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LA RECUPERACIÓN DE LA ARGUMENTACIÓN

EN LA ERA DE LOS MEDIOS DE MASAS


Arantxa Capdevila

La Grecia clásica es una de las épocas en las que la retórica constituye una de las herramientas claves
en la vida pública democrática que caracteriza a la polis griega. Diversificada en tres géneros -el judicial,
el deliberativo y el epidíctico- abarca todos los aspectos de la dimensión pública del ciudadano griego. Se
trata del período de máximo esplendor de esta disciplina, que es utilizada como instrumento persuasivo en
la discusión de los problemas políticos en la plaza pública y en los tribunales. Pero, con el paso del tiempo
la retórica cae en el olvido y es considerada como un instrumento negativo y superfluo que en lugar de
aportar algo a la discusión pública lo que hace es manipular oscuramente el ánimo del que escucha.
En este artículo trataremos de dirimir, de manera sucinta, cuáles fueron las causas del esplendor y de
la caída de la retórica como arte de persuadir con la palabra. Al tiempo que sostendremos la tesis de que
en la actualidad es necesaria una recuperación de algunos aspectos de la retórica que se muestran válidos
para el juego democrático a través de los medios de masas.

1. La época del esplendor: la retórica en el centro de la vida pública


Durante la etapa clásica no solo se desarrollan los aspectos básicos de la ciencia retórica sino que,
también, hay un gran debate filosófico en torno a su utilidad y a su conveniencia como elemento de la
discusión política y judicial. De hecho, la retórica nace como fenómeno judicial con un fuerte componente
político, en Siracusa, en el siglo V a. C., cuando una revuelta democrática derroca a los tiranos Gelon y
Hieron, que habían requisado muchas tierras para dárselas a sus mercenarios. Su caída comporta el comienzo
de una serie de litigios encaminados a recuperar las tierras expoliadas. Corax y Tisias enseñan retórica a todo
aquel que necesite hacer frente a estos litigios. Su retórica se fundamenta en preceptos prácticos alejados de
la idea filosófica de búsqueda de la verdad que se desarrollará a partir de los sofistas, ya que, a los jueces no
les interesa la verdad abstracta sino la verosimilitud, los acuerdos válidos para cada juicio.
La consolidación de la retórica se lleva a cabo en el marco de la polis griega, más concretamente en
Atenas. En este ámbito de libertad surgen los sofistas, que para Barilli (1989) suponen el primer gran
acontecimiento de la historia de la retórica ya que producen un modelo atemporal epistemológico y ético que
viene a cubrir importantes lagunas de la civilización griega, como son la organización de las principales
estructuras educativas y el desarrollo del espíritu crítico (Robrieux, 1993). A pesar de que las contribuciones
de los sofistas al avance de la retórica como ciencia son claras, también lo es que su nombre se identifica con
una parte muy negativa de la retórica al desvincularla de la ética entendida como defensa de una verdad
absoluta.
Platón (428-347 a. C.) (1) fue enemigo acérrimo de los sofistas a los que recriminó el dar preeminencia a
la opinión frente a la verdad. De hecho, Platón saca a la palestra la relación entre retórica y filosofía, que
para él, están totalmente separadas. A pesar de su postura antisofística su actitud en relación a la retórica no
es del todo negativa. Platón diferencia entre dos retóricas: una, la de los sofistas, con connotaciones
negativas porque trata de persuadir a cualquier precio sin tener ninguna consideración a la honestidad
intelectual. Por otro lado, existe una retórica positiva interesada por la dialéctica y por la búsqueda de la
verdad que ayuda a la formación de los espíritus.
Estando así las cosas, aparece una figura clave en el desarrollo de la retórica: Aristóteles (384-322 a. C.).
Aristóteles distingue entre dos ámbitos bien diferenciados: por un lado la ciencia donde las demostraciones
se han de basar en la certeza y la verdad y por otra el discurso persuasivo que argumenta sobre lo probable,
sobre lo verosímil. La primera, al basarse en la certeza trata de convencer a un auditorio universal con los
mismos razonamientos, mientras que la segunda utiliza pruebas para persuadir no a todos de la misma
manera sino en relación al tipo de público.
Encontramos, por tanto, distinciones entre razonamientos y diferencias según el tipo de público al que se
dirige el discurso. Según el público surgen los diferentes géneros de la retórica: el judicial, el epidíctico y el
deliberativo. El discurso judicial se dirige a los Tribunales y trata de defender o acusar en relación a los
valores de justicia e injusticia, como indica Robrieux (1993: 16) los razonamientos han de ser más rigurosos
porque el auditorio es más culto. El género deliberativo (siguiendo a este mismo autor) se orienta hacia las
asambleas que toman decisiones siguiendo las reglas democráticas y que han de decidir sobre el futuro en
función de los valores de utilidad o inutilidad. Por último, el género epidíctico utiliza el razonamiento de
elogio o blasfemia de personas e ideas basándose en valores de lo bello i lo feo.
A través de la civilización griega la retórica llega a los romanos. La subsistencia de este arte en el
Imperio Romano está conectado con las diferentes formas de gobierno. Aflora con la república pero se cierra

1
en sí misma cuando esta cae. Cuando no hay formas democráticas de organización política la retórica deja de
defender posturas reales de oposición y crece sobre ella misma con ornamentos vacíos de sentido.

2. La caída: la retórica se aleja de contenidos políticos reales


A partir de la caída del Imperio Romano la retórica sufre una pérdida progresiva hasta llegar a la
mitad del siglo XX. A partir de la Edad Media, la retórica evoluciona dividida en dos: por un lado, la parte
más argumentativa y, por otra, la parte más elocutiva. La primera de ellas entra en crisis desde un primer
momento y eso hace que la retórica se desarrolle como un arte de la brillantez de la palabra sin ninguna
fundamentación filosófica o de sentido. La división entre estas dos partes llega a su punto culminante con
el Renacimiento. Durante estos períodos las aportaciones no son novedosas (2) y se trata únicamente de
desarrollos de los clásicos.
En el siglo XVIII la retórica entra ya debilitada y cercenada de tal modo que no resulta difícil
comprender su estancamiento. A su caída definitiva (hasta la recuperación contemporánea) colaboran
algunos factores socioculturales como son el despotismo ilustrado, que solamente se interesa por la
retórica afirmativa, y el surgimiento de una burguesía que quiere acceder al poder político. En este entorno
aparece en primer lugar el Racionalismo, que critica a la retórica por su falta de contenido, y después el
Romanticismo que atacará férreamente todo el aparato normativo que, bajo este punto de vista, corta la
expresividad natural y encierra a la lengua dentro de unas normas a través de las cuales el espíritu humano
libre no puede proyectarse. Pero será el siglo XIX el que marcará la "muerte de la retórica" que muchos
autores han certificado basándose en su inutilidad para resolver cuestiones que se entendían como claves
dentro del pensamiento de la época.
Estos breves trazos históricos sirven para entender mejor las implicaciones i dimensiones que tendrá la
retórica a partir de la primera mitad del siglo XX. Este siglo comienza con una profunda crisis debida a
una serie de razones que podríamos resumir, siguiendo a González Bedoya (1994) (3) en tres:
-Predominio del empirismo y del racionalismo: Estos sistemas filosóficos consideran que la verdad es
fruto de una evidencia racional o sensible (por tanto absoluta), y no producto de la discusión entre
diferentes opiniones derivadas de la consideración de diversas verdades (relativas). La imposibilidad de
discutir sobre las diferentes concepciones de verdad hace que la retórica se reduzca a consideraciones
únicamente estilísticas.
-La estructura social antidemocrática de los regímenes de principio de siglo que dieron lugar a las dos
guerras mundiales y los efectos de las cuales no comienzan a superarse hasta los años cincuenta.
-El prestigio de la ciencia positiva que consideraba que nada es persuasivo sino se amolda a criterios
estrictamente científicos, cosa que no hace la retórica.
-Mortara (1991: 8) añade una cuarta causa: la escisión entre retórica y poética que hace que aquella
pierda su función dialéctica de discusión libre entre diferentes posturas y opiniones.
Por tanto, los dos rasgos que destacan fundamentalmente de la retórica clásica son, por un lado, su
carácter dialéctico que hace posible la discusión entre opiniones relativas a diferentes visiones del mundo
y, por otra, la manera con la que se lleva a cabo este diálogo, esto es, mediante argumentaciones cuasi-
lógicas adaptadas a públicos diferentes. Ambas características convierten de manera clara la retórica en
una forma persuasiva propia de la democracia, entendida como ámbito de discusión entre diferentes
posturas.

3. La recuperación: el papel de la argumentación en el sistema mediático actual


A pesar del panorama apuntado hasta aquí, el XX será también el siglo de la revitalización de la
retórica con aportaciones provenientes de diferentes disciplinas. John Bender y David Wellbery (1990: 23-
27) enmarcan los acontecimientos de la retórica dentro de un marco filosófico amplio. Mientras que,
según ellos, la crisis retórica tiene su punto álgido durante la Ilustración y el Romanticismo, su
recuperación se llevará a cabo en el marco filosófico de la crisis de la modernidad. Según Bender i
Wellbery el buen momento de la retórica enlaza con las características de este momento. Destacan cinco:
El paradigma dominante dentro de la ciencia deja de ser la neutralidad y la objetividad; La individualidad
ya no es unívoca; Se produce la dinamización de la esfera política; Aparecen nuevos medios de
comunicación social y, por último, se rompe el modelo de lenguaje nacional.
Aunque los cinco aspectos citados por estos autores tienen una importancia capital para el tema que
nos ocupa nos fijaremos fundamentalmente en dos. En primer lugar, la dinamización de la esfera política
se refleja en que con la muerte del liberalismo político y el inicio de los movimientos democráticos, la
esfera pública deja de estar dominada por unos pocos individuos de características similares (instruidos,
con una renta determinada y con una visión del mundo similar). En la modernidad la característica

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dominante será la participación masiva en la vida política de personas con intereses muy diferentes e
incluso, divergentes; con formación muy variada y con concepciones del mundo muy diversas. Esto hace
necesario el diálogo social para evitar el conflicto que, aunque presente, puede solucionarse
argumentativamente sin recurrir a la violencia física.
En segundo lugar, la aparición de nuevos medios de comunicación social abren la oportunidad de
participar de forma directa en la discusión social. Esta característica va muy unida a la anterior y es
imposible entender la una sin la otra. La democracia comporta la participación masiva en las instituciones,
por ello es necesario que el discurso político llegue a todos los ciudadanos sin ningún tipo de traba. La
prensa escrita pierde su preeminencia en favor de otros medios más fáciles de asimilar y para los que no se
requiere ninguna capacidad intelectual previa.
Visto el panorama dibujado por Bender i Wellbery es fácil de entender el cambio profundo que
experimenta la sociedad del siglo XX. Esto favorece la recuperación de la argumentación como forma de
diálogo entre posturas relativas sobre diferentes aspectos. De hecho, el sufragio universal en el contexto de
la sociedad de masas hace que el discurso político haya de tener en cuenta la diversidad de características
de los públicos a los que se dirigen los mensajes. Y es aquí donde entra plenamente el modelo
argumentativo clásico que parte de la base de que el conocimiento de los valores, de las ideas y de los
sentimientos del auditorio por parte del orador son imprescindibles para conseguir la persuasión mediante
la palabra.
Como conclusión podríamos apuntar que el auditorio, el público, con los nuevos medios recupera un
lugar central en la discusión política, el mismo que ocupaba -salvando las distancias- en el período clásico,
lugar que le reconoce la argumentación como forma comunicativa.

