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¡Cuidémonos!
CRÉDITOS
Proyecto Compartido por los foros Endless Love &
Simply Books
Traducción
3
Mona
Corrección

Clau
Lectura final

OnlyNess

Diseño

Bruja_luna_
Índice
IMPORTANTE ___________________ 2 CAPÍTULO 18 __________________ 186
CRÉDITOS ______________________ 3 CAPÍTULO 19 __________________ 197
SINOPSIS _______________________ 5 CAPÍTULO 20 __________________ 207
CAPÍTULO 1 _____________________ 7 CAPÍTULO 21 __________________ 215
CAPÍTULO 2 ____________________ 16 CAPÍTULO 22 __________________ 223
CAPÍTULO 3 ____________________ 27
CAPÍTULO 4 ____________________ 42
CAPÍTULO 23 __________________ 233
CAPÍTULO 24 __________________ 242
4
CAPÍTULO 5 ____________________ 54 CAPÍTULO 25 __________________ 251
CAPÍTULO 6 ____________________ 68 CAPÍTULO 26 __________________ 259
CAPÍTULO 7 ____________________ 78 CAPÍTULO 27 __________________ 269
CAPÍTULO 8 ____________________ 89 CAPÍTULO 28 __________________ 279
CAPÍTULO 9 ____________________ 98 CAPÍTULO 29 __________________ 285
CAPÍTULO 10 __________________ 109 CAPÍTULO 30 __________________ 292
CAPÍTULO 11 __________________ 118 CAPÍTULO 31 __________________ 298
CAPÍTULO 12 __________________ 131 CAPÍTULO 32 __________________ 308
CAPÍTULO 13 __________________ 141 CAPÍTULO 33 __________________ 316
CAPÍTULO 14 __________________ 150 EPÍLOGO _____________________ 322
CAPÍTULO 15 __________________ 158 ¡ADIVINA LO QUE VIENE! ________ 329
CAPÍTULO 16 __________________ 167 ACERCA DE LAS AUTORAS ________ 330
CAPÍTULO 17 __________________ 175
SINOPSIS
De las autoras de bestsellers del New York Times Vi Keeland y Penelope
Ward llega un nuevo romance en solitario.

Regla número uno para salir con la hermana de tu mejor amigo: No lo hagas.
Simplemente no lo hagas.
Sobre todo, cuando tu mejor amigo ha muerto y lo último que te hizo prometerle
fue que cuidarías a su hermana menor, pero no demasiado bien.
Como músico cuya relación de compromiso más larga fue de seis semanas, yo, 5
Holden Catalano , era el último tipo en la Tierra que debería haber estado liándome

conLaney Ellison .
La chica súper inteligente a la que cariñosamente apodé Lala desde la infancia
siempre estaba fuera de los límites.
Aunque eso no me impidió pensar en ella a lo largo de los años, sobre todo
aquellas veces en que los dos nos escapábamos a la azotea y hablábamos durante
horas después de que mi amigo se durmiera. Era inocente, pero siempre había
sentido algo por ella.
Tras la muerte de Ryan, juré proteger siempre a Lala. Eso incluía protegerla de
mí.
Ya adulta y científica, Lala necesitaba un lugar donde quedarse cuando aceptó
un puesto temporal de investigación en Nueva York. Pensé que había hecho lo
correcto ofreciéndole un apartamento en el edificio del que era copropietario con mis
tres amigos.
Pero tenerla cerca reavivó todos esos viejos sentimientos.
Y las cosas empezaron a complicarse.
Sobre todo, porque ella estaba comprometida.
Y sobre todo porque, últimamente, había notado algo más en sus ojos. Deseo.
Lala no me miraba exactamente como la figura del hermano platónico que yo
intentaba ser tan desesperadamente, aunque la deseaba más de lo que nunca había
deseado algo.
Sin embargo, me estaba portando bien.
Pero ya sabes lo que dicen... todo lo bueno se acaba, ¿no?

6
CAPÍTULO 1
Holden
¿Q
ué diablos es esto?
Recogí el sobre que mis padres me habían enviado por
correo y volví a mirar el sobre más pequeño que había encontrado
dentro. El más grande tenía la dirección de mi madre. Pero la letra
del otro se parecía mucho a la mía, aunque más desordenada. Sin embargo, yo no me
había enviado nada a mí mismo por correo, ni mucho menos a casa de mis padres en
Filadelfia. ¿Y por qué alguien me enviaría correo a casa de mis padres y luego
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pondría también mi nombre como remitente?
Entonces me di cuenta.
¡Mierda!
¡De ninguna manera!
Había puesto la dirección en el sobre, ¡hace mucho tiempo!
En décimo curso, mi profesor de escritura creativa, el señor Wolf, había hecho
que todos sus alumnos escribiéramos una carta a nuestro yo de treinta años sobre lo
que era importante para nosotros en aquel momento. Las habíamos entregado
selladas y franqueadas, y él había prometido enviarlas por correo a todos el año en
que cumpliéramos los treinta. Por supuesto, yo vivía entonces en casa de mis padres,
así que allí había dirigido mi sobre.
Madre mía. No recordaba nada de lo que había escrito, pero tenía curiosidad
por saberlo. Mi yo de quince años no se había portado tan bien. Así que abrí la carta
y desdoblé un pedazo de hoja suelta.

Hombre,
Por si lo has olvidado —porque cuando recibas esta carta ya serás un
anciano—, el señor Wolf nos hizo escribirnos cartas a nosotros mismos. Se supone
que debemos escribir sobre lo que es importante para nosotros, porque cree que
nuestras prioridades serán diferentes cuando tengamos treinta años. Puede que
esta sea la única tarea que me ha gustado este año, sobre todo porque trata de mí,
y soy increíble. Así que aquí va...
¿Qué es importante hoy para Holden Catalano? Bueno, esta es una pregunta
muy fácil de responder. ORAL. Es jodidamente increíble. Laurie Rexler me lo
presentó el mes pasado, y es prácticamente en todo lo que he podido pensar desde
entonces. Ella está en undécimo grado, y dijo que era la primera vez que lo daba.
Pero creo que está mintiendo, ya que no tuvo arcadas ni nada. De todos modos, el
sexo ORAL es glorioso. Probablemente por eso hay tantos nombres para eso:
mamada, trabajo bucal, sorber el pepinillo, felación, oral, garganta profunda,
engullir la perilla, hummer gummer, jingle bob, chupada, pulir la cúpula, tocar la
flauta de piel... Fíjate, solo hay UNA palabra para tareas. ¿Por qué? Porque los
deberes apestan y el ORAL es LA MIERDA.
Nota al margen: Señor Wolf, usted dijo que no iba a abrir estos. Pero en caso
de que lo haga, espero que esté recibiendo mucho ORAL. Especialmente de la
señora Damarco, al otro lado del pasillo. Porque está buenísima y parece que haría
una buena mamada. Apuesto a que incluso traga. Laurie Rexler no... todavía. Pero
estoy trabajando en eso. Si nos escribimos otra carta, le haré saber cómo resulta.
En fin... volviendo a mí y a lo que es importante hoy en día... La batería está
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ahí arriba de la lista junto con el ORAL. No podría vivir sin música. Y, por supuesto,
mis hermanos: Colby, Ryan, Owen y Brayden. También están muy arriba en la
lista. Aunque no se lo digamos, porque me romperían las pelotas durante un mes
por decir que son importantes para mí. Otras cosas...
Libertad
Mi cabello (que será mejor que siga teniendo cuando tenga treinta)
Mis padres
Por último, la batería. (Sé que ya lo dije, pero todo empieza y termina con la
batería. Nota para mí: tocar la batería mientras me consigo un ORAL acaba de
subir al principio de mi lista de tareas pendientes. ¿Cómo he tardado tanto en
pensar en eso?)
¿Qué más es importante? Casi tengo miedo de escribir esto por si se me cae
esta carta y Ryan de alguna manera se apodera de ella. Pero el señor Wolf dijo que,
si no podíamos ser honestos con nosotros mismos en una carta, nunca lo seríamos.
Así que tengo que mencionar a Lala. También conocida como Laney Ellison, la
hermana pequeña de mi mejor amigo Ryan. Es la única chica con la que realmente
puedo hablar de la vida. Siento algo por ella desde que tengo memoria. Pero es
dieciocho meses más joven, y Ryan patearía mi trasero si intentara ir allí. No puedo
decir que lo culparía, tampoco. Porque Lala Ellison puede hacerlo mucho mejor
que yo. Es una cerebrito, un verdadero genio. Probablemente termine curando el
cáncer o algo así algún día. Pero, aunque esté fuera de mis límites, sigue estando
en la lista de cosas importantes para mí. De hecho, me gusta tanto que, si pusiera
estas cosas en orden, Lala Ellison estaría antes que el ORAL. Eso es mucho decir,
¿no?
Supongo que eso es todo. No hay mucho más que me importe una mierda.
Además, me estoy aburriendo. Esto es lo más que he escrito en los últimos dos
años.
Más tarde,
Holden

P.D. Si aún no has aparecido en la portada de Rolling Stone, por favor,


patéate el culo.
P.P.D. Si Lala está soltera cuando recibas esto, y aún no has aprovechado tu
oportunidad, eres un marica gigante.
9
—Ya era hora. —Colby sacudió la cabeza—. Estábamos a punto de empezar
nuestra reunión sin ti. Ya sabes que el viejo grillete solo me deja salir una vez al mes,
y necesito aprovechar y empezar mi borrachera post-reunión.
Sacudí la cabeza. Este tipo estaba tan lleno de mierda. Viejo grillete mi culo.
Era el hombre casado más feliz que conocía, casado con una de las mujeres más
geniales que jamás había conocido. Pero como llegaba tarde, no se lo eché en cara y
estreché la mano de Owen y Brayden antes de sentarme a la mesa. Mis tres mejores
amigos y yo éramos propietarios de un edificio de apartamentos. Una vez al mes, nos
reuníamos en el bar local para hablar de los negocios del edificio. Por lo general,
nuestras reuniones solo duraban media hora. Luego pasábamos a una noche de
copas.
—Siento llegar tarde —dije—. La furgoneta de la banda se rompió de nuevo.
Una de las camareras habituales pasó por allí y me trajo una cerveza sin que
tuviera que pedírsela.
Le guiñé un ojo.
—Gracias, preciosa. —Me incliné hacia delante, tendí la botella y los cuatro
chocamos, nuestra versión del mazo que da por iniciada la reunión.
—Antes de empezar —dijo Owen—. ¿Recibieron las cartas que el señor Wolf
nos hizo escribirnos en décimo grado?
Colby asintió y se rió.
—¿Tienes la tuya? Yo conseguí la mía el año pasado, ya que soy un año mayor
que ustedes, nenes. Pero escribí mucho sobre mi cabello y la importancia de una pipa
limpia.
Nos reímos entre dientes.
—No debería decirles esto, porque es una invitación abierta a que me toquen
las pelotas —dijo Owen—. Pero escribí que mi nota los exámenes SAT era importante
para mí. Luego dediqué media página a las tetas de la señora Wagner. Olvidé que
estaba muy enamorado de ella.
Mi rostro se arrugó.
—¿La señora Wagner? ¿La profesora de matemáticas? Tenía como cincuenta
años, hombre.

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Owen arrugó la servilleta debajo de su cerveza y me la arrojó.
—No tenía cincuenta, idiota. Tenía como treinta, y tenía un gran busto.
—Lo siento —dije encogiéndome de hombros—. Supongo que estaba
demasiado ocupado fijándome en chicas más cercanas a nuestra edad. Ya sabes,
porque en realidad podía conseguir chicas de nuestra edad, a diferencia de ti.
—Vete al diablo. —Owen bebió la mitad de su cerveza y levantó la barbilla
hacia mí—. ¿Qué decía la tuya? Tu sueño era tener un auto que funcionara. —Le dio
un codazo a Brayden, que estaba sentado a su lado—. Algunas cosas nunca cambian.
De ninguna manera iba a mencionar que había escrito sobre la hermana
pequeña de nuestro amigo Ryan, Lala. Me darían un puñetazo o un sermón,
probablemente ambos. Y definitivamente no iba a decir que había bebido demasiado
anoche y la había llamado. Gracias a Dios que no contestó. ¿Qué diablos le habría
dicho, llamándola así de la nada?
—La mía trataba de las cosas verdaderamente importantes de la vida,
caballeros —les dije—. Al parecer era maduro para mi edad, porque mis prioridades
no han cambiado.
Brayden asintió y sonrió.
—Escribiste sobre masturbarte, ¿eh?
—No, idiota. Escribí sobre tocar la batería y conseguir mamadas.
Los chicos se rieron.
—Suena bastante bien —dijo Owen.
Señalé a Brayden. —¿Qué decía la tuya?
Sonrió. —Escribí dos frases: Para mí es importante hacer menos deberes. Por lo
tanto, este es el final de mi carta.
Sacudí la cabeza. —Me lo imaginaba.
Pedimos otra ronda de cervezas y nos pusimos manos a la obra. Colby habló
de sustituir algunos de los viejos aparatos de aire acondicionado del edificio por otros
nuevos de bajo consumo. Pensó que recuperaríamos el coste en la factura de la luz en
solo dos años. Owen nos habló de un edificio situado unas puertas más abajo que se
había vendido por mucho más de lo que creíamos que valía, y yo pasé los
presupuestos que había conseguido para el tejado nuevo que necesitábamos
desesperadamente.
Acabábamos de pasar a hablar de la renovación de los contratos de los
inquilinos y de cuánto íbamos a subir los alquileres, cuando mi celular vibró en mi
bolsillo. Lo saqué y mi corazón subió a mi garganta. El nombre de Lala apareció en la
pantalla. Mi primer instinto fue dejarla ir al buzón de voz, pero entonces estaría

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despierto toda la noche preguntándome si todo estaba bien con ella. Ya era bastante
malo que anoche hubiera tenido que emborracharme para dejar de pensar en ella el
tiempo suficiente para dormir. Así que me levanté de la mesa y salí del bar para
atender la llamada.
—¿Hola?
—¿Holden?
—¿Sí?
—Soy Laney... Lala.
Intenté hacerme el interesante.
—Hola, Lala. Cuánto tiempo sin hablar. ¿Qué tal?
—Acabo de ver tu nombre en mis llamadas perdidas de anoche. Quería
asegurarme de que todo iba bien.
Mierda.
—Uhh... lo siento. Debo haberte llamado sin querer o algo así. —Mentí entre
dientes—. Ni siquiera sabía que había llamado.
—Oh, eso es gracioso. Porque en realidad iba a llamarte este fin de semana.
—¿En serio?
—Sí, voy a estar en la ciudad una noche la semana que viene. Tengo una
entrevista para una beca de investigación que estoy intentando conseguir. Pensé que
tal vez podría pasar por el edificio de apartamentos que ustedes compraron y echarle
un vistazo y saludar a todos mientras estoy allí. Todos viven en el edificio, ¿verdad?
—Es correcto. ¿Qué noche vienes?
—El miércoles. Mi entrevista es el jueves por la mañana temprano.
—¿Dónde te vas a alojar?
—Todavía no he reservado hotel. Recibí la llamada sobre la entrevista ayer por
la tarde.
—Quédate conmigo. —Negué con la cabeza—. Quiero decir, puedes quedarte
con nosotros. Usamos una de las unidades del edificio para alquileres a corto plazo.
Estamos probando alquilarla como Airbnb. Las tarifas son más altas, y de momento
parece que hay demanda.
—Oh, vaya. ¿Crees que estará libre el próximo miércoles por la noche?
Si no lo está, cancelaré una reserva.
—Estoy bastante seguro de que lo está.
—De acuerdo. Sería estupendo. Así podré verlos y no tendré que apresurarme
para llegar al hotel. Me pierdo tanto en Manhattan.
—¿Vienes en auto o en tren?
—Creo que voy a conducir. 12
—Te mandaré un mensaje con un buen sitio para estacionar cerca del edificio
que no sea muy caro.
—Perfecto. Muchas gracias, Holden. Estoy deseando verlos.
Después de colgar, me quedé mirando el teléfono un rato. Cuando era
pequeño, el dicho favorito de mi madre era: “Las coincidencias no existen”. Nunca le
presté mucha atención, pero ahora esperaba que tuviera razón...

Hacía probablemente dos años que no entraba en Facebook. Pero ahí es


exactamente donde me encontraba después de llegar a casa del bar con una
borrachera a medianoche y releer tres veces la carta que me había escrito. Una frase
en particular la leí una y otra vez:

Si Lala está soltera cuando recibas esto, y aún no has aprovechado tu


oportunidad, eres un marica gigante.

Escribí Laney Ellison en la barra de búsqueda y fruncí el ceño al ver la foto de


perfil que aparecía. Era de ella con el Doctor Imbécil, así que fui por otra cerveza. La
foto debía de ser del día de su compromiso, porque el científico vestido con un
cárdigan había rodeado su hombro con un brazo y ella sostenía su mano hacia la
cámara, mostrando su anillo. Hice zoom en su dedo mientras engullía la mitad de mi
cerveza. Eso es una maldita piedrita. Lala se merece una roca enorme.
Me disgustaba aún más que el Doctor Imbécil no le hubiera comprado un anillo
decente.
—Bastardo tacaño —murmuré y pasé al resto de sus fotos.
La siguiente foto era de ella graduándose en Brown con su doctorado. Su madre
y su padre estaban orgullosos a su lado. Hice zoom y me fijé en la pequeña cruz que
llevaba al cuello. Era de Ryan, un regalo de sus padres cuando hizo la primera
comunión, el mismo día que yo. Siempre la llevaba puesta. Cuando murió, Lala se la
puso, pero no me había dado cuenta de que aún la llevaba. No me sorprendió. Esos
dos no eran como la mayoría de los hermanos. Ryan y Lala se habían llevado bien,
incluso cuando eran más jóvenes, antes de su diagnóstico. Él había sido súper
protector con ella. De ahí la razón por la que en uno de sus últimos días, me pidió que
cuidara a su hermana pequeña... pero no “demasiado bien”. Mi amigo probablemente
me estaría mirando ahora mismo, maldiciéndome solo por acosar.
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Pasé a la siguiente foto y mis ojos se abrieron mucho. ¡Mierda! ¡Bully sigue vivo!
Ryan había adoptado a ese bulldog gordo cuando estábamos en la escuela
secundaria, así que ya debía de tener por lo menos quince años. No podía creer que
siguiera vivito y coleando. La foto mostraba a Lala arrodillada delante del árbol de
Navidad con un brazo alrededor de Bully, y el perro llevaba un jersey navideño. Si
Ryan no estaba ya enojado porque estuviera acosando a su hermanita, esta foto de su
perro con un jersey sin duda iba a hacerlo. Levanté mi lata de cerveza al cielo.
—Lo siento, amigo. No lo sabía.
Pasé los siguientes quince minutos repasando el resto de las fotos de Lala,
aunque es posible que me detuviera en una en particular durante la mayor parte de
ese tiempo. Había una foto de Lala en bikini. Siempre había sido hermosa, con una
bonita figura, pero los años que habían pasado desde que le había robado miradas
en traje de baño en el patio trasero de Ryan habían convertido a la chica delgada en
una mujer con curvas peligrosas. Curvas que definitivamente me meterían en
problemas si me acercaba demasiado.
Cuando hice clic en la última foto, sentí como si me hubieran dejado sin aliento.
Era de Ryan y Lala sentados en un trozo de madera en la playa, y yo era quien la había
tomado. Ryan no tenía cabello desde su tercera ronda de tratamientos. Recuerdo que
se suponía que no le darían el alta hasta dentro de unos días, pero había convencido
a todo el mundo para que lo dejaran irse antes y así poder pasar su vigésimo segundo
cumpleaños con su pandilla. Owen, Brayden, Colby, Ryan, Lala y yo habíamos
conducido hasta Ocean City, el lugar al que todos habíamos ido después del baile de
graduación y que tantos buenos recuerdos nos traía. Habíamos pasado todo el día en
la playa y luego habíamos hecho una fogata, que no se apagó hasta después de que
saliera el sol. Fue un día que nunca olvidaría, sobre todo porque fue el último buen
día que tendríamos durante un tiempo, ya que Ryan falleció la noche siguiente.
En ese momento, cerré mi computadora portátil. Supongo que lo bueno de ver
esa foto fue que me impidió acosar a Lala. Si la foto de ella en bikini me había puesto
cachondo, esa última me había echado un cubo de agua fría por encima. Lo que fue
exactamente lo que necesitaba. Lala Ellison estaba fuera de mis límites, era la única
mujer en el mundo a la que no podía acercarme ni con un palo de tres metros. Bueno,
al menos hasta que llegara la próxima semana... y pasara la noche en el apartamento
que estaba justo al lado del mío.

Toc. Toc. Toc.


Dios mío, las palmas de mis manos realmente comenzaron a sudar. ¿Cuántos
14
años tenía, doce?
Lala había enviado un mensaje hacía unas horas diciendo que probablemente
llegaría sobre las cinco, y la hora en el microondas marcaba las 5:01. La última vez
que me sentí tan nervioso fue cuando mi grupo tocó en un festival delante de diez mil
personas. Tuve que limpiar las palmas de mis manos en mis jeans.
—Hola. —Sonreí al abrir la puerta. Pero mi sonrisa se marchitó cuando me di
cuenta de que Lala no estaba sola. Había alguien a su lado.
Lala miró a la pechugona pelirroja e hizo un gesto entre las dos con una sonrisa
vacilante.
—Subimos juntas en el ascensor y nos bajamos en la misma planta. Resulta que
íbamos al mismo lugar.
Fiona, la mujer que había conocido en un bar el fin de semana pasado, se
encogió de hombros.
—Perdona por pasarme sin llamar, pero estaba por el vecindario y pensé en
ver si estabas en casa. Olvidé algo en tu apartamento cuando estuve aquí.
—¿Lo hiciste?
Guiñó un ojo y señaló el interior.
—Creo que aún pueden estar unidas a la cabecera de tu cama. —Fiona miró a
Lala y luego a mí—. ¿Puedo ir a buscarlas y apartarme de tu vista?
Sin saber qué más hacer, me hice a un lado para que entrara Fiona. Mientras
tanto, Lala seguía delante de mi puerta con su maleta. Sacudí la cabeza y agarré el
picaporte.
—Lo siento. Pasa.
Antes de que pudiera meter el equipaje de Lala y cerrar la puerta tras nosotros,
Fiona salió pavoneándose de mi dormitorio. Levantó unas esposas.
—Las encontré.
Cerré los ojos. Estupendo. Simplemente genial.

15
CAPÍTULO 2
Lala
L
a puerta se cerró tras la pelirroja. Cuando volví a mirar a Holden, se
podría haber oído caer un alfiler.
—Puedo explicarlo... —dijo finalmente.
Extendí las palmas de las manos y me reí.
—Seguro que podrías, pero no creo que quiera escuchar hablar de eso.
Holden se pasó una mano por su espesa melena desgreñada.
16
—Punto justo.
Entonces su rostro se puso rojo. Holden parecía avergonzado. Su historia con
las mujeres no era un secreto para ninguno de nosotros, así que me sorprendió.
—Bueno, esa fue una forma jodidamente incómoda de saludarte. —Extendió los
brazos—. De todos modos, bienvenida al edificio, Lala.
—Gracias. —Caí en su cálido abrazo—. Estoy tan emocionada de estar aquí. —
Mi cuerpo zumbó al contacto de su pecho contra el mío.
Podía escuchar su corazón latiendo deprisa, lo cual era interesante. Tenía ese
delicioso aroma a recién salido de la ducha, jabón y colonia, mezclado con un
embriagador olor que era todo suyo; lo recordaba de la última vez que estuvimos tan
cerca, cuando bailamos en la boda de Colby y Billie.
Miré a mi alrededor.
—Tu casa es exactamente como la había imaginado, Catalano.
Enarcó una ceja. —¿Y eso por qué?
—Batería en la esquina. Muebles negros...
—Por favor, no digas esposas en el poste de la cama.
Suspiré. —Eso también.
Volvió a cerrar los ojos, aparentemente avergonzado, y luego esbozó la sonrisa
más hermosa.
Siempre había estado enamorada de Holden. Pero lo creas o no, no era
puramente físico. Cuando éramos más jóvenes, solíamos hablar mucho. Ryan nunca
supo de todas esas conversaciones privadas. Supongo que en algún momento me
había enamorado de todos los amigos de Ryan, pero nada comparado con lo que me
había pasado con Holden, y nunca había desaparecido. Dicho esto, de todos los
amigos de mi hermano, Holden era el último que Ryan habría aprobado para mí.
Holden no tenía madera de novio, aunque las mujeres (incluida yo) no pudiéramos
apartar los ojos de él. En realidad, Ryan se había dado cuenta de mi admiración por
Holden una vez. Me había sorprendido mirando cómo Holden salía de la piscina de
nuestro patio trasero y secaba su cuerpo semidesnudo un verano, cuando todos
éramos adolescentes. Mi hermano me había advertido que “ni se me ocurriera”. Ryan
quería a Holden, pero la idea de que Holden y yo estuviéramos juntos probablemente
lo habría matado... si no estuviera ya muerto.

aquí.
—Así que... —Holden dio una palmada—. ¿Deberíamos ir al lado?
—Sí. Estoy emocionada por verlo. Gracias de nuevo por dejar que me quede 17
—Por supuesto. Cualquier cosa por la hermana pequeña de Ryan.
—Gracias, aunque ya no soy precisamente pequeña.
—Me doy cuenta. —Sonrió.
Un escalofrío me recorrió la espalda cuando seguí a Holden hasta el pasillo y
vi cómo me abría el apartamento de al lado.
Eché un vistazo. Guau. El lugar era impresionante.
La sala de estar tenía muebles de cuero color crema que parecían nuevos. Un
par de mantas gruesas tejidas sobre el sofá y el sofá de dos plazas daban al espacio
un aire acogedor y moderno a la vez. Todo olía a nuevo. Era una planta abierta con la
cocina adyacente a la sala de estar, y la encimera de granito claro complementaba
los tonos tierra del resto del apartamento.
—Hicieron un gran trabajo montando esto. Es precioso.
—Sí, gracias. Como dije, estamos experimentando con alquilarlo como Airbnb.
Tuviste suerte de que estuviera disponible.
—¡Debería decirlo! —Me acerqué a la cocina—. Oh, gracias a Dios. Hay una
cafetera y cápsulas. Me preguntaba si tendría tiempo de tomar café por la mañana.
—Si necesitas algo, estoy aquí al lado —me recordó.
¿Cómo podría olvidarlo?
—Gracias.
El hecho de que este apartamento estuviera justo al lado del de Holden me
ponía tan nerviosa como me reconfortaba.
—Cuéntame sobre las aventuras frikis que te trajeron aquí.
Me crucé de brazos. —Te refieres a la entrevista del proyecto de investigación.
—Estoy bromeando. Pero eres demasiado lista para tu propio bien. Siempre
haces que el resto de nosotros parezcamos más idiotas de lo que somos. —Suspiró—
. De todos modos, en serio, cuéntamelo.
—Es una entrevista para una beca de investigación sobre los efectos de la
dopamina en relación con la enfermedad de Alzheimer.
—Interesante. —Se rascó la barbilla—. La dopamina es como una hormona
sexual, ¿verdad?
Por supuesto, su mente iría directamente a eso.
—Es un tipo de neurotransmisor que fabrica el cuerpo. Influye en cómo
sentimos placer. Demasiado o muy poco puede afectarnos negativamente. Pero sí, se
18
produce en respuesta a la estimulación sexual, entre otras cosas.
—Entonces, espera, ¿demasiada dopamina puede ser algo malo? ¿Puede hacer
que alguien pierda la cabeza?
—Bueno, cualquier cosa en exceso es malo, ¿no? Pero este estudio en concreto
se centra más en los niveles bajos de dopamina y el mayor riesgo de Alzheimer.
Él asintió. —Ah. ¿Así que cuanto más sexo tiene alguien... menos
probabilidades tiene de padecer Alzheimer?
Me aclaré la garganta. —La investigación parece apuntar en esa dirección, sí.
—Maldita sea. Estoy listo entonces. Mi cerebro estará afilado como una patena.
—Holden guiñó un ojo.
Puse los ojos en blanco.
—El sexo tiene muchos beneficios. Y muy pocas desventajas, siempre que
tengas cuidado.
—Siempre tengo cuidado —dijo, con expresión sincera.
—Bien.
—Especialmente con Colby como ejemplo —añadió.
Colby había dejado embarazada a la madre de su hija durante una aventura de
una noche unos cinco años antes de conocer a su esposa, Billie. Saylor era un regalo,
pero sin duda aquella había sido una dura lección para todos los chicos: un fallo de
juicio podía cambiar toda tu vida.
Ladeó la cabeza. —Cuéntame más sobre los beneficios del sexo.
—¿Hablas en serio?
—Más o menos. Principalmente estoy disfrutando al ver tu rostro ponerse rojo
ahora mismo.
Palpé mi mejilla. —¿Lo estoy?
—Un poco. Pero de verdad, estoy intrigado. Nunca pienso en las hormonas y la
mierda y cómo todo eso puede afectar a alguien a largo plazo. Pero es bueno saber
que el sexo tiene beneficios para la salud.
—El aumento tanto de oxitocina como de dopamina durante el orgasmo
aniquila el cortisol, que es la hormona del estrés.
Asintió. —Por eso la gente se siente tan relajada después.
—Bien.
—Pero nunca supe que esas hormonas podrían, como, proteger tu cerebro. Eso
es enorme. 19
—Casi todas las decisiones que tomamos, lo que metemos en nuestros cuerpos,
comida o no, repercute en nuestra salud general. —Sonreí—. ¿Sabes qué más
aumenta los niveles de dopamina?
—¿Qué?
—Música.
—Ah. Bien. Otra victoria para mí.
—¿Los escalofríos que seguro sientes en mitad de un gran set? Mucho de eso
es dopamina.
—Pero como dijiste, demasiado también puede ser malo, ¿no?
—Hay algunos efectos secundarios negativos de un exceso de dopamina, como
ansiedad, insomnio, deseo sexual demasiado elevado.
—Así que mi memoria será perfecta, pero continuaré yendo por la vida como
un perro cachondo con ansiedad ocasional. —Asintió una vez—. Entendido. Suena
bastante bien.
Me reí. —Gracias por la educación, Lala. Eres muy lista. —Holden sonrió—. Me
alegro de verte. Ha parecido una eternidad.
¿Me atrevo a sacar el tema?
—Sí, creo que la última vez fue en la boda de Colby.
—Sí. —Asintió lentamente—. Un año. Demasiado tiempo.
Sus ojos se clavaron en los míos e inmediatamente recordé el baile que él y yo
habíamos compartido en la boda. Warren había desaparecido para ir al baño. Levanté
la vista y, de repente, Holden estaba de pie en su lugar. Recuerdo que le pedí a Dios
que Warren no volviera y me encontrara bailando con Holden. Había sido una canción
lenta, y no quería que pensara que estaba pasando algo inapropiado. Pero tal vez
porque era yo la que pensaba cosas inapropiadas. Como un reloj, la canción terminó
y Holden abandonó la pista de baile justo antes de que Warren reapareciera. Mi
prometido, por lo tanto, no tenía ni idea de que acababa de compartir un baile con mi
amor platónico de la infancia.
Fue como si nunca hubiera sucedido, salvo por el hecho de que había seguido
pensando en ello toda la noche. Echaba miradas furtivas a Holden y me sentía
culpable porque no sabía qué era, pero aquel baile había tenido algo especial. ¿Creí
que a Holden le gustaba de esa manera? No. Pero su interrupción cuando Warren se
fue pareció bastante intencional. Tal vez la sensación sentimental de la boda lo había
afectado. Las bodas son un gran hito. Tienen una forma de hacer que te des cuenta de
que la vida nos está pasando por encima. Y me preguntaba si la canción lo había
emocionado por extrañar a Ryan. Como yo era lo más parecido a Ryan que había allí,
quizá por eso se había aferrado a mí en ese momento.
—De todos modos... —Holden interrumpió mis pensamientos—. Sé que hay
20
mucha gente ansiosa por verte esta noche. Colby y Billie están preparando la cena.
Querían que te llevara a su casa cuando terminaras de instalarte. Creo que ya
llegamos tarde.
Froté mi estómago. —Dios mío. Eso suena muy bien. Muero de hambre. Dame
un segundo.
Fui al baño, luego me reuní con Holden en la sala de estar y nos dirigimos al
apartamento de Colby.
La hija de Colby, Saylor, abrió la puerta y dio un respingo.
—¡Lala!
—¡Hola, cielo! Me alegro mucho de que te acuerdes de mí. —Me incliné para
abrazarla—. Estás creciendo tanto. No puedo soportarlo.
Ella y yo solo nos habíamos visto un par de veces, pero habíamos pasado un
buen rato juntas en la boda. La madre de Saylor nunca había estado en su vida.
Cuando Colby se casó, su esposa, Billie, había asumido el papel de su madre. Parecía
funcionar de maravilla.
Saylor extendió la mano para tocar mi cabello.
—¡Tu cabello es tan rizado!
Despeiné mi melena rubia. —¡Ya lo sé! Es un lío de locos.
—Es salvaje. Me encanta —dijo Holden desde detrás de mí.
—Gracias. —Me sentí un poco ruborizada.
Billie se acercó a abrazarme.
—¡Pensábamos que nunca aparecerías, Lala! ¿Por qué tardaste tanto?
Billie era una persona super genial a la que estaba deseando conocer mejor.
Era la dueña del salón de tatuajes del edificio; así se conocieron ella y Colby.
—¡Lo siento! —dije—. Había mucho tráfico. Y luego Holden me estaba
mostrando el apartamento.
—La tuve atada un rato. Culpa mía.
Espera, ¿qué? La fugaz imagen que conjuró fue bastante vívida. Me aclaré la
garganta.
—El apartamento es precioso. No puedo agradecerles lo suficiente por
dejarme quedarme aquí.
Aún vestido con un traje de tres piezas, Owen se acercó a abrazarme.
—¿Bromeas? Este es el edificio de Ryan. Siempre habrá un lugar para ti aquí.
Aunque tengamos que echar a Holden para hacer sitio. 21
—Me ofrezco como voluntario para patear su trasero yo mismo —dijo Brayden
mientras abría los brazos para abrazarme a continuación.
Había extrañado estar con estos chicos. Me recordaban mucho a mi hermano,
y podía sentir a Ryan aquí también.
Colby fue el último en aparecer. Había estado en la cocina y salió con un plato
de algo, que depositó en la mesa del comedor.
—¡Hola, Lala! —Se limpió las manos y se acercó para abrazarme.
Poco después, nos sentamos todos a cenar pasta, albóndigas, ensalada y pan
de ajo. Saylor proclamó con orgullo que ella sola había preparado la ensalada.
Durante nuestra comida, Colby me interrogó un poco.
—Entonces, Lala... —dijo—. Como Ryan no está aquí, espero que entiendas que
tenemos que hacer el papel de hermanos mayores protectores. Desafortunadamente,
tienes cuatro por el precio de uno.
—Cuatro hermanos, ¿eh? Eso suena como... mucho. —Me reí entre dientes.
—¡Tengo cuatro tíos! —dijo Saylor—. Tres aquí y uno en el cielo.
Sonreí. —Es verdad.
—Así que tengo algunas preguntas —continuó Colby—. En primer lugar, no sé
mucho sobre Warren. Parecía un gran tipo cuando lo conocí en la boda, pero en
realidad no lo conozco. Cuéntame más. ¿Por qué él, de entre todos los hombres del
mundo?
—Oh, déjala en paz. —Billie golpeó su brazo—. Ella no tiene que explicar sus
sentimientos a nadie. No siempre puedes articular qué es lo que te hace querer a
alguien. Cuando lo sabes, simplemente lo sabes. —Me sonrió.
—Lo siento. —Colby se encogió de hombros—. Creo que es una pregunta justa.
Miré a Holden, que me devolvía la mirada. Él, como todos los demás, parecía
esperar una respuesta.
Me limpié la boca y miré a Billie.
—Está bien. Él tiene razón. Ryan me habría hecho esa pregunta hace tiempo.
Habría insistido en pasar tiempo con Warren e investigarlo.
Brayden se cruzó de brazos.
—De acuerdo, ¿entonces por qué deberíamos aprobarlo?
—Bueno... —Hice una pausa—. Es súper inteligente. Divertido. Se preocupa de
verdad por mí. Me hace sentir segura. Es honesto, lo cual es muy importante para mí...
—Miré alrededor de la mesa.
22
—¿Eso es todo? —Colby se rió entre dientes.
Billie volvió a golpear su brazo. —¿Qué más quieres?
—Está curando el cáncer o alguna mierda, ¿verdad? —preguntó Owen.
—Es un investigador del cáncer, sí.
Holden jugó con su pasta.
—No quiero parecer estúpido, pero ¿qué hace exactamente un investigador del
cáncer? Como que va al trabajo y hace... ¿qué?
Me enderecé en mi asiento.
—Bueno, un día típico para Warren podría ser poner células cancerígenas bajo
un microscopio y ver cómo interactúan con un organismo concreto. Se necesitan
muchas horas de trabajo, ensayo y error, para conseguir pequeños avances en el
descubrimiento de lo que funciona y lo que no en términos de disminución del
crecimiento celular y, por tanto, de reducción de la carga de la enfermedad.
—Es un trabajo muy honorable —dijo Billie.
—Es un nerd honorable, sí —añadió Holden.
Levanté una ceja.
—Bueno, supongo que entonces somos perfectos el uno para el otro, ya que así
es como solías llamarme: nerd.
—Sí, pero sabes que lo digo con cariño. —Holden me guiñó un ojo.
Colby miró entre nosotros. Esperaba que no percibiera mis extraños
sentimientos por Holden. Recordé a Colby viéndonos bailar a Holden y a mí en la
boda. Parecía ser el único que se había dado cuenta.
Después del postre, me levanté de la mesa.
—Bueno, seguro que tienen que llevar a Saylor a la cama, y yo tengo que
prepararme para la entrevista de mañana, así que debería dejarlos en paz.
Billie se puso de pie.
—Tenemos que hacer esto todo el tiempo, si terminas consiguiendo el puesto.
Tal vez convertirlo en algo semanal.
Asentí. —Me encantaría.
Holden se levantó y me acompañó hasta la puerta.
Cuando la abrió y salió, lo miré.
—¿Tú también te vas?
23
—Sí. La cena terminó, ¿verdad?
Me despedí rápidamente de todos y seguí a Holden por el pasillo. Caminamos
juntos de vuelta a los apartamentos contiguos.
Holden se detuvo ante mi puerta y me entregó la llave. Nuestros dedos se
rozaron cuando la agarré.
Se quedó un momento en su sitio y, de repente, preguntó:
—¿Quieres entrar a tomar una copa conmigo?
Mi estómago se revolvió. ¿Por qué una simple pregunta me hacía reaccionar
así? Solo era una copa. Pero de alguna manera todo lo que tuviera que ver con Holden
me parecía... peligroso. No era que no confiara en él... o en mí misma. Simplemente
no creía que fuera una buena idea avivar las llamas de lo que fuera que había estado
rondando por mi cabeza desde el segundo en que llegué.
—Mejor no —le dije—. Tengo mucho que desempacar. Y necesito estar en
plena forma mañana por la mañana.
—Claro. Por supuesto. —Se miró los zapatos—. En otra ocasión entonces. —
Suspiró—. Cuando consigas el trabajo. Lo conseguirás. Porque eres Lala.
—Ojalá me sintiera tan segura.
—Lo harás muy bien. —Sonrió, sus ojos se detuvieron en los míos por un
momento.
Sí. Sin duda había una extraña tensión entre nosotros. Era la misma tensión que
había sentido en la boda de Colby e intermitentemente a lo largo de los años. Solo
que no podía estar segura de que él la sintiera de la misma manera que yo. Levanté
la mano.
—Bueno... buenas noches.
—Buenas noches, Lala.
Holden esperó a que entrara en el apartamento. Cuando la puerta se cerró tras
de mí, inspiré profundamente y traté de orientarme. El alivio me invadió. Por fin estoy
sola.
Me di una ducha caliente, que tanto necesitaba, antes de secar mi cabello.
Probablemente debería haberme ido directamente a la cama, pero estaba agotada.
Me acerqué a la nevera, pensando que estaría vacía. Pero me sorprendió encontrar
crema para el café y una caja de algo dentro. Mi pecho se oprimió cuando la abrí y
encontré una docena de donuts de crema de Boston. Las favoritas de Ryan. Había una
nota adhesiva en la parte superior de la caja.
24
Ryan dice: —Lo tienes, hermanita. Noquéalos hasta morir mañana.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Agarré mi teléfono.

Lala: ¿Hiciste eso? ¿Los donuts?


Holden: Me imaginé que necesitabas desayunar por la mañana.
Lala: Me hiciste llorar. Gracias. Fue el gesto más dulce.
Holden: De nada, cariño.

Eso me produjo un cosquilleo en todo el cuerpo. Era un maldito desastre lloroso


y hormigueante. Jesús. Tenía un prometido. Tenía que dejar de reaccionar así ante
Holden. Tal vez era solo la emoción de estar aquí. Si conseguía la beca y me venía a
vivir a la ciudad, mis emociones se calmarían. Y, de todos modos, aunque no tuviera
prometido, Holden Catalano no sería una opción para mí. Él era todos los dolores de
cabeza que no necesitaba en mi vida. Ese momento que habíamos tenido en la boda
al parecer todavía estaba jugando con mi cabeza.
Después de devorar uno de los donuts, me lavé los dientes y me metí en la
cama, una vez más impresionada por la calidad de este lugar al sentir el cómodo
colchón de espuma viscoelástica debajo de mí. Probé brevemente el sonido de la
alarma de mi teléfono para asegurarme de que sonaría por la mañana.
Justo cuando apoyaba la cabeza en la almohada, escuché un golpe en la pared
del dormitorio. Al principio pensé que eran imaginaciones mías, pero luego volvió a
ocurrir.
Agarré de nuevo mi teléfono.
Lala: ¿Eres tú?
Los tres puntos se movían mientras tecleaba.
Holden: ¿De qué estás hablando?
Luego sonó otro golpe
Lala: ¡El golpe en mi pared!
Holden: ¿Qué golpe?

25
Volvió a ocurrir.
Lala: ¿Escuchaste eso?
Holden: Por supuesto. Lo estoy haciendo.
Lala: ¡Holden! LOL
Holden: ¿Sabías que nuestros dormitorios están espalda con espalda?
Lala: Ahora sí.
Holden: LOL
Lala: Oh Dios. No voy a tener que escucharte “entretener” a la gente,
¿verdad?
Holden: Intentaré ser extra consciente del hecho de que estás aquí.
Lala: Bueno, gracias de antemano por acceder a mantenerlo silencioso.
Holden: El único momento en que se pone demasiado ruidoso es durante
las fiestas sexuales. Pero eso solo ocurre una vez al mes.
Lala: ¿Fiestas sexuales?
Holden: Látigos. Cadenas. (Esposas.) Los nueve completos. Sobrecarga de
dopamina.
¿Lo dice en serio?
Holden: LOL Solo estoy bromeando. Nada de fiestas sexuales.
Lala: Nunca sé contigo.
Holden: Como que desperdicié esa ya que no pude ver lo rojo que se puso
tu rostro.
Lala: Suspira. Tengo que irme a dormir.
Holden: Está bien. No te molestaré más.
Lala: Buenas noches, Holden.
Holden: Buenas noches, Lala.

Me obligué a cerrar los ojos. Debería haber estado practicando mis respuestas
para la entrevista mientras me quedaba dormida. En lugar de eso, me imaginé
encadenada a la cama de Holden en una fiesta sexual.

26
CAPÍTULO 3
Holden
O
lfatea. Olfatea.
¿Cómo demonios una sábana sigue oliendo a una persona
cuando lleva cuatro días fuera?
Lo que sea. Tenía que ignorarlo porque tenía que preparar el
apartamento para el inquilino de Airbnb que llegaba mañana. Caminé alrededor de
la cama, arranqué la última esquina de la sábana ajustable y la hice una bola.
27
Pero al levantarla en mis brazos, ese olor volvió a flotar en el aire.
Miré alrededor del apartamento vacío, como si pudiera haber alguien más que
yo dentro, y luego me llevé la sábana a la nariz.
Inspira profundamente. Gran exhalación. Maldita sea. ¿Tenía que oler tan bien
como se veía estos días? Maldita Lala Ellison.
La mujer me estaba volviendo loco. Era lo único en lo que podía pensar desde
que me llegó la carta, y no había dormido bien desde la noche que ella había pasado
aquí. Como si fuera una señal, bostecé.
Me vendría bien una pequeña siesta. Miré la sábana que tenía en la mano. No.
No lo hagas.
Pero ¿por qué diablos no? preguntaba otra parte de mi conciencia. Es solo una
cama. Y esta es tan nueva y cómoda, a diferencia de la mía, que tuve que arreglar dos
veces en los últimos meses. Solo necesitaba unas cuantas horas de sueño decente.
Sí, claro. Miéntete. Adelante, bastardo.
Pero tenía sentido, ¿no? Estaba cansado, delante de una cama nueva y bonita,
y resulta que tenía una sábana casi limpia en la mano. Podía volver a ponerla. Ni
siquiera tendría que poner las cuatro esquinas, con dos sería suficiente. Dios sabe que
ya había dormido así antes. Nadie se daría cuenta de que me había echado una
siestecita.
Excepto tú, vil oledor de sábanas.
—Cierra la boca.
Ahora no solo pensaba para mis adentros, sino que también hablaba en voz
alta. Genial, simplemente genial. Necesitaba dormir. Así que reprimí mis ridículos
pensamientos, volví a poner la sábana ajustable y me metí en la cama.
Inhalé profundamente...
Porque eso es lo que hace uno cuando está agotado e intenta conciliar el sueño,
y no porque oliera igual que la maldita Lala Ellison.
Que conste que la sonrisa que permaneció en mi rostro durante la siesta de tres
horas y media tampoco tuvo nada que ver con la maldita Lala Ellison.

—¿Qué tal, señoritas? —Sonreí a los chicos mientras entraba en el apartamento


de Owen para nuestra partida mensual de cartas. Ya estaban sentados en sus lugares
28
habituales. Dejé un paquete de doce cervezas Coors Light y saqué una para mí.
Owen tenía las cartas en las manos, ansioso por repartir.
—Llegas jodidamente tarde, eso es lo que pasa.
—Lo siento. —Le quité la tapa y la arrojé al centro de la olla como mi apuesta—
. Acabo de despertarme de una gloriosa siesta. Lo que significa que tampoco tuve
tiempo de salir corriendo a buscar dinero en efectivo, así que voy a tener que usar
tapas de cerveza como dólares.
Brayden negó con la cabeza. —Menudo chanchullo tienes montado, hombre.
Nunca llevas dinero encima y duermes la siesta.
Sonreí y señalé mi rostro. —Necesitaba mi sueño reparador. Si no, ¿cómo voy
a conseguir que las mujeres me inviten tragos si no tengo dinero?
Colby se rió entre dientes.
—Pásame una de esas cervezas, imbécil.
Saqué otra botella de la caja y la coloqué sobre un brazo como un maître
mostrando una botella de champán.
—Espero que el año sea de su agrado.
Owen recorrió la mesa repartiendo las cartas.
—Estás de muy buen humor. ¿Supongo que no estuviste solo en la cama esta
tarde?
Sorbí un poco de mi cerveza y me recosté con un gran ahhh.
—Yo solo, amigo mío. Estoy feliz de estar aquí con mis queridos compañeros.
Colby colocó la tapa de cerveza entre su pulgar y el dedo medio y lo golpeó.
Salió volando por los aires, rebotó en mi frente y aterrizó en el centro de la mesa.
Sonreí. —Supongo que mi apuesta es de dos dólares.
Owen terminó de repartir cinco cartas a cada uno y dejó la baraja.
—¿Alguno de ustedes sabe hasta cuándo tenemos reservas en la unidad de
Airbnb?
—Creo que tenemos una a finales de mes, pero eso es todo. Solo abrimos el
calendario de reservas para seis meses.
—¿Podemos cancelar esa reserva?
Me encogí de hombros.
—Probablemente a la persona no le haga gracia. Pero sí, tenemos la capacidad
de cancelar. ¿Por qué?
Owen miró a todos los chicos.
29
—Porque Lala consiguió la beca que solicitó.
Me quedé inmóvil.
—¿Cómo lo sabes?
—Me llamó hoy. Quieren que empiece el lunes. Es una subvención del
Gobierno, así que, si no empiezan a gastar el dinero a finales de mes, lo pierden de
su presupuesto el año que viene. Quería saber si le alquilaríamos el apartamento. Le
dije que me pondría en contacto con ella después de comprobar si estaba disponible,
pero quería saber qué opinan ustedes acerca de ofrecérselo sin pagar alquiler. Su
beca dura seis meses, así que renunciaríamos al alquiler durante medio año. Pero no
tendríamos este edificio si Ryan no nos hubiera hecho beneficiarios de su póliza de
seguro de vida. Me parece lo correcto.
Todos los chicos empezaron a asentir.
—Por supuesto —añadió alguien. Pero yo todavía estaba atascado en la
primera frase de Owen.
—¿Por qué te llamó a ti y no a mí?
Se encogió de hombros.
—Probablemente porque soy más simpático y más guapo. Ah, y soy un adulto
que no duerme la siesta.
Me ofendió que Lala hubiera elegido llamar a Owen, pero cuando los ojos de
Colby se desviaron hacia los míos con una mirada cómplice, disimulé lo mejor que
pude.
—Sí, claro. Está bien.
—¿Así que estamos de acuerdo en dárselo gratis? —preguntó.
Todos asintieron.
—De acuerdo entonces —dijo—. La llamaré más tarde y le diré que tiene un
lugar donde quedarse el tiempo que necesite.

—Hola, me alegro de que estés en casa.


Abrí la puerta de mi apartamento y me encontré a Owen al otro lado.
—¿Qué pasa?
—Se supone que Lala llegará hoy alrededor de las dos, y acabo de recibir una
llamada de un cliente que quiere que le muestre un apartamento ahora mismo porque
está muy interesado, y ya tengo una oferta en camino de otra agencia. Se suponía que
30
debía ayudar a Lala y a Warren para trasladar sus cosas. ¿Alguna posibilidad de que
puedas ayudarlos en mi lugar?
Me sentía mal diciendo que no. Pero el Doctor Imbécil debería poder llevar las
cajas él solo. El apartamento estaba completamente amueblado, así que no tenía que
llevar nada grande.
—Lo siento. —Me encogí de hombros—. Tengo planes.
—Mierda. Bueno. Probaré con Brayden y Colby.
—De acuerdo. Buena suerte hoy.
—Gracias, hombre.
Owen empezó a alejarse, pero se dio la vuelta.
—Por cierto, anoche volví a atrapar a Frick y Frack, los adolescentes del
infierno del 410, en el tejado. Llevaban cubos de agua y esta vez intentaban tirárselos
a los peatones desprevenidos.
—¿En serio? La señora Martin, del 408, me llamó hace dos días para quejarse
de que llevaban toda la noche con la música a todo volumen. Cuando subí para
decirles que pararan, estaban solos en casa. Pensé que los había asustado un poco.
Supongo que no. ¿Has visto a la madre últimamente?
—No. Y este mes tampoco hemos cobrado el alquiler.
Negué con la cabeza. —Son lo suficientemente mayores para no necesitar
niñera, pero no para vivir solos. Veré si la madre está por aquí más tarde y hablaré
con ella si es así.
—Gracias.
Cerré la puerta, sintiéndome como una completa mierda por decir que no
podía ayudar a Lala. Pero lo último que necesitaba era estar cerca de ella y de su
prometido. Como ella se iba a mudar justo al lado, seguro que los escucharía cuando
llegaran, y eso me haría sentir una basura aún más grande por esconderme en mi
apartamento. Necesitaba desaparecer, así que busqué entre mis contactos a alguien
con quien hacer planes. No tuve que ir muy lejos.
Me había enrollado con Anna unas cuantas veces, y justo la semana pasada me
la había encontrado en el metro. Me dijo que le enviara un mensaje. Y así lo hice. La
invité a ver una película durante el día, aunque yo no tenía ningún interés en ver una.
Me contestó rápidamente, sonando entusiasmada con la idea de estar juntos, lo que
me hizo sentir como una mierda una vez más.
Quería irme para cuando llegara Lala. Así que, después de ducharme, pensé
en dar un paseo hasta el teatro donde le había dicho a Anna que nos veríamos dentro
de una hora. Pero cuando llegué frente al edificio, había una especie de conmoción.
31
Un tipo gritaba y agitaba los brazos junto a un auto estacionado a medio camino, con
la trompa por delante. Mientras tanto, otro auto se había metido hasta la mitad. No fue
hasta que una mujer salió del otro auto y cerró la puerta de un portazo que me di
cuenta de que era Lala a la que estaban gritando. Mierda. Corrí hacia ella justo cuando
el otro conductor empezaba a caminar hacia ella.
—Hola. —Me puse delante de ella y levanté las manos—. Más despacio, amigo.
¿Qué está pasando aquí?
Lala señaló al tipo. —Estaba tratando dar marcha atrás, y él salió de la nada e
intenta quitarme el lugar. Definitivamente no estaba detrás de mí cuando di marcha
atrás para estacionar en paralelo.
Miré al tipo. Era calvo, con una gran barriga y rostro rubicundo.
—Escucha, hombre, la dama se muda hoy mismo a este edificio.
—Me importa una mierda a dónde va —espetó—. Yo vi el lugar primero.
Lala puso las manos en sus caderas.
—¡No lo hiciste!
—Vamos, hombre. Aunque hayas llegado primero, ¿no puedes ser un caballero
y dejar que ella ocupe el lugar? —Señalé el asiento trasero de su auto, que estaba
lleno de cajas—. Tiene un montón de cosas que necesita mover.
Cruzó los brazos sobre su pecho.
—Chúpamela.
—Muy bonito. —Negué la cabeza—. Eres un verdadero melocotón, ya veo.
Lala abrió la puerta trasera de su auto.
—Bien. Si no te vas a mover, voy a dejar mi auto estacionado así y subir mis
cajas. Tengo muchas, así que, si piensas esperar a que termine, va a tardar un rato.
—Uhh, Lala —me incliné y susurré—. No estoy seguro de que debas dejar tu
auto estacionado así.
Frunció los labios, metió la mano en el auto y sacó una caja de todos modos.
—Oh, bueno.
Miré al tipo y me encogí de hombros.
—Ya escuchaste a la señora. —Entonces cargué unas cuantas cajas en mis
brazos, y Lala y yo nos dirigimos a la puerta principal del edificio. El tipo gritó algo
sobre hacer que remolcaran su auto.
Lala se detuvo en la puerta y gritó: —¡Vete a chupar un huevo, pequeño calvo!
Dentro del ascensor, sonreí.
32
—Eso fue bastante rudo.
Dejó la caja en el suelo y me mostró una mano temblorosa.
—Supongo que fue la adrenalina porque ahora estoy temblando. Soy una gran
gallina.
Me reí entre dientes.
—Podrías haberme engañado.
El ascensor sonó en nuestra planta e hice un gesto con la barbilla para que Lala
bajara primero. A mitad del pasillo, el fondo de las tres cajas que tenía apiladas en
los brazos se abrió de golpe y todo lo que había dentro cayó al suelo.
—Mierda.
Lala y yo lo dejamos todo e intenté volver a cerrar la caja por donde se había
soltado la cinta. Negué con la cabeza.
—Esto no va a aguantar. Necesito poner esta caja en medio de las otras dos,
para que haya apoyo en el fondo, y luego podemos volver a meterlo todo solo para
llevar las cosas al apartamento.
—Buena idea.
Volvimos a meter todo en la caja y apilamos la tercera encima. Lala recogió la
caja que había estado cargando y caminamos otros cinco o seis pasos... hasta que la
caja que tenía en las manos cedió y el contenido se desparramó por el suelo.
—¡Oh, no! —Lala se agachó—. ¿La cinta se echa a perder?
—Si es lo suficientemente vieja. La pegajosidad se seca. ¿Por qué? ¿Cuán vieja
era la cinta que usaste para hacer estas cajas?
Hizo una mueca. —La encontré en el armario de Ryan. Estoy bastante segura
de que es de cuando empaquetamos parte de su ropa para Goodwill unos meses
después de que muriera.
Oh, mierda.
—¿La usaste para todas las cajas?
Ella asintió y mordió su labio inferior.
Me reí.
—Tengo cinta de embalar en mi apartamento. La bajaremos con nosotros y
reforzaremos el resto de las cajas antes de subirlas.
Juntos volvimos a empaquetar la segunda caja rota y conseguimos meter todo
el primer lote en el apartamento antes de que algo más se rompiera. Fui a la puerta
de al lado por cinta adhesiva nueva y volví un minuto después.
33
—Pensé que Warren vendría a ayudarte a mudarte.
—Está ocupado trabajando en la fecha límite de un proyecto, y pensé que
podría manejarlo yo misma.
Es el tercer strike contra el Doctor Imbécil. El segundo fue el anillo de
compromiso que le compró, y el primero... bueno, fue existir.
Fruncí el ceño. —Será mejor que volvamos abajo.
—¿Te importa si uso el baño primero?
Hice un gesto hacia él. —Sírvete.
Mientras ella se ocupaba de sus asuntos, yo volví a la puerta de al lado, a mi
apartamento, y nos conseguí dos botellas de agua. Le ofrecí una cuando salió.
—Oh, gracias. La verdad es que tengo mucha sed. No bebí nada antes de salir
porque no quería tener que dejar todas mis cosas solas en un área de descanso.
—Buena idea. —Giré la tapa y bebí un poco de agua—. ¿Estás lista para el
próximo viaje? El Señor Feliz de ahí fuera ya debe de estar pisando fuerte.
Pero cuando salimos, el Señor Feliz no estaba haciendo pucheros. El hijo de
puta era todo sonrisas. Lo más probable es que su repentino buen humor se debiera
a que la grúa había levantado por los aires la parte delantera del auto de Lala. Corrí
hacia el tipo que manejaba la manivela.
—Hey, vamos, hombre. La dueña del auto está justo aquí. —Señalé al tipo que
había empezado esto—. Este hombre intentó robarle el lugar y se peleó con ella. Solo
estuvimos fuera diez minutos como máximo. Se está mudando a ese edificio de ahí, y
tiene que subir todas esas cajas. ¿Puedes darle un respiro, por favor? Moveremos el
auto en cuanto lo desenganches, te lo prometo.
El conductor de la grúa levantó un pie sobre el parachoques de su camión y
habló con el otro conductor.
—No sé, agente Agostino, ¿qué opina? ¿Debería darle un respiro a la dama?
El cara de pene esbozó una sonrisa malvada.
—Desde luego que no. Saca a ese pedazo de mierda de aquí, Johnny.
Joder. Agaché la cabeza. El imbécil es un policía...
Dejé escapar un suspiro de derrota y hablé con Johnny.
—¿Podemos pagarte el remolque, lo desenganchas aquí mismo y movemos el
auto? Al menos nos ahorraríamos tener que bajar al depósito para recogerlo.
El conductor de la grúa volvió a mirar al policía. El idiota sacudió la cabeza con
una sonrisa tan grande que me hizo pensar que era lo más divertido que había hecho
34
en mucho tiempo.
El conductor de la grúa terminó de arrancar el auto de Lala y me entregó una
tarjeta.
—Probablemente voy a parar a comer algo, así que puede que tarde un rato.
—¿Podemos al menos sacar las cajas antes de que te vayas? Las cosas van a
traquetear por todos los baches y por ser remolcado con la parte delantera en el aire.
—Lo siento. No puedo hacerlo. —Caminó hacia su camioneta.
Miré a Lala. —Lo siento.
—No es culpa tuya. —Señaló al policía—. Es suya.
El agente esbozó una última sonrisa de suficiencia y subió a su auto.
—Que tengan un maldito gran día.

Las cosas no mejoraron después de eso. Lala y yo tomamos un Uber carísimo a


Brooklyn para recoger su auto del depósito. Pero cuando llegamos, el auto aún no
estaba allí. El maldito conductor de la grúa llegó casi una hora después. Luego fuimos
a pagar y descubrimos que no aceptaban tarjetas de crédito, y ninguno de los dos
llevábamos suficiente dinero en efectivo. Así que tuvimos que caminar seis cuadras
hasta el cajero más cercano. Después, cuando volvimos con los trescientos cincuenta
dólares que habían tenido las pelotas de cobrarnos, el empleado del estacionamiento
no quería entregarle el auto a Lala porque no llevaba la matrícula. Cuando por fin los
convencimos de que Lala no era una ladrona de autos que intentaba robarle a la grúa
su pedazo de auto de once años, el auto no arrancaba.
—Estropearon tu auto. Voy a matar al conductor de la grúa. —Empecé a salir,
pero Lala me alcanzó.
—No. No creo que hayan hecho nada, Holden. —Sacudió la cabeza—. Tuve que
pedirle a mi vecino que viniera a auxiliarme antes de salir esta mañana. Dijo que
probablemente era el alternador.
—Oh. De acuerdo. —Miré a mi alrededor, pero el patio de incautaciones estaba
vacío excepto por los autos—. Déjame volver a la oficina y ver si el empleado puede
conseguir a alguien que nos ayude. Vuelvo enseguida.
Pero nuestra racha de mala suerte no acabó ahí. El auto no arrancaba, ni
siquiera después de media hora de intentar arrancarlo y dejar que se cargara la
batería. 35
Finalmente cerré el capó del auto de Lala y limpié mis manos en los pantalones
antes de extenderle una mano a la mujer que nos había ayudado.
—Le agradezco mucho que lo haya intentado. ¿Hay algún mecánico cerca que
no le cobre un alternador si lo remolcamos hasta allí?
Ella asintió. —Banner Auto Repair está a un par de kilómetros a la derecha. Es
justo.
—¿Puedes remolcarlo hasta allí?
Miró la hora en su teléfono. —Son casi las seis de un domingo. Ya ha cerrado
por hoy. Puedo remolcarlo a primera hora de la mañana, pero tendré que cobrártelo.
Exhalé dos bocanadas de aire caliente y miré a Lala.
Se encogió de hombros.
—¿Qué otra opción tenemos? ¿Pero qué pasa con todas mis cajas? Sin ellas no
tengo ni cepillo de dientes ni ropa que ponerme mañana para ir a trabajar.
—Llamaré a Dylan, mi bajista, a ver si puede venir por nosotros y las cajas. Vive
en Brooklyn y guarda la furgoneta de la banda en su entrada.
Dylan pudo ayudar, pero no volvimos al edificio de apartamentos y terminamos
de descargarlo todo hasta casi las ocho y media.
Lala miró alrededor de la sala de estar, lleno de cajas.
—¿Podrías llamar a mi teléfono? No tengo ni idea de dónde lo dejé. Espero de
verdad que no se me haya caído en la furgoneta ya que Dylan se acaba de ir.
Levanté mi teléfono. —Lo haría, pero el mío murió hace horas.
Lala tapó su boca y soltó una risita.
—Dios mío, Holden. Si no me rio del día que hemos tenido, puede que tenga
que llorar.
Sonreí. —Hoy fue un verdadero espectáculo de mierda, ¿no?
—¡Le dije a un policía que se fuera a chupar un huevo y lo llamé calvo!
Los dos soltamos una carcajada y yo hice un gesto con la cabeza hacia la puerta.
—Vamos. Vamos a mi casa. Buscaré un cargador para que podamos encontrar
tu teléfono, y tú nos traerás unas cervezas frías de la nevera.
—Eso suena celestial. Gracias.
Pero en cuanto salimos del apartamento de Lala y entramos en el vestíbulo, me
di cuenta de que el cielo aún estaba a un paso. Una mujer estaba delante de mi puerta,
una mujer con la que había olvidado por completo que había quedado en el cine hacía
horas. 36
Anna me miró, luego a Lala, y torció los labios.
Mierda. Esto no iba a ser bonito.
—Eres un idiota. No puedo creer que haya venido hasta aquí porque me
preocupaba que te hubiera pasado algo dado que me dejaste plantada y no has
contestado al teléfono en todo el día. —Miró a Lala—. Disfruta de tu noche de
diversión porque eso es todo lo que vas a conseguir. —Se fue furiosa.
—¡Anna, espera! Lo siento. Surgió algo y mi teléfono murió y entonces...
Su respuesta fue mostrarme el dedo medio por encima de su hombro y seguir
caminando.
—Lo siento mucho —dijo Lala—. No me di cuenta de que tenías planes.
Sacudí la cabeza. —Es culpa mía. Olvidé por completo que había quedado con
ella para ir al cine.
—Bueno, creo que estás siendo amable. ¿Me dejas invitarte a cenar? Es lo
menos que puedo hacer después del lío que monté en tu día y de arruinar tu cita.
—Solo si puedo suministrar la cerveza y el vino.
Sonrió. —Trato hecho.
Lala y yo pedimos comida china y comimos de los cartones en los que venía
mientras ella desembalaba y yo rompía cajas. A pesar de todas las molestias, hoy me
había sentido tan cerca de ella como hace años.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Claro. Si puedo preguntarte algo. —Ella extendió su recipiente de pollo con
brócoli—. ¿Quieres el resto? Estoy llena.
La miré con los ojos entrecerrados. —¿Escupiste en ella?
Parecía sorprendida. —¿Qué? No.
Me reí entre dientes y le quité el cartón de la mano.
—Es broma.
Lala puso los ojos en blanco, pero sonrió mientras utilizaba un cúter para abrir
la última caja.
—¿Qué querías preguntarme?
—¿Por qué llamaste a Owen para ver si el apartamento estaba disponible, y no
a mí?
Lala se quedó inmóvil.

37
—Ummm... No estoy segura. Supongo que era el primero en mis contactos.
No tenía sentido, ya que mi nombre y mi apellido iban antes que el de Owen.
Pero de repente evitaba el contacto visual y no quería que las cosas volvieran a
ponerse raras entre nosotros, así que dejé el tema.
—Tu turno... —dije.
—¿Hmmm? —Lala arrugó la nariz—. ¿Mi turno para qué?
—Dijiste que podía preguntarte algo, si conseguías preguntarme algo. Ahora
es tu turno.
—Oh. —Sacó un montón de toallas de su caja y fue al baño—. Bueno, hay algo
que me da curiosidad —dijo cuando regresó.
—Dispara. —Metí un trozo de pollo en mi boca.
—¿Con cuántas mujeres te acuestas en un mes? Es la segunda que veo ya en tu
apartamento.
Empecé a atragantarme con el pollo.
Los ojos de Lala se abrieron de par en par. Corrió a buscar mi botella de agua
y la acercó a mi rostro. —Bebe. ¿O necesitas que te haga la maniobra de Heimlich?
Tosí varias veces más, pero conseguí tragar el trozo de pollo. Mis ojos se
humedecieron.
—Tubería equivocada —dije, tomando la botella.
Lala me miró beber.
—¡Gracias a Dios! No he hecho la Heimlich desde la clase de gimnasia de
octavo grado. Ni siquiera estoy segura de recordar cómo.
Tardé otro minuto en detener el ardor de mi garganta, pero al menos podía
respirar.
—Lo siento —dijo—. No debería haber hecho una pregunta tan personal.
—No, está bien. Nunca quiero que sientas que no puedes preguntarme algo. —
Aunque no tenía ni idea de cuál era la respuesta a su pregunta. ¿Con cuántas mujeres
me acostaba en un mes? No es que llevara la cuenta, pero cualquiera que fuera la cifra
que le diera le iba a hacer pensar que era un promiscuo—. Supongo que el número
varía. A veces ninguna y a veces salgo varias veces.
—¿Tú... traes a alguien a casa cada vez que sales?
Joder. Estaba empeorando las cosas.
—No siempre, no. —Porque hubo una vez hace cuatro meses que no me sentía
muy bien y me fui del bar temprano solo.
Sacudió la cabeza y levantó las manos.
—No quise importunarte ni ofenderte al preguntar.
Me encogí de hombros. —No pasa nada. 38
Me miró fijamente durante unos segundos.
—Apuesto a que eres muy bueno en eso entonces...
Mis cejas se elevaron.
Lala tapó su boca. El rosa floreció en sus mejillas.
—Dios mío. No puedo creer lo que acabo de decir. Es que... ya sabes, la
práctica hace al maestro.
Sonreí. —Me encanta que aún te pongas roja cuando te da vergüenza, como
cuando eras niña. No has superado eso.
—Sí bueno, obviamente tampoco he superado lo de decir cosas embarazosas.
Siento haber sido tan inapropiada. No estoy segura de lo que me pasó.
—Está bien.
Lala terminó de desembalar la última caja y yo la rompí. Ya habíamos
terminado, pero yo no estaba dispuesto a dar por terminada la noche.
—¿Te apetece una copa de vino? Tengo blanco y tinto al lado.
Lala dudó, pero luego sonrió.
—Claro, sería estupendo.
—¿Tinto o blanco?
—Blanco.
Asentí.
—Voy a llevar estas cajas al contenedor y luego regresaré.
—De acuerdo.
Después de bajar corriendo las escaleras, volví a mi apartamento y saqué una
botella de pinot grigio y dos copas. Pero en lugar de ir a la puerta de al lado, abrí la
ventana de mi cocina y salí a la escalera de incendios.
—¡Hola, Lala! —Me incliné hacia la ventana de su apartamento, a unos metros
de distancia, y grité. Al ver que no venía, tapé la boca con mis manos—. ¡Eh, Ellison!
Abre la ventana.
Unos segundos después, levantó la ventana de su apartamento y asomó la
cabeza.
—No entendía desde dónde gritabas.
La saludé con la mano.
—Sube a tu escalera de incendios.
Miró hacia abajo. 39
—¿Es seguro?
—Más seguro que sentarte en el tejado de la casa de tus padres cuando todo el
mundo duerme, como hacíamos cuando éramos niños.
Lala sonrió y salió. Solo había medio metro entre mi escalera de incendios y la
suya. Serví dos copas de vino y le pasé una por los balaustres metálicos.
Lo tomó y miró al cielo.
—Dios, solía subir a ese tejado todo el tiempo para estudiar las estrellas.
—Lo sé. Solía acompañarte siempre que me quedaba a dormir y Ryan se
dormía antes que yo. Siempre llevabas tu libro de texto de astronomía y un montón
de bolígrafos de colores.
Bebió un sorbo de vino.
—Me gustaba anotar las estrellas que podía identificar y codificarlas por
colores según las constelaciones a las que pertenecían.
—Osa Mayor, Casiopea, Orión, Canis Mayor, Centaurus Crux y Carina —dije—
. Tu favorita era Carina. En algún momento quisiste cambiarte el nombre por Carina.
Lala me miró. —No puedo creer que aún recuerdes eso.
—Recuerdo mucho aquellas noches en las que solíamos hablar... —
Probablemente debería haberme detenido allí, puesto que ya había llevado esta
conversación más lejos de lo que debería, pero siempre había tenido problemas con
los límites—. Sabes, fuiste la primera chica con la que sentí que podía ser yo mismo
cuando estábamos en el tejado. Te contaba tonterías que soñaba hacer algún día, y
nunca me hiciste sentir estúpido. Siempre me escuchabas y me hacías sentir que todo
era posible.
Lala asintió. —¿Crees que Ryan sabía que solíamos escabullirnos y hablar así?
—Definitivamente no —dije—. Habría pateado mi trasero por eso.
—¿Por qué? Solo éramos dos amigos hablando.
—En primer lugar, estaba dejando que su hermana pequeña se sentara en el
tejado, cuando debería haber arrastrado tu trasero de regreso al interior de la casa,
donde estabas a salvo. Y, en segundo lugar, Ryan me conocía bien. Mis intenciones
siempre empezaban bien con una chica hermosa, pero no siempre terminaban tan
bien.
—¿Tú... pensabas que yo era hermosa?
—Por supuesto que sí. Cualquier tipo con un solo ojo lo hacía.
Lala miró su copa de vino con una tímida sonrisa. 40
—Yo también pensaba que estabas bastante bueno.
Sonreí. —Lo sé.
Sus ojos se abrieron de par en par. —¿Qué quieres decir?
—Solía notar la forma en que me mirabas, como cuando salía de tu piscina y
esas cosas. A veces lo hacías desde la ventana de tu habitación cuando pensabas que
nadie podía verte.
Lala cubrió su rostro con las manos.
—Dios mío. —Se rió—. Y yo que pensaba que era tan astuta.
Me incliné un poco más, contra la barandilla de mi escalera de incendios.
—Te contaré un pequeño secreto.
—¿Qué?
—¿Sabes que Ryan y yo solíamos ir al garaje y levantar las pesas de tu padre
antes de meternos en la piscina?
—¿Sí? Te metías en la piscina para refrescarte después.
Negué lentamente con la cabeza.
—No. Hacía que Ryan hiciera pesas conmigo antes de meternos en la piscina,
para parecer más fornido cuando me desnudara, por si acaso estabas mirando.
—Oh vaya. —Lala bebió el resto de su vino—. Definitivamente no lo sabía.
Levanté la botella. —¿Quieres más?
Lala mordió su labio. Parecía que lo estaba pensando, al menos hasta que sonó
su teléfono. Bajó la mirada y su hermoso rostro se marchitó.
—Gracias por la oferta, pero debería atender. Es Warren, y de todas formas
mañana tengo que trabajar temprano.
Mi corazón se encogió, pero forcé una sonrisa.
—Sí, claro.
Se puso en pie y yo la seguí.
—Gracias de nuevo por todo lo que hiciste por mí hoy —dijo—. Y también por
el vino y la charla. —Me tendió su copa vacía por encima de la barandilla—. Buenas
noches, Holden.
—Buenas noches, Lala.
De vuelta a mi apartamento, dejé la botella de vino en la encimera de la cocina
y puse mi copa en el fregadero. Pero cuando fui a dejar la de Lala junto a ella, noté
marcas de lápiz labial en el borde.
41
No lo hagas, imbécil.
¿Y por qué no? Ya dormiste en sus sábanas, payaso.
Apreté la mandíbula e intenté alejarme, de verdad. Pero, de todos modos,
mañana iba a enojarme conmigo mismo por haberle dicho cosas inapropiadas a Lala.
¿Qué más da un poco más de autodesprecio? Así que volví a agarrar la botella de vino
y llené la copa de Lala, alineando mi boca donde había estado la suya para beber.
Cuando terminé, ya había empezado a regañarme.
¿Qué diablos, Holden? ¿Qué será lo próximo? ¿Robarle la ropa interior para
olerla?
CAPÍTULO 4
Lala
A
l final de mi primera semana en Nueva York, mi nueva administradora,
Tia, y yo almorzábamos frente a la sede del Departamento de Salud,
donde realizaría mi investigación durante los próximos meses. Acababa
de ponerla al corriente de mi actual situación de vida sin pagar alquiler.
—No puedo creer que te dejen quedarte gratis. Es muy amable de su parte.
—Sí. Estos tipos son como hermanos para mí. —Bueno, excepto por uno. Holden
42
era más como un hermanastro malvado y sexy, tal vez. Pero no había nada fraternal
en la forma en que mi cuerpo reaccionaba ante ese hombre.
—Entonces... ¿como hermanos, pero tres de ellos son solteros?
Me aclaré la garganta. —Sí.
—¿Nunca te has enrollado con alguno?
Entrecerré los ojos.
—Estoy comprometida. —Sabía lo de Warren, así que no estaba segura de por
qué me había hecho esa pregunta.
—Lo sé, ¿pero me refiero al pasado?
Negué con la cabeza. —No.
—¿Alguno de ellos es guapo?
—Todos son muy guapos, la realidad.
—De verdad... —Limpió un poco de mayonesa de su boca—. Bueno, debería
pasarme y, ya sabes, quedar contigo para tomar algo allí algún fin de semana. —Ella
guiñó un ojo.
Le devolví la sonrisa, pero cuando la brisa agitó mis rizos, odié el rumbo que
habían tomado mis pensamientos. No me importaría presentarle a Tia a Brayden o a
Owen, pero quería ser la guardiana de Holden. Y eso era ridículo. Holden Catalano
no podía ser vigilado. Holden pertenecía al mundo; estaba con una mujer distinta
cada semana, por el amor de Dios.
La tarde pasó volando después de comer. Menos mal que era viernes, porque
mi primera semana en el nuevo proyecto había sido bastante agotadora. Después de
algunas confusiones iniciales sobre el espacio que el Departamento de Salud me
proporcionaría para realizar mi trabajo, por fin pude instalarme en un rincón del
edificio. Y me habían prometido más de un administrador, pero de momento solo era
Tia. Así que las cosas empezaron despacio.
Esa tarde llegué a casa del trabajo sobre las cuatro de la tarde. No podía
esperar para levantar los pies y servirme una copa de vino para comenzar el fin de
semana. O tal vez abrir una pinta de helado y tomar el postre antes de la cena. ¿A
quién quería engañar? Vino y helado antes de sushi para llevar sonaba perfecto.
Pero después de ducharme, mi plan de pasar una tarde relajada se vio
frustrado por un pitido procedente de algún lugar del apartamento. Di vueltas hasta

43
que descubrí que procedía de un detector situado en el techo del pasillo. Arrastré
una silla para comprobarlo, pero no había nada que presionar para detenerlo.
Probablemente había que cambiar la pila, pero no tenía un destornillador para
acceder al interior.
Realmente no quería tener que molestar a Holden. De alguna manera, me las
había arreglado para no ponerme en contacto con él para nada en toda la semana. Me
sorprendió que no me lo hubiera encontrado por casualidad, ya que estaba justo al
lado, o que no se hubiera pasado por casa. Después de nuestra conversación en la
escalera de incendios, cuando ambos admitimos nuestra atracción mutua en el
pasado, no quería ponerme en contacto con él sin una buena razón. Y puede que él
sintiera lo mismo. Casi todos los encuentros con él me hacían sentir culpable, incluso
si nunca pasaba nada. Todo era culpa por mis pensamientos, que parecía incapaz de
controlar.
Después de casi una hora aguantando el pitido, cedí y agarré el teléfono.
Holden contestó al tercer timbrazo.
—Lala Ellison... ¿qué pasa?
—Hey.
—He estado pensando en ti —dijo—. ¿Cómo fue tu primera semana?
Dejo escapar un profundo suspiro.
—Ha sido duro, la verdad. Algunas cosas no han salido según lo previsto. Pero
espero que las cosas mejoren la semana que viene.
—Maldita sea. Bueno, gracias a Dios que es viernes entonces.
—Sí. En serio. Esperaba poder relajarme esta noche, pero hay un pitido en uno
de los detectores que me está volviendo loca. No puedo abrirlo sin un destornillador,
que no tengo. Esperaba que tú...
—Ah. Así que esta llamada no era solo para saludar —bromeó.
Eso me hizo sentir un poco mal.
—No exactamente.
—El manitas Holden al rescate. —Se rió—. Estaré allí en cinco minutos.
Pasaron más bien tres minutos antes de que llamara rítmicamente a la puerta.
Mi piel se erizó cuando la abrí.
—Me sorprende que no hayas usado tu llave.
Sabía que Holden tenía una llave maestra para cada apartamento de este lugar.
—¿Quieres que entre sin llamar? Eso podría arreglarse, pero pensé en ser
respetuoso.
—Sí. Pensándolo bien, se agradece el llamado.
—Me lo imaginaba. —Me guiñó un ojo—. Excepto en la pared de tu habitación
a la una de la mañana, ¿verdad?
44
Sacudí la cabeza. Holden llevaba un gorro gris sobre su desgreñado cabello
castaño. Siempre me había gustado cómo le quedaba, quizá demasiado.
Bip. Bip. Bip.
—¡Ahí está! —Miré a mi alrededor—. ¿No es molesto?
—No lo escuché—dijo Holden con cara de piedra.
—¿No?
Negó con la cabeza.
Entonces volvió a ocurrir. Bip. Bip. Bip. Los chirridos parecían estar cada vez
más cerca.
Levanté el dedo índice.
—Lo escuchaste, ¿verdad?
Holden se rió entre dientes.
—¿En serio? No escuché nada.
Me rasqué la cabeza.
Él estalló en carcajadas.
—Solo estoy bromeando. Hay que cambiar la batería.
Le di una palmada en el brazo.
—Muchas gracias. . Me hiciste pensar que estaba perdiendo la cabeza.
—Perder esa brillante mente tuya, Lala, sería un duro golpe para el mundo. —
Se giró hacia la puerta—. Ahora vuelvo. Voy por una batería del armario de
suministros.
Holden regresó poco después con unos nueve voltios. Sus abdominales
estaban a la vista cuando alcanzó el detector de monóxido de carbono y lo sustituyó.
Vislumbré un tatuaje especialmente bajo en su abdomen, pero no pude distinguirlo.
Algo me decía que muchas mujeres lo habían visto de cerca y en persona cuando
estaban de rodillas. Me estremecí.
El detector emitió un fuerte pitido mientras lo probaba.
—Funciona muy bien ahora. Ya no escucharás ese sonido de aviso.
—Gracias.

