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Presentación de un modelo de abordaje inclusivo e integral para los

consumos problemáticos

Introducing an inclusive and integral approach model for problematic


consumption

Lic. Chiarlo Bandolin, Osvaldo José Luis

Ordano, Eliana Giselle

Resumen

El presente documento busca conceptualizar un modelo integral para la


comprensión de los consumos problemáticos y adicciones, las dimensiones de
análisis implicadas y los vínculos que se generan entre ellas. Su objetivo es
habilitar la posibilidad de diseñar tratamientos personalizados e intervenciones de
modo interdisciplinar, fomentar la conciencia de ciudadanía respecto a su
responsabilidad frente a la problemática y erradicar así estigmas sociales que
dificultan el logro de una mejor calidad de vida a nivel social. Se espera que los
lectores se encuentren dispuestos a considerar nuevas alternativas terapéuticas en
el ámbito de los consumos problemáticos, basados en servicios de tratamientos
integrales, con criterios interdisciplinarios.

Palabras clave​: adicciones, consumos problemáticos, modelo integral.

Abstract

The present document seeks to conceptualize an integral approach model for


the understanding of problematic consumption and addictions, the dimensions of
analysis involved and the links that are generated between them, in order to
enable the possibility of designing personalized treatments and interventions in an
interdisciplinary way, promoting awareness citizenship regarding their
responsibility for the problem and thus eradicate social stigmas that make it
difficult to achieve a better quality of life at a social level. Readers are expected to
be willing to consider new therapeutic alternatives in the area of ​problematic
consumption, based on comprehensive treatment services, with interdisciplinary
criteria.

Key words​: addiction, problematic consumption, integral approach.


Resulta hoy en día amplio el consenso científico internacional respecto a que
no existen tratamientos para problemáticas de adicción que sean igualmente
efectivos para todas las personas, y que es necesario por lo tanto su
personalización, sosteniendo que si hay una adecuada correspondencia entre las
características del sistema consultante y los espacios de tratamiento que se le
asignan, la efectividad de los mismos será mayor que si fueran indicados de
manera azarosa (UNODC, 2017; NIDA, 2010; CONADIC, 2012).

La tendencia actual para los abordajes de consumos problemáticos basados


en evidencia se orienta a la acción en diferentes niveles, principalmente la persona
con el síntoma del consumo problemático, las familias, el contexto comunitario
inmediato y el entorno social más amplio. Esto promueve intervenciones
terapéuticas basadas en la necesidad de fomentar el apoyo y la participación de
todos ellos con los centros de salud intervinientes (Naciones Unidas, 2003).
Siguiendo con este lineamiento, se toma también en cuenta el modelo bioecológico
de Bronfenbrenner (2005), que ofrece un sistema teórico del desarrollo evolutivo
biopsicosocial de individuos y grupos humanos, a través de fenómenos de
continuidad y cambio entre diferentes niveles.

Basado en estos enfoques paradigmáticos, se propone un modelo de


entendimiento de los consumos problemáticos y adicciones con 4 dimensiones y
con especial énfasis en los vínculos entre las mismas. Esto se debe a su vez a la
influencia del psicólogo uruguayo Miguel Silva Cancela, quien acuña el concepto de
‘toxicología vincular’ (Silva Cancela, 2013), entendiendo los consumos
problemáticos como un problema de vínculos de una persona consigo misma, su
familia y su contexto microsocial. Los deterioros en estos vínculos podrían
predisponer a la persona a buscar conexión con un objeto cuyo consumo deviene
problemático.

Un primer bosquejo de las dimensiones que se tienen en consideración


podría definirse en la Figura 1, entendiendo cada una de las dimensiones y
vínculos como se explica a continuación.
Figura 1. Gráfico sobre las dimensiones y vínculos intervinientes en
situaciones de consumos problemáticos y adicciones.

Dimensión 1: la persona. Incluye la complejidad de sistemas que


interaccionan en el ser humano, desde lo biológico a lo psicológico y espiritual.

Dimensión 2: la familia. Como primer espacio de socialización, donde la


persona forma sus primeros modelos de vínculos con personas significativas, la
relevancia de la familia de origen es primordial en el modelo propuesto donde se
entienden los consumos problemáticos en el análisis de los vínculos.

Dimensión 3: el contexto microsocial. Se entiende como toda persona,


institución, actividad, etc. con que se vincula la persona más allá de su familia
conviviente, pudiendo incorporar amigos, familia extensa, vecindario, instituciones
laborales, educativas, culturales, deportivas, religiosas, etc.

