Está en la página 1de 61

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo

alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus
redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros
e incluso haciendo una reseña en tu blog o foro.
Sinopsis
Un compromiso es la cosa más lejana en mi mente, pero cuando
Neil sostiene en alto el anillo, echo un vistazo alrededor y me doy cuenta
que alguien no está ahí. Maggie. El hombre tuvo la audacia de invitar a
todo el mundo excepto a mi mejor amiga. ¿En dónde está? Cuando voy
a averiguarlo, no me gusta lo que descubro.
Una vez, había pensado que era diferente de Ferro y Campone,
pero cuando todo se resume a esto… soy exactamente igual.

The Proposition: The Ferro Family #3


Hallie
UNO
S
anto cielo. Es como un fuerte puñetazo directo al estómago.
El aire es forzado a salir de mis pulmones y mi mandíbula
cae. Neil levanta el anillo más alto haciendo que la piedra
brille en la luz. El diamante descomunal es más grande que la vida
misma y mucho más de lo que él posiblemente podría permitirse.
Cecily tiene sus manos sobre su boca en entusiasmo vertiginoso.
Parece como si quisiera saltar de arriba abajo.
—¡Oh, esto es tan emocionante! ¡Basta pensar en la boda!
Neil sonríe radiante hacia ella antes de que su mirada regrese
para encontrarse con la mía. No he dicho nada todavía, y es cada vez
más notable. Nuestras manos están tocándose, pero es incómodo. No
me gusta esto. Mi estómago se retuerce en nudos. No sé lo que quiero.
Él es un buen hombre en su mayor parte, pero he pasado por muchas
cosas tan rápido que esto me asusta. Necesito tiempo para pensar, pero
con Cecily ahí, no puedo decir eso. ¿Qué digo? Finalmente, balbuceo:
—Neil, yo…
Cecily malinterpreta mi falta de palabras como algo más y empuja
el hombro de Neil. Es una afirmación, una palmadita en la espalda.
—¡Ves! ¡La dejaste sin palabras! ¡Mira eso! Mi pequeña estrella se
quedó sin palabras. Bueno, no te quedes ahí parado, Neil, pon el anillo
en su dedo. —La voz rasposa de Cecily sale con ganas y la enorme
sonrisa presumida que delinea sus labios pintados va a agrietar su cara
de plástico.
Neil hace lo que le dice y me estremezco cuando la fría banda se
desliza sobre mi piel. Se siente mal, pero no puedo encontrar las
palabras. Mi mente desmenuza el anillo. Suavemente, me aguijonea: El
metal es del color equivocado, la piedra es de la forma equivocada, y este
es el hombre equivocado. El pensamiento comienza a formarse, pero
antes de que se solidifique, Cecily lo explota en pedazos.
—¡Vamos, tengo a todos esperando! —Ella nos agarra a ambos,
tirando de nuestras muñecas hacia la parte trasera de la pequeña casa.
Neil trata de explicar mientras sonríe de alegría hacia mí.
—Te va a encantar. Solo espera, Hallie. —Neil está usando su
ropa de cita de los sábados; su atuendo favorito con la camisa blanca
abotonada, complementada con gemelos franceses, y una corbata sosa.
Lleva un chaleco de cuero sobre ésta que está abotonado y prístino. Ni
un cabello fuera de lugar.
Inclinándome más cerca, trato de susurrar hacia Neil, pero Cecily
sigue hablando sobre mí, parloteando sobre algo que consiguió para
nosotros. Estoy pensando que es un regalo lo que está ansiosa por
mostrarnos, así que sigo intentándolo.
—Neil, necesito hablar contigo. ¿Neil?
Pero él es todo sonrisas abiertas y ríe con Cecily mientras somos
empujados fuera por la puerta trasera. Entonces un aluvión de luces
destellan cegándome. La voz de Cecily resuena detrás de mí en un
micrófono:
—¡Ella dijo que sí!
DOS
¡S
anta Mierda! El patio está lleno de gente. Están por
todas partes. Soy cegada por las luces y protejo mis ojos
para ver un mar de rostros que no reconozco.
Neil me empuja a su lado y levanta mi mano. Apenas tengo
tiempo para considerar a los periodistas y a los amigos de Neil antes de
que él agarre el micrófono que Cecily le tiende.
—Este es el día más feliz de mi vida. ¡Brindo por Hallie! Te amo,
nena.
Alguien empuja una copa de champán en mi mano y una banda
empieza a tocar. El pequeño jardín está lleno de pequeñas luces
blancas, música y comida. Es una fiesta. Parpadeo de nuevo y me doy
cuenta lo que él ha hecho. Es una fiesta de compromiso. Neil choca su
copa con la mía y toma un sorbo.
Santos jodidos conejitos rabiosos. ¿Por qué hace este tipo de
cosas? No estoy lista para el matrimonio. Habría esperado, pero ahora
no tengo opción. Si digo algo, voy a humillarlo y lucir como una perra.
Bajo la copa de champán y rio nerviosamente. La tensión delinea mi
cuello y hombros mientras pego una falsa sonrisa en mi cara. Se lo diré
más tarde, le diré que no cuando todo el mundo no esté alrededor.
Puedo fingir hasta entonces.
Cecily me aparta y me lleva a conocer a algunas personas de la
industria, pero mentalmente he dejado la fiesta. Mi mente se desvía de
nuevo a Bryan. Ojalá las cosas fueran diferentes. Deseo que hablara en
serio sobre mí, pero no lo hace. Neil es el único que quiere casarse
conmigo. Tal vez debería conservar este anillo, después de todo, si lo
regreso estaré sola. Neil puede no ser perfecto, pero es lo
suficientemente bueno, ¿no?
Dios, desearía que Maggie estuviera aquí. ¿Dónde está de todos
modos? Detengo al hombre que ha estado hablando a mil por hora
desde que Cecily me acercó. Esperé y esperé a que pare a tomar aire y
se calle por un segundo para así poder excusarme.
Finalmente, puse mi mano sobre su antebrazo y sonreí hacia su
arrugada cara redonda.
—Muchas gracias, y me encantaría hablar de esto con usted más
en detalle, pero tengo que ir a ver a algo. —Cecily luce mortificada, pero
me alejo. Más gente me toma fotografías mientras me abro camino con
el hombro a través de la multitud en busca de Maggie. Ella tiene que
estar aquí. Neil no daría una fiesta de compromiso sin mi mejor amiga,
pero no la veo.
Neil está de pie con un grupo de sus compañeros de trabajo y
cuando me acerco, puedo oírle decir:
—Todo esto es parte de la psique latente. Hallie es racional como
pocos. Fue ingenioso de su parte considerar las ramificaciones de llevar
tal estilo de vida salvaje en su novela. Creo que es por eso que las
personas se sienten atraídas a esto, el libro tiene ese choque de trenes
mórbido que hace que las personas no puedan mirar hacia otro lado; es
la naturaleza humana.
Él está sonriendo y todos sus amigos están asintiendo con él. Qué
montón de pretenciosos, arrogantes y asquerosos creídos. Mientras
tanto, estoy segura que no hay ni uno de ellos al que no le gustaría
follarse el culo de una mujer o su boca. Solo son demasiado cobardes
para hacerlo, o admitirlo. Neil me hace sonar como un monstruo,
porque mi personaje disfruta de tales cosas, porque disfruto de esos
actos de pasión.
—¿Neil? —Sueno como un pequeño lirón. Mi voz es apenas un
chillido. Mi garganta se aprieta cuando se vuelve para mirarme.
—Ah, mi pequeño genio creativo. —Su falsa adulación hace doler
mis oídos, pero sigo sonriendo. Neil me jala a su lado—. Les estaba
diciendo a estos hombres que eres dócil como pocos. —Él me guiña el
ojo.
Estoy demasiado avergonzada para mirar hacia ellos. Incluso con
todo lo que hice con Bryan, jamás sentí vergüenza, pero la forma en que
Neil dice que nuestra vida sexual es mansa me hace retorcer. No quiero
que les diga nada. Sus ojos evaluadores se deslizan por mi cuerpo y sé
que han leído mi libro. Se preguntan si me gustaría hacer esas cosas y
están imaginándome sobre mis rodillas, desnuda.
—Neil, ¿dónde está Maggie?
—¿Qué? ¿No ha vuelto todavía? —Su tono es apagado, pero mira
a su alrededor.
Mi sonrisa cae.
—Neil, ¿dónde está?
Él sonríe.
—Bueno, sé cuán bravucona puede ser, así que me las arreglé
para que llegue aquí después de que la prensa se vaya.
Un mal presentimiento se revuelve en mi interior.
—¿En dónde está?
—Le dije que dejaste tu bolso en su apartamento. Fue a su casa a
buscarlo.
TRES
M
i corazón late con fuerza una vez, y luego se detiene. No
puedo respirar. Me tambaleo y casi caigo. Neil me
alcanza, agarrando mi brazo por el codo.
—Hallie, ¿estás bien?
De repente hay gente revoloteándome como un enjambre. Todos
repiten las palabras de Neil hasta que suena como si estuviera en un
pasillo vacío y no hay nada más que voces resonando. No parpadeo.
Antes de que puedan asfixiarme, me abro camino pasando por delante
de ellos y corro a través de la casa, agarrando mi chaqueta y
poniéndome mis guantes al salir. No es invierno, pero los quiero. Una
parte de mí sabe lo que viene, la parte oscura que dice que esto no
puede estar pasando, pero haré lo que sea que tenga que hacer para
salvarla.
Neil se apresura detrás, llamándome por mi nombre, pero alcanzo
el pequeño auto rojo y ya estoy fuera de vista antes de que pueda
detenerme.
Piso el acelerador con fuerza y me dirijo hacia el sitio de Maggie,
tratando de recordar exactamente dónde se encuentra ese agujero
infernal de apartamento. Estoy tan enojada con Neil que no puedo
soportarlo. Empujó el anillo en mi dedo sin esperar una respuesta.
Siempre hace cosas por el estilo, pero esto es imperdonable.
Él no sabía, me recuerda una voz. Nunca le dijiste lo mal que
Maggie está pasándolo.
Por el momento, no me importa. Maggie está sobrepasada con la
situación y no puedo dejarla…
El pensamiento se corta. Ni siquiera quiero considerar el resto de
la declaración. Vi lo que su jefe le hará si ella vuelve. No tengo ni idea
de lo que voy a hacer cuando llegue allí. Estoy esperando ver su
pequeño auto aporreado corriendo hacia mí, pero eso no sucede.
Estoy conduciendo por la calle demasiado rápido, y alcanzo el
estacionamiento. El auto deportivo rojo cereza significa que soy alguien
de temer o increíblemente estúpida. Soy ambas cosas. Maggie es la
única familia que me queda. Neil no es lo mismo, y nunca lo será. Que
me condenen si dejo que algún distribuidor de drogas de mala muerte
se deshace de su cuerpo en un callejón.
Nunca en mi vida he estado en una pelea. No tengo ni idea de
cómo lanzar un golpe o qué hacer, pero eso no me detiene. La valentía y
la estupidez parecen ser mis mejores amigas. Me pregunto en cuál caigo
mientras corro por la escalera y me lanzo por el pasillo. Si ella está
muerta, si está lastimada, lo mataré. No tengo idea de cómo, pero él es
hombre muerto.
Para el momento en que llego a su puerta, estoy jadeando. Toco la
puerta con mi palma y en silencio llamo su nombre.
—¿Maggie? Maggie, ¿estás ahí? —Ninguna respuesta. Lo hago de
nuevo, y otra vez, pero ella no responde.
Mi garganta se aprieta y quiero llorar, pero no lo hago. En su
lugar, presiono mi oreja en la puerta y escucho. La pareja de arriba está
en silencio esta noche. No hay gritos, ninguna pelea; no hay nada. Los
pasillos silenciosos hacen que mi piel pique. Cierro los ojos por medio
segundo cuando lo oigo hablar.
—¿Buscando a tu amiga, chica bonita?
Cuando miro hacia arriba, estoy cara a cara con Victor Campone.
CUATRO
V
ictor me sonríe con aire satisfecho tipo asesino serial. No
se ha afeitado en días así que un espeso rastrojo oscuro
delinea sus mejillas. Hay una cicatriz a lo largo de una
mejilla donde el pelo no crece. Es como si alguien la cortó con un lápiz y
nunca sanó correctamente. El lugar donde se reúne la piel con piel está
elevado y forma una línea blanca irregular que corre sobre su carne
como un río seco.
No valoro mi vida, ya no. He perdido demasiado y la única
persona en el mundo que me importa más que mi vida está al otro lado
de esa puerta y me temo que no me va a gustar lo que vea cuando
entre. Me convierto en otra persona, alguien que no conozco, cuando le
respondo mi voz es feroz y mi mirada cruel.
—¿Dónde está? —gruño como un animal listo para arrancarle la
garganta.
Pienso lo que voy a hacerle si Maggie está herida, si él le hizo algo.
No le temo a las repercusiones; nada me asusta en este momento. Mi
corazón late más rápido, pero no tiene nada que ver con este hombre
malvado o su crueldad. Está todo en mí. Tengo las manos a mis
costados, pero ya estoy imaginándolas agarrando un clavo oxidado que
sobresale de la pared y cerrándolo de golpe a un lado de su cara,
dándole una cicatriz a juego en la otra mejilla.
Victor sonríe engreído. Nuestros ojos han estado trabados todo
este tiempo y yo no retrocedo o miro hacia otro lado.
—Escucha, hijo de puta, no me iré sin Maggie.
Él parece ligeramente divertido. Victor cruza sus brazos carnosos
y apoya su hombro contra la pared.
—¿O harás qué?
Pensamientos malvados parpadean detrás de mis ojos en detalle
gráfico, pero no revelo ninguno de ellos.
—No quieres saber. —Las palabras salen de un soplo.
La mirada del hombre se desliza sobre mí una vez, reevaluando,
como si me hubiera subestimado por completo.
—Mírate. Bueno, ¿quién habría imaginado que serías una
mierdita ruda? —Sonríe como si hubiera encontrado un diamante a sus
pies en este lugar miserable. Se empuja fuera de la pared y mete la
mano en su bolsillo. Me estremezco, alcanzando mi bolsillo, como si
tuviera un arma o algo así.
Victor ríe y levanta sus palmas hacia mí.
—Cálmate. Solo estaba agarrando las llaves. Puedes entrar y ver
por ti misma. —Victor repite el movimiento, y mis ojos no se apartan de
su mano. Él saca un anillo con una cantidad enorme de llaves atadas.
Están colocadas apretadamente, con poco espacio entre cada una. La
cosa debe pesar unos cinco kilos. Es increíble que su pantalón no se
caiga.
Da un paso hacia la puerta de Maggie y la desbloquea.
—Adelante. Ve por ti misma.
Mi corazón late con más fuerza. No me gusta esto. No me gusta
que camine detrás de mí o entre en su casa así. Empujo a un costado
toda la racionalidad y el miedo, antes de abrir la puerta de golpe. La
habitación está vacía, justo como la dejamos. Maggie no yace en un
charco de sangre en el suelo. Sus gritos silenciosos no están atrapados
en las agrietadas paredes de yeso. Entonces, descubro algo diferente. El
resto de la habitación está exactamente como la dejamos, excepto una
sola cosa: un pequeño agujero en la ventana. Rajaduras tipo tela de
araña se desplazan hacia el exterior desde ese agujero. Alguien disparó
a la ventana.
Echo un vistazo al suelo. No hay sangre. Mirando hacia arriba de
nuevo, puedo ver directamente al apartamento de enfrente, el lugar
donde la mujer fue asesinada anoche. Cuando giro, Victor está justo
detrás de mí. Me estrello contra él, y agarra mi camisa, antes de sisear
en mi cara.
—Sé lo que viste y la única razón por la que todavía estás
respirando es que he perdido una muy gran inversión. La última vez
que la vi, huyó contigo, así que ahora, señorita Raymond…
Sus palabras me estremecen y no puedo dejar de preguntar:
—¿Cómo sabes mi nombre?
CINCO
C
uando sonríe, trato de salir de su agarre, pero él no me
libera. Tiro tan fuerte que mi camisa se desgarra. Eso me
premia con otra sonrisa torcida. Lo miro fijamente, sin
verlo en realidad, mientras mis ojos buscan en la habitación por un
arma. Voy a necesitar una, pero lo único que veo es ese gran cacharro
de llavero junto a la puerta donde él lo dejó. Está casi a un pie detrás de
él.
—Tengo mis métodos. —Su voz es arrogante y peligrosa. Se
acerca unos centímetros más—. Nos guste o no, estamos en esta mierda
juntos y tu amiga tiene algo que necesito.
—Se suponía que debía traerte una chica —pronuncio lo que
Maggie me dijo anoche.
—Sí, algo así. —Victor se relaja un poco, pero todavía está
tratando de convertirme en un gimiente y sollozante desastre.
No cedo. No lo haré.
—Entonces, ¿dónde está?
—Mierda si sé. La última persona con la que la vi fuiste tú, esta
mañana mientras estaba ocupándome de uno de mis empleados que se
salió de la línea. Sé que viste y la única razón por la que todavía estás
respirando en este momento es porque Maggie vale más que tú, y tengo
la intención que me conduzcas a ella. Tráela de vuelta aquí, niña
bonita, o revivirás cada parte de tu libro con cada tipo en mi nómina.
¿Entiendes? —Está en mi cara, gruñendo.
—Tengo amigos en las altas esferas. Ten cuidado a quién
amenazas, señor Campone, o puede que te encuentres en el lado
equivocado de un mal día.
Ríe y se aleja, como si estuviese loca.
—No hay nadie que no pueda quitar, niñita.
—Te equivocas. Claramente te estás olvidando de alguien
importante.
Victor sonríe y se inclina hacia atrás contra la encimera de la
cocina. El hombre es tan estúpido como para mirar al suelo, como si yo
no fuera una amenaza. Creo que está mintiendo. No, sé que lo está.
Victor sabe dónde está Maggie; él solo quiere que me vaya. Las llaves
están a un paso. Recojo el anillo y doy vuelta las llaves como si
estuviera examinando las formas.
—Sí, ¿y quién es ese, cariño?
—Yo. —Me muevo antes de que pueda parpadear, golpeo las
llaves de latón a un costado de su cabeza. El disparo conecta con su
sien y sus ojos revolotean una vez antes de que él caiga. Un chorro de
sangre fluye de su cabeza como una cinta roja, curvándose a medida
que viaja por su mejilla. Sus ojos se cierran y me pregunto si lo maté,
pero el tipo todavía respira.
SEIS
A
garro las llaves y corro a su casa a través del pasillo.
Pensé que tendría que encontrar la llave correcta y no
puedo dejar de temblar lo suficiente como para hacer
nada. Es entonces cuando se abre la puerta. Maggie se asoma por entre
la jamba. Sus ojos verdes están brillando, como si ha estado llorando.
Abro la puerta de golpe y un clavo sale disparado.
—¡Maggie! —Me lanzo hacia ella, pero levanta su mano,
impidiéndome abrazarla.
—Vete, Hallie. Vete de una puta vez de aquí antes de que vuelva.
—El ojo de Maggie está hinchado con un círculo más oscuro a su
alrededor. Una de sus muñecas está en carne viva y la otra está
sangrando. Lleva alguna clase de ropa interior andrajosa que está
empapada. Sus piernas tienen moretones negros y azules por todas
partes. Los moretones están organizados en pequeños grupos de cuatro,
como si manos agarrándola con demasiada fuerza los hicieron.
—Maggie. —Quiero llorar. Le dio una gran paliza.
—Hallie, vete, antes de que vuelva.
Tiro de su brazo y ella tropieza hacia la puerta.
—No va a volver por un rato. Ven. Nos vamos. Y jamás
regresaremos aquí. Jamás.
Maggie clava sus talones.
—No puedo irme. Estoy muerta si me voy.
La miro por encima una vez.
—Estás muerta si te quedas. ¿Qué diablos pasó?
—No le traje una chica.
—¿Entonces te utilizó? —Ella asiente. Mis labios se separan
cuando un soplo sale—. Oh, Maggie. —La rabia se está construyendo en
mi interior. Si tuviera una pistola, regresaría y le dispararía en las
pelotas. No sé exactamente lo que ella está haciendo o lo que Victor le
hizo, pero sé que él la golpeó y, probablemente, la violó. Las marcas
negras y azules van todo el camino hasta sus muslos. Su cabello es un
desastre y su maquillaje una vez perfecto está desparramado en su cara
como si ella se hubiera estado ahogando en lágrimas.
Su voz es severa y fría.
—Fue mi elección. —La cara de Maggie brilla con lágrimas y
mocos. Ella encuentra mi mirada casi desafiante—. Esta es mi vida, no
la tuya.
Me detengo en seco y dejo de tirar de ella. Girando hacia atrás,
dejo escapar:
—¿Has hecho esto antes?
—Solo cuando tuve que hacerlo. Hallie, este no es tu problema. —
La mandíbula de Maggie se traba y sus ojos una vez vibrantes se dirigen
a otro lado.
Estoy mortificada y no puedo ocultarlo. Me quedo ahí y siento
cada onza de dolor, pesar y rabia arrastrándose por mi cuerpo. Me
cambia y no puedo detenerlo. Maggie es la única familia que me queda.
No me importa Neil, tal vez nunca me importó, pero la gente no puede
vivir sola. Estar solo está a un paso de estar muerto; está a un paso de
terminar en un lugar como este con mi rostro cubierto de moretones y
lágrimas.
Hay momentos en la vida que se arrastran lentamente, como
sombras expandiéndose a través de la tierra mientras el sol se hunde
debajo del horizonte. Otras veces es rápido como una ramita
quebrándose. Mi vida cambia en ese momento y lo siento. Los muros se
elevan, más y más, hasta que no hay nadie por encima de ellos, ni
siquiera Dios. Estoy sola en mi miseria, y no hay ninguna manera de
que vaya a dejar ir a Maggie. Haré lo que tenga que hacer y las
consecuencias son de poca importancia.
Arrebato su muñeca y tiro de ella en pos de mí, explicando:
—Victor está noqueado en tu apartamento. Nos iremos y nunca
volveremos. Tú no tienes permitido irte y trabajas para mí ahora. Esta
mierda ha terminado. Se acabó, Maggie, y jamás regresarás.
Maggie está jadeando y casi cae al suelo.
—¡No puedo! —brama—. ¡No me hagas esto! Hallie, él me matará.
La libero y siento la sonrisa torcida asomar a través de mis labios.
No soy yo misma, porque estoy ofreciendo algo que nunca sugeriría.
—Entonces, yo me encargaré de ello. Ve al auto.
—¡Hallie! —Maggie se lanza por mí, tratando de agarrar mi brazo.
La rodeo.
—¡Ve! —Sus ojos verdes se encuentran con los míos y ella lo sabe.
Ve el dolor que me ha fracturado en dos. Ya no soy la misma y ambas lo
sabemos—. Nunca lo verás otra vez. —Es una promesa.
Maggie asiente a medida que se queda parada allí, temblando.
Envuelve sus brazos alrededor de su cintura y me mira como si
fuéramos niñas otra vez. Estuvimos en esta posición antes, pero la
última vez no nos defendimos.
—Todo va a estar bien. Lo estará. —Ella pronuncia las palabras
más para sí misma que para mí. Sonrío, y santa mierda, prácticamente
mi cara se quiebra al hacerlo, pero me las arreglo. Antes de que ella
avance por el pasillo con su ropa en brazos, toco su hombro
ligeramente. Maggie asiente una vez hacia mí, luego camina por la
escalera y desaparece de la vista.
Mi mente está corroída con oscuridad. Es como si hubiera caído
en un pozo y no pudiese encontrar mi camino de salida. Victor está ahí,
asfixiándome y si no lo libero, si no lo lanzo fuera, él siempre estará allí,
esperando. Tres pasos silenciosos y lentos hacia el apartamento de
Maggie y veo el hombre todavía tendido en el suelo. Se está
despertando, gimiendo maldiciones y tocando el punto sangriento en su
sien. ¿Alguien le llorará? ¿Alguien le comprará una lápida y una parcela
en el cementerio? No podría permitirme esas cosas. No se las pude dar
al mejor hombre del mundo, así que, ¿por qué debería Victor Campone
tenerlas? Él es la encarnación de la muerte.
Antes de saber lo que ha pasado estoy agarrando un simple
cuchillo de cocina en mi puño, poco a poco acercándome a él por
detrás. Victor se sienta y casi cae de costado.
—Esa maldita puta. —Él agarra su cráneo como si estuviera
golpeando.
Esto no es real, ¿verdad? Mi vida ha dado un giro completo. Estoy
de vuelta en las misericordias de los despiadados y me niego a dejar que
ellos gobiernen. Preferiría morir, así que, aquí estoy. Mi mano no
tiembla, y la chica que había sido se desvanece. Está disolviéndose
como una imagen dejada al sol, desapareciendo para siempre hasta que
no queda rastro.
Victor me siente de pie detrás de él y se vuelve para mirar por
encima de su hombro. Es ahí cuando actúo. La sorpresa en su cara, el
destello de la hoja plateada del cuchillo, y el río de sangre que corre por
su garganta como un río rojo, todo parpadea como si estuvieran
sucediendo en otro lugar. Los ojos de Victor se ensanchan con sorpresa
mientras su mano se levanta a su cuello y se aleja cubierta en
escarlata.
Esos ojos, recordaré la forma en que me miraron con admiración
e ira hasta que me muera. Sus labios se separan para hablar, pero no
me importa. Dejo caer el cuchillo. Este traquetea en el piso cuando me
vuelvo sobre mis talones y me alejo, dejando a Victor morir en el suelo.
SIETE
E
l tiempo se arrastra hasta detenerse de la misma manera
que lo hizo cuando mi padre murió. Maggie y yo conducimos
en silencio. Sé lo que tenemos que hacer, pero no quiero
hacerla sufrir. Le digo lo que estoy pensando y ella está de acuerdo. Nos
detenemos en Target, agarramos algo de ropa de liquidación y nos
cambiamos en el auto. Agarro mi ropa vieja, abrigo y guantes y los
pongo en la bolsa blanca de plástico antes de tirarlos en el contenedor
de basura detrás de la tienda. Está desbordante. Vendrán y se llevarán
la ropa ensangrentada antes de la mañana.
Maggie y yo nos maquillamos en el auto. Es entonces cuando ella
se detiene y me mira, a punto de llorar.
—Lo descubrirán.
—No, no lo harán. Nadie nos vio.
—Victor tenía el lugar vacío así no habría nadie alrededor para
escuchar lo que estuvo haciendo esta noche, pero sus hombres no
siempre se van. ¿Y si te vieron?
Me encojo de hombros.
—Entonces pueden asumir y dirigir su imperio de drogas. No le
importo a nadie. Él se ha ido, Maggie. Lamento si no llegué antes. —
Nuestros ojos se traban y quiero llorar, pero las lágrimas no vienen.
Algo dentro de mí se rompió esta noche. Sé lo que tengo que hacer,
cómo será mi vida debido a este acto. Lo acepté antes de arrastrar el
cuchillo por la garganta de Victor. Firmaré mis contratos, me casaré con
Neil, y seré la esposa recatada que todo el mundo piensa que soy. Eso
me permitirá cuidar de Maggie y asegurarme que esto no vuelva a
suceder. El dinero es poder y ahora tengo un montón.
Maggie asiente.
—Así que, ¿entramos en tu fiesta y simplemente pretendemos que
estabas ofendida porque el pelmazo no me invitó?
—Sí. —Pego mis labios después de volver a aplicar mi
maquillaje—. Y te burlas de él por no decírmelo.
—¿Entonces me agarraste y nos fuimos a cambiar?
—Exactamente.
OCHO
S
e lo creen, incluso Neil quien afirma que puede detectar a un
mentiroso desde quince metros de distancia. Todo está en los
ojos, me dice, la postura, el barrido de los hombros y la
posición de los brazos. Así que hago lo contrario. Permanezco serena y
sonriente. Me rio de los chistes malos de su amigo y dejo que Cecily se
burle de mí por ser tan petulante por la exclusión de mi mejor amiga de
las festividades.
Actúo como que he tenido demasiado de beber y clavo mi dedo en
su pecho sobre inflado.
—Si alguna vez la dejas fuera de cualquier celebración de nuevo,
te vas a arrepentir. Es una hermana para mí. —Sonrío hacia Maggie
que está de pie al otro lado de la sala. Lleva medias oscuras para cubrir
los moretones en sus piernas. Una gruesa capa de corrector oculta los
círculos oscuros bajo sus ojos. Ella se toca la herida en la mejilla y
entra en una loca historia de cómo yo la animé a deslizarse por la
barandilla de la escalera.
Está riendo.
—Así que, Hallie no cree que puedo hacerlo. Bueno, a la mierda.
Entonces me levanto sobre la vieja barandilla y empujo. Estaba bien
hasta que llegué al rellano y salí disparada contra la pared. Fue lo más
divertido que he hecho alguna vez. Pensé que aterrizaría sobre mis pies,
así como en la televisión.
—Y es por eso que la televisión no es real.
—No me jodas. —Ríe y choca su copa con el chico alto, moreno y
estúpido de pie junto a ella.
El hombre jadea como si ella dijese la cosa más cruel que jamás
haya escuchado, así que Maggie enciende el encanto. Aletea sus ojos y
toca su brazo ligeramente, riendo con él, como si fuese el hombre más
divertido en la tierra. Su comportamiento se ablanda y los dos vagan
hacia el patio trasero donde está más oscuro.
Cecily y su humeante personalidad están de pie junto a mí. Sus
senos están tratando de escapar de su escote bajo.
—Pensé que estabas teniendo un ataque de pánico o algo así.
Miro fijamente hacia delante observando al mar de gente, pero sin
ver a nadie en realidad.
—Nah, es simplemente el síndrome premenstrual.
—Me aseguraré que tu amiga sea invitada a cada evento contigo
de ahora en adelante. —Cecily se aclara la garganta—. ¿Hay algo que
quieras decirme? —Me doy vuelta y arqueo una ceja hacia ella mientras
sostengo una copa media vacía de vino en mi mano—. Ven, vamos,
puedes decirme. Alguien con tus, digamos gustos, puede encontrar el
sexo único aburrido después de un tiempo. No sorprendería a nadie
saber…
Tomo un sorbo cuando ella sigue hablando y mi corazón late con
fuerza. Me pregunto si tengo sangre en mi cara, hasta que entra en esta
última frase. Casi me ahogo con mi vino y dejo la copa en una mesa,
acallándola.
—¡No, claro que no!
—Porque si eres gay, no sería un gran problema. —Ella sopla un
poco de humo en mi cara.
Agarrando su brazo, dirijo a Cecily lejos de la enorme cantidad de
oídos y hacia el pasillo.
—¡No! No soy gay y si se le das a Neil esa impresión juro por
Dios…
Ella ofrece una sonrisa divertida y toca mi antebrazo.
—Vamos, Hallie. No quise decir nada con eso. Ustedes dos son
cercanas y tendría sentido, con tus antecedentes y los de ella.
—Sí, bueno, estás equivocada y el hombre que acaba de meter
este anillo en mi dedo tendrá un derrame cerebral si siquiera
mencionas la idea. —Neil tiene su filosofía del orden natural y eso
podría espantarlo. Necesito que se quede. No puede irse, y una
sugerencia como ésta lo enviará corriendo hacia otro lado.
Ella levanta sus garras rosadas y sonríe.
—Oh, no lo haré, pero si alguna vez necesitas a alguien en quien
confiar, aquí estoy. Eso es todo lo que quería ofrecer. No voy a juzgarte.
—Sus viejos ojos sostienen los míos por un momento. Probablemente
puede sentir el secreto enterrado profundamente dentro de mí, pero hay
más de uno. Así que incluso si descubre a Bryan, nunca sabrá lo que
hice esta noche.
Estar a la defensiva está haciéndola pensar que hay algo que
defender, así que me inclino más cerca y digo:
—Mira, te lo diría si ese fuera el caso. Sé que puedo confiar en ti.
—¿Cuándo me volví tan buena mintiendo?—. Pero Neil es raro con ese
tipo de cosas. Está bien con mi libro, ya que no era real, ¿sabes? No es
como si eso fuese parte de nuestra vida. Entiendes, ¿no?
Ella entiende muy bien. Cecily asiente lentamente y sé que estoy
jodida. Sabe que hay una historia ahí, otro amante. Bien. Es mejor eso
que saber que acabo de cortar la garganta de Victor Campone.
NUEVE
M
aggie se queda conmigo y Neil durante unos días. Está
extrañamente silencioso porque Neil y Maggie suelen
pelear como si el mundo fuera a terminar y uno de ellos
tendrá la última palabra. Pero las disputas han cesado y solo la
tranquilidad cuelga en el aire. Bryan no ha estado alrededor y Jon
nunca trató de cobrar su dinero. Fui capaz de conseguir que Cecily me
adelante cinco mil dólares, porque ella pensaba que era un montón. No
le dije a nadie que los tengo y mantengo mis pensamientos cerca de mi
corazón, o lo que queda de éste, mientras ingenio un plan de escape.
La gente buena estaría llena de lamento, pesar y cuestionaría su
propia existencia por tomar una vida, pero no lo hago. No me gusta
pensar en el significado detrás de mi falta de empatía. Una vida es una
vida. En el pasado, pensé que todo lo que respiraba tenía un valor y no
tenía derecho a destruirlo. Ahora tengo sangre en mis manos, y ésta
jamás desaparecerá. Están manchadas de pecado que llega hasta los
huesos y ni siquiera me importa.
No puedo hablar de ello con Maggie. Enloquecerá. Y si le digo a
Neil, conociéndolo, llamará a la policía, así que mantengo mis
pensamientos para mí misma. Cecily está alrededor más y más a
menudo, y actúa como la madre que nunca tuve. Su comportamiento
me repugna. No hay espacio en mi vida para otra madre. Con una fue
suficiente. De vez en cuando, cuando me voy a dormir, puedo oír la voz
de mi madre y esa risita que decía que estaba ida, demasiado drogada
para importarle nada. Me quedaría encerrada en ese pequeño armario
hasta que recordaba dejarme salir. Maggie no tuvo tanta suerte. Su
padrastro nunca la olvidaba y la usaba hasta que su pequeño cuerpo
colapsaba.
No sé cómo soportó tales cosas, pero bueno, ella me dice lo
mismo. Actúa como si mi madre fuera un monstruo. Mamá no era una
santa, pero me mantuvo vestida casi todos los días y fuera de la vista.
Pudo haberme vendido, pero no lo hizo. No es que mamá me trajera
cálidos y felpudos peluches. No, es más como si las cosas pudieran
haber sido peores. Pudo haber negociado una dosis por mi joven
cuerpo, pero no lo hizo.
Mientras tanto, el hombre que se suponía protegía a Maggie
estaba violándola en su lugar. Apuesto lo que sea a que estaba
reviviendo esas noches cuando Victor la sostuvo. Aunque Maggie no
quiere hablar de ello, su postura dice mucho. Está sentada de lado en
una silla, con las rodillas metidas en su pecho y los brazos cruzados
sobre sus tobillos. Así es cuando suena el timbre de la puerta.
Me acerco y acaricio su hombro, pensando que es el tipo de la
pizza, pero cuando abro la puerta de un tirón, Bryan Ferro está de pie
allí con esa sonrisa satisfecha en su cara. Sin decir una palabra, cierro
la puerta de un portazo.
Maggie ríe.
—Vas a pagar por eso.
—Como si me importa. —Camino lentamente por la sala y me
siento en el sofá justo cuando Bryan entreabre la puerta. No lo he visto
en un par de días. Su palidez se ve vibrante de nuevo y no hay descanso
en sus ojos.
—Lindos modales, Hallie. Realmente lindos. —Bryan resopla y
entra en la sala, cerrando la puerta detrás de él.
Me encojo de hombros.
—Es lo que te mereces.
—¿Desde cuándo conseguimos lo que nos merecemos? Porque si
ese es el caso, me gustaría presentar una queja. —Esa mueca sexy
alinea sus labios y deseo que las cosas no estuvieran tan tensas entre
nosotros.
—¿Qué estás haciendo aquí, Bryan?
Él mira alrededor de la sala.
—¿Está Neil aquí?
Asiento.
—Sí, en la cocina. Intenta evitar a Maggie. —Ella sonríe engreída
y menea la punta de sus dedos hacia él.
—Bueno, entonces a él no le importará si reclamo mi premio
ahora, ¿verdad?
La mandíbula de Maggie cae abierta.
—¿Vas a follártela, aquí, donde Neil puede ver?
Bryan en realidad tiene la audacia de reírse, lo que hace que Neil
venga de la cocina.
—No me importa si él mira, pero esa no era mi intención. Te
quiero aquí y ahora. Tengo una cita más tarde y estaba pensando que
con todo este chantaje, ha habido muy poco sexo. Pretendo solucionar
eso. —Bryan mira a Neil—. Espero que no te importe si la pido prestada
por un rato.
No ofrezco consentimiento. No digo nada, pero puedo ver
claramente las bombas nucleares salir disparadas de los ojos de Neil.
Bryan tiene la intención de follarme en la cama de Neil.
—Qué sutil —ofrezco y sacudo la cabeza.
—¿Lo desapruebas? —pregunta Bryan, sonando sorprendido.