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Nuestras miradas se cruzaron por un momento.
—Entonces, dijiste que tu semana fue una locura. ¿Qué pasó?
—Bueno... —Suspiré—. Se suponía que me asignarían más de un
administrador. Y por ahora, es solo uno. Una chica llamada Tia.
—¿Qué pasa con ella? —Se apoyó en el mostrador.
—Nada, aparte del hecho de que no tiene un clon. Las cosas van más despacio
de lo que esperaba. Necesito ayuda para crear una base de datos, revisar los
expedientes médicos de los posibles participantes en el estudio y concertar
entrevistas y cosas así. Debido a que solo somos ella y yo en este momento, he estado
atascada con el trabajo administrativo en lugar de poner en marcha el estudio.
Asintió. —Debe ser frustrante no conseguir que la pelota ruede.
—Lo es, porque tengo muchas ganas.
Holden ladeó la cabeza y sonrió.
—Realmente amas lo que haces, ¿verdad?
Me encogí de hombros.
—¿Qué puedo decir? No hay mayor emoción que el descubrimiento: contribuir
a nuestro crecimiento como humanos aprovechando conocimientos que antes no se
conocían.
—Maldición. He estado tocando las cosas equivocadas. —Sonrió con picardía.
Arqueé la ceja. —¿Baterías y mujeres?
Se echó a reír.
—Eso es algo que siempre he admirado de ti, Lala. Tu búsqueda del
conocimiento. Es como si no tuvieras suficiente. —Suspiró—. La mayoría de los días
me siento como un gato persiguiéndose la cola. La misma mierda de siempre. Un día
diferente. Nada nuevo.
—Bueno, no todos somos iguales. Yo no podría juntar dos golpes con tus
baquetas. Estamos destinados a tener diferentes talentos y propósitos en la vida.
Quizá el mío sea investigar y el tuyo entretener.
—Bueno, esta mañana mi propósito era comer Cheetos calientes y remendar lo
que estoy bastante seguro de que era un agujero de gloria en uno de los apartamentos
que un inquilino acaba de desalojar.
Me reí. —Alguien tiene que hacerlo.
—Supongo.
Se hizo un momento de silencio.
—Tú también debes haber tenido una semana ocupada.
—No está tan mal. ¿Por qué dices eso? 46
—Bueno, no te he visto ni he sabido nada de ti. No es que lo esperara, pero...
—No debería haber dicho nada.
—Me imaginé que me habías visto lo suficiente cuando te mudaste. Intentaba
darte algo de espacio. No quiero que sientas que no te considero una chica grande
que puede manejarse sola en la Ciudad.
—Qué interesante. Nunca hubiera pensado que me estabas dando espacio
específicamente.
—¿Qué pensaste?
—Como dije, que estabas ocupado.
—¿Ocupado haciendo qué?
Me encogí de hombros. —¿Ocupado haciendo... lo que Holden hace?
—¿Ocupado tonteando con mujeres al azar cuando no estoy siendo el Señor
Arréglalo? ¿Eso es lo que quieres decir? —Enarcó una ceja.
—Yo no dije eso. Lo dijiste tú.
—Pues que sepas que esta semana no ha habido ligues.
—Nada esta semana... un período de sequía —bromeé.
—Aunque te burles de mí, en realidad lo es. —Bufó.
—Estoy segura de que eso cambiará esta noche.
—¿Por qué esta noche?
—Es viernes. Debes tener grandes planes.
Él pasó la lengua por su labio inferior. —En realidad, tengo un concierto en
Connecticut.
Mis ojos se abrieron de par en par. —Oh, vaya. ¿En serio?
—Sí, es en este club en Danbury. Somos teloneros de otra banda. —Sus ojos se
encontraron con los míos—. Deberías venir.
Mi estómago dio un vuelco. La idea de ir a verlo actuar me emocionaba, pero
también me ponía nerviosa, y no sabía muy bien por qué.
—Te ves como si te hubiera pedido que fueras a un maldito funeral.
—No es que no quiera ir. —Traducción: Tengo un prometido en Filadelfia y salir
contigo de noche me parece peligroso—. Es que no sé si debería. Tengo que organizar
todas las cosas que desempacamos. —Dios, esa era la excusa más patética

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imaginable.
—Oh, sí —se burló—. Porque todo eso no estará aquí mañana. —La sonrisa de
Holden se desvaneció—. Solo estoy bromeando. No pasa nada si no te apetece. Solo
se me ocurrió preguntar. —La decepción cruzó su rostro.
¿Lo había insultado? No era mi intención. Dios, realmente quería ir. Solo me
sentía... ¿culpable? ¿Nerviosa? ¿Fuera de mi elemento? No podía precisarlo. Pero
quería verlo tocar. A la mierda.
—¿Sabes qué? Claro. Sería genial. —Exhalé—. ¿Pero cómo llegaría allí?
—Hay un auto que me recogerá a las ocho antes de que recojamos a uno o dos
de los chicos. Debería haber lugar de sobra. Si no hay, lo haré.
Mi pulso se aceleró. —De acuerdo... debería empezar a prepararme entonces.
¿Cuál es el código de vestimenta allí?
—El código de vestimenta es ponte lo que te de la maldita gana. Unos jeans
rotos, un sombrero y una camiseta negra limpia para mí.
Holden podría usar una bolsa de papel y aún así verse sexy.
—Mucha ayuda —le dije.
—No hay código de vestimenta, que yo sepa. Pero no dudes en ponerte algo
sexy para que luego pueda arrancarle la cabeza a algún tipo por meterse contigo.
Tengo ganas de pelear. Ha pasado mucho tiempo.
Un escalofrío me recorrió al recordar de nuevo lo que Holden había admitido
durante nuestra charla en la escalera de incendios. Pero fui tonta por considerarlo un
cumplido especial y exclusivo para mí. Seguramente les decía a muchas mujeres que
eran bonitas a menudo.
Holden volvió a su casa y me dejó sola para que me arreglara. Opté por una
falda negra corta y una camiseta vintage de Blondie sin hombros. El rostro de Debbie
Harry estaba deliberadamente desgastado en la parte delantera. Unos botines de
cuero completaron el look. Me sentí como en los años ochenta. Como lloviznaba, no
me molesté demasiado en domar mis rizos rubios. Puede que al principio mi cabello
se pareciera al de Carrie Bradshaw en Sex and the City, pero al final de la noche
parecería que había metido algo en un enchufe.
Holden llamó a mi puerta unos minutos antes de las ocho. Me miró de arriba
abajo cuando contesté.
—Joder. Look funky, rubia. Me gusta.
—Gracias. Aunque no estoy segura de que mi cabello aguante con este tiempo.
—No te ofendas, Lala, pero ¿cuándo ha aguantado? Es salvaje como la mierda.
Tu cabello es como toda una vibración.

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—Tiene personalidad propia y también es bastante bueno prediciendo el
tiempo. —Me reí.
Sonrió satisfecho. —¿Recuerdas cuando tuviste que cortarlo?
Le miré con dureza. ¿Cómo se atrevía a sacar ese tema?
—Sí. ¿Cómo iba a olvidarlo? Ryan y tú hicieron un concurso para ver quién se
metía más chicles en la boca. Planté mi trasero para ver Jon & Kate Plus 8 en la sala de
estar, y cuando intenté levantarme para tomar un tentempié, mi cabello estaba
atascado en una montaña de chicles que Ryan había pegado temporalmente al
respaldo de mi silla. —Sacudí la cabeza—. Cinco centímetros desaparecieron con las
tijeras de cocina de mi madre después de que intentáramos quitarlo en vano.
Holden resopló. —Estabas tan jodidamente enojada. Creo que fue la primera
vez que te vi perder los estribos con Ryan.
Aparté la mirada, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas
inesperadamente. El duelo era extraño. Podía pasar seis meses sin derramar una
lágrima por mi hermano, y entonces un molesto recuerdo sobre el chicle apretaba el
gatillo en cuestión de segundos.
La expresión de Holden decayó. —Lo siento. No quise...
—No. No es culpa tuya. Viene en oleadas, ¿sabes? —Sorbí la nariz.
—Lo sé, Lala —murmuró—. Lo sé.
—Vámonos. —Limpié mis ojos y me apresuré hacia la puerta.
El ambiente era tranquilo mientras bajábamos en ascensor y caminábamos
hasta donde nos esperaba un todoterreno negro.
Ya había un hombre en el asiento trasero. A pesar de que era un todoterreno,
íbamos a ir apretados en la parte trasera. Y al parecer también teníamos que recoger
a otro miembro de la banda.
Holden me presentó enseguida. —Este es Monroe, nuestro vocalista.
—Encantado de conocerte —dijo Monroe mientras ofrecía su mano, que estaba
adornada con anillos de plata y tatuajes en los dedos. Tenía cabello largo y negro y
un tatuaje en el cuello.
—Antes de que digas una maldita tontería —intervino Holden—. Esta es Lala.
—Oh. —Monroe sonrió—. La hermana de tu amigo. Me alegro de que me lo
dijeras.
—Cuidado con lo que dices y no la toques —advirtió Holden.
Monroe parecía imperturbable. —Estás comprometida, ¿verdad?
—Lo estoy.
—Tipo con suerte.
Holden lanzó una daga visual a Monroe, pero no dijo nada.
Mientras conducíamos por las calles de Nueva York en dirección a la autopista,
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el trayecto estaba lleno de baches, con muchas paradas y arranques. Mi rodilla
chocaba con la de Holden y solo podía oler su aroma. Me frustraba sentir tanto
estando sentada tan cerca de él. Aparte de nuestro baile en la boda de Colby y de
algún que otro abrazo fugaz y amistoso, no podía decir que nunca hubiera estado tan
pegada a Holden durante tanto tiempo. Una cosa es controlar tus pensamientos, pero
¿cómo controlas la reacción de tu cuerpo ante alguien que te atrae? Supongo que la
respuesta es... no puedes. Solo tienes que lidiar con eso y fingir que no está
sucediendo.
Debimos de llegar al local de Danbury justo a tiempo, porque Holden se
disculpó por tener que salir corriendo. Los chicos apenas tenían cinco minutos antes
de salir al escenario. El aire era denso, saturado de olor a alcohol y a varias colonias
y perfumes. Acababa de situarme en un rincón cuando la banda, After Friday, empezó
a tocar.
No hay nada como ver a Holden en su elemento. Me llenaba de adrenalina: la
velocidad a la que maniobraba las baquetas, la intensidad de su concentración, la
forma en que lanzaba los palos al aire de vez en cuando y los atrapaba. Monroe
también tenía una voz muy suave, pero yo no podía apartar los ojos de Holden.
Cuando terminó la actuación, varias mujeres se acercaron a ellos. Su
aproximación parecía muy metódica. Me dio la impresión de que habían estado
esperando entre bastidores, y tal vez eran groupies habituales. Una en particular, de
cabello castaño, largo y liso, se abalanzó sobre Holden antes de que éste tuviera
siquiera la oportunidad de salir del escenario. Me pregunté si tendría que sentarme
a su lado de camino a casa, o si volvería a casa sola mientras Holden volvía a su casa.
Antes de que pudiera reflexionar mucho más, sonó mi teléfono.
Mi corazón se encogió cuando vi que era Warren el que llamaba, pero presioné
el botón para contestar.
—Hola.
—Hey.
—¿Qué estás haciendo? —dije, tapando la oreja contraria para escuchar mejor.
—Suenas como si estuvieras en un bar.
Dudé. No podía mentirle, por mucho que no quisiera admitir con quién estaba.
—La banda de Holden tenía un concierto. Así que vine a ver el show en un club
en Connecticut.
Dudó. —Ah. Ya veo. ¿Algo bueno?

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—Sí. —Exhalé—. Estuvo muy bien, la verdad. Bueno, excepto que estoy sola en
este momento ya que no conozco a nadie aquí. Holden sigue con la banda.
—¡Lala! ¿Qué estás bebiendo? —gritó de repente desde detrás de mí,
haciéndome saltar.
Levanté el dedo, pidiéndole que esperara. Pero en lugar de callarse, dijo: —
¿Un dedo de whisky? ¿Es eso lo que quieres?
—¿Quién es? —preguntó Warren.
—Ese es Holden. Acaba de venir por mi pedido de bebidas.
—Asegúrate de saber de dónde vienen tus bebidas, por favor. No dejes nada
desatendido. Lo último que necesito es que te droguen ahí fuera.
Sabía que estaría preocupado, pero cielos. —Eso es algo extraño de decir...
Pero por supuesto, estaré atenta.
—Solo... ten cuidado, ¿de acuerdo?
Me sentí mal de que mi presencia aquí le causara ansiedad. No podía culparlo.
A mí no me habría encantado descubrir que estaba en un bar con un grupo de mujeres
músicas. De hecho, pensar en Warren con sus gafas y su cárdigan en ese escenario
me hizo reír. Era un buen tipo, pero sin duda no era su ambiente, como tampoco era
el mío.
—De acuerdo. —Suspiró—. Diviértete.
—Gracias. Te llamaré por la mañana.
—De acuerdo. Buenas noches. —Hizo una pausa—. Te amo.
—Yo también te amo.
Gotas de sudor se formaron en mi frente después de colgar. Miré a mi
alrededor y vi a Holden radiante mientras caminaba hacia mí levantando dos copas.
Me habló al oído. —Supuse que no querías un dedo de whisky, así que te traje
un vodka con arándanos. Recuerdo que pediste uno en la boda de Colby.
El calor de su aliento en mi oreja me hizo estremecer. Era increíble cómo un
pequeño contacto podía hacer que sintiera que mi cuerpo ardía.
—Muy observador —dije mientras tomaba la copa.
—¿Supongo que era Warren al teléfono? Parecías un poco nerviosa.
—Sí. No quería que pensara... —Dudé.
Holden terminó mi frase. —¿Que te estabas divirtiendo?
—Supongo que me sentía culpable... por divertirme aquí sin él, sí.
—Bueno, te doy crédito. —Dio un sorbo a su bebida—. No debe ser fácil hacer
lo de la larga distancia.
Cambié de tema. —De todos modos, ustedes lo sacudieron por ahí.
—Gracias. Me sentí bien. —Sonrió orgulloso—. Y fue genial poder tocar para
51
ti.
Para mí. —A Ryan también le encantaba verte tocar.
Asintió. —Siento mucho su espíritu conmigo cuando actúo.
Apareció la misma morena que se había abalanzado sobre él después de la
actuación.
—¡Hola! Ahí estás —dijo antes de girarse hacia mí—. ¿Quién es?
—Esta es Lala, la hermana pequeña de mi mejor amigo.
—Oh... —Miró fijamente a Debbie Harry—. Eso es lindo.
Holden se rió, sabiendo de algún modo que el uso que la chica hacía de la
palabra lindo me molestaba. —Lala, esta es Carmen.
Asentí. —Encantada de conocerte.
—Igualmente.
Se giró hacia Holden. —¿Quieres venir a mi casa esta noche? Está más cerca de
aquí que la tuya.
Sí. Justo como pensaba.
—No puedo, en realidad —respondió—. Voy a volver con Lala para
asegurarme de que llega a casa sana y salva.
Carmen frunció el ceño, evidentemente enojada porque Debbie Harry y yo le
estábamos bloqueando la polla esta noche.
Desapareció poco después y yo lo celebré bebiendo un buen trago de mi
bebida.
Luego las cosas se volvieron un poco confusas. Holden no paraba de volver al
bar para traerme vodka con arándanos. En un momento dado, la habitación empezó
a girar.
Lo siguiente que recuerdo es que estaba de nuevo en el auto con Holden,
Monroe y el guitarrista, Kevin. Una vez más, mi pierna estaba presionada contra la de
Holden. Excepto que esta vez, mi estado de embriaguez amplificaba la excitación.
Mis pezones estaban rígidos, las perras traidoras. Y mi mente ebria iba a lugares a
los que no tenía derecho, imaginando cómo sería ser la groupie de Holden durante
una noche, cómo sería para ella esa experiencia en su apartamento. Los músculos entre
mis piernas se tensaron al pensar que llegaría a casa y me aliviaría bajo la ducha

52
caliente.
Holden parecía mareado, pero no afectado como yo. Cuando se acercó y me
habló al oído, mi alarma interna se disparó.
—Puede que te estés cansando, pero no creo que tu cabello esté listo para dejar
la fiesta.
—Eso se llama encrespamiento.
—No lo alises nunca.
—De todas formas, no tengo paciencia. —Hipé.
Por alguna razón, los chicos decidieron empezar a burlarse de Holden,
convirtiéndolo en el blanco de sus bromas durante la segunda mitad del trayecto de
regreso a casa. Holden explicó que a ellos les encantaba lanzarle “bromas de
bateristas” y que era una tradición habitual después de los conciertos.
—¿Cómo llamas a un baterista sin novia? —preguntó Kevin.
—Sin techo —dijo Monroe.
Se rieron mientras Holden ponía los ojos en blanco.
—¿Cómo llamas a un baterista con cerebro? —Kevin hizo una pausa y me
sonrió—. Guitarrista.
—¡Tengo otro! —Monroe gritó—. ¿Qué tienen en común un solo de batería y un
estornudo?
—¿Qué? —Holden volvió a poner los ojos en blanco.
—Sabes que viene, pero no puedes pararlo, ¡aunque quieras!
Kevin le chocó los cinco. —Muy buena.
Decidí darles un poco de su propia medicina. —¿Cómo llamas a un cantante y
a un guitarrista a los que les gusta hacer chistes tontos sobre bateristas?
—¿Cómo? —preguntaron al unísono.
—Celosos, porque todas las chicas parecen querer follarse al baterista. —Hipé
y miré a Holden—. Debe estar haciendo algo bien.
Se callaron.
No lo habría dicho si estuviera sobria, pero me dio placer hacer callar a Kevin
y Monroe, al igual que la sonrisa de suficiencia en el rostro de Holden.

53
CAPÍTULO 5
Holden
H
olden: ¿Cómo está la fiestera esta mañana?
Era casi mediodía y no había oído ni pío de la puerta de al lado.
Estaba bastante seguro de que Lala no era una gran bebedora, así que
sospeché que los cuatro vodkas que se había tomado anoche podrían
estar pasándole factura hoy. Tardo unos diez minutos, pero finalmente mi teléfono
emitió un zumbido con una respuesta. 54
Lala: En caso de que olvide mencionarlo, aprecio lo limpio que está el piso
del baño en este apartamento. Y lo frío...
Uh-oh. Eso no sonaba bien.
Holden: ¿Mañana difícil?
Lala: Ocho horas difíciles. En cuanto cerré los ojos y me metí en la cama,
la habitación empezó a dar vueltas. Así que vine al baño, por si acaso me ponía
enferma. Llevo aquí en el suelo desde entonces.
Oh, hombre. He pasado por eso. Apestaba.
Holden: Voy por un batido. ¿Quieres uno?
Lala: Si viene con Motrin, claro.
Me reí.
Holden: Estaré allí en quince minutos con tu cura. Aguanta.
Lala: Está bien. Pero ¿puedes entrar, por favor? No creo que pueda
levantar la cabeza ni caminar hasta la puerta para abrirla.
Holden: Claro.
Un rato después, utilicé mi llave maestra para llevarle a Lala lo que había
bautizado como el batido “ama tu hígado”. Su apartamento estaba silencioso, así que
llamé ligeramente a la puerta del baño.
—Adelante.
Abrí la puerta con un chirrido y encontré a Lala exactamente en la posición que
me había descrito: acostada en el suelo del baño. Tenía una toalla envuelta como una
manta y el maquillaje de ojos de la noche anterior manchaba sus mejillas.
Me senté a su lado, quité el envoltorio de la pajita y la metí en su batido.
—Cabeza arriba, cariño. Esto te ayudará. Te lo prometo. Está cargado de
vitamina C, hierba de trigo, jengibre y equinácea. Pero no saborearás nada de eso
porque la mantequilla de maní y el plátano lo ocultan todo.
Levantó la cabeza con un gemido y utilizó ambas manos para incorporarse.
Sonreí. —Eres un poco peso ligero, ¿eh?
Entrecerró los ojos y chupó de la pajita. —Me sirvieron demasiado.
—Las dos últimas bebidas eran solo arándano y lima. Solo bebiste dos con
alcohol.
—Aparentemente eso fue suficiente. Y por favor dime que no hice nada
vergonzoso. Lo de anoche está un poco borroso.
55
—No, tu voz no es tan mala.
Empezó a atragantarse con el batido. —¿Qu-qué?
—¿No recuerdas haber subido al escenario?
Sus ojos se abrieron de par en par. Parecía bastante horrorizada, y sentí una
punzada de culpabilidad por fastidiarla mientras estaba en ese estado, pero no la dejé
libre de culpa.
—Oh, Dios mío, no. ¿Qué canté?
—“Call Me”, de Blondie. Sostuviste el celular en tu oreja mientras cantabas y
actuabas. Fue muy divertido.
—Holden, ¿cómo pudiste dejarme hacer eso? ¡Soy una cantante horrible!
Asentí con la cabeza. —Eso ese lo que dijo la morena, a la que pegaste en el
baño de señoras.
—¡Oh, Dios mío! Por favor, ¡dime que estás bromeando!
Sonreí. —Es broma.
—¿De verdad?
Me reí entre dientes. —Por supuesto. No te dejaría subir al escenario. Te he
oído cantar. El objetivo de un concierto es atraer a la gente al club, no echarla.
Ella golpeó mi brazo. —Eres un idiota.
—Pero uno sexy y al que quieres ver desnudo; eso mismo me dijiste anoche.
Lala se puso roja. —¿En serio?
—No. —Me reí y señalé su rostro—. Pero Jesús, estás roja como una manzana.
Queda muy bien con las rayas negras en tus mejillas.
Lala levantó la mano y tocó su rostro. —Debo parecer un desastre.
Su cabello rizado estaba alborotado, su rostro embadurnado de maquillaje y
había dormido con la ropa puesta, pero seguía pareciéndome hermosa.
—Tal vez. Pero eres un hermoso desastre, Laney Ellison. —Me puse de pie y le
tendí una mano—. Vamos. Vamos a sacarte de este baño.
Veinte minutos después, sorbió lo último del batido de su vaso con la pajita.
—¿Te sientes mejor? —le pregunté.
Ella asintió. —En realidad, sí.
—Parece que estás lista para la fase dos entonces.
—¿Cuál es la fase dos?
Le quité el vaso de batido vacío de la mano y lo golpeé en la parte superior de
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su cabeza. —Café. Para los dos.
Mientras nos preparaba dos tazas de café en la cocina, Lala se fue al dormitorio.
Cuando volvió, su rostro estaba limpio, el cabello recogido en un moño grande y
desordenado y tenía ropa limpia.
—Mírate —le dije, pasándole una taza humeante—. Como nueva.
Metió los pies debajo de ella en el sofá y tomó un sorbo de café. —¿Te estoy
impidiendo hacer algo? Parece que estás duchado y listo para ir a algún sitio.
—Tengo una cita con Billie en media hora. Me pongo bastante sudoroso
tocando la batería, así que pensé que ella apreciaría que me lavara después del
concierto de anoche.
—¿La esposa de Colby, Billie?
Asentí. —La única y original. Estoy terminando un tatuaje. El contorno está
hecho. Hoy va a rellenar el color.
—¿De qué es?
—Un búho.
—¿Puedo verlo?
—Absolutamente. —Me puse de pie y agarré mi cremallera—. Está en mi
trasero.
Los ojos de Lala se abrieron de par en par.
Me reí entre dientes y volví a sentarme, levantando el dobladillo de mi
camiseta. —Es broma. Para ser tan lista, eres muy crédula. Está en mis costillas, justo
aquí.
Lala observó el contorno del búho, pero luego sus ojos se desviaron un poco.
Bajaron hasta mis abdominales y se detuvieron unos segundos antes de volver al
contorno. Tres segundos después, ocurrió lo mismo, solo que esta vez su lengua se
asomó y recorrió su labio inferior.
No me jodas. Me está mirando.
Sabía que debía hacer lo correcto y bajar la camiseta, pero no me cansaba de
ver cómo me miraba. —¿Quieres ver los otros?
Ella asintió y tragó saliva.

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Y como era un imbécil gigante, me quité la camiseta por completo.
—Este fue el primero —dije señalando dos baquetas—. Creo que el significado
se explica por sí mismo. —A continuación, señalé el que estaba sobre mi corazón, un
montón de números en línea recta—. La noche antes de mudarme, mi madre se enfadó
mucho. Lloró y me dijo que mejor no olvidara dónde vivía y que fuera mucho a
visitarla. Al día siguiente me tatué aquí las coordenadas de la casa de mis padres para
que ella supiera que nunca podría olvidar cómo llegar a casa.
—Aww ... Eso es tan dulce.
Durante los diez minutos siguientes, le mostré a Lala la tinta de mi cuerpo.
Cuando llegué a la cruz con la fecha tatuada debajo, no tuve que decir nada. Era la
fecha en que murió Ryan. Lala extendió la mano y pasó el dedo por el contorno de la
cruz. Mi piel se erizó.
—Siempre he querido regalarle algo —dijo—. Pero soy una gran gallina. ¿Te
duele conseguir uno?
—Un poco al principio, pero se entumece al cabo de un rato. Luego es más
sensible que doloroso.
—¿La piel es más sensible con un tatuaje?
—Justo después, pero no después de unas semanas, si te refieres a eso.
—¿Así que esto no duele más que sobre la piel normal? —Raspó con una uña el
borde de la cruz, y mi mente imaginó inmediatamente cómo sería sentir sus uñas
haciendo eso en mi espalda.
Mi voz estaba ronca. —No estoy seguro. Hazlo otra vez. Más fuerte.
Clavó la uña un poco más la segunda vez, y mi polla cobró vida.
Joder. ¿Qué estaba haciendo? Tenía que cortar esta mierda de raíz antes de
ponerme en ridículo. De repente, agarré la camiseta, me la volví a poner de un tirón
y me puse en pie.
—Tengo que irme. No quiero llegar tarde a mi cita con Billie. Ya sabes, en caso
de que esté lista antes.
Suave, Catalano. Realmente suave.
—Ah, de acuerdo. —Lala dejó su café y me acompañó a la puerta.
—Si te resulta interesante, baja y podrás ver trabajar a Billie. Quizá te ayude a
sentirte más cómoda para conseguir el que quieres para Ryan.
—De acuerdo. Tal vez. Gracias de nuevo por el batido, Holden.
Le guiñé un ojo. —Estoy aquí para servir.
Como ya era casi la hora de mi cita, bajé directamente a la tienda de Billie. Tras
cinco minutos de espera, estaba acostado en su silla. 58
—¿Qué hay de nuevo contigo, guapo? —preguntó—. ¿Te quedaste en casa
anoche o algo así? Tienes muy buen aspecto para ser tan temprano un sábado.
Sacudí la cabeza. —En realidad tuve un concierto.
—Ummm... La última vez que estuviste aquí el día después de un concierto, tuve
que rociarte con colonia porque no podía soportar el olor del alcohol que salía de tus
poros.
—Solo tomé una copa anoche. Pensé que era buena idea mantenerme sobrio.
—¿Estabas conduciendo?
—No.
—Entonces, ¿por qué era una buena idea mantenerse sobrio?
—Lala salió con nosotros. Vino a ver tocar a la banda.
—¿Y no puedes beber cerca de ella por alguna razón?
Definitivamente no podía beber cerca de ella anoche, no con lo jodidamente
buena que estaba. Tenía demasiado miedo de decir algo o, peor aún, hacer algo
estúpido. Pero no iba a entrar en eso con Billie. Así que me encogí de hombros.
—Supongo que no me apetecía beber mucho.
Billie entrecerró los ojos. —El apartamento en el que se aloja está justo al lado
del tuyo, ¿verdad?
—Sí.
—¿Alguna vez vas por allí?
—A veces. —Me encogí de hombros—. Si necesita ayuda o algo.
—¿Qué tipo de ayuda necesita?
Maldición, Billie era como un perro siguiendo un rastro. Así que decidí redirigir
nuestra conversación.
—No sé, arreglando cosas en el apartamento y todo eso. Lo que me recuerda,
¿cómo va tu lavavajillas? Colby dijo que a veces la puerta se abre a mitad del ciclo.
—Lo hace, y me está volviendo loca porque no puedo averiguar por qué. Lo he
desarmado dos veces.
—Intentaré pasar más tarde cuando Colby llegue a casa y echaré un vistazo.
—Eso sería estupendo. Gracias.
Justo cuando por fin había conseguido que Billie dejara de hablar de Lala, entró
en la tienda nada menos que la propia mujer. Billie dejó su aguja y le dio un abrazo.
—Hola, Lala —dijo—. ¡Qué bueno verte!
—Igualmente, Billie. Espero que no te importe que haya venido. Holden sugirió
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que viniera ya que me gustaría superar mi miedo a hacerme un tatuaje. Nunca he visto
a nadie hacerse uno.
—Por supuesto que no me importa. —Acercó una silla—. Me aseguraré de
poner el color extra profundo, para que podamos ver al niño bonito hacer una mueca
de dolor.
Lala sonrió. —¿Niño bonito?
Billie se encogió de hombros. —Es un nombre apropiado, ¿no?
Los ojos de Lala recorrieron mi rostro. —Supongo que sí.
—¿Así que te gustaría hacerte un tatuaje? ¿Tienes algo en particular en mente?
Lala asintió. —Me gustaría conseguir uno en memoria de mi hermano.
—¿Tienes alguna idea?
—Creo que algo parecido a lo que Holden tiene para Ryan: una cruz, pero
mucho más pequeña y un poco más femenina.
Los ojos de Billie se movieron hacia los míos. —Tatuajes a juego, ¿eh?
—Creo que Lala se refería a una cruz, no a que tuviera que coincidir con la mía
—dije.
—Ajá... —Billie sonrió. Sujetó la aguja de tatuajes y pisó el pedal en el suelo—.
Tu verdadero nombre es Laney, ¿verdad?
Lala asintió.
—¿Y cómo surgió Lala?
Lala sonrió y me señaló. —El niño bonito se lo inventó. Cuando yo tenía once
años, mi hermano y todos sus amigos tenían trece y catorce. Colby, Owen, Brayden y
Holden prácticamente vivían en nuestra casa. Y hablaban de chicas sin parar: las
besaban, las manoseaban... No tenían vergüenza. Ni siquiera les importaba si yo
estaba en la habitación. Un par de años marcan una gran diferencia a esa edad, así
que seguía pensando que era asqueroso. Algunas veces, cuando se jactaban de sus
conquistas, metía los dedos en mis orejas. Por supuesto, eso solo los hacía hablar más
fuerte. Una tarde, estaban especialmente insoportables con sus historias, y acabé
corriendo fuera de la habitación con los dedos en mis orejas, gritando La La La La.
Holden me llamó Lala al día siguiente, y el nombre se quedó grabado.
Billie soltó una carcajada. —Eso es histérico.
—Ugh, los cinco eran perros cachondos. Solo hablaban de eso.
—Y tú solo hablabas de física y astronomía —le dije.
—Bueno, esos temas son mucho más fascinantes que las conversaciones que
ustedes tenían. —Lala miró a Billie—. No es de extrañar que no saliera mucho con
60
chicas cuando era pequeña. Tuve que escucharlos hablar de tirarse pedos
accidentalmente mientras recibían una mamada.
—Oh, Dios mío. Por favor, dime que no fue mi esposo quien hizo eso.
—No lo fue —dijo Lala—. Fue Owen.
Durante la siguiente hora, Lala y yo contamos historias de cuando éramos niños.
Hicimos reír a Billie todo el tiempo. En un momento dado, sonó el teléfono de Lala. No
contestó y no pude ver quién era, pero su rostro cambió, así que sospeché que lo
sabía. Justo después, se levantó.
—Debería ponerme a trabajar. Espero pasar unas horas poniéndome al día hoy
mientras haya tranquilidad, ya que no pude lograr todo lo que tenía que hacer esta
semana.
—Ven a visitarme cuando quieras, Lala —dijo Billie—. Siempre estoy dispuesta
a recoger nueva munición para clasificar a los fabulosos cuatro.
Lala se rió. —Tengo mucho de eso. —Me miró—. Gracias de nuevo por esta
mañana, Holden.
Le guiñé un ojo. —De nada. Que pases una buena tarde.
Cuando Lala se fue, Billie se abalanzó. —Escúpelo, niño bonito. ¿Qué pasa con
ustedes dos?
—¿Qué quieres decir?
—Había tanta química chispeando aquí, que podría haberla usado para hacer
funcionar mi máquina de tatuar. ¿Tuvieron algo juntos una vez o algo así?
Suspiré. —No como estás pensando.
—¿Entonces qué?
—Me gustaba mucho de pequeña.
—Y...
—Y eso es todo. Es la hermana pequeña de Ryan. Además, es súper inteligente
y no le gustan los chicos como yo.
—¿Qué significa eso, tipos como tú?
—Lala es investigadora y su prometido intenta curar el cáncer. Una mujer así
no quiere salir con un músico, y menos con uno cuya conversación más estimulante
últimamente ha sido debatir si me cortaría un dedo por un millón de dólares. Brayden
y yo no estamos de acuerdo, por cierto.
Billie puso su aguja en su soporte.
—Aunque creo que es inteligente que mantengas las distancias, porque ella
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está comprometida y está claro que hay chispa entre ustedes, no deberías ponerte a
ti mismo o a Lala en cajas como esa. Mira lo diferentes que somos Colby y yo. Él diseña
edificios, y a mí me perseguía la policía por pintarlos con spray. Solo porque la gente
sea diferente no significa que no pueda funcionar. ¿Por qué querrías a alguien similar
a ti? Nunca aprenderías nada nuevo.
Tenía razón. Pero aun así...
Esa noche, en casa, seguía repasando la conversación que había tenido con
Billie. De un modo u otro, no había pensado en otra cosa que no fuera Lala desde que
llegó a la ciudad para su entrevista. Por muy jodido que fuera, puse la oreja contra la
pared de mi dormitorio para ver si podía escuchar si ya había llegado a casa del
trabajo. No es que fuera a ir a ver si lo había hecho; solo necesitaba saberlo. Pero lo
único que escuché fue silencio, así que me alegré cuando mi teléfono vibró con una
distracción.
Sienna: Hola. ¿Estás por aquí para salir esta noche?
Había salido con Sienna unas cuantas veces antes. Ella era muy agradable, por
no hablar de sexualmente aventurera y no requiere compromiso. Hace unas semanas,
habría aceptado la oferta, pero esta noche no me apetecía. Así que mentí.
Holden: Lo siento. Planes con los chicos esta noche.
Su respuesta fue rápida.
Sienna: Si cambias de opinión, estaré en el bar donde nos vimos la última
vez, el que está a la vuelta de la esquina de tu casa. Y por si necesitas un pequeño
incentivo...
Me envió una selfie con un escote de lo más sexy. Agaché la cabeza,
odiándome por no querer ir. No tenía ningún deseo de ligar por culpa de una tal
Ricitos de Oro comprometida de al lado.
Terminé acostado en el sofá y cambiando de canal en la tele, pero no podía
dejar de regañarme por ser un pedazo de mierda y pensar en Lala.
Vives en una ciudad con cuatro millones de mujeres, ¿por qué te obsesionas con
la que no puedes tener?
Se va a casar.
Es la hermana pequeña de Ryan, por el amor de Dios.
Al cabo de un rato, levanté el culo del sofá y me vestí, obligándome a dirigirme
al bar. Mi intención había sido encontrarme con Sienna, pero a una cuadra de allí me

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desvié y entré en un bar de viejos. Necesitaba un minuto para aclarar mis ideas.
Solo había tres tipos sentados en la barra, cada uno de ellos solo, y todos
parecían tan desgraciados como yo me sentía en ese momento. El camarero me echó
un vistazo y señaló por encima del hombro.
—El baño está en la esquina trasera derecha.
Me acerqué a un taburete y me senté. —No necesito usar el baño. Vine a tomar
algo.
—Oh. Lo siento. No pareces mi público habitual. —Arrojó un posavasos de
cartón sobre la barra—. ¿Qué te sirvo?
—Jack y Coca-Cola, por favor.
Golpeó la barra con los nudillos. —Enseguida.
Cuando volvió con mi bebida, me tendió la mano. —Evan.
—Holden. Encantado de conocerte.
—¿Eres de fuera?
Negué con la cabeza y di un sorbo a mi bebida. —No. Vivo a una cuadra de
distancia.
—¿Te encuentras con una mujer aquí a escondidas?
—No.
Evan apoyó un codo en la barra. —De acuerdo, ya está. ¿Por qué estás aquí en
este agujero de mierda?
Me reí entre dientes. —¿De verdad quieres escucharlo?
Señaló a los otros clientes. —Esos son Fred, Ken y Walt. He oído sus historias
quinientas veces. Así que sí, ¿por qué no? No es que tenga mejores opciones.
—¿Qué tal un trago primero? El tuyo también va por mi cuenta.
—De acuerdo. ¿Qué te gustaría?
—Tú eliges.
Evan volvió con una botella de tequila y dos vasos de chupito. Los llenó hasta
el borde. —Aquí no tomamos sal ni lima ni nada de esa mierda elegante.
Recogí el chupito y volví a aspirarlo. —Me parece bien. —Ardió al bajar, pero
me gustaba.
—Entonces ¿cuál es tu historia? Parece que perteneces a uno de esos anuncios
de Abercrosley en Times Square. Así que no puede ser sobre una mujer.
Sonreí. —Es Abercrombie, y sí, es sobre una mujer. ¿No lo es siempre?
—Tienes razón. ¿Está casada o algo así?
—Comprometida.
—Oh chico. —El camarero rellenó nuestros vasos—. Este va por mi cuenta. —
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Nos lo tendió para que chocáramos y sorbimos nuestros segundos tequilas.
Luego le conté a mi nuevo amigo Evan todo sobre Lala, desde que me enamoré
de ella en la escuela hasta que ahora vive en el apartamento de al lado.
—Ah, y me olvidé de mencionar que actualmente estoy escondido aquí en
lugar de encontrarme con una mujer de espíritu libre en el bar a una cuadra de
distancia, una mujer que no quiere nada más que un polvo conmigo.
Evan negó con la cabeza. —Lo tienes mal por esta Lala, ¿eh?
Bebí el resto de mi Jack con Coca-Cola. —¿Qué se supone que debo hacer al
respecto?
—Solo hay una cosa que puedes hacer, amigo mío.
—¿Ir a ver a Sienna y olvidar que alguien más existe por unas horas?
—No. Eso nunca funciona. Solo te odiarás a ti mismo después.
—¿Sentarme aquí y descargarme entonces?
—No. Tienes que intentar romper ese compromiso, Abercrosley.
Negué con la cabeza, sin molestarme en corregirle esta vez. —No creo que eso
vaya a suceder.
—Créeme, superarás la culpa de robarle la chica a otro. Pero nunca superarás
dejar que la mujer que amas se te escape de las manos.
Pero no estaba enamorado de Lala, ¿verdad? Por otra parte, ¿cómo diablos iba
a saber si lo estaba? La única persona con la que había sido capaz de comprometerme
era conmigo.
—Déjame contarte una pequeña historia —dijo el camarero—. Cuando tenía
veinte años, conocí a una mujer. Se llamaba Elizabeth y, por estúpido que parezca, a
la primera hora supe que era la mujer con la que debía casarme. Solo había un
problema.
—¿Cuál?
—Era la chica de mi mejor amigo.
—Oh, hombre.
Evan asintió. —Acababa de alistarme en el ejército. Mi amigo Phil conoció a
Elizabeth mientras yo estaba en el campamento de reclutas. Iban juntos a la
universidad. Al cabo de un año, fui a visitar a Phil mientras estaba de permiso. Él
trabajaba e iba a clase, así que pasé gran parte de mi visita saliendo con su chica. Me
enamoré perdidamente, y ella también sintió algo. Pero era la chica de mi amigo, así
que no iba a ir allí. Cuatro años más tarde. Me casé con Catherine, y Phil y Elizabeth
se casaron el verano siguiente. Me tomó cinco años más en un matrimonio miserable
darme cuenta de que me había casado con una mujer de la que no estaba enamorado.
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Porque cuando tu corazón pertenece a otra persona, no está disponible para dárselo
a nadie, aunque quieras.
—¿Qué pasó con Phil y Elizabeth?
—Ellos también tenían problemas matrimoniales. Pero Phil y Liz se mudaron a
Long Island y perdimos el contacto. No los había visto en varios años. Resumiendo, se
divorciaron, y seis años después me encontré con ella. La química nunca se había
apagado, incluso después de todo ese tiempo. Terminamos juntos, y fui más feliz que
nunca. También lo era mi Lizzy. Un día, fue al médico para un examen de rutina y le
encontraron un bulto en el pecho. Seis meses después, se había ido. Cáncer de mama
metastásico. Solo tenía treinta y tres años.
—Jesús, lo siento.
—Yo también. ¿Pero sabes qué es lo que más siento?
—¿Qué?
—Perder los diez años que podríamos haber estado juntos, pero no lo
estuvimos. La vida es más corta de lo que crees.
Me bebí dos Jack con Coca-Cola más y decidí no ir a ver a Sienna después de
todo. En lugar de eso, me fui a casa con un buen zumbido alcohólico y mucho en qué
pensar, cortesía de mi nuevo amigo camarero. Tenía la cabeza hecha un lío por la
historia que me había contado, pero sabía con certeza que tenía que mantenerme
alejado de las mujeres durante un tiempo, de todas las mujeres.
Pero cuando entré en el ascensor y me di la vuelta para presionar el botón del
panel de mi planta, ese voto salió volando por la ventana más rápido de lo que se
hubiera desprendido la ropa de Sienna.
Lala.
Acababa de entrar por la puerta principal. Puse la mano en las puertas del
ascensor para impedir que se cerraran mientras mi corazón salía al galope.
—No acabas de llegar del trabajo, ¿verdad?
Lala asintió. —Así es. Tenía mucho que hacer y perdí la noción del tiempo. —
Entró en el ascensor—. ¿Y de dónde vienes?
—Estaba en un bar al final de la cuadra.
—¿Cómo puede ser? —Mostró una sonrisa pícara y miró alrededor de la cabina
del ascensor—. Estás solo.
—Lindo. —Presioné el botón de nuestro piso—. Sabes que no soy ni la mitad
de promiscuo que crees que soy. —Al menos no últimamente.
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Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el tercer piso, le tendí la mano
para que saliera primero. Luego hice todo lo posible para no mirar su trasero, pero
fracasé estrepitosamente.
—¿Te quedas en casa el resto de la noche? —preguntó mientras sacaba las
llaves.
—Sí. ¿Y tú?
Ella asintió. —Una noche de fin de semana salvaje es suficiente para mí.
Sonreí. —¿Quieres venir a tomar una copa de vino?
Lala mordió su labio inferior. Parecía a punto de negarse, así que le propuse
una alternativa menos sugerente que invitarla a mi casa.
—¿Qué tal una copa en la escalera de incendios? Tú en la tuya, yo en la mía,
¿como la otra noche?
Ella sonrió. —De acuerdo. Me parece bien. Deja que me cambie.
Dentro, abrí una botella de vino blanco y tomé dos vasos antes de salir a la
escalera de incendios. Lala se unió a mí unos minutos después, con una camiseta y
unos leggings. Serví un vaso para cada uno y le pasé uno a través de los balaustres.
—Así que dime, ¿cómo es un día en la oficina para la doctora Lala Ellison?
Dio un sorbo a su vino. —Bueno, hoy revisé el resto de las solicitudes para mi
estudio y ultimé los candidatos que van a participar.
—¿Todos tienen Alzheimer?
Asintió con la cabeza. —Es un estudio controlado, así que elegí a personas que
viven en centros de vida asistida en un radio de quince kilómetros. Y todos tienen la
misma puntuación ADAS Cog: es una escala que califica el nivel de disfunción
cognitiva.
Sonreí. —Siempre supe que harías algo grande.
—Gracias. Aunque todavía no he hecho nada grande.
Sopló una ligera brisa y Lala frotó sus brazos. —Hace más frío de lo que
pensaba —dijo.
—El aire nocturno refresca a principios de mayo. Te traeré una sudadera.
—No pasa nada.
Pero de todos modos me levanté y trepé por la ventana. Volví con una sudadera
y se la pasé por encima de la barandilla.
—Gracias. —La deslizó por encima de su cabeza—. Así que he estado
pensando en hacerme un tatuaje todo el día.
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—¿Pensando en hacerte un tatuaje o pensando en todos los míos?
—Uh...
Me reí entre dientes. —Estoy bromeando. ¿Así que realmente vas a conseguir
uno?
—Quiero. Creo que me gustaría ponerme una pequeña cruz en la muñeca. La
cruz estaría en el centro, y pondría la fecha en que murió Ryan a un lado.
—Quedará genial. Deberías concertar una cita con Billie.
—Sí... tal vez. Solo que aún no estoy segura.
—¿Qué te retiene? ¿El dolor?
—Eso y, bueno, se lo mencioné a Warren antes, y él estaba más o menos en
contra.
Mi mandíbula se tensó. —¿Tiene algún problema con los tatuajes?
—No cree que sea buena idea que me haga uno donde cualquiera pueda verlo.
Cree que parece poco profesional y que dañará mi credibilidad.
—Creo que su punto de vista es bastante anticuado, Lala.
Ella suspiró. —Sí, eso es lo que yo también dije.
—¿Te molestará si consigues uno de todos modos?
—No lo sé. No lo creo, pero... —Hizo una pausa cuando su celular empezó a
sonar. Al igual que la última vez que nos sentamos aquí, su rostro decayó.
El Doctor Imbécil es un maldito criticón, pero sin duda tiene buen sentido del
tiempo.
Solo que esta vez Lala no dijo que tenía que irse. En lugar de eso, presionó el
botón lateral del teléfono para que dejara de sonar.
—Hablando del diablo. —Ella sonrió—. Es Warren. Lo llamaré más tarde.
Aunque probablemente no tuviera sentido, lo tomé como una victoria. Lala
tenía la opción de hablar con él o conmigo, y esta vez, me eligió a mí. Progreso.
Hablamos durante otra media hora y luego cometí el error de preguntarle si
quería otra copa.
—Probablemente debería irme a la cama. No puedo creer que haya bebido un
trago por la manera en que me sentía hoy.
Me habría quedado aquí toda la noche con ella, pero asentí. —Sí, yo también
debería dormir un poco.
Lala se levantó y me pasó su vaso vacío. —Gracias por el vino. Buenas noches,
67
Holden.
—Buenas noches, Lala.
Se agachó para meterse por la ventana, luego se detuvo y volvió a ponerse
recta. —Espera un momento. —Tomó el dobladillo de la sudadera que llevaba puesta
y la deslizó por encima de su cabeza—. Gracias por el préstamo.
—No hay problema. —Realmente estaría bien que te la quedaras.
De vuelta dentro, puse los dos vasos en el fregadero. Estaba muy orgulloso de
mí mismo por haber dejado tan fácilmente el que tenía marcas de sus labios. Pero
entonces miré lo que había tirado sobre mi brazo: la sudadera.
No, no lo harás.
Definitivamente no.
De ninguna manera, Catalano.
Haciendo caso a mi conciencia para variar, tiré la maldita sudadera al sofá y
salí corriendo de la habitación como si tuviera algo contagioso. Pero cinco minutos
después, me encontraba de nuevo en la sala de estar mirando fijamente la maldita
cosa.
Esto se está volviendo ridículo.
Realmente necesito echar un polvo.
Recogí la sudadera del sofá.
O masturbarme mientras uso esto...
CAPÍTULO 6
Lala
D
espués de otra semana en mi nuevo puesto, algo más productiva que la
primera, me fui a casa, a Pensilvania, a visitar a mi prometido. Anoche
llegué tarde, pero Warren me había preparado una deliciosa cena de
stroganoff de ternera y estábamos terminando cuando se dio cuenta de que me había
distraído.
—¿Estás bien? —preguntó. 68
Asentí, queriendo no ponerme roja ni parecer culpable. —¿Por qué lo
preguntas?
—Pareces un poco distraída.
Moví los últimos fideos que quedaban en mi plato. —El estrés del trabajo me
está afectando, creo. Y estoy un poco cansada del viaje de anoche, supongo.
O tal vez fueron mis varias trasnochadas de la semana pasada gracias a cierto
vecino.
—De acuerdo. —Warren usó su dedo índice para empujar sus gafas hacia
arriba—. Bueno, esperaba tener toda tu atención esta noche. Necesito que tengas la
mente despejada porque tengo que hablarte de algo importante.
Me enderecé en mi asiento. —¿Qué está pasando?
Se aclaró la garganta. —Me enteré de que hay un puesto de investigador
principal en la UCLA, en el centro oncológico de allí. Me gustaría presentar mi
candidatura. Creo que tengo muchas posibilidades porque mi antiguo jefe de PENN
está ahora allí. Podría hablar bien de mí.
¿California? —Um... wow. Bueno... ¿Cuándo lo sabrás?
—Aún no he presentado mi candidatura. El puesto se abre dentro de seis meses
porque el actual se traslada a Europa para dirigir un gran estudio allí. Pero ya están
aceptando solicitudes. No estoy seguro de cuándo tomarán una decisión, pero ir por
ello significa que tengo que estar preparado para trasladarme si lo consigo.
—Lo que significa que tengo que estar preparada para reubicarme. —Tragué
un poco de agua.
Asintió con la cabeza. —¿Qué te parece?
Mirando mi plato, negué con la cabeza. —No sé, Warren. No es que no quiera
esta oportunidad para ti, pero ¿estar tan lejos de mi familia? Sería muy difícil. Soy todo
lo que mis padres tienen ahora. Al menos en Nueva York, puedo conducir a casa
cuando quiera.
Quizá fuera egoísta, pero necesitaba que él supiera cómo me sentía.
—Por supuesto que sería difícil, mi amor. Por eso nunca lo haría a menos que
tú estuvieras de acuerdo. Tendría que ser una decisión de equipo. —Se levantó y tomó
un bloc de notas—. Repasemos juntos los pros y los contras.
Me froté las sienes. —De acuerdo.
A Warren le encantaba hacer listas y dibujar diagramas. Cualquier excusa que

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encontraba para hacerlo, la aprovechaba.
Volvió a sentarse. —Un pro importante, que aún no te he dicho, es que el sueldo
sería casi el doble del actual, Laney. —Escribió una cifra y la subrayó antes de girar
el papel hacia mí, mostrando una cantidad ridículamente enorme de dinero. Santa
mierda.
Me quedé boquiabierta. —Dios mío.
—Sí. ¿Es una locura o qué? Sabes que no hago lo que hago por dinero, pero
este dinero nos cambiaría la vida.
¿Cómo podía alejarlo de eso? Exhalé un suspiro. —Bueno, eso es obviamente
un gran pro.
—Y las instalaciones de investigación son el doble de grandes y modernas.
Tienen equipos que solo podría soñar con tener donde estoy ahora.
—Supongo que eso es un pro aún mayor que el dinero.
—Efectivamente. —Examinó mi rostro—. Pero vamos a los contras.
Obviamente estarías más lejos de tu familia. Y yo de la mía. —Escribió la palabra
distancia en el papel—. Pero con el dinero extra que ganaría, podríamos permitirnos
boletos de avión a casa cada vez que los echáramos de menos.
Tenía razón. —De acuerdo... —Miré fijamente al espacio, imaginándome
estresada y corriendo por los aeropuertos. Podría haber sido factible, pero eso no
significaba que quisiera tener que llegar al aeropuerto cada vez que tuviera ganas de
ver a mi mamá. Dios, esto apestaba.
—También hay muchas oportunidades de investigación para ti en el oeste —
añadió—. Ya hablé con algunos contactos. Una vez que se acabe Nueva York, las cosas
van a estar en el aire para ti de todos modos, ¿verdad? No tienes nada preparado.
Este momento podría ser perfecto. Así que eso es un punto a favor.
Sintiéndome extremadamente inquieta, humedecí mis labios. —Tal vez.
—Si no he contado mal, fueron tres pros y un contra. ¿Se te ocurre algún otro
contra? —preguntó.
Lo único que pasó por mi mente fue Holden. ¿Y qué tenía él que ver con esto?
De todos modos, cuando terminara mi proyecto, ya no viviría en Nueva York. Pero
había estado disfrutando de la compañía de Holden en Nueva York. Y estar de vuelta
en casa con Warren me hizo darme cuenta de lo culpable que me sentía por ello.
Warren interrumpió mis pensamientos. —¿Y bien?
¿Qué otra opción tengo? —No se me ocurre ninguna otra negativa —concedí—
. Creo que deberías ir por ello, a ver qué pasa, y ya veremos si lo consigues.
Dejó escapar un enorme suspiro. —No sabes lo feliz que me hace esto.

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Sospechaba que lo aprobarías una vez que analizáramos los pros y los contras, pero
no quería solicitarlo hasta que hubiéramos tenido la oportunidad de hablar.
—Gracias por esperar a aclararlo conmigo.
Sonrió. —El clima en California es increíble, Laney. Podríamos divertirnos
tanto los fines de semana, explorando la costa del Pacífico. Hay tantas maravillas
geológicas allí. Sé que eso es lo tuyo. —Sonrió.
—Sí —murmuré.
Si la geología fuera lo mío últimamente. Lo mío últimamente era mucho más
peligroso.

Como Warren y yo habíamos pasado juntos la noche del viernes después de


mi llegada y todo el día de hoy, fui a ver a mis padres después de cenar con él esta
tarde. Mi madre me había preparado un postre especial de limón y, como Warren me
había dicho que estaba atrasado con el trabajo, pensaba pasar la noche aquí, en mi
antigua habitación, acurrucada con Bully, el viejo perro de Ryan. Mamá y papá
estaban encantados de tenerme para ellos solos.
Mi mamá vertió agua caliente en mi taza de té Darjeeling. —Realmente extraño
tenerte cerca, Laney. Sé que no estás tan lejos, pero ha sido duro no poder ir a tu
apartamento siempre que quiero para tomar un café. Será bueno tenerte de vuelta en
unos meses.
Interesante momento para esa afirmación. Suspiré. —Lo sé.
Durante el postre y el té, los puse al corriente de la bomba que Warren había
soltado durante la cena.
Las arrugas en la frente de mi madre se hicieron prominentes al asimilarlo todo.
—No son buenas noticias. ¿Puedo ser egoísta y admitir que no quiero que se lleve a
mi bebé?
Mi padre se giró hacia ella. —Jean, si se van a casar, ella tiene que ir adonde él
vaya. No nos mataría ir a visitarla, si tiene que mudarse. No la hagas sentir culpable.
Mamá frunció el ceño. —Esa es una forma de pensar muy anticuada, Bill. Laney
también tiene un trabajo importante. Ella no tiene por qué ir donde él va. ¿Por qué no
puede quedarse donde está el trabajo de ella?
—En realidad... —suspiré—. Mi beca solo dura seis meses para hacer la
investigación inicial. Después de eso, tengo que averiguar qué hacer o hacer una
nueva propuesta. Así que no estoy muy atada. Y el calendario funciona porque
Warren no empezaría en el puesto hasta dentro de seis meses.
—Claro que es una decisión que deben tomar juntos —intervino papá—. No
quise decir eso. Estás argumentando en contra de cualquier cosa que diga que pueda
apoyar que Laney se mude porque no quieres que se mude.
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—Lo siento. Puede que sí, pero no puedo evitar lo que siento. Sé que Laney es
una mujer fuerte e independiente. Tiene derecho a vivir donde quiera. Pero es mi
mejor amiga. Me encanta su compañía y odiaría no tenerla cerca.
Puse mi mano sobre la suya. —Lo sé, mamá. No hay ninguna parte de mí que
quiera mudarse tan lejos, pero no tuve valor para decirle que no. Warren trabaja muy
duro y se merece esta oportunidad.
—Bueno... —Ella sonrió—. Supongo que tenemos que hacer sacrificios por los
que amamos. ¿Pero está bien si rezo en secreto para que no consiga el trabajo?
—Está totalmente permitido. Yo estaré por aquí haciendo lo mismo. —Llené mi
boca de postre, aunque no había suficiente tarta de limón en el mundo para hacerme
sentir mejor esta noche.
La melancolía siguió persiguiéndome durante toda la hora del té. Quizá me
estaba precipitando, pero tenía la sensación de que Warren iba a conseguir este
puesto. Su inteligencia y su trabajo no tenían límites. Y con sus contactos, tenía el
puesto en el bolsillo. Me sentía mal.
Entonces sonó mi teléfono, interrumpiendo mis pensamientos.
Miré hacia abajo y encontré un mensaje de Holden. Incluía una foto suya
sosteniendo una copa en un bar.
Holden: Tomando un vodka con arándanos en tu honor. Tu trasero
borracho se lo está perdiendo.
Lala: ¿Supongo que esa es la versión alcohólica real y no uno de los Shirley
Temples con los que me estafaste?
Holden: Solo tu trasero ligero podría emborracharse con un efecto
placebo. Y se llama proteger, no estafar. Pero nada de Shirley Temple para mí.
Esto es de verdad.
Lala: ¿Dónde estás?
Holden: Estamos a punto de tocar. En un pequeño bar de la ciudad. No es
un concierto tan grande como el que viste.
Lala: Aw. Bueno, ojalá pudiera estar allí. Sigue pareciendo divertido.
Los tres puntos se movían mientras tecleaba.
Holden: A mí también me gustaría que estuvieras aquí.
Mi corazón se agitó. Detente.
—¿Qué demonios te hace sonreír así? —preguntó mi madre.
Mi mano tembló y el teléfono se me escapó. Lo recogí y lo puse boca abajo.
Dios mío. Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba sonriendo.
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—Nada.
—¿Era Warren?
Maldita sea. Nunca había sido capaz de mentirle a mi madre. Ella siempre podía
ver a través de mí. Esta vez no sería diferente.
Tragué saliva. —No, en realidad. Es... Holden.
Los ojos de mi padre se abrieron de par en par. —¿Holden Catalano?
—Sí, por supuesto.
—¿Por qué te manda mensajes? —preguntó mi madre.
—Me acaba de mandar una foto graciosa.
—¿Una foto de qué?
—Solo un cóctel. Está en uno de los conciertos de su banda en la Ciudad.
—¿Qué tiene de divertido un cóctel? —preguntó papá.
—Sabe que me gustan los arándanos con vodka.
Mi madre arrugó la frente. —¿Cómo lo sabe?
—Fui a uno de sus espectáculos la otra noche y me tomé uno.
O dos o tres. No me acuerdo.
Su mirada se intensificó. —¿Has estado saliendo con él?
—No. Solo me invitó una vez a ver tocar a su banda.
—¿Lo sabe Warren? —preguntó.
—Sí. —Tragué saliva.
Mi madre siguió insistiendo. —¿No le importa que hayas estado galanteando
con Holden Catalano?
Me reí nerviosamente. —Mamá, no es así. Su apartamento está al lado del mío.
Y es un buen amigo. Eso es todo.
—Trata de darle a Laney algo de crédito —intervino mi padre—. Es una chica
lista. Todos sabemos que Holden, por mucho que le queramos y por mucho que Ryan
lo hiciera, no daría más que problemas. Pero seguro que es muy divertido. Laney no
haría nada que pusiera en peligro su relación con Warren.
Asentí, sintiendo que se me cerraba la garganta.
Mi madre se cruzó de brazos. —Los hombres como Holden pueden ser muy

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cautivadores, pero no son la mejor influencia. A veces, en presencia de alguien así —
sobre todo cuando hay alcohol de por medio—, nuestro juicio puede verse
comprometido. Sobre todo si estás lejos de casa.
Sintiéndome acalorada, le dije: —Te agradecería que dejáramos de hablar de
esto. Era un mensaje amistoso. Nada más.
Ahora se me formaban gotas de sudor en la frente. Si tan solo creyera en mis
propias palabras. Parecía que mi madre me conocía mejor que mi padre.

Un rato más tarde, sintiéndome todavía muy inquieta, me retiré al piso de arriba
para pasar la noche.
Pero me detuve frente a la habitación de Ryan en lugar de la mía. Cuando mi
hermano estaba más enfermo, se había mudado a casa de mis padres. Su habitación
seguía siendo la misma de siempre. Siempre que me sentía triste o en conflicto,
entraba a hurtadillas y me acostaba en su cama para sentirme más cerca de él.
Abrí la puerta y lo primero que vi fue el collage de fotos que había en el tablón
de anuncios frente a su cama. Había muchas fotos de los cinco chicos. Los recuerdos
de todos sus momentos de diversión juntos habían hecho que mi hermano siguiera
adelante al final.
Viajes de pesca en el barco del padre de Owen.
Holden y Ryan jugando al beer pong.
Ryan y Colby en un partido de fútbol.
Brayden y Ryan disfrazados para Halloween.
Como mi hermano no había encontrado el amor antes de morir, estaba segura
de que esos tipos eran las personas más importantes de su vida, aparte de su familia.
Se me apretó el corazón. Ryan habría sido el mejor esposo para alguien.
También había una foto de mi hermano y mía cuando éramos pequeños. Yo iba
vestida con un vestido largo y llevaba los tacones enormes de mi madre. Solía rogarle
a Ryan que jugara conmigo al baile de graduación porque me había cautivado nuestra
vecina adolescente con su bonito vestido tomando fotos afuera antes de su gran
noche. Me ponía el disfraz largo de princesa de Halloween y hacía que mi hermano
me diera flores recogidas del jardín. Fingía que era la chica mayor que iba al baile y
mi pobre hermano tenía que seguirme la corriente haciendo de mi acompañante.
Probablemente era lo más femenino que había hecho antes de que dejaran de
interesarme las cosas con volados y me transformara en una “nerd científica” como
diría Holden.
Hablando de Holden, cuando miré mi teléfono, me di cuenta de que había
enviado otro mensaje antes. 74
Holden: Noche salvaje.
Había una foto de él, en casa en la cama, comiendo Cheetos picantes. Estaba
sin camiseta. Solo Holden podía hacer que comer Cheetos picantes pareciera sexy.
Lala: ¿Ya estás en casa?
Unos minutos más tarde, respondió.
Holden: Sí. No tenía ganas de fiesta después del espectáculo de esta noche.
Vine directo a casa. Duchado. Y ya en la cama.
Lala: ¿Quién eres?
Holden: Lo sé, ¿verdad?
Lala: Tienes una reputación que mantener, Catalano. Ir a casa solo va en
contra de eso.
Holden: No he dicho que esté solo. Tengo una chica conmigo.
Mi corazón se encogió. ¿Cómo puedo responder a eso?
Mi dedo se posó sobre las teclas.
Y entonces me envió otra foto. Holden tenía una cobaya sentada sobre su pecho
desnudo. Lo estaba alimentando con verduras.
¿Qué?
Lala: ¿Quién es?
Holden: La hija de Colby recibirá una sorpresa mañana.
Lala: OMG ¿qué?
Holden: Colby me hizo enojar el otro día. Así que Saylor va a recibir un
regalo.
Estallé en carcajadas.
Lala: Oh, eres malo.
Holden: Le dijo que no podía tener un perro ahora mismo. Nunca
mencionó específicamente nada sobre las cobayas. Ella me amará. El premio al
tío favorito es mío.
Lala: Terriblemente lindo.
Holden: ¿Ella o yo? ;-)
Puse los ojos en blanco y me reí.
Lala: Suspiro. Gracias por animarme.
Holden: ¿Por qué? ¿Va todo bien por ahí?
Seguí tecleando y borrando palabras, insegura de si quería entrar en el asunto
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de California con él.
Lala: Algo surgió hoy, pero no quiero repetirlo ahora, si no te importa.
Holden: Háblame.
Lala: Te informaré pronto. No es nada malo... solo algo que puede
complicarme un poco la vida. Estoy demasiado agotada para entrar en materia
esta noche.
Holden: Entendido. No presionaré.
Volví a mirar otra foto de Holden y Ryan.
Lala: Te estoy mirando en este momento, en realidad.
Holden: Mierda. ¿Ves que no llevo pantalones?
Lala: No, en la pared del dormitorio de Ryan.
Holden: Espera... ¿estás en la habitación de Ryan?
Lala: Sí. Vengo aquí a veces.
Holden: Es genial cómo tus padres la mantienen igual.
Lala: Lo hacen. Pasó lo mismo cuando se fue a la universidad y lo mismo
cuando volvió.
Holden: Me encantaría visitarla alguna vez.
Lala: Deberías venir la próxima vez que estés en casa visitando a tus
padres.
Aunque ahora mis padres te miren mal.
Holden: Puede que sí.
Entonces apareció Warren en mi teléfono.
Warren: Buenas noches, mi amor. Me voy a la cama. Nos vemos mañana
antes de que regreses.
Lala: Yo también. Buenas noches, nene. Xo
Estaba a punto de colgar el teléfono cuando recibí otro mensaje.
Holden: Maldita cobaya acaba de robar uno de mis Cheetos picantes.
¿Pueden comer eso?
Holden está loco.
Lala: Estoy pensando ... no.

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Holden: Será mejor que esté bien.
Lala: Tal vez deberías dejar los Cheetos picantes.
Holden: ¡Ella tiene hipo ahora! Que mierda. Yo no firmé para esto.
Mis hombros temblaban de risa.
Lala: LOL Lo siento.
Pasó un minuto antes de que volviera a enviar un mensaje.
Holden: Acabo de buscarlo en Google y un tipo dice que le dio Cheetos a
su cobaya y se MURIÓ. ¡Mierda!
Lala: No puedes creer todo lo que lees. Era solo un Cheeto, ¿verdad?
Holden: Cheeto PICANTE. Pero sí.
Lala: Creo que va a estar bien.
Holden: Debería haberme quedado fuera esta noche. Esto nunca habría
pasado. ¡Joder! Ahora tengo miedo de irme a dormir.
No se suponía que fuera gracioso. Pero no podía parar de reír.
Lala: ¿Necesitas que me quede contigo?
Pasaron un par de minutos antes de que respondiera.
Holden: No. Parece estar bien.
Lala: Sí. Fue solo un Cheeto.
Holden: Creo que vivirá.
Lala: Yo también.
Holden: Gracias por tu apoyo durante este tiempo difícil.
Me enjugué otra lágrima de risa.
Lala: Por supuesto.
Holden: Te estás riendo de mí, ¿verdad?
Lala: Sí.
Envió una grabación de voz. Cuando le di al play, se escuchaba el hipo de la
cobaya. Me eché a reír de nuevo. Holden había conseguido sacarme de mi depresión
de antes.
Lala: No estabas bromeando.
Holden: No. Ni siquiera yo puedo inventar mierda como esta.
Lala: Gracias de nuevo por la risa.
Holden: Cuando quieras, Lala.

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Lala: Mejor me voy a dormir.
Holden: Dulces sueños.
Lala: Buenas noches, Holden.
Aquella noche me dormí en la cama de mi hermano, con pensamientos sobre
Warren, California, Holden y cobayas con hipo dando vueltas en mi cabeza.
CAPÍTULO 7
Lala
¿Q
ué demonios?
Había pisado el acelerador para ganar velocidad antes de
cambiar de carril, pero mi auto se había disminuido la velocidad,
en lugar de ir más rápido. Pisé el acelerador a fondo, pero seguía
desacelerando. Uf. Tiene que ser una broma.
Busqué el botón de emergencia en el salpicadero y seguí conduciendo, pero
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me pasé al carril derecho, en vez de al izquierdo, al que había intentado
incorporarme. Menos de un minuto después, el auto prácticamente se arrastraba y no
tuve más remedio que bajarme en la salida más cercana. Por suerte, había una
gasolinera en el primer cruce, así que entré y estacioné. Pero cuando salí, me di
cuenta de que no había taller mecánico. Solo tenía uno de esos minimarkets.
Rayos. ¿Qué diablos hago ahora? Mi primer instinto fue llamar a Holden, pero
solo llevaba una hora y cuarto de viaje desde Filadelfia. Así que entré en el
minimarket para ver si había algún sitio cercano donde pudiera llevar mi auto.
—Hola. Tengo problemas con el auto y me preguntaba si podría decirme
dónde se encuentra el mecánico más cercano.
La chica detrás del plexiglás parecía no tener edad para conducir. Se encogió
de hombros. —Lo siento. No tengo ni idea. Mi padre arregla todos nuestros autos.
—Gracias de todos modos.
De vuelta fuera, me apoyé en mi auto de mierda y saqué el celular de mi
bolsillo. Podría haber llamado a Warren, pero el otro día no había podido sacar una
tostada de la tostadora cuando se atascó el borde. Tuve que evitar que le clavara un
tenedor cuando aún estaba enchufada. Así que me aguanté y llamé al único hombre
que conocía que podía arreglar cualquier cosa, aparte de mi padre. No era a mi padre
a quien quería llamar ahora.
—¿Qué pasa, vecina?
Sonreí. —Hola, Holden. Siento molestarte, pero estoy teniendo un pequeño
problema con el auto. Uh, otra vez.
—¿Dónde estás?
Miré a mi alrededor y suspiré. —La verdad es que no tengo ni idea. No estoy
segura de en qué salida me bajé. Pero estoy a mitad de camino en el viaje de regreso
de Filadelfia.
—¿Qué pasa con tu auto?
—Iba bien, pero entonces empezó a ralentizarse, aunque yo no había levantado
el pie del acelerador. Incluso cuando lo pisaba, seguía desacelerando. Cuando me
bajé en la siguiente salida, solo iba a unos treinta kilómetros por hora.
—Podría ser un filtro de combustible obstruido. ¿Has echado gasolina en algún
sitio desconocido últimamente?
Me encogí. —De hecho, ayer fui a cargar gasolina en un sitio de mala muerte.
Creo que se llamaba Joey D's o algo así. La señal en la carretera era un trozo de
madera contrachapada con el nombre pintado torcido. Pero me estaba quedando sin
gasolina y era el único sitio que había.
—Bien, entonces podría ser un filtro de combustible obstruido por gasolina
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mala. Envíame tu ubicación, y estaré allí tan pronto como pueda.
—No puedo pedirte que hagas eso. Llamaré a una grúa. Supongo que esperaba
que conocieras algún truco para que vuelva a funcionar bien.
—En primer lugar, no me lo pediste. Yo me ofrecí. Y segundo, no deberías
malgastar dinero en una grúa que te va a llevar a un mecánico que no conocemos, al
menos no sin que yo eche un vistazo y vea si puedo arreglarlo. Un filtro de
combustible no suele costar más de veinte dólares. Una grúa serán por lo menos uno
ciento cincuenta o más.
—¿Seguro que no te importa? Estoy probablemente a más de una hora todavía.
—En absoluto, cariño. Para eso estoy aquí. Para eso estamos aquí todos los
chicos y yo cuando se trata de ti.
Para ser un bromista tan sabelotodo, Holden realmente podía hacer que mis
entrañas se hicieran papilla.
—Gracias, Holden.
—Envíame tu ubicación. Y si estás esperando en el auto, mantén las puertas
cerradas. Las gasolineras de carretera no son los lugares más seguros.
Después de colgar, envié un pin con mi ubicación al celular de Holden y decidí
volver al minimarket para darme un capricho de comida basura. Me gustaba comer
algo dulce al final de un día estresante, y este fin de semana había estado lleno de
ellos. Pero mi prometido era un comensal ultra saludable, así que siempre me sentía
mal comiendo las cosas que me gustaban delante de él.
Holden iba a tardar un poco en llegar, así que me fui a hacer la compra,
recorriendo los pasillos y escogiendo cosas con mucho gluten, extra de frutos secos,
extra de lácteos y cargadas de azúcar. Cuando me acerqué al mostrador, la cajera
arrugó la nariz.
—¿Quieres todo esto?
Entrecerré los ojos. —Tengo seis hijos.
Parecía que no me creía, pero lo dejó pasar sin hacer ningún otro comentario,
al menos. —Serán veintidós con cuarenta y nueve.
Miré el montón de caramelos. Quizá me había pasado un poco. Pero ¿qué
demonios? Pasé la tarjeta de crédito y corrí al auto para darme un festín de golosinas.
Holden llegó exactamente una hora después. Estacionó a mi lado en la
furgoneta del grupo y, una vez que la desbloqué, abrió la puerta del acompañante.
Por desgracia, no había limpiado mi fiesta del azúcar, y sus ojos se clavaron en los

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cuatro —sí, cuatro... no seas tan crítico— envoltorios.
Recogió el paquete de Reese's. —¿Son todos de hoy?
Tomé los paquetes vacíos de KitKat, SweeTARTS y Utz Cheese Balls. —Me moría
de ganas de comer dulces, pero Warren no come gluten, frutos secos, lácteos ni
azúcar, así que este fin de semana no he comido casi nada porque él estaba por aquí.
Holden frunció el ceño. —¿Sin gluten, frutos secos, lácteos ni azúcar? Parece
que también está libre de diversión. ¿Qué demonios come ese hombre? ¿Agua?
—Más o menos...
Levantó la barbilla con una risita. —Abre el capó. Te diré cuándo arrancarlo.
—De acuerdo.
Unos minutos después, asomó la cabeza por el capó levantado. —De acuerdo,
empieza ya.
Giré la llave, pero no pasó nada. El motor ni siquiera intentó girar.
Holden hizo un movimiento de llave con la mano. —¡Gira la llave!
Abrí la puerta. —¡Ya lo hice! ¡No arranca!
—Mierda.
Cerró el capó y sacudió la suciedad de sus manos. —Sigo pensando que es el
filtro de combustible. —Sacó su teléfono y miró la hora—. Las tiendas de repuestos
cierran a las cinco en domingo, así que solo tenemos unos veinticinco minutos. Creo
que deberíamos ir a buscar un filtro antes de que sea demasiado tarde. Siempre
podemos devolverlo si resulta ser otra cosa.
—¿Sabes cómo cambiarlo si conseguimos uno?
Holden asintió. —Tengo que meterme debajo del auto para llegar a la línea de
combustible, pero ya lo he hecho antes.
—De acuerdo, hagámoslo.
Después de cerrar el auto y subir a la furgoneta, busqué en Google la tienda
de repuestos más cercana.
—Hay dos —dije—. Una está al norte de aquí a unos diez minutos y otra al sur
a la misma distancia.
—Elige una y léeme las instrucciones.
Por desgracia, la tienda que elegí no tenía la pieza en stock. Así que volvimos
corriendo para intentar llegar a la otra tienda antes de que cerrara, pero cuando
llegamos, el estacionamiento estaba vacío y todas las luces ya estaban apagadas.
—Rayos. ¿Qué hacemos ahora?
Holden negó con la cabeza. —Es domingo, así que probablemente no
encontraremos ningún sitio abierto ahora. Supongo que podemos llamar a una grúa,
irnos a casa y volver mañana, cuando lo hayan arreglado en el taller. Pero si vamos a
hacer el viaje de vuelta de todos modos, ¿por qué no parar en el camino y recoger un
81
filtro de combustible para que pueda arreglarlo y no gastar el dinero en una grúa y
un mecánico?
—Mañana por la tarde tengo que ir a trabajar. Tengo una cita con el director de
uno de los centros de mayores donde viven las personas que forman parte de mi
estudio. Pero mañana puedo ir temprano. ¿Tienes algo por la mañana?
—Haré que funcione.
Suspiré. —Dios, Holden. Has hecho tanto por mí. No sé qué habría hecho sin ti
las últimas semanas.
Me guiñó un ojo. —Nunca tendrás que averiguarlo porque siempre estaré aquí
para ti, nena.
Necesitaba volver para recoger mis archivos de trabajo del auto. Además,
pensé que debía hablar con la empleada de la gasolinera y avisarle de que iba a dejar
allí el auto toda la noche. Pero a los pocos minutos de estar conduciendo, se escuchó
un fuerte estallido en el exterior, seguido de un silbido.
—¿Qué diablos fue eso?
Holden había estado conduciendo despreocupadamente con una mano, pero
ahora agarraba el volante con fuerza con las dos.
—Fue nuestro neumático. Acabamos de tener un reventón.
Gracias a Dios que no estábamos en la autopista porque la furgoneta empezó a
tirar bruscamente hacia la derecha. Holden nos maniobró en un estacionamiento
vacío, pero aun así fue bastante aterrador.
Sacudí la cabeza. —No puedo creer lo que acaba de pasar.
—Yo tampoco.
Salimos de la furgoneta y nos dirigimos al lado del copiloto. Efectivamente, el
neumático ya estaba completamente desinflado, aunque seguía emitiendo un fuerte
silbido.
—¿Qué pasa con nosotros y los problemas con el auto? —dije.
—Creo que tiene algo que ver con el hecho de que ambos conducimos pedazos
de chatarra.
—Primero me remolcó la grúa por cómo estacioné, luego se me estropeó el
alternador, ahora tengo un filtro de combustible obstruido y tú has pinchado. He
tenido más problemas con el auto en las últimas semanas que en los últimos diez años.
Holden abrió las puertas traseras de la furgoneta. —Así pasa con los autos

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viejos. Una cosa va detrás de la otra. —Levantó un panel oculto en el suelo de la
furgoneta y agachó la cabeza—. Tienes que estar jodidamente bromeando.
Me acerqué para ver qué estaba mirando. —¿Qué pasa?
—El gato no está. —Echó un vistazo al interior de la furgoneta—. Mierda.
Tampoco el neumático de repuesto. Creo que los sacamos para dejar espacio para
nuestros nuevos amplificadores la otra noche antes de un concierto. Supongo que
nunca los volvimos a poner. Siguen en el garaje de Dylan.
—Oh, vaya. ¿Qué hacemos ahora?
Puso las manos en las caderas. —Supongo que podríamos llamar a dos malditas
grúas y pagar un Uber de doscientos dólares para volver a la ciudad. Luego gastar
otros doscientos para volver en Uber mañana por la mañana a recoger los autos en el
taller. O... —Señaló un edificio en el que yo no había reparado—. Hay un Holiday Inn
más adelante. Podemos pasar la noche, y yo recogeré un nuevo filtro de combustible
a primera hora de la mañana y arreglaré tu auto, luego me ocuparé de la situación de
la furgoneta. Eso tiene más sentido. De lo contrario, entre Uber y grúas, será tres
veces el costo de pasar la noche. Además, podemos empezar temprano y no tener
que luchar contra el tráfico para volver aquí. Las tiendas de recambios suelen abrir a
las ocho o las nueve porque los mecánicos empiezan temprano. ¿Qué te parece?
Mordí mi labio. —No lo sé.
—Bueno, depende de ti. Haré lo que quieras.
Por supuesto que tenía sentido quedarme aquí, tanto por razones económicas
como en términos de tiempo. Sin embargo, la idea de pasar la noche con Holden me
ponía nerviosa. Por otra parte, no iba a pasar la noche con él. Tendríamos dos
habitaciones. Aunque estuvieran una al lado de la otra, no sería más inapropiado que
los apartamentos en los que vivíamos. Estaba pensando demasiado las cosas.
Asentí. —Pasar la noche tiene más sentido. Pero insisto en pagar tu habitación
y la mía. No estarías en esta situación si no fuera por mí.
—¿Qué tal si nos aseguramos de que incluso tengan habitaciones antes de
pelearnos por quién paga?
—Está bien. Pero yo pago.
El labio de Holden se crispó. —Ya veremos.
Cerramos la furgoneta y caminamos una cuadra hasta el Holiday Inn. El
mostrador de recepción estaba vacío, y los ojos de la bonita mujer que había detrás
se iluminaron cuando vio a Holden.
—¿Puedo ayudarlo? —Sonrió.
Sintiendo que aún no se había dado cuenta de mi presencia, le contesté. —Sí,
¿tienes dos habitaciones disponibles para esta noche?
—¿Solo por una noche? 83
Asentí. —Sí, por favor.
Empezó a teclear en su computadora. —Estamos bastante ocupados porque
mañana se inaugura el salón náutico y somos el hotel patrocinador. Pero déjame
comprobarlo. —Levantó la vista al cabo de un minuto—. Tenemos una habitación,
pero solo una.
Holden y yo nos miramos. —¿Tiene dos camas? —preguntó.
La mujer negó con la cabeza. —Lo siento, solo una, tamaño King.
Holden señaló por encima del hombro hacia la puerta. —Está bien. Dormiré en
la furgoneta.
—De ninguna manera. No puedo dejar que hagas eso.
—Ya lo he hecho antes. Será un placer dormir solo en ella. Normalmente estoy
atrapado en ella con los chicos de la banda después de un concierto porque no
podemos conseguir una habitación de hotel por una razón u otra.
—No te voy a dejar dormir en la furgoneta, Holden. —Miré a la empleada—.
¿Hay algún otro hotel cerca?
—La verdad es que no. Por eso tenemos todo reservado. Hay un Days Inn, pero
está a unos veinte minutos en auto. Aunque puede que también estén llenos porque
suelen ser más baratos.
Suspiré y miré a Holden. —Dormiré en el suelo. Tú puedes quedarte con la
cama.
—Dormiré en el suelo. Puedes quedarte con la cama.
—No, Holden. Todo esto es culpa mía.
La empleada hizo un gesto entre nosotros. —¿Supongo que ustedes dos no son
pareja?
—Somos viejos amigos —le dije.
Sonrió y se dirigió a Holden. —Salgo a las doce, si quieres un sitio donde
dormir, y no te haré dormir en el suelo.
¿En serio? Me entraron ganas de pegarle un puñetazo a aquella mujer tan
atrevida. Rebusqué en el bolso, saqué la tarjeta de crédito y le dediqué una sonrisa
falsa.
—Tomaremos la habitación y lo resolveremos.

—¿Qué pasa?
84
—Nada —dije, rebuscando en mi bolsa de viaje.
Holden había tomado un Uber hasta mi auto para sacar algunas cosas que
necesitaba y hablar con la empleada de la gasolinera. Luego había parado en
Wendy's para conseguirnos algo de cenar a la vuelta.
—¿Falta algo en tu bolso? —preguntó.
—No. Me acabo de dar cuenta de que no tengo nada para dormir. —Me encogí
de hombros—. No pasa nada. Dormiré con lo puesto.
—¿No tienes una camiseta o algo?
—La tengo. Pero ni siquiera cubrirá mi trasero.
—Suelo dormir desnudo, pero te lo ahorraré y me dejaré los calzoncillos
puestos. —Sujetó el dobladillo de su camiseta, la pasó por encima de su cabeza y me
la tiró—. Puedes usar esto. Me la acabo de poner antes de salir del apartamento. Te
quedará como un camisón, eres muy pequeña.
Tragué saliva al ver el pecho desnudo de Holden. Era alto y larguirucho, pero
maldita sea, seguía teniendo ese estupendo paquete de seis que tanto me había
gustado ver cuando era adolescente. Cuando me atrapó mirando, corrí al baño para
cambiarme y poner distancia entre nosotros. Pero cuando me puse su camiseta, sentí
como si estuviera a mi alrededor. La maldita cosa olía tan bien, tan, tan Holden, que
no pude evitar acercar la tela a mi nariz y olerla profundamente. Después, me
reprendí en silencio en el espejo por lo que había hecho.
Estás comprometida.
Amas a tu prometido.
No seas idiota.
Ayudó. Durante unos dos segundos. Hasta que salí y vi a Holden haciendo su
cama en el suelo sin más ropa que un bóxer negro ajustado. Me quedé helada.
Dios, es hermoso.
Tan malditamente sexy.
Apuesto a que también es muy aventurero en la cama.
—¿Estás bien? —Holden me miró divertido.
Parpadeé un par de veces antes de correr hacia la cama y enterrarme bajo la
manta para cubrirme.
—Sí, De acuerdo. No quería interrumpirte mientras te preparabas.