ARGUMENTACIÓN Y LINEAMIENTOS METODOLÓGICOS


PARA LA METACOMPRENSIÓN DE LA TEORÍA DE LA ARGUMENTACIÓN
Álvaro Mina Paz almipaz@usc.edu.co
Docente Universidad Santiago de Cali- Colombia

"Hallábanse dos querellantes en disputa, ante la


imposibilidad de lograr un acuerdo deciden acudir donde los
jueces. He aquí que su situación se ve modificada, ya no importa
quien tenga la razón, los jueces se la otorgaran al que mejor
argumente" Diálogos -Platón

RESUMEN
En el presente artículo presentaremos una reflexión valorativa del acto de argumentar y su importancia
como factor determinante en los procesos de la investigación formativa que se realiza durante los primeros
semestres en la universidad. Para el logro de este propósito haremos una exploración del término y de la
teoría de la argumentación. Precisaremos el concepto y otros correlacionados, y finalmente expondremos,
algunas estrategias que faciliten el desarrollo de la competencia argumentativa.

INTRODUCCIÓN
El presente documento presenta los lineamientos para la meta-compresión de la teoría de la
argumentación desde la lógica proposicional en la formación del pregrado y en especial, para quienes
realizan estudios en derecho y ciencias políticas, constituye una aproximación epistemológica a la teoría
de la argumentación.
Hoy es absolutamente necesario abrir espacios académicos en torno a temas relacionados con la teoría de
la argumentación, mucho más si admitimos que el derecho es ante todo un sistema de argumentación. La
teoría de la Argumentación no es en ningún caso un tema de sofisticación meramente académico, sino una
necesidad de la cual participan por igual los teóricos, los interpretes y los mismos litigantes del derecho.
La adopción de metodologías de interpretación cada vez más complejas por nuestros jueces,
particularmente por aquellos pertenecientes a la jurisdicción constitucional, hace necesario aprender los
secretos del arte de persuadir y de convencer. La argumentación es un tipo de exposición que tiene como
finalidad defender con razones o argumentar una tesis, es decir una idea que se quiere probar. Luego
entonces, esta es una actividad cotidiana y necesaria en la vida de todo tipo de profesional, aún para los no
abogados.

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En la actualidad la Universidad, viene gestando un proceso fuerte que apunta a convertirla en una de
las instituciones más importantes del país. Asunto que se encuentra consagrado en la Ley 30 de 1.992 –
que define las políticas de la educación superior en Colombia- reza en uno de sus objetivos: "profundizar
en la formación integral de los colombianos, dentro de las modalidades y calidades de la Educación
Superior, capacitándolos para cumplir las funciones profesionales, investigativas y de servicio social que
requiere el país". De igual manera, la Ley 80 de 1980 que sitúa la investigación como "actividad
fundamental de la educación superior".Por lo tanto, el Proyecto Educativo institucional, y más
concretamente, en forma explícita, su misión y visión institucional, deben consagrarse al logro del
mencionado propósito.
Situación que nos lleva a pensar seriamente, a todos los académicos, que tal pretensión, sólo es posible
en la medida en que crean las comunidades de indagadores desde las aulas, desde la formación del
pregrado, desde el ejercicio de la docencia con responsabilidad en la investigación y la inserción de los
postgrados a las políticas de extensión, a la comunidad.
Todos sabemos y lo hemos repetido muchas veces, que la forma más importante del quehacer
universitario es la docencia, la extensión y la investigación; sin estos tres pilares no se puede avanzar en la
consolidación de una cultura académica y mucho menos, cumplir con los estándares de calidad, exigidos
por el Ministerio de Educación Nacional. Por lo tanto, es un deber de todos los docentes, incorporar en el
currículo, las actividades propias de la investigación que le permitan al estudiante universitario, no
importa el nivel que se encuentre, asumir un compromiso mayor con sus aprendizajes y que redunde en un
mejor desempeño como futuro investigador.
De acuerdo con lo planteado hasta ahora, es preciso recordar, que el acercamiento del hombre al
conocimiento, consiste en un proceso que se hace desde el lenguaje y mediante el intercambio
comunicativo con los demás seres sociales. El hombre se relaciona con el mundo no como una conciencia
aislada, lo hace desde una comunidad de hablantes, que reciben saberes de otras comunidades distantes en
el tiempo y el espacio. Por otra parte, el mundo del que se ocupa el hombre le viene temporalizado por el
lenguaje y, por ello, todo discurso ha de ser un ir y venir, a través del lenguaje, es decir, un diálogo.
Tenemos, entonces, que sin el conocimiento teórico y la sabiduría práctica, no es posible formar una
verdadera cultura de investigadores, como lo sugiere Charles Sand Pierce. De ahí que, la universidad no
puede ser otra cosa que una comunidad de buscadores, al servicio de la humanidad. En ella, por encima de
todo, se debe enseñar a investigar cooperativamente y a pensar nuestra realidad sobre la base de encontrar
soluciones a los múltiples problemas del entorno. Una comunidad en donde por encima de cualquiera otro
objetivo, los otros no sean vistos como competidores que amenazan mis logros, sino como interlocutores
validos, con intereses plurales y por qué no, legítimos, pero, muchas veces contrarios a mis pretensiones.
La Universidad, pues, ha de enseñar a investigar, investigando, pero ha hacerlo mediante el diálogo, el
debate abierto, ha de educar a sus estudiantes a ser capaces de defender sus conocimientos, creencias,
presentando razones validas y teniendo en cuenta los argumentos. Por lo tanto, es tarea fundamental de
todos los humanistas transformar la universidad, en una comunidad alta pertinencia social, de
argumentadores éticos, en la que, cada cual se esfuerce por presentar sus tesis, siempre en procura de
alcanzar acuerdos comunitarios a través de la comunicación, es decir, logrados solamente, con la fuerza de
la sus argumentos.
Ahora bien, los académicos sabemos, que una comunidad de alta calidad y pertinencia institucional no
se construye de la noche a la mañana, se necesita planear a mediano y largo plazo, y buscar alternativas
viables en pertinencia que permitan superar nuestro atraso en investigación y no con simples seminarios
improvisados como ocurre en la actualidad. Es preciso gestar una política académica que redunde en la
capacitación de los docentes, no sólo ofreciendo maestrías y doctorados, sino también en la practica de la
argumentación y la racionalidad practica, o ética profesional.
La reconstrucción del país es tarea de todos, y contribuir a pensar una nación distinta, a la que nos ha
tocado vivir, debe ser también una tarea colectiva. En tal sentido, las cátedras de humanidades presentes
en el currículo deben abrir el espacio para la discusión en torno al tipo de democracia que necesitamos
para vivir en paz y armonía. Sin eludir el debate abierto, la confrontación ideológica, la diversidad crítica
sobre la concepción de la democracia y sus implicaciones sociales, que requiere la nación. Tal currículo
debe profundizar en los saberes específicos, propias de las disciplinas del conocimiento científico y
tecnológico. Pero sin descuidar el interés por las humanidades y por supuesto: la racionalidad de la
práctica argumental.
Colombia es una sociedad desgarrada por violencia, la corrupción, la irracionalidad ideológica y la
indiferencia de la casta dirigente, La pobreza y lo que es peor, educada con muy bajos niveles de calidad,

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por déspotas ilustrados, burócratas de la educación, insensibles ante una realidad que es peor que la que
registran los medios como señala Gabriel García Márquez.
Introducir en el currículo la asignatura de Teoría de la argumentación debe constituirse en un
propósito académico en todos los planes y programas, puesto que debemos convencernos que es por
medio del diálogo, la acción comunicativa, la argumentación y el humanismo, como se lograran los
acuerdos básicos que harán posible la construcción una nueva sociedad, fundamentada en la justicia social
y el progreso económico. Por lo tanto, debemos asumir, que el salto al futuro, sólo es posible investigando
la razón de nuestro atraso y reconociendo las dificultades de nuestro contexto sociocultural.
Todos coincidimos, en la urgencia de crear una cultura de investigación que desde el aula se proponga
hipótesis pertinentes que contribuyan al logro de una visión compartida: una Universidad dialógica,
constructora de paz y de progreso a través de la investigación.
Por lo tanto, en derecho, las ingenierías, las licenciaturas, los programas de salud, las económicas y
administrativas, los publicistas y comunicadores sociales, en general los planes y programas
universitarios, no es lícito centrar su objeto de estudio sólo en las propedéuticas técnicas o tecnológicas, es
preciso centrar la atención en las diferentes dimensiones del ser humano, y una de ellas es la formación
argumental.

NOCIONES Y CONCEPTOS BÁSICOS


La argumentación es un tipo de exposición que tiene como finalidad defender con razones o
argumentos una tesis, es decir, una idea que se quiere probar o sustentar una hipótesis. Es también el arte
de organizar razones para persuadir o disuadir a un auditorio; disciplina que estudia las técnicas
discursivas que permiten persuadir o disuadir a una o muchas personas sobre la tesis que propone un
orador o escritor.
La argumentación es una actividad cotidiana y necesaria en la vida de todo profesional, sea este
abogado, médico, ingeniero, administrador, vendedor, banquero e incluso el hombre de la calle. Todo
aquel que crea que debe defender con éxito sus ideas o refutar los de otro oponente necesita desarrollar la
destreza argumentativa. Por tanto la formación universitaria exige el desarrollo de tal competencia
argumentativa, desde el ingreso a los primeros semestres hasta la culminación de estudios del postgrado,
se debe capacitar en la teoría de la argumentación y las modernas practicas argumentativas.
"Argumentar es un juego del lenguaje y del pensamiento, es decir, una práctica lingüística sometida a
reglas" (Wittgestein) que se produce en un contexto comunicativo mediante el pretendemos dar razones
ante los demás o ante nosotros. Las razones que presentamos para justificar un hecho o dicho de otra
manera, pretender tener validez intersubjetiva o susceptible de crítica y precisamente a través de ella llegar
a cuerdos comunicativos.
Argumentar es acto de habla complejo, requiere por lo menos de dos actos, uno que funciona como
tesis y el otro que opera como argumento o premisa para una conclusión. Un argumento por el contrario es
un micro acto de habla, por lo tanto es menos complejo y su propósito es ilustrar, sustentar, justificar,
aclarar, explicar. Cuando un argumento es incorrecto o sus razones son insuficientes, apresuradas o
dudosas estamos frente a una falacia.
Argumentar bien es expresar con claridad, coherencia, precisión y pertinencia las ideas para que los
demás nos comprendan y acepten nuestras tesis. Se aprende a argumentar bien ejercitando la lógica informal.
La argumentación, consta de tres momentos o etapas fundamentales: la introducción de la idea que se
pretende defender, el desarrollo o argumentación global y la conclusión, en la que se confirma la tesis.
Oratoria es el conjunto de técnicas vocales que nos permiten expresar de manera elocuente nuestras
ideas. El recurso más importante de la oratoria es la vocalización: énfasis de voz y fluidez en la expresión.
La argumentación en cambio, es lo dicho, lo enunciado con forme a una lógica del pensamiento.
Según Habermas "La argumentación es un acto de habla, es un medio para conseguir un
entendimiento lingüístico, que es el fundamento de una comunidad intersubjetiva donde se logra un
consenso que se apoya en un saber proporcional compartido, en un acuerdo normativo y una mutua
confianza en la sinceridad subjetiva de cada uno". Al respecto dice el mismo autor que los sujetos capaces
de lenguaje y de acción deben estar en condiciones no sólo de comprender, interpretar, analizar, sino
también de argumentar según sus necesidades de acción y de comunicación. Por lo tanto es urgente que
desde la escuela básica, colegio y universidad se enseñen los secretos de la argumentación y las reglas de
la lógica discursiva.
La argumentación es razonamiento, inferencia, demostración y esencialmente el propósito es
convencer, hacer cambiar de ideas, actitudes, acciones, decisiones de un interlocutor. Ella fue cultivada en
la antigüedad por los griegos, Cicerón, Marco Tulio (106- 43 a J.C.) refinó el arte de la composición, la