—Eso no importa, ¿cierto? —Entramos en el dormitorio principal
y Bryan sonríe ampliamente. Neil no dice nada, y después de unos
momentos, oigo su auto afuera. Los neumáticos chillan cuando sale
disparado por la calle. Bryan sonríe y se inclina contra la pared con las
manos detrás de sus caderas—. Bueno, vamos. Quítate todo, Hallie.
Quiero ver cada centímetro de tu cuerpo.
Hago lo que pide, frío y sin vida. Se da cuenta que el miedo se ha
ido y que no hay ninguna duda. Cuando estoy completamente desnuda,
palmea la cama de Neil y me pide que me siente junto a él.
—¿Qué pasa?
Sacudiendo mi cabeza, respondo:
—No. El acuerdo fue por mi cuerpo, no por mi mente. E incluso si
quisiera hacerlo, no puedo hablar de ello.
—Entonces, tal vez puedo ayudarte a olvidar.
—Bien, haz lo que quieras. Cualquier cosa… —Las palabras
cuelgan entre nosotros a medida que mi corazón late con fuerza.
Necesito ser dominada y controlada ahora mismo. Necesito dejar de
pensar, aunque solo sea por un momento. Sé que Bryan puede hacer
eso, y quiero que lo haga.
Bryan empuja su cabello fuera de su rostro, revelando una
suavidad en él que lo hace parecer vulnerable, aunque sé que no lo es.
—¿Qué le gustaría a mi Hallie esta noche? Tal vez debería acabar
aquí, o aquí. —Su dedo toca mis labios mientras sonríe—. ¿O estás para
algo más aventurero?
Me inclino y susurro:
—Cualquier cosa. Solo aleja mi mente de todo lo demás. No quiero
pensar por un rato.
Bryan se acerca a mí.
—Suena perfecto. Ninguna pregunta. Ninguna respuesta. Y no me
voy a contener. —No puedo hablar de lo que he hecho o por qué
necesito esto ahora. Neil nunca lo aprobaría, pero Bryan está aquí y
dispuesto. Ya no puedo amar. La parte de mi corazón que tiene
compasión y reverencia está muerta.
Con los labios entreabiertos, no digo nada más. Solo asiento, y
siento que mis pezones se endurecen. La mirada que él me está dando
trae de vuelta los viejos tiempos y quiero perderme en el pasado. Quiero
olvidar mi vida y todo lo que contiene. Lo deseo. Lo necesito y mi cuerpo
responde, ansiando los recuerdos de hace mucho tiempo.
Bryan se estira hacia mí y susurra en mi oído.
—Voy a acabar dentro de ti, profundo entre tus piernas y si sobra
algo, voy a cubrir tus pechos con ello y lamerlos hasta que estés
impecable. Olvídate de ti misma, Hallie. Déjate ir, deja que todo se vaya.
Pongo mis manos en su pecho, deslizando su oscura chaqueta de
cuero fuera, seguida de su camisa. Bryan traga con dificultad, y me
empuja hacia él, tirando de mí por la cintura. Sus labios se ciernen
sobre los míos, vacilantes. Sé que él está pensando en cómo eran las
cosas antes, en las cosas que nos llevaron a separarnos, y en esa pelea.
Sin decir una palabra sus labios se estrellan en los míos. Es un beso
desesperado cuando su lengua se abre camino en mi boca. Él me lame,
acariciando mi boca a medida que me besa, probándome. Bryan me
presiona a la pared mostrándome lo mucho que me desea. Está tan
duro que cada centímetro de su largo y hermoso eje se presiona
firmemente contra mi estómago, y lo deseo dentro de mí.
¿En qué me convierte eso? ¿Una puta? ¿Una persona empeñada
en vivir en el pasado? Estoy comprometida con Neil y estoy follándome a
mi chantajista en la cama de Neil sin remordimiento alguno. Lo deseo
tanto que me avergüenzo de ello.
Sin aliento, él se retira.
—¿Qué tanto me deseas, Hallie? —Hace la pregunta como si
pudiera leer mi mente.
Respondo tomando su mano y presionándola en mi piel
resbaladiza. Sus ojos están en mí, observando, cuando deslizo su mano
por mi cuerpo y entre mis piernas. Sosteniéndome allí por un momento,
Bryan acaricia la pequeña y sensible carne, y respira profundamente.
Saboreo su aroma y la forma en que se siente en mi contra. Cuando él
me mira, separo mis piernas y lo observo.
La cautela destella en los ojos de Bryan, pero rápidamente se
desvanece. Se pregunta qué me pasó, qué me hizo cambiar. Las últimas
veces, me contuve, pero ahora no. Sé que él quiere preguntar, pero no lo
hará.
Bryan inclina su frente contra la mía.
—Siempre has sido mi sueño húmedo, Hallie —susurra. Sus ojos
se mueven alrededor de la habitación. No es nada especial. Neil es
aburrido. Podría funcionar como una habitación genérica de hotel en
cualquier lugar de Estados Unidos. Colores sosos, cabecero oscuro y
una silla.
Bryan agarra mi muñeca con fuerza y me tira hacia la silla.
—Separa los pies.
Hago lo que dice. El tono de su voz es perfectamente dominante.
Toma su cinturón y lo azota. Me estremezco, preguntándome si me va a
azotar, pero él dice:
—Pon las manos en tu espalda.
Muevo mis manos y él coloca el cinturón alrededor de mis
muñecas, usándolo para mantener mis brazos hacia atrás. Cuando
termina, se aleja unos pasos y me mira de pie junto a la silla, sus ojos
deslizándose con avidez sobre mis curvas. Su mirada se detiene en el
parche de vellos entre mis piernas. Se arrodilla delante de mí, y desliza
lentamente sus manos hacia arriba por la parte posterior de mis
muslos, presionando su cara en la V entre mis piernas mientras lo
hace. Cuando sus manos se mueven sobre la curva de mis caderas,
inhala profundamente, y sus dedos presionan contra mi piel.
Retrocedo, mi espalda y mis pantorrillas golpeando la silla. Mis
pies comienzan a moverse de nuevo juntos, tratando de apretar la
calidez construyéndose entre mis muslos, pero él me palmea y dice:
—Ven aquí.
Con una sonrisa en su rostro, desata el cinturón y forma un bucle
antes de arrastrarme hacia la puerta del armario. Bryan hace un nudo
corredizo en el extremo que sujeta mis muñecas y cierra el cinturón en
la parte superior de la puerta. Mis brazos están fijos por encima de mi
cabeza. Me encantaba cuando él hacía esto, pero fue hace mucho
tiempo.
Bryan desabrocha sus pantalones y, lentamente, desliza la
cremallera hacia abajo. Él mantiene los pantalones oscuros puestos,
pero saca su larga y gruesa erección. Vacila, deteniéndose delante de
mí, sosteniéndola en su mano. Sé que está cuestionándose a sí mismo.
El conflicto se extiende por todo su rostro.
—Hazlo —ruego, colgando mi cabeza hacia atrás, dejando que mi
cabello caiga hasta mi cintura. Sé que sus ojos están en mí, observando
mi cuerpo moverse delante de él, atado y listo para tomar. Estoy
respirando con fuerza, deseando que él lo haga. Cuando pasa un
momento, lo miro y digo—: Tómame ahora mismo y hazme tuya en
todas las formas posibles. Hazlo.
—No quiero hacerte daño —dice, sus ojos en los míos.
—Entonces no lo hagas —suspiro—. Eres el que tiene el control
aquí. Hazme retorcer. Hazme gritar. Tómame de la manera que quieras.
Pero, Bryan…
—¿Sí?
—Me gustan las cosas un poco duras, más que antes. —Después
de decirlo, mis labios se mantienen separados y tomo una respiración
profunda. Mi pecho se hincha, forzando mis pezones hacia él. La puerta
presiona contra mi espalda y me apoyo en ésta preguntándome qué
hará.
DIEZ
B
ryan toma mi cara entre sus manos.
—Si no te gusta, dime. —Asiento lentamente, sus cálidas
manos aun sosteniendo mis mejillas.
Es como si alguien accionara un interruptor. Los ojos de Bryan se
vuelven más oscuros, más carnales. Suelta mi cara y presiona su
cuerpo tonificado en mi contra. Empujando mi espalda en la puerta, se
asegura que pueda sentir cada centímetro de él. Saca una cadena de
plata con pinzas en cada extremo y las conecta a mis pezones. Jadeo
cuando los aprieta. El peso de la cadena tira, haciéndome morder mi
labio. Cuando se presiona en mí, la cadena se tensa y jala suavemente
mientras él se desliza sobre mi cuerpo. Un pequeño jadeo escapa de mis
labios. Bryan me mira, sus ojos verdes trabados en los míos. Levanta
un dedo y lo coloca sobre mis labios rosados, a medida que su otra
mano se desliza más abajo pasando por mi vientre y entre mis piernas.
Jadeo. Él se mueve rápidamente, sintiendo mi protuberancia sensible
con su pulgar, deslizando su dedo sobre la carne resbaladiza, y viendo
mi cara mientras lo hace.
Mi barbilla se levanta cuando trato de no gemir. Lucho contra las
sensaciones que están en erupción dentro de mí, las sensaciones que
está creando. Sus dedos se mueven por encima de mi clítoris, mientras
tira de la cadena suavemente. Él me siente ponerme más húmeda y
entonces, sin previo aviso, sin un cambio en la expresión, empuja su
dedo en mí. Se queda quieto por un momento, viendo mis ojos.
Parpadeo lentamente, sintiéndolo ahí entre mis piernas.
Bryan empuja su dedo más duro, más profundo a medida que me
mira. Su aliento se filtra sobre mis labios haciéndome sentir mareada.
Cuando saca su dedo, lo levanta a mi boca. Trazando mis labios, me
mira, extendiendo mi caliente humedad como lápiz labial. Parpadeo
lentamente, mi corazón tronando y excitado más allá de la
comprensión.
—Prueba —exhala y empuja su dedo en mi boca. Chasqueo mi
lengua contra su dedo, pero lo mantiene allí y dice—: Chupa los jugos
de mi dedo, Hallie. —No me atrevo, pero insiste—: Hazlo. —Mi lengua se
envuelve alrededor de su dedo, succionándolo, probando lo que él
prueba. Sus ojos están ardiendo, observándome.
Mientras chupo su dedo, él baja su otra mano entre mis piernas,
separando mi piel suave. Sensaciones explotan en mí, pero antes de
poder disfrutar de ellas, el tanteo cambia. La dura longitud de Bryan
golpea en mí, haciéndome chupar su dedo más duro. Él saca su dedo
de mi boca, y envuelve sus manos alrededor de mi cintura. Permanece
inmóvil por un momento, respirando rápido y duro. Luego se retira
lentamente y se empuja dentro de nuevo, estrellándome contra la
puerta. Mis rodillas tiemblan cuando me conduce lentamente a la
locura. Quiero más. Quiero que me maltrate y me embriague de pasión.
Que limpie mi miedo con lujuria, borre mi memoria por un momento, y
quite todo el dolor que me está inundando.
Solo quiero sentirlo a él y nada más. El mundo se desvanece
hasta que no sé cuánto tiempo ha pasado. Mis brazos duelen mientras
él me usa, empujándose en mí una y otra vez. Mi cabeza cuelga a un
lado y luego se inclina hacia atrás. Jadeo cada vez más y mis pechos se
sacuden con la fuerza de su empuje.
Algo se desenrolla dentro de mí. Quiero sus manos sobre mí,
haciendo todo a la vez. Hebras delicadas de pasión erupcionan en mi
interior, enviando un hormigueo por mis muslos y pechos. Cada lugar
que quiero que toque chisporrotea como una corriente viva. Arqueando
mi espalda, presiono mis caderas en él, solo para ser acometida en
respuesta.
Sus embestidas cambian a burlas, gentilmente empujándose
dentro y fuera. Él está tan duro, tan perfecto. Quiero envolver mis
piernas alrededor de sus caderas, pero no puedo. Las respiraciones
irregulares me consumen y la habitación está más allá de caliente. Mi
cuerpo está goteando de sudor. Inclinando mi cabeza hacia atrás, miro
hacia el techo. Es entonces cuando sus manos encuentran mis pechos.
Mis labios forman una O, pero no digo nada. Siente la suavidad, la
plenitud de mis curvas a medida que empuja su larga y dura longitud
en mí lentamente, torturándome, una y otra vez.
Tomando mis pezones entre sus dedos, los retuerce suavemente y
aprieta las abrazaderas. Grito, empujando mis pechos hacia él, pero las
sujeciones me detienen. Jadeando, apenas puedo respirar.
Él sonríe.
—Shhh. Ningún sonido. Quiero esto entre nosotros.