85
Holden esbozó una sonrisa torcida y sus ojos brillaron. —Claro.
Terminó con su cama improvisada y señaló la lámpara en la mesita de noche.
—¿Puedes apagar esa luz a tu lado? Lo haría, pero no quiero que te sientas culpable
por mirarme otra vez...
Mis ojos se abrieron de par en par. —No te estaba mirando.
Se rió entre dientes. —Como quieras. Apaga la luz, Lala.
Lo hice, y ambos nos quedamos en silencio durante unos minutos.
—Sabes —dijo Holden—. Está bien mirar a otras personas. Es natural apreciar
el cuerpo humano.
—No te estaba mirando, ególatra. Ya no tengo catorce ni estoy espiando por la
ventana de mi habitación.
—No, definitivamente ya no tienes catorce. Ya eres grande. Ni una oportunidad
en el infierno de que pasara eso por alto.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que eres una mujer hermosa, Lala. Cualquier hombre que te diga
que no se da cuenta está mintiendo. A diferencia de ti, no me siento culpable por eso.
—Tal vez sea porque no estás comprometido.
—Tal vez, pero no lo creo. Creo que solo me gusta mirar. Quiero decir, ¿qué
haces cuando ves porno? ¿No miras el pene del tipo?
—No veo porno.
Holden se quedó callado durante un minuto. —Como, ¿nunca?
—Warren piensa que es degradante para las mujeres.
—¿Degradante para las mujeres? —Su voz ahora era seca—. ¿No para los
hombres? Quizá no lo sepas porque no lo ves, pero en el porno hay hombres y mujeres
desnudos.
Entre ver el cuerpo semidesnudo de Holden y hablar de porno, me estaba
poniendo cachonda. —Cambiemos de tema o tal vez tratemos de dormir un poco.
—Bien. Vamos a dormir.
Pero dormir era imposible. Durante la siguiente media hora, di vueltas en la
cama y escuché a Holden hacer lo mismo en el suelo, cosa que me sentó mal. Entonces
se escuchó un golpe, seguido de un gemido de Holden.
—Joder —gruñó—. Hijo de puta.
—¿Qué pasó?
—Nada. Me di la vuelta y golpeé la esquina de la cómoda con la espinilla.
Hasta ese momento no se me ocurrió que estaba haciendo dormir en el suelo a
uno de mis viejos amigos. Quiero decir, sabía que estaba ahí abajo, pero no lo había
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visto así. Holden era como un hermano para mí, y yo estaba haciendo el ridículo.
—Esto es estúpido, Holden. Estoy durmiendo en una cama king-size, y tú estás
en el asqueroso piso de la habitación del hotel. No hay razón para que no podamos
compartir. Hemos sido amigos desde que éramos niños.
—Está bien.
Me incorporé. —No, realmente no está bien. ¿Y sabes qué? Te he mirado antes.
Te hago dormir en el suelo porque creo que eres atractivo y me siento culpable por
eso. Pero eres como mi hermano mayor, y eso es ridículo. Así que trae tu trasero aquí.
—¿Segura?
—Positivo.
Yo era todo audacia y rectitud hasta que Holden se deslizó bajo las sábanas.
Entonces mi cuerpo se dio cuenta de lo cerca que estaba. Se puso de lado para que
estuviéramos uno frente al otro y metió las manos bajo la mejilla. Podía ver sus ojos,
aunque estaba oscuro.
—¿Qué tal el fin de semana en casa? —Holden habló en voz baja—. ¿Hiciste
algo especial?
—La verdad es que no. Solo pasé el rato con Warren y mis padres.
—¿Dónde duermes cuando vas a casa?
—Dormí en casa de Warren una noche, pero me quedé en casa de mis padres
la siguiente.
—Así es. Estabas en la habitación de Ryan cuando nos mandábamos mensajes.
¿Pero cómo es que dormiste en casa de tus padres en tu última noche?
Me encogí de hombros. —Supongo que solo quería pasar algún tiempo con mi
mamá. Y... Warren me soltó algo la noche anterior, y necesitaba un poco de espacio
para aclarar mis ideas.
—¿Qué te soltó?
—Está solicitando un trabajo en California. Quiere que nos mudemos allí.
—¿Qué? ¿Te vas a ir?
Suspiré. —No sé si tengo elección. Es el trabajo de sus sueños.
—Pero ¿qué hay de ti, Lala? ¿Con qué has soñado siempre?
—No estoy segura de haber tenido un sueño para toda la vida como el de
Warren. Es investigador del cáncer porque su madre murió de cáncer cuando él solo
tenía siete años. No me malinterpretes, me encanta mi trabajo, pero no es lo mismo.
Cuando tenía siete años, lo único que quería era casarme con Bestia de La Bella y la
87
Bestia.
—¿Bestia? ¿No el tipo guapo en el que se convierte al final?
—No, en realidad estaba muy enamorada de Bestia. Me parecía guapo. —Me
reí.
—No me sorprende. También solías vestirte con tu vestido de comunión y hacer
que Ryan oficiara tu boda con tu perezoso de peluche.
Me reí. —No puedo creer que recuerdes eso.
—Por supuesto. Y me robaste el collar de dientes de tiburón que usaba para
vestir a tu perezoso para la boda.
Mordí mi labio. —¿Sabes por qué hice eso?
—¿Por qué?
—Porque fingía que eras el perezoso. Por aquel entonces estaba
enamoradísima de ti y me gustaba fingir que nos casábamos. —Me reí, pero Holden
no. Sus ojos estaban muy serios.
—Yo también estaba enamorado de ti, Lala.
Dios mío. Sentí unas ganas locas de inclinarme y besarlo. Mi atracción era tan
intensa, más fuerte que nunca. Respiraba entrecortadamente y empecé a temer que,
si no me contenía, podría cometer una estupidez. Así que fingí un gran bostezo,
estirando los brazos por encima de mi cabeza.
—Hombre, estoy tan cansada de repente. Debería dormir un poco. —Sin
esperar respuesta, me di la vuelta, dándole la espalda—. Buenas noches, Holden.
Esperó unos segundos antes de responder. —Buenas noches, Lala.
No estoy segura de cuánto tardé en dormirme, pero sin duda fueron unas
cuantas horas. Y cuando me desperté a la mañana siguiente, Holden estaba...
haciéndome la cucharita.
Podía sentir su pene presionándose contra mi trasero.
Oh.
Mi.
Dios.
Su suave ronquido me dijo que no era intencional, pero eso no impidió que mi
cuerpo reaccionara. Mis pezones se endurecieron y sentí que me hinchaba y me
humedecía, como si me preparara para la acción que se avecinaba.
¿Y si empujaba hacia atrás? Me frotaba arriba y abajo a lo largo de él, solo una
vez. Ni siquiera tendría que saberlo. 88
Por otra parte, lo sabría. Y probablemente acabaría con un sarpullido todos los
días de tanto estresarme por lo que había hecho. Así que me obligué a salir de la
cama. El sol de la mañana ya entraba por las ventanas y, sin duda, me apetecía darme
una ducha fría.
Dentro del cuarto de baño, abrí el grifo y me desnudé. Justo cuando metía un
pie en la ducha, algo zumbó con fuerza desde la otra habitación.
Mierda. ¡Mi teléfono! Probablemente era mi alarma.
Como no quería despertar a Holden, agarré una toalla del perchero, me envolví
con ella y salí corriendo del cuarto de baño. Pero en mi apuro, me encontré con
Holden de pie fuera de la puerta del baño. Y tenía una enorme erección sobresaliendo
de sus bóxers.
Al ver que abría mucho los ojos, Holden bajó la mirada. —Mierda. Lo siento, no
me di cuenta. No me había dado cuenta. Te estaba trayendo tu teléfono. —Me tendió
el teléfono, y el nombre de Warren parpadeó entre nosotros como un cartel luminoso
en Times Square.
Vaya, eso funcionó mejor que una ducha fría...
CAPÍTULO 8
Holden
L
ala desapareció en el baño para hablar con Warren en privado, justo
después de haberle echado el ojo a mi erección matutina, lo que no ayudó
ni un ápice a mi situación.
¿Por qué me enojaba que hablara con su prometido?
¿Estaba enojado o me sentía culpable? Probablemente las dos cosas. No me
sentía culpable por él. Me sentía culpable porque sabía que la había puesto en una
89
posición en la que experimentaba culpa.
Me puse los pantalones mientras escuchaba el sonido amortiguado de su
conversación, esforzándome por distinguir lo que decía por encima del ventilador
que había encendido en el baño.
Me acerqué a la ventana y abrí la cortina, dejando que el sol de la mañana
entrara en la habitación. Mientras contemplaba la vista del estacionamiento, pensé en
la forma en que había chocado conmigo la noche anterior.
Lala se había dormido antes que yo. Yo había permanecido despierto durante
horas, luchando con mis pensamientos y con el hecho de que mi cuerpo ardía a pesar
de mis esfuerzos por permanecer neutral mientras estaba acostado a su lado. Y
entonces, en un momento dado, su trasero se había movido hacia mí, colocándose
directamente sobre mi pene. Me dieron ganas de explotar. No creí que ella supiera
lo que había hecho, porque había oído pequeños ronquidos casi en el mismo
momento. Pero mi polla, que ya había estado luchando, había subido a todo su fulgor
Deseoso de más, hice lo contrario de lo que me parecía natural: moví el
edredón para que sirviera de barrera para mi polla antes de empujar las caderas
hacia atrás. Luego la rodeé con los brazos, porque no podía evitarlo. Eso era mucho
más inocente que presionar mi polla contra su trasero, que era lo que realmente
quería hacer.
Había sido físicamente doloroso retroceder. Terminé quedándome dormido
con los brazos alrededor de ella. No estaba seguro de lo que mi polla o mi cuerpo
habían decidido hacer mientras dormía, pero supuse que no podía ser responsable
de nada si estaba inconsciente.
El rostro de Lala estaba rojo cuando salió del baño. También tenía lo que
parecía un sarpullido por todo el cuello.
Mis ojos se abrieron de par en par. —¿Está todo bien?
—Sí. —Ella suspiró—. Solo estaba comprobando ya que no había tenido
noticias mías.
—¿Qué le dijiste?
Suspiró. —Le dije que habías venido a ayudarme, pero le mentí y le dije que
estábamos en habitaciones separadas. Y me siento fatal por haberlo hecho. Sé que no
hicimos nada malo, pero...
—Mierda, no, no lo hicimos, y no deberías sentirte culpable. —Di un paso hacia
ella—. Pero puedo entender por qué no podías decirle que compartimos la cama. —

90
Miré su cuello—. Estás estallando por el estrés. Deja de castigarte por eso.
—No tuve valor para decirle que dormimos en la misma cama, aunque fuera
inocentemente. No habría tenido sentido para él. —murmuró—: Ni siquiera tiene
sentido para mí.
No fue exactamente inocente. Ambos lo sabíamos, aunque no lo dijéramos. Ese
era el problema.
—Lo entiendo. Intentas protegerlo. Puedo respetar eso. Pero nosotros no... —
Elegí mis palabras con cuidado—. Cruzamos ninguna línea. Así que no tienes nada de
por lo que sentirte culpable.
—Sí, lo sé. Lo sé. —Sus ojos se posaron momentáneamente en mi pecho antes
de negar con la cabeza—. De todos modos... déjame ir a cambiarme para poder
devolverte tu camiseta.
Volvió al baño unos minutos, salió y me dio la camiseta. Cuando la deslicé
sobre mi cabeza, respiré profundamente. Esta camiseta me iba a fastidiar el resto del
día; no podría pensar con claridad.
Salimos del hotel y nos dirigimos a la tienda de repuestos para comprar lo que
necesitaba para arreglar su auto.
Una vez terminado el trabajo, Lala se puso en marcha, pues ya estaba
perdiendo la primera parte de su jornada laboral. No había tiempo para hablar de
cualquier torpeza residual que quedara de la noche anterior o de esta mañana.
Tardé un poco en cambiar la llanta de la furgoneta, pero luego también volví.
El viaje a Nueva York fue horrible, por no decir otra cosa. No solo podía olerla todavía
en toda mi maldita camiseta, sino que ahora la olía con el recuerdo de lo que sentí al
abrazarla, al tener su trasero presionado contra mí. Realmente me había dormido con
una mujer en mis brazos. ¿Sabes cuántas veces lo había hecho en mi vida? Nunca. No
intencionalmente, al menos. Parece una locura, pero nunca había tenido el impulso
de hacerlo. Con tantas mujeres como me había acostado, no podía recordar una sola
vez que hubiera abrazado específicamente a alguien. Puede que hubiera algunos
cuerpos enredados aquí y allá, pero nada tan íntimo como abrazar a alguien.
Le había dicho a Lala que no habíamos hecho nada malo. Y puede que ella no
hiciera nada malo, pero yo había cruzado la línea en el momento en que tomé la
decisión de levantarme del suelo y unirme a ella en la cama. Sabía que era peligroso,
sobre todo después de que admitiera que estaba nerviosa porque se sentía atraída
por mí. Le había hecho creer que podía confiar en mí.
Pero no debería.
Una parte malvada de mí quería tentarla. Me odiaba por eso, porque sabía que
una chica como Lala nunca se perdonaría haber engañado a su prometido. ¿Por qué
iba a poner a alguien que me importaba en esa situación? Pero mis sentimientos por
ella eran muy complicados y egoístas.
El trayecto se me pasó volando porque estaba muy metido en mi cabeza, y me
parecieron solo unos minutos cuando llegué a casa y estacioné la furgoneta en un
91
estacionamiento al final de la calle.
Si pensaba que mi día iba a mejorar cuando volviera, estaba muy equivocado.
Owen se abalanzó sobre mí por el pasillo cuando entré en el edificio.
—¡Ahí estás! ¿Dónde diablos has estado toda la mañana y por qué no contestas
al teléfono?
—Lo siento, amigo. El teléfono está muerto. —No había traído el cargador en
mi inesperado viaje.
Tenía las orejas rojas y una vena parecía a punto de salírsele de su frente.
—Tuve que perderme una reunión jodidamente importante por culpa de una
gotera que se suponía que tenías que arreglar. Lo menos que puedes hacer es cargar
tu maldito teléfono.
La cabeza me estaba matando. —¿Qué pasó? —pregunté mientras abría la
puerta de mi apartamento.
Me siguió al interior. —Una fuga en el fregadero del 410 estaba haciendo que
el agua se filtrara por el techo del apartamento de abajo.
—¿410? Ahí es donde viven Frick y Frack. ¿Lo arreglaste?
—¡No! Le puse una tirita, pero no está arreglado. Y esas dos pequeñas mierdas
engrasaron las tuberías debajo del fregadero y el grifo para joderme. Están fuera de
control.
—Lo siento, hombre.
—¿Estuviste en casa de una chica, supongo?
—En realidad, no. —Dudé, temiendo tener que decírselo—. Estaba ayudando
a Lala.
Sus ojos se entrecerraron. —¿Ayudando a Lala con qué?
—Su auto se estropeó de camino a casa desde Filadelfia, y me llamó para que
la ayudara a volver.
Arqueó una ceja. —¿Eso es todo con lo que ayudaste?
Quería darle un puñetazo ahora mismo. —¿Qué clase de pregunta es esa?
—Tu enamoramiento de Lala es el secreto peor guardado del mundo. ¿Te
preguntas por qué te pregunté eso?
—¡Me llamó, maldita sea! —Escupí—. ¿Qué quieres que haga?
—¿Qué tal si lo hace uno de nosotros porque sabes que no se puede confiar en
ti?
—¿Desde cuándo sabes arreglar autos, imbécil?
92
Owen no tenía respuesta para eso, así que continuó con su inquisición.
—¿Dónde pasaste la noche anoche?
Exhalé un largo suspiro y le di los detalles, sin mencionar que habíamos
dormido en la misma cama. Eso tendría que seguir siendo un secreto.
—¿Dormiste en la misma habitación de hotel, y no crees que estás jugando con
fuego aquí? —Sacudió la cabeza—. Sabes muy bien que está con un buen tipo que la
cuidará y la tratará bien. ¿Por qué querrías poner eso en peligro? Si acaba
engañándolo contigo, porque no puedes dejar de coaccionarla, maldita sea, sería uno
de los mayores errores de su vida.
Sus palabras me sentaron como un puñetazo. Principalmente porque las creí.
Que Lala se enamorara de mí sería un gran error. Aun así, me encontré a la defensiva.
—Gracias por la confianza, idiota. Pensé que se suponía que eras uno de mis
mejores amigos.
—¿En serio crees que si cediera a tus malditos encantos acabaría en mejor
lugar que si se casara con él? Tienes que pensar en lo que es mejor para ella, Holden.
Sé lo que estás tramando.
Levanté la voz. —¿Qué parte de que fui a arreglar su maldito auto no entiendes?
—Podías haber dormido en tu furgoneta como otras veces. No tenías que pasar
la noche en una habitación de hotel con ella.
Si lo supiera. Me miré los zapatos.
—Te conozco, Holden. Siento que soy el único que está pendiente de esta
situación últimamente. Colby está tan jodidamente ocupado, y Brayden parece tener
la cabeza metida en el culo como de costumbre. Pero veo la forma en que la miras. Y
toda esta situación me preocupa. Ella es como la última pieza de Ryan que nos queda.
No puedes solo follar con esa chica. —Relajó el tono—. Ryan te mataría, hombre. Te
mataría.
Tiré de mi cabello. —Mira, no hace falta que lo digas. ¿De acuerdo? Sé que no
soy el adecuado para ella. También sé que hay algo entre nosotros... siempre ha
estado ahí. Cosas que ni siquiera sabes... de cuando ella y yo éramos más jóvenes. —
Hice una pausa—. Y también sé que tengo que hacer todo lo que esté a mi alcance
para que no pase nada. Pero me preocupo por ella. Es jodidamente complicado.
Como amigo mío, me gustaría que me escucharas en lugar de sermonearme. —Mi
labio temblaba mientras la ira corría por mis venas.
Quizá por fin vio el tormento en mis ojos, porque Owen se ablandó. Asintió.
—Siento haber sido tan duro. Ha sido una mañana difícil y estaba muy enfadado
porque no estabas aquí. Pero ahora que sé que la estabas ayudando, no puedo seguir
enfadado. —Pasó una mano por su rostro—. Mira, tengo que ir a trabajar. Ya llego
93
bastante tarde. Deberías volver al 410 para arreglar la mierda de trabajo que hice
arreglando la situación. Y tal vez atar a los hermanos Satanás para tenerlos bajo
control.
Después de que se marchara, hice una parada rápida en mi apartamento y
luego subí para ponerme a trabajar en esa fuga. Sin embargo, las palabras de Owen
sobre que yo era el mayor error que cometería Lala siguieron atormentándome toda
la tarde.
Me prometí mentalmente —una vez más— distanciarme durante un tiempo, por
difícil que fuera.

Habían pasado unos días y había mantenido mi promesa de alejarme de Lala.


No había sabido nada de ella y no me había puesto en contacto.
Tenía unas horas libres antes de salir para un concierto esta noche y volví a
sumirme en mis cavilaciones. Mantenerme alejado de ella era una cosa, pero pensar
en ella era otra, algo que no había podido evitar.
No me había enviado ningún mensaje ni nada desde que volvimos el lunes, lo
que me hizo pensar que aún se sentía culpable por lo de la otra noche y había
decidido distanciarse. Estaba bien y me facilitaba las cosas, pero me molestaba que
pudiera estar enfadada por eso.
Había hecho todo lo posible para intentar dejar de pensar en ella. Incluso había
vuelto al apartamento de una chica llamada Cara después de mi espectáculo de
anoche. Ella y yo nos habíamos besado, pero cuando trató de chupármela, la detuve.
Nunca había parado una mamada en mi vida. La boca ansiosa de una mujer atractiva
no era algo que rechazaras. Y no es que mi cuerpo no estuviera preparado para ello.
Había estado muy cachondo últimamente. Simplemente no estaba de humor para ella.
Desde la otra noche, lo único que ansiaba era volver a estar en aquella cama
caliente con Lala, lo cual era más que jodido. Terminé yéndome de casa de Cara
enojado conmigo mismo, pero también dándome una palmadita en la espalda por
haber avanzado lo suficiente como para besarla. Porque realmente necesitaba seguir
adelante. Besar a mujeres al azar solía ser una ocurrencia nocturna, y ahora
aparentemente pensaba que merecía una estrella dorada.

94
Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Cuando abrí, Lala estaba
de pie con dos batidos en la mano.
Mi corazón quería estallar. Su cabello estaba especialmente rebelde y
alborotado por el viento. Y su olor, que desgraciadamente había empezado a
desaparecer de mi camiseta, volvía con toda su fuerza mientras flotaba hacia mí. A
pesar de todo, la había extrañado mucho.
—¡Eh! —sonreí.
—Hola. —Levantó uno de los vasos—. Sé que te gusta ese sitio de batidos. Pasé
de camino a casa desde el trabajo y pensé en traerte uno.
—Gracias. Es muy lindo de tu parte. —Me hice a un lado—. Entra.
—¿Está... todo bien contigo? —preguntó.
—Sí. —Tragué saliva—. ¿Por qué lo preguntas?
—Siento que tal vez te hice sentir incómodo la otra noche en el hotel. Y por eso
has estado callado.
Joder. —No, Lala. No hiciste nada para incomodarme. Confía en mí.
—De acuerdo. Bueno... puedo dejar de molestarte si estás ocupado.
—Quédate —insistí—. No tengo nada que hacer. Solo un concierto esta noche.
—Oh. ¿En la ciudad?
—Sí. En un bar. Tocamos allí anoche, también.
Se sentó en mi sofá. —¿Qué me he perdido en el mundo de Holden?
—No mucho. —Me senté, bebí un sorbo y levanté los pies—. La banda ha
estado ocupada y esta semana he arreglado no uno, sino dos fregaderos que
goteaban. Aparte de eso, las cosas han sido bastante aburridas. ¿Y tú?
—El proyecto de investigación va más fluido. Por fin tengo un segundo
administrador.
—Bonito.
—Hey... —Sonrió—. Nunca me dijiste lo que pasó con la cobaya. ¿Se la diste a
Saylor?
—Bueno, después de su triunfal recuperación del incidente del Cheeto Picante,
la llevé a casa de Colby la mañana siguiente. Justo antes de que me llamaras por lo
del auto, en realidad. —Me reí—. Colby sigue enojado conmigo. Pero, sí, Saylor
estaba entusiasmada.
—Va a dejar que se la quede, ¿verdad?
—Sí. Él y Billie básicamente no tuvieron elección. Por eso está enojado.
Lala se rió. Era bueno verla sonreír.
Pasé el dedo por el lateral de mi vaso. —¿Alguna noticia más sobre la situación
de California?
95
Sacudió la cabeza. —No se enterará de nada hasta dentro de un tiempo. Sin
embargo, me ha estado agobiando. He estado en una especie de depresión al
respecto desde que regresé .
No le pidas que venga esta noche para salir de su depresión. —Deberías venir al
espectáculo esta noche. Soltarte un poco.
No contestó inmediatamente.
—No lo sé. —Mordió su labio inferior—. Es una noche de trabajo.
Buena chica, Lala. Aléjate de mí. —Sin presiones.
El silencio llenó la habitación. Entonces, de la nada, pareció animarse.
—¿Sabes qué? Los días pasan rápido. No tendré infinitas oportunidades de
verte tocar. Así que, sí. Iré. —Sonrió.
Por dentro, me sentía como si hubiera dado cien pasos atrás en mi propósito
de distanciarme. Bien hecho.

No había nada como mirar al público y ver a Lala mirándome tocar. No siempre
era fácil identificar los rostros, dependiendo de la iluminación. Pero me aseguraba
de tomar nota de dónde iba a estar ella. Esta noche, en este local más pequeño, me
di cuenta de que tenía una visión más clara de lo normal. Mi actuación también estuvo
a la altura.
Cuando bajé de la plataforma al final y miré el rostro sonriente de Lala, todo
parecía estar bien en el mundo. Bueno, excepto por el hecho de que Lala seguía con
Warren, y yo seguía pareciendo incapaz de alejarme de ella.
Secando el sudor de mi frente, pregunté: —¿Qué te pareció?
—¿Fui solo yo o estuviste particularmente increíble esta noche?
—No eras solo tú. Yo sentí lo mismo. Gracias por notarlo. —Bajé mi boca hasta
su oreja—. ¿Qué tal un vodka con arándanos para celebrarlo?
—Solo uno. Tengo que estar alerta mañana —gritó a través del ruido.
—Entendido.
Fui al bar y nos traje dos vodkas con arándanos. Solo los bebía cuando estaba
con ella, o cuando utilizaba esa bebida como excusa para enviarle mensajes de texto.
Charlamos y bebimos un rato, y como era noche de trabajo y Lala tenía que
volver a una hora decente, opté por conseguirnos nuestro propio auto en lugar de
esperar a compartir la furgoneta con los chicos.
96
Cuando salíamos del bar, Cara —la chica a la que había besado la noche
anterior— me detuvo.
—Oye, Holden, dejaste esto en mi casa anoche.
Mierda. Cuando me dio mi gorro, mi estómago se hundió.
—Gracias.
Reanudé la marcha, poniendo la mano en la parte baja de la espalda de Lala
para guiarla hacia delante y alejarla de Cara. Ni siquiera podía mirar a Lala porque
me daba cuenta de la conclusión que debía de haber sacado. Pero ¿por qué
importaba? Esa era la parte jodida.
El rostro de Lala se había puesto rojo cuando nos encontramos frente a frente
en la acera.
—Supongo que mentiste cuando dijiste que no había pasado mucho, ¿eh? ¿O
quizás quedarte a dormir en casa de alguna desconocida no es tan especial? ¿Es
normal?
La miré directamente a los ojos y le dije la verdad. —Anoche volví a su
apartamento. Nos besamos. Pero me fui antes de que pasara nada más. No me
gustaba.
Lala guardó silencio y sacudió la cabeza, casi con incredulidad. —Jesús. ¿Qué
me pasa? —Parpadeó—. No me debes una explicación, Holden. Siento haber
reaccionado así. —Sopló hacia su cabello—. Este no es un buen aspecto en mí. No
tengo derecho a estar celosa ahora. Debería estar ocupándome de mis malditos
asuntos en vez de querer arrancarle la cabeza a esa chica.
Maldita sea. Eso es algo caliente.
—No sé qué decir, Lala.
Esa era la verdad. Casi siempre tenía una respuesta para todo, pero no sabía
cómo responder. Había querido arrancarle la cabeza a Warren por llamar a su propia
prometida el otro día, por el amor de Dios.
El hecho de que hubiera admitido sus celos me dio un subidón enorme al
principio, pero me vine abajo bastante rápido cuando entramos en nuestro auto y nos
fuimos a casa en silencio.
Porque el entendimiento me golpeó: No importaba que estuviera celosa; eso
no cambiaba nada. Seguía teniendo un prometido. Seguía eligiendo estar con él. Iba
a dejar Nueva York cuando terminara el contrato y posiblemente se mudaría a
California. Y yo aún debía protegerla de mí. Seguía sin ser el adecuado para ella.
Lala estaba encaprichada conmigo. Eso era todo. Le gustaba porque estaba
prohibido: era el mejor amigo de su hermano mayor. En cuanto sintiera que podía
97
tenerme de verdad, dejaría de quererme. La realidad se impondría rápidamente.
Pronto se daría cuenta de que yo nunca podría ser la red de seguridad que
necesitaba.
CAPÍTULO 9
Lala
—O
h no...
Giré frenéticamente el pomo de la puerta del baño
una tercera vez. Pero seguía sin moverse. Era como si
alguien lo hubiera cerrado desde fuera.
Me entró un ataque de pánico, agarré el pomo de la puerta con las dos manos
y tiré con todas mis fuerzas.
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Todavía nada.
Apalancamiento... apalancamiento es lo que necesito.
Así que apoyé un pie en la pared, a la izquierda de la puerta, y volví a agarrar
el pomo con las dos manos. Esta vez, cuando tiré hacia atrás, dejé que mi peso hiciera
el trabajo mientras empujaba desde la pared.
¡Funcionó! La perilla se movió...
Solo que la puerta no vino con ella y volé hacia atrás por el cuarto de baño,
aterrizando sobre mi trasero con el pomo en la mano...
Y la puerta seguía cerrada.
Mierda.
Ni siquiera tenía mi teléfono aquí. Por no hablar de que probablemente eran
cerca de las dos de la madrugada. Estuve despierta toda la noche trabajando en la
presentación que tenía que hacer mañana, u hoy, ante el comité de subvenciones, y
aún me quedaban una o dos horas más de trabajo antes de terminar. Tenía que salir
de aquí.
Pero jugar con la mecánica interior donde antes estaba el pomo resultó
infructuoso, y el maldito pomo no volvía a encajar en su lugar. Después de unos veinte
minutos, no tuve más remedio que intentar despertar a Holden. Me sentía fatal
haciéndolo a esas horas de un lunes, pero no podía quedarme aquí encerrada toda la
noche. Por suerte, las paredes de nuestros cuartos de baño eran contiguas, aunque
no estaba segura de sí me oiría. O si estaba en casa. Pero tenía que intentarlo.
—¡Holden!
¡Bang, bang!
—¡Holden! Soy Lala. ¡Estoy atrapada en mi baño y necesito ayuda!
¡Bang, bang, bang!
Eso duró unos minutos y, de repente, escuché un estruendo dentro de mi
apartamento.
—¡Lala!
—¡Estoy aquí, Holden! ¡En el baño! ¡Estoy atrapada!
—¿Qué demonios? —Se puso al otro lado de la puerta—. ¿Dónde está el pomo
de la puerta?
Me incliné y hablé a través del agujero donde antes estaba el pomo. —Está aquí
dentro conmigo. La cerradura se atascó y el pomo se me soltó en las manos cuando
intenté abrirla.
—De acuerdo. Dame un minuto. Tengo que ir al lado a buscar un destornillador.
99
—¡Ya tengo uno! Lo compré después del incidente del pitido, para no tener que
volver a molestarte. Está en el cajón de arriba en la cocina.
—De acuerdo, genial. Espera.
Dos minutos después, la puerta se abrió de golpe. No fue hasta que vi el rostro
de Holden que recordé que solo llevaba una camiseta de tirantes y ropa interior, sin
sujetador.
Tragó saliva y echó un largo vistazo antes de girar la cabeza. —Perdona. No me
di cuenta de que no estabas vestida.
Yo no era la única con poca ropa. Holden solo llevaba un par de calzoncillos
bóxer, su hermosa piel bronceada y su esculpido paquete de seis estaban a la vista
de mis ávidos ojos, una vez más. No podía dejar de mirarlo. Se hizo el silencio hasta
que Holden giró la cabeza, probablemente para ver por qué me había quedado
callada.
—Está bien…
Levanté los ojos para mirarlo, pero no antes de que me atrapara mirándolo.
Sacudí la cabeza y me reí nerviosamente. —Lo siento. No era mi intención
quedarme mirando. Es que tampoco esperaba que estuvieras en ropa interior,
supongo. Me agarró desprevenida.
Holden pasó una mano por su cabello. —Sí, lo siento si yo también te miré.
Debería haber salido del baño y haberme tapado con una bata, pero algo de
estar cerca de este hombre me hacía decir y hacer cosas que estaban completamente
fuera de lugar.
—¿Te importaría si... miro un poco más?
Las cejas de Holden se elevaron hasta la línea del cabello.
—¿Quieres echarme un vistazo?
Mi rostro se calentó. Negué con la cabeza y miré hacia abajo. —Dios mío, qué
vergüenza. Creo que la falta de sueño y el estrés de estar aquí encerrada me
volvieron un poco loca. Es que a lo mejor los dos tenemos cierta curiosidad reprimida
sobre cómo somos de adultos. Quiero decir, solo te he visto sin camiseta cuando
éramos adolescentes en la piscina de mi patio. Y tú no me has visto en ropa interior y
sin sujetador desde entonces. Supongo que estaba pensando que, si nos echamos un
buen y largo vistazo, de una vez por todas, podríamos sacarlo de nuestros sistemas.
Holden me miró fijamente. Podía ver cómo las cosas daban vueltas en su
cabeza. Finalmente, sus ojos se posaron en mi pecho.
—No llevas sujetador...
Sacudí la cabeza. —Sin sujetador.
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Tragó saliva. —Hagámoslo.
—¿En serio?
Asintió. —Joder, sí. Voy a ir al infierno de todos modos. Será mejor que disfrute
del viaje. Pero tienes que quedarte en el baño, y yo me quedaré a este lado de la
puerta.
—De acuerdo. —Mordí mi labio inferior—. Mira tú primero.
—¿Por qué no miramos al mismo tiempo?
Asentí. —Buena idea. ¿Cuánto tiempo deberíamos hacerlo?
Holden se encogió de hombros. —¿Un minuto?
—¿Tienes tu teléfono?
—No. Pensé que alguien había entrado y que te estaban atacando. Mi teléfono
fue lo último en lo que pensé.
—El mío debería estar en la mesita. ¿Quieres buscarlo para que podamos usar
el temporizador?
Holden se alejó y volvió diez segundos después. —¿Cuál es tu código?
—Cero, siete, uno, tres.
Empezó a teclear y se quedó inmóvil antes de mirar al techo. —Ese es el día en
que te casas, ¿no?
Asentí.
Holden maldijo mientras volvía a teclear. —Definitivamente iré al infierno.
Activó la aplicación del reloj y giró el teléfono para mostrármelo. La cuenta
atrás era de un minuto. Su dedo se posó sobre el botón verde.
—¿Estás lista?
Asentí.
Holden presionó el botón y empezamos a mirarnos abiertamente. Sin tener que
robar miradas, me di cuenta de cosas que no había visto antes, como lo musculosos
que eran sus muslos y la sexy línea de vello que iba desde la cintura de sus
calzoncillos hasta su ombligo. Dios, tenía unas ganas terribles de trazarla con la
lengua. Al cabo de unos treinta segundos, Holden me llamó la atención. Habló en voz
baja y tensa.
—Date la vuelta.

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Tragué saliva y asentí. Por suerte, llevaba una tanga de encaje y no unas bragas
viejas y feas. Cuando estuve de espaldas a él, Holden gimió.
—Jesucristo. Tu trasero es jodidamente perfecto.
Se quedó callado hasta que sonó el cronómetro. Como le había dado la espalda
durante los últimos treinta segundos, no había podido mirarlo durante todo el minuto.
Estaba a punto de sugerir que me diera un poco más de tiempo, cuando me di la vuelta
y mis ojos se clavaron en los calzoncillos de Holden. ¡Maldito bulto!
Holden estaba empalmado, o al menos cada vez más empalmado. O tal vez una
lata de cerveza estaba tratando de escapar de su ropa interior...
Al ver que abría mucho los ojos, Holden bajó la mirada y tapó su entrepierna
con las dos manos.
—Mierda. Lo siento. Tal vez esto no fue una buena idea. Vuelvo en dos minutos.
Desapareció de mi apartamento durante al menos quince minutos después de
eso. Empecé a pensar que no volvería cuando llamaron suavemente a mi puerta. Abrí
y encontré a Holden completamente vestido: sudadera, calcetines, pantalones de
chándal, incluso gorro y guantes. Era exactamente el momento que ambos
necesitábamos, porque yo llevaba un conjunto a juego, solo que también había
combinado el gorro y los guantes con una bufanda. Los dos estallamos en carcajadas.
—Dios mío, Holden —resoplé—. ¿Nos hemos vuelto locos?
Se dobló de risa. —Creo que sí.
Después de secarnos las lágrimas, Holden levantó un rollo de cinta adhesiva.
—Voy a poner un poco de cinta aislante en la cerradura para que no vuelvas a
quedarte encerrada accidentalmente. Mañana compraré un pomo nuevo.
Me hice a un lado para que entrara. —Gracias.
Cuando terminó de pegar la puerta, echó un vistazo a la sala de estar. Había
montones de papeles esparcidos por todas partes.
—¿Una bomba explotó aquí?
Suspiré. —Tengo que hacer una presentación mañana, hoy, ante el comité de
subvenciones. Todavía tengo que terminar de cotejar los resultados iniciales del
laboratorio con los participantes y luego recopilar información sobre los sujetos de
prueba.
—¿Necesitas ayuda?
—Lo que debería haber hecho es aceptar la ayuda que me ofrecieron mis dos
asistentes, pero tenía demasiado miedo de que mi primera presentación no fuera
perfecta. Pero no pasa nada. Deberías volver a dormir. Siento haberte despertado.

102
Holden sonrió. —Créeme, cariño. Después de nuestro pequeño mostrar y
contar, no volveré a dormir pronto.
Conocía la sensación. Antes había ido al baño a orinar y a mojar mi rostro con
agua fría porque estaba empezando a dormirme mientras trabajaba. Pero ahora no
podía irme a la cama. Además, me vendría muy bien la ayuda.
—¿Estás seguro?
—Positivo. Dime qué hacer.
Durante la hora siguiente, Holden y yo cotejamos los resultados de laboratorio
con las hojas de ingreso de los pacientes. Como se trataba de un estudio a ciegas,
todos estaban identificados por número y no por nombre. Era bastante ridículo en
estos tiempos que el laboratorio no me hubiera dado algún tipo de hoja de cálculo
que pudiera ordenar fácilmente, pero no lo habían hecho. Así que después de
emparejar los resultados con los pacientes, Holden me leyó los números que
necesitaba mientras yo los tecleaba en una base de datos.
—¿Cómo funciona este estudio? Sé que tiene algo que ver con los niveles de
dopamina y el Alzheimer.
—Bueno, el sistema de neuronas dopaminérgicas se ha estudiado antes en su
relación con la progresión del Alzheimer. Pero los resultados han sido bastante
inconsistentes. Mi teoría es que hay que examinar algo más que la dopamina. Mi
investigación inicial muestra que los niveles bajos de tres hormonas combinadas:
dopamina, oxitocina y norepinefrina causan conjuntamente la enfermedad
neurodegenerativa. Así que mi estudio eleva los niveles de las tres hormonas en
pacientes con Alzheimer en fase inicial para que podamos estudiar el ritmo de
progresión de la enfermedad.
—Dijiste que el sexo aumenta los niveles, ¿verdad? ¿Así que repartes Viagra y
pones algo de Marvin Gaye?
Me reí. —Cerca. Dividimos a los sujetos en dos grupos. Uno recibe un puñado
de placebos con fines de control, y el otro recibe los fármacos reales que elevan los
niveles de las hormonas.
Holden se quedó callado. Esperaba que mi risa ante su comentario sobre el
Viagra y la música no lo hiciera sentirse mal.
—¿Está todo bien? —presioné.
—Sí, claro. —Ordenó un montón de papeles que ya estaban ordenados—.
Simplemente me preguntaba, ¿solo has salido con chicos inteligentes?
—Bueno, solo he salido con dos hombres, y ambos resultaron ser inteligentes.
Así que sí, supongo que sí.
—¿Dos hombres? —Holden frunció el ceño—. ¿Quieres decir que solo has

103
tenido dos relaciones serias? Pero habrás salido con otros chicos, ¿no?
Negué con la cabeza. —No, solo he salido con dos hombres en total.
—Vaya. —Holden parpadeó varias veces—. ¿Entonces solo has... ya sabes...
con dos hombres?
—En realidad, solo me acosté con uno de ellos. Salí con el otro durante unos
meses, pero yo era joven y nuestra relación nunca progresó.
Los ojos de Holden se abrieron de par en par. —¿Así que te vas a casar con el
único hombre con el que te has acostado?
Cuando empecé a sonrojarme, levantó las manos. —Lo siento. Eso fue grosero.
No debería haberlo dicho así.
—Está bien. —Señalé mis mejillas sonrosadas—. Quizá si hubiera tenido más
aventuras sexuales, no me sonrojaría cada vez que alguien mencionara la palabra. Te
juro que, si quieres que parezca una manzana, solo di sexo o hazme decir una mentira.
—¿Nunca te has preguntado cómo sería? Quiero decir, ¿cómo sabes si debes
pagar por la mercancía si no la has revisado y comparado precios?
—La verdad es que me lo he preguntado mucho últimamente. —Nuestros ojos
se encontraron—. De hecho, parece que no puedo dejar de preguntármelo.
Holden abrió la boca para decir algo, pero luego pareció pensárselo mejor y
asintió.
Coloqué un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—¿Puedo hacerte una pregunta personal?
—Te diré lo que quieras saber.
—¿Con qué frecuencia... te cuidas?
Los ojos de Holden se clavaron en mis labios antes de volver a encontrarse con
los míos.
—¿Me estás preguntando con qué frecuencia me masturbo?
Asentí.
Se encogió de hombros. —Depende. Si estoy sexualmente activo, no tan a
menudo. Pero si estoy pasando por un periodo de sequía, quizá cada dos días o así.
Supongo que también depende de lo frustrado que me sienta y de lo activa que sea
mi imaginación. —Me miró a los ojos y su rostro se puso serio—. Ha habido días en
los que no puedo dejar de imaginar cómo sería con una persona en particular. Esos
días, puede que me duche tres veces.
Tragué saliva. —¿Alguna vez has estado enamorado, Holden?

104
Pensó su respuesta en silencio durante un momento. —Creo que sí. Una vez.
—¿Qué pasó?
—Nada. —Holden bajó la mirada—. Está con otra persona.
Volví a asentir.
—¿Me toca a mí preguntarte algo ahora? —preguntó.
—Claro.
—Si estuvieras enamorada de alguien, y él estuviera con otra persona, ¿le
dirías lo que sientes de todos modos?
—Supongo que depende. Si pensara que la persona podría corresponderme...
—Asentí—. Sí, quizá se lo diría. Creo que puedes superar hacer el ridículo, pero el
arrepentimiento dura toda la vida.
Cuando levanté la vista, Holden me estaba mirando tan intensamente que
parecía que todo lo demás en la habitación se desvanecía. Los dos estábamos en un
pasillo estrecho donde la atracción magnética hacia él era extrafuerte. Sentí el fuerte
impulso de inclinarme hacia él, tomar su labio inferior entre mis dientes y tirar. Con
fuerza.
Me sorprendí a mí misma cuando empecé a inclinarme hacia delante,
parpadeé con algo de sentido común y me senté derecha.
—Yo, um, realmente tengo que terminar mi presentación. Gracias por la ayuda.
Ya me encargo yo.
Holden forzó una sonrisa, pero vi tristeza acechando en sus ojos.
—Claro. No hay problema. Me voy. Buenas noches, Lala.
A la mañana siguiente, empaqué todo lo que necesitaba para mi presentación
en tres cajas. Cientos de páginas individuales se habían resumido ordenadamente en
una docena de diapositivas, pero me gustaba llevar los materiales originales por si
alguien tenía preguntas. Cuando tapé la última caja, me di cuenta de que algo
sobresalía de debajo del sofá, así que lo saqué.
La billetera de Holden.
Anoche había estado sentado en el suelo con la espalda apoyada en el sofá.
Definitivamente tenía que devolvérsela antes de irme, pero no pude evitar ser curiosa
y echar un vistazo dentro. Como era de esperar, encontré dos condones y algunos
números de teléfono de chicas garabateados en servilletas, además de algunas
tarjetas de crédito, su licencia de conducir y un par de billetes de veinte. Justo cuando
estaba a punto de cerrarla, un pliegue de cuero en el interior se frunció y me di cuenta
de que había un bolsillo oculto detrás de uno de los lados. Como ya había sido una
amiga de mierda y había violado su intimidad, metí el dedo en la ranura. La foto que
105
saqué hizo que me doliera el corazón.
Éramos Ryan, Holden y yo el día de mi graduación del instituto. Lo recordaba
como si fuera ayer. A Ryan le habían diagnosticado la enfermedad unas semanas
antes, pero nadie me lo dijo hasta la semana siguiente a la graduación. No querían
arruinar mi gran día, ya que yo era la mejor de la clase.
Acercando la foto para examinarla, estudié el rostro de mi hermano, buscando
cualquier signo de que estuviera enfermo. Pero aún no había ninguno visible. Mis ojos
se desviaron hacia Holden. Se veía tal como lo recordaba en ese entonces, que no era
muy diferente del de ahora: cabello desgreñado, una sonrisa torcida que te hacía
pensar que estaba tramando algo malo y unos ojos que te hacían sentir como si fueras
la única mujer del mundo.
Era extraño que Holden hubiera conservado esa foto. Tenía que tener un millón
de él y Ryan solos, o mejor aún, de él y todos los chicos. Iba a llegar tarde a mi
presentación si no me daba prisa, así que tendría que meditarlo más tarde. Ahora
mismo, tenía que dejar la billetera al lado y ponerme a trabajar.
Holden respondió vistiendo una sudadera abierta y sin camiseta.
Mis ojos encontraron inmediatamente el fino rastro de vello que subía por su
estómago entre sus esculpidos músculos en V. Al parecer, la sesión de miradas de un
minuto de anoche no había sido suficiente.
Holden levantó una ceja con una sonrisa burlona.
—¿Ves algo que te guste?
Puse los ojos en blanco. —Dios mío. Eres atractivo. Miré. Gran cosa. No tengo
tiempo para esto. —Agarré su billetera de encima de las cajas que había dejado en
el suelo y prácticamente se la lancé—. Aquí tienes tu billetera. La encontré donde
estabas sentado anoche. Pensé que la necesitarías. —Me agaché, recogí las tres cajas
y me dirigí hacia el ascensor—. Que tengas un buen día —grité sin darme la vuelta—
. Tengo que irme o llegaré tarde.
—Whoa. Espera. —Holden salió de su apartamento—. ¿Cómo irás al trabajo
con toda esa mierda? Normalmente vas en tren.
—No hay estacionamiento cerca de mi oficina. En realidad, se camina menos si
voy en tren.
—Espera. Yo te llevo. Tengo la furgoneta estacionada a la vuelta de la esquina.
Estaba a punto de discutir, pero Holden desapareció dentro y volvió a salir con
las llaves. Todavía estaba deslizando una camiseta por encima de su cabeza cuando
se abrieron las puertas del ascensor. Una vez dentro, me quitó las cajas de las manos.
—Soy perfectamente capaz de llevarlas —dije.
—Sé que lo eres. —Se encogió de hombros—. Pero tu hermano patearía mi
106
trasero si te viera así y a mí con las manos vacías. Además, puede que no te lo creas
porque piensas que soy un promiscuo, pero en el fondo soy un caballero.
Sonreí. —De acuerdo. Gracias.
Hicimos tres cuartas partes del camino hasta mi oficina con charlas triviales,
pero entonces nos detuvimos en un semáforo y Holden me miró.
—Gracias por devolverme la billetera.
—Por supuesto.
—¿Fisgoneaste y miraste dentro?
—No —respondí escuetamente. Demasiado cortante y demasiado rápido. Por
desgracia, era una mentirosa de mierda y sentí que mi rostro empezaba a calentarse
bajo la mirada de Holden.
Vamos, luz... Vamos, luz... Cambia ya.
Pero no fue lo bastante rápido. Una sonrisa lenta y arrogante se dibujó en el
rostro de Holden y señaló el mío.
—¡Mentirosa!
—¡Dios mío! —Cubrí mi rostro con ambas manos—. Bien, lo hice. Fisgoneé, ¿De
acuerdo? No pude evitarlo, aunque sabía que estaba mal.
Sacudió la cabeza cuando el semáforo se puso en verde. —La dulce Lala Ellison,
alias la buena, resulta ser una criminal.
Mi rostro estaba muy rojo cuando aparté las manos. —Lo siento mucho, Holden.
¿Puedes perdonarme?
Me miró con una sonrisa maliciosa. —Claro que sí.
Exhalé un suspiro de alivio. —Gracias. Pensaba que me lo ibas a poner más
difícil.
Holden puso el intermitente cuando nos acercábamos a mi oficina. Levantó el
índice.
—No tan rápido. No había terminado mi frase. Lo que iba a decir era, por
supuesto que puedo perdonarte, una vez que consiga invadir tu intimidad.
—¿Invadir mi intimidad? ¿Qué implica eso?
Holden se detuvo frente a mi oficina y estacionó la furgoneta. Extendió la mano
derecha.
—Déjame ver tu bolso. Ojo por ojo. Tengo que ver lo que guardas ahí. Entonces
estaremos en paz y te perdonaré.
—¿Qué? No. —De ninguna manera iba a dejar que mirara dentro de mi bolso,
especialmente porque aún no lo había desempacado de mi viaje a casa.
107
Pero Holden se acercó y me arrebató el bolso del regazo. Inmediatamente lo
cambió a su mano izquierda y lo levantó en el aire fuera de mi alcance. Me lancé por
él, pero el maldito cinturón de seguridad me devolvió al asiento.
—Holden, ¡devuélvemelo!
—¿Oh? ¿Tenías algo privado aquí? ¿Como las cosas de mi billetera?
Presa del pánico, me tomó más tiempo de lo normal soltar el cinturón de
seguridad. Pero cuando lo hice, salté del asiento y agarré mi bolso. Holden se reía y
sonreía. Se lo quité de las manos, pero la correa seguía enganchada a su brazo, lo que
provocó un inesperado tirón hacia atrás, y mi bolso se volcó, derramando su
contenido por todas partes...
Incluyendo mi vibrador.
Mi.
¡Vibrador!
Me quedé helada.
Holden abrió mucho los ojos.
Y por supuesto, Holden siendo Holden, procedió a agacharse y agarrarlo.
—¿Qué tenemos aquí, encantadora Lala? —Lo agitó entre nosotros—. ¿Estabas
usando esta varita mágica mientras veías porno después de que me fuera anoche?
Estaba segura de que mi rostro estaba ardiendo. Se lo arrebaté de las manos,
lo metí en el bolso y abrí la puerta de la furgoneta.
—¡No estuve viendo porno anoche! ¿Estabas viendo porno mientras te
masturbabas anoche? ¿Ahora proyectas tu mala conciencia en mí?
—No, señora. No he visto porno últimamente. —Los ojos de Holden se posaron
en mis labios—. Estoy demasiado ocupado pensando en la única mujer que nunca
podré tener mientras me masturbo.
Solo había una manera de responder a ese comentario. De un salto, agarré mis
cajas, luego la manija de la puerta y... ¡un portazo!

108
CAPÍTULO 10
Holden
P
ensar en lo que hace Lala con ese maldito vibrador era lo único que había
conseguido excitarme últimamente. Créeme, deseaba que otra mujer
captara mi atención. Esta fijación de fruta prohibida por Lala no era sana,
y ya era hora de que la superara; solo que no sabía cómo. Cuanto más intentaba no
pensar en ella, más lo hacía.
Durante toda esta semana, había intentado una vez más poner algo de espacio
entre nosotros. Pero, como siempre, la necesidad de verla acabó por vencerme.
109
Siempre me convencía de que esta vez sería inocente. Como esta noche, cuando
decidí llamar a su puerta para ver qué estaba haciendo y si quería comer algo.
Para mi sorpresa, cuando abrió la puerta, no estaba sola. Allí había una mujer
que no conocía.
Los ojos de Lala se abrieron de par en par. —Holden.
—Hola. —Me giré hacia su amiga—. ¿Quién es?
La chica de cabello oscuro respondió antes de que Lala pudiera hacerlo.
—Soy Tia. Y Laney claramente me ha estado ocultando algo.
Lala se aclaró la garganta. —Tia es una de mis administradoras del trabajo y
una amiga.
—Ah, sí. De acuerdo. —Asentí—. Encantado de conocerte.
Lala se giró hacia ella. —Holden es uno de los amigos de mi hermano y mi
vecino de al lado.
—Y a veces la rescato de vehículos averiados y puertas cerradas. —Le guiñé
un ojo.
—Puede que tenga que fingir un accidente para que me rescates. —Tia se rió.
Bueno, está bien entonces. Esta chica era muy atrevida. Prácticamente me
estaba follando con los ojos, también.
Mientras tanto, el rostro de Lala estaba rojo como una remolacha. Por supuesto,
podría haber sido suave con ella e irme de inmediato. Pero me excitaba el hecho de
que mi presencia la pusiera nerviosa.
Finalmente dio un paso atrás, permitiéndome entrar en su apartamento, y me
puse cómodo, apoyándome en el brazo del sofá.
—¿Qué están haciendo este viernes por la noche?
—En realidad —respondió Lala—, nos estamos preparando para salir a bailar.
—Oh, qué bien. —Asentí—. Te mereces relajarte. No has salido con amigos,
aparte de mí, desde que llegaste, por lo que recuerdo. ¿Verdad?
—Bueno, no tengo muchas amigas aquí.
Lala estaba muy hermosa, vestida una vez más con una falda de cuero negro y
su camisa de Debbie Harry sin hombros. También llevaba el cabello alborotado,
como a mí me gusta. Su amiga llevaba un vestido verde ajustado y botas altas de
cuero. Sin duda, iban vestidas para salir de fiesta.
—¿Adónde van? —pregunté.
Lala miró a su amiga en busca de orientación. No era ella quien hacía los planes. 110
—Zanzíbar —dijo Tia—. ¿Lo conoces?
—Sí. Conozco casi todos los clubes de baile.
—Eres el baterista, ¿verdad? —Tia sonrió.
—Correcto. —Asentí.
—Me di cuenta.
—¿Porque parezco un vagabundo o algo así?
—No, porque eres super sexy. La mayoría de los bateristas que conozco lo son.
Lala parecía dispuesta a salirse de su pellejo, así que decidí poner fin a su
sufrimiento.
—De todos modos, señoras. Debería dejar que se preparen. Espero que tengan
una noche divertida. Solo quería comprobar y decir hola, Lala, ya que han pasado un
par de días.
Lala se animó, parecía aliviada de que yo estuviera a medio camino de la
puerta.
—Okyyydokyy.
Pero entonces su amiga me llamó.
—¡Espera! ¿Por qué no vienes con nosotras? Cuantos más seamos, mejor.
Me giré. —No, no quiero interrumpir la noche de chicas.
—Pero no es noche de chicas. —Se giró hacia Lala—. Ya invitaste a uno de los
otros chicos, ¿no?
Me congelé. Espera. ¿Qué dijo? Entrecerré los ojos.
—¿Es eso cierto...
—Uh... —Lala suspiró—. Brayden viene con nosotros, sí.
¿Qué diablos? Inspiré lentamente para calmarme. Antes de enfadarme, se me
ocurrió que tal vez estaba intentando emparejar a Brayden con su amiga;
probablemente era la única excusa que no me ofendería del todo. Pero, aun así,
también podría haberme invitado a salir. Había decidido no hacerlo.
Tia recibió una llamada y se acercó a un rincón del apartamento para hablar en
privado. Yo aproveché para interrogar a Lala.
—Entonces... —Me crucé de brazos—. Brayden. ¿Desde cuándo lo invitas a
salir contigo?
—De acuerdo... —Ella suspiró—. Sé que parece raro, sobre todo porque no te
lo dije. Pero Tia me había pedido que le presentara a uno de mis amigos solteros. Y
Brayden fue la primera persona que me vino a la mente.
111
Decidí meterme con ella. —Eso es interesante. Porque estoy soltero. ¿Por qué
no querías presentármela?. —Chasqueé los dedo—. Oh, déjame adivinar. ¿Crees que
soy demasiado promiscuo o algo así? ¿Así que elegiste a Brayden? —Mis ojos se
clavaron en los suyos—. ¿O... es otra cosa, Lala?
Lo que parecía un leve sarpullido empezó a formarse en su cuello mientras
bajaba la voz.
—No sé por qué elegí a Brayden. Y sabía que te querría si te veía. Yo solo...
Antes de que pudiéramos llegar más lejos, Tia regresó de su llamada
telefónica. Ahora que sabía que el maldito Brayden iba a salir con ellas, decidí aceptar
la oferta de Tia.
—¿Sabes qué? —Esbocé una sonrisa malvada—. No tengo planes para esta
noche. Si no es una noche de chicas, creo que me uniré después de todo. —Me giré
hacia Lala—. Si no te importa.
Lala exhaló un largo suspiro y se encogió de hombros.
Media hora más tarde, todos estábamos a bordo del Clusterfuck Express,
también conocido como un Uber SUV que Brayden había llamado para recogernos a
todos. Resultó ser un grupo más grande de lo previsto, ya que Brayden también había
decidido invitar a Owen, que al parecer tenía una rara noche libre en la que no estaba
enterrado en el trabajo. Sin embargo, tuve que preguntarme si Owen quería venir
simplemente para vigilarme en lo que se refería a Lala. Estaba seguro de que era eso.
Brayden parecía algo interesado en Tia, le hacía algunas preguntas sobre su
trabajo y mostraba esa sonrisa coqueta que lo caracterizaba. Pero, por desgracia, Tia
solo parecía tener ojos para... mí. Vaya. No solo le había preguntado a Lala si podía
cambiar de asiento para estar a mi lado, sino que no dejaba de apoyar su mano en mi
rodilla mientras hablaba. No era de los que se incomodaban por esas cosas, pero me
sentí incómodo porque noté que Brayden se enfadaba. A veces era muy competitivo,
sobre todo cuando yo le robaba protagonismo. ¿Pero sabes quién se estaba
molestando aún más? Adivina. Sí. Lala estaba sentada allí luciendo molesta, y sus ojos
se posaban en la mano de Tia cada vez que me tocaba.
Owen estaba siendo Owen y parecía desinteresado en todo el asunto después
de haberse obligado a salir. Ciertamente no estaba expresando ningún interés en Tia.
Probablemente era uno de los tipos más exigentes que conocía. Tenía que sentirse
tan estimulado mentalmente como atraído físicamente por alguien. En el pasado, yo
había sido lo contrario: no me importaba si una chica caliente tenía canicas. ¿Pero
últimamente? Definitivamente podía identificarme con lo que sentía Owen. El cerebro
y la belleza me excitaban últimamente. Más concretamente, las científicas con cabello
rizado que llevaban tangas y vibradores en el bolso.
Una vez que llegamos al club, la dinámica fue extraña, por no decir otra cosa.
Tia seguía a mi lado, aunque yo me esforzaba por parecer desinteresado. Mis ojos
112
vagaban por el club mientras ella me hablaba al oído, y yo miraba a cualquier parte
menos a ella. Esta chica no entendía una indirecta. Evidentemente, tampoco se daba
cuenta de que estaba enojando a su amiga. Lala tenía una permanente expresión de
fastidio en su rostro.
Tia regresó del bar con una copa. Yo había rechazado su oferta de traerme una.
—¿Quieres bailar, Holden?
—No, estoy bien —le dije—. Sin embargo, gracias por preguntar.
Ese fue finalmente el principio del fin. Tia empezó a alejarse de mí, gracias a
Dios, y pasó más tiempo hablando con Lala mientras buscaba carne fresca en el local.
Brayden ya había empezado a charlar con una chica que había conocido, así que hacía
rato que se había dado por vencido con Tia.
Cuando Lala y Tia se fueron al baño, Owen se deslizó hasta el lugar que había
a mi lado.
—¿Supongo que alguien tendrá sexo esta noche? —dijo, levantando una ceja—
. Esa chica Tia no ha ocultado el hecho de que te desea.
Traté de no hacer una mueca mientras respondía. —Sí, bueno, no me interesa.
Arqueó una ceja. —Ah, ¿sí? ¿Por qué no estarías interesado en un pedazo de
culo caliente como ese?
—No lo sé. Dímelo tú. ¿Por qué no estás interesado en ella?
—Vamos, Holden. Corta el rollo. Sabes que no sueles salir y no coquetear con
un trillón de mujeres. No has mirado a nadie porque tus ojos han estado en Lala toda
la noche. Una vez más, te estás buscando problemas.
Brayden apareció de repente junto a nosotros, poniendo su mano en el hombro
de Owen. —¿Quién está en problemas?
Owen estaba a punto de informarle a Brayden cuando Lala y Tia volvieron del
baño, deteniendo toda conversación sobre el asunto. Tuve el ceño fruncido en mi
rostro durante los siguientes minutos. Owen había conseguido enojarme una vez más,
así que decidí desquitarme con él sacando a bailar a Lala. Así mataba dos pájaros de
un tiro: enojar a Owen y tener unos minutos para hablar con Lala en privado, algo que
no había podido hacer en toda la noche.
—Lala, vamos a bailar. —Tiré suavemente de ella por el brazo hasta la pista de
baile. Apenas podíamos movernos al ritmo de la música entre la multitud de gente
sudorosa—. Lo siento —le dije.
—¿Sientes qué? —gritó a través del ruido.
113
—Siento haber arruinado tu noche. Sé que el que me impusiera te incomodó.
Fue un movimiento estúpido. Me molestó que invitaras a Brayden y no a mí. Pero
debería haber confiado en tu juicio en eso. Querías emparejarlo con tu amiga y no
necesitabas que yo lo estropeara. No debería haber actuado como un maldito niño al
respecto.
—Estoy bastante segura de que soy yo quien actúa como niña, porque ella te
desea y me está enojando. —Secó su frente—. No tengo derecho a ponerte trabas,
Holden, solo porque tú y yo hayamos tenido alguna torpeza últimamente.
—Si te sirve de algo, no me interesaría por ella de todos modos, aunque no
fuera tu amiga. No es mi tipo. Y entiendo por qué no trataste de emparejarla conmigo.
Estoy jodidamente seguro de que yo no te habría emparejado con nadie. —Aclaré—:
Ya sabes, si no estuvieras ya comprometida.
Lala había estado llevando su bolso con ella toda la noche. Ahora mismo
actuaba como una barrera entre nosotras mientras bailábamos.
Miré hacia abajo. —¿Eso que llevas en el bolso es un vibrador o es que te
alegras de verme?
Ella lo aferró con más fuerza. —Muy gracioso.
—Lo intento.
—Eres gracioso. —Puso los ojos en blanco, balanceando un poco las caderas—
. Ojalá no te encontrara tan malditamente divertido.
Me incliné hacia ella y le hablé al oído: —Creo que te parezco algo más que
divertido.
Ella negó lentamente con la cabeza. —Admitir mi atracción por ti fue un gran
error, por no decir completamente inapropiado.
—No te preocupes. Volverás a Filadelfia, o peor, a California, y toda esta
extraña tensión entre nosotros será un simple recuerdo. Fuera de la vista, fuera de la
mente.
Aunque dije eso para tratar de tranquilizarla, las palabras dejaron un sabor
amargo en mi boca.
Porque eran la verdad.
Yo solo era el promiscuo que ella encontraba tentador, no el chico con el que
terminaría.

114
Al final de la noche, Tia estaba borracha. Owen estaba aún más aburrido y poco
impresionado. Brayden había intercambiado números con esa chica con la que había
estado hablando. ¿Y yo? Estaba dolorosamente sobrio. No sé por qué, pero sentía
que, si me hubiera emborrachado esta noche, podría haber dicho o hecho algo aún
más tonto de lo que ya había hecho. Así que me limité a una cerveza. Lala tomó un
vodka con arándanos, seguido de un Shirley Temple que no tenía ni idea de que era
un Shirley Temple.
Primero dejamos a Tia para asegurarnos de que llegaba bien a casa. Luego los
cuatro volvimos al edificio.
Una vez dentro, Brayden se adelantó a la manada hasta su apartamento
mientras Owen parecía seguirme hasta el mío, y luego decidió quedarse delante de
mi casa. Sabía que lo hacía porque quería asegurarse de que iba a mi apartamento y
no al de Lala, o viceversa. Dios, a veces era tan imbécil.
Pero incluso cuando Lala nos dio las buenas noches y desapareció en su
apartamento, Owen siguió merodeando.
—¿Puedo ayudarte? —Le pregunté mientras me seguía al interior de mi casa.
—Solo me aseguro de que no hagas nada estúpido, amigo mío.
—No necesitas cuidarme.
—No te estoy cuidando. Solo cuidando a la hermanita de Ryan.
Abrí la nevera para sacar agua. —¿Qué te hace pensar que no he tenido
múltiples oportunidades de tentarla que he dejado pasar? Pareces pensar que no se
puede confiar en mí cuando todo lo que he estado haciendo es portarme lo mejor
posible. De hecho, ser bueno casi me está matando.
—No creo que dejaras pasar la oportunidad de entrar a matar si realmente se
debilitara ante tus encantos.
No tenía ni maldita idea. Golpeé la botella de agua contra la encimera.
—¿Tienes idea de cuánta moderación he exhibido, Owen? Déjame que te
cuente. —Hice una pausa, dándome una última oportunidad para detenerme antes de
decir a la mierda—. Dormí en la misma maldita cama que ella aquella noche que
tuvimos que alojarnos juntos en un hotel. Porque ella insistió en que no durmiera en
el suelo. Entonces, en algún momento después de que ella se durmiera, sin darse
cuenta emujó su trasero justo contra mi polla. ¿Sabes lo que hice? Me moví. Puse algo
de espacio entre nosotros. Lo más difícil que he tenido que hacer en mi vida, aparte
de enterrar a mi mejor amigo. Así que dime que no tengo moderación —espeté—.
¡Dímelo!
Me detuve antes de contarle el peep show mutuo y cronometrado que ella y yo
habíamos hecho. Detalles. Que me llevaría a la tumba.
Owen seguía parpadeando, como si intentara procesarlo.
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—¿Dormiste en la misma cama?
—¿Esa es la parte en la que estás atascado? ¿No escuchaste todo lo demás que
acabo de decir?
—Sí. Te escuché, y todavía no puedo creerlo. En última instancia, fue tu
decisión meterte en esa cama, aunque fuera sugerencia de ella.
—Demándame por querer dormir en una cama caliente. —Con Lala.
Señaló al techo. —¿Te das cuenta de que Ryan probablemente puede ver todo
lo que estás haciendo desde donde quiera que esté?
Aunque esa idea me dio escalofríos, le respondí: —¿Sabes qué, Owen? Si él
realmente pudiera ver dentro de mi cabeza, sabría lo mucho que he intentado hacer
lo correcto y controlar mis acciones. ¿Los sentimientos? No son tan fáciles de
controlar. Tomé la decisión de no cruzar cierta línea con ella mientras esté
comprometida. Debido a lo que siento por ella, he seguido la línea, lo admito. Pero
no la he cruzado, aunque quería hacerlo hace mucho tiempo. Tienes que darme algo
de crédito por eso.
Owen se quedó allí de pie, sacudiendo la cabeza. Luego frotó sus ojos y
murmuró: —¿Sabes qué? Es tarde. Me voy a dormir.
Sonreí. —Me encanta hacerte callar casi tanto como demostrarte que te
equivocas. ¿Y poder hacer las dos cosas a la vez? Mejor aún.
—No te confíes demasiado, imbécil. —Señaló sus ojos y luego volvió a
mirarme—. Voy a seguir vigilándote.
Le hice un gesto con el dedo. —Tengo una idea. ¿Por qué no te buscas una
mujer para no estar constantemente metido en mis asuntos?
—Búscame a alguien que me interese —dijo mientras abría la puerta para
marcharse.
—Tendré que ir a Marte —le dije mientras se iba por el pasillo—. Porque eres
el hijo de puta más quisquilloso sobre la faz de la Tierra.
Inquieto, me duché antes de irme a la cama. Pero todavía estaba
completamente despierto cuando me senté contra mi cabecera.
Entonces Lala me envió un mensaje.
Me entró un poco de pánico al pensar que había escuchado nuestra
conversación a través de la pared. Pero su mensaje era sobre otra cosa.
Lala: ¿Por qué guardas una foto mía, tuya y de Ryan en tu billetera?
Oh. Cuando admitió que había rebuscado en mi billetera, yo estaba más
preocupado por los condones y ni siquiera había pensado en la foto. Podría haberle
116
dicho la verdad: que me encantaba su sonrisa en esa foto y que me hacía feliz tener a
dos de mis personas favoritas en la misma foto. Pero entonces me acordé de la
promesa que le había hecho a Owen: que haría todo lo posible por no fomentar nada
entre nosotros mientras ella estuviera prometida. Tenía que controlarme.
Así que mentí.
Holden: Supongo que me gusta mi aspecto.
Los puntos se movían mientras ella tecleaba.
Lala: Engreído, ¿no?
Holden: Sí. Lo siento. Soy quien soy. ;-)
Al cabo de un minuto, llegó otro mensaje.
Lala: Lo siento si hice que las cosas se pusieran raras esta noche.
Holden: Siempre has sido rara. Es una de las cosas que amo de ti.
¿“Amo” de ti? ¿En serio, Holden?
Lala: Hablando de raro... Owen estaba actuando raro esta noche.
Estupendo. Esperaba que no se hubiera dado cuenta de que me vigilaba.
Holden: Solo intenta asegurarse de que no te meto en problemas.
Lala: Has sido un Boy Scout, Holden. Yo soy el problema.
Era una mierda que se culpara a sí misma cuando yo había estado coqueteando
con ella y animándola todo este tiempo. Había sido una calle de doble sentido,
conmigo dirigiendo el tráfico.
Holden: No te castigues por divertirte un poco en una nueva ciudad. Solo
se es joven una vez. Y por mucho que creas que has sido —mala —en realidad
no lo has sido.
No pude evitar añadir una cosa más.
Holden: Créeme, si alguna vez realmente cruzamos la línea, lo sabrías.

117
CAPÍTULO 11
Lala
—¡M
amá! Dios mío. ¿Qué haces aquí?
Mi madre era la última persona que esperaba
encontrar al otro lado de mi puerta un sábado por la
mañana temprano. Lamentablemente, sentí una
punzada de decepción, ya que había pensado que podría ser Holden.
Mamá levantó los brazos. —¡Sorpresa! Vine para llevarte de compras.
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—¿De compras? —Mi frente se arrugó la frente—. ¿Para qué?
Dio un paso adelante y me abrazó.
—¡Vestidos de novia!
Oh.
Ugh. Vestidos de novia.
No era exactamente lo que me apetecía hacer, pero no quería que mi madre se
sintiera mal. Además, debería estar extasiada por ir a comprar vestidos.
—Guau. De acuerdo. Qué... increíble. —Le hice señas para que entrara—. Pasa,
pasa.
Mi madre dio una palmada. —Te conseguí una cita en Kleinman's para hoy a las
doce.
—¿En serio? —Parpadeé varias veces. Cuando me comprometí, había
encontrado algunos vestidos de novia que me gustaban en revistas nupciales, y todos
parecían proceder de Kleinman's, en Manhattan. Intenté concertar una cita, pero
tenían todo reservado para dentro de tres meses—. ¿Lo hiciste hace mucho tiempo?
Mamá negó con la cabeza. —Me inscribí para que me avisaran de las
cancelaciones de última hora. Anoche recibí un mensaje de que hoy había una cita
disponible, así que aquí estoy.
Mi madre era la mejor madre del mundo y me alegraba de verla, aunque la
idea de ir a comprar vestidos me mareaba un poco. Probablemente se me pasaría una
vez que empezara a probarme cosas.
—No puedo creer que estés aquí. —Sonreí—. Muchas gracias, mamá.
Dos horas más tarde, estaba de pie sobre un pedestal redondo de modelo con
el vestido de tul de Vera Wang que me había encantado en una revista. A mi madre
se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Dios mío, Laney. Pareces una princesa.
Me quedé mirando mi reflejo en el espejo. El vestido era precioso y me
quedaba como un guante. Sin embargo, había algo que no me gustaba.
—Es muy bonito, pero no estoy segura de que sea el adecuado, mamá.
—¿En serio? —Forzó una sonrisa—. Bueno, necesitas el adecuado cuando te
cases con el adecuado, así que tendremos que seguir buscando.
Me probé una docena de vestidos más y cada vez me costaba más mirarme al
espejo. Me estresaba tanto que me apareció el sarpullido que suelo tener cuando
estoy ansiosa.
Mi madre se dio cuenta. —Oh cariño, tu cuello está todo rojo.
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Cubrí la piel con mi mano. —Creo que la tela del último vestido puede haberla
irritado un poco. Está bien.
Pero cuando salimos de la tienda, la erupción cubría mi pecho, cuello y la parte
superior de mi espalda. Le dijimos a la vendedora que iba a pensar sobre unos
cuantos vestidos que me gustaron mucho y que nos pondríamos en contacto pronto.
Después, mamá y yo fuimos a comer a una cafetería que había al final de la calle. Las
dos pedimos ensaladas César de pollo y una copa de vino blanco.
—¿Está todo bien, cariño? —Mi madre ladeó la cabeza. Sabía leerme muy
bien—. Hoy pareces un poco preocupada. Triste incluso.
Sacudí la cabeza. —Lo siento. No estoy triste. Quizá un poco cansada. Anoche
salí con mi amiga Tia. —Omití que los chicos se habían unido a nosotros—. Además...
las cosas han estado ocupadas en el trabajo. Supongo que me está pesando más de lo
que pensaba.
Mamá se quedó callada un buen rato. —¿Seguro que no te estás arrepintiendo
de lo de la boda?
Miré fijamente a mi madre, dispuesta a decirle que estaba loca y que, por
supuesto, que no tenía dudas. Pero mientras intentaba mover la mandíbula para
hablar, las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas.
—Oh, no... —Mi madre acercó su silla y tomó mi mano—. Háblame. ¿Qué te
pasa? ¿Estás bien? ¿Pasó algo con Warren? ¿Es la posible mudanza a California?
Empecé a divagar mientras gordas lágrimas caían por mi rostro.
—Te lo juro, mamá... No quería que pasara, pero no puedo dejar de pensar en
ese otro chico. Tengo esas fantasías... Warren es el único hombre con el que he
estado. Entonces ¿cómo puedo estar segura de que es el indicado? Quiero decir, me
encanta el pollo, y si solo hubiera comido pollo, probablemente sería feliz porque es
bueno, ¿sabes? Pero el filete es ridículamente delicioso, ¿y si nunca hubiera probado
el filete para darme cuenta de que me gusta más que el pollo? ¿Significa eso que el
pollo es menos bueno? ¿O me pasaría el resto de mi vida aburrida de comer pollo?
¿Y si el pollo no me basta para comer por el resto de mi vida? —Sentí un poco de
pánico—. ¿Tengo que comer filete, mamá? ¿Tengo que hacerlo? Me lo dirías si fuera
así, ¿verdad?
Mamá sonrió y me dio unas palmaditas en la mano.
—Creo que lo que preguntas es si es normal fantasear con otro hombre. ¿Estoy

120
en lo cierto, cariño? Porque me gusta más el cerdo que el pollo o la ternera, así que,
si no es eso lo que preguntas, creo que podría estar aún más confundida que tú.
Me reí y limpié mis mejillas mojadas. —He estado soñando con un chico aquí
en Nueva York. ¿Es normal?
—Bueno, eso espero, porque George Clooney me gusta desde hace años. Tu
padre cree que me gusta cuando lleva esmoquin porque significa que vamos a salir a
algún sitio elegante, pero en realidad es porque me recuerda a George. —Mi madre
se acercó más y bajó la voz—. Una vez, las noticias cubrieron su asistencia a una
especie de cena de estado en la Casa Blanca. Grabé las noticias y las vi una docena
de veces.
Pero George Clooney no vivía a una pared de mi madre...
Y George Clooney no le dijo lo perfecto que es su trasero...
Y estaba bastante segura de que no había dormido en la misma cama que él.
—Creo que cierto nivel de fantasía con otros hombres es normal —continuó
mamá.
¿Cierto nivel? Pero no obsesionarse las veinticuatro horas del día, ¿verdad? —
¿Cómo sabes cuando es demasiado?
—Supongo que cuando se involucran sentimientos reales. Puedo estar todo el
día mirando al señor Clooney, pero no siento nada por él. Hay una diferencia entre la
fantasía juguetona en nuestra cabeza y el engaño emocional. No puedes sentirte
culpable por tener un sueño sexy o dos con un hombre guapo. Los pensamientos son
solo pensamientos, cariño. A menos que te plantees actuar sobre ellos, no estás
haciendo nada malo.
Pero había actuado en consecuencia, ¿no? Aunque técnicamente no hubiera
sido infiel, había cruzado la línea en más de una ocasión: durmiendo en la cama con
Holden, mirándolo prácticamente desnudo y dejando que me mirara. A fin de cuentas,
ésa era la verdadera razón por la que hoy me había sentido como una mierda al
ponerme un vestido de novia blanco. Era un duro recordatorio de los pensamientos
impuros que últimamente no podía sacarme de la cabeza sobre Holden.
—Es normal tener nervios antes de la boda, cariño. De verdad, lo es. No
deberías ser tan dura contigo misma por algunas fantasías inocentes.
El problema era que nada de eso era inocente. Pero no quería disgustar a mi
madre ni que pensara mal de mí por contarle toda la verdad. Así que asentí.
—Gracias, mamá. Siento haber estropeado nuestro viaje de compra o la
comida. Tienes razón. Estoy segura de que son solo nervios previos a la boda.
Afortunadamente, me las arreglé para no llorar ni tener erupciones adicionales
durante el resto de nuestro almuerzo. Pero cuando salimos del ascensor, supe que
eso iba a cambiar.
Holden estaba cerrando la puerta de su apartamento.
Mi madre me conocía tan bien, y ella sería capaz de leer lo que estaba pasando
121
en mi cabeza solo por la forma en que miré a Holden. Sin embargo, no podía evitarlo.
Se giró, y el rostro de mamá se iluminó al salir del ascensor.
—¡Holden Catalano! ¿Cómo estás, cariño? —Se acercó y le dio un fuerte abrazo.
Se agarró a sus hombros—. Estás estupendo. Siempre has sido un chico guapo.
¿Cuánto tiempo ha pasado?
La sonrisa de Holden era genuina. —Ha pasado demasiado tiempo, señora E.
Ese es el tiempo que ha pasado.
—¿Hace ya por lo menos cinco años?
Sacudió la cabeza. —No estoy seguro de cómo es posible, ya que parece más
joven que la última vez que la vi.
Mamá le hizo un gesto con la mano, pero me di cuenta de que le había gustado
el cumplido. Holden tenía ese cierto je ne sais quoi 1 que encantaba a las mujeres de
ocho a ochenta años.
—¿A dónde huyes? —preguntó mamá—. Quiero que me cuentes todo lo que
está pasando contigo.
Holden señaló con la mirada la caja de herramientas que yo no había notado en
su mano.
—Estaba subiendo al cuarto piso para arreglar un triturador de basura. Hay un
grupo de chicos en una de nuestras unidades que me están dando una muestra de lo
que probablemente era yo a los trece años. Esos mocosos revoltosos viven para
divertirse. No me extrañaría nada que al subir saltara una rana del triturador.

1 je ne sais quoi: frase en francés que significa “No sé qué”.


—Oh, vaya. Bueno, pasa primero a tomar una copa de vino. Insisto.
Los ojos de Holden se clavaron en mí en busca de aprobación. Pero no
importaba que intentara mantener las distancias con él si pasar unos minutos juntos
hacía feliz a mi madre. Así que sonreí y asentí, y los tres terminamos pasando la
siguiente media hora hablando y acabándonos una botella de vino. Holden le habló a
mamá de su grupo de música y de cómo se pasaba el día haciendo reparaciones en
el edificio de apartamentos en el que hacía de portero, y mamá le contó todo sobre
un crucero de un mes que estaba planeando para cuando mi padre se jubilara el año
que viene.
—Oh, eso me recuerda. —Mamá señaló hacia el baño—. Ya que eres el
encargado de mantenimiento, hay una fuga en la ducha de Laney. Viene del grifo.
Escuché el goteo cuando estuve allí antes, así que eché un vistazo. Los azulejos de

122
debajo también están empezando a desprenderse.
—Mamá, ya hemos hecho que Holden llegue tarde a una reparación, ¿y ahora
quieres darle un nuevo trabajo? Ya ha arreglado muchas cosas por aquí, y me dejan
quedarme gratis.
Holden levantó las manos. —No pasa nada. En realidad, prefiero saber cuándo
empieza el problema, en lugar de esperar a que se convierta en algo más grande. Un
pequeño grifo que gotea es más fácil de arreglar que volver a colocar los azulejos de
una ducha entera.
—Bueno, no hay prisa en ponerse a eso —dije.
—Tengo algo de tiempo mañana. ¿Estarás en casa?
Negué con la cabeza. —No, tengo mucho que hacer en el trabajo, así que
probablemente no estaré mucho por aquí el domingo.
—De acuerdo. Bueno, si no te importa, trabajaré en ello entonces. Así podré
arreglar las baldosas sueltas después de arreglar la gotera, y tendrán tiempo de
asentarse antes de que tengas que volver a entrar.
—Claro. Lo que funcione mejor para ti.
Holden asintió y se dio una palmada en los muslos. —Mañana entonces. Pero
ahora mismo, tengo que subir antes de que los inquilinos que no son tan fáciles
incendien el lugar. —Se puso de pie—. Me alegro mucho de verla, señora E. Salude
al señor E de mi parte.
Mamá se puso de pie. —Lo haré.
Acompañé a Holden hasta la puerta, mientras mamá entraba en el baño.
—Me alegro mucho de verla —dijo—. No recuerdo que mencionaras que iba a
venir. ¿Fue un viaje de última hora?
Asentí. —Me sorprendió esta mañana. No tenía ni idea hasta que llamó a la
puerta.
—No es tu cumpleaños, ¿verdad? Eso es en diciembre, ¿no?
—No, no es mi cumpleaños. —Dudé, pero me sentí rara sin decir más—. Ella
me hizo una cita en una tienda de vestidos de novia con la que es difícil conseguir una
cita. De ahí volvíamos.
El rostro de Holden decayó. —Vestidos de novia...
Asentí.
—¿Compraste uno?
—No. Nada me pareció bien.
Holden me miró a los ojos. Por un segundo pensé que iba a decir algo, pero
luego apartó la mirada.
—Tengo que irme. Nos vemos, Lala.
123
Cerré la puerta sintiéndome fatal, aunque no tenía motivos para eso. Después
de intentar ordenar mis pensamientos por un momento, encontré a mi madre en la
cocina, abriendo otra botella de vino.
—¿Más? ¿Cuándo te convertiste en una bebedora diurna, mamá? No es que me
queje. Nunca hago esto.
—Pensé que necesitarías otra copa mientras hablamos.
Mis cejas se fruncieron. —¿Hablar de qué?
Mamá me dio la espalda y sacó el corcho con un sonoro chasquido. Volvió a
llenar nuestras dos copas de vino antes de girarse y tenderme una a mí.
Ella sorbió. —Mientras hablamos sobre desde hace cuánto tiempo han vuelto
tus sentimientos por Holden, y qué vas a hacer con las fantasías que has estado
teniendo con él.