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ironía, la inventiva y la argumentación en sus discursos políticos, lo que le proporcionó la admiración no
sólo de sus contemporáneos sino también de los intelectuales clásicos modernos que estudian sus tratados
y sus cartas; siendo los Sofistas los más grandes exponentes, del arte de argumentar, aunque su error fue
su desprecio por la verdad. De ahí las demoledoras críticas de Sócrates, Platón y Aristóteles.
Son incontables los eventos en los que se discute o se cuestiona de manera imprecisa o poco clara,
donde opera el razonamiento práctico para lograr acuerdos, aún ahí, se debe tener en cuenta que, en la
demostración, como en la deliberación crítica se requiere de la argumentación, es decir organizar las
razones a favor o en contra del problema o tesis que se defiende.
Educar en la argumentación para aprender a no confundir las causas o motivos de acción con las
razones que podrían justificarlas, sólo estás son susceptibles de crítica interpersonal. Tomemos un
ejemplo: cuando le preguntamos a un estudiante universitario por qué no lee, este contesta que "porque no
le gusta". ¿Es está una buena razón? o es, ¿Es una razón valida?.
Será que el hecho de que no le guste, sólo causa que no lea, y lo que es peor, viva de espaldas al
mundo, con los ojos cerrados al todo el conocimiento del mundo. Se desea con esta pregunta que, dé una
buena razón para no leer. Es decir debe tratar de probar que leer no es bueno. Es seguro que si lo intenta,
quienes si leen y gozan con sabiduría contenida en los libros, podríamos probarle que está en un error.
Como vemos, una buena razón puede en determinado momento justificar una acción o unas creencias,
aunque ésta no se deduzca necesariamente de aquella. Por eso, la mayoría de nuestras decisiones, aun
siendo razonables escapan de al carácter necesario de deducibilidad lógica.
Cuando argumentamos, proferimos un conjunto de expresiones lingüísticas conectadas en forma
lógica y de tal forma entre ellas hay una coherencia. Argumentar es, entonces, un conjunto de razones, de
proposiciones utilizadas en un proceso comunicativo, llamadas premisas, que justifican o apoyan otra,
llamada conclusión, que se deduce, de algún modo, de aquella. Toda argumentación supone un grupo de
razones ordenadas en donde la conclusión se infiere de una premisas y el nexo que hay entre éstas y
aquellas se denomina inferencia.
Sin duda esta competencia es fundamental para alcanzar la paz en un país como el nuestro azotado por
la violencia, infectado de intolerancia, como resultado de la intolerancia ideológica y política. No
olvidemos que la convivencia pacífica también se puede enseñar desde el hogar, la escuela y la
universidad; siendo la argumentación el mejor mecanismo para el diálogo civilizado en el que se
expongan las proposiciones y las tesis para la discusión y la búsqueda de soluciones a los graves
problemas que aquejan a la toda nación.
Hoy el uso es múltiple, se argumenta en política para proponer la construcción de sociedades más
justas, argumenta el vendedor para promocionar sus artículos, el jurista para ganar un pleito, líder para
conseguir seguidores, el científico para defender sus hipótesis, el profesor para convencer a los jóvenes de
la importancia de ser agentes de una revolución cultural y moral en Colombia, el padre de familia para
persuadir a su hijo de la importancia de la formación en la universidad, etc.
Pero, para tener éxito en la argumentación o en cualquier actividad que requiera del buen uso del
discurso o del debate hay que leer mucho, comprender e interpretar los textos, y en caso de los
profesionales, estos deben leer y asimilar grandes cantidades de información científica o tecnológica,
teniendo siempre una actitud crítica.
Argumentar es una actividad imprescindible a la hora de presentar los resultados de un trabajo de
investigación. En todos los casos una buena sustentación se aprende leyendo esencialmente a los grandes
clásicos, por ser estos verdaderos tratados de lógica humanista. Convencer a un jurado calificador de una
monografía, una tesis o un trabajo de indagación resulta fácil si se ha entrenado en la competencia
argumentativa.
Convencer es el fundamento de la argumentación y se logra por medio de la deducción o la inferencia,
de esta manera se consigue explicar unos conocimientos por medio de otros, de tal manera que las tesis
son comprobadas racionalmente con fundamento en afirmaciones o negaciones, falseadas o verificadas.
Por eso, Tanto a Kant, como a Popper, les preocupó el tema de la argumentación, el buen uso de ella y
recomendaron, que sí queremos conformar una sociedad razonable es necesario que aprendamos a
distinguir con claridad lo que es un conocimiento científico, de las simples creencias y convicciones
personales, políticas o religiosas no fundamentadas.
A esta tarea se consagró Popper y se le ha llamado "Problema de la demarcación", y a ella dirigió
Popper toda su atención. La demarcación implica entender muy bien lo que es un razonamiento científico,
porque no se trata de cómo creyó el positivismo moderno un conocimiento verdadero, e inconmovible.
Siguiendo la tradición kantiana el hombre no está en la posibilidad de acceder a dicho conocimiento, de
ahí que el arte de organiza las razones para convencer, aún tiene vigencia.

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Razonar es un proceso mental que permite relacionar ideas o juicios. Siempre que partimos de dos
premisas o afirmaciones que determinan una conclusión tenemos entonces una inferencia. La conclusión
puede presentarse al comienzo, en la mitad o al final del texto. En todos los casos las premisas son el
punto de partida de la inferencia y el fundamento para la conclusión.
El razonamiento es un proceso lógico que conduce al conocimiento verdadero a través de
razonamientos válidos regidos por normas. Un razonamiento es analógico cuando se basa en la
comparación y la relación existente entre los elementos; el razonamiento deductivo, contrario al inductivo,
implica extender a casos particulares las situaciones contenidas en un razonamiento general.

ANTECEDENTES DE LA TEORÍA DE LA ARGUMENTACIÓN


La argumentación tuvo su origen en la antigua Grecia y en ella que recibió el nombre de Retórica.
Gracias a las reformas democráticas de Pericles (490-429) se creó una nueva clase de profesionales que
eran llamados "sofistas" y quienes asumieron el ejercicio de la filosofía, la ciencia y la política para
defender ante los jueces las causas y los reclamos del pueblo, fueron ellos cultores y detractores de la
argumentación, puesto que su finalidad no siempre fue la búsqueda de la verdad, sino simplemente
defender a como diera lugar a sus clientes.
Aristóteles es reconocido como el padre de la teoría de la argumentación. Pero, gracias a Perelman:
filósofo, jurista polaco-belga, nació en Varsovia en 1912 y quien murió el 22 de enero de 1984, se la
rescata y crea la "Nueva Retórica. Perelman, testigo ocular de las dos grandes guerras mundiales que
sacudieron a la Humanidad a comienzos y mitad del siglo XX y a pesar de haber sufrido en carne propia la
persecución nazi, a los 28 años se dedicó a la investigación filosófica, y con la colaboración de la filosofa
Olbrechts-Tyteca emprendió varios proyectos de investigación1, todos encaminados a la elaboración de
una lógica de los juicios de valor. Situación que los lleva a realizar una lectura con detenimiento de
Aristóteles –creador de la lógica formal- a través del Organon, y un riguroso estudio filosófico de las
obras de los grandes lógicos de todos los tiempos -Platón, Agustín, Thomas de Aquino, Descartes, Locke,
Hume, Kant y Bertrán Russell, trabajo que culmina con la elaboración de su propia teoría de la
argumentación.
Perelman explica en El imperio retórico, que su propósito es rescatar la antigua retórica, la de los
griegos para diferenciarla de la retórica clásica que redujo la retórica aristotélica al formalismo del estudio
de las figuras literarias, a aspectos preceptivos para adornar el discurso utilizando giros que convierten la
retórica en simple teoría de la composición. Su objetivo por lo tanto es volver al sentido primigenio que
tuvo en la antigüedad: arte de disuadir y / o persuadir con razones.
La retórica aristotélica, con el paso del tiempo, se la tergiversó, hasta convertirla en simple teoría de la
composición del discurso, se la redujo a ornamentos del lenguaje inicialmente por los sofistas, estilo de
grandilocuencia que va predominar en la edad media, moderna y primera mitad del siglo XX.
Durante la edad media y aún en renacimiento, la retórica se hizo más sofisticada, y su aplicación no
era solo a nivel jurídico sino en todo tipo de situaciones; desde las matemáticas hasta la poética y se
expresaba a través de todo tipo de técnicas orales, gesticulares, corporales siempre con el objetivo de
impresionar al interlocutor y finalmente persuadirlo o disuadirlo. Es contra toda esta concepción, que se
levanta Perelaman y presenta su Nueva Retórica, que aparece sistematizada en El tratado de la
Argumentación o nueva retórica (1958), obra que recoge la teoría de Aristóteles, los aportes de Platón y
aún de los sofistas. Esta nueva retórica considera que no todos los discursos son argumentativos. Los
discursos pueden o no enfatizar la argumentación, la decisión responderá a lo que decida el orador para
desarrollar su argumentación. Por el contrario, en el discurso científico predomina el rigor lógico de la
demostración antes que la persuasión.
Por fortuna la retórica sofistica y gesticulativa a caído en desuso con el desarrollo de las nuevas
tecnologías y los medios masivos de comunicación. Sin embargo, hay quienes aún en el campo jurídico
desconocen los trabajos de Perelman y los esfuerzos del profesor Adolfo León Gómez por difundir la
Teoría de la Nueva Retórica, y aún insisten en los viejos esquemas de la charlatanería, la verborrea
adornada pero sin profundidad en el pensamiento.
Leyendo a Aristóteles en el Organon, Perelman, distingue tres campos de la teoría de la lógica del
discurso: teoría de la argumentación, teoría de la elocuencia y teoría de la composición. También
distingue, dos tipos de razonamientos: analíticos, utilizados en la lógica formal y los dialécticos, que tratan
de establecer acuerdos sobre los valores que son objeto de controversia. Con referencia en lo anterior,
Perelman reivindica la importancia de la razonabilidad en la toma de decisiones y explica que las leyes de
la retórica y de la dialéctica son universales.

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Perelman y la señora Olbrechts-Tyteca retoman la definición de Aristóteles, que admite que los juicios
analíticos parten de premisas indiscutiblemente verdaderas que concluyen o conducen a inferencias
validas. Por eso, estos juicios son de utilidad en la lógica formal y las ciencias de la naturaleza.
Por el contrario, los razonamientos dialécticos3, no se dirigen a establecer demostración alguna desde
el punto de vista científico, sino guiar las deliberaciones y controversias, porque su principal objetivo es
persuadir, disuadir, convencer, mediante el uso del discurso o criticar tesis opuestas, al tiempo que se
defienden las propias por medio de razones validas para el interlocutor.
Tanto Perelman como Olbrechts- Tyteca, reconocen que los razonamientos dialécticos tratan de
establecer acuerdos sobre asuntos que suscitan polémica. La verdad es intersubjetiva se construye a través
de la acción comunicativa y se la otorgará al que mejor argumente como señalan los diálogos de Platón.
La conclusión es que este razonamiento –dialéctico- es de enorme utilidad en la vida cotidiana y en las
ciencias sociales.
Las ciencias exactas se sustentan en la demostración, las humanas tienen como propósito esencial
persuadir. Por eso la demostración se dirige a un auditorio universal, mientras que la persuasión a
auditorios particulares. Por supuesto, uno no puede pretender convencer por vía discursiva a todo el
mundo, pero si se puede lograr la adhesión o acuerdos sobre temas particulares que son por naturaleza
discutible.
Las ciencias exactas señala Aristóteles, exigen definiciones precisas debidamente demostradas por los
hechos. Son formulaciones axiomáticas ajustadas con rigor a la lógica matemática. Las humanas se
conforman con probabilidades, se bastan con argumentos, los que obviamente, están sujetos a la crítica de
validación distinta a los de verificación empírica.
Podríamos decir entonces, que Perelman y Olbrechts-Tyteca establecen claras diferencias entre
argumentar y demostrar, dos verbos, no son sinónimos y mucho menos el uno inclusor del otro. La
demostración es un medio de prueba que se utiliza para establecer la verdad en las ciencias exactas. La
argumentación en cambio es una acción dialógica que permite la adhesión a la tesis que se propone
mediante razones validas.
La argumentación es razonamiento, inferencia y esencialmente el propósito es convencer, hacer
cambiar de ideas, actitudes, acciones, decisiones de un interlocutor. Ella fue cultivada en la antigüedad por
los griegos, siendo los Sofistas sus más grandes exponentes, aunque su error fue su desprecio por la
verdad. De ahí las críticas de Sócrates, Platón y Aristóteles.
La tesis global de Perelman sostiene que el hombre tiene la capacidad de conocer discusivamente "La
razón es esencialmente práctica y la razón teórica no es sino el límite de la razón práctica4".
Son las nuevas circunstancias políticas y sociales del siglo XX, como la ampliación de la democracia,
la comunicación , la información dentro del nuevo proceso de globalización de la sociedad capitalista la
que genera la necesidad histórica de reivindicar la retórica antigua, el arte de persuadir y de convencer.
Los nuevos tiempos requiere de nuevos acuerdos y de argumentos sólidos de parte de los líderes en
cualquier profesión y no simples halagos para adular, como ocurría con los sofistas del mundo antiguo.
Es importante precisar en este escrito, gracias al profesor Adolfo León Gómez, máxima autoridad en
los estudios perelmanianos en el mundo hispánico, autor de varias publicaciones sobre filosofía del
lenguaje y del libro Seis conferencias sobre la Teoría de la Argumentación5, cuyo objetivo fundamental
según lo expuesto por el propio autor, es servir de introducción al pensamiento de Perelman – El Imperio
Retórico- y familiarizar a los neófitos en el tema con la Teoría de la Argumentación. Ensayo, que destaca
las relaciones de la teoría de la argumentación con la retórica antigua; la lógica, la teoría de los actos
lingüísticos y la filosofía. El profesor Adolfo León Gómez en otra de sus publicaciones: "El primado de la
razón práctica" a través de su tesis central defiende la razón como algo esencialmente practico y la razón
teórica como el límite de la razón práctica, agrega que "para argumentar se es necesario estar de acuerdo...
por menos en algo en algo: tener en lenguaje común, apreciar el consentimiento del interlocutor y su
concurso mental; se requiere cierta modestia de parte de quien argumenta y tener conciencia de que, si
bien su propósito es persuadir, puede producirse el efecto contrario, ser persuadido- en transacción
argumentativa".
Hoy son incontables los intelectuales que estudian todo lo relacionado sobre los tipos de argumentos
analizados por los creadores de la teoría de la argumentación, realizan grandes esfuerzos por definir y
concretar la teoría de la argumentación como una disciplina que estudia las técnicas discursivas que
permiten lograr o acrecentar la adhesión a las tesis que se propone el orador. En síntesis, la Nueva
Retórica surgió de la preocupación por la búsqueda de una lógica de los juicios de valor, iniciada en 1947.
Pero Perelman llega a una conclusión inesperada, que no había una lógica específica de los juicios sino

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que todos los campos donde existe la ley de la contradicción se discute, se delibera recurriendo a técnicas
de la argumentación.
Adolfo León citando a Perelman propone, que a la hora de argumentar hay que tener presente que "La
misión del filósofo, es la de ser vocero de la razón, ser defensor de los valores universales supuestamente
válidos para todos los hombres" y que persuadir a alguien es convencerlo de que nuestra opinión es mejor
que la suya y por lo tanto debe emplazarla. En sus escritos recomienda:
La teoría de la argumentación se construye en un ambiente filosófico.
La filosofía es un intento racional -aunque no científico-, por resolver problemas inmaduros. Es decir,
problemas para los cuales no existe un método estándar reconocido por una comunidad de especialistas.
La argumentación es un intento por producir determinados efectos en el público, en la audiencia o en
un auditorio.
Para que la teoría de la argumentación sea teoría razonablemente aceptada, requiere definir un
concepto clave, que es el concepto de fuerza de un argumento o fuerza de una argumentación.
La teoría de la argumentación, nos pide "tratar a todos los seres de la misma categoría, de manera
semejante".
La primacía de la razón práctica, por encima de la razón instrumental.
Los argumentos se deben expresar mediante proposiciones.
La argumentación se formula en lenguaje de la lógica informal, la demostración lógica
fundamentalmente en el lenguaje de la formalidad científica.
La argumentación conduce a acuerdos, la lógica a la verdad irrefutable a través de pruebas
demostrativas.

DEL ARGUMENTAR Y EL INVESTIGAR EN LA UNIVERSIDAD


Desde Kant, se ha aceptado el postulado que conocimiento es igual a ciencia, en tal sentido los
procesos pedagógicos deben centrarse en desarrollar, potencializar las operaciones intelectuales y valorar
los conceptos, los juicios y los razonamientos. Puesto que el concepto y la proposición, por su carácter
abstracto y universalizante, permiten el aprendizaje del mundo de la realidad.
El concepto precede al juicio, aunque todo concepto implica varias proposiciones. Hay rastro de un
juicio hasta en la simple percepción, es un juicio implícito debido a la presencia real del objeto. Por lo
tanto, si percibimos un objeto, una persona, afirmamos implícitamente la existencia de lo que hemos
percibido y, tenemos un verdadero juicio cuando se pasa de la percepción, por medio de la reflexión, al
juicio explícito.
Juzgar consiste en captar en un acto de conciencia dos percepciones, dos representaciones o relacionar
dos conceptos. Ello significa unir dos términos con una afirmación o separarlos con una negación. Para
emitir un juicio, no es suficiente que dos términos se asocien en nuestra conciencia por contigüidad, por
semejanza o por contraste, sino que se necesita que los dos términos se reconozcan explícitamente y que
se establezca entre ellos una relación.
Cuando por medio de dos o más juicios establecemos la validez de otro, realizamos un razonamiento.
El razonamiento, es pues, una serie de relaciones de juicios en un todo y que terminan en otro juicio. De
tal manera, que, de hechos o datos particulares pasamos por un procedimiento inductivo a los principios
generales; o por el contrario, procedemos en forma deductiva, de las leyes y los principios generales,
pasamos a los datos o las consecuencias particulares.
Todos sabemos que en la actualidad el país avanza en una marcha forzosa hacia la implementación de
una reforma radical en las universidades y que a pesar de importancia explícita de los tres pilares o ejes de
la educación superior: docencia, extensión e investigación, la actual revolución educativa sitúa la
investigación como "actividad fundamental de la educación superior. Este hecho plantea una serie de
nuevas responsabilidades tanto para los directivos como para los docentes y los estudiantes. Situación que
cambiará a la larga las costumbres académicas.
Dado que no es un problema de simple formalidad, sino gestar reformas que redunden de manera
radical y propicien la creación de una cultura de indagación e investigación, es pertinente asumir que en la
medida en que se amplíen los niveles de participación democrática en los claustros y la comunidad
académica asume el ejercicio de una racionalidad practica es pensable la construcción de comunidades de
indagadores como preámbulos de las comunidades de investigadores y estas sólo se podrán fortalecer a
través del ejercicio de la argumentación. Por lo tanto en la medida que se haga un mayor uso del debate, la
discusión, el foro, la mesa redonda, el seminario y como el lógico el discurso argumentado tendremos las
condiciones para el ejercicio de la investigación cualitativa.

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La investigación se convierte en la tarea específica del que hacer universitario y de está forma la
universidad se constituye en centro crítico de la producción de conocimiento y de la formación del espíritu
científico. Por tanto, no es prudente que se asignen elevados presupuestos a impulsar proyectos de
investigación, sin haber iniciado los procesos de formación de investigadores. Y es claro que un
investigador debe manejar la destreza de argumentar, competencia absolutamente indispensable a la hora
de defender un proyecto, una hipótesis o un punto de vista.
Por lo tanto la investigación debe ir de la mano de la formación de estructuras lógicas en la mente del
estudiante universitario. Entonces más que aprender datos, el estudiante de la universidad debe aprender
estructurar ideas, a emplear el juicio argumentado que le permitan manejar, enjuiciar e interpretar los
datos, no quedarnos en la aplicación de metodologías de impacto que con contribuyen a investigar de
verdad.
El estudio permanente, el debate argumentado, la escritura cuestionadora, la investigación
contextualizada son elementos básicos de una Universidad donde directivos, profesores, estudiantes y
trabajadores son actores de los procesos de calidad. En ella la argumentación sobre la realidad alimenta la
investigación, el debate sobre los saberes exige razones y no meras opiniones, los escritos circulan en
forma de carteleras, periódicos o revistas universitarias.
Argumentar en el contexto universitario significa dar razones coherentes desde una perspectiva lógica,
basada en realidades y sustentada. Discutir desde la argumentación, supone reconocer en los otros, a unos
interlocutores legítimos que están dispuestos a mantener una comunicación sincera con nosotros sobre
asuntos de interés mutuo y sobre los cuales podemos disentir o tener acuerdos.
En los actuales momentos, en Colombia, dada la descomposición institucional, moral y social se
requiere de personas con criterios intelectuales y morales claros con capacidad de analizar y producir
soluciones coherentes e innovadoras a los múltiples problemas.
Formar estudiantes investigadores requiere de prácticas pedagógicas centradas en la argumentación y
el desarrollo de la comprensión. Por eso es importante que el estudiante aprenda a comprender a los otros,
a valorar la diferencia, a interpretar la diferencia y a sustentar o defender con razones sus tesis.
Frente al paradigma vigente acritico que tiene un visión reduccionista de la enseñanza proponemos la
ARGUMENTACIÓN como paso preliminar en la INVESTIGACIÓN con una metodología dialógica
centrada en sustentación racional.
No se investiga cuando simplemente se realizan consultas bibliográficas con el propósito de informar
o repetir. La acción de investigar supone actitud crítica, el despliegue de la contra argumentación. Y es
refutando, con argumentos fuertes, reinterpretando, reinventando como sabremos si la acción
investigativa, corresponde a los protocolos de una argumentación veraz.
El objetivo general: familiarizar a los estudiantes en las teorías clásicas y nuevas de la argumentación,
establecer relaciones entre los actos lingüísticos y la filosofía, estudiar los diferentes tipos de
argumentación, realizar aplicaciones en el ámbito jurídico y la producción de textos de estructura
argumentativa.

TÉCNICAS Y ESTRATEGIAS
En síntesis, hemos esbozado una reflexión valorativa del acto de argumentar y su importancia como
factor determinante en los procesos de la investigación formativa que se realiza durante los primeros
semestres en la universidad. Para el logro de este propósito se realizó una exploración del término y de la
teoría de la argumentación, precisamos el concepto y otros correlacionados, y se han entregado, algunas
estrategias que permiten el desarrollo de la competencia argumentativa.
Hemos sostenido a lo largo de este artículo que a argumentación es una actividad social y necesaria en
la vida de todo individuo. Tanto el profesional como el hombre de la calle necesita de los procesos
argumentativos. Se argumenta para proponer o defender tesis. Ella es un principio de convivencia por
cuanto permite dirimir conflictos personales y colectivos. La injusticia hace su aparición cuando se agota
toda opción argumentativa y humanista.
El resumen de las técnicas y estrategias que se presentan a continuación, están estrechamente
relacionadas con la tesis central que hemos defendido a lo largo de este escrito. Se trata divulgar que la
argumentación es un factor determinante en los procesos de la investigación formativa y de hacer saber
que si el alumno no despliega en forma simultanea las habilidades que apuntan a desarrollar la
competencia argumentativa, como una de las propedéutica fundamental, todo intento por formar
investigadores será vano y sólo contribuirá a privilegiar el currículo tradicional.

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Se sugiere, por lo tanto, intentar la introducción paulatina de técnicas y estrategias de trabajo
argumentativo en las cátedras, a fin de potenciar la competencia argumentativa: el pensamiento crítico y
creativo.
Pensamiento critico es la capacidad de discernimiento, es un hábito de análisis que te lleva a
discriminar lo que es verdad y el error con apariencia de verdad. La actitud crítica permite distinguir entre
una afirmación bien fundamentada y la gratuita o no relevante; sin actitud crítica no es posible desarrollar
la destreza del pensamiento.
Cosas que hay que evitar y como organizar los debates argumentativos para promover el pensamiento
critico en el ámbito académico, sugeridas por Mathew Lipman.
Evite obligar a los alumno a seguir un solo orden de ideas, a partir solo, de su interés como docente.
Privilegie el interés de los alumnos.
Evite la cátedra magistral, el uso de conceptos abstractos y, por el contrario, dele a sus alumnos la
posibilidad de construir su razonamiento a partir del diálogo espontáneo o el debate abierto.
Evite dirigir el debate durante la clase y, por el contrario, provoque e incite a la discusión.
Estimule a sus alumnos para que justifiquen sus propias opiniones y creencias.
Evite monopolizar la conversación.
Evite manipular la conversación, de modo que sus ideas (las del profesor) parezcan las más
justificables.
Evite resolver, solo, los problemas de orden afectivo, omitiendo los de orden cognoscitivos.
Evite que los estudiantes avancen en un solo ritmo, recuerde, que no todos, responden y aprenden del
mismo modo.
Insista, en que los alumnos discutan sobre el problema, hasta que sólo ellos, encuentren una o varias
"respuestas".
Aliente a los alumnos a pensar con cabeza propia, a ser capaces de valerse de su propio entendimiento.
Cada que inicie una clase, pregunte a sus alumnos, ¿qué aspectos de la vida tiene significado para él?.
Siempre que enseñe, primero señale los aspectos más simples y por último los más complejos.
Recuerde que el gran propósito de la práctica de la argumentación, está dirigido hacia el desarrollo de
la destreza del pensamiento crítico, es decir ayudar a los alumnos a construir ideas nuevas, a descubrir
nuevas significaciones. "Si queremos adultos que piensen por sí mismos, debemos educar a los niños a
que piensen por sí mismos". Mathew Lipman.

CONCLUSIÓN
Creemos que no es posible desarrollar esta competencia de manera aislada, es preciso crear
comunidades de indagación que de manera más precisa y exacta, estén comprometidas con la democracia,
con el debate abierto, que admitan la diversidad crítica, que propicien la libertad de cátedra, la solidaridad
y que tengan la suficiente madurez para juzgar con conocimientos y sobre todo ofrecer razones sus
miembros cada que surjan desacuerdos. Esta experiencia supone:
Tenga siempre un esquema cuando argumente, no pase de un punto a otro.
Formule una introducción breve y a continuación, exponga sus argumentos uno a uno.
Rebata las objeciones con argumentos.
No afirme más de lo que no está en capacidad de probar.
Distinga las premisas de las conclusiones.
Evite el lenguaje emotivista y la sensiblería.
Realice un estudio previo del tipo de auditorio y adecue, su lenguaje de tal forma que se logre el
propósito: convencer.
Determine los objetivos, la justificación y la metodología que va a seguir.
Utilice esquemas coherentes y emplee, siempre que hable, un tono de voz grave con una velocidad
media.
Si tiene que leer, hágalo, pero sólo utilizando frases y párrafos cortos.
Dedique la última parte de su intervención a cerrar, resaltando su tesis o hipótesis.
Cada que argumente:
Despierte credibilidad en el auditorio.
Escuchar las razones del otro.
Muéstrese sensibilidad al contexto, especialmente cuando sea una discusión moral o política.
Pida y de razones, cada que sea necesario.
Discuta los temas con imparcialidad y pensamiento crítico.
Pregunte por los criterios que se están utilizando en la toma de una decisión.

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Reconozca las falacias.
Haga buenos aportes y apóyese en la opinión de personas con prestigio intelectual solo cuando sea
necesario.
Utilice buenos ejemplos, proverbios, refranes y anécdotas para ilustrar sus ideas.
Haga analogías, establezca paralelo entre lo que se argumenta y otro hecho.
Confronte, refute, contra argumente cada que sea necesario o exprese contra ejemplos.

BIBLIOGRAFÍA
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ARISTÓTELES. Ética Nicomaquea. Ediciones Universales, 1987.
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1996.
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Valle, 1998.
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HABERMAS, JÜRGEN. Conciencia moral y acción comunicativa. Editorial Península, 1991.
LOPES, V. EDUARDO. Derecho y argumentación. Ediciones, Ecoe, 2001
MARTINEZ, M. Cristina. Comprensión y producción de textos académicos: expositivos y
argumentativos. Universidad del Valle, 1999.
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MINA, PAZ. ALVARO. Aprende a pensar el texto. FAID, 2000.
MONSALVE, ALFONSO. Teoría de la argumentación. Universidad de Antioquia, 1992.
PERELMAN, CHAIN. El imperio retórico. Retórica y argumentación. Editorial Norma, 1997.
PERELMAN, CHAIN. La lógica jurídica y la Nueva Retórica, Ediciones Civitas, 1998.
VILLA, URIBE. Claudia. Las Humanidades en la formación universitaria. Universidad Autónoma de
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WESTON, ANTHONY. Las claves de la argumentación. Ariel, 2001.

LOS SOFISTAS Y EL MINISTERIO PÚBLICO


Por Pedro Cayuqueo / 07 de abril de 2003

Si los sofistas griegos estuvieran de paso por nuestra era, de seguro sentirían vergüenza de los Fiscales
del Ministerio Público. Los sofistas utilizaban las técnicas de argumentación lógica como técnicas para
ganar una discusión, para persuadir a una Asamblea e incluso a los magistrados de una Corte de Justicia
en el caso de actuar como defensores o querellantes en un caso determinado. Para los habitantes de la
Grecia del siglo V a.c., destrezas como saber hablar en público o saber argumentar con inteligencia en los
tribunales de justicia constituyeron una necesidad de primer orden. Sofistas como Protágoras o Gorgias
brillaron en aquellos tiempos con especial luminosidad, siendo requerida sus habilidades oratorias en
todos los rincones de Atenas. Sin embargo, el más recordado sería Sócrates, un sofista que de tanto
cuestionarse los dogmas y creencias existentes en su época terminó condenado a una dolorosa muerte tras
ser acusado por las autoridades griegas del delito de impiedad.
En La Araucanía, muchos pensaron que con el debut de la Reforma Procesal Penal por fin había
llegado la hora de la transparencia a una justicia desprestigiada socialmente y carcomida desde sus
cimientos por procedimientos decimonónicos y obsoletos. Se suponía que antiguos vicios y temores –
como los fallos judiciales resueltos por los jueces en la oscuridad de sus cuatro paredes- serían desterrados
definitivamente por la irrupción del juicio público y oral como pilar fundamental de este nuevo tipo de
contienda judicial. La hora de la palabra y las destrezas sofísticas parecían haber llegado a nuestras cortes
sureñas para quedarse. “Temuco transformada en la democrática Atenas del sur de Chile”, recuerdo haber
oído exclamar al unísono a insignes leguleyos y afiebrados promotores locales del nuevo sistema.

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Reconozco que hubo un período en que también caí en dicha algarabía ingenua. Lo siento, pero mis
estudios anteriores de derecho y mi reconocida admiración por la historia de la Grecia Clásica y en
especial por aquellos atenienses “maniáticos de los juicios y la razón” -como gustaba de llamarlos
irónicamente Platón-, me habían jugado nuevamente una mala pasada, haciéndome creer que
efectivamente podía ser posible un sistema judicial donde la palabra leyes rimara de una vez por todas con
el manoseado concepto de justicia. Además, habría de suceder otro hecho que reforzaría en mi tal ingenuo
entusiasmo. Este hecho lo constituyó el haber conocido a uno de los recién nombrados Fiscales del
Ministerio Público a pocos días de implementado el nuevo sistema procesal en la región. Por la juventud
de sus años y mis relaciones nunca cortadas con el mundillo estudiantil de las ciencias jurídicas en
Temuco, no resultó extraño para mi encontrarme con dicho personaje precisamente no al interior de los
tribunales, sino más bien en casa de amigos comunes y en un ambiente relajado que invitaba a la
conversación y a dejar los prejuicios de lado.
Era una noche de verano, más fría de lo habitual, cuando conversando en la terraza del departamento
de un amigo, el joven y recién nombrado Fiscal del Ministerio Público me lanzó el siguiente parrafito para
el bronce: “Mira, el cambio que se viene en la justicia es revolucionario compadre. Nosotros tenemos el
privilegio de estrenar este sistema y te aseguro que pondremos a la razón y la inteligencia por sobre
cualquier otro tipo de consideración extra-judicial a la hora de exigir como fiscales una condena y
salvaguardar los derechos de la ciudadanía… Ya lo vas a ver, litigar en los tribunales será como vivir en
los tiempos de Sócrates”, señaló extasiado. La verdad no lo sé. Puede que haya sido lo convincente de sus
palabras o los efectos del cóctel etílico de aquella larga noche en mi poco acostumbrado organismo. Sea
como sea -o fuese como haya sido-, el joven aprendiz de guardián de los intereses del estado de derecho
me convenció fácilmente con su discurso mesiánico y redentor. Quizás el milagro podía ser posible. Es
decir, una justicia justa para todos y los fiscales actuando a nombre del estado como garantes de tamaño
desafío.
Huelga destacar lo equivocado que estaba yo con mis apresuradas predicciones. Hace pocos días, a
propósito del inicio del histórico juicio oral en contra de los lonkos de Traiguén en la ciudad de Angol,
tuve la oportunidad de conversar nuevamente con el joven fiscal. Y lo que resulta mucho más relevante,
tuve también la oportunidad de verlo por primera vez practicando aquello que supuestamente me había
predicado con tanta pasión aquella noche en Temuco. Para resumir la historia, después de escuchar su
alegato y el de gran parte de sus encorbatados e imperturbables colegas, se me ocurrió que los sofistas con
Sócrates a la cabeza debían de estar revolcándose en sus tumbas. El joven aprendiz de noble justiciero
ateniense se había transformado, bajo el influjo de quizás qué designio maligno, en un hábil e
inescrupuloso defensor de los intereses de las empresas transnacionales y de la mantencion de un status
quo a todas luces atentatorio contra los derechos fundamentales del conjunto del pueblo mapuche. Toda
esta defensa, claro está, encubierta bajo el manoseado argumento de resguardar el estado de derecho, la
institucionalidad y otras abstracciones legales de similar estilo y calaña.
Grande fue mi sorpresa, pero el joven aprendiz se había transformado en tan sólo un par de años en un
hábil cazador de lonkos mapuche. Una especie de Julius Popper de los tribunales de la región. O para ser
más certera la comparación -y ya que se trataba de la mítica ciudad de Los Confines-, en la reencarnación
leguleya del otrora capitán de la policía rural mallequina Hernán Trizano, celebre por su legendaria
rapidez y puntería con la Winchester de repetición para con las cabezas de cuanto lonko mapuche oso
cruzarse por su siniestro camino de colonización y muerte. Un insigne restablecedor moderno, en
definitiva, del orden y la paz social extraviada en la región entre tanto atentado incendiario, toma de
caminos, ocupaciones de fundos y amenazas terroristas; entre tanto lamento mapuche injustificado,
historiografías manipuladas, minorías radicalizadas, infiltración extremista y oscuros propósitos políticos
jamás nunca revelados.
Tras nuestra conversación sostenida en las afueras del tribunal de Angol, comprendí que poco o casi
nada quedaba de aquel idealista muchacho que –en una noche temuquense más fría de lo habitual- me
comentó entre cerveza y cigarrillos sus intenciones de redignificar la profesión de abogado a través de su
nuevo rol como fiscal del Ministerio Público. “Se acabaron los juicios truchos. Llegó la hora de
redignificar a la justicia, sacarla del pozo negro donde ha estado sumergida por ya demasiado tiempo y
devolverle su prestigio perdido frente a la ciudadanía… Como lo era en Atenas o en tiempos del Imperio
Romano. Esa será la pega de nosotros los fiscales y créeme que nos la vamos a jugar por entero. Como
que me llamo bla, bla, bla…”. Reconozco que ha pasado mucho tiempo de aquella surrealista
conversación, pero todavía se me vienen a la memoria sus palabras y también sus constantes y majaderas
referencias a la tradición sofística de la polis griega como apostolado elegido para su profesión.

