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Tema 10.

KANT: CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA

1. Datos biográficos y obras.


Inmanuel Kant (1724 – 1804) nació en Königsberg, en la antigua Prusia, en una familia
modesta. Trabajó como preceptor de muchachos de familias ricas hasta que logró una
cátedra en la Universidad de su ciudad natal en 1770. Se suele dividir su obra en dos
periodos: el precrítico y el crítico. Sus obras más conocidas pertenecen al segundo
periodo que se inaugura con la publicación de la Crítica de la razón pura en 1781, su
obra más conocida. Otras obras importantes son Crítica de la razón práctica (1788),
Crítica del juicio (1790) y La metafísica de las costumbres (1797). En ese mismo año
abandona la cátedra por problemas de salud. A lo largo de su vida fue rector de la
Universidad y miembro de las Academias de Berlín, San Petersburgo y Viena.

2. Introducción.
La filosofía moderna es un continuo comenzar y recomenzar. Descartes intentó
construir una filosofía a salvo del escepticismo pero su intento fracasó, pues un siglo
más tarde Hume renovó las viejas posiciones antimetafísicas.
La filosofía de Kant pretende ser una superación de las principales corrientes de la
filosofía anterior a él. Kant, siguiendo a Hume, reprocha a los racionalistas su actitud
dogmática que consiste en confiar plenamente en la razón sin someter antes a un análisis
sus capacidades. El racionalismo pensó que la metafísica podía construirse a partir de la
razón, sin recurrir a la experiencia; pero Hume fue capaz de mostrar que la metafísica
como ciencia a priori no existe ni puede existir.
Según Kant, Hume tiene razón cuando limita nuestro conocimiento a la experiencia
pero se equivoca cuando afirma que no es posible la ciencia; de hecho la ciencia, en
contra de la opinión de Hume, existe: la matemática y la física (desde Newton) están
perfectamente elaboradas y son aceptadas por todos sin discusión. Son los hechos los
que contradicen a Hume. Ahora bien, si la experiencia sólo nos permite conocer cosas
singulares y concretas y la ciencia es un conocimiento universal y necesario ¿cómo es
posible construirla? La Crítica de la razón pura tratará de responder a este problema.
Otro asunto que trata Kant es la validez de la metafísica. La metafísica pretende conocer
realidades que están más allá de la experiencia, por eso es preciso plantearse si es o no
posible; lo cierto es que aún no ha alcanzado el estatuto de ciencia, pues, al contrario
que las demás, no ha progresado ni ha conseguido poner de acuerdo a los filósofos. Los

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problemas planteados por los filósofos griegos siguen siendo tema de estudio y mientras
los científicos se ponen de acuerdo en sus teorías, en filosofía cada autor tiene una teoría
propia. Por eso es preciso plantearse seriamente el siguiente problema: ¿es posible la
metafísica como ciencia?
Para investigar si es posible la metafísica como ciencia Kant trata de averiguar en
primer lugar cómo son posibles las ciencias ya consagradas (matemáticas y física) para
luego comprobar si esas mismas condiciones de posibilidad se dan (o se pueden dar) en
la metafísica. Ésta es la tarea fundamental de la Crítica de la razón pura.

3. Teoría del conocimiento.


Kant comienza analizando los elementos que constituyen todo conocimiento. Toda
ciencia es un conjunto de enunciados, de juicios; el problema ahora se concreta en
estudiar los diversos tipos de juicios y ver cuáles son los que engendran un
conocimiento universal y necesario. Una vez descubiertos estos juicios, habrá que
investigar qué condiciones los hacen posibles, y aplicar el resultado de esta
investigación al objeto de la metafísica para ver si aquí es posible formular juicios
universales y necesarios.
Juicio es toda relación de sujeto y predicado bajo la forma “S es P”. Según Kant pueden
distinguirse los siguientes tipos de juicios:
- Clasificación según la relación entre sujeto y predicado:
a) Juicios analíticos: a este grupo pertenecen todos aquellos juicios en los que el
predicado está incluido en el sujeto. Por ello son meramente formales. Es decir,
su construcción no añade ningún conocimiento nuevo al que ya teníamos al
conocer el sujeto del juicio sino sólo una variación en la “forma” de
presentación de éste. Los juicios analíticos se rigen por la ley de no
contradicción. Se llaman analíticos porque del análisis del sujeto se extrae el
predicado sin necesidad de recurrir a la experiencia. Expresan lo que Hume
llamaba “relaciones entre ideas”. Ejemplo de juicio analítico: “todo soltero es
no casado”.
b) Juicios sintéticos: son aquellos juicios en los que el predicado no está incluido
en el sujeto. No se rigen solo por el principio de no contradicción (negarlos no
resulta contradictorio). Amplían nuestro conocimiento del mundo de la
experiencia, es decir, añaden algo (un predicado) al concepto del sujeto. Se
llaman sintéticos porque enlazan (= sintetizan) cosas diversas. Expresan lo que