A la mañana siguiente, me incorporé de golpe bañada en sudor frío y


completamente sin aliento.
Madre mía. Miré a mi lado, a la cama. Por supuesto que estaba vacía, pero aun
así tardé un par de segundos en aceptar que mi sueño solo había sido un sueño, y que
en realidad no había estado montando a Holden.
Dios mío. Ha sido el sueño más vívido de mi vida.
La forma en que había envuelto mi coleta alrededor de su puño y tirado de mi
cabeza hacia atrás.
La forma en que había rematado desde abajo, diciéndome que lo montara más
fuerte. Más rápido. Toma mi polla.
Extendí la mano hacia atrás y toqué mi coleta. Mi piel se erizó al pensar en lo
apasionadamente que lo habíamos hecho. Con Warren las cosas no eran tan intensas,
ni de lejos. Me asustó completamente que mi fantasía de estar con Holden fuera mejor
que la realidad con mi prometido, así que me levanté para echar un poco de agua fría
en mi rostro. Cuando eso no funcionó, decidí darme una larga ducha.
Incluso después de secar mi cabello y vestirme, seguía bastante nerviosa. Pero
estaba decidida a recuperar la calma. Así que me propuse centrarme en lo que debía
centrarme el resto del día, es decir, en mi prometido y en mi trabajo.
Primero, volví al salón nupcial al que habíamos ido ayer mamá y yo. No tenía
cita, pero la vendedora que nos había atendido ayer estaba allí y me ayudó a encargar
el vestido que más me había gustado. Después, tenía que ir a trabajar un rato, pero
124
mi cabeza aún no estaba del todo donde tenía que estar, así que volví al apartamento
para hacer algo que nunca había hecho antes. Durante el viaje en tren, había decidido
que la única forma de sacarme a Holden de la cabeza era sustituirlo por Warren. No
había absolutamente ninguna razón por la que no pudiera excitarme con mi
prometido. De hecho, quizá parte del problema era que, mientras tomaba la iniciativa
de pasar tiempo con Holden, no había tomado ninguna iniciativa con Warren. Así que
me dirigí directamente a mi dormitorio con el celular pegado a la oreja, decidida a
ser más creativa.
—Hola.
—Hola, mi amor. Qué agradable sorpresa. No esperaba saber de ti hasta esta
noche.
—Bueno, estoy algo... necesitada... y pensé que tal vez podrías ayudarme a
satisfacer esa necesidad.
—¿Oh? ¿Qué es lo que necesitas?
Suspiré. Dios, no entendía muy bien las indirectas.
—Necesito... un orgasmo, Warren.
—¿Un orgasmo?
—Sí, estaba pensando que tal vez podríamos... ya sabes, tener sexo telefónico.
Permaneció en silencio durante unos segundos de más.
—No estoy seguro de lo bueno que seré en eso. Ni siquiera soy muy bueno
haciendo llamadas de Zoom para el trabajo, Laney. ¿Qué pensabas que implicaría
esto? Porque tengo una cita para cortarme el cabello en cuarenta y cinco minutos.
Dios mío. Estaba taaaan frustrada. —Warren, a la mierda tu corte de cabello. Te
necesito.
—De acuerdo, De acuerdo. No tienes que enfadarte tanto. Solo dime qué
quieres que haga.
Lo que quiero es que no necesites que te digan lo que tienes que hacer. —No
sé... ¿quizás hablarme sucio? Voy a quitarme los pantalones y meter la mano en mi
ropa interior, y tú me dices lo que me harías si estuviéramos juntos.
—¿Debería quitarme los pantalones también?
—¡No lo sé! ¡Haz lo que creas, Warren!
—Bueno, de acuerdo. Los dejaré puestos.
—Genial. —Desabroché mi jeans, los bajé por mis piernas y me lo quité—. Te
pondré en altavoz para poder usar las dos manos.
—De acuerdo. 125
Odiaba que sonara tan receloso. No obstante, me metí en la cama, presioné el
botón del altavoz y cerré los ojos mientras deslizaba la mano dentro de mis bragas.
—Estoy lista. Dime lo que me harías si estuvieras aquí.
—De acuerdo, bueno, yo te besaría primero.
Pasé los dedos por mi centro. —De acuerdo, ¿entonces qué?
—Entonces besaría tus pechos.
—De acuerdo...
—Entonces supongo que probablemente te tocaría entre las piernas. Frotaría.
Finalmente. —Vamos...
—A continuación, insertaría un dígito dentro de ti.
Mis ojos se abrieron de golpe. —¿Un dígito, Warren? ¿En serio? ¿No puedes
usar una palabra más sexy?
—¿Qué quieres que use?
—Dedo, Warren. Fóllame con el dedo.
—Bien. Bueno, metería un dedo y lo movería un poco. Luego añadiría un
segundo. Pero antes de seguir, ¿qué palabra quieres que use para los genitales
masculinos? Hay muchas opciones.
Grrrr. Esto era una mala idea. —Sabes qué, Warren. No estoy de humor
después de todo. ¿Por qué no te preparas para tu corte de cabello?
—¿Estás segura?
—Sí. Solo estaba... intentando divertirme un poco. Pero no debería habértelo
soltado así.
—Bueno, si quieres, puedo trabajar en algunas cosas que podría decir para
prepararme mejor para la próxima vez. Tal vez podamos programar una llamada para
una tarde de esta semana, así tengo tiempo para prepararme.
Sonreí con tristeza. —Sí, claro. Perdona si ha sido raro.
—¿Te llamo luego?
—Sí. Que tengas un buen día.
Después de colgar, aún tenía frustración contenida. Así que, en lugar de
vestirme, volví a meter la mano en las bragas, cerré los ojos y comencé a frotar mi
clítoris. Lamentablemente, el silencio era mejor que la versión de Warren de hablar

126
sucio. Después de unos minutos, encontré mi ritmo, y mi mente empezó a vagar de
vuelta al sueño caliente que había tenido con Holden la noche anterior. En lugar de
seguir luchando, introduje los dedos en mi interior y me dejé llevar por la
imaginación. Me sentí bien. Muy bien, incluso. Cabalgando a Holden. Ah, sí. Más
fuerte. Eso es... Estaba taaan cerca. Hasta que...
Alguien llamó a la puerta.
Y no en mi puerta principal.
¡En la puerta de mi habitación!
—¿Lala? ¿Estás ahí?
Holden.
Mis ojos se abrieron de par en par y me quedé inmóvil.
¡Dios mío!
Presa del miedo, me quedé callada.
—¿Lala? —Toc. Toc—. ¿Estás aquí?
Mi corazón latía con fuerza mientras contenía la respiración, esperando a que
se marchara.
Tras treinta segundos de silencio, pensé que podría haberlo hecho... hasta que
el pomo de la puerta empezó a girar.
¡Oh, mierda! Salté sobre la cama y me lancé hacia la puerta cuando se abrió.
Funcionó. La puerta se cerró de golpe. Solo que los dedos de Holden seguían dentro.
—¡Joder! —gritó.
—¡Oh, Dios mío! —Abrí la puerta de un tirón—. Holden, ¿estás bien?
Su otra mano agarró los dedos que se habían quedado atascados en la puerta.
—¿Qué demonios, Lala?
—¡Lo siento! No estaba vestida y... metí la pata.
Los dedos de Holden ya se estaban hinchando y poniéndose morados.
—Ve a ponerles hielo. Ahora voy.
Me vestí frenéticamente y me reuní con Holden en la cocina, donde estaba
sentado con una bolsa de brócoli congelado en la mano.
—¿Crees que están rotos? ¿Deberíamos ir al hospital?
Holden flexionó los dedos con una mueca de dolor.
—Estarán bien. Puedo moverlos. Solo me laten.
—Me siento fatal. No tenía ni idea de que estabas en el apartamento.
—Te dije que iba a venir a arreglar la ducha hoy. ¿No escuchaste mi música?
—Sí, pero supuse que venía a través de la pared. Escucho mucho tu música. 127
Mi corazón seguía latiendo sin control mientras asimilaba los últimos minutos,
aunque mi horror ahora era menos por ser atrapada y más por lo que Holden podría
haber escuchado.
—¿Cuánto tiempo estuviste aquí? —pregunté vacilante.
Holden levantó la vista y nuestras miradas se cruzaron.
—¿Me estás preguntando si escuché tu conversación?
Mi rostro se calentó. —Oh Dios... Este tiene que ser el día más vergonzoso de
mi vida.
—Siento haber escuchado. Una vez que me di cuenta de lo que estaba pasando,
no estaba seguro de cómo manejarlo. No quería salir en medio de eso, que me vieras
y empeorara aún más las cosas. Cuando se hizo el silencio, intenté escabullirme, pero
entonces escuché lo que pensé que era un llanto que venía de tu habitación.
Cerré los ojos. —No estaba llorando... estaba... ya sabes.
Holden asintió. —Sí, ahora lo entiendo.
Sacudí la cabeza y suspiré. —Debes pensar que soy idiota.
—No, Lala. No creo que seas idiota en absoluto. Creo que una mujer que está
de humor y le dice a un hombre lo que quiere es una de las malditas cosas más sexys
del mundo. Warren, por otro lado, es el mayor idiota que conozco. Para un tipo que
podría ser capaz de curar el cáncer, no se ha dado cuenta de algunas cosas básicas.
Como que si no le das a tu mujer lo que necesita, siempre hay alguien más dispuesto
a hacerlo.
Mis ojos volvieron a encontrarse con los de Holden. Ahora estaban tan intensos
que mi piel se erizó. No se me había pasado por alto que yo también me había
despertado así de mi sueño. Sentí que mis fantasías y la realidad empezaban a
confundirse. El deseo hizo que mis labios se abrieran, aunque por suerte, también
pareció paralizarme y evitar que saltara a los brazos del hombre.
—Holden... —Susurré.
Tragó saliva y se levantó. —Cierra la puerta detrás de mí. La cerradura de
arriba. No se puede confiar en mí.
—¿Adónde vas?
—A ocuparme de algo.
Antes de que pudiera hacer ninguna otra pregunta, Holden se dirigió hacia la

128
puerta. La cerró de golpe tras de sí y me dejó sentada con un cúmulo de emociones.
No sabía qué hacer conmigo misma.
Entonces sonó mi teléfono en el dormitorio. Sintiéndome perdida, caminé hacia
él y encontré el nombre de Holden parpadeando.
—¿Hola?
—¿Cerraste la puerta? —Su voz era grave y gutural.
—Todavía no.
—Ve y hazlo.
No creí que fuera realmente necesario, pero de todos modos hice lo que me
pidió. Deslizando la cadena por la parte superior, asentí, aunque estaba claro que él
no podía verme. —Está cerrada.
—Ahora pon el teléfono en altavoz y vuelve a tu habitación.
—¿Por qué?
—Solo hazlo, cariño.
Volví a mi habitación en piloto automático. —De acuerdo, estoy aquí.
—Bien. Ahora quítate los pantalones.
Me quedé inmóvil. ¿Estaba diciendo lo que yo creía?
—Holden, yo... no estoy segura...
—Sube a la cama, Lala. Pon tu sexy trasero en la maldita cama ahora, o voy para
allá y vamos a excitarte de una manera muy diferente.
—Pero...
—Silencio. No quiero escuchar ni una palabra más. A menos que me estés
diciendo que sí o gimiendo mi nombre, ni una palabra más, nena.
Oh, Dios. ¿Por qué me gustaba tanto cómo me hablaba?
—Ahora pon tu trasero en la cama, y dime que estás ahí diciendo que sí.
No podía creer que estuviera haciendo esto, incluso mientras me subía a la
cama. Mi voz era apenas un susurro.
—Sí.
—Ahora mete la mano en esas bonitas braguitas que sé que llevas.
Lo hice.
—Pon tu dedo medio sobre ese capullo hinchado que tienes. —Holden gimió—
. Dios, eres tan jodidamente sexy. Tengo tantas ganas de lamer tu coño. Vas a frotarte
mientras te digo todo lo que te haría si alguna vez tuviera la oportunidad.
Cerré los ojos y empecé a frotar mi clítoris.
—Voy a atarte y lamerte hasta que supliques por mi polla.
Un escalofrío me recorrió. Dios, suplicaré ahora si me lo das.
129
—Apuesto a que tu coño está tan caliente y apretado. Quiero lamerte hasta que
tiembles y hacer que te vengas en mi rostro. Voy a tragar hasta la última gota de tu
dulzura.
Mierda. Separé mis pliegues y empecé a meterme los dedos descaradamente.
—Cuando estés bien mojada, te mantendré atada. Subiré por tu cuerpo y te
alimentaré con mi polla. Sostendré tu rostro entre mis manos y no te daré ninguna
opción en la forma en que la tomes, follando tu boca y tu garganta como si fueran
mías. Tendrás algunas arcadas, pero te encantará cada minuto.
Mis dedos se movían dentro y fuera más rápido, y mi respiración parecía
perseguir su velocidad. No dije ni una palabra, pero Holden parecía saber
exactamente dónde estaba.
—Eso es. Más rápido. —Su voz era tan grave y tensa—. Imagina que es mi polla,
nena. Estoy dentro de ti, y estás tan apretada y húmeda. Me aprietas como una prensa
y apenas puedo aguantar. Voy a explotar y llenar ese hermoso coño con mi semen
caliente.
Mi orgasmo se gestó como una tormenta, todo se arremolinaba a mi alrededor
y me succionaba hacia el vórtice en el que no tenía control sobre nada.
—Vente, cariño. Dámelo todo.
Llegué al clímax casi violentamente, mi cuerpo se retorcía en la cama mientras
gemía. Fue el mejor orgasmo que había tenido nunca, y jadeé para recuperar el
aliento. Por un momento, casi olvidé que no estaba sola.
—Holden... —Susurré.
Tardó unos segundos en responder. —¿Sí, nena?
—Gracias.
Escuché la sonrisa en su voz.
—Cuando quieras, hermosa. Ahora voy a colgar. Quédate en la cama y relájate
un rato, ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
Después de desconectar, esperaba que la realidad de lo que acababa de hacer
me invadiera. Acababa de dejar que otro hombre me excitara, así que la culpa
seguramente consumiría mis pensamientos. Sin embargo, lo único que podía pensar
era...
Si el sexo telefónico era tan bueno con Holden, joder... ¿cómo sería el real?

130
CAPÍTULO 12
Lala
C
uando estés bien mojada, te mantendré atada. Subiré por tu cuerpo y te
alimentaré con mi polla.
Las palabras de Holden me habían perseguido durante dos días
seguidos. Ni siquiera podía contar la cantidad de veces que las había repetido.
Vente, cariño. Dámelo todo.
No habíamos hablado desde entonces, y yo estaba hecha un lío por dentro, con
131
el cuerpo en constante excitación.
Mientras secaba mi cabello frente al espejo del baño, sentí que me estaba
volviendo loca, repitiéndolo todo, una vez más. Pasaba de estar horrorizada a sonreír
incontrolablemente por eso.
¿Sabes como quién me siento ahora mismo? Diane Lane en esa película Infiel.
Irónicamente, la había visto una vez con Warren. Había una escena en la que el
personaje de Diane estaba en un tren, volviendo a casa con su familia en las afueras
después de haber tenido un sexo increíble con el artista francés con el que tenía una
aventura en Nueva York. Se reía a carcajadas y estaba mareada, al tiempo que, de
alguna manera, se sentía abrumada por la culpa y parecía a punto de llorar. Se
merecía un Oscar por esa escena. Mientras la veía, recuerdo que pensaba: ¿Cómo
pudo hacerle eso a su familia, por muy bueno que fuera el sexo con el artista?
Nunca había imaginado que llegaría un momento en mi vida en el que podría
relacionarme.
No tuviste sexo con él, Lala. Esto no se parece en nada a esa película.
Estás bien.
Holden ni siquiera te tocó.
Era el tipo de pensamientos neutralizadores que utilizaba para intentar
sentirme menos culpable, a los que inmediatamente seguían otros pensamientos
menos indulgentes.
¿A quién quieres engañar?
Eres una persona horrible.
Necesitaba hablar con alguien racional antes de explotar.
Por suerte, tenía planes para cenar con Billie Lennon esta noche, y ella era la
desafortunada persona a la que iba a contarle todo esto. Pobre y desprevenida Billie.
La esposa de Colby, artista de tatuajes, era muy simpática y sentía que podía hablar
con ella, aunque aún no estaba segura de cuánto debía contarle.
Mientras caminaba hacia el restaurante para reunirme con ella, comencé a
sentirme ansiosa, las palmas de mis manos empezaban a sudar. No quería que
pensara que era una persona horrible, porque eso era exactamente lo que yo pensaba
de mí misma.
Billie ya había conseguido mesa en el restaurante mexicano situado a un par
de cuadras de nuestro edificio. Me saludó desde un rincón del local, poco iluminado,
mientras sonaba una tenue música de mariachis. Billie estaba deslumbrante con su
larga melena negra y su vibrante arte corporal cayendo en cascada por su brazo. Era
difícil no mirarla porque era muy hermosa.
—Siento llegar tarde —dije mientras me deslizaba en mi asiento.
132
—No te preocupes. Estoy disfrutando de la tranquilidad. No todos los días
tengo una noche de chicas.
—Sí —musité—. Realmente necesitaba esta noche fuera. No tienes ni idea.
Inclinó la cabeza. —¿Todo bien?
Lamí mis labios. —Um...
—Pareces un poco agotada.
Sacudí la cabeza. —No. Estoy bien.
—¿De verdad? Porque con lo oscuro que está aquí, puedo ver que tu cuello está
todo rojo.
—Te informaré una vez que haya tomado una copa.
—De acuerdo. —Mostró una sonrisa comprensiva.
Abrí el menú. —De todos modos, me alegro de que hayamos podido hacer
esto. Hacía tiempo que lo esperábamos.
Billie sonrió. —Muchas veces la gente dice que va a quedar para comer o lo
que sea y nunca lo cumple... es pura palabrería. Odio esa mierda. Aprecio a las chicas
que cumplen sus promesas, así que me alegré cuando me mandaste un mensaje.
Esperaba que no se sintiera decepcionada cuando se diera cuenta de que tenía
un motivo oculto y necesitaba descargarme con ella. Di un largo sorbo al agua
mientras miraba el menú.
—¿Qué hay de bueno aquí?
—Me encantan los taquitos de pollo. El favorito de Colby es el de chimichanga.
—Las dos cosas suenan muy bien —dije, aunque los nervios me habían quitado
el apetito.
Apareció una camarera. —Hola, señoritas. ¿Puedo empezar con algo de beber?
—¿Tienes arándanos con vodka? —pregunté.
—Claro, podemos hacértelo. —Se giró hacia Billie—. ¿Y tú?
Billie extendió la palma de la mano. —Oh, sólo agua para mí.
La camarera asintió. —Entendido.
Cuando se fue, le dije: —Bueno, ahora me siento estúpida bebiendo si no tomas
nada.

133
—Oh, créeme. Participaría si pudiera.
Tardé unos segundos en darme cuenta de la expresión en su rostro, como si
estuviera esperando a que me diera cuenta.
—Dios mío. —Tapé mi boca—. ¿Estás... embarazada?
Billie asintió, soltando una enorme sonrisa.
—¡No puede ser! —Me levanté de mi asiento y la abracé—. ¡Estoy tan feliz por
ustedes!
—¡Gracias!
Volví a mi asiento y me incliné hacia ella.
—Cuéntamelo todo. ¿Cuándo te enteraste?
Billie juntó las manos. —Así que, en primer lugar, eres la única del equipo que
lo sabe ahora mismo. Colby y yo estamos planeando una reunión para anunciárselo a
los chicos y a Saylor al mismo tiempo. Te lo digo ahora porque necesito decírselo a
alguien. Me estoy volviendo loca guardándomelo.
Maldición, me identifico con ese sentimiento.
—Wow. Estoy súper honrada de que me confíes esto. ¿De cuánto estás?
—Dos meses. Así que aún no estamos fuera de peligro. Dicen que tres meses
es un tiempo más seguro para empezar a anunciarlo.
—¿Te has sentido enferma?
—Sorprendentemente, no. No he tenido náuseas matutinas. Sería una putada
tener que trabajar así con los clientes, así que estoy agradecida. Pero lo único que
apesta es que ahora el café me da asco, así que no lo he tomado. Antes me encantaba
mi taza por la mañana.
—Sí, escuché que puedes tener aversión a ciertas cosas.
Billie siempre fue hermosa, pero ahora estaba absolutamente resplandeciente.
—Estoy tan emocionada, Lala. Nunca lo esperé, ¿sabes? Un hijo biológico no
era algo que tuviera que tener, porque Saylor es realmente mi hija. Y créeme, ella es
más que suficiente. Durante un tiempo, ni siquiera estaba segura de poder quedarme
embarazada porque no habíamos usado nada en mucho tiempo y no pasaba nada.
Pero un día, me sentí diferente. No mal... solo diferente. Y tuve un presentimiento. Así
que me hice la prueba y ahí estaba.
—¿Vas a averiguar el sexo?
Incluso la palabra sexo saliendo de mi boca trajo una fugaz oleada de culpa.
—En realidad, hemos estado hablando de mantenerlo sorpresa.
—De verdad. —Moví un poco de hielo con la pajita—. Dios, no sé si podría ser

134
tan paciente.
—Creo que no saberlo lo hace mucho más emocionante.
—Bueno, estoy muy feliz por ti y Colby.
—Un bebé podría no estar tan lejos en el futuro para ti —dijo—. ¿Quieres tener
hijos?
Mi estómago se revolvió.
—Ah, sí. Siempre he querido tener hijos.
—¿Es algo que Warren y tú quieren poner en marcha poco después de casarse,
o crees que esperaran?
Mi bebida llegó antes de que pudiera responder. Gracias a Dios. Bebí un largo
trago mientras Billie me observaba. Entonces empecé a moverme en mi asiento.
—¿Qué te pasa, Lala? Hoy no pareces tú misma.
Esa fue mi señal.
—No soy yo misma, Billie. Ya ni siquiera me reconozco. —Tomé otro sorbo y
cuando mi pajita hizo un sonido de sorbo, me di cuenta de que ya me había terminado
la maldita cosa.
Miró mi vaso vacío. —Guau. De acuerdo, respira profundamente. Luego
cuéntamelo todo.
—Me siento horrible sacando este tema después de la noticia que me acabas
de dar. Esta cena debería ser sobre ti.
—Al diablo con eso, Lala. Este bebé estará incubándose dentro de mí otros
siete meses. Hay tiempo de sobra para hablar de mí. Lo que sea que esté pasando te
está carcomiendo. Necesitas dejarlo salir ahora.
Asentí. —Cuando mencionaste a Warren hace un momento, y lo que quiero en
el futuro, me ha invadido el sentimiento de culpa más increíble. Debería estar
pensando en mi próximo matrimonio y en mis hijos. Debería anhelar todo eso. Y así
es, quiero ese tipo de vida estable. Pero últimamente tengo la cabeza en otro lugar.
Tengo estos.... —Hice una pausa—. Deseos de los que no puedo deshacerme.
Se cruzó de brazos y asintió. —Es Holden, ¿verdad?
Sorprendida por su perspicacia, parpadeé. —¿Cómo lo sabes?
—La última vez que estuvieron en nuestro apartamento, sentí una vibra. La
forma en que saltó para irse contigo, la forma en que bailaron en nuestra boda. No
creas que no me di cuenta. Hay una vibra, seguro. —Levantó la ceja—. Aunque no es
exactamente nuevo, ¿verdad?
Desvié la mirada.
—Holden y yo tenemos una conexión que se remonta mucho tiempo atrás.
Solíamos tener esas conversaciones cuando no había nadie más cerca... de las que
135
Ryan ni siquiera se enteraba. Pero entonces todo era muy inocente. Lo que está
pasando ahora... no parece tan inocente.
—¿De qué estamos hablando, Lala? Necesito que seas sincera conmigo. Sin
tonterías. —Ella suspiró—. Si todo esto es solo coqueteo, yo no me castigaría por eso.
Quiero decir...
—Tuvimos sexo telefónico —solté antes de sorber los restos de mi vaso casi
vacío.
Sorbo. Sorbo. Sorbo.
Los ojos de Billie se abrieron de par en par y levantó la mano hacia la camarera.
—Va a necesitar otra copa.
Exhalé un largo y tembloroso suspiro.
—No tan inocente, ¿eh?
—De acuerdo. Retrocede. ¿Cómo pasó?
Le conté a Billie todo lo que había pasado en el mes transcurrido desde que
llegué a Nueva York, desde los espectáculos de Holden hasta la estancia en el hotel y
el sexo telefónico. Me escuchó atentamente con una mirada de total imparcialidad,
cosa que agradecí más de lo que ella podía imaginar.
—De acuerdo... —dijo ella—. Así que, aunque no es inocente de ninguna
manera, cuando originalmente dijiste que tuviste sexo telefónico, supuse que había
sido un poco más interactivo. No te ofendas, pero no podía imaginarte haciendo eso,
por alguna razón. —Se rió—. No es que las cosas unilaterales en las que participaste
estuvieran bien. Pero literalmente solo escuchaste algo y te excitaste. Algo así como
el porno. Así que no es tan malo como podría ser.
—Fue bastante malo.
—Déjame preguntarte algo, sin embargo. ¿Esta atracción por Holden es algo
más que sexual?
La mujer vino a tomar nuestro pedido, lo que me dio un minuto para pensar en
la pregunta de Billie. Elegí los tacos de ternera mientras Billie pedía taquitos.
Cuando la camarera se fue, volví a la pregunta de Billie.
—Entonces... como dije antes, él y yo siempre hemos tenido una conexión. No
creo que estos sentimientos me afectaran tanto si fueran puramente sexuales. Holden
no es lo que alguien en su sano juicio consideraría material de novio, pero tiene

136
algunas cualidades realmente buenas. Es increíblemente realista, lleva su corazón en
la manga y haría cualquier cosa por cualquiera. Nunca me siento juzgada por él.
Siento que podría contarle cualquier cosa.
Billie se inclinó. —Voy a ser sincera contigo, Lala. No sé cómo sentirme al
respecto. Por un lado, sé que la reputación y la historia de Holden parecen hacer de
él un mal compañero. Por otro lado, creo que todo el mundo tiene que madurar alguna
vez. Tal vez él tiene la capacidad de cambiar. Quiero decir, mi esposo era
aparentemente tan playboy como Holden en un tiempo. Ya no lo es, de lo contrario
estaría muerto. —Se rió entre dientes—. Supongo que lo que quiero decir es que, si
sientes algo de verdad por Holden, quizá debas plantearte hacer una pausa en tus
planes con Warren.
Tragué saliva. —¿Cancelar la boda, quieres decir?
—Odio decirlo, pero sí. Ni siquiera estoy diciendo que rompas con él. Pero por
el amor de Dios, arregla esta mierda antes de que termines casándote con él.
—Aunque no estoy segura de cómo terminar nuestro compromiso y mantener
viva la relación. Es romper o no hacerlo.
—¿Lo amas?
—¿A quién?
La boca de Billie se abrió lentamente.
—Oh, Dios mío... ¿tuviste que pensar a quién me refería? Piénsalo, Lala. —Ella
sacudió la cabeza—. Me refería a Warren. Pero en tu mente, también estabas
considerando si amabas a Holden.
Jesús. Me froté los ojos.
—Amo a Warren. Pero ya no sé lo que eso significa. Me preocupo por él
profundamente. ¿Es eso suficiente? Creo que lo que más miedo me da es que no sé si
todo esto es una fase. Mi mayor miedo es dejar marchar a alguien que realmente sería
un gran compañero por culpa de un fuego dentro de mí que podría acabar por
consumirse. O peor aún, destruirme. ¿Qué pasará entonces?
—Puede que estés sola. Esa es la verdad. No voy a endulzarlo. Pero la vida se
trata de tomar riesgos, Lala. La ruta segura no siempre es la mejor. ¿Y si te perdiste
algo alucinante porque no estabas dispuesta a arriesgarte a perderlo todo? Entiendo
que Warren es seguro y que lo amas en algún nivel. Pero ¿como alguien que mira
desde afuera? Para mí está claro que buscas más.
La habitación parecía balancearse.
—Sí —murmuré.
—Si ese más proviene de Holden o no, no puedo estar segura. Tampoco quiero
poner toda mi fe en él porque tampoco sé si puedo hacerlo. Aunque me encantaría
creer que puede cambiar. —Dio un golpe en la mesa—. Hazme un favor. No pierdas
más tiempo castigándote por lo que ya pasó. Comprométete a hacerlo mejor. Toma
decisiones sabias que no te lleven a un estado de culpa. Eso tampoco significa tomar
137
el camino seguro, Lala. —Se inclinó hacia mi y susurró—: Si quieres follarte a Holden,
hazlo. Pero primero arregla las cosas con Warren. Dile que necesitas espacio para
aclarar las cosas. Toma una decisión clara en uno u otro sentido. Porque es esta
mierda intermedia la que te está volviendo loca.
—Tienes razón —murmuré, sintiendo que se me saltaban las lágrimas al pensar
en hacerle daño a Warren.
—No te estoy diciendo nada que no sepas ya, nena.
Asentí. —Sé que tú y Colby probablemente comparten todo. Pero si pudieras
no contarle esta conversación, te lo agradecería.
—No necesita saber nada de esto. No le diré nada. Pero no te sorprendas si
Holden eventualmente le da pistas. Holden tiene una boca bastante grande.
La idea de que Colby descubriera lo que Holden y yo habíamos hecho la otra
noche me revolvía el estómago. Tampoco quería que los chicos regañaran a Holden
por nada, porque la culpa era mía.
Me sentí bien compartiendo todo esto con Billie, aunque me dijera algunas
verdades muy duras. Tenía mucho en qué pensar.
Una vez que llegó nuestra comida, nos las arreglamos para que el resto de la
tarde fuera ligera. Después de nuestra comida, Billie se adelantó a mí de vuelta al
edificio porque necesitaba parar en la farmacia para comprar algunas cosas de
camino a casa.
Durante el camino de vuelta, mi teléfono se iluminó con un mensaje de Warren.
Warren: ¿Estás sola?
Lala: Estoy caminando a casa desde la cena.
Warren: No tengo pantalones.
Lala: ¿Oh?
Entonces me di cuenta de lo que intentaba hacer. Antes de que pudiera
responderle, me contestó.
Warren: Esperaba que quisieras enfocar.
Warren: enfocar.
Warren: enfocar.
Warren: ¡Maldita autocorrección!
Warren: ¡Follar! Ya sabes, hacerlo virtualmente. Por teléfono. Esta noche.

138
Me sentí mal por cómo fue el otro intento.
Mi dulce novio. Abrumada por la emoción, me detuve en medio de la acera y
cerré los ojos. No podía seguir así. Tenía que parar.

Mi renovada determinación de evitar Holden terminó la noche siguiente,


cuando mi alarma de humos empezó a sonar aleatoriamente. Me recordó lo que había
ocurrido con el detector de monóxido de carbono la primera vez que me alojé aquí.
Probablemente había que cambiar la pila, y yo no tenía ninguna. No quería tener que
llamarlo, pero esto iba a volverme absolutamente loca y a mantenerme despierta si
no lo hacía. Así que finalmente cedí y le envié un mensaje de texto a Holden.
Mi corazón retumbó en mi pecho cuando llamaron a la puerta.
Abrí. —Hola.
—Hola. —Sonrió—. Tengo la batería. Solo debería llevarme unos pocos.
—Genial. —Me hice a un lado para dejarlo entrar, al instante me sentí mareada
por su olor almizclado.
La tensión en el aire era densa mientras lo observaba soltar el detector del
techo. Ninguno de los dos dijo una palabra, lo cual era ciertamente extraño.
Cuando terminó, se giró hacia mí.
—¿Necesitas algo más?
Me aclaré la garganta.
—No. Gracias.
Me miró fijamente durante unos instantes. —¿Así es como va a ser ahora? ¿No
me dices nada mientras te pones roja?
Solté lo que se sentía como todo el aire de mi cuerpo.
—Incluso escuchar tu voz ahora me hace pensar en eso, Holden.
—No voy a mentir, Lala. Yo tampoco he podido dejar de pensar en eso.
—Llevamos las cosas demasiado lejos —dije.
Se miró los zapatos un momento. —Lo siento.
—No te disculpes. No me obligaste a hacer nada. Yo lo quise.
Holden gimió y pasó una mano por su espesa cabellera.
—Nadie más que nosotros lo sabrá nunca, ¿De acuerdo? Elige darte un respiro.

139
Te estaba ayudando a aliviarte un poco. Solo era eso. —Hizo una pausa—. Seguimos
siendo amigos. ¿Seguimos siendo amigos? No quiero perderte por una decisión
impulsiva que tomé. —Suspiró—. Te prometo que no volveré a hacer algo así. —
Sonrió satisfecho—. Quiero decir, a menos que se te ocurra llamarme alguna noche
después de medianoche. —Me guiñó un ojo. Como no me reí, frunció el ceño—. Estoy
bromeando, Lala. Mira... mi intención era hacerte sentir bien. Eso era todo. Te lo
mereces.
Ladeé la cabeza. —¿Y tú?
—¿Y yo qué?
—¿Todo este baile que estamos haciendo? Actúas como si todo se tratara de
mí. Pero está jugando con tu mente, también.
—No voy a negarlo.
—¿Te liberaste también... la otra noche? —pregunté.
Sus ojos se clavaron en los míos. —Vas a tener que ser más específica.
—No sé cómo expresarlo mejor.
—¿Me estás preguntando si me vine mientras te sacaba un orgasmo?
Asentí.
—Te conozco, Lala. Me lo preguntas para sentirte más culpable si te digo que
lo hice junto contigo, ¿verdad? —exhaló—. Me excité. Ya lo sabes. Pero estaba
concentrado en ti, no en mí —murmuró: —Quiero decir, me masturbé después de que
colgamos. Pero... —Sacudió la cabeza—. De nuevo... no hiciste nada malo. Ni siquiera
nos tocamos. Es lo que es. Y yo asumo la culpa. Aunque digas que hacen falta dos.
Esta la pago yo. Y te digo que no volverá a pasar.
—De acuerdo —susurré, sintiéndome no menos inquieta.
El silencio volvió a llenar el ambiente.
—Cambiemos de tema —dijo al cabo de un momento—. ¿Qué tal la visita de tu
madre? Quiero decir, aparte de la parte en la que estuve allí.
—¿Quieres saber la verdad?
—Sí.
—Fue un poco raro. No solo descubrí que mi madre a veces bebe durante el
día, lo que es bastante genial, sino que ella estaba definitivamente al tanto sobre la
vibra entre tú y yo. Eso fue inquietante.
—Mierda —murmuró y apartó la mirada—. Todo eso del vestido de novia. Hizo
que el que te casaras se sintiera muy real.
—Sí, me lo dices a mí.
—Sé que no siempre lo parece, pero quiero lo mejor para ti, Lala. Te juro que
no estoy tratando de arruinar tu vida. —Sus ojos eran sinceros.
—Siento que últimamente tienes tanto control como yo, Holden. Y eso no es
mucho.
140
—Te sorprendería saber cuánto control tengo, cariño. A veces pende de un
hilo, pero tengo control. Hay muchas cosas que he querido decir y hacer y no he
hecho. —Sacudió la cabeza—. Mira, voy a retroceder, ¿De acuerdo? Esta es tu vida.
No es un juego. Y no te la voy a complicar más. —Volvimos a quedarnos en silencio
antes de que simplemente dijera: —Será mejor que me vaya.
Entonces Holden se fue enfadado.
Esa noche me acosté en la cama sintiéndome vacía, como si estuviera en una
encrucijada. Podía tomar la dirección segura con Warren. En mi cabeza, la carretera
de Warren estaba perfectamente pavimentada y arbolada, con música clásica
sonando y el sonido de las risas de los niños a lo lejos. Era tranquila y segura. Luego
estaba la carretera de Holden: llena de baches, adoquines, luces llamativas, música
rock y mucho sexo. Esa carretera aceleraba mi corazón. Y había un gran cartel en la
entrada que decía: Entre bajo su propio riesgo.
CAPÍTULO 13
Lala
P
asaron veinticuatro largas horas y no había visto ni sabido nada de
Holden. Aunque no podía evitar que mi mente lo visitara, me las había
arreglado para mantener una distancia física. Dado que mi racha de buen
comportamiento necesitaba toda la ayuda posible últimamente, decidí bajar y pedirle
a Owen que me llevara, en lugar de llamar a la puerta de al lado.
Abrió con el cepillo de dientes en su boca. 141
—¿Qué pasa, Lala? Adelante —murmuró entre espuma y se hizo a un lado para
que yo entrara, levantando un dedo—. Dame un segundo para enjuagarme.
—Claro. Tómate tu tiempo. —Caminé unos pasos dentro del apartamento y me
quedé inmóvil, al ver que Owen no estaba solo. Nada menos que Holden estaba
apoyado contra la encimera de la cocina—. Uh... ¿qué estás haciendo aquí? —le
pregunté.
Se llevó una taza de café a la boca. —Owen tiene una nueva cafetera de
capuchinos. Necesitaba que lo llevara esta mañana, así que le cambié el viaje por ser
mi perra, lo que incluía hacerme esta delicia y una tostada con aguacate.
Owen volvió a entrar en la habitación. —Lo siento. ¿Qué pasa, Lala?
Ugh. Esto apestaba. Sabía que Holden no iba a estar contento de que hubiera
venido a pedirle a Owen que me llevara en vez de a él. Y también parecía que Owen
no iba a ser capaz de ayudar.
—Uh, esperaba que tal vez pudieras recogerme del tren PATH más tarde.
A través de mi visión periférica, vi a Holden fruncir el ceño.
—¿El PATH? ¿Vas a Jersey?
Asentí. —Hoy es el primer día de entrevistas en una de las residencias de
ancianos donde viven los participantes de mi estudio de investigación. El indicador
del aceite de mi auto está encendido, así que no quiero ir tan lejos sin que me lo
revisen. Además, ya debería haber cambiado el aceite. Tia me va a recoger para que
podamos viajar juntas, pero después va a visitar a su madre, que vive en Jersey. Así
que voy a tomar el PATH a casa. Pero tendré un montón de cajas en el camino de
regreso, por lo que el metro será un poco difícil de navegar .
—Tiene sentido que le pidas a Owen que te recoja —dijo Holden con calma—.
Ya sabes, con los brazos llenos de cajas y todo eso.
—Bien. Bueno, me imaginé que el PATH no está muy lejos de su oficina...
—Lo siento, Lala —dijo Owen—. Holden me dejará en el aeropuerto dentro de
un rato. Tengo que ir a Boston por negocios por la noche.
—Oh. —Forcé una sonrisa—. No hay problema. Seguro que puedo pedir un
Uber o algo.
Holden se llevó la taza a la boca. —O puedo recogerte.
—No, está bien. —Le hice un gesto con la mano—. No quiero molestar más de
lo que ya lo he hecho. Solo le preguntaba a Owen ya que estaba cerca de su oficina,
y sé que a veces conduce porque recoge clientes.
—¿En qué parte de Jersey está el hogar de ancianos?
—Hoboken. 142
—Bueno, estás de suerte. He estado posponiendo ir a The Heights, que está
justo al lado de Hoboken. Tengo un equipo que la banda pidió prestado a un amigo y
que tengo que devolver. Puedo hacerlo esta tarde y luego pasar a recogerte al asilo.
Así no tendrás que tomar el PATH o el metro.
—Oh, no. No quiero incomodarte.
La mandíbula de Holden se flexionó.
—Insisto. Envíame la dirección y allí estaré.
Maldita sea. Esta era exactamente la razón por la que había venido a Owen y no
a Holden. Ahora ya estaba ansiosa por que terminara el día, solo porque él me
recogería. El hombre era como la kriptonita. Forcé una sonrisa.
—Gracias, Holden.
Owen dejó la taza de café en el fregadero y se dirigió hacia su dormitorio.
—Tengo que terminar de hacer las maletas. Siento no haber podido ayudar. —
Entrecerró los ojos mirando a Holden—. Pero estoy seguro de que Holden se portará
bien cuando te recoja.
Holden le devolvió la mirada a su amigo. —¿No lo hago siempre?
Owen suspiró. —Que tengas un buen día, Lala.
—Tú también, Owen.
Al quedarme a solas con Holden, hice un gesto hacia la puerta.
—Yo también debería correr.
Asintió. —No te olvides de enviarme la dirección.
—No lo haré.
—Oh, ¿y Lala?
—¿Sí?
Holden sonrió. —La oficina de Owen no está cerca de una parada de PATH. Así
que si vas a fingir que se lo pides a uno de los chicos porque es más conveniente para
ellos y no porque estás tratando de evitarme, probablemente deberías mirar primero
un mapa de trenes.

143
—No te preocupes por eso. —Theodore Mills me hizo un gesto con la mano
mientras yo enderezaba las sábanas de su cama después de ayudarlo a levantarse—.
Mi Clara hace eso. Esconde un trozo de chocolate todos los días mientras hace la cama
y finge que no ha sido ella. Lleva haciéndolo desde que teníamos dieciséis años.
Mi corazón se encogió.
—Vaya, ¿desde los dieciséis? —Caminé alrededor de la cama y le ofrecí mi
brazo—. La enfermera dijo que era yo o el andador. No querrás que me meta en
problemas en mi primer día aquí, ¿verdad?
Theo hizo una mueca, pero aun así agarró mi brazo. Caminamos codo con codo,
a paso de tortuga, hasta uno de los salones y nos sentamos en el sofá. Hoy se había
tratado de evaluar la memoria de los participantes, así que había asistido a algunas
pruebas estándar que el neurólogo había hecho a cada paciente, como pedirles que
recordaran algunas palabras al azar, responder a una serie de preguntas durante
cinco minutos y, al final, tener que repetir las palabras iniciales. Pero las pruebas
estandarizadas no siempre cuentan toda la historia, así que quise conocer un poco
más a los sujetos.
—¿Cómo se conocieron Clara y tú?
Theo sonrió. —Nos conocimos en una fiesta de Halloween. Ella iba disfrazada
de Marilyn Monroe y yo de Joe DiMaggio.
—Vaya. Suena como que estaba destinado a ser desde el principio.
—Me enamoré en el momento en que entró. Le había echado el ojo toda la
noche, pero estaba hablando con un vampiro. En un momento dado, se quitó los
zapatos. Así que, cuando no miraba, tomé uno y me lo quedé hasta que se dispuso a
marcharse. Sabía que tendría que encontrarlo antes de irse a casa y no quería perder
la oportunidad de conocerla, aunque solo fuera para devolverle su zapato.
Me reí. —Dios mío. Qué tierno.
—Cuando vino a buscarlo, me arrodillé y puse el zapato en su pie. Me dijo que
se sentía un poco como Cenicienta, así que le sugerí que nos disfrazáramos de eso el
año siguiente, de Príncipe Azul y Cenicienta, ya que ellos encontraron su felices para
siempre y Marilyn y Joe se divorciaron.
—¿Qué edad tenías cuando te casaste?
Era la primera vez hoy que Theo no tenía la respuesta en la punta de la lengua.
Su rostro se arrugó mientras intentaba recordar. Al final sacudió la cabeza.
—Cuando la acompañé a casa aquella noche, le dije que mis caramelos
favoritos eran Now and Laters, que los hacían en una fábrica de Brooklyn, no muy lejos
de donde yo crecí. Al día siguiente, cuando me puse la chaqueta de la noche anterior,
encontré unos cuantos en el bolsillo. Mi Clara los había metido sin que me diera
cuenta. Soy muy goloso, y desde entonces ella me esconde caramelos.
Olvídate de Warren y Holden, Theodore Mills podría ser el hombre que se
ganara mi corazón. Hoy había pasado diez o quince minutos con cada paciente, pero
me senté a escuchar una historia tras otra sobre la vida de Theo. Había algo muy dulce
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en el hecho de que nunca se refiriera a su mujer como Clara: siempre era mi Clara.
En un momento dado, los dos nos estábamos riendo cuando se acercó una mujer. Nos
sonrió afectuosamente.
—Es bueno ver que mi hombre todavía puede encantar a las jóvenes.
—Desde luego que puede. —Sonreí y me puse en pie—. Su esposo ha
compartido tantas historias increíbles. Me alegro de haber podido conocerlo hoy. Soy
Laney Ellison. Dirijo el estudio de investigación en el que participa su esposo. Usted
debe ser Clara.
La sonrisa de la mujer se marchitó.
—María, en realidad.
—Oh. Lo siento mucho. Pensé que era la señora Mills, la esposa de Theodore.
—Soy la esposa de Theo. A veces confunde mi nombre con el de otra persona
de su pasado. —Hizo una pausa—. Su primer amor fue Clara.
Oh, Jesús. ¿Dónde estaba un sumidero gigante cuando lo necesitabas? Ahora
mismo, quería que la Tierra se abriera y me tragara. Me sentía como una completa
idiota.
Entró la enfermera que hoy les había extraído sangre a todos.
—Theodore, es hora de tus medicinas. ¿Quieres que las traiga aquí?
La señora Mills, que al parecer se llamaba Mary, miró a su esposo.
—¿Quieres descansar un rato antes de cenar?
Asintió. —Sí, suena bien. De acuerdo.
La enfermera se acercó para ayudar a Theodore a levantarse.
—Gracias por lo de hoy —le dije—. Ha sido un placer conocerlo. Lo volveré a
ver pronto.
—¿Lo tienes, Patti? —preguntó la señora Mills—. Me gustaría quedarme y
hablar con la señora Ellison unos minutos, ¿si te parece bien?
—Claro, tómese su tiempo —dijo la enfermera.
Una vez estuvimos solas, cerré los ojos.
—Siento mucho haberla llamado por el nombre equivocado.
Ella sonrió. —No pasa nada. No es para tanto. Últimamente me llama Clara
bastante a menudo. —Señaló el sofá—. ¿Por qué no nos sentamos unos minutos?
Puedo contarte algunas de las cosas que le pasan a Theo.
—Claro, sería estupendo.
Una vez sentados, Mary suspiró. —Theo y Clara se conocieron hace sesenta
145
años, cuando solo tenían dieciséis. Ella era entonces el amor de su vida, pero a los
dieciocho meses de noviazgo, el padre de Clara perdió su trabajo y tuvieron que
mudarse a tres mil kilómetros de distancia. Se escribieron cartas durante varios años
y habían planeado escaparse juntos cuando ambos tuvieran veintiún años. Theo y yo
nos conocimos en la universidad y nos hicimos buenos amigos. Bueno, al menos él
me consideraba una buena amiga. Yo estaba loquísima por él. —Sonrió
reflexivamente—. Siempre fue encantador. Una noche estábamos en una fiesta. Los
dos habíamos bebido demasiado y una cosa llevó a la otra. Terminé embarazada. Yo
sabía que Theodore estaba enamorado de Clara, pero él insistía en que también me
quería y que teníamos que casarnos. Es un buen hombre. Y ha sido un buen padre y
esposo durante los últimos cincuenta y cinco años, pero su antorcha por Clara nunca
se apagó del todo. La mente de mi esposo se está yendo. Algunos días no se acuerda
de mí, pero nunca olvida a su Clara.
No tenía ni idea de qué decir, pero odiaba haber desenterrado todo esto para
ella.
—Lo siento mucho.
Apretó mi mano. —No hace falta que lo sientas. No te lo digo para que te sientas
mal. Pensé que era importante que supieras cómo funciona su mente y en qué estado
se encuentra. Es fácil pensar que mucha de esta gente de aquí está en su sano juicio
cuando hablas con ellos, y a veces lo están. Pero a menudo es difícil determinar
cuándo su mente no está tan lúcida como se podría pensar.
Asentí. —Le agradezco que me lo haya hecho saber. Tiene razón. No tenía ni
idea de que Theo y yo estuviéramos hablando de alguien de hace tanto tiempo en su
pasado. Y medir correctamente el estadio de su enfermedad es clave para obtener
los resultados correctos en mi estudio.
Mary sonrió. —Bueno, la próxima vez que nos visites, si vuelve a hablar de
Clara, puede que se refiera a la época actual. He invitado a Clara a visitar a Theo.
Quiero que sea feliz mientras pueda recordar cómo serlo, así que he pensado que a
los dos les gustaría pasar un rato recordando.
—Vaya. —Sacudí la cabeza—. Eso es... muy generoso de su parte.
—Es lo menos que puedo hacer después de los muchos años de generosidad
que Theo me ha dado. —Se le humedecieron los ojos—. A veces siento que le he
robado algo insustituible. Supuse que su conexión se había extinguido hacía mucho
tiempo. Pero esta enfermedad me ha enseñado mucho sobre el amor. El verdadero
amor no se extingue cuando las personas están separadas. El amor verdadero es
cuando la gente está separada y tus sentimientos nunca se extinguen. —Secó sus
mejillas y se levantó—. Será mejor que me asegure de que Theo no le haga pasar un
mal rato a la enfermera por tomar sus medicamentos. Ha sido un placer conocerla,
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señorita Ellison, y le deseo mucha suerte en su investigación. Dios sabe que
necesitamos una cura para esta terrible enfermedad.
—Gracias, y por favor llámeme Laney. Ha sido un placer conocerla a usted y a
su esposo.
Después de eso, mi estado de ánimo podría describirse mejor como
melancólico durante el resto del día. No podía dejar de pensar en si tal vez Holden
era mi Clara. Parecía que Theo y Mary habían tenido una vida maravillosa juntos, pero
también había algo trágico en su historia. Sabía que podía ser feliz con Warren.
Viviríamos una vida muy agradable juntos. Pero ¿era eso suficiente para borrar las
preguntas persistentes sobre mis sentimientos hacia Holden? ¿O seguiría pensando
en lo que podría haber sido cuando tuviera la edad de Theo? Era mucho que pensar y
pesó mucho en mi corazón durante el resto de la tarde, al menos hasta que llegó
Holden. Entró y sonrió, y mi patético y pesado corazón despegó al galope.
—Oye. No tenías que entrar —dije—. No quería obligarte a estacionar.
Se encogió de hombros. —Dijiste que ibas a tener cajas, así que pensé en
ayudar a llevarlas.
—Gracias.
Acabé teniendo ocho cajas llenas de expedientes y notas de pacientes. Así que
incluso tomar el tren PATH habría sido difícil, por no hablar del metro. Holden y yo
las cargamos en la furgoneta del grupo y nos situamos en la parte delantera.
—Gracias de nuevo por recogerme.
—No hay problema. —Tenía la mano en la llave de contacto, pero entonces se
detuvo y se movió en su asiento—. Háblame antes de que nos pongamos en camino.
¿Por qué realmente acudiste a Owen para que te buscara en vez de a mí?
Bajé la mirada. —Es que te he estado pidiendo mucho. Soy como la hermana
pequeña que nunca tuviste.
Como no levanté la vista, Holden se acercó y puso dos dedos debajo de mi
barbilla. La levantó hasta que nuestros ojos se encontraron.
—Y una mierda. Mírame y dime que no me estás evitando por lo que pasó entre
nosotros la otra noche por teléfono.
Cuando no pude, Holden exhaló un suspiro entrecortado. Colgó la cabeza.
—Mierda. Realmente metí la pata hasta el fondo.
—Ya hemos hablado de esto, Holden. No es todo culpa tuya. Podría haber
colgado. Además, tú eres el que está soltero.
Se frotó la nuca. —No quiero perderte, Lala. Me importas. Mucho.
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—No lo harás.
Volvió a mirarme a los ojos. —Eso parece. Ni siquiera puedes venir a mí para
que te lleve a casa.
—Lo siento. El que yo no vaya a ti tiene más que ver con las cosas que pasan
por mi cabeza. No tiene que ver con nuestra amistad. Las cosas volverán a la
normalidad cuando no esté tan confundida. Te lo prometo.
Los hombros de Holden se desplomaron.
—De acuerdo.
Puso en marcha la furgoneta y regresamos a la ciudad, charlando, sobre todo.
Holden estaba más callado que nunca y parecía perdido en sus pensamientos. Me
sentí mal por la distancia que nos separaba, pero decidí que probablemente era algo
bueno en ese momento.
Cuando llegamos al edificio de apartamentos, Holden estacionó en doble fila y
me ayudó a subir las cajas. Después se despidió entre dientes, murmurando que tenía
que mover la furgoneta, pero tuve la sensación de que era algo más que eso.
Horas más tarde, intenté dormirme, pero mi mente no lo conseguía. Así que me
levanté de la cama, me serví un vaso de vino y decidí salir a tomar el aire a la escalera
de incendios. Pero cuando subí por la ventana, me di cuenta de que no estaba sola.
—¡Oh! —Me quedé helada—. Lo siento. No me había dado cuenta de que
estabas aquí fuera. No podía dormir, así que pensé en tomar un poco de aire y una
copa de vino.
Holden levantó una botella. —Lo mismo.
—¿Estás... bebiendo directamente de ahí?
Dio un gran trago y miró hacia la ciudad. —Sí.
Su tono no era precisamente acogedor. —¿Te dejo solo entonces?
—¿Por qué harías eso cuando no te he dejado en paz desde el minuto en que
llegaste a la ciudad?, Lala... Fa la la la, la la la. —Cantó esa última parte al son de “Deck
the Halls”.
Mis cejas se fruncieron. —¿Cuánto has tomado de esa botella?
Llevó el pico de la botella a su ojo y miró dentro.
—Suficiente que no creo que pueda compartir.
Me eché a reír. —No pasa nada. Me serví mi propia copa. Pero ¿seguro que
quieres compañía?
—Me encantaría tu compañía, Laney Jane Ellison.
Me senté. —Uh-oh. Me estás llamando por mi nombre completo. Debo estar en
148
problemas.
Holden negó con la cabeza. —Creo que soy yo el que tiene problemas. He sido
un mal chico. Un chico muy, muy malo.
—¿De qué estás hablando?
Me señaló con el dedo. —¿Sabes cuánto tiempo hace que no estoy con una
mujer?
Antes de que pudiera responder, me señaló.
—¡Incorrecto! Más largo que eso.
Me reí entre dientes. —Un periodo de sequía, ¿eh?
Señaló su entrepierna.
—Ha perdido el interés en otras mujeres.
¿Otras mujeres? Holden estaba al menos un poco borracho, pero sonaba como
si dijera que la única mujer por la que sentía interés era yo.
—¿Cómo es eso?
—¿Cómo es que mi polla ha perdido el interés? Porque es terca. Siempre lo ha
sido. —Holden me miró—. Te desea más de lo que te imaginas. Pero no te
preocupes... —Se dio un golpecito con el puntero en la sien—. Ahora la tengo
controlada. Durante un tiempo, la cuestión de quién dirigía el barco no estaba muy
clara. Pero ya no.
—¿Qué quieres decir?
—Le hice una cita.
Sentí pánico. —¿Qué?
—Necesita una distracción. Kayla Weathers es una con talla D mayúscula. —Se
rió con sorna—. Y a ella le gusta la D, mucho.
Mi interior estaba revuelto. Sentía como si hubiera bebido leche agria y no
estuviera segura de cómo iban a salir las cosas en un futuro próximo. Pensar en
Holden con otra mujer me destrozaba, aunque sabía que no tenía derecho a sentirme
así. Después de todo, estaba comprometida.
—Siento no haber sido mejor amigo —acabó susurrando Holden.
—¿De qué estás hablando? Has sido un muy buen amigo. Me has llevado por
todas partes, has arreglado todo en mi apartamento, me has ayudado con mi auto
media docena de veces...

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Holden negó con la cabeza. —Un mejor amigo habría mantenido las distancias.
—He sido igual de culpable. Dijiste que me deseabas más de lo que podía
imaginar. Bueno, no eres el único con deseos, Holden.
Sonrió con tristeza.
—Lo sé. El deseo puede ser algo jodido. Pero sea lo que sea que esté pasando
entre nosotros termina esta noche. —Holden se puso de pie—. Me importas
demasiado como para ser tu mayor arrepentimiento. Cuídate, cariño.
CAPÍTULO 14
Holden
O
wen pasó por aquí al día siguiente de regresar de su viaje a Boston. Aún
llevaba su ropa de trabajo; lo juro, aquel tipo vivía en traje. Me lanzó
una mirada escrutadora mientras se dirigía a mi sofá, y supe lo que se
avecinaba. Pero después de cómo había dejado las cosas con Lala la noche anterior,
estaba de un humor de mierda y no tenía tolerancia para sus estupideces habituales.
—¿Cómo te fue con lo de traer a Lala de Nueva Jersey? Una vez más,
manipulaste tu camino para pasar tiempo con ella, ¿eh?
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Cerré las manos en puños.
—Cierra la boca, Owen.
—¿No es esa la verdad?
—¿Quieres la verdad? La verdad es que... voy a patear tu trasero si no cortas el
rollo y dejas de meter tus malditas narices donde no te llaman.
—Jesús. Cálmate. —Sus cejas se fruncieron—. ¿Estás bien?
—Actúas como si todo esto de Lala fuera un maldito juego para mí. No lo es. Me
ha estado comiendo por dentro. Y alejarme es difícil.
Parpadeó. —Espera, ¿alejarte?
—Sí. Ya no necesitas vigilarme.
—¿De qué estás hablando?
—Me emborraché un poco anoche. Le dije que había terminado. También le
dije que no quería ser su mayor arrepentimiento. Luego me fui furioso. Y lo dije en
serio. He terminado.
Owen entrecerró los ojos.
—No parece, amigo mío. —Puso la mano en mi hombro—. No pareces haber
terminado en lo más mínimo. Te ves... como la mierda.
—Chúpate una polla. —Me reí entre dientes.
Owen me miró fijamente durante unos segundos.
—Sabes... creo que esta puede ser la primera vez que me doy cuenta de lo
atormentado que estás por esto. —Suspiró—. Sé que te preocupas por ella. Eso nunca
estuvo en duda, ni fue el problema.
—No he estado con nadie desde que Lala llegó a la ciudad, Owen. —Señalé mi
pecho—. ¡Yo! ¿Qué te dice eso? Es jodidamente raro. Nunca me había pasado esto.
Es como si tuviera visión de túnel. Cuanto más siento que no puedo tenerla, más la
deseo.
Owen se levantó, fue a mi nevera y tomó una cerveza. Le quitó la tapa y la tiró
a un lado.
—Tienes que obligarte a seguir adelante de alguna manera. No solo porque
está comprometida, sino por tu propio bien.
—Voy a intentarlo. —Dejo escapar un suspiro—. A partir de esta noche. De
verdad que sí.
—Será más fácil cuando regrese a Pensilvania —dijo.
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—Sí —murmuré, aunque la idea de eso (o peor, de que se fuera a California)
me horrorizaba.
—Sabes que solo estoy cuidando de ella como Ryan lo habría hecho. —Tomó
un sorbo—. Pero siento habértelo hecho pasar tan mal. Ahora veo que probablemente
has sido el más duro contigo mismo, más que nadie.
—¿Te estás disculpando conmigo? Eso no es propio de ti.
—No te acostumbres. —Sonrió—. Y que conste que estoy orgulloso de ti por no
forzar más las cosas y por intentar hacer lo correcto.
Owen sabía lo de la noche de hotel, pero no lo del sexo telefónico. No quería
traicionar la confianza de Lala soltando esos detalles, así que me lo guardé para mí.
No estaba seguro de que fuera a ser tan indulgente ahora si supiera exactamente hasta
dónde había llevado las cosas.
—De una manera extraña, te envidio —dijo Owen.
Parpadeé confundido.
—¿Qué parte envidias: mis pelotas azules o mi incapacidad para que se me
pare por otra persona?
—Ni lo uno ni lo otro. —Se rió—. Supongo que envidio la pasión que sientes por
ella, aunque no sean el uno para el otro. Al menos sabes que tienes la capacidad de
sentir esto por alguien.
—Créeme, no quieres esto, hermano. Querer a alguien y no poder tenerlo es
la máxima tortura.
Owen se quedó mirando su botella. —Me encantaría sentir algo por alguien...
no sentirme tan malditamente muerto por dentro. A veces, dudo si soy capaz de
hacerlo. Simplemente no me ha pasado.
Me di cuenta de que había tenido la cabeza metida en mi culo con este asunto
de Lala durante tanto tiempo que podría haberme perdido que mi chico Owen estaba
bastante deprimido. Era un adicto al trabajo, y yo siempre había asumido que estaba
demasiado ocupado para cualquier otra cosa o que era demasiado exigente. Nunca
pensé que sintiera que se estaba perdiendo algo. Pero quizás había algo más en su
falta de vida amorosa.
Levanté una ceja. —¿Crees que estás roto o algo así?
—Honestamente no lo sé, hombre. El último par de mujeres con las que me
acosté era como si no pudiera salir de sus apartamentos lo suficientemente rápido.
Hubiera dado cualquier cosa por querer quedarme, por quedarme despierto toda la
noche y hablar, por no poder saciarme de una persona. Siento que podría estar
preparado para eso con la persona adecuada, pero no he encontrado a nadie que me
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haga sentir así. —Hizo una pausa—. Ya sabes, lo que pareces sentir por Lala.
Negué con la cabeza. —Prefiero estar en tu situación que sentirme así y no
poder hacer nada al respecto. Extraño los días en los que no sentía nada. De verdad
que sí. —Gemí—. Estoy deseando volver a no sentir nada.
—Estamos en dos extremos diferentes del espectro en este momento. —Owen
miró su reloj—. Mierda. Será mejor que vayamos a casa de Colby. Llegamos tarde.
Casi me había olvidado de nuestros planes para cenar.
—Hablando de eso, ¿alguna pista de qué diablos se trata todo esto? —
pregunté.
Colby y Billie nos habían invitado y nos habían pedido expresamente que no
nos fuéramos porque, por alguna razón desconocida, era importante que
estuviéramos todos juntos esta noche. Eso me hizo preguntarme si pasaba algo. Tenía
mis sospechas.
—Ni idea —dijo Owen—. Supongo que estamos a punto de averiguarlo.
Cuando llegamos al apartamento de nuestros amigos, el olor a pan de ajo
flotaba en el aire. Había cinco grandes cajas de pizza apiladas en la mesa del comedor
y algo de vino. La casa de Colby y Billie estaba definitivamente habitada. Entre los
juguetes de Saylor esparcidos por todas partes y las obras de arte de Billie, era difícil
creer que Colby había sido alguna vez el soltero por excelencia entre nosotros.
La pequeña Saylor vino corriendo hacia mí.
—¡Holden! Tienes que venir a ver a Ginebra. ¡Está engordando mucho!
Sonreí al mencionar la cobaya que le había regalado.
Colby reprendió: —Sí, Holden, ¿por qué no limpias la jaula ya que estás?
Gracias de nuevo por el regalo, por cierto.
—El regalo que sigue dando. —Le guiñé un ojo—. Cuando quieras, amigo.
Tras una rápida excursión a la habitación de Saylor para saludar a Ginebra,
volví a la sala de estar. Owen se había quitado la chaqueta y se había remangado la
camisa de cuello mientras se ponía cómodo, comiendo las patatas fritas y la salsa que
había sobre la mesa de café.
Brayden hizo su entrada unos segundos después. —De acuerdo, ¿de qué va
todo esto? —preguntó—. Las cenas al azar de los viernes por la noche son una rareza.
¿Hay algo que quieras decirnos, Colby?
—Espera. ¿Están todos aquí? —preguntó Colby, girándose hacia Billie—. ¿No
dijiste que Lala podría venir?
Los vellos de mi nuca se erizaron al escuchar su nombre. Por alguna razón, no
se me había ocurrido que pudiera aparecer.
153
—En realidad, Lala no puede venir. Así que vamos a tener que seguir adelante
sin ella. Pero ella ya lo sabe.
¿Sabe qué?
—Muy bien, chicos. —Colby aplaudió y respiró hondo—. Se lo dijimos a Saylor
justo antes de que llegaran, y vamos a dejar que haga los honores porque ha estado
muy emocionada de compartirlo. —Se giró hacia su hija—. Saylor, ¿qué tenemos que
decirles a tus tíos?
Dio saltitos y chilló.
—¡Voy a ser hermana mayor!
Sonreí. Eso era lo que había sospechado. Me alivió saber que no era una mala
noticia.
A Brayden prácticamente se le salieron los ojos de las órbitas.
—¡De ninguna manera!
Owen sonrió. —¡Felicidades, chicos!
—Lo sabía. —Abracé a Billie.
—Lo sabías, ¿eh?
—Lo sospechaba, sí. Felicidades, mamá.
—Gracias, Holden.
Abrí los brazos para abrazar a Colby a continuación. —Y usted, señor... bien
hecho.
Me dio una palmada en la espalda. —Gracias, hombre. Estamos encantados.
No podría haberme alegrado más por mis amigos. Colby y Billie eran perfectos
el uno para el otro, a pesar de parecer totalmente opuestos. Cuando se conocieron,
hasta yo me sorprendí de que mi valiente artista del tatuaje se hubiera decantado por
mi amigo soltero y recto en lugar de, bueno, por mí. Siempre dije que eran como el
yin y el yang. Y aunque Billie se había convertido en una verdadera madre para
Saylor, cuya madre biológica se había largado, era genial que ella y Colby tuvieran
un hijo biológico propio. Hablando del yin y el yang, siempre solía asociar ese
término con Colby y Billie. Pero ahora también me recordaba a Lala y a mí. Ella y yo
éramos polos opuestos, y eso podía ser parte de la intensa atracción que sentíamos.
Aun así, no significaba que yo fuera el adecuado para ella. Pero no hay duda de que
los opuestos se atraen. En el fondo, yo quería darle el yin con mi yang, y ése era
precisamente el problema.
Tras el gran anuncio, nos sentamos a comer. El ambiente era jovial, todo el
mundo especulaba sobre el sexo del bebé y barajaba nombres. No pude evitar
preguntarme por qué Lala había decidido no estar presente.
Después de la comida, me encontré solo en la cocina con Billie mientras traía
154
mi plato sucio.
—Entonces... ¿dijiste que Lala ya sabía de tus noticias?
Billie se aclaró la garganta. —Ella y yo fuimos a cenar hace poco y se lo conté
en secreto. Tenía que contárselo a alguien. No podía aguantarme más.
—Bueno, no dijo que lo sabía.
—Sí. Le dije que no se lo dijera porque queríamos decírselo a todos juntos.
Billie me había echado un par de miradas raras esta noche que me decían que
sabía algo de lo que estaba pasando entre Lala y yo. No pude evitar buscar
información.
Me froté las manos. —¿Puedo preguntarte algo, Billie?
Inclinó la cabeza. —Claro.
—¿Soy la razón por la que Lala decidió no venir esta noche?
Se mordió el labio inferior. —No lo sé, Holden. Esa es la verdad. Me dijo que
trabajaba hasta tarde. No sé si es verdad o no. No dijo nada de no venir por ti. Y no
tengo razón para no creer la excusa que me dio.
—De acuerdo. —Asentí—. Me parece justo.
—¿Hay alguna razón para que te esté evitando? —Sonrió con satisfacción.
—Sé sincera conmigo, Billie. ¿Cuánto sabes de lo que ha pasado entre Lala y
yo últimamente?
Billie miró hacia la entrada de la cocina y bajó la voz.
—Lo suficiente para saber que podrías tener una segunda carrera como
telefonista sexual.
Bueno, está bien, entonces.
—Supongo que no se contuvo.
Suspiró. —Lala necesitaba alguien con quien hablar. Ella confía en que no se lo
diré a nadie, y no se lo he dicho a Colby. No quiero que te dé una mierda. Tal y como
yo lo veo, esto es entre Lala y tú. Y puedes confiar en que no diré nada. Pero parte de
la razón por la que te digo que lo sé es porque quiero hablar contigo. Tengo
curiosidad por saber dónde tienes la cabeza, Holden. Porque esta situación tampoco
puede ser fácil para ti.
—¿Importa dónde esté mi cabeza?

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—Claro que sí. Me importan los dos. Y a pesar de tu reputación, creo que, en
el fondo, eres tan suave como se puede ser. No quiero que te lastimes.
—Quieres decir que en el fondo soy blando, ¿verdad? Porque no hay nada en
esta superficie que sea blando. Para que quede claro. —Me reí entre dientes.
—Sí. —Se rió—. Por supuesto. Solo por dentro.
Dejo escapar un largo suspiro de frustración. —Ha sido difícil, de verdad. Me
he pasado de la raya con ella, la he puesto en aprietos por mi debilidad... más de una
vez.
—No pones a nadie donde no quiere estar, Holden. Ella está obviamente
enamorada de ti y luchando con sus sentimientos, también.
—Mi enamoramiento por ella se remonta a mucho tiempo atrás, y los viejos
hábitos no mueren, supongo. —Hice una pausa—. Pero está comprometida. Tengo
que respetar eso.
—¿Qué pasa con los susurros? —La voz de Colby se registró detrás de mí—.
No estás intentando ligar con mi esposa como en los viejos tiempos, ¿verdad?
Me crucé de brazos. —Solo estábamos charlando sobre... la vida.
—La vida. —Me fulminó con la mirada—. ¿Quieres decir Lala?
Billie me miró y me dijo: —Yo no dije nada.
—¿Qué te hace pensar que estamos hablando de Lala? —pregunté.
—Porque no soy tonto. Vi tu rostro antes cuando Billie dijo que no iba a venir.
Y me has estado evitando últimamente, lo que, cuando se trata de ti, significa que hay
algo que no quieres decirme. Te conozco, Holden.
—No pasa nada con Lala —insistí—. Ella sigue comprometida. Yo sigo siendo...
yo. Y estoy pasando página de cualquier jodido sentimiento que pueda tener por ella.
Fin de la historia.
—Vaya. Suena tan simple —se burló—. Lo que me hace sospechar. Algo así
como la vez que me colé en casa de Ryan en mitad de la noche para robarle la
bicicleta como broma. Por casualidad los vi a Lala y a ti en el tejado. Te inventaste una
historia cuando te lo dije y esperabas que te creyera. Luego me evitaste durante una
semana. —Se rió—. Al igual que entonces, creo que estás mintiendo ahora.
Había estado evitando a Colby últimamente. De todos los chicos, él siempre
parecía ser capaz de ver a través de mí, incluso si yo estaba poniendo una fachada.
—De todos modos... —Intenté cambiar de tema—. Estoy muy feliz por ustedes.
No puedo esperar para ser tío otra vez.
—Pero no más regalos de animales, por favor —dijo Billie.
—Mientras Colby no me haga enojar, no tendrás más sorpresas. —Le guiñé un
ojo—. Aunque, escuché que los capibaras son estupendas mascotas domésticas.
—¿Qué me estoy perdiendo aquí? —dijo Brayden mientras irrumpía en la
cocina.
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—Nada —dije.
—Maldición, esperaba que estuvieras susurrando sobre la cosa de Holden por
Lala.
Colby y Billie se rieron, mientras yo permanecía con cara de piedra.
—Estábamos hablando del bebé y de las futuras mascotas de la familia —dije.
—Estoy deseando ver qué aspecto tiene. Ojalá el bebé tenga suerte y se
parezca a Billie. —Brayden se rió entre dientes—. Sin ofender, Colby.
Owen entró en la cocina. —¿Por qué está todo el mundo escondido aquí?
Brayden se giró hacia él. —Están fingiendo que no hablaban de Lala.
—Ah. —Owen se giró hacia mí—. ¿Les contaste lo de la noche del hotel?
Colby abrió mucho los ojos y giró la cabeza hacia mí.
—¿Hotel qué?
Tiré de mi cabello. —¡No pasó nada! Es una larga historia. Su auto se averió y
yo...
—¡En serio! —Billie intervino—. No nos debes una explicación, Holden. —Se
giró hacia su esposo—. Aunque pasara algo con Lala, no es asunto nuestro.
—Lala siempre será nuestro asunto —corrigió Colby.
Billie puso las manos en sus caderas.
—Lala es una mujer adulta. No necesita que ninguno de ustedes, matones, la
cuide. Y en cuanto a Holden, déjenlo en paz también. No hizo nada malo. Y si hay
alguien aquí que le patearía el culo si lo hiciera, sería yo. ¿Entendido?
—¿Culo? —preguntó una vocecita.
Saylor se había unido a nosotros.
Billie suspiró. —Nada, cariño. Olvida que lo escuchaste.
Saylor soltó una risita. —¿Estás hablando de Lala?
Ella también.
—¿Por qué piensas eso? —le pregunté.
—Estaba escuchando. Escuché su nombre. Me gusta Lala. Tiene el cabello
bonito.
Claro que sí. Sueño con tirar de él mientras...
—¡Tío Holden! Tienes que despedirte de Ginebra antes de irte.
Los ojos de Colby se desviaron hacia mí. —Puedes llevarte a Ginebra a casa
contigo, ya que estás, Holden.
—Saylor... —Esbocé una sonrisa traviesa—. ¿Has visto alguna vez un capibara?
157
Después de despedirme de la cobaya que casi había matado con un Cheeto
picante, volví a mi apartamento, incapaz de deshacerme de la sensación de inquietud
que había tenido toda la noche. Saber que Lala no soportaba estar cerca de mí el
tiempo suficiente como para aparecer en el gran anuncio de sus amigos fue como un
puñetazo en el estómago. Era la prueba de que había hecho lo que me temía: La había
alejado y la estaba perdiendo como amiga. Eso era inaceptable para mí.
Antes de entrar en mi casa, me detuve en el pasillo, debatiendo si llamar a su
puerta. Siempre cabía la posibilidad de que hubiera exagerado. Tal vez tenía que
trabajar hasta tarde. Necesitaba saber si era mentira.
Seguí de pie en el pasillo y me planteé enviarle un mensaje de texto, pero tenía
que encontrar una nueva normalidad, y cuanto antes volviera a enfrentarme a ella,
antes podría practicar estar a su lado sin meter la pata.
Finalmente llamé a la puerta y me quedé esperando mientras mi pulso se
aceleraba.
Cuando Lala abrió, estaba tan hermosa y nerviosa como siempre, con el
cabello alborotado y los ojos muy abiertos. Entonces miré hacia abajo. Le había salido
un sarpullido en el cuello, cosa que solo ocurría cuando algo le molestaba de verdad.
Tardé dos segundos en darme cuenta. Porque cuando miré a mi derecha, me di
cuenta de que no estaba sola.
Warren estaba allí de pie.
CAPÍTULO 15
Lala
—U
h, Holden...hey. ¿Qué estás haciendo aquí?
Los ojos de Holden se movieron entre Warren y yo.
Su mandíbula se tensó.
—Solo vine a comprobar cómo va la gotera de la
cocina. Puse un poco de masilla alrededor del desagüe antes mientras estabas en el
trabajo, para apuntalar el sello.
158
No había tenido ninguna gotera en la cocina, pero agradecí que inventara una
excusa para pasarse por aquí.
—Oh, debe haber funcionado. Creo que ya no gotea. Gracias por comprobarlo.
Los tres nos quedamos mirándonos en silencio hasta que la situación se volvió
incómoda. Finalmente, Holden levantó la barbilla hacia Warren y forzó una sonrisa,
pero pude ver que no estaba nada contento.
—Hola hombre, ¿qué hay?
Warren puso su mano en mi espalda. —No mucho. Solo sorprendí a mi
prometida por el fin de semana.
Holden me miró. —Genial. Bueno, los dejaré solos ya que el grifo está
aguantando.
—En realidad —dijo Warren—. Me alegro de que hayas venido. Llamé a tu
puerta antes, al entrar, para poder hablarte de algo en privado...
Mis ojos se abrieron de par en par. —¿Lo hiciste?
Warren asintió antes de volver a mirar a Holden. —¿Podrías recomendarme un
restaurante? ¿Algo romántico, quizás? —Warren se inclinó y besó mi sien—. Mañana
es el aniversario de nuestra primera cita, y no puedo ver a mi chica tan a menudo
estos días. Me gustaría llevarla a un lugar bonito.
Dios mío. Quería vomitar.
Holden fulminó a Warren con la mirada. —No como mucho fuera.
—¿En serio? Supuse que tendrías un arsenal de lugares románticos, con todas
las citas que Laney me ha dicho que tienes...
Cerré los ojos. Cuando los abrí, la mirada de Holden había pasado de Warren
a mí.
—Nunca dije que Holden tuviera citas en serie.
El rostro de Holden enrojeció. —Solo un promiscuo, ¿verdad?
—Holden...
Levantó una mano.
—No pasa nada. La verdad es la verdad. Aunque supongo que una de las
razones por las que no se me ocurre ningún restaurante romántico es porque algunos
de mis momentos más memorables con mujeres no han sido en lugares así. Los
mejores momentos que he tenido han sido simplemente tardes sentado en mi escalera
de incendios, bebiendo vino y hablando. No creo que necesites un sitio lujoso y caro
cuando estás con una mujer especial.
159
Holden me miró una vez más. —Pero te avisaré si se me ocurre algún
restaurante. Que pases buena noche.
Cuando cerré la puerta, le dije a Warren que tenía que ir al baño para tener un
poco de tiempo para aclarar mis ideas. Pero probablemente podría haberme
quedado allí durante días y seguir sintiéndome como un desastre. Cuando salí, fui
directamente al vino, me serví un vaso hasta el borde y bebí. No me di cuenta de
cuánto había bebido hasta que los ojos de Warren se fijaron en la copa casi vacía.
—Tenía mucha sed —le dije.
—Ya lo veo. Aunque el agua quita la sed mejor que el alcohol. Eso solo te
deshidratará más.
—Claro... por supuesto. —Volví a llenar mi copa—. Tomaré ésta un poco más
despacio. ¿Quieres que rellene la tuya?
Warren señaló la copa que le había servido hacía media hora. —Apenas he
bebido un sorbo.
Llevaba sintiéndome incómoda desde que abrí la puerta y me encontré a
Warren al otro lado hacía unas horas, pero de repente ni siquiera sabía cómo actuar.
¿Me sentaba?
¿Qué debería decir?
¿Me estaba mirando raro?
Warren frotó su labio con el pulgar. —¿A qué se dedica ese tipo?
Inmediatamente me sentí a la defensiva. Tal vez fue el uso de “ese tipo” cuando
sabía que él sabía su nombre.
—Holden toca en una banda llamada After Friday. También es el encargado del
mantenimiento del edificio.
—Rondar los treinta es un poco mayor para aferrarse a la esperanza de
convertirse en una estrella del rock, ¿no?
—Holden es un baterista con mucho talento. Que aún no haya triunfado no
significa que no tenga lo que hay que tener. Gran parte de las artes creativas tienen
que ver con el momento y el lugar adecuados.
—Pero ¿cuándo te das por vencido? ¿Treinta? ¿Cuarenta? ¿Sesenta? Todos
tenemos que crecer alguna vez.

160
—¿Estás diciendo que Holden no es un adulto porque hace algo que le gusta?
No todo el mundo está dispuesto a renunciar a su felicidad por un trabajo mejor
pagado o con un horario más estructurado. Creo que olvidas que Holden, y todos los
propietarios de este edificio, experimentaron algo que les enseñó una valiosa lección:
La vida es corta. No la malgastas en cosas que no merecen tu tiempo.
El rostro de Warren decayó. —Lo siento. No pensé en cómo la muerte de Ryan
podría haberlos afectado.
Exhalé un suspiro y negué con la cabeza. —No pasa nada. Lo siento si me puse
un poco insolente. Estoy cansada, y ya sabes cómo me pongo cuando no duermo.
Extendió la mano y acarició mi mejilla. —¿Por qué no nos vamos a la cama? Yo
también estoy cansado. Fui al laboratorio temprano esta mañana para adelantarme al
tráfico esta tarde.
Warren y yo llevábamos varias semanas sin vernos, así que sospechaba que no
nos iríamos a dormir una vez acostados. Y yo no estaba en el estado de ánimo
adecuado para tontear en ese momento. Así que dije una pequeña mentira piadosa.
O debería decir otra...
—Necesito terminar algunas cosas para el trabajo por la mañana. No sabía que
vendrías, así que dejé algunas tareas para terminar en casa. Pero ¿por qué no vas a
relajarte y ves la tele en la cama, y me reuniré contigo en cuanto termine?
Warren frunció el ceño. —De acuerdo. Espero que no tardes mucho.
Intenté sonreír. —Intentaré darme prisa.
Como no quería que me atrapara mintiendo, trabajé en una hoja de cálculo de
Excel que había estado evitando. La introducción de datos y la creación de gráficos
eran las partes que menos me gustaban de los ensayos de investigación, pero las
prefería a estar tonteando con mi prometido. Al cabo de cuarenta y cinco minutos más
o menos, los números en mi computadora portátil comenzaron a volverse borrosos,
así que me acerqué de puntillas a la puerta del dormitorio para ver si escuchaba a
Warren moverse. Exhalé un enorme suspiro cuando escuché su suave ronquido.
Aunque hubiera sido seguro irme a la cama, aún me sentía nerviosa por los
acontecimientos de la noche: primero Warren me sorprendió y luego Holden
apareció en mi puerta. Así que me serví otra copa de vino y traté de relajarme, pero
mi mente seguía vagando hacia el hombre de al lado. No podía dejar de repetir el
dolor en su rostro cuando había visto a Warren. Peor aún, pensaba que yo le había
contado a Warren lo mujeriego que era. Incapaz de quitarme los pensamientos de la
cabeza, ni siquiera con la ayuda de más vino, saqué mi celular y me puse a navegar
por TikTok. Normalmente, cuando estaba estresada por algo, podía ver uno de los
millones de hashtags de perros y encontrar un adorable labrador que permitía que
un pato montara sobre su cabeza para cambiar mi estado de ánimo. Pero esta noche,
entre vídeo y vídeo, miré hacia la ventana que daba a la escalera de incendios.
No podía...
Un basset hound corriendo con gafas de sol.
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No debería...
Un goldendoodle cenando en una trona como un niño.
¿Y si salgo cinco minutos...
Un bóxer que sabe tocar el piano.
Warren ni siquiera tendría que saberlo...
Un perro pastor que utiliza sus dientes para tapar a un niño dormido.
Podría ser silenciosa...
Agarré la botella de vino casi vacía y bebí el último trago directamente de la
botella. A la mierda. Lo haré. Voy a salir.
Tras comprobar en la puerta del dormitorio que Warren seguía roncando, abrí
la ventana sin hacer ruido y me subí a la escalera de incendios.
Cada vez que venía, Holden ya estaba aquí o se me había unido poco después.
Así que esperé.
Y esperé.
Y esperé.
Y esperé.
Al cabo de media hora, mi teléfono recibió un mensaje de texto.
Holden: Chez Josephine en Midtown. Disfruten de su cena romántica.
Justo cuando crees que es seguro...
En las últimas veinticuatro horas no había visto ni escuchado nada de la puerta
de al lado. Pero en cuanto se abrieron las puertas del ascensor, nada menos que mi
vecino estaba dentro. Sentí como si me hubieran dejado sin aliento.
El rostro de Holden decayó cuando nos vio a Warren y a mí arreglados.
—Oh, hey.
Sonreí a medias. —Hola.
Holden tenía unas baquetas en la mano. Las metió en la cintura de sus jeans y

162
levantó dos amplificadores del suelo, uno en cada mano. Al salir del ascensor, sus
ojos recorrieron rápidamente mi pequeño vestido negro.
—Parece que están listos para su velada romántica. Espero que sea todo lo que
soñaste.
Solo quería entrar en el maldito ascensor y poner distancia entre nosotros, pero
Warren no me siguió inmediatamente cuando Holden se bajó. Sujetó un lado del
marco de la puerta del ascensor para evitar que las puertas se cerraran.
—¿Tocas esta noche?
Holden se giró. —Sí.
—¿Dónde? Quizás Laney y yo nos pasemos después de cenar.
Holden me miró y volvió a mirar a Warren. —No pasa nada. No tienes por qué
hacerlo. Deberías disfrutar de tu velada romántica. Además, no creo que el lugar sea
realmente tu ambiente.
—Tal vez no, pero Laney me dijo lo talentoso que eres, y creo que será
divertido.
Holden frunció los labios, pero finalmente asintió.
— The Villager. Está en el centro.
Warren asintió. —Estupendo. Tal vez nos veamos más tarde.

