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The Invitation - Vi Keeland
The Invitation - Vi Keeland
¡Disfruta de la lectura!
Staff
Moderadoras
Molly & Tolola
Traductoras
Clau V
EstherC
Guadalupehyuga
Laura A
Larissa
Ms. Lolitha
3
Molly
RRZOE
Tolola
Corrección
Carolina, Clau V & Tolola
Lectura Final
Bella’
Diseño
Larissa
Índice 19
Sinopsis 20
1 21
2 22
3 23
4 24
5 25
6 26
7 27 4
8 28
9 29
10 30
11 31
12 32
13 33
14 Epílogo
15 Sobre la Autora
16
17
18
Sinopsis
La primera vez que conocí a Hudson Rothschild fue en una boda.
Recibí una invitación inesperada a uno de los lugares más elegantes de la
ciudad.
Hudson era el padrino de boda y posiblemente el hombre más
hermoso que jamás había visto. Me pidió que bailara y nuestra química fue
fuera de serie.
Sabía que no era una buena idea involucrarme con él, considerando
la boda en la que estaba. Pero nuestra conexión era intensa y me lo estaba
pasando genial.
Aunque la diversión se detuvo cuando Hudson descubrió que yo no
era quien había dicho que era. ¿Ves esa inesperada invitación que recibí?
Bueno, en realidad no estaba dirigida a mí, se la enviaron a mi excompañera
de habitación que había dejado un cheque sin fondos por el alquiler de dos
meses y se había mudado en medio de la noche. Supuse que me debía una
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noche de fiesta cara, pero supongo que, técnicamente, estaba irrumpiendo
en la boda.
Una vez atrapada, no pude salir de allí lo suficientemente rápido.
Mientras corría hacia la puerta, podría haber agarrado algunas botellas de
champán caro de las mesas que pasaba, todo mientras el hermoso y enojado
padrino de boda estaba detrás de mí.
Afuera, me subí a un taxi. Mi corazón rebotó contra mis costillas
mientras conducíamos por la cuadra, pero al menos había escapado ilesa.
O eso pensé.
Hasta que me di cuenta de que había dejado mi teléfono en la mesa.
Adivina quién lo encontró.
Esta es la loca historia de cómo nos conocimos Hudson Rothschild y
yo. Pero créeme, es solo la punta del iceberg.
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—No puedo hacer esto... —Me detuve a mitad de la escalera de
mármol.
Fisher se detuvo unos pasos delante de mí. Caminó de regreso a donde
yo estaba.
—Claro que puedes. ¿Recuerdas la vez que nos encontrábamos en
sexto grado y debiste hacer esa presentación sobre tu presidente favorito?
Eras un manojo de nervios. Pensaste que olvidarías todo lo que habías
memorizado estando ahí parada con todos mirándote.
—Sí, ¿qué pasa con ello?
—Bueno, esto no es diferente. Superaste eso, ¿no?
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Fisher había perdido la cabeza.
—Todos mis miedos se hicieron realidad ese día. Me paré frente a la
pizarra y comencé a sudar. No podía recordar una sola palabra que escribí.
Todos en la clase se quedaron mirando y luego tú me abucheaste.
Fisher asintió.
—Exactamente. Tu peor miedo se hizo realidad y, sin embargo, viviste
para ver otro día. De hecho, ese día resultó ser el mejor día de tu vida.
Negué con la cabeza, desconcertada.
—¿Cómo es eso?
—Esa fue la primera vez que estuvimos en la misma clase. Pensé que
eras solo otra chica molesta como el resto de ellos. Pero ese día después de
la escuela, me atacaste por burlarme de ti mientras intentabas hacer tu
presentación. Eso me hizo percatarme de que no eras como las otras chicas.
Y ese mismo día decidí que seríamos mejores amigos.
Sacudí la cabeza.
—No hablé contigo durante el resto del año escolar.
Fisher se encogió de hombros.
—Sí, pero te gané el siguiente año, ¿no? Y ahora mismo te sientes un
poco más tranquila que hace dos minutos, ¿o no?
Suspiré.
—Supongo.
Levantó un codo cubierto en esmoquin.
—¿Entramos?
Tragué. A pesar de lo aterrorizada que estaba por lo que haríamos,
tampoco podía esperar a ver cómo lucía el interior de la biblioteca
acondicionado para una boda. Pasé innumerables horas sentada en estos
escalones, preguntándome sobre la gente que transitaba.
Fisher esperó pacientemente con el codo extendido mientras yo
debatía un minuto más. Finalmente, con otro fuerte suspiro, tomé su brazo.
—Si terminamos en la cárcel, deberás pagar la fianza por los dos.
Estoy demasiado arruinada.
Mostró su sonrisa de estrella de cine.
—Trato hecho.
Mientras subíamos los escalones restantes hasta las puertas de la
Biblioteca Pública de Nueva York, repasé todos los detalles que discutimos
en el Uber de camino hacia aquí. Nuestros nombres para la noche eran 7
Evelyn Whitley y Maximilian Reynard. Max se encontraba en el sector
inmobiliario (su familia era propietaria de Reynard Properties) y yo obtuve
mi MBA en Wharton y recientemente me mudé nuevamente a la ciudad.
Ambos vivíamos en el Upper East Side, al menos esa parte era cierta.
Dos camareros uniformados con guantes blancos estaban en las
altísimas puertas de entrada. Uno sostenía una bandeja con copas de
champán y el otro un portapapeles. Aunque mis piernas de alguna manera
siguieron adelante, mi corazón se sentía como si estuviera intentando
escapar de mi pecho y despegar en la dirección opuesta.
—Buena noches. —El camarero del portapapeles asintió—. ¿Me
pueden dar sus nombres, por favor?
Fisher no se inmutó cuando repartió la primera de lo que sería una
noche llena de mentiras.
El hombre, que noté que tenía un auricular, examinó su lista y asintió.
Extendió una mano para que entráramos y su compañero nos entregó una
copa de burbujeante a cada uno.
—Bienvenidos. La ceremonia tendrá lugar en la rotonda. Los asientos
para la novia están a su izquierda.
—Gracias —dijo Fisher. Tan pronto como estuvimos fuera del alcance
del oído, se acercó—. ¿Ves? Pan comido. —Bebió un sorbo de champán—.
Oooh, esto es bueno.
No sabía cómo se hallaba tan tranquilo. Por otra parte, tampoco tenía
idea de cómo se las arregló para convencerme de esta locura. Hace dos
meses, regresé a casa del trabajo y encontré a Fisher, que también era mi
vecino, saqueando mi refrigerador en busca de sobras, algo común.
Mientras comía milanesa de pollo de dos días, yo me senté en la mesa de la
cocina a revisar mi correo y tomar una copa de vino. Mientras hablábamos,
abrí la parte trasera de un sobre de gran tamaño sin verificar la dirección
del frente. La invitación de boda más impresionante estaba en su interior,
en blanco y negro con serigrafia laminada dorada en relieve. Era como una
obra de arte dorada. Y la boda era en la Biblioteca Pública de Nueva York, de
todos los lugares, justo cerca de mi antigua oficina y donde comúnmente
me sentaba y almorzaba en las icónicas escaleras. No había visitado el lugar
en al menos un año, así que me sentía muy emocionada de poder asistir a
una boda en ese lugar.
Aunque no tenía ni idea de quién se casaba… ¿un pariente lejano que
había olvidado, tal vez? Los nombres ni siquiera me resultaban vagamente
familiares. Cuando volteé el sobre, rápidamente me percaté de por qué. Abrí
el correo de mi ex compañera de cuarto. Agh. Imagínate. No fui yo quien fue
invitada a una boda de cuento de hadas en uno de mis lugares favoritos del
mundo.
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Pero después de un par de copas de vino, Fisher me convenció de que
debería ir yo y no Evelyn. Era lo menos que podía hacer mi inútil
excompañera de habitación por mí, había dicho. Después de todo, se había
escabullido en medio de la noche, se había llevado algunos de mis zapatos
favoritos y el cheque que había dejado por los dos meses de renta atrasada
que debía había rebotado. Como mínimo, debería poder asistir a una lujosa
boda de mil dólares el plato en su lugar. Dios sabía que ninguno de mis
amigos se casaría en un lugar como aquel. Para cuando terminamos la
segunda botella de merlot, Fisher decidió que iríamos en lugar de Evelyn:
iríamos a la boda para pasar una noche divertida, cortesía de mi inútil
excompañera. Fisher incluso había llenado la tarjeta de respuesta,
escribiendo que asistirían dos invitados y la guardó en su bolsillo trasero
para enviarla al día siguiente.
Honestamente, me había olvidado de nuestros planes borrachos hasta
hace dos semanas cuando Fisher llegó a casa con un esmoquin que le pidió
prestado a un amigo para las próximas nupcias. Me resistí y le dije que no
asistiría a una boda cara para gente que no conocía, y él hizo lo de siempre:
hacerme pensar que su mala idea no era tan mala.
Hasta ahora. Me detuve en medio del amplio vestíbulo de lo que
probablemente era una boda de doscientos mil dólares y sentí que
literalmente podría orinarme en los pantalones.
—Bebe tu champán —me dijo Fisher—. Te ayudará a relajarte un poco
y devolverle algo de color a tus mejillas. Parece que estás a punto de intentar
decirle a la clase por qué te gusta tanto John Quincy Adams.
Miré a Fisher con los ojos entrecerrados, aunque él me sonrió en
respuesta sin inmutarse. Estaba segura de que nada me ayudaría a
relajarme. Sin embargo, bebí el contenido de mi copa.
Fisher deslizó una mano casualmente en el bolsillo de su pantalón y
miró a su alrededor con la cabeza en alto, como si no le temiera a nada en
el mundo.
—No he visto a mi vieja amiga fiestera Stella en mucho tiempo —dijo—
. ¿Podría salir a jugar esta noche?
Le entregué mi copa de champán vacía.
—Cállate y ve a buscarme otra copa antes de que salga disparada.
Se rio entre dientes.
—No hay problema, Evelyn. Simplemente siéntate e intenta no
descubrir nuestra tapadera antes de que siquiera podamos ver a la hermosa
novia.
—¿Hermosa? Ni siquiera sabes cómo es ella.
—Todas las novias se ven hermosas. Por eso usan velo, para que no
puedas ver lo feo y así todo es mágico en su día especial.
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—Eso es tan romántico.
Fisher me guiñó un ojo.
—No todo el mundo puede ser tan bonito como yo.
Tres copas de champán me ayudaron a calmarme lo suficiente como
para sentarme durante la ceremonia de la boda. Y la novia definitivamente
no necesitaba un velo. Olivia Rothschild, u Olivia Royce, como sería ahora,
era preciosa. Se me llenaron los ojos de lágrimas al ver al novio pronunciar
sus votos. Era una pena que la feliz pareja no fueran realmente mis amigos,
porque uno de sus padrinos de boda era increíblemente atractivo. Podría
haber soñado despierta que Livi, así es como la llamé en mi cabeza, me
conectaría con el amigo de su nuevo esposo. Pero por desgracia, esta noche
era una artimaña y no una historia de Cenicienta.
La hora del cóctel tuvo lugar en una hermosa habitación en la cual
nunca antes había estado. Estudié las obras de arte del techo mientras
esperaba en el bar por mi bebida. Fisher me había dicho que necesitaba ir
al baño, pero tenía la sensación de que realmente se escabullía para hablar
con el guapo camarero que lo estuvo mirando desde que entramos.
—Aquí tiene, señorita. —El camarero me acercó un trago.
—Gracias. —Eché un vistazo rápido a mi alrededor para ver si alguien
prestaba atención antes de sumergir mi nariz dentro del vaso e olfatear
profundamente. Definitivamente no es lo que pedí.
—Ummm, discúlpeme. ¿Es posible que haya hecho esto con ginebra
Beefeater y no con Hendricks?
El camarero frunció el ceño.
—No lo creo.
Olfateé por segunda vez, ahora segura de que estaba equivocado.
La voz de un hombre a mi izquierda me tomó por sorpresa.
—Ni siquiera lo probaste, pero ¿crees que le echó la ginebra
equivocada?
Sonreí cortésmente.
—La ginebra Beefeater está hecha con enebro, cáscaras de naranja,
almendra amarga y tés mezclados, lo que produce un sabor a regaliz. La
Hendricks está hecha de enebro, rosa y pepino. Cada una tiene un olor
diferente.
—¿La estás bebiendo sola o con hielo?
—Ninguna. Es un gin martini, por lo que tiene vermouth.
—¿Pero crees que puedes oler que usó la ginebra equivocada, sin 10
siquiera probarlo? —La voz del tipo dejó en claro su incredulidad.
—Tengo muy buen sentido del olfato.
El hombre miró por encima de mi hombro.
—Oye, Hudson, tengo cien dólares que dicen que no puede notar la
diferencia entre ambas ginebras si las alineamos.
La voz de un segundo hombre provino de mi derecha, esta un poco
detrás de mi hombro. El sonido era profundo, pero aterciopelado y suave,
algo así como la ginebra que el camarero debería haber usado para hacer
mi bebida.
—Que sean doscientos, y entro.
Al volverme para ver al hombre dispuesto a apostar por mis
habilidades, sentí que mis ojos se agrandaban.
Oh. Vaya. El chico guapo de la fiesta nupcial. Me le quedé viendo
durante la mayor parte de la boda. Era guapo desde lejos, pero de cerca era
impresionante de una manera que hizo que mi vientre se agitara: cabello
oscuro, piel bronceada, una mandíbula cincelada, labios carnosos y
deliciosos. La forma en que estaba peinado su cabello, hacia atrás y con
raya a un lado, me recordó a una estrella de cine de antaño. Lo que no había
podido ver desde la última fila durante la ceremonia fue la intensidad de sus
ojos azul océano. Esos estaban escaneando mi rostro como si fuera un libro.
Me aclaré la garganta.
—¿Apostarás doscientos dólares a que puedo identificar la ginebra?
El hombre hermoso dio un paso adelante y mi sentido del olfato se
animó. Eso huele mejor que cualquier ginebra. No me encontraba segura de
si era su colonia o algún tipo de gel de baño, pero fuera lo que fuera, tomó
todo lo que estaba en mi poder para no inclinarme hacia él y respirar
profundamente. El hombre pecaminosamente sexy olía tan bien como lucía.
Ese emparejamiento era mi criptonita.
Hubo un toque de diversión en su voz.
—¿Me estás diciendo que es una mala apuesta?
Negué con la cabeza y me volví para hablar con su amigo.
—Iré con tu pequeña apuesta, pero también apostaré doscientos.
Cuando mis ojos volvieron al apuesto hombre a mi derecha, la esquina
de su labio se movió levemente.
—Bien. —Levantó la barbilla hacia su amigo—. Dile al cantinero que
sirva un trago de Beefeater y otro de Hendricks. Colócalos frente a ella y que
nos diga cuál es cuál.
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Un minuto después, levanté el primer vaso y lo olfateé. Honestamente,
ni siquiera era necesario que oliera al otro, aunque lo hice de todos modos,
solo para estar segura. Maldita sea... debería haber apostado más. Esto era
demasiado fácil, como quitarle un caramelo a un bebé. Empujé un trago
hacia adelante y hablé con el camarero que esperaba.
—Este es el Hendricks.
El cantinero pareció impresionado.
—Ella está en lo correcto.
—Maldición —resopló el tipo que comenzó este juego. Rebuscó en su
bolsillo delantero, sacó una cartera impresionante y con ello cuatrocientos
dólares. Lanzándolos en nuestra dirección encima de la barra, negó con la
cabeza—. Lo recuperaré el lunes.
El Tipo Guapísimo me sonrió mientras buscaba su dinero. Una vez
que tomé el mío, bajó la cabeza para susurrarme al oído:
—Buen trabajo.
Oh Dios. Su cálido aliento envió un escalofrío por mi columna. Había
pasado demasiado tiempo desde la última vez que tuve contacto con un
hombre. Lamentablemente, mis rodillas se sentían un poco débiles. Pero me
obligué a ignorarlo.
—Gracias.
Alcanzó alrededor de mí la barra y levantó uno de los tragos. Se lo
llevó a la nariz y olfateó antes de volver a dejarlo y oler el otro.
—No huelo nada diferente.
—Eso solo significa que tienes un sentido del olfato normal.
—Ah, ya veo. ¿Y el tuyo es... extraordinario?
Sonreí.
—Pues sí, lo es.
Parecía divertido cuando me entregó uno de los tragos y levantó el otro
para brindar.
—Por ser extraordinario —dijo.
Generalmente no era bebedora de tragos, pero ¿qué diablos? Choqué
mi vaso con el suyo antes de drenarlo. Tal vez el alcohol ayudaría a calmar
los nervios que este hombre parecía haber despertado de golpe.
Dejé mi vaso de trago vacío en la barra junto al suyo.
—Supongo que esto es recurrente entre ustedes dos, ya que tu amigo
planea recuperarlo el lunes.
—La familia de Jack y la mía son amigas desde que éramos niños. 12
Pero las apuestas comenzaron cuando fuimos a la misma universidad. Soy
fan de Notre Dame y él es fanático de USC, basquetbol. En ese entonces
estábamos en quiebra, así que solíamos apostar una descarga pistola taser
en los juegos.
—¿Una descarga de taser?
—Su padre era policía. Le dio un taser para guardarla debajo del
asiento del auto en caso de emergencia. Pero no creo que se imaginara a su
hijo recibiendo descargas de cincuenta mil voltios cuando una intercepción
de último minuto hacía perder a su equipo.
Negué con la cabeza.
—Eso es un poco loco.
—Definitivamente no es nuestra decisión más sabia. Al menos gané
mucho más que él. Un pequeño daño cerebral podría ayudar a explicar
algunas de sus elecciones en la universidad.
Me reí.
—Entonces, ¿hoy fue solo una continuación de ese patrón?
—Bastante. —Sonrió y extendió su mano—. Soy Hudson, por cierto.
—Encantada de conocerte. Soy St… —Me detuve justo a tiempo—. Soy
Evelyn.
—Entonces, ¿eres aficionada a la ginebra, Evelyn? ¿Es por eso que no
olí nada diferente entre las dos?
Sonreí.
—No me consideraría aficionada a la ginebra, no. Para ser honesta,
sobre todo bebo vino. ¿Pero mencioné mi ocupación? Soy química de
fragancias, una perfumista.
—¿Haces perfume?
Asentí.
—Entre otras cosas. Desarrollé aromas para una empresa de
cosméticos y fragancias durante seis años. A veces era un perfume nuevo,
otras veces era el aroma de una toallita desmaquillante, o tal vez un
cosmético que necesita un olor más agradable.
—Estoy bastante seguro de que nunca había conocido a un
perfumista.
Sonreí.
—¿Es tan emocionante como esperabas?
Se echo a reír entre dientes.
—¿Cuál es exactamente la formación para un trabajo como ese?
—Bueno, tengo una licenciatura en química. Pero puedes tener toda 13
la educación que desees y aun así no podrás hacer el trabajo a menos que
también tengas hiperosmia.
—Y eso es…
—Una mayor capacidad para distinguir los olores, mayor agudeza
olfativa.
—¿Entonces eres buena oliendo mierda?
Me reí.
—Exactamente.
Mucha gente piensa que tiene un buen sentido del olfato, pero
realmente no comprenden cuán elevado es el sentido para alguien con
hiperosmia. Demostrar siempre funcionaba mejor. Además, tenía muchas
ganas de saber qué colonia llevaba. Entonces, me incliné y tomé una
inhalación profunda de Hudson.
Exhalando, dije:
—Jabón Dove.
No parecía completamente vendido.
—Sí, pero esa es una elección de jabón bastante común.
Sonreí.
—No me dejaste terminar. Dove Hidratación Fresca. Tiene pepino y té
verde, también un ingrediente común en las ginebras, por cierto. Y usas el
champú L'Oreal Elvive, igual que yo. Puedo oler el extracto de flor de
gardenia tahitensis, el extracto de flor de rosa canina y un ligero toque de
aceite de coco. Ah, y usas desodorante Irish Spring. En realidad, no creo que
estés usando colonia.
Las cejas de Hudson se levantaron.
—Eso es impresionante. El grupo de la boda se quedó en un hotel
anoche y olvidé empacar mi colonia.
—¿Cuál usas normalmente?
—Ah… no puedo decírtelo. ¿Qué haremos en nuestra segunda cita de
entretenimiento si no jugamos la prueba de olfateo?
—¿Nuestra segunda cita? No me di cuenta de que tendríamos una
primera.
Hudson sonrió y me tendió su mano.
—La noche es joven, Evelyn. ¿Bailas conmigo?
Un nudo en la boca del estómago me advirtió que era una mala idea.
Se suponía que Fisher y yo debíamos mantenernos unidos y limitar el
contacto con otras personas para minimizar nuestras posibilidades de ser
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atrapados. Pero mirando alrededor, mi cita no se encontraba a la vista.
Además, este hombre era muy magnético. De alguna manera, antes de que
mi cerebro terminara de debatir los pros y contras, me encontré poniendo
mi mano en la suya. Nos condujo a la pista de baile y envolvió un brazo
alrededor de mi cintura, dirigiéndome con el otro. No es de extrañar que
supiera bailar.
—Entonces, Evelyn con el extraordinario sentido del olfato, nunca te
había visto antes. ¿Eres una invitada o una acompañante? —Miró alrededor
de la habitación—. ¿Algún tipo me está mirando mal a mis espaldas en este
momento? ¿Necesitaré sacar el taser de Jack del auto para alejar a un novio
celoso?
Me reí.
—Estoy aquí con alguien, pero él es solo un amigo.
—El pobre...
Sonreí. El coqueteo de Hudson era exagerado, pero lo aguanté.
—Fisher está más interesado en el tipo que reparte champán que en
mí.
Hudson me abrazó un poco más.
—Me gusta tu cita mucho más que hace treinta segundos.
Se me puso la piel de gallina cuando bajó la cabeza y su nariz rozó
brevemente mi cuello.
—Hueles increíble. ¿Estás usando uno de los perfumes que haces?
—Así es. Pero no es uno que se pueda pedir. Me gusta la idea de tener
un verdadero aroma característico con el cual alguien pueda recordarme.
—No creo que necesites el perfume para ser recordada.
Me dirigió por la pista de baile con tanta gracia que me pregunté si
habría tomado lecciones profesionales. La mayoría de los hombres de su
edad pensaban que bailar lento significaba balancearse hacia adelante y
hacia atrás y apretar una erección contra ti.
—Eres un buen bailarín —comenté.
Hudson respondió haciéndonos girar.
—Mi madre era bailarina de salón profesional. Aprender no era una
opción; era un requisito si quería que me alimentaran.
—Eso es realmente genial. ¿Alguna vez consideraste seguir sus pasos?
—Absolutamente no. Crecí viéndola sufrir con bursitis, que genera
inflamación en las articulaciones de la cadera, fracturas por estrés,
desgarros de ligamentos; definitivamente no es la profesión glamorosa que 15
pretenden que sea en todos esos programas de televisión de concursos de
baile. Debes amar lo que haces para un trabajo como aquel.
—Creo que debes amar la profesión para cualquier trabajo.
—Ese es un muy buen punto.
La canción llegó a su fin y el maestro de ceremonias les dijo a todos
que tomaran sus asientos.
—¿Dónde estás sentada? —me preguntó Hudson.
Señalé el lado de la habitación donde Fisher y yo estábamos sentados.
—En algún lugar de allí. Mesa dieciséis.
Asintió.
—Te acompañaré.
Nos aproximamos a la mesa en el mismo momento que Fisher,
provenía de otra dirección. Miró entre Hudson y yo, y su rostro hizo la
pregunta que no dijo en voz alta.
—Umm… este es mi amigo Fisher. Fisher, este es Hudson.
Hudson extendió su mano.
—Encantado de conocerte.
Después de estrechar la mano de un Fisher silencioso, que parecía
haber olvidado cómo hablar, se volvió hacia mí y tomó mi mano una vez
más.
—Debería volver a mi mesa con el resto del grupo.
—Bueno.
—¿Me guardas un baile para más tarde?
Sonreí.
—Me encantaría.
Hudson se volvió para alejarse y luego se volvió. Mientras caminaba
hacia atrás, gritó:
—En caso de convertirte en una Cenicienta y desaparezcas, ¿cuál es
tu apellido, Evelyn?
Afortunadamente, él usando mi nombre falso me recordó que no le
diera mi nombre real como casi lo había hecho la primera vez.
—Es Whitley.
—¿Whitley?
Oh, Dios. ¿Conocía a Evelyn?
Sus ojos recorrieron mi rostro. 16
—Hermoso nombre. Te veré más tarde.
—Ajá... está bien, seguro.
Cuando Hudson se encontraba apenas fuera del alcance del oído,
Fisher se inclinó hacia mí.
—Se supone que mi nombre es Maximilian, cariño.
—Dios mío, Fisher. Tenemos que irnos.
—No. —Se encogió de hombros—. No es la gran cosa. De todos modos,
inventamos a Maximilian. Soy tu acompañante. Nadie sabe el nombre de la
persona que trajo Evelyn. Aunque todavía quiero interpretar a un magnate
inmobiliario.
—No, no es por ello.
—¿Entonces qué?
—Tenemos que irnos porque él sabe...
2
Fisher tomó un sorbo de cerveza.
—Solo estás paranoica. El tipo no sabe. Observé su rostro cuando
dijiste el apellido de Evelyn, y lo único que notó fue lo hermosa que eres.
Negué con la cabeza.
—No, puso una cara extraña. Yo lo vi.
—¿Cuánto tiempo estuviste hablando con el chico?
—No lo sé. ¿Quizás quince minutos? Lo conocí en el bar y luego me
invitó a bailar.
—¿Parecía el tipo de hombre que se avergonzaría de hacer una
17
pregunta si tuviera una preocupación?
Pensé en ello. Realmente, no lo parecía. Hudson se mostró más audaz
que tímido.
—No, pero…
Fisher apoyó una de sus manos en cada uno de mis hombros.
—Respira hondo.
—Fisher, debemos irnos.
El maestro de ceremonias volvió y les pidió a todos educadamente que
tomaran sus asientos, ya que la cena estaba a punto de ser servida.
Fisher sacó mi silla.
—Al menos comamos. Si todavía quieres huir después de terminar,
nos vamos. Pero te lo digo, solo estás siendo paranoica. El tipo no tiene ni
idea.
Mi instinto me pedía retirarnos en este preciso momento, pero cuando
escaneé la habitación, noté que éramos los últimos de unos pocos rezagados
que no nos habíamos sentado, y la gente nos miraba.
Suspiré.
—Bien. Cenaremos y luego saldremos de aquí.
Fisher sonrió.
Hablé en voz baja, consciente de los otros invitados sentados en la
mesa que groseramente ignoramos.
—Por cierto, ¿dónde estabas?
—Hablando con Noah.
—¿Quién es Noah?
—Un lindo camarero. Será actor.
Puse los ojos en blanco.
—Por supuesto. Se suponía que permaneceríamos juntos, ya sabes.
—No parecía que estuvieras demasiado sola. ¿Quién era ese Adonis,
de todos modos? Sabes que me disgusta cuando tienes en tu vida un hombre
más guapo que yo.
Suspiré.
—Él era súper guapo ¿verdad?
Fisher bebió su cerveza.
—Yo se lo haría.
Ambos nos reímos.
18
—¿Seguro de que no crees que se haya percatado de nada? No lo dices
solo porque quieras quedarte, ¿verdad?
—No, estamos absolutamente bien.
De alguna manera, me relajé un poco durante la cena. Aunque eso
significó que estuve más involucrada en el mesero que se mantuvo
refrescando mi bebida sin mi autorización, que decidiendo si Fisher tenía o
no la razón. No era que hubiese dejado de pensar que Hudson sabía que
éramos unos impostores, sino más bien que el zumbido de mis gin martinis
me dejó incapaz de que me importara si lo hacía.
Después de limpiar nuestros platos, Fisher me invitó a bailar y pensé
¿por qué no? Una chica podría tener una noche peor que bailar con dos
hombres guapos. Así que salimos a la pista de baile para escuchar una
canción pop pegadiza, y cuando la música disminuyó, Fisher me tomó en
sus brazos.
A mitad de camino, nos reíamos en nuestra propia burbuja cuando
un hombre tocó a mi compañero en el hombro.
—¿Te importa si interrumpo?
Hudson.
Mi corazón comenzó a latir fuertemente en mi pecho. No estaba segura
de si era la perspectiva de estar nuevamente en los brazos del magnífico
hombre, o la posibilidad de ser descubierta.
Fisher sonrió y dio un paso atrás.
—Cuida bien de mi chica.
—Oh, tengo la intención de hacerlo.
Algo en la forma de sus palabras me hizo sentir incómoda. Aunque
Hudson me tomó en sus brazos y comenzó a movernos al ritmo de la música,
tal como había hecho antes.
—¿Te diviertes? —me preguntó.
—Ummm… Sí. Este es un lugar muy agradable para una boda. Nunca
estuve aquí antes.
—¿De quién dijiste que eras invitada? ¿La novia o el novio?
No te lo dije.
—De la novia.
—¿Y cómo se conocen?
Mierda. Levanté la mirada y la boca de Hudson estaba curvada en lo
que lucía una sonrisa, pero definitivamente no del tipo divertido. Era más
cínica que jovial. 19
—Yo, eh, solíamos trabajar juntas.
—¿Oh? ¿Fue en Inversiones Rothschild?
Quise seguirle la corriente. Quizás Hudson sintió que podría hacer
precisamente eso, porque a menos que fue mi imaginación, su agarre sobre
mí se intensificó. Tragué.
—Sí. Trabajé para Inversiones Rothschild.
Lo único que sabía de la poca relación con Evelyn era que trabajaba
como recepcionista y no soportaba a su jefe. Solía referirse a él como El
Imbécil GQ.
—¿Y en qué posición sería eso?
Esto empezaba a parecer un interrogatorio.
—Como recepcionista.
—¿Recepcionista? ¿Pero pensé que eras perfumista?
Mierda. Correcto. No había estado pensando antes, cuando fui honesta
respecto a mi profesión.
—Yo, uhh, estoy empezando mi propio negocio, y las cosas se
retrasaron, así que necesitaba un ingreso.
—¿Y qué tipo de negocio es el que estás iniciando?
Al menos esta parte no era mentira.
—Se llama Signature Scent. Es una línea de perfumes por correo,
completamente personalizados.
—¿Cómo funciona eso?
—Enviamos veinte pequeñas muestras de olor para que la persona
califique del uno al diez, junto con un cuestionario detallado. De acuerdo
con los tipos de olores que les gustan y sus respuestas a nuestra encuesta,
creamos un aroma solo para ellos. Creé un algoritmo que crea la fórmula en
función de la información que recopilamos.
Hudson escaneó mi rostro. Parecía que intentaba resolver algún tipo
de rompecabezas. Cuando volvió a hablar, su tono era más suave.