No entiendo. ¿Entonces por qué entró desfilando más allá de Neil
y Maggie? En este momento, no me importa. Hago lo que dice y muerdo
mi labio para permanecer en silencio. Él golpea profundamente en mi
centro una vez más, y mi boca se abre. Me trago el sonido antes de que
él lo escuche. El único ruido es una ráfaga de aire que sale forzada de
mis pulmones.
—Buena chica —ronronea y se retira antes de empujar de nuevo,
esta vez más profundo. El tono de su voz hace que me derrita.
Antes de que pueda pensar otra cosa, los dedos de Bryan se
colocan alrededor de las cadenas de los pezones. Sus caderas
permanecen presionadas al ras de las mías, su miembro perdido en mi
interior. Mi mandíbula cae abierta, y lo veo observándome, esperando a
que haga un ruido. Mis ojos se traban en los suyos, mientras
sensaciones candentes se arremolinan a través de mi cuerpo,
construyéndose más apretadas y más altas. Añade poco a poco más
presión, burlándose y tirando de mis pezones más fuerte por más
tiempo, haciendo que las pinzas aprieten más y más. El calor en mi
estómago abrasa a través de mi cuerpo. Muevo mis caderas y trato de
mecerme en su contra, pero él me inmoviliza.
—No, no. Aún no.
Jadeo.
—Me gusta ser azotada.
—¿En serio? —Asiento. Su mano baja fuerte hasta mi culo.
Ambas nalgas pican. Lo hace mientras todavía está en mí, lo que me
hace apretar y tensar alrededor suyo. Él jadea y lo hace de nuevo, y otra
vez. El impacto de sus manos se siente tan bien. El aguijón cálido envía
escalofríos a través de mi cuerpo en oleadas que no decaen. Viajan a
través de mi bajo vientre y se extienden por todo mi cuerpo. Cada
delicioso hormigueo corre por mí, haciéndome deslizar mi lengua sobre
mis dientes. Lo hago sin pensar. Es una reacción a él, a lo que me está
haciendo.
Sin previo aviso, Bryan se retira. Eso me pone loca. Mis caderas
corcovean, pero no puedo alcanzarlo. El cinturón corta en mis muñecas
cuando tiro contra mis restricciones. Jadeo, observándolo mientras se
aleja de mí. La lujuria arde a través de mi cuerpo. No puedo
controlarme. Tirando de mis muñecas con fuerza, intento liberarme del
cinturón de nuevo, pero no puedo. Simplemente se hunde más.
Él sonríe, observándome luchar, hasta que me detengo y miro
hacia él. La expresión de su rostro, la intensidad de sus ojos, hace que
mi estómago de un vuelco. Mi respiración se engancha en mi garganta
cuando Bryan se acerca lo suficiente para tocarme, pero no lo hace.
Estoy jadeando. Mis ojos están rogándole que haga algo, que me haga
acabar, que me deje follarlo; cualquier cosa.
—Dime lo que quieres, Hallie. Ruégame —suspira las palabras
junto a mi oreja. La reacción en mí es rápida y violenta. Su aliento
cálido hace que mi clítoris palpite y siento que moriré si no me toca, si
no termina lo que empezó. Está de pie tan cerca, casi tocándome, pero
no desliza sus dedos por mi cintura. No toca mis pechos ni se burla de
mis pezones. Eso me hace desearlo aún más. Me siento como un animal
encadenado, incapaz de pensar—. Respóndeme, hermosa mujer —
ordena y siento el aguijón de su mano en mi culo.
Mi cuerpo está tan fuertemente enrollado que la palmada me hace
gemir. No esperaba eso, pero antes de que pueda reprimir mis sonidos,
vuelan más allá de mis labios. Jadeo, sorprendida de no ser capaz de
amortiguar el ruido o detenerlo a tiempo. La mano de Bryan vuela por
segunda vez, con más fuerza. Él mira mi cara mientras me estremezco
bajo su mano. La picadura es rápida, y sé que voy a tener problemas
para caminar más tarde, pero no me importa. Grito, diciendo su
nombre, empujando mis pechos hacia él.
Una mirada perversa tuerce sus labios en una sonrisa sexy.
—Respóndeme. —Su voz suena como un gruñido y cuando no
puedo hacer otra cosa excepto jadear sin control, su mano cae por
tercera vez. Pero no me suelta. En su lugar, agarra mi nalga en su
mano y aprieta. El aguijón se intensifica por la forma en que me agarra.
El hermoso cuerpo de Bryan está cubierto de una fina capa de sudor, a
medida que me manipula rudamente—. Dime lo que quieres.
Mi voz es un susurro. Cada deseo se precipita fuera en un apuro.
—Quiero tus manos sobre mí, en mí. Quiero que me folles hasta
dejarme sin sentido. Fóllame, Bryan.
—Ruégame, Hallie. Ruega más fuerte. —Su agarre se aprieta en
mi culo haciendo que mi cuerpo se presione al suyo. Gotas de sudor
ruedan por mi espalda.
Mi voz se estremece mientras ruego, ya incapaz de mantener
cualquier onza de moderación.
—Por favor, Bryan… ¡Por favor! Fóllame. Folla mi vagina. Lléname
de semen. Por favor, cariño. Por favor… —Sigo rogándole, a medida que
sus manos se deslizan sobre mis caderas y bajan entre mis piernas.
Cuando toca mi clítoris, gimo. Bryan inclina su cabeza hacia atrás,
mirándome—. Fóllame, cariño. Por favor. —Mis caderas corcovean en
su mano. En respuesta, él aprieta sus dedos sobre mi clítoris. Grito—:
¡Fóllame! ¡Por favor! ¡Bryan! ¡Te necesito! ¡Por favor!
Cuando digo su nombre, se rompe. Antes de saber lo que pasa,
sus manos están sujetando mis muñecas sobre mi cabeza mientras su
dura longitud golpea en mí una y otra vez. Él se empuja más y más
profundo cada vez con sus manos deslizándose por mis brazos.
Estrellándose a sí mismo cada vez más fuerte en mi interior, mira mi
senos balancearse y rebotar hasta que toma ambos en sus manos y
aprieta mis pezones duro. Grito, pero eso solo le hace pellizcar más
fuerte, hasta que la cadena se suelta. Cae a mis pies y la deja allí.
Bryan se mueve, empujando en mí más y más rápido. El calor
entre mis piernas está corriendo por mi cuerpo. Siento que no puedo
ser domesticada. No hay suficiente de él para alguna vez satisfacerme,
nunca. Cuando sus dedos sujetan más duro mis pezones, mis ojos se
abren. Él me mira a los ojos a medida que se sumerge en mí una vez;
duro. Mi espalda golpea la puerta y él me sostiene allí, mirándome. Con
los labios entreabiertos, respira sin decir nada. Sus manos empujan
suavemente el cabello fuera de mis ojos. Se queda inmóvil por un
momento y no puedo soportarlo. Su pene está en mí, pero no importa lo
mucho que me sacudo, no puedo conseguir que me folle.
Con todo su cuerpo, me aplasta contra la puerta. Sus ojos arden
con lujuria, su frente gotea con sudor.
—Acaba para mí, nena —exhala y embiste en mí rápido y furioso.
No se detiene cuando grito. Sigue golpeando contra mí hasta que mi
cuerpo no puede enrollarse más apretado.
Cada vez que se hunde en mí me siento más y más alto. No puedo
respirar, pero no quiero que se detenga. Su cuerpo me aplasta,
mientras me folla, meciéndose en mí furiosamente. Gimo, y puedo decir
cuán fuerte está empujando, cuánto me va a doler más tarde, pero no
me importa. En estos momentos, se siente tan bien. Mi piel hormiguea y
está goteando. Mis pechos rebotan más fuerte y más altos con cada
golpe de su cuerpo contra el mío. Y sin otro pensamiento, acabo. Mi
grito rasga a través de mi garganta. No puedo correrme en silencio, no
cuando él hace esto. Bryan arremete más duro mientras las deliciosas
sensaciones arremolinadas entran en erupción por todo mi cuerpo. Lo
siento empujar en mí duro y profundo, y él acaba unos momentos más
tarde.
Agotada, cuelgo de la puerta temblando, lista para caer al suelo.
Bryan se retira y me mira. Con los labios entreabiertos, solo me observa
fijamente por un momento antes de deshacer el cinturón. Cuando mis
manos caen a mis lados, mis brazos queman. Bryan me toma en sus
brazos y me lleva a la cama. Me sienta frente a él y frota los músculos
doloridos en mis brazos y hombros. Mi cabeza cae hacia un lado a
medida que lo hace. Cada centímetro de mi cuerpo está hormigueando.
No quiero que el momento termine, pero Bryan se detiene.
Giro y lo miro. Está brillando, cubierto de una fina capa de sudor
que huele tan bien. Quiero lamerlo, pero solo asiento. Él aleja sus ojos
esmeraldas y dice:
—Supongo que debería ponerme en marcha.
—¿Te vas? —De repente, me siento muy desnuda. Tiro de la
manta fuera de la cama y la envuelvo alrededor de mis hombros.
—Sí, a menos que quieras que me quede y le cuente a Neil todo
acerca de cómo me follé a su prometida. —Él me observa un segundo.
Su frente está cubierta de sudor y su cara está brillando—. ¿Qué pasa?
—Siempre pudo leerme tan bien. Quiero hablarle de Victor, pero no
puedo.
Digo algo más.
—Neil me propuso matrimonio y dije que sí. —Sostengo mi anillo.
—Sí, vi eso. ¿Realmente aceptaste? —Bryan se sienta a mi lado.
—En realidad no. Él acepto por mí. —Los dos estamos en silencio
durante demasiado tiempo.
Bryan se viste y dice:
—Regresaré para de nuevo salirme con la mía contigo pronto. La
próxima vez mejor que el imbécil de tu prometido te tenga lista para mí.
Y quiero que uses esto cuando estés conmigo y solo conmigo. —Levanta
la cadena del suelo y la arroja hacia mí.
La puerta del dormitorio vuela abierta y Neil entre enfurecido. Me
mira y de vuelta a Bryan.
—¿Crees que esto es gracioso?
—No, creo que ella necesita algo que tú no puedes darle. Te voy a
dar una única oportunidad para romper tu acuerdo y follar a tu novia.
Pero tienes que hacerlo como un animal. Satisfacerla.
El rostro de Neil se frunce con disgusto.
—La satisfago y sin este comportamiento bárbaro. Hacer el amor
no da lugar a amordazar, atar u oprimir a las mujeres de ninguna
manera. Estoy seguro que Hallie solo lo acepta por el equipo,
desquiciado pedazo de mierda.
Esa fue la cosa más cruel que he escuchado decir a Neil y quiero
reír, porque es patéticamente débil. El hombre que me está usando
ofreció romper su acuerdo si Neil promete follarme con fuerza y tener
sexo como monos. El hombre debería haber dicho que sí, pero defiende
su moral y dijo que no. Estoy demasiado cansada para pensar en lo que
eso significa. ¿Qué acaba de pasar?
—Ella estará aceptando más de un golpe por el equipo. —Bryan
guiña—. Te veré mañana, esclava sexual. Tengo un collar para ti y vas a
usarlo. —Bryan estrecha la mano de Neil—. Eres un hombre inteligente.
Qué son unos pocos meses de infidelidad en comparación con una vida
de riquezas, ¿verdad?
Neil aprieta su mandíbula.
—¿Entonces planeas que esto continúe durante unos meses?
—Probablemente no tanto tiempo. Me aburro de follar a la misma
mujer día tras día. No te preocupes, Neil. Ella es tu problema, no el mío.
—Con eso, Bryan se gira sobre sus talones y se va.
—Neil. —Estoy a punto de estallar en lágrimas. El juicio está
sembrado en su rostro.
—Hallie, esto no es normal. No eres un animal salvaje. ¿Él
consigue su liberación fingiendo que lo eres?
Me encojo de hombros. No quiero hablar de ello.
—No tengo ni idea.
—¿Se supone que debo dejar que te folle de esa forma en mi
cama, cada vez que quiere?
Miro fijamente hacia adelante.
—Hasta que se canse de mí, sí. Lidia con eso. Tú eres el que me
dijo que lo haga. —Espeto la última frase—. Y él acaba de darte una
salida. No la tomaste. —Lo miro enojada, y tiro de la manta más
apretada alrededor de mis hombros.
Neil pone los ojos en blanco.
—Pensé que solo era una noche.
—También yo. Nos equivocamos acerca de un montón de cosas.
ONCE
D
ebería sentirme avergonzada, pero no lo hago. Al día
siguiente me siento con Maggie en el sofá mientras Neil
está fuera. Ella ha estado muy silenciosa desde que la
recogí de su antiguo lugar. Maggie mira fijamente al espacio, y sé que el
recuerdo está enredándose con lo nuevo y reproduciéndolo una y otra
vez en su mente.