—Este lugar fue realmente agradable. —Limpié las comisuras de mis labios
con una servilleta—. Gracias por encontrarlo y hacer los planes.
No le había dicho a Warren que Holden me había enviado un mensaje de texto
con una recomendación para un restaurante romántico anoche. Pensar que
probablemente había estado allí con otra persona era demasiado para mí. Pero
Warren se había puesto en contacto con uno de sus colegas, que le había dado el
nombre de este lugar.
—Todo estaba delicioso, pero creo que lo que lo hizo especial fue la compañía.
—Warren metió su tarjeta de crédito en la billetera de cuero y tomó mi mano—. Creo
que necesitábamos esto, mi amor. Últimamente siento que estamos un poco
desconectados. Seguro que es por la distancia que nos separa, pero me hizo darme
cuenta de que necesito venir a visitarte más a menudo y esforzarme más.
Estaba jodida, pero mi reacción instintiva cuando mi prometido me dijo que
quería visitarme más fue de pavor. La cena había sido muy agradable: la comida

163
estaba deliciosa, nuestra conversación fluyó con naturalidad y un talentoso pianista
tocaba suavemente desde el otro lado de la sala. Debería haberme sentido cortejada
y especial, pero en lugar de eso estaba... aburrida. Solo de pensarlo me sentía como
un ser humano horrible. Pero lo que pasa con los sentimientos es que, aunque no sean
bonitos, suelen tener mucho de verdad. Y la verdad era que no podía dejar de
comparar lo que sentía con Warren con lo que sentía cuando estaba con otro hombre.
Holden me hacía sentir viva, mientras que me había sentido entumecida conversando
durante la cena con mi prometido. No había chispa, ni mariposas, ni electricidad
corriendo por mis venas. Lamentablemente, no tenía ni idea de que me faltaba nada
de eso antes de venir a Nueva York. Me había instalado ciegamente en una rutina
agradable, sin tener con qué compararla. Y ahora me preocupaba que lo que había
sentido con Holden no pudiera dejar de sentirlo. ¿Podría volver a meter en la caja lo
que sabía que podía ser una relación cuando me fuera de Nueva York y volver a ser
feliz con lo agradable?
Esa era la gran pregunta, para la que no tenía respuesta.
Sonreí y asentí. —Yo también podría ir a casa a visitarte más.
Cuando estuvimos listos para irnos, Warren se levantó y me tendió la mano
para ayudarme a levantarme.
—Gracias.
Me acercó para darme un abrazo espontáneo. —¿Te dije que te ves hermosa
esta noche?
—Es muy amable de tu parte.
Fuera del restaurante, Warren subió a la acera. Levantó la mano para llamar a
un taxi que se acercaba.
—¿Estás lista para ir de fiesta ahora?
—¿Te refieres al show de Holden?
Warren asintió. —Estoy deseando ver tocar a su banda.
—¿En serio?
El taxi se detuvo y Warren abrió la puerta trasera. —Me siento mal por haber
insultado su carrera anoche. Los amigos de tu hermano son importantes para ti, así
que son importantes para mí.
—Te lo agradezco, pero... estoy algo cansada. Está bien si nos lo saltamos.
—No tenemos que ir por mucho tiempo. Pasemos por allí y escuchemos un par
de canciones.
Suspiré y me metí en el taxi. —De acuerdo... sí, claro.
The Villager estaba lleno cuando entramos. Me sentí un poco aliviada de que
nos hubiéramos quedado en la barra de atrás y de que Holden probablemente ni se
diera cuenta de que habíamos venido. Warren habló con el camarero mientras yo
echaba un vistazo al local. La mayoría de las mujeres iban vestidas de forma muy
distinta a la mía, con mi pequeño y recatado vestido negro que me llegaba a la rodilla
164
y zapatos conservadores. Llevaban blusas recortadas que mostraban los
abdominales, diminutos vestidos de tirantes y jeans que parecían pintados. Me sentí
fuera de lugar.
Warren deslizó algo de dinero por la barra y terminó de hablar con el
camarero. Un minuto después, una mujer se acercó y el camarero nos señaló a Warren
y a mí.
—¿Qué está pasando?
Warren sonrió. —Nos conseguí una mesa adelante.
—¿Qué? ¿Cómo?
—Le di cien dólares al camarero, y una de las dos mesas redondas con los
cartelitos de reservado quedó libre de repente. Aunque le dije que solo estaríamos
una hora.
Lo último que quería era estar en primer plano. Negué con la cabeza. —No pasa
nada. Estoy bien aquí. Solo vamos a quedarnos un rato de todos modos.
Pero ya era demasiado tarde. La mujer nos hizo señas para que la siguiéramos,
y Warren puso la mano en mi espalda, guiándome para que caminara.
Holden nos vio incluso antes de sentarnos, sus ojos seguían cada uno de mis
pasos mientras tamborileaba.
Warren me acercó la silla y nos sentamos. Parecía satisfecho de sí mismo
mientras se inclinaba hacia delante y gritaba por encima de la música.
—¿Ahora no es esto mejor?
No, me dan ganas de vomitar. Pero tuve que sonreír.
—Sí, gracias.
La siguiente media hora fue brutal. After Friday tocó siete canciones seguidas,
cada una de las cuales iba directamente a la siguiente, pero Holden y yo no podíamos
dejar de mirarnos. Me obligaba a apartar los ojos unos segundos, pero de algún modo
los volvía a encontrar. Y cada vez, encontraba a Holden mirándome. Empecé a
preocuparme de que mi prometido se diera cuenta. Pero cuando le eché un vistazo,
parecía completamente ajeno y sonrió. Le devolví la sonrisa y la breve interacción
hizo que Warren se estirara sobre la mesa y entrelazara sus dedos con los míos. La
siguiente vez que eché un vistazo al batería, Holden ya no me miraba a mí, sino a
nuestras manos unidas; más bien miraba fijamente. También parecía que tocaba cada
vez más fuerte. Estábamos sentados tan cerca que ya sentía el ritmo en mi pecho, pero
a medida que pasaba el tiempo, mi corazón latía tan fuerte que empecé a sudar.
Cuando por fin dejaron de tocar, el cantante dijo que iban a hacer un breve descanso
y le dije a Warren que tenía que ir al baño.
En el pasillo había una fila de seis baños individuales, y me alegré de poder
estar unos minutos a solas en uno. Cuando recuperé el aliento, decidí que en cuanto
165
volviera a la mesa le diría a Warren que teníamos que irnos. No podía soportar otra
ronda de lo que había estado pasando ahí fuera. Pero cuando abrí la puerta del baño,
Holden estaba esperando justo al otro lado. Me hizo retroceder, cerrando la puerta
tras de sí.
—¿Qué estás haciendo? —le dije.
Holden parecía enloquecido. Siguió caminando hacia delante, haciéndome
retroceder, hasta que choqué con el lavabo. Entonces puso una mano a cada lado de
mí, bloqueándome.
Se inclinó para que estuviéramos frente a frente.
—Dime, cuando tomas su mano, ¿te sientes como ahora?
Mi corazón se aceleró y no podía hablar.
—¡Contéstame! —Sus ojos estaban muy enfadados—. ¿Cómo te sientes ahora,
Lala? ¿Sientes lo mismo cuando él toca tu mano?
Negué con la cabeza.
—¿Qué tal cuando estaba en tu maldita cama anoche? ¿Te sentiste así?
Volví a negar con la cabeza.
—Eso es jodidamente triste. —Holden pasó un dedo por mi brazo y mi piel se
erizó—. ¿Él hace que tus vellos se ericen así? ¿Hace que tu piel se erice así?
Volví a negar con la cabeza.
Holden se inclinó hacia mí, acercando su boca a mi oreja.
—¿Puede hacer que te vengas con solo hablarte? ¿Sin ponerte un dedo encima?
Esta vez no contesté. Ya ni siquiera era capaz de mover la cabeza. El aliento
caliente de Holden en mi oreja hizo que mi cuerpo temblara de necesidad.
Pero dio un paso atrás. Una sonrisa de enfado se dibujó en su rostro.
—No lo creo. Disfruta el resto de tu aburrida velada, Laney.
Desbloqueó la puerta y salió sin mirar atrás, dejándome allí de pie como un
charco de papilla.
Fue necesario que las personas golpearan la puerta del baño para que saliera
después de eso. Estaba destrozada emocionalmente y necesitaba salir del club y
alejarme de Holden. Pero cuando volví a la mesa para decirle a Warren que teníamos
que irnos, encontré a Holden sentado en mi silla. Y ahora no estaba solo... Una

166
hermosa mujer con poca ropa estaba sentada en su regazo. Me detuvo en seco. Por
el rabillo del ojo, Holden se dio cuenta. Esbozó una sonrisa malvada y hundió su rostro
en el cuello de la mujer. Al salir del cuarto de baño, yo estaba triste y conmovida.
Pero al ver a Holden de esa manera, un interruptor se encendió dentro de mí. La
tristeza y la emoción se convirtieron en rabia y celos. Me acerqué a la mesa y hablé
con Warren.
—Tenemos que irnos. Tengo migraña y acabo de vomitar en el baño. —Me giré
para mirar a Holden y lo fulminé con la mirada, arrancando mi chaqueta del respaldo
de la silla mientras ellos continuaban besuqueándose—. Debe de haber sido la
música alta. Disfruta del resto de la noche, Holden. Aunque parece que eso ya lo
tienes cubierto.
CAPÍTULO 16
Holden
U
na semana después, la niebla de los celos apenas se había disipado.
Claro, me sentía como una mierda por lo que había hecho en el
club el fin de semana pasado. Fue inmaduro y egoísta. Pero cada
palabra que salía de mi boca era verdad. Y cada reacción de ella
demostraba lo que sentía. Todavía no tenía derecho a actuar como un idiota celoso,
sin embargo. La aparición de Warren me había atrapado desprevenido y había
sacado a la superficie lo fuertes que eran mis sentimientos.
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Una vez más esta semana, había tenido que recordarme a mí mismo que debía
dar un paso atrás. Por suerte, había evitado encontrarme con Lala desde aquella
horrible noche, porque si hubiera hecho o dicho alguna otra estupidez y la hubiera
metido en algún lío con él, no habría podido perdonármelo. Aun así, en ese momento,
tenía muchas posibilidades de perder a Lala como amiga para siempre.
Necesitaba desesperadamente salir de mi maldito apartamento antes de
perder la cabeza. Afortunadamente, esta tarde había póquer con los chicos. Era el
turno de Brayden como anfitrión.
Cuando me presenté en su apartamento, aparentemente había hecho un mal
trabajo ocultando cómo me sentía.
—Miras hacia abajo. ¿Qué está pasando? —dijo Brayden mientras se hacía a un
lado para que yo entrara.
—Nada —murmuré, dirigiéndome directamente a su cocina para agarrar una
cerveza.
Tomé asiento en la mesa, donde ya estaban Owen y Colby. Las cajas de pizza
habituales estaban apiladas a un lado. El olor a pepperoni hizo que mi estómago
rugiera.
Todo el mundo había estado ocupado últimamente, así que hacía tiempo que
los chicos y yo no nos poníamos al día, los cuatro solos.
Colby repartió las cartas. —Entonces, ¿qué hay de nuevo con todo el mundo?
—Yo iré primero —dijo Owen, agarrando un puro y encendiéndolo—.
Actualmente tengo un cliente que busca un edificio para albergar su, espera.... —Hizo
una pausa—. Club sexual privado.
—Bueno, maldición. —Me reí.
—Tuve que firmar un acuerdo de confidencialidad sobre la naturaleza exacta
del establecimiento. Así que, que esto quede entre nosotros. Pero esto es ciertamente
nuevo.
—¿Qué tipo de espacio se ajusta a esos criterios?. —preguntó Brayden.
—Al parecer, hay ciertas necesidades, como suficientes habitaciones privadas
y cierta altura de techo para los columpios sexuales en la zona común.
Brayden inclinó la cabeza hacia atrás. —Y yo que pensaba que iba a ser el que

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tuviera la historia más interesante que contar esta noche.
—¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó Colby.
Brayden habló mientras acomodaba sus cartas. —Así que ... Fui a una cita con
esta chica anoche que conocí en Tinder, y al parecer ella no confiaba en mí, así que
trajo a su amiga como un amortiguador. Todo el tiempo, lo único en lo que podía
pensar era en lo hermosa y divertida que era su amiga. Deseé estar en una cita con
ella.
—Bueno, eso es incómodo. —Me reí.
—Sí, dímelo a mí. Su amiga también me dio la sensación de que el sentimiento
era mutuo.
—Es una situación difícil —dijo Colby—. ¿Qué puedes hacer en esa situación?
—Casi nada. —Brayden se encogió de hombros.
—¿Sabes el nombre completo de la amiga? —le pregunté.
—Solo su nombre de pila, Julia. ¿Pero qué habría importado si hubiera tenido
su apellido?
—Podrías buscarla en internet cuando pase un tiempo. Mandarle mensajes
privados —le dije.
—Sí, bueno, demasiado tarde para eso. —Brayden dio un trago a su cerveza.
Rasqué mi barbilla. —¿Y si te pones en contacto con la chica con la que tuviste
una cita pasado un tiempo y le preguntas el nombre de su amiga?
Arqueó una ceja. —¿No crees que es de mal gusto?
Encendí uno de los cigarros que encontré en el mostrador detrás de mí y
expulsé el humo.
—¿A quién mierda le importa? No es como si estuvieras saliendo con ella.
—Sí, tal vez. No lo sé. —Brayden suspiró—. De todos modos, ¿qué hay de nuevo
contigo, Colby?
—Bueno... —Colby esbozó una gran sonrisa bobalicona—. Resulta que tengo
en mi bolsillo las primeras fotos del bebé Lennon.
—De ninguna manera. —Extendí la mano—. ¡Entrégalas!
Colby sacó unas cuantas fotos de la ecografía.
—Como saben, Billie no quiere saber el sexo. Me costó mucho no
preguntárselo a la ecografista. Pero se lo prometí, así que no lo hice. Además, Billie
dijo que es demasiado pronto para saberlo. —Las colocó sobre la mesa—. He estado
intentando averiguarlo mirando las fotos. ¿Alguna suposición?
Brayden señaló un punto. —¡Eso definitivamente es un pene! Es enorme.
Colby se rió entre dientes. —Ves, eso es lo que pensé al principio, pero Billie
dice que podría ser el cordón umbilical. No sé cómo son estas cosas normalmente.
Nunca vi las imágenes de Saylor. Pero eso sí se parece a un pene.
169
—Es bastante grande. —Le guiñé un ojo—. Debe haber salido a su tío Holden.
Owen echó un poco de humo. —Me voy a reír cuando resulte ser una chica
porque eso obviamente no es un pene. Es un brazo.
Los chicos y yo discutíamos sobre el sexo del bebé de Colby y Billie. Me
encantó que pasaran de mí en la rotación de actualizaciones sobre lo que estaba
pasando en nuestras vidas. Porque si les hubiera contado la verdad sobre lo que pasó
en el club con Lala, no habría salido bien.
Pero maldije mentalmente, porque en cuanto Colby guardó las fotos en el
bolsillo de su camisa, me miró.
—Holden, ¿qué te pasa?
Me moví en mi asiento. Tenía muchas cosas en la cabeza que quería soltar,
cosas de las que realmente quería saber la opinión de mis amigos. Pero no quería que
me echaran la bronca por preguntar. Pero en una fracción de segundo, lo hice de
todos modos.
—¿Cómo diablos sabes si estás enamorado de alguien?
Los tres giraron la cabeza al mismo tiempo en mi dirección, pero ninguno dijo
nada. Se miraron unos a otros y luego volvieron a mirarme. Se podría haber oído caer
un alfiler.
Colby se inclinó. —¿Por qué preguntas eso?
Puse los ojos en blanco. —Adivínalo.
—Bueno, ya sé por dónde va mi mente —dijo Owen.
Puse la cabeza entre mis manos. —Ni siquiera sé si es amor lo que siento. Todo
lo que sé es que cada vez que estoy cerca de ella, hago el maldito ridículo. Parece
que no puedo tomar las decisiones correctas... o pensar en otra cosa. —Levanté mis
cartas y las ordené sin pensar—. Estoy hecho un lío.
—¿Esto es porque su prometido está en la ciudad? —preguntó Brayden—. ¿Es
eso lo que te llevó al límite?
—En parte. —Levanté la barbilla—. ¿Sabías que estaba aquí?
Asintió. —Me los encontré en el pasillo el fin de semana pasado. Lala parecía
muy nerviosa.
Mi estómago se hundió. —Probablemente fue por mi culpa —confesé—. Como
que la puse en una posición extraña el sábado por la noche.

170
Cedí y les conté lo que había pasado en mi concierto en The Villager. No hace
falta decir que no estaban contentos conmigo.
Brayden se recostó en su asiento y sacudió la cabeza. —Amigo, eso estuvo muy
mal.
—Sé que estuvo mal. Debería hacerlo mejor, pero no sé cómo parar. Sé que
soy malo para ella. Pero eso no cambia lo que siento. —Tiré de mi cabello. Mira, solo
finge que no dije nada…
Colby extendió la palma de su mano. —No, no. Hiciste una pregunta. Creo que
todos deberíamos hacer lo posible por responderla.
Owen se encogió de hombros. —A mí no me mires. Nunca he estado
enamorado. Ni siquiera encuentro una mujer con la que pueda soportar pasar más de
unas horas.
—Lo mismo digo, hombre. —Brayden sonrió satisfecho—. Bueno, excepto por
la maldita Julia anoche, pero eso realmente no cuenta. —Brayden se giró hacia
Colby—. Parece que eres tú quien va a tener que responder a la pregunta.
—De acuerdo, no te preocupes si lo hago. —Colby se aclaró la garganta—.
Obviamente, hay muchas cosas que puedes sentir por alguien cuando estás
enamorado. Pero lo que más me llama la atención es que, cuando realmente amas a
alguien, estás dispuesto a dar tu vida por esa persona. Esa persona significa para ti
más que nada, incluso que tú mismo.
Mirando hacia la mesa, supe que saltaría delante de un tren por Lala, si eso
significaba salvarla. No tenía ninguna duda de que moriría por ella. Aunque me
pareció un poco exagerado anunciarlo en esta mesa de póquer. Pero supuse que
probablemente estaba enamorado de ella. Desafortunadamente, estar enamorado
aún no me convertía en la mejor opción. Puedes demostrar tu amor dejando marchar
a alguien con la misma facilidad con que lo harías quedándote en su vida y y
potencialmente arruinarla.
—Gracias por la aporte —murmuré.
—¿Eso es todo? —Los ojos de Colby se abrieron de par en par—. ¿No vas a
decir nada más?
—No. —Jugueteé con mis cartas—. Necesito guardar mis pensamientos para
mí. Ya he tenido bastante diarrea verbal. No necesito que me toquen las pelotas. Ni
siquiera debería haber hecho la maldita pregunta. Pero siento que me estoy
volviendo loco desde que Warren apareció.
—Dios, esto le da un nuevo significado a la frase perdido en La-la Land —
regañó Owen—. Ahí es exactamente donde tu cabeza ha estado últimamente.

171
—Sí. No me digas. —Me reí junto con los otros chicos.
Por suerte, se me quitaron de encima un rato cuando empezamos la partida, y
las cartas nos mantuvieron relativamente concentrados hasta que Colby acabó
ganando.
Cuando hicimos un descanso, fui a la cocina. Colby me siguió.
Bajó la voz. —Oye, hombre, solo quería hablar contigo a solas un rato.
—No hay nada más que decir.
—Lo que dijiste que hiciste el fin de semana pasado, cómo te portaste en el
club, me recordó la vez que hice el ridículo cuando Billie estaba en esa cita... antes
de que ella y yo estuviéramos juntos oficialmente. ¿Recuerdas esa noche? La viste en
el restaurante con el tipo y me enviaste fotos. Hice el ridículo más grande enviándole
mensajes de celos. Mis sentimientos se esparcieron por todas partes como un roedor
aplastado por un camión. No pude hacer nada para detenerme aquella noche. Eso es
lo que hacen los celos cuando alguien te importa de verdad. Lo que tú hiciste no fue
diferente. —Tiró su basura a la basura—. Aquí está la cosa... Nunca llegué a ninguna
parte haciendo mierda como esa, bailando alrededor de mis sentimientos por ella. Al
final, tuve que ser directo.
Asentí. —Es más fácil decirlo que hacerlo.
—Tuve con Billie algunos de los mismos problemas que tú tienes con Lala. No
solo éramos aparentemente opuestos, sino que nunca sentí que yo fuera el adecuado
para ella. Por supuesto, también estaba el problema de que yo tuviera una hija. —
Suspiró—. Aun así, no podíamos alejarnos el uno del otro. Dimos vueltas en círculos
hasta que empezamos a comunicarnos de forma sincera. Creo que ya has pasado
bastante tiempo haciendo el mismo baile con Lala.
—Siempre me meto en problemas cuando bailo con Lala —murmuré.
—Una vez que se case con él, amigo, eso es todo —dijo Colby—. No hay vuelta
atrás después de eso. Lala me parece el tipo de persona que va a hacer todo lo posible
para que un matrimonio funcione. No la veo divorciándose, aunque todo es posible.
—Exhaló—. Sé que es extraño que te anime a hacer esto, pero me importan los dos.
Aunque siempre querré protegerla, no sé si te librarás de esto. Estoy empezando a
creer que tienes verdaderos sentimientos por ella. Y como tu amigo, creo que debes
intentarlo.
¿Está apoyando esto? Una presión que nunca antes había sentido creció en mi
pecho.
—Digamos que aprovecho la oportunidad y me arriesgo. Pero eso no cambia
quién soy. No soy el tipo de hombre que se establece, que vive en una casa en los
suburbios con una valla blanca. Todo por lo que he trabajado ha sido para tener una

172
carrera musical y estar en la carretera. No creo que sea justo que le diga lo que siento
si no puedo ser el tipo de hombre que ella necesita.
Colby se encogió de hombros. —Bueno, ésa es sin duda una decisión que
tendrás que tomar. Creo que tienes que decidir si estás dispuesto a renunciar a
algunos de esos sueños. O quizá descubras que no tienes que elegir. La conclusión es
que no habrá elección pronto si sigues jugando. —Asintió—. Pero tienes miedo. Lo
entiendo.
Era algo más que miedo. Tenía la obligación moral de proteger a Lala de mí.
—No estoy a salvo, Colby.
Volvió a encogerse de hombros. —La elección segura no siempre es la
correcta. Eso es algo que he aprendido con mi propia relación. Billie no era el tipo de
mujer que yo creía que querría sentar la cabeza con un tipo como yo. Era salvaje y de
espíritu libre, y yo no quería retenerla. Éramos una opción peligrosa el uno para el
otro, pero al final, nuestros sentimientos lo superaron todo. Y aprendimos a hacer que
funcionara.
—Solo para confirmar... ¿Estás diciendo que estás de acuerdo con que exprese
estos sentimientos a la hermana de Ryan? Porque siempre solías estar en contra de la
idea de ella y yo.
Sonrió. —Puedes llamarlo apoyo cauteloso. Ahora veo las cosas un poco
diferentes, lo penetrantes que han sido tus sentimientos por ella. Eso cuenta. Por todo
lo que me has demostrado, parece que te preocupas de verdad por ella. Además, me
has dicho que no has estado con otra mujer desde que ella llegó aquí... Eso dice
mucho.
—Hablando de otras mujeres, deberías haber visto su reacción en el club
cuando tuve a esa chica en mi regazo.
Colby hizo una mueca. —Está claro que ella también siente algo por ti. Aparte
de eso, también me preocupa que no esté preparada para casarse, aunque en algún
momento haya pensado que eso era lo que quería. Pero me parece el tipo de persona
que sacrificaría su propia felicidad para no herir a alguien. Podría seguir adelante si
no tiene una razón de peso para reconsiderarlo. Esa es otra razón para abrirte a ella.
—Sí —exhalé—. Bueno, ciertamente me has dado mucho en qué pensar.
—Solo necesitas ponerlo todo en la línea; ser brutalmente honesto. Tienes que
decirle exactamente cómo te sientes sin preocuparte por las consecuencias. Porque
cuando nos guardamos los sentimientos, nos corroen y al final... morimos. Bueno, en
sentido figurado, supongo. —Sacudió la cabeza—. No puedo imaginarte en su boda.
¿Y tú? Sabes que todos vamos a estar invitados. ¿Cómo te quedarás ahí y verás cómo
se casa con él? No puedo ni imaginármelo.
—Yo no iría —dije sin dudarlo.
—¿De verdad no irías? 173
—¿No iría a dónde? —preguntó Brayden mientras irrumpía en su cocina.
—Por tu culo —le dije.
—¿Vamos a tener más conversaciones secretas sobre Lala? —bromeó.
Puse los ojos en blanco.
—Tú y yo tenemos que salir más —me dijo—. No puedo contar con Owen o este
viejo casado de aquí.
—Tienes razón —admití—. Últimamente estoy estancado y solo salgo cuando
tengo conciertos. Necesito forzarme.
—¿Forzarte a alejarte de Lala? —dijo Owen al entrar en la habitación.
—Eso también —acepté.
Brayden golpeó el hombro de Owen. —Oye, cuando el club de sexo de tu
cliente abra, ¿puedo ser el primero?
—De nuevo, se supone que ni siquiera debo hablar de ello, así que mantén la
boca cerrada.
Gracias a Dios todo el mundo dejó el tema de Lala por el resto de la noche
después de eso.
Cuando volví a mi apartamento, sentí que había llegado al límite. Tenía que
hablar con ella esta noche. Tomé el teléfono, sabiendo que, si pensaba demasiado en
qué escribirle, no le llegaría nada. Después de todo, me tomó lo que parecieron años
decidir enviarle un mensaje el fin de semana pasado, cuando le recomendé aquel
restaurante de mierda. ¿Pero esto? ¿Verter mis sentimientos? No había forma de
planificar esta mierda.
Así que decidí escribir exactamente lo que tenía en mente. Porque Colby tenía
razón. Esta situación me estaba volviendo loco.
Siempre podía borrarlo y no presionar enviar, me dije.
Holden: Hola, Lala. Quiero disculparme por lo que hice el sábado por la
noche. (Siento que siempre me estoy disculpando contigo por mi
comportamiento.) Este mensaje debería haber llegado antes, pero he estado tan
jodido y no sabía qué decir. Aunque siento haberte arrinconado de esa manera,
NO lamento lo que dije. Porque era la verdad. No voy a afirmar que lo que voy a
decir es bueno para ti. Pero también es la verdad. Ahí va: No puedo dejar de
pensar en ti. Pienso en ti desde que me levanto por la mañana hasta que mi
cabeza toca la almohada por la noche. Nunca he sentido esto por nadie. Sé que
no soy el adecuado para ti. Esa es la cuestión. Por eso es tan injusto, pero he

174
llegado a un punto en el que eso ya no me importa una mierda. No he estado con
nadie desde que llegaste a Nueva York. He sido incapaz de sentir nada por nadie
más que por ti porque no me interesa nadie más. Esa chica con la que me viste
el fin de semana pasado no fue una excepción. Quería ponerte tan celosa como
me puso verte con Warren. Era un juego. Pero ya no quiero jugar más, Lala. Me
cansé de contenerme. Quiero que dejes a Warren. Si no por mí, por el simple
hecho de que, aunque te preocupes por él, no te satisface como yo podría
hacerlo. Nunca lo hará. El problema es que no puedo prometerte nada sobre
cómo sería un futuro conmigo. Esa es la parte mala de todo esto. Lo que puedo
prometerte es que te daré lo que sé que quieres ahora mismo: llevaré a tu cuerpo
a lugares donde nunca ha estado antes. No quiero morir y no saber lo que se
siente, Lala. Te deseo. Todo de ti. Haz con esta información lo que necesites,
pero si hay alguna posibilidad de que sientas lo mismo, tienes que hacérmelo
saber, y tienes que manejar las cosas por tu lado primero. Por otro lado, si no
hay ninguna posibilidad de que lleguemos a ser más de lo que somos ahora,
seguiré adelante. Esta vez para siempre. Si amas a Warren y tienes intención de
casarte con él pase lo que pase, tienes que decirme sin rodeos que nunca pasará
nada más entre nosotros. Te lo prometo, cuando escuche esas palabras salir de
tu boca, detendré esto. Tendrá que parar. Pero no te equivoques, seguiré
deseándote.
Mi corazón latía con fuerza mientras mi dedo se cernía sobre la pantalla para
borrar o enviar
Tres.
Dos.
Uno...
Hice una pausa.
Enviar.
CAPÍTULO 17
Lala
E
stacioné en la misma plaza de la que había salido ayer por la mañana. Mi
edificio estaba unas puertas más abajo y al otro lado de la calle. Mirando
a mi alrededor, todo parecía exactamente igual que cuando me fui a
Filadelfia, pero para mí ya nada era igual. Suspiré. Qué torbellino de dos días había
tenido.
Había salido de Nueva York decidida a arreglar las cosas con mi prometido.
Warren había sabido que las cosas entre nosotros no estaban bien cuando se marchó
175
el fin de semana pasado, y me había llamado todas las noches de esta semana para
ver si estábamos bien. Odiaba estar haciéndolo sentir incómodo. No se lo merecía.
Así que conduje hasta su casa para darle una sorpresa, como él había hecho conmigo
la semana anterior, para asegurarle que todo iba bien entre nosotros. Juro que tenía
las mejores intenciones cuando me fui ayer.
Warren trabajaba en el laboratorio los sábados por la tarde, así que conduje
temprano y visité a mis padres. Después, fui a su panadería favorita y compré su
postre preferido: pastel de zanahoria sin gluten con glaseado de “queso crema”
vegano y sin lácteos, antes de ir a su casa. Pero justo cuando llegué, recibí un mensaje
de Holden. Y después de eso, mi visita para suavizar las cosas no fue exactamente
como estaba previsto. De hecho, resultó ser un infierno de un viaje lleno de baches.
Acabé sentada fuera de la casa de Warren durante más de una hora, leyendo el
mensaje de Holden una y otra vez. Entonces mi prometido se fijó en mi auto y salió
para ver si estaba bien.
En el momento en que abrí la boca para decirle que todo iba genial, las
lágrimas comenzaron a caer por mi rostro.
No pude hacerlo.
Ya no podía más.
Ya era domingo, casi las once de la noche, y aún no había respondido al
mensaje de Holden de ayer. No estaba segura de sí estaba en casa, pero estaba a
punto de averiguarlo. Porque las cosas entre nosotros tenían que resolverse de una
vez por todas.
La adrenalina corría por mis venas mientras salía del auto, cruzaba la calle y
subía en ascensor hasta nuestro piso. Me habría venido bien un vaso de vino para
calmar los nervios antes de ir al apartamento de Holden, pero temía que, si iba a mi
casa, me acobardaría y no llamaría a la puerta. Así que abrí la puerta, metí el bolso
dentro sin cruzar el umbral y caminé hasta la puerta de al lado.
Mi mano tembló cuando la levanté para llamar.
Pero casi se me rompe el corazón cuando Holden abrió la puerta, y su rostro
decayó al encontrarme al otro lado. Nunca quise ser la causa de ese dolor.
Cerró los ojos. —Lo siento mucho, Lala. Nunca debí haber enviado ese
mensaje, y nunca debí haber hecho lo que hice el fin de semana pasado en el bar. Soy
un completo imbécil.
—¿Puedo entrar para que podamos hablar?
Holden asintió y se hizo a un lado para que yo entrara.
Mis entrañas se sentían como una botella de champán agitada, y temía que, al
176
abrir la boca, vomitaría por todas partes. Necesitaba algo para calmar mis nervios.
—¿Tienes vino?
—En la cocina. —Hizo un gesto hacia la otra habitación y lo seguí. En la puerta
de la nevera había una botella sin abrir de mi Pinot Grigio favorito. La descorchó,
llenó un vaso y me lo pasó. Después, la guardó y se apoyó en la encimera de la cocina.
—¿No vas a acompañarme? —le pregunté.
—Lo último que necesito es alcohol cuando estoy cerca de ti. Hago un gran
trabajo jodiéndolo todo cuando estoy sobrio. —Bajó la mirada—. Lo siento mucho,
Lala. No tenía derecho a actuar como lo hice el sábado por la noche. Y nunca debí
enviar ese mensaje y descargarme contigo. Incluso si todo lo que dije es cierto, fue
egoísta descargarlo todo sobre tu regazo. Estás comprometida para casarte con otro
hombre, y yo no he mostrado ningún respeto por ese compromiso. —Levantó la
cabeza y nuestros ojos se encontraron—. He hecho algunas tonterías cuando se trata
de ti. ¿Podrás perdonarme alguna vez? ¿Podemos fingir que nunca envié ese mensaje
y volver a ser amigos? Sé que lo he dicho una docena de veces, pero me retractaré y
me comportaré lo mejor que pueda si me das otra oportunidad. No quiero perderte
por completo, Lala.
Cuando no dije nada, Holden puso una expresión de dolor.
—Por favor, cariño —gimió—. Lo siento mucho, lo siento muchísimo.
Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba averiguar por dónde empezar a
contarle todo lo que había venido a decirle.
—Dime que soy un imbécil —suplicó—. Dime que actué como un idiota
inmaduro. Solo no dejes de hablarme. No podría soportarlo, Lala. Dime algo. Lo que
sea.
Levanté el vino hasta mis labios y bebí la mitad del vaso antes de respirar
profundamente.
—Ya no estoy comprometida, Holden.
Sus ojos se abrieron de par en par. —¿Qué? ¿Qué acabas de decir?
—Ya no estoy comprometida.
—Joder. —Sacudió la cabeza—. ¿Es culpa mía? ¿Warren rompió las cosas por
lo que hice?
—No, Warren no rompió las cosas. Fui yo.
—¿Por qué?
Bajé la mirada durante un largo rato antes de encontrarme de nuevo con sus
177
ojos. —¿Porque todo lo que dijiste en ese texto? Siento lo mismo, Holden. Solo pienso
en ti. Dijiste que piensas en mí desde que te levantas por la mañana hasta que tu
cabeza toca la almohada. Bueno, yo hago lo mismo, pero ni siquiera puedo dejar de
pensar en ti cuando me duermo. Sueño contigo. —Volví a respirar hondo—. Y mis
sueños... son sucios.
Los ojos de Holden saltaban de un lado a otro entre los míos. —¿De verdad ya
no están comprometidos?
Negué con la cabeza y levanté mi mano sin anillo.
La miró fijamente durante mucho tiempo antes de dar un paso hacia mí.
—Ya no estás comprometida.
—No —susurré—. Muy soltera.
Acortó la distancia que quedaba entre nosotros y puso una mano a cada lado
sobre la encimera de la cocina. Cada nervio de mi cuerpo cobró vida. Sentí como si
una corriente eléctrica me atravesara.
—Dime lo que esto significa para nosotros, Lala. Dime qué quieres de mí.
Tragué saliva.
—A ti. Te deseo, Holden. Y de todas las maneras. Te quiero dentro de mí más
de lo que he querido nada en toda mi vida.
—Dilo otra vez... la parte de quererme dentro de ti.
Mi pecho subía y bajaba. —Te quiero dentro de mí.
Su voz se volvió áspera. —Acércate. Dímelo al oído.
Me incliné y susurré: —Te quiero dentro de mí, Holden.
Cuando me retiré, una sonrisa perversa se dibujó en su rostro. Levantó su
pulgar hasta mi boca y trazó el contorno de mis labios.
—¿Me quieres aquí?
Asentí.
Metió el pulgar. —Chupa.
Cerré los ojos y chupé con fuerza.
Cuando abrí, Holden sacó el dedo de mi boca y trazó un camino hacia abajo,
sobre mi barbilla, a lo largo de mi garganta, y siguió dirigiéndose hacia el sur por el
centro de mi cuerpo. Cuando llegó entre mis piernas, metió la mano debajo de mi
falda y frotó dos dedos sobre mis bragas.
—¿Me quieres aquí?
Asentí, sin aliento.
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Sus ojos brillaban mientras se inclinaba y arrastraba los dedos aún más atrás.
Cuando se detuvo en mi culo, sentí un poco de pánico. Warren y yo nunca habíamos
hecho eso antes. Pero quería experimentarlo todo con Holden.
Su dedo presionó en mi culo a través de mi ropa interior.
—¿Qué tal aquí? ¿Me quieres aquí?
Tragué saliva y asentí.
Sonrió perversamente. —Voy a dejar marcas. Por todas partes.
Oh, Dios mío. Yo también quería que lo hiciera. En ese momento, estaba segura
de que no había nada que él pudiera decir que yo no aceptara.
Holden levantó su mano hasta mi rostro y acarició mi mejilla.
—¿Estás segura de todo esto? Porque una vez que te toque, no voy a poder
parar, cariño. Tienes que estar segura de que esto es lo que realmente quieres.
Mi respuesta fue aplastar mi boca contra la suya. Holden se rió entre nuestros
labios unidos. —Tomaré eso como un sí.
—Dios mío. Cállate y bésame de una vez. —Lancé mis brazos alrededor de su
cuello y salé envolviendo mis piernas alrededor de su cintura.
—Sí, señora. —Me agarró de la cintura y me levantó más alto mientras
empezaba a caminar. En su dormitorio, me sentó en el borde del colchón y se
arrodilló antes de echarse hacia atrás para mirarme—. No recuerdo ningún momento
en el que no te haya deseado, Laney Ellison.
—Yo también te deseo. —Pero cuando lo alcancé, atrapó mi mano y besó el
interior de mi palma.
—Necesito probarte primero —dijo—. Quiero que estés empapada cuando me
deslice dentro de ti.
Contuve la respiración cuando subió mi falda y se inclinó para besar
suavemente la parte delantera de mis bragas. Si no estuviera loco por la necesidad,
podría haber sido consciente de que ya estaba empapada.
—Dijiste que me querías dentro de ti. Pero primero tendrás mi lengua. —
Enganchó sus pulgares a los lados de mis bragas—. Levanta tu trasero o se romperán.
Me levanté y él me deslizó la ropa interior por mis piernas antes de separar mis
rodillas. —Ábrete para mí. Quiero verte toda.
Mis rodillas se separaron descaradamente, pero Holden las guio aún más.
Lamió sus labios mientras miraba entre mis piernas.

179
—Incluso tu coño es hermoso. Rosa y perfecto y tan jodidamente húmedo para
mí ya.
Holden levantó mi tobillo derecho y lo colocó sobre su hombro antes de
acomodarse entre mis piernas. Su primer contacto fue un simple movimiento de su
lengua sobre mi clítoris, y casi salto de la cama. Sentí como si hubiera tocado un cable
con corriente. Me sonrió antes de succionar el capullo en su boca y mis manos se
enredaron en su cabello revuelto.
—Oh Dios. Por favor, no pares.
Le sentí sonreír contra mí. —Podría estallar una bomba y no serías capaz de
detenerme. Ya no hay vuelta atrás, cariño. —Lamió arriba y abajo mi abertura, su
lengua mágica penetró y exploró, y luego volvió a concentrarse en mi clítoris
palpitante. Ahuecó sus mejillas y chupó mientras introducía un dedo y empezaba a
bombear. Cuando añadió un segundo dedo, sentí que mi cuerpo empezaba a temblar.
Todos los músculos de mis piernas se tensaron a medida que aumentaba mi orgasmo.
—Oh Dios —jadeé—. Holden...
—Di mi nombre, nena. Dilo otra vez.
Chupó más fuerte y sus dedos empujaron más rápido.
—¡Holden! —Ya estaba a punto de venirme e intenté echarme hacia atrás—.
Más despacio.
—De ninguna puta manera. Vente en mi boca, cariño. Vente en toda mi rostro.
Aunque mi cabeza quería controlar las cosas e ir despacio, mi cuerpo no
necesitaba que se lo dijeran dos veces. Me desbordé, gritando el nombre de Holden
cuando curvó los dedos dentro de mí y alcanzó un punto que hizo temblar todo mi
cuerpo. Nunca había tenido un orgasmo que explotara como fuegos artificiales el 4
de julio.
Después, me desplomé de nuevo en la cama, todavía jadeando.
—Mierda...
Holden se puso en pie y desabrochó sus jeans.
—Jesucristo. No puedo esperar a sentir eso en mi polla.
Escuché la cremallera bajando, el roce de la tela de jeans sobre sus piernas y
el abrir y cerrar de un cajón en alguna parte. Sin embargo, yo seguía en la niebla,
incapaz de concentrarme realmente. Eso fue... hasta que se quitó los bóxer.
Me levanté sobre mis codos y parpadeé varias veces, asegurándome de que
no estaba viendo cosas.
—Mierda, Holden. Eres enorme.
Podría haber sido la primera vez que este hombre engreído parecía un poco
avergonzado. No me extraña que siempre fuera tan popular entre las mujeres. Entre
su aspecto, su talentosa lengua y la gruesa erección que se balanceaba contra su
abdomen, me sentí como si hubiera muerto y hubiera ido al cielo de los dioses del
180
sexo. Y por si el paquete tatuado y musculoso no fuera suficiente, la forma en que sus
hermosos ojos azules me miraban tan intensamente me robó el aire que quedaba en
mis pulmones. Nunca me había sentido tan deseada.
—Dios, Holden. Realmente eres perfecto.
Sacudió la cabeza. —Estoy lejos de eso, pero voy a hacerte sentir como nunca
antes te habías sentido.
Lo aterrador era que ya lo sabía. Y no era porque me hubiera dado un orgasmo
estremecedor, sino por la forma en que me hacía sentir por dentro, más viva de lo
que nunca había estado.
Holden me levantó del borde de la cama y me colocó en el centro antes de
subirse él mismo. Se sentó a horcajadas sobre mí, con una rodilla a cada lado de mis
caderas, y usó sus dientes para abrir el envoltorio del condón antes de ponérselo.
Pensaba que las cosas iban a continuar al mismo ritmo frenético que antes, pero
Holden no se precipitó esta vez. Se inclinó sobre mí, entrelazó nuestros dedos y tiró
de mis manos por encima de mi cabeza antes de besarme con dulzura. Cuando su
lengua se introdujo en mi boca, pude saborearme, y no se me pasó por alto que
Warren siempre había ido al baño a lavarse los dientes después del sexo oral. Esta
forma era mucho más erótica e íntima. Por supuesto, Holden también sabía besar; su
tacto era seguro, con la dosis justa de agresividad.
Al cabo de un rato, Holden se apartó para mirarme a los ojos mientras
empujaba dentro de mí. Las venas de su cuello se abultaron mientras entraba y salía.
—Joder. Estás tan mojada y apretada. Si no te relajas un poco, esto va a ser
realmente vergonzoso para mí.
Teniendo en cuenta que había estado en un estado de nirvana desde su primera
caricia, no creí que fuera posible, pero lo intenté. Ayudó cuando Holden tomó mi boca
de nuevo. Sus besos eran como drogas: me hacían olvidar dónde estaba y todo lo que
ocurría a mi alrededor. Por no mencionar que estaba razonablemente segura de que
eran tan adictivos como las drogas duras.
Cuando Holden se apartó la siguiente vez, sonrió.
—No creía que fuera posible que me parecieras más hermosa, pero tu aspecto
cuando estoy dentro de ti es sin duda lo más increíble que he visto nunca. —Su rostro
se puso serio—. Quiero ver cómo te vienes.
Holden estaba duro como una piedra y frotaba un punto que me hizo poner los
ojos en blanco. Así que no iba a tener que esperar mucho para conseguir lo que
quería. Sobre todo, cuando empezó a moverse más rápido. Sus suaves embestidas se
hicieron más intensas y cada vez penetraba más profundamente. Pero nunca rompió
nuestra mirada. La forma en que me miraba fijamente a los ojos me hizo preguntarme
si sabía qué demonios estaba haciendo, pero también me hizo preguntarme cómo
181
diablos había aceptado algo menos que esta sensación antes.
Holden se agachó y levantó una de mis rodillas. El cambio de posición le
permitió hundirse más, y gemí cuando mis músculos comenzaron a palpitar a su
alrededor.
—Holden...
Apretó los dientes. —Justo ahí contigo, nena. —Sus pupilas se dilataron
mientras seguía mirándome fijamente, observando mi rostro mientras me penetraba
una y otra vez.
A diferencia de las otras veces que había tenido sexo, mi orgasmo no tardó en
florecer. Salió disparado como un cañón, haciendo que los dedos de mis pies se
doblaran y que mis uñas se clavaran en la piel de su espalda. Holden siguió
bombeando dentro de mí con ferocidad hasta que mi cuerpo finalmente se rindió y
se aflojó. Entonces se enterró profundamente con un gemido y encontró su liberación.

—Sabes... —Jugué con el ligero mechón de cabello en el pecho de Holden—.


La primera vez que me masturbé fue por ti.
—Ah, ¿sí? Cuéntame sobre eso.
Llevaba acurrucada encima de Holden desde que nos despertamos hacía una
hora. Mi mejilla estaba presionada contra su pecho, pero ahora me giré y apoyé la
barbilla en mi puño para mirarlo mientras hablaba. —Estabas en la piscina de nuestro
patio con Nancy McDonald.
—¿Quién?
—Nancy McDonald.
Se encogió de hombros. —Creo que no la recuerdo.
—¿En serio? ¿Le metiste la lengua hasta la garganta y no te acuerdas de ella?
—¿Qué aspecto tenía?
—Morena, cabello largo, tetas grandes. Llevaba un bañador con la bandera
estadounidense. Fue uno o dos días después del 4 de julio.
Holden entrecerró los ojos. —Me suena el bañador con la bandera
estadounidense.
Negué con la cabeza. —No puedo creer que recuerde que la besaste y tú no.
—Recuerdo que tú tenías un traje de baño azul con estrellas plateadas.
182
—Lo hice. Era mi primer bikini de tirantes. Había tenido trajes de dos piezas
antes, pero nunca un bikini de tirantes. Convencí a mi madre para que me lo comprara
por mi decimotercer cumpleaños recordándole que ya era una adolescente. Me había
hecho aceptar que no lo usaría en ningún otro lugar que no fuera nuestro jardín. —
Sonreí—. Eso funcionaba para mí, ya que solo lo quería para llamar tu atención de
todos modos.
—Oh, sí que me llamó la atención. Pero vuelve a tu historia de masturbación.
Quiero escuchar cómo te excitaste la primera vez pensando en mí.
—Tienes suerte de haberte redimido recordando mi traje de baño porque
estaba considerando no compartir mi historia cuando ni siquiera podías recordar a
Nancy McDonald.
Holden besó mi frente. —Solo recuerdo las cosas importantes.
—Así que, de todos modos, mientras estabas ocupado besando a Nancy en la
piscina, yo estaba mirando desde la ventana de mi habitación. Ocupándome de mí
misma, con la mano debajo de mis pantalones.
—¡Whoa! Lala Ellison, niña traviesa. No sabía que eras una voyeur. Mi dulce
nerd es un poco friki, excitándose mirando a otros. Me gusta.
Me reí. —Pasé la mayor parte del tiempo fingiendo que era Nancy, así que creo
que se trataba más de despertar mi imaginación que de ponerme cachonda viéndolos
juntos. Así que no te hagas ilusiones. Estoy bastante segura de que es lo más raro que
he hecho en mi vida.
—Podemos arreglar eso, sabes.
Mordí mi labio inferior. —Sé que estás bromeando, pero no me importaría
explorar un poco mi sexualidad contigo.
—Eso se puede arreglar. ¿Qué tienes en mente?
—No lo sé. Nada específico en realidad. Pero no tengo mucha experiencia, y
obviamente tú sí. Confío en ti, y creo que podría ser divertido probar algo diferente.
—Me apunto. Pero deberías darme una idea de lo que sería nuevo para ti.
—Todo sería nuevo para mí, Holden. No he hecho nada atrevido.
—¿Alguna vez te han atado?
Negué con la cabeza. —No.
—¿Sexo en un auto?

183
—No.
—¿Sexo en público?
—Definitivamente no.
—¿Sesenta y nueve?
Negué con la cabeza.
—¿Anal?
—Nunca.
La alarma de mi celular nos interrumpió con un fuerte zumbido. Me acerqué a
la mesita de noche, la apagué y miré la hora.
—No puedo creer que ya sean las seis y media. Tengo que ir a trabajar. —Me
incliné y rocé con mis labios los de Holden—. Tengo que ir al lado y ducharme.
—No puedes dejarme ahora. —Sujetó mi mano y la deslizó entre sus piernas—
. Mira lo que hiciste...
—Ni siquiera te toqué. Creo que estás perpetuamente duro.
—No tenías que tocarme. Acabas de decirme que voy a ser el primero en hacer
el sesenta y nueve contigo y anal. Por supuesto que estoy duro.
Me reí. —Nunca dije que fueras a ser el primero en hacer ninguna de esas
cosas. Dije que nunca las había hecho.
Me atrajo hacia él y nos volteó, así que de repente estaba de espaldas y él se
cernía sobre mí.
—Oh, voy a ser tu primero para muchas cosas, cariño.
—Tendremos que discutir esto más tarde, porque realmente necesito ir a
trabajar.
—¿Y mi erección?
Presioné mis labios contra los suyos y sonreí. —Tendrás que hacer lo que yo
hice cuando estabas ocupado besando a Nancy McDonald.
Holden hizo un mohín. —¿Qué tal si me ducho contigo?
Me zafé de él y salí de la cama. —Eso definitivamente me hará llegar tarde.
—¿Puedo verte más tarde entonces? ¿Después del trabajo? Podemos pedir y
comer desnudos.
Sonreí y me incliné para darle un beso.
—De acuerdo.
Holden me observó mientras recogía mi ropa del suelo y me vestía. Cuando
llegué a la puerta, me detuvo.
—¿Lala?
—¿Sí?
184
Cruzó las manos detrás de la cabeza. —Ya que estás escapando de mí antes de
terminar nuestra conversación, tienes que traer una lista de tareas sexuales cuando
vengas esta noche.
—¿Una lista de tareas sexuales?
—Así es. Quiero una lista de todo con lo que has fantaseado.

No podía creer que estuviera haciendo esto. Hice trampa y busqué en Google
una lista de cosas que hacer antes del sexo para darme algunas ideas. Luego había
revisado una por una y anotado las cosas que creía que podrían tener potencial.
Mirando la última entrada de mi lista, garabateé sexo en público y mordí la
punta de mi bolígrafo. ¿Podría tener sexo en público?
Demasiada gente tiene cámaras.
¿Es seguro hacerlo?
Lo dudo.
Pero maldita sea... tenía que admitir que la idea de hacerlo en público con
Holden era bastante tentadora. Por otra parte, la idea de hacerlo en cualquier lugar
con Holden me hacía sentir un cosquilleo en todo el cuerpo. Así que lo puse de nuevo
en la lista, pero añadí un gran signo de interrogación después.
¿Qué tal un trío?
¿Con otra chica?
Definitivamente no. No podría compartir a Holden.
¿Qué tal otro tipo?
¿Para qué necesitaba eso? Holden era más que suficiente.
¿Juguetes sexuales en pareja?
Claro. ¿Por qué no? Tenía algunos juguetes propios, pero no era algo que
Warren y yo hubiéramos explorado juntos. Apuesto a que sería caliente si Holden
usara uno conmigo.
¿Masturbación mutua?

185
Esa definitivamente iba a estar en mi lista. Solo de imaginarme a Holden
acariciándose mientras miraba se me hacía difícil quedarme quieta en mi asiento.
¿Ser dominado por su pareja?
Creo que yo también podría entrar en eso también.
Ya había descubierto que Holden tenía un don de mando natural cuando se
trataba de sexo, y eso me encantaba. Y como ya confiaba en él, la idea de someterme
no me asustaba. Me excitaba un poco. Pero hoy tenía mucho trabajo que hacer, y
hacer esta lista me impedía pensar con claridad. Así que antes de obligarme a
centrarme en mi trabajo, le envié un mensaje al hombre responsable de mi
distracción.
Lala: Esta lista fue una mala idea.
Mi teléfono vibró con una respuesta inmediata.
Holden: ¿La lista de tareas sexuales?
Lala: Sí. Tengo un montón de trabajo que hacer, y ahora estoy
completamente distraída, pensando en las cosas que escribí.
Holden: ¿Qué fue lo último que escribiste en tu lista?
Lo último que había escrito era lo más arriesgado, así que me debatí, pero
luego dije que a la mierda. Me había pasado veintiocho años siendo conservadora.
Era hora de vivir un poco al límite.
Lala: Ser dominado por tu pareja.
Los puntos comenzaron a saltar, luego se detuvieron. Un minuto después,
comenzaron de nuevo y se detuvieron una vez más antes de que finalmente llegara
un mensaje.
Holden: ¿A qué hora almuerzas?
CAPÍTULO 18
Holden
P
or dónde empezar...
Por dónde empezar...
Me sentía como un muerto de hambre en un buffet.
Había tantas cosas que quería hacer con Lala y no podía contenerme.
Acabábamos de estar juntos esta mañana, pero necesitaba volver a verla ya. No podía
esperar hasta esta noche. En mi defensa, había esperado mucho tiempo para esto.
186
Finalmente respondió a mi mensaje.
Lala: Almuerzo en una hora.
Mi pene se agitó. Siempre había tenido un gran apetito sexual, pero ahora era
Holden con esteroides.
Holden: Bien. Voy a reunirme contigo.
Lala: Okay. . ¿Algún lugar en particular al que quieras ir?
Holden: Abajo en ti.
Lala: ¿Dónde se supone que debemos hacer eso?
Holden: Oh, Lala, no tienes idea de lo ingenioso que puedo ser.
Lala: OMG
Hice una parada rápida en la farmacia antes de conducir hasta el trabajo de
Lala.
Un par de minutos después de avisarle de que había llegado, salió por las
puertas giratorias de su edificio. Me acerqué a ella y la besé en la acera, delante de
la multitud. No me importaba cuántos espectadores hubiera. Había esperado
demasiado como para que esto me importara.
Cuando la solté, tomé su mano y le indiqué el camino.
Sus rizos rubios ondeaban al viento mientras la emoción llenaba sus ojos. —
¿Adónde vamos?
Sonreí. —Mi furgoneta, en realidad.
—¿Quieres tener sexo en tu furgoneta? ¿Y si nos ve alguien con quien trabajo?
—No te preocupes. Eso no va a pasar.
Llegamos al garaje donde había estacionado mi vehículo, ahora
completamente a oscuras.
Lo miró por encima. —Ni siquiera voy a preguntar por qué tienes estas
cubiertas de ventana a mano.
—Probablemente sea mejor que no lo hagas.
—Hombre espeluznante —bromeó.
—Culpable. —Levanté la mano—. Bienvenida al lado oscuro, Lala.
—Sin embargo, eres el hombre más sexy que he visto. Seguro que las mujeres
se ofrecerían voluntariamente para ser secuestradas por ti.
—La adulación la llevará a todas partes, señorita Ellison. —La apoyé contra la
furgoneta, presioné mi cuerpo contra el suyo y acaricié su cuello—. Jodidamente te
187
extrañé.
—Solo han pasado unas horas, pero esta mañana ha sido una tortura, ¿verdad?
—Inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, dejando escapar un suspiro de
satisfacción mientras yo chupaba su piel.
La conduje a la parte trasera de la furgoneta, que había despejado, y Lala se
quitó la chaqueta.
—Por cierto, ya he comí —dijo—. Ya que sospechaba que no se comería
durante el almuerzo.
—Oh, habrá comida. Confía en mí. Hablando de eso, quítate los pantalones y
abre esas hermosas piernas para mí.
Se quitó los pantalones con avidez antes de quitarse la ropa interior, de modo
que quedó desnuda de cintura para abajo. Luego deslizó la camisa por encima de su
cabeza, quedándose solo con un sujetador de encaje.
Bajé la cabeza y pasé la lengua por su clítoris con lentos pero intensos
movimientos circulares, bajando cada vez más hasta que mi lengua encontró su
camino hacia su culo, lamiendo alrededor y luego arriba y abajo. Su respiración se
intensificó.
No estaba seguro de si eso era bueno o malo, así que me detuve.
—Sé que nunca has tenido sexo anal, pero ¿alguien te hizo esto alguna vez?
—No.
—¿Quieres que siga?
—Sí. —Ella jadeó—. Por favor. Eso se sintió bien.
Prácticamente temblando de necesidad, empecé a explorar su culo con la
lengua, moviéndola muy despacio dentro y fuera de su perfecto y apretado culito.
Sus piernas se agitaron. Sin poder contenerme más, me levanté y saqué el
condón de mi bolsillo.
—Dime lo que quieres —dije con voz ronca.
—Creo que yo... —Dudó.
—¿Qué, Lala?
—Quiero probar el anal.
—¿Ahora?
—Sí. Lo que acabas de hacerme me hizo desearlo.

188
Joder, sí.
—Solo te lo advierto, si saltamos directamente a eso, no duraré mucho.
—No pasa nada. Siento que puedo venirme en cualquier momento de todos
modos.
Bueno, de acuerdo. Respiré profundamente para orientarme. Ella nunca había
hecho esto antes, así que no se puede ir por todas. Tenía que tomármelo con calma y
asegurarme de no lastimarla. Eso también me recordó...
—Quiero que sepas que hace dos semanas fui al médico y me hicieron pruebas
de todo. Puede que te sientas mejor si no uso nada. Pero no sé cómo te sientes al
respecto. ¿Me dejarías?
Después de un momento, dijo: —Sí. Confío en ti.
Sí.
—Gracias.
No había palabras para describir lo excitado que me ponía lo que estaba a
punto de hacerle. Tiré el condón a un lado, incapaz de comprender la suerte que
había tenido. Busqué en el asiento delantero un tubo de lubricante que había
comprado por si acaso.
—Vine preparado. Y no, no llevo lubricante en mi asquerosa furgoneta. —Me
reí entre dientes—. Hice una pequeña excursión a la farmacia esta mañana para estar
preparado para cualquier cosa.
Me miró, acostada boca arriba, y sonrió, esperando mi siguiente movimiento.
Abrí el lubricante y eché un poco antes de usar mi dedo medio para explorar su
agujero. Lo introduje en su culo hasta el fondo.
—¿Cómo se siente? —susurré.
—Bien.
—¿Quieres que añada otro dedo?
Mordió su labio inferior y murmuró: —Sí.
Mientras introducía lentamente un segundo dedo, utilicé la otra mano para
masajear su clítoris. Mis dedos ya estaban dentro. Todavía estaba muy apretada, y no
estaba del todo seguro de que mi polla fuera a caber fácilmente. Solo había una
manera de averiguarlo.
—¿Te sientes preparada para mí? —pregunté.
—Lo estoy.
—Abre más las piernas. Quiero que te toques mientras me follo tu hermoso
culo.
Lala comenzó a masajear su clítoris mientras yo bajaba los pantalones hasta mis
tobillos. Saqué mi polla dura como una roca y la acaricié un par de veces, a punto de
venirme por la mera idea de lo que estaba a punto de hacer.
—Dime si te hago daño, ¿De acuerdo? Me detendré.
189
—De acuerdo —musitó.
Eché lubricante en la palma de mi mano y lo froté sobre mi pene. Coloqué la
cabeza de mi polla en su abertura y la moví con movimientos lentos y circulares
durante un rato, hasta que por fin intenté penetrarla por primera vez. Poco a poco, fui
penetrando más y más. Pasaron varios minutos hasta que conseguí introducirme hasta
la mitad. Me moví con movimientos lentos y controlados, no solo porque temía
lastimarla, sino porque corría el riesgo de perder el control en cualquier momento.
—Estás tan jodidamente apretada... —Gemí—. ¿Está bien si trato de ir más
profundo?
Asintió entre respiraciones agitadas. —Sí, se siente bien.
Lala dobló más las piernas e inclinó el culo para permitirme un mejor acceso.
Al final, entré hasta el fondo y me moví con libertad.
—Nunca en mi vida me había sentido así —murmuré.
Era la maldita verdad.
—Puedes ir más rápido... —dijo.
¿Yo estaba tratando de ser suave aquí y ella quería más? No estaba seguro de
poder soportarlo.
—Cuando me venga dentro de ti, Lala, quiero que pienses en que eres mía y
solo mía, cariño. ¿Entendido?
—Mmm-hmm. —Se apretó a mi alrededor por un momento, casi haciendo que
me viniera.
Deslizándome dentro y fuera con facilidad ahora, le dije: —Me dices cuando
estés lista.
Seguí follándola lentamente, mis ojos alternaban entre girarse de placer y
verme entrar y salir de ella, que era prácticamente lo más caliente que había tenido
el placer de presenciar.
Unos minutos después, empezó a masajearse más rápido.
—Vente dentro de mi culo, Holden. Estoy lista.
Sus palabras me deshicieron por completo mientras empujaba profundamente
dentro de ella una vez, mis bolas golpearon mientras explotaba, llenándola con mi
semen caliente y bombeando dentro y fuera hasta que no quedó nada. Mierda. ¿Qué
acaba de pasar? Eso fue fenomenal. Cuando los dos nos recuperamos, bajé la cabeza
hasta su pecho.
Su cuerpo temblaba de risa. —Casi tengo miedo de que salgas.
—No te preocupes. Te limpiaré bien antes de que tengas que volver.
190
—No estoy segura de que haya mucho que puedas hacer. Es posible que tenga
que usar el baño del trabajo durante media hora. —Se rió.
—Lo siento, sí. —Me incliné para besar su frente—. Lo entiendo.
—No te disculpes. Se sintió increíble. Especialmente cuando llegaste.
—Increíble ni siquiera describe adecuadamente lo que sentí, hermosa. —Pasé
mi pulgar por sus labios—. Gracias por confiar en mí.
Me separé lentamente de ella y saqué de mi bolso una toalla que había
empacado, sabiendo que podría necesitarla. Se la entregué. Después de que se
aseara, lo mejor que se podía en la parte trasera de una furgoneta, miré mi teléfono.
—Todavía tenemos como quince minutos antes de que tengas que volver.
Dijiste que habías comido, pero ¿quieres un helado o algo?
—¿Anal y helado? —Se echó a reír histéricamente—. ¡Vaya, hombre romántico!
—¿Qué puedo decir? Soy un tipo romántico. —La sujeté debajo de mí y le hice
cosquillas—. Así es como lo hacemos en el Creepy Lunchtime Van Express, nena.

Lala vino a mi casa inmediatamente después del trabajo y tuvimos sexo unas
cuantas veces más esa noche.
Podría parecer mucho, pero si se tenían en cuenta nuestras prolongadas
semanas de juegos preliminares, simplemente estábamos recuperando el tiempo
perdido.
Eran más de las 9 de la noche cuando por fin salimos de la cama y fuimos a la
cocina para decidir qué prepararnos para comer.
Lala se apoyó en la encimera mientras yo miraba la nevera.
—Entonces, hoy eliminaste tres elementos de mi lista —dijo.
—Déjame ver... analingus, anal, y sexo en un auto, ¿verdad?
—Sí. —Soltó una risita.
—No está mal para un día de trabajo, ¿eh? —le guiñé un ojo.
—Eres un caballo de batalla, Holden. —Ella suspiró. Entonces su tono cambió—
. Entonces... hay algo que necesito decir.
Cerré la nevera y me giré hacia ella, prestándole toda mi atención.
191
—¿Qué pasa?
Lala jugueteó con sus manos. —Aunque te dije que estaría dispuesta a todo, en
realidad hay una cosa que no estaría dispuesta a hacer contigo.
—De acuerdo... —Parpadeé—. Te escucho.
—Sé que puedo parecer ansiosa y curiosa y todo eso, pero quiero dejar claro
que nunca me parecería bien compartir. Así que los tríos están descartados.
No pude evitar sonreír mientras me acercaba y rodeaba su culo con mis manos.
—Eso es gracioso.
—¿Por qué?
—Porque ahora mismo no puedo ni pensar en nadie más, y mucho menos
invitarlo a nuestra cama, Lala. Nunca querría compartirte con nadie, ni hombre ni
mujer. La idea de que alguien más te toque revuelve mi estómago. Eres la única chica
por la que me he sentido así. —Besé su nariz—. De todos modos, tengo una regla en
cuanto a los tríos.
—¿Cuál?
—Nunca esperaría que una mujer me compartiera si yo no pudiera también
compartirla. Tiene que ser una calle de doble sentido. Y bajo ninguna circunstancia
estaría dispuesto a compartirte.
—¿Desde cuándo tienes esa regla?
—Me la acabo de inventar. —Sonreí satisfecho.
Ella golpeó mi pecho. Nuestras miradas se cruzaron y su expresión volvió a ser
seria.
La acerqué más. —¿Qué tienes en mente, cariño?
Me miró. —No quiero que se acabe nunca esta sensación de despreocupación.
Tomémonos esto día a día, sin preocuparnos de adónde va. No estoy lista para pensar
en cómo definir lo que estamos haciendo.
—No necesitamos definir nada en este momento —dije, aunque ya me
preocupaba lo que iba a pasar cuando terminara su proyecto de investigación—.
Obviamente tendremos que definir las cosas cuando termine tu contrato, pero eso no
es hoy.
—Sí. —Frunció el ceño—. No puedo pensar en eso ahora.

192
—No lo hagamos, entonces.
Terminé corriendo al mercado, ya que mi nevera estaba bastante vacía.
Cenamos pollo asado, puré de patatas instantáneo y brócoli al vapor. No era nada del
otro mundo, pero era comestible, y Lala comió todo lo que había en su plato.
Estábamos en mi cocina, tomando una copa de vino después de cenar, cuando
me dijo: —Probablemente debería volver a mi apartamento para no despertarte por
la mañana cuando tenga que levantarme para ir a trabajar.
Bajé mi copa. —Quédate conmigo. Prometo dejarte dormir un poco.
—No sé si creer eso. —Ella clavo su dedo en mi pecho.
Mi pene se puso rígido. Jesús, todo lo que tenía que hacer era pincharme con
su dedo índice, y yo ya estaba listo para pincharla. Ella tenía razón. No dormiría nada
si se quedaba a dormir. Maldición, era débil.
Aun así, insistí. —¿Qué tengo que hacer para convencerte de que te quedes?
En ese momento llamaron a la puerta. Sin pensarlo bien, la abrí sin comprobar
antes quién era. Mala idea. Había una rubia que reconocí vagamente. Mierda...
—Hola, Holden. —Sonrió—. Por favor, dime que me recuerdas.
Creo que su nombre era Piper. Tuvimos una aventura de una noche a principios
de año. Esto no es bueno. ¿Por qué diablos está ella aquí?
—¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas de mí? —preguntó.
Ignoré su pregunta. —¿Qué estás haciendo aquí?
—Sé que ha pasado tiempo desde aquella vez que salimos después de tu
espectáculo. Estaba por la zona y me acordé de ti. Pensé en arriesgarme, pasar y
saludarte. —Miró más allá de mí hacia Lala, que tenía la mano en su estómago, como
si estuviera a punto de vomitar.
Las mejillas de la mujer enrojecieron. —Oh... Dios. Lo siento. No quise
interrumpir.
—Sí, no quiero ser grosero, pero yo...
—Bueno... —Sacudió la cabeza—. Sí. —Dio un paso atrás—. Olvida que vine.
Piper (¿creo?) se dio la vuelta y regresó al pasillo.
Pero el daño ya estaba hecho. Si no me sintiera tan mal por Lala, podría
haberme sentido mal por lo frío que acababa de ser con alguien que realmente no se
lo merecía. Pero ahora mismo me importaba una mierda todo el mundo menos Lala.
La miré, sintiéndome como una mierda.
Me aclaré la garganta. —Era... alguien a quien no había visto en al menos seis
meses, Lala... mucho antes de que te mudaras aquí. Yo…
Su rostro se enrojecía por momentos. —No pasa nada. No tienes que dar
explicaciones.
—¿De verdad? Porque puedo ver en tu rostro que no estás bien, lo que me dice
193
que sí tengo que explicarte.
Ahora le estaba saliendo un sarpullido en el cuello. Estupendo.
Se encogió de hombros. —Quiero decir, no hace falta explicación, ¿verdad?
Obviamente sé lo que vino a buscar.
—Tal vez —admití—. Pero no importa una mierda para qué vino aquí. Es solo
un fantasma del pasado.
Por mucho que intentara apaciguar la situación, seguía siendo un asco y, desde
luego, no ayudaba a mi causa. Ya era bastante difícil superar mi pasado de promiscuo
sin que llamara literalmente a mi puerta.
—Dime cómo te sientes, Lala. No te contengas. Si no confías en mí, dímelo.
—No es eso. —Dejó escapar un largo suspiro—. Es solo que me da rabia pensar
en ti con otras mujeres, aunque sea una parte de tu vida que no puedo borrar.
Levanté una ceja y me acerqué lentamente a ella. —Rabia, ¿eh? ¿Por qué no
descargas tu ira conmigo, entonces?
Lala me miró un momento, jadeando, antes de levantar mi camiseta y clavar las
uñas en mi pecho. —Siento que esto es mío.
Mi polla se levantó al máximo. Eso es tan sexy.
—Entonces toma lo que es tuyo —exigí.
Sus ojos se llenaron de deseo mientras miraba mi cuerpo. No tenía ni idea de
adónde quería llegar. Entonces Lala se arrodilló y bajó la cremallera de mis jeans.
Joder, sí. Definitivamente me gustaba Angry Lala.
Comenzó a acariciar mi polla antes de meterla en su boca hasta el fondo de su
garganta. Casi se atraganta antes de retroceder, solo para tragarme entero de nuevo.
Me estaba reclamando con su boca. No hace falta decir que me vine muy fuerte y
rápido, y ella se tragó hasta la última gota de mi semen.
Lala lamió sus labios mientras se levantaba.
—Guau. —Me esforcé por recuperar el aliento.
—Si aparecen más chicas por aquí, eso es lo que vas a conseguir.
—¿Una mamada furiosa? Podría hacer que se alineen para que vengan,
entonces.
Ella se rió mientras envolvía mis manos alrededor de su rostro. Nuestros labios
chocaron y pude saborearme en su lengua mientras nos besábamos profundamente.

194
La levanté y ella me rodeó con las piernas. Gemí en su boca, bastante seguro de que
Laney Ellison iba a acabar conmigo.
Aunque se retrasó un poco, Lala insistió en volver a su casa aquella noche. La
anhelé cada segundo que estuvo fuera, sintiéndome aún como una mierda por el
hecho de que Piper (¿Petra?) se hubiera pasado por aquí. Aunque Lala lo había
manejado como una campeona, estaba seguro de que le recordaba todas las razones
por las que debía desconfiar de mí. Probablemente llegaría a la conclusión de que
todo esto era una mala idea cuando se le pasara el efecto del sexo. ¿Quién sabía
cuándo ocurriría eso? Claro, ella había roto su compromiso con Warren, pero todo el
asunto parecía demasiado bueno para ser verdad. Tenía la sensación de que su ex
prometido tampoco se iría sin pelear.
La idea de que él regresara para hacerla entrar en razón me atormentaba.

A la mañana siguiente, Owen pasó por aquí de camino al trabajo.


—¿Cómo va la búsqueda del club sexual? —pregunté mientras servía café.
—Aún no le hemos encontrado el lugar adecuado.
—Creo que tienes que pedirle a tu cliente un descuento en la membresía, una
vez que esté todo listo.
—No me uniré.
—¡Vamos! Sería bueno para tu lamentable trasero. ¿Cuándo fue la última vez
que tuviste algo de acción?
—¿Por qué siento que me preguntas eso para evitar tener que hablar sobre lo
que te has estado metiendo últimamente? Te has quedado callado, así que sé que eso
significa problemas.
Por mucho que no quisiera confesarle nada a Owen, me alegraba que se
hubiera pasado por aquí, porque necesitaba su consejo.
Tal vez pudo leer mi rostro porque inmediatamente preguntó: —¿Qué has
hecho, Holden?
Arqueé una ceja. —¿Seguro que quieres saberlo?
Entrecerró los ojos. —Te acostaste con Lala, ¿verdad?
—Antes de que me regañes, rompió su compromiso.
Se quedó boquiabierto. —¿En serio?
—Sí.
—Tienes una polla muy potente, Catalano. —Se rió entre dientes.
195
—Solo para aclarar, ella rompió su compromiso antes de que tuviéramos sexo.
—De acuerdo... —Sacudió la cabeza—. No necesito saber los detalles, por
favor, ahórratelos, pero ¿por qué pareces tan jodidamente deprimido? ¿No es esto lo
que querías?
—Déjame preguntarte algo —dije—. Y sé sincero conmigo.
—De acuerdo. —Sacó una silla, tomó asiento y se cruzó de brazos.
—¿Crees que tal vez solo me está usando para el sexo y ni siquiera se da
cuenta?
Él rascó su barbilla por un momento.
—Es una pregunta imposible de responder. Pero no hay duda de que lo que le
estás dando no se parece a nada que haya probado antes. Estoy seguro de que la
novedad y la emoción forman parte de su intriga. Y no puedo garantizar que no vaya
a desaparecer. Sinceramente, Holden, creo que lo que pase después va a depender
de ti, no de ella.
—¿Qué quieres decir?
—Ya sabemos lo que Lala está buscando. Quiere una vida sexual excitante.
También quiere un hombre de confianza. Básicamente lo quiere todo, ¿y quién puede
culparla? ¿Pero es una vida estable algo que vas a ser capaz de darle? Quiero decir,
seguramente la excitación va a desaparecer para ti, también, en algún momento.
Esperaba por Dios que nunca lo hiciera y no podía imaginármelo.
—¿Qué pasa entonces, Holden? Creo que esa es la pregunta más importante.
Probablemente solo se irá si no vale la pena quedarse contigo.
Suspiré. —Sí...
—¿Puedes ser el tipo de hombre que Lala necesita a largo plazo? Esa sigue
siendo la pregunta persistente aquí. —Suspiró—. Y si la respuesta es sí, tienes mucho
trabajo que hacer para demostrarlo. No creo que nadie apueste por ti como
compañero de vida fiable. Tu historial es pésimo. Pero espero que nos demuestre que
estamos equivocados.

196
CAPÍTULO 19
Lala
L
a sonrisa desapareció de mi rostro cuando leí el nombre parpadeando en
mi teléfono celular.
Warren.
Supuse que sería Holden, ya que habíamos estado enviándonos mensajes de
texto sucios toda la mañana. Decidí no contestar, pero me sentía muy culpable
después de romper las cosas hace una semana y media y luego correr directamente
197
a la cama de otro hombre. Lo menos que podía hacer era comportarme como una
adulta y comunicarme.
Así que deslicé mi dedo y acepté.
—Hola, Warren.
—Hola, Laney. —Se quedó en silencio durante unos segundos—. ¿Esto está
bien? Quiero decir ¿puedo llamar?
Mi corazón se estrujó. —Por supuesto. ¿Por qué no iba a poder?
Suspiró. —No lo sé. Este es un territorio nuevo para mí, y no estoy seguro de
qué hacer.
—Bueno, lo siento si te hice sentir que no estaba bien llamar. ¿Cómo estás?
Volvió a guardar silencio. —Tal vez podamos hablar de trabajo o algo así. No
quiero empezar con una nota negativa.
—Por supuesto. Sí, claro. ¿Cómo van las cosas en el trabajo?
—Bastante bien. He estado trabajando mucho, manteniéndome ocupado, y esta
semana he logrado progresos sólidos en las células inmunitarias que he estado
diseñando, las de donantes sanos que estoy utilizando para atacar las células
cancerígenas de la sangre en pacientes en fase dos y tres.
—Oh, vaya. Te felicito. Cuéntame más.
Durante los siguientes veinte minutos, Warren explicó cómo utilizaba las
células T gamma para promover la progresión del cáncer mediante la inhibición de
las respuestas antitumorales. Nuestra conversación casi empezaba a parecer normal,
como si pudiéramos ser amigos sin que resultara extraño, hasta que llegamos a una
pausa y él se aclaró la garganta.
—¿Cuánto tiempo, Laney? ¿Es una semana, un mes, un año?
No estaba segura de lo que estábamos hablando, teniendo en cuenta que diez
segundos antes habíamos estado discutiendo el hecho de que su última investigación
podría pasar a un ensayo clínico en humanos en algún momento.
—¿Cuánto tiempo para qué?
—Dijiste que necesitabas un tiempo separada, para vivir como una mujer
soltera. Pero no sé qué significa eso. ¿Son solo unas semanas, o necesitas más tiempo?
Mi estómago se retorció. —No lo sé, Warren. Siento no poder ser más
definitiva, pero estoy muy confundida, y pensé que era injusto por mi parte que las

198
cosas siguieran por el mismo camino cuando no estaba preparada para ir hacia donde
nos dirigíamos en última instancia.
—Sé que no he sido un gran compañero. Trabajo demasiado y no he sido lo
suficientemente atento. Di por sentado lo que teníamos.
Negué con la cabeza. —No, Warren, no es culpa tuya en absoluto. Lo decía en
serio cuando dije que no habías hecho nada malo. Todo esto es culpa mía. Siempre
fuiste un novio muy bueno.
Su voz se tensó. —Debería haberme mudado a Nueva York contigo. Podría
haberme tomado una excedencia y demostrarte que tú y tu trabajo significaban más
para mí que quedarme aquí.
—Warren, no. Lo que pasó entre nosotros no es culpa tuya. Si me hubieras
ofrecido venir a Nueva York, no te habría dejado. Tu trabajo es muy importante, y
nuestra relación debería haber resistido unos meses separados mientras yo estaba
aquí. Donde estamos hoy no tiene nada que ver con Nueva York, la verdad. Creo que
a veces nos metemos en un camino y lo seguimos sin pensar realmente en el destino.
Caemos en una bonita rutina y seguimos adelante. Estar aquí me hizo detenerme y
cuestionarme muchas cosas sobre mí misma.
—Me encantaba nuestra rutina, y sé hacia dónde nos dirigíamos es
exactamente donde quiero estar, Laney. Me casaría contigo mañana, si eso te hiciera
feliz.
Eso fue una patada en el estómago. Pero eso es lo que me merecía. Me había
comprometido con él y le dije que sentía lo mismo, y luego tiré de la alfombra debajo
de sus pies sin previo aviso.
—Lo siento, Warren. Siento que estés herido.
—No lo sientas. Tómate el tiempo que necesites y vuelve conmigo. Te estaré
esperando. Ya no llevas mi anillo, pero eso no significa que mi corazón no esté
contigo. Te seré leal, mi amor.
Dios mío. Puse la mano en mi estómago, sintiéndome un poco mareada. No
sabía cómo responder, así que no lo hice.
Finalmente, Warren rompió el silencio. —Te dejaré ir —dijo.
—Gracias por llamar, Warren. Espero que las cosas sigan yendo bien en el
trabajo.
—Adiós, Laney.
Bajé el teléfono y estaba a punto de deslizar para finalizar la llamada cuando
escuché a Warren gritar.
—¡Espera! ¡Laney!
Volví a acercar el teléfono a mi oreja. —¿Sí? 199
—Me dirías si hubiera otro hombre, ¿verdad? ¿Hay alguien más?
Atrapada completamente desprevenida, entré en pánico. —No. No, Warren, no
hay nadie más.

—Hola, extraña. —Billie sonrió.


Había estado mirando al frente mientras pasaba por delante de la tienda de
tatuajes y no me había dado cuenta de que ella salía por la puerta, a solo unos metros
de distancia.
Parpadeé. —Oh. Hola, Billie.
—No estaba segura de si me habías visto. Parecías ensimismada.
Intenté sonreír. —Solo cansada.
Billie movió las cejas. —Escuché que no estás durmiendo mucho estos días. —
Se rió—. Lo siento, los chicos no pueden guardar un secreto. Pero probablemente
debería haber esperado hasta que me contaras lo de que Holden y tú estaban juntos
antes de empezar a hacer bromas.
Sacudí la cabeza. —No pasa nada. Tenía intención de bajar para decírtelo.
Me miró con los ojos entrecerrados. —¿Qué pasa?
—Nada.
Billie puso las manos en sus caderas. —Patearé el trasero de ese chico si ya te
ha molestado.
Me reí a medias. —Holden no ha hecho nada malo. Lo juro.
—Entonces, ¿qué te pasa? Me doy cuenta de que algo no va bien por tu sonrisa.
Mueves la boca, pero no el resto de tu rostro. Normalmente sonríes con todo tu rostro.
Respiré hondo y exhalé. —Warren llamó hoy.
—Oh chico. —Frotó su vientre de embarazada—. No puedo tomar nada, pero
parece que esta conversación necesita vino al menos para una de nosotras. Hay un
nuevo café a dos cuadras que sirve alcohol y postre. ¿Qué te parece si te buscamos
una copa y a este pequeño, o pequeña, un helado de brownie?
—Eso suena perfecto. Excepto que creo que necesitaré vino y postre.
Enganchó su brazo con el mío. —Ahora estás hablando mi idioma.
Quince minutos después, teníamos tres postres en la mesa y yo ya me había
bebido casi un vaso entero de vino.
200
—¿Así que tu ex te está haciendo pasar un mal rato? —Metió en su boca una
cucharada de brownie con helado de vainilla.
Negué con la cabeza. —Warren ha sido realmente increíble con todo. Me siento
muy culpable por haberme metido en la cama con Holden. Pasé directamente de
romper con mi prometido al apartamento de Holden.
—Aunque no puedo decir que me sorprenda. Llevan mucho tiempo jugando al
gato y al ratón. Debe haber mucha frustración contenida.
Asentí. —Hemos pasado mucho tiempo trabajando en eso los últimos días.
Billie sonrió. —Seguro que sí.
Bajé la mirada hacia mi vino. —Lo hemos pasado muy bien juntos. Y
definitivamente siento algo por Holden. Pero también siento algo por Warren. Puede
que ya no esté comprometida, pero una parte de mí siente que lo estoy engañando.
—Bueno, nuestros sentimientos no son como interruptores de la luz. No
podemos encenderlos y apagarlos. Lo ideal hubiera sido que pasara un tiempo entre
una relación y otra. Incluso cuando eres tú quien termina una relación, necesitas
tiempo para recuperarte. Pero tú y Holden.... —Billie se sirvió más brownie y helado
y habló con la boca llena—. No creo que nada pudiera haberlos detenido. Han estado
en rumbo de colisión desde aquel baile que compartieron en mi boda. Era imposible
no darse cuenta de cómo se miraban.
Bebí de un trago el resto del vino que quedaba en mi copa.
—No puedo dejar de pensar en lo que habría pasado si no hubiera venido a
Nueva York. ¿Y si no me hubiera dado cuenta de que necesitaba ver qué más hay ahí
fuera hasta después de dar el sí quiero? ¿Habría engañado a mi esposo?
Billie negó con la cabeza.
—No juegues al juego del “y si...”. No puede salir nada bueno de eso. Mira
hacia delante, no hacia atrás.
Nuestra camarera se detuvo en nuestra mesa. —¿Otro vino?
—Eso sería genial, gracias.
Cuando se marchó, Billie me apuntó con su cuchara. —Acabas de decir que
necesitabas ver qué más hay ahí fuera. ¿Es eso cierto? ¿O solo te interesa ver a
Holden?
—Sabes, durante toda mi vida he sido el tipo de persona que podría decirte
dónde planeaba estar dentro de cinco o diez años. Sabía en la escuela secundaria lo
que quería estudiar en la universidad, y cuando terminé la universidad, tenía la vista
201
puesta en conseguir mi propio estudio de investigación. Hace unos meses, creía ver
mi futuro con Warren. Pero ahora mismo, parece que no puedo ver más allá de hoy y
mañana, y esos días quiero pasarlos con Holden.
—A veces necesitamos vivir el momento.
Billie y yo nos sentamos en aquel café a hablar durante más de dos horas.
Durante ese breve espacio de tiempo, bebí de un trago cuatro copas de vino. No me
afectaron hasta que me puse de pie, pero entonces me tambaleé. Y mi amiga
embarazada acabó acompañándome a casa, cuando debería haber sido yo quien la
acompañara a ella.
La abracé delante del edificio. —Muchas gracias por escucharme.
—Cuando quieras, amiga mía. —Ella sonrió—. Te ves mejor.
—En realidad me siento mucho mejor. —Me incliné hacia ella, pero me olvidé
de susurrar—. El alcohol me pone cachonda, así que creo que voy a pasar por la casa
de Holden.
Un hombre que debía rondar los setenta se detuvo en la calle.
—Vivo en el 210 de West Street, apartamento 3B, si Holden no está disponible.
Billie y yo estallamos en carcajadas. Gritó por encima de su hombro mientras
me dirigía hacia la puerta del edificio.
—Ve por ellos, tigre.
Arriba, Holden abrió la puerta con un pantalón de chándal bajo y sin camiseta.
Llevaba unas baquetas en una mano, unos auriculares alrededor de su cuello y su piel
brillaba.
—Dios mío. —Hipé y tapé mi boca—. Te ves tan jodidamente sexy.
Mostró una sonrisa torcida. —¿Estás borracha?
—Creo que sí. —Sonreí y me incliné hacia delante—. Y también estoy muy
cachonda.
Tomó mi mano y me metió en su apartamento. Grité, pero me encantó cada
momento.
—No puedo esperar para follarte borracha.
Solté una risita. —Y yo que temía que me rechazaras porque eras demasiado
caballero para acostarte con una borracha.
—Mi polla estuvo en tu culo en la parte trasera de una furgoneta no hace mucho,
cariño. Creo que la caballerosidad, a la hora de follarte, hace tiempo que
desapareció.
—Eres un cerdo. —Resoplé una risa. 202
—Ya lo creo. Y estás llamando a mi puerta de todos modos. —Holden me
levantó y me puso en sus brazos.
Mientras caminaba hacia el dormitorio, acunándome, lamí una línea en su
pecho.
—Yum. Salado. —No estaba segura de sí era sudor o agua de la ducha.
—Llevo una hora tocando la batería. ¿Qué estabas haciendo?
—Bebiendo con Billie.
—Parece que te bebiste su parte y la tuya.
Sonreí. —Puede ser. Pero lo necesitaba.
—¿Mal día?
—Warren me llamó y me dijo que iba a serme leal. Luego me preguntó si había
alguien más.
Holden se congeló a dos pasos del dormitorio. —¿Qué le dijiste?
—Le dije que no había.
Me puso de pie. Demasiado borracha para darme cuenta de que el ambiente
de la habitación había cambiado, seguí en la tierra de Lala. Me arrodillé y busqué la
cintura del chándal de Holden. Pero él agarró mi mano y la apartó.
—¿Qué estás haciendo? —dije, aún sin darme cuenta y coqueteando—. Te
quiero en mi boca.
Holden puso sus manos debajo de mis axilas y me levantó.
—Estás demasiado borracha.
—Pero acabas de decir...
—Voy a traerte Motrin y agua.
Antes de que pudiera discutir, estaba a medio camino por el pasillo de camino
a la cocina. Estaba demasiado borracha para comprender que lo había disgustado. Al
cabo de unos minutos, me di cuenta de que también estaba demasiado borracha para
mantenerme erguida. Así que me senté en el borde de la cama y me dejé caer hacia
atrás. Pasaron unos minutos más y él seguía sin volver, así que bostecé y cerré los
ojos. Y eso fue lo último que recordé cuando me desperté a las seis y media de la
mañana siguiente.
Apoyándome en los codos, me sentí momentáneamente confusa sobre dónde
estaba. El apartamento de Holden y el mío se parecían mucho. Pero la gran pila de
bidones en la esquina del dormitorio me ayudó a darme cuenta. Aunque Holden no
estaba en la cama a mi lado. Froté el sueño de mis ojos y fui a buscarlo.
—Hey. 203
Lo encontré sentado a oscuras en la mesa de la cocina, bebiendo una taza de
café. Lo abracé por detrás y besé su cuello.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Pensando.
—¿Sobre qué?
Se giró y me miró a los ojos.
—Por qué no le dijiste a Warren que estabas con alguien más.
Oh, mierda. La aguja de un disco se detuvo. Anoche estaba un poco borroso,
pero debo haber compartido la conversación que Warren y yo tuvimos por teléfono.
Suspiré y me senté en el asiento frente a Holden.
—No se lo dije porque no quería lastimarlo. Acabo de terminar nuestro
compromiso hace unos días, y todo pasó muy rápido entre nosotros.
Él asintió, mirando su taza de café. —Así que prefieres hacerme daño a mí que
a él...
—No, no, no es así, Holden. De verdad que no. Es solo que... Me agarró
desprevenida con esa pregunta, y no tuve tiempo de pensar las cosas. Sonaba
molesto cuando llamó, y no me gusta herir a las personas, especialmente a los que
siempre han sido amables conmigo. No pensaba en absoluto que la respuesta que le
di para evitar que se enfadara te haría daño a ti. No quiero hacerle daño a ninguno de
los dos.
Holden levantó los ojos para mirarme.
—¿Es eso todo lo que quería? ¿Saber si estabas viendo a alguien más?
Negué con la cabeza. —Quería saber cuánto tiempo necesitaba. Supongo que
cuando terminé las cosas, le dije que necesitaba tiempo para mí.
Frunció el ceño. —¿Así que las cosas entre ustedes dos no se han terminado
para siempre? Solo están... ¿qué? ¿En espera? ¿Se han tomado una especie de
descanso? ¿Y yo solo soy el hijo de puta que necesitabas sacar de tu sistema antes de
casarte con el chico bueno?
—No, Holden. No es así.
—Dime cómo es, entonces. ¿Qué soy yo para ti?
—Me preocupo por ti. Ya lo sabes. He estado enamorada de ti desde que tengo
memoria.
—¿Sigues enamorada de Warren?
Todas estas preguntas hicieron que mi cabeza se sintiera como si fuera a
explotar. Rompí las cosas con Warren y salté a la cama con Holden y no me tomé el
tiempo para averiguar lo que estaba haciendo. Sin embargo, no quería mentir. Eso
204
solo complicaría más las cosas.
—No sé cuáles son mis sentimientos, Holden. Tengo mucho que resolver.
Se apartó de la mesa, las patas de su silla rozaron la baldosa, y y se levantó.
—Parece que lo único que sabes es que quieres follar conmigo. —Señaló el
pasillo que conducía a su dormitorio—. ¿Debería ir a masturbarme para estar listo
para cuando te apetezca?
—Holden...
Pasó una mano por su cabello. —Pensándolo mejor, voy a ducharme. La señora
de la 408 necesita que le limpien las tuberías. Parece que es para lo único que sirvo
estos días.

