen en práctica en las Asambleas y los tribunales de la pólis. Del otro lado, el personaje de
Sócrates no sólo impugnado a la supremacía de la retórica sino que incluso le negaba el estatuto de técnica: en la
medida en que el orador no necesita saber, sino sólo aparentar que está de frente a una multitud, la retórica no está
preparada para dar razón de los conceptos y los temas que de qué trata y por lo tanto no puede aspirar a construir
una techné en sentido estricto.
Dos asuntos fundamentales para delinear los contornos de la concepción aristotélica de la retórica: la polémica
contra Isócrates y la caracterización aristotélica de la tradición retórica.

1;1. Polémica contra Isócrates


Hubo un conflicto en el siglo IV que enfrentaba a dos escuelas antagónicas, estas se disputaban por el ideal de
formación integral del ser humano: la academia de Platón y la escuela de Isócrates.
Por un lado, Isócrates tenía la necesidad de una pedagogía práctica, cuyas materias se vincularan con una utilidad
política que en vista de las necesidades del modo de vida participativo en las instituciones de la polis debía incluir
de manera privilegiada la maestría en las artes de la palabra. Platón, por el otro, impugnaba la inclusión de la
retórica dentro de su plan de estudios y apuntaba principalmente a un modelo de saber eminentemente teorético,
contemplativo donde primero se debía aprender sobre otras disciplinas científicas (aritmética, geografía,
astronomía, etc.).
Los términos “filósofo” y “sofista” se mostraron especialmente sensibles a esta disputa por el sentido. En el siglo
IV a.C. el título de “filósofo” se había vuelto un codiciado premio por el que valía la pena enfrentarse contra los
sofistas exponentes de la cultura ateniense, que corporizaban un simulacro de la idea del saber y de educación.
El problema educativo de la escuela de Isócrates hallaba formulado en abierta polémica con el plan de estudios de
la academia platónica: en esta clave el orador se propone basar su educación en las leyes existentes entre los
griegos, utilizar un concepto de virtud reconocido por todos y dirigirse a la polis ateniense en su conjunto; en lugar
de diseñar estatalidad es ideales alejadas de la utilidad práctica para la coyuntura, exhortar a formas de virtud
desconocidas para el sentido común o dedicarse a predicar para unos pocos de manera privada- tres puntuales del
platonismo pedagógico-.
En consonancia con las teorías de su maestro Platón, el joven Aristóteles sostenía que todo saber práctico carece de
especificidad y se deriva de los principios metafísicos de la realidad. La filosofía no debería ser entendida como
medio, sino como un fin en sí mismo, aquel que una vez alcanzado luego de arduos esfuerzos, nos habilita para ser
sabios también en los asuntos prácticos.

1;2. Tradición retórica


Es significativo que en la Retórica de Aristóteles no esté incluida una discusión articulada respecto a las opiniones
relevantes (endoxa) de tratamientos previos del tema: las razones de esta ausencia pueden deberse a que el
estagirita ya contaba, al momento de escribirla, con una compilación crítica que no creía necesario integrar a la
retórica.
En el primer periodo de su producción, Aristóteles marca el contraste entre: por un lado, la nutrida tradición
retórica con la que contó a la hora de encarar su reflexión sobre el arte del discurso público y por el otro, la
ausencia de precedentes teóricos a la hora de delinear su concepción de la técnica de la dialéctica.
La enseñanza de los que aprendían con los profesores pagos era rápida pero sin técnica (ya que hacían aprender de
memoria argumentos retóricos), pues enseñando no la técnica, si no lo que se deriva de la técnica creían estar
educando.
Aristóteles sin embargo tomará distancia de la desactivación platónica de la retórica tradicional, retoma del
Gorgias y del Fedro la exigencia de otorgarle racionalidad a una masa de preceptos empíricos que de lo contrario
no sería formalizable en forma de una técnica retórica. Pero difiere de Platón en cuanto al tipo de racionalidad a la
que la retórica debe quedar subsumida para ser una técnica. Para dotarla de una autonomía efectiva, Aristóteles
asignará para la retórica unos confines racionales específicos y unos nexos con disciplinas aledañas a partir de los
cuales le será legítimo reclamar el título de técnica propiamente dicha.
Aristóteles se distanciará del modelo platónico de pensar la retórica, donde esta se encuentra encajonada entre dos
reducciones que la hacen imposible en cuanto arte autónomo: o es “retórica vergonzosa” y por lo tanto coincide
con la sofística, una mera práctica o rutina, o es “retórica hermosa” y entonces queda absorbida por la filosofía,
única técnica discursiva auténticamente válida.
*Para Platón, la retórica se vuelve técnica sólo en manos de la filosofía. Si logra convertirse en técnica, lo hace en
virtud de que deja de ser lo que tradicionalmente se denominaba “retorica” y queda subsumida dentro de la
racionalidad de la dialéctica como saber filosófico supremo. Es así que el método de la retórica tradicional (sofista)
sin el andamiaje de la filosofía “se parecería al caminar de un ciego”. La auténtica retorica es, ante todo y
principalmente, filosofía.
En este punto, los caminos del maestro y del discípulo se bifurcan: resguardándola de la doble reducción platónica
(o bien sofística o bien filosofía), Aristóteles procurará hacer a la retórica una técnica, marcará para ella un ámbito
de operatividad definido y valido, la vinculará estrechamente con su redefinición de la dialéctica y le asignará una
entidad autónoma dentro del campo de los saberes humanos.

2.El proyecto aristotélico para una tékhne rhetoriké


El suelo polémico a partir del cual construye Aristóteles su proyecto de hacer de la retórica una técnica se asienta,
como Platón, sobre una fuerte crítica a ciertas concepciones y prácticas de la retórica de su tiempo. Pero estas
denuncias no afectan a toda posibilidad de una retórica técnica en cuanto teoría del discurso público, sino que
señalan ciertos defectos virtualmente subsanables a través de una fundamentación adecuada.

2;1. Crítica de la tradición y de la práctica de la retórica


Aristóteles condena en bloque a toda la literatura especializada en retórica hasta la fecha, a su entender oradores y
sofistas se han dejado llevar por consideraciones y por prácticas que no han captado la verdadera esencia de la
retórica, no han detectado su verdadero centro.
La crítica aristotélica parece tomar como blanco eminente a ciertos usos de la retórica forense y se dirige tanto
contra su tratamiento teórico, como contra sus prácticas sobre las cuales dichos abordaje se sostienen. Aristóteles
considera que no es propio de una técnica retórica tomar como eje central la cuestión de cómo influir en el ámbito
de quién va a juzgar el asunto. Por el contrario, la retórica debe fundarse sobre su propia especificidad que consiste
en las pruebas por persuasión y en los denominados entimemas que son “el cuerpo de la persuasión”, es decir, su
núcleo distintivo.
Por el contrario, si la buena conducción de los asuntos públicos existen exige preservar el buen juicio de quienes
deben administrar justicia no conviene inducir a las pasiones a quienes han de dictar sentencia lo cual implica
limitarse a producir un discurso a teniente al asunto sobre el cual se está juzgando. A los ojos de Aristóteles, la
reducción de la teoría y de la práctica retórica resulta perjudicial para el buen funcionamiento de las instituciones
de administración de la justicia en las cuales estas técnicas y empleados de la palabra se enmarcan.
Para Aristóteles es claro que la tarea de la retórica no consiste en persuadir sino en reconocer los medios de
persuasión más pertinentes para cada caso. Aristóteles constata en general que la retórica deliberativa es más
noble, menos engañosa y más propia de sus ciudadanos que es la retórica judicial.
Buscando contrarrestar los excesos de la retórica forense Aristóteles termina superando al mismo tiempo la
concepción platónica de la retórica que hacía imposible su tematización en tanto técnica. Y además tampoco
alcanza con decir que la práctica de la palabra persuasiva se convierte en técnica sólo al asimilarse con la filosofía
teorética.

2.2. Delimitaciones de la retórica


Aristóteles define a la retórica como “la facultad de teorizar lo que es adecuado en cada caso para convencer”.  “La
retórica sin embargo parece que puede establecer teóricamente lo que es convincente en cualquier caso que se
proponga razón por la cual afirmamos que posee un carácter técnico sin aplicarse sobre algún género específico”
(Aristóteles).
La retórica se relaciona con la capacidad de discernir lo persuasivo entorno de cualquier materia. En tal sentido, el
arte de la palabra se ancla una capacidad de lobos de la que participan todos los seres humanos.
La retórica es una contraparte de la dialéctica, ya que ambas tratan de aquellas cuestiones que permiten tener
conocimientos, en cierto modo, comunes a todos y que no pertenecen a ninguna ciencia determinada.  Por ello
todos participan en alguna forma de ambas, puesto que, todos se esfuerzan en descubrir y sostener un argumento, e
igualmente, en defenderse y acusar. La causa por la que logran su objetivo tanto los que obran por costumbre
como los que obran espontáneamente puede teorizarse, y todos convendrán entonces que tal tarea es propia de un
arte.