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Hume llamaba “cuestiones de hecho”. Ejemplo de juicio sintético: “la pared es
blanca”.

- Clasificación según su relación con la experiencia:


a) Juicios a priori: se llama así a aquel tipo de juicios que se obtienen al margen
de la experiencia. Como consecuencia no dependen para su valor de verdad de
la experiencia y no hay experiencia que pueda invalidarlos, por lo cual son
válidos siempre, es decir, son universales y necesarios.
b) Juicios a posteriori: se llama así a aquel tipo de juicios que se obtienen
“posteriormente” a la experiencia y, como consecuencia, no pueden ser
universales y necesarios.

Pues bien, antes de Kant se consideraba que estos cuatro tipos de juicios se reducen en
realidad a dos: (1) por un lado los juicios analíticos que son siempre a priori (dado que
se obtienen al margen de la experiencia), (2) por otro lado los juicios sintéticos, que se
creían siempre a posteriori, (dado que enlazan cosas diversas, se creía que este enlace
sólo puede ser justificado a partir de lo que se observa en la experiencia).
Kant asume que el conocimiento científico tiene que ser conocimiento de lo universal y
necesario y dar además información acerca de la experiencia. Pues bien, los juicios
analíticos no nos dan conocimiento de la experiencia. Y los juicios a posteriori no nos
dan conocimientos universales y necesarios. Luego, según Kant, los tipos de juicios que
habíamos considerado posibles hasta ahora no nos sirven para constituir las leyes de la
ciencia. Si resultase que no hay ningún otro tipo de juicios, la ciencia (al menos tal y
como era concebida hasta ahora) sería imposible. La única fundamentación del
conocimiento científico sería la costumbre (tal como sostenía Hume).
Pero Kant intentará demostrar que existe otro tipo de juicios a los que llama juicios
sintéticos a priori. Tales juicios por ser a priori nos dan conocimiento universal y
necesario (ya que, al no ser derivados de la experiencia ninguna experiencia puede
invalidarlos); y por ser sintéticos nos dan conocimiento de experiencia ya que sintetizan,
enlazan, un concepto con un objeto.
Los juicios sintéticos a priori son, según Kant, los que componen las dos ciencias
constituidas: las matemáticas y la física.
El problema que Kant se plantea puede entonces resumirse en las tres cuestiones
siguientes:

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1. ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en matemáticas?
2. ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en física?
3. ¿Son posibles los juicios sintéticos a priori en metafísica?
Para responder Kant investigará una por una las tres funciones del conocimiento que
según él se dan en el hombre: la sensibilidad, el entendimiento y la razón. Estas tres
funciones son estudiadas en partes separadas de la obra: la estética trascendental, la
analítica trascendental y la dialéctica trascendental.

Ciencias que
se fundan en
Ciencias que
Facultades de Elementos a Elementos a las formas a
Productos estudian estas
conocimiento priori posteriori priori de estas
facultades
facultades

Sensibilidad Intuiciones Intuiciones Sensaciones Estética Geometría y


empíricas puras (espacio aritmética
y tiempo)
Entendimiento Juicios y Categorías o Intuición Analítica Física
conceptos conceptos empírica
empíricos puros
Razón Razonamientos Ideas de la Dialéctica Metafísica*
razón (Dios, ×
alma y mundo)

*Hay que tener en cuenta que la metafísica no es una ciencia para Kant.

3.1 La estética trascendental.


La sensibilidad es definida como receptividad, pasividad y es además la única fuente de
intuiciones, es decir, de conocimiento inmediato de objetos singulares. Este hecho de
negar que exista una intuición intelectual es típico de una postura empirista y con ello
Kant se distancia del racionalismo. Para Kant la sensibilidad es una facultad pasiva: es
la impresión que un objeto deja sobre la facultad representativa.
En todo conocimiento hemos de distinguir dos elementos, a saber, la materia y la forma.
La materia del conocimiento son las sensaciones o impresiones que recibimos del
exterior. La forma es el marco en el que ordenamos y encuadramos las impresiones
recibidas.
Si no hubiera forma no conoceríamos nada, pues recibiríamos sólo un caos de
impresiones inconexas y desordenadas. Si no hubiera materia no conoceríamos nada
real.

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Según Kant la forma de todas nuestras sensaciones son el espacio y el tiempo ya que es
absurdo afirmar que hemos visto algo en ningún sitio y en ningún momento y lo mismo
ocurre con el resto de nuestros sentidos.
El espacio y el tiempo son, por tanto, intuiciones sensibles, pero intuiciones puras dadas
a priori, es decir, previas a toda experiencia de objetos. El espacio y el tiempo son las
formas a priori de la sensibilidad y por ello la condición de toda sensación posible.
Una vez puestas de manifiesto las condiciones trascendentales del conocimiento
sensible, Kant pasa a demostrar que, gracias a ellas, son posibles los juicios sintéticos a
priori en matemáticas.
La geometría estudia el espacio y la aritmética la sucesión numérica; según Kant la
sucesión numérica se basa en la sucesión temporal y, por tanto, puede decirse que la
aritmética estudia el tiempo. Pero como espacio y tiempo son formas a priori, los juicios
que se hagan sobre ellos serán también a priori. Y puesto que no son conceptos sino
intuiciones sensibles, esos mismos juicios serán también sintéticos.
Además de fundar la matemática como ciencia la estética trascendental tiene otra
consecuencia importante: sólo podemos conocer las cosas en la medida en que están
sometidas a las formas de nuestra sensibilidad y puesto que el espacio y el tiempo no
son propiedades reales de las cosas sino algo puesto por el sujeto es evidente que no
podemos conocer jamás las cosas tal como son en sí mismas sino sólo las cosas tal y
como se nos aparecen.
A lo que aparece al sujeto Kant lo llama fenómeno. No podemos conocer las cosas en sí
sino solamente los fenómenos. Las cosas en sí, precisamente porque son en sí y no en
nosotros son incognoscibles.

3.2 La analítica trascendental.


En esta parte de la obra Kant estudia la segunda función del conocimiento: el
entendimiento.
Para el racionalismo sólo era válido el conocimiento intelectual pues la sensación era
siempre un conocimiento confuso; para el empirismo la única fuente válida de
conocimiento era la sensibilidad. Kant no está de acuerdo con ninguna de estas posturas
y busca una intermedia. Para Kant lo que es “recibido” por los sentidos ha de ser al
mismo tiempo “producido” por el entendimiento; de otro modo los datos de la
experiencia no tendrían ninguna relación con las ideas del entendimiento.

