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Me había cambiado tres veces antes de decidirme por el vestido rojo
ajustado que llevaba bajo mi abrigo largo. Era febrero en Nueva York y
hacía mucho frío. Aun así, no quería vestirme con un suéter súper grande
y botas a pesar del clima, no cuando esta noche podría ser la noche. Por
lo tanto, me había arreglado para la posible ocasión.
Alejando las ilusiones de mi mente, crucé las puertas de madera
maciza del restaurante e inmediatamente sentí la calidez del lugar.
Avancé cinco pasos hasta llegar a la recepción cuando vi el cabello
perfectamente peinado de Moore y pasé sin detenerme para dirigirme a
la chica cuando me preguntó si tenía reservación. No tenía la intención
de ser grosera, pero la emoción había sacado lo mejor de mí.
—Hola, Val. —Moore se levantó de su asiento, me abrazó y me dio
un beso casto en la mejilla que se sintió más amistoso que romántico.
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Antes de que pudiera analizarlo demasiado, me sacó una silla a
medida que me quitaba el abrigo y lo colocaba en el respaldo del asiento.
—Te ves hermosa. —Tragó pesado y su voz sonó temblorosa.
Nervios, supuse. Tal vez esta noche realmente sería la noche.
—Gracias —dije antes de ponerme cómoda en el último lugar de
moda de la ciudad.
Honestamente, las cenas elegantes no eran lo mío en absoluto o de
mi estilo, pero sabía que lo eran para Moore, así que nunca discutí ni me
quejé cuando sugería cenar en un lugar así.
Una mesera delgaducha apareció, con una sonrisa genuina en su
rostro mientras preguntaba:
—¿Cómo se encuentran esta noche?
—Bien, gracias —respondió Moore por ambos.
—¿Puedo sugerirles comenzar con algún vino o una bebida del bar?
—Nos miró a ambos, dándonos a cada uno la misma cantidad de
atención.
Me daba cuenta de estas cosas porque normalmente las mujeres
se sentían atraídas por Moore, y me trataban como si no estuviera allí o
como si fuera una molestia, algo que debieran quitar del camino.
—Creo que por ahora estamos bien —dijo Moore antes de que yo
pudiera responder.
En realidad, tenía muchas ganas de un merlot.
—Les daré algo de tiempo para que vean el menú —dijo y
desapareció tan rápido como había aparecido.
Moore se inclinó sobre la mesa, una señal tácita que significaba
que quería mi mano. Coloqué mi mano izquierda sobre la suya, y él la
apretó suavemente.
—Sabes que me preocupo por ti, ¿cierto, Val?
¿Preocuparse por mí?
Asentí, mi corazón de repente se alojó firmemente en mi garganta.
—Pero ya no creo que esto esté funcionando. —Me lanzó el golpe
tan sutilmente, tan despreocupadamente, que no me di cuenta de que su
pulgar aún había estado frotando el costado de mi mano hasta que lo 11
aparté bruscamente.
—¿Qué es lo que ya no funciona? —Mi mente se negaba unir las
piezas.
Me mostró una sonrisa. La misma sonrisa que estaba segura que
ponía en la oficina para obtener lo que quería.
—Nena, nosotros.
¿Nena?
La realidad me golpeó con una patada rápida en el estómago.
—No me llames así —tartamudeé mientras mi visión se volvía
borrosa al instante.
—Lo siento. Es el hábito —dijo como si eso lo explicara o lo
arreglara.
—¿Estás rompiendo conmigo? ¿Por qué? ¿Y por qué me trajiste
aquí si solo ibas a terminar? —Las preguntas quemaron mi garganta al
salir antes de que la realización me pateara nuevamente en el estómago.
No quería que hiciera una escena, así que me había llevado a un
lugar público, a uno de lujo. El hecho de que incluso hubiera pensado
que crearía cualquier escándalo me hizo querer vomitar. ¿Me conocía en
absoluto?
—Val, no queremos las mismas cosas. Tienes que darte cuenta de
eso.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué cosas? —pregunté porque en realidad
estaba confundida. ¿No habíamos hablado siempre de vivir en la ciudad
y tener un sitio con vista al parque? ¿O ese siempre había sido mi sueño?
De repente, me encontré buscando conversaciones que ni siquiera
estaba segura de haber tenido alguna vez. Me sentía como si estuviera
viviendo en un mundo ficticio, incapaz de separar la realidad de las
palabras en las páginas. ¿Qué versión era la verdad?
—Quiero irme de Nueva York. —Todo su rostro se iluminó cuando
dijo esas palabras en particular.
Miré mi vaso de agua, aún completamente lleno, antes de
encontrarme con los ojos marrones de Moore.
—¿Quieres irte? ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué pasará con tu trabajo? 12
—¿Por unos años? ¿Para siempre? No estoy seguro. —Se encogió
de hombros como si no me estuviera dando noticias que cambiarían la
relación—. Nunca quise quedarme en un solo lugar. Quiero ver cosas
nuevas y experimentar culturas nuevas.
Mi cuerpo se tensó ante la ofensa por Nueva York, la ciudad que
había conocido y amado toda mi vida. De repente, ¿este lugar grande y
vibrante con toda su vida y cultura no era lo suficientemente bueno para
él? Siempre había mucho que hacer y ver aquí. Esta ciudad estaba llena
de energía, con una vitalidad de la cual se escribían canciones, libros y
películas.
—Vivimos en la ciudad de Nueva York. ¿Por qué necesitarías que ir
a otro lugar? Hay más cultura en diez cuadras que en la mayoría de los
lugares combinados.
—Ves —se inclinó hacia atrás, sus hombros relajándose—, eso es
exactamente de lo que estoy hablando. Estás contenta con quedarte aquí
para siempre y dirigir tu pequeña floristería en la esquina.
Lo dijo como si lo que había logrado desde que me gradué no
significara nada. Sabía mejor que la mayoría de las personas lo duro que
había trabajado para obtener préstamos y fondos para poner en marcha
mi negocio. No había nacido con las ventajas y el dinero con las que otros
habían nacido. Había construido la tienda a partir de nada más que
esperanzas y sueños, y prosperó gracias a mis habilidades para la
jardinería y mi amor por ella. Y aquí estaba él, actuando como si lo que
había creado fuera algo pequeño e insignificante… algo que cualquiera
podría hacer si así lo quisiera.
—Lo estoy. —Forcé las palabras—. Estoy contenta con eso. La
tienda es todo lo que siempre he querido hacer, y lo estoy haciendo.
—Bueno, la mayoría de la gente quiere más que eso. Quieren
explorar y tener aventuras. Y tú consideras que viajar en metro hasta el
Bronx es una aventura.
—¡Oye! —casi grité antes de bajar la voz—. ¿Has visto a la gente y
a todos los diferentes ámbitos de la vida en ese tren? Es una aventura.
Cada distrito en este estado es una aventura. Lamento que no puedas
verlo.
—Lo veo. Simplemente no de la manera en que tú lo haces. 13
—Estoy feliz donde estoy. Y pensé que tú también lo estabas.
—Sé que así fue. Mira, Val, la verdad es que quiero vivir en otros
países durante meses antes de ir a otro y empezar de nuevo.
—Ah, ¿sí? —Mi voz quedó atrapada en el aire a mi alrededor, el cual
se había espesado desde que comenzó nuestra conversación. ¿Cómo es
que nunca habíamos hablado de esto? ¿Por qué hasta ahora estaba
saliendo a la luz? ¿Desde cuándo había empezado a salir con un nómada?
—Así es.
—¿Desde cuándo?
—Desde que mi firma me ofreció un puesto en Londres por un año.
—¿Londres? —jadeé—. ¿Un año?
—Sí. ¿No suena genial? Siempre he querido ir ahí. ¡Y durante un
año! ¿Puedes imaginarlo? —Estaba tan emocionado que era como si yo
ni siquiera estuviera en la habitación, y mucho menos en la ecuación. Y
supuse, para ser honesta, que en realidad así era.
—Suena como una gran oportunidad para ti. —Intenté no sonar
tan amargada como me sentía actualmente, pero fue toda una batalla.
Pensé que terminaría la noche siendo la prometida de Moore, no como su
exnovia. ¿Cómo pude haber estado tan equivocada?
—No te pedí que vinieras conmigo a Londres porque sabía que
dirías que no.
Todo el aire salió de mis pulmones ante sus palabras. No estaba
equivocado, pero ¿por qué el hecho de que tuviera razón me hizo sentir
tan pequeña? Incluso si hubiera dicho que no, debió haberme
preguntado, al menos haberme dado la oportunidad de elegir. En cambio,
había tomado la decisión por mí.
—Sin embargo, ni siquiera preguntaste.
—No quería ponerte en la posición de elegir entre la tienda o yo.
Mi mandíbula se tensó cuando mi ira comenzó a elevarse.
—No lo hagas.
—¿Hacer qué?
—Fingir como si me estuvieras ahorrando mis sentimientos.
Sus labios se fruncieron antes de preguntar:
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—¿Habrías dicho que sí?
Sacudí la cabeza, confirmando sus instintos.
—Me encanta aquí. Esta es mi casa. Abrí mi tienda en esta ciudad
por una razón. No puedo simplemente irme, mudarme y dejarlo todo
atrás.
—Podrías hacerlo—respondió.
—Pero no quiero —dije con firmeza.
—Lo sé. —Su tono sonó casi compasivo, y tuve que contener las
lágrimas para que no cayeran.
Estaba frustrada, enojada y herida.
—No he cambiado —dije, preguntándome si lo había engañado en
los últimos tres años de alguna manera. ¿Había dicho algo que podría
haberle hecho pensar que quería dejar Nueva York eventualmente y vivir
en otro lugar? Estaba segura de que no lo había hecho. La idea nunca
había pasado por mi mente, así que no había forma de que hubiera salido
de mis labios.
—También lo sé. Pero yo he cambiado. Quiero más. Quiero hacer
tantas cosas. Y no tú tienes ni un hueso aventurero en tu cuerpo.
—Por favor, ¿puedes dejar de ofenderme? —logré decir antes de que
cayera la primera lágrima.
—Lo siento. Tienes razón. No quise que esto fuera exactamente de
esta manera.
—¿Qué esperabas? —pregunté a medida que cayeron más
lágrimas. No había nada que las detuviera ahora.
Dejó escapar un suspiro fuerte antes de poner su chaqueta sobre
sus brazos.
—Yo… no sé. Enviaré tus cosas a la tienda. Puedes deshacerte de
lo que tengas en tu casa. De todos modos, no tendré espacio para eso.
Sus palabras me inundaron antes de que finalmente uniera las
piezas.
—Ya te vas, ¿no? ¿Por eso has estado tan raro, tan distante
últimamente? Ya aceptaste el puesto, ¿verdad?
Me miró fijamente, su chaqueta ahora firmemente colocada. 15
Aún no había respondido a mi pregunta, así que la volví a hacer de
una manera diferente.
—Moore, ¿cuándo te vas?
—Pasado mañana —respondió, confirmando mis sospechas antes
de alejarse de la mesa y dar dos pasos hacia mí. No me moví ni levanté
la mirada cuando plantó un beso en la parte superior de mi cabeza—. Me
siento como un verdadero imbécil en este momento, pero esto es lo mejor.
Lo verás eventualmente.
No dije nada mientras se alejaba y me dejaba sentada allí, sola, con
mi corazón adolorido y mi orgullo golpeado.
Tres años desperdiciados. Pasé tres años con alguien que creía
conocer por dentro y por fuera, alguien a quien aparentemente no había
conocido en absoluto.
Recogiendo mi abrigo, me levanté y salí con la cabeza en alto del
restaurante elegante al que juré que nunca volvería a pisar. No más
comer en lugares donde el postre costaba más de una docena de mis
mejores rosas.
En lugar de tomar un taxi, decidí caminar a casa. Anhelaba el aire
frío para despejar mi mente. Antes de darme cuenta, estaba en casa,
llamando a Karina para ponerla al tanto, y necesitando la soledad y
tranquilidad que proporcionaba una caminata. No es que Nueva York
estuviera tranquila de ninguna manera, pero a veces, parecía más
tranquila de lo que Karina podría ser.
Caminé sola, solo mis pensamientos y yo. Y las palabras de Moore
resonando en mi cabeza como un disco rayado.
No eres aventurera. Me reí de mí misma.
¿Por qué me iría de Nueva York? Continué mi conversación con el
cielo nocturno. ¿Quién querría hacerlo? Solo un idiota querría abandonar
esta ciudad.
—Y eso está bien porque no salgo con idiotas, y definitivamente no
me caso con ellos —le grité a quienquiera que pudiera estar escuchando,
sin duda sonando como una loca para cualquiera que me estuviera
viendo.
Sin embargo, todo el tiempo, en el fondo de mi mente, me pregunté
si Moore tenía razón. Apenas había arañado la superficie en términos de
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viajes. Ni siquiera había visto mucho de mi propio país, y mucho menos
de cualquier otro.
—No eres aventurera —repetí en voz alta mientras doblaba la
esquina de mi edificio de condominios.
Podía ser aventurera.
Podía ser cualquier cosa que quisiera.
Se lo demostraría.
Luché por abrir la puerta de la tienda, equilibrando los dos cafés
que tenía en mis manos y rezando para que no se derramaran. Dios no
lo quiera, aunque en realidad coloqué uno de ellos en el suelo para que
esto fuera más fácil para mí. Girando la llave lo suficiente como para
escucharla desbloquearse, golpeé la puerta con la cadera y se abrió de
par en par, la campana pequeña sonando a su paso. Colocando los cafés
aún llenos en el mostrador, sonreí para mis adentros por la pequeña
victoria. Ni una sola gota desperdiciada.
Alcanzando mi delantal, lo até alrededor de mi cintura y examiné
la habitación. Las ventanas estaban pintadas con corazones rojos y
blancos y Cupidos disparando su flecha. Palabras como Se mía y Soy tuyo
saludaban a los clientes potenciales con un estilo arremolinado similar a
la cursiva. Incluso mi nuevo estado de soltera no pudo disminuir mi amor
por estas festividades. Aún me hacían sonreír. 17
Había dado vueltas y vueltas toda la noche, después de que
finalmente dejé de llorar. En algún momento entre tantas lágrimas, me
di cuenta de que no estaba tan desconsolada como debería estarlo por
perder a Moore. Sin duda estaba triste y herida, más afligida por lo que
parecía una pérdida de tiempo, pero no necesariamente destrozada por
la separación. Después de tres años, ¿no debería haber estado más
devastada?
Tal vez Moore sabía de lo que estaba hablando con respecto a
nosotros. Había visto claramente algo que yo no. O tal vez con mi atención
tan singularmente enfocada en mi negocio y su crecimiento, hacía que no
pudiera ver lo que estaba justo frente a mí. Me había convencido de que
vernos solo un par de noches a la semana era normal para dos personas
trabajadoras. Era fácil poner excusas para otras cosas en tu vida cuando
dirigías tu propio negocio y te sentías el único responsable de su éxito.
La campana sonó y me volví a tiempo para ver entrar a Karina con
una sonrisa gigante en su rostro. No la había llamado anoche. No había
llamado a nadie.
—Ooh, ¿es para mí? —Agarró una de las tazas de café antes de
tomar un sorbo.
—Bueno, ahora lo es —dije en broma, moviendo mi propio café
fuera de su alcance.
—Entonces —comenzó antes de que casi estallara con su típica
charla—, ¡déjame verlo!
—¿Ver qué?
—El anillo, tonta. —Tomó mi mano izquierda y la vio vacía. Buscó
mi mano derecha, la equivocada, antes de dejarla caer a mi lado—.
¿Ninguna propuesta? ¿Otra vez? ¡Uf!
Mis ojos se llenaron instantáneamente de lágrimas ante la idea de
decir lo que había sucedido en voz alta.
—No exactamente —dije antes de limpiarme la cara y desear que
las lágrimas desaparecieran. En este momento, me sentía más
avergonzada que cualquier otra cosa.
—Ah, Dios. Val, ¿qué pasó?
—Rompió conmigo. 18
Se apoyó contra la vitrina de vidrio refrigerada.
—¿Él qué? —preguntó, su tono incrédulo.
—Consiguió un trabajo en Londres. Dijo que quiere viajar por el
mundo y que nunca querría irme de Nueva York, así que… —Me detuve
cuando mi correo electrónico emitió una notificación.
—¿Tomó un trabajo en Londres sin hablar primero contigo? —
Agarró su café y tomó un sorbo vacilante—. Imbécil.
Me encogí de hombros.
—Dijo que no tenía sentido de la aventura. Que no querría ir a
ninguna parte ni hacer nada fuera de los cinco condados.
—¿Qué hay de malo con los cinco condados? —preguntó con
brusquedad.
—Eso fue exactamente lo que dije. —Cambié el apoyo de mi peso e
hice clic en el correo electrónico más reciente en mi computadora portátil.
La línea del asunto decía: ¡Oferta de último minuto para resort de 5
estrellas en Vail! ¡Justo a tiempo para San Valentín! En medio de mi noche
llena de emociones, había olvidado por completo que me había inscrito
en al menos media docena de sitios de viajes, con la esperanza de que
uno de ellos pudiera darme las municiones que necesitaba para
demostrar que Moore estaba equivocado.
Karina miró por encima de mi hombro.
—¿Qué es eso? ¿Vail? ¿En Colorado? Siempre he querido visitar
Colorado —dijo con nostalgia.
—¿En serio? —pregunté, dándome cuenta de que en realidad
nunca había anhelado ir a otro lugar que no fuera donde ya estaba. Tal
vez después de todo no era tan normal.
—Sí. Se ve tan bonito con todos esos árboles y grandes montañas
viejas. ¿No crees?