—¿Quieres hablar de eso? —pregunto, ya sabiendo la respuesta.
Ella inhala y niega con la cabeza, antes de ofrecerme una sonrisa
forzada.
—No hay nada que decir. La misma vieja mierda. Nada ha
cambiado, pero duele más ahora. —Sonríe como si algo fuera
divertido—. Hubiera pensado que dolía más cuando era una niña.
Supongo que no.
—¿Qué ha hecho?
—Lo mismo de siempre. A Victor le gusta poseer cosas. —Se
mueve en su asiento y luego se para, poniendo distancia entre
nosotras—. Se suponía que debía organizarle un encuentro con una
chica. Él tiene un tipo: caderas redondeadas, cabello oscuro y piel
pálida como Nicole Kidman, pero morena. Así que cada semana, le llevo
a alguien. Ellas obtienen unos cuantos cientos y él hace lo que hace. En
las semanas que no puedo encontrar a nadie, la sustituyo, pero esta
vez. —Ella deja de hablar y niega con la cabeza—. No debería haberlo
hecho. Por lo general es simplemente sexo duro. Me azota y me folla. Me
voy a casa y eso es todo. Pero esta vez… —Sacude la cabeza y mira por
encima del hombro—. No quiero hablar de ello. Traté de escapar y luego
me rendí cuando dijo lo que me iba a hacer a mí, y luego a ti. Me golpeó
por un rato, tomándome como quiso, y entonces oí tu voz y me
aterroricé que fuera por ti también. Lo siento mucho, Hallie.
—No es tu culpa. —Me siento horrible por dejar que su vida se
desmorone así. Se suponía que íbamos a estar allí la una para la otra—.
Debería haber llegado antes. Quisiera haberlo hecho. Desearía poder
deshacer todo.
Maggie sonríe tristemente y envuelve sus brazos alrededor de su
cintura.
—Sí, yo también. ¿Y ahora qué? Sin ofender, pero no puedo
soportar a Neil.
Asiento, entendiendo.
—Estaba pensando que debería conseguir un lugar propio antes
de la boda. Seremos tú y yo.
La mirada de Maggie barre el piso.
—¿En serio vas a casarte con él? —Asiento y le doy una mirada
que dice que no presione ahora mismo. Entonces añade—: Me
encantaría, pero sabes que no puedo darme el lujo.
—Sí, puedes hacerlo. Conseguí parte de mi adelanto. Podemos ir a
buscar una casa cuando quieras, oh, y esta parte no es opcional: ahora
trabajas para mí. Voy a necesitar una asistente personal que me diga
qué hacer, ya sabes, alguien un poco mandona.
Maggie se ríe y me empuja, entonces aplasta sus manos sobre su
boca, y repite la acción.
—¡De ninguna manera!
—Claro que sí. —Es tan bueno ver una ráfaga de felicidad
destellar en sus ojos por un breve momento. Pero tan pronto como
parpadea, se ha ido, perdida en las profundidades de la agonía que
llena su alma.
Un día dejará de defenderse. Un día ella cederá, se rendirá.
Ya lo habría hecho si yo no hubiera aparecido. Algunas personas
te llevan directamente al infierno. Es irónico, porque tengo sangre en
mis manos y no siento que me esté derribando. Es más como si
estuviera sacando a Maggie de la vida tortuosa que ha conocido, y
escondido con esa bonita sonrisa.
No me arrepiento de mis acciones. El pensamiento hace que mi
piel hormiguee. En el fondo de mi mente, me pregunto qué tipo de
persona me hace eso, pero enderezo mi espalda y me levanto. Me hace
quien soy y no hay nada más a considerar. Hice lo que tenía que hacer.
No habría tocado a Victor si la hubiese dejado en paz, si no hubiera
amenazado con venir tras nosotras, pero él lo hizo. Vi el miedo en los
ojos de Maggie y la verdad. Si Victor Campone hubiera vivido, nosotras
habríamos muerto.
—¿Tienes hambre? —pregunto cuando me acerco al refrigerador.
—Sí, un poco. —Maggie ha estado sentada con los pies curvados
debajo de su trasero y mirando hacia sus manos desde que la recogí de
casa de Victor. Rara vez hace contacto visual. Creo que la lucha la dejó
agotada, conmocionada. Se manifiesta a borbotones, pero es como un
auto que está quedándose sin combustible. Estoy tan preocupada por
ella. Después de todo lo que ha pasado…
Esto no puede ser lo que la deshaga. No puede serlo.
Porque esta vez es mi culpa.
Las otras veces, Maggie se defendió. Nunca se rindió, nunca
cedió, y ahora mi mejor amiga está desplomada en el sofá, cubierta de
moretones y cortes, con ojos que parecen agujeros negros…
succionando todo, pero sin ver nada. No sienten nada, ya no.
Sonrío y digo algo estúpido, tratando de hacerla reír, pero ni
siquiera consigo una mueca lastimosa. Después de abrir la puerta del
refrigerador, me quejo en voz alta. Neil está trabajando hoy y no fue de
compras.
—¿Qué ha hecho? —pregunta Maggie.
—Se llevó todas las sobras de la fiesta al trabajo. Pensé que
estaba bien porque se suponía que él debía ir de compras, pero no lo
hizo. —Estoy inclinada en el refrigerador vacío mirando hacia un cartón
de leche caducado y un frasco de encurtidos. No comeré eso. Cierro el
refrigerador y añado—: Iré a buscar. ¿Suena bien comida China?
Maggie generalmente protesta y ofrece pagar sus cosas, pero hoy
solo asiente.
—¡Genial! —digo, sonando animada. Ella volverá. Lo hará. Si sigo
diciéndome eso sucederá, ¿no? De repente me doy cuenta que si ella no
se recupera, matar a Victor no fue suficiente venganza para lo que le
hizo a Maggie.
DOCE
A
garro mis llaves y enciendo el motor. El deportivo rojo
cereza ronronea cuando lo saco del camino de entrada y
me disparo al lugar de comida para llevar. Cuando estoy a
punto de entrar en el estacionamiento, un policía se detiene detrás de
mí, con sus luces rojas intermitentes. No iba a alta velocidad. Maldita
sea. Debe ser cierto que los autos rojos atraen más que cualquier otro
color.
Me hago a un costado y detengo el auto, cuidadosa de mantener
mis manos en el volante. Papá me dijo que nunca vaya por mi bolso o la
guantera hasta que el policía esté de pie junto al auto. El tipo tiene que
ver mis manos o podría dispararme, bueno esa no es exactamente la
forma en que papá lo dijo, pero es lo que quería decir.
Empujo el botón en la ventanilla justo cuando el policía se acerca.
Lleva ese uniforme oscuro que me da ganas de salir corriendo a mi
habitación y esconderme debajo de mi cama.
Él no es ese tipo. Basta, Hallie, me regaño internamente, pero no
ayuda. Para ahora, mis manos están temblando.
—Licencia y registro, por favor. —El tipo tiene treinta y tantos
años, y luce un poco aterrador. Por aterrador, quiero decir que parece
que podría tomar mi pequeño cuerpo y doblarlo en forma de acordeón y
meterlo en su maletero. El tipo es todo músculo magro y parece
enojado. No puedo imaginar lo que he hecho.
Alcanzo la guantera para sacar los papeles que Jon mencionó,
pero todo lo que puedo encontrar es el libro sobre el auto y el último
aviso de cambio de aceite. Ningún papel. Ningún registro. Mi corazón
tambalea. Mierda. Empiezo a pensar que Jon me la jugó, pero incluso él
no caería tan bajo. Y el policía no me ha pedido salir del auto ni nada
así. Mi luz trasera debe estar quemada o algo así, eso es todo. Esto no
es nada.
Hurgo a través de mi bolso y logro sacar mi monedero. Mi cara se
pone pálida cuando veo el espacio vacío donde mi licencia de conducir
debería haber estado. Echo un vistazo hacia el policía y digo en voz
baja:
—No está.
—¿No tiene una licencia o registro en este vehículo? —Él dice algo
en su hombro después de escuchar un zumbido en su auricular—.
Salga del auto, señora.
Ahora estoy temblando.
—No hice nada malo. Alguien tomó mi licencia. Tengo una.
Él me ignora y me hace retroceder hacia el capó. Se quita sus
lentes de sol. Cuando los guarda, pregunta:
—¿Sabe que está conduciendo un vehículo robado?
—No es robado.
—¿Ah, no?
Sacudo mi cabeza, a punto de llorar. Jon no me haría esto, no lo
haría.
—Jonathan Ferro me vendió este auto hace un par de días atrás
por diez mil dólares. Aún no he tenido la oportunidad de presentar la
documentación. Pensé que tenía un par de días.
El policía asiente. Me vuelve hacia el capó y me cachea.
—Linda historia. El auto vale mucho más que eso. Si vas a
mentir, al menos, haz que la historia suene convincente.
—¡Es cierto! Jon me lo vendió por diez mil. ¡Pregúntele! No estoy
mintiendo.
Siento el metal frío morder en mis muñecas cuando unas esposas
se deslizan alrededor de mis brazos. Empiezo a sentir pánico. Mi
corazón se acelera demasiado rápido y el mundo se convierte en un
borrón. No puedo dejar de hablar, suplicar, y mientras el policía me
mete en la parte trasera de su patrulla todo el terrible evento se repite
con gran detalle en mi mente.
Cierro los ojos y trato de apagarlo, pero los colores brillan y los
sonidos desde hace más de una década resuenan con fuerza en mis
oídos a medida que las lágrimas rayan mis mejillas. El pasado y el
presente se estrellan juntos con tal violencia que no puedo soportarlo.
Mi madre maldice hacia mí antes empujarme en el armario. Unas
manos pequeñas se envuelven a mi alrededor, y sé que mi hermano
bebé, Anthony, está aterrorizado. Está tan delgado que sus huesos se
sienten filosos bajo mis palmas. Llora hasta que se queda en silencio,
hasta que se queda dormido, hasta que mi madre ha tenido su dosis de
drogas y amantes. Oigo su risa. Jamás podría hacerla feliz así. Escucho
los sonidos del sexo, hasta que algo cambia. La fiesta normal ya no es
normal.
El policía que me sacó del armario trató de tomar el cuerpo sin
vida de mi hermano de mis brazos. No entendía. Lo protegí de ella.
Cuidé de Anthony, pero después de todo lo que hice, no fue suficiente.
Al principio, pensaron que yo lo maté. Me metieron en la parte trasera
de la patrulla y grité contra ellos hasta que no pude llorar más. Quería
a mi hermano, pero me dijeron que estaba muerto.
No les creía.
Ahora, tengo problemas para creer en alguien y este policía ha
abierto una herida que es tan profunda que llega hasta mis huesos. No,
no era el policía… era Jon.
No puedo evitar el temblor, pero no lloro. Me registran y me hacen
preguntas que he escuchado antes. La pintura nunca cambia en
lugares como este. La gente es la misma. El olor es igual. Me quedo
mirando en blanco, tratando de mantener mi mente en una sola pieza,
pero la siento agrietarse poco a poco.
¿Quién salvará a Maggie? Si pierdo la razón, ¿quién estará ahí
para ella? Nadie. Reagrúpate, Hallie.
Tengo una llamada, así que llamo a la persona de la que están
tratando de mantenerme lejos, el hombre que me está chantajeando por
sexo.
Cuando él contesta el teléfono, Bryan suena cansado. No sé de
qué otra manera ponerlo. Hubiera pensado que estaba durmiendo, pero
hay algo en su voz que me dice que no ha dormido en mucho tiempo.
—Departamento de Policía del Condado de Suffolk. Déjame
adivinar, ¿es Jon o Trystan?
—Ninguno. —Mi voz es tan pequeña, tan cobarde que apenas
hace un sonido.
Lo escucho moverse y Bryan suena más alerta cuando responde:
—¿Hallie?
—Ven a buscarme. Te lo deberé. Todo lo que quieras,
simplemente ven a buscarme. —Le entrego el teléfono al oficial en el
mostrador y soy llevada de vuelta a mi celda.
TRECE
E
stoy sentada frente a una mujer que no puede dejar de
llorar. Sigue y sigue hablando sobre multas de
estacionamiento sin pagar y que va a perder su trabajo por
esto, pero no hizo lo suficiente para pagar las multas. Empieza a
hiperventilar y menciona la medicina. Esa es la única vez que el oficial
afuera de los barrotes mira hacia ella. La quitan de mi celda, diciendo
que van a buscar sus medicamentos.