Más tarde, esa misma noche, seguía deprimida cuando salí a la escalera de
incendios con una copa de vino. No había tenido noticias de Holden en todo el día, y
no podía decir que lo culpara por estar disgustado. A nadie le gusta sentir que no es
lo suficientemente importante. En el transcurso del día de hoy, había pensado mucho
en por qué le había mentido a Warren. Y no tenía nada que ver con Holden. Estaba
avergonzada de mis propias acciones, de cómo no pude esperar ni veinticuatro horas
después de romper mi compromiso antes de saltar a la cama con otro hombre. No
tenía autocontrol cuando se trataba de Holden Catalano. Y mientras disfrutaba
egoístamente de las ventajas de esa falta de autocontrol, no me había detenido a
pensar en las consecuencias que traería ceder.
Perdida en mis pensamientos sobre cómo podría haber manejado mejor las
cosas, llevaba unos sorbos de vino cuando abrió la ventana. Salió y se sentó en el
borde más cercano al mío.
—Hola —dijo.
—Hola.
Bajó la mirada, sacudiendo la cabeza.
—Lamento cómo actué esta mañana.
—Yo también lo siento. Te juro por Dios, Holden, que mentirle a Warren no tuvo
nada que ver contigo. No estaba tratando de esconderte. Simplemente no quería
lastimarlo. Y si te soy sincera, estoy un poco avergonzada por mi falta de autocontrol.
Me abalancé sobre ti en cuanto volví a Nueva York después de romper con mi
prometido. No me detuve a pensar que no tener mis emociones ordenadas podría
205
hacerles daño a otras personas. —Se me saltaron las lágrimas—. Solo actué por
impulso.
Holden atravesó los barrotes de nuestras escaleras de incendios y acarició mi
mejilla.
—No llores, cariño. —Sonrió—. Tu falta de autocontrol es lo mejor que me ha
pasado en mucho tiempo.
Cubrí su mano en mi mejilla con la mía. —Espero que puedas aceptar mis
disculpas.
—Solo si puedes aceptar la mía. Entiendo que necesites algo de tiempo, y no
debería haber intentado obligarte a poner una etiqueta a lo que sea que esté pasando
entre nosotros. Fuiste sincera sobre lo que querías desde el principio. Vamos a
divertirnos.
Mis hombros se relajaron por primera vez en el día. —¿De verdad? ¿Lo dices
en serio?
—Sí. —Levantó un dedo—. De hecho, te compré un pequeño regalo de disculpa
destinado precisamente a eso: divertirte. Ahora vuelvo.
Holden subió a su apartamento y salió un minuto después con una caja roja con
un gran lazo blanco atado alrededor. La deslizó entre los barrotes de nuestras
escaleras de incendios contiguas con una sonrisa.
—Esto hará que ambos olvidemos nuestro pequeño desacuerdo de esta
mañana.
La caja no tenía marca. La agité. —¿Es licor? Porque creo que la copa de vino
que estoy bebiendo es más que suficiente después de mi velada con Billie anoche.
—Ábrelo y descúbrelo.
—¡Bueno! —Me sentí como un niño en la mañana de Navidad mientras desataba
el lazo y levantaba la tapa de la caja. El interior estaba forrado de terciopelo y
contenía dos objetos, uno de los cuales reconocí. Sonreí y tapé mi boca.
—Oh, Dios mío. ¿Me compraste un vibrador?
—Está en tu lista. Creo que era el número seis: jugar con juguetes juntos. Por
cierto, no me di cuenta de que todo lo que tenemos que hacer es escribir lo que
queremos para que nuestros deseos se hagan realidad. Seguro que este año Papá
Noel se va a quedar boquiabierto…

206
Me eché a reír. —Estás muy loco. Pero ¿qué es esta otra cosa?
—Cada uno tiene un juguete. Ese es para mí. — Sacó el celular de su bolsillo y
lo levantó—. Se sincroniza con un teléfono. Yo ya he conectado el mío. Insertamos esa
parte dentro de ti, y puedo hacerla vibrar, pulsar o retumbar desde cualquier parte
del mundo.
Mis ojos se abrieron de par en par. —¿Retumbar?
Sonrió. —Quieres ir a probarlo, ¿no?
Cubrí mi sonrisa con la mano.
—Tomaré esa sonrisa como un sí —dijo—. Ahora ve a desnudarte. Te quiero
abierta de piernas en la cama antes de que llegue a la puerta de al lado para que
podamos consumar mi disculpa.
CAPÍTULO 20
Lala
E
ra increíble lo emocionantes que eran los fines de semana ahora que
sabía que los pasaría con Holden. El fin de la semana laboral no podía
llegar lo suficientemente rápido.
El viernes por la noche, después de llegar a casa, me di una larga ducha antes
de ir a su apartamento. A medida que el agua caía sobre mí, me sentía en la cima del
mundo, cada vez más emocionada por nuestros planes para el fin de semana, aunque
no tuviera ni idea de cuáles eran.
207
Muy fresca y preparada para lo que la noche me deparara, con suerte, sexo
increíble, me fui a casa de Holden.
Cuando abrió la puerta, estaba increíblemente guapo con su gorro gris y una
camiseta burdeos lisa. Mis pezones se pusieron rígidos con solo verlo. Pero mi
calentura se interrumpió cuando lo miré a los ojos y sentí que algo no iba bien.
—¿Qué pasa, Holden? Pareces deprimido —le dije.
Suspiró. —Sí, tenemos que hablar. Ha surgido algo.
Oh, no. Mi estómago se revolvió al pensar en los peores escenarios. ¿Hemos
terminado?
—De acuerdo... —Tragué saliva.
—Así que... nuestro manager llamó hace un rato para decirme que nos había
reservado un montón de nuevos conciertos.
Parpadeé. —Eso es bueno, ¿verdad?
Frunció el ceño. —Están todos en la costa oeste, Lala.
Tarde unos segundos en darme cuenta. No dijo lado oeste. Dijo costa oeste. ¿Se
va?
—Oh... —Una sensación de temor me invadió—. ¿Sabías que esto era una
posibilidad?
Asintió. —Sabía que estaba trabajando para que nos contrataran allí en algún
momento, pero hizo que pareciera que no iba a suceder hasta dentro de un tiempo.
Ahora nos está diciendo que hizo varias paradas desde Oregón hasta el sur de
California. Por lo visto, conoció a un representante que hizo que todo saliera bien.
Respiré profundamente. —¿Cuándo pasará todo esto?
La mandíbula de Holden se tensó. —Se supone que volaremos allí la semana
que viene.
¿Qué? —Vaya. La semana que viene. —Froté mi estómago con náuseas—.
¿Cuánto tiempo estarás fuera?
—Al menos dos semanas. Eso es lo que hay previsto hasta ahora. Pero podría
ser más tiempo.
Dos semanas no era tanto tiempo, pero de algún modo sabía que me parecería
una eternidad.
Holden debió de percibir mi pánico interior cuando me quedé sin habla.
—¿Sabes qué? Ven aquí —dijo mientras me abrazaba—. Ni siquiera te había
abrazado antes de soltarte esto. —Respiró en mi cuello—. Si esto tan increíble no
208
estuviera sucediendo entre nosotros, me alegraría irme, pero ahora todo es diferente.
No quiero nada más que disfrutar cada minuto contigo mientras estés en Nueva York.
Cuando Holden me soltó, me quedé un momento mirando las farolas de su
ventana, incapaz de mirarlo a los ojos.
—¿Cómo es posible que tu jefe te proponga algo así con tan poca antelación?
Holden rascó su barbilla. —Bueno, es lo que tiene el negocio de la música. Se
espera que lo dejes todo y aproveches las oportunidades cuando llegan. Tengo la
suerte de que los chicos y yo nos entendemos en cuanto a mi trabajo aquí. Saben que
la música es lo primero.
Correcto. La música es lo primero. No olvides eso, Lala.
—¿Qué hay de los otros miembros de la banda? —pregunté—. ¿Tienen trabajos
que puedan dejar?
—Todos hacen trabajos parecidos al mío y tienen tratos con sus jefes. Si surge
una oportunidad, la música tiene prioridad. Obviamente, con todo lo que manejo por
aquí, tendremos que contratar un servicio temporal para hacer el mantenimiento, que
tenemos en nuestro presupuesto. Los chicos siempre han sabido que esto podría
ocurrir y que yo tendría que ausentarme. Así que lo hemos previsto.
Estaba segura de que sería la única a la que no le parecería bien que se fuera.
Pero no era porque no quisiera que tuviera la oportunidad. Quería todo el éxito del
mundo para él. Simplemente no quería separarme cuando las cosas acababan de
empezar entre nosotros.
Volví a mirar por la ventana aturdida.
Holden colocó su mano suavemente en mi barbilla y levantó mi rostro y me
miró a los ojos. —Háblame, Lala.
—Bueno, obviamente estoy completamente deprimida por esto, pero nunca en
un millón de años trataría de interponerme en tu camino. Es lo que es, y estoy muy
orgullosa de ti, Holden. —Me acerqué y presioné un casto beso en sus labios.
—Gracias, cariño. Es algo muy importante, ya que hay muchos ejecutivos de la
música por ahí. El objetivo es intentar que algunos de ellos vengan a nuestros
conciertos.
—Sí. Eso tiene sentido. —Mi mirada se desvió hacia el suelo.
Holden volvió a levantar mi barbilla para que lo mirara a los ojos.
—Lo último que quiero hacer ahora mismo es irme. Pensar en eso me está

209
matando.
Pasé una mano por su barba incipiente.
—Solo son dos semanas, ¿verdad? Y seguiré aquí cuando regreses.
—Dos semanas parecerán dos malditos años. Ambos lo sabemos.
Exhalé. —Cualquier persona en tu vida tiene que esperar este tipo de cosas.
Nunca querría obstaculizar tus aspiraciones musicales ni atarte.
—Bueno, siempre puedes atarme en sentido literal. Aún no lo hemos intentado
—bromeó, forzando una sonrisa—. Y si esto te está molestando de verdad, quiero que
seas sincera conmigo, incluso si todavía tengo que irme. Quiero saber lo que estás
pensando ahora mismo.
Suspiré. —Solo me entristece porque no podré estar contigo. Pero que esté
triste no significa que no esté también increíblemente feliz de que tengas esta
oportunidad.
Me tomó en brazos y me levantó del suelo, haciéndome girar mientras gemía.
Envolviendo sus manos alrededor de mi trasero, dijo:
—¿Qué te parece esto? Tenemos una semana juntos antes de que tenga que
irme. —Me dejó en el suelo—. Prometamos que será la mejor maldita semana de
nuestras vidas, que nada se interpondrá en nuestro camino para disfrutar plenamente
el uno del otro.
—De acuerdo. —Sonreí, haciendo lo posible por ocultar mi sensación de
fatalidad inminente.
No lo había visto venir, pero debería haberlo hecho. Ésa es la cuestión. Esta
noticia fue una bofetada de realidad sobre lo que era ser la chica de un músico. Quizá
era mejor que lo experimentara ahora y no más tarde. Necesitaba entender en qué
me estaba metiendo.
Esta noche, Holden hizo todo lo posible por distraerme de su partida. Me llevó
a un restaurante italiano llamado Vincente's Trattoria que tenía ganas de probar.
Prometí relajarme y disfrutar de mi tiempo con él, sobre todo ahora que sabía lo
valioso que era ese tiempo.
Bajo las tenues luces, con la lejana música italiana sonando, casi había
conseguido olvidar lo malo cuando apareció nuestra hermosa camarera.
En lugar de saludarnos de forma normal, la atractiva morena simplemente miró
hacia Holden y dijo: —Oh.
No tardé mucho en darme cuenta de lo que pasaba.
—No sabía que trabajabas aquí —dijo finalmente.
210
—Bueno, empecé hace unas semanas. —Se giró hacia mí—. Uh, hola, soy
Sasha... una amiga de Holden.
Una amiga. Sí, claro.
Parecía nerviosa y negó con la cabeza. —De todos modos, ¿qué puedo
ofrecerles para beber?
La mesa se quedó en silencio unos segundos antes de que Holden dijera: —
Tomaré una copa de cabernet. —Se giró hacia mí—. ¿Lala?
Tragué saliva. —Tomaré una copa de chardonnay.
Sasha se aclaró la garganta. —Enseguida vuelvo con eso.
Cuando se marchó, dejé la servilleta de tela sobre mi regazo.
—Bueno, preguntaría quién era, pero estoy bastante segura de que puedo
sumar dos y dos.
Los ojos de Holden se clavaron en los míos. —No sabía que trabajaba aquí. No
te habría traído aquí si lo supiera.
—¿Por qué? —Me encogí de hombros, tratando de no perder la calma—.
Quiero decir, ¿cuál es la diferencia? He visto chicas en tus conciertos con las que
solías enrollarte. Parece que no podemos ir a ningún lugar en esta ciudad sin
encontrárnoslas. —Resoplé.
Aunque sé que la amargura y los celos no me sentaban bien, era imposible
ocultar mis sentimientos. Ya había estado luchando con la noticia de que se iba de
viaje durante dos semanas. Esto solo echó más leña al fuego.
Holden tomó mi mano. —Lo siento.
Sintiendo que mis emociones se disparaban, solté: —¿Con cuántas mujeres te
has acostado exactamente?
Sus ojos se abrieron de par en par.
No pude evitarlo. Siempre había sentido curiosidad.
—No tengo ningún problema en hablar de esto, Lala. Sabes que soy una
persona abierta. Pero el tema te molesta, así que tengo curiosidad por saber por qué
querrías ir allí ahora mismo, cuando ya estás lo suficientemente molesta.
Mi corazón martilleaba contra mi pecho. —Bueno... puede que tenga esta
ridícula cifra en mi cabeza, y puede que ni siquiera sea tan malo como creo.
El rostro de Holden se puso un poco rojo. Oficialmente lo había incomodado.
No era mi intención. Sabía que había ido demasiado lejos, pero parecía que ya no

211
había vuelta atrás.
—La verdad es que... no sé exactamente con cuántas mujeres me he acostado
—dijo al cabo de un momento—. Nunca las conté. Siempre estaba seguro, pero ha
habido... muchas. No te voy a mentir.
—¿Cientos? —pregunté, mientras mi curiosidad seguía sacando lo mejor de
mí.
No dijo nada.
Dios mío. ¿Miles?
—No cientos en plural —respondió—. Pero... docenas tal vez, si tuviera que
adivinar. —Exhaló y negó con la cabeza—. Nunca me importó ser juzgado por nada
de eso antes. Pero sí me importa tu opinión sobre mí. —Su rostro mostraba una
expresión seria—. Odio que mi pasado vuelva a perseguirme. Pero yo era quien era.
Y espero que sepas que, a pesar de eso, nada me ha importado tanto como estar
contigo ahora.
Mi pecho se oprimió. Era una persona horrible por haberlo avergonzado. De
repente salí de mi neblina de celos lo suficiente como para verlo.
—Dios, lo siento, Holden. Ahora mismo estoy muy enfadada conmigo misma
por cómo he llevado esta conversación.
—Tenías todo el derecho a hacerme esa pregunta. Lo entiendo, cariño. De
verdad que lo entiendo. Ni siquiera podía soportar la idea de que estuvieras con
Warren, y mucho menos si el camarero que vino a nuestra mesa era alguien con quien
habías estado encima. Entiendo cómo se sienten los celos. Solo lamento que hayas
tenido que experimentar este sentimiento varias veces debido a mi historia. Eso es
culpa mía.
—No me debes ninguna disculpa, Holden.
Cuando Sasha volvió con nuestras bebidas, prometí calmarme. Intenté aceptar
el hecho de que era hermosa. Intenté aceptar el hecho de que se había acostado con
Holden, e hice todo lo posible por seguir adelante y tratarla como trataría a cualquier
camarera, no a alguien que se había follado a mi novio.
¿Es mi novio?
En un momento dado, después de que nos dejara los entrantes, Holden dijo: —
Te agradezco que intentes fingir que no estás enfadada. Pero Lala, cuando tu cuello
se pone rojo, eso siempre es un indicio. Eso me dice que sigues afectada.
Maldita sea. —No es tanto que todavía esté molesta por ella —admití—. Es solo
que mis sentimientos por ti son cada vez más fuertes, y ahora mismo estoy
sensibilizada con cada pequeña cosa dado que te vas. Sé que no es una gran cantidad
de tiempo, pero es un recordatorio de cómo podría ser la vida si estuviéramos juntos.
—Di un largo sorbo a mi vino—. Es algo a lo que tendría que acostumbrarme.
Tragó saliva incómodo, y supe que entendía a lo que me refería, aunque no lo
hubiera dicho: Aún dudaba de que pudiera llegar a ser el tipo de hombre que sienta
212
cabeza.

Durante la semana siguiente, Holden y yo hicimos todo lo posible por pasar


cada noche juntos y no centrarnos en el hecho de que se iba. Cenamos juntos todas
las noches después de que yo llegara a casa del trabajo, y practicamos mucho sexo.
Pero la noche antes de que tuviera que irse de viaje, la realidad se impuso con
fuerza. Lo único que no habíamos hecho esta semana era quedarnos a dormir en casa
del otro, porque yo siempre tenía que madrugar y sabía que, si pasábamos toda la
noche juntos, ninguno de los dos descansaría. Pero esta noche era diferente.
Estábamos terminando de limpiar después de cenar cuando Holden me abrazó
por detrás.
—Sé que tienes que levantarte temprano por la mañana, pero realmente
necesito pasar la noche en tu cama esta noche —dijo.
Me giré hacia él. —Leíste mi mente. Claro que sí. No necesito dormir esta
noche. Solo te necesito a ti.
—Eres todo lo que necesito últimamente... y punto. —Holden me levantó y me
llevó a mi dormitorio, besándome apasionadamente. Mientras empezaba a
desvestirme, arrastré mis dedos entre su espeso cabello, bajando finalmente las
manos para quitarle la camisa. Sentía que no podía tenerlo dentro de mí lo
suficientemente rápido.
Una vez desnudos, caímos perezosamente sobre la cama. Holden sujetó mis
manos por encima de mi cabeza antes de penetrarme con un rápido movimiento. Solté
un sonido ininteligible de placer.
—No quiero dejarte —murmuró contra mi boca mientras me follaba
lentamente.
Saboreé cada poderoso empujón, sin saber si esta sería la última vez que
tendríamos sexo en dos semanas.
Nuestros cuerpos se mecían sincronizados mientras Holden me miraba
profundamente a los ojos sin apartar la mirada de mí ni una sola vez. Aquello tenía
que ser lo más sexy que había hecho nunca, tan sencillo e intenso a la vez.
Jesús. Me aterrorizaba lo mucho que me estaba enamorando de este hombre.

213
—Eres tan jodidamente hermosa —susurró mientras entraba y salía—. Te voy
a extrañar... —Empujón..—. Tan... —Empuje..—. Jodidamente... —Empuje..—. Tanto.
—Empuje.
Eso deshizo mi determinación. —Vente dentro de mí, Holden —jadeé.
Puso los ojos en blanco y gimió, sentí su calor filtrándose dentro de mí mientras
besaba mi cuello y pechos.
Habíamos tenido sexo de muchas maneras en los últimos días, pero esta vez
era especial. Era diferente, y no me atrevía a decírselo. Porque entonces tendría que
admitir la razón: sentí como si me estuviera haciendo el amor, algo más que tener
sexo. No quería ahuyentarlo.
Después de que Holden se levantara para buscar una toalla, volvió a la cama,
me rodeó con sus brazos y tiró de mí. Aquella noche no volvimos a tener sexo. Y a
pesar de las preocupaciones que aún me rondaban por mi cabeza, logré quedarme
dormida pacíficamente en sus brazos.

A la mañana siguiente, ya no pude ocultar mi tristeza. Holden tenía que pedir


un auto para ir al aeropuerto una hora después de que me fuera al trabajo. Teníamos
que despedirnos ya que yo ya llegaba tarde.
Nos miramos fijamente mientras tomábamos nuestro café.
Él sacudió la cabeza. —No tengo ningún deseo de dejarte. Por favor, dime que
vamos a hablar todas las noches y que no te vas a preocupar por nada cuando se trate
de mí. Te doy mi palabra de que no haré ninguna estupidez. —Suspiró—. Sí, yo era
quien era entonces. ¿Pero ahora? No soy ese, Lala. No quiero que te estreses mientras
no estoy.
Me dolía aún más el estómago al saber que había sentido que tenía que darme
esa seguridad. Eso era culpa mía por lo insegura que había actuado últimamente.
—Confío en ti, Holden. Por mucho que a veces me ponga celosa, quiero que
sepas que no tiene nada que ver con la falta de confianza.
Tomó mis manos entre las suyas. —Quiero que me llames siempre que sientas
que me necesitas; no importa si crees que estoy en medio de algo. —Holden abrió su
mochila y sacó una hoja de papel—. Además, he impreso un itinerario detallado de
cada lugar en el que estaremos y cuándo, junto con la información de contacto por si
no puedes localizarme en mi celular por alguna razón. —Me lo entregó.
Esto era adorable. Sospechaba que nunca había impreso un itinerario para
nadie en toda su vida.
—Todos los chicos saben que te vas esta mañana, ¿verdad?
214
Asintió. —Contrataron un servicio de mantenimiento para cubrirme. —Abrió
los brazos—. Ven aquí. Necesito abrazarte una última vez antes de irme.
Después de apoyar mi cabeza en su pecho durante varios minutos, levanté la
vista hacia él.
Holden me dio un último y firme beso en los labios.
—Ya te extraño muchísimo, y ni siquiera me he ido todavía.
—Me siento exactamente igual. —Miré el reloj—. Mierda, tengo que irme.
—De acuerdo —murmuró.
Le di a mi guapísimo novio un último beso en los labios, miré por última vez su
hermoso rostro y salí de mi apartamento, sintiéndome vacía y preocupada por el
futuro, a pesar de todas las garantías de Holden.
CAPÍTULO 21
Holden
—¿Q ué mierda, Catalano? —dijo Dylan, nuestro bajista—.
¿Tienes alguna enfermedad de transmisión sexual o algo
así?
Levanté la vista de mi batería. —¿De qué demonios estás hablando?
Hizo un gesto hacia la mujer que acababa de detenerse para decirme lo mucho
que le había gustado el espectáculo... y me preguntó si podía invitarme a una copa.
215
—Oh, eso. No me interesa.
—¿En serio? —Monroe intervino—. Parece perfecta para ti. Cabello largo, tetas
grandes, buen culo. Por no hablar de esos labios carnosos que parecen que serían
unas buenas almohadas para tu… cabeza.
Me reí entre dientes, pero negué con la otra cabeza.
—Últimamente solo tengo un tipo, chicos: cierta rubia nerd que está en casa
esperando mi regreso.
Dylan levantó una ceja antes de mirar a los otros chicos. —Apuesto cincuenta a
que no llega a dos semanas.
—Cien a que no sale de Oregón sin al menos una mamada —añadió Kevin,
guardando su guitarra.
Monroe sacó un fajo de billetes de su bolsillo delantero y giró el micrófono en
su mano. Hizo un gesto a dos mujeres que no había notado, que me miraban y
sonreían. Una chupaba sugerentemente la pajita de su bebida.
—¿Oregón? Estoy bastante seguro de que son gemelas idénticas. Estaban
sentadas en primera fila. La de rojo tiene un piercing en la lengua. Tengo doscientos
a que no llega a la noche.
Negué con la cabeza mientras desmontaba la barra de tensión del bombo.
—Acepto todas y cada una de sus apuestas, idiotas. Porque lo único que estoy
deseando llevarme a la cama esta noche, o cualquier otra noche durante este viaje,
es mi iPad, para poder hacer FaceTime con mi chica.
Dylan asintió. —Definitivamente es gonorrea.
Cuando terminamos de cargar la furgoneta, los chicos volvieron al bar a tomar
algo, pero yo decidí dar por terminada la noche. Estaba demasiado familiarizado con
la atención que recibíamos cuando nos quedábamos después de tocar, y no quería
ponerme en esa situación. No es que fuera a caer en la tentación, en aquellos días era
un hombre felizmente satisfecho, pero incluso salir con mujeres que sabía que
querían tontear me parecía mal. Los chicos podían bromear todo lo que quisieran,
pero yo estaba viviendo mi mejor vida tocando en el escenario y luego volviendo a
mi habitación para contarle a mi chica todo lo que había pasado ese día. Que era
exactamente lo que hacía.
—Oh, Dios mío, tienes que ponerte una camiseta. —El rostro de Lala apareció
en la pantalla y sonrió—. Es injusto que tenga que mirar eso y luego irme a la cama
sola.

216
Estaba sentado con la espalda apoyada en la cabecera, llevando solo
calzoncillos bóxer. Junté las manos detrás de la cabeza y me aseguré de flexionar los
bíceps.
—¿Estás diciendo que te gusta lo que ves, cariño?
Lala suspiró. —Ojalá pudiera lamer lo que veo ahora mismo.
Sonreí. —¿Qué tal el día?
—Bien. Ocupado. Fui a uno de los centros de asistencia con los que trabajo para
ver cómo están todos.
—¿Va bien?
Asintió. —Me encanta trabajar con personas mayores. Tienen tantas historias
que contar. El señor Wentz, uno de los caballeros de mi estudio, lleva casado
cincuenta y siete años. Conoció a su esposa a los tres años, cuando la familia de ella
se mudó a la casa de al lado, en Chicago. Crecieron como mejores amigos, pero
cuando eran adolescentes estaban locamente enamorados. Cuando su esposa tenía
dieciséis años, trasladaron a su padre a Suiza por motivos de trabajo. Querían casarse
y seguir juntos, pero sus padres no lo permitieron, y con el tiempo perdieron el
contacto, ya que ella vivía tan lejos. Ocho años después, ambos estaban
comprometidos con otras personas cuando coincidieron en el mismo vagón de metro
en Manhattan. El señor Wentz se encontraba allí en viaje de negocios solo ese día, y
la señora Wentz estaba allí para visitar a su abuelo enfermo. Según el señor Wentz, su
corazón volvió a latir en aquel tren. Esa misma noche, rompió su compromiso y dejó
su trabajo, ya que no le dejaban prolongar su viaje en Nueva York. Dijo que no la
perdería de vista por segunda vez.
—Vaya. Parece que fue el destino. No es tan impresionante como ganarle la
chica a su prometido actuando como un completo imbécil en un bar, pero es una
historia decente.
Lala se rió. —¿Qué tal el espectáculo de esta noche? No esperaba tener noticias
tuyas tan temprano. ¿A qué hora terminó?
Me encogí de hombros. —Hace media hora, tal vez. Me duché antes de
llamarte.
—Creía que solían tomar copas después de las actuaciones.
—Lo hacemos. Los chicos se quedaron, pero yo no estaba de humor para eso.
Quería volver y llamarte.
Sonrió. —Me alegro de que lo hicieras. Hoy he pensado mucho en ti.
—¿Sí?
—Estaba pensando que tal vez podríamos hacer un viaje de fin de semana
después de que estés en casa.
—Me apunto. ¿A dónde?
—Hasta el valle de Hudson. Cuando éramos niños, fuimos a una boda en un
217
lugar llamado Mohonk Mountain House. Creo que alojarse allí es muy caro, así que
podemos ir a otro sitio cercano, pero tienen unas rutas de senderismo preciosas y
unas vistas de las montañas increíbles. Pensé que estaría bien ir mientras hace calor.
—Así que has estado pensando en escaparnos los dos solos, ¿eh?
—Sí, ¿es raro?
El hecho de que pensara en hacer cosas conmigo: salir de excursión y hacer un
viaje por carretera juntos, me daba esperanzas. Aunque me encantaba follármela,
quería más con Lala. Y esta era la primera señal real de que tal vez ella también.
—No, no es nada raro. Me encantaría ir. Me encanta el aire libre, y me da algo
que esperar. Solo llevo fuera cuatro días y ya te extraño.
Su rostro se ablandó. —Te extra...
Su celular empezó a sonar. Debía de estar cerca, porque por un segundo pensé
que era el mío. —Ummm... Espera un momento. ¿Si, Holden? Son mis padres
llamando, y es bastante tarde aquí. Quiero asegurarme de que no pasa nada.
—Sí, por supuesto. Adelante.
La vi pasar el dedo para contestar. —¿Hola?
Solo podía escuchar una parte de la conversación, pero no necesitaba escuchar
a la otra persona. Por la expresión en el rostro de Lala, me di cuenta de que la llamada
no era una buena noticia.
—¿Cuándo? ¿Está bien? ¿Dónde está?
Joder. Es su madre.
Lala tapó su boca con la mano mientras escuchaba.
—Estaré allí tan pronto como pueda. ¿Estarás en el hospital?
Silencio.
—No, quiero ir, papá. Debería ser un viaje bastante rápido a esta hora. Te
llamaré cuando esté cerca.
Más tranquila.
—De acuerdo, adiós.
Pasó el dedo para finalizar la llamada y mi corazón ya estaba acelerado.
—¿Qué pasó?
—Mi mamá... —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Tuvo un ataque al corazón,
Holden.

218
—Mierda. ¿Ella está bien?
Lala se levantó y empezó a caminar con el iPad. Entró en su dormitorio y
empezó a meter ropa en una bolsa.
—Mi papá dijo que ahora está estable, pero encontraron una obstrucción. Se la
llevaron en ambulancia y probablemente la operen mañana. —Frotó su frente—.
Gracias a Dios que no tomé ese vino en el que pensé antes, o no podría conducir.
Nunca pensé en lo que haría en caso de emergencia.
—No pienses en eso ahora. Uno de los chicos siempre puede llevarte, si lo
necesitas.
—Holden, ¿qué pasa si mi mamá... —Se atragantó.
Joder, ojalá estuviera allí para abrazarla, para acompañarla, para estar a su
lado.
—Ella va a estar bien, cariño.
—¡No puedes saber eso!
Pasé una mano por mi cabello. —Ahora está bien, y está en un hospital donde
va a recibir la ayuda que necesita. ¿En qué hospital está?
—Jefferson.
—Es un gran hospital. Es conocido por sus cuidados cardíacos. Está en buenas
manos.
—Tengo que colgar. —Miró alrededor de la habitación y cerró la cremallera
de una bolsa de lona—. Tengo que ponerme en camino.
—¿Quizás deberíamos llamar a uno de los chicos? No quiero que conduzcas a
oscuras mientras estás alterada.
—No, estoy bien.
Fruncí el ceño. —¿Puedes hacerme un favor antes de irte, al menos?
—¿Qué?
—Siéntate.
—No puedo. Necesito irme, Holden.
—Solo un minuto... lo prometo.
Suspiró, pero se sentó. —¿Qué?
—Respira profundamente.
Tomó una pequeña inspiración.
Sonreí. —Una más grande. En realidad, cierra los ojos y dame tres
respiraciones profundas.
No parecía muy contenta, pero hizo lo que le pedí. La vi cerrar los ojos y contar
tres respiraciones profundas. Cuando los abrió, sonreí.
—Gracias. Ella va a estar bien. Conduce con cuidado, ¿De acuerdo?
219
—Sí. —Asintió—. De acuerdo.
—Llámame cuando llegues. O envíame un mensaje. Lo que sea más fácil. Solo
hazme saber cómo está la señora. E y que llegaste bien.
Ella asintió. —Lo haré. Adiós.

No dormí nada. Lala no había llamado ni enviado mensajes. El viaje de


Manhattan a Filadelfia no debería haber durado más de dos horas y media, pero
habían pasado cuatro horas sin que dijera una palabra. En mi cabeza se reproducían
todos los malos escenarios.
Tuvo un accidente.
La señora E tuvo otro infarto y no sobrevivió.
Ella y su padre están demasiado ocupados como para llamar a alguien.
Joder. Odiaba no estar con ella. Y por muy egoísta e inmaduro que fuera,
tampoco podía evitar preocuparme por lo que pasaría cuando volviera a estar en
Filadelfia. ¿Recurriría a Warren en busca de consuelo? La madre de Lala, una mujer
que había sido como una segunda madre para mí durante la mayor parte de mi vida,
estaba en el hospital con un problema médico grave, y yo estaba tan ensimismado
que no podía dejar de pensar en que Lala estuviera cerca de su ex. Eso me hizo sentir
como un pedazo de mierda aún mayor.
Pasaron más horas. Intenté convencerme de que tal vez se había quedado
dormida en la silla junto a la cama de su madre y todo iba bien. Pero a las 7 de la
mañana, hora de Filadelfia, estaba paseándome por la habitación del hotel y pensé
que era un buen momento para llamar.
Su teléfono sonó una vez y saltó el buzón de voz. Odié no encontrarla, pero le
dejé un mensaje.
—Hola, cariño. Son cerca de las siete. Solo quería ver cómo iban las cosas.
Avísame cuando puedas. —Hice una pausa—. Estoy pensando en ti y en tu madre, y
siento no estar ahí con ustedes.
Media hora más tarde, tuve que empezar a hacer las maletas para nuestra
siguiente parada. La banda tenía que ponerse en marcha esta mañana, y se suponía
que nos reuniríamos abajo para el desayuno gratuito antes de eso. Justo cuando abrí
la puerta de la habitación, mi teléfono recibió un mensaje de texto. Me detuve para
leerlo.
Lala: Siento no haber llamado. Mamá está estable, aunque sigue con
220
fibrilación auricular, en la que el corazón late de forma irregular. No permiten
usar teléfonos en la UCI, así que tenía el mío apagado. No he querido salir de la
unidad por si venía un médico. Por fin acaban de empezar las rondas. Hay un
grupo de médicos que van de cama en cama, y ahora mismo están a tres camas
de nosotros. Esperemos que lleguen pronto. Intentaré llamarte después.
Holden: Bueno. Buena suerte.
No supe nada de ella mientras desayunábamos, cargábamos el todoterreno
con todo nuestro equipo ni durante las primeras dos horas y media de viaje. Intenté
por todos los medios no ser pesado, pero al final le envié otro mensaje.
Holden: Lo siento. Solo quería comprobarlo. ¿Te reuniste ya con los
médicos?
Mi teléfono sonó unos minutos después. Yo estaba en el asiento trasero con dos
fundas de guitarra en el asiento entre Dylan y yo, mientras Kevin estaba delante con
Monroe, que conducía. No tenía nada de intimidad.
—¿Hola?
—Hola, siento no haber llamado antes para ponerte al día. Es la primera vez
que salgo de la UCI desde que llegué. He salido a dar un paseo rápido y a tomar el
aire.
—No te preocupes. Solo quería ver cómo estaba tu mamá. ¿Y cómo estás?
Exhaló un suspiro audible. —Llevaron a mamá a cirugía hace unos minutos. Le
están haciendo un bypass. La obstrucción no se pudo eliminar con la angioplastia.
—Mierda, lo siento, nena. Pero es joven y fuerte. Estoy seguro de que lo hará
bien.
—Los médicos son optimistas, pero no puedo evitar estar aterrorizada. Y me di
cuenta de que mamá también lo estaba antes de entrar.
—Sí, claro. Tiene que dar miedo.
Escuché la voz de un hombre a lo lejos. —Hola. ¿Cómo está Jean?
—Oh... hola, Warren. ¿Qué estás haciendo aquí?
Apreté los dientes al escuchar su conversación.
—Mi madre se enteró por la vecina de tus padres, Irene Davis, de que había
una ambulancia en la casa. Me llamó, y yo te llamé, pero tu teléfono saltó el buzón de
voz. Llamé a Bill y él me puso al corriente.
—¿Mi padre te puso al corriente?
—Hablé con él hace media hora.
221
—Oh. No mencionó que habías llamado.
Apreté tanto la mandíbula que me sorprendió no romperme un diente. En
primer lugar, él estaba allí y yo no. Pero además... ¿Bill? No el señor Ellison, como
siempre lo había llamado. Y desde luego no tenía el número de teléfono de su padre.
Volví a darme cuenta de lo que Warren había sido para ella, de lo que había sido para
toda su familia.
—¿Estás al teléfono? —preguntó Warren.
—Oh... rayos. Sí. Discúlpame un momento.
Volvió a la línea. —Hola. Umm... Warren acaba de aparecer.
—Lo escuché.
—Oh... De acuerdo.
Tantas emociones me golpearon y no supe qué hacer con ninguna de ellas.
Creo que me quedé callado durante un tiempo.
—¿Sigues ahí? —preguntó Lala.
—Sí, estoy aquí.
Bajó la voz. —Lo siento.
Fruncí el ceño, pero tuve que aguantarme por el bien de Lala. —No hay nada
que lamentar, cariño. Me alegro de que alguien esté ahí para ti. Y te dejaré ir, para
que puedas volver y estar con tu padre.
—¿Seguro que estás bien?
Lo último por lo que debería preocuparse ahora era por mí. —Por supuesto.
Llámame más tarde y hazme saber cómo va todo. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
—Espero que todo vaya bien.
—Gracias.
—Adiós.
Dylan me miró cuando colgué. Aún no les había contado lo que había pasado.
—¿Todo bien?
—La madre de mi novia tuvo un ataque al corazón anoche. Acaban de llevarla
para un bypass.
—Mierda. Lo siento, hombre. —Se quedó callado un momento y luego esbozó
una pequeña sonrisa—. Novia, ¿eh? Creo que nunca te había escuchado usar esa
palabra. 222
Lo gracioso es que ni siquiera me había dado cuenta de que lo había dicho.
Pero en el fondo, eso es lo que Lala era para mí... mi chica. Desgraciadamente, no
estaba seguro de ser su chico... y actualmente estaba con un hombre que estaba
seguro de que aún la quería.
CAPÍTULO 22
Holden
—¡M
ira lo que arrastró el gato! —dijo Dylan.
Esa noche, estábamos preparando nuestro
segundo concierto en Oregón cuando me di la vuelta
y vi a nuestra manager, Daisy, caminando hacia el
escenario.
Levantó los brazos. —¡Sorpresa!
223
Cada uno de los chicos se acercó y la saludó. Daisy era muy simpática. Era
nuestra mánager desde hacía casi dos años. Justo antes de firmar con ella, ella y yo
tuvimos algo juntos. Solo duró dos meses, porque ella vivía en California y buscaba
un esposo, y yo estaba en la costa este y buscaba divertirme. Pero nos separamos
como amigos, y nuestro pasado nunca había sido un problema desde que empezamos
a trabajar juntos. Además, ahora estaba comprometida.
—¿Qué pasa, Daze? —Besé su mejilla—. Te ves bien, como siempre.
Sonrió. —Y tú luces como una estrella de rock, como siempre. Me alegro de
verte, Holden.
—¿Qué te trae a Portland? —preguntó Dylan—. Sé que no vas tan al norte por
nada.
—Tienes razón, no lo hago. Hace demasiado frío aquí arriba. Pero hice una
excepción para ver tocar a mis clientes favoritos y darte una buena noticia. —Dio una
palmada—. Una discográfica vendrá a verlos a San Francisco dentro de unos días. Y
no una pequeña, una importante con un montón de artistas ganadores del Grammy:
Interlude.
—Mierda —dijo Dylan—. ¡Interlude es enorme!
—Les envié el demo más reciente, y a uno de los exploradores le encantaron
algunas de tus canciones, lo suficiente como para venir a escucharlos en persona.
Dylan levantó a Daisy del suelo y la hizo girar. El resto de los chicos y yo nos
conformamos con chocar los cinco.
Después de ponernos al día un rato, ya casi era hora de empezar. Daisy se sentó
en una mesa al lado del escenario y los chicos empezaron a calentar. Me acerqué a
ella.
—Oye, ¿Daze? ¿Puedes hacerme un favor y quedarte con mi teléfono?
Sonrió. —¿Quieres que atienda las llamadas de las groupies y las haga pasar
por tu habitación a diferentes horas?
—No. Estoy esperando una llamada de alguien. Si pudieras avisarme si suena.
No tienes que contestar. Pero si entra la llamada, tomaremos un breve descanso para
que pueda volver a llamar.
—Claro, por supuesto.
Saqué mi teléfono y se lo entregué. —Gracias.
Ella ladeó la cabeza. —¿Estás bien, Holden?
Me encogí de hombros. —He estado mejor. 224
—¿Quieres hablar de eso?
—Tal vez más tarde. Tenemos que empezar.
—De acuerdo.
Señalé mi teléfono. —Lala. Así se llama la persona de la que estoy esperando
una llamada. Si puedes hazme una señal si aparece.
—Lo tienes, Holden.
Durante los siguientes noventa minutos de nuestra actuación, debo haber
mirado a Daisy cientos de veces para ver si Lala había llamado. Pero nunca lo hizo.
Cuando terminamos de tocar, los chicos se dirigieron a la mesa de Daisy para tomar
algo. Yo no tenía muchas ganas de fiesta, pero el ambiente entre el resto de la banda
era festivo y no quería ser un aguafiestas. Así que me uní. Después de dos rondas,
todos los chicos estaban hablando con distintas mujeres en distintos lugares del bar,
y nos quedamos solos Daisy y yo. Ya se había tomado unas copas, lo que no era
habitual en ella.
—¿Qué tal un chupito de tequila? —preguntó cuando la camarera vino a vernos.
Llevaba casi una hora bebiendo mi segunda cerveza. Antes de que pudiera
negarme, se giró hacia la camarera. —Dos chupitos de Don Julio, por favor. Y yo
tomaré otro tequila sour.
Levanté una ceja cuando la camarera se fue. —Estás celebrando mucho esta
noche. ¿Eso significa que te sientes bien con el productor que viene a vernos?
Dejó escapar un gran suspiro. —Rompí con Rob anoche.
—¿Tu prometido? ¿Por qué? Pensé que era un gran tipo.
—Lo es. Es el mejor tipo. Por eso fue una mierda tener que dejarlo.
—¿Cuál era el problema?
—No teníamos química. He intentado un montón de cosas para conseguir
algunas chispas, pero simplemente no estaba allí . —Sacudió la cabeza—. Soy
demasiado joven para estar en un matrimonio aburrido. Me gusta demasiado el sexo.
Me acabé la cerveza. —Eso apesta. Puedes forzar muchas cosas, pero la
química no es una de ellas.
La camarera trajo nuestros chupitos y la bebida de Daisy. —¿Quieres otra
cerveza? —preguntó.
—No, gracias.
Daisy levantó su chupito, así que yo levanté el mío. —Por el buen sexo, como
el que solíamos tener.
Tintineé, pero no añadí nada, no quería darle una impresión equivocada. 225
—¿Quién es esa Lala de la que esperabas una llamada?
—Una mujer que estoy viendo.
—¿Y la estás esperando a ella, y no al revés? Eso no suena como el Holden
Catalano que conozco.
Sonreí. —Sí, definitivamente es nuevo para mí. Y no puedo decir que me esté
gustando estar en el extremo receptor de la persona que no llama cuando dijo que lo
haría.
—Ella debe ser especial.
Asentí. —Así es.
—¿Supongo que tienen química juntos?
—La tenemos.
Se echó a reír. —Apuesto a que ninguna mujer se ha quejado nunca de no tener
suficiente química contigo. Eres demasiado sexy para tu propio bien. —Señaló mi
rostro—. Los ojos, el desaliño, toda esa actitud de me importa una mierda. Demonios,
hasta un maldito gorro es sexy cuando lo llevas. —Daisy tragó la mitad de su bebida.
—¿Quizás deberías ir un poco más despacio?
—A la mierda. Estoy en el camino de que me enfrenten a la mierda.
Una hora más tarde, llegó a su destino. De alguna manera me había convertido
en su niñero y ahora tenía que ayudarla a subir a un Uber para volver a nuestro hotel.
Estaba tan borracha que tuve que rodearla con el brazo para asegurarme de que se
mantuviera erguida cuando salimos. En su habitación, abrí la puerta y encendí las
luces. A los dos pasos, se le cayó el bolso. Aterrizó boca abajo y el contenido se
esparció por todas partes. La ayudé a acostarse antes de recoger toda la basura del
suelo. Puse todo, incluido su bolso de mano de cuero y su teléfono, en la mesa auxiliar
y caminé hasta los pies de la cama para quitarle las sandalias.
—Muy bien, Daze. Estás en tu habitación. Voy a salir. ¿Vas a estar bien?
Sonrió con los ojos cerrados. —¿Adónde vas? ¿No quieres follarme? Ahora
estoy soltera, sabes.
Probablemente era el alcohol el que hablaba. Pero borracho o sobrio, no tenía
ningún interés en otra mujer que no fuera Lala. De hecho, estar solo en una habitación
de hotel con otra mujer me hacía sentir incómodo. Así que me incliné y besé la frente
de Daisy.
—Te veré por la mañana.

226
Me pareció escuchar ronquidos cuando cerré la puerta detrás de mí.
De vuelta en mi habitación, me sentí aliviado de estar solo. No podía esperar
más para llamar a Lala. Su falta de comunicación me estaba volviendo loco.
Necesitaba dormir un poco esta noche, así que iba a llamarla, aunque se suponía que
ella me llamaría a mí. Me quité los zapatos y me bebí media botella de agua gratis
que el hotel dejaba cada día, luego me senté en la cama y saqué mi celular.
Excepto... que mi código no funcionó.
Lo intenté una segunda vez. Luego una tercera, antes de darle la vuelta al
teléfono.
¿Una funda morada? La mía era negra. Joder, este no era mi teléfono. Había
tenido mi celular en la mano cuando recogí la mierda de Daisy del suelo, incluido su
teléfono. Debí recoger el suyo por error y no el mío.
Joder.
Odiaba ser un idiota y despertarla, pero realmente necesitaba mi teléfono. Ni
siquiera sabía el número de Lala sin él. Así que, sin molestarme en ponerme los
zapatos, volví a la habitación de Daisy y llamé.
No hay respuesta.
Estupendo. Simplemente genial.
Llamé más fuerte y acerqué la boca a la rendija de la puerta.
—¡Daisy! Es Holden. ¡Creo que tenemos el celular del otro! ¿Puedes abrir la
puerta?
La tercera vez que llamé, se abrió una puerta, pero no era a la que yo llamaba.
—¡La gente está tratando de dormir, maldita sea! —gritó un hombre mayor.
Saludé con la mano. —Lo siento.
Dio un portazo y mis hombros se desplomaron. Acerqué la oreja a la puerta con
la esperanza de que la conmoción hubiera despertado a Daisy, pero lo único que
escuché fue un ronquido muy fuerte.
A la mierda mi vida.

A la mañana siguiente, esperé hasta las siete para volver a la habitación de


Daisy. Otra vez no había dormido y me estaba volviendo loco por no tener mi teléfono
y poder comunicarme con Lala con todo lo que estaba pasando.
Daisy siempre había sido una persona madrugadora, así que esperaba que eso
no hubiera cambiado. Llamé a la puerta suavemente, no quería enojar otra vez al tipo
de al lado. Por suerte, esta vez contestó. Todavía llevaba la ropa de la noche anterior
y tenía un aspecto horrible.
227
—Siento molestarte tan temprano. —Le tendí el teléfono—. Pero creo que
tenemos los teléfonos del otro. Debo haber agarrado el equivocado cuando salí de tu
habitación anoche.
Ella asintió. —Sí, así es. Iba a bajar al vestíbulo a ver si el recepcionista me
daba el número de tu habitación cuando el Tylenol que acababa de tragarme me
hiciera efecto y me quitara el martilleo de la cabeza.
Entró y buscó mi celular, mientras yo mantenía abierta la puerta de su
habitación y esperaba. —No me di cuenta de que no era mío cuando contesté hace
unos minutos. Eso fue lo que me despertó.
—¿Sonó mi teléfono? ¿Quién era?
—Lala.
Cerré los ojos y dejé caer la cabeza. —Mierda.
—Sí, lo siento. Le dije que no estabas aquí, y que debiste dejar tu teléfono aquí
cuando me ayudaste a llegar a mi habitación anoche, pero sonó como si no me
creyera.
Impresionante. Simplemente increíble. —Muy bien. Gracias, Daisy. ¿Te veré
más tarde en la caja?
Ella asintió. —Siento haber sido tan ligera anoche. Espero no haber sido
inapropiada u odiosa. Parte de la noche está un poco borrosa.
Forcé una sonrisa. —No. Estuviste muy bien.
En lugar de volver a mi habitación, bajé a tomar café y aire fresco. Iba a
necesitar estar más alerta de lo que me sentía ahora para mi conversación con Lala.
Busqué en mis llamadas perdidas y descubrí que había llamado dos veces anoche y
otra esta mañana, cuando Daisy lo había atendido. Dada mi historia con las mujeres,
sabía que no iba a tener buena pinta. Pero me aferré a la esperanza de que ella y yo
habíamos construido algo de confianza en los últimos dos meses. Aunque esa
esperanza se fue por el retrete cuando descolgó y escuché su tono cortante.
—¿Sí?
—Hola, nena.
—¿En serio, Holden? ¿Vas a decirme hola nena como si nada hubiera pasado?
¿O tu groupie se olvidó de decirte que llamé?
Cerré los ojos. —No era una groupie. Era Daisy, nuestra manager.
—¿Quién estaba en tu cama...
—No, ella no estaba en mi cama. Estaba en la suya. Y yo estaba en la mía, sin
228
dormir porque no podía contactar contigo. Accidentalmente tomé el teléfono de Daisy
y dejé el mío con ella anoche. Ella bebió demasiado y la acompañé a su habitación,
donde se le cayó el bolso y se esparció todo por el suelo. Recogí sus cosas y tomé el
teléfono equivocado.
—¿Oh? Ya veo. ¿Así que eres un caballero, entonces?
No tuve que preguntar si estaba siendo sarcástica. —Te estoy diciendo la
verdad, Lala.
—Lo que sea.
—No, no lo que sea. Te estoy diciendo la maldita verdad de que no pasó nada.
Y creo que deberías creerme. No he hecho nada que te haga dudar de mi lealtad hacia
ti.
—No tienes que hacerlo. Tu historia cuenta la historia, Holden.
No tenía derecho a enfadarme. Sabía exactamente lo que parecía. Pero, por
alguna razón, que culpara a mi historia de su falta de confianza en mí me enfureció.
—¿Qué tal si me das algo de crédito, Lala? Sé que piensas que soy un gran
promiscuo porque tengo más experiencia que tú. Pero ni una sola vez he engañado a
una chica con la que tuviera una relación comprometida. Me acosté por ahí cuando
estaba soltero. Sé que no te gusta escuchat eso, pero no puedo volver atrás y
cambiarlo.
—No, no puedes —dijo ella.
—Ya que hablamos de dormir por ahí, ¿dónde dormiste anoche? La última vez
que hablamos, estabas con Warren e ibas a llamarme. Mi teléfono no sonó en todo el
día. ¿Volviste con él? ¿Ya terminaste conmigo? ¿Conseguiste lo que necesitabas y me
despides?
—No puedo hacer esto ahora. —Lala sollozó—. Mi madre está en la UCI y no
puedo soportar más estrés.
Joder. La hice llorar. —Lo siento, cariño. No quería disgustarte. Es que... me
siento tan frustrado de que no me creas. Créeme, si entendieras lo mucho que pienso
en ti, no tendrías dudas sobre si puedo estar con otra mujer. Estoy loco por ti, Lala.
—Yo también lo siento.
—¿Podemos empezar esta conversación de nuevo?
—Ahora mismo no puedo. Tengo que volver dentro para las rondas en un
minuto. Acaban de empezar cuando sonó mi teléfono, así que salí.
—De acuerdo. Pero primero dime cómo está tu madre.
—Pudieron eliminar la obstrucción y toleró bien la operación. Pero es a corazón
abierto, así que tuvieron que cortarle el esternón para entrar. Le duele mucho y sigue
229
aturdida. Pero los médicos creen que se recuperará totalmente.
—Oh, gracias a Dios.
—Sí.
—Odio dejarte ir, pero sé que necesitas volver ahí dentro. ¿Estamos bien? Te
juro que no pasó nada, Lala. Nunca te haría eso.
—Sí, estamos bien. —No sonaba muy convincente.
—¿Me llamarás más tarde? —pregunté.
—Lo haré.
—De acuerdo. Adiós, cariño.

—Hola. Siento molestarlos tan temprano.


Dos días después, a las nueve de la mañana, les envié un mensaje de texto a
los miembros de la banda preguntándoles si podían reunirse conmigo en el vestíbulo.
No teníamos que ponernos en camino hacia San Francisco hasta la hora de salida, que
eran las once. Hoy tendríamos que conducir mucho, y mañana por la noche estaba
previsto que viniera el productor discográfico. Froté mi nuca mientras hablaba con el
grupo.
—Hoy tengo que irme. Pero me gustaría que todos estuvieran de acuerdo.
Todo el mundo empezó a asustarse.
—¿Qué quieres decir con irte? —dijo Kevin—. Mañana por la noche viene el
productor. No podemos tocar sin baterista.
—Lo sé. Y te prometo que volveré a tiempo. Hoy he reservado un vuelo a
mediodía, y mañana estaré en un vuelo a mediodía desde la costa este, que llega a
las tres por el cambio de hora. No salimos hasta las diez, así que tengo un buen
colchón.
—¿Y si cancelan tu vuelo de vuelta?
—Me subiré a otro. Tomaré tres aviones si hace falta. O si hay vientos fuertes o
alguna razón por la que no pueda volar a San Francisco para reunirme con ustedes,
volaré tan cerca como pueda y conduciré el resto. No los defraudaré.

230
Dylan negó con la cabeza. —No nos jodas, hombre.
—No lo haré.
—Nunca nos has fallado ni una vez, así que si dices que estarás allí. —Monroe
negó con la cabeza—. Estarás allí.
Asentí y miré a Dylan. Parecía menos confiado, pero asintió.
Kevin frunció el ceño. —¿Puedes decirnos al menos qué es tan importante?
—La madre de Lala está enferma. —Hice una pausa e iba a dejarlo ahí, pero
luego decidí que no—. Y Daisy contestó mi teléfono cuando llamó la otra mañana. Ni
siquiera estaba con ella. Habíamos intercambiado los teléfonos sin querer la noche
anterior. Pero no se vio bien, especialmente con mi historia y todo. Hemos estado
hablando, pero las cosas están apagadas, y no quiero dejarlo por más tiempo.
Necesito verla en persona.
Dylan asintió. —¿Quieres que te lleve al aeropuerto?
—Sí, si no te importa. Sería estupendo.
Nueve horas después, llegué al hospital Jefferson. Fui a la sala de espera más
cercana a la UCI y envié un mensaje a Lala. Ella no tenía ni idea de que yo iba a llegar,
y yo no tenía ni idea de si estaba aquí... o si Warren seguía rondando por allí.
Holden: ¿Todavía estás en el hospital?
Me contestó unos minutos después.
Lala: Sí. Probablemente me iré en una o dos horas. Papá se quedará a
pasar la noche.
Holden: ¿Puedes ir a la sala de espera un minuto? Tengo una sorpresa para
ti.
Lala: ¿Una sorpresa en la sala de espera? ¿Cuál? ¿Y cómo?
Holden: La más cercana a la entrada de la UCI.
Lala: Okay.
Me apoyé en la puerta. Estaba justo al final del pasillo que conducía a la sala de
la UCI, así que supuse que la vería cuando se abrieran las puertas dobles. Treinta
segundos más tarde, lo hicieron, y los ojos de Lala se abrieron de par en par.
—Oh, Dios mío. —Corrió hacia mí.
La envolví en un abrazo de oso, levantándola de sus pies.
—¿Qué haces aquí?
—Quería asegurarme de que estabas bien.
—Pero tienes tu gran show mañana por la noche. El del productor discográfico.

231
Asentí. —Lo sé. Volveré a tiempo. Mañana salgo en el vuelo del mediodía.
Me miró a los ojos. —No puedo creer que estés aquí.
—Siento no haber podido venir antes. —La atraje contra mí y besé su boca—.
Siento haberte molestado, Lala.
Ella se suavizó. —Gracias por venir. Significa mucho para mí.
Las puertas dobles que daban a la UCI volvieron a abrirse. Lala estaba de
espaldas a ellas, pero vi salir al hombre antes de que me viera a mí... antes de que
nos viera a nosotros.
—Tu padre... —susurré.
Lala dio un paso atrás y alisó su blusa. El señor Ellison se fijó en su hija al final
del pasillo y sonrió. Entonces sus ojos se dirigieron a mi rostro y su sonrisa se marchitó
Bill definitivamente no me dará su número de celular pronto.
—Hola, señor Ellison.
—Holden. ¿Qué estás haciendo aquí?
Miré a Lala y la expresión en su rostro me confirmó lo que sospechaba: sus
padres no sabían nada de nosotros. Le tendí la mano y sonreí lo mejor que pude.
—Estoy en la ciudad por una actuación y me enteré de lo de la señora E. Pensé
en venir a ver cómo estaba y a ver cómo estaba Lala.
Sonrió. —Ha sido muy amable. Jean está mucho mejor. Gracias.
—Me alegra oírlo.
—Me dirigía al baño, por si quieres entrar a visitar. Solo permiten dos personas
a la vez. Lala puede llevarte.
Asentí. —Gracias.
Seguí a Lala por el pasillo hasta la habitación de su madre. La señora Ellison
estaba durmiendo, pero tenía mejor aspecto de lo que yo hubiera pensado.
—Tiene muy buen aspecto.
—La maquillé un poco y la peiné. Mi madre es de la vieja escuela y odiaría que
alguien la viera a cara lavada—Lala hizo comillas al aire.
—Lo que la haga feliz.
Estuvimos de visita un rato y luego volvió el señor Ellison. Los tres charlamos
un poco. Lala estaba aquí desde anoche, y el señor Ellison iba a hacer el turno de
noche esta tarde.
—Papá, me voy a ir —le dijo Lala—. No quiero que nos metamos en problemas
por tener a tres personas aquí. Y estoy muy cansada. Todas las campanas y silbatos

232
me mantuvieron despierta anoche otra vez.
El señor Ellison asintió. —Ve a dormir un poco.
—Volveré por la mañana antes de las rondas.
—Está bien, cariño.
Le tendí la mano al padre de Lala. —Yo también me voy. Fue bueno verlo, señor
Ellison. Espero que la señora Ellison se recupere pronto.
Sonrió afectuosamente. —Pronto vas a cumplir treinta años. Creo que ya
puedes llamarme Bill, hijo.
Bueno, bueno, bueno... quizá haya esperanza después de todo.
CAPÍTULO 23
Lala
A
la mañana siguiente, Holden y yo estábamos acostados en la cama,
ninguno de los dos preparado para levantarse y enfrentarse al mundo.
Todavía no podía creer que hubiera venido hasta aquí.
Anoche, cuando volvimos a casa, estuvimos a punto de volver a pelearnos,
hasta que agarró mi rostro y me besó con fuerza. Luego me llevó a mi habitación y me
hizo el amor como la noche antes de irse de Nueva York, despacio, con sensualidad
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y de una forma que me aseguró que mi corazón estaba totalmente comprometido
hasta el punto de no retorno.
El sol de la mañana entraba por la ventana. Mientras estábamos acostados uno
al lado del otro en mi antigua cama, me puse nerviosa al saber que estaba a punto de
sacar el tema de la mujer que había contestado a su teléfono. Confiaba en su
explicación, pero seguía sintiéndome intranquila, tanto por la situación en sí como
por mi reacción ante ella.
—Deberías llegar pronto al aeropuerto para no perder el vuelo —le dije.
—Quiero ir al hospital contigo primero.
—No tienes que hacerlo, Holden.
—Sí, quiero. Quiero estar aquí para ti cada segundo que pueda hasta que tenga
que irme. —Me miró a los ojos—. ¿Tienes dudas con respecto a que vaya? No te
preocupes. Me inventaré otra historia para tu padre.
—No deberías tener que hacer eso.
—Sí, pero vamos. Ahora mismo no tenemos elección, ya que no saben nada de
nosotros. —Se encogió de hombros—. No es para tanto.
Había otra razón por la que la presencia de Holden podría causar una escena
hoy.
—Warren dijo que podría pasar por aquí esta mañana.
Holden inspiró profundamente y soltó el aire despacio.
—De acuerdo. Como quieras. Le contaré la misma historia. —Puso los ojos en
blanco—. Joder, odio que te importe lo que piense. Pero lo entiendo. No necesitas el
drama ahora mismo. Puedo dejar mi ego a un lado por un día.
—Gracias por entenderlo. —Pasé mis dedos por su pecho y añadí—: Hablando
de eso, te debo una disculpa por cómo reaccioné ante esa mujer que contestó tu
teléfono.
—No, no te disculpes. Reaccionaste como yo lo habría hecho si la situación
fuera al revés. Todo fue mala suerte. No te culpo por enojarte.
—Si es tu manager, ¿por qué no me explicó quién era? Podría haberlo hecho
fácilmente. Pero sonaba sospechosa, para ser honesta.
Holden se sentó más erguido en la cama y giró todo su cuerpo hacia mí.
Titubeó. —Daisy es mi representante, pero... ella y yo tuvimos una aventura una vez.
Mi estómago se revolvió mientras retrocedía y murmuraba: —Por supuesto.
—Joder. —Cerró los ojos brevemente—. ¿Prefieres que te mienta, Lala?
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—No, no.
—Los dos habíamos seguido adelante. Ella se comprometió a principios de
año. Me alegré mucho por ella, porque el hombre parecía un buen tipo. Pero hace
poco me dijo que había roto con él. Creo que esperaba que pasara algo entre nosotros
durante la gira. Pero cuando insinuó eso, le hablé de ti. —Suspiró—. De todos modos,
puede que no se haya explicado bien por despecho, ya que yo la había rechazado.
Asentí. —Gracias por explicármelo. Siento estar tan nerviosa. Tú también has
tenido que aguantar mucho con Warren cerca. Tenemos que confiar el uno en el otro.
—Dime que lo dices en serio, Lala. Mírame a los ojos y dime que confías en mí.
Necesito escucharlo antes de volver a la gira.
Me levanté y me senté a horcajadas sobre él, envolviendo mis manos alrededor
de sus mejillas sin afeitar.
—Confío en ti, Holden. Confío en ti.
Puso sus manos sobre las mías. —Vine a hacerte sentir mejor, no a causarte más
estrés.
—Que dejes la gira y vengas aquí significa mucho para mí.
Cuando salimos de la cama, Holden nos preparó unos huevos con café antes de
irnos.
La visita al hospital fue más tranquila de lo que había previsto, ya que Warren
nunca apareció. Fue un gran alivio.
Holden le contó a mi padre que yo me había ofrecido a llevarlo hoy al
aeropuerto. No podía imaginar lo que mi padre habría tenido que decir si supiera que
Holden había pasado toda la noche conmigo.
Pero a pesar de esa pequeña e incómoda mentira, recibimos la mejor de las
noticias: mi madre había salido de la UCI y su estado era estable. Me sentí lo bastante
segura como para abandonar el hospital cuando llegó la hora de llevar a Holden al
aeropuerto sin sentir que me perdería algo importante.
Cuando llegamos a la zona de entrega del aeropuerto internacional de
Filadelfia, Holden se alzó sobre mí mientras envolvía mi cuerpo con el suyo. El cabello
que no cubría su gorro ondeaba al viento.
—Tu visita pasó demasiado rápido. —Hablé en su pecho—. Desearía tanto que
no tuvieras que irte.
—No puedo ni empezar a expresar cuánto deseo lo mismo, cariño. Esto es una
mierda. 235
Levanté la vista hacia él. —Si mi madre sigue mejorando, volveré a Nueva York
en unos días.
—De acuerdo. —Me apretó más fuerte—. Llámame de día o de noche. En serio,
Lala. Eres mi prioridad. Ninguna de las otras mierdas importa ahora mismo.
—Déjalos boquiabiertos esta noche en el show. Estaré pensando en ti.
—Estaré pensando en ti cada maldito segundo. —Holden me levantó a lo
grande.
Solté una risita ante el gesto.
Me miró a los ojos y dijo: —Yo.... —Dudó mientras me bajaba.
Mi corazón se aceleró...
—Te voy a extrañar mucho —dijo finalmente.
Y así, sin más, mi corazón se desinfló.

Unos días después, estaba en casa de mis padres empacando mis cosas. Como
mi madre iba a recibir el alta en breve, tenía vía libre para volver a Nueva York.
Fue un gran alivio saber que mamá iba a estar bien, y me sentí muy agradecida
por haber podido estar aquí, aunque ahora estuviera muy retrasada con mi proyecto
de investigación. En última instancia, eso no importaba. Nada importaba más que la
familia.
Mi padre apareció en la puerta de mi dormitorio. —¿Puedo entrar?
—Claro. —Dejé la camisa que había doblado—. No sabía que estabas aquí.
—Solo vine a casa a buscar algunas cosas y a llenar la nevera. —Se quedó un
rato en silencio mientras me miraba hacer la maleta—. ¿Cuánto tiempo llevas
tonteando con Holden Catalano?
Me quedé helada. —¿Por qué me preguntas eso?
—Lo vi abrazándote el primer día que apareció en el hospital, Lala. Pero más
que eso, no soy estúpido. ¿No crees que soy capaz de sumar dos y dos? Terminas tu
compromiso con un gran tipo. Vives al lado de Holden. Aparece al azar en el hospital
y resulta que está en la ciudad. ¿Crees que tu padre está ciego?
Exhalé. —De acuerdo. Sí, Holden y yo nos hemos estado viendo. —Admitir eso

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se sintió como si me hubiera quitado un gran peso de encima.
Levantó una ceja. —¿Me estás diciendo que dejaste a Warren por él?
—No. Quiero decir, Holden podría haber sido un factor atenuante, pero
terminé mi compromiso porque no estaba lista para estar atada, papá. Simple y
llanamente. Holden y yo solo estamos... divirtiéndonos ahora mismo. Viendo a dónde
van las cosas.
—Jesús, Laney. No tengo que decirte por qué esto suena como una muy mala
idea.
—Sé que tienes ideas preconcebidas sobre él, papá. Pero Holden y yo nos
preocupamos el uno por el otro. No puedo decir con un cien por cien de certeza que
sepa a dónde va, pero confío en él. No me lastimará.
—Sé que era muy buen amigo de tu hermano. Pero su reputación ciertamente
lo precede. Solo espero que sepas lo que estás haciendo.
—No sé qué estoy haciendo exactamente. —Me reí—. Pero ahora mismo, soy
feliz. De una forma diferente a como nunca había sido feliz antes. Me siento... —Hice
una pausa—. Viva.
Asintió. —Bueno, entonces tengo que aceptarlo.
Sonó el timbre, interrumpiendo nuestra conversación.
—¿Estás esperando a alguien? —pregunté.
—No.
Papá y yo caminamos juntos hacia la puerta principal.
Cuando la abrió, vi a Warren de pie, vestido con una camisa de manga corta
con cuello y una pajarita.
—Hola, Bill. Solo vine a despedirme de Laney antes de irme a trabajar.
Mi padre se hizo a un lado. —Entra, hijo.
—Hola. —Saludé.
—Hola. —Una expresión de tristeza cruzó por el rostro de Warren.
Mi padre agarró sus llaves. —Les daré un poco de privacidad. Tengo que ir al
mercado y recoger algunas cosas antes de que mamá llegue a casa de todos modos.
Volveré a tiempo para despedirte, cariño.
—De acuerdo, papá.
Cuando mi padre se marchó, miré a Warren, que movía nerviosamente los
pulgares.
—Pareces preocupado. ¿Va todo bien? —le pregunté.
—No —dijo—. Las cosas realmente no están bien, Laney.
—Ven, siéntate.
Tomó asiento frente a mí en el sofá de la sala de estar
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—Háblame, Warren.
—Bueno... —Suspiró—. Lo tengo, el trabajo en California.
—¿En serio? —Sonreí—. ¡Es increíble!
No había ni una pizca de alegría en su rostro. —¿Lo es?
—Sí.
—Esta podría ser la oportunidad de mi vida. Pero si eso significara que
volviéramos a estar juntos, lo rechazaría sin pensarlo. Sé que nunca quisiste mudarte
allí. Y significas más para mí que un trabajo.
Mi pecho se oprimió. —Tienes que aceptarlo.
Colgó la cabeza. —Supongo que sé lo que eso significa.
Mi voz temblaba. —Lo siento mucho, Warren.
Levantó su mirada para encontrarse con la mía.
—Solo puedo esperar por Dios que, cuando recuperes el sentido común,
quieras unirte a mí ahí fuera. No pierdo la esperanza en nosotros, incluso sabiendo
que no has sido sincera conmigo. Aun sabiendo que me rompiste el corazón, no
puedo renunciar a lo nuestro.
Sus palabras tardaron un momento en llegar.
—Dijiste que no he sido sincera contigo. ¿A qué te refieres?
Su mirada era penetrante. —¿Fue él la razón por la que me dejaste?
Tragué saliva. —¿Quién?
—Holden.
Mi boca se abrió y cerró varias veces. —Cómo...
Se quedó mirando la lámpara.
—Fui al hospital hace unos días. Estaba allí contigo, abrazándote... cuando
debería haber sido yo. Estabas escondida en un rincón, junto a una máquina
expendedora. Seguramente no sabías que venía en esa dirección, pero me había
parado para ir al baño. Estabas demasiado absorta como para fijarte en mí. —Warren
se frotó las sienes—. Me fui porque no estaba de humor para hacer el ridículo.
Eso rompió mi corazón en un millón de pedazos. —Lo siento mucho, Warren.
Debería haberte dicho que había empezado a verlo. Él no es la razón principal por la
que terminé las cosas. Fue más por la necesidad de experimentar la vida antes de
sentar cabeza. Pero...
—Da la casualidad de que él estaba allí cuando tomaste esa decisión, supongo.
—Warren se puso de pie—. Tengo que irme. Llego tarde a una reunión. —Caminó
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hacia la puerta, pero se dio la vuelta antes de salir—. No voy a juzgarte por tus
decisiones. Él no sería el tipo de hombre que yo elegiría para ti. Es una fase, Laney.
Y entrarás en razón. Confío en ello. Planeo esperar a que lo hagas, pero no sé si podré
esperar para siempre.

Mentalmente agotada, llegué a Nueva York esa noche sintiéndome fatal


conmigo misma. Al mismo tiempo, me alegré de que Warren hubiera conseguido el
trabajo en California. Se merecía un cambio de ritmo, en un nuevo entorno donde
cada esquina no le recordara a mí. Dicho esto, sus palabras acerca de que Holden era
una fase se me habían metido un poco en la cabeza, sobre todo porque había tenido
mucho tiempo a solas en mi auto para dejar que todo se pudriera.
Después de ducharme y ponerme ropa cómoda, me acurruqué en el sofá y
decidí echar un vistazo a la página de Instagram de After Friday. Había fotos de los
dos últimos conciertos, incluido el de la noche en que Holden volvió de Pensilvania.
Me había dicho que uno había ido especialmente bien y que el ejecutivo musical le
había dicho a su mánager que se pondría en contacto.
Deben de haber encargado a alguien que tomara estas fotos supuestamente
sinceras, porque eran fantásticas: Monroe haciendo el amor con el micrófono, Dylan
tocando el bajo con los ojos cerrados. Me gustaron especialmente las tomas de
Holden balanceando las baquetas bajo las luces de neón. Sus ojos contenían tanta
pasión. Me hizo extrañarlo muchísimo. Habría dado cualquier cosa por que él
estuviera en la puerta de al lado ahora mismo.
Casi tan pronto como tuve ese pensamiento, mi teléfono comenzó a sonar. Era
una llamada FaceTime de Holden. Tan rápido como me fue humanamente posible,
contesté: —¡Hola! ¿Cómo sabías que estaba pensando en ti?
—¿Volviste a Nueva York?
—Sí. Me quedé atrapada en un tráfico mortal, así que llegué hace un rato.
—Maldita sea. Son casi las once. Eso apesta. Pero me alegro de que hayas
regresado sana y a salvo.
Holden había mencionado que la banda tendría un autobús de gira para la
última etapa de su viaje, y pude ver que estaba acostado en un espacio reducido. Su

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cabello iba en todas direcciones. Cómo hubiera deseado pasar mis manos por él.
—¿Qué vas a hacer esta noche? —pregunté.
—Tenemos la noche libre. Un par de chicos se van de fiesta, pero yo voy a pedir
una pizza y pasar el rato en el autobús viendo películas.
—¿Por qué no sales con ellos?
—Simplemente no me interesa. Estoy aniquilado y lo único que quiero es
hablar contigo.
—¡Sífilis!
Ladeé la cabeza. —¿Alguien acaba de decir sífilis?
—Ese era Monroe. Ignóralo.
—¡Clamidia!
—¿Quién era?
—Dylan.
—¿Por qué dijo eso?
—Los chicos bromean diciendo que no salgo de fiesta porque tengo una ETS.
Ya les he dicho por qué no me interesa acostarme con mujeres al azar, pero se
divierten demasiado fastidiándome. Ahora se portan peor porque me ven al teléfono
contigo. Ignóralos, por favor.
Solté una carcajada. —Qué locura.
De repente se levantó y empezó a caminar hacia la parte trasera del autobús.
—Espera. Voy al dormitorio para tener un poco de intimidad.
Holden se recostó en la cama. —Ah. Así está mejor. —Extendió su mano hacia
un costado y levantó una tanga de encaje—. Monroe se divirtió demasiado aquí hoy
temprano.
—Ew. —Me reí.
Recuerdo que me dijo que se turnaban para usar el dormitorio principal en
lugar de dormir en las literas.
—Me gustaría estar allí acostada en esa cama contigo.
—¿Por qué no fingimos, preciosa? —Deslizó la camiseta por encima de su
cabeza, mostrando su precioso pecho y sus tatuajes. El hombre era una obra de arte.
Cada terminación nerviosa de mi cuerpo se puso en alerta. Había planeado
pasar esta llamada poniéndolo al corriente de lo ocurrido con Warren, pero
olvidarme de todo me pareció una idea mucho mejor.
—¿Puede alguien irrumpir en este momento? —pregunté.
—No. Cerré la puerta.
A continuación, saqué mi camiseta por encima de la cabeza.
Holden se quedó boquiabierto. Supongo que no esperaba que hiciera eso. —
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¿Estás tratando de matarme?
—Pensé que, ya que puedo mirar tu hermoso pecho, querrías mirar el mío.
—Sabes que me encantan esos pechos, pero es como una tortura ya que no
puedo chuparlos. Pero si vamos a hacer esto, me apunto, Lala.
Empecé a acariciar mis pezones con las puntas de los dedos.
—Oh... ¿está encendido, entonces? —Los ojos de Holden se llenaron de
picardía mientras se movía para acomodar algo. Bajó el teléfono
momentáneamente—. ¿Ves lo que hiciste?
Estaba completamente duro, su maravillosa polla erguida en el aire.
Cada vez más cachonda, murmuré: —Quiero ver cómo te acaricias.
—Oh, chica sucia. Me encanta cuando hablas así. —Sonrió—. Y por supuesto,
me tocaré para ti, pero solo si tú haces lo mismo para mí.
Subí el teléfono a una posición elevada para que pudiera verme mientras
bajaba mis pantalones cortos y empezaba a masajear mi clítoris.
Holden inclinó la cabeza hacia atrás mientras acariciaba su polla arriba y abajo
y gemía. —Mantén el teléfono así para que pueda mirarte. Eso es tan jodidamente
caliente, Lala.
Cerrando los ojos, me perdí en nuestra masturbación mutua.
—Voy a venirme —gimió finalmente.
Miré la pantalla y vi la explosión de semen que brotaba de la punta de su polla.
Yo también me dejé ir, sintiendo cómo se contraían los músculos entre mis
piernas mientras me entregaba a este éxtasis tan necesario después de unos largos
días. Solté un largo suspiro.
—Ha estado muy bien.
Jadeó. —Tenemos que hacer esto más a menudo mientras estoy aquí.
—Ahora que estoy en casa, podemos.
—Sí. Probablemente no habría sido prudente masturbarme por FaceTime
mientras tu padre podría haber aparecido en cualquier momento en Pensilvania.
Eso me lo recordó. Al menos podría contarle esta parte de la historia ahora
mismo.
—Hablando de mi padre...
Holden subió sus pantalones y se sentó más recto.
—¿Qué pasa?
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—Bueno, nos vio abrazados en el hospital y sumó dos más dos.
Cerró los ojos. —Mierda.
—Está bien. Admití que nos hemos estado viendo. Él lo aceptó.
—¿Fue realmente tan fácil, o te estás conteniendo?
No quería mentir... —Está preocupado por tu reputación, pero creo que es
comprensible teniendo en cuenta que eras bastante salvaje y siempre tenías una
chica diferente cerca la última vez que pasó algún tiempo contigo.
Holden tiró de su cabello y pareció contemplar algo.
—¿En qué estás pensando?
—Estoy pensando que yo querría matarme si fuera él.
Terminé contándole que Warren había conseguido el trabajo en California y
que le había confesado a mi ex lo que había pasado entre nosotros.
Permanecimos al teléfono un rato más, hasta que ya no pude mantenerme
despierta. Aunque el futuro seguía siendo incierto, cerré los ojos con el sonido de la
voz de Holden, sabiendo que, por ahora, momentos como el de esta noche con él eran
todo lo que necesitaba.
CAPÍTULO 24
Lala
M
e sentía ansiosa.
Dios sabe que nada me retenía, puesto que la mayor parte de
mi piel ya estaba a la vista. Me miré por última vez en el espejo y
respiré profundamente. Me veo bien... No, no me veo bien. Me veo
sexy, si lo digo yo misma. Después de trece días sin ver a Holden, por fin hoy
regresaba a casa. Para celebrar la ocasión, había parado en una tienda de lencería y
compré algo picante. Al principio me había probado un bonito camisón blanco de
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muñeca, que probablemente encajaba mejor con mi personalidad. Pero entonces
decidí salir de mi zona de confort y probarme algo que pensé que podría gustarle a
Holden. Al final, compré un conjunto rojo de una pieza con cuello halter, aberturas
laterales, tanga en la parte de atrás, braguitas sin entrepierna de fácil acceso y un
sujetador de un cuarto de copa por el que literalmente se derramaban mis pechos. El
atuendo se completaba con un liguero, medias de red y un par de sandalias de satén
a juego con pompones de piel sintética. Me moría de ganas de ver el rostro de Holden
cuando entrara en su apartamento y me encontrara esperándolo así.
Por suerte, no tuve que esperar mucho. Menos de media hora después, escuché
una llave en la cerradura de la puerta principal de su casa. Sintiéndome atrevida con
mi atuendo, me ubiqué apoyada en la encimera de la cocina de la forma más sexy que
sabía y lo esperé. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho cuando la puerta se abrió
y Holden entró. Pero dejó de latir cuando me di cuenta de que no estaba solo...
—Oh, mierda —dijo Holden. Se dio la vuelta y golpeó los ojos de su bajista con
la mano.
Inmediatamente corrí hacia su dormitorio, aunque estaba agradecida de que
lo hubiera hecho ya que estaba tan desnuda por detrás como por delante. Mortificada,
agarré mi ropa de encima de la cómoda, me puse la camisa que había llevado antes
por encima de la cabeza y empecé a ponerme los jeans. Cuando Holden abrió la
puerta de la habitación, ya los había subido hasta la mitad de mis piernas.
Cerré los ojos. —Por favor, dime que se ha abierto un agujero gigante en el
centro de tu sala de estar en el que puedo saltar.
—Quítate esos pantalones —dijo—. La camisa también.
Sacudí la cabeza con los ojos aún cerrados.
—Creo que el momento ha pasado. Lo siento mucho. No tenía ni idea de que
traías a alguien a casa contigo.
—Se fue. Ahora quítate esa ropa y déjame verte con ese conjunto.
—Estoy demasiado avergonzada, Holden.
—No tienes nada de qué avergonzarte, cariño. Pero tienes menos de cinco
segundos para desvestirte, o lo haré por ti.
Por fin abrí los ojos. La forma en que Holden me miraba me devolvió la
autoestima. Sus ojos estaban oscuros, y había un trasfondo de algo peligroso cuando
mordió su labio inferior.
Negué con la cabeza de nuevo. —No puedo creer lo que acaba de pasar.
—Olvídate de todo menos de ahora mismo. No tienes idea de cuánto te extrañé.
—Holden hizo una pausa y ladeó la cabeza—. ¿Sabes lo magnífica que eres,
esperando a que llegara a casa vestida así? ¿Lo increíblemente sexy que estabas?
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No tengo ni idea de cómo lo consiguió, pero empecé a olvidarme de lo que
acababa de pasar en la cocina y empecé a creer que yo era todo lo que él decía. El
calor en sus ojos me hizo sentir muy deseada. Así que hice lo que me pidió y me quité
la ropa que me había puesto para taparme.
Holden pasó una mano por su cabello mientras recorría mi cuerpo con la
mirada.
—Jesucristo. Soy el hijo de puta más afortunado de este planeta. —Sacudió la
cabeza—. Definitivamente no te merezco, pero soy demasiado egoísta para que me
sigas importando una mierda.
El aire de la habitación crepitó cuando Holden se acercó. Si había tenido alguna
duda sobre si solo intentaba hacerme sentir mejor, se esfumó cuando vi el bulto de
sus pantalones. Parecía que su excitación intentaba escapar forzando los dientes de
la cremallera de sus jeans.
Holden rodeó mi trasero con una mano y me levantó. Mis piernas se
envolvieron alrededor de su cuerpo mientras me besaba con una fuerza
incontrolable.
—Mierda —gimió—. Puedo sentir lo mojada que estás a través de la
entrepierna de tu traje y de toda mi ropa.
—No, no puedes. —Mordí su labio inferior y tiré de él—. Porque este conjunto
no tiene entrepierna.
—Quiero atarte. Todas las noches de la última semana he soñado con atar tus
manos. ¿Pero atarte con esta ropa? No podría haber soñado con algo tan bueno. —
Echó la cabeza hacia atrás y me miró—. ¿Te parece bien, cariño?
Tragué saliva. —Sí.
Una sonrisa malvada curvó sus labios. —Entonces vamos a llevarte a esa cama.
Holden me dejó en el colchón. Se acercó a uno de sus cajones y sacó un
cinturón. Lo dobló por la mitad y juntó el cuero, haciendo un fuerte sonido de látigo
que fue lo más erótico que jamás había escuchado.
—Brazos sobre la cabeza. Junta las manos.
Negó con la cabeza, mirándome fijamente mientras hacía lo que me pedía. —
Podría mirarte así todo el día, cariño.
Holden se desnudó sin dejar de mirarme. Me calenté al ver su hermosa piel
bronceada, decorada con todos sus atractivos tatuajes. Su paquete de seis estaba
esculpido, y cada uno de sus musculosos brazos tenía una gruesa vena que los
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recorría en toda su longitud. Pero cuando se quitó los pantalones y los calzoncillos,
mi boca se secó al ver su gruesa erección balancearse contra su estómago. Levantó
una rodilla sobre la cama y se subió, sentándose a horcajadas sobre mi cintura
mientras se inclinaba y sujetaba el cinturón de cuero alrededor de mis muñecas.
—Intenta soltarte —dijo cuando terminó.
Intenté soltar mis manos, pero no pude.
Holden sonrió. —No tires demasiado fuerte. El cuero podría rozar tu piel y dejar
marcas. Tengo que conseguir algo más suave para la próxima vez.
—De acuerdo.
Apoyó una almohada debajo de mi cabeza y luego miró alrededor de la
habitación antes de bajarse de la cama.
—Dame un minuto. —Dentro de su armario, descolgó un espejo de cuerpo
entero que colgaba de la puerta y lo colocó encima de la cómoda a los pies de la
cama, poniéndolo de lado.
—¿Te ves con este ángulo? —preguntó.
Asentí. —Parte de mí.
—¿Qué parte?
—La mitad superior.
Volvió a jugar con el ángulo del espejo. —¿Qué ves ahora?
—De la cintura a los pies.
Sonrió. —Perfecto. Abre las piernas. Quiero que mires mientras te devoro.
—Eh, De acuerdo. —Apenas fui coherente cuando volvió a subirse a la cama y
se colocó entre mis piernas. Holden sopló suavemente contra mi humedad, y un
escalofrío me recorrió desde la parte superior de la cabeza hasta los dedos de los
pies. Sus ojos ardían mientras me miraba y me lamía de un extremo a otro.
—Oh, Dios —gemí. Su lengua se acercó a mi clítoris y chupó con fuerza. Sin
pensarlo, intenté alcanzarlo, olvidando que mis manos estaban atadas y la correa de
cuero se clavó en mi piel. El dolor se disparó directamente entre mis piernas.
Oh, vaya. No tenía ni idea de que me gustara un poco el dolor. Holden introdujo
su lengua dentro de mí, y volví a tirar de mis muñecas, esta vez un poco más fuerte.
Gemí. —Holden... —Mi orgasmo iba a suceder vergonzosamente rápido. Ya
sentía que se estaba gestando—. Más despacio... por favor...
Pero mi súplica solo lo hizo ir más rápido. Holden chupó y lamió, añadiendo
dos dedos mientras yo me acercaba al límite. Cuando llegué, grité tan fuerte que
estaba segura de que las personas en la calle, tres pisos más abajo, me habían
escuchado.
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Después, jadeé mientras Holden trepaba por mi cuerpo.
Sus ojos brillaban. —A mi chica le gusta que la aten.
—Creo que solo eres tú —musité.
Apartó un cabello de mi rostro. —Eso está bien. Porque creo que para mí
también eres solo tú.

