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Edipo y Castración
Edipo y Castración
La angustia de castración
permite salir del Edipo,
renunciando a la satisfacción
de los deseos eróticos y
hostiles para conservar el pene,
es decir, por interés narcisista.
Lo que atañe a la antesala del complejo de Edipo (su prehistoria): A partir de una coincidencia,
ya que tanto varones como niñas tienen como primer objeto de amor a la madre -quien provee el
alimento y los primeros cuidados corporales, apuntalándose las pulsiones sexuales en las pulsiones
de autoconservación-, se presentan divergencias en los caminos a seguir por parte de varones y
mujeres. No se trata de un desarrollo simétrico pero invertido para cada uno de ellos. Mientras que
el varón podrá conservar a la madre como objeto de amor y al pene como zona erógena rectora, la
niña, para arribar a lo que Freud llama ‘feminidad normal’, que se desprende del Complejo de
Edipo simple, deberá trocar zona erógena (clítoris por vagina) y objeto de amor (madre por padre).
Freud destaca la extensa duración y la importancia de la prehistoria del Complejo de Edipo para las
mujeres, en el transcurso de la cual las metas sexuales activas y pasivas de la niña buscan
satisfacerse en el vínculo con la madre, y toman la coloratura propia de la fase de desarrollo
1
FREUD, S. (1976). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos (1925). Obras Completas. Tomo
XIX. Buenos Aires: Amorrortu editores. P. 270.
libidinal que se encuentre atravesando. Deseos ambivalentes la toman por objeto, y Freud señala
que la hostilidad a la madre suele salir a la luz como angustia. Dice Freud: “No siempre es fácil
pesquisar la formulación de estos tempranos deseos sexuales; el que se expresa con mayor nitidez
es el de hacerle un hijo a la madre, así como su correspondiente, el de parirle un hijo, ambos
pertenecientes al período fálico (…) Ya en este período preedípico se descubre, referida a la madre,
la angustia de ser asesinado o envenenado, que más tarde puede constituir el núcleo de una
paranoia. (…) reencontramos la fantasía de seducción en la prehistoria preedípica de la niña, pero la
seductora es por lo general la madre. Empero, aquí la fantasía toca el terreno de la realidad, pues fue
efectivamente la madre quien a raíz de los menesteres del cuidado corporal provocó sensaciones
placenteras en los genitales, y acaso hasta las despertó por vez primera.”2
El lazo preedípico con la madre tiene significativas consecuencias para las mujeres, por ejemplo en
la etiología de la histeria. También puede suceder que algunas mujeres permanezcan fijadas en este
primer lazo con la madre, sin poder cambiar de objeto de amor hacia el padre y desde allí a otro
hombre. También es posible que regresen a esta ligazón-madre ante desilusiones en el vínculo con
el padre. Y suele suceder que las características del lazo preedípico con la madre sean luego
transferidas al vínculo con el padre, y de allí al marido.
(…)
La actitud ante la castración: Mientras que el varón primero desmiente la castración (por
ejemplo, desconoce su percepción al ver los genitales de una niña diciendo que ‘ya le crecerá’) y
sólo a posteriori, con la conjugación de la visión de los genitales femeninos y la amenaza de
castración, cree en la posibilidad de la misma, la niña desde que percibe la diferencia anatómica
admite su falta de pene.
Además, la diferencia anatómica tiene como consecuencia que el complejo de castración tome
distintas formas en varones y niñas, a saber: angustia de castración en el varón, y envidia del pene
en la mujer. Freud señala “esta diferencia esencial: la niñita acepta la castración como hecho
consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su consumación.” 3 Y “ella no
tiene que temer la pérdida de pene, pero no puede menos que reaccionar por no haberlo recibido.
(…) todo su desarrollo se consuma bajo el signo de la envidia del pene.”4
La niña se aparta de la madre con hostilidad reforzada. Freud incluye, como motivos de ese odio,
varios reproches que se hacen a la madre, pero lo específico en los reproches de la hija mujer hacia
su madre es que le atribuye la responsabilidad de no haberla dotado de pene. Ello representa para la
niña que un perjuicio, un daño, se le ha infringido. Por el complejo de castración, se produce una
ruptura con la madre. Además, amaba a la madre en tanto fálica, y cuando descubre que la madre
también está castrada, pierde valor y se la abandona. Este descubrimiento no es inmediato, en un
principio la niña cree que sólo a ella y a otras mujeres despreciables se las privó de pene.
