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"Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran
por las pupilas." ("Apunte callejero")
En esta cita, el caminante (yo lírico) se pregunta a sí mismo "dónde guardará" las cosas
que va viendo, que conoce, que observa. Se trata de un artificio que nos pone frente a
uno de los grandes motivos del poemario, que es la descripción de la experiencia de
estar mirando. El lector pasa a ser, en realidad, observador, a través del registro del
poeta. En este sentido, la respuesta a la pregunta planteada en el fragmento citado podría
ser "en el poema".
También se nota que se opta por una descripción sumamente gráfica del fenómeno de
ver: se mencionan las pupilas, uno de los elementos más específicos que intervienen en
la visión. Los objetos, están personificados, porque no es el poeta quien lleva la acción
de mirar, sino que los objetos "le entran" por las pupilas: tienen un papel activo en el
acto de ser vistos. Así leemos como objetos adquieren un papel activo en la escena,
mientras que el poeta recibe pasivamente, y a gran velocidad, estas acciones.
"Un enorme espejo se derrumba con las columnas y la gente que tenía dentro; mientras
entre un oleaje de brazos y de espaldas estallan las trompadas, como una rueda de
cohetes de bengala." ("Milonga")
El poeta construye una estética descriptiva, donde las personas ingresan en la realidad a
un nivel visual, relativamente cercano al lugar que tienen los objetos: los objetos son
personificados, adquiriendo a veces atributos humanos, y las personas, por el contrario,
son incluidas en la dinámica de observación que el poeta sostiene con las cosas
inanimadas; o sea, como si fueran, sobre todo, una imagen.
En estas líneas, el espejo se rompe "con la gente que tenía dentro", o sea, la gente se
iguala a su imagen en el espejo. Es igual que fueran ellos en sí mismos o su figura
reflejada, porque son sobre todo una silueta y las trompadas que se reparten entre las
personas son comparadas con "una rueda de cohetes de bengala": se equipara, al nivel
de la imagen sensorial, el bullicio causado por un enfrentamiento humano con el que
podría causar un estruendo de cohetes de artificio. En otras palabras, nuevamente un
grupo de personas es comparado con un conjunto de entes inanimados.
La "pasividad" de las personas tiene que ver con que el poeta busca representar cómo la
velocidad con la que transcurre la vida en las ciudades modernas pone en suspenso, de
alguna forma, la capacidad crítica o reflexiva, que podría traer la contemplación
humana: el poeta no construye un concepto reflexivo ni se detiene a observar un
fenómeno concreto, sino que parecen saltar a la vista, también del lector, los objetos que
se le presentan.
"Se respira una brisa de tarjeta postal." ("Venecia")
"La calle pasa con olor a desierto, entre un friso de negros sentados sobre el cordón de
la vereda." ("Fiesta en Dakar")
Esta cita es un ejemplo claro sobre el tratamiento estético que Girondo realiza en las
descripciones de las personas y las cosas. "La calle pasa con olor a desierto": en esta
primera parte de la frase se está personificando la calle (en lugar de ser atravesada por
alguien, es ella quien pasa). El sujeto está borrado y el espacio se personifica; aparece
como quien realiza la acción, se incluye aquí el encuentro entre los universos de lo
natural y lo citadino: el paseante trae el olor del desierto, ambiente natural, a la calle,
ámbito urbano por excelencia. La segunda parte de la frase, "entre un friso de negros
sentados sobre el cordón de la vereda", directamente incluye a "los negros" (sin
individualizar, y nombrados por su color) como una entidad colectiva e inanimada,
como si fueran, casi explícitamente, parte del decorado (dado que "friso" es un término
arquitectónico, decorativo). Aquí las personas adquieren, una vez más, estatuto de
imagen u objeto.
De nuevo, este espacio -el patio- aparece personificado, llevando a cabo la acción del
verbo "fabricar": esto borra la dimensión de las personas interviniendo en el "proceso"
de los noviazgos, es decir, habría un sujeto activo en lo que se narra, pero está borrado.
La intervención de los elementos naturales que serían necesarios para el crecimiento del
azahar. Ni siquiera el plano natural está desarrollado como activo, sino que parecen
surgir espontáneamente del entorno del patio (un pequeño elemento de naturaleza
dentro de un entorno urbano -la ciudad de Sevilla-).