—Creo que es realmente una buena idea.
Tal vez fuera el alcohol lo que alimentaba mis nervios, pero
repentinamente me ofendió que pareciera sorprendido.
—¿Crees que porque soy rubia no tendría ninguna buena idea?
Hudson mostró lo que sospechaba podía ser una sonrisa verdadera,
pero rápidamente la ocultó volviendo a su rostro estoico. Me miró fijamente
durante mucho tiempo mientras yo contenía la respiración, esperando
haber sido llamada un fraude. 20
Finalmente, dijo:
—¿Vendrías conmigo por un momento?
—¿A dónde?
—Tengo que dar un discurso, y esperaba que pudieras estar cerca. Tu
hermoso rostro me dará el estímulo que necesito.
—Umm… seguro.
Hudson sonrió, pero nuevamente, algo se sintió mal. Lo que él pedía
parecía suficientemente inocente, sin embargo, por la manera en que tomó
mi mano y me llevó a la parte delantera de la sala, traté de convencerme de
que toda la rareza estaba en mi cabeza, derivada de mi conciencia culpable.
Habló con el maestro de ceremonias y luego caminamos hacia un lado
de la pista de baile para esperar. Nos paramos uno al lado del otro cuando
la canción terminó y el maestro de ceremonias pidió a los invitados que
volvieran a tomar asiento.
—Damas y caballeros, me gustaría presentarles a una persona muy
importante para los recién casados. Él es el hermano de nuestra hermosa
novia y un buen amigo a nuestro gallardo novio. ¡Démosle un gran aplauso
a nuestro padrino, Hudson!
Oh, mierda. ¡Es hermano de la novia!
¡El Imbécil GQ!
Hudson se inclinó hacia mí.
—Quédate aquí donde pueda ver tu hermoso rostro, Evelyn.
Asentí y sonreí, aunque tenía ganas de vomitar.
Durante los siguientes diez minutos, Hudson pronunció un discurso
elocuente. Habló de cómo su hermana pequeña había sido un dolor en el
culo, y lo orgulloso que estaba de la mujer que se convirtió. Cuando explicó
que su padre y su madre habían fallecido, me asfixié un poco. La admiración
por su hermana era evidente y su discurso fue una mezcla a partes iguales
de seriedad y diversión. Mientras hablaba, dejé escapar un profundo suspiro
de alivio de que él no mencionó nada inusual sacado de la manga. Era una
pena que lo conociera en estas circunstancias, y que me hubiese presentado
con un nombre falso, porque Hudson parecía un gran partido.
Al final de su discurso, levantó su copa.
—Por Mason y Olivia. Que tengan amor, salud y riqueza, pero lo más
importante es que tengan una larga vida juntos para disfrutarlo todo.
Un murmullo de salud recorrió la sala antes de que todos bebieran, y
pensé que ese era el final del discurso. Pero no lo era. En lugar de devolverle
el micrófono al maestro de ceremonias, Hudson se volvió y me miró 21
directamente. La sonrisa malvada que se deslizó por su rostro me dio
escalofríos, y no en el buen sentido.
—A continuación —dijo—, tengo un regalo especial para todos
ustedes. A la querida amiga de mi hermana, Evelyn, le gustaría decir
algunas palabras.
Mis ojos se agrandaron.
Continuó.
—Tiene una gran historia sobre cómo se conocieron. Es muy
entretenida, y no puede esperar para compartirla con ustedes esta noche.
Hudson caminó hacia mí con el micrófono en la mano. Sus ojos
brillaron con diversión, pero me preocupé de que sus zapatos brillantes
estuvieran a punto de ser decorados con vómito.
Le hice señas de que se fuera y negué con la cabeza, pero eso solo lo
incitó.
Habló por el micrófono mientras tomaba mi mano.
—Evelyn parece estar teniendo un caso de nerviosismo. Es un poco
tímida. —Me haló hacia él y di dos pasos inseguros hacia el centro de la
habitación antes de cavar mis talones y negarme a moverme más lejos.
Hudson se rio y volvió a levantar el micrófono.
—Parece que necesita un poco de ánimo. ¿Qué dicen, señoras y
señores? ¿Podemos dar una ronda de aplausos para ayudar a Evelyn a
acercarse y decir algunas palabras?
La multitud empezó a aplaudir. Quería que el suelo se abriera y mi
cuerpo rígido cayera en un pozo sin fondo. Pero se volvía más claro a cada
segundo que la única forma de salir de esto era caminar con dificultad.
Todos los ojos se encontraban puestos en mí y no podía salir ilesa.
Contemplé salir corriendo, pero decidí que era mejor tener solo unas
cuantas personas persiguiéndome que toda la sala.
Así que respiré hondo, me acerqué a la mesa de invitados más cercana
y le pregunté a un anciano al azar si su bebida contenía alcohol. Cuando
dijo que era vodka con hielo, me serví y me tragué todo el contenido. Luego
alisé mi vestido, eché los hombros hacia atrás, levanté la barbilla y me
acerqué a Hudson, agarrando el micrófono con mi mano temblorosa.
Sonrió y se inclinó para susurrarme al oído:
—Buena suerte, Evelyn.
La habitación se silenció y podría sentir gotas de sudor formándose
en mi frente y labio superior. Un nudo del tamaño de una pelota de golf
estaba atrapado en el medio de mi garganta, y mis dedos de las manos y los
pies hormigueaban. Todos los ojos se encontraban puestos en mí y me 22
dediqué a pensar en una historia, cualquier historia. Finalmente logré
pensar en algo, aunque debería improvisar un poco. Pero eso era normal
para esta tarde, de todos modos, ¿no es así?
Aclaré mi garganta.
—Hola…
Había estado sosteniendo el micrófono con la mano derecha. Al notar
que temblaba, levanté la izquierda y la coloqué sobre la otra para ayudarme
a mantenerla firme. Luego respiré hondo.
—Hola. Soy Evelyn. Olivia y yo nos conocimos en el jardín de infancia.
Cometí el error de mirar hacia la mesa donde se hallaban sentados los
recién casados. La cara de la novia estaba arrugada en la confusión, y
permaneció mirando mientras susurraba algo a su marido.
Será mejor que haga esto rápido…
—Como mencionó Hudson, quería compartir cómo Livi y yo nos
conocimos. Me acababa de mudar a la ciudad a mitad del año escolar y no
tenía muchos amigos. En ese entonces era muy tímida. Mi piel pálida se
ponía roja cada vez que se enfocaba demasiada atención en mí, así que
evitaba hablar en clase a toda costa. Un día, bebí una botella entera de agua
durante el recreo al aire libre. Realmente necesitaba utiliza el baño cuando
llegamos a entrar, pero el señor Neu, nuestro maestro, ya había comenzado
una lección, y yo no quería interrumpirlo. Para empezar, medía como dos
metros y medio y daba miedo, y la idea de levantar la mano y que todos los
niños se volvieran y me miraran cuando dijera mi nombre me asustaba por
completo. Así que lo sostuve durante toda su lección, y chico, ese hombre
podría hablar.
Miré a la novia.
—¿Recuerdas cómo el señor Neu seguía hablando y contaba todos
esos chistes cursis realmente malos? ¿Y luego era el único que se reía?
La novia me miró como si estuviera absolutamente loca. Estaba
bastante segura de que tenía razón.
Durante los siguientes cinco minutos, parloteé una y otra vez, de pie
frente a una habitación llena de gente diciéndoles cómo corrí al baño cuando
el maestro finalmente dejó de hablar. Pero todos los puestos estaban
ocupados y ya no pude aguantarlo más. Detallé como tuve que volver al aula
con el pantalón mojado y traté de ocultarlo, pero un niño lo había visto y
gritó: “¡Mira! La chica nueva se orinó en los pantalones”. Había estado
absolutamente mortificada, los ojos rebosados de lágrimas, hasta que mi
amiga vino a mi rescate. En un acto de valor que se convertiría en un vínculo
inquebrantable para las dos, Olivia se hizo pis en su pantalón y luego se
levantó y les dijo a todos que la hierba estuvo mojada durante el recreo y
nos habíamos sentado en ella. 23
Cerré mi historia contándole a una habitación llena de rostros
sonrientes cómo mi mayor deseo para la feliz pareja era que “tuvieran el
mismo amor y risas que había compartido con la novia desde hace muchos
años”. Levantando una mano, levanté una copa imaginario.
—Un brindis por los novios.
La gente empezó a aplaudir y supe que necesitaba usar el tiempo para
salir de allí. Hudson seguía de pie a un lado, y si no estaba equivocada, creí
que podía tener un poquito de orgullo por mí por no derrumbarme. Sus ojos
brillaban y me miraba fijamente mientras me acercaba y presionaba el
micrófono contra su pecho.
Cubrió la parte superior del micrófono y sonrió.
—Entretenido.
Le mostré mis blancos y relucientes dientes a través de una exagerada
sonrisa y torcí mi dedo para que se inclinara más cerca.
Cuando lo hizo, le susurré al oído:
—Eres un imbécil.
Hudson dejó escapar una risa profunda mientras me alejaba, sin
mirar atrás para ver si me seguía. Por suerte, Fisher ya caminaba hacia mí,
así que no tuve que buscarlo para salir de aquí.
Sus ojos estaban tan abiertos como platillos.
—¿Estás borracha? ¿Qué diablos pasó ahí arriba?
Lo agarré del brazo y seguí caminando.
—Debemos salir de aquí rápido. ¿Tienes mi bolso?
—No.
Mierda. Debatí dejarlo, pero mi licencia y tarjeta de crédito se hallaban
adentro. Así que giré a la izquierda y fui directo a nuestra mesa. Por el rabillo
del ojo, vi Hudson y al novio hablando con el maître y apuntando en nuestra
dirección.
—¡Mierda! Tenemos que darnos prisa. —Corrí el resto del camino a
nuestra mesa, agarré mi bolso, y di la vuelta. Después de dos pasos, giré.
—¿Qué estás haciendo? —dijo Fisher.
Agarré una botella sin abrir de Dom Pérignon de nuestra mesa.
—Esto se va conmigo.
Fisher negó con la cabeza y se rio mientras nos dirigíamos hacia la
puerta. En el camino, tomamos botellas de champán de cada mesa que 24
pasamos. Los invitados confundidos no tenían idea de qué hacer con la
escena, pero nos movíamos demasiado rápido para que pudieran comentar.
Para cuando llegamos a la salida, teníamos los brazos llenos y al menos
teníamos una gran cantidad de champán.
En el frente, tuvimos suerte de que algunos taxis amarillos se
detuvieran, esperando en el semáforo. Saltando al primero vacío, Fisher
cerró la puerta de golpe y ambos nos pusimos de rodillas sobre el asiento
para mirar por la ventana trasera. El maître y los dos tipos de seguridad que
estuvieron revisando las identificaciones más temprano, estaban a mitad de
la escalera de mármol. Hudson se encontraba en la cima, apoyado
casualmente contra un pilar de mármol y bebiendo una copa de champán
mientras observaba la locura de nuestra partida. La sangre corrió por mis
oídos mientras miraba de un lado a otro entre el semáforo y los hombres
que se acercaban a nosotros. Justo cuando llegaron a la acera y se apearon,
el rojo cambió a verde.
—¡Vamos! ¡Vamos! —le grité al taxista.
Pisó el acelerador y Fisher y yo permanecimos de rodillas, mirando
por la ventana trasera mientras los hombres se alejaban más. Una vez que
giramos a la derecha en la esquina, me di la vuelta y me dejé caer en el
asiento. No podía recuperar el aliento.
—¿Qué diablos pasó, Stella? Un minuto te divisé bailando con un
hombre hermoso que se veía completamente atraído por ti, y al siguiente
contabas una historia loca en una habitación repleta de gente. ¿Estás
borracha?
—Incluso si lo estuviera, estaría aterradoramente sobria.
—¿Qué te pasó?
—No es lo que me pasó, es quién.
—No estoy siguiéndote .
—¿Conoces al hermoso hombre con el que estaba hablando?
—¿Sí?
—Bueno, resulta que sabía todo… —Una sensación de pánico se
apoderó de mí mientras me percataba de que no estaba segura de dónde se
hallaba mi teléfono. Frenética, abrí mi bolso y comencé a sacar cosas.
Claramente, no estaba dentro, pero simplemente tenía que estar.
Negándome a aceptar lo que había hecho, di vuelta a la bolsa y vacié el
contenido en mi regazo.
Sin teléfono.
¡Sin maldito teléfono!
—¿Qué estás buscando? —cuestionó Fisher. 25
—Por favor dime que tienes mi teléfono.
Sacudió la cabeza.
—¿Por qué debería tenerlo?
—Porque de no tenerlo, significa que lo dejamos sobre la mesa en la
boda…
3
—Señor Rothschild, tiene una llamada telefónica.
Resoplé y presioné el intercomunicador.
—¿Quién es?
—Es Evelyn Whitley.
Arrojando mi bolígrafo sobre mi escritorio, contesté el teléfono y me
recliné en mi silla.
—Evelyn, gracias por devolverme la llamada.
—Por supuesto. ¿Cómo estás, Hudson?
26
Lo suficientemente frustrado para llamar a la molesta amiga de mi
hermanita a la que no le quería dar trabajo, pero lo hice de todos modos, solo
para que dicha amiga molesta dejara de presentarse al trabajo hace dos
meses y desapareciera sin aviso alguno.
—Estoy bien, ¿y tú?
—Bastante bien. Aunque Luisiana es realmente húmeda en
comparación con Nueva York.
¿Allí es a donde escapaste? No me importaba, y una pequeña charla
con Evelyn no estaba en mi apretada agenda para hoy.
—La razón por la hice que mi asistente te encontrara, es que una
mujer vino a la boda de Olivia haciéndose pasar por ti.
—¿Por mí? ¿De verdad? ¿Quién haría eso?
—Esperaba que lo comentaras.
—Dios, no tengo ni idea. Ni siquiera creo que Liv me invitara a su
boda. Definitivamente no recibí una invitación.
—Mi hermana dijo que la envió por correo justo cuando te fuiste de la
ciudad. Fue a tu antigua dirección aquí. ¿Tu correo se reenvía o alguien lo
recibe por ti?
—Recibo casi todo mi correo en electrónico: facturas telefónicas,
tarjetas de crédito y demás. Así que no hice que redireccionaran el correo.
Mi antigua compañera de cuarto todavía vive en el apartamento, así que
podría haberlo recibido.
—¿Tenías una compañera?
—Sí, Stella.
—¿Quizás fue Stella?
Evelyn se rio.
—No lo creo. Definitivamente no es el tipo de colarse en las bodas.
—Cuéntame algo. ¿Cómo es tu antigua compañera de cuarto?
—No lo sé… Cabello rubio, tal vez de un metro sesenta y ocho, piel
pálida, bonitas curvas… lentes. Zapatos talla siete.
El color del cabello, curvas agradables y la descripción de la piel
coincidían, y supuse que posiblemente pudo llevar lentes de contacto. Pero,
¿quién diablos da el tamaño del zapato como parte de una descripción
física?
—¿Por casualidad tu compañera tendría el hábito de olfatear cosas?
—¡Sí! Stella es una especie de desarrolladora de perfumes para Estée
Lauder. O al menos lo era antes de irme. Solo fuimos compañeras de 27
habitación durante un año más o menos, pero ella siempre olía cosas, un
poco extraño, si lo preguntas. También tenía el hábito de contar historias
largas cuando todo lo que yo hacía era una pregunta simple y de regalar
barras de chocolate a la gente. Pero, ¿cómo supiste que olfatea? Oh, Dios
mío. ¿Fue Stella quien fue a la boda haciéndose pasar por mí?
—Aparentemente pudo haber sido, sí.
Evelyn se rio.
—No pensé que fuese capaz.
Del poco tiempo que pasé con ella, me di cuenta de que era capaz de
elevarse a la altura de las circunstancias y sorprender a mucha gente. La
mayoría habría salido corriendo por la puerta si se les incitara a tomar el
micrófono. Pero Stella no. Ella había sido un desastre tembloroso, sin
embargo, se recompuso y tomó lo que le serví. No estaba seguro de lo que
era más atractivo: la forma en que lucía, el no intimidarse ante un desafío,
o la forma en que me llamó imbécil antes de despegar.
Habían transcurrido ocho días desde la boda de mi hermana, y todavía
no había podido sacarme a la maldita mujer de la cabeza.
—¿Cuál es el apellido de Stella? —pregunté.
—Bardot. Como la actriz de cine de antaño.
—¿Tienes algún número de teléfono particular de ella?
—Así es. Lo tengo en mi teléfono. Puedo reenviarte su información de
contacto después de que colguemos, si quieres.
—Sí. Eso sería de gran ayuda.
—Está bien.
—Gracias por la información, Evelyn.
—¿Quieres que la llame? ¿Qué le diga que debe pagar el costo de
asistir o algo?
—No, eso no es necesario. Preferiría que realmente no le mencionaras
esta conversación, si llegaras a hablarle.
—De acuerdo… seguro. Lo que digas.
—Adiós, Evelyn.
Después de colgar, me froté la barbilla y miré por la ventana a la
ciudad.
Stella Bardot... qué haré, qué voy a hacer contigo...
Abriendo el cajón de mi escritorio, saqué el iPhone que el equipo de
banquetearía me envió el otro día. Dijeron que lo encontraron en la mesa
dieciséis. Había hecho que mi asistente llamara a todos los que estaban
ubicados en esa mesa, a excepción de la mujer misteriosa. Nadie había 28
perdido un teléfono. Así que me encontraba bastante seguro de a quién
pertenecía. La única pregunta era, ¿qué haría con ello?
34
4
—¿Ya tuviste alguna noticia del Príncipe Azul? —Fisher abrió la
nevera y sacó un recipiente de restos de la cena de ayer, a pesar de que solo
eran las siete de la mañana.
Negué con la cabeza e intenté ocultar mi decepción.
—Probablemente sea lo mejor.
—Cuánto ha transcurrido… ¿cómo una semana?
—Ocho días. No es que esté contando. —Por supuesto que estoy
contando.
Me miró de arriba abajo. 35
—¿Por qué estás vestida tan temprano?
—Acabo de regresar de ver el amanecer.
—Sabes, puedes configurar el fondo de tu computadora con algunos
amaneceres y atardeceres muy agradables y dormir hasta tarde. —Fisher
abrió la tapa del recipiente Tupperware y atravesó con el tenedor una
chuleta de pollo empanada como si fuera una piruleta. Mordió un pedazo.
—No es lo mismo, pero gracias. Umm... ¿quieres que lo caliente? ¿Qué
te entregue un plato y un cuchillo para cortarlo? O mejor aún, ¿te preparo
unos huevos para desayunar?
—No es necesario. —Se encogió de hombros y dio otro mordisco—.
¿Por qué no lo llamas?
Miré a mi mejor amigo sin comprender.
—No puedo llamarlo.
—¿Por qué no?
—Porque probablemente cambió de opinión. ¿Olvidas cómo nos
conocimos? Me sorprende que incluso pidiera mi número de teléfono. Estoy
pensando que fue un lapso temporal en su cordura y lo pensó mejor después
de mi partida. Además, tengo una cita mañana, de todos modos.
—¿Con quién?
—Ben.
—¿El chico que conociste en línea? Eso fue hace un par de semanas,
¿no?
—Sí. Se suponía que debía salir con él hace unos días, pero cancelé.
—¿Cómo es que cancelaste?
—No lo sé. —Me encogí de hombros—. Simplemente tenía que hacerlo.
Fisher me miró.
—Buen intento. Pero no creo nada. Esperabas que el Príncipe Azul
llamara y querías tener tu agenda libre.
—No esperaba la llamada de Hudson.
—¿Has revisado tu teléfono en busca de mensajes perdidos más de
una vez esta semana?
—No —dije demasiaaado rápido y sonando completamente defensiva.
De hecho, lo hice un par de veces al día. Pero sabía cómo operaba
Fisher. Era implacable. Aquello lo convertía en un buen abogado. Si
encontraba una pequeña cuerda colgando, seguía tirando y tirando hasta
que el suéter entero se desenredaba. Así que no le entregaría ese hilo en
bandeja de plata. 36
Me estudió.
—Creo que estás llena de mierda.
Puse los ojos en blanco.
—Sabes, puedes salir con más de una persona a la vez...
Afortunadamente, nuestra conversación fue interrumpida por el
timbre de mi teléfono fijo, el comercial.
—Me pregunto quién llama al teléfono de negocios un sábado.
Supongo que podría ser un proveedor en Singapur. Allá todavía es viernes,
¿verdad?
Fisher se rio entre dientes.
—Camino equivocado. Hoy es domingo.
—Oh.
Encontré el teléfono en la sala de estar, donde se encontraba encima
de una caja de muestras. Acuné el auricular en mi hombro mientras
levantaba la caja también.
—¿Hola?
—Hola, ¿Stella Bardot?
Regresando a la cocina, abrí la caja y saqué uno de los pequeños
frascos de vidrio empacados dentro.
—Soy yo. ¿Quién habla?
—Mi nombre es Olivia Royce.
El frasco se deslizó de mi mano. Chocó contra el azulejo de la cocina
con un fuerte estruendo metálico, pero afortunadamente, no se rompió.
Busqué a tientas para agarrar el teléfono de donde estaba en equilibrio sobre
mi hombro.
—¿Dijiste Olivia Royce?
—Lo hice. Espero que no te importe mi llamada. No pude encontrar
una página web, pero cuando busqué en Google el nombre de tu empresa,
apareció este número, así que me arriesgué.
—Umm… No, en absoluto. Por supuesto que no importa.
—Recibí tu nota y regalo. Cuando le conté a mi hermano que lo
enviaste, me dijo que comenzabas una nueva compañía de perfumes que
hacía aromas personalizados. Me gustaría pedir algunos perfumes para mis
damas, pero no pude encontrarte en línea.
—Uhh... el sitio web no está listo todavía.
—Maldición. Entonces, ¿puedo encargártelos directamente?
37
—Claro. Por supuesto.
—¡Oh! ¿Eso es genial! He estado luchando, intentado averiguar qué
conseguir a cada chica. Quiero algo personalizado y especial. Esto es tan
perfecto. Me encanta el mío, por cierto. Gracias por hacerlo.
No lograba superar esta conversación. ¿Olivia me llamaba para hacer
un pedido, no para recriminarme por arruinar su boda? ¿Era posible que no
se percatara de que era la misma persona? No lo creía, dado que le había
mandado su regalo u una nota en la misma caja, y ella obviamente habló de
mí con Hudson.
—Gracias a ti. Yo, eh, puedo enviarte algunos kits y hacer de tus
pedidos una prioridad una vez me digan sus gustos.
—Oh, no. Quiero que sea una sorpresa. Las conozco demasiado, tal
vez podría decirte lo que usan normalmente, cosas sobre ellas y puedas
pensar en algo.
No estaba segura de que sería tan eficaz como siempre, pero no existía
manera en el infierno de haberle dicho que no.
—Claro, eso suena bien.
—¿Te parece el lunes a las doce y media?
Mi frente se arrugó.
—Umm… las doce y media está bien.
—De acuerdo. ¿Funcionaría para ti encontrarnos en Café Luce en la
calle 53? ¿Está demasiado lejos para ti? ¿Vives aquí en la ciudad?
Mis ojos se ampliaron. ¿Quería reunirse conmigo en persona? Supuse
que eso significaba que programaría en su agenda mandarme un correo o
darme una llamada.
—Sí, vivo en la Ciudad. Y Café Luce suena bien.
—¡Perfecto! Es una cita. ¡Gracias, Stella! No puedo esperar a
conocerte.
Diez segundos después, la línea se encontraba muerta. Me quedé
mirando mi teléfono. Fisher observó toda la conversación reproducirse en
mi rostro.
—¿Quién era? —dijo.
—Olivia Royce.
—¿Y ella es?
—La novia en cuya boda nos colamos.
38
51
6
Hace quince años
55
7
—¿Hola?
—Hola, Stella. Soy Olivia.
Cambié el teléfono a mi otra oreja para poder terminar de ponerme los
pendientes.
—¿Cómo estás, Olivia?
—Estoy bien. Pero mi día está un poco más ocupado de lo que
pensaba. ¿Crees que podrías pasarte por mi oficina hoy con los perfumes?
No estoy segura de dónde vives, pero si el centro de la ciudad es un gran
dolor de cabeza para ti, puedo enviar un auto. 56
Mi apartamento estaba en el Upper East Side, así que ir al centro era
bastante inconveniente. Pero se lo debía a Olivia, de modo que no me
quejaría.
—De acuerdo. Debo atender unos recados en el centro de todos
modos.
—Oh, eso es genial. Gracias. ¿Suena bien alrededor de las dos en
punto?
—Claro, es perfecto.
—Bien. Te veré entonces.
Sonaba como si estuviera a punto de colgar.
—Espera, necesito la dirección.
—Oh, lo siento. Pensé que la tenías.
¿Por qué tendría la dirección de su oficina? ¿Pensó que la acosé antes
de aparecer en su boda? Jesús, justo cuando empezaba a superar la
vergüenza.
—No, no la tengo.
—Es el 15 de la calle Broad. Piso catorce.
Cerré mi joyero. ¿La calle Broad? Ahí es donde se encontraba la oficina
de Hudson.
—¿Trabajas en el mismo edificio que tu hermano?
—Ah, asumí que lo sabías. De hecho Hudson y yo trabajamos juntos.
Inversiones Rothschild era el negocio de nuestro padre.
No lo sabía. Y no debería haber marcado ninguna diferencia, pero
estaría mintiendo si dijera que la idea de posiblemente toparme con Hudson
no aceleraba mi pulso.
Cuando permanecí callada un minuto, Olivia supuso erróneamente la
razón.
—Es un dolor en el culo para llegar, ¿no? Déjame enviar un auto para
ti.
—No, no, está absolutamente bien. Te veré a las dos.
—¿Estás segura?
—Estoy segura. Gracias de todos modos.
Después de colgar, me miré en el espejo encima de mi cómoda. Salí
de la ducha y puse mi pelo mojado en una cola de caballo. De repente pensé
que podría estar de humor para quitármelo y secármelo bien.
57
64
***
Si alguna noche merecía vino, era este.
Fisher había trabajado hasta tarde esta noche, pero había sido el
afortunado receptor de mi despotricamiento antes mientras yo iba enojada
desde Inversiones Rothschild hasta la estación de metro. Así que sabía en
qué se metía cuando entró en mi apartamento.
—¡Cariño, estoy en casa!
Tenía una gran botella de merlot en una mano y una flor que acababa
de arrancar de la maceta de nuestro edificio vecino en la otra, la parte de
abajo todavía tenía una raíz y suciedad colgando.
Forcé mi hosco rostro para intentar una sonrisa.
—Hola.
—Pasé por delante de un policía montado cuyo caballo no tenía una
rostro tan largo como el tuyo. —Fisher me besó en la frente y señaló la flor—
. ¿Qué te parece? ¿El jarrón rojo o el claro?
Suspiré dramáticamente.
—Creo que esa cosa necesita más limpiarse que un jarrón.
Fisher me dio un golpecito en la nariz con su dedo índice.
—El rojo es. —Fue al armario y sacó un jarrón destinado a un ramo 76
gigante, no a una flor triste, luego lo llenó con agua del fregadero de la cocina
y le clavó el tallo—. Creo que deberías llamar a Olivia.
Ya me había terminado le vino de mi copa.
—No quiero molestarla. ¿Y qué sentido tiene? Ella misma me dijo que
Hudson se encontraba a cargo de la división. Además, ya ha sido muy
generosa conmigo. No quiero hacerla sentir mal.
—No puedo creer que ese imbécil pidiera tu número de teléfono y
nunca te llamara, y luego hiciera sentarte allí durante dos días. Este tipo
debe estar encantado de hacerte esperar por él. Y yo tenía la sensación de
que ustedes dos iban a terminar acostándose.
Me burlé.
—¿Hudson y yo? ¿Estás loco? El hombre obviamente me odia.
Fisher tiró del nudo de su corbata mientras caminaba hacia el sofá
donde yo estaba sentada revolcándome.
—Los vi a los dos juntos en la boda. Incluso cuando se metió contigo
y te hizo dar ese discurso, hubo un brillo en sus ojos. Había verdadera
química allí.
Terminé mi vino.
—Algo de química lleva a explosiones. Confía en mí, lo sé.
—Pero, ¿por qué pedirte una cita y luego no llamarte nunca?
Sacudí la cabeza.
—Para vengarse. Por la misma razón que me dejó sentada en el
vestíbulo.
Durante la siguiente hora, Fisher y yo bebimos vino. Como era el
mejor amigo de todos los mejores amigos, me dejó repetir todo lo que le había
dicho antes por teléfono sin quejarse.
Pero el largo día de estar sentada y consumir demasiado alcohol
finalmente me afectó, así que cuando bostecé por segunda vez se puso en
pie para irse.
—Te dejaré descansar un poco. Tienes dos días. Hoy era para estar
enojada y beber. Mañana es para revolcarte en la autocompasión. El jueves,
volvemos a subir al caballo y averiguamos adónde ir desde aquí. Haremos
que esto funcione.
No quise ser más deprimente y decir que no tenía ningún lugar a
donde ir, excepto tal vez la línea de desempleo. Fisher tenía buenas
intenciones.
—Gracias por escucharme.
—Cuando quieras, mi princesa. —Se inclinó y me besó la frente antes 77
de dirigirse a la puerta. Agarrando su chaqueta de traje de la cocina, dijo—
: Casi me olvido, tenías el correo en tu caja. ¿Lo quieres en el sofá?
—No. Lo miraré mañana.
La dejó en la mesa de la cocina.
—Duerme un poco, mi Stella Bella.
—Buenas noches, Fisher.
Después de que cerrara la puerta, me levanté a la fuerza y caminé por
mi apartamento lleno de cajas, apagando las luces. En la cocina, me llamó
la atención un grueso sobre de manila en el fondo de la pila de correo.
Conozco ese logo...
Pero no puede ser...
Como no llevaba mis gafas, lo tomé para verlo más de cerca.
Por supuesto, el círculo con la R entrelazada a través de él era
exactamente lo que yo pensaba que era. ¿Qué demonios me estaría enviando
Inversiones Rothschild? ¿Otra carta de “jódete”? ¿Quizás esta vez con una
factura detallada de la comida y bebida que tuve en la boda de Olivia, junto
con una factura por el precioso tiempo de Hudson?
Ya había tenido suficiente tortura por hoy y probablemente debería
haberlo dejado para mañana. Pero dejarlo nunca fue mi fuerte. Así que metí
mi dedo bajo el sello y abrí el sobre. Dentro había una carta de presentación
escrita con el mismo membrete que la que recibí hace unos días. Debajo
parecía haber un montón de documentos legales... Hoja de términos,
acuerdo de derechos del inversor, acuerdo de compra de acciones…
¿Qué diablos es todo esto?