Me encogí de hombros.
—Supongo. —Hice clic en el enlace e imágenes preciosas llenaron
mi pantalla—. Guau —dije sin pensar.
—¿Así es cómo se ve Vail? —preguntó Karina, sabiendo muy bien
que no tenía ni idea—. ¡Es adorable!
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—Es impresionante. —Continué desplazándome por las fotos del
resort, sintiendo como si estuviera viendo algún tipo de país de las
maravillas invernal que nunca había experimentado. La decoración y el
estilo no se parecían a nada que tuviéramos en Nueva York, y me
encontré casi sorprendido por ello.
—Tienes que ir. —Karina aplaudió como si la idea más brillante del
planeta hubiera emergido en su cerebro.
—No puedo simplemente —hice una pausa—, irme.
—¿Por qué no?
Hice clic en el botón para obtener más información. Suspiré,
mientras escaneaba la letra pequeña.
—Porque la oferta solo es para este próximo fin de semana.
—¿Y?
—Y, casi es nuestro día más ocupado del año, por ejemplo —
comencé antes de que ella me detuviera en seco.
—En primer lugar, ambas sabemos que nuestro día más ocupado
del año es el Día de la Madre. Y tu precioso día festivo favorito no es hasta
el próximo jueves. —Volvió a mirar por encima de mi hombro—. De
acuerdo con esto, regresarías el lunes.
—Pero me iría por tres días enteros. Justo antes…
Me interrumpió de nuevo, sin querer escuchar mis excusas.
—Puedo manejar las cosas aquí. He estado trabajando a tu lado
durante años. Sé más de lo que crees. Y las niñas también estarán aquí,
así que no estaré sola.
Las «niñas» eran las tres empleadas de medio tiempo que había
contratado hace más de un año. Eran jóvenes, pero confiables, y les
encantaba trabajar en la tienda, así que sabía que podíamos contar con
ellas para que hicieran su trabajo.
Volviendo a mirar mi pantalla, sentí un ligero tirón en mis
entrañas. Estaba sintiendo ese pequeño tirón del que hablaba la gente
cuando veía un lugar que los atraía.
—Luce tan mágico —casi susurré, y Karina estuvo de acuerdo.
—Deberías ir. En serio, Val. Ojalá pudieras ver tu rostro en este
momento —dijo, y la sonrisa que no sabía que tenía se hizo más grande
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instantáneamente—. Haz algo bueno por ti ya que ese idiota te abandonó
justo antes de tu festividad favorita.
Me estremecí, mis ojos se cerraron solo por un momento antes de
volver a abrirlos.
—No era un idiota.
¿Por qué lo defendía?
Era un completo idiota.
—Tenía un apellido como nombre.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Solo es otra razón para que lo odie y piense que es un idiota.
Déjame destrozarlo como mejor me parezca.
Sonreí genuinamente por lo que se sintió como la primera vez desde
anoche, y estuve de acuerdo.
—Era un nombre estúpido. De todos modos, ¿quién llama a su hijo
Moore?
—Ese es el espíritu. Ahora, reserva ese maldito viaje antes de que
yo lo haga por ti. —Se subió al mostrador de flores y cruzó las piernas,
aún bebiendo su café cuando yo ni siquiera había tocado el mío.
¿En serio podría irme?
—Val, no dudes de ti. Te conozco. No te has tomado más de un día
libre desde que abrimos la tienda. Te lo mereces. Y tal vez algún chico
sexy de Colorado esté incluido.
Me reí ante la idea de tomarme un descanso. Y comprendí
inmediatamente que no debería haberme sorprendido en absoluto, pero
aun así lo hizo. En realidad, quería ir. Quería alejarme de Nueva York,
aunque solo fuera por unos días. No era algo que hubiera considerado
antes de anoche, pero ahora las montañas cubiertas de nieve y el encanto
del viejo mundo parecían llamarme. ¿Cómo podía algo tan extraño
aferrarse en mi interior con tanta rapidez?
—No escucho el clic del teclado. —Karina agitó una mano frente a
mi cara.
Salí de mi aturdimiento inducido por Vail.
—Voy a hacerlo —anuncié.
Una sonrisa de un kilómetro de ancho se extendió sobre sus
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mejillas.
—Bien. Me preocupé por un segundo.
La confusión me embargó cuando pregunté:
—¿De que no fuera?
—No. De que dejaras que Moore arruine este día para ti. O peor
aún, que pudieras empezar a odiar el amor.
Una carcajada fuerte rugió de mi pecho.
—Eso nunca sucederá. No soy la cínica. Y amo demasiado el amor
como para renunciar a él.
—Gracias a Dios porque, ya sabes, eres dueña de una maldita
floristería. —Terminó su café y apoyó el vaso vacío contra el mostrador
con un golpe fuerte—. ¡Reserva ese viaje antes de que entres en razón! —
Bajó de un salto y se dirigió hacia el almacén trasero—. Voy a pasar
tiempo con las asesinas. Deséales suerte a mis dedos.
—Sabes, podrías usar guantes —le respondí.
—¡No escucho ningún clic!
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Bajé del avión, agradecida de estar en tierra firme después de la
turbulencia que me había recibido en el aire y me hizo orar por mi vida
en más de una ocasión. El aire enrarecido de la montaña no era broma,
y las tres mujeres que habían vomitado en sus bolsas de papel detrás de
mí eran prueba de ello.
Después de recuperar mi equipaje en el aeropuerto más pequeño
que jamás hubiera visto, me dirigí afuera, donde me esperaba un auto
para llevarme al resort. Estaba incluido en la oferta de último minuto que
había reservado después de que Karina amenazara con reservarlo para
ella si no lo hacía. Los celos me habían desgarrado por el desafío.
Le envié un mensaje rápido, haciéndole saber que había llegado
viva a Colorado, no gracias al objeto de metal gigante que había cortado
el aire como una montaña rusa sin rieles. Acomodándome en el asiento
trasero de un todoterreno, hablé un poco con el conductor. La respuesta 23
de Karina llegó casi al instante, donde me informó que la tienda estaba
en buenas manos y que por favor me divirtiera.
Inmediatamente siguió otro texto.
Karina: Espero que hagas algo aventurero este fin de semana... y
no me refiero al snowboard, si me entiendes.
Negué con la cabeza cuando apareció otro texto.
Karina: Y si no me entiendes... quiero decir, ten una aventura con
un hombre. Uno caliente. Uno que nunca tendrás que volver a ver. Espero
que te aventures por todas las superficies con él, comenzando en un
jacuzzi. Después, tal vez afuera en la nieve. Lo llamaremos una
hombreventura. Espero que saques a tu estúpido ex de tu sistema.
Aventúrate por todos lados. ¡Y envíame actualizaciones!
Hice clic en el botón de mi teléfono que hizo desaparecer su
mensaje ridículo antes de darme cuenta de que en realidad estaba un
poco emocionada. Me convencí en los vuelos de que me divertiría, me
soltaría y me entregaría genuinamente a cualquier cosa que Vail decidiera
traerme. Cuando había empacado originalmente, me preocupó no poder
desconectarme lo suficiente de la tienda como para pasar un buen rato,
y lo último que quería era estar en este lugar hermoso y no tener el coraje
para disfrutarlo.
—Ya casi llegamos, señorita Hamilton —anunció el conductor
desde el asiento delantero, y pensé en lo rápido que había sido.
Redirigí mi atención de la pantalla del teléfono a mi entorno y sentí
una punzada en el corazón dentro de mi pecho. Los caminos bordeados
de árboles estaban cubiertos de nieve y parecían sacados de una película
navideña.
El todoterreno se detuvo frente al resort que se veía exactamente
igual que en línea, y respiré aliviada. En serio, no había cuestionado el
trato antes de reservarlo, pero ahora que había llegado, me di cuenta de
que las cosas no siempre eran tan buenas como las anunciaban. Este
resort era la excepción a la regla.
—Es hermoso, ¿no? —preguntó el conductor a medida que sacaba
mi maleta de la parte de atrás.
—En realidad, lo es. Siento como si hubiera entrado en otro mundo
—dije, mi voz sonando más entrecortada de lo que pretendía.
—Todo aquí está inspirado en Europa —agregó con una sonrisa—.
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Espero que la pases muy bien.
—Gracias —le dije antes de darle una propina en efectivo.
Dándome la vuelta para enfrentar el edificio principal, observé la
vista antes de siquiera pensar en moverme a pesar de que hacía mucho
frío aquí fuera. Se sentía mucho más frío aquí que en Nueva York. Las
tiendas minoristas llenaban los niveles inferiores de cada edificio hasta
donde podía ver, y hordas de personas se arremolinaban en lo que
básicamente parecía una plaza pintoresca.
Los temas del día de San Valentín pintados en vidrio transparente
me recordaron mi propia tienda en casa, y mi corazón se apenó por solo
un segundo antes de calmarse. Sonreí para mis adentros ante la idea de
que sin importar a dónde viajaras, las empresas parecían celebrar de
manera similar. Cada uno quería atraer al comprador potencial. Hacían
que todo lo que vendieran fuera relevante no solo para las fiestas, sino
también para tu vida en un intento de convencerte de que no podías vivir
sin lo que tenían para ofrecer.
Mis ojos bordearon las tiendas y aterrizaron en una pista de
patinaje sobre hielo de forma ovalada que estaba llena de patinadores y
observadores. Las parejas se tomaban de las manos mientras intentaban
mantenerse erguidos sobre el hielo. Apartando la vista de la pista, me
concentré en todo mi entorno no humano. Había mucho que asimilar. La
arquitectura llamativa con tanto detalle parecía estar en todas partes que
miraba.
Una torre de reloj grande y ornamentada estaba en la distancia, y
sonó tan pronto como la miré, como si me saludara. Los edificios, con
sus trabajos de pintura delicados y balcones inspirados en chalets suizos,
me hicieron sentir como si estuviera en una de las viejas cajas de música
de mi madre cobrando vida. Vail era romántico, elegante y, como había
pensado originalmente en Nueva York cuando solo lo vi en la pantalla de
mi computadora: mágico.
Mientras inhalaba una larga respiración fría, la emoción llenó mis
pulmones, y finalmente decidí entrar al hotel. Atravesando el área del
vestíbulo principal para registrarme, noté que había algunas personas en
la fila delante de mí. En lugar de alcanzar mi teléfono como lo haría
normalmente, los observé. Vail parecía ser un paraíso para las parejas
enamoradas, y sentí que mi corazón se encogió dentro de mi pecho
momentáneamente. Me pregunté si habría cometido un error al venir 25
aquí en esta época del año. ¿Me echarían en cara mi ruptura todo el
tiempo? ¿Estaría triste en lugar de aventurera? Lo último que quería era
pasar mi tiempo aquí revolcándome en la autocompasión y
reproduciendo conversaciones viejas entre Moore y yo, preguntándome
dónde había salido todo mal.
Pero cuando la pareja frente a mí no pudo quitarse las manos o los
labios de encima, reconocí cuál era el sentimiento dentro de mí. Era
alegría. En lugar de llenarme de amargura por sus declaraciones
públicas, me alegraba por ellos. Se sonrieron y besaron no menos de siete
veces en lo que parecieron treinta segundos, casi como si sus propias
vidas dependieran de respirar el aire del otro.
Moore y yo nunca habíamos sido tan cariñosos, ni en público ni en
privado. Nunca necesitó mi aire. Y también comprendí que, nunca había
necesitado el suyo. Respiraba bien por mi cuenta.
Mi corazón me sorprendió cuando latió con fuerza, no con tristeza
por lo que había perdido recientemente, sino con esperanza por lo que
estaba por venir. Quería encontrar un amor así algún día. Quería estar
con alguien que necesitara mi aire para respirar.
Ese tipo de pasión.
Moore y yo no lo tuvimos el uno para el otro, pero lo tuvimos para
nuestros respectivos trabajos. Pero no era suficiente tener solo uno y no
el otro. Los ansiaba los dos. Y justo ahora, en este momento, sabía que
era posible. Mi corazón me lo estaba diciendo literalmente con cada
latido.
Frente a mi dúo enamorado estaba un chico de cabello oscuro
sosteniendo una libreta y una elegante cámara digital en sus manos.
Estaba balanceando lo que parecía una bolsa pesada sobre su hombro.
Podía decir por la forma en que su cuerpo musculoso se inclinaba hacia
un lado, su espalda encorvándose con cada respiración que tomaba, que
debía haber pesado mucho. Me pregunté si estaba aquí solo como yo o si
alguna mujer hermosa aparecería a su lado en cualquier momento. Se
giró para mirarme, sus llamativos ojos azules mirando directamente a los
míos, haciendo que mi corazón se detuviera por un segundo.
¡GUAU!, dijo mi corazón.
¿Hice la pregunta en voz alta?
Sabía que no lo había hecho.
Al menos, no creía que lo hiciera. 26
El Señor Ojos Azules sonrió, y noté un par de hoyuelos en sus
mejillas antes de que se diera la vuelta y caminara hacia la mujer que lo
llamó en el mostrador de registro. Mis ojos siguieron sus movimientos a
medida que avanzaba, captando la amplitud de sus hombros antes de
bajar a sus caderas y su trasero. Definitivamente estaba disfrutando de
la vista, y estaría condenada si él no se volteó en ese momento y me
atrapó mirándolo. Quise apartar la mirada, pero ya era demasiado tarde.
Abanicándome las mejillas con mi vergüenza, continué esperando
en la cola por mi turno, aún tambaleándome por haber sido atrapada.
Por suerte, terminé justo al lado de mi extraño apuesto, a quien hice todo
lo posible para no comérmelo con los ojos a pesar de que todo en mí
quería memorizar ese cuerpo. Si había pensado que era atractivo a la
distancia, era aún más sexy de cerca. Demasiado sexy para su propio
bien.
Y el mío. El pensamiento revoloteó en mi mente antes de
retractarme.
Tal vez seguiría el consejo de Karina y tendría una hombreventura
este fin de semana. ¿Qué daño podría causar?
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Me dirigí al tercer piso ya con mi tarjeta de acceso en mano.
Abriendo la puerta ornamentada, me detuve en la entrada por un
segundo para asimilarlo todo. La vista que me recibió era deslumbrante,
los colores de la habitación en rojos y dorados profundos. Se podían ver
montañas cubiertas de nieve a través de las ventanas del piso al techo, y
una chimenea de piedra, pidiendo a gritos que la encendieran, gritaba mi
nombre en la esquina.
La lujosa cama king tenía cortinas gruesas colgando detrás y sobre
la mitad superior, recordándome algo sacado directamente de un libro de
cuentos de princesas. De hecho, toda la habitación se parecía a lo que
supuse que debía haber sido un castillo europeo en el pasado. ¿O tal vez
aún lo hacían? Honestamente no tenía idea.
Una parte de mí quería acurrucarse en esa cama inmensa con un
buen libro, pero el resto de mí sabía que no tenía ningún sentido pasar 28
todo el tiempo aquí, siendo antisocial y evitando todo contacto humano.
Con una mirada determinada en mi rostro y una misión en mente, arrojé
mi maleta sobre la cama y saqué mi bolsa de maquillaje. Refrescándome
un poco, decidí no cambiarme de ropa, y me dirigí al bar del hotel.
El bar estaba ubicado en el restaurante principal, y casi pierdo los
nervios, me di la vuelta y volví a entrar en el ascensor, cuando la
anfitriona me detuvo.
—¿Está buscando a alguien?
—Ah, no. Solo quería ir al bar. ¿Eso está permitido?
Me sonrió dulcemente, su servicio al cliente de primera categoría.
—Por supuesto que sí. Avance directamente a través de este pasillo
y siga a la parte de atrás. No se lo puede perder.
—Gracias. —Le devolví la sonrisa, obligándome a calmar los
nervios de mi estómago.
—Y por cierto —susurró—, en aproximadamente una hora se
transforma en todo un sitio de moda. —Miró su reloj antes de darme otra
sonrisa—. Muchos hombres solteros atractivos.
—Gracias por el dato. —Maniobré a través de las mesas cubiertas
de rosas y el aire se llenó de tanto romance que casi podías ahogarte con
él.
Llegué al bar real y dejé escapar un suspiro pequeño de alivio
cuando vi una sola silla disponible. Corriendo hacia ella antes de que
nadie pudiera vencerme, tiré del taburete pesado hacia atrás antes de
sentarme en él e intentar moverlo hacia adelante. Era demasiado pesado
y se negaba a moverse.
—Señorita Hamilton, déjeme ayudarla —ofreció una voz extraña.
Giré a mi derecha para ver nada menos que al extraño precioso de
cabello oscuro y ojos azules de antes. Casi me caigo de bruces de mi
asiento cuando lo vi de cerca.
Se puso de pie, tomó mi taburete y lo acercó poco a poco a la barra
sin ningún esfuerzo.
—¿Cómo supiste…? —empecé a preguntar cómo sabía mi apellido
antes de que interviniera e interrumpiera.
—Escuché a la mujer decir tu nombre en el mostrador de registro.
—Extendió su mano hacia mí. Una especie de presentación a pesar de 29
que aún no me había dicho su nombre.
Me di cuenta de que tampoco se había quitado la ropa anterior y,
por alguna razón, eso me hizo sentir mejor al decidir quedarme con la
mía.
—Soy Jase Malone. Y eso fue un poco espeluznante, ¿eh?
Me reí, pero de todos modos tomé su mano mientras me daba un
apretón fuerte.
—Un poco, pero ¿sería más espeluznante si te dijera que no me
importa? —Coqueteé sin siquiera pensarlo. Se había derramado tan
fácilmente. Supuse que era porque este hombre era muy atractivo y me
gustaba lo que veía.