Dimensión 4: el objeto problema. Abarca toda sustancia -sustancias


psicoactivas legales o ilegales, alimentos, etc.-, actividad -juego, trabajo, deporte,
etc.- o relación interpersonal -codependencia- con la que se genera el vínculo
tóxico o consumo problemático. Se destaca con esta clasificación que se contempla
a la persona independientemente de su objeto tóxico o problemática, encontrando
estigmatizantes términos como “adicto/a”, “toxicómano/a”, “cocainómano/a”,
“alcóholico/a”, “ludópata”, etc.
Cabe destacar que estas dimensiones se encuentran siempre encuadradas
dentro de una cultura de consumo propia de las sociedades occidentales
contemporáneas, en la que se fortalece la relación entre factores positivos
-felicidad, diversión, reconocimiento social, etc.- con el consumo de alguna
sustancia, actividad o mediante relaciones románticas idealizadas (Fros Campelo,
2015; Carballeda, 2006).

Vínculo primario (V1). Primer vínculo que la persona forma con su entorno
social, y que se conforma como modelo de vínculos posteriores. Se estudia en este
modelo los constructos de emoción expresada (Becerra García, 2009;
Medina-Pradas, 2016) y el análisis del funcionamiento y estructura familiar desde
las teorías psicológicas sistémicas (Minuchin & Fishman, 2004; Haley, 2005).

Vínculo social primario (V2). Analiza las relaciones que sostiene la persona
con su entorno, la manera de realizarse en la esfera social. Incluye su red de apoyo,
su adherencia a actividades propias de su ciclo vital -laborales, educativas,
deportivas, culturales, prosociales, etc.-, capacidades e intereses, así como si hay un
proyecto de vida o fue este deteriorado por múltiples posibles circunstancias,
como pueden ser transgresiones a las normas sociales y encarcelamientos.

Vínculo tóxico (V3). Indica la relación que se forma entre la persona y el


objeto de consumo problemático cuando los anteriores no han logrado satisfacer
suficientemente la necesidad humana de vinculación. Se evalúan los distintos
grados de severidad en cuanto a la incidencia que tiene en la calidad de vida de la
persona y de su entorno (Kornblit, Camarotti & Di Leo, 2010), así como el sentido
que la persona le atribuye a su consumo.

Vínculo social familiar (V4). Representa el nivel de involucración que la


familia tiene en la vida social de la persona, cuánto conocimiento tiene al respecto
y hasta qué punto permite o promueve que esa relación se forme de manera
acorde con el desarrollo de la persona.

Vínculo tóxico familiar (V5). Se analiza la relación entre la familia y el/los


objetos de consumo problemáticos, desde la desinformación total hasta el
consentimiento pleno de su uso y abuso, promovido incluso por algunos miembros.
Incluye la exposición de la persona al objeto desde su gestación y primeros años de
vida, las emociones que surgen respecto al consumo de la persona y el nivel de
expectativas que poseen respecto al tratamiento y su rol en el mismo.
Vínculo corrupto (V6). Se analiza cuánto está involucrado el narcotráfico en
el ámbito social de la persona. Se destaca así que para el análisis de un problema
de consumo, se deben tener en cuenta y abordar las dimensiones socio-económicas
comunitarias y estatales (Federico, 2013).

Conclusiones

Las nuevas políticas de drogas nos impulsan a ampliar el lente de análisis e


intervención del fenómeno de los consumos problemáticos, modificando el lente
simplista focalizado en el individuo “portador” del “agente infeccioso”. Si seguimos
empecinados en abordar un problema complejo desde un análisis parcial de la
realidad, sin tener en cuenta todas las dimensiones y los vínculos intervinientes
entre ellas, estaremos siendo cómplices directos o indirectos de la proliferación
indiscriminada de la problemática. Estas dimensiones y sus vínculos descritos
pueden resumirse en la figura 2.

Figura 2. Gráfico sobre las dimensiones y vínculos intervinientes.

Cabe aclarar que este modelo no es de ninguna manera una respuesta


acabada a la compleja descripción de los consumos problemáticos, ni se ha podido
describir exhaustivamente cada uno de los vínculos intervinientes entre las
diferentes dimensiones que posibilitan el desarrollo de una adicción. Pero sí se
espera proporcionar información actualizada e integrada de un fenómeno
complejo para su mejor entendimiento en el momento de realizar un diagnóstico
integral y un posterior diseño del tratamiento que pueda adaptarse a la realidad
individual, familiar y social del sistema consultante. A su vez, se apunta a propiciar
un entendimiento más acabado de esta enfermedad mental y así poder desmitificar
diagnósticos moralistas que sólo contribuyen a cronificar la enfermedad.