Agarrando mis gafas, volví a la carta de presentación para leer.
79
10
Qué diferencia puede marcar una semana.
En lugar de sentarme en el vestíbulo de Inversiones Rothschild,
esperando la oportunidad de ver al rey del castillo, me presentaron en la
oficina como “nuestra más reciente socia de Rothschild”. El giro completo
todavía hacía que me dieran vueltas la cabeza, pero no perdería más tiempo
pensando en ello. Tenía un producto que lanzar en pocos meses.
Olivia me había llamado la mañana después de recibir la oferta.
Todavía estaba en California cuidando de su suegro, pero dijo que quería
comprobar que estuviera contenta con los términos del acuerdo. Le hablé
suavemente del tema de la carta de rechazo que había recibido, y ella se 80
disculpó, diciendo que era una confusión. Sin embargo, por alguna razón,
no creí que fuera la verdad. Mi instinto me decía que había algo más que el
envío de la carta equivocada. Pero estaba emocionada por seguir adelante,
así que decidí seguirla y concentrarme en lo que estaba por venir, no mirar
hacia atrás.
—Stella, esta es Marta. Es la gerente de contabilidad —dijo Olivia—.
Para tu información, Marta bebe su café negro y prefiere la mezcla de Kenia
de la pequeña tienda de la cuadra, en lugar de Starbucks. Créeme, llegará
un momento en que deberás acudir a ella con el café en la mano y el rabo
entre las piernas porque estás a punto de rogar para aprobarte algo que está
por encima del presupuesto.
Marta se rio y extendió su mano.
—Encantada de conocerte, Stella. Y créeme, si tu producto es la mitad
de asombroso de lo que dice Olivia, no tendrías que rogar. —Guiñó el ojo—.
Solo trae perfume.
Sonreí, pero para estar segura también apunté la preferencia de café
de Marta como Olivia y pasé al siguiente departamento.
Después de que Fisher hiciera que alguien de su oficina revisara todos
los documentos legales por mí, firmé en la línea de puntos y hacía un par
de días Olivia y yo nos reunimos para almorzar y discutir la logística básica.
Su función era de directora de marketing, pero Inversiones Rothschild
también proporcionaría una amplia asistencia en todo, desde el desarrollo
de la web hasta la contabilidad, como parte de su recién adquirida
participación en mi empresa. Todo ello me ahorraría una tonelada de un
dinero que no tenía.
Pero el primer paso había sido decidir dónde estaría mi nueva oficina
corporativa. Olivia dijo que muchos socios elegían establecer una oficina en
la suite de Inversiones Rothschild ya que utilizaban mucho del personal y
los servicios allí. Considerando que mi anterior oficina corporativa era el
sofá de mi sala de estar, rodeada de cajas de pared a pared, pensé que podría
parecer más profesional reunirme con gente de aquí, al menos hasta que
pudiera permitirme algo propio.
Al final de la visita introductoria, Olivia me llevó a una oficina vacía y
me dio una llave.
—Este es tu nuevo hogar. El baño de mujeres está al final del pasillo.
Hice que mi asistente te preparara los suministros básicos, pero hazle saber
qué más podrías necesitar. Tengo una reunión a las once a la que debo ir
corriendo. ¿Quizás podamos almorzar tarde alrededor de la una y media?
Asentí.
—Eso sería genial.
Después de que Olivia desapareciera, me senté detrás de mi gran y 81
moderno escritorio y lo aspiré todo. Signature Scent no solo había
conseguido más fondos de los que necesitaba para su lanzamiento, sino que
también tenía personal, sistemas y una elegante dirección de oficina en el
centro de la ciudad con la que únicamente podría haber soñado de otra
manera. Parecía surrealista. Cada persona que conocí hoy parecía
genuinamente feliz por nuestra nueva asociación y emocionada por ponerse
a trabajar. Todo era casi demasiado bueno para ser verdad. Lo que me
recordaba que había al menos una persona que probablemente no estuviera
muy contenta con mi presencia.
Cuando pasé por la oficina de Hudson durante mi visita, su puerta
estaba cerrada. Pero sabía que se encontraba dentro o que se había ido
recientemente, porque olí su colonia. Él y yo estábamos muy atrasados por
nuestra necesidad de tener una discusión, así que después de ir al baño de
damas, tomé un desvío por el pasillo que me llevó a su oficina. Esta vez la
puerta estaba abierta. Mi pulso se aceleró cuando me acerqué. Estaba de
pie de espaldas a la puerta, buscando algo en un estante, cuando llamé.
—Déjalo en mi escritorio —dijo sin darse la vuelta.
Supuse que había estado esperando a alguien más.
—Hola, Hudson. Soy Stella. Esperaba que pudiéramos hablar un
momento.
Se giró y me miró. Dios, ¿se habían vuelto sus ojos más intensamente
azules desde la última vez que lo vi? Inmediatamente empecé a retorcer el
anillo que llevaba en el dedo índice, algo que hacía cuando estaba nerviosa.
Pero me di cuenta y me detuve. No podía dejar que Hudson me intimidara.
Así que, aunque mis entrañas se sentían mareadas, me asomé por la
barbilla y entré en la puerta.
—No tomará mucho tiempo.
Hudson cruzó los brazos sobre su pecho y se apoyó en el aparador, en
lugar de sentarse en su escritorio.
—Por supuesto, entra. Ya me has interrumpido.
Claramente estaba siendo sarcástico, pero aproveché la oportunidad
de todos modos. Con una respiración profunda, cerré la puerta de su oficina
detrás de mí. Hudson se quedó callado, pero sus ojos observaron cada uno
de mis pasos mientras caminaba hacia su igualmente intimidante y enorme
escritorio.
—¿Te importa si me siento?
Se encogió de hombros.
—Claro, ¿por qué no?
Me estacioné en una de las dos sillas de invitados y esperé a unirme.
Pero nunca se movió. 82
—¿No vas a sentarte?
Sus ojos brillaban.
—No. Estoy bien de pie.
Me tomé un momento para pensar, pero el olor de la colonia de
Hudson flotaba en el aire. ¿Tenía que oler tan bien? Lo encontraba muy
distrayente. Cuando me sorprendí una vez más extendiendo la mano para
girar mi anillo para, agarré los brazos de la silla para ocupar mis manos.
—Olivia dijo que la carta de rechazo que recibí fue enviada por error.
¿Es eso cierto?
Los ojos de Hudson cayeron sobre mis manos blanqueando la silla
antes de encontrarse con las mías.
—¿Importa eso? Tú estás aquí.
—A mí me importa. He trabajado en mi negocio durante cinco años y
he puesto mi corazón y mi alma en ello. Inversiones Rothschild es ahora
copropietario, y preferiría aclarar cualquier asunto que se interponga en el
camino para que las cosas vayan lo mejor posible.
Hudson se frotó el labio inferior con el pulgar mientras parecía
considerar mis palabras. Eventualmente, dijo:
—No.
Mi frente se arrugó.
—¿No qué? ¿No quieres aclarar las cosas?
—Me preguntaste si la primera carta fue enviada por error. No lo fue.
Eso es lo que sospechaba, pero aun así me dolió oírlo.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?
—Mi hermana. Es un dolor en mi trasero cuando hinca los dientes.
Eso me hizo sonreír. Realmente adoraba a Olivia.
—¿No querías hacer negocios conmigo por mi producto o por mí?
Hudson registró mi rostro antes de responder:
—Por ti.
Fruncí el ceño, pero aprecié su franqueza. Mientras que él estaba
siendo real, pensé en seguir adelante.
—La fecha de la carta de oferta era el día anterior al primer día que
me senté en el vestíbulo esperando para verte. Sin embargo, me dejaste
sentada allí durante dos días completos. ¿Por qué?
La comisura de su labio dio el más mínimo levantamiento.
—Pediste dos minutos. Estaba ocupado.
83
—Pero podrías haberle dicho a la recepcionista que me hiciera saber
que habías cambiado de opinión, y que existía una oferta en el correo.
Esta vez, no pudo contener la sonrisa.
—Sí, podría haberlo hecho.
Le entrecerré los ojos, lo que provocó su risa.
—Si esa es tu rostro intimidante, tal vez quieras trabajar en ello.
Su sonrisa era peligrosa. Me hizo sentir un poco sin aliento. Sin
embargo, enderecé mi espalda en la silla.
—¿Tendremos problemas para trabajar juntos? Olivia dijo que estás
muy involucrado con todas las nuevas empresas.
Hudson me consideró nuevamente.
—No si trabajas duro.
—Lo hago.
—Supongo que ya lo veremos.
El intercomunicador del escritorio de Hudson sonó antes de que la voz
de la recepcionista llegara al altavoz.
—¿Señor Rothschild?
Sus ojos nunca dejaron los míos mientras respondía.
—¿Sí?
—Su cita de las once y media ha llegado.
—Dile a Dan que estaré con él en breve.
—Lo haré.
Ella se marchó, y Hudson inclinó su cabeza.
—¿Había algo más?
—No, supongo que eso es todo.
Cuando me levanté y giré para salir, él habló de nuevo.
—En realidad, tengo una cosa más.
—Bueno...
Cruzó los brazos sobre su pecho.
—Como Olivia mencionó, estoy bastante involucrado en el
lanzamiento de los nuevos negocios en los que invertimos. Así que
probablemente deberías darle a Helena tu verdadero número de teléfono
cuando salgas, por si necesito localizarte.
—¿Qué quieres decir con mi número real? Te lo di el día que vine a
84
recoger mi teléfono.
Su boca formaba una línea sombría.
—El número que proporcionaste era de Vinny's Pizza.
—¿Qué? No, no lo era.
—Sí lo era. Llamé.
—Debiste haberlo escrito mal. No te di el número equivocado.
—Lo escribiste en mi teléfono.
Me rompí el cerebro, intentando recordar esa tarde. ¿No había escrito
mi número? Entonces me di cuenta de que me había pedido mi número e
inmediatamente después su asistente había llamado a la oficina. Mientras
hablaban, metió la mano en su bolsillo y me dio su teléfono. Oh, Dios mío.
—¿Puedo ver tu teléfono? —le pregunté.
Hudson se quedó callado un minuto. Eventualmente se acercó a su
escritorio y tomó su teléfono. Sentí que me miraba mientras escribía mi
nombre en sus contactos y leía el número que había introducido. Mis ojos
se abrieron mucho. El último dígito de mi número era un nueve, pero había
escrito un seis, el dígito que está encima del nueve en el teclado.
Lo miré.
—Escribí el número equivocado.
Su rostro estaba perfectamente impasible.
—Soy consciente.
—Pero no quise hacerlo.
No dijo nada.
Mi cerebro parecía estar en cámara lenta mientras procesaba lo que
esto significaba.
—Entonces... ¿la razón por la que no me llamaste fue porque pensaste
que te había dado intencionalmente el número equivocado? Pero tu
hermana me llamó. Ella fue capaz de encontrar el número de mi negocio.
—No tengo el hábito de acosar a las mujeres que brindan un número
equivocado cuando las invito a salir.
—Nunca haría eso.
Nos miramos fijamente. Era como si las piezas del rompecabezas que
faltaban finalmente se hubieran encajado en su lugar.
—Y por eso te gustó dejarme sentada en la sala de espera durante dos
días. Pensaste que te había dejado plantado, y tú me dejaste plantada a
cambio. —Sacudí la cabeza—. Pero sigo sin entenderlo. ¿Qué te hizo cambiar 85
de opinión sobre la inversión?
Hudson hizo esa cosa de rascarse la barbilla que a menudo parecía
hacer.
—Mi hermana es muy apasionada por tu negocio. El trabajo ha sido
duro para ella desde que nuestro padre murió. Cuando le quité todo lo
demás, tu negocio es uno en el que me habría interesado bajo otras
circunstancias. Me imaginé que no era justo echarte en cara el hecho de que
me dejaras plantado y decepcionar a Olivia.
—Pero no te dejé plantado. Me sentí decepcionada cuando no
llamaste.
Hudson me miró los pies. Tuve la sensación de que estaba tan
inseguro como yo sobre qué hacer con esta nueva información. Otra vez el
teléfono de su escritorio sonó.
—¿Sí, Helena? —dijo.
—Tiene a Esme en la línea uno.
Suspiró.
—Ahora respondo. Solo dile que tardaré un minuto, por favor.
—Está bien. Y le traeré a Dan un café y lo pondré en la sala de
conferencias. Le haré saber que tardarás unos minutos más.
—Gracias, Helena.
Hudson finalmente levantó su mirada, pero lo hizo trabajando
lentamente desde mis pies. Para cuando nuestros ojos se encontraron, mi
cuerpo estaba hormigueando por todas partes. El diabólico indicio de una
sonrisa en su rostro no mejoró las cosas.
—Así que decías... ¿que estabas decepcionada porque no te llamara?
Tragué, sintiéndome un poco como un ciervo atrapado en los faros.
—Ummm...
El fantasma de la sonrisa burlona de Hudson se convirtió en una
sonrisa completa.
—Esme es mi abuela, así que debo tomar esta llamada. ¿Continuará?
Asentí lentamente.
—Umm... sí... seguro.
Me di vuelta y me dirigí a la puerta. Pero, antes de que pudiera abrirla,
la voz de Hudson me detuvo.
—¿Stella?
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—¿Sí?
—Le di el perfume que me hiciste a mi abuela. A ella le gustaría más.
Sonreí.
—No hay problema.
1Por su mala pronunciación, dice “Clue Sticks” en vez de “Accoustics”, que al español sería
Caca Pisas y Acústica.
estaba preocupada por las caca pisas. La vocecita más dulce del mundo
cantaba... ¿Era “Jolene”? ¿La vieja canción de Dolly Parton? Vaya, sí, lo era.
Y la pequeña Charlie parecía conocer todas las palabras.
Noté que sus piernitas se balanceaban debajo del primer retrete del
baño. Permanecí de pie en silencio, escuchando con la mayor sonrisa posible
en mi rostro. Realmente sabía cantar. Su voz era diminuta, pero por el
tamaño de sus piernas, sospeché que encajaba en el cuerpo. Sin embargo,
cantaba en clave y usaba un vibrato que no solía salir de una niña.
Cuando la canción terminó, no quise quedarme ahí parada mirándola
y asustándola, así que llamé suavemente a la puerta del baño.
—¿Charlie?
—¿Sí?
—Hola. Me llamo Stella. Tu padre me pidió que acompañarte a su
oficina cuando termines aquí. Solo iré al baño. Pero no te vayas sin mí.
—Está bien.
Entré en el puesto junto al suyo y empecé a hacer mis necesidades.
A mitad, Charlie dijo:
—¿Stella?
—¿Sí? 88
—¿Te gusta Dolly?
Ahogué mi risa.
—Me gusta.
—¿Tienes una canción favorita?
—Hmmm. La tengo, en realidad. No sé si es muy popular, pero mi
abuela vivía en Tennessee y la canción “My Tennessee Mountain Home”
siempre me recordó a ella. Así que debería decir que probablemente sea mi
favorita.
—No conozco esa. Pero la de mi padre es “It's All Wrong, But It's All
Right”. No me deja cantar esa, porque dice que la letra es demasiado vieja
para mí. Pero las memoricé de todos modos. ¿Quieres oírla?
Desde luego que sí, más aún ahora que me dijo que su padre le dijo
que no podía cantarla. Pero me detuve antes de decirle que la cantara. Lo
último que necesitaba era que Hudson pensara que había corrompido a su
hija.
—Hmmm... Por mucho que me encantaría escucharla, probablemente
deberíamos escuchar a tu padre.
El sonido de la descarga del inodoro fue su respuesta, así que me
apresuré y terminé para que no pudiera salir corriendo del baño sin mí.
Charlie estaba en el lavabo lavándose las manos cuando salí. Estaba
absolutamente adorable con su cabello rubio cenizo y rizado que parecía
que no era fácil de domar, una nariz pequeña y grandes ojos marrones.
Vestía de morado de pies a cabeza, incluyendo mallas, zapatillas, falda y
camiseta. Algo me dijo que Charlie escogió su propia ropa.
—¿Eres Stella? —me preguntó.
De nuevo, tuve que detener mi risa. Éramos las únicas dos en el baño.
—Lo soy. Y tú debes ser Charlie.
Asintió y me miró detrás de ella en el espejo.
—Eres guapa.
—Caray, gracias. Eso es muy dulce. Tú también eres hermosa.
Sonrió.
Me acerqué al lavabo que se hallaba a su lado para lavarme.
—¿Tomas clases de canto, Charlie? Tu voz es realmente asombrosa.
Asintió.
—Voy los sábados por la mañana a las nueve y media. Mi padre me
recoge para llevarme porque mi madre necesita dormir para estar guapa.
Sonreí. Esta chica era graciosísima y no tenía ni idea. 89
—Oh, qué bien.
—También practico karate. Mamá quería que tomara ballet, pero yo
no quería. Papá me llevó a apuntarme a clases de karate sin decírselo, y ella
no estuvo muy contenta.
Me reí.
—Apuesto a que sí.
—¿Trabajas con mi papá?
—En realidad, sí.
—¿Quieres venir a cenar con nosotros? Iremos en metro.
—Oh, gracias, pero todavía tengo trabajo que hacer.
Se encogió de hombros.
—Tal vez la próxima vez.
No podía dejar de sonreír ante todo lo que salía de la boca de esta
niña.
—Tal vez.
Ambas nos secamos las manos, y luego la acompañé a la oficina de
su padre. Hudson seguía al teléfono, así que le pregunté si quería venir a
ver dónde me sentaba. Cuando ella asintió, le hice un gesto para que
Hudson supiera que la llevaría a mi oficina.
Charlie se dejó caer en una silla de invitados, con los pies colgando y
balanceándose.
—¿No tienes ninguna foto?
—Eso es porque hoy es mi primer día. No he tenido la oportunidad de
decorar todavía.
Miró a su alrededor.
—Deberías pintar tu oficina de color púrpura.
Me reí.
—No estoy segura de que eso le pareciera muy bien a tu padre.
—Me dejó pintar mi habitación de color púrpura. —Charlie inhaló un
par de veces—. Tu oficina huele muy bien.
—Gracias. En realidad soy perfumista. Hago perfumes.
—¿Haces perfumes?
—Sí. Es un trabajo genial, ¿no?
Asintió rápidamente.
—¿Cómo lo haces? 90
—Bueno, es mucha ciencia, en realidad. Pero en lo que tu padre y yo
estamos trabajando juntos es en hacer un perfume basado en cuánto le
gusta a la gente un montón de olores diferentes. ¿Te gustaría probar algunas
de mis muestras?
—¡Sí!
Hoy había traído unos cuantos kits de muestras, así que tomé uno del
cajón de mi escritorio y me senté junto a ella en una silla de invitados.
Abriendo la caja, saqué uno de los frascos de olor y se lo ofrecí. Era un
calone, que me decía si una persona tenía inclinación por el olor a brisa
marina.
—¿A qué te recuerda este olor?
Sus ojos se iluminaron.
—Mmm... helado de chocolate y plátano.
Mis cejas se fruncieron, y levanté el tarro para olerlo yo misma,
aunque había olido el océano en el momento en que me desvié de la tapa.
—¿Eso te huele a helado?
—No. Pero papá me llevó a la playa la semana pasada, y después
compramos helado en el paseo marítimo. Me dieron un banana split porque
es mi favorito. Huele a playa, pero ahora la playa me hace pensar en ese
delicioso helado.
Le pregunté a qué le recordaba el aroma y no a qué olía. Así que su
respuesta fue correcta. Tomé el plátano que llevaba en mi escritorio todo el
día.
—Tú también eres fan de los plátanos, ¿no? ¿Quieres compartir esta?
—No, gracias. —Balanceó sus piernas—. Mi padre escribe en mis
plátanos cuando me prepara el almuerzo. A veces, naranjas y mandarinas
también. Pero nunca manzanas, porque esas no las pelas.
—¿Escribe en tu fruta?
Asintió.
—¿Qué escribe?
—Tonterías. Como “Naranja, ¿a que te encanta ser un color?”. A veces
escribe un chiste. En Halloween escribió “¿Cuál es la fruta favorita de un
fantasma? Un buuuu-en plátano.” ¿Lo entiendes?
Lo encontré muy interesante. No me habría imaginado a Hudson
haciendo algo tan tonto como ello.
—¿Puedo oler un poco más? —preguntó Charlie.
—Por supuesto. 91
Abrí otro frasco. Este olía a aceite de sándalo del árbol de sándalo
indio.
Se apretó la pequeña nariz.
—Eso huele a dolor de estómago.
No tenía ni idea de lo que eso significaba. Me lo llevé a la nariz para
tratar de entenderlo.
—¿En serio? ¿Hace que te duela la barriga solo con olerlo?
Se echó a reír.
—No. El helado agrio lo hace. Eso huele como el hombre de la
heladería a la vuelta de la esquina de mi padre. Ya no vamos allí porque el
helado podría haber estado malo.
Ohhh, bueno, eso tenía más sentido. El sándalo estaba en muchas
colonias populares para hombres. Charlie tenía un don para esto.
Aparentemente también le gustaba mucho el helado.
—Sabes... —dije—. Esa es la segunda respuesta que has mencionado
con el helado. Estoy percibiendo un patrón.
Una voz profunda detrás de mí me dijo:
—Ya lo has averiguado, ¿eh?
Me volví para encontrar a Hudson apoyado en el marco de la puerta
de mi oficina. Parecía como si hubiera estado escuchando a escondidas por
un tiempo.
—Charlie tiene un gran sentido del olfato.
Hudson asintió.
—También oye cosas a un kilómetro de distancia, especialmente la
puerta del congelador. Si me atrevo a abrirla, viene corriendo, pensando que
puede haber helado.
Charlie arrugó la nariz otra vez.
—Le gusta el helado de fresa.
—Supongo que a ti no —le pregunté.
Sacudió la cabeza.
—Es asqueroso. Todo grumoso.
—Tendré que ponerme del lado de tu padre en esto. La fresa es uno
de mis favoritos.
Hudson sonrió, y me di cuenta de que podría ser la primera sonrisa
genuina que veía en su hermoso rostro desde la noche de la boda.
—¿Estás lista para irnos, Charlie? —Me miró—. Nos vamos a cenar.
92
—Ya lo sé. Van a tomar el metro.
El labio de Hudson se movió.
—El metro, Dolly Parton y el helado. No es difícil de complacer...
todavía.
—Y notas escritas sobre la fruta y el color púrpura. —Hice una seña
a mi oficina—. Charlie sugirió que pintara mi oficina de color púrpura. Le
dije que lo pensaría.
Hudson sonrió.
—No me sorprendería.
Charlie me sorprendió saltando de su silla para darme un abrazo.
—Gracias por mostrarme tus cosas apestosas.
—De nada, cariño. Disfruta tu cena.
Saltó a través de mi oficina y agarró la mano de su padre.
—Vamos, papá.
Sacudió la cabeza como si ser su jefa fuera una molestia, pero me di
cuenta de que ella fuera probablemente la única persona en el mundo por
la que disfrutara ser mandado.
Asintiendo, dijo:
—No te quedes hasta muy tarde.
—No lo haré.
Después de que desaparecieran, pude oír a Charlie hablando todo el
camino por el pasillo.
—Stella vendrá a cenar con nosotros la próxima vez —dijo.
—Charlie, ¿qué te dije sobre invitar a gente que acabas de conocer a
cosas?
—¿A que huele bien?
Hubo una pausa, y pensé que tal vez habían llegado tan lejos que ya
no podía oírlos. Pero entonces Hudson refunfuñó:
—Sí, Stella huele bien.
—Y es guapa, también, ¿verdad?
De nuevo hubo una larga pausa. Me acerqué a mi puerta para
asegurarme de escuchar la respuesta.
—Sí, es guapa, pero no es así como se decide a quién invitar a cenar,
Charlie. Trabajamos juntos.
—Pero el mes pasado, cuando mamá me dejó temprano en tu casa el 93
sábado por la mañana, había una mujer allí, y era guapa y olía bien. Dijiste
que era alguien con quien tenías negocios, y que volvería por la mañana
porque había olvidado su paraguas. Le pregunté si podía venir a almorzar
con nosotros, y dijiste que en otro momento. Pero nunca la trajiste.
Oh, vaya. Puse mi mano sobre mi boca. Esa Charlie era un látigo, y
tenía curiosidad por saber cómo Hudson saldría de esta.
Desafortunadamente, en vez de escuchar su respuesta, oí la puerta del
vestíbulo abrirse y cerrarse, y ese fue el final del espectáculo.
Suspiré y regresé a mi escritorio, donde rápidamente se hizo evidente
que ya no podía concentrarme. El día de hoy había sido un torbellino. Ser
presentada a tanta gente aquí en Inversiones Rothschild, media docena de
reuniones diferentes, nuevos sistemas de contabilidad, inventario, pedidos
y una nueva interfaz de alta velocidad en el sitio web. Era bastante
abrumador. Pero nada de esto era ni la mitad de excitante la pequeña
palabra que Hudson dijo hoy temprano.
Continuará...
11
Podría haber estado un poco ansiosa a la mañana siguiente.
Olivia me había dicho que me encontrara con ella en la oficina a las
ocho de la mañana para que pudiéramos comenzar a trabajar con su equipo
en el plan de marketing de Signature Scent. Sin embargo, apenas había
salido el sol cuando llegué a las oficinas de Inversiones Rothschild. Como
era tan temprano, fui unos metros atrás a una tienda de delicatessen las
veinticuatro horas y pensé en conseguir una taza de café y un
panecillo. Aparentemente, no era la única que llegó temprano hoy. La fila
era de diez personas con hombres y mujeres vestidos con traje, cada uno de
ellos con la nariz hundida en sus teléfonos mientras esperaban.
94
Cuando finalmente llegué a la caja registradora, un niño que parecía
que debería estar preparándose para la escuela secundaria en lugar de
trabajar tomó mi pedido.
—¿Qué puedo ofrecerte? —Mientras hablaba, sacó su teléfono y lo
miró. Pensé que tal vez debía escribir mi pedido para que alguien más lo
hiciera en la parte trasera.
—Tomaré un café, ligero y dulce, y una de esas magdalenas, por favor.
Levantó un dedo y envió un mensaje a su teléfono. Cuando terminó,
marcó algo en la caja registradora.
—Un café, ligero y dulce, y una magdalena de arándanos. Serán seis
con setenta y cinco. ¿Cuál es tu nombre?
—Bueno, mi nombre es Stella, pero quería una magdalena de pastel
de migas, no de arándanos.
El chico frunció el ceño como si lo molestara. Pulsó algunos botones
más en la caja registradora, pero luego su teléfono vibró, por lo que su
atención se centró allí nuevamente. Saqué uno de diez de mi billetera y se
lo extendí, pero él ignoró mi mano esperando. Cuando habían transcurrido
dos minutos completos y todavía no había levantado la mirada de su
teléfono, me incliné y miré lo que hacía.
Enviando mensajes de texto.
El niño no registraba mi pedido en su teléfono, sino estaba enviando
un mensaje a alguien llamado Kiara.
Moví mi muñeca en un intento de llamar su atención.
—Umm... Aquí tienes.
Una vez más, levantó un dedo.
Increíble.
Finalmente, me quitó el billete de la mano y entregó el cambio. Luego
tomó una taza de café alta, abrió un marcador y escribió un nombre en
él. Simone.
Mis cejas se juntaron.
—¿Se supone que es mío?
Resopló.
—Tiene tu nombre, ¿no?
En lugar de discutir, sonreí.
—Por supuesto. Ten un día maravilloso.
—¡Siguiente!
Supuse que esa era su forma de pedirme que me apartara para poder
atender al cliente siguiente. 95
Algunas personas estaban dando vueltas en el otro extremo del
mostrador, así que fui a unirme a ellos y procedí a hacer lo que todos los
demás hacían: mirar el teléfono. Fisher me había enviado un mensaje hace
unos minutos.
Fisher: Buena suerte trabajando en marketing hoy. ¡Sé que esa es
tu parte favorita!
Le respondí el mensaje.
Stella: ¡Gracias! Estoy nerviosa pero emocionada.
Luego me envió una foto de un hombre del sitio de citas más nuevo al
que se había unido. El tipo vestía solo un par de calzoncillos grises
ajustados. Su sonrisa era agradable y tenía buen cabello. Pero cuando miré
al resto de él, mis ojos se abrieron. Ahora sabía por qué me lo había
enviado. Otro texto llegó debajo.
Fisher: Me dijiste que dejara de escoger a los hombres por sus
abdominales y buscara una sonrisa genuina. Esa cosa definitivamente está
sonriendo. ;)
Stella: Eso no puede ser real...
Acerqué mi teléfono y le hice zoom al bulto. De ninguna manera eso
era todo de él. El tipo debía tener un plátano relleno allí en alguna parte. No,
olvídalo, definitivamente era un calabacín. ¿Las pollas eran de ese
tamaño? Seguramente ninguno que haya visto nunca.
Una voz profunda sobre mi hombro me sobresaltó.
—Y pensar que empiezo mi mañana mirando The Wall Street Journal...
Salté, y mi teléfono cayó de mis manos, golpeando el piso. Me incliné
para recogerlo y fruncí el ceño.
—Oh, Dios mío, ¿por qué te acercas sigilosamente?
Hudson se rio entre dientes.
—¿Cómo podría evitar interrumpir cuando estás viendo porno?
—No estoy viendo porno. —Sentí mi cara enrojecerse—. Mi amigo me
envió una foto de un chico de un sitio de citas.
Parecía escéptico.
—Ajá.
Avergonzada, intenté convencerlo de que era la verdad levantando el
teléfono para mostrárselo, solo para darme cuenta de que había estado
acercando la polla del tipo.
—No, de verdad…
Hudson levantó la mano para bloquear la vista. 96
—Confiaré en tu palabra. Gracias. Pero me alegra ver que tu amigo y
tú se están enfocando en las cualidades importantes de un hombre.
Negué con la cabeza. Impresionante. Seguía dando una buena
impresión tras otra con este tipo. Suspiré derrotada.
—¡Simone! —gritó el barista.
Lo escuché, pero al principio no hice clic.
—¡Simone!
Rayos, esa era yo. Me acerqué al mostrador y recogí mi café y mi
magdalena. Hudson negaba con la cabeza cuando volví al lugar donde
estaba.
—¿Qué? —pregunté.
—¿Un nuevo alias?
—El niño que tomó mi pedido no escuchaba cuando dije mi nombre.
Hudson asintió con escepticismo.
—Correcto.
—No, de verdad.
Se encogió de hombros.
—¿Qué razón tendría yo para no creerte?
Puse los ojos en blanco.
—¡Hudson! —gritó el barista.
Hudson sonrió.
—Parece capaz de tomar bien mi nombre. —Después de tomar su café,
señaló la puerta con la cabeza—. ¿Vas a la oficina?