—Creo que he perdido credibilidad en lo que se considera
espeluznante o no —dijo con una risa breve a medida que le indicaba al
cantinero que se acercara—. ¿Puedo invitarla a una bebida, señorita
Hamilton?
¿Cuándo fue la última vez que alguien me invitó a una bebida? Pensé
dentro de mí.
Ese tipo de cosas pasaban en libros y películas, pero no era algo
que me hubiera pasado antes en la vida real. Moore invitándome bebidas
no había contado.
—Por supuesto. —Examiné el menú que me había dado—. Y es Val.
—Abreviatura de… —Se interrumpió, esperando que respondiera a
su pregunta no formulada.
—Valerie. Pero nadie me llama así.
—Está bien, Val, no Valerie. ¿Sabes lo que te gustaría beber?
Miré su vaso, curiosa cuando noté la rama de canela sobresaliendo
de detrás de una ramita de hierba o algo verde.
—¿Qué estás bebiendo?
—Sinceramente, no recuerdo cómo se llama, pero es uno de sus
brebajes de whisky. —Sostuvo el vaso en el aire.
—¿Está bueno?
—Sorprendentemente.
Acercó su vaso a mi cara, y me incliné para olerlo bien. Por lo
general, odiaba el olor a whisky, pero su bebida se veía tan increíble que 30
pensé que podría cambiar de opinión. No. Aún olía a muerte. Pase duro
de mi parte.
—De acuerdo. Definitivamente no será eso —dije con una risita
mientras continuaba leyendo el menú, que estaba dividido por tipo de
alcohol. Eso de hecho era útil. Después de decidirme por la ginebra, elegí
mi veneno.
—¿Lista? —preguntó, y yo asentí, el cantinero reapareció
repentinamente como una aparición.
—Tomaré el Fred & Ginger —dije con una sonrisa confiada. Dios,
en realidad esperaba que esta bebida fuera buena.
Jase se acomodó en su asiento, apoyando un brazo alrededor del
respaldo mientras sus dedos rozaban el costado de mi brazo.
—Entonces, Val, ¿qué te trae a Vail?
Presionando mi cuerpo contra la madera dura del taburete, exhalé:
—¿Quieres el resumen o la versión larga?
Miró hacia el techo, sus labios frunciéndose a medida que les daba
un golpecito con un dedo, como si estuviera sumido en sus
pensamientos. Su dedo se movió de su boca al aire mientras sus ojos
chocaban con los míos.
—Tomaré el resumen por doscientos, Alex.
Hizo referencia a Jeopardy!, y me contuve de pasar de su
fanfarronada porque de ninguna jodida forma este espécimen precioso de
hombre se sentaba, viendo ese programa en particular por diversión entre
semana. Era un pensamiento bastante crítico, lo sabía, pero aun así.
—Será el resumen. Mi novio de tres años me dejó la noche que
pensé que podría proponerme matrimonio. Se muda a Londres. Dijo que
no tenía ni un hueso aventurero en mi cuerpo —ofrecí encogiéndome de
hombros cuando mi cóctel apareció frente a mí, casi demasiado bonito
para beber—. Y ahora, estoy aquí.
—¿Para probar que está equivocado? —preguntó, su tono
estrictamente curioso, como si estuviera intentando descifrarme.
—Creo que al principio se trató de eso, pero ya no estoy tan segura.
—Pomelo seco y limoncillo decoraban la parte superior de una vieja taza
de hojalata, e inmediatamente saqué mi teléfono y abrí la aplicación de
la cámara—. Sé que esto es muy molesto, pero esta es la bebida más
bonita que he visto en mi vida. Tengo que tomarle una foto.
31
Jasé sonrió.
—Hice lo mismo con la mía antes de que llegaras aquí.
Le di un manotazo en el brazo como si fuéramos viejos amigos.
—¡No es cierto!
Sacó su teléfono y abrió su galería de fotos, mostrándome las tres
fotos que había tomado de su propia mezcla.
—En serio lo hiciste. —Sabía que sonaba sorprendida, pero su
honestidad contundente era refrescante. Y encantadora—. Y, oye, esas
fotos son realmente buenas.
—Gracias —dijo con una sonrisa leve antes de volver a guardar su
teléfono en el bolsillo.
Me gustó que no lo tuviera puesto en la barra entre nosotros, donde
podría interrumpirnos o desviar su atención.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? —pregunté a medida que tomaba
un sorbo de mi cóctel. Era tan refrescante como delicioso. Quería cien
más de ellos.
—Soy escritor.
—¿De ahí la libreta? —Señalé la carpeta de tres anillos con la que
lo había visto antes, que aún estaba firmemente en su lugar en la parte
superior de la barra frente a él.
—Exactamente.
Se despertó mi curiosidad, se elevó mi interés.
—¿Qué escribes? ¿Libros?
—No. Soy escritor de una revista de viajes y su blog en línea. Estoy
aquí para escribir una historia sobre el resort y el romance de Vail —dijo
con un acento falso, poniendo los ojos en blanco.
—¿Por qué pones los ojos en blanco? ¿Normalmente no escribes
blogs de romance? —pregunté seriamente porque no tenía idea de cómo
funcionaba todo eso. Pregúntame de flores, arreglos y todo lo floral, pero
sabía muy poco sobre cualquier otra cosa.
Se atragantó con el hielo de su bebida.
—No. Definitivamente no. Mi colega se lesionó y no pudo hacer este
viaje. Hace cuarenta y ocho horas, no tenía idea de que estaría aquí. 32
Tú y yo, amigo, casi digo.
—¿Tu novia estaba molesta porque viniste sin ella? —Aparté la
mirada, fingiendo que no había cebado ese anzuelo específicamente para
poder averiguar si estaba soltero o no.
—No tengo novia —dijo con una sonrisa sexy—. O una esposa antes
de que pesques la próxima.
Un sonido escapó de mis labios hacia él, no solo atrapándome, sino
también delatándome. Estaba agradecida de que estuviera soltero.
Incliné mi cuerpo hacia él mientras terminaba mi bebida y pedí otra. No
esperaba que Jase pagara mis bebidas, ya que podía pagarlas por mi
cuenta, pero me ocuparía de la cuenta más tarde.
—Entonces, ¿sobre qué escribes normalmente, si no es romance y
resorts?
Su mandíbula permaneció apretada, sus ojos azules salvajes, como
si estuviera considerando cómo responderme exactamente.
—Sería más fácil si te mostrara.
El cantinero colocó otro Fred & Ginger frente a mí, y me puse a
trabajar, agitando el hielo en la mezcla con mi pajilla.
—¿De acuerdo? —No estaba segura de lo que eso significaba
exactamente, y temí que estuviera a punto de sacar sus últimos veinte
artículos y obligarme a leerlos aquí mismo en este bar. Lo haría, pero
sería incómodo.
—Ven mañana conmigo, y te mostraré lo que hago normalmente.
Además, necesitaré la ayuda para las cosas del romance, y estoy seguro
de que eres mejor en eso ya que eres una chica y todo eso.
—Oh, cielos. Gracias por notarlo.
—Tendría que estar ciego para no fijarme en ti —dijo.
Sentí mis mejillas sonrojarse. Para ser honesta, recibir cumplidos
siempre era un poco incómodo, pero aun así me gustaba recibirlos. Y
definitivamente me gustaba escucharlo salir de sus labios. Esos labios
súper besables, Señor, ayúdame.
—¿Vendrás? —La sonrisa que me dio iluminó todo el bar, y me
pregunté cómo una mujer se negaba a Jase cuando pedía algo.
33
—¿Alguna vez alguien te dice que no? —bromeé, el alcohol ya
dándome vueltas en la cabeza. Me sentía más suelta, más relajada y con
ganas de jugar. La bebida me permitió olvidar que no había estado soltera
en tres años y en realidad no tenía ni idea de qué demonios estaba
haciendo o incluso si lo estaba haciendo bien.
—Vamos, Val —dijo mientras movía su mano a mi brazo—. Nadie
puede resistirse a esto. —Sonrió y señaló sus hoyuelos con un dedo, y
tuve que estar de acuerdo. Esos hoyuelos eran dignos de un desmayo.
Asesinos de bragas. Explotadores de ovario. Parte de su, creo que acabo
de quedar embarazada por esa mirada.
Y de todos modos, no era como si tuviera otros planes. Ni siquiera
había buscado qué hacer en Vail antes de venir aquí. Había estado
demasiado ocupada asegurándome de que la tienda siguiera funcionando
y no se derrumbara en mi ausencia. Le ofrecí un encogimiento de
hombros rápido antes de tomar un trago de mi delicia de ginebra.
—¿Estás evadiéndolo? —presionó.
—No —mentí.
—Ven conmigo. Te prometo que no te arrepentirás.
Ya sabía eso.
—Está bien —accedí—. Iré contigo.
—¿Ves? Ya eres más aventurera. Tu exnovio era un idiota.
Me reí en voz alta. Podría haber sido el segundo trago, pero no
podría haberme importado menos. Me sentía muy bien, estando aquí con
él. Pertenecía a este bar, coqueteando con este hombre sexy. Y Moore
podía irse directo al infierno por lo que a mí respecta.
—Entonces, ¿de dónde eres?
Era una pregunta tan inocente, pero no estaba segura de querer
responder. Sí, la estaba pasando bien, conociendo a Jase, y planeaba
pasar el día siguiente con él, pero ¿quería que supiera dónde vivía y
trabajaba? Eso se sentía un poco demasiado personal, un poco
demasiado rápido, a pesar de que me había dicho que era un escritor de
viajes para una revista. Era demasiado tarde para intentar jugar el
escurridizo juego de no nos digamos nada personal.
Debo haber dudado por mucho tiempo porque Jase se rio como si
lo hubiera divertido sinceramente.
—¿Demasiado pronto? 34
—Aún no lo he decidido —respondí honestamente antes de
sentirme un poco estúpida por estar aprensiva.
Ya le había contado a este tipo sobre Moore. Por supuesto que
eventualmente iba a preguntarme de dónde era. Lo que lo llevaría a
preguntarme dónde trabajaba y tendría que decirle que era dueña de una
floristería pequeña que tenía mi corazón.
Se me escapó un gemido cuando incliné la cabeza hacia atrás, cerré
los ojos y respondí como si hubiera sacado la información de las
profundidades de mi alma en contra de mi voluntad:
—Nueva York. Soy de Nueva York —admití, abriendo los ojos para
ver su expresión.
Apareció una gran sonrisa diabólica, junto con esos malditos
hoyuelos hacedores de bebé.
—De ningún modo.
Estreché mi mirada hacia él.
—¿Qué?
—Yo también. —Esa sonrisa permaneció firmemente plantada en
sus labios cuando preguntó—: ¿Qué parte?
—Vivo en la ciudad. ¿Y tú?
Todos en Nueva York sabían que cuando hacías referencia a la
ciudad, estabas hablando de Manhattan.
—Vivo en la ciudad. —Terminó su trago de whisky antes de pedir
un trago puro de bourbon, solo.
¿Cuáles eran las probabilidades de que viniera en este viaje de
último minuto y conociera a alguien que no solo vivía en el mismo estado
que yo, sino también en la misma parte de dicho estado? Esto parecía un
poco demasiado coincidente, casi como algo que vería en una película de
Hallmark. No es que tuviera mucho tiempo para verlas, pero cuando lo
hacía, me daba un atracón.
—¿Y viajas mucho? —pregunté, sintiendo que mi conversación
reciente con Moore me estaba siendo arrojada a la cara de alguna
manera. Otro chico sexy al que le encantaba ver el mundo y quería dejar
el resto atrás.
—Para ser honesto, más de lo que me gustaría. No veo la necesidad
de irme de Nueva York —dijo con tanta confianza que me dejó
35
boquiabierta. Sus ojos se posaron en mi boca—. ¿Qué dije mal? —
preguntó, intentando retractarse de su declaración—. Solo quise decir
que… —Se detuvo en seco cuando lo interrumpí agitando mi mano en el
aire.
—Nada. Solo estoy muy, muy de acuerdo. Y estaba empezando a
pensar que estaba loca por sentirme así.
—Nueva York tiene todo en un solo lugar. La gente ni se da cuenta
—empezó a explicar, como si necesitara convencerme. No tenía idea de
que estaba predicando al coro proverbial aquí.
—¡Lo sé!
—Normalmente escribo sobre cosas y lugares de los que otras
personas no hablan. Me gusta llamar la atención sobre los lugares que
marcan una diferencia real, ya sea para el propietario o para la
comunidad.
Si antes había pensado que mi curiosidad había despertado, ahora
se ha multiplicado por diez. Y si había pensado que me atraía Jase
Malone hace cinco minutos, no era nada comparado con el deseo que
actualmente recorre mi cuerpo.
—Como, ¿qué?
—Val, mañana todas tus preguntas serán respondidas. Lo
prometo.
Mi cuerpo se calentó y hormigueó. Ya no era el alcohol. Era él.
—Entonces, ¿probablemente debería volver a mi habitación y
descansar? —lo dije como una pregunta porque tenía miedo de que si no
me iba pronto, podría terminar bebiendo tanto que tendría que llevarme
a mi habitación.
Todos sabíamos lo que sucedería después: le rogaría que se
quedara. Diría que no al principio, porque era un caballero, por supuesto,
pero no aceptaría un no por respuesta. Tendríamos sexo que sería tan
deliciosamente alucinante, pero lo olvidaría todo por la mañana. No
porque mi mente hubiera volado, sino porque el alcohol me hubiera
vuelto olvidadiza. Y olvidar algo así sería un crimen para las mujeres de
todo el mundo.
¡Y no iba a acostarme con este hombre y luego olvidarlo!
Eso era absolutamente inaceptable. Si tenía una aventura con Jase 36
este fin de semana, planeaba recordar cada detalle sórdido, para poder
reproducirlo una y otra vez cada vez que necesitara inspiración.
—Te veré en el vestíbulo a las ocho y media —dijo. No hubo
discusión ni desacuerdo.
—Ocho y media —dije con un gesto de aprobación.
—No comas primero —ordenó.
Saqué un billete de veinte de mi bolso y lo puse encima de la barra.
—Por mis bebidas —mencioné antes de que comenzara a quejarse,
empujándolo hacia mí—. O dáselo como propina extra. —Asentí hacia el
camarero en el otro extremo de la habitación.
Jase exhaló y pareció ligeramente derrotado. No le gustó que
pagara por las cosas, y estaría condenada si eso no me excitó aún más.
—Hasta mañana, Val.
—Hasta mañana, Jase. Buenas noches. —Giré sobre mis tacones
y me alejé, sintiendo su mirada en mi espalda. Una mujer sabía cuándo
estaba siendo observada, y me aseguré de agregar un balanceo en mis
caderas para darle algo extra para mirar.
Jase, ¿quieres verme alejarme? Te daré algo para ver.
Estar en modo vacaciones trajo un tipo nuevo de audacia en mí que
pensé que solo guardaba para la tienda. Tomar riesgos por mi negocio me
parecía fácil. Haría lo que fuera necesario para asegurarme de que mi
floristería no solo sobreviviera, sino que también prosperara.
Tomar riesgos con mi corazón y mi cuerpo siempre era la decisión
más difícil. Siempre había jugado a lo seguro. Sin mencionar el hecho de
que habían pasado años desde que estuve soltera, pero Jase Malone
parecía valer la pena el riesgo. Incluso si solo era por el fin de semana,
tendría una gran historia para mantenerme caliente en esas noches frías
de invierno en casa.
37
Deslizando una última capa de rímel en mis pestañas, revisé mi
reflejo en el espejo del baño con adornos dorados. El agua aquí había
hecho que mi largo cabello castaño y generalmente grueso se viera un
poco plano, así que rocié un poco de sal marina en él para darle textura
y cuerpo. Pareció funcionar, y agarré mi abrigo, la llave de la habitación
y el bolso de mano antes de salir por la puerta.
Anoche terminé pidiendo servicio a la habitación después de
sumergirme en la tina y permitir que mis fantasías con Jase tomaran el
control. Jase de Ensueño fue un amante atento, experto en todo lo
relacionado con la lengua y los dedos. Me devoró como si su vida
dependiera de ello y me folló hasta dejarme sin sentido. Antes de darme
cuenta, había llegado al clímax, mis dedos entrando y saliendo de mí a
medida que gritaba su nombre y gemía en mi baño, que de otro modo
estaría vacío. 38
Al entrar en el cálido vestíbulo acogedor, intenté deshacerme de
todos los pensamientos clasificados como X, sintiendo que Jase no solo
podía leerme como un libro, sino que sabía que también me delataría.
Pero todo eso salió volando por la ventana al momento en que lo vi cerca
de la enorme chimenea de piedra blanca, con un gorro cubriendo sus
cabellos oscuros. ¿Cómo un hombre podía verse tan bien con jeans
sencillos y una chaqueta negra? Era francamente follable sin siquiera
intentarlo.
Sus ojos azules se clavaron en los míos, como si hubiera dicho mis
pensamientos en voz alta, y traté de luchar contra el sonrojo que sabía
que estaba subiendo por mis mejillas. No se quedó quieto y esperó a que
lo alcanzara como lo haría la mayoría de la gente. No. Al segundo en que
Jase me vio, su cuerpo se movió, casi involuntariamente, en mi dirección.
En realidad, los dos nos dirigimos el uno hacia el otro como si una cuerda
invisible nos uniera.
—Buenos días, Val. Te ves hermosa —dijo con un brillo travieso en
sus ojos que no pude leer. Antes de que pudiera analizarlo demasiado,
agarró la parte posterior de mi cuello y me atrajo para besarme.
OH DIOS MÍO.
Jase me estaba besando.
Y era jodidamente seguro que le estaba devolviendo el beso.