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Kant niega que el entendimiento pueda intuir ¿cuál es su función? Según Kant es pensar
los objetos dados por la sensibilidad. Porque percibir impresiones no es comprenderlas;
comprender los fenómenos es poder referirlos a un concepto: poder decir de un conjunto
de colores, formas olores, etc. Que aquello es una flor, un hombre, etc. La operación por
la que referimos fenómenos a un concepto es el juicio a través del cual predicamos algo
de un sujeto. El entendimiento es por tanto la capacidad de juzgar.
También aquí es posible distinguir entre la materia y la forma del conocimiento:
- La materia es aquello acerca de lo cual se juzga, es decir, los datos de experiencia.
- La forma es el modo en que el entendimiento los unifica y coordina, o sea, el modo
de juzgar.
La forma, los modos de unificar los datos de la experiencia, es puesta a priori por el
sujeto. Esto no significa que todos nuestros conceptos sean puros; Kant admite
conceptos empíricos, es decir, obtenidos a través de la experiencia. Pero para formar
esos conceptos empíricos tenemos previamente que unificar los datos sensibles y esa
unificación la realizamos mediante conceptos puros. Por ejemplo, para formar el
concepto “perro” que es empírico, primero hemos tenido que unificar toda una serie de
sensaciones mediante el concepto a priori de sustancia, porque todos entendemos que un
perro es una sustancia.
¿Cuántos conceptos puros tenemos? Puesto que el entendimiento es la facultad de hacer
juicios por medio de conceptos habrá tantos conceptos puros como tipos de juicios.
Kant clasifica los juicios en cuatro grupos cada uno de los cuales se divide a su vez en
tres:
1. Por la cantidad los juicios pueden ser universales (Todo X es Y),
particulares (algún X es Y) y singulares (un único X es Y).
2. Por la cualidad los juicios pueden ser afirmativos (X es Y), negativos
(X no es Y), infinitos (X es no Y).
3. Según la relación pueden ser categóricos (X es Y), hipotéticos (si X es
Y, Q es R) y disyuntivos (X es Y o Q).
4. Según la modalidad pueden ser problemáticos (X es posiblemente Y),
asertóricos (X es realmente Y) y apodícticos (X es necesariamente Y).

Hay por tanto doce tipos de juicios a cada uno de los cuales le corresponde un
concepto puro o categoría.
La lista de categorías es la siguiente:

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Para los juicios según la cantidad: unidad, pluralidad y totalidad; para los juicios
según la cualidad: realidad, negación y limitación; para los de relación: sustancia,
causalidad y comunidad (acción recíproca); para los de modalidad: posibilidad,
existencia y necesidad.
¿Qué función tienen las categorías? Unificar las impresiones sensibles dadas en el
espacio y en el tiempo; si no se diera esta función unificadora nos quedaríamos con un
conjunto de impresiones inconexas y desarticuladas.
Por otra parte, como las categorías son conceptos puros, vacíos de contenido empírico
ellas solas no nos dan a conocer nada; esto significa que sin los datos de la intuición
sensible podemos “pensar” muchas cosas pero el resultado será sólo una construcción
puramente ideal, un puro juego mental. Para “conocer” algo hemos de aplicar las
categorías a los datos de la intuición sensible. Dicho de otro modo podemos “pensar” lo
que queramos pero no podemos “conocer” más que aquello de lo que hayamos tenido
intuición sensible. Las intuiciones sin conceptos son ciegas pero los conceptos sin
contenido son vacíos, dice Kant.
La actividad del entendimiento tiene, pues, un límite que no puede superar jamás y ese
límite es la sensibilidad: el entendimiento sólo conoce cuando piensa sobre impresiones
sensibles, si faltan éstas, todo lo que pensemos carece de valor.
Kant insiste con frecuencia en que los datos que recibimos a través de la sensibilidad
forman un conjunto desordenado e inconexo de impresiones; el orden y la conexión
entre los fenómenos es siempre obra del sujeto.
Por la aplicación de las categorías a los fenómenos, éstos pasan a ser objeto del
entendimiento. Para Kant cuando el entendimiento conoce no capta objetos sino que
más bien “construye” sus propios objetos de conocimiento. El entendimiento mediante
la aplicación de las categorías confiere a los fenómenos el sello de la objetividad. La
cosa en sí, de suyo incognoscible, pasa a ser objeto de conocimiento por las condiciones
a las que la ha sometido el sujeto.
En esto consiste el giro copernicano que Kant da a las teorías del conocimiento: no es
el sujeto quien al conocer se adecua a las cosas, como se había pensado siempre, sino
que son las cosas las que se adecuan a nuestros conceptos. El sujeto no es pasivo en el
momento del conocimiento, sino activo.
El subjetivismo que encierra esta postura no exige caer en el escepticismo, al contrario,
Kant piensa que con esta teoría ha logrado evitar el fenomenismo escéptico de Hume.
Porque aunque el conocimiento sea subjetivo es también, al mismo tiempo,

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universalmente válido, ya que todos los hombres aplicamos las mismas categorías y, por
tanto, fabricamos los mismos objetos de conocimiento.
Gracias a las categorías es posible la física como ciencia, como conocimiento universal
y necesario. Porque la naturaleza (que es el objeto de la física) no es más que el mundo
objetivo resultante de la aplicación de las categorías a los fenómenos. Los tres
principios fundamentales de la Física (Mecánica) de Newton son derivados por Kant a
partir de los principios del entendimiento asociados a las categorías según la relación:
sustancia, causalidad y comunidad (acción recíproca). Así, la categoría de la sustancia
se traduce en un principio del entendimiento según el cual la cantidad de materia
permanece invariable a través de los cambios de los fenómenos, algo que se presupone
en la Física newtoniana; el principio de inercia de la Física de Newton no sería más que
la aplicación a la Física del principio de causalidad que rige en nuestro entendimiento, y
el principio físico newtoniano de acción/reacción se correspondería con el principio
kantiano del entendimiento denominado de ‘acción recíproca’. Los principios
fundamentales de la Física serían, como lo son los principios del entendimiento de los
que se derivan, juicios sintéticos ‘a priori’ (nos dan conocimiento del mundo de la
experiencia pero sabemos que son verdaderos antes de comprobar esto en la experiencia
y sin necesidad de hacerlo). Así es como son posibles los juicios sintéticos ‘a priori’ en
la Física y así es como la Física es posible como ciencia: nos da un conocimiento
universal (leyes) del mundo de la experiencia.

3.3 Dialéctica trascendental.


En la Analítica trascendental Kant ha demostrado que hay conceptos puros y que esos
conceptos o categorías son condiciones necesarias de conocimiento; también ha
concluido que son aplicables sólo a los datos recibidos en la intuición sensible.
En la Dialéctica Kant analiza la tercera función de conocimiento que se da en el hombre:
la razón. Así como el acto propio del entendimiento es hacer juicios, la actividad propia
de la razón es razonar, es decir, enlazar juicios y extraer conclusiones. Existen según
Kant tres tipos de razonamientos o silogismos (categóricos, hipotéticos y disyuntivos).
En todo razonamiento lo que hacemos es, según Kant, vincular unos juicios con otros
según la relación de principio a consecuencia; los juicios que forman las premisas
constituyen los principios del razonamiento; la conclusión es la consecuencia lógica de
los principios.

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La razón al igual que la sensibilidad y el entendimiento realiza una función de síntesis.
Según Kant la razón intenta crear una unidad sometiendo todos los juicios que le sean
posibles bajo una regla general, bajo un juicio más universal que abarque una
multiplicidad de juicios particulares sirviendo a éstos de fundamento. Veamos el
ejemplo de Kant. Tomemos el siguiente silogismo:
Todos los hombres son mortales.
Todos los sabios son hombres.
Todos los sabios son mortales.
La razón no se conforma sólo con construir tales razonamientos sino que intenta buscar
el fundamento que los hace válidos. La verdad de la conclusión depende de la verdad de
las premisas y, por tanto, la razón intentará hacer otro razonamiento que dé razón de la
verdad de “todos los hombres son mortales”. Este razonamiento puede ser el siguiente:
Todos los animales son mortales.
Todos los hombres son animales.
Todos los hombres son mortales.
Esta función de la razón es perfectamente válida, más aún, es el fundamento de la
ciencia, que trata continuamente de buscar leyes generales que expliquen el mayor
número de fenómenos. Pero esta función tiene también sus límites. Porque la razón
busca, en definitiva, lo incondicionado que dé razón de todo lo condicionado; pero lo
incondicionado, por definición, es incognoscible. El motivo es que todos nuestros
conocimientos vienen condicionados por la aplicación de las categorías a los fenómenos
sensibles.
Este concepto incondicionado debería ser un concepto no basado en los datos de la
intuición sensible, pues estos datos nos informan siempre de cómo son las cosas para mí
y no de cómo son en sí. Pero hemos visto que Kant ha afirmado que no existe intuición
intelectual, que la única intuición que el ser humano posee es la sensible. Todo lo que
conozco estará siempre determinado por mi modo de conocer.
Ahora bien, la ciencia que trata de estudiar la realidad tal y como ésta es “en sí”, es
precisamente la metafísica; luego la metafísica como ciencia es imposible. No podemos
formular juicios sintéticos a priori acerca de lo que es ‘en sí’ porque ni siquiera lo
conocemos. Su objeto está más allá de toda experiencia posible, y las categorías del
entendimiento sólo están justificadas en la medida en que son trascendentales para
elaborar conceptos y juicios sobre los fenómenos de nuestra experiencia sensible.

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Kant niega la posibilidad de la metafísica como ciencia porque nuestro conocimiento de
lo real está siempre condicionado por nuestro modo de conocer: las formas a priori de la
sensibilidad y las categorías del entendimiento.
Con todo, desde hace muchos siglos los hombres se han empeñado en hacer metafísica.
¿Cómo es posible que durante este tiempo nadie cayera en la cuenta de que ello es
imposible? La respuesta es la siguiente: todas nuestras funciones de conocimiento son,
según Kant, funciones de síntesis. A partir de una pluralidad de datos intentan
unificarlos para obtener un conocimiento unitario y total de la realidad. Esto mismo,
pero en grado máximo, ocurre con la razón. Si bien es cierto que objetivamente no
puede llegar nunca a un concepto que dé razón de nuestro conocimiento, la razón tiene,
con todo, una tendencia connatural a intentar alcanzarlo. Esto explica que siempre haya
existido la inclinación a hacer metafísica, a conocer lo “en sí”. Tener esta inclinación es
algo natural aunque nunca pueda ser satisfecha.
El problema surge cuando, dejándose llevar por esa inclinación el filósofo cree haber
logrado su propósito. Puesto que si no llegamos a conocer lo incondicionado todos
nuestros conocimientos carecen de un verdadero fundamento, la razón tiende a sintetizar
tres ideas absolutas en las que fundar todos los razonamientos: Dios, alma y mundo.
Esta tendencia es inevitable, pero es una ilusión. El error está en no reconocerla como
tal ilusión y pensar que efectivamente se ha llegado a un conocimiento de lo absoluto.
Kant considera que la Razón siempre busca la condición o fundamento de las cosas.
Precisamente la investigación científica aparece como consecuencia de este afán de la
Razón por la comprensión de las causas, condiciones o fundamentos de los fenómenos.
Pero si el funcionamiento espontáneo de la Razón no se limita por la crítica, tenderá a
pensar también la condición última de tres importantes esferas: la condición o
fundamento último de nuestra vida psíquica, la condición o fundamento último del
mundo físico y la condición o fundamento último de la totalidad de los fenómenos, tanto
físicos como psíquicos. Cuando la Razón actúa de este modo incontrolado acabará
pensando en los objetos tradicionales de la metafísica: el alma, el mundo como totalidad
y Dios. Kant creyó que este uso de la razón –al que denomina dialéctico– es inadecuado
y da lugar a sofismas y contradicciones (cuyo origen estriba en la injustificada
aplicación de las categorías del entendimiento a las tres Ideas de la razón, que están más
allá de toda experiencia posible).

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Las Ideas en Kant

Las ideas para Kant son conceptos de la razón referidos a objetos que nunca pueden ser
percibidos. Los propone la naturaleza misma de la razón y son trascendentes porque
superan los límites de toda experiencia. Hay tres ideas: alma, mundo y Dios. Son
trascendentales para razonar y son además trascendentes.

Según Kant la metafísica no puede ser considerada como una ciencia. El motivo por el
que no es una ciencia es su falta de referencia a la experiencia. Hemos visto en el
apartado anterior que las categorías solo pueden usarse en relación con la experiencia.
La metafísica además de no ser posible como ciencia hace un uso indebido de las ideas
de la razón pura (alma, mundo y Dios). Su uso correcto sería un “uso regulador”, es
decir, dirigir el entendimiento hacia un objetivo determinado pero sabiendo que éste se
halla fuera de la experiencia y por tanto no puede ser conocido.

Podemos pues concluir que la metafísica, por abandonar el terreno del conocimiento
empírico y los límites del uso correcto de la razón, no puede constituirse como ciencia
aunque responda a un anhelo de la naturaleza humana.

Sin embargo, durante siglos se había creído que la metafísica era la más elevada de las
ciencias, «la reina de las ciencias». Para Kant el punto de partida de este error que
critica, está en la llamada «ilusión trascendental», es decir, en el uso de las categorías
más allá de lo empírico, o sea en la aplicación de las categorías a «objetos
trascendentales» lo que lleva a hacer de las ideas de la razón pura (alma, mundo y Dios)
objetos reales.