2.2.1. Racionalidad retórica


El objetivo de la retórica de Aristóteles consiste en determinar con precisión los medios adecuados para comenzar
en tres ámbitos de circulación colectiva de la palabra en relación con la toma de decisiones en los asuntos públicos
de las ciudades-Estados: asambleas, tribunales y alocuciones públicas.
Además a cada uno de tales dispositivos corresponden los tres géneros supremos en los que Aristóteles divide la
persuasión pública: el discurso político deliberativo,  el judicial y el ceremonial o epidíctico. El enfoque
aristotélico intentará, en consecuencia, sistematizar los recursos y métodos adecuados para hacer un uso legítimo y
eficaz de la palabra en el ámbito de los tres tipos de discurso público de la pólis.
Aristóteles admite que hay algunas pruebas por persuasión que son ajenas al arte y otras que son propias al arte.
Mientras que las primeras son factores externos como testigos, confesiones bajo tortura, documentos. Las segundas
son aquellas que pueden prepararse con método y por nosotros mismos, comprenden 3 especies:
★ ETHOS (REFERENTE AL EMISOR): residen en la construcción discursiva del carácter del que habla
referente
★ PATHOS (REFERENTE AL RECEPTOR): predisponer emocionalmente a los oyentes
★ LOGOS (REFERENTE AL MENSAJE): en el discurso que muestra o que al menos parece demostrar
El núcleo conceptual de la retórica como teoría de los empleos públicos del discurso se conforma, a partir de las 3
pruebas por persuasión -en la medida en que tematizan los tres factores (ethos, pathos y logos) que influyen en la
formación de un juicio-, pero especialmente relevantes para la racionalidad retórica son dos tipos de operadores
argumentativos específicos que conforman el núcleo duro de su abordaje:
→ ENTIMEMAS:
- Según Aristóteles es “la más propia de las pruebas por persuasión”.
- Se refiere básicamente a un tipo de argumento o prueba específicamente diseñado para las condiciones del
discurso público.  
- Es un silogismo aunque se diferencia de los silogismos distinguidos regularmente por Aristóteles en la medida
en que versa sobre lo contingente y se halla destinado a una audiencia de capacidades intelectuales limitadas.  
- Se nutre de lugares comunes que “no harán a nadie especialista en ningún género”.  
- El orador los construye para persuadir a partir de concepciones comunes compartidas por su auditorio, parte de
las premisas que son sólo frecuentes, discurren el modo de las “probabilidades” y de los “signos”.
→ EJEMPLOS:
- A diferencia de los entimemas que se pueden considerar como una deducción. Los ejemplos son el equivalente
retórico a la inducción:  forma de inducción imprecisa que pasa de un caso particular más claro a otro particular
aún incierto.
- Son especialmente importantes en la oratoria deliberativa y epidictica.
- Funciona como un recurso que tiene tu su razón de ser en la falta de exactitud del ámbito al que se aplica a saber
la Esfera de las acciones humanas específicamente las que se refieren a la comunidad política.
→ NOTAS ESPECÍFICAS: La racionalidad retórica se relaciona con un carácter esencialmente neutral. La
retórica es una técnica que no se compromete necesariamente con un conjunto de valores o posiciones ideológicas
definidas a imagen y semejanza de su versión dialéctica. La retórica analiza los medios para persuadir sobre punto
de vista contrario A favor o en contra de cualquiera de las posiciones en pugna.
Aristóteles desliga a la retórica de la carga cognoscitiva y valorativa que le exige Platón para convertirla en
técnica (absorbida por la filosofía en el modo de “retórica hermosa”). Por el contrario para Aristóteles no importa
de qué lado de la discusión estén, se debe ser capaz de argumentar a favor o en contra de cualquier tesis
independientemente de su valor de verdad y de su corrección moral o política. En definitiva, la retórica se vincula
con el juicio/decisión que la audiencia (tribunales, asambleas, multitudes) habrá de tomar, se dirige a influir en la
producción de este juicio/decisión
Aristóteles fórmula previamente una estructura común que las tres especies de retórica (epidictica, deliberativa y
judicial) comparten: el discurso consta de tres componentes el que habla, aquello de lo que habla y aquel a quien
habla, pero el fin se refiere a este último: el oyente. Los auditorios retóricos se caracterizan porque suponen un
oyente que ha de emitir un juicio acerca del discurso que escucha.
La audiencia de la palabra retórica resulta limitada: se encuentran especialmente sensibles a las apelaciones
emocionales, la adulación y la escucha de sus intereses particulares. Además no pueden seguir largas cadenas
argumentativas ni racionamientos demasiados complejos.

2.2.2. Retórica y Dialéctica


El enclave de la retórica se sitúa en conexión con la dialéctica y con la política. Resulta evidente obtener las tres
clases de prueba sea propio de quien tiene la capacidad de razonar, mediante silogismos. Y además de poseer un
conocimiento teórico sobre los caracteres, sobre las virtudes y en tercer lugar sobre las pasiones, de manera que
acontece a la retórica ser como un esqueje de la dialéctica y de aquel saber práctico sobre los caracteres al que
justo denominar “política”. Por esta razón la retórica se reviste también con la forma de la política, pero es sin duda
una parte de la dialéctica y su semejante puesto que ni una ni la otra constituyen ciencia acerca de cómo es algo
determinado sino ciertas facultades de proporcionar razones.
Aristóteles habla del arte de la palabra como un esqueje, es decir, un tallo que brota de la unión entre la dialéctica
-que aporta los recursos argumentativos formales- y el saber político de los caracteres de la filosofía de los asuntos
humanos -que contribuye con los contenidos a ser propuestos en él en el juego de los discursos en los recursos
emocionales y en autoconstrucción del orador-.
Puntos de contactos de la retórica con la relación a la dialéctica:
● No abarcan un género determinado de objetos, son técnicas que se aplican a discursos.
● Ambas se vinculan con opiniones del sentido común
● Pueden argumentar de igual modo a favor de ambas partes de una discusión.
Diferencias de la retórica respecto a la dialéctica:
● El ámbito de aplicación de la retórica son los discursos públicos
● La dialéctica se construye a partir de la estructura de pregunta y respuesta mientras que la retórica se relaciona
con exposiciones públicas con un orador frente a un auditorio generalmente masivo que ha de tomar una
decisión
● La dialéctica permite como posibilidad un uso científico, la retórica se desvincula de todo lo científico. La
dialéctica puede ser usada a servicio de la búsqueda de la verdad, la retórica no persigue ese objetivo sino que
apunta a persuadir un auditorio que se distingue por su insuficiencia intelectual.
● El orador no se propone corregir creencias y puntos de vistas del auditorio que además es necesariamente
distinto a el
● La retórica incluye dentro de sus tratamientos específicos recursos de persuasión que la dialéctica no.

2.2.3. Retórica y política


El orador aristotélico no sólo necesita apelar al instrumental argumentativo del dialéctico, sino que también
requiere cierta competencia en la ciencia ético-política que trata acerca del carácter, la virtud, las pasiones y las
leyes e instituciones de la pólis. Si debe persuadirse no sólo a través del lógos sino también mediante el pathos y
ethos, deben poder vehiculizarse contenidos centrales que atañen a una concepción amplia de la “ciencia política”
(politiké) entendida como “la filosofía de los asuntos humanos” incluyendo las dos Éticas además de la Política
El problema de delimitación de la retórica respecto a la política se remonta a los sofistas donde aparece el verbo
“revestirse” o “disfrazarse” para denunciar la usurpación ilegítima que ejerce la retórica respecto de la política. A
diferencia de la posición sofística, no deben confundirse en Aristóteles la figura del orador y del político. El
esfuerzo aristotélico se dirigirá a establecer una clara jerarquización disciplinaria. La retórica no debe ser tomada
por ciencia política lo que el trabajo de los éndoxa es en la ciencia sólo el paso preliminar para alcanzar los
principios, mientras que en la Retórica el empleo de las opiniones comunes es funcional a rastreo de los medios de
persuasión más adecuados para cada caso. Para Aristóteles, la retórica asume un estatus dependiente en la medida
en que presupone una falta de exactitud que la distingue de la filosofía política: la retórica es a la ciencia ético-
política lo que esta última es a las ciencias teoréticas (teóricas). La racionalidad retórica es meramente
instrumental y doxástica, y en términos generales se halla al servicio de la razón política, prescriptiva y científica.
La subordinación de la retórica a la ciencia política implica en Aristóteles que el retórico no se preocupará
eminentemente por un tratamiento científico de los tópicos de la filosofía de los asuntos humanos, ni entablará con
su auditorio un proceso pedagógico orientado a la búsqueda de la verdad, ni tampoco apuntará a mejorar el carácter
de sus destinatarios.

Aristóteles - La Retórica

El arte retórico. Analogía con la dialéctica.


La retórica es una antistrofa (contracara) de la dialéctica, ya que ambas tratan cuestiones que permiten tener
conocimientos comunes a todos que no pertenecen a ninguna ciencia determinada, son saberes del orden formal
lógico. Tienen un sentido de identidad y oposición.
La retórica comporta una facultad sin cuya existencia no cabe establecer ningún arte. Es propio del arte el saber de
la retórica, siendo un saber teórico y de causas, no se ocupa de objetos de pura contemplación, como los de la
ciencia, sino que tiene una aplicación práctico-productiva. Sólo las pruebas por persuasión son propias del arte,
cuyo cuerpo conforman los entimemas (cuerpo de la persuasión).
El método propio del arte es el que se refiere a las pruebas por persuasión, la persuasión es una especie de
demostración (puesto que nos persuadimos sobre todo cuando pensamos que algo está demostrado), y la
demostración retórica es el entimema (silogismo retórico que parte de probabilidades y signos), la más firme de las
pruebas por persuasión; y como el entimema es un silogismo corresponde tratar a la dialéctica.
Tres significaciones en el término persuasión:
1) el estado de convicción o confianza subjetiva que resulta de un razonamiento;
2) el “método propio del arte” que produce tal estado de confianza mediante la reducción del argumento retórico a
su forma lógica (entimema y exemplum);
3) las fuentes de enunciados (ethos, pathos, logos) de donde proceden las proposiciones persuasivas.
El entimema se construye sobre la base de los “elementos” o “lugares comunes a toda argumentación”. El
entimema no es independiente de la inferencia dialéctica en general, y se vincula cada vez más a un modo de
inferencia especial, que se basa en premisas sólo ‘probables’ y que denota un auténtico nuevo silogismo: 
● B está en la Regla de A
● C es B
● C es verosímilmente A
Asimilado a la primera figura este silogismo es irrefutable: la más alta probabilidad coincide con la necesidad. En
la segunda y tercera figuras el silogismo es refutable, aunque la conclusión verdadera.
Se necesita que las pruebas de persuasión y los razonamientos se compongan por medio de nociones comunes,
como señalado en los Tópicos.
Conviene que se sea capaz de persuadir sobre cosas contrarias. La capacidad para persuadir sobre tesis contrarias
es lo que hace de la retórica una actividad que concierne exclusivamente al poder, de modo que la retórica resulta
una antítesis de la ética.
La solución que propone Aristóteles (la subordinación de la retórica a la ética por medio de una apelación a la
verdad y al conocimiento) tiene también el sello platónico. Esta subordinación de la retórica a la moral se
transforma pronto en Aristóteles en un problema exclusivamente ético y político que, en cambio, no juega ningún
papel técnico en la retórica.
La retórica no pertenece a ningún género definido, sino que le sucede como a la dialéctica; su tarea no consiste en
persuadir, sino en reconocer los medios de convicción más pertinentes para cada caso.
Lo propio de este arte es reconocer lo convincente, del mismo modo que corresponde a la dialéctica reconocer el
silogismo y el silogismo aparente.
Aristóteles vuelve a poner en la asimilación de la retórica y la dialéctica la base de las argumentaciones
persuasivas. Decir que la retórica es un arte significa decir que comporta una facultad. La retórica demanda un
ámbito y una forma de conocimiento de aplicación universal. Y no es precisamente lo que significa la dialéctica en
cuanto que “no pertenece a ningún género definido”.
La noción de arte consiste no en el resultado o éxito del proceso, que con frecuencia es impredecible, sino en la
correcta aplicación del método. El arte se relaciona con la potencia de la facultad subjetiva, más bien que con el
hecho resultante. Una facultad es una cosa deseable que, sin embargo, puede ser mal empleada por una desviación
de la intención.
Entendamos por retórica la facultad de teorizar lo que es adecuado en cada caso para convencer.
En cuanto a las pruebas por persuasión, unas son ajenas al arte, existentes de antemano; y otras son propias del
arte, que pueden prepararse por método. A las primeras hay que utilizarlas y a las segundas hay que inventarlas.
La “invención”, significa el acto de la facultad por el que ésta elabora, de acuerdo con un método, una red o trama
de estructuras epistémicas que, o bien hacen la causa probable o persuasiva, o bien cierta y demostrativa.
La dialéctica no se opone a la ciencia, sino que es como la matriz de donde la ciencia se ha desgajado por un
proceso de especialización. 
De entre las pruebas por persuasión, las que pueden obtenerse mediante el discurso son de tres especies:
1-Unas residen en el talante del que habla: Se persuade por el talante cuando el discurso es dicho de tal forma
que hace al orador digno de crédito.. La persuasión por medio del talante introduce auctoritas, la opinión en que el
orador está ante el público y la que trata de conseguir o asegurar con su discurso.
La persuasión por el talante debe ser el resultado del discurso y no del juicio previo sobre el orador, la realidad de
su condición moral para a un segundo plano, mientras que a la inversa, la persuasión por el talante se hace
susceptible de téchne: todo consiste en que el orador haga uso de los procedimientos retóricos oportunos, a partir
de los cuales el auditorio quede convencido de que se halla ante un hombre “digno de crédito en virtud”, donde se
verifica el paso de la exigencia de moralidad del orador a su simple uso retórico, tales procedimientos se confían a
una forma de “expresión adecuada” que debe presentar ala orador como poseyendo el modo de ser conveniente. El
ethos puede ser considerado como una fuente de enunciados persuasivos propios, deviene de una clase particular
de pístis.
2-otras en predisponer al oyente de alguna manera: se persuade por la disposición de los oyentes, cuando
éstos son movidos a una pasión por medio del discurso.
3-las últimas, en el discurso mismo, merced a lo que éste demuestra o parece demostrar: los hombres se
persuaden por el discurso cuando les mostramos la verdad, o lo que parece serlo, a partir de lo que es convincente
en cada caso.
Puesto que las pruebas por persuasión se hacen posibles por estos procedimientos, resulta evidente que obtener
estas tres clases de pruebas es propio de quien tiene la capacidad de razonar mediante silogismos y de poseer un
conocimiento teórico sobre los caracteres, sobre las virtudes y sobre las pasiones, de manera que acontece a la
retórica ser como un esqueje de la dialéctica y de la política.
De igual manera que en la dialéctica se dan la inducción, el silogismo y el silogismo aparente, aquí acontece
también de modo similar: El exemplum es una inducción retórica, el entimema es un silogismo retórico y el
entimema aparente es un silogismo aparente. En orden a demostrar, todos proporcionan pruebas por persuasión
aduciendo ejemplos o entimemas, de modo que fuera de estos no hay ninguna otra.
Demostrar a base de muchos casos semejantes es, allí, una inducción y, aquí, un ejemplo, mientras que obtener,
dadas ciertas premisas, algo diferente de ellas, por ser tal como son universalmente o la mayor parte de las veces,
se llama, allí, silogismo y, aquí, entimema.
Ningún arte se ocupa de lo singular, de igual manera tampoco la retórica aporta un conocimiento teórico sobre lo
que es plausible de un modo singular, sino lo que lo es respecto de una clase, como también lo hace la dialéctica.
Ésta no concluye silogismos a partir de premisas tomadas al azar, sino a partir de lo que requiere razonamiento, y
la retórica a partir de lo que ya se tiene costumbre de deliberar.
Lo probable (eikos) se refiere a lo que sucede “la mayoría de las veces” pero ´sólo en cuanto que coincide, a su
vez, con una opinión generalmente admitida o “plausible”. Lo probable es una premisa plausible; pues lo que se
sabe que ocurre o no la mayoría de las veces, o que es o no es, eso es una probabilidad. Lo plausible es lo que
confiere validez epistemológica a los enunciados de probabilidad, al interpretarlos como enunciados dialécticos
verosímiles que sirven de regla general para la construcción de argumentos. Tales enunciados valen como término
medio en los silogismos que se refieren a hechos que no son siempre lo que son, sino sólo la mayoría de las veces.
Lo probable es lo que sucede la mayoría de las veces, pero no absolutamente; sino lo que, tratando de cosas que
también pueden ser de otra manera, guarda con aquello respecto de lo cual es probable la misma relación que lo
universal respecto de lo particular. En cuanto a los signos, unos guardan relación como la de lo individual a lo
universal y, otros, como la de lo universal a lo particular. Los necesarios se denominan argumento concluyente y
los no necesarios carecen de denominación. Se llama necesarios a aquellos signos a partir de los cuales se
construye el silogismo. El argumento concluyente es el que consta de signos de esta clase. Cuando se cree que ya
no es posible refutar una tesis, se piensa entonces que se aduce un argumento concluyente.
Por lo que refiere al ejemplo, no hay aquí una relación de la parte con el todo, ni del todo con la parte, ni del todo
con el todo, sino de la parte con la parte y de lo semejante con lo semejante, cuando se dan dos proposiciones del
mismo género, pero una es más conocida que la otra, entonces hay un ejemplo.
Si el signo comporta una relación de implicación, el ejemplo se apoya sobre una relación de semejanza, análogo a
la inducción. La inducción demuestra a partir de todos los casos individuales, mientras que el ejemplo no utiliza
todos los casos individuales para su demostración. El ejemplo no connota un género o una especie, que incluya
todos los casos de la misma clase, sino que implica una inclusión sólo parcial o de la parte con la parte.
Los silogismos dialécticos y retóricos son aquellos a propósito del cual decimos los “lugares comunes”. Éstos son
los que se refieren a cuestiones de justicia que de física, de política o de otras muchas materias que difieren por la
especie. 
Los “tópicos” son reglas generales de relación, de las que se puede echar mano para demostrar la validez de todas
las formas particulares de relación entre enunciados (sea cual sea su materia), como si tales formas estuviesen
clasificadas y depositadas en determinados habitáculos o lugares lógicos. La tópica expresa, más en propiedad, un
método de selección de los argumentos pertinentes a un caso propuesto por medio de reglas lógicas que sirven de
instrumento de control.
Los lugares comunes no harán a nadie especialista en ningún género, no versan sobre ninguna materia
determinada. Por lo que se refiere a las conclusiones propias, cuanto mejor escoja uno los enunciados, tanto más
estará construyendo una ciencia distinta de la dialéctica y la retórica.
Por oposición a los lugares comunes, las conclusiones propias constituyen inferencias que depender
específicamente de la materia argumental. Es característico de los argumentos propios el que correspondan a
materias y disciplinas particulares.
Se llama especies a los enunciados propios que refieren a cada uno de los géneros, y lugares comunes a los que se
refieren en común a todos por igual.
Ethos, pathos y logos constituyen las fuentes específicas de enunciados persuasivos e incluso aportan toda la
materia propia de la retórica. Los enunciados que se refieren a la retórica son los mismos que pueden ser objeto de
las ciencias particulares, pero no en cuanto que son considerados conforme a la verdad, sino en cuanto que se
ponen en relación con las facultades. Cambia el punto de vista que de la consideración: sin dejar de ser propias, las
especies pueden usarse, con todo, en común como materia del entimema. 
Tres son en número las especies de la retórica. El discurso consta de tres componentes: el que habla, aquello de lo
que habla y aquél a quien habla, pero el fin se refiere al oyente. Éste es un espectador o uno que juzga sobre cosas
pasadas o futuras. Hay quien juzga sobre lo futuro, como el miembro de una asamblea, y quien juzga sobre sucesos
del pasado, como hace el juez; el espectador, por su parte, juzga sobre la capacidad del orador. Es preciso que
existan tres géneros de discursos retóricos: el deliberativo, el judicial y el epidíctico.
Lo propio de la deliberación (tiempo futuro) es el consejo y la disuasión. Lo propio del proceso judicial (tiempo
pasado) es la acusación y la defensa. Y lo propio del discurso epidíctico (presente) es el elogio y la censura.
Cada uno de estos géneros tiene un fin. Para el que delibera, el fin es lo conveniente y lo perjudicial: el que
aconseja recomienda lo que le parece lo mejor, mientras que el que disuade aparta de esto mismo tomándolo por lo
peor. Para los que litigan en un juicio, el fin es lo justo y lo injusto. Por último, para los que elogian y censuran, el
fin es lo bello o lo vergonzoso. El fin último de los discursos es el auditorio, puesto que es a su persuasión a lo que
ellos se dirigen. Los oyentes son la causa de la división en géneros de los discursos y habrá tantas clases de
discursos como clases de auditorios.
En necesario disponer ante todo los correspondientes enunciados. Las pruebas concluyentes, la probabilidades y
los signos son los enunciados propios de la retórica. En general, todo silogismo se construye a partir de enunciados
y el entimema no es más que un silogismo que se compone de los enunciados dichos.
La retórica se compone de la ciencia analítica y del saber político que se refiere a los caracteres; es además análoga
a la dialéctica y a los razonamientos sofísticos.

Lausberg – Los tres ‘genera’ aristotélicos


En todo discurso hay tres interesados: el orador, el objeto o asunto y el oyente. La división fundamental de los
posibles objetos del discurso se basa en la relación pretendida por el orador, entre el asunto del discurso y el
oyente.
Son posibles dos relaciones, pretendidas por el orador, del objeto del discurso con el oyente: el oyente puede ser
considerado por el orador en su discurso y ser tratado en él:
a. Como árbitro de la decisión con el fin, pretendido por el orador, de activar la actuación del oyente
b. Solamente como espectador que goza pasivamente con el resultado del interés estético del oyente en el asunto
(res) y la formulación literaria (verba) del discurso
El objeto del discurso tiene dos cualidades:
a. Dubium: el oyente es considerado y tratado como árbitro de la decisión, apareciendo el orador como “parte”
que con un discurso parcial trata de ganar para su causa al árbitro de la decisión.
b. Certum: al contrario, el orador se dirige al oyente y lo trata como espectador que goza pasivamente con el
discurso.
Aristóteles divide después el caso del árbitro de la situación según el tiempo a que pertenece:
a. Si el asunto pertenece al pasado, el oyente es considerado y tratado por el orador como un juez
b. Si el asunto pertenece al futuro, el orador considera y trata al oyente como miembro de una asamblea popular
que toma decisiones políticas

Los tres géneros en los asuntos del discurso son:


→ Genus iudiciale (judicial): el caso modelo y denominativo es el discurso ante un tribunal,
pronunciado ante los jueces, a quienes se invita a emitir un juicio sobre un estado de hechos pertenecientes al
pasado, en el sentido de la acusación (demanda) o de la defensa.
a. La calificación que el orador pretende hacer recaer sobre el estado de los hechos como iniustum(injusto)
corresponde el officium (oficina) de la demanda (acusación)
b. y al enjuiciamiento del estado de los hechos como iustum (justo) corresponde el officium de la defensa
El curso total del mutuo juego de acusación y defensa se llama actio.
→ Genus deliberativum (deliberativo): el caso modelo y denominativo es el discurso pronunciado ante
asamblea popular, que se ha reunido para deliberar y a la que se invita a tomar una decisión respecto a una acción
futura que el orador aconseja o desaconseja.
La calificación que el orador pretende hacer sobre esa acción principalmente proviene de la alternativa: utile /
inutile (útil/inútil).
a. Al enjuiciamiento de la acción como útile corresponde el officium del aconsejar
b. Al enjuiciamiento de la acción como inutile corresponde el officium de desaconsejar
→ Genus demonstrativum (demostrativo o epidictica): el caso modelo es el discurso pronunciado ante
una reunión solemne en alabanza de una persona (ya pertenezca a la actualidad, a la historia o al mito), de una
comunidad (patria, ciudad), de una actividad (profesión, estudio) o de una cosa que se quiere celebrar.
Aunque el objeto del discurso epidíctico es un certum (fijo), forma también una alternativa de la calificación
pretendida por el orador y del officium:
a. Al enjuiciamiento de la acción como honestum (derecho) corresponde el officium de la alabanza o elogio
b. Al enjuiciamiento de la acción como turpe (feo) corresponde el officium del vituperio (censura o
desaprobación)
El carácter dialectico de la retórica donde mejor se expresa es en el genus iudiciale ya que ante el tribunal el
acusador se enfrenta siempre a un defensor de suerte que un mismo estado de las cosas es tratado al detalle desde
dos puntos de vista contrapuestos.
En él genus deliberativum este carácter dialéctico está menos marcado y ello por la razón de que la parte contraria
no siempre pide la palabra, y así el género puede acercarse al genus demonstrativum cuando los oyentes se hayan
ya decidido a la acción recomendada por el orador. Éste se limita a confirmarlos en esta manera de pensar. Donde
el carácter dialéctico está menos expresado es en el genus demonstrativum, Pues aquí la parte contraria nunca hace
uso de la palabra, antes bien existe solamente como posibilidad conceptual con la que el orador acostumbrado a la
dialéctica puede entenderse.
Los discursos de cada uno de los tres géneros pueden naturalmente contener elementos de los otros dos géneros,
especialmente cuando la extensión del discurso permite la inserción de disgregaciones.

Plantin – La argumentación. Las personas y sus afectos


I.El ethos y la autoridad
El término “ethos” corresponde a dos palabras griegas que significan:
→ La “morada habitual de un animal”;
→ El “carácter, la costumbre, el uso”
→ Por extensión, las costumbres.

Aristóteles considera que “el carácter (ethos) es el que prácticamente constituye la más eficaz de las pruebas”, el
carácter actúa por empatía, por identificación y transferencia. Por lo tanto, adherir a un discurso es siempre, en el
fondo, identificarse con su autor.
3 elementos constitutivos de la autoridad (“carácter moral” = ethos) del locutor:
1- Un elemento extra discursivo, anterior al discurso, “una prevención favorable al orador” del orden de la
reputación, del prestigio, incluso del carisma.
2- Un primer elemento intradiscursivo, “efecto del discurso mismo”, que es la impresión, el fantasma del autor
construido a partir de la lectura de un texto o la audición de una voz. La identidad “ética” del locutor está
construida a partir de rasgos idiosincrásicos de todos los niveles: la voz, los usos lexicales, la sintaxis, la forma de
articular las palabras, etc.
3- Ducrot introduce un tercer elemento, intradiscursivo: “aquello a que el orador podría decir de sí mismo, en tanto
que objeto de la enunciación”. En situación argumentativa, los locutores son compelidos frecuentemente a
valorizar su persona, a fin de autolegitimarse.
En el caso del habla en general, estas maniobras de “presentación de sí” son estudiadas por las diferentes teorías de
las interacciones. La retórica se interesa en ellas cuando son puestas al servicio de una intención estratégica y
coorientadas con los fines generales de la argumentación.

Del ethos al argumento de autoridad (ad verecundiam).


Las teorías de la argumentación distinguen dos elementos en el centro de esta problemática del compromiso de la
persona dentro de su discurso: el argumento de autoridad y el otro componente, carismático y emocional, ha sido
excluido del campo de la argumentación.
Locke: “argumento ad verecundiam” (literalmente, argumento fundado en la modestia”, describe un conjunto de
comportamientos de sumisión a la autoridad que prohíben la contradicción o el alarde u ostentación de una opinión
personal. Este “sofisma de sumisión” consiste en “citar las opiniones de las personas que por su espíritu, por su
sabiduría, por la eminencia de su rango, por su poder o por cualquier otra razón, se han hecho de un nombre y han
establecido su reputación en la opinión pública con una especie de autoridad.

El ethos como exhibición de sentimientos afables.


Se resalta el uso constante de términos de valor afectivo en tratamiento retórico del ethos: se trata siempre de
situar el aporte de buenas razones sobre una tonalidad de confianza y de amabilidad recíprocas, de crear la empatía.
A la inversa, la argumentación lógico-epistémica apunta a reaccionar contra la hipnosis de la empatía (asumiendo
así el riesgo de ser acusada de faltar a la modestia, ser acusado de vanidad, de insolencia, de impudicia).
Ethos y pathos representan dos modalidades de un mismo trabajo sobre los afectos: “Hay dos cosas que, bien
tratadas por el orador, vuelven admirable la elocuencia. Una de ellas, que los griegos llaman <ética>, concierne a
los temperamentos, las costumbres y toda la conducta de la vida; la otra, que denominan <patética>, sirve para
confundir y excitar los corazones y en esta última triunfa la elocuencia. La primera es afable, grata, propia para
estimularnos la benevolencia; la otra es violenta, encendida, impetuosa, ella arranca el éxito, y cuando arrastra
como un torrente, no hay medio de resistírsele”, Cicerón.
Mientras que, para Aristóteles, el ethos y el pathos son dos cosas claramente distintas (el ethos es una
manifestación lingüística del carácter del orador que cuida su imagen, y el pathos concierne a las pasiones del
público), Cicerón fusiona las dos nociones.
Para Quintillano, ethos y pathos representan dos tipos de sentimientos: “El pathos y el ethos participan a veces de
la misma naturaleza, excepto que hay entre ellos una diferencia de grado, el primero en más, y el segundo en
menos; el amor por ejemplo es un pathos, el afecto es un ethos”.
En última instancia, el ethos corresponde por lo tanto a una forma de sentimiento dulce, perdurable, que define la
tonalidad de base del discurso; sobre este afecto tímido, del tipo del humor, vienen a sumarse las modulaciones
patémicas que son las emociones propiamente dichas. La problemática del ethos y el pathos se superpone.

II. Los afectos.


La retórica argumentativa es una retórica referencial, orientada por la investigación de la prueba. En el enfoque
aristotélico, el uso argumentativo de estas emociones está sometido a un imperativo no moral sino cognitivo.
En la retórica argumentativa los afectos son designados bajo el término general de pathos y se dividen en
“emociones de base”, características de la situación de argumentación. Se trata siempre de emociones positivas, -
como la amistad (el afecto), etc.-; o negativas -como la cólera, la indignación, el descontento, etc.-. Según el caso
la retórica debería estimular o neutralizar esos afectos.
Para la retórica, es imposible estudiar la argumentación desatendiendo las emociones que están ligadas a las
situaciones argumentativas de base, el debate político y la confrontación judicial.

III. Las “pasiones falaces”.


La teoría de las falacias (paralogismos, contaminaciones del discurso) corresponde a una crítica lógico-epistémica
de las argumentaciones o de los razonamientos tal como aparecen en el lenguaje ordinario. Según la definición
clásica, un paralogismo es, de forma general, un discurso viciado y vicioso, que se parece a un razonamiento
valido: se juega sobre el sentido de las palabras, se toma el efecto por la causa, se responde a una pregunta, pero no
a la pregunta planteada, la conclusión no hace más que reformular las premisas, etc. Se imponen o se adoptan
conclusiones y comportamientos absurdos jugando con los sentimientos de la gente.
Los afectos son considerados los contaminantes mayores del comportamiento discursivo racional; el buen discurso
argumentativo sería un discurso estoico, sin emociones. La argumentación retorica es en consecuencia el blanco
típico de esta crítica; las “pasiones” componen una familia de falacias, los sofismas ad pasiones, que es necesario
identificar para eliminarlas. Éste es “el” punto de articulación y de oposición esencial entre la argumentación
retórica y la argumentación lógico-epistémica.

IV. Los afectos dentro de las teorías modernas de la argumentación.


1. Una difícil puesta al día
Toulmin propone un modelo contractual-legal de la argumentación; este modelo de racionalidad procesual no
permite percibir el problema de las emociones.
Cuatro grandes tipos clásicos de argumentos: el argumento populista (ad populum), la apelación a la piedad (ad
misericordiam), la amenaza, la apelación al temor (ad baculum) y finalmente la argumentación sobre la persona (ad
hominen) relacionada a los afectos etóticos.
Todo abordaje de las emociones corre dos riesgos simétricos: la empatía y la alexitimia. En la postura alexitímica,
las emociones son reificadas, el analista las observa como un astrónomo observa las galaxias; reivindica una
posición no participante, escindida de la emoción que estructura y circula alrededor de su objeto, y se proclama
liderado de toda relación, de toda empatía frente a su objeto. El riesgo simétrico es precisamente la posición
empática, la fusión y la confusión del analista con su objeto.
V. Conclusión
Los modelos retóricos del discurso argumentativo ponen los afectos y su manipulación en primer plano. En
defensa de lo contrario, la teoría clásica de las falacias constituye el estudio de la argumentación como disciplina
alexitimica. Las teorías modernas definen el objeto de estudio de la argumentación de forma tal que la cuestión de
los afectos no se plantea.

Amossy Ruth – El pathos o el rol de las emociones en la argumentación


El pathos trata acerca de los medios para “predisponer al juez (o a cualquier público)”. Si el logos concierne a las
estrategias discursivas en cuanto tales, y el ethos a la imagen del locutor, el pathos se relaciona directamente con el
auditorio.
Este saber es necesario para el orador que desea emplear la cólera, la indignación, la piedad, como medio oratorio.
El término “pathé” en plural designa también las emociones a las que un orador “tiene interés de conocer para
actuar eficazmente en las almas” y ellas son “la cólera y la calma, la amistad y el odio, el temor y la confianza, la
vergüenza y la imprudencia, la bondad, la piedad y la indignación, la envidia, la emulación y el desprecio”. La
retórica aristotélica examina los diferentes tipos de pasiones bajo tres aspectos principales: en qué estado del alma
se los experimenta, hacia qué clases de personas y por qué motivos. Si el conocimiento de las pasiones humanas
se presenta en la Retórica como indispensable, es porque permite actuar por la palabra: contribuye poderosamente
para alcanzar la convicción.
Aristóteles se niega a separar el pathos del logos. No es sólo en el género epidíctico donde la apelación a los
sentimientos está bien visto. En el género judicial como en el género deliberativo, importa saber en qué
disposiciones afectivas se encuentran los auditores a quienes uno se dirige y además, saber conducirlos a las
disposiciones convenientes puesto que la pasión “es lo que, al modificarnos, produce diferencias en nuestros
juicios”.

1.La razón y las pasiones


1.1. Convicción y persuasión: una dicotomía persistente.
Según Plantín, “la persuasión completa se obtiene por la conjunción de tres ‘operaciones discursivas’: el discurso
debe enseñar, deleitar, conmover.
Esta división dio origen al par “convencer-persuadir”: el primero se dirige a las facultades intelectuales, el segundo
al corazón. Frente a una perspectiva integradora que insiste en el lazo orgánico entre convicción y persuasión,
logos y pathos, encontramos posturas que las disocian radicalmente insistiendo en su autonomía respectiva, incluso
en su antinomia. La cuestión de las pasiones y de su movilización en la obra de persuasión muestra hasta qué punto
la retórica depende de una visión antropológica. Está intrínsecamente vinculada con una concepción cambiante de
la racionalidad humana y del estatuto de los afectos en el sujeto pensante.
En la edad clásica, la elocuencia se opone a menudo a la retórica, considerada como forzada y artificial mientras
que la elocuencia sería una palabra más proveniente de las profundidades que estremece al ser humano hasta lo
más profundo de sí mismo para hacerle tomar una verdad interior o para conducirlo al bien.
Encontramos así actitudes muy diversas en todo lo que concierne a la función de las emociones en el arte de la
oratoria. Para unos, son la palanca de la verdadera elocuencia. Para otros, aparecen como un medio inevitable
aunque lamentablemente para lograr resultados concretos: el hombre se dirige según sus pasiones y sus intereses
más que según su razón. Finalmente, para los demás constituyen un medio seguro para manipular al auditorio,
cuyo dominio resulta esencial asegurarse.

1.2. Las teorías de la argumentación contra las pasiones


La lógica informal y la mayoría de las teorías de la argumentación se pronunciaron en contra de la injerencia de las
emociones en el razonamiento lógico y en la interacción argumentaba.
“La argumentación es una actividad de la razón, lo que indica que el argumentador se ha tomado la molestia de
reflexionar acerca del tema. Proponer un argumento significa que el argumentador trata de mostrar que es posible
dar cuenta racionalmente de su posición en la materia”. (Van Eemeren)
“Las emociones y las pasiones, por su naturaleza misma, pueden cobrar una dimensión tal que dominan
completamente las capacidades racionales” (Copi)
Perelman rechaza la oposición entre la acción sobre el entendimiento –presentada como impersonal y atemporal- y
la acción sobre la voluntad, presentada como totalmente irracional. En efecto, considera que toda acción fundada
en la elección tiene necesariamente bases racionales y que negarlo sería “volver absurdo el ejercicio de la libertad
humana”. Perelman no apunta en absoluto a reintegrar el juego de las emociones en el ejercicio argumentativo. Por
el contrario, subraya el vínculo esencial que une la voluntad con la razón más que con el afecto para mostrar la
razón es también susceptible de movilizar a los hombres.

2.La emoción en la interacción argumentativa


2.1. La construcción de las emociones en el discurso
El pathos es el efecto emocional producido en el alocutario. Para Aristóteles, se trata de la disposición de la cual es
necesario llevar al auditorio para que se realice un objetivo de persuasión. En primer lugar hay que aclarar que lo
que el orador siente es poco pertinente en este contexto, ya que lo sentido no se transmite en la comunicación. En
segundo lugar, el locutor animado por una gran pasión no la transmite necesariamente a su alocutario.
Según Perelman, un orador demasiado apasionado se arriesga a perder su objetivo porque, llevado por el ardor de
sus propios sentimientos, descuidará adaptarse a su auditorio. Asimismo, la descripción de una pasión no conduce
necesariamente a compartirla.
Plantin “La cuestión que aquí se plantea es la de saber cómo una argumentación puede no expresarse, sino suscitar
y construir discursivamente las emociones”. Se pueden suponer dos casos de figuras principales: aquel en el que se
menciona la emoción explícitamente, y aquel en el que es provocada sin que sea designada por términos
sentimentales. Fiel a la tradición retórica, Plantin propone liberar el efecto pathémico pretendido a partir de un
tópico: se trata de ver lo que provoca cierto tipo de reacción afectiva en una cultura dada, en el interior de un
contexto discursivo dado. Plantin plantea algunas cuestiones para determinar los lugares comunes que justifican
una de emoción y son: ¿De quién se trata? ¿De qué se trata? ¿Dónde? ¿Cuál es la causa? ¿Es controlable?
En resumen: la emoción se inscribe en un saber de creencia que desencadena cierto tipo de reacción frente a una
representación social y moralmente cargada de sentido. Normas, valores, creencias implícitas sostienen las razones
que suscitan el sentimiento. La adhesión del auditorio a las premisas determina la aceptabilidad de las razones del
sentimiento. Luego, se ve cómo la emoción puede construirse en el discurso a partir de enunciados que llevan
pathemas que conducen cierta conclusión afectiva.
2.3. Argumentar la emoción
Los mismos hechos pueden suscitar sentimientos diferentes, incluso opuestos, y funcionar como argumentos para
conclusiones divergentes. Significa legitimar la emoción y fundar el sentimiento en cuestión.
2.4. Rechazar la emoción
La emoción del alocutario no debe suscitarse solamente de manera tácita o argumentada; a menudo debe
presentarse como la reacción que debe sustituir a la emoción experimentada por el alocutario, emoción que se le
presenta por diversos contradiscursos como única legitima.
Para efectuar de manera eficaz esta refutación, no basta con poner una escena una población que se niega a la
reacción supuesta. Es importante argumentar este rechazo y fundamentarlo. Si el “pero” introduce la desviación
argumentativa portadora de la posición preferida, el “porque” viene a explicar las causas a la vez racionales y
afectivas de la actitud adoptada por el pueblo.

3. La inscripción de la afectividad en el discurso


3.1. La enunciación de la subjetividad en el lenguaje
El pathos como intento de despertar una emoción en el auditorio ha recurrido a menudo, aunque no esté obligado
en absoluto, a menciones verbales del sentimiento que son unas veces directas (“cada uno tenía miedo”), otras
indirectas (“yo adelgazaba visiblemente”). La emoción mencionada con todas las letras puede atribuirse, no al
alocutario, sino al locutor o aquel a quien se habla. En este caso, el discurso cuenta con un efecto de contagio que
no puede ser garantizado. Es necesario llevar al auditorio a identificarse con los sentimientos del que escucha, o
cuyo estado le describe. Esta identificación puede efectuarse en dos niveles:
+ Primero, la de la mención de los sentimientos que experimenta el que nos pide que compartamos su emoción, y
eventualmente una justificación de esa reacción afectiva.
+Segundo, el de la sugestión de ese sentimiento por vías más o menos indirectas, que permiten adivinar y
compartir el sentimiento que anima al locutor o la persona mencionada.
En ambos casos los sentimientos del locutor suscitan una empatía en la interacción que se establece con su
interlocutor. Los sentimientos en cuestión, en cambio, son objeto de una negociación entre el locutor y su
alocutario, en el cual el primero debe ofrecer una descripción que le permita a su público proyectarse en el tercero
del cual se mantiene.
En esta perspectiva, el pathos en el sentido aristotélico está vinculado con la inscripción de la afectividad en el
lenguaje tanto como con los tópicos que sostienen el discurso.
3.2. Contar y compartir la emoción.
Numerosos discursos orales y escritos presentan al público a un tercero, un “él” que no forma parte de la
interacción pero con respecto al cual el locutor intente suscitar la emoción. El caso más común es el texto ficcional
o el relato autobiográfico.

Mayordomo – Elocutio

Elocutio: operación retórica por la que se obtiene una construcción lingüística que manifiesta la construcción
macroestructural correspondiente al nivel de la dispositio, por lo que en el eje de representación vertical del
modelo retórico la elocutio viene a continuación de la dispositio, sobre cuyos materiales actúa. La elocutio es la
verbalización de la estructura semántico-intensional del discurso, con el fin de hacerla comprensible por el
receptor.
Si la inventio comienza el proceso de elaboración textual con la obtención de la estructura de conjunto referencial
y la dispositio continúa con la construcción de la Macroestructura, la elocutio cierra el proceso al producir la
superficie textual que llega al receptor.
La construcción lingüística que es la elocutio debe manifestar adecuadamente los contenidos del discurso con el fin
de que el orador alcance con el discurso la finalidad que pretende con relación al destinatario.
El nivel de dispositio y el de elocutio forman parte conjuntamente del texto retórico, mientras que el de inventio es
el del referente (que aunque es imprescindible para la elaboración del texto, está fuera de éste). Esto hace que la
elocutio sea en la construcción textual una prolongación en el nivel macroestructural de la dispositio.
Los niveles de dispositio y elocutio mantienen una conexión que se fundamenta en la solidez de la construcción
textual del discurso retórico. Cicerón define a la elocutio: “la elocución es la acomodación a la invención de las
palabras apropiadas”, se trata de la obtención de palabras que sean idóneas para expresar las ideas halladas por
medio de la inventio.

La elocutio es realizada siguiendo la ordenación del nivel de dispositio.