Mi boca se abrió para él como si lo quisiera allí, como si sus labios
pertenecieran a los míos y en ningún otro lugar. Y cuando su lengua
presionó contra la mía, juro que mis piernas se sintieron como si fueran
a rendirse y dar por terminado el día. ¿Cómo se podía esperar que se
mantuvieran en pie cuando me estaba besando así?
Mis dedos se clavaron en sus hombros para mantener el equilibrio.
Gimió en mi boca, sus dientes tirando de mi labio inferior cuando se
apartó con un sonido hueco.
—Primero, solo quería sacar eso del camino —dijo, su tono
arrogante, confiado y jodidamente caliente.
—Ah, ¿entonces me estás diciendo que eso habría sucedido en
algún momento? —Finjo cuestionar su juicio solo para llevarle la
contraria.
—Tú y yo sabemos que lo habría hecho. —Su tono no dejó lugar a
discusión. De todos modos, no habría tenido sentido. Tenía razón. Ambos
39
lo sabíamos.
Y me alegré de que lo hubiera hecho. Ahora, podríamos hacerlo
más.
—Vamos.
Tomó mi mano y me sacó por la puerta giratoria hacia el aire frío
de la mañana, y lo acompañé a ciegas y de buena gana. Supuse que
podría seguir a ese hombre a cualquier lugar que me pidiera.
En lugar de cuestionar mi juicio como frívolo e inseguro, me
convencí de que estaba siendo aventurera y en realidad estaba viviendo
un poco por una vez. Después de todo, anoche lo había buscado en línea
después de que nos conocimos, y era exactamente quien dijo que era.
Sabía dónde trabajaba y escaneé algunos de sus artículos antes de
buscarlo en todas las plataformas de redes sociales en las que pude
encontrarlo. A todos los efectos, Jase Malone parecía bastante normal. Y
soltero.
Sin embargo, para estar seguros, decidí enviarle un correo
electrónico a Karina, haciéndole saber que planeaba pasar el día con él.
Adjunté toda su información personal que había acumulado en línea,
incluyendo enlaces y capturas de pantalla de imágenes. Ya sabes, en caso
de que Jase Malone aparentemente normal fuera todo lo contrario y
desaparecía y nunca más se sabría de mí.
—¿Estás bien? —preguntó, y yo asentí.
Me deleité con la sensación de mi mano en la suya, incluso a través
de los guantes. Su agarre firme, apretado, y me gustó sentir que se estaba
aferrando a mi vida… a mí. Cuando miré nuestras manos enguantadas,
mi interior se calentó y un hormigueo que no había sentido en años me
recorrió.
El valet trajo un todoterreno hacia nosotros antes de estacionar el
vehículo y bajarse.
—¿Condujiste hasta aquí?
—Prefiero tener un auto cuando estoy en una misión. De esa
manera, puedo ir a dónde quiera, cuándo quiera, y no estoy limitado en
mis opciones —explicó mientras me abría la puerta del pasajero y me
ayudaba a entrar.
Todo un maldito caballero. Como si necesitara que me gustara más.
Las rejillas de ventilación estaban arrojando aire frío en ese 40
momento, así que las cerré antes de presionar el botón para encender la
calefacción de mi asiento. Jase saltó adentro y se estremeció.
—Está jodidamente frío aquí dentro —maldijo antes de mirarme,
sus ojos disculpándose por el lenguaje a pesar de que no podría haberme
importado menos. Ingresó una dirección en el GPS del vehículo, presionó
Entrar y vi que el mapa cobró vida.
Su mano se estiró sobre la consola central y encontró mi muslo
antes de descansar allí, sus dedos clavándose en mi piel. Los guantes ya
no estaban, y me gustaba la forma en que quería tocarme todo el tiempo.
Me hacía sentir querida, y me di cuenta de que no me había sentido así
en mucho tiempo. Deseada. Sexy. Importante.
Jase me había hecho sentir más en veinticuatro horas de lo que
Moore me había hecho sentir en los últimos dos años. El primer año
había sido diferente. Pero también éramos jóvenes y nos consumimos el
uno al otro antes de salir al mundo real.
Jase sacó el auto de la rotonda frente al hotel y lo llevó a la calle
principal.
—Entonces, ¿hacia dónde vamos primero? —pregunté con una
sonrisa mientras la emoción hormigueaba bajo mi piel. Las posibilidades
de hoy parecían infinitas. O tal vez así era cómo se sentía estar con Jase.
—Al salón más antiguo de la ciudad. —Sonrió antes de agregar,
como si leyera mi mente—: No te preocupes; hay comida allí.
—Gracias a Dios. Me muero de hambre, y me dijiste que no
comiera. —Puse mi mano sobre la suya y nuestros dedos se entrelazaron.
¿Alguna vez me he sentido tan en paz, tan contenta?, me pregunté. En
lugar de entrar en mi cabeza, me relajé, disfrutando de las vistas
espectaculares que me rodeaban—. Entonces, cuéntame de este salón.
Jase me miró por solo un segundo antes de volver a concentrarse
en la carretera, deteniéndose solo para escuchar el sistema de navegación
ladrando órdenes cada pocos minutos.
—No sé mucho al respecto. Como dije, esta no era mi asignación, y
no tuve mucho tiempo para investigar antes de llegar aquí. Randy, mi
compañero de trabajo lesionado, programó esta reunión con anticipación,
así que no pude cancelarla. Tiene un estilo de reportaje muy diferente al
mío.
—¿A qué te refieres? —pregunté, deseando que continuara, que me
contara sobre su estilo y en qué se diferenciaba del de su compañero de
41
trabajo lesionado.
—Me refiero a que, encontrar el salón más antiguo de la ciudad es
algo sobre lo que Randy escribiría —exhaló.
De alguna manera sonaba decepcionado, y no lo entendía.
—¿Qué tiene de malo? Creo que suena estupendo. Genuino —digo,
sin ver el problema.
El bar más antiguo de la ciudad, con tanta historia que
probablemente brotaba de la madera con la que había sido hecho, sonaba
increíble. Y como turista, era algo que definitivamente querría ver y
experimentar, si supiera sobre ello, claro está.
—Nada, pero apuesto a que todos los escritores de viajes que han
venido aquí han escrito sobre eso. Y no digo que no merezca la atención,
pero... —me miró—, creo que deberíamos hablar de los lugares sobre los
que aún no se ha escrito. Las cosas en las que no pensarías.
Sus palabras se hundieron en mis huesos y se asentaron en algún
lugar muy adentro. Entendía totalmente lo que estaba diciendo y ni
siquiera podía encontrar en mí para discutirlo. Tenía un punto.
—¿Eso tiene algún sentido? —preguntó, confundiendo claramente
mi silencio con algún tipo de juicio.
—Completamente —dije, mi tono serio a medida que apretaba su
mano en la mía. Él apretó en respuesta.
—Me gusta centrarme en las cosas que ejecutan o diseñan los
lugareños que realmente viven en el área. Lo último que quiero hacer es
escribir sobre el tipo de lugares que están respaldados por mucho dinero.
No necesitan la publicidad adicional. Por lo general, la familiaridad de su
nombre les brinda toda la ayuda que necesitan. Pero las empresas
pequeñas no tienen ese lujo. Especialmente las empresas pequeñas en
los pueblos pequeños.
Sentí como si este hombre hubiera abierto mi mente y estuviera
mirando dentro de todos mis pensamientos y opiniones. Tenía
exactamente los mismos sentimientos cuando se trataba de mi floristería
pequeña en comparación con las grandes corporaciones de descuento de
cupones en línea.
—Lo entiendo. Lo entiendo totalmente. ¿Cómo te volviste tan
apasionado por las empresas pequeñas?
Su pulgar se frotó contra mi piel, moviéndose en un movimiento
42
perezoso de arriba abajo. Sentía cada movimiento que su piel hacía
contra la mía.
—Mis padres tenían una joyería pequeña. Pero una vez que la gran
tienda se mudó al final de la calle y vendió cualquier cosa que cualquiera
pudiera necesitar o desear, mis padres no pudieron seguir el ritmo. No
pudieron igualar los precios, y aunque el vecindario quiso apoyar a mi
familia y mantenerlos en el negocio, no tenía sentido que pagaran el doble
por el mismo producto. Perdieron la tienda, y eso les rompió el corazón.
También el mío.
Mi propio corazón dolió en mi pecho de solo escuchar esa historia.
Me imaginé lo que debe haber sido para él ver a sus padres perder todo
por lo que habían trabajado tan duro. Y luego me imaginé cómo sería si
eso me sucediera a mí y a mi tienda. Estaría más que devastada. Más
que destruida. No me quedaría corazón.
—Lo siento, no quise ponerme tan deprimente.
—No lo hiciste. Y respeto lo que estás haciendo. Como dueña de un
negocio propio, sé que es realmente difícil competir, y puedo imaginar lo
frustrante que debe sentirse ser pasado por alto continuamente si,
digamos, eres el segundo salón más antiguo de Vail —dije con una risita
leve—, en lugar del primero.
—Sabes, nunca te pregunté a qué te dedicabas —mencionó
casualmente, y sabía que esta pregunta vendría.
Dudé por solo un segundo antes de soltar, un poco demasiado
emocionada:
—¡Soy dueña de una floristería! —Sentí que la sonrisa ocupó todo
mi rostro. Me encantaba lo que hacía. Estaba orgullosa de ello, vivía para
ello y me negaba a perderlo.
—Ah, ¿sí? ¿En serio? —Su rostro también se iluminó, como si
estuviera sorprendido e impresionado, todo en uno.
—En serio. Ya van tres años.
—Val, eso es impresionante. ¿Es exitosa? —Me dio una mirada
extraña antes de agregar—: Lo siento, eso fue grosero. Solo quería decir,
¿es difícil competir con las floristerías de renombre y los sitios en línea?
Negué con la cabeza.
—Sí, y no. Lo único que tienen que yo no es dinero a gran escala.
Lo que significa que tienen la capacidad de ejecutar grandes campañas
43
de marketing y promoción que no puedo permitirme ejecutar. Pero
también son a nivel nacional, y yo no. Así que, en esencia, compiten con
todas las floristerías de todos los estados, y yo solo compito a nivel local.
Nunca podrán proporcionar el tipo de servicio al cliente personalizado
que yo puedo. Creo que hay algo especial en conocer a tus clientes por
su nombre y tener una tienda real a la que puedan entrar, de modo que
puedan ver y escoger sus flores en lugar de ver fotos en línea.
—Fotos que terminan sin parecerse en nada a las flores reales que
se entregan —agregó con el ceño fruncido.
—¡Exactamente! Quiero decir, ¿quién ofrece girasoles todo el año?
Ni siquiera es posible. Pero la gente no sabe eso. Piensan que si hay una
foto con girasoles, entonces eso es lo que están enviando. Pero, hola, los
girasoles no crecen en invierno.
Jasé se rio. Fue profundo, gutural y masculino.
—Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que acabas de decir.
Especialmente sobre los girasoles. Tal vez convenza a mi jefe para que me
deje escribir un artículo sobre tu tienda.
Solté una risa incómoda.
—Ah, claro. Estoy segura de que a tu gran revista elegante no le
importa mi diminuta tienda local.
Empecé a ponerme nerviosa. Fuera lo que fuera lo que había entre
nosotros, solo duraría el fin de semana. Al menos, eso era lo que había
asumido, y eso era lo más lejos que mi cerebro me había dejado ir en la
fantasía. Que él hablara de escribir sobre mi tienda significaba que
volveríamos a vernos. De vuelta en casa. En el mundo real. Ni siquiera
estaba segura de que eso fuera lo que quería.
¿Estaba lista para volver a saltar a algo? Había estado soltera, como
por, dos segundos. Tal vez Jase solo estaba intentando ser amable, y ni
siquiera estaba pensando en nada de esto como yo.
—¿Qué está pasando en esa cabeza tuya? —interrumpió mi ruido
interno y preguntó.
Le lancé un pequeño ceño fruncido.
—¿Quién dice que pasa algo? Tal vez soy un lienzo en blanco. Aquí
no pasa nada. —Golpeé un lado de mi cabeza como si fuera de madera.
—Haces una mueca cuando estás perdida en tus pensamientos —
44
mencionó casualmente, como si eso no fuera algo que la mayoría de la
gente tardara meses en darse cuenta.
Pero estaba aprendiendo rápidamente que Jase no era la mayoría
de la gente.
Y no tenía ni idea si me gustaba o no.
Después de reunirnos con los propietarios del primer salón
original, pasamos el resto de la tarde yendo a varias tiendas de una lista
que Jase había hecho, que estaban fuera de lo común. Mientras lo
observé, entendí lo que Jase había querido decir. Hizo preguntas que la
mayoría no pensaría, y supe que estaba buscando el ángulo correcto para
su escritura. El tipo correcto de gancho que haría que las personas de
hecho quisieran salir de su camino y dejar su resort para visitar estos
lugares.
Hizo preguntas personales, aprendió su historia y, cuando nos
fuimos, me sentí comprometida con cada dueño que conocimos. Me
importaba su éxito. Quería que tuvieran éxito.
Jase hizo eso. Él me había hecho sentir de esa manera.
—En serio eres bueno en esto —le dije a medida que subíamos al 45
auto, mi nariz sintiéndose como si fuera a caerse. Tenía tanto frío.
Sus ojos azul acero miraron a través de mí mientras se inclinaba
sobre la consola central y besaba mis labios. Cada vez que hacía eso,
sentía una sacudida de sorpresa atravesarme. Él era estimulante.
—¿Bueno en qué? Y no estoy buscando un cumplido. En realidad,
estoy preguntando.
—Eres bueno haciendo que la gente se sienta importante. Como
en, importa lo que hacen. Hiciste que esos dueños se sintieran valorados.
Y me hiciste querer apoyarlos —expliqué a medida que se quitaba el gorro
y se pasaba los dedos por su cabello despeinado—. No todo el mundo
puede hacer eso.
Juraría que lo vi comenzar a sonrojarse, y me pregunté si de alguna
manera lo había avergonzado.
—Gracias. Eso significa mucho. —Sonó tan sincero.
—¿Sabes sobre lo que vas a escribir? —pregunté mientras
navegaba por las carreteras de regreso a nuestro hotel.
—Aún estoy trabajando en ello. Creo que sí. Solo quiero reafirmar
algo. —Me miró por un segundo rápido—. ¿Te animas a caminar por las
tiendas del hotel?
No era como si tuviera algo mejor que hacer que pasar más tiempo
con este hombre sexy.
—Definitivamente —dije, sonando entusiasta, y su rostro se
iluminó.
—Bien. Entonces, tal vez podamos cenar en uno de los lugares más
turísticos y ver cómo se compara con el lugar donde acabamos de estar
—indicó.
—De hecho, estoy interesada en ver cómo las tiendas alrededor de
nuestro hotel contrastan con las que están más lejos —comencé a
explicar—. Siento que las tiendas del resort serán… —Hice una pausa
por un segundo mientras elegía la palabra correcta—, ¿más elegantes?
¿Burguesas? ¿Más snob? —Agregué con una risa—. Eso suena grosero,
pero no es lo que quiero decir.
—No, lo entiendo. No creo que te equivoques.
Dejamos el auto de Jase en el valet y salimos, listos para explorar
un poco más. Jase se acercó a mi lado y me rodeó con un brazo sin 46
preguntar. Me abrazó de esa manera mientras nos dirigíamos a la avenida
principal de tiendas. En lugar de alejarme o hacerle una broma
inteligente, me incliné hacia su cuerpo, gustándome la forma en que su
brazo se sentía a mi alrededor. Como si perteneciera allí. Con él.
—Siento que estamos en otro país —dije a medida que miraba el
estilo de las tiendas.
—Lo sé. Es muy europeo.
—¿Has estado en Europa? —pregunté, asumiendo que lo había
hecho. Después de todo, era un escritor de viajes. Mientras esperaba su
respuesta, las punzadas de dolor que esperaba sentir, sabiendo que
Moore me había dejado por Londres, nunca llegaron. Si había pensado
que podría despreciar todas las cosas de Europa por su culpa, me había
equivocado.
—He estado en todas partes —respondió a pesar de que era una
especie de no respuesta.
—¿Cuál es tu lugar favorito?
Contuvo el aliento a medida que miraba hacia el cielo mientras
avanzábamos lentamente. Supuse que Jase gritaría su respuesta antes
de convencerme de por qué también debería ir allí. Pero se quedó
pensativo y callado, como si le hubiera hecho la pregunta más difícil del
mundo.
—En realidad, no lo sé —dijo finalmente.
—¿En serio? ¿Por qué?
—Porque cada lugar en el que he estado es muy diferente. Los he
amado a todos por varias razones.
—Dame un ejemplo —insistí, queriendo escuchar más de la forma
en que pensaba.
Sonrió a medida que me miraba por solo un segundo.
—Está bien. Por ejemplo, París fue mi primera asignación en el
extranjero, así que tengo debilidad por ella. No es necesariamente mi
favorita, pero como fue la primera, está llena de recuerdos gratos. Pienso
en París y sonrío.
—Todo lo que dices suena como un sueño —dije antes de sentirme
un poco ingenua y deseando poder retractarme del pensamiento.
—Eso me gusta. —Desenvolvió su brazo de mí y tomó mi mano en 47
su lugar—. Viajar es como un sueño. Podría poner eso en mi artículo.
Entremos aquí.
Señaló una joyería, y casi me fallan las piernas. Hablando de
desencadenantes. Mi respiración comenzó a acelerarse rápidamente, y
antes de que me diera cuenta, estaba doblada por la cintura, Jase
frotando círculos en mi espalda, diciéndome que respirara.
—Lo siento —dijo—. No estaba pensando.
—No. —Desestimé sus palabras a medida que tomaba dos
respiraciones más y luego me erguía completamente—. No tenía idea de
que eso sucedería. Me siento estúpida.
—No digas eso —espetó—. El idiota de tu novio rompió contigo en
lugar de proponerte matrimonio. Es casi el día de San Valentín. Por
supuesto, una joyería fue una mala idea de mi parte.
Tragué pesado cuando mi respiración comenzó a nivelarse.
—De todos modos, ¿por qué quieres entrar allí? —pregunté porque
¿qué tipo en su sano juicio querría entrar en una maldita joyería días
antes de San Valentín?
—Tienen una historia por aquí sobre unos osos de oro. Esta es la
tienda original que los fabrica, y Vail lo adoptó como su símbolo. Quería
verlos en persona —explicó con calma, y debí haber sabido que tenía una
razón lógica para querer entrar.
—¿Osos de oro? Estoy intrigada. —Empecé a animarme. No tenía
idea de qué era un oso dorado, pero estaba lista para descubrirlo—. ¿Qué
estás esperando? —Le lancé una mirada antes de dirigirme a través de la
única puerta de vidrio, la campana tintineando como en mi florería en
casa.
Jase me siguió de cerca, azotando mi trasero juguetonamente
mientras entraba. Estábamos demasiado cómodos el uno con el otro para
ser extraños. Pero cada vez que comenzaba a sentir que éramos más que
amigos, me recordaba que nos acabábamos de conocer y que esto era
una aventura de fin de semana. Tan pronto como el pensamiento cruzó
por mi mente, recibí un mensaje de texto de Karina.
Preocupada de que algo anduviera mal en la tienda, lo abrí
rápidamente y me disculpé en un rincón de la joyería. Debí haberlo
sabido.
Karina: #1: ¿Estás viva? 48
Karina: #2: Por favor, dime que has tocado su pene porque DIOS
MÍO, Val, después de investigarlo y leer sobre él en línea, quiero tocar su
pene. TÓCALO. ¡PONLO EN TU BOCA!
Juraría que mi cara se puso roja como una remolacha mientras
levantaba la vista para asegurarme de que nadie pudiera leer sus
palabras por encima de mi hombro.
Yo: No ha habido contacto con el pene. ¿Cómo está la tienda?
Karina: ¿A quién le importa la tienda? (UGH, está bien.) Háblame de
su pene. O esos labios. Quiero decir, por favor dime que estás follando para
sacar a Moore de tu sistema mientras me siento aquí y cuento los minutos
hasta que regreses, dándome cada detalle sórdido. ¡¡¡Necesito esto,
Valerie!!!
Ooh, usó mi nombre completo. Eso significaba que Karina hablaba
en serio. Me reí.
Aparte de las pocas veces que Moore había surgido en la
conversación, rara vez se me había ocurrido desde que había estado aquí.
Pensé que era extraño, para ser honesta. Diablos, todo este fin de semana
había sido raro. Viniendo aquí al último minuto, conociendo a Jase,
sintiendo que lo conocía desde siempre cuando solo habían pasado unas
veinticuatro horas.
Había una parte pequeña de mí que sentía que todo esto se iba a
derrumbar a mi alrededor. Tal vez no había estado afligida por Moore y
la muerte de nuestra relación porque me había distraído con Jase. Y no
estaba segura de lo saludable que era eso. ¿Simplemente estaba
esperando mi momento antes de que la realidad de lo que había perdido
me golpeara como una ola rebelde y me hundiera?
—¿Todo bien? —preguntó Jase, y casi salté, olvidando que no
estaba sola con mis pensamientos, sino en la esquina de una tienda muy
concurrida.
—Sí, lo siento. Era mi compañera de trabajo en la tienda. —Agité
mi teléfono frente a su rostro antes de guardármelo en el bolsillo e ignorar
el último mensaje de texto de Karina.
—¿La tienda va bien? —Estaba realmente preocupado. Jase se
preocupaba por el bienestar de mi tienda.
—Sí. Solo estaba viendo cómo estaba —respondí, esperando que
mis mejillas no estuvieran aún sonrojadas. 49
—Ven aquí. Quiero mostrarte esto. —Volvió a tomar mi mano, como
lo había hecho mil veces antes, y me atrajo hacia un mostrador en la
parte de atrás, donde esperaba una mujer.
—Ahí está —dijo la señora cuando la alcanzamos—. Ustedes dos
hacen una pareja encantadora. —Sus ojos prácticamente centellearon
cuando nos miró.
Antes de que pudiera discutir o decir que no estábamos juntos,
Jase respondió con un simple “Gracias”, y juro que mi cuerpo helado
comenzó a descongelarse al instante.
—Ella me estaba diciendo que los osos originales se hicieron aquí.
Y había un solo diseño. Ahora, hay muchos, toda una colección, pero el
primer oso dorado es raro. Y las familias aquí pasan el suyo de generación
en generación —explicó, y sentí que la sonrisa en mi rostro se extendió,
solo escuchándolo contar la historia.
—Eso es tan maravilloso —dije a medida que miraba el diseño
sencillo del oso. Me recordaba a algo que podrías ver dibujado en la pared
de una cueva. Pero había tantos estilos y tipos de joyas diferentes, desde
diamantes hasta piedras—. Ese me encanta. —Señalé el collar de oso de
dos tonos. La cadena era de plata, pero los osos estaban hechos de oro.
También tenían un brazalete a juego, pero no podía usar cosas en mis
muñecas en el trabajo; se interponía en el camino de las flores.
—Ese es de nuestra colección más reciente. Es muy popular —dijo
la mujer.
Jase le agradeció su tiempo mientras tomaba algunas fotografías
de piezas específicas y prometía darle crédito a la tienda si las
mencionaba en el artículo. Ella estuvo complacida, aparentemente
sabiendo que él no podía escribir sobre Vail sin mencionar a los osos.
Jase me sostuvo la puerta mientras caminábamos de regreso al frío
y nos detuvimos, planeando qué hacer a continuación. Nueva York
también se ponía helada, pero este era un frío amargo de montaña que
llegaba directo a tus huesos.
—Honestamente, esa era la única tienda que quería ver. ¿A menos
que quisieras hacer algunas compras?
Casi me rio. En realidad, no era una gran compradora. Si
estuviéramos hablando de flores y cosas para la tienda, estaba totalmente
a favor y podría pasar demasiadas horas haciendo eso. Pero comprar para 50
mí no era realmente lo mío.
—Estoy bien. Quiero regalarle algo a mi mejor amiga y a mis
empleados, pero puedo buscarlo en la tienda de regalos del hotel.
No estaba segura de qué tenían las tiendas de regalos de los
hoteles, pero me encantaban. Tenían exactamente lo que necesitabas
cuando buscabas gemas locales para llevar a casa.
—Hablando de eso —comenzó a decir Jase a medida que me miraba
a los ojos—, sé que dije que debíamos ir a comer a un lugar más turístico,
pero ¿qué piensas de volver al hotel para cenar y tomar algo?
Me sentía extasiada solo porque él estaba tan cerca de mí.
Me puse de puntillas y le di un beso en la boca.
—Creo que es una gran idea. Vas a escribir del hotel, ¿verdad? —
pregunté, y él asintió—. Bueno, entonces, tenemos que comer allí, así
puedes incluir la comida en tu artículo. Ya sabemos que las bebidas son
fabulosas —añadí con una sonrisa—. ¡Y podemos visitar la tienda de
regalos! —dije con demasiado entusiasmo que lo hizo reír.
—Val, tengo que decirlo, no quiero alejarme de tu lado ni por un
puto segundo, pero estoy cansado de cargar con mi equipo de cámara.
Quiero dejarlo en mi habitación y darme una ducha rápida. ¿Te importa?
¿Qué acaba de decir? Querido dulce Niño Jesús. Contrólate, Val.
Estás bien. Nada que ver aquí.
—No. Eso suena celestial. De hecho, me estoy congelando. ¿Por qué
hace mucho más frío aquí que en casa?
—Hay cero humedad —dijo con naturalidad antes de envolverme
en sus brazos y regresar a nuestro hotel.
El calor golpeó mi cuerpo una vez que cruzamos las puertas, y sentí
que mis hombros se relajaron. No me había dado cuenta de lo tensa que
me estaba poniendo el frío. Vi la tienda de regalos y me obligué a no correr
hacia ella. Aún tenía tiempo de visitarla y conseguir los regalos perfectos
para mi personal antes de irme.
—¿Te veré en treinta? No puedo esperar más que eso. —Jase dejó
un beso en mi mejilla antes de presionar el botón del ascensor.
—¿Nos vemos aquí? —pregunté, sintiendo que estaba a punto de
embarcarme en una especie de primera cita.
—Estaré esperando —respondió, antes de que las puertas se
51
abrieran, y entrara... sola.
—¿No vienes?
—Estoy en el primer piso. —Asintió levemente hacia la derecha, y
articulé, Ah—. Treinta minutos, Val. O iré a buscarte.
Las puertas se cerraron mientras los nervios desgarraban mi
cuerpo con anticipación. Me pregunté brevemente lo que me depararía el
resto de la noche cuando entré en mi habitación y cerré la puerta detrás
de mí. Definitivamente consideré acostarme con él a medida que elegía
mi par más lindo de sujetador y bragas a juego y me los ponía.
No sabes lo que te espera, Jase Malone.
Bueno, maldición. Hice todo lo posible para asegurarme de que
Jase se quedara boquiabierto en cuanto me viera, pero prácticamente me
tropecé con la lengua al verlo. Se había vestido para mí. Al menos, supuse
que era para mí. El hombre era un festín, y yo estaba buscando un
bocado.
—Te ves deslumbrante —dijo, envolviendo su mano en mi cabello
y pasando sus dedos por él. Recé para que no se atascaran.
—Te ves lo suficientemente bien como para devorarte —dije,
esperando no estar babeando a medida que me mordía el labio inferior.
Se inclinó hacia mí.
—Creo que se supone que debo decirte eso.
En primer lugar, ni siquiera estaba segura de por qué había 52
empacado el vestido rojo que estaba usando, pero estaba agradecida de
haberlo hecho.
—Ah, señor Malone. Su mesa está lista —dijo la anfitriona de la
noche anterior tan pronto como estuvimos a la vista.
Caminamos hacia una mesa privada para dos, y noté las tres rosas
grandes puestas en el centro. Estaban perfectamente podadas, sin una
espina natural a la vista. Los retoños eran tan grandes como mi puño y
el color era el blanco más puro que jamás hubiera visto. Parecían nieve.
—Estas son impresionantes —dije mientras me inclinaba hacia
adelante para respirarlas.
—Me alegra que te gusten. Tenía un poco de miedo de que no
estuvieran a la altura de tus estándares —dijo Jase a medida que miraba
alrededor de las otras mesas, notando que no había otras rosas puestas
como centros de mesa.
—¿Tú las conseguiste?
Él asintió.
—Lo hice.
—¿Cómo? —pregunté, seriamente impresionada.
Moore nunca me había regalado flores. Dijo que no tenía sentido
conseguirle a la dueña de una floristería… más… flores. Que él nunca
podría elegir algo que fuera lo suficientemente bueno cuando criticaba
todas las demás flores que no eran de mi tienda.
Siempre pensé que era la excusa más absurda del mundo, pero dio
exactamente el mismo discurso tantas veces a lo largo de los años que
finalmente le creí. Pero que montón de jodida mierda. Nunca me compró
flores porque no quería. Además, podría haberle pedido a Karina que
comprara algunas, y tampoco lo había hecho nunca.
—Tuve ayuda. —Dio una sonrisa suave en dirección a la anfitriona.
—Creo que podrías ser bueno en todo este asunto del hotel y el
romance —dije, alcanzando su mano por encima de la mesa y
tomándola—. Gracias. En serio. Son preciosas.
—Quiero decir algo como que, no son tan hermosas como tú, pero
eso suena cursi, incluso en mi cabeza.
El calor subió por mis mejillas, y supe que me estaba sonrojando…
otra vez. Jase despertaba en mí más sentimientos de los que había
sentido en años por cualquier otra cosa que no fueran flores.
53
—De hecho, es dulce.
Cada uno de nosotros pedimos bebidas diferentes a las que
habíamos tomado la noche anterior (por el bien de la investigación, por
supuesto) y cuando llegaron, fueron tan impresionantes visualmente
como las demás.
Tomé un sorbo tentativo antes de que mis ojos se abrieran del todo.
—Está muy bueno —dije, y Jase agitó su vaso con cuidado antes
de inhalar el aroma y tomar un sorbo pequeño.
—También el mío. —Asintió antes de lamerse los labios.
Después de mirar el menú durante el tiempo suficiente para que
nuestro mesero se detuviera dos veces, preguntando si estábamos listos,
aún no tenía idea de qué pedir. Todo sonaba tan bien; quería probarlo
todo.
—¿Estás teniendo problemas? —preguntó Jase, y levanté la mirada
para verlo observándome con una sonrisa en su rostro.
—¿Cuánto tiempo has estado mirándome? —Enterré mi rostro,
avergonzada de no poder tomar una decisión.
Su mano tomó la mía y tiró de ella, quitándome la capacidad de
esconderme.
—Permíteme —dijo.
Le di una mirada.
—¿Qué permito?
—Permíteme ordenar por los dos —sugirió, sonando confiado.
Me encontré gustándome demasiado la idea de que él eligiera mi
comida. Era una oferta de la vieja escuela, incluso arcaica, pero por
alguna razón, se sintió más romántico que cualquier otra cosa.
Doblando mi menú por la mitad y colocándolo frente a mí con una
sonrisa, acepté:
—Sí. Tú eliges. Como de todo.
Sonrió y volvió a abrir su menú para echar un último vistazo antes
de atraer al mesero. Procedió a pedir por los dos como si fuera un cliente
habitual aquí, aunque ambos sabíamos que no lo era. El mesero le dijo
que eran excelentes opciones antes de irse a toda prisa.
54
—Por un fin de semana inesperado —dijo Jase, levantando su copa
hacia mí.
Alcancé la mía y lo choqué contra la suya, repitiendo sus palabras:
—Por un fin de semana inesperado.
Ambos sorbimos nuestras bebidas al mismo tiempo, luchando
contra las sonrisas a medida que lo hacíamos. Esperaba que el líquido
no goteara por mi boca mientras miraba sus ojos azules y tragaba.
—Estas bebidas son tan jodidamente buenas —prácticamente gemí
de placer.
—Están totalmente a la par con algo que podríamos tener en casa.
—Solo en los bares hípsters. —Levanté un dedo en objeción, y soltó
una risa áspera.
—Es cierto, es cierto. —Sonrió—. Val. —Mi nombre sonaba como
terciopelo cada vez que lo decía: suave y sensual.
—¿Sí?
—Dime qué salió mal en tu relación. —Cruzó las manos y apoyó la
barbilla en ellas—. Quiero decir, sé que no te he conocido mucho tiempo,
pero no lo entiendo.
—¿Qué no entiendes? —Me ericé un poco.
—¿Por qué alguien te dejaría después de tres años? Eso es
suficiente para saber si quieres o no casarte con alguien. ¿No lo viste
venir?
Me eché hacia atrás, mi garganta sintiéndose constreñida a medida
que Jase me obligaba a pensar en cosas que aún ni siquiera me había
tomado el tiempo de analizar por mi cuenta.
—No lo vi venir —respondí, un poco a la defensiva porque esa
pregunta en particular me hacía sentir estúpida.
—Val, no estaba intentando molestarte —dijo, y comprendí que se
sentía mal.
—Lo sé. —Tomé otro sorbo de mi bebida. Tal vez por la confianza o
la soltura que el alcohol me haría sentir eventualmente, no estaba segura
de cuál—. Siento que debí haber visto que en realidad no estábamos
creciendo juntos tanto como lo hacíamos solos.
55
—¿Qué quieres decir?
—Ambos estábamos enfocados en nuestras metas profesionales.
Quiero decir, siempre lo habíamos sido. Incluso en la universidad —
expliqué—. Había sido así durante tanto tiempo que no me di cuenta de
que no estábamos intentando avanzar como pareja tanto como lo
hacíamos como individuos. —Negué con la cabeza—. ¿Eso tiene sentido?
—pregunté, mis pensamientos mezclándose dentro de mi cerebro.
—Lo hace. —Asintió—. Y lo entiendo.
Me di cuenta de que le había estado contando a Jase mucha
información personal sobre mí, pero no sabía nada de su pasado.
—¿Y qué hay de ti?
—¿Qué hay de mí?
—¿Has estado casado alguna vez? —No estaba segura de por qué
había hecho esa pregunta en particular en lugar de algo más fácil, pero
ya estaba fuera de mi boca.
Jase se bebió el resto de su bebida.
—De hecho, una vez estuve comprometido.
Intenté reprimir mi sorpresa, pero sabía que estaba escrita en mi
rostro.
—¿En serio? ¿Fue reciente? —Odiaba pensar que lo era. Y no tenía
por qué sentirme así, toda celosa y competitiva. Jase no había sido mío
entonces. Y ahora no era mío.
—No. —Sacudió la cabeza—. Éramos jóvenes. Fui estúpido.
Ingenuo. Un idiota de verdad. Gracias a Dios no lo hicimos.
—¿Cuántos años tenías? —pregunté, terminando también el resto
de mi bebida, justo cuando aparecieron dos nuevas.
—Diecinueve.
—¿Qué? —espeté prácticamente.
—Lo sé. Éramos novios en la secundaria, y era inmaduro. No quería
que se fuera a la universidad, así que hice la idiotez y le propuse
matrimonio.
—¿Le propusiste matrimonio, para que ella no se fuera de la
56
ciudad? —pregunté, sintiéndome algo indignada por ella.
—Sí. Pero sus padres fueron más inteligentes que nosotros y de
todos modos la obligaron a ir a la universidad. Dijo que si lo que teníamos
era real, no teníamos nada de qué preocuparnos.
—Maldición —dije, agradecida por los padres inteligentes y los
niños que realmente los escucharon.
Hubiera sido un error colosal.
—¿Y no ha habido nadie desde entonces? —pregunté, conteniendo
la respiración por su respuesta.
—He salido de vez en cuando. Aunque nada serio. No estoy seguro
de por qué. —Ofreció con un encogimiento de hombros—. Supongo que
viajar y mi trabajo siempre han sido lo primero. Algo así como de lo que
estabas hablando.
—Entiendo. Quiero decir, mi negocio también es lo primero para
mí. Tiene que serlo. Soy la jefa.
Ser la propietaria de una tienda física que también tenía empleados
significaba que era responsable de algo más que de mí. No era solo a mí
a quien tenía que cuidar. Otras personas contaban conmigo para
proveerlos, para asegurarme de que recibieran un cheque de pago dos
veces al mes.
Jase inclinó su cuerpo sobre la mesa entre nosotros, sus labios
moviéndose tan cerca de los míos que pensé que podría besarme.
—¿Llegas a casa por las noches, oliendo a rosas? —preguntó en un
susurro.
Se me escapó una risa.
—Sí, de hecho lo hago.
El mesero se aclaró la garganta, y tanto Jase como yo saltamos en
respuesta cuando comenzó a colocar los platos elegantes frente a cada
uno de nosotros. No me di cuenta de lo hambrienta que había estado
hasta que la comida apareció frente a mí. Devorándolo, no creo que en
realidad dijera una palabra hasta que limpié mi plato.
Había comido literalmente hasta el último bocado.
—Hay algo sexy en una mujer que come de verdad —dijo Jase
mientras se limpiaba la boca con una servilleta.
57
—¿Qué puedo decir? —Me encogí de hombros—. Me gusta la
comida. Después de todo, soy neoyorquina. —Como si eso explicara todo,
pero en realidad en cierto modo lo hacía. Si venías de una gran familia
italiana, lo entenderías. Todo lo que hacíamos era comer.
—Vámonos de aquí —sugirió antes de decirle al mesero que pusiera
el costo de la comida en su cuenta. Abrí la boca para quejarme, pero Jase
levantó una mano firme—. No. Este fue mi regalo.
Todo el día había sido su regalo. Jase no me había dejado pagar ni
una sola cosa, y aunque sabía que las actividades de esta mañana
probablemente serían pagadas a través de su empresa, también me di
cuenta de que esta comida se descontaría de la cuenta corporativa. Había
escuchado a Moore quejarse de eso suficientes veces como para saber de
memoria lo que podía y no podía ser gastado legalmente.
—¿A dónde quieres ir? —pregunté a medida que me levantaba de
mi asiento y ponía una mano en mi barriga demasiado llena.
—A tu habitación. —Tomó mi mano y comenzó a sacarme del
restaurante, llevando el jarrón de rosas blancas con la otra mano.
Lo seguí de buena gana.
58
Con cada paso fuera del restaurante y en dirección al ascensor en
el vestíbulo, comencé a dudar de mí y de mis decisiones. Incluso el
alcohol corriendo por mis venas no estaba ayudando. ¿Qué demonios
estaba haciendo?
No era que no quisiera a Jase.
Lo hacía. En serio, de verdad lo hacía.
Pero se sentía un poco mal. Como si estuviera siendo tonta o
actuando como una adolescente enamorada en lugar de una mujer
sensata que medía todos los aspectos de su vida cuidadosamente. Estaba
saltando demasiado rápido para alguien típicamente tan lógica, alguien
que generalmente tenía miedo de saltar en primer lugar con respecto a
cualquier cosa relacionada con el corazón. Sopesaba los pros y los
contras. A veces, hacía una lista antes de aceptar tener una primera cita. 59
Cuando las puertas se abrieron con un tintineo, Jase me empujó
adentro y presionó su cuerpo contra el mío antes de preguntarme a qué
piso, sus ojos azules observando los míos con atención. Presionó el botón,
su enfoque aún en mí como si fuera su presa y él mi depredador. No tenía
adónde ir, la pared del ascensor deteniéndome cuando se acercó aún
más.
—Val, puedo ver tus ruedas girando. —Su aliento pasó por mis
labios, y me obligué a mantener mis ojos abiertos en lugar de cerrarlos
como querían.
—Es irritante lo fácil que me lees —me quejé.
—Escúchame con mucha atención —comenzó a decir, y miré su
boca, memorizando la plenitud de sus labios—. Sé que normalmente no
te enrollas con hombres extraños.
Intenté reprimir una risa, pero fallé.
—Está bien quererme de la misma manera que te quiero a ti. —
Pasó su mano a lo largo de mi brazo, haciendo que se me pusiera la piel
de gallina—. Está bien sentirse atraída por mí, ceder a lo que tenemos
entre nosotros. No estamos haciendo nada malo. Somos dos adultos
solteros consintiendo esto.
—Lo sé —argumenté, pero aun así, estaba un poco insegura.
—¿En serio? Porque no estoy seguro de que lo hagas.
Por Dios, era una mujer adulta, y era mi cuerpo. Podía hacer lo que
quisiera con él. Nunca lo había hecho. Siempre había estado en
relaciones a largo plazo, y nunca me había descarriado ni engañado.
—Nunca he tenido una aventura de una noche —admití, casi
sintiendo que me había perdido algún rito de paso tácito en la vida.
—Yo tampoco —dijo con una sonrisita.
—Mentiroso —respondí, y él rio.
—Tienes razón. Esa fue una mentira. Pero tampoco ando por el país
haciendo este tipo de cosas. Ha sucedido una o dos veces, pero no tengo
el hábito de acostarme con mujeres al azar —explicó.
Ni siquiera lo había considerado, antes de que empezara a hablar
de ello.
¿Y si era una de cientos de mujeres? ¿Y si todo esto era algún tipo 60
de acto encantador solo para tener sexo conmigo? Antes de que pudiera
preguntarle, las puertas se abrieron, llegando a mi piso, y él salió
primero, extendiendo su mano hacia mí.
—¿Qué ocurre? —preguntó a medida que ignoraba su mano y salía
por mi cuenta.
—Bueno, ahora, todo lo que estoy pensando es en cuántas V
extrañas ha estado tu P.
Su cabeza se inclinó a un lado.
—¿Cuántos qué mi qué?
Le hice señas mientras me dirigía a mi habitación. Incluso con
todas las señales contradictorias que estaba lanzando, aún nos estaba
llevando directamente a donde estaba ubicada mi cama.
—En cuántas vaginas has estado. Me tienes pensando que esto es
una mala idea. Y que probablemente soy, como, el número mil o algo así
y…
Mi cuerpo dejó de moverse hacia adelante con la fuerza de su brazo
sobre el mío, reteniéndome.
—No eres la número mil. O incluso cien. No soy ese tipo de hombre
—dijo antes de agarrar mi cuello y besarme. Una vez que se apartó de
mis labios, continuó hablando—: No tenemos que hacer nada que no
quieras hacer. No me malinterpretes; quiero saborear cada puto
centímetro de tu cuerpo espectacular. Pero entiendo si no estás lista para
que te devore.
¿Qué clase de jodido discurso era ese?
Mi mente era un confuso lío contradictorio. El demonio en mi
hombro no quería nada más que enredarse en las sábanas con Jase
mientras el ángel me reprendía que esto estaba sucediendo a gran
velocidad y que tal vez debería reducir la velocidad. Saqué al ángel de
inmediato, esperando que se cayera y se rompiera una pierna o algo así
cuando llegamos a la puerta de mi habitación.
Me besó nuevamente. Sus manos se cerraron en puños en mi
cabello, y juro que sentí que un interruptor dentro de mi cerebro se
apagó. Dejé de preocuparme por cuántas veces había hecho esto antes o
si era lo correcto o no. Todo lo que sabía era que quería a este hombre 61
dentro de mí, y que iba a disfrutar cada jodido momento.
Alejándome de su toque, presioné mi tarjeta llave contra la
almohadilla negra de la cerradura.
—Entra aquí —exigí cuando la luz verde de acceso se encendió y la
puerta se abrió con un clic.
Colocó el jarrón de rosas encima del escritorio antes de caminar
hacia su reclamo. Jase estaba sobre mí, las yemas de sus dedos rozaban
mi mandíbula, sus ojos devorándome como si pudieran saborearme con
solo mirarme.
—No puedo tener suficiente de ti —susurró, pero sonó forzado, casi
tenso, y fue jodidamente sexy.
—Ya somos dos —dije a medida que alcanzaba sus pantalones y
comenzaba a desabrocharlos. Agarrando el dobladillo de sus pantalones
y sus calzoncillos, los bajé mientras caía de rodillas e inspeccionaba su
longitud antes de tomarlo en mi puño. Mis ojos se pusieron en blanco al
sentir su suave piel cálida en mi mano. Lo tomé en mi boca antes de que
pudiera detenerme, quejarme o decir una sola palabra.
Los gemidos de Jase llenaron la habitación. Se quedó
perfectamente inmóvil, sin empujar ni forzarse aún más profundo dentro
de mí, y me encantó que me permitiera tener todo el control. Me concentré
en succionarlo con la cantidad correcta de succión mientras bombeaba
mi mano de arriba hacia abajo en la base de sus bolas. Volvió a gemir,
más fuerte esta vez, y supe que le gustaba lo que le estaba haciendo.
Se sentía poderoso, tenerlo bajo mi control de esta manera. Tal vez
debería haber sentido lo contrario, considerando el hecho de que yo
estaba de rodillas, pero sabía que mientras él estuviera en mi boca, tenía
todas las cartas. Me gustó cómo se sentía.
—Val —su voz escapó estrangulada de él, y dejé de chupar con un
sonido hueco. Sus manos fuertes alcanzaron mis hombros y me
ayudaron a ponerme de pie—. No puedes seguir haciendo eso.
No le pedí que me explicara o me dijera más. Sabía lo que quería
decir. Se inclinó y se puso los pantalones en su lugar, lo cual fue una
maldita lástima, antes de que sus dedos levantaran mi barbilla para
mirarlo fijamente. Sus ojos lucían ilegibles cuando plantó un beso en mis
labios. Fue más suave de lo que sabía cómo interpretar, casi cariñoso, y
saqué ese pensamiento de mi cabeza tan rápido como había entrado.
—¿Puedo encender el fuego? —preguntó, moviéndose hacia la 62
chimenea de gas en la esquina de la habitación.
—Sí.
Observé a medida que accionaba el interruptor de la pared, y el
fuego se encendió con un rugido pequeño. El estado de ánimo ya se había
establecido, pero esto definitivamente se sumó a ello.
—Sube a la cama. —El tono de voz de Jase me sorprendió, y le
lancé una mirada—. Val, me escuchaste.
—Maldición —dije, pero luego hice rápidamente lo que me habían
dicho.
Cuando me senté en el borde de la cama, aún completamente
vestida, Jase se acercó a mí antes de hacer exactamente lo que yo había
hecho unos minutos antes: se arrodilló para adorarme.
—Mi turno. —Me guiñó un ojo antes de alcanzar la parte inferior
de mi vestido y empujarlo hacia arriba.
Esos profundos ojos azules tomaron cada centímetro de mí
apreciativamente, su respiración entrecortándose cuando más y más de
mis piernas terminaron reveladas. Nunca me había sentido tan sexy en
toda mi vida.
Pensé en decir algo burlón, pero su cabeza se hundió entre mis
piernas y sus dedos tiraron de mis bragas a un lado y no pude decir nada
en absoluto, y mucho menos pensar. Al segundo en que su lengua me
lamió, hice cortocircuito, completamente perdida en el momento. Se
sintió tan bien. Mi cuerpo cayó hacia atrás sobre la cama, mi espalda
arqueándose a medida que mi respiración se volvía errática. Aferrando
su cabello, tiré de él antes de moverme a sus orejas y hacer lo mismo,
queriendo más de lo que me estaba dando.
Todo lo que hacía Jase estaba lleno de placer; en realidad pensé
que podría morir por eso.
—Eres tan bueno en esto —dije con una respiración temblorosa, y
se detuvo por un momento para mirarme. Casi lo mato—. Oh, Dios mío,
no te detengas —me quejé, y me sonrió antes de volver a sumergirse y
terminar el trabajo.
Mi cuerpo estaba atormentado por el éxtasis, bajando del subidón
que me había dado cuando finalmente se puso de pie. Extendió una mano
hacia mí, y la tomé. Poniéndome de pie, me hizo girar hasta que mi
espalda quedó frente a él, tomó la cremallera de mi vestido y tiró de ella
hasta abajo. Salí de él, usando nada más que el conjunto de sujetador y
63
bragas a juego que había elegido antes. Jase hizo un trabajo rápido con
su ropa, arrojando todo en una pila en el suelo, excepto sus calzoncillos
bóxer gris carbón. El cuerpo de ese hombre era un espectáculo para la
vista, cincelado y abultado en todos los lugares correctos.
—¿Te gusta lo que ves? —Me dio un asentimiento ligero, y me reí.
—Maldita sea, lo hago. —Mis ojos prácticamente se salían de mi
cabeza—. Me encanta lo que veo.
Jase dio un paso hacia mí, un brazo alcanzando mi cintura. Me
atrajo hacia él y me desabrochó el sujetador y lo arrojó al suelo antes de
que me diera cuenta de que lo había hecho. Luego se puso a trabajar en
mi tanga, enroscando sus dedos alrededor del material endeble y tirando
de él hacia abajo hasta que me la quité por completo. Hizo lo mismo con
sus calzoncillos antes de dirigirme de nuevo a la cama.
No tenía idea de cómo esperaba que fuera el sexo con Jase, pero
definitivamente no era lento, metódico o gentil. Por alguna razón, siempre
pensé que una aventura de una noche sería más como lanzarse contra
las paredes, romper cuadros al volcarlos, lo que resultaría en moretones
que no recordarías haberte hecho.
Pero Jase entró en mí como si nunca tuviese la oportunidad de
hacerlo de nuevo. Se tomó su tiempo, sus dedos trazando las curvas de
mi cuerpo como una canción de Sam Hunt, y cuando terminó, ni una
sola célula de mí había quedado sin tocar. Me adoró de formas que ni
siquiera sabía que eran posibles, me hizo sentir sexualmente cosas sobre
las que solo había leído.
Y cuando nos duchamos juntos, me folló otra vez, esta vez por
detrás, embistiéndome tan fuerte que pensé que podríamos romper algo.
Sus dedos dejaron marcas en mis muslos. Mis caderas estaban doloridas
por su agarre. Y si tuviera que repetir de nuevo esta noche, diría que sí
diez veces de cada diez.
Jase Malone era el mejor sexo que jamás había tenido.
76
Había estado de vuelta en Nueva York durante días, e incluso con
las próximas fiestas y nuestra plétora de pedidos, los pensamientos sobre
Jase aún no se habían ido de mi mente. Todos los días había tenido la
tentación de encontrarlo o al menos acercarme de alguna manera. Saber
que estaba tan cerca me volvía loca. Las noches fueron las más duras.
Todas las distracciones de la jornada laboral se habían ido hacía mucho
tiempo, y los recuerdos de nuestro tiempo juntos se repetían en mi cabeza
en un bucle.
La forma en que me besó, me tocó, me hizo gritar su nombre.
Dios, lo extrañaba.
Extrañaba a Jase.
Este tipo al que apenas conocía estaba consumiendo mis
pensamientos.
77
A medida que las horas se convirtieron en días, empecé a sentir
que había perdido la oportunidad de acercarme de alguna manera a él.
Habría sido una cosa si lo hubiera llamado justo cuando llegué a casa,
pero siete días después me parecía una eternidad. ¿Qué demonios le
diría?
Había sido una completa y absoluta idiota si pensé que Jase
Malone era el tipo de persona que conoces y simplemente lo superas.
Pretender que nunca existió no estaba funcionando. Y cuando le mostré
a Karina previamente el collar que él me había comprado, pensé que ella
se iría de la tienda y regresaría con él en su espalda.
—Estás siendo tonta. Solo quiero que se sepa. ¿Necesito repetirlo?
Porque lo diré de nuevo —advirtió—. Y otra vez.
—Lo sé —coincidí con ella, pero aún estaba decidida a no buscarlo.
Partes ingenuas de mí pensaban que si Jase me extrañaba tanto
como yo lo extrañaba, él aparecería en mi tienda y me declararía su amor
y me dejaría boquiabierta. Era una tontería e injusto, pero no podía evitar
seguir deseando que sucediera.
—Detente —reprendió Karina cuando dobló la esquina y se apoyó
contra el mostrador.
—¿Qué detengo?
—Conozco esa mirada en tu cara. Quieres que haga algo drástico
para demostrar su amor por ti —dijo, usando nuevamente comillas en el
aire—. Pero eso no es justo. Le dijiste que no. Solo está siendo un buen
oyente.
—Pensé que los chicos no escuchaban cuando querían algo —
respondí mientras tomaba un par de tijeras.
Me las apuntó.
—Eso solo pasa en los libros. Y películas. En la vida real, no les
gusta sentirse estúpidos.
Maldita sea.
—¿Crees que lo hice sentir estúpido? —pregunté, sintiéndome
repentinamente horrible y odiándome por hacer que Jase se sintiera algo
más que talentoso, importante e increíble.
78
Karina dejó escapar un aullido.
—Prácticamente te rogó para volver a verte, y le dijiste que no. Sin
discusión. Sin quizás. Sin pensar en ello. Directamente no y luego adiós
para siempre. —Agitó las tijeras en el aire hacia un Jase imaginario.
—No me gusta tu versión de las cosas resumidas —me quejé.
—Pero es verdad. Se expuso ante ti. Lo derribaste. Si quieres al
chico, vas a tener que ir a él. O cielos, Val, envíale un mensaje de texto.
No es como si no tienes su número. —Dejó de hablar solo lo suficiente
para tomar un respiro antes de lanzarse otra vez—. ¿Siquiera le
agradeciste por ese collar que te niegas a quitarte?
Me sentí avergonzada y angustiada de no haber hecho eso.
—No —admití en voz baja.
—Eso solo es de mala educación. Se lo diré a tu mamá.
Fue grosero. Y desconsiderado. Dos cosas que normalmente nunca
era.
—Mira, Val, si no lo buscas, lo haré yo. Lo juro. Tengo toda su
información en línea. No puedes detenerme —amenazó, y sabía que sus
palabras no eran vacías. Karina terminaría absolutamente con esta farsa
si no lo hacía yo, pero sería humillada en el proceso.
—Puedo manejar esto yo misma. —Le di una mirada mordaz—. Y
lo haré. Más tarde le enviaré un mensaje de texto.
—¿Lo prometes?
Asentí.
—Lo prometes. Pero primero, necesito almorzar.
—Por favor, ve a buscarnos comida. Me muero de hambre y tus
flores quieren comerse mis dedos, lo sé.
91
No me moví.
No respiré.
Aún me negaba a hacer contacto visual.
—Esa era mi hermana. La persona con la que me viste. La que lleva
un anillo gigante. Val, ¿me estás escuchando?
Finalmente me soltó la cara, y solo entonces permití que mis ojos
se encontraran con los suyos de un azul deslumbrante. Eran tal como
los recordaba, todos hermosos y profundos.
—¿Tu hermana? —pregunté cuando la neblina empezó a disiparse.
—Sí. Mi hermanita. Su nombre es Astley.
Ah, cómo me rogaba mi corazón que le creyera. 92
Pero, ¿y si no está diciendo la verdad?, intervino mi cerebro, todo
razonable y molesto a pesar de que tenía razón.
Lo último que quería ser era estúpida, y Jase me hacía sentir a
veces así: sin razón y saltando con ambos pies.
—¿Cómo sé que no estás mintiendo?
Metió la mano en su bolsillo, sacó su teléfono celular y lo empujó
en mis manos.
—Toma. Llámala.
Esto es un truco, advirtió mi cabeza.
No es un truco, suplicó mi corazón.
Los dos batallaron dentro de mí mientras sostenía su teléfono en
mis manos, preguntándome qué era lo correcto.
¿No es suficiente que él dijera que podía llamarla para probar su
punto?, preguntó mi corazón.
Eso solo es parte del engaño, advirtió mi cabeza.
—Creo que lo haré —dije a medida que mi estómago se retorcía en
nudos—. Quiero decir, llamarla. ¿Dijiste, Astley? —pregunté mientras
comenzaba a presionar botones en su teléfono para hacer que su nombre
apareciera, y observé su reacción, midiéndola cuidadosamente a medida
que colocaba mi dedo sobre el botón Llamar.
Pareció un poco inquieto, y no tenía idea de lo que eso significaba,
pero era mejor saber toda la verdad ahora en lugar de continuar con
algún tipo de farsa. Presioné el botón y sonó el teléfono, mi boca
repentinamente más seca que el desierto del Sahara.
—Hola, hermano mayor —dijo una voz femenina mientras estallaba
lo que sonaba como una bomba de chicle al otro lado de la línea.
—Eh, ¿hola? —empecé a titubear. No había pensado en lo que iba
a decir, y ahora, estaba perdida, sonando como una tonta.
—¡Ah! —dijo, su tono demasiado emocionado—. ¿Eres tú? ¿De
Vail? ¿La florista?
Una sonrisa apareció en mi rostro sin previo aviso, y Jase se relajó
visiblemente cuando también lo notó.
—Sí, soy yo. Val.
93
—Gracias a Dios. Mi hermano no deja de hablar de ti. Es tan
molesto —dijo con una risa, y mi corazón dio un vuelco y comenzó a
aplaudir con sus palabras.
—¿En serio? —Intenté sonar recompuesta, pero mi voz se quebró
un poco.
Ella gimió.
—Sí. Me contó todo de ti en cuanto llegó a casa y, literalmente, no
ha parado desde entonces. Le dije que te encontrara. Que, aunque dijiste
que no querías verlo, solo fue porque tenías miedo. ¿Tenía razón? Por
favor, dime que tenía razón. Me encantaría restregárselo en la cara. —
Hablaba a mil por hora, pero cada palabra reemplazó el miedo en mi
cuerpo y lo llenó de esperanza.
Tragué pesado, mis ojos fijos en Jase.
—Básicamente.
—¡Lo sabía! —chilló antes de reírse—. ¿Estás con él ahora mismo?
Duh, por supuesto que lo estás. Me llamaste desde su teléfono.
—Sí. Está justo aquí —dije, mi mirada aún aferrándose a la suya.
Tuve que contenerme para no arrojar mi cuerpo a sus brazos y
decirle lo mucho que lamentaba haber sacado conclusiones precipitadas.
Jase no me había estado mintiendo.
—Ah, oye. Ni siquiera pregunté por qué estabas llamando en primer
lugar —dijo como si de repente recordara que yo había llamado a su
teléfono y no al revés.
Mis mejillas se calentaron con mi vergüenza, y sabía que se estaban
poniendo de color rojo remolacha.
—Bueno, para ser honesta, te vi con Jase en una tienda de
delicatessen la semana pasada —dije, y ella me interrumpió.
—Oh, Dios. ¿No hacen los mejores sándwiches del mundo? ¡Ese
lugar me encanta! —chilló antes de tomar aire—. Espera. ¿Nos viste allí?
¿Por qué no saludaste?
Apreté los labios antes de soltar:
—Pensé que eras su prometida.
—Ewwww. —Arrastró la palabra durante tanto tiempo que me hizo
reír—. Qué asco. No. ¿Por qué pensarías eso? 94
—Porque tenía su brazo alrededor de ti. Y llevabas un anillo.
—¿Pensaste que tenía novia durante toda la semana pasada?
—Prometida —corregí porque la diferencia en el título claramente
importaba.
—¿Y por eso me llamas ahora? ¿Para asegurarte de que no es un
idiota mentiroso?
—Sí. Básicamente.
—No sé todo lo que te dijo en Vail, pero por lo que sé, te dijo la
verdad. Mi hermano en realidad no es mentiroso. No tiene novia, ni
prometida. Y nunca lo he visto tan enamorado de nadie como parece estar
contigo.
Maldita sea. Ese era todo un discurso sólido. Esta familia parece ser
genial con ellos.
—¿Crees que estoy loca? —pregunté porque, ahora, quería
agradarle.
—Diablos, no —respondió con un tono sarcástico—. Haría
exactamente lo mismo. Soy un poco psicópata cuando se trata de mi
hombre, así que lo entiendo. —Empezó a reír histéricamente a través del
teléfono, y me lo aparté de la oreja—. ¿Cómo no nos arrancaste la cabeza
cuando nos viste juntos? Habría perdido la jodida cabeza si fuera yo.
—Estaba demasiado aturdida para hacer otra cosa que salir
corriendo de allí lo más rápido que pude —expliqué.
—Eres mejor mujer que yo. Habría creado la escena más grande
del mundo y habría esperado que todos la estuvieran filmando.
Me reí.
—Tú y mi mejor amiga se van a llevar muy bien.
—¿Pueden hacer esta mierda de unión femenina en otro momento?
—dijo Jase, de repente en mi espacio, su aliento cálido rozando mi piel.
—Yo, eh, tengo que irme, Astley.
—Hasta pronto —canturreó en el teléfono, y la llamada terminó.
Vi como su imagen sonriente desapareció de la pantalla antes de
devolverle el teléfono a Jase.
—¿Ahora me crees? —preguntó.
95
Karina gritó desde la trastienda, asustándome casi hasta la
muerte:
—Si ella no lo hace, yo lo hago.
—¿Por qué sigues aquí? —Me alejé de la presencia imponente de
Jase y me dirigí hacia la trastienda, donde Karina estaba sentada encima
de la estación de trabajo, pateando los pies de un lado a otro. Jase se
negó a darme espacio, siguiéndome justo detrás.
—Estaba esperando el momento adecuado antes de largarme —
explicó—. Y quería mostrarte esto.
Karina empujó su teléfono hacia mí, un hilo de mensajes de texto
entre ella y Jase de esa mañana apareciendo en la pantalla.
¿Por qué hoy todos me estaban arrojando sus teléfonos?
Karina: ¿Aún quieres que le dé esas rosas?
Jase: Absolutamente. ¿Por qué? ¿Hay alguna razón por la que no
debería?
Karina: Tú dime.
Jase: Estoy confundido.
Karina: Escuché que estás comprometido, imbécil.
Jase: ¿¿¿Yo qué???
Karina: Comprometido. Y al parecer, también estúpido. Pobre chica.
Jase: NO estoy comprometido. ¿De qué diablos estás hablando?
Karina: Val te vio con una chica y un anillo gigante. Cree que le
mentiste.
Jasé: ¿Cuándo? ¿Dónde?
Karina: En un deli. La semana pasada.
Jase: Mierdaaaaa. Esa era mi hermana.
Karina: Es mejor que no estés mintiendo.
Jase: No lo hago. Por favor, dale las rosas. Pon DATE LA VUELTA en
la tarjeta. Te estaré esperando afuera cuando cierres la tienda.
Karina: Me debes una.
Jase: Hasta el día que muera.
96
Dejé de desplazarme cuando llegué al final del hilo.
—Gracias —dije mientras le devolvía su celular.
—No quería que me odiaras —dijo a medida que saltaba de la
estación de trabajo y alcanzaba su chaqueta—. Ahora me voy. No vas a
matarlo, ¿verdad? —Miró a Jase antes de esperar mi respuesta.
—No.
—¿Van a hacerlo aquí atrás? Yo lo haría. Definitivamente —dijo, y
Jase ahogó una carcajada.
—Vete —la insté, esperando que se marchara sin mortificarme
más.
—¿Qué? Solo estaba siendo honesta —dijo mientras se dirigía a la
puerta trasera, y la cerré con llave detrás de ella.
Jase me miró fijamente, sus ojos observándome como cuando
estuvimos en Vail: todos depredadores y llenos de lujuria. Puso ambas
manos sobre la mesa y las empujó hacia abajo repetidamente.
—No es una mala idea —dijo, y le di un manotazo en el hombro.
—Detente —dije porque mis emociones solo daban latigazos de un
lado a otro.
Quería a Jase, pero también anhelaba un minuto o dos para
procesar todo lo que había aprendido. La causa principal del daño se
había ido, pero los restos aún permanecían.
Dio un paso hacia mí con cautela, sus manos alcanzando mis
brazos.
—Vail no fue una aventura para mí. Pensé que estaría bien una vez
que volviera aquí, pero no pude dejar de pensar en ti. No dejas mis
pensamientos. Dime que no puedes dejar de pensar en mí.
—Por supuesto que no puedo dejar de pensar en ti —dije, y él
inhaló como si fuera la primera vez que respiraba en semanas.
—Gracias a Dios.
Se inclinó hacia adelante y reclamó mi boca, asegurándose de que
supiera que nadie me besaría como lo hacía Jase Malone. Me sumergí en
ese beso con ambos pies, sabiendo exactamente hacia dónde me dirigía
y el camino por el que avanzábamos.
97
Besar a Jase significaba que íbamos a entrar del todo, juntos. Vail
no había sido una aventura. Había sido el comienzo de algo más
profundo, y lo sabía, razón por la cual hui, demasiado preocupada por
cómo se vería para otras personas o lo que pudieran decir.
—Ir a ese viaje fue lo mejor que me ha pasado —dijo cuando rompió
el beso, y juro que tuve que contenerme para no llorar.
—Yo también. Lamento haberte dicho que no quería verte —empecé
a explicar, pero puso un dedo en mis labios, silenciándome.
—No más disculpas.
Un pensamiento me golpeó en ese momento.
—Una más —dije, y él hizo una mueca como si eso lo hiciera
físicamente incómodo—. Nunca te agradecí por el collar. Me encantó. Lo
usé todos los días hasta el incidente del deli.
—Entonces, ¿qué hiciste con eso?
—Lo puse de nuevo en la caja. Casi lo arrojé a la basura, pero no
me atreví a hacerlo —admití.
Hubo momentos en que lo colgué sobre el bote de basura en mi
apartamento, deseando que mis dedos lo soltaran, pero se negaron. La
única vez que me escucharon, prácticamente me lancé tras él, limpiando
la lechuga y los condimentos adicionales de la caja.
—Me alegro de que lo hayas guardado. —Sonrió—. ¿Tienes planes?
—Como en, ¿ahora mismo? —Miré alrededor de mi tienda vacía,
medio nerviosa por su cercanía y exhausta por el día.
—Ahora mismo. ¿Puedo invitarte a salir para el día de San
Valentín? ¿O tienes otros planes?
—Bueno… —respiré suavemente antes de pasar mis dedos por la
barba en su mandíbula—, cierto chico escribió un artículo en línea sobre
mi tienda.
Sus ojos se abrieron del todo mientras se reclinaba.
—En serio, ¿lo hizo? ¿Debería sentirme amenazado?
—Es bastante sexy —dije, siguiéndole el juego—. Parece el tipo de
persona que comenzaría una pelea si se le provoca.
Volvió a retroceder.
98
—¿En serio? ¿Eso te gusta en un chico? ¿Los que pelean?
—Quiero decir, si estuviera luchando por mi honor, podría
encontrarlo extremadamente sexy.
Cerrando el espacio entre nosotros, me sostuvo con un brazo
fuerte, presionando mi cuerpo contra el suyo, y sentí cada músculo duro.
—Y este tipo escritor —dijo con un movimiento de su otra mano—,
¿lucharía por tu honor?
Le di una sonrisa, encogiéndome de hombros.
—Creo que sí. Quiero decir, escribió un artículo entero sobre mi
tienda y me hizo quedarme sin flores.
Jase comenzó a reír, todo su cuerpo temblando mientras se
alejaba.
—¿Te quedaste sin flores?
—¡Sí! ¡Y todo es tu culpa!
Asintió, rascándose la cabeza.
—Lo siento, pero no lo siento.
—Sobre esa cita —dije, redirigiendo su atención—, es posible que
tengas que llevarme en brazos. Estoy muerta.
—Sube. —Se arrodilló para que yo pudiera subir—. Súbete a mi
espalda, o te cargaré.
—Tan mandón —dije a medida que saltaba y me pasaba una
manta.
99
No podía dejar de reír mientras Jase me cargaba a cuestas a
medida que caminábamos por la calle. Bueno, él caminaba. Yo era su
pequeño Yoda, toda envuelta en una manta y todo.
—¿A dónde vamos? —le susurré al oído, lo que hizo que dejara de
moverse.
—No hagas eso —advirtió—. ¿Tienes alguna idea de lo excitado que
estoy ahora?
—¿Qué? —grité prácticamente mientras me retorcía para bajar,
pero él me agarró con más fuerza.
—Val, he estado soñando contigo desde que regresé. Y ahora, tu
cuerpo está presionado contra el mío. Puedo sentir tus tetas rebotando
en mi espalda, y me está dando una erección que podría asustar a la
gente que pasa.
100
—¡Jase!
—¿Qué? —preguntó cuando finalmente me permitió bajar de su
espalda.
—Suenas como Karina. —Fruncí el ceño a medida que miraba sus
pantalones—. Con tu boca sucia y… —Me detuve en seco porque jodida
mierda.
No había estado mintiendo. Esa cosa podría sacarle un ojo a
alguien si se acerca demasiado.
Lo señalé, con los ojos muy abiertos.
—Nena —dijo.
Me quedé boquiabierta con el apodo cariñoso. Maldición, me
encantaba oírlo salir de su boca, sabiendo que estaba destinado a mí.
—No lo apuntes. —Miró a su alrededor antes de agregar—: Hice
reservas para la cena, pero ¿puedo llevarte a mi casa y darme un festín
contigo?
Fingí reflexionar la pregunta como si fuera la más difícil que me
hubieran hecho en todo el día. Golpeando un dedo contra mis labios,
solté un suspiro.
—Bien. Pero aún tendrás que alimentarme en algún momento —le
advertí porque me estaba muriendo de hambre.
Agarró mi mano con fuerza y me empujó hacia la calle mientras su
otra mano volaba hacia su boca a medida que silbaba por un taxi.
—Maldita sea, alguien está motivado —murmuré por lo bajo, pero
él me escuchó.
—No creo que hubiera podido superar la cena sin intentar follarte
debajo de la mesa. O en el baño —dijo cuando un taxi se detuvo para
nosotros, y subimos dentro. Jase gritó una dirección y el conductor
aceleró en la noche.
Normalmente, me habría avergonzado más la charla obscena de
Jase, pero estaba excitada. Saber que lo volvía tan loco era empoderador.
Su mano estaba en mi muslo mientras la otra estaba ocupada,
escribiendo frenéticamente en su teléfono. No tenía idea de lo que estaba
haciendo, y para ser honesta, no podría haberme importado menos.
101
Hace dos horas, pensé que nunca volvería a ver a Jase Malone, y
ahora, regresaba a su casa con él. Ayer habría apostado dinero a que
estaba comprometido para casarse, y hoy sabía que no había nadie con
quien preferiría estar más que conmigo. La semana pasada, me habría
impedido irme con él, temiendo estar siendo imprudente y actuando sin
pensar. Y esta noche, sabía que no había reglas cuando se trataba de tu
corazón y de quién anhelaba, independientemente del tiempo y cuánto
hubiera pasado entre los amores.
—Aquí estamos —dijo, y le sonreí antes de mirar afuera. Le entregó
algo de dinero al conductor y salió, tendiéndome una mano para que la
tomara y me ayudara a salir del auto.
—Que caballero.
—Mamá me crio bien —dijo mientras nos acercábamos a su
edificio. Era más bonito que el mío, tenía portero y todo, lo que me
impresionó un poco.
Entramos en el aire cálido del vestíbulo y hacia la hilera de
ascensores.
Jase me hizo girar en sus brazos y susurró contra mí:
—Voy a pasar el resto de mi vida contigo. Lo sabes, ¿no?
Me sonrojé a medida que mi cuerpo se calentaba con sus palabras.
Mirándolo a sus ojos azules, no respondí con palabras, estaba demasiado
nerviosa para estar de acuerdo, así que lo besé. Y me reprochó por eso.
Por supuesto que lo haría.
—Tomaré tu falta de respuesta como una respuesta. Crees que es
demasiado pronto. Pero cuando sabes, sabes. Al menos, eso es lo que
siempre dicen.
El ascensor sonó y entramos, mis pensamientos corriendo a toda
prisa, mi corazón latiendo con fuerza.
Para ser honesta, ya no estaba segura de lo que creía en realidad.
Sí, parecía demasiado pronto para hablar de cosas así, pero también se
sentía extrañamente bien y reconfortante a pesar de que me negaba a
admitir todo eso a nadie más que a mí. Al menos, aún no.
Nos detuvimos en el undécimo piso y caminamos de la mano por
un pasillo largo. Jase sacó una llave y abrió la puerta principal, y
entramos al apartamento modesto. Era más grande que el mío, pero no
por mucho. Una vivienda típica de Nueva York, pequeña y, lo que supuse 102
que probablemente, demasiado cara.
Se detuvo en la sala de estar-comedor y se volvió hacia mí.
—Val, quiero devorar cada centímetro de tu cuerpo. Me consumes
—dijo, y contuve el aliento con su admisión—. Cuando dijiste que no
querías volver a verme, maldita sea, me mataste. No pude soportarlo. No
podía respirar. Tenía que irme —explicó, y supe que, por el momento,
estaba de vuelta en mi habitación de hotel en Vail, nuevamente con el
corazón roto.
—Estaba intentando hacer lo correcto, pero no pude dejar de
pensar en ti. Luego, te vi en la tienda de delicatessen —expliqué, y él
comenzó a negar con la cabeza.
—Odio que pensaras que te había engañado —dijo, sus ojos
parpadeando como si estuviera sufriendo dolor físico—. Cómo debes
haberte sentido. Nunca te haría eso.
—Lo sé. —Quería quitarle el dolor, dejar atrás esa parte de nuestra
historia—. Quiero decir, ahora lo sé.
—¿Lo haces? —preguntó.
Asentí porque mi instinto me decía que confiara en él.
—Sí.
—Bien, porque nunca te mentiré. Siempre te diré la verdad, incluso
cuando duele.
Tragué pesado. Su tono era tan serio. Era como si nos hubiéramos
saltado la fase alegre de las citas y hubiéramos dado un giro brusco hacia
territorio comprometido y nos hubiéramos detenido allí.
—Yo tampoco te mentiré.
—Tengo que preguntarte algo —dijo antes de que llamaran a la
puerta.
—¿Esperas compañía? —pregunté.
—De hecho… —Abrió la puerta y agradeció a alguien antes de
reaparecer con bolsas de comida—. Le prometí a mi chica que la
alimentaría.
Olfateando el aire, inhalé larga y profundamente, el olor a comida
italiana saturando mis sentidos. En realidad pensó en todo. 103
—Lo quiero todo ahora mismo, no me importa lo que sea.
Se rio a medida que sacaba contenedor tras contenedor de las
bolsas y los colocaba sobre la encimera.
—No estaba seguro de lo que te gustaría, así que compré un poco
de todo.
Y lo hizo. Había una pizza, dos tipos de pasta, raviolis de carne y
queso, tres tipos diferentes de salsa y una hogaza de pan fresco.
Mi estómago gruñó mientras veía, queriendo todo.
—¿Pensarás diferente de mí si tomo un poco de literalmente todo?
—pregunté con una sonrisa cautelosa.
—Me gustarás aún más de lo que ya lo hago.
—Esos dices ahora —bromeé—. ¿Qué pasará cuando esté tan llena
que apenas pueda caminar?
—Te cargaré —dijo sin pensar.
Observé mientras sacaba una mini cheesecake en forma de corazón
y la ponía en el refrigerador antes de pasarme un plato y tomar uno para
él.
—Primero las mujeres.
No había estado bromeando cuando dije que quería un poco de
todo. Puse literalmente un poco de cada uno en mi plato antes de
moverme al sofá diminuto que actualmente usaba como mi mesa y
sentarme.
—Este es el final perfecto para el día perfecto —dije antes de
siquiera tomar un bocado—. Gracias por todo. Y gracias por escribir el
artículo.
—Ya me agradeciste —dijo, su plato lleno con más comida que la
mía mientras se sentaba a mi lado.
—No estoy segura de haberlo hecho. —Me metí en la boca un
tortellini relleno de queso con salsa pesto y gemí a medida que
masticaba—. ¡Espera! Dijiste que tenías algo que preguntarme —dije,
recordando de repente.
Levantó un dedo hasta que terminó de tragar su bocado.
—Iba a ver si querías venir a cenar a casa de mis padres mañana
por la noche.
104
Empecé a ahogarme con la comida.
—¿Qué? ¿Ya quieres que conozca a tus padres? —De repente me
sentí como una especie de adolescente de secundaria que no sabía qué
hacer en lugar de una mujer de negocios adulta que tenía las cosas bajo
control y podía manejar reunirse con ellos.
Jase se encogió de hombros como si no fuera gran cosa.
—Los conocerás eventualmente. ¿Por qué esperar?
Mi estúpido corazón y cerebro comenzaron a pelear nuevamente
dentro de mí. Sin importar cuántas veces le dijera a mi mente que se
callara, se negaba a escuchar.
—Val, somos adultos. No tenemos que esperar a que conozcas a
mis padres. O a vivir juntos. O a comprometernos. Podemos hacer lo que
queramos, cuando queramos hacerlo. Es nuestra vida, y nadie puede
dictar cómo la vivimos, excepto nosotros dos.
—Tú y tus discursos —exclamé, comprendiendo que nunca había
dicho eso en voz alta—. Entonces, ¿qué hay mañana?
—Su aniversario. Una reunión pequeña. Tengo que ir, obviamente,
pero sería mucho mejor si estuvieras allí conmigo.
—¿Cuántos años han estado casados?
—No me creerás si te lo digo.
—Pruébame. —Le di un empujón con el hombro.
—Treinta años. —Levantó las cejas y comencé a hacer cálculos en
mi cabeza instantáneamente—. Se casaron en el otoño después de
graduarse de la escuela secundaria.
—Guau. ¿Tu hermana también estará allí? —Me animé ante la
idea.
Astley sonaba divertida, y tenía muchas ganas de conocerla en
persona.
—Sí, a menos que quiera morir.
—Está bien, señor Malone, seré su acompañante.
Se inclinó sobre el sofá y me besó, su aliento sabiendo a ajo y
albóndigas, y créeme, no me importó en lo más mínimo.
—¿Ya terminaste de comer por ahora? Necesito estar dentro de ti. 105
—Bueno, cuando lo pones de esa manera —dije, dejando caer
inmediatamente el tenedor en mi mano. Mi cuerpo fue levantado en el
aire por un par de brazos fuertes antes de que mi tenedor tuviera la
oportunidad de hacer contacto con la mesita de café.
Jase me llevó a su dormitorio y se salió con la suya durante lo que
parecieron horas, mi cerebro entrando en cortocircuito con cada
orgasmo. Mi cuerpo estaba dolorido, mis sentidos sobrecargados. Pero
aun así, estando completamente saciada, cedí cuando me rogó «solo uno
más» por cuarta vez.
El apetito del hombre por mí era insaciable.
Y no lo querría de otra manera.
Acabé yendo a la fiesta de aniversario de sus padres la noche
siguiente, y me recibieron con los brazos y el corazón abiertos. Los dos
habían sido novios en la escuela secundaria, y aún se adoraban hasta el
día de hoy. Y se notaba.
Cada uno actuaba como si el otro hubiera colgado la luna en el
cielo. Me hizo darme cuenta de dónde había sacado Jase su naturaleza
romántica. Por no hablar de toda la frase de “cuando sabes, sabes” que
me había repetido en más de una ocasión. Esas palabras exactas habían
estado en el discurso de su padre a su madre esa noche.
Me había hecho llorar. 106
Astley, la hermana de Jase, fue un alboroto de la mejor manera
posible. Un huracán pequeño con una gran boca, y la amé al instante.
Estaba comprometida pero aún no había comenzado a planear o pensar
en la boda. Afirmó que no tenía prisa por caminar hacia el altar y que
quería disfrutar de esta etapa de su relación antes de que se casaran y
fueran presionados para tener bebés sin parar.
Su futuro esposo estaba de acuerdo, pero tenía el presentimiento
de que haría cualquier cosa que ella le pidiera solo para hacerla feliz. Me
agradaron juntos, pero recordé haber pensado que si Jase alguna vez me
proponía matrimonio, probablemente querría casarme al día siguiente.
No había forma de que pudiera sentarme sin hacer nada y esperar.
Nada en nuestra relación había sido lento. Nos movíamos a la
velocidad de un rayo, pero honestamente, parecía que nos convenía.
Habíamos hablado de mudarnos juntos, y la parte más loca de todo era
que nada de eso se sentía ni remotamente loco. De todos modos,
básicamente vivía en el apartamento de Jase todas las noches.
Había estado con Moore durante tres años, y no habíamos estado
más cerca de vivir juntos al final de nuestra relación que cuando
empezamos a salir. Fue muy interesante cada vez que me di cuenta de
las diferencias entre los dos hombres.
Cuando volví a mirarnos a Moore y a mí, sentía que había pasado
toda una vida. Quien era ahora, con Jase, no era quien había sido cuando
estaba con Moore. No estaba segura de que él siguiera reconociendo a
esta chica, toda llena de vida y con experiencias fuera de Nueva York. No
a menudo, pero más de lo que nunca pensé que haría.
Mi madre había mencionado algo similar después de que llevé a
Jase a casa para que la conociera. Por supuesto, lo amó. Dijo que él era
el indicado, y ella nunca había dicho eso con Moore. Lo último que supe
es que, aún estaba en Londres sin planes de regresar a los Estados
Unidos.
Esperaba que fuera feliz.
¿Quién habría pensado que una escapada de tres días podría
conducir a una vida amorosa tan plena? ¿Quién habría pensado que
encontraría a mi alma gemela durante un viaje inducido por el ahorro de
precios?
El amor funcionó de maneras divertidas.
El tiempo tenía sus manos en todo.
107
Si Moore no hubiera roto conmigo, no habría intentado
demostrarme algo a mí misma y reservado ese viaje de último minuto.
Vail nunca hubiera sucedido para mí. Ni en un millón de años.
Y si el compañero de trabajo de Jase no se hubiera roto la pierna
antes del viaje, él tampoco habría estado allí.
A veces, pensaba que al destino le encantaba jugar con nosotros
los simples mortales.
Pero no me quejaba. Porque conocer a Jase fue lo mejor que me
hubiera pasado. Pensé que sabía lo que era el amor, pero comprendí que
cualquier cosa que hubiera tenido con Moore no era esto. Había sido
alguna clase de amor, pero no había sido del tipo que duraba. No había
sido de lo que estaban hechos los sueños o lo que hacía que las parejas
siguieran casadas y superaran las cosas difíciles.
Ahora veía eso.
Si Moore y yo hubiéramos permanecido juntos, nos habríamos
quemado eventualmente en las llamas, destruyendo todo y a todos a
nuestro alrededor.
—Ejem —Karina se aclaró la garganta, sacándome de mi monólogo
interno.
—¿Estaba hablando en voz alta otra vez? —pregunté porque,
aparentemente, había estado haciendo eso últimamente. Teniendo todas
estas conversaciones profundas conmigo, pero sin guardarme todas las
palabras.
—No, pero tenías «la cara» —dijo, usando comillas en el aire
alrededor de las palabras. Karina me había dicho que tenía “la cara” cada
vez que me perdía en mis pensamientos o no estaba en realidad presente
en el momento—. Pedí cinco docenas de rojas extra para el próximo fin
de semana —dijo, mostrándome un bloc de notas y mis ojos se abrieron
como platos.
—¿Otra vez se agotaron? —pregunté porque pensé que finalmente
habíamos descubierto nuestro sistema en el que no nos quedaríamos sin
nada sin previo aviso.
El artículo del día de San Valentín de Jase nos había dado una
nueva afluencia constante de clientes, pero cuando la revista le dio el
visto bueno para escribir un artículo impreso, bueno, eso hizo que el
negocio se disparara. Nos habíamos quedado sin rosas… otra vez. Lo que 108
solo me hizo enojar… conmigo.
—Todo es culpa de tu novio —dijo.
Solté una carcajada.
—Lo sé. Qué idiota.
—El más grande. —Golpeó su pluma en la parte superior del bloc
de notas—. ¿Estás segura de que no tiene un hermano o un primo? Me
vendría bien un buen idiota en mi vida —preguntó, como, por centésima
vez.
—Ojalá lo hiciera —dije, en serio—. Sabes que te tendería una
trampa en un santiamén.
Lo mejor de Jase era que era exactamente el tipo de hombre que se
había presentado cuando nos conocimos.
Sus palabras eran ciertas.
Sus acciones aún más ciertas.
—Bueno, no lo tiene. Y es un poco grosero, solo para que ambos lo
sepan. —Apoyó su mano en su cadera y gruñó antes de reírse—.
¿Empacaste todo?
Asentí.
—Mi bolso está en la parte de atrás.
Jase me había dicho que hiciera las maletas para dos días. Dijo
que nos íbamos, pero no me dijo a dónde nos dirigíamos. Hace un año,
habría resoplado y luchado contra dejar la tienda, insistiendo en que no
había ningún otro lugar en el mundo en el que tuviera que estar, excepto
detrás del mostrador. Pero Jase hacía que las aventuras fueran
atractivas. Y de todos modos, no podía decirle que no.
—¿Aún no tienes idea de a dónde vas? —preguntó Karina con una
sonrisa que me hizo saber que ella sabía.
Le di un manotazo en el hombro.
—¡Oh, Dios, tú sabes!
—Por supuesto que lo sé. —Imitó mi tono—. No puede decir que
quiere alejarte de aquí sin darme todos los detalles.
—Odio que lo sepas —mentí. En realidad, no me importaba que
Karina supiera lo que Jase estaba haciendo antes que yo. De todos 109
modos, solo era cuestión de tiempo antes de que viera nuestra ubicación.
—Tu caballero de armadura brillante ha llegado. —Karina agitó las
cejas y asintió hacia la puerta principal.
El cuerpo musculoso de Jase se dirigía hacia el camino, y solo verlo
puso una sonrisa en mi rostro. La campanilla de la puerta tintineó
cuando la abrió.
—Hola, hermosa. —Me tomó en sus brazos y plantó un beso en mis
labios—. Tenemos que irnos.
—Déjame buscar mi bolso —dije antes de desaparecer en la parte
de atrás.
Volví al sonido de Jase acosando a Karina.
—Le dijiste, ¿verdad?
Ella estampó un pie contra el suelo.
—¡Por favor, jamás!
—No lo hizo —interrumpí, y Jase se rio.
—Lo sé. Es la mejor guardadora de secretos que existe. —La atrajo
para abrazarla mientras ella se retorcía y fingía odiarlo, pero lo sabía
mejor. A mi mejor amiga le encantaba la atención.
—Váyanse. Nos vemos en un par de días. —Empezó a empujar el
cuerpo de Jase lejos y hacia la puerta—. Vale, llévate a tu novio tonto —
me indicó, aún empujándome mientras salía de la tienda sin
preocuparme ni quejarme.
Nos dirigimos de la tienda al aeropuerto. El destino secreto solo
pudiendo ocultarse hasta que nos acercamos a seguridad, y Jase me
entregó mi tarjeta de embarque.
Vail.
—¿Vamos a Vail? —Lo miré con los ojos del todo abiertos.
Habíamos hablado de regresar cuando no estuviera lleno de nieve,
solo para poder experimentarlo en una estación diferente, pero no lo
esperaba tan pronto.
—Verano en Vail, nena —fue todo lo que dijo en respuesta antes de
atraerme contra su costado y abrazarme fuerte.
—¿Dónde vamos a quedarnos? —pregunté. 110
Sacudió la cabeza.
—Sin preguntas. Solo déjate llevar y déjame sorprenderte.
Hice un puchero.
—Pero ya estoy sorprendida.
113
Cuando mi mamá muere, estoy
desconsolada y devastada. Dejó una
nota para mí y mi hermanita, y antes
de que supiéramos qué nos golpeó, estábamos en un avión, con destino
a Irlanda.
Mamá tenía un último deseo para nosotras: vivir nuestras vidas.
Tener experiencias. Enamorarnos.
114
No creo que quisiera que todas esas cosas sucedieran mientras
estábamos en otro país. Pero justo cuando menos lo esperas, la vida te
lanza una bola curva en la forma de un Príncipe, que es diferente a
cualquier otro hombre que haya conocido antes. ¡
LizC y M.Arte
FloorCita
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Bruja_Luna_
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