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Anexo

Las variables consideradas en las dimensiones y vínculos

Para el análisis de cada situación de consumo que es llevada a consulta en un


centro de salud, se proponen las siguientes variables como una primera
aproximación para crear un modelo de diagnóstico y pronóstico lo más abarcativo,
integral y útil para el sistema consultante. Las mismas tienen el propósito de guiar
al equipo de trabajo terapéutico en la comprensión de las circunstancias que están
manteniendo el consumo problemático, los objetivos que más probablemente
puedan cumplirse y más necesarios o urgentes serían en el corto, mediano y largo
plazo, así como las estrategias que deberán seguirse para cumplirlos. Se
describirán brevemente ordenados en función de la dimensión o vínculo en la que
se encuentran.

Dimensión Persona (D1)

Edad ​o etapa del ciclo vital en la que la persona se encuentra​: esta variable a
demostrado ser un importante factor a la hora de poder agrupar problemáticas
similares, siendo las áreas afectadas en niveles comunes en la mayoría de los casos
según si se trata de adolescentes, jóvenes adultos, adultos o personas mayores.

Modalidad de personalidad​: existe evidencia de que los consumos


problemáticos poseen alto grado de comorbilidad con trastornos de personalidad
(Casadio et al, 2014; Fehrman et al, 2019), y su conocimiento para una adecuada
estrategia terapéutica no debe pasar desapercibido. Se pueden tomar como
referencia las descripciones y clasificación que proponen Beck, Freeman y
colaboradores (1995), considerando que no siempre resultan trastornos
propiamente dichos, sino más bien pautas de respuesta al medio que son más
comunes en cada persona y situación.

Impulsividad​: es una característica muy común en personas que padecen una


adicción, ya sea como antesala a las mismas (Sola Gutiérrez et al, 2013) siendo
correlativo con la modalidad de personalidad (Fehrman et al, 2019; Squillace,
Picón Janeiro & Scmidt, 2011), o como consecuencia del consumo, por alteración
de los lóbulos prefrontales e inhibición de las capacidades de reflexión y control de
impulsos (Forcada Chapa, Pardo Pavía, N. & Bondía Soler, 2006).

Estilo de afrontamiento​: definidos como aquellos patrones de


comportamientos que caracterizan a un sujeto cuando este se enfrenta con una
situación nueva, inusual o problemática (Beutler, Harwood et al, 2011). Se
manifiestan en un continuum entre dos extremos: internalización -cuando el sujeto
se culpa a sí mismo por la situación, se preocupa excesivamente, se aísla, etc.- y
externalización -sujetos impulsivos, que proyectan en los demás la culpa, evitan la
confrontación del problema, etc.-. Los autores señalan que quienes utilizan más el
polo de la internalización suelen beneficiarse más de terapias introspectivas,
mientras que del lado de la externalizador puede ser más provechoso un abordaje
cognitivo conductual enfocado en los síntomas (Beutler et al 1991), razón por la
cual resulta útil su análisis en este modelo.

Autoeficacia:​ tomando la referencia del modelo de Bandura (1977), puede


definirse como la creencia de capacidad que tiene la persona de poder controlar el
deseo de consumo y actuar de manera asertiva, logrando la abstinencia. Estas
expectativas en la propia conducta influyen sobre la cantidad de tiempo que la
persona pueda mantenerse sin consumir, considerándose en un nivel bajo si es
menos de 30 días, medio entre uno y tres meses, y prolongado si es mayor de ese
plazo. Esta creencia es vital para el tratamiento y su evolución, ya que condiciona
la actitud y comportamiento de la Persona frente al deseo de consumo, que es
constante a lo largo del mismo y luego de finalizado, siendo un importante factor
de recaídas (Torrecillas et al, 2002).

Comorbilidad con ansiedad o depresión​: ha sido ampliamente estudiada la


relación entre trastornos de ansiedad y del estado de ánimo en problemáticas de
consumo, especialmente por la alta comorbilidad que puede apreciarse en los
centros de salud especializados en el tema (Fehrman et al, 2019).