—¿Cómo está tu madre? —Una hora más tarde, Holden y yo estábamos


acostados de lado. Era la primera vez que teníamos una conversación real desde que
había entrado por la puerta.
Metí las manos debajo de mi mejilla.
—Está muy bien. Ayer fue al médico y le dijeron que la incisión está
cicatrizando bien y que sus constantes vitales están estables. No necesita otra revisión
hasta dentro de tres meses. Pero le están dando anticoagulantes, así que debe tener
mucho cuidado de no caerse ni nada, porque sería difícil detener cualquier
hemorragia.
—Vaya. ¿El plástico de burbujas está en tu apartamento?
Mis cejas se fruncieron.
Holden sonrió. —Imaginé que habrías pedido un montón para envolverla en
caso de que chocara con algo.
Me reí. —Créeme, lo haría si pudiera. Recibir esa llamada fue uno de los
momentos más aterradores de mi vida. Creo que voy a conducir hasta Filadelfia para
volver a verla dentro de dos semanas.
—Iré contigo. Mientras tú pasas tiempo con tu madre, yo puedo trabajar para
conocer a tu padre como adulto. Ahora que le has dicho que estamos juntos, creo que
es importante que le demuestre que no soy el mismo adolescente que conoció en su
día.
Fue un dulce impulso, pero... —No estoy segura de que sea una gran idea. No
creo que mi padre esté preparado para eso.
Holden frunció el ceño. —¿Por qué no?
—No lo sé. Siento que es demasiado pronto.
—¿Demasiado pronto después de tu ruptura con Warren? ¿O demasiado pronto
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porque aún no has averiguado si realmente soy una persona diferente?
Odiaba herir sus sentimientos, pero tenía que ser sincera. Mordí mi labio.
—¿Tal vez un poco de ambas?
Holden lo meditó durante un minuto. —¿Puedes ver un futuro conmigo, Lala?
—preguntó finalmente—. Entiendo que es demasiado pronto para que te lances a algo
serio, pero ¿puedes ver algo más que tontear entre nosotros en el futuro?
Coloqué mis manos sobre su pecho.
—Holden...
—Parece que tienes miedo de contestar porque no quieres disgustarme. Pero
siempre prefiero que me digas la verdad.
Asentí. —No es que no quiera ver un futuro contigo, pero supongo que me
cuesta imaginar cómo podría ser. Tu estilo de vida es tan diferente del mío, y yo solo
te he visto desde ese punto de vista. Es difícil imaginarte feliz en una relación
monógama a largo plazo.
Holden bajó la mirada y asintió. —Odio que te sientas así, pero supongo que es
justo. Solo conoces a la persona que te he mostrado. Y si te soy sincero, no estoy
seguro de haber conocido otra faceta mía hasta hace poco. —Levantó los ojos para
mirarme—. Necesito demostrarte que no soy el mismo que era. Sé que eso no ocurrirá
de la noche a la mañana, pero ¿me darás la oportunidad de hacerlo? ¿Puedes
mantener la mente abierta?
Había conocido a Holden prácticamente toda mi vida, así que era bastante
buena leyéndolo. Podía ver que su corazón estaba en el lugar correcto. Solo que no
estaba tan segura de que no cambiaría de opinión una vez que la diversión hubiera
terminado. Las relaciones no eran fáciles, y menos cuando uno de los dos viajaba tanto
como él. Por no hablar de que era batería, guapísimo y las mujeres siempre se le
habían echado encima. Deseaba más que nada no tener esa duda, pero mi mecanismo
interno de autoprotección tenía miedo. Holden Catalano era el único hombre que
podía tragarme entera y aniquilarme si me escupía. Lo sabía en mis huesos.
Pero Holden me observaba y esperaba una respuesta real. Así que le ofrecí mi
mejor sonrisa positiva, aunque mi interior estaba lleno de dudas.
—Claro.

—Oh, Dios mío —dije, dejando mis llaves sobre la encimera de la cocina la
noche siguiente, cuando llegué a casa—. Me puse nerviosa cuando abrí la puerta. Ni
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siquiera me di cuenta de que eras tú y pensé que tal vez me había equivocado de
apartamento.
Holden estaba en la cocina con tres quemadores encendidos. Llevaba un
cárdigan abotonado y pantalones de vestir, y su cabello, siempre alborotado, estaba
peinado hacia atrás. También llevaba gafas con montura de carey, aunque no me
pareció que tuviera problemas de visión. Básicamente, estaba vestido como Warren.
Se acercó y colocó las pantuflas a mis pies.
—Buenas noches, querida.
¿Querida? entorné los ojos. —¿Qué estás tramando, Catalano? ¿Rompiste algo
accidentalmente o compraste algunos juguetes sexuales nuevos que quieres probar?
Me dio un rápido beso en los labios. —No estoy tramando nada. Solo quería
que mi señora volviera a casa para disfrutar de una agradable cena después de un
largo día de trabajo.
—Mmm-hmmm.
Holden colocó una mano en mi espalda y me condujo a la sala de estar.
—La cena estará lista en unos veinte minutos. ¿Quieres una copa de sauvignon
blanc?
—Claro.
Desapareció y volvió un minuto después con vino. Entregándomelo, me guio
para que me sentara en el sofá, luego levantó mis pies sobre la mesa de café y deslizó
un cojín debajo.
—Dame dos minutos y me reuniré contigo. Solo tengo que comprobar el
cordon bleu de pollo y el arroz al azafrán.
Levanté las cejas. —¿Seguro que no te refieres a nuggets de pollo y patatas
fritas?
Holden fue a la cocina y jugueteó con los mandos de los fogones antes de volver
de nuevo. Tomó asiento en el otro extremo del sofá, dejando un gran espacio entre
nosotros. Podría haberme creído que su cambio de vestuario era un nuevo estilo y
que en secreto era un buen cocinero, pero Holden Catalano no dejaba un metro de
distancia entre nosotros cuando no nos habíamos visto en todo el día.
—¿Qué opinas de la agitación política en Bosnia?
Me reí. —¿Qué?

248
—Las amenazas de secesión que causan inestabilidad en la nación balcánica.
Le di un sorbo a mi vino.
—No, no lo sé. Supongo que no estoy al día de las noticias de los Balcanes.
—Eso está bien. ¿Qué pasa con la crisis financiera? Un fondo de cobertura
bastante grande acaba de advertir que la hiperinflación podría provocar un gran
colapso de nuestra economía.
—¿Te golpeaste la cabeza, Holden?
—No, pero hoy leí el New York Times de principio a fin.
Levanté las cejas. —¿De principio a fin? ¿Cuánto tiempo lleva eso?
—Unas seis horas.
—¿Por qué demonios pasaste seis horas leyendo el Times?
Holden se encogió de hombros. —Eres inteligente. Quiero poder discutir cosas
contigo.
—No necesitas hacer eso. Me gustas como eres, Holden.
Agitó su dedo hacia mí.
—Ah... Pero eso no es verdad. Necesitas más de mí para ver que puedo ser un
buen compañero, y quiero demostrarte que puedo darte lo que necesitas.
Sonriendo, dejé el vino y me arrastré hasta su lado del sofá, levantando una
rodilla por encima de sus piernas para sentarme a horcajadas sobre él. Luego moví
las caderas para sentarme en su entrepierna.
—Ya me das exactamente lo que necesito.
Extrañamente, Holden no mordió el anzuelo. Su rostro se volvió solemne.
—Hablo en serio, Lala. Quiero hacerte la cena, salir contigo, tener
conversaciones significativas contigo... Quiero demostrarte que puedo ser algo más
que un buen polvo.
Sacudí la cabeza. —Eso no es todo lo que pienso de ti.
Miró hacia su regazo, donde yo estaba sentada. —A veces se siente así.
Empecé a bajar, pero Holden me detuvo. —No, no vayas a ninguna parte.
Hablemos.
Volví a sacudir la cabeza.
—Lo siento, Holden. No me di cuenta de que te estaba haciendo sentir como un
trozo de carne. Me siento mal.
—No te sientas mal. Entiendo que nuestra relación sea sobre sexo. Diablos, ese
es el único tipo de hombre que has conocido de mí. Pero lo decía en serio anoche
cuando dije que quería más que eso. Quiero mucho más, Lala.
—¿Por qué?
249
—Porque yo... —Se detuvo y se aclaró la garganta—. Porque me gustas mucho.
La adrenalina se disparó a través de mí. ¿Holden estaba a punto de decirme
que me amaba?
Empujó un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—Escucha, cariño. Tal vez fui demasiado lejos tratando de cambiar las cosas
tan rápido. Pero de verdad me gustaría intentar cambiar el enfoque de nuestra
relación, demostrarte que puedo ser más para ti de lo que crees.
—Eres más para mí que solo sexo.
—¿Puedes dejar que te lo demuestre? ¿Hacer algo por mí?
—Por supuesto. ¿Qué?
—No tengamos sexo durante las próximas dos semanas.
Mis ojos se abrieron de par en par. No estaba segura de si era porque me
asombraba que Holden quisiera abstenerse tanto tiempo o porque yo misma no
estaba segura de poder aguantar tanto. El hombre era más adictivo que las drogas.
—¿En serio? —pregunté—. ¿Quieres decir nada de coito o nada de... nada?
—¿Qué tal si nos limitamos a besarnos?
Ya le había hecho sentir que solo servía para el sexo, así que no podía dejar
pasar lo decepcionante que sonaba la idea de pasar dos semanas sin él. Así que forcé
una sonrisa.
—Claro, por supuesto. Lo que tú quieras.
Holden parecía aliviado. Se inclinó hacia delante y me dio un tierno beso con
la boca cerrada.
—Gracias.
Un minuto después, se levantó para servir la cena. La comida que había
preparado estaba deliciosa y, después de comer, nos acurrucamos en el sofá y vimos
una película increíble que él eligió. Cuando bostecé, Holden besó mi hombro.
—Me iré. Deberías dormir un poco.
—¿No te vas a quedar?
Se incorporó.
—Creo que es mejor si no lo hago.
Hice un mohín. —De acuerdo.
Holden frotó su nariz con la mía. —Te ves linda cuando eres célibe.
—Podría volverme hambrienta. Excepto que la h es de cachondo en vez de
250
hambrienta.
Se rió y se levantó, ofreciéndome la mano. —Vamos. Acompáñame a la puerta
para que puedas bloquear las cerraduras.
En la puerta, Holden me dio un beso en los labios.
—Dijiste que podíamos besarnos. ¿Puedo al menos conseguir uno de verdad?
Su labio se crispó, pero envolvió una mano alrededor de mi cuello y tiró de mí
hacia él. Luego me dio un beso tan apasionado que parpadeé un par de veces cuando
me soltó.
—Buenas noches, cariño. —Sonrió.
—Uhh... Sí. Buenas noches.
Cuando se marchó, apoyé la cabeza en la puerta cerrada, aún conmocionada
por aquel beso. Van a ser dos semanas muy largas.
CAPÍTULO 25
Holden
—M
aldición, ¿estar sin sexo por elección propia? —Owen le dio
un mordisco a la manzana que había robado de mi nevera
después de pasar por aquí de camino a casa desde el trabajo
la tarde siguiente.
Lala aún no había llegado a casa, así que estaba matando el tiempo y
entreteniendo la curiosidad de mi amigo sobre mi probablemente estúpida decisión. 251
—No puedo creer que fuera idea mía. —Sacudí la cabeza.
—Hablando de dispararse en el pie. —Se rió—. Sin embargo, conozco a una
persona que estaría feliz con esto.
—¿Quién?
—Ryan. Estará encantado de que le quites las manos de encima.
—Probablemente tengas razón. —Suspiré. Owen había tocado mi punto
sensible. Lo juro, soñaba con Ryan volviendo a esta vida solo para estrangularme.
Un golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos.
Cuando abrí, Brayden estaba allí con una sonrisa bobalicona en su rostro.
—¿Qué pasa, hombre? —le hice señas para que entrara.
—Esto es solo un control de bienestar. Owen me envió un mensaje para que
viniera. Dijo que pensaba que podrías haber perdido la cabeza.
—Todavía no la he perdido. —Puse los ojos en blanco—. Todavía es la palabra
clave.
Brayden se apoyó en el mostrador. —¿Qué está pasando?
Owen se encargó de responder.
—Quiere demostrar que lo que él y Lala tienen no es impulsado únicamente
por el sexo, por lo que tu chico aquí tomó una decisión. Le está negando la P por dos
malditas semanas.
Los ojos de Brayden se abrieron de par en par.
—¿Desde cuándo ha crecido Catalano? Supongo que todos hemos estado
demasiado ocupados para darnos cuenta. —Se rió entre dientes—. Pero en serio...
¿Retener el sexo? ¿No va a ser un poco... desafiante para ti?
—Créeme, incluso un día ha sido difícil para los dos. Creo que Lala se lo está
tomando peor que yo.
—Debe ser difícil que te deseen tanto por tu cuerpo, ¿eh? —reprendió Owen.
—Solía estar bien con eso, imbécil. Pero no con esta chica. Suena cursi, pero...
—Me encogí ante las palabras que estaban a punto de salir de mi boca—. Quiero
gustarle por mí.
—¿Quién eres y qué hiciste con Holden? —bromeó Brayden.
—Desde luego, a Lala nunca le faltaron mierdas inteligentes de las que hablar

252
con su último novio —le dije—. Quiero estimular su mente tanto como estimulo otras
partes.
—¿Y si inesperadamente empiezas a sentirte diferente ahora que el sexo ha
desaparecido de la ecuación? —preguntó Brayden.
Sacudí la cabeza. —De ninguna manera. Incluso cuando Lala y yo no teníamos
sexo, quería estar con ella las veinticuatro horas del día. Me encanta hablar con ella,
pasar tiempo con ella. Eso es lo que mejor hacemos, antes de que el sexo alucinante
nos desviara.
—¿Esta es la parte en la que se supone que debo sentir lástima por ti? —se
burló Brayden.
Entonces llamaron a la puerta. Esperaba por Dios que no fuera Lala quien se
metiera en esta conversación. Estaba seguro de que los rostros de los chicos me
delatarían.
Afortunadamente, solo era Colby.
—¿Qué hay?
—Hola hombre —le dije.
—Brayden me acaba de mandar un mensaje para que viniera. Dijo que algo
raro está pasando contigo.
Me giré hacia Brayden.
—¿Estás bromeando?
Brayden se encogió de hombros.
—Lo siento. Pero es gracioso.
Después de que le pusieran al corriente, Colby apoyó su mano en mi frente. —
¿Seguro que estás bien, amigo?
—Puede que haya perdido la cabeza —concedí.
—No. —Brayden me dio una palmada en el hombro—. Creo que nuestro chico
está creciendo.
Colby se rió. —Esto es como si Owen se despertara un día y decidiera que hay
cosas más importantes que el trabajo. No lo reconocería.
Owen le dio un mordisco a su manzana y habló mientras masticaba: —Oye, no
me vengas con que actualmente no tengo a nadie por quien merezca la pena
descuidar el trabajo, a diferencia de ustedes, dos imbéciles dominados. Además, he
decidido que no voy a casarme. La mayoría de las mujeres quieren hijos, y esos dos
mocosos adolescentes del 410 me hicieron decidir que nunca tendré ninguno.
—¿Qué hicieron ahora? —pregunté.

253
—Los vi en el ascensor esta mañana. Me preguntaron si tenía cambio de veinte.
Lo tenía, así que se lo di. Cuando llegué a la estación de tren, me di cuenta de que mi
billetera había desaparecido. Y mi maldito reloj. Se rieron cuando subí a su
apartamento enojado. Dijeron que solo estaban bromeando, pero no me hizo mucha
gracia.
Me reí. —Al menos no pondremos a los niños en la calle cuando algún día los
desalojemos por no pagar el alquiler. En la cárcel les darán dos duros y un catre.
—Volviendo a nuestro chico célibe aquí —dijo Brayden—. ¿Qué pasa después
de este período de dos semanas? Digamos que demuestra que puede tener una gran
relación sin sexo. ¿Entonces qué? ¿Eso resuelve todos tus problemas?
Me tomé un momento para reflexionar.
—No lo sé. El mayor reto para mí es cómo serán las cosas si la mierda empieza
a despegar con la banda.
—Hablando de eso... —Colby destapó una cerveza que había sacado de mi
nevera—. Nunca nos contaste cómo te fue en el oeste. ¿Alguna perspectiva?
—Más de una, en realidad. El viaje fue todo lo exitoso que podía haber sido.
—¿En serio no te enrollaste con nadie ahí fuera? —preguntó Brayden.
—Claro que no —dije, un poco insultado—. Yo no le haría eso.
—Bien por ti —dijo.
—No fue esfuerzo. No quería hacerlo. Es tan sencillo como eso.
Colby interrumpió: —¿Cuál es el siguiente paso? ¿Alguien se está
comunicando con ustedes?
—Había al menos dos ejecutivos interesados. Estamos esperando saber más.
Eso me pone un poco nervioso.
—Bueno, yo, por mi parte, estoy orgulloso de ti por no rendirte nunca —dijo
Owen—. Parece que finalmente podría estar dando sus frutos.
—Ten cuidado con lo que deseas... —Brayden se rió—. Podrías conseguirlo
todo de una vez.
Asentí. —Eso es exactamente lo que siento. Todo va genial con mi vida
personal y mi carrera, pero las dos intentan anularse mutuamente.
Los chicos se quedaron y me tocaron las pelotas durante una hora antes de
dejarme solo. Desahogarme con ellos me había hecho bien.
Cuando se fueron, me duché y me masturbé antes de ir a casa de Lala. Esto
último sería imprescindible durante los próximos días, aunque no ayudaba mucho
con la necesidad cuando estaba justo frente a mí.

254
Mientras caminaba hacia la puerta de al lado, tuve que contenerme para no
excitarme demasiado. Casi había olvidado por una fracción de segundo que no
íbamos a tener sexo. En lugar de eso, le ofrecería otra noche de “diversión platónica”.
Cuando abrió la puerta, mis ojos se posaron inmediatamente en su pecho. Los
pezones de Lala atravesaban la fina tela de su camiseta blanca.
—Hola, guapo. Te extrañé hoy.
Apreté los dientes al entrar.
—Lala, ¿qué estás haciendo?
—¿Qué quieres decir?
—Tus pezones me miran como si tuvieras un segundo par de ojos. Quiero
chuparlos ahora mismo, y eso no es bueno.
—Oh. —Miró hacia abajo—. Debo haber olvidado ponerme un sujetador.
Su rostro se enrojeció cuando la miré fijamente.
—¿Es eso, o solo estás tratando de torturarme?
Mostró una sonrisa pícara.
—Eso es lo que pensaba.
Sus rizos rubios estaban especialmente rebeldes esta noche, justo como me
gustaban. Me imaginé recogiendo su cabello en una coleta y tirando de él mientras
la follaba por detrás. Y Dios... había estado tan obsesionado con su pecho que casi no
me había dado cuenta de que se había puesto aquella bonita falda de cuero que había
llevado a un par de mis conciertos.
Prácticamente estaba salivando mientras tiraba de ella hacia mí. —Joder. Ven
aquí.
Pasé mis dedos por su cabello mientras nuestros labios se chocaban. Cuando
Lala gimió en mi boca, mi polla se puso tiesa. Tuve que esforzarme para no llevarla a
la encimera de la cocina y romper mi “ayuno”. Me iba a meter en un lío si no ponía
fin a esto, así que me aparté.
—¿Qué pasa? —preguntó ella—. Pensé que besarse estaba bien.
—Nunca es solo besarse contigo. —Jadeé—. Sé que dije que podíamos
besarnos... pero ahora mismo me está resultando muy difícil.
Miró mi entrepierna.
—Ya lo veo. —Lala suspiró—. Esto es más difícil de lo que pensaba. Todo me
excita más de lo normal. Esta tarde me enviaste un mensaje de texto, e incluso tu
nombre en mi teléfono hizo que mi cuerpo reaccionara. ¿Quién demonios se excita
con un mensaje que ni siquiera has leído?
—Bueno, razón de más para condicionar tu cerebro a no asociarme con el sexo.
La expresión de Lala se volvió seria. —¿De qué se trata realmente? ¿En serio te
255
preocupa que solo me interese una cosa de ti? Porque si ese es el caso, lo encuentro
un poco insultante después de que hemos tenido años de historia juntos que no
involucraron ni un solo segundo de sexo.
Joder.
—Por supuesto, sé que te preocupas por mí por razones distintas al sexo. Pero
creo que la parte sexual de nuestra relación podría estar ocultando algunas cosas a
las que podrías estar haciendo la vista gorda sin querer.
—¿Cómo qué?
Mierda. ¿Qué estoy haciendo?
—¿Estás tratando de advertirme o algo así? Estoy confundida, Holden.
¿Lo estoy?
—Mira... Lo de no tener sexo es para que conectemos más a otro nivel, pero
también para que te des cuenta de en qué te estás metiendo conmigo. Cuando nos
estamos follando constantemente es difícil para ti ver todo con claridad.
¿Por qué estaba tratando de sabotear las cosas? No podía contenerme. Tiré de
mi cabello.
—Siento que las cosas están empezando a suceder con After Friday. Sé que mi
ausencia no fue fácil. Pero eso podría ser solo el principio, Lala. Va a ser difícil para ti
conmigo lejos. ¿Y si no puedes manejarlo?
—Estás poniendo palabras en mi boca, Holden. Obviamente, he pensado en
eso. Pero todo lo que sé es que si mi cabeza empieza a ir hacia allí, hacia el mañana o
hacia algún escenario futuro imaginado, estoy perdiendo estos momentos contigo
ahora mismo. Así que tal vez mi bloqueo de la realidad es intencional porque no
quiero perder este tiempo contigo.
Sacudí la cabeza y miré mis zapatos.
—Siento haber arruinado el ambiente.
—No te disculpes por ser sincero. Estás admitiendo lo que te preocupa. Y yo
fui sincera al admitir que no estaba preparada para afrontarlo. Aunque no siempre
nos gusten las respuestas de la otra persona, siempre debemos hablar de lo que nos
preocupa. —Tiró de mi camiseta—. Y, por cierto, abrirnos el uno al otro así es un
mejor uso del periodo sin sexo que tú vistiéndote como señor Rogers y fingiendo ser
alguien que no eres.
Rompiendo mi promesa de no besarla, me incliné y tomé su boca con la mía.
Hablando sobre sus labios, murmuré: —No quiero perderte. De eso se trata todo esto.
—Lo sé —susurró.
Mis malditas emociones estaban a flor de piel. Bajé la boca hasta su cuello y
256
chupé su tierna piel, necesitando estar dentro de ella como si necesitara respirar.
—Tengo tantas ganas de follarte ahora mismo.
Se rió. —¿Alguien accionó un interruptor dentro de ti, Catalano?
—Así es cuando tú... —Amas a alguien. Joder. Cada vez que había estado a
punto de decirlo, las cosas no salían bien. Ahora no era el momento, ya había jodido
esta noche.
Repetí: —Así es cuando deseas a alguien tanto como yo te deseo ahora, cariño.
—Me obligué a retroceder—. Pero voy a ceñirme al plan.
Habló contra mi pecho. —No voy a fingir estar feliz por eso.
Cambié de tema antes de ceder. —Aquí hay algo que podría alejar nuestras
mentes del sexo...
—¿Qué?
—Quiero hablar de tu padre.
—Sí, De acuerdo. Eso podría funcionar. —Se rió mientras se alejaba de mí—.
¿Qué pasa con él?
—No voy a presionarte para pasar tiempo con él, pero secretamente espero
que cambies de opinión al respecto.
—¿Por qué te importa tanto?
—Creo que es doble. —Hice una pausa—. En parte es que Ryan no puede estar
aquí para darme el sello oficial de aprobación. Todavía no puedo averiguar si se
alegraría de lo nuestro o querría matarme, y la mayoría de los días siento que es lo
segundo. —Suspiré—. Así que caerle bien a tu padre sería la segunda mejor opción.
—¿Cuál es el otro componente?
—No voy a mentir... saber lo bien que tu padre se llevaba con Warren me irrita.
Es porque tu padre confía en él. Y seguro que no confía en mí todavía.
—También tuvo mucho tiempo para construir esa confianza con Warren. No
quiero que sientas que tienes que apresurarte. Eso sucede con el tiempo. No hay nada
que puedas decir o hacer que haga que él confíe en ti en este momento.
—Vaya, gracias.
—Lo que quiero decir es que, si te quedas y él llega a conocerte de forma
natural, así es como terminará confiando en ti. No puedes hacer que eso ocurra de la

257
noche a la mañana.
—Lo entiendo. —Exhalé—. Bien, esto es lo que propongo. Hace demasiado
tiempo que no paso un buen rato con mis padres. Dijiste que volverías a casa en un
par de semanas. ¿Por qué no conducimos hasta allí, pero me quedo con mis padres?
Mi mamá lleva mucho tiempo insistiéndome para que regrese a casa. Entonces,
puedo traerte de regreso y quizás pasar algún tiempo contigo allí también.
—¿No tienes ningún concierto programado ese fin de semana?
—Le haré saber a la banda y a nuestra manager que esos días están bloqueados
para mí. No es negociable. —Para demostrarle que iba en serio, saqué mi teléfono—
. De hecho, voy a enviarles un mensaje de texto ahora mismo para hacerles saber que
ese tiempo está fuera de los límites.
Después de que Lala sacara su agenda y confirmara los tres días que pensaba
irse a casa, le envié un mensaje de texto a mis compañeros de banda y al director,
especificando las fechas en las que estaría en Pensilvania.
En un minuto recibí un mensaje de mi manager.
Daisy: Lo siento. No puedes tomarte libres esas fechas. Nos acaban de
decir que Seal Records quiere que vuelvan a Los Ángeles para grabar un demo.
Esos días coinciden con las fechas en las que reservaron el estudio. ¡Lo siento!
Una descarga de adrenalina me golpeó mientras tecleaba una respuesta.
Holden: ¿No hay flexibilidad en las fechas?
Daisy: No. De lo contrario, el estudio estará reservado. No queremos joder
a estos tipos actuando como divas desde el principio. No es negociable.
Me quedé inmóvil, mirando mi teléfono con incredulidad.
—Holden, ¿qué pasa?
—Cariño... lo siento mucho. No puedo creer que esté diciendo esto, pero no
puedo ir a Pensilvania. —Me dolía el estómago.
—¿Qué pasó? —Ella parpadeó.
—Daisy me acaba de decir que una de las discográficas quiere que vayamos a
California otra vez a grabar un demo. Reservaron el estudio durante el tiempo que
vas a Pennsylvania.
Ella saltó hacia mí y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.
—¡Oh, Dios mío! ¡Eso es increíble!
Claro, era una gran noticia, pero a mí ni me inmutaba. Agarrándome a un clavo
ardiendo, pregunté: —¿Supongo que no puedes ir en otro momento?
—No. Tenemos el lunes libre, una especie de fiesta gubernamental de la que
nunca escuché hablar, que es la única razón por la que puedo tomarme ese fin de
semana largo. Como ya estoy atrasada, no puedo tomarme otro tiempo libre.
Apreté los dientes. —Estoy tan jodidamente enojado ahora mismo.
258
—No pasa nada. —Frotó mi brazo—. Por favor, no te estreses.
Tenía tantas ganas de demostrarle a Lala que podía estar a su lado. Pero ¿cómo
iba a defraudar a mi banda después de haber trabajado durante años para llegar a
este lugar? Era literalmente la oportunidad de mi vida.
Mi instinto me decía que si pensaba que podía dedicarme en serio a esta
carrera musical y ser el tipo de hombre que le conviene a Lala, probablemente me
estaba engañando a mí mismo.
CAPÍTULO 26
Lala
—Y
nuestra próxima evaluación del sujeto ocurrirá en sesenta
días. Si miran la última página de su presentación, encontrarán
un calendario de los distintos puntos de control, incluidas las
pruebas de nivel hormonal, la evaluación cognitiva y las evaluaciones generales de
salud. —Hice una pausa y miré a los cinco miembros del equipo de cumplimiento de
la subvención del Instituto Nacional de Salud. Todos los rostros eran nuevos excepto
el de la doctora Reston, que había formado parte del equipo que había aprobado la
259
financiación de mi beca de investigación—. ¿Alguien tiene alguna pregunta?
Todos negaron con la cabeza y se miraron. La doctora Reston sonrió.
—No me sorprende. Normalmente, cuando escucho una propuesta, tengo una
larga lista de preguntas cuando el presentador termina. No tuve ni una sola cuando
Laney nos presentó su estudio. Es increíblemente minuciosa. —La doctora Reston
cerró la carpeta que tenía sobre la mesa—. Me voy a proponer el reto de pensar en
algunas preguntas que aún no haya contestado la próxima vez que nos veamos.
Sonreí. —Siempre estoy disponible por correo electrónico o teléfono si se te
ocurre alguna después.
Todos se levantaron. Ya eran más de las cuatro, así que, uno a uno, cada uno de
los miembros del equipo se fue despidiendo, excepto la doctora Reston. Ella me
ayudó a limpiar las tazas de café y los papeles esparcidos por la sala de conferencias.
Después, extendió la mano hacia las sillas donde habíamos estado sentadas.
—¿Tienes un minuto, Laney?
—Claro, por supuesto.
Nos sentamos una frente al otro.
—¿Va todo bien? —preguntó.
Y yo que pensaba que las cosas habían ido bien. —Sí. Lo siento. ¿No fue buena
mi presentación? —Sacudí la cabeza—. Sabía que debería haber incluido una
introducción mejor y haber hablado de la investigación sobre la norepinefrina que
concluyó recientemente en Alemania.
La doctora Reston levantó las manos.
—Tu presentación ha sido más que suficiente. De hecho, ojalá todos los
becarios pusieran tanto empeño en sus resúmenes como tú. Muchos investigadores
entienden la ciencia, pero PowerPoint les da más miedo que la física cuántica.
Mis hombros se relajaron un poco. —Oh, De acuerdo.
Ladeó la cabeza. —Quizá debería haber aclarado que no me refería a tu
trabajo. Te lo preguntaba más a nivel personal. Pareces... no estoy segura de qué es
exactamente, pero pareces diferente a las últimas veces que nos hemos visto. Pensé
que tal vez estaba pasando algo, ¿quizás aquí en las instalaciones o algo personal que
te molesta? Estás un poco menos animada que de costumbre y parece que duermes
menos. No te lo pregunto a título oficial; solo quería comprobarlo de mujer a mujer.
Las mujeres de STEM tenemos que estar ahí para las demás como algo más que
compañeras de trabajo, y sé que te tomaste unos días personales hace unas semanas.
—Oh. —Sacudí la cabeza—. Es muy amable de su parte, doctora Reston.
—Barbara, por favor. 260
Asentí. —Eres muy amable, Barbara. No sabía que fuera tan fácil leerme. Pero
tienes razón, no he dormido muy bien. Me tomé un tiempo libre porque mi madre
tuvo algunos problemas de salud. Tuvo un bloqueo cardíaco y tuvieron que operarla
a corazón abierto, lo cual fue bastante aterrador. Mi mamá y yo somos muy unidas.
Perdimos a mi único hermano hace ocho años, y éramos nuestro sistema de apoyo
mutuo.
—Siento mucho escuchar eso. Imagino que eso las dejó con un vínculo especial.
¿Ella vive aquí en la ciudad?
—No, volvió a Filadelfia con mi papá. Por eso me tomé unos días libres, para
estar en el hospital.
Barbara asintió. —Es díficil. Mis padres vivían en la costa oeste cuando mi
padre enfermó. Lo perdimos por cáncer hace unos años. Fue difícil no estar allí todo
el tiempo mientras recibía tratamiento. Pero espero no haberte insultado al decir que
se notaba que no dormías. Estás muy hermosa como siempre; solo que tus ojos no
tienen el mismo brillo.
Ella no sabía ni la mitad, ya que no le había dicho a nadie que había roto mi
compromiso y empezado a acostarme con un tipo del que había estado enamorada
durante veinte años y que probablemente no me convenía. Por no mencionar, que no
podía dormir cuando Holden me dejaba caliente y molesta cada noche debido a su
actual política de no sexo.
—Te agradezco mucho que te hayas tomado la molestia de venir a verme —le
dije—. Pero te prometo que nada de lo que me pase personalmente me distraerá de
terminar mi investigación.
Barbara sonrió. —Realmente no me preocupa eso, Laney. Pero tienes mi
número. Llámame cuando quieras si necesitas hablar, del trabajo o de cosas
personales. Los científicos vemos las cosas de forma diferente a mucha gente, así que
es agradable tener una amiga que no piense que te has vuelto loca cuando sacas un
diagrama de Venn para analizar en exceso cada pequeña cosa.
Me reí. —Te lo agradezco. Es muy amable de tu parte.
—Sabes, probablemente podrías terminar el resto de tu investigación inicial
en Filadelfia. Al menos toda la recopilación de datos y el análisis se pueden hacer
fuera. Tal vez podrías volver para la siguiente ronda de entrevistas y evaluaciones
médicas con los participantes. Si quieres, le pediré al comité de subvenciones que
apruebe un cambio en tu ubicación principal para que no tengas que venir todos los
días a este edificio y puedas volver pronto a casa. Se supone que estarás aquí unos

261
meses más, ¿verdad?
Oh. Wow. No sabía qué decir. Por supuesto, me encantaría estar más cerca de
mi mamá y poder ayudarla en su recuperación. Le quitaría algo de presión a mi papá,
que seguía trabajando a jornada completa y ya se había tomado semanas libres. Pero
eso también significaría dejar a Holden. Solo de pensarlo se me estrujaba el corazón.
—¿Puedo pensarlo y avisarte después?
—Por supuesto. Averigua qué te facilitará las cosas.

Esa misma noche, Holden y yo fuimos a cenar a un restaurante elegante. Estaba


tan sexy con camisa y corbata. Pero había algo más en su atuendo que me distraía.
Levanté el menú, pero en realidad no leí ninguna de las palabras.
—¿Qué vas a pedir? —pregunté.
Holden me miró. —Lo que tú quieras. Para ser sincero, no puedo pensar con
claridad sentado frente a ti con ese vestido.
Me había puesto lo más sexy que tenía, con la esperanza de que nos tomáramos
unas copas con la cena y quizá Holden bajara un poco la guardia. Llevábamos doce
días de nuestro sabático sexual de catorce días y yo estaba a punto de explotar. Puse
el menú sobre la mesa.
—¿No puedes pensar con claridad? Sabes lo que llevas puesto, ¿verdad?
Holden bajó la mirada. —¿Un traje de payaso?
Me reí. —No. Y sí me encantas con esa camisa y corbata. Pero no me refería a
eso. —Me incliné hacia él y bajé la voz—. Ese cinturón que llevas es el que usaste
para atar mis manos hace unas semanas.
Holden gimió. —Joder, ni lo menciones. Mi polla aún no ha superado tu
atuendo.
Mordí mi labio inferior. —¿No mencionas cómo me ataste y me hiciste mirar
mientras me lamías?
Sus ojos se oscurecieron. Definitivamente estaba pinchando al oso.
—Laney...
—¿Laney? Vaya. Suenas muy serio. ¿Sabes lo que digo en serio? Quitar esa
corbata de tu cuello y rogarte que me ates con ella. ¿Te gustaría eso, Holden? Si te lo

262
suplicara. Puedo hacerlo de rodillas, si quieres...
Había tanto calor en sus ojos que parecía que esta vez mi provocación iba a dar
resultado. Así que me acerqué para intentar cerrar el trato, con la intención de
describirle lo que podía hacerle de rodillas en el baño de señoras de este restaurante
de lujo, pero el zumbido de mi celular sobre la mesa me detuvo. Desde el susto de
salud de mamá, no podía ignorar mi teléfono.
Mis ojos se desviaron para leer el nombre que parpadeaba. No era el nombre
que esperaba. Doctora Reston. Barbara.
Holden notó el cambio en mi rostro, y sus ojos bajaron también hasta mi celular.
—Mierda. ¿Es tu mamá?
Negué con la cabeza. —No. La doctora Reston es uno de los miembros del
comité de supervisión de subvenciones para mi investigación, una de las personas
ante las que me presenté hoy.
—¿Necesitas atender?
Asentí y levanté el celular. —Probablemente debería. No es propio de ella
llamarme a deshoras.
—Adelante.
Pasé el dedo para contestar. —¿Hola?
—Hola, Laney. Soy Barbara Reston.
—Hola, Barbara. ¿Va todo bien?
—Sí, siento llamarte tan tarde. Pero estaba revisando mis correos y quería darte
la buena noticia.
—¿Buenas noticias?
—Sé que dijiste que querías pensar en trasladarte y terminar tu investigación
inicial en casa, pero de todos modos envié una nota al comité. No esperaba recibir
una respuesta tan rápidamente, pero la decisión del equipo ha sido unánime. Todos
están de acuerdo en que estás haciendo un gran trabajo, y un cambio en tu sede oficial
estaría bien.
—Oh...wow.
—Todavía depende de ti, por supuesto. Pero pensé que podría facilitarte la
decisión si supieras que es posible volver. De todos modos, no quiero molestarte a
deshoras. Solo quería que supieras que estamos de acuerdo con lo que decidas.
—Es muy generoso de tu parte.
—Como dije, nosotras las mujeres de STEM necesitamos permanecer juntas. Si
hay algo más que pueda hacer para facilitarte las cosas, dímelo.
—Muchas gracias, Barbara.
Cuando colgué, Holden me esperaba con una sonrisa.
263
—Desde donde estoy sentado, eso sonó increíble.
—Sí, fueron buenas noticias. El comité estaba muy contento con mi
presentación de hoy —dije. No era mentira, aunque tampoco era el motivo de la
llamada. Pero no estaba preparada para hablar de lo que me acababan de ofrecer
con Holden. Primero tenía que averiguar lo que quería—. La doctora Reston solo
quería hacérmelo saber. Sabe que me preocupa tener que hacer presentaciones.
—Por supuesto que la mataste. Mi chica es como Lois Lane y Superman en uno.
Inteligente, fuerte y sexy.
Sonreí, aunque por dentro me sentía fatal por no haber compartido la verdad.
Las noticias de Bárbara también me dejaron un poco distraída durante la cena. Mi
cerebro quería empezar a analizar los pros y los contras de lo que me acababan de
ofrecer. Incluso podría haber necesitado elaborar un diagrama de Venn. Pero al final
de la noche, después de unas cuantas copas de vino, había conseguido quitármelo de
la cabeza y centrarme en mi apuesto acompañante.
Hacía una tarde preciosa y despejada, así que Holden y yo fuimos caminando
desde el restaurante hasta nuestro edificio. Subimos en ascensor hasta el tercer piso
y abrí la puerta de mi apartamento. Pero Holden no me siguió dentro.
Se quedó en la puerta e hizo un gesto hacia su casa.
—Voy a ir a la puerta de al lado ... dando por terminada la noche.
—¿Qué? ¿Por qué?
Sus ojos recorrieron mi cuerpo e hicieron un lento barrido al volver a subir.
—Porque estoy luchando contigo en ese vestido... esos tacones.
Dejé el bolso y volví a la puerta, apretando su camisa en mis puños. —Han
pasado doce días. ¿No te parece que ya estamos cerca de las dos semanas?. —Me
puse de puntillas, presioné mis labios contra los suyos y susurré—: No llevo ropa
interior.
Holden gimió. —Joder, Lala. Quiero más que nada terminar con esto. Pero lo
estamos haciendo tan bien, y lo último que quiero es demostrarte que ni siquiera
puedo comprometerme con algo durante dos semanas y cumplirlo.
—Sé que podrías hacer dos días más. No necesitas demostrarlo.
—Sí, lo sé. Creo que tengo que demostrárnoslo a los dos.
Hice un mohín. —Pero nos vamos pronto. ¿Llegaré a verte antes de que me
vaya a Filadelfia a visitar a mis padres y tú vuelvas a California a grabar? Tu vuelo sale
temprano el viernes y ni siquiera sabes cuánto tiempo vas a estar fuera.
Holden pasó su pulgar por mi labio inferior.
—Confía en mí, cariño. Vas a verme y vas a sentirme. Planeo enviarte a casa
264
dolorida para que no tengas más remedio que pensar en mí cada vez que te sientes.
Suspiré. —De acuerdo.
—Ahora dame esa boca y luego ayúdame un poco cerrando la puerta y
guardando mi llave maestra durante la noche.

Holden: Toma una siesta. Llegaré a medianoche y no dormirás mucho.


Era la tercera vez que leía el texto desde que había llegado esta tarde. Cada
vez me daba más vértigo. Como los dos nos íbamos mañana por la mañana, pasé la
tarde en casa haciendo las maletas, haciendo recados y terminando algunas cosas de
trabajo de última hora que tenía que hacer. No quería malgastar ni un segundo del
tiempo que Holden y yo teníamos juntos antes de irnos haciendo otra cosa que no
fuera violarlo.
Eran las 11:55 y solo me quedaba una cosa por hacer: responder al correo
electrónico de Barbara. Esta mañana me había enviado un mensaje de seguimiento
en el que me decía que se había puesto en contacto con una persona de la UPenn de
Filadelfia y que podía utilizar sus oficinas administrativas para lo que necesitara si
decidía irme a casa antes: impresiones, fotocopias e incluso espacio de oficina. No
tenía motivos para rechazarla. Bueno, ninguna razón relacionada con el trabajo. Aun
así, no estaba preparada para tomar una decisión. Así que respondí a su correo
electrónico diciéndole que me pondría en contacto con ella el lunes, con la esperanza
de que mi viaje a casa me ayudara a decidirme. Inmediatamente después de
presionar enviar, miré la hora en mi computadora portátil y el reloj cambió de 11:59
a 12:00. Segundos después, llamaron a la puerta. Holden debía de estar esperándome
fuera. Sonreí y tiré mi computadora sobre el sofá, corrí a contestar y prácticamente
arranqué la puerta de las bisagras al abrirla.
Holden se apoyó despreocupadamente en el marco de la puerta. Tenía un
aspecto increíblemente sexy con ese gorro que tanto me gustaba. Sostenía un juego
de esposas forradas de piel en una mano y una cuerda enrollada en la otra.
—Hora de jugar... —canturreó.
Salté a sus brazos, haciéndolo retroceder unos pasos con una carcajada.
—Hola a ti también, guapo.

265
Rodeé su cuello con mis brazos y pegué mis labios a los suyos mientras me
llevaba al interior de mi apartamento. Registré vagamente cómo cerraba la puerta de
una patada.
Holden me llevó directamente al dormitorio. Ninguno de los dos parecía capaz
de quitarse la ropa lo suficientemente rápido, aunque todo se ralentizó cuando me
coloqué en el medio de la cama y Holden se subió encima de mí. Entrelazó nuestros
dedos, besó la parte superior de mis manos y las subió por encima de mi cabeza.
Luego me miró fijamente a los ojos durante mucho tiempo.
—Te extrañé mucho —susurró.
—Yo también te extrañé.
—No sé qué te han demostrado las dos últimas semanas, pero a mí me han
demostrado que no quiero volver a estar tanto tiempo lejos de ti.
Ahuyenté el pensamiento que se me había metido en la cabeza sobre la oferta
de Barbara y acaricié su mejilla.
—Por mucho que echara de menos el sexo, he disfrutado de cada minuto que
hemos pasado juntos estas dos semanas, Holden.
Cerró los ojos un momento. Cuando volvió a abrirlos, estaban llorosos y llenos
de emoción. Asintió y tragó saliva antes de besarme y penetrarme.
—Mierda. —Holden entró y salió de mí lentamente—. Esto es... todo. Te sientes
tan jodidamente bien.
Me besó hasta dejarme sin aliento y luego se apartó para mirarme. Sus pupilas
eran oscuras y enormes, llenas de tanta emoción. Todo lo demás en el mundo se
desvaneció mientras nos movíamos al unísono.
No quería que el momento acabara nunca, pero al poco rato ya estaba al borde
del abismo, y la mandíbula de Holden se puso rígida mientras intentaba contenerse.
Sus embestidas se hicieron más rápidas y fuertes, y nuestros cuerpos se volvieron
resbaladizos por el sudor.
—Holden...
—Eso es. Vente conmigo. Al mismo tiempo...
Su orden fue todo lo que necesité para que mis músculos empezaran a palpitar.
Holden lo sintió.
—Mierda. Toma todo mi semen. Siéntelo dentro de ti...
Gemí durante el mejor orgasmo de mi vida. Holden siguió moviéndose e
embistiéndome hasta que el último temblor atravesó mi cuerpo.
Después, ambos estábamos agotados. Sentí como si me hubiera convertido en
gelatina.
—Wow. Eso fue...
El labio de Holden se crispó. —Muy retrasado.
266
Pasaron unos minutos y Holden hizo ademán de levantarse. Agarré su brazo. —
¿A dónde vas?
—A traerte una toalla.
Negué con la cabeza. —Todavía no. Quiero tenerte dentro de mí.
Sonrió y besó mis labios. —Eso es bueno. Porque ya estás muy dentro de mí.

Me desperté sobresaltada, incorporándome sobre mis codos en la oscuridad.


—Dios mío. Nos quedamos dormidos. Holden, despierta. ¿Qué hora es? Tu vuelo...
Pero Holden ya estaba despierto a mi lado. Estaba completamente vestido,
mirando al techo.
—Son las cinco y media. Todavía tengo unos minutos.
Cubrí mi corazón con la mano.
—Oh, gracias a Dios. Anoche no pusimos la alarma. Pensé que nos habíamos
quedado dormidos.
—Puse la alarma. Me levanté para ir al baño hace unas horas y me di cuenta de
que dejé mi teléfono al lado. No encontraba el tuyo, así que agarré tu computadora
de la sala de estar y puse la alarma allí. Sonó hace un rato, pero no volví a dormirme.
Me acomodé en la cama nuevamente y me giré para mirarlo.
—Bien pensado. Pero siento que no te hayas vuelto a dormir.
—No pasa nada. —La voz de Holden era sombría.
—Debes estar cansado...
—La verdad es que no.
—¿Te molesta algo?
Se encogió de hombros, pero luego negó con la cabeza.
—Tengo muchas cosas en la cabeza.
—¿Quieres hablar de eso?
—No, voy a la puerta de al lado a prepararme un café y a recoger mi teléfono
y la maleta.
—De acuerdo.
Mientras Holden no estaba, me puse la camiseta que él llevaba anoche. La
acerqué a mi nariz y aspiré profundamente. Realmente esperaba que no tuviera que
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llevársela porque olía muy bien, y planeaba quedármela por un tiempo. Volvió unos
minutos después con su equipaje y dos tazas. La suya ya estaba medio vacía.
—Un Uber estará aquí en un minuto —dijo.
—Oh. Bueno. Esperaba tener unos minutos para besarte.
Holden bebió el resto de su café, dejó la taza en el fregadero y se acercó a mí.
Acarició mi mejilla y presioné sus labios contra los míos.
—Te veré pronto.
Algo parecía raro. —¿Seguro que todo va bien? ¿Dije o hice algo que te haya
molestado?
—Estoy bien. Te llamaré cuando pueda, ¿De acuerdo?
Hablando de despedidas deprimentes. Asentí y traté de forzar una sonrisa,
pero fracasé miserablemente.
—De acuerdo. Que tengas un buen vuelo.
Cerrando la puerta, mis hombros se desplomaron. No sé lo que esperaba, pero
después de la intensidad que habíamos compartido la noche anterior, pensé que
tendríamos algún tipo de gran momento de despedida lleno de emociones. En
cambio, esa fue más la forma en que Warren y yo nos hubiéramos despedido.
Anticlimático. Lo cual estuvo bien. Realmente. Solo que parecía muy anti-Holden.
Pero da igual. Probablemente se sentía tan deprimido como yo por tomar
caminos separados. Consideré brevemente la posibilidad de volver a la cama, pero
ya que me había levantado temprano, pensé que sería mejor ponerme en camino
hacia Filadelfia y adelantarme al tráfico. Así que me di una ducha rápida, sequé mi
cabello y terminé de meter los artículos de aseo en mi bolsa de fin de semana. Recogí
mi computadora portátil de la mesita de noche y empecé a guardarla en su funda,
pero cuando me acordé de que tenía que enviar un correo electrónico a mi
administrador, volví a sacarla.
La pantalla de ahorro de energía estaba encendida cuando abrí. Pero después
de que se despertó, fui a escribir y me congelé.
Oh, no.
Holden me dijo que había puesto la alarma en mi computadora, por lo que debe
haber abierto la misma pantalla que acabo de abrir: el correo electrónico de Barbara
Reston, con una primera línea que decía:
Buenas noticias. No solo podemos llevarte de regreso a Filadelfia la semana que
viene, sino que podemos conseguirte un puesto de trabajo en un edificio de la
administración local.
El humor de Holden cuando se fue tenía mucho más sentido ahora...
268
CAPÍTULO 27
Holden
E
l trayecto hasta el aeropuerto fue un borrón. Mis pensamientos iban tan
deprisa que parecía que hubiera tardado dos minutos en llegar.
Estábamos esperando en la puerta de embarque para subir al
avión cuando Monroe se sentó en el asiento de al lado.
—Eh, hombre. ¿Estás bien?
—Sí —murmuré, mirando lo que parecía nuestro avión.
269
Me entregó un donut de la bolsa grasienta que llevaba en la mano. —Se supone
que este viaje es algo bueno, ¿sabes? ¿Por qué diablos pareces tan deprimido ahora
mismo?
Lo metí en mi boca. —No te ofendas, pero no lo entenderías.
En todos los años que llevaba conociendo a Monroe, no había tenido ni una sola
relación. Dudaba que hiciera algo más que regañarme si supiera la verdad sobre lo
que me molestaba.
—Este negocio es mucho más fácil sin novias. Lo sabes, ¿verdad?
Supongo que no estaba tan despistado como para saber lo que pensaba. Mis
ojos se desviaron hacia él.
—Gracias por la información. Lo sé, sí.
—De todos nosotros, pensé que serías el último en caer en esa trampa.
—No es una trampa si quieres estar en ella. —Me hundí en mi silla y me crucé
de brazos.
—Este es el peor momento para ti, Catalano. Por fin todo empieza a irnos bien.
Una cosa sería si pudieras tener tu pastel y comértelo también, si sabes a lo que me
refiero. Pero lo que estás haciendo, intentar serle fiel a esta chica cuando muy bien
podríamos volver a la carretera muy pronto, no va a ser sostenible. Terminarás
resbalando con alguna groupie, y entonces te sentirás como una mierda. Es mejor
terminar las cosas antes de que eso suceda.
Quería maldecirlo por su suposición, pero me conformé con una simple
verdad.
—Nunca la engañaría.
Masticó. —Mira, la he conocido, obviamente. Es una buena chica, inteligente.
No es alguien que va a aguantar nuestro estilo de vida de todos modos. Así que sácala
de su miseria.
Su trillada opinión de Lala me irritaba. Era mucho más que “lista” y “buena
chica”.
—¿Qué pasó con ella? —preguntó como si de verdad le importara, cuando yo
sabía muy bien que no.
No iba a malgastar mi energía desahogándome con alguien que nunca lo
entendería. Monroe era un amigo, pero era la persona equivocada para esta
conversación.

270
Nuestra charla se interrumpió cuando sonó mi teléfono.
Lala. Me levanté, alejándome unos metros, y contesté.
—Hola.
—Hola. ¿Ya se registraron? —preguntó.
—Sí. Esperando en la puerta hasta que tengamos que abordar. ¿Qué pasa?
¿Estás en la carretera?
—No, estaba a punto de irme, pero me di cuenta de algo y tuve que llamarte
primero. —Hizo una pausa—. ¿Por casualidad leíste un correo electrónico en mi
computadora portátil que se refería a un traslado a Filadelfia?
Me aclaré la garganta. —Lo hice.
—Me lo temía. Estabas actuando de forma extraña esta mañana, y luego lo vi
abierto en mi computadora después de que te fueras. —Ella suspiró—. Holden, no fue
idea mía. La doctora Reston se dio cuenta de que últimamente parecía apagada.
Cuando se enteró de la salud de mi madre, se encargó de buscar una opción de
reubicación para mí. No fue algo que yo pidiera.
Pasando una mano por mi cabello, dije: —¿Por qué no me lo habías
mencionado?
—Apenas fue una ocurrencia. No tenía ni idea de que su oferta se concretaría.
—No voy a ser el idiota que intente convencerte de que te quedes en Nueva
York si lo que necesitas es estar más cerca de tu mamá ahora mismo, Laney.
La había llamado Laney otra vez. También lo había hecho en el restaurante la
otra noche. No había sido intencional. Aparentemente, me salía cuando estaba
enojado.
—Siento que sigues pensando que esto es algo que yo he instigado —dijo.
—Yo no dije eso. Pero piénsalo. Que te vayas de Nueva York es inevitable de
todos modos, ¿no? Quiero decir, si no has estado actuando como tú misma en el
trabajo y la gente se está dando cuenta... Tal vez necesites un cambio.
Tal vez necesitaba volver a Filadelfia ahora para que supiéramos si esto
funcionaría. —Cuanto antes lleguemos a lo que será la verdadera normalidad para
nosotros, mejor, creo.
Su voz se quebró.
—¿Te refieres a yo en Filadelfia sola y tú de gira?
Miré a la gente que pasaba a mi alrededor.
—Mira dónde estoy, cariño: en un aeropuerto en lugar de acompañarte a casa.
Dándole prioridad a la banda y a mi carrera musical. Es injusto por mi parte intentar

271
que te quedes en Nueva York cuando, por lo que sé, podrían volver a llamarme así.
Se quedó callada.
—Siento no haber admitido que vi el correo electrónico antes de irme —dije
finalmente—. Saqué conclusiones precipitadas. Pero al final, quería que fueras tú
quien me lo contara. Ahora todo está bien.
—¿Todo bien? —se rió enfadada—. ¿Por qué no se siente bien?
Cerré los ojos y exhalé un suspiro de frustración. Lo único que quería era salir
de este aeropuerto y regresar a casa con ella.
—Podría haberlo manejado si me lo hubieras dicho, Lala. No necesitabas
esconderlo.
—No lo estaba ocultando intencionadamente...
—Decidas lo que decidas hacer —le dije—, quedarte en Nueva York o volver
pronto a Filadelfia, la elección no cambiará lo que está destinado a pasar entre
nosotros, cariño.
—Sin embargo, suena como si me estuvieras animando a irme.
Quizá inconscientemente la presionaba para que se fuera, no porque quisiera
perderla, sino porque cuanto antes se fuera, antes podría saber si teníamos una
oportunidad a largo plazo. Con Lala en Nueva York, parecía que estábamos en una
fantasía temporal. No era nuestra realidad final.
Podía escucharla respirar con dificultad. No quería alterarla cuando estaba a
punto de ponerse en marcha. ¿Y si tenía un accidente? Nunca podría perdonármelo.
—Mira, Lala... No te estreses, ¿De acuerdo? La respuesta de si volver pronto o
no la tendrás tú, tal vez basándote en cómo esté tu madre cuando la veas. Pero no te
bases en mí... No tendrá impacto en nuestra...
Dudé. ¿Relación? Quería creer que eso era lo que teníamos frente a algo
temporal, pero el tiempo lo diría.
Continué: —Ten cuidado al conducir. Disfruta de la visita a tus padres e intenta
no preocuparte por nada más. —Exhalé—. Prométeme que no saldrás a la carretera
si estás enfadada.
—¿Crees que no te lo estaba ocultando intencionadamente?
—Sí, Lala. ¿De acuerdo?
Su voz era apenas un susurro.
—De acuerdo.

Por fin podía respirar.


272
Desde el momento en que aterrizamos en Los Ángeles, habíamos estado
encerrados en aquel oscuro estudio, trabajando en el demo durante toda la maldita
noche. No había tenido ni un momento para pensar con claridad.
Estar ocupado había sido bueno, porque me había impedido pensar en Lala.
Me sentía mal por mi actitud durante nuestra llamada telefónica de ayer en el
aeropuerto. De hecho, no había pensado en otra cosa durante la primera mitad del
vuelo hasta aquí antes de ponerme a escribir unas letras para no ahogarme totalmente
en mis pensamientos.
Ninguna parte de mí quería que nos separáramos antes de lo necesario. Sin
embargo, en lugar de abrirme sobre eso como debería, había actuado como si su
partida no me importara. Como si ella no me importara. No estaba seguro de si estaba
tratando de protegerla de mí o a mí mismo de ella en este momento.
Pero ya había pasado demasiado tiempo (más de veinticuatro horas) sin
escuchar su voz. Eso necesitaba terminar ahora.
La brisa soplaba con las palmeras cuando salí del edificio, como si acabara de
salir de un agujero negro a la luz del día. Apoyado en la pared del estudio de
grabación, pude ver el cartel de Hollywood a lo lejos mientras sacaba mi teléfono
para llamarla.
—Hola... —dijo cuando contestó—. ¿Cómo ha ido todo?
—Acabamos de terminar. Estoy cansado, pero hemos hecho cosas buenas.
—Me alegro mucho, Holden.
Podía escuchar el tintineo de los cubiertos en el fondo. Sabía que se acercaba
la hora de cenar en la costa este.
Me senté en el suelo. —¿Estás comiendo?
—Sí, aunque no es gran cosa. Me alegro de que todo haya ido bien.
—Si he tenido que perderme estar contigo este fin de semana, más vale que
haya sido productivo y no un desperdicio. Me he partido el culo para asegurarme de
eso. —Mirando al sol, suspiré—: Te extraño, maldita sea. Siento haber sido un cretino
la última vez que hablamos.
—No pasa nada. Estabas disgustado. Siento haberlo causado.
—Lala, escucha. Yo... —Estaba a punto de explicarle por qué no quería que
volviera pronto a Filadelfia cuando escuché cierta voz de fondo. Una voz masculina. Y

273
tampoco era su padre.
Entrecerré los ojos mientras mi corazón latía más rápido.
—¿Quién está ahí ahora mismo?
—Espera —dijo. Se escuchó un murmullo y volvió a ponerse al teléfono—.
Necesitaba alejarme de la mesa.
Tiré de mi cabello y espeté: —¿Por qué?
—Eso que escuchaste era Warren —susurró Lala—. No quería hablar de él
delante de su cara.
Respirando profundamente, me quejé. —¿Qué está haciendo ahí?
—Pasó por casa para despedirse antes de tener que marcharse a California esta
semana. Resultó que lo necesitaban allí antes de lo previsto. No quería que se quedara
a cenar, pero mis padres insistieron. —Como me quedé callado, preguntó—: ¿Estás
enfadado?
—¿Por qué iba a enfadarme? No te importaría si estuviera cenando esta noche
con una de mis ex mientras estoy aquí, ¿verdad?
Fue un golpe bajo, pero no pude evitarlo.
—Entendido. Lo siento si te molesté. Parece que lo estoy haciendo mucho
últimamente.
Escuchando por un momento el ruido del tráfico procedente de Mulholland
Drive, respiré lenta y largamente para calmarme.
—No, cariño. —Froté mis ojos cansados—. Yo soy quien lo siente. Ya era
bastante malo que fuera incapaz de estar ahí para ti este fin de semana, pero que él
esté ahí en mi lugar es un trago amargo. Aunque no puedes evitarlo si pasa por allí
sin avisar.
—No tuve valor para decirle que se fuera. Probablemente sea la última vez que
lo vea, quizá para siempre, por lo que sé.
Lo dudo. —No creas que no espera que intentes hacerlo cambiar de opinión
sobre irse. Por eso está ahí, Lala.
Me contuve de decir algo más al respecto. Estaba haciendo esto sobre Warren,
cuando en el fondo, él no era el problema. El problema era yo. Habría sido imposible
sentirme inseguro por Warren, si estuviera seguro de mi capacidad para ser el
hombre adecuado para Lala. Él estaba con ella y su familia ahora mismo, y yo estaba
sentado fuera de un estudio de grabación en Los Ángeles mientras una chica al azar
se la chupaba a uno de mis compañeros de banda en un automóvil estacionado en
diagonal frente a mí.
Cuanto antes supiéramos si esto podría funcionar entre Lala y yo, mejor.
—Creo que deberías aceptar la oferta de trabajar desde Filadelfia —dije.
—Estás diciendo eso ahora porque estás enojado de que Warren esté aquí. Lo
274
entiendo. Pero no me des consejos cuando estás enfadado.
—Aunque no me alegro de que esté allí, no lo dije por eso. Si las cosas están
destinadas a funcionar entre nosotros, la distancia entre Filadelfia y Nueva York no
debería importar.
Podía escuchar la voz de su madre de fondo. —¿Por qué estás aquí, Laney?
¿Está todo bien? Acabo de poner el postre.
—Sí. Ya voy, mamá. Todo está bien.
Muy bien.
—Tengo que irme —dijo.
Mordí el interior de mi mejilla. —De acuerdo.
—¿Me llamarás más tarde? —preguntó.
—Lo intentaré.
Lala colgó sin decir nada más. No podía culparla. ¿Lo intentaré? Había vuelto a
comportarme como un idiota y me odié inmediatamente por ello.
Tras al menos cinco minutos mirando al vacío, por fin me puse en pie.
—Hola, Holden —escuché que alguien llamaba.
Me di la vuelta y vi a una rubia con curvas y tacones de quince centímetros
caminando hacia mí. Era una de las pocas mujeres que se habían quedado durante
gran parte de la sesión. No sabía exactamente quién era quién, ya que varias personas
al azar aparecieron detrás del cristal mientras grabábamos. Podía ser de la
discográfica o alguien relacionado con el estudio que alquilábamos.
—Hola —dije.
Me echó un vistazo. —Hombre, sabes cómo trabajar un par de palos. Estuviste
increíble ahí dentro.
—Gracias. Te lo agradezco.
—Se compenetran muy bien. Una gran ética de trabajo. Nadie se quejaba
cuando había que hacer varias tomas. Incluso cuando era culpa del técnico. Eso es
una rareza.
—Bueno, no tenemos mucho tiempo aquí. Así que queremos asegurarnos de
que el demo salga lo mejor posible.
—Esperemos que solo sea el principio. Algo me dice que esta no será tu última
visita.
Quería preguntarle quién demonios era, pero no quería insultarla por si era
alguien importante.
—Me encantaría conocerlos mejor mientras estén en Los Ángeles. ¿La banda
275
tiene planes para esta noche?
Estaba a punto de decirle que no estaba seguro cuando Dylan apareció de la
nada.
Prácticamente voló y se colocó delante de mí. —En realidad, no. Somos todos
tuyos.
—Impresionante. —Se rió—. Carrie y yo enviaremos un auto a su hotel para
recogerlos. —Ella levantó una ceja—. ¿A las ocho?
—Perfecto. —Dylan sonrió.
Se giró hacia mí y sonrió.
—Nos vemos luego, Holden.
Esperé a que desapareciera de mi vista antes de girarme hacia Dylan.
—¿Qué diablos fue todo eso? ¿Quién es ella?
Sus ojos se abrieron de par en par. —¿No lo sabes?
—Sé que estuvo un rato observándonos, pero no, no tengo ni idea de quién es.
—Me encogí de hombros.
—No se te presentó por su nombre porque se supone que ya sabes quién es,
imbécil. —Golpeó ligeramente mi cabeza—. Es Alana Styles. Es la jefa de A y R en
Seal Records. Ella sola podría decidir si conseguimos este trato.
Me quedé boquiabierto.
—Oh, mierda. De acuerdo. No tenía ni idea.
—Será mejor que hagas lo que ella quiera esta noche, y lo digo en serio.
Mi cuerpo se puso rígido. —¿Estás sugiriendo que me la folle?
—Lo que tengas que hacer para cerrar el trato, no es un juego de palabras.
Lo empujé. —Lárgate de aquí.
Se tambaleó un poco y su expresión se volvió completamente seria.
—Holden, escucha. La escuché hablando efusivamente sobre ti con la otra
mujer, Carrie, que trabaja en relaciones públicas. Alana no dejaba de decir lo
talentoso que eres. Necesitamos que hagas lo que ella quiera.
—¿Quién consigue lo que quiere? —Monroe preguntó. Finalmente había salido
del auto en el que había estado sentado con una chica.
—Alana Styles —dijo Dylan—. Y Holden va a ser el que se lo dé.
—Niiice. —Monroe se rió—. La vi acercarse. ¿Qué dijo?
Al parecer, yo era el único que no tenía ni maldita idea de quién era Alana.
276
—Va a enviar un auto a recogernos al hotel a las ocho —anunció Dylan.
La boca de Monroe se abrió con una enorme sonrisa mientras chocaba los cinco
con Dylan.
—Joder, sí.
—¿Qué posibilidades hay de que me haga el enfermo y me escape?. —
pregunté.
Ambos giraron sus cabezas hacia mí al mismo tiempo.
—Bueno, podrías —dijo Monroe—. Pero entonces tendría que engrapar tus
bolas a la cama mientras duermes esta noche.
Agaché la cabeza.
—Amigo, realmente no creo que esta mujer me quiera. Ella es una gran cosa y
no fue nada más que profesional allí. Además, aunque llegara el caso, no me acostaría
con ella. Pero para estar seguro, tal vez no debería ir.
Dylan me fulminó con la mirada. —El viejo Holden nos habría ayudado esta
noche.
—Bueno, ahora me asustaste. Entiendo que es importante, pero no voy a
prostituirme por ti, idiota —espeté.
Lo triste era que tenía razón. ¿Si esto hubiera sido antes de Lala? No habría
tenido que pensarlo dos veces antes de acostarme con alguien para avanzar en mi
carrera, si era necesario. Sellar el trato. Estaba un poco avergonzado de admitir eso
ante mí mismo.
—Miren, ustedes piensen qué decirle sobre mí. Pero a partir de ahora, estoy
oficialmente enfermo. —Me alejé antes de que pudieran decir algo más.
Me di cuenta de que me había dejado la chaqueta en el estudio y volví a entrar.
Uno de los técnicos seguía esperando.
—¿Vas a cerrar la tienda? —pregunté.
Giró en su silla. —No. Tengo otra cita dentro de una hora. Solo estoy
relajándome hasta entonces.
Se me ocurrió una idea.
—¿Te importa si doy una vuelta por ahí? Tengo una canción que quería probar
a capella.
Sonrió. —¿Cantas?
Pregunta justa, ya que solo me había visto en la batería.
—De vez en cuando, hago mis pinitos. Escribí algunas letras en el avión y tengo
277
esta melodía en mi cabeza para acompañarlas. Tengo curiosidad por saber cómo
suena.
Presionó unos botones y señaló la cabina.
—Adelante.
Me coloqué delante del micrófono y saqué la letra que había escrito en mi
teléfono.

¿Podemos vernos esta noche?


En la azotea, bajo la luz de la luna.
Tengo un secreto y solo puedo rezar,
Cuando lo digo, no huyes.

Me he esforzado mucho por no cruzar la línea.


Intenté no desear que fueras mía.
Pero te lo digo como amigo,
Amarme es un callejón sin salida.

La...La...La...La
Esta es mi advertencia.
¿Me mirarás igual por la mañana?
La...La...La...La
Dime que te quedarás.
Incluso si te advierto que te alejes.

Ahora me voy por las ramas,


Admitiendo que estarías más segura con él.
Pero incluso si eso es cierto,
Él no te amará como yo.

No me ofenderé.
Sé que no tenemos sentido.
278
La verdad corta como un cuchillo.
Pero seguirás siendo el amor de mi vida.

La...La...La...La
Esta es mi advertencia.
¿Me mirarás igual por la mañana?

La...La...La...La
Dime que te quedarás.
Incluso si te advierto que te alejes.

La...La...La...La
Te amo. Te amo. Te amo.
CAPÍTULO 28
Lala
C
asi una semana después, estaba en mi dormitorio y buscaba la cinta
para armar otra caja. El desorden me recordaba al día de la mudanza,
cuando los fondos de todas mis cajas se habían roto porque había
utilizado cinta adhesiva de hacía casi una década. Holden me había hecho reír, no se
había enfadado como lo habrían hecho Warren o mi padre. Esa era una de las cosas
que me gustaban de Holden: no se preocupaba por las cosas pequeñas. ¿Un auto
averiado en medio de la nada? Es una aventura, no una razón para quejarse.
279
¿Olvidaste la música en medio de una canción? Convierte el momento en un solo de
batería y muestra una sonrisa irresistible al público. Tenía una extraña habilidad para
dejarse llevar por la corriente y creía que, cuando lo hacíamos, todos acabábamos
donde se suponía que debíamos estar.
Ese pensamiento me entristeció. Porque él parecía estar aplicando la misma
lógica de “fácil viene, fácil se va” con respecto a nosotros. ¿Pero se suponía que así
debían ser las relaciones? ¿No se suponía que debíamos luchar por las cosas que más
nos importaban? Así es como siempre había creído que debían funcionar las cosas.
Aunque si tenía razón, ¿qué decía eso sobre lo mucho que yo significaba para Holden?
Yo no importaba lo suficiente.
Una lágrima rodó por mi rostro mientras agarraba otro jersey y lo doblaba
antes de meterlo en una caja de cartón. Odiaba estar haciendo esto. Aún no estaba
lista para irme de Nueva York. Pero Holden había estado tan distante desde nuestra
llamada de la semana pasada, cuando me dijo que debía volver a Filadelfia, y yo no
estaba dispuesta a quedarme donde no me querían.
Después de recoger la última ropa del armario, decidí tomarme un descanso y
regalarme una copa de vino. A media copa, llamaron a mi puerta. Supuse que era uno
de los chicos que venía a ver cómo estaba, ya que le había dicho antes a Owen que
me iba el domingo. Pero cuando abrí la puerta, mi corazón se detuvo al ver al hermoso
hombre parado al otro lado.
—¿Holden? ¿Qué haces aquí? Creía que no volverías hasta mañana por la
noche.
—Terminamos un poco antes de lo previsto, así que pude tomar un vuelo
después de terminar anoche.
Miró por encima de mi hombro y la sonrisa en su rostro se marchitó.
—¿Qué estás haciendo?
Me giré y miré todas las cajas.
—Empecé a empacar.
Holden parecía sorprendido, aunque no sabía muy bien por qué, ya que había
sido él quien me había dicho que regresara a casa.
Abrí más la puerta y me hice a un lado. —Entra.
Metió las manos en sus bolsillos y bajó la mirada.
—Tengo que ducharme y deshacer la maleta. Solo quería que supieras que
había vuelto.

280
—Oh... De acuerdo.
Levantó los ojos, pero no se encontraron con los míos.
—¿Nos vemos luego?
Sentí como si me hubiera atropellado una excavadora.
—Sí, claro.
Ningún beso. Ni abrazo. Nada de nada.
Hace unas semanas, ambos habríamos estado desnudos a los diez segundos de
que llamara a la puerta.
Las lágrimas ardieron en mis ojos cuando cerré la puerta. Había estado
esperando en secreto que Holden me viera empacando para irme y eso lo asustara y
lo pusiera en modo lucha o huida. Por desgracia, así fue, pero no eligió la opción que
yo esperaba. Holden había huido tan rápido como pudo.
De alguna manera me las arreglé para no llorar. Durante las dos horas
siguientes, no escuché ni pío de Holden. Dudaba entre agarrar el auto e irme, sin
despedirme ni avisar, o caminar hasta la puerta de al lado y decirle que mis
sentimientos habían crecido y que necesitaba que luchara para que me quedara. Al
final, acabé haciendo algo de lo que no me sentía orgullosa, algo que probablemente
me haría sentir aún más mierda si no funcionaba. Recurrí al sexo.
Toc. Toc. Toc.
Holden abrió la puerta y sus ojos se posaron en mi escote. Era imposible que
no lo viera con el sujetador push-up y el top escotado que me había puesto.
Tiempos desesperados. Medidas desesperadas.
Giré un mechón de mi cabello mientras hablaba.
—Oye. ¿Crees que puedes ayudarme con algunas de mis cajas? Empaqué un
par de ellas demasiado pesadas y quiero apilarlas en la puerta. Tengo miedo de que
se caigan los fondos si no se cargan bien.
—Claro. —Sus ojos echaron otro vistazo a mi escote antes de cerrar la puerta y
seguirme a mi apartamento. En la sala de estar, miró a su alrededor con las manos en
sus caderas—. ¿Cuáles quieres apilar?
—Las del dormitorio.
Tragó saliva y frunció el ceño. —Oh.
La deslucida respuesta me dolió en el alma, pero hice todo lo posible por fingir
que no dañaba mi autoestima. Caminando hacia el dormitorio, exageré el contoneo
de mis caderas sabiendo que Holden tenía debilidad por mis ajustados pantalones de
yoga. Dentro, incluso fingí rebuscar en una caja en el suelo sin doblar las rodillas. Era
imposible que no viera mi trasero. Atrapé a Holden mirando un par de veces, pero
parecía más triste que excitado. Cuando ya no me quedaba nada con lo que fingir que
necesitaba ayuda, seguía negándome a rendirme.
281
—Gracias por la ayuda —dije—. ¿Qué tal una copa de vino? —Holden parecía
reacio, así que saqué la artillería pesada para asegurarme de que no diría que no—.
Puedo ponerte al corriente de la salud de mi madre y quiero que me cuentes cómo te
fue con tu grabación en California.
Asintió, pero no parecía contento.
—Claro.
Durante la hora siguiente, mantuvimos una agradable conversación y nos
pusimos al día, pero me pareció que estaba hablando con Owen o Colby. Holden se
sentó en la silla diagonal al sofá y no hizo ningún intento de tocarme. Era la menor
conexión física que había sentido cerca de él. Habíamos tenido más chispa cuando yo
tenía quince años y estaba sentada en el tejado de la casa de mis padres con mi
hermano durmiendo a tres metros. Y tuve la sensación de que no veía la hora de
largarse de mi apartamento. Así que hice un último intento desesperado de encender
algo, estirando la mano por encima de mi cabeza y haciendo un gran estiramiento
falso. Los ojos de Holden se clavaron en mi estómago expuesto, pero luego frunció el
ceño y frotó las manos en sus jeans.
—Es tarde. Debería irme.
Pues bien, el tiro salió por la culata.
Después de que se fue, sentí como si tuviera un nudo atascado en mi garganta.
Supongo que el lado positivo fue que obstruyó todas las lágrimas que amenazaban.
La forma en que había actuado me había dejado desesperada y triste, y a las dos de
la mañana seguía mirando al techo en la oscuridad, buscando respuestas que no tenía.
Así que arranqué las sábanas, me incorporé y agarré el teléfono. Solo había una forma
de obtener respuestas, e ir directamente a la fuente. Sin darme la oportunidad de
cambiar de opinión, envié un mensaje de texto a Holden, aunque era en medio de la
noche.
Lala: Hola. ¿Estás despierto?
Respondió rápidamente.
Holden: Sí. Creo que el cambio de hora y dormir en el vuelo nocturno me
fastidió. ¿Cuál es tu excusa?
Lala: ¿Nos vemos en la escalera de incendios en unos minutos?
Los puntos empezaron a moverse, luego se detuvieron y finalmente volvieron
a empezar.
Holden: Claro.
Fui por una botella de vino y dos copas antes de abrir la ventana y salir por ella.
Holden ya estaba sentado en la escalera de incendios contigua. 282
—Oye —susurré.
—Deberías estar durmiendo —dijo.
—Tengo demasiadas cosas en la cabeza y necesito hablar, Holden.
Nuestras miradas se cruzaron y él asintió.
Había tantas cosas que quería decir, pero mis pensamientos estaban revueltos.
Así que me tomé unos minutos para serenarme mientras nos servía una copa de vino
a cada uno y le pasaba una a Holden a través de los barrotes.
—Gracias —dijo.
Asentí y respiré profundamente.
—¿Por qué no me besaste esta noche, Holden? Hace una semana que no nos
vemos.
Bajó la mirada. —No quería agobiarte. Tienes tanto en tu plato ahora mismo.
—Pero yo quería ser agobiada por ti. Creo que lo hice bastante obvio.
Nuestros ojos se encontraron y, durante un segundo o dos, vi la chispa familiar
en su mirada. Pero entonces se apartó.
—El sexo solo lo hará más difícil. No quiero que estés triste ni que te sientas
mal cuando te vayas de Nueva York. Tu felicidad significa más para mí que la mía. —
Hizo una pausa—. Durante la última semana, he estado pensando mucho en Ryan. Le
prometí que siempre cuidaría de ti, y eso es lo que intento hacer. No quiero decir o
hacer nada que haga las cosas más difíciles para ti. Esa es una de las razones por las
que hablar fue tan difícil cuando estábamos dentro de tu apartamento antes. No quiero
meter la pata.
—Solo sé tú mismo, Holden. No puedes meter la pata cuando tus intenciones
son buenas.
Resopló.
—¿Nunca escuchaste ese dicho de que el camino al infierno está empedrado de
buenas intenciones? Ese soy yo, Lala. Yo soy el camino al infierno.
Los dos volvimos a quedarnos en silencio. Al final, bebió toda su copa de vino.
—¿Cómo te hizo sentir ver a Warren cuando volviste a casa?
Fruncí el ceño.
—Fue triste. Lloró y me dijo que aún me amaba. Y antes de irse, me dio un
billete de avión para ir a California, para que pueda visitarlo si alguna vez quiero. Es
difícil ver sufrir a alguien que te importa.
Holden asintió.
—¿Crees que fue un error que estuviéramos juntos? Básicamente me metí entre
283
ustedes dos y los separé.
Sacudí la cabeza. —No te metiste en nada. Quería lo que pasó entre nosotros
tanto como tú, quizá más. Siempre querré a Warren de alguna manera. Fue muy bueno
conmigo y una gran parte de mi vida durante mucho tiempo, pero estar contigo me
hizo darme cuenta de que me faltaba algo importante. —El momento se había vuelto
realmente triste y pesado, así que intenté aligerar el ambiente—. Ya sabes, como el
buen sexo, para empezar.
Holden asintió. —Al menos sirvo para algo.
—Estoy bromeando, Holden. Sí, el sexo contigo ha sido genial, pero ha sido
más que eso.
—Si...
Esta vez fui yo quien bebió mi vino. Había estado divagando con pequeñas
preguntas porque tenía miedo de hacer la grande. Pero necesitaba saberlo.
—¿Qué pasará entre nosotros cuando vuelva a Filadelfia?
Holden negó con la cabeza.
—No lo sé. ¿Por qué no tocamos de oído?
Sentí como si desgarraran mis entrañas, pero forcé una sonrisa.
—De acuerdo. Me parece bien.
Un minuto después, Holden se dirigió hacia su apartamento.
—Estoy agotado de viajar. Probablemente debería dormir un poco.
—Oh. Sí. Por supuesto.
Odiaba terminar esta conversación, sin embargo, me puse de pie cuando
Holden lo hizo y abrí mi ventana.
—Buenas noches. Espero que duermas un poco.
—A ti también. Buenas noches, cariño.
A mitad de camino a través de la ventana, me asusté y me congelé.
—¡Espera! ¿Holden?
Hizo una pausa con una pierna ya dentro. —¿Sí?
—Me voy el domingo. ¿Crees que podemos pasar la noche de mañana juntos,
ya que será mi última noche aquí?
—Me gustaría.