—Sí.
Salimos de la tienda y recorrimos la calle uno al lado del otro.
—Tu hija es absolutamente adorable. —le dije—. Ella me hizo reír sin
siquiera intentarlo ayer.
Hudson sacudió su cabeza.
—Gracias. Tiene seis años aunque actúa como de veintiséis y no
tiene filtro.
—También canta maravillosamente.
—Déjame adivinar, ¿Dolly mientras estás sentada en el inodoro?
Me reí.
—“Jolene”. ¿Supongo que esto ocurre con frecuencia?
—El baño y la bañera son sus lugares de actuación preferidos.
97
—Ah —dije—. Eso es probablemente debido a la gran “Caca Picas”.
Hudson sonrió sin querer.
—En efecto.
Una mujer sin hogar se sentaba frente al edificio contiguo al
nuestro. Tenía un carrito de compras lleno de latas, botellas y estaba
pasando el cambio de un vaso de plástico a envoltorios de monedas de
papel. En nuestro edificio, Hudson me abrió la puerta.
—¿Puedes...? —Busqué en mi bolso—. Espera un segundo.
Dejé a Hudson con la puerta abierta y volví hacia la
mujer. Extendiendo mi mano con lo que podía ofrecer, dije:
—También estoy arruinada. Pero quiero que tengas esto.
Sonrió.
—Gracias.
Cuando regresé a Hudson, tenía la frente arrugada.
—¿Le diste dinero?
Negué.
—Le di mi barra de Hershey’s.
Me miró raro, pero asintió antes de presionar el botón del ascensor.
—Entonces, ¿eres un gran fanático de la música country? —
pregunté—. ¿Es de ahí de donde tu hija obtiene su amor por Dolly?
—Nop. Y tampoco mi exesposa ni nadie más que conozcamos. Una vez
escuchó una de las canciones de Dolly en la radio del auto y le
gustó. Comenzó a cantar las partes que podía recordar en casa y luego se
encargó de pedirle a su maestra de canto que le enseñara la canción
completa. Ahora es la única artista que canta. Sabe de memoria una docena
de canciones de Dolly.
—Eso es genial.
—El año pasado, para Halloween, cuando todas las demás niñas
querían ser princesas de Disney, Charlie quería que su madre le metiera
calcetines en la blusa y le comprara una peluca rubia platinada.
—Vaya, platinada y con relleno. Es como si ya tuviera trece años.
Hudson gimió.
—No quiero ni pensar en ello.
Subimos juntos al ascensor para subir a las oficinas. En el momento
en que las puertas se cerraron, un olor familiar invadió mi
nariz. Instintivamente, me incliné hacia él para olerlo mejor. 98
Hudson arqueó una ceja.
—¿Qué estás haciendo?
—Tienes un olor que no es colonia, gel de baño o champú. Estoy
tratando de identificarlo. —Olfateo, olfateo—. Lo conozco. Simplemente no
puedo ubicarlo.
—Supongo que eres el tipo de persona que tiene una necesidad
incesante de saber la respuesta a un problema. ¿Te volverá loca si no lo
sabes?
Olí de nuevo.
—Absolutamente lo hará.
El ascensor sonó, indicando nuestra llegada al decimocuarto
piso. Hudson me tendió la mano para salir primero y luego abrió la puerta
de la oficina. Una vez en su interior, rodeó el mostrador de recepción vacío
y accionó un montón de interruptores para encender las luces.
Esperé al otro lado.
—Entonces, ¿cuál es el olor? ¿Algún tipo de loción, tal vez?
Hudson sonrió.
—Nop. —Se volvió y comenzó a caminar hacia la parte de atrás con
grandes zancadas.
—¿Espera, a dónde vas?
Habló sin volverse.
—A mi oficina para trabajar. Deberías intentar hacer lo mismo.
—Pero no me dijiste cuál es el olor.
Lo escuché reír mientras seguía caminando.
—Que tengas un buen día, Simone.
109
***
135
Nos volvimos a reunir en la sala de conferencias cinco minutos antes
de cuando se suponía que debía llamar a Jack con una decisión. Stella
arrojó sobre la mesa un bloc de notas con mierda garabateada por todas
partes.
—Puedo obtener la mitad de lo que necesitamos rápidamente de
proveedores locales, con la excepción de dos artículos: calone y ambrette. El
precio es mucho más alto, pero si compramos al por mayor, en realidad no
es tan terrible como pensé que sería. Y el laboratorio está disponible para
mezclar ingredientes tan pronto como lleguen los pedidos. Con ese tipo de
volumen, podría llevarnos unos días completar los pedidos, pero es factible
dentro del tiempo de respuesta.
Asentí.
—Puedo hacer que los dos artículos que no puedes obtener
localmente se envíen por avión con muy poca diferencia de precio al
aumentar el tamaño del pedido. —Ambos miramos a Olivia.
Ella sonrió.
—El impresor dijo que puede hacer funcionar las prensas toda la
noche, si es necesario. Solo necesita un aviso de veinticuatro horas para la
dotación de personal y, por supuesto, nuestros archivos PDF finalizados,
que no están listos, pero pueden estarlo en breve. Y el sitio web no es un
problema. Hay algunas cosas cosméticas en las que el equipo estaba
trabajando, pero podríamos empezar a trabajar en una hora si es necesario.
Stella no pudo ocultar la emoción en su rostro.
—Oh Dios mío, ¿realmente vamos a hacer esto?
—Lo parece —dije—. Aunque olvidé mencionar un pequeño detalle.
—¿Qué?
—Quieren que vendas el producto con Robyn frente a la cámara.
Sus ojos se agrandaron.
—¿Yo? ¿En cámara? Nunca he hecho eso.
—Supongo que hay una primera vez para todo. —Sonreí—. Podrás
hacer un buen uso de tu sistema de felicidad.
Fue algo bueno que no hubiera hecho esa apuesta, no es que alguna
vez hubiera admitido que había pasado las últimas tres malditas horas
viendo cada movimiento de Stella en el escenario. Cuando Jack me dijo que
querían a Stella al aire, una parte de mí no estaba seguro de que fuera una
decisión comercial inteligente. Claro, era hermosa y la cámara
probablemente la amaría, pero no tenía experiencia. Aunque después de
estar sentado durante las últimas horas y observarla, entendí
completamente lo que la anfitriona había visto que la hizo querer que Stella
fuera parte del lanzamiento.
Era apasionada y divertida, y tenía una cualidad inocente que te
hacía creer todo lo que decía allí, como si fuera demasiado honesta para
mentir. Demonios, quería comprar el maldito perfume y era dueño de parte
de la empresa.
Un poco después de las cinco, finalmente terminaron el rodaje. Stella
habló con la anfitriona y el equipo durante un rato, luego se giró para mirar
a la audiencia. Se cubrió las cejas con las manos, protegiéndose los ojos de
138
la luz del techo. Al encontrarme todavía sentado en la cuarta fila de atrás,
sonrió y se dirigió a las escaleras al costado del escenario. Me paré y caminé
por el pasillo para encontrarme con ella.
—Oh, Dios mío —dijo—. ¡Eso fue muy divertido!
—Parecía que lo estabas pasando bien.
—Espero no parecer un bicho raro. —Levantó las manos y movió los
dedos—. Me sentí… como si me hubieran electrocutado o algo así. No de la
manera de cocinar tus órganos, sino como una descarga ininterrumpida de
energía que recorre mi cuerpo.
Me reí.
—Lo hiciste genial, entretenido, pero sincero. —Me volví al oír el
sonido de la puerta del escenario detrás de nosotros abriéndose y
cerrándose. Jack había vuelto y el cabrón no estaba solo. Iba a patearle el
culo escuálido.
Se acercó, luciendo una gran sonrisa de regodeo.
—Hudson, te acuerdas de Brent, ¿verdad?
Apreté los dientes y extendí la mano.
—Así es. ¿Cómo te va, Brent?
Todavía estábamos estrechando nuestras manos cuando los ojos del
imbécil se fijaron en Stella. No pude soltar mi mano lo suficientemente
rápido.
—No creo que nos hayamos conocido. Brent Fenway.
Stella sonrió.
—¿Fenway como el parque?
—El mismo. ¿Alguna vez has estado allí?
—En realidad, no lo he hecho.
—Tal vez pueda llevarte alguna vez.
¿En serio? ¿Había estado en la habitación menos de treinta segundos
y ya estaba coqueteando con ella? ¿Cuánto tiempo hasta que la orine como
si fuera un hidrante?
Jack me miró y se balanceó hacia adelante y hacia atrás sobre sus
talones. Parecía muy orgulloso de sí mismo.
—Suena como una cita divertida. ¿No crees, Hudson?
Lo miré.
—Soy fanático de los Yankees.
—Vi a Robyn cuando venía. Quiere vernos. —Jack señaló la puerta 139
por la que acababa de entrar—. Está en su oficina. Está al final del pasillo.
—Bien. —No podría decir que me molestó decirle adiós a Brent tan
pronto. Asentí—. Me alegro de verte. —Extendí una mano a Stella—.
Después de ti...
Jack negó con la cabeza.
—En realidad, ella solo pidió vernos a ti ya mí, Hudson. Stella puede
quedarse aquí. Estoy seguro de que Brent puede hacerle compañía.
Brent mostró una sonrisa que quería golpear.
—Absolutamente.
En el momento en que estuvimos en el pasillo, Jack picó al oso.
—Brent se ve bien, ¿no?
Lo fulminé con la mirada en respuesta.
—Hacen una linda pareja, Stella y él.
—Has dejado claro tu punto. Ahora ve y dile que se ponga
jodidamente a trabajar.
Jack sonrió.
—No puedo hacer eso. No trabaja para mí.
Por suerte para mi amigo, Robyn salió de su oficina.
—Ahí están. Tengo buenas noticias para compartir.
Tuve que enyesarme una cara feliz cuando todo lo que quería era
matar a mi amigo y usar su cuerpo flácido como un bate para noquear al
chico lindo en el estudio.
—Estamos aquí, y acaban de terminar en el escenario grabando el
segmento de Signature Scent —dijo Jack—. Creo que ya estamos flotando
en buenas noticias.
Robyn me entregó un paquete de papeles.
—Por lo general, probamos productos potenciales con un grupo de
enfoque antes de aceptarlos, para ver si atraen a nuestra audiencia conocida
y para averiguar qué es lo que más querrán saber sobre el producto. No
tuvimos tiempo para eso con Signature Scent desde que fue un añadido de
última hora, pero hoy teníamos un grupo aquí para otro proyecto. Hice que
Mike, el productor del segmento, se acercara sigilosamente con unos
minutos de lo que grabamos más temprano en el día, y lo probó por las
nubes. Creo que necesitamos aumentar nuestro pronóstico de ventas.
Miré los números. Ella no estaba bromeando.
¿Qué tan probable es que compre el producto? El 94% dijo que es
extremadamente probable. 140
¿Ha encontrado un producto similar en algún otro lugar? El 0% dijo que
sí.
Cuán identificable era el anfitrión invitado: el 92% dijo que era
identificable.
Y así en tres páginas de números que fueron realmente notables. Las
hojeé, revisándolas todas.
—Esto es... —Negué con la cabeza—. Es increíble.
—¿Sabes qué más es? —dijo Jack. Ambos lo miramos—. Causa de
celebración.
154
17
El resto de la semana pasó volando. Olivia y yo trabajamos día y noche
para finalizar todos los detalles de marketing mientras Hudson se centraba
en el lado de los pedidos y la financiación de las cosas. Para el sábado por
la mañana, sólo unos pocos de los envíos apresurados habían llegado, así
que era bastante desalentador que el segmento que había grabado fuera a
salir al aire a las tres de la tarde y entonces los pedidos podrían empezar
llover. Al menos esperaba que llovieran. Todo estaba en movimiento, pero
no suspiraría de alivio hasta que el almacén estuviera lleno de todos los
productos necesarios para empezar a enviar.
Para añadir a ese estrés, estaba hecha un manojo de nervios por 155
verme en televisión. El último par de días había empezado a enloquecer por
que Signature Scent puediera hundirse. Sabía que el programa mostraba la
cantidad que quedaba en forma de corazón en la parte inferior de la pantalla
del televisor, y había tenido una pesadilla recurrente que a lo largo del
segmento sólo vendía tres cajas y quedaban cuarenta y nueve mil
novecientos noventa y siete después de que mi hora hubiera terminado.
Realmente quería quedarme en casa y ver el segmento sola mientras
alternaba entre comerme las uñas y esconder la cara bajo una manta. Pero
Olivia había organizado una fiesta para verlo en su apartamento. Había sido
tan amable y comprensiva que era imposible decir que no. Así que ahora
aquí me encontraba, esperando en medio con dos docenas de magdalenas
caseras en mi regazo para ver el espectáculo con una docena de personas
de la oficina.
Obviamente sabía que la familia Rothschild no era pobre, ya que su
negocio era prestar dinero a otros, pero cuando llegamos a la dirección que
Olivia me había dado en la calle Murray tuve que contener el aliento. Vaya.
Vivía en uno de los nuevos rascacielos de lujo en Tribeca, una moderna torre
de vidrio curvo que se ensanchaba a medida que subía. El diseño era súper
elegante, el tipo de edificio que aparece en alguna otra revista brillante.
Incluso la entrada era intimidante. Sobresalía en la calle de una manera
imponente, como para indicarle a la gente que se tenía que mover. Al salir
del Uber y levantar la mirada, de repente deseé no haber horneado las
madalenas que traía y en su lugar haber comprado algo más profesional de
uno de los doce sitios de madalenas caras que habían aparecido por toda la
ciudad durante los últimos años. También me habría gustado que Fisher no
hubiera tenido que salir de la ciudad este fin de semana por negocios. Me
vendría bien tenerlo a mi lado hoy.
Suspiré e hice todo lo posible para no sentirme inferior sólo porque no
pudiera permitirme las enormes plantas fuera de la puerta principal. El
apartamento de Olivia estaba en el piso cincuenta y tres, pero tuve que
escribir mi nombre en un escritorio en el vestíbulo. El guardia de seguridad
me dio una tarjeta de acceso para entrar en el panel del ascensor, en lugar
de pulsar un botón. Tan pronto como la inserté, las puertas se cerraron y el
botón cincuenta y tres se iluminó. Respiré hondo mientras el ascensor se
movía rápidamente, pero con cada piso que pasaba me aumentaban los
nervios. Cuando las puertas se abrieron, esperaba tener unos minutos para
tranquilizarme en el pasillo, pero en cambio entré directamente en el
apartamento de Olivia.
Me saludó con su habitual entusiasmo burbujeante y me dio un gran
abrazo.
—¡Yuju! ¡Qué emocionada estoy! ¡No puedo esperar! ¡Eres la primera
en llegar!
—Eres la única que se siente así. Creo que podría vomitar.
156
Olivia se rio como si estuviera bromeando, pero sentía el estómago
bastante mareado en ese momento. Me llevó desde la entrada a la cocina.
Por muy elegante que hubiera pensado que era su apartamento basándome
en el exterior del edificio, lo había subestimado. La cocina era hermosa, con
electrodomésticos de alta gama, granito brillante y dos grandes islas. Pero
la sala de estar era el punto culminante.
—Guau. Tu vista es simplemente... —Negué con la cabeza—. Increíble.
Las ventanas de piso a techo alineaban el salón contiguo, mostrando
amplias vistas del agua y la ciudad.
Olivia le quitó importancia con un gesto.
—Da igual la vista, estas madalenas parecen deliciosas. ¿Te importa
si pruebo una ahora?
Me reí.
—Por supuesto que no. Y creo que puedes tomar más de uno. En
realidad, son sin azúcar. Encontré la receta en un sitio web de diabetes. Me
comí una para desayunar esta mañana mientras las horneaba, y son muy
buenas, si lo digo yo.
—¡Eres un ángel! —Abrió la tapa de uno de los contenedores de
plástico y eligió una de vainilla con glaseado de chocolate. Bajando el papel,
señaló las ventanas gigantes de las que no podía apartar la vista—. Solía
pensar que era todo lo que quería. Y luego Hudson compró su casa en
Brooklyn el año pasado. No tiene vista, pero tiene un pequeño patio trasero,
y el edificio tiene mucho carácter. Es como si viviera en un hogar real. Este
lugar... —Negó y lamió una línea de glaseado de la parte superior de la
madalena—. No sé... Es como si estuviera en un hotel de lujo o algo así.
Charlie sólo se queda con su padre unos días a la semana, y ya tiene amigos
que viven en su cuadra. Yo he vivido aquí durante dos años, y no conozco a
una sola persona en el edificio. Me siento como si viviera en una torre de
marfil aquí arriba. —Se rio—. No le digas a Hudson que dije eso. No quisiera
meterme con nuestra delicada dinámica. Cree que es su trabajo
enseñarmelo todo sobre la vida, y finjo que no lo necesito.
Sonreí.
—Tu secreto está a salvo conmigo.
Una campana sonó, y Olivia caminó hasta un sistema de
intercomunicación en la pared y presionó un botón.
—Tengo una entrega de Cipriani —dijo la voz.
—Genial. Envíalos, por favor, Dave.
Justo cuando soltó el timbre, un hombre al que reconocí, aunque en
realidad no lo hubiera conocido, salió de un pasillo al otro lado de la sala.
Aj. Había estado tan ocupada preocupándome por verme en la televisión y
cómo Signature Scent lo haría que no me había detenido a considerar que el 157
marido de Olivia estaría en casa un sábado por la tarde. Por supuesto que
me había disculpado con Olivia varias veces. En su mayor parte ya no me
sentía avergonzada cuando fui hablando más con ella. De alguna manera
habíamos sido capaces de dejar atrás lo que hice. Pero nunca había hablado
con su marido, y recé para que no fuera demasiado incómodo. Aunque la
sonrisa en su cara mientras se acercaba a la cocina me hizo sentir un poco
asustada.
Olivia nos presentó.
—Mason, esta es la invitada de honor, Stella. Stella, este es mi esposo,
Mason. Mase, la comida está aquí. ¿Por qué no le preparas un trago a Stella
mientras me encargo de la entrega?
Me ruboricé con renovada vergüenza mientras extendía su mano.
—Encantado de conocerte finalmente.
—Hola. —Me estremecí y sacudí la cabeza—. Siento mucho lo de tu
boda. Me disculpé con tu esposa, pero debería haberte enviado una nota a
ti también.
Mason negó.
—Totalmente innecesario. Todo fue bastante divertido, especialmente
la historia que contaste. Además, Liv nunca deja de hablar de ti, así que
todo salió bien. Creo que nunca la había visto tan emocionada por algo
relacionado con el trabajo. Realmente ha invertido en lo que has creado.
Respiré aliviada y sonreí.
—Lo es. Tengo mucha suerte. Para ser honesta, no estaba muy segura
de hacer negocios con un inversor. Pero me ha dado mucho más que apoyo
financiero. Siento que tengo una socia a la que le importa tanto como a mí.
Mason asintió.
—La tienes. —Miró por encima de mi hombro hacia ella antes de bajar
la voz—. Pasó por una depresión después de que su padre muriera el año
pasado. Lo único que pareció sacarla de eso era planear nuestra boda. Así
que estaba un poco preocupado por lo que pasaría cuando terminara. Pero
entonces tú pasasye, y siento que he recuperado a mi antigua Liv
últimamente. Así que, aunque creas que me debes una disculpa, soy yo
quien te debe un gran agradecimiento.
Vaya. Negué.
—No sé qué decir; en realidad, sí. Ustedes dos fueron hechos el uno
para el otro. Ambos son increíbles.
Sonrió y volvió a mirar por encima del hombro.
—La veo buscando una propina en su bolso. Nunca lleva ni un dólar,
así que no sé por qué está mirando. En unos diez segundos me llamará para 158
poder buscar en mi billetera. Entonces, ¿qué puedo ofrecerte? ¿Un coctel,
cerveza, vino?
—Me encantaría una copa de vino. Merlot, si tienes.
—Lo tendrás.
Olivia gritó desde la cocina.
—¿Mason?
Sonrió y sacó la billetera.
—Volveré con tu vino después de darle propina al repartidor. Siéntete
como en casa.
Podría haberme quedado frente a las ventanas y mirar la vista de la
ciudad todo el día, pero la chimenea me llamó la atención. Había media
docena de fotos enmarcadas, así que me acerqué para ser entrometida y
echar un vistazo.
El gran marco plateado en el centro tenía una foto del día de la boda.
Olivia estaba inclinada riendo junto a un pastel de boda de varios niveles,
un trozo el cual obviamente acababa de estrellar en la cara de su marido.
Mason sacana la lengua mientras intentaba lamer el pastel de su cara a
través de una sonrisa. Me encantó que eligieran esa foto para enmarcarla,
en lugar de una perfectamente posada. Realmente mostraba su felicidad, y
su sonrisa se volvió contagiosa mientras la miraba.
A un lado de la foto de la boda había una foto de una pareja mayor.
Se encontraban de pie bajo la lluvia, vestidos con sudaderas amarillas, pero
las sonrisas de sus caras irradiaban sol. Tenían que ser los padres de Olivia
y Hudson, porque el hombre era básicamente una versión más antigua de
Hudson. Al lado de esa foto había una de Olivia y Mason en la playa, con
gorras de béisbol hacia atrás y bebiendo cerveza. De nuevo, las sonrisas en
sus rostros eran positivamente contagiosas.
Miré algunas fotos más de la feliz pareja con varios amigos, y luego
mis ojos aterrizaron en la última foto enmarcada al final. Esa la agarré para
mirar más de cerca a los dos niños, unas versiones más jóvenes de Olivia y
Hudson. El niño tenía probablemente unos nueve o diez años, pero sus
hermosos y brillantes ojos azules eran inconfundiblemente de Hudson.
También tenía una brillante sonrisa con la que me había familiarizado.
Estaba inclinado hacia adelante, flotando sobre un pastel de cumpleaños, a
punto de soplar las velas. Olivia se encontraba sentada a su izquierda y, con
un brazo extendido, él le cubría la boca con la mano.
Una voz profunda sobre mi hombro me sorprendió.
—Algunas cosas nunca cambian.
Hudson. 159
—Jesús. Me asustaste. ¿No aprendiste tu lección sobre sorprender a
la gente? No te escuché entrar.
—Entré con la comida. Por cierto, agradece que la pidiera y que no
tratara de cocinar hoy.
—Estoy segura de que no es mala cocinera.
—La Navidad pasada hizo dos bandejas de camarones parmesanos.
Todos tuvimos una gran crisis cuando mordimos.
—¿Cocinó demasiado los camarones?
Negó.
—Siguió una receta que requería camarones con cáscara. Pensó que
con cáscara significaba dejar la cáscara puesta.
Me reí.
—Ohhhhhh...
Señaló con el mentón la foto de mi mano.
—Todavía tengo ganas de hacerlo al menos una vez a la semana.
—¿Por qué le cubrías la boca?
—Porque pensaba que los pasteles de cumpleaños de todos eran para
ella y soplaba las velas. Mis padres pensaban que era lindo y le dejaban
hacerlo. Pero ese año había pedido un deseo que realmente quería hacer
realidad, y no iba a tomar ningún riesgo.
Me reí.
—¿Cuál era tu deseo?
—Quería un perro pastor.
—¿Lo conseguiste?
Negó.
—No.
—Bueno, es una foto adorable.
—Mi mamá la tenía enmarcada en su mesa de noche. Decía que
resumía nuestra relación perfectamente, y no se equivocaba. Mi hermana
debió tomarla cuando limpiamos las cosas de mis padres.
Mason se acercó y me dio una copa de vino. Le pasó a Hudson una
cerveza. Levantando su propia botella, la inclinó hacia nosotros.
—Buena suerte hoy, a los dos.
Hudson brindó con su cerveza, así que seguí su ejemplo.
160
—Gracias.
El resto de los invitados entraron como una masa poco después, y
Hudson y yo fuimos empujados en direcciones opuestas. Vi a un par de
personas del equipo de marketing que sabía que habían trabajado en las
cosas para nosotros, pero no había llegado a pasar mucho tiempo con ellos.
Así que me aseguré de buscarlos y darles las gracias por todo lo que habían
hecho.
Algunas veces, mientras Hudson y yo hablábamos con diferentes
personas, mis ojos se encontraban con los suyos. Su labio se movía y los
ojos le brillaban, pero ninguno hizo el intento de hablar de nuevo. Unos
minutos antes de las tres en punto, Olivia apuntó con el control remoto el
televisor sobre la chimenea y luego lo usó para chocarlo contra su copa.
—Muy bien, todo el mundo. ¡Ya es hora! Esto es mucho más
emocionante que una estúpida fiesta de la Superbowl, ¿no? ¿Quién necesita
rellenarse el vaso antes de que inicie?
Estaba muy nerviosa, así que me dirigí a la cocina para aceptar la
oferta antes de tener que ver mi cara en su televisor gigante. Mason estaba
parado cerca del vino y levantó el merlot cuando me vio venir.
—Pareces yo cuando empezaron a tocar Here Comes the Bride.
Abrí y cerré las manos.
—¿Los dedos se te entumecieron de los nervios?
Mason me llenó la copa hasta el borde y me la devolvió con una
sonrisa.
—Entumecido de pies a cabeza. Estoy bastante seguro de que por eso
la persona que entrega la novia levanta el velo y el padrino sostiene el anillo.
Las manos del novio están demasiado débiles para hacer nada.
Bebí del vino.
—Bueno, espero poder fingirlo tan bien como tú. Porque parecías
tranquilo como nadie más.
Alguien entrelazó su brazo con el mío.
—Vamos —dijo Olivia—. ¡Quiero sentarme a tu lado!
Bebí tanto vino como pude mientras nos sentábamos juntas en el sofá.
Inmediatamente después de que nos sentáramos, la música inicial del
programa comenzó, y la anfitriona, Robyn, salió, saludando a un público en
vivo. Fue bastante divertido de ver, porque estuve allí cuando ella hizo ese
paseo, y las únicas personas en el público eran Hudson y su amigo Jack.
Sin embargo, ahora la cámara se acercó a una multitud aplaudiendo.
Olivia tomó mis dedos con los suyos y los apretó.
—¡Aquí vamos!
161
Subió el volumen, y el ruido de la habitación bajo. Robyn hizo su
presentación habitual desde el lado del escenario, y luego se acercó al
mostrador donde siempre estaba. Había cajas y muestras de Signature Scent
apiladas por todas partes. Era completamente surrealista. La adrenalina me
corría por las venas, dejándome un poco mareada.
Durante los siguientes minutos, Robyn hizo su mejor imitación de
Vanna White, levantando las cajas y agitando sus cuidadas manos, que
ahora sabía que debían mantener los ojos de los espectadores en el producto
en lugar de la presentadora. Cuando empezó a presentar a su co-
presentadora invitada del día, contuve la respiración.
Fue una locura verme en televisión, parada junto a una personalidad
tan conocida. Robyn Quinn una celebridad bastante grande. Durante la
grabación, el director me había obligado a salir al escenario mientras
saludaba casi una docena de veces. Mientras miraba, sonreí directamente a
la cámara y saludé como si mi club de fans personal estuviera en la
audiencia.
—¡Oh, Dios mío, parezco un jamón!
Todos los de la oficina empezaron a chillar y aullar, y enterré la cara
en las manos, demasiado avergonzada para mirar. Había oído a los actores
decir que no veían sus películas y pensaba que era una locura. Pero ahora
entendía por qué. Era consciente de todos los pequeños hábitos nerviosos
que tenía, así como lo pesado que era mi acento de Nueva York, y me dejó
incapaz de centrarme en nada más que mis defectos, todo lo cual parecía
muy amplificado en el momento.
Me estremecí y sacudí la cabeza.
—Dios, qué difícil de ver es.
—¿Me estás tomando el pelo? —preguntó Olivia—. ¡Te sale natural y
haces cosas increíbles!
El momento de la verdad llegó después de diez minutos de programa.
Robyn señaló la esquina de la pantalla, y el precio y el número de teléfono
parpadearon un par de veces. Treinta segundos después, también apareció
un reloj de cuenta regresiva.
—Muy bien, señoras y señores que quieren impresionar a sus damas,
vamos a abrir las líneas ahora y vamos a empezar a recibir sus órdenes.
Seguiremos hablando de Signature Scent, pero creo que ya saben que lo
quieren. Así que esto es lo que han estado esperando, la cuenta regresiva
para la apertura de nuestros teléfonos y pedidos en línea. Ya conocen la
cuenta atrás... Y cinco, cuatro, tres, dos, uno. ¡Estamos abiertos!
En cuestión de segundos, la cuenta atrás de la cantidad restante
comenzó a moverse. Lentamente al principio, pero luego comenzó a volar.
No podría decirte de qué hablamos Robyn o yo durante la duración del
programa, tenía los ojos pegados a ese reloj de cuenta atrás de productos. 162
Cuando comenzaron a disminuir hasta el mil a un ritmo rápido, pensé que
podría hiperventilar, y realmente necesitaba un momento.
—¿Te importaría si bajo a tomar un poco de aire? sólo serán unos
minutos.
Olivia parecía preocupada
—Por supuesto que no, pero ¿estás bien?
—Sí. Es un poco abrumador, y necesito un minuto. No me iré mucho
tiempo.
—Por supuesto. Por supuesto. Pero no bajes. —Señaló el pasillo del
que su marido había venido antes—. La última puerta a la izquierda conduce
a un dormitorio de invitados. Tiene un balcón privado y un baño, también.
—¿No te importa?
—Por supuesto que no. Vete. Tómate el tiempo que necesites.
—Gracias.
El aire fresco afuera era increíble. Cerré los ojos y respiré
profundamente. Después de sólo un minuto o dos, me sentí lo
suficientemente tranquila como para abrirlos y disfrutar de la impresionante
vista. Desde esta altura, la ciudad parecía inusualmente tranquila, lo que
tuvo un efecto tranquilizante real en mi estado mental. Así que me sentí un
poco mejor cuando oí el sonido de la puerta abriéndose detrás de mí, y me
giré para encontrar a Hudson.
—¿Estás bien? —preguntó.
Asentí.
—Me abrumé un poco viendo ese corazón, y mi corazón empezó a
correr.
—Comprensible. —Sonrió y me mostró algo—. Aquí.
Bajé la mirada y fruncí el ceño.
—¿Un plátano?
—Lo robé de la cocina de mi hermana. No tenía naranjas. Soy más
creativo con ellas.
Estaba confundida hasta que me di cuenta de que había escrito en él.
Tu debut en televisión va a dar frutos.
Hudson se encogió de hombros.
—¿Lo ves? Frutos. No seas dura conmigo, no tuve mucho tiempo para
inventar algo y seguirte hasta aquí.
Me reí. 163
—Es muy dulce. Gracias. Puedo ver por qué a Charlie le gustan tanto
tus mensajes en su almuerzo.