Alteraciones neurocognitivas​: Como cabe suponer, este tipo de circuitos


neuronales disfuncionales predispone a una serie de cambios psicológicos y
emocionales, detrás de los cuales se encuentran los producidos por la amígdala
-relacionada al desarrollo de estímulos condicionados-, el cíngulo anterior y el
córtex prefrontal -involucrados en la falta de control sobre la impulsividad,
predisponiendo a la acción por encima de la reflexión y la tolerancia a la espera- y
por último, el núcleo accumbens, vinculado con el placer que siente el sujeto al
consumir.

Dimensión Familia (D2)

Estructura y funcionamiento​: desde una perspectiva sistémica estratégica


estructural, se toman en cuenta la conformación de los subsistemas familiares, los
límites y jerarquías entre ellos, los roles asumidos por los miembros,
triangulaciones, alianzas y coaliciones (Minuchin & Fishman, 2009). Se evalúan a
su vez las categorías del Modelo McMaster de Funcionamiento Familiar (). Se
considera también la adherencia que ha tenido la Familia a tratamientos
anteriores, su participación y los motivos por los que finalizaron -que puede guiar
en la flexibilidad de la familia para el cambio-, el grado de conciencia de que se
trata de una enfermedad del sistema familiar, y las intervenciones que no están
dispuestas a aceptar del terapeuta y pueden perjudicar la alianza terapéutica
(Haley, 2005).

Vínculo primario (V1)

Emoción Expresada (EE):​ es la cualidad del clima emocional dentro de una


familia, especialmente hacia el miembro de la familia que padece alguna
enfermedad mental (Medina-Pradas, 2016). Consta de 5 componentes, tres de los
cuales son negativos -sobreinvolucración, criticismo y hostilidad- y dos positivos
-comentarios positivos y calidez- (Becerra García, 2009).

Vínculo social primario (V2)

Calidad del apoyo social​: parte de los síntomas de la enfermedad del consumo
es la pérdida de los lazos sociales saludables, el retraimiento social, especialmente
en Personas que han llevado el consumo sobre sus hombros durante parte
importante de su vida adulta. Se busca por lo tanto conocer si la persona cuenta
con una red social preexistente al tratamiento o hay que crear una, la capacidad de
la red para resolver problemas y situaciones -especialmente si puede expresar sus
preocupaciones y recurre a la misma cuando lo necesita o se aísla, y si las
respuestas obtenidas ayudaron o no para solucionar el problema-, y la percepción
de riesgo del consumo -si se trata de un grupo de pares que también consume o si
buscan alejarlo de las conductas autodestructivas-.

Adherencia y rendimiento académico y/o laboral​: de acuerdo a la etapa del


ciclo vital en que la persona se encuentre, se puede apreciar cierta relación entre
un buen rendimiento en las actividades académicas y laborales y menores niveles
de ansiedad, depresión y probabilidad de incidencia en consumos problemáticos.

Participación en actividades deportivas, culturales, sociales:​ haciendo


referencia a la capacidad de vinculación de la persona con su entorno, a partir del
desarrollo de sus intereses y capacidades, la adherencia a espacios fuera de lo
socialmente indispensable como la escuela y el trabajo indica que la persona tiene
proyectos de vida propios, y una mayor posibilidad de desarrollar sus potenciales.

Tratamientos previos, resultados y motivo de cierre:​ los vínculos que la


Persona ha formado con instituciones de la salud también deben ser tenidos en
cuenta, conociendo el recorrido y las intervenciones iatrogénicas o salutogénicas
que ha recibido, qué ha funcionado mejor y qué estrategias evitar, y de qué manera
la Persona reacciona ante la posibilidad del cambio.

Cercanía a zonas de riesgo (acceso o deseo)​: refiere a si en el devenir cotidiano


la persona se encuentra fácilmente con el acceso al Objeto o con lugares,
situaciones o personas que evocan directamente en su circuito de pensamiento
reforzado el deseo de consumo. Muchas veces los mismos espacios indicados como
factores de protección pueden devenir en factores de riesgo si acercan de esta
manera a la Persona al consumo (Lupsha, 1997).

Transgresión a normas sociales​: debe tenerse en cuenta si el tratamiento es en


el marco de un pedido legal, o cuánto está afectada la vida de la Persona por las
consecuencias de conductas contrarias a las normas sociales, especialmente si esto
afecta su proyecto de vida, como en el caso de prisionizaciones prolongadas
(Corda, 2012; Arrieta, 2017).