Se puede establecer, en lo que respecta a la elaboración del texto, un orden de progresión constructiva fijado del
siguiente modo: inventio, dispositio ordo naturalis, dispositio ordo artificialis y elocutio. En esta progresión, la
elocutio y la microestrucutra son la operación y construcción en las que cristalizan y se manifiestan el esfuerzo de
elaboración textual y la tensión codificadora y onomasiológica que el orador pone en práctica para la comunicación
al receptor. De tal modo que sin la realización de la elocutio como operación terminal de la elaboración del
discurso, carece de sentido la realización de la inventio y de la dispositio.
La elocutio al estar situada en el nivel macroestructural del texto, formado por las oraciones como significante
complejo de índole textual, está relacionada estrechamente con la Gramática (especialmente con la de carácter
racional que proporciona la correcta construcción de la expresión elocutiva). La aproximación de la Gramática y la
elocutio tiene su mayor rendimiento en la compositio, (estructura sintáctica oracional y por lo tanto
microestructural del texto retórico) la cual está fundamentada en la corrección lingüística y también en la voluntad
retórica de elaborar un discurso que en su nivel de elocutio sea elegante y comunicativamente efectivo. Es decir, en
la compositio se incluye el tratado de la oración y de sus elementos y la colocación de las palabras en aquella.
Barthes plantea que “una vez encontrados los argumentos y repartidos por grandes grupos en las partes del
discurso, queda la tarea de «ponerles palabras»: tal es la función de la elocutio”.
El orador en la elocutio plantea la captación del interés del receptor como uno de los principales fines de su
actividad retórica: sin la adecuada participación del destinatario como oyente atento e interesado del discurso, no
es posible éste alcance su objetivo de persuasión.
Por eso, existen las cualidades elocutivas sin las que el discurso podría volverse deficiente y no cumplir con su
finalidad. Dichas cualidades son cuatro: puritas, perspicuitas, urbanitas y ornatus.
1) Puritas: La pureza lingüística, consiste en el empleo de la expresión adecuada de la lengua en la que
se hace el discurso. Responde a la necesidad de seguir las reglas gramaticales, condición indispensable para que
pueda alcanzarse el decir bien. Para esto es necesario que el orador tenga plena competencia lingüística de la
lengua en la que construye el texto, y ha de ser una competencia de índole textual en la que se incluyen los
conocimientos de construcción de las relaciones microestructurales.
2) Perspicuitas: Es la claridad de la expresión con la que se elabora el nivel del discurso que resulta de
dicha operación. La claridad de la microestructura es fundamental para que el texto retórico sea comprensible para
el destinatario y de este modo pueda alcanzar su objetivo el orador. Consiste en un esfuerzo linguistico para el cual
es impresindible la corrección idiomática.
3) Urbanitas: Entendida como elegancia de estilo de la que depende el agrado que produce el discurso.
Gracias al dominio específico de la lengua el orador obtiene una microestructura del discurso que no es sólo
correcta sino también hermosa y brillante. Se mantiene centrada en lo lingüístico por eso el estilo es el eje de esta
cualidad.
4) Ornatus: Consiste en el embellecimiento del texto retórico en su manifestación textual lineal
mediante dispositivos expresivos inherentes a la propia estructura del lenguaje que son actualizados con el finde
producir una construcción de nivel que atraiga la atención por su elaboración artística.
El hecho de que el ornatus se de también en el texto literario es motivo del acercamiento entre elocutio retórica y
elocutio literaria. Sin que tengan un papel decisivamente definidor en la lengua literaria, está claro que en el texto
literario cumplen una función importante los mecanismos de ornatus que contribuyen dentro del sistema lingüístico
artístico a la configuración de unos tipos de discursos codificados de manera diferente a los de lengua común.
El ornatus es un elemiento desivo para el cumplimentio de la finalidad del texto retórico. La elocutio tiende a
conmover al oyente, a producir un impacto de índole estético en su ánimo, pues el discurso artísticamente
elaborado en su microestructura, capta al destinatario.

Clasificación de los “colores” o “adornos”:

1) Figuras:
- Conversión de sentido que requiere de varias palabras, todo un pequeño sintagma. Adornos producidos a partir
de diferentes relaciones en presencia entre varias palabras.
- Como dispositivos retóricos dependen de su activación de a dimensión lineal del signo linguistico complejo que
es el texto retórico.
Se organiza por la distinción de:
● Figuras de dicción
Existen allí donde la figura desaparecería si se cambian las palabras. Son modificaciones que atañen a
los niveles fonológicos, morfológicos y sintácticos (plano de la expresión).
Ejemplos: aliteración (repetición de sonidos semejantes), elipsis (supresión consistente en la cancelación
de uno o varios elementos que pueden ser recuperados con el contexto), hiperbatón (se abandona el
orden normal en la construcción oracional).
● Figuras de pensamiento
Subsisten siempre, cualquiera sean las palabras que se decida emplear. Son modificaciones que afectan a nivel
semántico (plano del contenido).
Ejemplos: interrogación (consiste en una pregunta que va dirigida al destinatario de modo enfático y sin
respuesta), oxímoron (agrupación de dos palabras de significado contrario que produce una contradicción en el
interior), ironía (presentar una expresión cuyo significado es contrario al que realmente tiene).
Se dividen en: frente al público y frente al asunto.
2) Tropos:
Conversión de sentido que recae sobre una palabra. Adornos producidos por sustitución de una (o varias)
palabra(s) por otra (u otras), sustitución que, con el respectivo cambio de significado que implica, debe ser repuesta
por el auditorio. Lo que diferencia entre sí es la fundamentación que se establece para la sustitución.
Los tropos son la metáfora, la metonimia y la sinécdoque, mecanismos linguisticos de índole semántica:
● Metáfora: es el dispositivo retórico que mayor atención ha recibido. Es un metasemema de supresión-
adición que consiste en la sustitución de un elemento léxico por otro con el que tiene uno o varios temas en común.
Esta sustitución implica un cambio de significado, puesto que el elemento que sustituye al que está ausente
adquiere como significado el del elemento sustituido. En la metáfora está ausente el término de significado directo.
Aristóteles la define como “traslación de un nombre ajeno” y la fundamentación es que la analogía funciona
cuando existen dos relaciones de correspondencia entre miembros que pueden ser intercambiados. Es decir, la
sustitución es posible porque poseen rasgos comunes que se intercambian.
Ej: Antes que el tiempo arado cubra de nieve la hermosa cumbre. (nieve es canas, cubre es cabeza)
● Metonimia: es un tropo por el que un término es sustituido por otro con el que mantiene una relación de
contigüidad que puede ser: causa-efecto, continente-contenido, materia-objeto, etc. Es un metasemema de
supresión adición que consiste en la sustitución de un elemento léxico por otro con el que se relaciona por
combinación.

Ejemplo: su ejército estaba formado por tres mil fusiles

● Sinécdoque: es un tropo por el que se sustituye un elemento léxico por otro con el que se mantiene una
elación del todo a la parte o de la parte al todo. Es una metasemema asociado a la metonimia.

Ejemplo: en vano el mar latiga la vela portuguesa (vela en lugar de nave).

Perelman – El imperio retórico


Nueva teoría de la argumentación
Perelman, inicialmente se interroga por la posibilidad de una lógica de los juicios de valor que permitan discutir y
razonar sobre lo preferible. La respuesta a esta cuestión es fundamental pues de ello depende de que la filosofía
práctica, en la que se incluyen, la moral, la política y el derecho, renuncien o no a su objeto. Sus investigaciones lo
llevan a descubrir que no existe una lógica de los juicios de valor pero que en la antigüedad griega existió un
conjunto de procedimientos y técnicas que tenían como propósito orientar la forma como se llevaban las
discusiones y deliberaciones en el ámbito de lo práctico y que denominaron retórica. A partir de Aristóteles,
Perelman se da a la tarea de construir una teoría de la argumentación.

La teoría de la argumentación de Perelman, surge como una disciplina que estudia las técnicas discursivas que
permiten producir o acrecentar la adhesión de un auditorio.

→ El encuentro con la retórica

Introducir la cuestión de los juicios valor lo lleva a interrogarse por la existencia de una lógica de los juicios de
valor que nos permita razonar sobre lo que es preferible y nos permite distinguir el bien de mal. Las exploraciones
de Perelman lo llevan a concluir que no existe nada parecido a una lógica de los juicios de valor que nos permita
razonar sobre los fines y valores, sin embargo, descubre que en la antigüedad griega, éstos desarrollaron un
conjunto de procedimientos y técnicas que tenían como propósito orientar la forma como se llevaban las
discusiones y deliberaciones y que denominaron retórica.

Tipos de juicios:

● Juicios de valor: son controvertidos y no tienen sentido verificable


● Juicios de realidad: permiten el acuerdo de todos, gracias a la experiencia y la verificación.

Los juicios de valor están presentes en aquellos textos que hacen prevalecer un valor o una regla, o que intentan
mostrar que tal acción o tal decisión es preferible a otra.

→ La retórica antigua y clásica

La retórica es el dominio donde se puede discutir sobre lo que es preferible, plausible o razonable, es el antiguo
arte de saber persuadir y convencer. La retórica no parte, como si lo hace la lógica formal, de inducciones o
deducciones formalmente correctas, sino de argumentaciones, que no tienen el carácter demostrativo y apodíctico
de las anteriores, y pretenden ganar la adhesión del auditorio. La retórica, es entonces, una técnica del discurso
persuasivo que busca obrar sobre los hombres por medio del logos y que opera en la fase previa a la toma de una
decisión.

El ocaso de la retórica antigua, acaece cuando los estudios sobre la misma se reducen a la clasificación de las
formas de ornar el estilo, tal es el caso de la denominada retórica clásica, que en su esencia se opuso a la antigua.
Bajo esta nueva concepción de la retórica, la disciplina que según Aristóteles se componía de tres partes:
1) una teoría de la elocuencia, que constituía su eje central y permitía la articulación la lógica demostrativa y la
filosofía,
2) una teoría de la composición del discurso y
3) una teoría de elocuencia, queda reducida a una de sus partes, de suerte que en los últimos tratados de retórica
ofrecen una teoría restringida de la elocución.
Al suceder esto, la retórica pierde el nexo con la filosofía que venía dado por la dialéctica.