Estábamos al lado del otro, mirando la ciudad. El pequeño truco de
fruta que usó con su hija realmente me había ayudado a relajarme. O quizás
solo fuera la presencia de Hudson.
Suspiré.
—Todo esto es surrealista.
—Me imagino que sí. —Sonrió.
Sí, estaba en medio de una crisis mental, pero aun así me fijé lo guapo
que estaba Hudson. No sólo iba vestido casualmente con vaqueros, también
tenía una leve barba que me gustó mucho.
Me observó mirarlo en silencio, así que me sentí obligada a decir algo.
—Es la primera vez que te veo sin afeitar y con ropa de calle.
Exhibió una de esas sexis medio sonrisas.
—¿Y?
Ladeé la cabeza.
—Me gusta.
—¿Estás diciendo la verdad o simplemente tratando de conseguir tu
cuota diaria de elogios de tu plan de felicidad?
Me reí.
—No, me gusta. La sombra de tu mandíbula te da un aspecto
siniestro.
Inclinó la cabeza.
—¿Es ese tu tipo? ¿Siniestro? Eso no es exactamente lo que imaginé
cuando dijiste que tu ex era poeta.
Me reí.
—Oh, Aiden va tan arreglado como se puede. Siempre ha sido mi tipo.
Nunca fui a por los chicos malos. Creo que no he salido con nadie con una
cicatriz o un tatuaje.
—¿Y te gustaría cambiar eso?
Me encogí de hombros, jugando y bromeando.
—Tal vez.
Los ojos de Hudson brillaron.
—Eso es bueno. Porque puedo ayudar. Tengo ambos.
—¿Tú? 164
Asintió.
—¿Dónde están?
—Ah... esa es información que guardaré para otro momento.
Me reí.
—Alto secreto, ¿eh?
Una ligera ráfaga de viento empujó un mechón hacia mi cara. Hudson
usó su dedo para moverlo.
—¿Te sientes mejor?
Respiré hondo y relajé los hombros.
—Sí. Gracias.
Señaló con la cabeza hacia la puerta.
—¿Por qué no volvemos a entrar, entonces? Por mucho que preferiría
estar aquí, no quiero que te pierdas nada.
Asentí.
De vuelta en la sala, me senté junto a Olivia en el sofá y miré el reloj
de cuenta regresiva para ver cómo iban las cosas. Parpadeé un par de veces
leyendo el número. No me fui más de cinco minutos, pero ya estábamos casi
completamente agotados.
—He estado viendo este programa todos los días durante la última
semana y media —dijo Olivia—. Y nunca se agotan tan rápido. Es increíble,
absolutamente. Me preocupaba que te perdieras la parte en la que Robyn
dice su gran lema: casi… casi y ¡adiós!
Sólo minutos después, el lado de la pantalla con la cuenta regresiva
comenzó a parpadear.
—Oh, oh —dijo la anfitriona—. Estamos a punto de agotarnos.
¡Apúrense y traigan esos pedidos! —Hizo una pausa y sacudió la cabeza—.
Mejor lo digo antes de que sea demasiado tarde. Casi... casi... —Levantó la
mano sacudiéndola—, y ¡adiós! —Un gran sello apareció sobre el reloj de
cuenta regresiva en la pantalla.
AGOTADO.
Todos en la habitación aplaudieron. Olivia me abrazó, y la gente se
turnó para venir a felicitarnos. Cuando me di la vuelta para mirar la
televisión, el siguiente producto ya estaba siendo introducido. El alivio se
apoderó de mí ya que lo habíamos hecho bien, y no tendría que ver mi cara
en esa televisión gigante nunca más.
Olivia y Mason abrieron champán y repartieron vasos. Mientras me
ofrecía uno, mis ojos se encontraron con los de Hudson al otro lado de la 165
habitación. Silenciosamente levantó su copa y sonrió.
Olivia miró entre nosotros dos antes de colocar su brazo alrededor de
mi cuello. Nos dio la vuelta para que nuestras espaldas estuvieran hacia
Hudson y habló en voz baja.
—Le gustas de verdad.
—¿A quién?
Puso los ojos en blanco.
—Uh, al hombre que no te ha quitado los ojos de encima desde que
entró. Hudson, por supuesto. Veo la forma en que te mira.
—Está emocionado por hoy... por Signature Scent.
Me señaló con el dedo.
—Está emocionado por ti.
Miré por encima del hombro a Hudson, y nuestros ojos se encontraron
una vez más. No podía negar que me había sentido el centro de su atención
hoy. Miró entre su hermana y yo, y sus ojos se entrecerraron. Sabía
absolutamente que estábamos hablando de él.
Suspiré.
—Es un gran tipo.
—Entonces… —Olivia se encogió de hombros—. ¿Por qué siguen
jugando al gato y al ratón?
—Tenemos negocios juntos. Él es inversor en mi empresa.
—Y…
—No lo sé. —Sacudí la cabeza—. Si no funciona, podría ser bastante
complicado.
Olivia bebió de su champán.
—La vida es un desastre. ¿Sabes la única vez que no lo es? Cuando
no la estás viviendo, cuando simplemente caminas en piloto automático.
—Lo sé... pero…
Me interrumpió.
—¿Qué pasó con la mujer que se coló en mi boda y salió riéndose y
bebiendo champán?
Me reí.
—Dios, ese es un buen ejemplo de ser un desastre.
—Tal vez. —Se encogió de hombros—. Pero mira adónde te llevó ese
lío. A un nuevo negocio y a una nueva mejor amiga, y si me preguntas quién 166
es la nueva mejor amiga voy a golpearte. Estamos teniendo un momento.
Me reí.
—Entiendo lo que estás diciendo, pero te dije lo que pasó con Aiden.
Muchas de nuestras peleas se centraban en tener negocios juntos. Él
cuestionaba cómo gastaba el dinero, y discutíamos sobre la dirección que
las cosas deberían seguir. Fue realmente el comienzo de nuestros
problemas.
Olivia negó.
—Creo que te equivocas. No quiero ser grosera, pero el comienzo de
sus problemas fue que le metiera la polla a otra mujer.
—No es que sea una excusa válida, pero recurrió a alguien más porque
no nos llevábamos bien.
—No, no lo hizo. Recurrió a alguien más porque es un pedazo de
mierda. Esa fue la excusa más conveniente.
Suspiré.
—Supongo que...
—¿Te dije que Mason y yo nos conocimos en el trabajo?
—¿En serio? ¿En Rothschild Investment?
Asintió.
—Hudson lo trajo como director de informática. Estuvo allí tres años,
y salimos dos. Trabajamos juntos en algunos proyectos, y no siempre
estábamos de acuerdo.
—Es dueño de su propia empresa de informática, ¿verdad? ¿Por eso
se fue?
—No. No había ningún lugar para que creciera en Rothschild. Sólo
tenemos unas pocas personas de informática, y él quería seguir creciendo.
Pero lo que digo es que trabajamos juntos y peleamos. Eso no lo llevó a
engañarme. —Olivia miró a su marido y sonrió—. De vez en cuando
conducía a un poco de sexo caliente y enojado en mi escritorio, aunque... —
Levantó las manos y arrugo la cara—. Oh, Dios. No hagas eso con mi
hermano porque mi oficina está muy cerca. Una vez atrapé a de nuestros
padres, y todavía no lo he superado.
Me reí.
—En serio, Stella. Si no te gusta Hudson, está bien. Pero no dejes que
lo que pasó con tu ex ni tus miedos a que las cosas se compliquen arruinen
lo que podría ser algo bueno. Algunas de las mejores cosas en la vida son
desordenadas: los pasteles, las sábanas después del buen sexo, las tartas
rellenas, la sandía. ¿Tengo que continuar?
Sonreí. 167
—No. Lo entiendo.
Hudson se acercó con una botella de champán y nos llenó las dos
copas. Fijándome en la etiqueta, le dije:
—No es de extrañar que esto sea tan delicioso. Es el bueno. Me he
quedado sin las botellas que robé de la boda de Olivia, así que quizás quieras
esconder las que te quedan cuando me vaya.
Olivia se rio.
—Voy a ayudar a Mason a poner más comida. Ustedes dos continúen
la celebración sin mí. —Se alejó, pero miró atrás por encima del hombro
para que Hudson no la viera guiñarme el ojo.
Sonreí.
—Tu hermana es increíble.
—No está nada mal —concordó Hudson—. Pero no le digas que dije
eso.
Había venido a llenar nuestras copas, pero no tenía una propia.
—¿Dónde está tu champán?
—Tengo planes. —Hudson miró el reloj—. En realidad, necesito irme.
Venía a despedirme.
—Oh. —La decepción se apoderó de mí, junto con tal vez un poco de
celos. Forcé una sonrisa—. Bueno, diviértete.
Hudson entrecerró los ojos antes de sonreír finalmente.
—¿Estás celosa porque tengo una cita?
—No —dije, demasiado rápido.
Metió las manos en los bolsillos y alardeó con una sonrisa engreída.
—Lo estás.
—No lo estoy.
Se inclinó hacia adelante, con su nariz casi tocando la mía, y susurró:
—Celosa.
—Qué ego. Ni siquiera puedes distinguir entre feliz por ti y celosa.
Echó la cabeza atrás.
—¿Sí? ¿Estás feliz de que tenga una cita?
Me coloqué una sonrisa y apunté hacia mi boca.
—Sí. ¿Ves?
168
La mirada en la cara de Hudson me dijo que mi intento de sonreír se
parecía más a un reflejo en una casa de diversión.
Se rio.
—Tengo que recoger a Charlie de una cita de juegos. Mi ex fue a una
cita con el médico de su hermana que está embarazada y podría no llegar a
tiempo, así que le dije que la llevaría a casa.
—Oh. De acuerdo.
—¿Feliz de que no sea una cita de verdad?
Sí. Me encogí de hombros.
—Lo que sea. Es asunto tuyo.
Se frotó la barbilla.
—Estaba pensando en volver después. ¿Crees que todavía estarás
aquí?
—Quizás tenga una cita esta noche. ¿Te molestaría?
Hudson apretó la mandíbula.
—Yo no soy el que finge que no estoy interesado, así que no creo que
te sorprenda saber que lo haría.
Había estado bromeando, y me salió el tiro por la culata. Tenía la cara
demasiado seria para bromear. Suspiré.
—No tengo una cita. Probablemente estaré aquí.
Hudson negó.
—Eres un dolor en el culo.
Bebí champán.
—Bueno, al parecer te gustan los dolores en el culo.
Bajó la mirada a mis labios.
—Sabes que estoy contando todas las veces que me torturas. Al final
me vengaré.
—¿Y cómo harás eso?
Se inclinó y me besó en la mejilla, luego movió los labios hacia mi
oreja.
—Con la boca.
Parpadeé un par de veces, captando la sonrisa de Hudson mientras
se alejaba.
Habló por encima del hombro.
—Sigue pensando así, Stella. Tu susurro es casi lo suficientemente 169
fuerte como para que pueda oírlo.
Oh, chico. Estoy en problemas.
18
Empecé a pensar que Hudson no regresaría. Habían pasado horas
desde que se fue, aunque con el estrés del espectáculo terminado, me relajé
mucho y pude pasar un buen rato. Pero mentiría si dijera que no estaba
mirando la puerta constantemente. La mitad de los invitados se habían ido
y algunos más se estaban preparando para irse. Fui al baño y pensé que
pronto yo también daría por terminada la noche. Pero cuando salí, Hudson
estaba sentado en la isla bebiendo una cerveza.
—Estás de vuelta. Pensé que tal vez habías cambiado de opinión.
Sus ojos se posaron en mis piernas antes de volver a encontrarse con
los míos. 170
—Definitivamente no.
Sentí ese aleteo en mi vientre; últimamente se había convertido en
parte del saludo del hombre.
—Dado que iba a recoger a Charlie, mi exesposa pensó que también
iría a recibir un masaje. Debe haber sido una semana difícil sin hacer nada.
Sonreí.
—¿Supongo que no trabaja?
Sacudió la cabeza.
—A la mierda el invitarte a salir. Quizás debería proponerte
matrimonio. Suenas como un buen exmarido.
Se rio entre dientes.
—Bienvenida de nuevo. —Mi frente se arrugó, así que me explicó—.
Has estado estresada. Aparentemente, eso hizo que tu sabia interior se
tomara una pausa.
—Oh. —Me reí—. Sí, he estado estresada.
—¿Te sientes mejor ahora que hoy se acabó?
—Así es. —Froté la parte de atrás de mi cuello—. Aunque también me
vendría bien un masaje.
Movió los dedos.
—Podría ayudarte. Soy bastante bueno con mis manos.
Sonreí.
—Apuesto que sí.
—¿Estás lista para continuar la celebración?
Estaba tensa y ni cerca de estar lista para ir a casa.
—¿Qué tenías en mente?
—Vamos a tomar una copa. Hay un bar al final de la cuadra.
Mordí mi labio.
—Mmmm... ¿Me estás invitando a una cita?
—Nop. Llevando a una colega a celebrar.
—Lo pensaré.
Hudson frunció el ceño.
—¿Lo pensarás?
—Sí. 171
Parecía un poco descontento, pero se encogió de hombros. Cuando
alcanzó su cerveza, le di un golpecito en el hombro.
—He pensado en ello.
—¿Y?
—Vamos a celebrar un poco más.
179
186
20
Me cambié tres veces.
Así que cuando Hudson llamó a mi puerta cinco minutos antes para
la cena, no me encontraba lista.
—Hey... —Abrí la puerta.
—Oh... estás usando vaqueros.
Miró hacia abajo.
—¿No debería hacerlo?
Sacudí la cabeza.
187
—No, no. Está bien. No podía decidirme que ponerme. Llevaba
vaqueros, pero pensé que podría estar vestida demasiado informal. Así que
bajé al restaurante para ver cuán elegante es. Se veía muy bonito, así que
me cambié... dos veces.
Hudson me miró de arriba a abajo. Me decidí por un simple vestido
negro sin mangas y con tacones color beige.
—No sé qué tenías puesto antes —dijo—. Pero no puedo imaginar que
pudiera ser mejor que lo que llevas puesto. Te ves hermosa.
Sentí esa sensación de calor en mi vientre.
—Gracias. Tú también te ves bien. Realmente me gustas con esa
barba incipiente.
—Lanzaré a la basura todas mis navajas de afeitar después de la cena.
Me reí y me hice a un lado.
—Solo será un minuto. Necesito aplicarme lápiz labial y cambiarme
las joyas.
Hudson se sentó en el sofá de la sala mientras fui al baño a terminar.
—Recibí notificaciones de envío de un montón de productos más —
grité mientras me aplicaba el labial—. Si todo sale bien, podríamos estar
listos para empezar a enviar cajas incluso antes de lo que esperábamos.
—Bueno, entonces supongo que será mejor que terminemos esta
fotografía mañana —llamó desde la otra habitación.
Después de terminar de aplicarme el labial, me coloqué un conjunto
de cuentas color turquesa para añadir algo de color, junto con un brazalete
grueso a juego. Me pasé los dedos por el cabello una última vez y respiré
profundamente, mirándome en el espejo. Como si estar cerca de Hudson no
fuera lo suficientemente estresante, cenar con un fotógrafo acostumbrado a
fotografiar a modelos famosas y celebridades añadió otro nivel de presión.
No quería que me mirara y pensara, Oh mierda... ¿cómo voy a hacer que eso
se vea lo suficientemente bien como para vender perfume de mujer?
Pero era lo que era, y cinco minutos más de preparación no iban a
cambiar las cosas. Así que me dirigí a la sala de estar y tomé mi bolso de la
mesa de café. Tirando algunas cosas dentro, lo cerré.
—¿Pudiste hacer todo tu trabajo esta tarde?
Hudson se puso de pie.
—Sí, lo hice. ¿Y tú?
—Lo hice casi todo. Pero luego no pude resistirme a probar el jacuzzi.
—¿Fuiste a buscar un traje de baño?
Sacudí la cabeza y sonreí.
—Fui al desnudo.
188
Los ojos de Hudson se deslizaron sobre mí, y murmuró:
—Deberíamos irnos.
Su frustración me dio el impulso de confianza que necesitaba en este
momento. Hudson se apresuró a abrir la puerta de mi suite, lo que me hizo
reír. Caminamos lado a lado hasta el restaurante del hotel.
—¿Ya conocías a Phoenix de antes? —pregunté.
—No. Me imaginé que no sería muy difícil encontrarlo. Los fotógrafos
suelen tener cierta mirada, y él estará solo.
Cuando nos registramos en el restaurante, la anfitriona dijo que el
otro miembro de nuestra cena había llegado y tomaba una copa en el bar.
Fuimos a unirnos a él, pero había unos cuantos tipos sentados solos.
—¿Cuál crees que es? —pregunté.
Hudson miró a su alrededor y señaló a un tipo al final del bar. Tenía
el cabello enmarañado, una camisa de color brillante y pulseras a medio
camino de su brazo, parecía totalmente a la moda.
—Él. —Señaló.
Solo pude ver a los otros dos hombres despalda, pero uno tenía cabello
gris y llevaba una chaqueta deportiva de tweed, y el otro tipo tenía los
hombros lo suficientemente anchos para ser un jugador de fútbol, así que
supuse que Hudson probablemente tenía razón. Pero le dejé tomar la
delantera, de todos modos.
Se acercó y preguntó:
—¿Phoenix?
El tipo negó con la cabeza.
—Creo que te equivocas de persona.
—Lo siento.
Hudson y yo miramos al otro lado de la barra a los otros hombres, que
ahora podíamos ver de frente, y.… wow, el tipo con los hombros de jugador
de fútbol era absolutamente magnífico. Se dio cuenta de que los mirábamos
y sonrió.
Levanté mi barbilla.
—Creo que es él.
—No parece un fotógrafo —dijo Hudson.
—Lo sé. Se parece más a un modelo.
El tipo se levantó y caminó en nuestra dirección.
—¿Supongo que son de Signature Scent? —dijo. 189
—Lo somos. —Sonreí. No quise sonar tan jovial o ansiosa, pero
supongo que salió así, porque Hudson me miró raro mientras extendía la
mano.
—Stella Bardot. Encantada de conocerte.
—Ah. Mi musa. —Levantó mi mano y besó la parte superior de la
misma.
—Puedo ver que esto va a ser un trabajo fácil.
Hudson parecía ir por una cara impasible cuando se presentó y
estrechó la mano del hombre guapo, pero vi el ceño fruncido en sus ojos.
Los tres pedimos una mesa, y de fui delante, siguiendo a la anfitriona
a nuestros asientos. Noté que más de una mujer giraba la cabeza para mirar
a los hombres detrás de mí. No podía culparlas. Hudson y Phoenix tenían
un aspecto muy diferente, pero cada uno era hermoso por sí mismo.
Hudson fue a sacar mi silla, pero Phoenix se le adelantó.
—Gracias —dije.
Una vez que nos instalamos, Phoenix comenzó la conversación.
—¿Cuánto tiempo llevas modelando? —me preguntó.
—Oh, no soy modelo. Soy la creadora de Signature Scent.
—¿En serio? Podrías haberme engañado.
Hudson tomó el menú de bebidas y murmuró.
—La información de a quién fotografiarías estaba en el informe que te
envío marketing. Supongo que lo pasaste por alto.
Traté de quitarle importancia al comentario de Hudson.
—¿Cuánto tiempo llevas siendo fotógrafo?
—Profesionalmente, unos cinco años. Fui modelo durante diez antes
de eso, así es como aprendí el negocio. Los modelos envejecen muy rápido.
Mientras aún tenía muchos trabajos, tomé algunas clases para tener algo a
lo que recurrir.
—Inteligente.
—¿Así que creaste el producto y vas a ser la modelo? Belleza y cerebro.
Tu esposo es un hombre afortunado.
—Gracias. —Me sonrojé—. Pero no estoy casada.
Phoenix sonrió, y Hudson puso los ojos en blanco.
Me propuse meter a Hudson en la conversación y evitar más
intercambios coquetos. Aunque me sentí halagada por la atención de
Phoenix, y fue divertido ver una chispa de celos del hombre a mi izquierda,
esta era una cena de negocios. Además, no importaba lo guapo que fuera 190
Phoenix, no me interesaba.
No podía asegurar si fueron mis esfuerzos o quizás los dos escoceses
con hielo que Hudson bebió durante la cena, pero pareció relajarse mientras
comíamos. Hablamos de Signature Scent, desde cómo se desarrolló hasta
los planes de marketing que Olivia ideó.
Cuando la camarera sugirió café y postre, Hudson se negó, así que
seguí su ejemplo.
—¿Qué tal mañana a las nueve en punto para empezar? —preguntó
Phoenix—. Peluquería y maquillaje pueden llegar a las ocho. ¿Está listo tu
vestuario?
Hudson respondió.
—Olivia me envió un mensaje de texto diciendo que los últimos
paquetes fueron entregados en el hotel hace poco.
—Perfecto —dijo Phoenix.
—Creo que podremos terminarlo a primera hora de la tarde, para que
puedas salir y disfrutar del sol de California.
Sonreí.
—Oh, bien. Es mi primera vez aquí, así que me encantaría ver la
ciudad.
—Soy un chico nacido y criado en Los Ángeles. Si te apetece, puedo
enseñártela después de que termine la sesión.
Mis ojos se inclinaron para ver a Hudson. Pude ver que parecía
enojado, pero se abstuvo de decir nada.
—En realidad... —Le sonreí educadamente a Phoenix—. Ya tengo
planes. Pero muchas gracias por la oferta.
Los tres caminamos juntos al vestíbulo. Hudson estaba callado, pero
profesional, mientras le daba las buenas noches a nuestro compañero de
cena.
—Necesito parar en la recepción para recoger los paquetes que Olivia
hizo entregar para ti —dijo Hudson una vez que Phoenix se fue.
—Oh, está bien. —Asentí.
No podía decir si estaba enojado conmigo o solo de mal humor.
Mantuvo su comportamiento severo mientras le preguntaba al empleado del
hotel sobre la entrega.
Golpeó algunas teclas de su teclado y miró su pantalla.
—Parece que fue entregado en su habitación. Habitación dos treinta
y ocho.
—Bien, gracias.
191
Como la habitación 238 era suya y necesitaba probarme cosas, le dije:
—¿Te importa si las recojo de tu habitación ahora? Quiero preparar
todo lo que pueda esta noche para no hacerle perder el tiempo a nadie por
la mañana.
—Está bien.
De nuevo se quedó callado mientras nos dirigíamos a su habitación.
Abrió la puerta y la mantuvo abierta para que entrara, pero una vez que la
puerta se cerró, el silencio se hizo insoportable, y no pude soportarlo más.
—¿Estás... enfadado conmigo?
Los ojos de Hudson miraban de un lado a otro entre los míos.
—No.
—Bien... ¿Estás cansado? Ha sido un largo día con el viaje y todo eso.
Sacudió la cabeza.
—No estoy cansado.
Asentí, con la intención de dejarlo en paz. Pero eso solo duró treinta
segundos. No pude evitarlo.
—Cuando dije que nunca había estado en Los Ángeles y quería echar
un vistazo, no le insinué que me invitara a salir. —Sacudí la cabeza—. Ni
siquiera sé si me estaba invitando a salir, pero sea lo que sea que me ofrecía,
no intentaba abrirle una puerta para que me enseñara el lugar.
Los ojos de Hudson me observaron fijamente.
—Oh, te estaba invitando a salir. No te equivoques con eso.
—Pero yo...
Me interrumpió.
—Fuiste perfectamente educada y profesional. No hiciste nada malo.
Sacudí la cabeza.
—Entonces, ¿por qué siento como si pensaras que lo hice?
Hudson se quedó mirando a sus pies durante lo que probablemente
fueron solo unos segundos, pero se sintió como una hora. Eventualmente,
sus ojos se encontraron con los míos.
—Solo soy un imbécil celoso. No quiero desquitarme contigo. Te pido
disculpas.
Oh... vaya. No pensé que sería tan honesto. Sonreí con tristeza.
—Gracias. Por si sirve de algo, si los papeles se invirtieran y el
fotógrafo fuera una ex modelo hermosa y femenina que pidiera mostrarte el
lugar, yo también estaría celosa.
192
Hudson me miró a los ojos.
—Sabes, no nos ponemos celosos de las cosas que no deseamos.
—Desear nunca ha sido un problema para mí. Es solo que... muchas
cosas podrían salir mal.
—O muchas cosas podrían salir bien. —Hudson forzó una sonrisa y
asintió—. Pero lo entiendo. —Echó un vistazo a la habitación—. No veo las
cajas aquí. Déjame revisar el dormitorio. ¿Tienes una lista de lo que
deberíamos haber recibido?
—Sí... —Suspiré—. Puedo comprobarla en mi teléfono.
Me senté en el sofá y saqué mi teléfono de mi bolso. Cuando empecé
a desplazarme, noté algo que sobresalía de la esquina del sofá, metido entre
los cojines. Parecía un libro. Sin pensarlo, lo saqué y lo coloqué en la mesa
para que no se perdiera. Pero cuando vi el título en el frente, hice una doble
toma.
Los pájaros espinosos.
Hudson y yo hablamos de este libro el otro día. Dijo que no lo había
leído.
Recogí el libro y empecé a hojear las páginas. Como a tres cuartos,
una de las tarjetas de presentación de Hudson estaba metida dentro como
un marcador.
—Entregaron dos cajas... —Hudson se congeló. Sus ojos se elevaron
para ver los míos, pero no dijo nada.
—¿Estás leyendo esto?
Puso las cajas en la mesa de café frente a mí.
—Mencionaste que te gustó el otro día. Normalmente leo mucho
mientras viajo.
Mi corazón se hinchó dentro de mi pecho, dejándome un poco sin
aliento. Sacudí la cabeza.
—Sabías que creí que el que Marco leyera los favoritos de Amalia era
romántico.
Hudson se quedó callado por un momento antes de golpear
ligeramente sobre las cajas.
—¿Cuántas quedaban por entregar?
—Umm... —No había terminado de buscar para averiguarlo. Pasé a mi
correo electrónico y busqué el que Olivia envió con las confirmaciones de
envío—. Creo que esas son las dos últimas. Todos los accesorios serán
entregados mañana por la mañana por una compañía local. 193
Asintió.
—Llevaré esto a tu habitación por ti.
Sacudí la cabeza.
—Está bien. Son solo unos pocos atuendos. Puedo llevarlo.
Hudson metió las manos en sus bolsillos y mantuvo la mirada baja.
Ese comportamiento tímido era muy anti- Hudson.
Tantas emociones nadaban por mi cabeza, y me quedé de pie, sin
saber qué decir, aunque la conversación sobre el libro se sentía inacabada.
Con el tiempo se volvió incómodo, así que tomé las cajas y pensé que era
hora de irme.
—Gracias de nuevo por la cena. ¿Te veré por la mañana?
—Estaré en tu habitación para cuando empiecen.
—Está bien. Gracias.
Abrió la puerta y nuestras miradas se encontraron una vez más. ¿Por
qué sentí que se me rompía el corazón?
—Buenas noches, Hudson.
Bajé a mi habitación, pero no pude entrar. Tenía dos cajas en mis
manos, pero me quedé mirando a la puerta.
¿Qué demonios estoy haciendo?
Durante las últimas semanas, había estado leyendo un diario y
animando a un hombre para conseguir a la chica por todos sus dulces
gestos. Sin embargo, en mi vida personal, tenía un hombre que me
escuchaba, un hombre que me había perdonado por haberme colado en la
boda de su hermana, y por haberle puesto un ojo morado. Lo había llamado
imbécil en más de una ocasión, pero no había hecho nada más que
ayudarme a levantar mi negocio y estar a mi lado todo el tiempo. También
era un padre adorable, lo que decía mucho de un hombre. Sin mencionar
que me sentía ridículamente atraída por él.
Así que, ¿por qué demonios no me arriesgo?
Me dije a mí misma que no era una buena idea mezclar los negocios
con el placer por la forma en que las cosas resultaron con Aiden. Pero mi
negocio había superado todas mis expectativas, y ni siquiera habíamos
hecho el sitio web para el público en general. Así que no era eso. Volví a
pensar en mi conversación con Hudson hace unos minutos.
—Muchas cosas podrían salir mal —dije.
Pero tal vez lo que había dicho él era más importante.
194
—Muchas cosas podrían salir bien.
La verdad era que tenía miedo de arriesgarme. Pero ahora me di
cuenta de que, si no me arriesgaba, podría perderme algo realmente
hermoso.
Me empezaron a sudar las palmas de las manos, porque sabía lo que
tenía que hacer. También sabía que, si entraba en mi habitación y empezaba
a pensar demasiado las cosas, podría acobardarme. Así que tenía que ser
ahora.
Ahora mismo.
Dejé las cajas en el suelo frente a mi puerta y me apresuré a volver a
la habitación de Hudson. De pie frente a su puerta, mi primer instinto fue
tomarme un momento para recuperarme. Pero hacer eso me daría tiempo
para perder los nervios. Así que me obligué a hacerlo y a llamar, con toda la
adrenalina y los nervios corriendo a través de mí, mi llamada fue más bien
un golpe, un fuerte y rápido golpeteo.
Hudson abrió rápido la puerta. Su cara era de enfado, pero al verme,
salto en modo protección.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —Salió de su habitación y miró al pasillo,
primero a la derecha y luego a la izquierda—. Stella, ¿qué está pasando?
¿Está todo bien?
—Todo está bi...
Olvidé lo que estaba diciendo a mitad de la frase. Cuando abrió la
puerta tan rápido y me asustó, todo lo que vi fue una cara de enfado. Pero
ahora...
No podía quitarle los ojos de encima.
Mi Dios.
La camisa de Hudson estaba desabrochada. Su cinturón abierto, y la
cremallera de sus pantalones abajo, revelando calzoncillos oscuros. Pero no
era su estado de desnudez lo que me impedía formar palabras, era lo que
ocultaba debajo de la ropa.
Sabía por nuestras charlas que hacía ejercicio, así que esperaba que
estuviera en buena forma. Pero Hudson era mucho más. Era... magnífico.
Hermosa piel lisa y bronceada, pectorales esculpidos y un paquete de ocho
abdominales definidos. Una delgada línea de bello se extendía desde su
ombligo hasta sus calzoncillos, la vista de los cuales me hacía salivar.
—¿Stella? ¿Estás bien?
Al oír la preocupación en su voz, parpadeé unas cuantas veces.
—Oh... sí. Estoy bien. —Aunque no tan bien como tú.
—Golpeaste mi puerta como si hubiera habido un incendio o algo así.
195
—Lo siento. —Sacudí la cabeza—. Solo estoy ansiosa.
—¿Ansiosa por qué? ¿Por el rodaje de mañana?
—No... sí... no... bueno, estoy ansiosa por la sesión de mañana, pero
no es eso lo que me preocupaba cuando llamé a tu puerta.
Hudson parecía confundido.
