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REINSERCIÓN SOCIAL

UNIDAD Nº II
Modelos y estrategias para la reinserción social

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SEMANA 3

Introducción
¿Qué elementos caracterizan a un consumidor?

¿Cuál es su rol en la familia?

¿Cuál es su rol en la comunidad?

En esta unidad, se abordarán los fenómenos de la exclusión sobre una persona


consumidora, cuál puede ser la caracterización de su identidad, cuál es su rol dentro de la
familia y cuál es su rol en la comunidad.

Además se desprenden diversos modelos y enfoques para la consecución de la


reinserción social, como por ejemplo: el modelo comunitario; el modelo sistémico; el
modelo ecológico; el modelo de redes; el modelo de justicia ocupacional; el enfoque de
género y el enfoque de derechos.

Por último, se abordan estrategias para la reinserción social, en función de la


intención de trabajar la identidad, desarrollar la inclusión dentro de la familia; la inclusión en
el trabajo y en la comunidad.

En el material, se trabajan las propuestas que permiten caracterizar el fenómeno del


consumo de sustancias desde su entendimiento a nivel individual, permitiendo comprender
la subjetividad del consumidor.

También se trabajan los aspectos socio – culturales relacionados al fenómeno,


acentuando la importancia del sistema o modelo que hay en la actualidad basado en una
sociedad de consumo, que promueve posibilidades de exponerse a consumir una sustancia
con la promesa de poder evadirse de la realidad o el displacer que se pueda experimentar.

Se plantea la importancia de la familia como núcleo central de la sociedad y los


individuos, donde esta misma y las redes de apoyo social, se juegan un rol central en los
tratamientos y procesos de reinserción social de los consumidores.

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Ideas Fuerza
• ¿Por qué se excluye a la persona que consume?... debido a la percepción y
apreciación negativa que se asocia a su persona, por múltiples elementos como las
representaciones sociales que hay acerca de las adicciones y consumo de drogas y/o
alcohol.

• El uso de drogas se ve convertido en una reducción de la calidad de vida de los


individuos, en un amplio sentido, ya que de forma gradual, van perdiendo un lugar y
un espacio dentro del entorno social, que eventualmente, sólo se reemplaza por las
redes de consumidores con los que se vinculan por la adicción.

• La estructura de la sociedad, basada en un modelo de consumo, supone un riesgo


para los individuos, en el sentido que promueve la posibilidad de sentir una
insatisfacción con la propia vida, donde se estimula la posibilidad de desconocer los
límites, traspasarlos y buscar un empuje acerca de lo ilimitado, que promueve la
estimulación de un posible consumo de sustancias, con la promesa de una
deshinibición, euforia, perdida de vergüenza o triste, que atrapa al consumidor, con la
expectativa de evadirse de la realidad.

• La familia como núcleo central de la sociedad y de los individuos, juega un rol y un


papel central en los procesos y tratamientos de personas con adicciones, y a su vez,
constituyen un factor crucial para lograr la reinserción social, desde lo más central de
la vida, que es la familia, hasta lo más externo, pasando por los amigos, los colegas,
el trabajo y la misma sociedad.

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Modelos y estrategias para la reinserción social

La exclusión de la persona consumidora

¿Cuáles son las razones que motivan la exclusión social de una persona
consumidora?

La identidad de la persona consumidora

Antes de adentrarnos a los contenidos sobre la exclusión de la persona que


consume, es posible situar una reflexión con respecto a la pregunta mencionada
anteriormente, ¿Por qué se excluye a la persona que consume?

Sobre los antecedentes que se han revisado en la primera unidad, se puede


entender el fenómeno de la exclusión con gran precisión, desde el entendimiento
de sus elementos históricos, hasta la comprensión de cómo este fenómeno se
articula a través de la fragmentación de los tejidos sociales, que produce la
limitación de acceso de unos individuos producto de las condiciones de género,
raza, funcionalidad o clase.

Entendiendo esto mismo, ya se puede observar una primera apreciación


vinculante entre el fenómeno de la exclusión y la persona que consume, debido a
cualquiera de las condiciones mencionadas, pero estas no serían y no deben ser
determinantes por sí mismas.

En este punto específicamente, abordaremos los planteamientos de


Rodríguez, S. y Nute, L. (2013), quienes hacen una revisión del fenómeno de la
reinserción social de usuarios de drogas en rehabilitación, ya que el artículo
permite orientar claramente las características y los contenidos asociados a los
aspectos centrales de la unidad.

Como se ha señalado a través del curso, el restablecimiento de un usuario de


drogas, implica un proceso de reinserción social complejo, comprendiendo que el
abandono o la reducción del consumo es sólo una parte del proceso.

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Este abandono del consumo, si bien es sólo una parte del proceso, es
fundamental, ya que permite ir articulando el resto de intervenciones para la
consecución de una reinserción adecuada, debido a que el consumo de la
sustancia suele tener un impacto en las dimensiones de la vida social del
consumidor, que además se suele reflejar en mayor o menor intensidad, en base al
grado de severidad o dependencia que se ha alcanzado, y también de los recursos
personales y sociales que cada individuo disponga.

En este sentido, los elementos


planteados permiten comenzar la
comprensión acerca de la exclusión
social en la persona consumidora, desde
la perspectiva en donde, el usuario de
las sustancias se comprende como
“diferente” respecto a la norma, lo que
conlleva la aparición de las dinámicas de
exclusión o marginación.

El uso de drogas se ve convertido


en una reducción de la calidad de vida
de los individuos, en un amplio sentido,
ya que de forma gradual, van perdiendo
un lugar y un espacio dentro del entorno
social, que eventualmente, sólo se
reemplaza por las redes de
consumidores con los que se vinculan
por la adicción.

A lo anterior, se suma que aparece una carencia, disminución o ausencia de


habilidades sociales en los casos de consumo, que se intensifica cuando el
consumo inicia en edades tempranas, agudizando el aislamiento desde edades
más tempranas, y produciendo un impacto más incapacitante.

También se destaca que en las personas consumidoras, suele haber una


escasa o nula estructura de vida cotidiana, que promueve un estilo de vida que se
organiza casi por completo o incluso en su totalidad, en función de la adquisición,
consumo y administración de las sustancias.

Por otro lado, al momento de abordar las diferentes perspectivas que se


poseen sobre el ámbito del alcoholismo y de las drogodependencias, se debe
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atender a que han sido formuladas como modelos genéricos, que permiten explicar
en un sentido amplio, el fenómeno del consumo de drogas y, por consiguiente, del
abuso y dependencia.

Los modelos existentes, ofrecen un conjunto de supuestos que son


comprensibles desde la génesis del problema, en base a la configuración y
formulación de múltiples conceptualizaciones acerca de la naturaleza del fenómeno
y acerca del consumidor individual.

En este sentido, los fundamentos plantean dimensiones y conjuntos que son


variables en relación al origen, mantenimiento y desarrollo del fenómeno,
articulando los objetivos genéricos de prevención y tratamiento, que implican
soluciones viables, y se constituyen como guías para el diseño e implementación
de conjuntos específicos de políticas, medidas, estrategias, acciones concretas y
programas tanto de intervención como de seguimiento y reinserción.

Cuando se piensa en la identidad de la persona que consume, es necesario


situarse en la época actual y también sus determinantes, por lo que resulta central,
ubicar las características de la subjetividad y cuáles serían los factores que influyen
o provocan la proliferación de consumos problemáticos.

Por lo tanto, se debe comprender que el ser humano ha cambiado


históricamente, desde sus propias representaciones acerca del mismo, hasta
incluso su realidad. Dichas transformaciones implican un cambio en el psiquismo y
también en el ordenamiento espacio – temporal del mundo, donde esa subjetividad
que se trabaja se determina por variables históricas y también por características
culturales que se experimentan en un sistema histórico – político.

Según Goldstein, B. y Bordoni, M. (2015) autores como Grajeda y Durán, han


dado una comprensión de la subjetividad como:

Un conjunto de percepciones, imágenes, sensaciones, actitudes,


aspiraciones, memorias y sentimientos que impulsan y orientan el actuar
de los individuos en la interacción permanente con la realidad. (P. 40)

La anterior definición, se entremezcla con la visión de que se trata de una


disposición interna que el sujeto ha construido de una forma personal y social, en
base a su interacción con el entorno inmediato y el entorno ampliado.

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Otro aporte interesante acerca de la subjetividad, se puede entender desde
los planteamientos de Lewkowics, 1999 (en ibid.) quien sostiene que la subjetividad
adictiva es socialmente instituida, ya que los hombres disponen de una naturaleza
que es situacional, es decir, que es producto de las condiciones sociales en las que
se desenvuelven, por lo tanto, la subjetividad vendría siendo una construcción
psico-social, que sería consecuencia de prácticas sociales que se pueden
identificar, y que a su vez tipifican también lo que producen.

Las drogas en general, suelen presentarse como respuestas disponibles de la


época, por lo que el consumo y la adicción son maneras de responder al malestar
subjetivo que diversos individuos pueden experimentar a causa de múltiples
factores, que surgen de la experiencia.

Muchas veces ocurre que la subjetividad presenta las condiciones para que
se pueda desarrollar un consumo, en respuesta de algún sufrimiento, padecimiento
o displacer personal. Donde además es importante reconocer que no todo
consumo se debe entender como adictivo, y se debe destacar que tanto el
consumo como la adicción, son formas de responder al padecimiento humano.

En una sociedad como la actual, una sociedad basada en el consumo de


productos, vienes, servicios, y sobre todo de un consumo masificado por la lógica
del vacío, de lo efímero y la cultura mediática, se crean mayores condiciones de
displacer subjetivo que pueden convertirse en factores de riesgo para el consumo
de sustancias.

Según Tarrab, 2000 (en ibid.)

La práctica del toxicómano es


la paradigmática de nuestra época el
desarraigo, la soledad, la ruptura, la
fragmentación de lazos y redes
sociales, la falta de contención y de
pertenencia.

La subjetividad de la época
corre detrás de ese objeto de
consumo para colmar su angustia,
su incertidumbre, en un contexto
marcado por la desigualdad y la
exclusión. (p. 41)
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En la actualidad, muchas veces se sostiene un mandato a desconocer los
límites, a traspasarlos y buscar un empuje sobre lo ilimitado. Lo que genera que
constantemente se estimule el consumo de drogas y alcohol, con la promesa de
deshinibición, de euforia, de perdida de vergüenza o tristeza.

Esta promesa de deshinibición, euforia, y estimulación general, suele ser la


que atrapa al consumidor, en base a la expectativa de poder evadirse de la
realidad, o hacer un uso recreativo, pero que conforme avanza en el ciclo del
consumo, se va volviendo cada vez más dependiente, aumentando la resistencia
del organismo frente a la sustancia, y recurriendo cada vez a consmos más
elevados de la sustancia, y también recuerriendo a métodos más complejos para
saciar la necesidad.

Según Leonard, 2010, (en ibid.)

En la economía neocapitalista de la actualidad, se exige que hagamos del


consumo nuestra forma de vida, convirtiendo las compras y el uso de bienes, en
rituales, que se busque la satisfacción espiritual y de nuestro ego a través del
consumo. Se necesita que las cosas se consuman, se gasten, se reemplacen, se
descarten a un ritmo y aceleración continua.

Lo anterior nos lleva a comprender que cada vez se compra más, se tienen
más cosas, pero también, cada vez hay menos tiempo para lo que nos hace
realmente felices, como la familia, los amigos, tiempo para divertirnos y hacer lo
que realmente nos gusta.

En el mismo plano, (ibid.) sugiere:

Podemos pensar como ejemplo el creciente uso de psicofármacos


en nuestra sociedad. Su uso cotidiano se presenta como una oferta para
el confort de las personas, para administrar en forma personal las
emociones, se trate de angustia, de apatía o de aburrimiento. La
automedicación gana así lugar frente a la inquietud, la angustia y la
inseguridad. Las drogas más recetadas en Occidente son las
benzodiacepinas: the happy pill. Es notable el aumento que se produce
año a año en su facturación. (p. 41)

Este planteamiento, supone la posibilidad de reflexionar y cuestionarse lo


siguiente:

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¿De qué forma impacta la estructura de la sociedad en el consumo de sustancias?

¿El consumo de sustancias es producto de las características del individuo?

¿El consumo de sustancias es producto del contexto socio - cultural?

En el caso de la persona que consume, su subjetividad se representa a través


de la imagen que lo caracteriza, donde se observa a los consumidores como seres
solitarios, que sostienen un lazo social en base al intercambio de mercancías.

De lo mismo, se puede desprender que el consumo problemático de drogas


y/o alcohol, aparece cuando se trata de sujetos en los que las drogas ocupan un
lugar o espacio privilegiado en su economía psíquica, basado en una relación de
dependencia con la sustancia.

Se trata de un lugar y una función singular en cada caso, donde la relación se


ve caracterizada por que el sujeto en principio encontraría al menos una vía de
alivio y satisfacción que no puede alcanzar por otros medios, pero que luego se va
apropiando de sus capacidades de toma de decisión, producto de la dependencia e
importancia que se le asigna al consumo.

La subjetividad adictiva como tipo de subjetividad socialmente instituida, es la


realización plena del sujeto que consume, es como si se hubiese encontrado el
objeto totalmente satisfactorio, que entorpece el funcionamiento de la estructura
mercantilista, siendo el consumidor un sujeto que se desvía de los propósitos
principales del consumo, porque no se desplaza de objeto a objeto, sino que se fija
en aquel objeto encontrado de la satisfacción absoluta, por lo tanto, quedaría fuera
de la sociedad de mercado, y también excluido en términos sociales, por lo tanto, la
subjetividad adictiva se puede determinar por las condiciones sociales y culturales
que inscriben en el sujeto la lógica del consumo. (p. 42)

Se puede homologar el consumo de las sustancias comúnmente con el


funcionamiento de una muleta, donde el sujeto se asiste, facilita el andar en los
inicios, pero en la medida que se instala en su funcionalidad, esta se convierte en
una sustancia indispensable para la persona, volviéndose dependiente de su uso.

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Lo anterior anula las demás áreas, intereses y funciones, instalándose la
droga y/o alcohol como aquel objeto exclusivo y excluyente que se transforma en el
eje de su vida.

Naparstek, 2004 (en ibid.) señala:

La muleta que respondía a los mandos de quien la lleva puesta empieza a


caminar sola y lleva al sujeto a un infierno difícil de detener.

Toda sustancia psicoactiva, posee la capacidad de producir una


transformación neurobiológica. Los efectos que produce en función de su
uso tiene dos caras: la de remedio y la de veneno. Esta capacidad de
transformación según su principio activo es lo que se denomina Principio
de Pharmakón: la primera cara es la que otorga alivio a la persona, la
segunda se relaciona con su composición tóxica. (ibid. p. 42)

Contribuyendo a los planteamientos que se han ido señalando, también se


puede incorporar la lectura acerca de apuntes de drogas desarrollado por el
observatorio chileno de drogas, donde se trabajan entrevistas a usuarios de centros
de tratamiento, para diseño de programa de reducción del estigma en
consumidores de drogas.

En el documento señalado, se plantea que lo que caracteriza a los grupos, es


su forma de entender el estigma a nivel social, donde la perspectiva de los
participantes, planteaba la existencia de una reproducción a nivel social, acerca de
la ignorancia en torno al fenómeno de las adicciones.

Esto sería producto de un desconocimiento y falta de información, que


reforzaría la construcción del estigma, potenciando la exclusión social en la que
viven las personas con algún trastorno por uso de sustancias.

Por ejemplo, un entrevistado plantea que a una persona obesa con


adicción al azúcar se le presta ayuda, mientras que a una persona adicta
a alguna droga, se le considera una “mala persona” y se le asocia a
conductas violentas. (p. 1)

También ocurrió que los participantes del estudio, planteaban la existencia de


un fenómeno llamado “invisibilización” del consumidor de drogas, derivado del

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miedo que el mismo genera, lo que en la práctica, se traduce en un sentimiento
cotidiano de ser evitado, rechazado y excluido de los distintos espacios sociales.

Por otro lado, se incorpora la experimentación de la desconfianza que, según


perciben los individuos, el resto posee hacia ellos. Acá la mayoría de los
entrevistados, señala que el alcance de la desconfianza se origina producto “de su
propio actuar durante el consumo”, que se describe como “incoherente” con el
objetivo de obtener la sustancia, afectando las relaciones con la familia y su
entorno circundante.

Además de lo que se ha señalado, también se caracteriza la importancia de


relevar una relación/vínculo con la autoridad pública, ya que por un lado, existe una
disconformidad contra ésta, debido a que se percibe una escasa preocupación e
incapacidad para abordar a través de políticas claras, el consumo de drogas y la
reinserción social.

Pero, que por otro lado, también se evita el contacto con dichos actores, para
evitar una relación debido a las posibles repercusiones que esto podría generar,
como por ejemplo:

- La pérdida de la tuición de los hijos.

- La dificultad de encontrar trabajo luego de reconocerse el consumo.

- Entre otros.

Además de lo anterior, se
destaca el rol que cumplen los
medios de comunicación, donde los
entrevistados enfatizan el papel
central y negativo que han tenido
los medios en la formación y
desarrollo de estereotipos
asociados a personas con
consumo problemático de drogas,
atribuyendo características
negativas como la delincuencia, los
ladrones, las mentiras,
capacidades cognitivas reducidas o deshonestidad, que más que impulsar una
mirada positiva, neutra o constructiva sobre las personas que consumen, potencian
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el estigma y producen una perspectiva negativa de aquellas personas que
consumen.

Por último, se desca de forma unánime, el vínculo entre el estigma y la


desigualdad de género, ya que, a pesar de que se visualiza como un fenómeno
transversal, se destaca que en las mujeres que consumen sustancias, el estigma
es posiblemente mayor, es decir, se relaciona a las consumidoras con la
prostitución y promiscuidad, lo que genera una situación de mayor vulnerabilidad y
exclusión social hacia este grupo.

Por lo tanto, de todo lo que se ha expuesto, se puede ir concluyendo que la


identidad de un consumidor de sustancias no se ve únicamente expresada en
función de sus características de personalidad, sino que más bien, es producto de
una serie de múltiples elementos que determinan esta conducta, como lo puede ser
el contexto socio- cultural en el cual se desenvuelve, las experiencias de vida,
sumado a los recursos de cada individuo y los factores protectores o de riesgo con
los que se cuenta.

El rol de la persona consumidora en la familia y en la comunidad

Cuando se aborda el rol de la persona consumidora en la familia, se deben


tener en consideración varios elementos antes de adentrarse en este asunto, ya
que primeramente la familia constituye un sistema particular, con ciertas
características que lo vuelven distinto a otros sistemas.

Considerando los planteamientos de la constitución política de la república de


Chile, en base al artículo N° 1, que señala que las personas nacen libres e iguales
en dignidad y derechos, se hace mención a la familia, refiriéndose a esta misma
como el núcleo fundamental de la sociedad, sobre lo mismo se sostiene:

El Estado reconoce y ampara a los grupos intermedios a través de los


cuales se organiza y estructura la sociedad y les garantiza la adecuada
autonomía para cumplir sus propios fines específicos. (ibid. p. 5)

El Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es


promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las condiciones
sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la
comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible, con
pleno respeto a los derechos y garantías que esta Constitución establece.
(ibid.)
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Es deber del Estado resguardar la seguridad nacional, dar protección a
la población y a la familia, propender al fortalecimiento de ésta, promover la
integración armónica de todos los sectores de la Nación y asegurar el
derecho de las personas a participar con igualdad de oportunidades en la
vida nacional. (ibid.)

En este mismo contexto, se sostiene que debido a la forma en que se observa


la adicción en la familia, entendiendo el fenómeno como un asunto de
codependencia, donde suele haber en primera instancia una situación de negación
del problema, que posteriormente pasa a tener un estado de “control de la
situación” y un tercer desarrollo al momento en que se ubica la búsqueda de ayuda
externa. Aquí el problema alcanza dimensiones significativas pasando a un estado
“fuera de control”.

Lo que se ha señalado, posee una implicancia en los casos donde hay


adicción familiar, que conlleva sentimientos de miedo, desafecto y dudas con
respecto a la interacción de los miembros, que a su ves conlleva experiencias
basados en frustración, falta de comunicación y temores, que se pueden traducir en
una disfuncionalidad y fragmentación individual y colectiva de la familia.

Cuando se observa la dinámica a nivel familiar, se pueden observar diversas


etapas, las que según Soto, L. (s.f) se pueden comprender a través de las
siguientes formas y sus respectivas descripciones:

Etapa de negación: Es el primer mecanismo de defensa que aparece


y consiste en no querer saber lo que es la realidad, por lo tanto, la familia
enferma niega la situación de estar enferma.

Etapa de la ira o cólera: de acuerdo a la magnitud de la pérdida,


ventilamos nuestra rabia de manera racional o irracional sobre cualquier
persona o cosa que pueda estar a nuestro alrededor, en las familias con un
problema de adicción de uno o varios de sus miembros, los sentimientos son
de Ira o culpa por sí mismos.

Etapa de regateo (negociación): Es una etapa en donde se establece


un cierto regateo o un alegato interno y externo; puede también considerarse
como una negociación o pacto con otros, tales como un ser trascendente
(Dios) o con la vida, ej: Las personas familiares de un adicto muchas veces

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dicen “si yo hubiera hecho esto o aquello, tal vez el problema no hubiese
ocurrido…”, “Si Dios me saca de este problema, entonces yo prometo …”

Etapa de depresión: Es el luto en su máxima expresión, es lo que


hubiéramos tratado de evitar a toda costa, y por qué no decirlo, “es el tiempo
de llorar”. Aquí las familias experimentan un cierto aislamiento y una fuerte
depresión frente al sentirse impotentes con su situación.