Genette describió como “una retórica restringida” porque primero se restringe a la teoría de la elocución, luego la
teoría de los tropos. Y una de las causas de la muerte de la retórica radica allí: murió, según Ricoeur, cuando el
gusto de clasificar las figuras suplantó enteramente el sentido filosófico que animaba el vasto imperio retórico, que
la hacía mantener todas sus partes juntas y ligaba el todo al organon y a la filosofía primera. Si las figuras
argumentativas no se integran a la retórica concebida como el arte de persuadir y convencer, dejan de ser figuras
retóricas y se vuelven ornamentos referentes sólo a la forma del discurso.
En la nueva retorica, Barthes plantea que “la retórica debe ser siempre leída dentro del juego estructural de sus
vecinas (gramática, lógica, poética, filosofía). Perelman agrega que se necesita además precisar sus relaciones con
la dialéctica.
Aristóteles distinguió dos tipos de razonamientos que Perelman retoma como punto de partida de la nueva teoría
de la argumentación:
Analíticos Dialécticos

•Parten de premisas verdaderas, es decir, se refieren a • No parten de premisas verosímiles, es decir, se


la verdad: la conclusión es verdadera si las premisas refieren a la opinión: las premisas están constituidas
son verdaderas. por opiniones generalmente aceptadas.

•Las inferencias son puramente formales. •Parten de lo que es aceptado pero su fin es hacer
admitir otras tesis que son controvertidas: se proponen
•Son demostrativos y su propósito es de establecer convencer.
conclusiones ciertas e indiscutibles
•No es impersonal, dado que acciona sobre los
•Son impersonales porque de alguna manera su espíritus.
resultado depende de la persona que los emite.

Retórica restringida: Petrus Ramus

Es importante distinguir netamente los razonamientos analíticos de los dialécticos ya que unos se refieren a la
verdad y los otros a la opinión. En este punto, según Perelman, se sitúa la novedad y el error de Petrus Ramus:
partiendo del Trivium, las artes del discurso, él define a la gramática como “el arte de bien hablar”, en otras
palabras, el arte de hablar correctamente. Y a la dialéctica como el arte del bien razonar y a la retórica como el arte
del bien decir, del uso elocuente y ornado del lenguaje.
Ramus rechaza ruidosamente la distinción aristotélica de los razonamientos y dice que dialéctica y lógica es una y
la misma doctrina para conocer todas las cosas. Esta amplitud dada a la dialéctica, le quita a la retórica de
Aristóteles sus dos partes esenciales: la invención y la disposición, para no dejarle sino la elocución, el estudio de
las formas del lenguaje adornado. Así Ramus publica en 1572 la primera retórica limitada al estudio de las figuras.
De esta manera, fue instaurada en la retórica clásica, esta retórica de las figuras que condujo progresivamente a la
degeneración y muerte de la retórica.

En efecto Aristóteles había opuesto la retórica a la dialéctica pero como contracara. La retórica se interesaba por
los argumentos utilizados en una controverisa, o en una discusión con un solo interlocutor, mientras que la retórica
se refiere a las técnicas del orador que se dirige a una masa reunidad en una plaza pública que no posee ningún
saber especializado y es incapaz de seguir un razonamiento un poco elaborado.

La nueva retórica, por oposición a la antigua, concierne a los discursos dirigidos a toda clase de auditorios. La
teoría de la argumentación cubre todo el campo del discurso que busca persuadir o convencer, cualquiera sea el
auditorio y cualquiera sea la materia sobre la cual versa.

Perelman explica que una argumentación jamás puede procurar la evidencia y no es posible argumentar contra lo
que es. La argumentación no puede intervenir más que si la evidencia es discutida. Todos los que creen poder
despejar la verdad independientemente de la argumentación solo tienen desprecio por la retórica que se ocupa de
las opiniones: podría servir para propagar verdades garantizadas en el orador por la intuición o la evidencia, pero
no para establecerlas.

→ Demostración y argumentación

¿Qué es lo que distingue a la argumentación de una demostración formalmente correcta?

● El hecho de que en una demostración los signos utilizados deben estar desprovistos de toda ambigüedad.
Mientras que la argumentación Se desarrolla en la lengua natural, la ambigüedad no está excluida.
● Una demostración correcta es conforme a las reglas que son explicitadas en los sistemas formalizados
● El status de los axiomas, de los principios de los que se parte, son diferentes en ambas:
En la demostración los axiomas no están en discusión sea por que se consideren evidentes o verdaderos o porque
se consideran simples hipótesis en todo caso a nadie le interesa si son o no aceptados por el auditorio. Por el
contrario, como el fin de la argumentación no es deducir las consecuencias de ciertas premisas sino producir o
acrecentar la adhesión de un auditorio a las tesis que se presentan a su asentimiento, ella no se desarrolla jamás en
el vacío. Es decir, presupone un contacto de espíritus entre el orador y su auditorio. Por lo tanto, el contenido de las
premisas goza de especial importancia para el auditorio. Además, en la argumentación es posible que se llegue a
conclusiones diferentes e incluso opuestas a pesar de tener un mismo punto de partida, lo que no sucede en la
demostración, en donde las conclusiones se imponen necesariamente.

→ Factores de la argumentación:

Según Perelman, el auditorio no está constituido necesariamente por aquellos que interpela el orador. El autor
define al auditorio como: el conjunto de aquellos sobre los cuales el orador quiere influir con su argumentación. Es
muy variable, puede ir desde el orador mismo (deliberación íntima) hasta la humanidad entera (auditorio
universal), pasando por una infinidad de auditorios particulares.
Lo anterior solo es posible si existe un lenguaje común que permita la comunicación y el consentimiento o
concurso mental del interlocutor, y esto último exige del orador, cierta disposición a pensar en el interlocutor:
buscar lo argumentos que pueden influir en interlocutor, preocuparse por él y su estado de ánimo.
El filósofo no dispone como el sabio o el sacerdote de un conjunto de tesis filosóficas admitidas por todos los
miembros de su auditorio. Es la razón por la cual estará buscando hechos, verdades y valores universales. Para esto
apelará al sentido común o a la opinión común, a la intuición o a la evidencia, presumiendo que cada miembro del
auditorio universal hace parte de esta comunidad a la cual el orador hace alusión y que tiene las mismas intuiciones
y comparte las mismas evidencias.
La distinción entre los discursos que se dirigen a algunos y los que serían válidos para todos, permite hacer
comprender mejor lo que opone el discurso persuasivo al que pretende ser convincente. En lugar de considerar que
la persuasión se dirige a la imaginación, al sentimiento, en resumen al autómata, mientras que el discurso
convincente hace un llamado a la razón, en lugar de oponer uno a otros, como lo subjetivo a lo objetivo, se los
puede caracterizar de una manera más técnica y también más exacta, diciendo que el discurso dirigido a un
auditorio particular busca persuadir mientras que el dirigido a un auditorio universal busca convencer. Esta
distinción no depende de la cantidad de personas que escuchan sino de las intenciones del orador. Un discurso
convincente es aquel cuyas premisas y argumentos son universalizables, es decir, aceptables en principio por todos
los miembros del auditorio universal.

Aristóteles sobre el carácter del auditorio y como examina sus pasiones y emociones, distinguió tres géneros
oratorios según las funciones que en cada caso incumben: en el género deliberativo, el orador aconseja o
desaconseja y su opinión concluye en lo que parece más útil; en el género judicial, acusa o defiende para decidir
lo justo; en el género epidíctico alaba o critica y su discurso tiene que ver con lo bello y lo feo.
Perelman propone que el género epidíctico es central ya que su papel es intensificar la adhesión a valores, sin los
cuales el discurso que pretende llegar a la acción no podría encontrar un punto de apoyo para conmover y mover a
sus auditores. En este género, el orador busca crear una comunión alrededor de ciertos valores, y puede
aprovecharse de la emoción suscitada para excitar a la acción y a la revuelta. No hay que confundir la consecuencia
de un discurso y su fin, éste busca reforzar una comunión alrededor de ciertos valores que se tratan de hacer
prevalecer y que deberán orientar la acción en el porvenir. Es así como toda la filosofía práctica, dice Perelman,
tiene que ver con el género epidíctico.

→ Premisas de la argumentación

El orador si quiere obrar eficazmente con su discurso debe adaptarse a su auditorio. Es decir, el orador no puede
escoger como punto de partida su razonamiento sino tesis admitidas por aquellos a quienes se dirige. Adaptarse al
auditorio es escoger como premisas de argumentación tesis admitidas por este último. Hay que distinguir distintos
objetos de acuerdo:

● Objetos de acuerdo de lo real


HECHOS: Objetos de acuerdo precisos, limitados.
Los hechos se refieren a ciertos datos que hacen alusión a la realidad objetiva, y se caracterizan por que no
necesitan en principio argumentos que los refuercen para su adhesión, ni son usualmente objeto de controversias, y
desde el punto de vista argumentativo existe un acuerdo universal.
Puede suceder sin embargo, que se cuestione un hecho, ello es común cuando se plantean dudas en el auditorio o
cuando este último se amplía a otros miembros; en estos eventos el hecho pasa a ser objeto de controversia o
desacuerdo, y debe apelarse a los procedimientos de comprobación previamente acordados para superarlo.
Finalmente, los hechos aceptados pueden ser, según Perelman, hechos de observación, hechos supuestos,
convenidos, posibles o probables, pero tanto unos y otros han de adecuarse a las estructuras de lo real admitidas
por el auditorio.
Ej.: es un hecho que se está reduciendo el número de ingresantes a la carrera.
VERDADES: Sistemas más complejos, relativos a los enlaces entre hechos, ya se trate de teorías científicas o
religiosas que trasciendan la experiencia.
A las verdades se le aplica todo lo dicho a los hechos, no obstante, se diferencian de estos últimos porque mientras
los hechos suponen acuerdos precisos y limitados, las verdades nos remiten a sistemas complejos que expresan
relaciones entre hechos como las teorías científicas, o incluso, a sistemas conceptuales que trascienden la
experiencia como en el caso de las verdades filosóficas o religiosas.
Ej.: es una verdad, dentro de un auditorio conformado por especialistas en comunicación, que el concepto de
comunicación implica mucho más que transmisión de información.
Ambos son elementos objetivos, presuntamente admitidos por el auditorio. Son estables, pero pueden modificarse
con el tiempo.
PRESUNCIONES: Se asocia con lo que se produce normalmente. Son opiniones que no pueden ser probadas.
Las presunciones requieren de un reforzamiento adicional para su aceptación. Las presunciones se encuentran
asociadas a lo que es normal y a lo que es razonable y sirven de punto de partida para las argumentaciones, y lo
normal no se asocia al cálculo probabilístico, sino a lo verosímil ello es, a las convicciones que surgen de la
experiencia y el sentido común y nos permiten orientarnos en la vida.
Es posible que pueda surgir una controversia en relación a la aplicación de una presunción, en ese caso, ella
impone la carga de la prueba a quien se le opone quien imponen a quien se les opone, pues a quienes gozan de la
presunción se le exime de la prueba.
Ej.: es una presunción que quien asiste a los teóricos -además de las clases prácticas- tiene más chances de
eximirse en la materia.