Alguien más entra y se sienta a mi lado. Su rostro está lastimado
en el costado.
—Hola.
Le doy un vistazo y no digo nada. Mis brazos están cruzados
sobre mi pecho y estoy apoyada contra la pared pensando en formas de
castrar a Jon Ferro. Sabía de mi pasado y lo que esto me haría.
La mujer no es más que una niña de apenas dieciocho años, con
grandes ojos redondos y mejillas de bebé. Su rostro no tiene ese aspecto
angular que viene alrededor de los veintidós años. Su cabello oscuro es
largo y está recogido en una coleta desordenada.
Ella suspira y descansa su espalda contra la pared de cemento
frío.
—¿Pasarás la noche aquí? Yo espero hacerlo. Él necesita tiempo
para calmarse. Lo único malo es el jabón piojoso, pero el resto está
bien. Además esto le dará tiempo. No puedo estar cerca de él cuando
está así. Por lo general es genial, pero en noches como ésta, estoy mejor
quedándome aquí. No voy a hacer mi llamada. Oye, me pareces familiar.
—Habla sin respirar y me mira fijamente todo el tiempo.
—Nunca nos hemos conocido —es todo lo que digo.
Ella asiente y continúa, liberando una ola de palabras. Me siento
y escucho su vida, su historia, y no siento más que lástima. Es como
Maggie y yo. No tiene a nadie que le importe, a nadie que escuche su
voz y encuentre consuelo en su toque.
No sé cuánto tiempo he estado allí, pero cuando llaman mi
nombre, la joven fue llevada a tomar una ducha y conducida a su celda
para pasar la noche. Imagina, desear una celda en lugar de ir a casa.
Me dan ganas de llorar, y no hay una jodida cosa que pueda hacer al
respecto. Ni siquiera puedo cuidar de mí misma.
La puerta de la celda se abre y hace el sonido más espantoso del
mundo.
—Hallie Raymond, recoge tus cosas en la recepción y regresa a
casa con el amigo que pagó tu fianza. Si metes la pata, él va a ser el que
pague por eso, así que, mejor te comportas.
Asiento y avanzo hacia la recepción. Siento como si no hubiera
parpadeado en años, pero lo hago cuando veo a Bryan. Mientras camino
detrás de él noto la forma en que respira, la forma en que sus hombros
se encorvan hacia delante como si estuviera siendo reservado… o
estuviera adolorido. Me detengo detrás de él y observo por un momento.
Sus caderas son estrechas como siempre, no ha perdido mucho peso,
pero su cabello no brilla como solía hacerlo. Sus respiraciones
superficiales y breves, como si hubiera estado corriendo. Una horrible
sensación se desliza lentamente por mi espalda a medida que miro
fijamente hacia él.
En ese momento, Bryan siente mis ojos encima y gira. Tiene esa
sonrisa juguetona en su rostro.
—Si querías usar esposas, tengo algunas. Habría estado
encantado… ¡uff! —Me estrello contra él con toda la fuerza de mi cuerpo
y lo sostengo con firmeza.
Bryan está sorprendido al principio. Sus brazos se toman un
momento para cerrarse alrededor de mí, y después que lo hacen, él me
sostiene. Siento su voz, la agitación cálida del aliento, cuando susurra
en mi oído:
—Salgamos de aquí. —Él me libera y yo asiento. Es entonces
cuando me dice la última cosa que quiero oír—. Hay periodistas al
frente.
—¿Qué? —Mi mandíbula cae horrorizada.
—He hecho arreglos para salir por la parte trasera, pero habrá
alguien. Siempre hay. Todo el mundo va a saber lo que ocurrió de aquí
a mañana. —Bryan toma mi mano y me lleva tras un oficial que nos
introduce a través de una habitación con archivadores hasta afuera por
la parte trasera de la estación policial hacia una Hummer negra. Soy
empujada dentro, pero no antes de que un flash se encienda y haya
mirado directamente a la cámara.
Bryan lo empuja hacia atrás, pero la fotografía ya fue tomada. Él
sube en pos de mí y dice:
—Conduce.
—No soy tu maldito chofer, Bryan. Di por favor. —Un chico de mi
edad, con cabello oscuro colgando en su cara, está en el asiento del
conductor. Inmensos lentes de sol oscuros ocultan sus ojos.
—Vete a la mierda, Trystan.
Trystan pone los ojos en blanco y se aleja en su enorme y
ambientalmente irresponsable máquina, apuntando hacia los reporteros
en la calle, mientras sale del estacionamiento.
—La gente sería más agradable contigo si fueras más agradable
con ellos. Eso es todo lo que digo. —Trystan permanece tranquilo, pero
siento sus ojos en mí. Cuando levanto la vista, él responde lo que
estaba pensando—. Jon no te hizo esto.
Poco a poco, mi barbilla se levanta y nuestros ojos se encuentran
en el espejo retrovisor.
—Jon Ferro es hombre muerto. Él sabe lo que esto me hizo. Era lo
peor que podía haber hecho.
Bryan toma mi mano y entrelaza nuestros dedos juntos.
—No fue Jon. Por favor, espera para matarlo hasta mañana.
—Podría matarlo ahora. Bryan, me encargué de Campone y puedo
encargarme de cualquiera que se meta con Maggie o conmigo. Ya no soy
una niña. —Sollozo y tiemblo cuando el pasado y el presente se
estrellan entre sí de nuevo. Mi hermano murió de hambre. Murió en mis
brazos y era demasiado tonta y pequeña para haberlo sabido. Digo que
soy hija única porque es más fácil que contarle a la gente esa historia,
pero los Ferro saben todo. Son como las cucarachas que pueden buscar
cada mentira en cada rincón oscuro de tu alma—. No seré diezmada por
Jon. Qué se joda.
Trystan y Bryan intercambian una mirada, pero ninguno dice
nada. Bryan me empuja en sus brazos y me sostiene hasta que nos
detenemos frente a un antiguo motel. Asqueroso es la mejor manera de
describirlo. Apuesto a que alquilan habitaciones por hora. Trystan le
lanza a Bryan la llave de una habitación.
—Quédense en este sitio hasta que averigüe lo que pasó. Creo que
ya lo sé, aunque los detalles son vagos.
Niego con la cabeza.
—No, no puedo. Maggie está allí sola y me necesita. Y Neil…
Bryan suspira, pasándose las manos por el cabello. Después de
hacerlo, sacude su mano a su lado.
—Maggie va a estar bien. Y Neil es un idiota. Además, él sabe que
estarás conmigo esta noche. Al parecer, le dijiste a Maggie que yo te
estaba chantajeando porque trató de clavarme su tacón en la sien. —
Eso me hace sonreír—. Oh, ¿crees que es gracioso? —Bryan me hace
cosquillas y se inclina más cerca. Esos ojos verdes brillan por un
momento antes de que la neblina vuelva—. Vamos, Raymond. Planeo
usarte hasta que olvides quién eres.
CATORCE
E
stoy sin aliento para el momento en que lo siento
estremecerse dentro de mí. Bryan está desnudo y cubierto de
una resbaladiza capa de sudor. Mis piernas están agarrando
con firmeza sus caderas mientras se empuja en mí una y otra vez.
Repite el movimiento de balanceo hasta que grito su nombre, y luego
cae sobre mí. Respirando fuerte, rueda hacia el costado con una sonrisa
en su rostro. Empuja su cabello oscuro empapado fuera de su cara y
me observa.
—Nunca ha sido tan divertido romper la ley en toda mi vida.
—¿Ah, sí? ¿Y a cuántas mujeres has chantajeado, señor Ferro? —
Me apoyo sobre mi costado y me debato subir la manta, así que opto
por la sábana, pero Bryan me detiene.
Su mano está en la mía y la mantiene allí hasta que dejo caer la
manta.
—Sin ropa, sin sábanas, sin mantas, nada. Eres mi esclava
desnuda esta noche. Quiero verte. —Sus ojos se sumergen en mis senos
y lentamente se deslizan hasta mi cuello y de regreso a mis ojos.
—Bonita evasión.
—En realidad no quieres que responda eso, ¿verdad? —Él sonríe y
pone sus manos detrás de su cabeza. Dios, su cuerpo es hermoso,
tonificado y perfecto. Me pregunto cuántas píldoras ha tomado esta
noche, cuán drogado está en este momento y qué recordará mañana.
Quiero que me recuerde; cada parte de cada momento—. Si he hecho
esto antes, entonces soy un idiota total, pero si no lo he hecho,
entonces sabrás que estoy contigo. Sin embargo, puesto que estás
comprometida con otra persona, no veo cómo esto vaya bien, en ambos
sentidos. Hagamos de cuenta que no preguntaste.
Él tiene un punto. Lamiendo mis labios, pregunto:
—¿No te importa Neil? ¿Y lo del compromiso?
Niega con la cabeza.
—Nah, esto es temporal.
Mi corazón se hunde un poco. Hago la pregunta que ha estado
flotando en mi cabeza desde que esto empezó.
—Entonces, ¿cuándo terminará? ¿Antes o después de mi boda?
¿Antes de mi despedida de soltera? ¿Antes o después de tener el bebé
de Neil? ¿O esta noche es la última noche? ¿O anoche era la última
noche, pero me metí en problemas y te llamé? ¿Cuándo termina esto,
Bryan? Porque va a terminar, ¿cierto?
Él no me mira. En cambio, se levanta, va al minibar improvisado
que trajo consigo y se sirve un trago. Lo bebe y mira de nuevo hacia mí.
—Esto terminará cuando haya terminado contigo.
Es frío y la forma en agarra ese vaso me hace pensar que está
enojado. Después de un momento, se vuelve, y agarra algo del bolsillo
de sus pantalones antes de ir al baño. Cuando la puerta se cierra de
golpe, me disparo de la cama y corro a través de la habitación para ver
lo que era. Recojo sus pantalones y meto la mano en el bolsillo. Las
puntas de mis dedos rozan contra unas pastillas sueltas, algunas
largas, algunas pequeñas. Las saco y miro hacia mi mano, a punto de
llorar. Está drogado.
QUINCE
—¿S
iempre revisas la ropa de las personas cuando
están en el cuarto de baño o soy especial? —
Bryan suena molesto, pero todavía tiene esa
sonrisa arrogante en su rostro. Agarro las
pastillas y las arrojo hacia él.
—¿Muy drogado? —Agarro mi ropa y empiezo a ponérmela.
—Oh, no, no lo hagas. —Bryan corre hacia mí y luchamos por un
momento antes de que arranque la camisa fuera de mis manos y la
lance por la habitación—. Teníamos un trato.
—¡Vete a la mierda! ¡A la mierda tu familia! ¡A la mierda nuestro
trato! ¡Te odio! ¡Ojalá nunca hubieses aparecido de nuevo! ¡Ya no puedo
soportar esto! ¡No puedo! —Estoy gritando en su cara y tratando de
cerrar mi sujetador—. Quédate con la camisa, pero no voy a quedarme y
no puedes obligarme. Informa a quien quieras. He terminado.
Él sonríe tristemente al suelo y luego de nuevo a la camisa en su
mano.
—¿Después de todo lo que hemos pasado, lo único que consigo es
esta camisa?
—No estoy bromeando, Bryan. —Ya estoy en la puerta.
—Tampoco yo. Haría cualquier cosa por ti. —Él susurra las
últimas palabras—. Pero no puedo. La vida no es justa, Hallie. Estoy
haciendo lo mejor que puedo y eso es todo lo que puedo decirte. Hay
una razón por la que no estoy en rehabilitación y por qué puedo andar
por ahí con toda esa mierda en mi bolsillo. Hay una razón, y juré por
Dios que no te lo diría. Así que, puedes alejarte y estar ofendida porque
soy un drogadicto, que necesito drogas, pero tienes que saber que
tiraría todas estas cosas para mantenerte aquí un día más.
No entiendo lo que está diciendo. La mirada de Bryan se estrecha
a medida que encuentra la mía. No le tomo la palabra porque creo que
está tirando un farol.
—Entonces hazlo. Cómprame por un día más y tira toda esa
mierda.
—Hecho. —Vacía sus bolsillos, recoge las píldoras esparcidas
sobre la alfombra, y las arrojas una por una al estacionamiento.
Cuando cierra la puerta de un portazo, se vuelve hacia mí—. Ya hice mi
parte, ahora has la tuya. Desnúdate.
¿Por qué siento que acabo de hacer algo horrible? Hago lo que
dice hasta que no estoy usando nada. Me observa con esos ojos verdes
codiciosos, como si jamás pudiese tener suficiente. A medida que
camina hacia mí, sonríe.
—Es hora del secreto.
—No tengo secretos.