Etapa de aceptación: Es el final de la lucha; es estar en paz con lo


que es la realidad y es la renuncia a la omnipotencia personal y grupal, y se
acepta el hecho de necesitar ayuda.

Sobre la base de las etapas de la adicción en la familia y el mismo consumo,


ya se tiene un antecedente importante acerca del rol que tiene la persona
consumidora en la familia, puesto que desde esta misma dinámica se desprenden
una gran parte de los fenómenos que aquejan al sistema e implican la necesidad
de trabajarlo, para lograr poner fin a las dificultades que surgen en el entramado
familiar.

En este ciclo, surge el cuestionamiento acerca de la búsqueda de un culpable,


es decir, encontrar a un chivo expiatorio, a quién o quiénes culpabilizar acerca del
consumo que está teniendo un individuo en la familia.

Sin embargo, como el propósito no se centra específicamente en buscar al


culpable, sino más bien, lograr sanar esta condición y también conseguir una
reinserción adecuada, se torna central, considerar a la familia como un soporte y
sostén para la recuperación de la adicción a las drogas.

Según Zapata, M. (2009). El abuso y la adicción a las drogas, se ha


convertido en las últimas décadas en uno de los primeros problemas de salud
pública para la sociedad actual. Ya que alrededor de 200 millones de personas en
el mundo, usaron drogas ilícitas en el año 2008, lo que se convierte en un reto
gigante para las autoridades de salud, sobre la búsqueda e implementación de
estrategias y programas eficaces de promoción, prevención y tratamiento, para los
cuales se requieren modelos de atención novedosos y basados en el conocimiento
científico, que permitan atender con profundidad la complejidad del problema. (p.
87)

Según Barret & Turner, 2006; Liddle, 2004; Risberg & Funk, 2000 (en ibid.)
sostienen que se reconoce, en todo caso, a la familia y al entorno social como un
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grupo causal relevante para los trastornos por uso de sustancias psicoactivas, y
hoy se acepta, acorde a las conclusiones a las que han llegado investigadores del
tema, la importancia de la estructura y el soporte familiar, en la recuperación
sostenida y de largo plazo en esta problemática, de manera muy especial en
adolescentes.

¿Qué se puede hacer cuando hay un consumidor en la familia?

¿Qué se debe hacer cuando hay un consumidor en la familia?

¿Qué debería hacer el consumidor para lograr sanar?

Desde aquí, surge la utilidad de comenzar a observar un modelo de intervención


centrado en la familia, donde según el autor (ibid.) se pueden establecer ciertos
principios y guías que dan soporte al desarrollo y actuación de la familia, considerada
como el eje central para la recuperación del problema de la adicción a las drogas, y
también un pilar fundamental para la reinserción social.

Los puntos centrales del modelo, según el autor (ibid.) serían:

La familia debe convertirse en soporte importante para la atención del


problema del consumo y adicción a las drogas, integrándose de manera decidida
desde el inicio del tratamiento y participando de manera activa en las diferentes
intervenciones terapéuticas que se realicen. (p. 89)

Cuando la familia conoce del proceso de la adicción a las drogas y se


involucra en el tratamiento, el individuo con problemas de abuso de drogas tiene un
mejor pronóstico de recuperación. Por ello, las intervenciones terapéuticas que se
realicen deben estar orientadas al restablecimiento de la armonía en las relaciones
de la familia. Esta armonía se logra a través de intervenciones individuales y
grupales que buscan, entre otras: (ibid.)

a) Desarrollar capacidades para enfrentar las dificultades,


trabajando en los sentimientos de culpa y en la recuperación del
optimismo.

b) Favorecer la restauración de jerarquías, incrementando la


autoridad positiva de las figuras paternas.

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c) Identificar en la familia formas adecuadas de comunicación que
fomenten la recuperación de la confianza entre sus miembros.

d) Incrementar en la familia las habilidades afectivas, para que se


puedan expresar adecuadamente tanto los sentimientos
positivos como los negativos.

Si se llega a realizar una intervención terapéutica, y el paciente regresa a su


hogar, es fundamental que la familia esté en capacidad y disposición de hacer uso
de las herramientas que se adquieren durante el tratamiento, asumiendo actitudes
y comportamientos que ayuden al mantenimiento de los logros alcanzados. (ibid.)

Las herramientas que adquiera la familia, deben posibilitar la implementación


en cambios sobre el modo en que se relacionan los integrantes con la persona en
tratamiento, donde estos cambios se deben reflejar en actitudes y
comportamientos, como por ejemplo:

a) La familia es más solidaria y manifiesta más el afecto.

b) Las normas relacionadas con el paciente son concertadas con él,


no obstante, se exige su cumplimiento y se establecen sanciones
si no se cumplen.

c) Los padres o figuras de autoridad comparten y respaldan sus


opiniones sobre actitudes y medidas disciplinarias decididas por
ellos.

d) Hay acuerdo por parte de todo el grupo familiar en el manejo que


se le debe dar al conflicto.

e) Los roles de cada miembro del grupo familiar están bien definidos
y la comunicación es clara y directa.

A su vez, el autor señala que la familia se debe vincular a través de redes de


apoyo que brinden acompañamiento y soporte en el proceso de recuperación del
paciente, con el objetivo de desarrollar conocimientos y actitudes que buscan un
mantenimiento de los cambios positivos que se han logrado, y también, para lograr
la contención en situaciones de crisis. (ibid.)

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La familia deberá cumplir un rol de acompañamiento en el proceso
profesional, donde la duración de los procesos y el acompañamiento, se define en
acuerdo sobre el aprendizaje conceptual y actitudinal del grupo familiar con
respecto a las necesidades generadas por ellos, para enfrentar y apoyar
situaciones que se deriven durante el proceso de tratamiento.

Lo anterior, permitirá a la familia una participación en un esquema de


reuniones o encuentros de acompañamiento con profesionales del grupo
interdisciplinario de salud o asistencia, en los que se evaluaran aspectos como los
siguientes:

a) El cumplimiento del paciente de las normas concertadas.

b) La valoración de los cambios que se han identificado en el


paciente y en los miembros del grupo familiar.

c) El reconocimiento y seguimiento de lo que el paciente ha estado


haciendo de manera autónoma.

d) Las dificultades que se han presentado en el funcionamiento de la


familia.

De lo anterior, el grupo familiar deberá vincularse a grupos de soporte y apoyo


socio-familiar; donde podrán expresar sus emociones y compartir temores y/o
expectativas con otras familias que transitan por la etapa de reincorporación del
paciente al grupo familiar y a la vida social activa y productiva. (ibid. p. 90)

El soporte familiar que se ofrece al paciente, debiese ser capaz de posibilitar


su individuación y autonomía en el proceso de rehabilitación. (ibid.)

Un problema que surge de las consecuencias del abuso y la adicción a las


drogas, es que el paciente o usuario suele ser visto o percibido en su hogar como
una persona incompetente, poco responsable, y por lo tanto, necesitada de
protección familiar. (ibid.)

Por lo anterior, con el propósito de intervenir este riesgo, es necesario un


proceso de instrucción familiar, para que así el paciente con problemas de abuso
de drogas, sea visto por su familia, su entorno y él mismo, como alguien que puede
destacarse en alguna actividad productiva, socialmente aceptada y gratificante para
el individuo. (ibid.)
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Para lograr esto, la familia debe:

a) Redefinir el rol del individuo en recuperación como persona


competente y con potencial para lograr su individuación.

b) Promover la iniciativa, autonomía y espontaneidad del


paciente, facilitando su participación en la toma de decisiones
y asunción de responsabilidades.

c) Promover el desarrollo de su identidad, teniendo respeto por


sus ideas.

d) Estimular su vinculación con redes que favorezcan la


formación y/o capacitación para el trabajo.

Al respecto, también la familia debe recibir educación sobre las señales de


alerta de posibles recaídas del paciente, que permitan actuar de manera proactiva,
donde sea posible prevenir estas situaciones y también aceptarlas cuando ocurran,
entendiéndolas como parte del proceso de recuperación. (p. 91)

La familia, requerirá un proceso educativo para manejar conceptos de


recuperación y recaída en el consumo de drogas, lo que permitirá al grupo familiar,
identificar señales de peligro para prevenirlas y, además, facilitará una actuación
adecuada y consciente, en caso de que llegasen a presentarse nuevos episodios
de consumo. (ibid.)

Es central que la familia logre elaborar un inventario o esquema diario de


señales que pudiesen ser indicio de un estancamiento en el proceso de
recuperación, donde algunas de estas señales pueden ser:

a) Cambios en el estilo de vida o tendencia a romper rutinas,


como despertar y levantarse más tarde o dejar de cumplir
algunas responsabilidades.

b) Comportamientos compulsivos como aumento exagerado del


apetito e inicio o aumento del consumo de café o cigarrillo.

c) Negación frente a llamados de atención.

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d) Deterioro de las relaciones afectivas, con expresión
inadecuada de ira y/o depresión.

Si se llegan a identificar algunos comportamientos como los señalados


anteriormente, se debe hacer una revisión con el paciente acerca de estos
aspectos.

Por último, el individuo en tratamiento que no cuente con familia, debe ser
vinculado a una red de apoyo equivalente, que sustituya las funciones de
acompañamiento, comunicación y afecto. (ibid.)

Cuando no hay una familia que asuma, o cuando hay ausencia de familia que
pueda acompañar al paciente en recuperación, es necesario acudir a grupos
humanos y sociales alternativos, en los que está inserto el paciente, es decir, su
red de apoyo social.

Si no existiese una red de apoyo social positiva, se debe elaborar un plan


para que esta se construya.

Esta red de apoyo, puede ser constituida por amigos o parientes, a los cuales
se debe contactar y motivar para su vinculación al proceso de recuperación,
considerando si, que en el caso de que no se cuente con esta posibilidad, se debe
acceder a instituciones que presenten este tipo de soporte, proveyendo al paciente
de un ambiente y condiciones mínimas de afecto, soporte material y espiritual,
guía, consejo y afianzamiento de la identidad. (ibid.)

Es importante tener en cuenta que el proceso de apoyo social debe ser


concebido como un “dar y recibir”, en el que el paciente debe asumir una serie de
responsabilidades que lo preparen para lograr ejercer su propia autonomía.

En este punto, será entonces, el objetivo más importante de la vinculación con


una red de apoyo social; la estabilización emocional y afectiva, y también la
preparación para asumir una vida independiente, en la que pueda reconstruir una
nueva y propia red de apoyo social.

Así, es posible destacar que este modelo de intervención sostenido en la


familia, reconoce a la misma como un factor fundamental para la protección del
consumo de drogas, ya que a través de esquemas de soporte positivo, donde se
clarifican las relaciones de autoridad, afecto y comunicación, pudiendo enfrentar y
disminuir los riesgos de la enfermedad adictiva. (p. 92)
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Conclusión
¿Cuál o cuáles son las ideas centrales o conclusiones que puedes
extraer de este material?

A modo de conclusión, con respecto a los elementos que se han trabajado en el


presente material, es posible comenzar destacando el fenómeno del consumo de
sustancias y la adicción, como un elemento que se suscribe en múltiples dimensiones
de la vida, que producto de diversos elementos, puede desencadenar una exclusión
social de la persona que padece la enfermedad de dependencia y consumo de
drogas.

Sobre lo anterior, se destaca que la estructura de la sociedad, basada en un


modelo neocapitalista, fundado en la necesidad de consumo, con premisas como la
necesidad de que las cosas se consuman, se gasten, se reemplacen, se descarten a
un ritmo y aceleración continua, se constituye como un factor que promueve la
posibilidad de que se incurra en un consumo problemático de sustancias.

Esto, repercute en la subjetividad del consumidor, generando la exposición a


posibles factores de riesgo, que terminen desencadenando un consumo como
alternativa u opción a la búsqueda de un alivio frente al displacer o los problemas que
puedan estar afectando a la persona.

Por último, se puede destacar a su vez, la importancia y lo fundamental que es la


familia y la comunidad para el proceso de rehabilitación de una persona con
problemas de consumo de sustancias, desde el apoyo y acompañamiento del proceso
o tratamiento, hasta la consecución de una reinserción social, que comienza desde el
núcleo central de la vida, que vendría siendo la familia, y que se va extendiendo a las
diversas redes de apoyo social, como los amigos, el trabajo, y la misma sociedad.

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Bibliografía
Constitución política de la república de Chile. (2005). Artículo 1°

Goldstein, B. y Bordoni, M. (2015). Conferencia: El sujeto y el consumo. Adicciones y terapia


ocupacional. XV Jornada de la residencia de terapia ocupacional.

Rodríguez, S. y Nute, L. (2013). Reinserción social de usuarios de drogas en rehabilitación. Una


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SENDA. Observatorio Chileno de Drogas. (2018). Entrevistas a usuarios de centros de tratamiento


para diseño de programa de reducción del estigma en consumidores de drogas. N° 5. Senda.

Soto, L. (s.f). ¿Cómo abordar la adicción en la familia? Una mirada a lo psicosocial desde la terapia
familiar con adictos a las sustancias psicoactivas. Recuperado de:
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Zapata, M. (2009). La familia, soporte para la recuperación de la adicción a las drogas. Rev. CES
Psicología, Vol. 2 N° 2. Julio-diciembre. ISSN 2011-3080.

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