● Objetos de acuerdo de lo preferible (son objetos de acuerdo de auditorios particulares)


VALORES: Influyen sobre los cursos de acción. Brindan razones para preferir un tipo de conducta frente a otra.
Los valores están presentes en todas las argumentaciones, aunque de manera restringida en los enunciados
científicos y casi ausenten en las ciencias formales, no así en el ámbito político, jurídico y filosófico en donde
constituyen la base de todas las argumentaciones.
Perelman distingue entre:
a)Valores universales (que permanecen indeterminados: lo bueno, lo bello, lo justo) y Valores particulares
(determinados de acuerdo a un contexto: la delgadez como forma de belleza).
b)Valores abstractos (belleza, justicia, verdad) y Valores concretos (que se dan a un ser particular, a un objeto, a un
grupo o a una institución, concebidos en su unidad: Francia, la familia, la iglesia).
JERARQUÍAS: son relaciones entre valores; conjunto de valores organizados de determinada manera. Se dividen
en: abstractas, concretas, homogéneas y heterogéneas.
Ej.: el reconocimiento de los viejos sobre los jóvenes, de los niños sobre los adultos, etc.
LUGARES COMUNES DE LO PREFERIBLE: Son proposiciones que sirven para justificar valores o
jerarquías.
Ej. Lugares de la cantidad: “lo que aprovecha el mayor número es preferible a lo que aprovecha un pequeño
número”.
Finalmente están los lugares de lo preferible o topoi y que Aristóteles distinguió entre lugares comunes que se
apoyan en premisas o afirmaciones que tienen un carácter muy general y los lugares específicos que pueden ser
usados en dominios muy particulares.

→ Selección, presencia y presentación

Debido a que la argumentación presupone una multiplicidad de objetos de acuerdo, se hace necesario selección
previa de los elementos como la forma de presentarlos, esta selección permite otorgarle presencia a ciertos
elementos que se retienen con facilidad y que por ese mismo hecho impiden olvidarlos. La presencia afecta
directamente la sensibilidad, y juega un papel fundamental cuando se busca rememorar situaciones o realidades
distantes en el tiempo y el espacio. En la selección de lo dado, es cardinal mirar la función que cumplen las
interpretaciones, las clasificaciones y el uso de las nociones.

→ Tipos de argumentos

Los argumentos se presentan bajo la forma de un nexo o bajo la forma de una disociación:
● Nexo: se presentan bajo la forma de un nexo (o unión) que permite transferir a la conclusión la adhesión
acordada a las premisas. Argumento que se produce uniendo ideas o proposiciones.
Perelman distingue tres tipos de argumentos por nexo:
1) Los cuasilógicos: se caracterizan por conectar ideas de una manera aparentemente lógica y, por lo tanto, se
comprenden aproximándolos al pensamiento formal de naturaleza lógica o matemática.
2) Los argumentos fundados sobre la estructura de lo real: son aquellos que replican las relaciones (lazos) que
existen entre elementos de lo real.
3) Los argumentos que fundan la estructura de lo real: a partir de un caso particular conocido, establecen un
precedente o una regla general que permite explicar lo que ocurre en la “realidad”.

● Disociación: trata de separar elementos o ideas que, a nivel del lenguaje, aparecen como unidas o mezcladas.
Argumento que busca resolver una dificultad que le presenta el pensamiento común. Sirve para resolver
incompatibilidades.

→ Argumentos cuasilógicos:

1) CONTRADICCIÓN E INCOMPATIBILIDAD
En argumentación, no hay contradicción sino incompatibilidad cuando una regla afirmada o una tesis sostenida
conlleva un conflicto con otra tesis o regla afirmada. En este caso, la argumentación se esforzará por mostrar que la
tesis que se combate lleva a una incompatibilidad, la cual se parece en esto a una contradicción, consistente en dos
aserciones entre las cuales es preciso elegir.
Ejemplo: El crecimiento económico de un país es imposible en un contexto de aumento del gasto público.
Cuando no hay incompatibilidad entre dos reglas, sino que la afirmación de una regla es incompatible con las
condiciones o las consecuencias de su aseveración o aplicación, estamos frente a una autofagia.
Ejemplo de autofagia: Prohibido prohibir

2) IDENTIFICACIONES
Aparecen en el discurso ordinario simulando la identidad formal. La identificación de dos expresiones puede
resultar de la definición o del análisis de algo.
Definición: Cuando, gracias a una definición, se pretende identificar el definiens (término que define) con el
definiendum (término que es definido), se trata de un uso argumentativo cuasilógico de la identidad. Desde el
punto de vista argumentativo, toda noción puede definirse de más de una manera.
Ejemplo: El Grupo Clarín es un monopolio
Ejemplo: El caso AMIA es el mayor atentado terrorista que sufrió nuestro país
Análisis: Se trata de descomponer las partes de un todo (por ejemplo, un concepto) para recomponerlo y así
comprenderlo.
Ejemplo: La palabra metodología se conforma a partir de la unión de los términos griegos metá (más allá), odós
(camino) y logía (estudio) y hace referencia al camino o conjunto de procedimientos racionales utilizados para
alcanzar los objetivos que rigen una investigación científica.

3) REGLAS DE RECIPROCIDAD Y JUSTICIA


Regla de justicia: Sostiene que será racional tratar de la misma manera a los seres que se consideren idénticos.
Exige la aplicación de un tratamiento idéntico a seres o situaciones que se integran en una misma categoría. Se
trata de una identificación parcial, justificada por el hecho de que las diferencias se consideran despreciables,
mientras que las semejanzas se consideran esenciales.
Ejemplo: Toda infracción a las reglas del juego que sea imprudente, temeraria o que implique un uso excesivo de
la fuerza, será considerada “foul” y penada.

Regla de reciprocidad: Asimila entre sí a dos seres o dos situaciones, mostrando que los términos correlativos en
una relación deben ser tratados de la misma manera, porque hay entre ellos una relación de reciprocidad. La
identificación de las situaciones es indirecta en el sentido de que requiere la intervención de la noción de simetría.
Ejemplo: Lo que es honroso aprender, es honroso enseñar.
Ejemplo: Mal está robar y mal comprar objetos robados.
Ejemplo: "Si un jugador se va por la cláusula de rescisión, ¿por qué no puede hacerlo un entrenador?", se
preguntó ante los periodistas Sampaoli.

4) TRANSITIVIDAD E INCLUSIÓN
Transitividad: Es la propiedad formal de una relación que permite pasar la afirmación de que ella existe entre un
término y un segundo, entre este segundo término y un tercero, a la conclusión que se da entre el primer término y
el tercero. O un silogismo o entimema.
Ejemplo: Los amigos de mis amigos son mis amigos.
Ejemplo: El crecimiento de un país depende de la reducción del gasto público. Argentina necesita crecer.
Argentina debe reducir el gasto público.
Inclusión: La inclusión de la parte en el todo permite decir que todo es más grande que cada una de sus partes.
Ejemplo: El todo vale más que una parte
Ejemplo: La integridad del equipo vale más que la individualidad de sus jugadores.

5) DIVISIÓN Y COMPARACIÓN
División: Argumento que puede servir tanto de medio de prueba como, también, para crear presencia por la
enumeración de las partes.
Ejemplo: El equipo Argentino se caracteriza por la calidad táctica del técnico, la solidez de la defensa, la
seguridad del arquero y la precisión de los volantes.
Ejemplo: La cantidad de gente apostada en el lugar, la presencia de Berni sin los debidos recaudos y el descuido
de los protocolos requeridos en situación semejante, nos permiten dudar sobre la validez del peritaje forense

Comparación: La comparación constituye un argumento cuasilógico cuando no da lugar a una pesada o a una
medida efectiva que utilice un sistema de pesas y medidas; pero el efecto persuasivo de tales comparaciones está
constituido, sin embargo, por la idea subyacente de que se podría apoyar su juicio por una operación de control.
Ejemplo: Es más rico que Rockefeller.
Ejemplo: El caso Nisman es como el caso AMIA.

→ Argumentos basados en la estructura de lo real


Nexos de sucesión
Unen un fenómeno con sus consecuencias o sus causas. Son nexos que ponen en relación fenómenos del mismo
nivel, unidos por un lazo de causalidad.
Este tipo de argumentos puede dirigirse:
- Hacia la búsqueda de las causas: se orienta a encontrar una causa que permite explicar el fenómeno. Cuando se
trata de actos intencionales, la determinación de la causa se acompaña de la del motivo de la acción que, por
otra parte, depende de un acuerdo entre los interlocutores sobre los “motivos posibles” (pertinencia y
probabilidad).
Ejemplo: Brasil quedó eliminado porque su desempeño fue desastroso.
Ejemplo: Brasil quedó eliminado porque el árbitro cobró un gol inválido.
Ejemplo: “Todos sabemos por qué suben los precios del petróleo: porque las transnacionales han perdido reservas;
entonces, para mantener el valor de las acciones, suben su precio” (NK)
- Hacia la determinación de los efectos: es análogo al anterior pero se orienta a determinar un efecto como
consecuencia del fenómeno en cuestión.
Ejemplo: Un error arbitral puso a Brasil fuera de la Copa América.
- Hacia la apreciación de un hecho por sus consecuencias (arg. pragmático): permite apreciar un hecho por sus
consecuencias (favorables o desfavorables).
Ejemplo: Es evidente que Brasil jugó mal porque perdió.

Nexos de coexistencia
Establecen lazos entre fenómenos de nivel desigual, de los cuales uno se presenta como expresión o manifestación
del otro y, por lo tanto, es difícil decir cuál es el elemento que precede al otro.
- Asocian una persona con sus actos, un grupo con los individuos que lo componen y, en general, una esencia con
sus manifestaciones.
- También pueden comprender un nexo simbólico en la medida en que acercan un símbolo a lo que simboliza
mediante un enlace de coexistencia.
- En este tipo de argumentos, todo lo que se afirma de la persona se justifica por la manera como esta se
manifiesta, pero es la unidad y la estabilidad de la persona la que unifica el conjunto de sus actos.
- Un hecho se evalúa a partir de la consideración que se tiene de la persona/grupo/institución que lo llevó cabo.
Ejemplo: La incapacidad del árbitro se evidenció en su atroz negligencia durante el partido al dar como válido
un gol con la mano.
Ejemplo: Es imposible que el árbitro haya visto la mano del jugador porque es un profesional sumamente
capacitado y, de hacerlo, hubiera anulado la jugada.
Ejemplo: El origen afgano del atacante de Orlando habla de su tendencia extremista y radicalizada.

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