Vínculo tóxico (V3)

Sentido del consumo:​ se busca en el relato de la Persona el propósito del


consumo, clasificándolo en la búsqueda del alivio de síntomas de malestar
emocional o físico -automedicación-, un sentido meramente recreacional, sólo en
ciertos ámbitos sociales pero nunca en soledad, y cuando es funcional al estilo de
vida, actuando como estimulante para poder rendir en la cotidianeidad. La
identificación de este factor logra abrir la puerta a los motivos por los que la
persona buscará mantener el consumo, habilitando así nuevas estrategias para el
tratamiento.

Potencial adictivo del objeto:​ durante décadas la responsabilidad de construir


una adicción estaba depositada únicamente en el poder de la sustancia para
doblegar la voluntad de la persona, y que es por su consumo prolongado que se
produce la dependencia, dando origen a la llamada ‘Teoría de los Procesos
Oponentes’ (Silva Cancela, 2013; Arrieta, 2017). En la actualidad se han hecho
muchos estudios respecto a si dicho poder realmente existe, llegando a la
conclusión de que la cantidad de dopamina que libera el Objeto en el cerebro de la
Persona, así como su funcionamiento distinto a reforzadores naturales que
permiten fenómenos de sensibilización y capacidad de alterar el funcionamiento
cerebral, sí se correlaciona con la posibilidad de desarrollar una dependencia,
aunque no constituya el único factor (Arrieta, 2017; Tang et al 2015).

Modalidad de consumo:​ refiere a la diferencia entre las situaciones de


consumo, ya sea en soledad o acompañado en determinados ambientes y
situaciones y, en especial en el caso de consumo de sustancias, al método de
administración de la misma. Así, no es lo mismo fumar, inhalar o inyectar una
sustancia en el organismo, ni mezclar en la misma situación varios objetos de
consumo problemático, etc. (NIDA, 2014; Trimboli, 2017).

Frecuencia y Cantidad​: se evalúa la cantidad de veces que se alimenta el


vínculo tóxico con el/los objeto/s en un lapso de tiempo, y la cantidad de sustancia
ingerida, de dinero apostado, de tiempo invertido en lugar de otras
responsabilidades, etc. según se trate de uno u otro objeto. La siguiente
clasificación es una de las más consensuadas entre los especialistas (Kornblit,
Camarotti & Di Leo, 2010):

● consumo experimental: consumió 1 a 3 veces en la vida y no ha


vuelto a hacerlo desde hace 1 año o más
● consumo ocasional: consume 1 o 2 veces al mes
● consumo habitual: consume cada semana o varias veces en la
semana
● consumo intensivo: consume 1 o varias veces por día.

Si bien normalmente podría señalarse que el consumo problemático abarca


las dos últimas categorías de esta clasificación, no hay que olvidar que un consumo
experimental u ocasional también puede ser problemático si se consume en forma
excesiva, aunque sea una única vez (Touzé, 2010).

Tiempo de consumo​: hace referencia a la cantidad de tiempo que este vínculo


existe en este sistema, lo cual repercute en cuánto a llegado a deteriorar los
vínculos con las demás dimensiones (Arrieta, 2017; NIDA, 2014).

Vínculo tóxico familiar (V4)

Antecedentes familiares de consumo y actitud frente al mismo:​ se evalúa si la


Persona tiene el factor de riesgo de encontrarse expuesta al consumo dentro de su
ambiente familiar, si el consumo es aceptado o no, etc.
Sentido del consumo en la familia:​ como puede identificarse en diversos
trabajos en terapia familiar, muchas veces el síntoma es un elemento homeostático
para el sistema, y en otros casos invita a la familia a la desestructuración y
reestructuración al promover una crisis en el sentido de oportunidad de cambio
(Haley, 1987).

Vínculo corrupto (V6)

Vivienda en zona tomada por el narcotráfico:​ algunos sectores barriales se


convierten por sí mismos en factores de riesgo. Esto se ve especialmente en
jurisdicciones con escasas políticas públicas a nivel infraestructura, servicios, etc.
En el plano de los consumos problemáticos de sustancias químicas ilegales, cuando
el Estado está ausente, florece la empresa de la narcocriminalidad, generando
redes de trabajo con puestos definidos y sueldos establecidos que devienen en
roles modelo para jóvenes y brindan un sentido de pertenencia en un grupo etario
vulnerable (Federico, 2013).

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