—Los dos sabemos que eso es una mentira. —Él envuelve sus
brazos alrededor de mi cintura desnuda y presiona su dura longitud
contra mí. Quiero cosas que no debería querer, pero trato de
mantenerme en calma y recatada. Por dentro, estoy encantada de que
arrojara sus píldoras por mí. Es un drogadicto y esto le ayudará. Lo
hará. Sé que lo hará.
Mi mirada se dispara a otro lado y sonrío.
—Hay cosas que no deberías saber.
—¿Campone?
Miro hacia él.
—Puede ser.
Empezamos a bailar al ritmo de música que solo está en nuestras
mentes. Es algo de la escuela secundaria, de hace una vida atrás, y juro
que todavía puedo oírla. Bryan aprieta su mejilla a la mía.
—¿Tengo que vigilarlo?
—Nadie tiene que estar vigilándolo.
Bryan traga fuerte y se detiene. Él sabe lo que quiero decir, no
tengo ninguna duda de que no lo sabe. Un momento después pregunta:
—¿Te arrepientes?
—No. —Mi voz no sale por completo porque queda atrapada en mi
garganta.
—Suena a que podrías.
Pierdo el control. Todas las emociones que he estado reprimiendo
brotan. Las palabras escapan antes de que pueda detenerlas.
—Bryan, me arrepiento de toda mi vida.
—No digas eso. —Aprieta mi cara a la suya y me sostiene.
Nuestros pies dejan de moverse y él besa mi mejilla una vez, luego dos
veces—. Eres lo mejor que me ha pasado alguna vez.
—No lo hagas. —Me alejo de él y doy un paso a distancia. Estoy
mirando hacia la alfombra degastada y las manchas sin identificar
sobre ella—. No puedo. Simplemente no puedo. —Cuando empiezo a
alejarme, agarra mi muñeca.
Una sonrisa sincera cruza sus labios.
—No tienes idea de lo mucho que significas para mí, ¿verdad?
—No signifiqué todo ese mucho en el pasado.
Se ríe, pero no lo miro. Me siento en la esquina de la cama y me
quedo mirando el feo cuadro en la pared. Debería haber sido una
escena feliz, pero el tiempo y la luz del sol lo desvanecieron a un lugar
una vez brillante. El papel está amarillento y el marco está partido. Los
tornillos que lo sujetan a la pared tampoco ayudan.
—Siempre has sido tan buena mintiendo, Hallie. Especialmente
cuando se trata de mentirte a ti misma.
—No sabes de lo que estás hablando.
—¡Tonterías! ¡Hallie, mírame! —Bryan está de pie junto a mi
hombro y lo escucho dejar salir una ráfaga de aire. Supongo que está
molesto conmigo hasta que veo su reflejo en el vidrio del marco. Su
rostro está retorcido y está aferrando su cabeza tan fuerte que puedo
ver cada músculo de su cuerpo.
Me giro y salto a mis pies. Mis manos se ciernen sobre él como si
no debería tocarlo.
—¿Qué pasa? ¿Bryan? —Estoy a punto de llorar mientras lo veo
temblar y tratar de respirar, pero sus costillas apenas se mueven. Él
alcanza la cama y se sienta con fuerza, agarrándose la cabeza entre las
manos.
Se queda así, tratando tan duro simplemente respirar, que me
mata. Me pongo su camisa y salgo corriendo descalza al
estacionamiento cuando estoy segura que no va a morir y busco las
píldoras, pero el pavimento está mojado y se han derretido. Lágrimas
caen de mis ojos. No tenía ni idea. Algo está mal con él y no lo sabía.
Pensé que estaba de fiesta, y actuando como un jodido drogadicto así
que le hice tirar su medicina.
Y lo hizo.
Por mí.
Su voz es débil, detrás de mí, cuando intento recoger una píldora
que se está derritiendo en la nada.
—Déjalo.
—¡No sabía! —Estoy llorando. La píldora se vuelve a pegar en mis
dedos. Antes de que pueda ir por otra, agarra mis hombros y me vuelve
hacia él.
—Yo sabía. —Su voz está temblando y es tensa. Apenas puede
respirar—. Necesito sentarme. Entra.
Bryan lanza su brazo sobre mi hombro y caminamos de regreso a
la cama. Se ríe y luego hace una mueca rápidamente.
—No debería haberte montado así, pero valió la pena. Siempre
has valido la pena, Hallie.
DIECISÉIS
B
ryan está retorciéndose en la cama y con tanto dolor que las
lágrimas caen por sus mejillas. No me deja llevarlo al
hospital. Sigue diciendo que no pueden hacer nada, pero no
puedo verlo así.
—¿Quién más lo sabe?
—Nadie. —Logra hablar entre respiraciones cortas a través de sus
dientes apretados mientras su espalda se eleva del colchón de nuevo.
Sus manos están apretadas en puños a sus costados cuando otro
gemido se le escapa.
—Tengo que conseguir tu medicina, dime dónde conseguirlas. —
Estoy desesperada. Se ha puesto mucho peor, tan rápido. El
movimiento, el tiempo que estuvo conmigo debe haberlo hecho peor,
porque está tan cerca de gritar en agonía pura que no puedo soportarlo.
—Jon. —Eso es todo lo que dice.
Mierda. Odio a Jon. ¿Por qué no podía decir Trystan? Asiento y
agarro su teléfono, desplazándome a través de sus contactos encuentro
a Jon Ferro. Marco y espero una eternidad para que atienda.
—Hola, imbécil, ¿sigues persiguiendo a esa cosa que te follaste en
la secundaria?
—Soy esa cosa que se folló en la secundaria. Escucha, Bryan
tiene mucho dolor. Su medicamento se ha ido y necesita un poco en
este momento; como ahora mismo.
Por un segundo creo que colgó, pero entonces pregunta:
—¿Dónde estás? —Le digo—. Mierda. Pensé que estabas en la
cárcel. ¡Mierda, Hallie, mierda! Consigue adormecerlo hasta que llegue
allí, y NO lo lleves al hospital. —Eso es todo lo que Jon dice antes de
colgar.
Apoyo el teléfono de nuevo en la mesilla de noche y cruzo la
habitación. Casi toda la bebida que Bryan trajo se ha terminado, pero
queda un poco de vodka. Lo vierto en un vaso de plástico y se lo llevo.
—Toma, bebe esto. Te ayudará un poco.
Bryan agarra el vaso y lo bebe de un trago. Su estómago está
vacío y eso era por lo menos tres chupitos. Alejo el vaso y lo dejo sobre
la cómoda antes de sentarme a su lado. En cuestión de segundos, veo
que sus músculos comienzan a relajarse. Sus ojos han estado cerrados
apretados durante tanto tiempo que cuando revolotean abiertos, estoy a
punto de llorar.
—Te quedaste.
—Soy una imbécil arrogante y presuntiva. Nunca debí hacerte
arrojarlas. Lo siento mucho. —Me inclino hacia delante, queriendo
tenderme sobre su pecho, pero le hará daño, así que me conformo con
un beso sobre su corazón.
Él toca la parte posterior de mi cabeza, alisando mi cabello,
calmándome.
—No lo sabías.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Es más fácil dejar que la gente asuma otras cosas. —Me
observa y sabe lo cerca que la declaración golpea en el blanco. Es más
fácil. Me salvó de muchas maneras. Sí, entiendo, demasiado bien. Ojalá
no lo hiciera. El cuerpo de Bryan sigue relajándose durante los
siguientes minutos hasta que Jon llega.
Jon me gruñe mientras se abre paso en la habitación, directo
hacia Bryan.
—Maldito perdedor. ¿Se lo hiciste sin medicamentos? Estás loco,
¿lo sabías? —Jon empuja un puñado de pastillas hacia su primo y un
vaso de agua.
Bryan las traga y ríe. Tan pronto como lo hace, sus manos vuelan
a sus costillas como si estuvieran doloridas.
—Ella lo vale.
—Eres un imbécil.
—Hombre, también te quiero.
Jon resopla ante eso, antes de volverse hacia mí.
—¿Cuánto le diste de beber?
—Eso —señalo hacia la taza—, estaba lleno hasta la mitad, así
que son, ¿tres chupitos?
Jon intenta no sonreír.
—No eres una gran bebedora, ¿no? Eso es más bien unos cinco.
No es de extrañar que no esté gritando.
A medida que hablamos los ojos de Bryan se cierran y su cuerpo
se relaja. No puedo evitarlo. Le pregunto a Jon:
—¿Qué está pasando con él?
—No me corresponde decirlo. —Jon mira a su primo bajo las
sábanas. Bryan yace sobre su espalda, su pecho subiendo y bajando
lentamente. Sus dedos finalmente desenredados y sé que está dormido.
—Sí, tampoco te lo dijo.
—No. No tengo ni una maldita pista. —Jon se frota la parte
posterior del cuello y se queda mirando fijamente hacia la cama.
Después de mucho tiempo, dice—: Vamos a perderlo. Esto se está
poniendo peor. Eso es todo lo que sé, y desearía por Dios no saberlo. El
hombre actúa como si no tuviera nada que perder, porque no lo tiene.
DIECISIETE
A
mbos permanecemos de pie ahí, yo en la camisa de
Bryan, y Jon en su chaqueta de cuero y pantalones
negros. Formamos una tregua temporal mientras
observamos a alguien que amamos desvaneciéndose frente a nuestros
ojos. Desearía que él le hubiera dicho a Jon. Bryan tiene que confiar en
alguien, y sé que no tenía intención de decírmelo jamás. Es por eso que
me chantajeó… así yo nunca lo sabría. Sonrío y le digo a Jon.
—Sí, está un poco loco. Probablemente quería estar contigo y
pensó que chantajearte era más rápido. Ni siquiera se le ocurrió que era
más fácil levantar el teléfono. —Jon se cruza de brazo y añade—: La
cosa con el auto no fui yo. Mi madre lo reportó robado. Para el momento
en que me enteré, ya te habían apresado.
—No me importa. —Ya terminé de hablar con él—. Agarra tu auto
de mierda y toda tu falsa sinceridad y ve a vomitarla en el
estacionamiento. Sé que me odias. El sentimiento es mutuo. —Me
siento junto a Bryan y paso un dedo a lo largo de su frente, empujando
hacia atrás su cabello. Desearía poder alejar esto. Desearía saber cómo
ayudarlo.
—Debería darte una paliza por hacerle daño de esa manera —
espeta Jon.
—¿Golpeas a las mujeres? Qué bonito. —No levanto la vista.
Estoy tan molesta con él y su madre. Ella siempre me odió y nunca
supe por qué.
—Golpeo a las putas, y eso es lo que eres, Hallie, así que deja de
fingir. Lo último que Bryan necesita ahora mismo es otra mentirosa.
Fóllatelo y vete. No le hagas pensar que te importa. Incluso tú no eres
tan cruel.
Sus palabras me atraviesan. Me paro para gritarle a Jon que se
vaya, pero él ya está en la puerta. Me siento con fuerza a un lado de la
cama y sollozo entre mis manos. Pensé que ya había perdido todo, pero
no. Bryan todavía estaba allí, todavía alrededor para ser encontrado, y
la esperanza de que podríamos estar juntos de nuevo nunca se
extinguió completamente de mi mente.
Es por eso que dije que sí.
Es por eso que dejé que me chantajee.
Nunca quise romper con Bryan en primer lugar, y ahora es
demasiado tarde.

FIN
Siguiente libro
Hay algunos errores que son
demasiado grandes para arreglar.
Nunca voy a recuperarme de este.
Maldita sea, llamé a Bryan adicto y
lo traté aún peor. Tal vez fue
equivocado de su parte acercarse a
mí de la forma en que lo hizo. Tal
vez no fue correcto de Bryan tomar
solo lo que quería, y mandar a la
mierda las consecuencias. Sin
embargo, no puedo culparlo… no
ahora que sé la verdad.
Sobre la autora
H.M. Ward nació en Nueva
York, y vive en Texas. Estudió
teología, ciencia que le fascina. Le
encantan las historias que
combinan la teología, la cultura y
la vida.
Siempre le ha gustado crear.
Desde pequeña ama escribir y
pintar. Opina que ambas se
complementan entre sí en su
mente. Dice: ¨Mis palabras se
extienden como la pintura sobre el
papel, y me gusta recrear un
encuentro emocional entre el lector y la experiencia¨.
Es una romántica empedernida. Cree en el amor verdadero, y
tuvo la suerte de encontrarlo y mantenerlo. Le encantan las historias
sombrías y melancólicas y la música. Toca el violonchelo, y competía
cuando era más joven.
Créditos

Pau Belikov

LizC

Cecilia
Visítanos

También podría gustarte