Serían consecuencias de la envidia del pene sentimientos tales como los celos, la envidia, la
inferioridad -que extiende del juicio que dirige al clítoris como pequeño pene, a su persona-, la
vanidad respecto a su cuerpo - compensando con sus encantos la falta de pene5-, la desvalorización
de la mujer –no sólo por parte de los varones sino también por parte de las mismas mujeres-.
De gran importancia son las tres reacciones que Freud considera que pueden derivarse del
descubrimiento de la castración y la envidia del pene. Podrían pensarse como posiciones subjetivas
ante la castración por parte de las mujeres. Ellas son:
2
FREUD, S. (1976). “Conferencia 33: La feminidad” en Freud, S. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1933).
Obras Completas. Tomo XXII. Buenos Aires: Amorrortu editores. Pp. 111-112.
3
FREUD, S. (1976). El sepultamiento del complejo de Edipo (1924). Obras Completas. Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu
editores. P. 186.
4
FREUD, S. (1976). Capítulo VII en Freud, S. Esquema del psicoanálisis (1938). Obras Completas. Tomo XXIII. Buenos Aires:
Amorrortu editores. P. 192.
5
Podría establecerse aquí un enlace con la noción lacaniana de mascarada femenina.
-Inhibición o neurosis: Al arruinársele la satisfacción que le proveía la sexualidad fálica por la
incidencia de la envidia del pene, ya que se ve atacada en su amor propio, la niña renuncia a esa
satisfacción y al amor por la madre, pero con ello es común que reprima gran parte de sus
aspiraciones sexuales. Esta reacción implica una oleada represiva excesiva que afecta incluso a los
componentes que aportan a la feminidad normal. En su dimensión de inhibición, Freud se refiere a
esta reacción como “suspensión de toda la vida sexual”6 y “universal extrañamiento respecto de la
sexualidad.”7
-Complejo de masculinidad: Es una alteración del carácter, donde la niña se rehúsa a reconocer la
castración, mantiene la satisfacción clitorídea, y se identifica a la madre fálica o al padre. En el
extremo, puede manifestarse como homosexualidad, pero también el complejo de masculinidad
puede situarse en la histeria. Generalmente la niña, luego de pasar del objeto-madre al objeto-padre,
regresa desde la situación del complejo de Edipo, por malogro del lazo con el padre. Puede
continuar esperando recibir el pene, o incluso desmentir la castración manteniendo la convicción de
que posee pene y comportándose como si fuera un varón.
-Feminidad normal: Supone represión de actividad fálica, pero no al punto de la inhibición o
neurosis. Implica el cambio de zona de clítoris a vagina, y el cambio de objeto de madre a padre.
Freud plantea que “grandes sectores del complejo [de masculinidad] son trasmudados de manera
normal para contribuir a la edificación de la feminidad; del insaciable deseo del pene devendrán el
deseo del hijo y del varón, portador del pene. Pero con insólita frecuencia hallaremos que el deseo
de masculinidad se ha conservado en lo inconciente y despliega desde la represión sus efectos
perturbadores.”8
Al perder a la madre como objeto de amor, la niña se identifica a ella y la constituye en rival en la
situación edípica. Así, al odio dirigido a la madre por no haberla dotado de pene (mortificación) se
agrega ahora el odio por querer sustituirla al lado del padre (celos) 9. Según Freud, primero la niña
se dirige al padre con deseo de pene, pero para ingresar a la situación del Edipo es requerido que el
deseo de pene sea sustituido por el deseo de un hijo del padre, según la equivalencia simbólica
pene=hijo. Freud califica esta situación como femenina.
6
FREUD, S. (1976). Sobre la sexualidad femenina (1931). Obras Completas. Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu editores. P. 233.
7
FREUD, S. (1976). Sobre la sexualidad femenina (1931). Obras Completas. Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu editores. P. 231.
8
FREUD, S. (1976). Análisis terminable e interminable (1937). Obras Completas. Tomo XXIII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
P. 252.
9
“Cuando uno ha perdido un objeto de amor, la reacción inmediata es identificarse a él, sustituirlo mediante una identificación desde
adentro, por así decir. Este mecanismo acude aquí en socorro de la niña pequeña. La identificación-madre puede relevar ahora a la
ligazón-madre. La hijita se pone en el lugar de la madre (…) quiere sustituirla al lado del padre, y ahora odia a la madre antes amada,
con una motivación doble: por celos y por mortificación a causa del pene denegado. Su nueva relación con el padre puede tener al
principio por contenido el deseo de disponer de su pene, pero culmina en otro deseo: recibir el regalo de un hijo de él. Así, el deseo
del hijo ha remplazado al deseo del pene o, al menos, se ha escindido de este.” FREUD, S. (1976). Capítulo VII en Freud, S.