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Después de esta experiencia, difícilmente podría yo encontrar hoy en día alguna relación entre los
actuales fiscales caza mapuches y aquellos insignes cultores atenienses del razonamiento y la oratoria.
Protágoras, Gorgias, Sócrates e incluso Platón, poco y nada tienen que ver con los fiscales Raúl Bustos,
Pedro García, Alberto Chiffelle o el insigne Francisco Rojas. Para los primeros, el derecho y la justicia
eran vías que no sólo garantizaban el orden social al interior de la polis, sino que también poderosas
herramientas que permitían la superación intelectual y moral del conjunto de los miembros de la sociedad
ateniense. Para los fiscales, por su parte, el derecho y la justicia parecieran ser difusos conceptos que se
amoldan a las circunstancias según lo dicte el manual de la conveniencia. Sino cómo entender que todos
ellos utilicen por estos días su inteligencia y el mandato protector que la sociedad depositó en sus brazos
con el único objetivo de imponer a como de lugar sus sesgados y prejuiciosos puntos de vista respecto de
un conflicto del que mucho saben pero casi nada entienden. Un conflicto étnico del que mucho hablan
pero del que nada escuchan, como escribiría el Subcomandante Marcos.
Cultores de la oratoria cantinflesca, de la palabrería barata, del verbo efectista y del adjetivo
amarillista propio de la crónica roja, este grupito de fiscales intenta por estos días convencer a un
presionado trío de jueces mallequinos de la verosimilitud de un delirante arsenal de acusaciones políticas
esgrimidas contra los lonkos mapuche Pascual Pichún y Aniceto Norin. Y en el cumplimiento de tan
canallesco cometido, suponer a estas alturas que para ellos el fin no justifica necesariamente los medios es
pecar estúpidamente de ingenuidad. Utilización de testigos sin rostro, interceptación ilegal de teléfonos y
ocultamiento de pruebas a la contraparte son solo algunas de las joyitas que se han hecho públicas en los
últimos días, para escándalo de todos quienes aun cultivan la decencia y el respeto a si mismos en el
esforzado trabajo judicial. Para los fiscales, que duda cabe, una verdadera lucha del todo-vale trasladada
desde los cuadriláteros callejeros al mismísimo reality show en que se ha transformado por estos lares la
publicitada reforma procesal penal.
Kart von Clausewitz, celebre teórico de estrategias militares, señaló en su oportunidad que la guerra
era simplemente la continuación de la política por otros medios. O dicho en forma textual, “uno de los
medios existentes para imponer una voluntad política determinada sobre otra” (“De la guerra”. Ediciones
Mar Océano, Buenos Aires, 1960). Para los Fiscales del Ministerio Público, la Reforma Procesal Penal y
los revolucionarios cambios introducidos en ella para su aplicación práctica no parecieran representar hoy
en día mucho más que eso. Es decir, simplemente otro medio para continuar con una larga historia de
imposiciones políticas aquí en las tierras sureñas de la fallida polis araucana.

LA RETÓRICA EN NUESTROS DÍAS


DESDE UNA PERSPECTIVA HERMENÉUTICA
María Eugenia Borsani

1. Introducción
Retórica. Palabra polisémica por excelencia. Abre múltiples senderos y permite asirnos de ella para
variados usos y también abusos. Retórica: embrujo de la palabra?; pirueta, acrobacia y malabares del
lenguaje?; mero maquillaje del discurso?; persuasión engañosa?; esencia de la naturaleza humana?; teoría
de la argumentación?. Retórica, arte y malas artes; capítulo de "Las Letras", estéril devaneo filosófico... Si
de aproximaciones a la retórica e intentos de definición se trata, vaya si las hay de este término. Qué cosa
sea la retórica dependerá quizás de las intenciones con las que se acuñe el término y del contexto en el que
éste aparezca.
La retórica obliga a un tratamiento filosófico a partir de su reaparición en escena desde hace pocas
décadas a esta parte. Temporalicemos esta imprecisión, tres décadas? Posiblemente sea atinada esta
estimación temporal. No ya olvidada, depreciada y despreciada, su retorno se hace sentir acompañando a
aquellas posturas que ejercen cierta resistencia a un modo de filosofar centrado en la epistemología clásica
o filosofía de la ciencia, que irrumpen en la escena filosófica a principios de la década del 60. Pienso
fundamentalmente en la disidencia Hans-Georg Gadamer, de Kuhn, también en Vattimo, Rorty, Derrida,
por nombrar a algunos. Y en Nietzsche, en el urticante, insidioso y desenfadado Nietzsche, a quien sería
injusto obviar, mentor de tal disidencia.

2. Retórica y condena
La ubicación de la retórica, entre la condena y la absolución, ha recibido un tratamiento oscilatorio,
pendular a lo largo de la historia, asistiendo en nuestro días a un "retorno de lo retórico" según Pierre

14
Kuentz, quien, en un artículo denominado "Lo retórico o la puesta al margen" aparecido en la revista
Comunicaciones Nro. l6, año l970, traducida en 1974, se pregunta:
¿Retorno normal del péndulo? ¿Simple retorno de un "andar" de la historia que hoy descubriríamos
que era excesivo? ¿Apelación de una condena injustificada? ¿Redescubrimiento de un saber
indebidamente abandonado del que se tratarían de rescatar, al menos, los despojos "todavía útiles",
materiales diversos de demolición con los que se espera poder constituir una teoría? (pág. l83)
Las posturas condenatorias de la retórica son aliadas a un modo de concebir la actividad filosófica que
acota su ámbito de indagaciones a la tradición de tenor cientista, en busca de la precisión, la
fundamentación y la abolición de la valoración por considerar a ésta una espúrea intromisión en el
impecable discurso explicativo y especular de la ciencia. Desacreditada la retórica, exaltada la lógica,
imperio de la precisión, de la asepsia y pureza del discurso.
Las visiones despectivas de la retórica señalan, entre otros de sus perjuicios -emparentados
seguramente con no pocos infundados prejuicios-, que la retórica, la argumentación con vías a la
orientación persuasiva de la acción, implica una afrenta a la libertad. La seducción del orador impacta de
tal modo en el destinatario que onnubila anulando los espacios propiciatorios de una elección libre. Sin
embargo, tal apreciación puede ser desmontada mostrando que no necesariamente insistir
argumentativamente reiterando la carga persuasiva y enfatizando lo seductor del mensaje, obligadamente
debe ser aliado a posturas engañosas, malas artes. Esta condena -de tenor ético- incurre quizás en una
acostumbrada asociación entre retórica y sofística. Si nos atenemos a la solicitud aristotélica sería
conveniente recordar que no se debe persuadir lo malo, por tanto el ámbito de la persuasión quedaría
restringido, al menos, así sería deseable, a aquellas cuestiones que aunaran valores sociales dignos de ser
resaltados. La tensión entre retórica y sofística también es advertida por Platón. El filósofo sabe de
argumentos adecuados, por eso debe conocer la naturaleza del alma humana -destinataria del discurso
influyente- y su apetencia por lo bueno y verdadero. Claro que aparece como cuestionable desde qué
criterio determinados valores son dignos de ser resaltados y desde cuál criterio determinados valores son
execrables, esto es, disvalores. Aquí el sentido común puede resultar un buen supervisor para estas
cuestiones, retomando -como hace Gadamer- la utilidad que presta la noción de phronesis aristotélica.
Remontándonos a los diálogos platónicos se advierten las diferencias de abordaje que la retórica ha
recibido en Gorgias y en Fedro. Recuérdese el tratamiento aristotélico, que, según algunos comentadores
en retórica antigua, permite una suerte de conciliación entre posturas convalidantes y críticas de la
retórica. Así lo señala Antonio Tovar -quien prologa la traducción de la Retórica de Aristóteles, edic. del
Instituto de Estudios Políticos de Madrid de l953- afirmando que:
"Es Aristóteles el que hizo la síntesis de los opuestos (...) personalizados en Platón e Isócrates". (pág. XL)
No es mi intención profundizar debates desencadenados en relación a la retórica antigua, cuestión que
preferimos dejar reservada a los especialistas, sólo la menciono como antecedente de una polémica no
acabada. Retórica: culpable o inocente"?; condena o absolución?; olvido o rescate?
Son varias entonces las aristas por las cuales se eleva una sanción a la retórica, en un vaivén que oscila
desde un apartamiento por considerarla que se trata de cuestiones relativas a lo estilístico y decorativo
hasta su descarte por asimilarla al discurso de manipulación y engaño.
Entonces, convalidar estas posturas devaluatorias de la retórica derivará en que sólo debe aceptarse
como no conminatorio las argumentaciones "objetivas", que permiten una no opinable distinción entre lo
verdadero y lo falso. No obstante, puede pensarse, quizás, que este criterio que sólo avala lo unívoco,
aseverativo, asertorio, y apodíctico implica un solapado modo de coerción que la hermenéutica se ha
encargado de expurgar y desnudar, en manos de no pocos pensadores. Esto es, la desacreditación de la
retórica ocurre de manera paralela a la entronización del racionalismo moderno inspirado en la tradición
cartesiana. A partir de allí se opera con criterios estrictos para aquello que se precie digno de re-
conocimiento. Tales criterios obran en coincidencia con un único modelo de saber, de verdad, de
conocimiento, en definitiva de ciencia, que no permiten corrimientos ni desplazamientos de ninguna
naturaleza. La matematización del mundo, la concepción de razón -en tanto categoría fundante del
Iluminismo- y la derivación positivista del proyecto ilustrado confluyen en la homogeneización de un
modelo en donde sólo hay cabida para la demostración lógica -empírica.
En este contexto la retórica que, según sus detractores, sólo pretende la persuasión engañosa de su
auditorio o rebajada a simple descripción de figuras del discurso, debe ser combatida. Obrándose bajo la
creencia de que la indiferencia es una genuina estrategia que garantiza el éxito de tal combate, la retórica
desaparece como tema de debate filosófico. Gonzalez Bedoya, en el Prólogo a la edición española del
Tratado de la Argumentación de Ch. Perelman y L. Olbrechts -Tyteca, -en adelante T de la A- expresa
elocuentemente esta situación. Cito:

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Así, el prestigio que desde finales del siglo pasado había adquirido para el pensador occidental la
lógica formal, inducía a ver la retórica como una antigualla irrecuperable. Reducida, pues la retórica a arte
de la expresión , perdió todo interés filosófico, no siendo extraño por ello que no aparezca el término
retórica ni en el Vocabulario técnico y crítico de la Filosofía, de André Lalande, ni en la norteamericana
Enciclopedia of Philosophym (l967). (Pág. 7)
En este contexto la retórica queda relegada a técnicas de embellecimiento de la palabra, asociada en
muchas ocasiones a una práctica desleal que intenta provocar una adhesión irreflexiva por parte de sus
destinatarios, apelando para ello a elementos "irracionales" tales como la emoción, el afecto, la sugestión y
la seducción ejercida por el orador sobre su auditorio. En esta línea de pensamiento cabe, entonces,
acometer a la identificación del contenido retórico considerado en términos de los elementos
contaminantes del discurso a efectos de su eliminación. Elementos contaminantes, distorsionantes, que
atentan contra el contenido cognitivo y que tienen como cometido violentar la verdad, induciendo
engañosamente a la acción, a través de la persuasión, no siempre manifiesta. Este análisis se enlaza con
manejos non santos de la opinión pública. Así, la retórica es entendida como el espacio de la
argumentación con ánimo de obligación, momento de imposición e impostura. Significa el discurso
coactivo que cercena todo posible ejercicio de la libertad. En el escenario de la retórica se despliega el
lenguaje-poder, el lenguaje-dominio, el lenguaje -sospecha. Retórica es sinónimo de coacción. Así, la
adhesión vendría a ser el resultante de un eficaz y exitoso proceso discursivo de intimación e intimidación.
Esta disputa ha sido, en cierta medida, actualizada en nuestros días por posturas enfrentadas entre
quienes reivindican la retórica -aún cuando dicha reivindicación se lleva a cabo desde perspectivas
teóricas disímiles- y quienes la condenan en tanto infame artilugio discursivo.

3. Gadamer y la soberanía de la retórica


(...) la retórica denota la lingüisticidad realmente universal
que subyace esencialmente en lo hermenéutico.
Hans Georg Gadamer

La figura más relevante de la filosofía hermenéutica actual es la de H.G. Gadamer, nacido en el año
l900, testimonio de casi un siglo de filosofía.
En relación a la retórica nuestro filósofo emprende lo que podría denominarse "empresa rehabilitante";
recuperando este ámbito como fuero natural de la hermenéutica. El opacamiento de la retórica -ejercido
por parte de la primacía de la lógica- hizo que se la asociara a una disciplina de lo residual, o ciencia de lo
marginado por la ciencia. Gadamer, entre otros, revierte el rol periférico asignado a la retórica,
devolviéndole un espacio que le fue arrebatado.
Gadamer invita a andar un camino olvidado, abandonado, maltratado. Tal sendero tiene que ver con la
tradición retórica como cuestión insoslayable. Internarme en dicho sendero y presentar la afinidad entre
retórica y hermenéutica es el cometido que me he impuesto y de lograrlo, agradecida a la retórica estaré.
La opera prima de Gadamer, Verdad y Método -en adelante VyM I-, de l960 (con primera traducción
al habla castellana de 1975) menciona a la retórica en varias de sus partes. La mención más sustanciosa,
aunque muy breve, aparece en el Epílogo de esta obra, pero de ediciones posteriores, por lo que resulta
dificultoso su rastreo. Tales menciones permiten advertir, al mismo tiempo, la ausencia de un abordaje
sistemático de la retórica, esbozado sí en Verdad y Método II -en adelante VyM II- de l986, cuya primera
traducción al habla castellana aparece en el año l992. En la sección IV de este texto, titulada
"Ampliaciones", aparecen cuatro escritos en los cuales Gadamer establece la estrecha relación entre
retórica y hermenéutica. Señalaré los cuatros trabajos:
-"Retórica , hermenéutica y crítica a la ideología. Comentarios metacríticos a Verdad y Método I
(l967)
-"Réplica a Hermenéutica y crítica de la ideología" (l967) en respuesta al texto de Habermas.
-"Retórica y hermenéutica" (l976)
-" ¿Lógica o retórica? De nuevo sobre la historia primitiva de la hermenéutica." (l976)
Gadamer se encuentra entre quienes recuperan la retórica en nuestros días. En general la
reivindicación de la retórica operada desde la escena hermenéutica se asocia a la impugnación de la
tradición moderna en la cual la concepción de la filosofía deviene teoría de la ciencia. Según los
defensores de la retórica, la naturaleza del lenguaje persuasivo no debe confundirse con distorsión o
engaño. La adhesión, en tanto fin perseguido por la argumentación retórica, meta del proceso
argumentativo, es concebida como momento final en el que el auditorio adhiere aprobando, acordando con
las tesis presentadas con total libertad. Todo proceso argumentativo es una invitación al debate y la

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controversia por lo que sería ajeno a su propia esencia confundirlo con imposición y ausencia de
discusión.
La naturaleza de la retórica impregna toda emisión con vías al entendimiento con los otros
constituyéndose en la función primordial y fundante de toda relación humana. Esta afirmación, muy
radical por cierto, invita a revisar aquellos ámbitos que consideran estar ajenos al concurso de la retórica y
que, en consecuencia, relegan su incumbencia a espacios poético-literarios asociándola con esferas ajenas
a la verdad y la objetividad. Específicamente me estoy refiriendo al discurso científico y lógico, y a la
pretensión de constituirse como ámbito de conocimiento estricto sin contaminación de ninguna especie, y
que, en tanto animado por la búsqueda de la univocidad se ocupa de cuestiones relativas a la prueba, el
cálculo y la demostración, únicas herramientas que permiten acceder a la verdad.
Ya en las primeras páginas de VyM I Gadamer nos advierte que "tendremos que abrirnos
penosamente el camino hasta esta tradición (retórica)" y agrega:
Con vistas a este objetivo perseguiremos la cuestión de cómo se llegó a atrofiar esta tradición y cómo
las pretensiones de verdad del conocimiento espiritual-científico cayeron con ello bajo el patrón del
pensamiento metódico de la ciencia moderna, un patrón que les era esencialmente extraño.(pág 54)
Bien, el fuerte espíritu metodológico que desde el siglo XIX impera hasta nuestros días tienen que ver
con tal atrofia. Al menos si algo es indiscutible es que la retórica, en tanto argumentación no objetiva, no
tiene espacio alguno frente a lo que se constituye en patrón y modelo de la ciencia moderna.
Vayamos a una primera y general definición de la hermenéutica: teoría y tarea de la interpretación.
Esto es, reflexión que se ocupa del fenómeno de la comprensión, entendida como capacidad humana
natural, movimiento básico de nuestra existencia en el mundo lingüístico que nos aloja. Se podría también
recordar la definición de hermenéutica de Schleiermacher quien afirma que se trata del "arte de evitar el
malentendido" , -malentendido propiciado por la distancia y extrañeza ante lo nuevo y las dificultades de
comprensión que de allí se derivan-. Es sabido que este tratamiento de la hermenéutica no satisface
plenamente a Gadamer. Si bien no considera errónea tal definición sí señala su insuficiencia e
incompletud. Según Gadamer esta visión de la hermenéutica acota su función a una mera técnica de
evitación de los malentendidos, "preceptiva del comprender" con aplicabilidad en tanto metodología de las
ciencias humanas. La hermenéutica es algo más. Ese algo más remite a su universalidad. Es desde el tema
de la universalidad de la hermenéutica que puede advertirse un punto de enlace en la estrecha relación
hermenéutica y retórica. Gadamer enfatiza tal vinculación y en e V y M II se expresa así:
Nuestro tema es la hermenéutica y para ésta es primordial la relación con la retórica (...) La capacidad
lingüística y la capacidad de comprensión poseen obviamente la misma amplitud y universalidad. (pág.
297)
La amplitud y universalidad del fenómeno hermenéutico es el pilar sobre el que descansan los
argumentos gadamerianos en disidencia con otros enfoques hermenéuticos de neto cuño metodológico. Lo
mismo le cabe a la retórica. Sería equivocado plantear a la retórica como sólo un arte decorativo del
discurso, cosmética de la palabra. La retórica adquiere una dimensión mayúscula según la óptica de la
hermenéutica gadameriana. La afinidad retórica- hermenéutica es analizada por Gadamer en consonancia
con algunas posturas actuales que proponen una recuperación de la retórica, posturas de las que Gadamer
se vale abonando su teoría.
Uno de los aportes plasmados en la obra de Gadamer es el de Chaim Perelman, ya mencionado, quien
- entre otros- emprende el restablecimiento de la retórica, a mediados de nuestro siglo, recuperando su
importancia luego de tanto agravio e inmerecido olvido. Los aportes de Perelman y sus seguidores son
señalados por Gadamer como de fundamental relevancia a efectos de destacar el rol protagónico de la
retórica en toda práctica social. Si bien la aparición de Perelman no esa significativa en VyM I, en el que
aparece citado en sólo una oportunidad (y no en la primera edición), sí se destaca en VyM II, en el que el
tema de la retórica recibe un tratamiento significativo.
El énfasis que Gadamer le atribuye a la retórica tiene estrecha vinculación con el fenómeno
hermenéutico. Según la perspectiva gadameriana la retórica adquiere un alcance tal que se vuelve
pertinente ahondar en su función la que incumbe a todo ámbito en el que se pretenda la comunicación
humana. No se trata de otorgarle importancia en tanto sólo una técnica que logre mejor su objetivo
comunicacional, sino en tanto capacidad lingüística inherente a todo humano, hablante e intérprete.
Así como Gadamer diferencia la hermenéutica clásica ( en la que prepondera una utilidad
metodológica) de su enfoque de la hermenéutica filosófica (ontológica), también Perelman establece una
distinción entre retórica clásica y retórica filosófica (nueva retórica).
La postura de Gadamer (en sintonía con Perelman) no es una reviviscencia de la retórica tal cual el
tratamiento clásico, sino que se reivindica la argumentación que nada sabe de verdades necesarias, de

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demostraciones empíricas, ni de deducciones lógicas, sino que se ocupa de lo verosímil, lo plausible, lo
probable y no por esto menos racional. Se trata de una ampliación del ámbito de la razón, espacio que ha
sido recortado y acotado desde un estricto modelo de legitimación del conocimiento propio de la ciencia
moderna. Puede suponer una ampliación del saber y de los saberes, desde una concepción diferente -
posiblemente insidiosa- del conocimiento. Desentonando con el criterio que subraya la preeminencia de la
fundamentación, dirá Meyer en el Prefacio de la T de la A que:
La retórica es ese espacio de razón, en el que la renuncia al fundamento tal como lo concibió la razón
no ha de identificarse forzosamente con la sinrazón. (pág.28)
Tal ampliación puede también entenderse en términos de ruptura, ya que ahora la razón se divorcia de
una única acepción, que emparentada con nociones como las ya apuntadas -prueba, verdad, demostración,
necesidad y otras- , restringe su aplicación al campo experimental o lógico-matemático. Perelman en el T
de la A dice así:
Nuestro camino se distinguirá radicalmente del camino adoptado por los filósofos que se esfuerzan
por reducir los razonamientos sobre problemas sociales , políticos o filosóficos, inspirándose en los
modelos proporcionados por las ciencias deductivas o experimentales, y que rechazan, por juzgarlo
carente de valor, todo lo que no se conforma a los esquemas impuestos de antemano.(pág.58)
Es este camino al que se hiciera referencia anteriormente. Es este el sendero que Gadamer invita a
andar. Lo considerado "carente de valor" son los argumentos retóricos por su carga valorativa. Un
argumento retórico se considerará exitoso si logra su propósito, a saber, la adhesión y el consenso de sus
destinatarios, llámese lectores, público o auditorio. Lo mismo puede decirse de la hermenéutica que lo que
busca es el entendimiento. Tal entendimiento se lleva a cabo dentro de una relación de consenso. Dice
Gadamer en VyM II:
El que quiere entender algo trae ya consigo un anticipo de lo que quiere entender, un consenso si
quiere persuadir y convencer en las cuestiones debatidas. (pág.307)
No se realiza la comprensión (de un texto o de opiniones ajenas) sólo si se posee un arsenal
instrumental metodológico que lo posibilite. Aquí cobra relevancia el alcance del lenguaje para Gadamer,
no se trata de una herramienta. La comprensión es una aptitud natural que se ejerce en tanto insertos en un
mundo mediado lingüísticamente en el que no hay pensar ni hacer ajeno al lenguaje. Igual tratamiento
corresponde a la retórica. Perelman y Gadamer coinciden en que el arte de hablar y la capacidad natural de
hacerlo con ánimo de convencer y persuadir orientando las acciones es fundante de las relaciones
humanas. Esto no invalida una reflexión acerca del dominio técnico de tal capacidad. Tanto la retórica
como la hermenéutica se alojan y comparten el mismo ámbito, dirá Gadamer en el Epílogo de VyM I:
el ámbito de los argumentos convincentes (no de los lógicamente concluyentes). Es el ámbito de la
praxis y en general de la humanidad, cuya tarea no aparece allí donde es vigente el poder del "férreo
concluir", al que hay que someterse sin discusión, (...) sino allí donde determinados puntos discutibles
deben llegar a dirimirse mediante una reflexión racional.(pág 310)
De lo dicho se sigue que Gadamer considera relevante restituirle a la retórica su sentido genuino y
verdadero alcance. Se hace necesario "cobrar una nueva conciencia de la significación de la retórica y de
su puesto respecto a la cientificidad moderna" (pág. 310 de Vy M II). Esta nueva conciencia de la
significación y del rol desempeñado por la retórica reclama que -haciéndonos eco de la petición de
Gadamer- nos aboquemos a cuestionarnos por el espacio que cabe asignarle a este especial saber
disciplinar en el mapa de la actividad científica. Dónde ubicar una actividad y reflexión teórica que se
constituye, al igual que la hermenéutica, en términos de la "prolongación" de dotes o capacidades
naturales que se desempeñan en toda instancia cuya meta es la comunicación humana.
Posiblemente habrá llegado el momento de restitución de un terreno perdido y derechos arrebatados.
Al menos esa parece ser la esperanza que anima a Gadamer.

4. Retórica y el discurso de la ciencia


Aceptar el postulado gadameriano acerca de la universalidad de la hermenéutica y en coincidencia con
tal premisa, igual universalidad otorgada a la retórica, implica adherir a su naturaleza invasiva. Le cedo la
palabra a Gadamer, retornando al Epílogo de Vy MI:
Cualquier praxis social -y verdaderamente también la revolucionaria- sería impensable sin la función
de la retórica. La cultura científica de nuestra época podría ilustrar esto. Ella está planteando a la praxis
del consenso entre los hombres la tarea gigantesca e inacabable de integrar en cada caso el ámbito
particular del dominio científico de las cosas en la praxis de la razón social: aquí es donde entran en juego
los modernos medios de masas.(pág 661)

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Así como parece muy dificultoso prescindir de la función retórica en el lenguaje cotidiano que
conlleva a un reajuste incesante y revisión constante de las argumentaciones propias de nuestra vida en
sociedad, resulta también difícil prescindir de la retórica en el ámbito de "la ciencia" en el que se da igual
revisión constante, igual reajuste, en donde la provisionalidad de sus afirmaciones parece ser ya una
instancia indiscutible y aceptada por la comunidad científica, es decir, la conciencia científica falibilista
que no afecta a la pretensión de verdad.
Vattimo, bebiendo de los aportes de la ontología hermenéutica de Gadamer, enfatiza la esencia
retórica de la lógica científica y se expresa así en un artículo denominado "Verdad y retórica en la
ontología hermenéutica" aparecido en El fin de la modernidad.
La verdad de una proposición científica no está en su verificación controlable atendiendo a reglas
públicamente estipuladas y adoptadas idealmente por todos, lo cual sería un modo de reducir a una
significación pura mente formal el nexo de lógica y retórica, sino que en última instancia es en cambio, la
aceptación de las reglas de verificación vigentes en los ámbitos científicos particulares por parte de una
esfera pública, que es el logos-lenguaje común, tejido y retejido continuamente en términos retórico-
hermenéuticos, porque su sustancia es la continuidad de una tradición que se mantiene y se renueva
mediante un proceso de reapropiación (...) que se desarrolla sobre la base de "evidencias" de tipo retórico.
(pág. 122)
Ahora bien, subrayar el aspecto persuasivo, cimiento retórico del discurso científico, no significa -
como ya se ha dicho- en nada asociar sus enunciados a cuestiones relacionadas con encubrimiento ni
falsedad, sino sólo señalar la provisionalidad de las afirmaciones del discurso propio de la ciencia que son
aceptadas en función de la adhesión que provocan en el auditorio de sus pares y de la comunidad toda, en
virtud de las convenciones y paradigmas vigentes que avalan y refuerzan tal adhesión. Establecer los
puntos de enlace entre la dimensión retórica y el discurso científico, acercando esferas discursivas que
estuvieron históricamente enfrentadas, no significa para nada restarle rigurosidad ni socava la pretensión
de precisión propia de la reflexión y el conocimiento científico.
Es en este sentido en el que se expide Gadamer -con anterioridad a las apreciaciones de Vattimo-
cuando en VyM I, y a propósito de sus divergencias con Habermas, dice así:
[La retórica] trata de una aspecto esencial de todo comportamiento razonable (...) hasta tal punto
participa de la determinación general del hombre como ser racional. (pág. 661)
Reitero: afinidad entre retórica y hermenéutica que Gadamer se ha ocupado de establecer
enfáticamente a partir de su postura en defensa de la universalidad de la hermenéutica, con igual amplitud
y alcance otorgado a la función retórica. Gadamer aborda la problemática retórica, distanciándose de los
aspectos que la asocian a una mera técnica discursiva subrayando el engarce entre la dimensión retórica y
hermenéutica de la lingüisticidad humana. Según este autor "la ubicuidad de la retórica es ilimitada" y si
las ciencias se erigen como espacio de credibilidad y eficacia es justamente en virtud del "elemento
retórico que las sustenta". La pregunta que Gadamer se formula en VyM II -habiendo anticipando ya su
posición en relación a la naturaleza de la retórica- reza así:
Qué sabríamos de la física moderna, que conforma tan claramente nuestra existencia, sólo por la
física? Todas las exposiciones de la misma (y quizá habría que decir : en la medida en que no se limitan a
un círculo siempre muy reducido de los especialistas iniciados) deben su eficacia al elemento retórico que
las sustenta. (pág. 229)
Afirmaciones de esta naturaleza, se insertan en una brecha abierta entre los unos y los otros, unos
fervientes y casi fanáticos partidarios de la objetividad, la apodicticidad, la necesidad y los otros,
contemporizadores y continuos cuestionadores de tales requisitos, como únicos e indispensables
elementos del discurso científico.
Sabidos los lazos de consanguinidad existentes entre Gadamer y la tradición romántica, bien puede
pensarse que las siguientes afirmaciones de Nietzsche resultan pertinentes al momento de mostrar la
naturaleza retórica de toda práctica comunicativa, naturaleza retórica neutralizada por imperio de la
primacía de la lógica. En un pasaje de "Historia de la literatura griega", dice Nietzsche:
No existe una naturalidad antirretórica en el idioma, a la que pudiera apelarse, sino que el idioma
mismo es el resultado de toda una serie de artes retóricas.(pág. 381)
Estas palabras se concilian con su concepción de lo humano en virtud de su naturaleza metafórica, el
hombre es un animal metafórico, donde la retórica ocupa un lugar fundante (si se puede hablar de fundante
en Nietzsche). Retomo lo dicho al momento de citar a Nietzsche: "lazos de consanguinidad entre Gadamer
y la tradición romántica". Corresponde señalar que las posturas convalidantes de la retórica en general son
herederas de la tradición romántica. La tradición moderna ha relegado el estudio de la retórica a ámbitos
literarios por considerarla emparentada a cuestiones relativas al tratamiento de los discursos de ficción,

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por lo tanto ajenos a la seria y solemne empresa filosófica. El tratamiento de la retórica no es ausente a la
polémica entre intentos reivindicatorios de la tradición moderna enfrentados a intentos reivindicatorios de
la tradición romántica.
Entonces, el ámbito científico parece no poder eludir lo retórico, tampoco puede ignorarse la
importancia de la retórica en el ámbito de la práctica social y mucho menos el de la cotidianeidad en
donde aparece como el soporte de toda comunicación exitosa. Por tanto, resulta un reduccionismo pensar a
la retórica sólo en términos de discurso poético-literario, simbólico, ficcional, como así también resulta
problemático asociarla a enmascaramiento, distorsión , encubrimiento discursivo ya que se incurriría en
una confusión -de la que ya Gadamer ya nos ha precavido-.
Finalmente, aceptar la oferta hermenéutica significa avalar que la dimensión retórica vertebra y
soporta todo discurso. Lo dicho hasta aquí otorga sentido a aquellas primeras palabras que citáramos de
Gadamer y que ahora recuperamos :
" (...) la retórica denota la lingüisticidad realmente universal que subyace esencialmente en lo
hermenéutico".
Qué cosa sea la retórica y la reflexión resultante con relación a la pertinencia o no de su reivindicación
desde una perspectiva hermenéutica no es tema clausurado. Lo cierto es que después de Gadamer la
retórica ya no podrá ser asociada a una esfera herética y apóstata que pone en jaque el "divino, sacro e
inmaculado" propósito de la filosofía, sino en tal caso como dimensión constitutiva de todo acto
discursivo.
Para cerrar, sólo deseo que estas palabras no hayan sido entendidas como mera pirueta acrobática del
discurso -retórica, pero en un sentido espurio e ilegítimo-.

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