284
—A mí también.
Milagrosamente, conseguí mantener la compostura mientras entraba en casa y
me lavaba los dientes. Pero cuando me metí en la cama y me tapé con las sábanas,
todas mis emociones me golpearon a la vez. Y comencé a llorar.
Y llorar.
Y llorar.
CAPÍTULO 29
Holden
—H
ola, extraño. —Billie sonrió.
—¿Qué hay, señora Lennon?. —Miré a Deek, el
tatuador cuya silla estaba enfrente de la suya, y levanté la
barbilla—. ¿Qué hay, hombre?
En ese momento estaba trabajando en un tatuaje de calavera para un tipo que
habría dado miedo sin la cabeza llena de tatuajes.
285
Deek levantó la barbilla. —¿Qué pasa, estrella del rock?
—¿Dónde has estado? —preguntó Billie—. Oh, espera. Sé exactamente dónde
has estado. Haciendo guarradas con la adorable Lala. —Miró mi rostro y apagó la
máquina. Dejó la aguja que tenía en la mano en su soporte—. Oh, no. ¿Qué pasó?
Me encogí de hombros.
—Nada. Solo vine a pedirte una recomendación para un restaurante especial.
Entrecerró los ojos. —¿Qué se celebra?
—La última noche de Lala en la ciudad. Decidió volver a Filadelfia temprano,
para estar cerca de su madre. Se va mañana.
—Mierda. —Billie agarró un trapo y limpió el exceso de tinta del brazo del tipo
en el que estaba trabajando—. Terminaré en cinco minutos. ¿Quieres ir por un
helado? Tengo antojo de una bola de mantequilla de maní desde que me desperté.
No era como si tuviera algo mejor que hacer.
—Claro.
Quince minutos más tarde, estábamos en una antigua heladería. Billie lamió sus
labios mientras el chico del mostrador servía dos montones del sabor que había
pedido en un cucurucho. Ella frotó su vientre de embarazada mientras esperaba.
—¿Cómo te sientes? —pregunté.
—Bastante bien, considerando que no he dormido toda la noche en un mes. —
Acarició su estómago. —Este pequeñín se ha instalado en mi vejiga. No bebo ni como
tres horas antes de acostarme, pero me levanto al menos dos veces para orinar.
Anoche, Colby estaba roncando y eso me molestó, así que lo pateé y lo desperté
accidentalmente.
Levanté una ceja. —¿Accidentalmente?
—Bueno, sí. Solo quería lastimarlo un poco. No despertarlo.
Me reí. —Tengo que decirte que me encanta que una señorita de metro y medio
se esté vengando de la mierda que me hizo cuando éramos niños. Él es un año mayor,
así que solía patearme el trasero cuando teníamos seis y siete años, solo por
diversión.
Billie señaló una de las mesas del interior de la heladería.
—¿Por qué no nos sentamos? No tengo otro cliente hasta dentro de media hora.
—De acuerdo. —Tomé mi batido de fresa y me senté frente a ella mientras se
dedicaba a comer su cucurucho.
—Háblame —dijo entre lametones—. ¿Qué pasa entre tú y Lala? Creía que se
lo estaban pasando muy bien.
286
—Lo hicimos. Pero para ella solo fue eso: un buen rato. —Sacudí la cabeza—.
Supongo que finalmente estoy probando de mi propia medicina, después de ser un
tipo de ámalas y déjalas durante la última década.
—Pero sientes algo por ella, ¿verdad?
Pasé una mano por mi cabello.
—Estoy enamorado de ella. Creo que lo he estado la mayor parte de mi vida.
Billie puso una mano sobre su corazón.
—Oh, Dios mío. No digas esas cosas. Porque aparte de ser una máquina de
hacer pis, también soy súper emocional. Creo que podría llorar.
—Bueno, entonces podría convertirse en dos de nosotros llorando. —Suspiré—
. Hombre, realmente apesta ser usado para el sexo.
—No creo que Lala te haya usado para tener sexo. Ustedes dos se divirtieron
mucho juntos, ¿no? Quiero decir, ¿también fuera del dormitorio?
Me encogí de hombros. —Sí, pero no es suficiente.
—¿Le dijiste cómo te sientes?
Negué con la cabeza. —No quiero hacérselo más difícil.
—¿Entonces cómo sabes que Lala no siente lo mismo que tú?
—Ella prácticamente me lo dijo en más de una ocasión. Anoche le pregunté si
se arrepentía de haber dejado a Warren, y me dijo que no, porque estar conmigo le
hizo darse cuenta de que faltaba algo en su relación: buen sexo.
—Eso parece más un ejemplo de las cosas que faltaban que la lista completa.
Volví a encogerme de hombros. —No es la primera vez que deja claro lo que
somos. Además, su madre está enferma y acaba de salir de una relación larga.
Básicamente la presioné para que saltara a la cama conmigo. Solo soy su chico de
rebote.
—Estás asumiendo mucho, Holden.
—No estoy suponiendo nada. Estoy escuchando cómo se siente alto y claro a
través de sus acciones. Se suponía que Lala no saldría de Nueva York hasta dentro de
un par de meses. Tuvo la oportunidad de volver a casa antes y la aprovechó. No sé
mucho de relaciones, pero estoy bastante seguro de que cuando estás enamorado de
alguien, corres hacia él y no te alejas de él.
Billie lamió su helado y sacudió la cabeza.
—Creo que cometes un error al dejar tantas cosas sin decir.
—Si está destinado a ser, ella encontrará su camino de regreso a mí.
287
Billie frunció los labios. —Sabes que ese viejo dicho sobre amar a alguien y
dejarlo ir para ver si vuelve es una mierda, ¿verdad? Si amas a alguien, luchas por esa
persona. La atas para mantenerla, si eso es lo que necesitas hacer.
Ojalá fuera cierto, pero el único tipo de atadura que Lala quería de mí era al
cabecero de la cama cuando follábamos.

Esa noche, Lala y yo nos dirigíamos a One if by Land, Two if by Sea para cenar
y celebrar su última noche en Nueva York. ¿Era realmente una celebración? Más bien
parecía el final de algo.
Había llamado a un auto para que viniera a buscarnos.
El ambiente era sombrío mientras Lala apoyaba la cabeza en mi hombro.
Ambos contemplábamos las luces de la ciudad desde el asiento trasero. Mi nariz
estaba enterrada en sus suaves rizos. Todavía no me había dado cuenta de que
mañana se iría. Me sentía entumecido.
Entonces mi teléfono vibró. Cuando miré hacia abajo, vi que era un mensaje
grupal de mi manager a la banda, y la primera palabra era: ¡URGENTE!
Hice clic en él.
Daisy: ¡URGENTE! Chicos, necesito que vayan al Palace inmediatamente.
La banda que iba a tocar allí esta noche tuvo que abandonar. Llamaron para ver
si estaban disponibles. Por supuesto, les dije que sí. El show empieza en una
hora. Si no tienen tiempo de recoger sus cosas, tienen un conjunto de
instrumentos de la casa.
—Mierda —murmuré.
Lala levantó la cabeza.
—¿Quién es?
No quería explicárselo porque pensaba negarme a ir. Pero tenía que decírselo.
—Mi manager. Quiere que vayamos al Palace a tocar esta noche.
—¿El Palace? —Los ojos de Lala se abrieron de par en par—. Incluso yo he oído
hablar de El Palace. Es enorme. Tienes que ir.
A pesar de que mi teléfono estaba lleno de mensajes de mis compañeros de
banda, insistí en que no podía abandonarla de nuevo, como lo había hecho cuando
elegí California en lugar de acompañarla a casa durante el fin de semana. 288
—No. A la mierda. Es tu última noche aquí. Les diré que no puedo.
Mis dedos estaban en el teclado cuando Lala puso su mano sobre la mía para
detenerme.
—No puedes. Si tú no tocas, nadie toca.
—No —insistí—. Pueden encontrar a otro baterista que me sustituya esta noche.
Hay un montón de tipos en nuestros círculos deseando tener esa oportunidad.
Ella negó con la cabeza.
—No, Holden. Tienes que ser tú. —Lala suspiró—. No has llegado tan lejos para
rechazar grandes oportunidades como tocar en El Palace. Además, ¿qué te hace
pensar que prefiero salir a comer a verte tocar una vez más antes de irme de la
Ciudad? Todavía estaremos juntos. Y realmente me encanta verte actuar. Me da
mucha alegría.
Mi pecho se oprimió. Había dos cosas en este mundo que me alegraban. La
música y ella.
Antes de que pudiera refutarlo más, Lala se giró hacia el conductor.
—¿Podría llevarnos al Palace? Ya sé que está en dirección contraria. Le pido
disculpas. Hemos tenido un cambio de planes.
El hombre asintió y dio la vuelta en el siguiente cruce.
Cuando llegamos al club, apenas había tiempo para pensar. Monroe llegó poco
después que nosotros, seguido de Dylan y nuestro guitarrista, Kevin. Lala nos observó
mientras nos preparábamos y en treinta minutos estábamos actuando en el escenario.
Este espectáculo me pareció especialmente poderoso, no solo por mi estado
emocional de esta noche, sino porque pude ver claramente a Lala entre el público.
Me encantó ver su reacción a mí solo. Me preguntaba si sería la última vez que la
tendría conmigo mientras tocaba, pero intenté alejar ese pensamiento de mi mente.
Canción tras canción, aporreaba esos tambores, necesitando descargar mi
frustración en algo. Sin embargo, nos lo pasamos en grande. El público enloqueció
después de cada una de las canciones y sospeché que la próxima vez nos volverían a
invitar por méritos propios.
Cuando terminó nuestro set, no pude salir volando de ese escenario lo
suficientemente rápido. Abandoné mis baquetas y corrí para reunirme con Lala entre
la multitud.
Ella tomó mi rostro entre sus manos.
—Eres tan increíble, Holden. ¿Tienes idea de lo hermoso que es verte?
La levanté, haciéndola girar, y la besé largo y tendido.
289
—Todo lo que hice allí esta noche fue por ti. Lo único que me importaba era si
me estabas mirando.
—¿Estás bromeando? —Pasó los dedos por mi cabello—. No podía dejar de
mirarte.
Dejándola en el suelo, le dije: —Vámonos de aquí.
La rodeé con el brazo y salimos del club sin despedirnos de los chicos.
—No tengo tanta hambre —dijo ella—. Solo quiero ir a casa contigo, porque es
la última noche que puedo decir eso.
Me había leído el pensamiento. Lo único que quería era llevármela a casa y
hacerle el amor toda la noche, enviarla a Filadelfia de la mejor manera que sabía.
Así que eso es lo que hice.

A la mañana siguiente, me levanté primero para prepararle café a Lala, que


salía temprano. Mientras se preparaba, también decidí... mover algunas cosas en su
apartamento.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando salió del dormitorio y se dio cuenta
de lo que había hecho.
—¿Por qué están todas las sillas de la cocina contra la puerta?
Encogiéndome de hombros, esbocé una sonrisa torcida.
—Pensé que, si no puedes salir de aquí, no podrás irte.
Sacudió la cabeza y se rió mientras se acercaba para abrazarme.
La levanté. —Estoy tan jodido ahora mismo, Lala. Debo haber estado loco por
animarte a irte antes.
Mientras nos besábamos, decidí que necesitaba tenerla una vez más antes de
que se fuera. Bajé mis pantalones unos centímetros antes de deslizar su ropa interior
a un lado. Después de apoyar su trasero contra el mostrador, separé lentamente sus
piernas y empujé dentro de ella.
—¿Quieres que pare? —dije con voz ronca.
—No... —jadeó, pasando sus manos por mi cabello—. Por favor... No te atrevas
a parar.
Lala levantó las caderas para recibir mis embestidas, cada vez más intensas.
—Eso es. Dame ese hermoso coño —gemí. 290
Esto era algo en lo que éramos absolutamente excepcionales: esquivar la
realidad con sexo.
—No quiero que te vayas, maldita sea —murmuré en su cuello mientras me
hundía más profundamente en ella.
Cuando sentí los músculos de su coño apretarse a mi alrededor, dejé escapar
un sonido gutural mientras el orgasmo de Lala resonaba por toda la cocina. Me vine
tan fuerte que casi vi las estrellas.
Cuando empezamos a bajar, dije: —Debería quedarme dentro de ti. Es otra
forma de evitar que te vayas.
Alcanzó mi rostro y ahuecó sus manos alrededor de mis mejillas.
—¿Qué es todo esto de conseguir que me quede de repente? Creí que
pensabas que volver ahora era lo correcto.
No podía culparla por estar confundida. —Sé que te animé a irte para que
pudiéramos averiguar si esto realmente podría funcionar. Pero ahora que ha llegado
el día, solo quiero volver atrás en el tiempo.
—Este ha sido el mejor momento de mi vida, Holden. Pero lo entiendo. Esto
siempre fue una situación temporal.
—No es el fin, Lala. Solo tenemos que encontrar una nueva normalidad. —Besé
su nariz y finalmente me obligué a salir de ella.
Lala volvió a su habitación para vestirse mientras yo preparaba panecillos para
nosotros.
Desayunamos tranquilamente. Fuera de la ventana, pude ver que estaba
empezando a lloviznar. Eso definitivamente encajaba con el mal humor.
Después de comer, llevé todas sus cosas al auto. Nos quedamos en la acera,
ninguno de los dos quería ser el primero en despedirse.
Me rasqué la barbilla. —Debería haber desconectado la batería de tu auto. Así
no habrías podido irte. —Tiré de su chaqueta, atrayéndola hacia mí y depositando un
último beso en sus labios—. Llámame en cuanto llegues. Ten cuidado al conducir.
—Lo haré.
De repente salió el sol, aunque seguía lloviznando, símbolo perfecto del
desastre de indecisión en el que me había convertido últimamente.
La abracé con fuerza y, finalmente, la dejé ir.

291
CAPÍTULO 30
Lala
¿P
or qué estoy aquí otra vez?
Habían cambiado tantas cosas desde la última vez que viví
aquí. Mi nevera estaba vacía. El apartamento estaba helado.
Extrañaba la calidez de mi casa de Nueva York. Pero, sobre todo,
aquí no había ningún Holden al lado. Esa era sin duda la peor parte.
Estar de vuelta en Pensilvania fue tan agridulce como había pensado que sería.
292
Bueno, más amargo que dulce, si quería ser sincera. Lo único bueno desde que llegué
fue poder ver a mi madre anoche. Parecía tener más energía que la última vez que
estuve aquí, y me sentí muy afortunada de que su salud estuviera mejorando.
Había pasado gran parte del día deshaciendo las maletas y poniendo mi
apartamento en condiciones de ser habitado. Pero hiciera lo que hiciera, seguía
sintiéndose frío y estéril. También pasé algún tiempo recogiendo las fotos de Warren
y de mí. Esperaba que Holden viniera a visitarme pronto, y estaba segura de que no
quería que las viera. Sentía una opresión en el pecho al pensar en Warren y en lo
mucho que lo había lastimado. Tal vez me merecía la forma horrible en que me sentía
ahora.
Antes de salir de Nueva York, había metido en una bolsa de compras algunos
aperitivos de mi alacena de allí. Acababa de vaciarla cuando encontré una pequeña
sorpresa en su interior. Holden había metido en la bolsa una de sus sudaderas negras
con capucha y había clavado una nota en ella.

En caso de que me extrañes, envuélvete con esto esta noche. (Es justo, ya que te
robé un par de bragas).

Sonriendo, levanté la sudadera hasta mi rostro y aspiré su aroma


dolorosamente asombroso. Luego me la puse y subí la cremallera hasta arriba. Fue
como un cálido abrazo de Holden. Esta noche no me quitaría esta sudadera.
Tomé mi celular y estuve a punto de mandarle un mensaje, pero recordé que
tenía un concierto esta noche. No quería molestarlo.
En lugar de eso, leí el mensaje que Holden me había enviado antes.
Holden: Acabo de poner tu apartamento en alquiler, y ahora quiero
vomitar. Ya te extraño muchísimo. ¿Cómo has estado fuera menos de
veinticuatro horas?
Llevaba todo el día haciéndome esa pregunta.
Necesitada de salir de esta depresión, decidí ir a casa de mis padres. Era
después de cenar, así que probablemente nos quedaríamos sentados frente a la tele
o charlaríamos.
Mamá y papá estaban juntos en la sala de estar cuando entré con mi llave.
Mi madre se enderezó.
—¡Laney! No sabía que ibas a venir. Habría dejado algo de comida fuera. Ya la
guardé toda.
—No tengo hambre, mamá. En realidad, me siento un poco mal del estómago
esta noche. Solo vine por un poco de compañía.
293
Sus ojos se entrecerraron. —¿Estás enferma?
—Creo que es solo... depresión, sinceramente. No tengo apetito y me siento un
poco mareada.
—Eso son nervios. —Mi padre asintió.
—No hace falta que te diga que nos alegramos de que hayas vuelto pronto, pero
¿de qué sirve si no estás contenta?. —Mi madre frunció el ceño.
Mi padre bajó el volumen de la televisión.
—He sentido que algo andaba mal contigo desde el momento en que llegaste
anoche, Laney. ¿Supongo que se trata de Holden?
Me senté en el sofá y levanté los pies.
—Él y yo estamos en un momento un poco raro. Su carrera está despegando, y
yo acabo de mudarme, así que estamos averiguando hacia dónde van las cosas a
partir de ahora.
Mi madre esbozó una sonrisa comprensiva.
—Realmente has llegado a preocuparte por él, ¿eh?
Preocuparme por Holden no era un sentimiento lo bastante fuerte.
—Lo amo —solté sin pensarlo, porque era la verdad.
—Vaya. —Mi madre se quedó boquiabierta.
Papá suspiró. —De acuerdo.
—¿Él sabe cómo te sientes? —preguntó Mamá.
—No le he dicho que lo amo, sobre todo porque necesito escuchárselo decirlo
primero. Tampoco quiero asustarlo ni que se sienta obligado. Si siente lo mismo,
quiero que salga de él, sin ninguna presión añadida por mi parte.
—¿No estás segura de que sienta lo mismo? —preguntó mi padre.
—Sé que se preocupa por mí, pero siempre ha evitado decir esas palabras. Sin
embargo, hubo momentos en los que podría jurar que estaba a punto de decirlas.
Podría estar asustado. O... puede que no sienta lo mismo. —Suspiré—. Pero no estoy
segura de que pueda funcionar entre nosotros logísticamente, a pesar de lo mucho
que sentimos el uno por el otro.
Mi madre entornó los ojos.
—¿Qué significa eso... logísticamente? ¿Existe alguna fórmula que determine si
algo encaja perfectamente en una caja ordenada y organizada? ¿Quién pone esas
reglas?
Su comentario me hizo reflexionar. ¿Quién dictaba las normas?
294
—No importa cómo creas que debería ser la vida. —Mamá me miró a los ojos—
. ¿Qué quieres, Laney?
Parpadeé, meditando un momento su pregunta.
—Realmente no hay nada más que quiera ahora mismo que estar con él. Pero
la decisión no es solo mía. Él tendría que decidir si quiere la presión de una relación
en medio del despegue de su carrera musical.
Mi madre se ajustó la manta y planteó otra pregunta.
—En tu mente, ¿cómo sería un futuro con Holden?
Loco.
Sexy.
Increíble.
Impredecible.
—Estaría constantemente de viaje. Me dejaría sola muchas veces. —Desvié la
mirada—. No sé cómo puedes tener una familia con alguien que está fuera la mitad
del tiempo.
—Las familias de militares lo hacen —señaló.
—¿Holden quiere hijos? —preguntó papá.
—No creo que sea algo que él viera realmente en su futuro.
Se encogió de hombros.
—Los deseos y necesidades de las personas cambian a medida que maduran.
—Es cierto —acepté—. Aunque tampoco tengo prisa por casarme o formar una
familia.
—Me parece que el miedo es lo que más los separa, entonces —dijo—. ¿Puedo
darte un consejo?
—Por supuesto, mamá.
—He aprendido mucho sobre mí misma y sobre la vida desde este reciente
susto de salud. Ha cambiado mi visión de ciertas cosas.
Asentí.
—Creo que a veces le damos demasiadas vueltas a las cosas cuando
deberíamos limitarnos a seguir a nuestro corazón y disfrutar de cada momento.
—¿Crees que le he dado demasiadas vueltas a esto?
Sonrió. —Lala, nunca te había visto tan absorta con nadie, ni siquiera con
Warren en el momento álgido de su relación, y ni siquiera después de que te pidiera
que te casaras con él. Eso dice algo. Di lo que quieras de Holden, pero te está
295
haciendo sentir cosas, y eso no es algo que alguien en esta familia haya tenido fácil
desde la muerte de Ryan. —Su sonrisa se desvaneció—. Todos hemos estado bastante
insensibilizados durante años. Aunque no funcione con Holden, creo que deberías
disfrutar de esta experiencia como lo que es: un capítulo importante en tu vida. Los
capítulos no duran para siempre. Pero a veces llevan a otros capítulos que llevan a
felices para siempre.
—¿Mi vida es un libro? ¿Es eso lo que estás diciendo, mamá?. —Me reí entre
dientes.
Ella rió. —Cada persona en nuestras vidas entra por una razón. Solo que no
hemos averiguado si Holden es un personaje secundario o un protagonista a largo
plazo.
Mi padre interrumpió.
—Te diré una cosa. Si me hubieras dicho hace años que acabarías con Holden
Catalano, no me lo habría creído. Todavía no me creo del todo que estemos teniendo
esta conversación. —Suspiró—. Pero como te he dicho antes, confío en tu juicio,
Laney.
—Si ella lo ama... —dijo Mamá—. Tendrá que ajustar sus expectativas sobre el
futuro. —Se giró hacia mí—. Cuando estabas con Warren, imaginabas una vida en la
que estuvieras en casa parte del tiempo y tal vez trabajando medio tiempo, con tu
esposo regresando del trabajo en punto todas las noches. Pero tal vez un futuro con
Holden sea diferente. Quizá no sea tan predecible, pero quizá sea igual de
satisfactorio. Tal vez tendrías que asumir un poco más de responsabilidad en casa. Al
final, si él es con quien estabas destinada a estar, eso podría ser algo que estarías
dispuesta a hacer.
Ella tenía razón. Y había estado pensando mucho en cómo sería un futuro con
Holden, qué sacrificios estaría dispuesta a hacer para que él cumpliera sus sueños.
Pero, por supuesto, nada de eso importaría si él no sintiera lo mismo, si no quisiera
que yo hiciera esos sacrificios. Holden siempre había creído que no era el adecuado
para mí. ¿Pero yo no tenía voz en eso?
—Agradezco tu perspectiva, mamá. Siempre supuse que estarías en contra de
la idea de Holden y yo, pero es bueno saber que me apoyarías si decidiera hacer
algunas cosas diferentes para estar con él.
Sonrió con satisfacción. —También debo señalar que me encontré con su
madre el otro día en el supermercado.
—¿En serio?
—Sí, fue muy interesante. Al principio las dos nos mirábamos de cierta manera.
296
Como si ambas supiéramos lo que la otra estaba pensando, pero ninguna de las dos
estaba segura de lo que se nos permitía decir.
Me reí. —Incómodo, ¿eh?
Mamá asintió. —Finalmente, ella salió con eso. Me dijo: “¿Has hablado con
Laney últimamente?” Le pregunté por qué. Dijo que se preguntaba si habías
mencionado algo sobre Holden. Admití que sabía que había algo entre ustedes dos,
pero que no estaba totalmente segura de la situación con tu mudanza y todo eso. Dijo
que prácticamente había descartado cualquier esperanza de que Holden terminara
con una buena chica, y que dudaba en emocionarse demasiado con la perspectiva de
que él saliera contigo. Pero quería que supiera que Holden sería increíblemente
afortunado si acabara con mi hija, y esperaba que algún día cambiara de aires y
sentara cabeza.
Por supuesto, eso me hizo extrañar a Holden aún más. Significaba que le había
hablado de mí a su madre, lo que sabía que tenía que ser importante.
Dejé a mis padres en la sala de estar y fui al lugar que solía frecuentar cuando
necesitaba pensar: la antigua habitación de Ryan. Miré su tablón de anuncios con
todas las fotos de él y sus amigos.
—Oh, Ry. Daría lo que fuera por saber lo que piensas de todo esto. A menudo
me pregunto si Holden y yo hubiéramos tenido las pelotas para intentarlo si hubieras
estado aquí. Podríamos haber estado demasiado asustados por hacerte daño. Pero
me gustaría pensar que no estás enfadado con nosotros. —Mis ojos se llenaron de
lágrimas—. Realmente desearía que pudiéramos hablar ahora mismo. Deseo mucho
cuando se trata de ti, hermano mayor.
Miré una foto de Ryan con el brazo alrededor de Holden. Sus ojos parecían
nublados, como si hubieran bebido.
Saqué mi teléfono y le envié un mensaje a Holden, insegura de si su actuación
había terminado.
Lala: Nunca mencionaste que le contaste a tu madre sobre nosotros.
Respondió enseguida.
Holden: ¿Por qué? ¿Dijo algo?
Lala: Se encontró con mi madre en el supermercado, y hablaron en clave
hasta que ambas reconocieron que sabían que estábamos saliendo.
Holden: No me abro mucho con mi madre. Solo sobre las cosas más
importantes.
Mi corazón se aceleró. Sonreí y escribí.
Lala: Entendido.
297
Los puntitos se movieron durante un rato antes de enviar otro mensaje.
Holden: Lala ... No sé si puedo hacer esto.
Mi corazón se hundió en mi estómago y una oleada de calor subió directamente
a mi cabeza. ¿Hacer qué? ¿Está rompiendo conmigo?
Holden: No puedo pasar mucho tiempo sin verte.
Respiré profundamente. Si mi casi infarto no era un indicio de mis verdaderos
sentimientos, no sabía qué lo era.
CAPÍTULO 31
Holden
O
wen me miró de arriba abajo cuando abrió la puerta.
—¿Noche difícil?
—Dieciséis noches difíciles. —No podía creer que hubiera
pasado tanto tiempo y aún no hubiera visto a Lala.
La mesa de cartas estaba dispuesta en medio de la sala de estar para nuestra
partida mensual de póquer. Colby sacó una cerveza de la caja de cartón que estaba
298
descargando en la mini nevera y me la lanzó.
—Tienes cara de pelotas, hombre.
Fruncí el ceño.
—Gracias.
Se encogió de hombros. —La verdad es que estás peor que las pelotas. Mis
pelotas se ven bastante elegantes en estos días. Billie me dijo que tenía que hacer una
limpieza ahí abajo. Como no lo hice lo suficientemente rápido para ella, me dijo que
quería un helado y me metió en la depiladora de al lado de la heladería para que me
acicalara mientras se comía su cucurucho. Me había reservado una cita para un bro-
zillian.
—¿Un bro-zillian? —Owen cubrió sus pelotas por encima de los pantalones—.
¿Como si alguien te hubiera echado cera caliente en las pelotas y te las hubiera
arrancado?
—En realidad no fue tan malo como pensé que sería. Me gustó la parte de la
cera caliente. Era cálida y agradable, como tener tus pelotas ahuecadas en dos manos
suaves. Podría haberlo hecho sin la parte de rasgar la piel.
Sacudí la cabeza. —¿Cómo tomó esta conversación un giro tan rápido?
Colby se levantó y abrió una cerveza con un sonoro tssSSS kr-POP. Me señaló
mientras bajaba la lata.
—Tu rostro se ve peor que mis bonitas pelotas.
Brayden entró de la cocina. Miró entre Colby y yo y levantó las manos.
—Te tomo la palabra.
Me reí. Puede que fuera la primera vez que me pasaba en más de dos semanas.
Creo que lo necesitaba. Los chicos tomaron asiento alrededor de la mesa y Brayden
repartió las fichas a cambio de dinero.
Cuando llegó a mí, levantó la barbilla.
—Entonces ¿por qué las pelotas de Colby se ven mejor que tu rostro? ¿O quiero
saberlo?
Suspiré. —No quiero hablar de eso.
Se encogió de hombros. —Me parece bien. Ahora dame tus cincuenta para las
fichas para que pueda empezar a repartir.
Saqué mi billetera del bolsillo trasero y arrojé el dinero sobre la mesa. Brayden
lo añadió a la lata de café vacía en la que guardábamos las fichas y repartió la primera
mano. Hice lo que tenía que hacer, tiré una ficha al centro de la mesa y recogí mis
cartas. Pero no sabría decir qué palos o números tenía en la mano. Supongo que
299
también me perdí en mis pensamientos mientras los chicos hacían apuestas y
tomaban cartas porque, de repente, una ficha golpeó mi rostro.
Me froté la nariz.
—¿Qué diablos?
—¿Quieres cartas o no, niño bonito? —preguntó Brayden.
—Sí. —Miré mi mano, pero no podía concentrarme lo suficiente como para
tomar una decisión—. En realidad, no. Estoy bien.
Owen estaba sentado a mi izquierda. Inclinó la silla sobre sus patas traseras y
echó un vistazo a mis cartas.
—No tienes nada, mierda por cerebro —dijo—. Toma algunas malditas cartas.
Estudié mi mano una vez más y asentí. Pero seguía sin poder tomar una
decisión.
Así que cedí y negué con la cabeza. —Estoy enamorado de Lala. Creo que la
cagué.
Brayden lanzó sus cartas al aire y gimió. —Oh, joder.
Owen frunció el ceño. —¿Qué demonios hiciste?
Colby exhaló un suspiro entrecortado. —Realmente odiaré tener que arruinar
tu bonito rostro. ¿La engañaste?
Levanté las dos manos. —No, nada de eso. Me refería a que la cagué al animarla
a irse. Nunca debí presionarla para que se fuera.
—Espera. A ver si lo entendí —dijo Brayden—. ¿No fue decisión de Lala volver
a Filadelfia? ¿Hiciste que se fuera antes?
—Quizás hacer que se vaya es demasiado fuerte. Pero le dije que creía que
debía volver. No hice absolutamente nada para detenerla.
—¿Por qué diablos harías eso si estás enamorado de ella?
Me froté la nuca. —¿Porque soy idiota?
—Bueno, eso ya lo sabíamos —dijo Owen—. Pero en serio, hombre, ¿por qué
le dijiste que se fuera si querías que se quedara?
Solté un fuerte suspiro y negué con la cabeza.
—Pensé que era lo correcto. Al menos eso me dije a mí mismo en aquel
momento. Pero quizá fui demasiado cobarde para decirle lo que sentía de verdad y
pedirle que se quedara conmigo. En el fondo, siento que no la merezco. Ella es tan
inteligente y hermosa y ... virgen. Una parte de mí siente que debería estar con
Warren.
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—Jesucristo. —Colby sacudió la cabeza—. Nunca pensé que vería el día.
—¿Que me enamorara?
—No. El día que tu trasero egoísta hiciera tambalear tu confianza. Cuando
tenías dieciocho años, pensaste que podías ligar con nuestra súper sexy profesora de
inglés de treinta años.
Sonreí a medias. —La señora Renzo puso su mano en mi muslo. Me deseaba.
Colby señaló. —¿Lo ves? Ni una sola vez has dudado de ti mismo con una mujer.
¿Crees que me siento lo suficientemente bueno para Billie? Por supuesto que no. Pero
tienes que superar esa mierda. Cuando estás enamorado de alguien, no lo alejas
porque no eres digno. Pasas el resto de tu vida tratando de convertirte en el hombre
lo suficientemente bueno para estar a su lado.
Quería creer que podía ser un hombre digno de Lala. Pero no estaba seguro
de que fuera cierto.
—¿Y si la cago?
Brayden hizo un gesto a los tres. —Entonces vamos a patearte el culo. Se lo
debemos a Ryan.
Owen me llamó la atención.
—Si lastimas a Lala, definitivamente recibirás una paliza. Pero voy a
arriesgarme y decir algo que nunca pensé que diría... Creo que, si Ryan estuviera
aquí escuchando lo que sientes por su hermana pequeña, te daría su bendición. Así
que tienes la mía.
Colby asintió. —La mía también.
Brayden se encogió de hombros.
—Lo mismo. Así que deja de ser un marica y dile a la mujer lo que sientes. ¿Y
tal vez también podamos dejar de hablar de sentimientos y de depilación masculina
ahora y jugar a las cartas?
Sonreí. —Sí, hagámoslo.
No estaba seguro de haber resuelto nada, pero era bueno saber que los chicos
pensaban que tal vez las cosas podrían funcionar con Lala. Ahora solo tenía que
convencerme a mí mismo...

A la mañana siguiente, estaba acostado en la cama, dándole vueltas a la idea


de ir a Filadelfia este fin de semana para jugármela con Lala, cuando mi teléfono sonó
301
en la mesita de noche. Era nuestra manager, Daisy. Leí el mensaje y fruncí el ceño.
Daisy: Espero que nadie tenga planes para el fin de semana...
Últimamente, su sincronización era pésima.
Aunque si eso no era el destino diciéndome que no le profesara mi amor a Lala,
no estaba seguro de qué lo era. Suspiré y me dispuse a responder. Pero cuando
desbloqueé mi teléfono y se abrió con el texto completo, me di cuenta de que había
algo más en el mensaje.
Daisy: Espero que nadie tenga planes para el fin de semana. Hay un nuevo
club propiedad de un grupo de famosos en el que es imposible conseguir
entradas. Una de las hijas del dueño los vio tocar hace poco y le dijo a su padre
que tenía que subirlos al escenario.
Antes de que pudiera responder, mis compañeros contestaron.
Dylan: Me apunto. ¿Hacia dónde vamos?
Monroe: Podría ser Plutón por lo que me importa. Me apunto.
Nuestra manager respondió.
Daisy: Es un poco más conveniente que Plutón. Está en Filadelfia.
Me incorporé, sintiendo la adrenalina correr por mis venas. Quizá el destino
tenía otros planes después de todo...
Holden: Definitivamente adentro.
Una vez que todos respondimos, Daisy envió los detalles del concierto del
sábado por la noche. Todavía con el subidón de la coincidencia, me moría de ganas
de mandarle un mensaje a Lala.
Holden: Hola. Acabamos de reservar un concierto para el sábado por la
noche en Filadelfia. Estoy emocionado de tocar en casa, pero aún más
emocionado de verte. Somos el primer acto, así que deberíamos estar a las
nueve y terminar a las diez o diez y media. Ven al concierto y podemos
escaparnos.
Ni siquiera solté el teléfono mientras esperaba su respuesta.
Lala: Oh, eso es genial. Intentaré hacerlo.
¿Intentar?
Sentí como si hubiera estado escuchando el tema principal de Rocky, listo para
subir corriendo las escaleras y agarrar a mi chica en la cima, cuando de repente la
aguja chirrió hasta detenerse súbitamente.

302
Le contesté.
Holden: ¿Ya tienes planes?
Observé cómo los puntos saltaban de un lado a otro, se detenían durante uno o
dos minutos y volvían a empezar.
Lala: Solo un poco de trabajo en el que necesito ponerme al día.
¿A las nueve de la noche del sábado, que era dentro de cuatro días? ¿Ni
siquiera podía encontrar la manera de liberar unas horas con tanta antelación? El
optimismo que había sentido se hundió como plomo en el fondo de mi estómago.
Esto es todo. El principio del fin.
También podría haberme dicho que tenía que lavar su cabello. Aunque algo
dentro de mí tenía miedo de presionarla, por temor a que terminara las cosas ahora.
Necesitaba verla al menos una última vez si esto era lo que iba a pasar. Así que me
aguanté.
Holden: Bueno. Que tengas un buen día.
Su respuesta fue una carita sonriente, un maldito emoji.
Durante los siguientes días, pasé una cantidad ridícula de horas contemplando
cómo debería manejar la situación. Iba y venía entre profesarle mi amor eterno y
facilitarle la vida siendo yo quien rompiera formalmente la relación para que ella
pudiera disfrutar de su libertad. Tenía la cabeza hecha un maldito lío. Lo único que
tenía claro era que quería hacer lo correcto por Lala, no complicarle las cosas.
Al final, decidí que tenía que verla en persona para saber qué era lo correcto.
Así que llegué un día antes sin decírselo, con la esperanza de que atraparla
desprevenida me ayudara a tomar la decisión. Quería ver cómo reaccionaba al abrir
la puerta después de tres semanas sin vernos.
Mi corazón empezó a latir con fuerza cuando estacioné delante de su
apartamento el viernes por la tarde. Se formaron gotas de sudor en mi frente y mi
labio superior mientras subía por el camino, aunque no hacía ni pizca de calor. En la
puerta, limpié mis manos en los pantalones y respiré profundamente.
Toc. Toc. Toc.
Pero no fue Lala quien abrió.
Fue... su madre.
Intenté ocultar mi decepción y actuar con educación.
—Oh. Hola, señora E.
—¿Holden? Laney no mencionó que vendrías.
Metí las manos en los bolsillos de mis jeans.
—Eso es probablemente porque no lo sabe. Pensé en darle una sorpresa.
—Oh. Bueno, ahora mismo no está en casa. Estoy esperando una entrega que
303
se suponía que iba a llegar a primera hora de la tarde, pero a la compañía de
transportes se le pinchó una rueda y dijeron que iban a llegar unas horas tarde.
—¿Lala sigue en el trabajo?
La señora E negó con la cabeza. —Tenía una cita con el médico y luego algunos
recados que hacer.
—Oh. De acuerdo. —Forcé una sonrisa—. Demasiadas sorpresas. Pero me
alegro de haber podido verla, señora E. Está estupenda.
—¿Quieres... entrar a tomar una taza de té, tal vez? Probablemente pasen unas
horas antes de que Laney esté de vuelta, pero quizás podríamos ponernos al día unos
minutos.
—Claro. Por supuesto.
Prácticamente había vivido en casa de los Ellison cuando era niño. Sin
embargo, de repente me sentí incómodo. Quizá tuviera algo que ver con la certeza
de que me había invitado para decirme que me mantuviera alejado de su hija.
Charlamos un poco mientras ella llenaba la tetera y lo preparaba todo, y yo
hacía lo posible por no sudar anillos bajo las axilas de mi camiseta.
—Aquí vamos... —La señora E dejó dos tazas sobre la mesa de la cocina y se
sentó frente a mí. Sonrió cálidamente—. Mi esposo me dijo que quizá venga a
hacerme compañía. Así que no estaremos mucho tiempo los dos solos. Espero que no
te importe que hable con franqueza y no me ande con rodeos.
Joder. Aquí viene. Tragué saliva y asentí.
—Por supuesto. Nos conocemos desde hace mucho, señora E. Diga lo que
tenga en mente.
—Gracias, Holden. —Se aclaró la garganta—. No suelo entrometerme. Pero sé
que sientes algo por mi hija. Y también sé lo unidos que estaban mi hijo y tú.
Bajé la mirada, avergonzado.
—Lo siento mucho, señora E. Sé que Ryan querría matarme si estuviera aquí. Y
también sé que no soy la elección ideal de un padre como material para novio. —
Sacudí la cabeza—. No era mi intención que pasara. Le juro que no.
La señora E se inclinó sobre la mesa y me dio unas palmaditas en la mano.
—Quiero contarte una historia. No sé si lo recordarás o no, pero una semana
antes de que Ryan muriera, empezó a dormir en el sofá de abajo. Estaba demasiado

304
débil para subir a su habitación.
Mi corazón se sintió pesado mientras asentía. —Lo recuerdo.
—Bueno, ese día en particular, estabas en casa y Ryan se había quedado
dormido en el sofá. Laney estaba fuera rastrillando las hojas del césped delantero, y
tú saliste a ayudarla. Al menos eso dijiste que ibas a hacer. —La señora E sonrió con
cariño—. Pero cuando saliste, recogiste un montón de hojas y se las arrojaste a Laney.
Los dos tuvieron una pelea de hojas en el césped. Se persiguieron durante casi una
hora, riendo sin parar como dos colegiales.
Sonreí. —Recuerdo ese día.
—Lo que no creo que sepas es que Ryan se despertó en medio de la pelea de
hojas. Tenía sed y fue a la cocina. Yo estaba doblando la ropa lavada en la otra
habitación, y al entrar lo encontré observándolos a ti y a Laney a través de la ventana.
—Se dio la vuelta para mirar por la ventana de la cocina de Laney y cubrió su corazón
con la mano—. La sonrisa en su rostro mientras los miraba era tan grande como las
que llevaban ustedes dos. ¿Y sabes lo que dijo?
—¿Qué?
Se giró para mirarme. —Dijo que ustedes dos se llevaban mal desde hacía
años.
Me quedé boquiabierto. —¿Lo sabía?
Ella asintió. —Me dijo que no eras el adecuado para su hermana.
Fruncí el ceño.
—Pero luego dijo que esperaba que algún día encontraras a la chica que te
cambiaría, y esperaba que esa chica fuera Laney.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
—¿En serio?
—En serio. —Levantó un dedo y se rió—. Bueno, para que lo sepas, después de
decir eso, también me dijo que, si no cambiabas e ibas tras su hermana pequeña,
tenía que hacer que mi esposo te pateara el culo.
Sonreí. —Eso suena más a Ryan.
La señora E apretó mi mano.
—Solo tú sabes si has cambiado para convertirte en el hombre que ambos
sabemos que Laney necesita. Pero pensé que era importante que supieras que Ryan
creía que lo llevabas dentro. —Hizo una pausa—. Y yo también, Holden.
Mis ojos se encontraron con los suyos.
—¿En serio?
Ella asintió. —En serio.

305
Cualquier resquicio de esperanza que me quedara después de hablar con la
señora Ellison se había desvanecido al día siguiente. Lala me había enviado un
mensaje al llegar a casa anoche. Su madre le había dicho que yo estaba en la ciudad
y que había pasado por allí, pero que estaba demasiado cansada para que yo
volviera. Y esta mañana me había dicho que tenía que ir a trabajar. Se suponía que
tenía que haberme enviado un mensaje de texto cuando terminara, pero comprobar
mi teléfono cien veces no hizo nada para que su mensaje llegara. Aun así, me aferré
a la esperanza de que hubiera estado muy ocupada y se presentara a nuestro
concierto. Pero nunca lo hizo.
Al final del concierto, me sentía miserable y lo único que quería era irme a casa.
Así que cuando Monroe anunció que teníamos una nueva canción que tocar para
todos, la canción que había escrito sobre Lala, no estaba de humor y negué con la
cabeza.
—Esta noche no, amigo.
De todos modos, me hizo señas para que me acercara al escenario mientras
hablaba por el micrófono.
—Creo que nuestro batería está siendo inusualmente tímido y necesita que lo
animen. ¿Qué les parece? ¿Pueden hacer algo de ruido si quieren escuchar una
canción nueva que nunca se ha tocado ante el público? ¿Si quieren que nuestro
baterista residente suba a cantar para todos ustedes?
El público aplaudía y gritaba. Mientras tanto, yo quería darle un puñetazo en la
cara a Monroe. Pero por algo era el líder de After Friday. Era un exhibicionista
implacable y seguía incitando a la gente para que me subiera. Cuando hizo que todos
corearan Hold-en, Hold-en, supe que no tenía más remedio que levantarme de mi
asiento. Quería que Lala fuera la primera persona en escucharme cantar la canción
además de la banda, pero parecía que eso nunca iba a suceder de todos modos. Así
que cuando empezó la música, cerré los ojos y derramé mi corazón en cantar cada
palabra que había escrito. Ni siquiera me di cuenta de que las lágrimas corrían por
mi rostro hasta que terminé, abrí los ojos, y vi a Lala parada cerca de la puerta trasera
con lágrimas en las mejillas. Parpadeé varias veces para asegurarme de que no
estaba viendo nada. Pero, efectivamente, estaba allí.
Empujé el micrófono hacia mi bajista, ajeno a la multitud que me ovacionaba
de pie, y salí del escenario.
—Tómense un descanso. Ahora vuelvo.
No podía llegar hasta ella lo bastante rápido. Abriéndome paso entre la
multitud, ignoré a la gente que me felicitaba y se deshacía en cumplidos. Nada
importaba excepto Lala.
306
Cuando por fin llegué hasta ella, ahuequé sus mejillas en mis manos.
—No pensé que estuvieras aquí.
Ella sollozó.
—No iba a venir. Lo siento, Holden. Lo siento mucho.
Tragué saliva. Me dolía muchísimo, pero era más importante para mí que no se
enfadara. Así que le limpié sus mejillas con mis pulgares.
—No pasa nada. Lo comprendo. Podemos ser amigos, cariño. Podemos seguir
en contacto. No llores. No te enfades.
—No quiero seguir en contacto, Holden.
Mi mandíbula se desencajó. Sabía que tenía que marcharme en ese momento.
Estaba emocionado después de derramar mi corazón en el escenario. No quería decir
algo de lo que me arrepintiera.
—De acuerdo. Como quieras. Cuídate, Lala.
Me di la vuelta bruscamente y di dos pasos, pero Lala agarró mi brazo.
—¡Holden, espera!
—¿Por qué? ¿Qué más queda por decir? ¿Que estoy tan enamorado de ti que
me duele? ¿Que no puedo comer? ¿Que no puedo pensar? ¿Que no quiero ni
levantarme de la cama sin tenerte cerca? —Mi voz se hizo más fuerte—. Dime, Lala.
¿Es eso lo que querías oírme decir?
Ella negó con la cabeza.
—No.
—Entonces, ¿qué diablos más hay?
Lala respiró profundamente.
—Estoy embarazada, Holden. De tu bebé.

307
CAPÍTULO 32
Holden
S
entí que el mundo a mi alrededor giraba. Cada sonido y cada luz en el
club se desvanecieron en la distancia mientras intentaba comprender las
palabras que acababa de pronunciar.
¿De verdad Lala acaba de decir lo que yo pensaba que había dicho?
¿Está embarazada?
Mi corazón se aceleró cuando tomé su mano y la conduje fuera del local.
308
Necesitaba volver a escucharla sin distracciones.
Doblamos la esquina del edificio de ladrillo hasta que nos quedamos solos,
aparte de algunos autos que pasaban.
Mis manos temblaban mientras las envolvía alrededor de su rostro.
—Lala... dilo otra vez. Lo que acabas de decir ahí, para que sepa que no estoy
alucinando.
—Estoy embarazada, Holden.
—¿Estás segura?
—Me he hecho múltiples pruebas. Y fue confirmado por el médico. Ahí es
donde estaba cuando pasaste y hablaste con mi madre.
Esta noticia no debería haberme sorprendido. No habíamos sido cuidadosos al
cien por cien, un riesgo que nunca había corrido con nadie más. Me había dejado
llevar.
Aturdido, pregunté: —¿Desde cuándo lo sabes?
—Hace un par de semanas, me di cuenta de que las náuseas que tenía desde
que salí de Nueva York no desaparecían. Al principio pensé que eran los nervios,
pero luego empecé a sospechar que podría ser algo más.
Asentí cuando por fin todo empezó a tener sentido.
—Por eso guardaste silencio.
—Sí.
—¿Por qué no me dijiste lo que estaba pasando, Lala? Podría haber estado ahí
para ti.
Sacudió la cabeza. —Necesitaba estar absolutamente segura antes de soltarte
esto.
Cerré los ojos para asimilarlo todo.
Lala... llevaba a mi bebé.
Nuestro bebé.
Voy a ser padre.
¿Cómo?
Santo cielo.

309
Santo cielo.
Santo cielo.
Ella interrumpió mis pensamientos.
—Necesito que sepas, Holden, que he decidido quedármelo. Sé que es el peor
momento posible, y que no estás preparado para...
—Whoa. Whoa. Whoa. —Retrocedí de repente—. ¿Pensaste que alguna vez
consideraría no quedarme con nuestro bebé?. —Mi corazón latía con fuerza—. Puede
que no esté preparado para ser padre, pero Lala... —levanté su barbilla—. Mírame.
Mírame a los ojos. Necesito que entiendas algo.
Asintió, sus lágrimas comenzaron de nuevo mientras me miraba fijamente.
—¿Esta noticia? Es lo mejor que me ha pasado nunca. El hecho de que mi bebé
ahora esté creciendo dentro de ti es más importante que la música. Más importante
que cualquier cosa. Es... —Hice una pausa para reflexionar sobre lo que significaba—
. Es todo lo que nunca supe que quería.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—¿Estás contento?
Puse mi mano temblorosa sobre su estómago.
—Estoy tan jodidamente feliz, cariño. Tan feliz.
—Estoy tan aliviada. —Puso su mano sobre la mía—. Me preocupaba que esto
te tomara por sorpresa. Estaba preparada para criarlo sola, si tenía que hacerlo.
—Si por alguna razón no quisieras continuar con esto, sería tu elección. Pero
eso me habría matado, Lala. Porque después de solo unos minutos de saber de su
existencia, amo a este bebé. —Hice una pausa para mirarla a los ojos—. Y te amo
mucho a ti. No he sabido cómo expresarlo. Lo intenté a través de esa canción,
obviamente, pero decírtelo frente a frente se ha retrasado mucho. —Finalmente quité
mi mano de su vientre y la puse alrededor de su rostro—. Te amo, Lala. Y te prometo
que haré lo que haga falta para que esto funcione, para darte el tipo de vida que
siempre has soñado.
Sus ojos brillaron.
—Cualquier vida que soñé antes de ti ya no existe, Holden. Tú eres mi sueño.
—Secó sus ojos—. Cuando escuché esa canción que interpretaste esta noche, me dio
la confianza para decirte finalmente lo que estaba pasando. Nunca querría que dijeras
que me amas por las razones equivocadas. Saber que me amabas antes de saber que
estoy embarazada... eso fue perfecto.
Acaricié su mejilla con mi pulgar.
—Te amos desde hace mucho tiempo, cariño. No quería asustarte.

310
Retrocedió un poco. —Tengo que decir algo...
—De acuerdo...
—No quiero que cambies nada por esta noticia. Nunca podría vivir conmigo
misma si renunciaras a una carrera por la que has trabajado tan duro porque te
sintieras obligado a quedarte en un lugar. Te quiero con nosotros, por supuesto, pero
incluso antes de saber que estaba embarazada, había estado pensando mucho en
ajustar mis expectativas para que podamos hacer que esto funcione. Si te quiero en
mi vida, tengo que aceptar que no siempre estarás físicamente cerca.
Parpadeé.
—Ni siquiera puedo pensar en música ahora mismo. Todo eso parece tan...
poco importante comparado con esto. —Sacudí la cabeza—. Puedo decirte una cosa:
no voy a querer estar lejos de nuestro hijo, ni de ti, durante mucho tiempo. Así que,
aunque tengo que averiguar qué significa eso en cuanto a la banda, no va a ser esta
noche. Ahora mismo, solo quiero disfrutar de esto... porque, Lala... vamos a tener un
bebé. —Mi boca se curvó con una sonrisa—. No hay nada más grande que eso. Estoy
muy asustado... pero muy feliz.
Sonrió. —Yo también estoy feliz y asustada. Pero sé que serás el mejor padre
para nuestro hijo. Aunque ninguno de los dos sepamos qué demonios estamos
haciendo.
Nuestro hijo.
Se sentía surrealista de la mejor manera posible.
Un hombre desaliñado se acercó a nosotros.
—¿Tienes algo de cambio?
—Hombre, acabo de descubrir que voy a ser padre. —Levanté los brazos y
repetí—: ¡Voy a ser padre!
El hombre esbozó una sonrisa desdentada.
—Bueno, eso es genial, hombre.
Metí la mano en el bolsillo y le di un fajo de billetes. —Esta es la mejor noche
de mi vida, y espero que esto haga tu noche.
El hombre miró el dinero que tenía en la palma de la mano y se echó a llorar.
—No sabes cuánto significa esto.
Le di una palmada en el hombro. —Cuídate.
—Tú también. Y felicidades —dijo antes de marcharse cojeando.
Después de que se fuera, el shock empezó a desaparecer, sustituido por nada
más que pura excitación.
Grité hacia la calle.
—¡Voy a ser padre!
—¡Vete a la mierda! —gritó alguien desde uno de los apartamentos de enfrente.
311
Lala secó sus lágrimas de risa.
La abracé y besé su frente.
—Vamos a casa.

Aquella noche, en la cama de Lala, apoyé suavemente mi cabeza en su vientre.


Antes había estado tan aturdido que olvidé preguntarle cuánto tiempo llevaba
embarazada. Me dijo que estaba de unas seis semanas. La idea de que su vientre
aumentara de tamaño cada semana me produjo una alegría inimaginable. Lo loco era
que, en mis fantasías más salvajes, había imaginado a Lala embarazada con mi bebé
dentro de ella. Pero nunca me había atrevido a pensar que pudiera ocurrir.
—¿Quién más lo sabe? —Susurré contra su ombligo—. Quiero decir, además
de la mitad de Filadelfia después de gritarlo esta noche.
Su vientre se estremeció mientras se reía.
—Mis padres. Eso es todo.
Una descarga de adrenalina me golpeó al pensar que su padre quería
matarme.
Me encogí. —¿Cómo se lo tomó tu padre?
—Estaba conmocionado, como yo. Pero creo que cuando sepa cómo
reaccionaste, estará bien. Sabe que te amo.
Me giré para mirarla.
—¿Lo sabe?
—Sí. Se lo dije. Hemos hablado mucho de ti estas últimas semanas, incluso
antes de saber que estaba embarazada. —Masajeó con sus dedos a través de mi
cabello—. Él sabía lo deprimida que estaba estando lejos de ti. No podía ocultárselo
a nadie.
Saber que le había dicho a su padre que me amaba me llenaba de orgullo.
Nadie podría discutirlo.
—Probablemente deberíamos esperar al menos hasta las doce semanas para
decírselo a los demás —dijo.
Asentí. —De acuerdo... ¿crees que es demasiado pronto para decírselo incluso

312
a los chicos y a Billie?
Guardarme esto otras seis semanas me mataría. No se me conocía por guardar
muy bien los secretos, sino todo lo contrario.
Suspiró, pareciendo estar en conflicto.
—Bueno, dicen que hay que esperar unas doce semanas, porque antes puede
pasar cualquier cosa. —Lala debe haber notado mi puchero—. De acuerdo... solo los
chicos y Billie. Y tus padres. Pero nadie más.
Sonreí. —Genial.
Ella frotó su estómago. —Es solo del tamaño de un frijol en este momento.
Mi corazón se hundió mientras el miedo me invadía. Eso es jodidamente
pequeño. Tan increíblemente frágil. La idea de que algo malo le ocurriera a nuestro
bebé me aterrorizaba. Me prometí no centrarme en eso e intentar creer que todo iba
a salir bien.
—Me estás dando ganas de envolverte en burbujas, Lala.
—Pero entonces no podrías llegar a mí por ti mismo —guiñó un ojo.
—Sí. ¿En qué estaba pensando? Olvídalo. —Apreté su costado—. Quiero que
sepas algo...
—De acuerdo...
—Aunque no me hubieras dicho que estás embarazada... iba a ir a verte antes
de irme de Filadelfia y sugerirte que hiciéramos lo que fuera necesario. Porque las
últimas semanas han sido insoportables. Puede que no tengamos un plan logístico
sólido, pero somos un equipo. Y ahora... somos una familia. No hay absolutamente
nada que no haga para que esto funcione.
Lala me sonrió. —Gracias.
—Gracias. Volví mi atención a su estómago y hablé suavemente en su piel. —
Hola, frijolito. Soy tu papá. No creo que puedas escucharme todavía, pero quiero que
sepas que te apoyo. Voy a empezar a rezar muy fuerte para que sigas creciendo sano.
No quiero alterar la paz tan pronto, pero también quiero que te prepares para algo de
música en los próximos meses. Porque te voy a cantar, te guste o no. También vas a
salir tamborileando con tus pequeños puños.
Lala se rió.
—Y quiero disculparme de antemano por mi falta de preparación para ti —
añadí—. Probablemente soy el último tipo que elegirías para ser tu padre. Una vez
casi mato a una cobaya con un Cheeto Picante. Pero prometo quererte lo suficiente
para compensar el hecho de que no soy perfecto.

313
Al día siguiente, me quedaban unas horas antes de regresar a Nueva York a
regañadientes. Como Lala había accedido a que se lo contara a mis padres, les había
visitado esta mañana y les había explicado que no solo estaba enamorado de Lala
Ellison, sino que íbamos a tener un bebé. Mi madre casi se había desmayado,
mientras que mi padre no paraba de reír incrédulo. A pesar de tener formas
divertidas de demostrarlo, mis padres estaban muy contentos, sobre todo porque yo
era hijo único.
Ya había planeado volver a Filadelfia el fin de semana siguiente para volver a
ver a Lala. Pero tenía que hacer una parada importante durante este viaje antes de
salir de Pensilvania. No podía esperar. Y tenía que ir solo.
Estaba nublado cuando me presenté en el cementerio. Siempre que pasaba
algún tiempo en casa, me detenía para visitar la tumba de Ryan. Pero esta vez era
quizás la visita más importante de todas.
Arrodillado, puse un cucurucho de helado delante de su lápida. La mayoría de
la gente llevaba flores al cementerio, pero yo siempre le llevaba a Ryan sus galletas
con crema favoritas de Mickey's.
Inspirando profundamente, miré al cielo.
—Solo voy a decirlo. —Volví la mirada a la lápida y exhalé—. Dejé embarazada
a tu hermanita, Ry.
Hice una pausa para esperar la dura reacción que imaginaba que estaría
exhibiendo en el cielo: algún improperio lanzado hacia mí y tal vez un “¿Cómo diablos
pudiste hacerme eso?”
—¿Alguna vez soñaste que me escucharías decir eso? —Continué—. O quizá sí
lo soñaste y fue tu mayor pesadilla. —Sacudí la cabeza—. De cualquier forma, nunca
imaginé que tendría que admitir esto ante ti.
Entonces recordé mi conversación con la madre de Lala. Tal vez estaba
exagerando la reacción imaginaria de Ryan.
—Quiero creer lo que tu madre me dijo que le dijiste, que habrías aprobado
esto con la condición de que yo hubiera cambiado. Pero es difícil saber si pensarías
que he cambiado lo suficiente.
Arranqué un poco de hierba. —Estoy aquí para decirte que creo que lo hice.
No estoy seguro de que nadie más que Lala pudiera haberme hecho querer cambiar,
Ryan. Pero el amor hace eso, supongo. No era el momento adecuado hace tantos años
cuando te diste cuenta de cómo la miraba. No era el hombre adecuado para ella
entonces.
Un avión sobrevoló la zona. 314
—La cosa es que... no sé si alguna vez seré el hombre que ella se merece. Pero
sí sé que la amaré a ella y a nuestro bebé más de lo que jamás he amado nada.
Necesito que lo sepas. Y necesito que confíes en mí. La tengo, hermano. La tengo. No
te defraudaré. —Me reí entre dientes—. ¡Oh! Y si por alguna razón tuviste algo que
ver con que ese nerd de Warren consiguiera ese trabajo en California, gracias.
Me había prometido que no lloraría, pero mis ojos se humedecieron al pensar
en lo injusta que era la vida.
—Deberías haber sido tú, Ryan. Eres el único de todos nosotros que siempre
supo que quería tener una familia algún día. Me mata cada día pensar que no puedas
vivir esa experiencia. Te debo a ti el no joder esto porque nunca tuviste la
oportunidad de ser padre. Mi hijo es tu sobrino o sobrina, lo cual es genial, si me
preguntas. Y si se parece a Lala, eso significa que también tendrá tu rostro. —Negué
con la cabeza—. De acuerdo, es jodidamente raro que justo ahora me haya dado
cuenta de que estoy enamorado de alguien que se parece a ti. No lo analices
demasiado, ¿De acuerdo?
Me limpié los ojos. —De todos modos, espero que no me odies. Quiero decir,
afrontémoslo, si eres capaz de ver todo lo que pasa aquí abajo, he estado en la
guillotina durante un tiempo.
Acariciando la lápida, le dije: —Te quiero, hombre. Siempre te querré. Y mis
hijos siempre sabrán lo increíble que es su tío. Estoy deseando contarles todas las
historias de nuestra infancia. Prometo no hablar de lo que perdimos, sino de lo que
tuvimos cuando estuviste aquí. Porque, Ryan, eras mucho más que tu enfermedad. Y
me aseguraré de que no se te recuerde por eso. Eras el lazo que nos unía a todos. Y
cualquiera de nosotros habría cambiado de lugar contigo, si eso significaba
mantenerte aquí. Te queremos mucho.
Ahora mis lágrimas caían de nuevo. Maldición, fue bueno que viniera solo. Me
puse de pie. —De todos modos, cuídate, muchacho. Volveré pronto. Te lo prometo.
Mientras caminaba hacia mi auto, una ráfaga de viento arrancó de mi cabeza la
gorra de los Eagles que llevaba puesta. Voló tan lejos que habría tenido que correr
para atraparla. En lugar de eso, sonreí y opté por dejarla ir. Era la gorra favorita de
Ryan. Siempre había intentado robármela.
Parece que finalmente lo hizo.

315
CAPÍTULO 33
Lala
L
amí mis labios.
En serio. Enloquecedor. Caliente.
Holden terminó de secar el sudor de su frente y se dejó caer el
dobladillo de su camiseta. Miró hacia donde yo estaba sentada mientras volvía a
agarrar el mazo. Pero cuando vio mi rostro, lo dejó.
—¿Otra vez?
316
Mordí mi labio y me encogí de hombros.
—No puedo evitarlo. Son las hormonas del embarazo. Y tus músculos están
abultados, tus abdominales brillan de sudor y estás anidando. Es ridículamente sexy.
Sus cejas se fruncieron.
—¿Anidando?
—Anidamiento masculino. Hay algo tan seductor en un hombre haciendo
trabajo físico para prepararse para la llegada de su hijo. ¿Sería raro si te pidiera que
te quitaras la camiseta, golpearas tu pecho y dijeras: ‘Yo, Tarzán. Tú, Jane'?
Holden quitó los guantes de trabajo de sus manos.
—¿Qué tal si golpeo algo más en su lugar?
Solté una risita. Últimamente estaba insaciable. No podía saciarme de este
hombre, sobre todo desde que había empezado a derribar la pared que separaba su
apartamento del mío la semana pasada, después de que me mudara definitivamente
a Nueva York. Era tan excitante verlo blandir un mazo y serrar los marcos de la pared
para hacer lugar a nuestra creciente familia. ¿Quién lo iba a decir?
Holden se acercó a mí y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura.
—Te das cuenta de que voy a tener que mantenerte embarazada ya que eres
una pequeña ninfómana cuando estás en este estado.
—Está bien. Quiero tener muchos bebés tuyos.
—Vamos a tener que ser rápidos esta vez. Tengo que ducharme para limpiarme
antes de tocarte, y también tenemos tu cita con el obstetra de las doce semanas en
una hora.
—¿Ducharte antes de tocarme? De ninguna manera. Te quiero sudado.
Holden soltó una carcajada. Se inclinó y me levantó en brazos.
—Tus deseos son órdenes, cariño.
En el dormitorio, nos quitamos la ropa y caímos sobre la cama, enredados en
un beso. Esta mañana habíamos empezado el día con un beso lento y dulce, pero
ahora lo quería fuerte y rápido. Así que salí de debajo de él y me puse a cuatro patas.
Holden no necesitó que se lo pidiera. Se arrodilló detrás de mí y metió la mano entre
mis piernas para tantear el terreno. Al verme lista, gimió.

317
—Me encanta lo mojada que estás incluso antes de que te toque.
—No hay tiempo para juegos previos —musité—. Te necesito dentro de mí
ahora.
Por muy mojada y preparada que estuviera, Holden siempre me apretaba.
Metió la cabeza de su polla y mis músculos internos se cerraron en torno a cada
centímetro glorioso de él mientras se introducía. Cuando sus caderas estuvieron a ras
de mi trasero, su cuerpo empezó a temblar. Se retiró a medio camino con otro
gemido.
—Me encanta ver tu rostro cuando estoy dentro de ti. Pero esta vista también
es espectacular. —Sacó unos centímetros más y volvió a meterla, lentamente—.
Jesucristo, podría ver esto para siempre.
Holden encontró su ritmo, deslizándose dentro y fuera al principio, luego
acelerando y penetrando con fuerza. Dobló su cuerpo sobre mi espalda y masajeó mi
clítoris.
—Vente para mí, cariño, para que pueda llenar este dulce coño.
La mezcla de sucio y dulce detonó el clímax que se había estado construyendo,
y mi orgasmo se abalanzó sobre mí. Gemí durante cada segundo. Después, me sentí
como un charco de papilla, y fue díficil sostener mi peso cuando Holden por fin tomó
su turno. Sus dedos se clavaron en mis hombros y sus caderas se impulsaron contra
mí en una larga descarga. Cuando terminó, sentí las réplicas recorrer nuestros
cuerpos durante un buen rato. Ambos agotados, nos giró para que colapsáramos
sobre nuestros costados en lugar de nuestros estómagos. Sonreí para mis adentros,
sabiendo que Holden estaba protegiendo al bebé.
Besó mi hombro por detrás. —Tengo una pregunta tonta, una que
probablemente debería saber la respuesta.
—¿Qué?
—¿Cuánto tiempo pueden vivir mis nadadores dentro de ti?
Me di la vuelta para mirarlo.
—El esperma puede sobrevivir en el aparato reproductor femenino hasta cinco
días. ¿Por qué lo preguntas?
Sonrió. —¿Sabes cuántas veces te he llenado en los últimos cinco días? Me
pregunto si la ecografista pensará que está mirando una pecera llena cuando te haga
la ecografía.
Me reí. —Tus nadadores han demostrado ser potentes, pero estoy segura de
que siguen siendo microscópicos. Pero hablando de la ecografía, será mejor que te
metas en la ducha para que no lleguemos tarde. Entraré después de ti.
—¿Por qué no ahorramos tiempo y tomamos una juntos?
—Porque nunca saldremos de aquí.
—Puedo ser bueno. Quiero decir, ya hemos tenido sexo tres veces hoy.
Probablemente pueda mantener mis manos quietas durante una hora o dos.
318
Empujé a Holden de la cama.
—No estaba preocupado por ti.
Cuarenta minutos después, estábamos en la consulta del obstetra. La doctora
Resnick nos hizo un examen rápido y luego entró una técnica que llevaba una
máquina. De repente estaba tan nerviosa como excitada. Lo preparó todo, colocó un
preservativo sobre la varita y roció lubricante en mi vientre.
Holden estaba a mi lado, sosteniendo mi mano con fuerza. Parecía tan nervioso
como yo.
La técnica hizo rodar la varita y un fuerte latido resonó en la habitación.
Jugueteó con algunos botones.
—Latidos fuertes. Ciento cuarenta y ocho latidos por minuto.
Holden apretó mi mano. —¿Todo se ve bien?
—Solo voy a tomar algunas medidas y luego te haré un recorrido anatómico.
Pero hasta ahora todo parece perfecto.
—Gracias por decir eso —dije—. Porque creo que podría estar perdiendo la
circulación en mis dedos. —Miré a Holden, que tardó un minuto en darse cuenta de
lo que quería decir. Cuando se dio cuenta, aflojó el agarre.
—Mierda. Lo siento.
La técnica y yo compartimos una sonrisa.
Pasó unos minutos escaneando mi vientre y luego apretó un poco más mientras
señalaba la pantalla con la otra mano.
—Ojos, nariz, boca. Pequeña barbilla.
Me incliné hacia delante, asombrada por la nitidez.
—Vaya, parece una persona de verdad.
Volvió a mover la varita y una mano con cinco dedos apareció en la pantalla,
clara como el día.
—Creo que está saludando.
—¿Él? —Holden dijo—. ¿Es un niño?
—No, lo siento. —La técnica sacudió la cabeza—. Eso acaba de salir. En
realidad, no sé decirle si es un él o una ella. Normalmente no podemos ver el sexo en
el examen de las doce semanas. —Nos mostró la columna, las rodillas y los pies. Fue
genial. Sabía que estaba embarazada, por supuesto, pero ver a un ser humano dentro
de mí en la pantalla era fascinante.
De repente, la técnica jadeó y levantó la varita de mi vientre. 319
—¿Qué pasa? —dije.
Sacudió la cabeza. —Dios mío. Nada. Lo siento otra vez. No pretendía asustarte.
Estaba escaneando los órganos reproductores. Como dije, normalmente no puedo
decir el sexo a las doce semanas. Pero definitivamente puedo con este bebé.
Mis ojos se desorbitaron. —¿En serio?
La técnica se rió. —Creo que este pequeño maní podría pasar a los libros como
la mayor exhibición de revelación de sexo que he visto nunca. Las piernas están bien
abiertas, haciendo alarde de sus órganos sexuales.
Holden y yo nos miramos.
—Definitivamente es tu hijo —le dije.
—¿Órgano sexual? ¿Significa eso que es un niño?
—Dije órganos sexuales, no órgano. —Ella miró entre nosotros—. ¿Pero
quieren saberlo?
Dije que no en el mismo momento en que Holden dijo que sí.
La mujer sonrió. —Puedo decírselo solo a uno de ustedes, si quieren.
Negué con la cabeza.
—De ninguna manera. Decírselo sería como decírmelo a mí. El padre de este
bebé es el peor guardián de secretos del mundo. Hace seis semanas acordamos que
se lo contaríamos a un pequeño y selecto grupo de amigos y que esperaríamos hasta
el segundo trimestre para decírselo a los demás. Todos los días se me acercan
desconocidos del edificio en el que vivimos y me felicitan.
Holden se encogió de hombros.
—¿Qué puedo decir? Estoy contento. Quiero decirle a todo el mundo que vas a
tener un hijo mío.
Sabía que lo decía en serio, por eso era imposible enfadarme con él por
parlotear. La técnica terminó su examen. Volvió a colocar la varita en el soporte y me
dio un montón de toallitas de papel para limpiar el lubricante de mi vientre. La
máquina imprimió una fila de imágenes y me las entregó.
—Ninguno de estas muestra el sexo. Los dejaré hablar unos minutos. Si deciden
averiguarlo, solo díganle a la recepción que me llame.
—Gracias.
Miré las imágenes mientras ella terminaba de recoger su máquina. Eché un
vistazo a cada una de ellas y sonreí. Era surrealista tener en las manos las primeras
fotos de nuestro hijo. Cada foto era un cuadrado negro con un fino borde blanco
alrededor. En la parte inferior había pequeñas letras y números escritos en los bordes
blancos. Pensé que podía distinguir lo que eran, pero tenía que estar equivocada,
tenía que estar imaginando lo que había allí. Así que acerqué la tira de imágenes a mi
320
nariz para examinarla más de cerca.
No puede ser.
La técnica ya estaba a medio camino de la puerta.
—¡Espera! —grité.
Se detuvo.
Giré las imágenes de la ecografía hacia ella y señalé la parte inferior.
—¿Qué son estas letras de aquí abajo? ¿Es tu nombre?
Se inclinó y entrecerró los ojos.
—Oh, no. Ese es el nombre de la práctica. Está abreviado.
Parpadeé varias veces.
—¿En serio?
—Sí, ¿por qué?
—Supongo que nunca lo vi abreviado así. Gracias.
—No hay problema.
Una vez que cerró la puerta, me giré hacia Holden.
—Nunca vas a creer esto...
—¿Qué?
Le entregué las imágenes. —Míralas tú mismo.
Los ojos de Holden se desorbitaron cuando vio lo que yo vi.
—¿Cómo se llama la consulta?
—Resnick, Yanez y Nussbaum.
RYAN estaba impreso en la parte inferior de cada imagen.
—Mierda —dijo Holden—. Supongo que le parece bien después de todo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Y supongo que ya tenemos el nombre de nuestro bebé, si es niño.

321
EPÍLOGO
Holden
Seis meses después

M
e llegó el olor estéril de la sala de espera del hospital. Acababa de
salir de la habitación de Lala cuando vi a Colby acercándose. Llevaba
un portabebés. Y detrás de él iba toda su familia.
Levanté la mano.
—Hola, Lennon. ¿Qué tal?
322
Sabía que Colby y los chicos planeaban visitarme esta noche, pero me
sorprendió ver también a Billie, Saylor y el bebé.
Billie me abrazó. —No teníamos niñera, pero tenía que venir de todos modos.
—Me alegro de que lo hicieras. —Besé su mejilla.
—¿Cómo está Lala? —preguntó Colby.
—Está bien. —Miré detrás de mí a la puerta de su habitación—. Pero ambos
están durmiendo.
—Oh, no. —La sonrisa de Billie se desvaneció—. ¿Así que es un mal momento?
—Seguro que se despiertan pronto si no te importa quedarte un rato.
—¡Podemos esperar! —dijo Saylor mientras saltaba emocionada—. ¡Quiero ver
al bebé!
—Genial. —Revolví su cabello—. Parece que fue ayer cuando tú eras la bebé.
Todos nos trasladamos a la zona de asientos y les informé sobre el largo trabajo
de parto de Lala, que había durado más de veinticuatro horas hasta que dio a luz esta
mañana.
Brayden apareció unos momentos después.
Me giré hacia él.
—Hola.
Nos dimos la mano.
—¿Cómo están todos? —preguntó.
—Estupendo. Aunque están durmiendo.
Yo tampoco había dormido mucho en los últimos días. Pero no importaba.
Estaba en las nubes y no quería perderme ni un momento de mi vida.
—¿Por qué no te tomas un café? —Brayden me dio una palmada en el hombro—
. Parece que te vendría bien.
—Gracias, hombre. Definitivamente me vendría bien un poco.
Cuando Brayden se fue, Owen salió del ascensor y se caminó hacia mí.
—¡Felicidades, papá! —Sonrió—. ¿Por qué está todo el mundo sentado aquí
fuera?
—Lala y el bebé están durmiendo. Voy a ver si están despiertos.
Owen asintió y exhaló. Llevaba la corbata desatada y el cabello revuelto.
Parecía un poco agotado. Me preguntaba si tendría algo que ver con la situación en
el edificio. Cuando Lala se puso de parto, no tuve más remedio que ponerlo a él al
mando.
323
—Gracias por cubrirme, por cierto —dije.
—Olvidaste contarme lo del espectáculo de humo en la 410.
—¿Espectáculo de humo? —Me reí—. ¿La señora de mediana edad con los
niños desquiciados que te vuelven loco?
—No. —Sacudió la cabeza—. La mujer que abrió la puerta tenía unos veinte
años.
Rasqué mi barbilla, confuso. Habíamos tenido varios encontronazos con los
adolescentes a los que habíamos apodado Frick y Frack. Había estado pensando en
ir allí y hacerles una advertencia después de otra serie de disturbios y otro impago
del alquiler justo antes de que Lala empezara a tener contracciones. Owen se había
ofrecido a manejarlo por mí cuando ella y yo nos dirigimos al hospital.
—Nadie de veinte años vive allí, Owen. Es solo esa señora, Maureen, y sus
hijos. ¿Estás seguro de que no te equivocaste de apartamento?
—No, porque Frick y Frack estaban allí. —Suspiró—. Es muy hermosa y
también tiene una boca estupenda, un poco petarda. No he podido dejar de pensar
en ella. —Se rió—. Sobre todo después de que me cerrara la puerta en las narices.
—Vaya. —Me reí—. Así que dejó una impresión. No te había visto reaccionar
ante una mujer desde... ni siquiera puedo recordarlo.
Sacudió la cabeza. —No lo entiendes. No pensé que volvería a verla.
Entrecerré los ojos. —¿Otra vez?
Owen miró detrás de su hombro y bajó la voz.
—Hace unas noches, tuve un día duro en el trabajo. No podía relajarme, así que
fui a ese bar al final de la calle. La conocí allí. Ambos bebimos demasiado. Hacía
tiempo que no deseaba a nadie así. No quiso decirme su nombre, lo que me pareció
un poco raro, pero le seguí la corriente. Terminamos en el hotel de al lado y.... —
Suspiró—. El mejor sexo de mi vida. Pero se escapó antes de que pudiera convencerla
de que me diera su nombre y su número.
Me quedé con la boca abierta.
—¿No me digas?
—Así que puedes imaginar mi sorpresa cuando abrió la puerta del 410 hoy. —
Exhaló—. De todos modos, me echó antes de que tuviera la oportunidad de averiguar
quién es o por qué aparentemente vive allí.
—¿Qué están susurrando? —Brayden apareció, sosteniendo dos cafés.
Owen me fulminó con la mirada. Supuse que eso significaba que Brayden no
conocía la historia, y no estaba de humor para que nuestro amigo le tocara las pelotas
324
ahora mismo.
—La mujer misteriosa del 410 —me limité a responder.
Me pasó una taza. —Oh... ¿la chica sexy?
Los ojos de Owen se abrieron de par en par.
—¿La conoces?
—No, pero la he visto.
Owen se inclinó con gran interés. —¿Quién es ella?
Brayden despegó la esquina de la tapa de plástico de su café.
—No sé si está de visita o qué. O tal vez sea su niñera. Pero la he visto entrar y
salir del edificio unas cuantas veces.
—¿No son esos niños demasiado mayores para una niñera? —pregunté.
—Créeme, necesitan algo más que una niñera. Son tiranos —dijo Owen.
—Seguro que no son peores que nosotros cuando teníamos su edad. —Me reí.
—En fin, el otro día la vi cargando un montón de víveres —explicó Brayden—.
Me ofrecí a ayudarla, pero no me dejó.
Owen arqueó una ceja.
—Apuesto a que te ofreciste a ayudarla.
Brayden se encogió de hombros. —¿Puedes culparme?
Miré entre ellos. —No voy a tener que detener una pelea entre ustedes dos por
esta chica nueva en la ciudad, ¿verdad?
—¿Señor Catalano? —Una enfermera desvió mi atención de la conversación.
Me giré. —¿Sí?
—Acabo de entrar para comprobar las constantes vitales de tu esposa. Está
despierta y lo busca.
Mi esposa. Excepto que ella no era mi esposa, todavía.
—Gracias. —Asentí—. Vuelvo enseguida —dije al grupo antes de alejarme.
La voz de Lala estaba grogui cuando entré en la habitación.
—Hola.
Sujetaba al bebé contra su pecho. Tenía el cabello rizado revuelto, pero nunca
había estado más hermosa que allí tumbada amamantando a nuestro hijo.

325
—Todo el mundo está aquí para verlos —dije, dejando el café sobre la mesa.
—¿En serio? —Se levantó—. Diles que entren.
—Bueno, te acabas de despertar. Pensé en darte unos minutos.
Mi preciosa hija estaba perfectamente agarrada al pecho de Lala, succionando.
Había descubierto el truco muy rápido. Pasé mi pulgar por la pelusa de melocotón de
su suave mejilla.
—Es tan buena chica —susurré.
—Le encanta comer. Me preocupaba tanto que tuviera problemas.
Su pequeña mano se cerró en un puño sobre el pecho de Lala. Deslicé
suavemente los dedos por su brazalete del hospital y sonreí al ver el nombre escrito
en él: Hope Ryann Catalano. Habíamos decidido mantener Ryan como nombre de pila
si algún día teníamos un niño.
—Por cierto, la enfermera te llamó mi esposa. Tenemos que hacer que eso
ocurra de verdad —le dije a Lala.
Sonrió. —Lo sé. Me siento excluida. Mis dos personas favoritas en el mundo son
Catalano. Yo también quiero ser una.
Lala y yo habíamos decidido celebrar una boda multitudinaria en un futuro
próximo y empezaríamos a planificarla una vez que todo se calmara y nos
aclimatáramos a nuestra nueva vida como padres. Todo estaba en el aire de la mejor
manera. Lala se tomaría un tiempo libre entre proyectos de investigación para
quedarse en casa con Hope y no estaba del todo segura de lo que haría dentro de
unos meses. ¿Y yo? Mi carrera musical también estaba en el aire.
La banda no había recibido ninguna oferta fuera de California, lo que me dio
un poco de tregua para no tener que preocuparme por defraudar a los chicos. Pero
desde el momento en que nació mi hija, supe que no podría perderme ni un segundo
de su crecimiento. Eso significaba que, si el grupo acababa saliendo de gira, tendrían
que encontrar a otro baterista, porque lo más probable era que yo lo dejara.
Personalmente, no lo veía como un fracaso. Sería mi elección. Sabía que Lala nunca
me pediría que me alejara de la banda, pero no importaba. Solo había un lugar en el
que quería estar, y era con mi familia. La música siempre formaría parte de mi vida.
Solo que ya no sería mi vida.
—Avísame si estás lista para la tormenta de nuestros amigos —dije.
Cubrió un poco su pecho.
—Estoy lista.
Un minuto después, salí al vestíbulo y les di el visto bueno.
Colby había sacado a su hijo del portabebés. El pequeño Maverick tenía una

326
enorme cantidad de cabello negro para un bebé de pocos meses. . Parecía que
llevaba un peluquín.
—¡Mira el cabello en la cabeza de Mav! —Me reí.
Billie lo esponjó.
—Lo sé, ¿verdad? ¿De dónde ha salido?
El grupo se apresuró a entrar en la habitación y pasaron los siguientes minutos
admirando a Hope. Era una locura darme cuenta de que ahora había tres niños entre
nosotros.
Miré a mi hija y señalé al hijo de Colby.
—Sabes, estos dos van a crecer juntos. Será mejor que no se le ocurra nada.
—Creo que Ryan lo encontraría bastante divertido, la verdad. —Brayden se rió.
Owen asintió.
—Sí. Le encantaría que Holden tuviera que proteger a su hija del hijo de Colby,
ya que no pudo proteger a Lala de ti. Dulce venganza, ¿sabes?
Lala levantó la vista.
—Bueno, afortunadamente tenemos algo de tiempo antes de tener que
preocuparnos por esa historia de amor.
—¿Pero sabes para qué no tienes tanto tiempo? —preguntó Colby.
Levanté una ceja. —¿Qué?
—En cuanto la pequeña Hope pueda identificar roedores, será mejor que creas
que su tío Colby le regalará uno. Tal vez dos o tres.
Billie intervino. —Oh, lo sabes.
—Me parece justo —concedí.
Nuestros amigos no se quedaron mucho tiempo. Creo que se dieron cuenta de
lo cansados que estábamos Lala y yo. Estaba deseando volver a casa mañana. Mi
madre y la madre de Lala se iban a quedar en otro apartamento del edificio y nos
ayudarían durante un tiempo. Desde luego, amor y apoyo no nos faltaban.
Lala puso Jeopardy mientras Hope dormía en sus brazos. Me senté junto a la
cama y alternaba entre mirar la televisión y admirar el pequeño rostro de mi hija. Se
parecía tanto a Lala. Me preguntaba si tendría los mismos rizos locos. Pensaba que
amaba a Lala más de lo que podría amar a nadie. Pero entonces conocí a Hope. Si
pudiera cubrirla con plástico de burbujas para siempre para protegerla, lo haría.
Planeé conducir a diez millas por hora en el camino para salir de aquí.
—Hoy fue el mejor día de mi vida —dije.
—El mío también —dijo Lala girándose hacia mí—. ¿Puedes adivinar cuál fue
el segundo mejor día?
—Bueno, una vez me dijiste que el mejor día de tu vida fue cuando te propuse
matrimonio en el tejado de tus padres.
327
—Bingo. —Me guiñó un ojo.
Un fin de semana fuimos a visitar a nuestros padres a Pensilvania. Lala había
ido al supermercado y yo me subí al tejado de casa de los Ellison para que, cuando
volviera a la entrada, me viera de pie con un cartel gigante de: “¿Quieres casarte
conmigo?”
—Sabes... —dije—. Quería que subieras conmigo cuando te lo propuse, pero
tenía miedo de que resbalaras y te cayeras o algo así y lastimaras al bebé.
—Si me hubieras pedido que subiera, habría sospechado algo. Así que fue
perfecto como fue. Nunca lo vi venir.
—Algunas de las mejores cosas de la vida son aquellas que no vemos venir,
¿eh? —Sonreí mirando a Hope—. Sí. Estoy hablando de ti, pequeña. La sorpresa de
mi vida.
Nuestra hija arrulló y me miró.
—Tiene los ojos de Ryan —dije.
—Lo sé. La genética es increíble, ¿verdad?
Fruncí el ceño. —Realmente sentí su ausencia cuando todos estuvieron aquí
hoy.
—Yo también —murmuró Lala.
Volvimos a centrarnos en Jeopardy. A los pocos minutos, una de las categorías
era TV diurna.
La pregunta era: Una telenovela de ABC ambientada en Washington Heights.
Uno de los concursantes presionó el timbre y respondió: —¿Ryan's Hope?
Lala y yo nos miramos.
Siempre se aseguraba de hacernos saber que estaba aquí.

328
¡ADIVINA LO QUE VIENE!

329

El libro de Owen
Estimados lectores,

Mientras escribíamos The Rules of Dating My Best Friend's Sister, decidimos que
adorábamos tanto este mundo que necesitábamos seguir contando las historias de los
chicos. Y no tendrás que esperar mucho para descubrir qué le depara el destino a
Owen.

The Rules of Dating My One-Night Stand llegará en noviembre de 2023


ACERCA DE LAS AUTORAS

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Vi Keeland es una de las autoras más vendidas del New York Times, el Wall
Street Journal y el USA Today. Con millones de libros vendidos, sus títulos están
traducidos actualmente a veintisiete idiomas y han aparecido en las listas de los más
vendidos en Estados Unidos, Alemania, Brasil, Bulgaria y Hungría. Passionflix ha
convertido en películas tres de sus relatos cortos, y dos de sus libros tienen opción
de convertirse en películas. Reside en Nueva York con su marido y sus tres hijos,
donde vive su propio —felices para siempre— con el chico que conoció a los seis
años.
Penelope Ward es una de las autoras más vendidas del New York Times,
el USA Today y el número 1 del Wall Street Journal. Con más de dos millones de libros
vendidos, ha sido 21 veces superventas del New York Times. Sus novelas se publican
en más de una docena de idiomas y se pueden encontrar en librerías de todo el
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mundo. Creció en Boston con cinco hermanos mayores y pasó la mayor parte de sus
veinte años como presentadora de informativos de televisión, antes de cambiar a una
carrera más familiar. Es la orgullosa madre de una preciosa chica de 17 años con
autismo y de un chico de 16 años. Penélope y su familia residen en Rhode Island.

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