Pero por supuesto, ¿por qué no lo estaría cuando me encontraba
balbuceando como una idiota? Así que respiré profundamente y me
tranquilicé.
—Yo... yo... ¿te gustaría cenar mañana por la noche?
—¿Cenar?
Asentí y tragué.
—Sí... ¿cómo una cita?
Toda la confusión y la ira desaparecieron de su cara. Sacudió la
cabeza.
—Ya era la maldita hora.
Puse los ojos en blanco.
—No seas tan arrogante. ¿Quieres o no?
Me sonrió.
—Sí, me gustaría mucho salir contigo, Stella.
Mi vientre dio un pequeño salto mortal. De repente me sentí como si
estuviera en la escuela secundaria y el chico más popular me había dicho
que le gustaba. Nerviosa, miré hacia abajo.
—Bien, ¿entonces mañana? Después del rodaje. ¿Cenaremos o algo
así?
Hudson parecía divertido.
—Sí, así es como suele funcionar, una cena o algo así.
Le fruncí el ceño.
—Esto no es fácil, sabes. No tienes que hacerlo aún más difícil siendo
un imbécil.
Sus ojos brillaron.
—Trabajaré en eso.
—Bien. —Nunca había invitado a un hombre a salir en mi vida, así
que no estaba segura de lo que vendría después. Pero cuando me sorprendí
agarrando el anillo que siempre retorcía cuando me hallaba nerviosa, pensé
que lo mejor sería dar las buenas noches—. Muy bien, te veré mañana,
entonces. 196
Empecé a alejarme, pero Hudson salió de su habitación y me tomó de
la mano.
—Espera un segundo. Olvidaste algo.
Mis cejas se hundieron.
—¿Qué?
Tiró de mi mano, así que tropecé y caí sobre su pecho. Luego, de un
solo golpe, se inclinó, me levantó y nos dio la vuelta para que mi espalda
estuviera contra la puerta de su habitación. Mis piernas se envolvieron
alrededor de su cintura, y Hudson me presionó, sujetándome con su cuerpo.
Me tomó las mejillas y me miró a los ojos.
—Esto, cariño, te olvidaste de esto.
La boca de Hudson se estrelló contra la mía. El jadeo que ya estaba a
mitad de mis labios fue tragado, junto con cualquier timidez que sentí hace
un minuto. Pasé mis dedos por su grueso cabello y tiré de él, queriéndolo
aún más cerca.
Hudson gimió. Inclinó mi cabeza para profundizar el beso, y nuestras
lenguas chocaron frenéticamente. Todo el infierno se desató después de eso.
Hudson se metió entre mis piernas mientras una de sus manos serpenteaba
en la parte de atrás de mi cabeza, donde agarró un puñado de mi cabello.
La aspereza de sus acciones junto con la sensación de su cuerpo cálido y
duro presionando contra mí trajo un gemido desde algún lugar profundo
dentro de mí.
—Joder —gruñó Hudson mientras su boca se movía hacia mi cuello.
Lamió a lo largo de la zona de mi pulso antes de besar su camino de vuelta
a mis labios—. Hazlo de nuevo. Haz ese sonido de nuevo.
No era un sonido que hubiera intentado hacer, así que no aseguraba
poder repetirlo. Aunque cuando frotó su polla de arriba a abajo entre mis
piernas abiertas, no tuve que preocuparme por intentar hacerlo, porque una
vez más vino de algún lugar profundo dentro de mí.
Hudson gruñó.
—Joder, sí.
No podía asegurar cuánto tiempo nos quedamos así, agarrando y
jalando, rechinando y tanteando, pero cuando rompimos nuestro beso,
ambos estábamos jadeando. Levanté la mano y sentí mis labios hinchados.
—Vaya.
Una sonrisa se extendió por la cara de Hudson mientras apoyaba su
frente contra la mía.
—Te tomó bastante tiempo.
Me reí. 197
—Cállate. Tenía una buena razón para estar asustada.
Hudson apartó un mechón de cabello de mi mejilla, y su cara se
suavizó.
—No te asustes. No te haré daño. Excepto tal vez un poco de mordida.
Un sonido al otro lado del pasillo interrumpió el momento íntimo. Una
pareja mayor se dirigía por el pasillo hacia nosotros.
—Mierda —dijo Hudson mientras me ponía de pie. En un movimiento
realmente adorable, me bajó el vestido negro y lo enderezó.
Me reí y apunté mis ojos hacia sus pantalones.
—Uhh... No creo ser la única que deba preocuparse por parecer
obscena.
La frente de Hudson se arrugó hasta que miró hacia abajo y vio su
erección sobresaliendo de sus pantalones.
—Mierda.
—No te preocupes —dije—. Te tengo. —Me coloqué delante de él y me
incliné para protegerlo hasta que la pareja pasó. Entonces se subió la
cremallera y se abrochó parcialmente el cinturón.
—Vamos —dijo—. Te acompañaré a tu habitación.
—No tienes que hacer eso.
—Está en mi camino.
Mis cejas se arrugaron.
—¿En camino a dónde?
—A la recepción. Me quedé fuera de mi habitación.
Me reí entre dientes.
—Tranquilo, Rothschild. Tranquilo.
Respondió golpeándome el culo.
—Sé amable o no seré un caballero cuando lleguemos a tu puerta.
—Tal vez no quiero que seas un caballero.
Me rodeó el hombro con un brazo cuando empezamos a caminar.
—Dije que sería un caballero cuando llegáramos a tu puerta. Confía
en mí, esa mierda se quedará estacionada afuera una vez que estemos en
un lugar más privado, ahora que eres mía.
—Oh, soy tuya ahora, ¿no es así?
Cuando llegamos a mi puerta, Hudson me besó suavemente en los
labios.
198
—Lo has sido por un tiempo, cariño. Finalmente lo has admitido.
Puse los ojos en blanco como si lo que dijo fuera arrogante, pero era
la verdad.
Agarré su camisa.
—¿Quieres... entrar?
Me acarició la mejilla.
—Sí, quiero. Pero no, no lo haré. Tienes que levantarte temprano por
la mañana. Además, te mereces una buena cita, y te la voy a dar antes de
que llevemos las cosas más lejos. Si entramos en tu habitación, terminaré
tratando de desnudarte. Eres irresistible. Créeme, lo he intentado, joder.
Sonreí y me puse de putillas para otro dulce beso.
—Buenas noches, Hudson.
—Me alegro de que finalmente hayas escuchado el susurro, cariño.
—Realmente no tuve elección. Mi susurro ha sido más bien un grito
últimamente.
21
A la mañana siguiente, me presenté en la puerta de Stella a las siete
y media.
La abrió envuelta en una toalla.
—Hola. Llegas temprano.
Mis ojos la recorrieron observando el montón de piel cremosa y
expuesta. Negué con la cabeza.
—Me parece que llegué en el momento perfecto.
Ella se rio, y juro que la fuerza del sonido fue incluso mejor que la
vista, y la vista era jodidamente espectacular. 199
Stella dio un paso hacia el interior.
—La gente de maquillaje y peinado llegará a las ocho, así que esperé
para darme una ducha para que mi cabello siguiera húmedo.
Estar dentro de su suite era completamente diferente al día anterior.
Por ejemplo, ahora podía hacer esto...
En el momento en que la puerta se cerró, la abracé y apreté mis labios
contra los suyos. Anoche había caído dormido pensando en su sabor y esta
mañana me había despertado hambriento. El suave gemido que casi me
tragó ayer apareció de nuevo, pasó de sus labios a los míos y viajó
directamente hacia mi polla.
Mierda.
Probablemente no me detendría si intentara quitar la toalla que la
envolvía, aunque eso solo empeoraría las cosas. Si apenas un beso me hacía
sentir como un salvaje, no había manera de que verla entera fuera
suficiente. Así que aparté mi boca de la suya.
Stella levantó la mano y se pasó dos dedos por el labio inferior.
—No creo que nunca haya sentido lo que pasa por la mente de una
persona solo besándolo.
—¿Qué quieres decir?
—Tus besos. Dicen mucho. Sea apenas un dulce pico en los labios o
lo que acaba de pasar, simplemente supe lo que pasaba por tu cabeza
cuando nuestros labios se encontraron.
—Oh, ¿sí? —dije—. ¿Qué estaba pasando por mi cabeza hace un
momento?
—Querías quitarme la toalla, pero sabías que no era una buena idea
porque habrá gente aquí en cualquier momento.
Mis cejas se dispararon.
—¿Cómo demonios lo sabes?
Negó con la cabeza.
—No lo sé. Solo lo supe.
—Eso es peligroso... para mí.
Ella sonrió y acomodó la esquina doblada de su toalla.
—Debería ir a vestirme antes de que la gente empiece a llegar.
Por mucho que odiara verla cubierta, no había manera de que quisiera
compartir su aspecto con nadie. Especialmente el fotógrafo. Asentí.
—Ve. 200
Stella se alejó, pero en la puerta del dormitorio me llamó.
—¿Hudson?
—¿Sí?
Dejó caer la toalla al suelo.
Gruñí. Este iba a ser un día largo.
Antes de que Stella terminara de vestirse, llegó la primera persona.
Dig, al menos estaba bastante seguro de que así dijo que se llamaba cuando
se presentó, el estilista. Entró con un baúl con ruedas y miró a su alrededor
en busca de dónde instalarse.
Un minuto después, el maquillador llamó a la puerta, seguido de tres
tipos que entregaban muebles alquilados, servicio de habitaciones, un
técnico de iluminación y un tipo cualquiera cuyo acento era tan fuerte que
no tenía idea de qué diablos dijo que hacía. Él y todos se abalanzaron sobre
Stella tan pronto como salió del baño.
Después de cuarenta y cinco minutos de estar rodeada por un equipo
de personas acicalándola, parecía un poco abrumada. Así que preparé un
plato con un poco de fruta y un cruasán de desayuno y lo puse frente a ella.
—¿Ya comiste?
Stella negó con la cabeza.
Miré a la peluquera que acababa de envolver toda su cabeza en rulos
y luego a los dos chicos que la flanqueaban a ambos lados.
—¿Podrían darle cinco minutos, por favor?
—Oh… por supuesto.
Asentí hacia las bandejas de comida.
—¿Por qué no consiguen algo para comer? Hay una mesa afuera en el
patio.
Una vez que ya no la presionaron, Stella dejó escapar un gran suspiro.
—Gracias. ¿Cómo supiste que necesitaba un descanso?
Me encogí de hombros.
—De la misma manera que tú supiste que estaba a unos dos segundos
de arrancarte la toalla durante ese beso.
Ella sonrió y recogió el plátano que había puesto en su plato. Mientras
iba a pelarlo, captó mis garabatos y leyó en voz alta.
—“No puedo esperar para mostrarte mi plátano”. Ooh… —Se rio—.
Creo que me van a gustar mucho más estas notas ahora.
Sonreí, pero señalé su plato. 201
—Come. Regresarán a pintarte con mierda la cara en unos pocos
minutos.
—Pensándolo bien, lo guardaré para más tarde. —Stella dejó el
plátano y tomó un trozo de melón—. Entonces, ¿qué vamos a hacer esta
noche para nuestra cita? Sé que te invité a salir, pero es mi primera vez en
California.
—Pensé que te alimentaría y luego te mostraría Los Ángeles, ya que
no habías venido nunca.
—Oh, eso suena increíble. —Mordió el melón y soltó un sonido de
mmmmm—. Este melón está realmente bueno.
—Tengo una llamada esta tarde a las cuatro que no puedo posponer,
pero si terminamos aquí lo suficientemente temprano podría atenderla
mientras estamos de camino.
—Si estás demasiado ocupado para salir…. —Sonrió—. Podría pedirle
a Phoenix que me muestre los alrededores.
Entrecerré los ojos. Stella levantó el trozo de melón hacia sus labios
para darle otro mordisco, pero la agarré por la muñeca y redirigí la fruta a
mi propia boca, mordiéndole los dedos mientras la tomaba.
—Ayy...
—Tienes suerte de que tengamos espectadores y no pueda ponerte
sobre mis rodillas y azotarte el trasero por ese comentario.
Ella rio.
—Podríamos ir a la otra habitación...
—No me tientes, cariño. —Mis ojos se posaron en sus labios—.
Desalojaré por completo esta suite si quieres jugar a ese juego.
Los ojos de Stella brillaron, desafiándome a cumplir mi amenaza. Pero
un golpe en la puerta interrumpió nuestra pequeña charla.
Fue un esfuerzo no fruncir el ceño cuando me encontré a Phoenix al
otro lado. Sin embargo, le di la bienvenida con un breve asentimiento.
—Buenos días.
El cretino caminó directamente hacia Stella sin siquiera reconocerme.
Cerrando la puerta detrás de él, me quejé:
—Yo también me alegro de verte.
Decidiendo que probablemente no fuera bueno actuar como un novio
celoso antes de la primera cita, pensé que sería mejor ir a ver lo que estaba
pasando en el exterior. La gente de mobiliario y utilería llevaba trabajando
en el patio desde que llegaron.
La pequeña área al aire libre se había transformado en una escena de 202
Bill Nye: The Science Guy, con la adición de un poco de estrógeno. Había una
mesa de laboratorio preparada con vasos y equipo, pero también frascos de
pétalos de rosas rojas brillantes, arena y varias flores de colores. El frente
de la mesa había sido equipado con el logotipo de Signature Scent, y una
bandeja con espejo mostraba todas las diferentes botellas en las que venía
el perfume.
Dig se acercó y se secó el sudor de su frente.
—¿Qué te parece?
—Luce genial.
—Sí, no estaba seguro de cómo diablos sería la lista de cosas que nos
instruyeron que configuráramos. Parecía una combinación extraña. Pero lo
entiendo ahora, especialmente una vez que la modelo esté en la toma.
Sabía que mi hermana estaría despierta y agradecería ver todo
configurado, así que tomé algunas fotos y se las envié por mensaje.
Olivia: ¡Se ve increíble! Soy un genio.
Me reí entre dientes y le respondí.
Hudson: Uno modesto.
Olivia: ¿Dónde está Stella? Quiero verla.
Miré hacia el interior y vi al peluquero sacarle los rulos mientras una
mujer pintaba con más mierda su cara.
Hudson: Siguen trabajando en ella.
Olivia: ¡Envíame algunas fotos una vez comiencen! Apuesto a que se
luce.
Por supuesto que lo hará. Miré la suite de nuevo, y mis ojos se
encontraron con los de Stella. Las comisuras de sus labios se levantaron
con la sonrisa más dulce, una que estaba tratando de contener, pero no
podía. Lo sabía, porque sentía mi rostro exactamente igual la mayoría de los
días desde que la conocí.
El resto de la mañana fue caótica y pasó volando. Stella estaba
increíble en la sesión. Solo pregúntale al viejo Phoenix, se lo dijo suficientes
veces. Comprendía que los fotógrafos necesitaban alentar a sus sujetos con
cumplidos, sacarlos de su caparazón para la sesión, pero había una
diferencia entre decirle a alguien que lo está haciendo muy bien y que se ve
hermosa, y arrullar a la modelo diciéndole lo sexy que se ve mientras la
llamas amor y bebé. Cada vez que recolocaba el cabello de Stella o fijaba su
collar observaba al cabrón como un halcón.
Cuando paramos para el almuerzo, el estilista le sugirió a Stella que
se cambiara de ropa para no manchar nada de su atuendo. Entró al baño y
salió vestida con pantalones cortos y una camiseta sin mangas. 203
—¿Cómo lo hice? No es fácil sonreír todo ese tiempo. Empecé a sentir
que podría parecerme a Joaquin Phoenix en su papel del Joker.
—Nah. Lo hiciste genial. Quizás parecieras Heath Ledger, pero no tan
mal como Joaquín.
Stella me dio una palmada en los abdominales. Estaba frente a mí,
por lo que no notó que Phoenix había tomado asiento en una silla plegable
fuera en el patio, justo al otro lado de las puertas correderas de cristal. Pero
definitivamente yo sí. Tomando su mano, acerqué a Stella hacia mí y le retiré
un mechón de la cara.
—Lo estás haciendo increíble. Te ves hermosa y los anuncios serán
perfectos.
—Lo dices porque quieres meterte en mis pantalones.
Deslicé dos dedos debajo de su barbilla y le levanté la cabeza.
—Lo digo porque es la verdad. Aunque quiero meterme en tus
pantalones. Bésame.
Ella sonrió y se puso de puntillas, presionando sus suaves labios
contra los míos. Habría preferido hacerlo más apasionado, pero no haría eso
con un equipo completo en la habitación de al lado y en el patio. Cuando
levanté la mirada, mis ojos se encontraron con los de Phoenix, quien
acababa de presenciarlo todo. Eso funcionará...
La sesión de la tarde transcurrió tan bien como la de la mañana,
excepto que el fotógrafo fue muchísimo más profesional. Tomé algunas fotos
de Stella con todos los accesorios y se las envié a mi hermana. Aunque, ¿la
que tomé de ella inclinándose para oler un racimo de flores púrpuras
colgando sobre la cerca cuando pensaba que nadie miraba? Esa era para
mí.
A las tres en punto, el fotógrafo finalmente dio el día por terminado.
Todos empezaron a limpiar, y Stella fue al baño para cambiarse de nuevo.
Phoenix estaba desmontando su cámara y metiendo las piezas en un
estuche cuando levantó la barbilla hacia mí.
—Tengo muchas cosas buenas. Revisaré todo y haré un retoque en
las que creo que son las mejores. Pero también se las enviaré sin editar para
que las revisen en caso de que no escoja las que les llamen más la atención.
Sé que lo necesitan lo antes posible, por lo que lo tendrán todo para el lunes.
Asentí.
—Gracias.
Cerró el estuche de su cámara.
—Y… te debo una disculpa. No me había dado cuenta de que entre 204
Stella y tú…
Pude haber dicho que era algo nuevo o que en la cena de anoche ni
siquiera había accedido a salir conmigo todavía. Podría haberlo sacado de
su miseria. Pero no, en su lugar simplemente dije:
—No hay problema.
—Gracias. —Me tendió la mano—. Parece una gran chica.
Le di la mano, dándole un apretón que más firme que lo socialmente
aceptable.
—Mujer. Es una gran mujer.
Levantó ambas manos.
—Lo tengo.
Para cuando todos se fueron, eran casi las cuatro y tenía que recibir
la llamada. Necesitaba mi computadora portátil, que estaba en mi
habitación.
Tomé una de las manos de Stella.
—¿Todavía te sientes con ganas de salir esta noche?
—Definitivamente. Pero me gustaría tomar una ducha rápida, si no te
importa. Siento que tengo una mascarilla de barro con todo este maquillaje,
y mi cabello tiene diez kilos de laca.
—Tengo que tomar la llamada de las cuatro. Entonces, ¿qué tal si
vienes a mi habitación cuando estés lista?
—Está bien.
Stella me acompañó hasta la puerta.
—¿A dónde vamos esta noche, para saber qué ponerme?
—Ponte algo sexy.
—Oh, está bien. Entonces, ¿algo elegante?
—No realmente. Solo quiero que te pongas algo sexy.
Se rio.
—Trataré de hacerlo lo mejor posible.
Me incliné y la besé en la mejilla
—Ni siquiera tienes que intentarlo.
205
208
22
No pude evitar besarla.
Después de todo un día y una noche mirándola sin apenas un toque,
comenzaba a sentirme como un hombre que no había comido en días, y ella
era un filete grande y jugoso. Así que, cuando el chico del estacionamiento
salió corriendo a buscar mi auto, tiré de la mano de Stella y la empujé hacia
un costado del edificio.
—¿Qué estás haciendo?
—Comiéndote la cara.
Se rio. 209
—¿Comiéndome? Eso no suena demasiado romántico.
—Créeme. —Envolví con un brazo su cintura y la apreté contra mí,
mientras mi otra mano agarraba su cuello e inclinaba su cabeza donde
quería—. Te cortejaré, susurraré en tu oído, te enviaré notas para hacerte
saber que estoy pensando en ti. Es posible que desees proteger tu teléfono
cuando estés cerca de otras personas antes de abrir mis mensajes.
Se mordió el labio inferior y gemí.
—Dame eso. —Mi boca descendió sobre la de ella, y me sorprendió
muchísimo cuando me agarró el labio y me mordió.
Echando la cabeza hacia atrás ligeramente con mi carne entre los
dientes, me mostró una sonrisa malvada.
—Podría comerme tu cara primero.
Los dos seguíamos riendo cuando sellé mi boca sobre la suya en un
largo beso. El sonido de una pareja cercana fue lo único que me impidió
toquetearla fuera del restaurante.
Regresamos a la estación del valet y, cuando nuestro auto de alquiler
se detuvo, le dije con un gesto al chico que se fuera mientras le abría la
puerta a Stella. Le di una propina mientras ella entraba.
Me alegré de que fuera un viaje largo para mostrarle toda la basura
turística, porque necesitaba algo de tiempo para recuperarme después de
ese beso.
Acomodándome detrás del volante, me abroché.
—Estaba pensando que podríamos llegar al letrero de Hollywood y
luego ir a Hollywood Boulevard para dar un paseo. Ahí es donde está el
Paseo de la Fama. Quizás mañana podamos visitar el muelle de Santa
Mónica, Venice Beach y algunos otros lugares.
—¿Te importaría un cambio de planes? —preguntó—. Estaba
pensando que podríamos volver al hotel.
Por mucho que odiara la basura turística, tenía muchas ganas de
mostrarle los alrededores. Definitivamente no estaba listo para poner fin a
nuestra primera cita oficial. Pero hoy había sido un día largo para ella, así
que oculté mi decepción.
—Por supuesto. Claro. Debes estar cansada. No estaba pensando.
—En realidad... —Se acercó y puso su mano en mi muslo—. No estoy
cansada en absoluto.
Y ... la mujer seguía sorprendiéndome. Giré mi cabeza y atrapé su
mirada.
—¿Estás segura? 210
Asintió con una sonrisa tímida.
—¿Cuánto tiempo dura el viaje de regreso? No estaba prestando
atención en el camino hacia aquí.
—Es como media hora. —Puse el auto en marcha—. Pero llegaré allí
en veinte minutos.
Repetí a Stella diciéndome que quería volver al hotel una y otra vez en
mi mente mientras rompía media docena de leyes de tránsito de camino.
Dejó sus cartas sobre la mesa. Quería estar a solas conmigo, pero no quería
asumir que eso significaba que quería tener sexo. Tendría que recordar eso,
porque tendía a ir de cero a cien cada vez que mis labios tocaban los suyos.
Habíamos ido a cenar temprano ya que habíamos planeado hacer
turismo después, así que cuando entramos en el vestíbulo del hotel eran
apenas las ocho en punto.
—¿Quieres tomar una copa en el bar? —le pregunté.
—No he tocado el mini bar de mi habitación y está bastante bien
surtido.
Sonreí.
—A tu habitación, entonces...
De vuelta en su suite, Stella se quitó los zapatos mientras yo iba
detrás de la barra para ver qué tenía. No había estado exagerando; la cosa
tenía más opciones que cualquier habitación de hotel en la que me hubiera
alojado yo.
Levanté una botella de merlot y una de ginebra.
—¿Estás de humor para más vino o algo diferente?
Stella estaba rebuscando en su bolso. Suspiró con exasperación
mientras lo arrojaba sobre el sofá.
—¿Tienes condones?
Bien entonces. Algo diferente entonces.
Dejé las botellas y salí de detrás de la barra, manteniendo unos metros
de distancia entre nosotros.
—Sí, los tengo.
—¿Contigo, ahora?
211
Me reí.
—Sí, conmigo, ahora.
Tragó.
—Volví a tomar la píldora hace unas semanas, pero debes tomarla un
mes completo antes de estar protegida.
Me acerqué un paso más a ella.
—Estamos bien.
—¿Cuántos tienes contigo?
Mis cejas saltaron.
—¿Grandes planes para la noche?
Mostró la sonrisa más tonta del mundo.
—Ha pasado tiempo para mí. Muchísimo.
Sonreí y acorté la distancia entre nosotros. Aparté el cabello de su
hombro, me incliné y dejé un suave beso sobre su piel cremosa.
—Tengo dos conmigo. Pero tengo más en mi maleta en mi habitación.
—Está bien... —Apartó la mirada unos segundos, y pude ver las
ruedas en su cabeza girando mientras sus ojos perdían el enfoque.
—¿Hay algo más de lo que quieras hablar?
No pude terminar la pregunta porque Stella se lanzó hacia mí.
Atrapado con la guardia baja, tropecé unos pasos hacia atrás, pero me las
arreglé para mantenerla en mis brazos. Había escuchado el dicho trepar
como un árbol antes, pero nunca lo experimenté. De un solo golpe, saltó,
envolvió con sus piernas mi cintura y con sus brazos mi cuello, y sus labios
se estrellaron contra los míos.
—Te deseo —murmuró entre nuestros labios unidos.
Menos mal que no estaba seguro de a dónde se dirigían las cosas. Su
entusiasmo fue una sorpresa total, pero me encantó. Habría ido lento, me
habría tomado mi tiempo para no apurar las cosas. ¿Pero esto? Esto era
mucho mejor. Teníamos toda la noche para ir despacio. Con grandes pasos,
la llevé a través de la sala de estar y hasta el dormitorio. Stella empujó sus
tetas contra mí y frotó sus piernas abiertas contra mi ya dura polla.
Gruñí.
—Y yo aquí pensando que querías romance.
—Creo que prefiero que me comas la cara ahora mismo.
La dejé en la cama y me arrodillé.
—Cariño, eso no es lo que me voy a comer...
Estaba tan jodidamente consumido con la idea de enterrar mi cara
212
entre sus piernas que no pude ser amable al quitarle las bragas. Levanté la
mano, agarré el endeble material de su tanga y lo arranqué directamente de
su cuerpo. El grito ahogado que salió de su boca fue casi suficiente para
hacer que me corriera, y aún no me había puesto un dedo encima.
Le di un codazo a una de sus piernas y coloqué la otra por encima de
mi hombro. Su coño estaba hermosamente desnudo y reluciente,
haciéndome salivar. No podía esperar a devorarla. Aplastando mi lengua,
me sumergí con una larga caricia, lamiendo de un extremo al otro. Cuando
llegué a su clítoris, lo metí en mi boca y tiré profundamente.
—Ahh... —Se arqueó, alejándose de la cama.
El sonido me enloqueció. Estaba tan emocionado que no fue
suficiente tener solo mi lengua en la acción. Así que empujé toda mi cara
contra su coño mojado, usando mi nariz, mejillas, mandíbula, dientes y
lengua. Y, mientras estaba allí, me detuve para inhalar profundamente. Más
tarde tendría que recordar ver si Stella podía desarrollar esto como uno de
sus malditos aromas personalizados, solo para mi colección privada.
Sus caderas se movieron contra mí mientras chupaba y sorbía y,
cuando gritó mi nombre, supe que estaba cerca de venirse. Así que metí dos
dedos en ella. Los músculos de Stella se tensaron mientras entraba y salía.
Cuando su espalda se arqueó de nuevo, extendí la mano y presioné
sus caderas contra el colchón, manteniéndola inmovilizada mientras
continuaba mi banquete.
Gimió.
—Ah... voy... ah...
Empecé a preocuparme de acabar al mismo tiempo que ella. Y, si ese
fuera el caso, mi final se llevaría a cabo en unos pantalones de trescientos
dólares y parecería un adolescente. Pero el sonido de ella perdiendo el
control era jodidamente bueno, y en realidad no me importaba una mierda
si llegaba a eso, porque no había forma de que pudiera detenerme.
Las uñas de Stella se clavaron en mi cuero cabelludo. Tiró de mi
cabello mientras gemía más y más fuerte y luego... de repente me soltó, y
supe que estaba viniéndose.
—Oh, Dios... Ohhhhhhh... Dios...
Seguí en eso, lamiéndola hasta que cada último temblor pasó por su
cuerpo. Luego me limpié la cara con el dorso de la mano y me arrastré sobre
la cama, flotando sobre ella.
Stella había cerrado los ojos con fuerza, pero la sonrisa más grande
se extendió por su rostro. Se tapó los ojos con un brazo para ocultarlos.
—Oh, Dios mío. Qué vergüenza. 213
—¿De qué estás avergonzada?
—Básicamente te ataqué.
—Y fue lo mejor que me ha pasado desde que tengo memoria. —Le
aparté el brazo de la cara y abrió un ojo—. Ataca cada vez que te apetezca.
Ella se mordió el labio.
—Eres... realmente bueno en eso.
Sonreí.
—Soy muy bueno en muchas cosas. La noche acaba de empezar,
cariño.
Abrió el otro ojo y su rostro se suavizó.
—Me llamaste cariño. Me gusta eso.
—Bueno. —Le besé los labios suavemente antes de levantarme de la
cama.
Stella se apoyó en los codos y me miró mientras me ponía los zapatos.
—¿A dónde vas?
—A mi cuarto.
—¿Por qué?
Caminé de regreso y la besé en la frente.
—Para conseguir el resto de los condones. Dos no son suficientes ni
de cerca.
214
23
Nunca dormía hasta tarde.
Colocando el teléfono en la mesa de noche, recordé las muchas
razones por las que dormí hasta casi el mediodía. ¿Cuántas veces tuvimos
sexo Hudson y yo? ¿Tres? ¿Cuatro? Hacía años que no tenía sexo más de
una vez en un período de veinticuatro horas. Incluso al principio de las cosas
con Aiden solo podía recordar un puñado de veces que tuvimos sexo dos
veces, y ciertamente nunca fue nada más que eso. Una sonrisa se extendió
por mi cara cuando recordé anoche y esta mañana temprano.
Hudson era insaciable. En realidad, ambos lo éramos. Lo hicimos con
él encima, yo encima, abrazados por detrás... Pero mi favorita había sido 215
esta mañana temprano con ambos acostados de lado y hablando. Nunca
olvidaré la conexión que tuvimos cuando entraba y salía de mí y nos
mirábamos a los ojos. Fue posiblemente la cosa más íntima que jamás
hubiera experimentado. Incluso pensar en ello me dejó sin aliento.
Aun sonriendo al recuerdo, decidí que tal vez despertaría al señor
Dormilón con mi boca. Me di la vuelta, esperando encontrar a Hudson
profundamente dormido, pero en cambio todo lo que encontré fue una cama
vacía.
Me apoyé sobre un codo y llamé:
—¿Hudson?
No hubo respuesta.
Pero ahora que estaba despierta necesitaba levantarme y responder a
la Madre Naturaleza. Al bajar de la cama, me dolía el cuerpo. Pero preferiría
unos cuantos dolores a cambio de horas de placer cualquier día de la
semana.
Cuando terminé en el baño, decidí tomar mi teléfono para ver si
Hudson me había dejado un mensaje. Pero mientras rodeaba los pies de la
cama noté algo en su almohada, una caja blanca con un lazo rojo y una
nota adhesiva amarilla.