La «ilusión trascendental» da lugar a errores específicos en cada una de las tres


disciplinas de la metafísica tradicional:

• En la psicología racional (trata de la idea de alma) da lugar a los paralogismos.


• En la cosmología racional (idea de mundo) da lugar a las antinomias.
• En la teología racional (idea de Dios) da lugar al argumento ontológico, que es
falaz.

Las ideas de las que hablamos son representaciones puras (no empíricas) de la
Razón, se generan como consecuencia del peculiar funcionamiento de esta facultad (la
búsqueda de lo incondicionado o fundamento último de los fenómenos) y constituyen el
objeto tradicional de la metafísica: el alma, el mundo y Dios. No tienen un uso
constitutivo sino regulativo: aquello a lo que se refieren (el alma, el mundo como
totalidad y Dios) no puede ser objeto de conocimiento (la metafísica no es posible como
ciencia) pero sirven como elementos reguladores y directivos de la actividad
científica.

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LAS IDEAS DE LA RAZÓN, SU ORIGEN Y LÍMITES

LO INCONDICIONADO EN EL ÁMBITO DE

lo múltiple del todas las cosas


el sujeto
objeto en el fenómeno en general

la unidad absoluta la unidad absoluta de la


la unidad absoluta de la
o incondicionada condición de todos los
tipo de unidad serie de las condiciones
del sujeto objetos del pensamiento
del fenómeno
pensante en general

la condición o
la condición o
fundamento
la condición o fundamento fundamento último de
realidad en la que último de los
último de los fenómenos todos los fenómenos
obliga a pensar fenómenos
externos o cosas físicas (tanto psíquicos como
internos o vida
físicos)
psíquica

disciplina a la que psicología


cosmología racional teología racional
da lugar racional

idea alma mundo Dios

tipo de silogismo
paralogismo antinomias argumentos falaces
falaz

Los paralogismos de la psicología racional.

La psicología racional es una ciencia que postula la existencia de una sustancia


espiritual o alma y trata de estudiar su naturaleza, propiedades y relaciones con el
cuerpo. Según Kant La psicología racional cae en paralogismos, es decir, falsos
razonamientos que llevan a afirmar la existencia de un ser pensante como sustancia
(alma).
Para Kant hay cuatro paralogismos. Son argumentos que intentan concluir: (i) que el
alma es una sustancia; (ii) que no es un compuesto sino algo simple; (iii) que es una y
misma persona en todo momento; y (iv) que es consciente de manera directa solo de su
existencia, otras cosas las percibe solo a través de representaciones o ideas. Todos estos
son ejemplos de razonamientos más allá de los límites de la experiencia y son el
resultado (especialmente en Descartes y en los racionalistas) de una mala interpretación
del “yo pienso” o cogito. Es decir, de los pensamientos que experimentamos no
podemos inferir un yo sustancial.
Los paralogismos surgen de la confusión de un sujeto sustancial con el sujeto
empírico (que aparece en distintos tiempos) y con el sujeto lógico, que es condición
permanente del pensar.

Las antinomias de la cosmología racional.

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La cosmología racional es la teoría general sobre el cosmos o sobre la totalidad del
mundo que pretende estudiar su naturaleza y leyes. Según Kant en este caso la Razón
también cae en falsos argumentos llamados antinomias, que consisten en afirmar dos
juicios dogmáticos, uno como tesis y otro como antítesis, cuando ambos pueden
aceptarse intentando, a partir de ellos, establecer conocimientos que se refieren al
mundo en su totalidad. Son contradicciones en las que necesariamente caemos cuando
tratamos de pensar realidades más allá de la experiencia.

Las antinomias son cuatro. Lo característico en los cuatro casos es que podemos
demostrar, con igual evidencia, propiedades exactamente opuestas sin que nos sea
posible decidir cuáles son verdaderas y cuáles son falsas:

1ª Antinomia. ¿Es el mundo finito o infinito?

Tesis. El mundo tiene un comienzo en el tiempo, y con respecto al espacio está


igualmente encerrado entre límites.