Esquema del psicoanálisis (1938). Obras Completas. Tomo XXIII. Buenos Aires: Amorrortu editores. P. 193.
Veamos cómo lo expresa Freud, tomando algunas citas de sus trabajos: “El complejo de Edipo
ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción, una activa y una pasiva. Pudo situarse de manera
masculina en el lugar del padre y, como él, mantener comercio con la madre, a raíz de lo cual el
padre fue sentido pronto como un obstáculo; o quiso sustituir a la madre y hacerse amar por el
padre, con lo cual la madre quedó sobrando. (…) Ahora bien, la aceptación de la posibilidad de la
castración, la intelección de que la mujer es castrada, puso fin a las dos posibilidades de satisfacción
derivadas del complejo de Edipo. En efecto, ambas conllevaban la pérdida del pene; una, la
masculina, en calidad de castigo, y la otra, la femenina, como premisa. Si la satisfacción amorosa en
el terreno del complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto entre
el interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales. En
este conflicto triunfa normalmente el primero de esos poderes: el yo del niño se extraña del
complejo de Edipo. (…) Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación.
La autoridad del padre, o de ambos progenitores, introyectada en el yo, forma ahí el núcleo del
superyó (…) El proceso en su conjunto salvó una vez a los genitales, alejó de ellos el peligro de la
pérdida, y además los paralizó, canceló su función. Con ese proceso se inicia el período de latencia,
que viene a interrumpir el desarrollo sexual del niño.”10
“Para la mujer conlleva mínimos daños permanecer en su postura edípica femenina (…) Escogerá a
su marido por cualidades paternas y estará dispuesta a reconocer su autoridad. Su añoranza de
poseer un pene, añoranza en verdad insaciable, puede llegar a satisfacerse si ella consigue totalizar
el amor por el órgano como amor por el portador de este, como en su tiempo aconteció con el
progreso del pecho materno a la persona de la madre.”11
“En la niña falta el motivo para la demolición del complejo de Edipo. La castración ya ha producido
antes su efecto, y consistió en esforzar a la niña a la situación del complejo de Edipo. Por eso este
último escapa al destino que le está deparado en el varón; puede ser abandonado poco a poco,
tramitado por represión, o sus efectos penetrar mucho en la vida anímica que es normal para la
mujer.”12
Según Freud, la ausencia de un motivo fuerte para dejar el Edipo tiene por consecuencia que el
Superyó femenino no sea tan riguroso.
Freud parece dar a entender que una mujer que perdura en esta ligazón-padre no necesariamente
deviene neurótica. El deseo de recibir un hijo del padre a veces se abandona por la desilusión que
implica su falta de cumplimiento o por amenaza de pérdida de amor, pero otras veces no se
abandona. Abona así la idea de que la persistencia de este deseo también sería parte de la feminidad
‘normal’. De hecho, plantea también que “el antiguo deseo masculino de poseer el pene sigue
trasluciéndose a través de la feminidad consumada. Pero quizá debiéramos ver en este deseo del
pene, más bien, un deseo femenino por excelencia.”13 En esta cita se puede advertir cómo Freud
hace equivaler el deseo de pene con el deseo femenino, es decir que piensa a la feminidad desde la
lógica fálica, donde la salida considerada normal se constituye también a partir de la envidia del
pene, en su trasmudación en deseo de hijo como falo. Es, por lo tanto una salida fálica, es decir una
no-salida de lo fálico. Ser mujer, para Freud, es sinónimo de ser madre. Sin embargo, deja abierta la
pregunta, manifestando que si bien averiguó bastante, dice haber averiguado “no todo”14. ¿Apertura
hacia otro campo, hito hacia la mujer como no-toda en Lacan?
10
FREUD, S. (1976). El sepultamiento del complejo de Edipo (1924). Obras Completas. Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu
editores. P. 184.
11
FREUD, S. (1976). Capítulo VII en Freud, S. Esquema del psicoanálisis (1938). Obras Completas. Tomo XXIII. Buenos Aires:
Amorrortu editores. P. 194.
12
FREUD, S. (1976). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos (1925). Obras Completas. Tomo
XIX. Buenos Aires: Amorrortu editores. P. 276.
13
FREUD, S. (1976). “Conferencia 33: La feminidad” en Freud, S. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1933).
Obras Completas. Tomo XXII. Buenos Aires: Amorrortu editores. P.119.
14
FREUD, S. (1976). “Conferencia 33: La feminidad” en Freud, S. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1933).
Obras Completas. Tomo XXII. Buenos Aires: Amorrortu editores. P.117.