Tengo una llamada en conferencia a las once y media. No quería
despertarte. Volveré cuando termine.
Quédate desnuda.
H
P.D. Empecemos a escribirlo.
¿Empezamos a escribirlo?
¿Qué diablos significaba eso?
No estaba segura, pero mi sonrisa resplandecía cuando desaté el lazo
rojo y abrí la caja. Dentro había un hermoso libro forrado en cuero. Me llevó
un minuto darme cuenta del significado, pero cuando lo hice mis ojos se
llenaron de lágrimas.
Empecemos a escribirlo. Anoche en la cena le dije a Hudson que había
luchado por ser feliz porque las cosas no salieron como imaginé, que
necesitaba dejar atrás el pasado y escribir una nueva historia.
Dios, primero la más bella experiencia sexual que hubiera tenido,
ahora un hermoso regalo. Podría acostumbrarme a esto.
Durante la siguiente media hora prácticamente floté mientras me 216
duchaba y arreglaba para el nuevo día. Cuando empecé a maquillarme, oí
cómo se abría y cerraba la puerta de mi suite.
—¿Hudson?
—¿Stella?
Me reí entre dientes.
—Estoy en el baño arreglándome.
Hudson entró con dos bolsas. Levantó una y le habló a mi reflejo en
el espejo.
—Desayuno. —Levantó la otra bolsa—. Almuerzo. No estaba seguro
de qué te apetecería.
—Si hay café en cualquiera de esas dos, seré tu mejor amiga de por
vida.
Abrió una bolsa y levantó un contenedor de poliestireno.
—Supongo que eliminamos a Jack. Tendré que avisarle.
Sonreí cuando me di la vuelta y acepté el café.
—Muchas gracias por el diario. Es hermoso, y el sentimiento significa
mucho para mí.
Hudson asintió. Sacó un segundo recipiente de café de la bolsa y
levantó la lengüeta de plástico de la parte superior.
—También tenían diarios. Pero no estaba seguro de si escribías en
uno o simplemente preferías husmear en el de otras personas.
—En realidad nunca he escrito en un diario. Lo cual es gracioso,
porque compré el primero con la intención de escribir en él. Me llevó por un
camino completamente diferente.
—Oh, y tan diferente...
Me reí.
—Cállate. ¿Cuándo lo compraste, de todos modos? Debes haberte
levantado muy temprano para ir a la tienda y dejarlo allí antes de que me
despertara.
—Lo recogí después de salir a correr esta mañana.
—¿Fuiste a correr? Yo tengo suerte de haber llegado de la cama a la
ducha.
Hudson se rio.
—Bueno, termina aquí, sal y come algo para que tengas algo de
energía. Quiero ponerme en camino para mostrarte los lugares de interés
para que podamos volver al hotel temprano.
217
—Bien. Solo necesito secarme el cabello, así que tal vez diez minutos.
En realidad... mejor que sean quince. Me encanta este baño.
Las cejas de Hudson se fruncieron.
—¿Te encanta el baño?
—Uhhh, sí. —Agité mis manos para expresar lo obvio—. Es como diez
veces más grande que el que tengo en casa, tiene una bañera, y mira toda
esta hermosa iluminación.
Hudson sonrió.
—Creo que te va a gustar mi casa.
—¿Estás diciendo que tienes un gran baño con una bañera?
Asintió.
—Definitivamente eres mi nuevo mejor amigo.
Me sostuvo la mano.
Nunca lo habría adivinado.
Le sonreí a Hudson. Me contempló con recelo.
—¿Qué?
—Nada. —Me encogí de hombros—. Me estás tomando de la mano.
—¿No debería hacerlo?
—No, me encanta. No habría asumido que eras de los que dan la mano
Hudson sacudió la cabeza.
—No estoy seguro de si eso es un cumplido o debería sentirme
insultado.
Caminamos por Hollywood Boulevard durante la última media hora,
leyendo los nombres de las estrellas en la calle. Hasta el día de hoy,
habíamos ido a Muscle Beach en Venice (pensé que sería más elegante; las
pesas estaban realmente todas oxidadas.), el cartel de Hollywood (me engañó
para que hiciera senderismo... puaj), y el muelle de Santa Mónica (nota
personal: los hombres machos preferían montar una rueda de la fortuna
destartalada que admitir que tienen un poco de miedo a las alturas. La piel
bronceada de Hudson adoptó un hermoso tono verde.).
—Es solo una cosa de pareja.
—¿Y qué? 218
—No lo sé. —Me encogí de hombros—. ¿Es eso lo que somos?
Hudson dejó de caminar abruptamente.
—¿En serio?
—¿Qué? No quise asumirlo solo por lo de anoche.
Hudson frunció el ceño.
—Bueno, déjame aclararte eso. Lo somos.
No pude ocultar la sonrisa que creció en mi cara.
—De acuerdo... novio.
Sacudió la cabeza y empezó a caminar de nuevo.
Después de otra hora y una docena o más de cuadras caminando,
fuimos al Hotel Roosevelt a un lugar elegante que servía hamburguesas y
las mejores papas fritas con trufa para la cena.
—¿Cuál es tu comida favorita? —Lo señale con una papa frita.
—Tranquila. Macarrones con queso.
—¿En serio?
—Sí. Charlie y yo hemos probado ya... cuarenta y dos marcas del que
viene en cajas
Me reí.
—No tenía ni idea de que hubiera cuarenta y dos marcas de cajas de
macarrones con queso.
—Hacemos uno la mayoría de los fines de semana que pasa conmigo.
Terminamos con los del supermercado, así que ahora los compro por
Internet. Tiene un gráfico con nuestros puntajes.
—Eso es muy gracioso.
Hudson bebió su cerveza.
—¿Y qué hay de ti?
—Estas papas fritas con trufa están en segundo lugar. Pero tendría
que decir tortellini carbonara, de los que tienen guisantes y trocitos de
jamón.
—¿Lo haces tú misma?
Fruncí el ceño.
—No, mi madre solía hacérmelo. De hecho, también hace unos
macarrones con queso al horno increíbles. No tengo ninguna de las recetas.
Bajando la mirada, unté la papa en el kétchup. Me entristeció pensar 219
en el tiempo que había pasado desde que hablé con mi madre.
Hudson debe haber notado mi silencio.
—Mencionaste que no hablas con tu padre —dijo—. ¿Tú y tu mamá
no son cercanas?
Suspiré.
—No hemos hablado en más de un año. Solíamos ser muy cercanas.
Hudson se quedó callado por un momento.
—¿Quieres hablar de ello?
Sacudí la cabeza.
—En realidad no.
Asintió.
Intenté volver a comer y no arruinar el día. Odiaba pensar en lo que
pasó, y mucho menos hablar de ello. Pero ahora que el tema había surgido
sabía que no debía dejar pasar la oportunidad por completo. Contarle a
Hudson al menos algo de lo que pasó entre Aiden, mi familia y yo podría
ayudarlo a entender un poco más mis problemas de confianza.
Así que respiré profundamente.
—Te conté que mi ex me engañó, pero no mencioné que mis padres
también me traicionaron.
Hudson dejó su hamburguesa y me prestó toda su atención.
—Bien...
Bajé la mirada.
—Sabían lo de la aventura de Aiden.
—¿Y no te lo dijeron?
Bajé la mirada, sintiéndome avergonzada.
—No, no dijeron ni una palabra. Fue un desastre. —No me atreví a
contar el resto de la sórdida historia.
Hudson sacudió la cabeza.
—Mierda. Lo siento.
Asentí.
—Gracias. Honestamente, en retrospectiva, no era Aiden quien fue tan
difícil de superar. Fue que también perdí a mi familia al mismo tiempo. —
Fruncí el ceño—. Echo de menos hablar con mi madre.
Hudson se pasó una mano por su cabello.
—¿Crees que puedes perdonarla y superarlo en algún momento? 220
Durante el último año, no había pensado que eso fuera posible.
Estaba tan amargada y triste por todo que, en cierto modo, podría haber
hecho a mis padres tan responsables como a Aiden. Tal vez me costó ser
feliz por primera vez en mucho tiempo, pero hoy no me sentía tan amargada
y no estaba segura de si le guardaría rencor a mi familia para siempre.
Sacudí la cabeza.
—No sé si puedo olvidar. Pero tal vez podría tratar de perdonar.
¿Serías capaz de fingir que nunca sucedió si estuvieras en mi situación?
—Nunca he estado en una situación similar para poder decirlo con
seguridad, pero como alguien que ha perdido a ambos padres no quisiera
tener remordimientos cuando se fueran. No creo que perdonar a tus padres
signifique que estés excusando su comportamiento. Creo que perdonar es
más bien no dejar que destruyan tu corazón más.
Sentí sus palabras en mi corazón.
—Vaya. ¿De dónde vienes, Hudson Rothschild? Eso fue profundo y
maduro. Los hombres a los que suelo atraer son superficiales e inmaduros.
Sonrió.
—Me parece recordar que me encontraste en una boda en la que te
colaste.
—Oh, sí... supongo que sí. Bueno, al menos uno de nosotros es
maduro.
Durante las siguientes horas disfrutamos de la puesta de sol de
Malibú, de la buena comida, el vino y de la compañía del otro. Ahora que
había cedido a mis sentimientos sentía como si alguien les hubiera puesto
fertilizante en vez de solo alimentarlos con agua. Tenía el corazón lleno y
satisfecho. Y ese sentimiento permaneció conmigo durante toda la noche y
todo el camino de regreso a mi suite del hotel.
Me acosté en la cama, viendo a Hudson desnudarse y admirando la
vista. Cuando se desabrochó la camisa y la tiró en una silla cercana, no
estaba segura de dónde mirar primero, sus pectorales esculpidos,
abdominales bien definidos o la V profunda que me hacía la boca agua.
Hudson se desabrochó el cinturón y se bajó la cremallera, haciendo que mis
ojos se dieran un festín con otra de mis partes favoritas de su cuerpo: la
sexy línea de vello hasta su entrepierna. Había tanto que disfrutar de este
hombre que pensé que tal vez debería quedarse ahí un rato, completamente
desnudo.
Se inclinó para salir de sus pantalones, y pude ver el tatuaje que corría
por el lado de su torso. Lo había visto anoche, pero en ese momento
estábamos demasiado ocupados embelesados por el otro como para
preguntarle sobre ello.
Levanté mi barbilla, señalando el tatuaje. 221
—¿Es el latido del corazón de alguien?
Hudson asintió. Dobló su cuerpo y levantó el brazo para darme una
vista mejor.
—Mi padre tenía un gran sentido del humor y una risa muy distintiva.
Era una verdadera carcajada, que sonaba como si viniera de algún lugar
profundo dentro de él. Cualquiera que lo conociera la reconocía, y siempre
hacía sonreír a la gente a su alrededor, incluso a los extraños. Estuvo en el
hospital durante la última semana de su vida. Un día, estaba de visita
mientras le hacían un electrocardiograma de cabecera. Contó un chiste
cursi y empezó a reírse. El chiste no era tan gracioso, pero el sonido de su
risa nos hizo reír a los tres, al técnico, a mi padre y a mí. Por alguna razón
no podíamos parar de reír. Tuvo que rehacer el electrocardiograma porque
la lectura tenía todos estos grandes picos. Los electrodos habían captado la
risa del corazón de mi padre. Le pregunté a la enfermera si podía quedarme
la impresión que iba a tirar, y me la dieron unos días después de su muerte.
—Eso es increíblemente dulce.
Hudson sonrió con tristeza.
—Era un hombre muy bueno.
—¿Y dónde está tu cicatriz?
—¿Cicatriz?
—La semana pasada dije que nunca había salido con nadie con un
tatuaje o una cicatriz, y tú dijiste que tenías ambos.
—Ah. —Dobló su cuerpo en la otra dirección y levantó su brazo para
revelar una línea dentada de tres pulgadas.
—Tengo unas cuantas, pero este es probablemente el peor.
—¿Cómo la conseguiste?
—Fiesta de la fraternidad. Borracho, un tobogán y un palo escondido
bajo la lona.
—Ay.
—No fue mi mejor momento. No era tan grande al principio. Jack me
ayudó a vendarlo, y luego se abrió más cuando seguí saltando en el tobogán.
—¿Por qué no paraste después de cortarte?
Se encogió de hombros.
—Teníamos una apuesta.
Sacudí la cabeza.
—¿Ganaste, al menos?
La sonrisa de Hudson era adorable. 222
—Gané.
Terminó de desvestirse, y yo seguí admirando su increíble físico.
Al verme mirarlo fijamente una vez más, Hudson entrecerró los ojos.
—¿Qué está pasando en esa cabeza tuya?
Le hablé a su cuerpo, sin querer levantar los ojos todavía.
—Perdí meses yéndome sola a la cama cuando podría haber pasado
mi tiempo tocando eso. ¿Qué te parece quedarte ahí un rato para que pueda
echar una buena y larga mirada? ¿Tal vez dos o tres horas? Eso debería
bastar.
Se rio y terminó de quitarse los pantalones antes de subirse a la cama
y flotar sobre mí. Llevando el dedo a sus labios, tracé el contorno. Hudson
me agarró la mano y la levantó para depositar un suave beso.
—¿Por qué me rechazaste tanto tiempo? Y no me insultes diciendo
que es porque soy un inversor en tu negocio. Ambos sabemos que eso es un
montón de mierda.
—Solo me invitaste a salir una vez.
Hudson puso una cara que decía y una mierda.
—Tanto monta monta tanto. Sabías que estaba interesado desde el
primer día. Dejé la pelota en tu cancha, pero aun así te hice saber que estaba
interesado muchas veces.
Suspiré.
—Lo sé. Supongo que... solo estaba asustada.
—¿De qué?
Sacudí la cabeza.
—Mi última relación y sus secuelas fueron muy difíciles de superar.
Tengo miedo de salir lastimada otra vez... miedo de ti...
—¿De mí?
—Sí. Me pones nerviosa de muchas maneras. Incluso ahora, Hudson.
La mayoría de las cosas en mi vida me han parecido muy buenas desde
fuera: el matrimonio de mis padres, mi compromiso. Soy el tipo de mujer
que cree en el “felices para siempre”, un cuento de hadas. A veces eso me
ciega y me impide ver cosas que no quiero ver. Pensé que era una idealista,
pero después de que mi ex me jodiera, me hizo preguntarme si era solo una
tonta. Además, eres básicamente el Príncipe Azul, un rostro hermoso, con
ese cuerpo, exitoso, amable cuando quieres serlo, maduro, independiente...
—Me encogí de hombros—. Eres casi demasiado bueno para ser verdad, y
supongo que tengo miedo de caer en un cuento de hadas otra vez. Sabes, 223
Fisher y yo solíamos referirnos a ti así.
La frente de Hudson se arrugó.
—¿Referirte a mí cómo?
—Como el Príncipe Azul.
Apartó la mirada un momento antes de que sus ojos se encontraran
con los míos.
—No soy el Príncipe Azul, cariño. Pero me gustas mucho.
—¿Por qué?
—¿Por qué me gustas?
Asentí.
—Por muchas razones. Me gusta que, cuando te di ese micrófono en
la boda de Olivia, aceptaras el reto y luego me llamaras imbécil con fuego en
los ojos. No te echas atrás. Eres intrépida, aunque de alguna manera
piensas que eres cobarde. Me encanta que, aunque hayas pasado por
situaciones de mierda, te niegues a deprimirte. En lugar de dejar que toda
la mierda negativa de la vida te coma inventaste un sistema de felicidad. Me
encanta que, cuando ves a una mujer sin hogar, le des una barra de
Hershey’s porque sabes lo que puede hacer algún químico en su cerebro
para ayudarla a sentirse un poco mejor, aunque sea unos pocos minutos.
Me encanta que seas creativa e inventes tu propio producto, y que seas lo
suficientemente inteligente como para escribir un algoritmo que yo no
tendría ni idea de cómo formular. Y me encanta que seas testaruda y no te
rindas.
Miró mi cuerpo y luego se tomó un segundo para examinar mi cara
antes de sacudir la cabeza.
—Todo eso, además de tu aspecto. La mejor pregunta es, ¿qué razón
tendría para no que no me gustaras?
Mis ojos empezaron a lagrimear. Hudson se inclinó y presionó sus
labios contra los míos.
—¿Te sientes asustada ahora mismo? —susurró.
Mi pulso se aceleró.
—Más que nunca.
Sonrió.
—Bien.
—¿Bien? ¿Como si quisieras que tuviera miedo?
—No... pero al menos no estoy solo en esto. Solo tenemos miedo de las
cosas que más significan para nosotros.
Le acaricié la mejilla. 224
—Estoy muy feliz de que me hayas esperado.
—Sabía que valía la pena esperar.
Hudson presionó su boca contra la mía con un beso apasionado.
Habíamos pasado gran parte de las últimas veinticuatro horas en esta cama
con nuestras bocas entrelazadas, pero este beso se sintió diferente, más
lleno de emoción que nunca. Me sostuvo la cara entre sus manos, y yo rodeé
su cuello con mis brazos. Pero lo que empezó lento se calentó rápidamente.
Nuestro beso se volvió salvaje y ferviente mientras nos ayudábamos a
deshacernos de la ropa que nos quedaba.
Había una sensación frenética en el aire. Aun así, algo en la forma en
que Hudson me miraba a los ojos me decía que sabía que aún era frágil en
muchos sentidos. Nunca apartamos la mirada del otro mientras se alineaba
con mi entrada y se empujaba dentro de mí. Hudson la tenía gruesa, y había
pasado más de un año desde que tuve sexo hasta anoche. Así que se tomó
su tiempo, yendo despacio mientras se hundía más profundamente con
cada medido empuje. Una vez estuvo completamente asentado, acercó sus
caderas, y pude sentir su pelvis presionando contra mi clítoris. Se sentía
tan bien, tan perfectamente correcto. Mi corazón estaba tan lleno como mi
cuerpo, y mis emociones se volvieron casi imposibles de contener. Las
lágrimas me picaban los ojos, los cuales cerré en un intento de contenerlas.
—Abre, cariño. —La voz de Hudson era ronca.
Mis ojos se abrieron de par en par y se encontraron con los suyos. Lo
que vi hizo imposible contener las lágrimas. Los ojos de Hudson estaban tan
llenos de emoción como los míos. Permanecimos así, conectados de todas
las maneras posibles, mientras nuestros orgasmos se construían. No
queriendo que el momento terminara, intenté contenerme mientras sus
empujes eran más y más rápidos. Pero los sonidos que resonaban por la
habitación me hicieron titubear. Nuestros cuerpos húmedos chocando entre
sí mientras me follaba con cuerpo y alma.
—Hudson...
Su mandíbula se tensó mientras seguía adelante.
—Déjalo ir... déjalo ir todo.
Y lo hice. Con un grito voraz, mi cuerpo tomó el control de mi mente,
y olas y olas de éxtasis me recorrieron. Justo cuando empezó a menguar, el
orgasmo de Hudson me golpeó, y su calor derramándose en mí hizo que mi
cuerpo continuara ondulando con ondas de choque.
Después, no tenía ni idea de cómo podía levantar la cabeza, y mucho
menos estar semiduro mientras salía de mí.
—Vaya... eso fue...
Hudson sonrió y me besó suavemente. 225
—Demasiado bueno para ser verdad —susurró.
Le devolví la sonrisa, y un poco de esperanza se encendió en mi
interior.
Tal vez, solo tal vez, él sería el único hombre que no me decepcionara.
24
Hace dieciséis meses
236
26
—¿Qué están haciendo ustedes dos ahí?
Charlie levantó la mano.
—No se te permite entrar aquí, papá.
—¿Por qué no?
—¡Porque estamos haciendo una sorpresa!
—Pero soy el único que se va a sorprender, ya que ustedes dos están
con eso.
Mi hija se rio. 237
—Las sorpresas pueden ser para una sola persona, papá.
Capté la mirada de Stella y le guiñé un ojo.
—¿Por qué no pongo música mientras ustedes trabajan en la cocina?
Quizás algo de Katy Perry o Taylor Swift...
Como era de esperar, Charlie saltó. Apretó las palmas de las manos
como si necesitara rezar para que hiciera algo que me pidiera, como si no
quisiera saltar de un acantilado solo para hacerla feliz.
—¿Puedes poner a Dolly?
Me reí.
—Por supuesto.
Encendí la música, me senté en la sala de estar y apoyé los pies en la
mesa de café. Agarrando el control remoto de la TV, puse le canal de
deportes con subtítulos y comencé a leer la parte inferior de la pantalla.
Estaban entrevistando a un nuevo corredor que los Giants habían
seleccionado para la próxima temporada. Big Blue era mi equipo, así que
definitivamente estaba interesado, pero no podía mantenerme concentrado.
Cada pocos minutos mis ojos volvían a la cocina. Podía ver a Stella y Charlie
trabajando en lo que fuera que estuvieran cocinando. Stella se puso de pie
mientras mi hija se sentaba en el mostrador mezclando algo. No podía oír lo
que decían, pero vi a mi hija taparse la boca mientras reía. La sonrisa en el
rostro de Stella también era jodidamente fantástica.
No quería sonar como un marica, pero sentía esta plenitud en mi
pecho que me daba una sensación cálida. Ah… joder, ¿a quién engañaba?
Me importaba una mierda si sonaba como un marica. Estaba feliz,
realmente jodidamente feliz. Habían pasado años desde que sentí que tenía
una familia real y, aunque solo conocía a Stella de unos meses y esta era la
primera vez que los tres estábamos juntos, mi casa se sentía como un hogar
hoy.
Había estado mirando hacia la cocina, pero debí haberme distraído
mientras pensaba, porque cuando mis ojos se enfocaron de nuevo Stella
entrecerraba los ojos en mi dirección. Sonrió, como diciendo “¿qué está
pasando por esa cabeza tuya?”
Probablemente asumió que me la estaba imaginando desnuda en mi
cocina o recordando todos los lugares en los que me la había follado en mi
casa durante la última semana en lugar de soñar despierto con pasar las
noches con mis dos chicas, jugando juegos de mesa y prendiéndoles una
fogata este invierno en la chimenea que nunca usaba.
Media hora más tarde, la mesa estaba puesta y finalmente se me
permitió ver lo que habían estado preparando los dos.
Stella dejó una cazuela cubierta con un trapo sobre la mesa y Charlie 238
se inclinó para mirar a Stella, quien asintió.
—¡Tachán!
Mi hija arrancó el trapo.
—¿Macarrones con queso? ¿Encontraron una nueva caja para
probar?
Charlie negó con la cabeza.
—¡Lo hicimos de cerco!
Stella sonrió.
—Es cero, cariño. Lo hicimos de cero.
—Parece delicioso. —Miré teatralmente alrededor de la mesa—. ¿Pero
dónde están los suyos? Ese es solo para mí, ¿verdad?
Charlie se rio.
—Tenemos que compartirlo, papá. Hay suficiente para todos.
Salivé mientras Stella nos servía a cada uno un plato lleno de mi
comida favorita. No podía esperar para comerlo.
—Esto está realmente bueno —dije unos momentos después.
—Gracias. Hoy... llamé a mi mamá para pedirle su receta.
No esperaba que dijera eso y no quería mencionar nada alrededor de
Charlie, así que hablé crípticamente.
—¿Cómo fue?
Stella se encogió de hombros.
—Fue agradable, supongo.
Asentí.
—Bueno, gracias. Realmente está delicioso.
Sonrió.
—Era hora.
Ajena a mi significativo intercambio con Stella, mi hija habló con la
boca llena.
—Papá, después de la cena, ¿podemos tomar un helado y jugar a los
secretos?
Señalé su plato con mi tenedor.
—¿No has terminado con lo que tienes delante y te preocupa el postre?
Tal vez estés demasiado llena para el helado.
Charlie se rio disimuladamente como si acabara de contar un chiste.
—Siempre hay espacio para el helado, papá. Se derrite una vez que 239
está en tu vientre, por lo que ni siquiera es comida.
—¿Cuál es el juego de los secretos? —preguntó Stella—. No creo que
haya jugado antes.
—No es realmente un juego. Solo comemos helado y nos turnamos
para contarnos secretos. —No quería explicar frente a Charlie que era algo
que mi padre hacía con mi hermana y conmigo después de que a nuestra
madre le diagnosticaran cáncer por primera vez. Era su forma de
enseñarnos que siempre podíamos confiar en él, confiar en que guardaría
nuestros secretos y nos contaría los suyos.
—¿Puede ser cualquier secreto? —preguntó Stella.
—Lo que quieras —dije.
Sonrió.
—Me apunto.
Los macarrones con queso nos dejaron a todos llenos, así que nos
retiramos al sofá después de cenar para ver una película. Charlie apoyó la
cabeza en mi regazo con su cuerpo extendido a mi izquierda y Stella se sentó
a mi derecha. A mitad de Inside Out, Charlie roncaba. No podía culparla.
Una siesta sonaba bastante bien después de esa comida, y habíamos visto
esta película al menos cincuenta veces.
En un momento, Stella se levantó para ir al baño así que me quité de
debajo de mi hija y con cuidado le bajé la cabeza. Luego esperé en el pasillo.
Cuando Stella abrió la puerta, la agarré del brazo y tiré de ella hacia el
dormitorio de invitados contiguo.
Se rio y le tapé la boca con la mano.
—Shhh... tiene un oído increíble. —Stella asintió, así que aparté mi
mano.
—¿Qué estás haciendo? —susurró.
—Quería darte las gracias por la cena.
—Ya lo hiciste.
—Quise decir correctamente.
Tomando la parte de atrás de su cuello, sellé mis labios sobre los de
ella.
—Siempre hueles tan malditamente bien —gemí.
Ella chupó mi lengua.
—Tú siempre sabes muy bien.
Mierda. Probablemente fuera una idea tonta. Ya podía sentir que me
estaba calentando. Pero no había tenido un minuto a solas con ella desde
que llegó aquí y lo necesitaba. Presionándola contra la puerta, tomé su boca 240
en un beso duro. Cuando terminé, ambos respirábamos con dificultad.
Le limpié el labio inferior mientras hablaba.
—Llamaste a tu madre.
Su rostro se relajó.
—Si. No creo que vaya a ir a cenar allí pronto, pero lo que dijiste
realmente me impactó. La vida es corta y nunca se sabe lo que traerá el
mañana. No quiero arrepentirme y estoy lista para seguir adelante.
Miré entre sus ojos y le sostuve la mejilla.
—Me alegro.
Volvió la cabeza y besó mi palma.
—¿Crees que Charlie se ha quedado dormida? Quizás debería irme.
—Definitivamente no. Va a despertar y pedir helado en cualquier
momento.
Stella sonrió.
—Y luego escucharé uno de tus secretos. Tenía muchas ganas de eso.
—¿Oh, sí?
Asintió.
—Bueno, déjame decirte una ahora. —Torcí mi dedo para que se
acercara. Cuando lo hizo, acerqué mi boca a su oído y le susurré—: Estoy
jodidamente loco por ti, cariño.
Me miró y sonrió.
—Yo también estoy loca por ti.
249
28
Hace tres noches
265
—Yo, eh, Fisher olvidó su llave, así que asumí que era él.
Hudson y yo nos quedamos mirándonos. Me sentía tan nerviosa
después de haber hablado de él durante horas que no sabía qué decir o
hacer. Demonios, llevaba una semana sin saber qué decir o hacer.
Finalmente, suspiró.
—¿Está bien si entro?
—Oh… sí, claro. Lo siento.
Cerré la puerta detrás de él y traté de recuperar mi ingenio, pero
estaba tan nerviosa que no podía entender cómo funcionar. De nuevo nos
miramos con torpeza.
Hudson tuvo que romper nuestro silencio.
—Lamento no haber llamado primero.
Apreté la esquina de mi toalla.
—Está bien.
—¿Lo está? No llamé porque pensé que dirías que no si lo hiciera, y
ahora mismo siento que no está bien que esté aquí.
Odiaba haberlo hecho sentir incómodo.
—Lo siento. Simplemente no te estaba esperando. Fisher se acaba de
ir y bebimos vino, y estaba a punto de darme una ducha rápida y meterme
en la cama.
Él frunció el ceño.
—Puedo irme…
—No, no... —Negué con la cabeza—. No tienes que irte.
Hudson atrapó mi mirada.
—Esperaba que pudiéramos hablar.
Asentí y señalé con el pulgar la puerta de mi dormitorio.
—Claro, sí. Déjame ir a cerrar el agua y vestirme.
—¿Por qué no te duchas? Esperaré.
Necesitaba unos minutos para ordenar mis pensamientos. Había
planeado deliberar al menos unos días sobre cómo decirle lo que sabía.
Ahora solo disponía del tiempo necesario para ducharme.
—Si no te importa, sería genial. Gracias. —Señalé hacia el sofá—.
Siéntete como en casa.
En la ducha, tenía la cabeza revuelta y me sentí un poco mareada. 266
Pero no tenía tiempo para eliminarlo todo por completo, así que me quedé
bajo el agua, cerré los ojos y respiré profundamente hasta que sentí que el
mundo había dejado de girar tan rápido.
No había una manera fácil de comenzar la conversación que
necesitaba tener, y ya no podía esconderme detrás de las dudas que había
fabricado sobre la información. Todo encajaba. Incluso Fisher estaba
convencido. Así que supuse que tendría que empezar desde el principio.
Hudson ya sabía que leía los diarios, y estaba bastante segura de que le
había hablado de aquel en el que la mujer se casó en la Biblioteca Pública
de Nueva York. Así que supuse decirle algo así como, leí este diario hace un
tiempo... así es como empezaría. ¿Pero entonces, qué? ¿Diría “Oye, por cierto,
¿alguna vez sospechaste que tu esposa estaba teniendo una aventura?” Eso
me hizo hiperventilar.
¿Y si me equivoco?
¿Y si tengo razón?
¿Y si contárselo le quita lo más sagrado de su vida?
¿Estaría arruinando la vida de una niña?
¿Querría saberlo yo si mi papá no fuera realmente mi papá?
Oh, Dios. Ese pensamiento hizo que mi cabeza girara aún más. Por la
manera en que mis padres se acostaban con gente, era muy posible que mi
padre no fuera mi padre.
Oh Señor. ¿A quién le importa mi familia? Ojalá fuera a mí a quien le
estuviera pasando, no a Hudson y su hermosa niña.
Durante el resto de mi ducha, pensamientos aleatorios aparecieron
en mi cabeza y alterné entre tratar de seguirles el ritmo y tratar de calmarme
con una respiración lenta. ¿Moriría si saliera por la ventana de mi
habitación para escapar? Cuando mis manos comenzaron a aflojarse, supe
que tenía que arreglar mis cosas.
Así que cerré el agua, me sequé, me cepillé el cabello y me puse una
sudadera y una camiseta antes de limpiar el vapor del espejo y darme una
pequeña charla de ánimo interna.