Antítesis. El mundo no tiene comienzo, así como tampoco límite en el espacio. Es


infinito tanto con respecto del tiempo como del espacio.

2ª Antinomia. ¿Es el mundo divisible en partes simples o bien es infinitamente


divisible?

Tesis. Toda sustancia compuesta consta de partes simples y no existe más que lo simple
o lo compuesto de lo simple en el mundo.

Antítesis. Ninguna cosa compuesta consta de partes simples y no existe nada simple en
el mundo.

3ª Antinomia. ¿Existe una libertad moral o solo un determinismo físico?

Tesis. La causalidad según leyes de la naturaleza no es la única de las que pueden


derivar los fenómenos del mundo. Para explicar éstos nos hace falta otra causalidad por
libertad.

Antítesis. No hay libertad. Todo sucede en el mundo y se desarrolla exclusivamente


según leyes de la naturaleza.

4ª Antinomia. ¿Existe un ser necesario o solo existen seres contingentes?

Tesis. Al mundo pertenece, bien como parte suya o bien como su causa, un ser
necesario.

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Antítesis. No existe en el mundo ningún ser absolutamente necesario, como tampoco
existe fuera de él en cuanto causa.

Las ilusiones de la teología racional.

La teología racional intenta demostrar la existencia de Dios. Según Kant, los


argumentos acerca de la existencia de Dios pueden reducirse en última instancia al
argumento ontológico. El objeto de la teología racional (Dios) es concebido como un
ser individual perfecto: el “ideal” de la razón.

• El argumento ontológico pretende deducir desde lo que es concebible la


existencia; desde la afirmación de que un ser perfecto puede concebirse a la
afirmación de que existe. El argumento es concebido como una reductio ad
absurdum. Si existiera -dice- un ser perfecto que no existe, existiría entonces un
ser todavía más perfecto. Existiría uno que junto a todas las perfecciones del
primero tendría, además, otra perfección -el predicado de la existencia-, Así
pues, un ser perfecto que no existe es una contradicción.

La objeción de Kant afirma que la existencia no es un predicado real. La existencia no


forma parte integrante del concepto de ningún objeto. La existencia es un predicado
sintético, no analítico. La existencia no es un predicado real. Las premisas del
argumento ontológico establecen el hecho de que somos capaces de definir la noción de
un ser supremo. La definición, como toda aseveración, es formulada mediante una
aseveración analítica. Ninguna aseveración analítica implica lógicamente otra sintética.
Sin embargo, la conclusión del argumento es sintética.

4. Conclusiones
Aunque los objetos a los que se refieren las Ideas de la razón no se muestran en la
experiencia para el conocimiento, no podemos rechazarlos absolutamente desde el
punto de vista teórico, pues tienen una función regulativa (ordenadora) de la
actividad científica. Pero sobre todo hay que destacar su importante papel en la
explicación de la experiencia moral.
La metafísica (el estudio de las Ideas de la razón) no tiene una justificación teórica
como ciencia. La metafísica no es una ciencia. Sin embargo, las Ideas de la razón tienen
cierta utilidad teórica si las consideramos meras hipótesis que sirven para regular, guiar
y ordenar la actividad científica.
Pero la metafísica alcanza su plena justificación como conocimiento práctico. Las Ideas
de la razón no son objetos que puedan conocerse (no está justificado aplicar sobre ellas
las categorías del entendimiento, pues las Ideas no son objetos de experiencia). Pero si
las Ideas de la razón no pueden conocerse, sin embargo sí pueden pensarse. Y hacerlo
tiene una justificación práctica.

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El problema crítico planteado por Kant (“¿es posible la metafísica como ciencia?”) se
inscribe dentro de un marco más amplio, característico de la filosofía moderna: la
pregunta por el fundamento de la objetividad del conocimiento: ¿qué relación guardan
nuestras representaciones de objetos con las cosas?
Como hemos visto, Kant consigue afirmar la objetividad del conocimiento negando al
mismo tiempo la trascendencia: no conocemos las cosas como son en sí, pero es posible
el conocimiento objetivo y la ciencia porque la objetividad es una propiedad que el
sujeto confiere a las representaciones al someterlas a determinadas condiciones.

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