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III

Williams asigna importancia suprema a la imagen, cuando dice: «No ideas but
in things» (“NO EN LAS IDEAS, SINO EN LAS COSAS”), de lo que se
desprende la idea, considerando lo dicho más arriba, de que el poema debe
canalizar el fluido poético y ser, a través del «pie variable», una imagen —que
a su vez está compuesta por múltiples imágenes—, de manera que la imagen
encarne la idea, y, por tanto, sea la idea. En este sentido, la impresión que
deja una imagen depende de la mirada que la filtra y se posa sobre el objeto
(«cosa») que la llama para ser dicha, a través de lo cual se produce una suerte
de conocimiento sobre algún aspecto de la realidad. Dicho de otro modo: el
ojo comienza a hablar, pero más que a describir lo que capta, lo interpreta,
buscando expresar la estática dinámica (simultaneidad) de lo visible. El carácter
estático de la imagen unificaría la pluralidad dinámica de los sentidos que son
inherentes a las palabras que la componen.

De otro lado, cabe recalcar la utilidad de la écfrasis: la representación verbal


de una representación visual (“PINTAR UNA IMAGEN CON PALABRAS”): una
suerte de traducción para los sentidos, la verbalización de una imagen, lo que
Spitzer ha definido como «la descripción poética de una obra de arte pictórica
o escultórica». Desde sus orígenes en el mundo grecolatino, la écfrasis ha sido
el canal a través del cual se vincula la poesía con la pintura, práctica común y
milenaria pero no menos vigente, ya que es a través de ella que Williams
(digamos, el anciano Williams) expresa su propia modernidad. Gracias a la
técnica pueden oírse las imágenes (sinestesia), que se suceden una a otra con
una particular cadencia, a la vez que los contenidos fluyen de igual modo,
articulados en el discurso de lo cotidiano.

La frase niega la independencia de la idea mientras afirma la autonomía de la


imagen poética, a la cual aquella estaría sujeta, junto con los significados
adheridos (o «direcciones simbólicas», como las llama Cirlot para referirse a las
asociaciones de contenido al interior del símbolo), que son propios de las
palabras que, sumadas, componen las «cosas». El contenido de la idea
(compuesto por otras ideas y otros conceptos) encuentra en la imagen poética
su verdadera forma y, por ende, su definición final.

Al convertirse en imagen poética, la écfrasis deja de ser una representación


propiamente hablando, por lo que pasa a ser la descripción de aquella «otra
realidad» aludida constantemente: una realidad que sólo podría surgir a través
de la imagen que la presenta. Esto supone que hay una invención de la
realidad, de acuerdo con la naturaleza azarosa, no regida por la lógica, de la
composición de la imagen: la realidad sólo existe en el lenguaje poético.
Williams busca captar la realidad humana, social y material, y para ello reclama
la necesidad de emplear a un lenguaje poético auténtico que permita la fluidez
de dicha captación: dejar atrás la idea en favor de la presentación de la cosa
(imagen): dejar atrás cualquier preconcepción sobre la cosa objetiva.

Finalmente, en relación con Williams, no se trata, como en Eliot, de usar


símbolos por medio del lenguaje universal articulado dentro de los parámetros
de la tradición poética. Por el contrario, la expresión relativa de la realidad
objetiva exige al poeta un lenguaje que en sus puntos esenciales (imagen y el
ritmo) pueda captarla como es, auténticamente: no diacrónica, sino
sincrónicamente. No se trata de abordar los hechos bajo una perspectiva
histórica, sino de entender que lo humano se encuentra indefectiblemente en
lo cotidiano, en lo presente, que es su verdadera eternidad.

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