Todo saldrá bien. No importa cuál sea el resultado, al final las cosas
encajarán de la forma como deben hacerlo. Puede que sea un camino lleno de
baches, pero si un diario sobre un hombre por el que estoy loca llegó a mis
manos antes de conocerlo hay una razón para ello. De alguna manera Dios
puso esto en mis manos y, al final, todo saldrá bien.
Respiré hondo por última vez y me susurré:
—Ahora todo está en manos del destino. —Luego abrí la puerta del
dormitorio. 267
Solo para descubrir que no estaba en manos del destino.
Estaba en las de Hudson.
Porque había dejado el diario en la mesa de café y él lo estaba leyendo.
Levantó la mirada.
—¿Por qué diablos tienes el diario de mi exmujer?
31
—No lo entiendo. ¿Por qué vendería Lexi su diario en eBay, y cómo
diablos terminaste con él?
Stella sacudió la cabeza.
—No compré ese diario en eBay. Evelyn me lo regaló por mi
cumpleaños.
—¿Evelyn? ¿Evelyn Whitley?
—Sí.
—¿Cómo lo consiguió Evelyn?
—No tengo ni idea.
268
—¿Cuándo te lo dio?
—Para mi cumpleaños el año pasado, hace unos dieciocho meses.
No estaba seguro de qué demonios estaba pasando, pero sabía que
Evelyn y Lexi ya no se hablaban. Recordé un día hace un par de años cuando
fui a recoger a Charlie, y mi exmujer estaba de un humor particularmente
perra. Me había preguntado si seguía en contacto con Evelyn. Por supuesto
que no. Evelyn era amiga de mi hermana, y no una a la que le tuviera mucho
cariño para empezar.
—Acabo de leer la primera página. Empieza el día que nos conocimos.
Stella estaba pálida.
—Ya lo sé.
Me froté la nuca, sintiendo algo entre embaucado y enojado, pero traté
de mantener la calma.
—¿Recibiste por casualidad el diario de mi exmujer? ¿De la mujer que
fingías ser la noche que nos conocimos?
—Suena descabellado. Me doy cuenta de eso. Pero, sí, eso es lo que
pasó. No tenía ni idea de que era de tu exmujer hasta la otra noche.
—¿La otra noche? ¿En mi casa, cuando dijiste que tenías un dolor de
cabeza y saliste corriendo?
Ella asintió.
—Fue entonces cuando todo encajó.
Había repasado esa noche en mi cabeza una docena de veces, tratando
de averiguar qué demonios había pasado. Un minuto estábamos bien y
riéndonos, y al siguiente ella estaba fuera de la puerta. Sacudí la cabeza.
—No lo entiendo, Stella.
Ella suspiró.
—¿Crees que podemos sentarnos a hablar de esto?
Me pasé una mano por el cabello.
—Siéntate. Yo necesito estar de pie.
Vacilante, se acercó a la silla y se sentó. Empecé a caminar por la sala
de estar.
—¿Qué pasó la otra noche en mi casa?
Stella bajó la mirada y les habló a sus manos.
—Charlie dijo su nombre completo, y lo recordé de un diario que leí
hace un tiempo. ¿Recuerdas que te dije que había leído el diario de una 269
mujer que se casó en la biblioteca? ¿Que solía ir a sentarme en las escaleras
y buscar a la gente sobre la que había leído?
Estaba muy confundido.
—¿Nos buscabas a Lexi y a mí?
Stella asintió.
—No lo sabía en ese momento, pero sí... supongo que sí.
Parecía incrédulo que el diario de mi exmujer pudiera caer en las
manos de mi nueva novia por coincidencia. Pero incluso si eso era
exactamente lo que había pasado, todavía no entendía por qué Stella se
asustó tanto el otro día.
Levanté el diario.
—¿Así que esto es por lo que me has estado evitando? ¿Porque te diste
cuenta de que habías leído el diario de mi exmujer?
Ella continuó evitando mis ojos.
—Sí.
Me paseé unas cuantas veces, tratando de ver el rompecabezas
completo, pero me faltaban algunas piezas.
—¿Por qué? Si todo esto fue una gran coincidencia, ¿por qué no me lo
dijiste?
Stella estuvo callada mucho tiempo. Eso me estaba asustando.
—Respóndeme, Stella.
Levantó la mirada por primera vez. Tenía los ojos llenos de lágrimas,
y parecía completamente angustiada. Me sentí dividido entre querer
abrazarla y querer gritarle por cualquier locura que tuviera.
Desafortunadamente, esta última ganó, y espeté:
—Maldita sea, Stella. ¡Contéstame!
Ella saltó a su asiento y las lágrimas corrieron por sus mejillas.
—Porque... hay cosas... en las entradas del diario.
—¿Qué cosas?
Lexi y yo no tuvimos una gran relación, especialmente al final. Pero
nunca fui cruel con ella. No le había dado nada para que escribiera sobre lo
que asustara a Stella.
Stella empezó a llorar más fuerte.
—No quiero hacerte daño.
No podía soportar verla alterada, así que me acerqué y me arrodillé 270
delante de ella. Empujando mechones de pelo mojado de su cara, hablé en
voz baja.
—Relájate. Deja de llorar. Nada de lo que Lexi haya podido escribir en
un diario me va a hacer daño. Esto me duele, verte tan alterada. ¿Qué está
pasando, cariño?
Tratar de calmarla solo pareció molestarla más. Sollozaba, con los
hombros colgando. Así que la acerqué para darle un abrazo y la sostuve
hasta que se calmó un poco. Una vez que lo hizo, levanté su barbilla para
que nuestros ojos se encontraran.
—Háblame. ¿Por qué estás tan alterada?
Sus ojos saltaron entre los míos, y sentí como si estuviera viendo cómo
se rompía su maldito corazón.
—Lexi... —Se sorbió los mocos—. Habla de tener una aventura.
Pestañeé unas cuantas veces.
—Está bien... Bueno, no sabía que tenía una aventura. Pero supongo
que no puedo decir que esté sorprendido. La atrapé en mentiras sobre cosas
sin sentido a lo largo de los años, y en un momento dado sospeché que
podría estar viendo a alguien, aunque siempre lo negó. Lexi es bastante
egoísta e hizo algunas cosas turbias, incluyendo esconder dinero y
desaparecer hasta tarde por la noche. ¿Eso es lo que te ha estado
carcomiendo? ¿Creíste que me molestaría averiguarlo? No es agradable
oírlo, pero esa parte de mi vida se ha acabado.
Stella cerró los ojos y sacudió la cabeza.
—Hay más.
—Bien... ¿qué? ¿Qué es?
—El hombre con el que se acostaba, escribió que era tu mejor amigo.
Mi cara se arrugó.
—¿Jack?
—Nunca dice su nombre, pero se refiere a él con la letra J... y... —
Stella tragó una vez más y respiró profundamente—. Lexi no sabe quién es
el padre.
Tenía que estar en una seria negación, porque no tenía ni idea de qué
demonios estaba hablando.
—¿Padre de quién? ¿Qué quieres decir?
El labio de Stella tembló.
—Charlie. No sabe quién es el padre de Charlie. Se acostaba con
ambos en el momento en que fue concebida.
271
275
32
Pasó casi una semana y todavía no había visto a Hudson. Aunque
supuse que tenía más derecho a desaparecer que yo cuando lo estaba
evitando.
Sospeché que le dijo algo a su hermana, ya que Olivia nunca
mencionaba su nombre. Las últimas muestras de Signature Scent llegaron,
las fotografías que grabamos en California para las cajas fueron aprobadas,
y hoy jueves el almacén empezó a enviar los pedidos que llegaron del Canal
de Ventas en el Hogar. Fue un día monumental; el sueño que tuve durante
años se hizo realidad. Sin embargo, no quería nada más que ir a casa y
meterme en la cama.
276
Pero Fisher no dejó pasar la ocasión, sin importar cuántas veces le
dijera que no estaba de humor. Así que acabé encontrándome con él para
cenar después de salir del almacén. Ya estaba sentado en una cabina
cuando llegué, con un balde de hielo junto a la mesa.
Me senté en el asiento de enfrente.
—Muy bien, ahora sé que las cosas van mal. Acabo de verte entrar. La
anfitriona tiene un jarrón gigante de flores en su podio, y ni siquiera
intentaste olerlas.
Intenté sonreír.
—No parece que deba oler las flores hoy.
—Ahí es donde te equivocas. Hoy es precisamente el día en que
deberías detenerte a oler las flores, mi Stella Bella. Pusiste tu corazón en
este negocio, y hoy tus primeros pedidos comenzaron a ser enviados. —
Levantó la botella del cubo de hielo y llenó una copa vacía delante de mí
antes de llenar la suya—. Incluso me lancé por las cosas buenas.
Aunque, por supuesto, tenía buenas intenciones, al ver la etiqueta
dorada de la botella de champán, la del champán que robamos de la boda
de Olivia hacía meses, sentí como si se cerrara el círculo por completo. Y el
círculo sí se había cerrado. Hudson y yo empezamos y terminamos con estas
botellas. Una sensación de pesadez se instaló en mi pecho.
Fisher levantó su copa como un brindis.
—Por mi chica de los pantalones elegantes. Trabajaste bajo la lluvia
durante años y finalmente conseguiste tu arco iris.
Sonreí.
—Gracias, Fisher.
El camarero vino y tomó nuestros pedidos. No estaba de humor para
comer, pero sentí que debía esforzarme al máximo porque Fisher se
esforzaba mucho.
—Así que supongo que no has sabido nada de Hudson.
Suspiré mientras mis hombros se hundían.
—No ha estado en la oficina. A veces recibo correos electrónicos de
negocios, pero siempre llegan muy temprano en la mañana, como a las
cuatro de la mañana. Sigue trabajando, pero desde casa, y no me habla a
nivel personal.
Fisher bebió su champán.
—¿Así que ni siquiera sabes si se ha enfrentado a su exmujer? ¿Le
dijo que sabe lo del diario y todo lo que hay en él?
Sacudí la cabeza.
—Se llevó el libro cuando se fue, pero no tengo ni idea de lo que ha 277
hecho con él o con quién ha hablado.
—No puede echarte en cara esto para siempre. Nada de esto es tu
culpa.
—Ni siquiera estoy segura de que crea que es una coincidencia que yo
tuviera el libro.
—¿Cómo podría no ser una coincidencia?
—Piensa en ello. ¿Me presenté en la boda de su hermana, una mujer
que no conocía de antes, después de leer el diario de su exmujer?
—Pero no sabías que era su exmujer.
Me encogí de hombros.
—Lo sé... pero parece muy conveniente.
—Entonces, ¿qué piensa él? ¿Lo acosaste o algo así? ¿Leíste el diario
de su exmujer, de alguna manera descubriste quién es, y te propusiste hacer
que se enamorara de ti? Eso es un poco menos que un conejo hirviente de
una película de Glenn Close.
Sacudí la cabeza.
—No sé lo que piensa.
—Bueno, ¿quieres saber lo que pienso yo?
—¿Tengo elección?
—Por supuesto que no, chica tonta. —Fisher extendió la mano hacia
el otro lado de la mesa, tomó la mía y la apretó—. No creo que ninguna de
las cosas que sucedieron fueran coincidencias. Creo que la vida es una serie
de escalones que se ramifican en todas las direcciones. No tenemos ni idea
de qué camino debemos seguir, así que tendemos a caminar en línea recta
y a seguir las piedras más grandes, porque eso es lo más fácil de hacer. Las
coincidencias son las piedras más pequeñas que te llevan a un camino que
se desvía. Si eres lo suficientemente valiente, sigues esas piedras, y terminas
exactamente donde debes estar.
Sonreí con tristeza.
—Eso es hermoso. ¿Cuándo te volviste tan sabio?
—Hace unos diez minutos, cuando estaba sentado en esta mesa y el
camarero se acercó. La anfitriona me preguntó si quería una mesa alta o
una cabina. Dije una mesa alta, pero me acompañó a esta cabina de todos
modos. Podría haberle dicho que no era lo que pedí, pero en vez de eso seguí
una de las piedrecitas por un nuevo camino y mira lo que me trajo.
Mi frente se arrugó.
—Estoy perdida. ¿Qué te ha traído? 278
Nuestro camarero se acercó, llevando una bandeja con nuestro
aperitivo. Puso el plato en el centro de la mesa y le mostró una sonrisa
deslumbrante a Fisher.
—¿Puedo traerle algo más?
—No por el momento. ¿Pero quizás más tarde?
Los ojos del camarero brillaron.
—Lo tiene.
Después de irse, Fisher tomó un palito de mozzarella y me guiñó un
ojo.
—A él. Ese camino me trajo a él, y creo que es exactamente donde se
debo estar en unas horas.
283
33
La última semana había sido agotadora.
Aunque ayer por la mañana fue la peor. Debía tener los resultados de
mi ADN a las nueve de la mañana, pero el laboratorio se retrasó. Stella se
quedó para estar conmigo cuando lo descubriera, pero tenía una reunión a
la hora del almuerzo con un vendedor a la que no podía faltar. Lo que resultó
ser lo mejor, porque lloré como un maldito bebé cuando finalmente me
llamaron cerca del mediodía y confirmaron que mi pequeña... no era
realmente mía.
Para cuando Stella llegó por la noche, estaba entumecido y borracho
como una cuba. Me desmayé a las nueve, lo que probablemente hizo que 284
estuviera despierto desde las tres de la mañana, mirando al techo.
¿Cómo demonios iba a mirar a Charlie a los ojos sabiendo que no era
mía? Me sentiría como un maldito fraude mintiéndole. Solo tenía seis años,
pero siempre fui honesto con ella. Quería que confiara en mi palabra, como
yo en la de mi padre. Y ahora todo eso estaba arruinado. No dejaba de pensar
en una conversación que tuvimos hace unos meses. Me dijo que no había
roto la manija de un gabinete de cocina, una que a menudo la sorprendía
usando como escalón para llegar a la encimera.
Por la forma en que el tornillo estaba doblado, sabía que me estaba
mintiendo. Así que me senté con ella y le expliqué que, sin importar lo mala
que fuera la situación, mentir sobre ello siempre era peor que lo que
intentabas ocultar. Esa noche vino a mí con la verdad y me dijo que le dolía
el estómago. Estaba bastante seguro de que la culpa retorció su pequeña
barriga en un nudo. Estaba a punto de tener una enorme úlcera por la
mentira que encubría.
Hacia las seis de la mañana el sol empezó a entrar por la ventana del
dormitorio. Un rayo de sol cortó una delgada línea a través del hermoso
rostro de Stella, y me giré de lado para verla dormir. Parecía tranquila, lo
que me dio un poco de consuelo, ya que sabía que las últimas semanas
fueron tan estresantes para ella como para mí. No podía imaginar cómo se
sintió en el momento en que armó el loco rompecabezas. Debió ser muy
parecido a lo que yo sentía ahora, como si el suelo se desprendiera de mi
mundo y ya no tuviera apoyo.
Como si sintiera que la miraba, sus ojos se abrieron.
—¿Qué estás haciendo? —me preguntó aturdida.
—Disfrutando de la vista. Vuelve a dormir.
Sus labios se curvaron con una sonrisa soñolienta.
—¿Cuánto tiempo llevas despierto?
—No mucho.
Sonrió.
—Horas, entonces, ¿eh?
Me reí entre dientes. La dificultad con las almas gemelas era que
cuando compartías un vínculo como el que tenías con otro humano se les
daba muy bien decir tonterías cuando tratabas de ocultar el dolor de tu
corazón.
Aparté un mechón de cabello de su cara.
—No sé qué habría hecho sin ti esta última semana.
—Sin mí no habrías tenido la peor semana de tu vida.
Sacudí la cabeza. 285
—Se descubriría algún día. Puedes huir de las mentiras, pero la
verdad siempre te alcanza.
Suspiró.
—Supongo que sí.
—Creo que he decidido cómo voy a lidiar con las cosas con mi exmujer.
—¿Lo has hecho?
Asentí.
—Creo que es mejor que siga sin decirle nada a Lexi.
—Oh... vaya. Bien. ¿Cómo llegaste a esa decisión?
—Lo más importante es que Charlie no salga lastimada. Soy el único
padre que ha conocido, y ahora mismo es demasiado joven para lidiar con
el hecho de que todo en su vida sea una mentira. Necesita estabilidad, rutina
y predictibilidad, no que yo haga que las cosas se derrumben solo para
arruinar a mi exmujer. Lexi quiere que le dé la manutención y la pensión
alimenticia. A Jack le va bien estos días, pero no puede permitirse la vida
cómoda que yo pago, confía en mí. Así que creo que es mejor que piense que
está guardando un gran secreto. Si supiera que lo sé, se sentiría amenazada
financieramente, y no me extrañaría que fuera rencorosa y le dijera a una
niña de seis años que su padre no es realmente su padre.
Froté el brazo de Stella.
—Le envié un mensaje a Jack antes para hacérselo saber, porque
parecía lo correcto. Dijo que la biología no hace una familia y que ella es
mía. No parece interesado en tratar de entrar en la vida de Charlie.
Desprecio al tipo, pero tiene razón. Charlie es mi hija, no importa lo que diga
la biología. No tener mi ADN no cambia eso. Algún día cuando sea mayor y
esté lista... —Empecé a ahogarme—, le diré que no es mía.
Stella sonrió con tristeza.
—Creo que eso tiene mucho sentido. Aunque no puedo imaginar que
sea fácil para ti tratar con tu exmujer, sabiendo lo que sabes.
Sacudí la cabeza.
—Definitivamente no. Pero está bien. Haré lo que sea mejor para mi
hija... para Charlie.
Stella extendió la mano y acarició mi mejilla.
—No te corrijas cuando digas mi hija. Tú eres el padre de Charlie.
Porque un padre es alguien que pone las necesidades del niño antes que las
suyas propias, y estoy bastante segura de que eres el único de los tres
adultos de esta ecuación que siempre lo ha hecho. 286
Asentí.
Stella me acarició el brazo en silencio durante unos minutos. Nos
acostamos de lado, uno frente al otro, y mi mano descansó en la cama entre
nosotros. Aunque, cuando intentó entrelazar sus dedos con los míos, me di
cuenta de que mi mano no había estado realmente descansando en la cama.
Era un puño.
Soltó mis dedos.
—Estás muy tenso.
—Sí. Probablemente debería ir a correr para quemar algo de la
tensión.
—¿Tienes que estar en algún sitio hoy o hacer algo?
Sacudí la cabeza.
—No planeo ir a la oficina para mi habitual medio día de sábado.
Levantó mi mano y se la llevó a los labios.
—Sabes, se me ocurre una forma mucho más agradable de quemar
algo de energía que correr.
Incluso con una noche de insomnio y la conversación que acabábamos
de tener, la sensación de los labios de Stella en mi mano y la mención de
correr ya hizo que mi humor cambiara para mejor.
—¿Ah, sí? ¿Qué tenías en mente?
Me dio un suave empujón para que me pusiera de espaldas y se subió
encima. A horcajadas sobre mis caderas, levantó la camiseta que llevaba
puesta para dormir sobre su cabeza. Sus pechos llenos tenían la mejor
inclinación natural. Cuando me senté para tocarlos, Stella levantó su dedo
índice y lo movió de un lado a otro.
—No. Este es tu alivio del estrés. Solo recuéstate y déjeme hacer todo
el trabajo.
Doblé los brazos detrás de mi cabeza, asumiendo que ella quería decir
que iba a estar arriba. Pero en vez de eso, retrocedió y se sentó en mis
muslos. Su pequeña mano sacó mi polla de mi chándal, y sus dedos la
envolvieron con fuerza. La apretó con fuerza y se lamió los labios, luego se
inclinó hasta la cintura y deslizó su lengua por mi corona.
Sus ojos brillaron diabólicamente mientras lamía el líquido
preseminal de la punta y me miraba.
—Muéstrame. Muéstrame cómo quieres que te la chupe.
Gemí y metí mis dedos en su cabello. Los ojos de Stella se cerraron. 287
Bajó la mandíbula y se llevó casi toda mi longitud a su boca con un suave
movimiento.
Joder.
Mucho mejor que correr.
Esto iba a ser vergonzosamente rápido, pero muy jodidamente
necesario. Como si sintiera exactamente lo que se necesitaría, Stella se puso
a trabajar. Mi eje entero pronto estuvo empapado con su saliva... el tipo de
humedad que cada vez que se movía hacia abajo y retrocedía hacía el más
sexy sonido de gorgoteo. Me llevó hasta que me golpeé en la parte posterior
de su garganta y luego se movió una y otra vez. Fue el sentimiento más
glorioso del mundo y a la vez una tortura. Tenía muchas ganas de levantar
mis caderas y empujar hasta su garganta, pero no quería hacerle daño.
Después de unos minutos, me soltó y levantó la mirada. Mi mano aún le
agarraba el cabello, y Stella la cubrió con la suya y se hundió más
profundamente.
—Muéstrame. Muéstramelo.
Joder.
Bajó la boca de nuevo, y esta vez, después de dos deslizamientos, no
pude soportarlo más. Hice exactamente lo que me pidió, y cuando llegó al
punto de retirarse o hundirse, ese lugar en la parte posterior de su garganta
donde empezaría a retroceder, le di un suave empujón para que bajara más
la cabeza. Y ella abrió su maldita garganta, la abrió completamente, y me
tragó hasta el fondo.
—Jodeeeeeer.
Fue capaz de hacer eso todo el tiempo y esperó a que se lo pidiera.
Por Dios.
Ya era perfecta. Pero ahora...
Stella se retiró, con las mejillas ahuecadas mientras me succionaba
hasta la punta. Hizo un dulce murmullo de aprobación cuando envolví con
su cabello mi puño y bajé su cabeza otra vez. Solo duré dos lamidas más
antes de que mi liberación me llenara repentinamente.
—Voy a correrme... —gemí y aflojé mi agarre en su cabello.
Pero no se detuvo.
—Stella... cariño... —Esta vez usé el cabello aún suelto en mi mano
para tirar de ella un poco hacia atrás, sin estar seguro de lo fuerte que era
mi voz. Pero eso solo causó que me tomara más profundo.
Joder. Quiere que me corra por su garganta.
Stella no tuvo que esperar mucho. Después de una succión más, dejé
salir un chorro pulsante que parecía no terminar nunca. De hecho, empecé 288
a preocuparme un poco por cuánto tiempo duraba, pero mi dulce chica se
tragó cada gota.
A pesar de que ella hizo todo el trabajo duro, mi cabeza yacía en la
almohada y me quedé sin aliento. Stella se limpió la boca y subió por mi
cuerpo. Tenía la sonrisa más tonta en su rostro.
—Jesús... eso fue... siento que me tienen que enseñar a caminar de
nuevo.
Se rio.
—¿Significa eso que tu estrés se ha aliviado?
—Sí. A menos que piense en cómo diablos aprendiste a hacer eso.
—En realidad, es gracioso, una mujer en uno de mis diarios estaba
teniendo problemas al intentar hacerlo, así que compró un video instructivo.
Yo también lo compré porque tenía curiosidad.
Cerré los ojos y me reí.
—Esos diarios. Van a ser mi muerte, ¿verdad?
Epílogo
8 meses y medio después
Querido Diario,
Esta noche Stella se durmió delante de mí, y la observé. De vez en
cuando había un pequeño tic en la comisura de su labio, y su boca se
levantada. No duró mucho, un segundo o dos, pero lo encontré hipnotizante.
Espero que estuviera soñando conmigo, porque quiero hacer realidad todos
sus sueños, como ella ha hecho los míos.
Hudson
289
Apreté mi nuevo diario contra mi pecho. ¿En serio? ¿Cómo había
tenido tanta suerte? Hudson y yo nos mudamos juntos unos meses después
del lanzamiento público de Signature Scent, aunque no es que necesitara
un compañero Por primera vez en mi vida podía permitirme mi propio
apartamento en la ciudad de Nueva York. Podría pagar un buen depósito
para una casa propia, ya que mi negocio funcionaba mejor de lo que imaginé
en mis sueños. Oprah incluso había puesto mi pequeño invento en su lista
de regalos favoritos para este año. Ahora teníamos una edición especial de
la caja de aromas de San Valentín, y muy pronto una versión masculina
estaría lista para ser lanzada. Trabajé largos días escribiendo los nuevos
algoritmos, pero ahora el personal experimentado de Inversiones Rothschild
se había hecho cargo, y finalmente sentí que encontré el equilibrio entre el
trabajo y la vida privada que siempre quise.
Hudson Rothschild hizo realidad todos mis sueños y algunos más.
Incluso me sorprendió con un viaje a Grecia para celebrar el envío de
nuestro primer producto a nivel internacional. Nos habíamos alojado en el
hotel más increíble de Mykonos. Cuando llegamos, me pareció vagamente
familiar. Pero no fue hasta que entré en nuestra suite que me di cuenta de
por qué. El hotel que nos reservó era el que elegí hacía casi un año mientras
planeaba unas vacaciones de ensueño en el vestíbulo de su oficina y
esperaba a hablar con él. Lo recordó por la rápida mirada que le lanzó a mi
pantalla.
En cuanto a mi pasatiempo de lectura de diarios... bueno, dejé de
comprarlos. Temía que tener diarios por ahí le recordara a Hudson cosas
difíciles. Hacía unos meses se dio cuenta y me preguntó por qué había
dejado de hacerlo. Le dije que ya no necesitaba leer sobre la vida de otras
personas, porque mi historia de amor superaba a cualquier otra que se
pudiera escribir. No mentí, por supuesto, pero Hudson me conocía bien.
Sabía que extrañaba leerlos y probablemente supiera la razón por la que los
había dejado. Por eso me sorprendió con un diario la semana pasada, uno
que mantuvo en secreto durante meses. Era la cosa más dulce y romántica
que alguien hubiera hecho por mí. Bueno, la mayoría de las anotaciones
eran dulces, algunas eran sucias.
Por ejemplo... hojeé una docena de páginas y releí una de mis
favoritas.
Querido Diario,
Hoy ha sido un día particularmente duro, en más de un sentido, pero
maldita sea si no es la verdad. Mi chica lleva en la costa oeste casi una
semana. Esta mañana cuando me desperté estaba acostado sobre su
almohada. Inhalar su olor hizo que mi usual esencia matutina fuera imposible
de desinflar por sí misma. En lugar de luchar, cerré los ojos y saqué su
almohada de debajo de mi cabeza para cubrirme la cara. Respirando
profundamente, me acaricié la polla, imaginando que mi puño apretado era
su hermoso coño. No existe ningún sustituto para lo de verdad, pero me 290
imaginé que estaba sentada encima de mí, apretando con fuerza para tomar
hasta el último centímetro en su interior. Echaba la cabeza hacia atrás cuando
se acercaba, con sus hermosas tetas rebotando arriba y abajo y me dolían
las ganas de tener mi boca en ellas. Esperé hasta después de que llegara y
luego empujé tan profundamente que parte de mi semen seguiría en ella la
próxima vez que tuviera que irse.
Hudson
Otra de mis favoritas era unas cuantas páginas atrás. Era una historia
que nunca me había contado, pero me calentó el corazón.
Querido Diario,
Hoy llevé a Charlie a desayunar y le dije que Stella se mudaba.
Después, íbamos caminando a casa y pasamos por un parque. Dentro había
dos niñas pequeñas, tal vez un año más jóvenes que ella. Saltaban con los
ojos muy abiertos y con grandes sonrisas en sus rostros. Señalé a las niñas
y dije: “¿por qué crees que están tan entusiasmadas?”. La respuesta de
Charlie fue: “tal vez la novia de su papá también se mude con ellas”.
Hudson
El hombre por el que estaba babeando salió al patio trasero. Me
encontraba sentada en una mecedora en la cubierta junto al fogón, con
Hendricks a mis pies.
Hudson sacudió la cabeza.
—Mi fiel amigo parece olvidar quién es su amo.
Sonreí. El perro pastor que le había comprado a Hudson para Navidad
se convirtió en mi sombra últimamente. No estaba segura de por qué, ya
que todo lo que parecía hacer era gritarle por comerse mis zapatos y
muebles. Tomó una eternidad enseñarle, solo para que tomara el nuevo y
encantador hábito de roer las patas de las mesas de café de mil dólares.
Para ser honesta, Hendricks era un dolor en el culo en su mayor parte. Pero
ver la mirada en el rostro de Hudson la mañana de Navidad cuando se dio
cuenta de que finalmente había conseguido el perro que deseaba de niño
hizo que todo el caos valiera la pena.
Ahora tenía una copia de la foto que Olivia tenía enmarcada en la
chimenea de su sala de estar en mi propia mesilla de noche, la que mostraba
a Hudson soplando las velas de su cumpleaños y pidiendo como deseo un
perro pastor mientras le cubría la boca. Y sí, había nombrado a nuestro
perro por la ginebra que nos unió.
—Es solo porque soy la que normalmente le da de comer —dije. 291
Los ojos de Hudson se centraron en el libro que tenía en mis manos.
—Recuerda nuestro trato, se supone que solo debes leer uno al día.
—Lo sé. Estaba releyendo algunos de mis favoritos. Todavía tengo el
mío para leer hoy.
—De acuerdo. Voy a correr a la tienda a comprar una botella de vino
para llevarla a casa de Olivia esta noche. Llevaré a Hendricks para que
camine. ¿Algo más que deba comprar mientras estoy fuera?
Hoy era el primer aniversario de bodas de Mason y Olivia, así que
íbamos a su casa a cenar. Se acababan de mudar de Manhattan a una casa
a unas pocas cuadras de distancia. Me preguntaba si Hudson se daba
cuenta de que no era solo su aniversario, sino también el nuestro. Hacía un
año hoy bebí un poco de ginebra y conocí al amor de mi vida. Aunque el
amor no era exactamente el sentimiento que sentía cuando me subí al taxi
para huir de la escena esa noche. Le compré un pequeño regalo para
conmemorar el aniversario de nuestro encuentro y pensé en dárselo más
tarde cuando llegáramos a casa.
—No, no creo que necesitemos nada más que vino. Ya he hecho un
pastel de postre.
—Está bien. Regreso en veinte minutos.
—Está bien. Podemos ver el atardecer antes de ir a casa de Olivia.
Hudson empezó a entrar en la casa, pero se detuvo y se giró con un
dedo de advertencia.
—Recuerda, solo un día. No vale leer más.
—No lo haré.
Escuchando sus pasos caer, suspiré y abrí mi diario de nuevo. Solo
me quedaban unas veinte páginas más. Y la siguiente entrada era
condenadamente corta. Probablemente podría leer el libro entero antes de
que regresara, y él ni siquiera lo sabría. Pero en vez de eso saborearía las
páginas como él quería que hiciera.
Al menos... eso es lo que planeé.
Hasta que realmente leí la siguiente anotación corta...
Querido Diario,
Hoy fui de compras. No sé mucho de joyería, así que me llevé a mi
hermana conmigo. Fue un verdadero dolor de cabeza.
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