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cama mientras recuerda el encuentro por la tarde con el "Chino": _el mundo así no
puede seguir. Hay ira en los dioses - Gerardo esboza una sonrisa que le calma un
poco el malhumor por el calor. Los sueños que tuve lo predicen, en serio... el fin
llega a ver la luna que ilumina parte de su rostro. Ya siente el cansancio del día
espesa. Llega a una esquina y compra cigarrillos. Sigue caminando y llega a una
me tiene podrido" - da una pitada profunda -, "voy a ir más tarde, así no me jode" -
que hay, agitadas por ráfagas de un viento cálido. Entre estos silenciosos sonidos,
Gerardo comienza a percibir el golpeteo de unos tacos: Tac... toc... Entre las
sombras y la poca luz no puede ver ninguna figura. A través de los árboles penetra
el débil reflejo de la luna que cae sobre la vereda y las fachadas de las casas. Pasa
un auto que ilumina la calle por unos segundos y Gerardo mira una mujer que se
penumbra y el silencio se hacen cada vez más profundos. Gerardo inquieto, para
salir de esa especie de vacío, se concentra en los pasos que se acercan. Mira a la
mujer que se aproxima y puede distinguir a Lucía, su vecina que, al ver una silueta
_¡Ey!, Lucía - grita Gerardo. Ella da vuelta su cara sin dejar de dar
pasitos cortos._Soy yo, Gerardo - insiste con su mejor ánimo y entusiasmado por
sonríe Lucía -. _Sentáte - le pide Gerardo. Lucía que lleva puesto un vestido color
pregunta Lucía mientras da una primer pitada al cigarrillo. Gerardo levanta la vista
hacia una de las pocas y débiles luces de la placita que estaba titilando. Después,
baja la vista.
_Es la tercera vez que tu novio me encuentra en tu casa - Lucía dibuja una sonrisa
queda con su sonrisa en los labios y lo mira en silencio. Pasan un rato callados.
Una brisa se levanta tenuemente. Gerardo se acerca a Lucía y la besa. Ella no dice
El viento empieza a soplar cada vez más fuerte y los árboles se agitan con
Ella lo besa: boca, oreja, cuello. Se sube arriba de Gerardo y lleva una de sus
manos a la bragueta. Desabrocha el pantalón, baja el cierre y mete su mano.
luego el otro. Ella sigue jugando con su mano dentro del pantalón de Gerardo.
plaza, de toda la calle. La luz es cada vez más intensa y se expande por el cielo de
la ciudad. Llega a todos lados. El viento ruge furioso y Gerardo se desvanece por
placita, los balcones y las puertas están abiertos, la luz había desaparecido. Los
hombres desde sus casas o en las calles, agitados, piden por sus mujeres que se
esfumaron. Todas las mujeres habían desaparecido. Era el fin del mundo.