"De repente: el vigilante de la esquina detiene de un golpe de batuta todos los
estremecimientos de la ciudad, para que se oiga en un solo susurro, el susurro de todos
los senos al rozarse". ("Pedestre") lo profano
Cierre del poema "Pedestre". Hace un juego con el título, dado que el adjetivo
"pedestre" refiere, en una de sus acepciones, a elementos vulgares, en relación a temas
"bajos" o poco elegantes. La referencia al "sonido de los senos rozándose" puede ser
interpretada, entonces, como una intrusión pedestre.
Esta cita arma una imagen visual con un gran trabajo poético. Trae consigo un tópico
largamente tratado en el poemario, el de la noche, y la luna como símbolo que la
representa, así como el centro de luz presente en ella, un elemento que también es
retomado en varios de los poemas. Está, como la mayoría de los cuerpos naturales,
personificado. Lleva asociado un verbo que es "fingir" (una acción humana), y otro que
es "disgregarse", para representar la imagen de la luna reflejada en el agua por la noche.
Con el verbo "fingir" el poeta describe la imagen de modo que la luna tenga un papel
activo en la forma en que se deja ver: si en lugar de "finge" hubiese escrito "parece",
habría estado introduciendo en el poema la perspectiva de la visión del propio yo
poético (porque sería quien juzga y percibe lo que algo parece o no). Entonces, es
posible sospechar que en esta descripción el paseante está eludiendo la introducción de
su subjetividad, creando la ilusión de que la escena es de esa forma independiente de
quien la esté observando, como si se tratara solamente de la acción natural de los
elementos.
Bebiendo de las aguas del surrealismo, la realidad de Girondo está en el interior de los
individuos (una suerte de indagación en torno a la interioridad los sujetos), realidad en
donde podremos observar las características del hablante lírico y cómo estas tienen
similitudes con el paseante del siglo XIX y la concepción de ciudad que este mismo
veía en el día a día. Dentro de este contexto es donde trabaja nuestro poeta, y lo hace
diciéndole NO a la razón como única vía de escape, dándole más énfasis a los estados
mentales tales como la imaginación o la intuición, provocando la dilatación de la
realidad e integrando las características del paseante (flâneur).
Según Julia Manzano, analizando a Charles Baudelaire, el flâneur se enmarca en la presentación de la figura del poeta bajo el hábito
del paseante, aquel que -aparentemente ocioso- callejea por la ciudad, observa las calles, los comercios, la multitud inserta en la
ciudad y luego escribe. Es así como nuestro personaje emerge cuando las ciudades se convierten en metrópolis, pero estas
edificaciones son tan monumentales que el hombre pisa sus propios excrementos, reflotando el hastío que significa vivir dentro de la
urbe. El sujeto de ciudad se ve reflejado en las construcciones, fábricas y grandes vigas, en cada persona que camina por las vías
observa y va dibujando sus propias impresiones. Ramos (1989) habla sobre la retórica del paseo, donde enuncia que el flâneur trata
“de un sujeto que al caminar la ciudad traza el itinerario –un discurso-en el discurrir del paseo. El paseo ordena, para el sujeto, el
caos de la ciudad, estableciendo articulaciones, junturas, puentes, entre espacios (y acontecimientos) desarticulados.” (Pág.126).
¿Será posible que hayamos vivido junto a ella sin habernos dado
cuenta de su existencia? ¿La habremos extraviado al doblar una
esquina, al atravesar una multitud? ¿O fue ella quien nos
abandonó, para olfatear todas las otras sombras de la calle?
(Girondo, 1932, p.20)
Ya no es el personaje que sale a la calle y mira lo que sucede en la acera, en los cafés.
El paseante ha traspasado las fronteras y ahora puede observar lo que hacemos, día tras
día, en nuestra vida íntima. El poema incorpora el conflicto personal que cada uno de
los habitantes de la sociedad moderna tiene con la metrópoli en forma de contestación
vanguardista, donde el paseo se provoca por entre medio de los lugares públicos.
El hablante interactúa prácticamente con todo lo que está a su alrededor, así como se
indicó anteriormente, el paseante traspasó los límites de su caminata y se traslada a
planos extraterrenales para seguir observando con una hipersensibilidad única la falta de
humanidad y comprensión que tiene el hombre de ciudad: