Está en la página 1de 1

como Isaías 9:6-7; Daniel 2:44; 7:13-14; y Zacarías 2:10-13; 14:16-17.

El hecho de que Pedro usara la frase Espíritu de Cristo que estaba en ellos
(cp. Ro. 8:9) demuestra que el Cristo eterno e inseparable del Espíritu Santo
obró desde el interior de los escritores del Antiguo Testamento para registrar
la revelación infalible de Dios. De ahí que el apóstol escribiera en su segunda
carta que “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los
santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”
(2 P. 1:21; p 2 Ti. 3:16). El Espíritu les anunciaba (edēlou, “planificaba”) de
antemano (promarturomenon, “previamente”) lo que vendría. Claramente
estaba atestiguando a los profetas acerca de la salvación de Dios que se
lograría totalmente por medio de Jesucristo.
El Espíritu también dejó en claro que la indagación de los profetas no sería
totalmente satisfecha, ya que el evangelio completo no se podía revelar
durante esa época. Pedro indicó esta realidad cuando escribió: A éstos se les
reveló que no para sí mismos. En el Pentateuco, Moisés profetiza acerca de
la venida del Profeta, quien en realidad era el Mesías: “Profeta de en medio
de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis” (Dt.
18:15; cp. Nm. 24:17). Moisés y los demás profetas estaban mirando al futuro
hacia la culminación de la obra salvadora de Cristo en un segmento futuro de
la historia redentora (cp. He. 1:1-2). El escritor de Hebreos proporciona
visión adicional: “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo
prometido, sino mirándolo de lejos” (He. 11:13; cp. vv. 39-40).
Aun así las profecías tuvieron gran valor (cp. Lc. 1:70; Hch. 3:18; 1 Ts.
5:20; 2 P. 1:19), aunque su cumplimiento no era para que los profetas del
Antiguo Testamento lo presenciaran. En lugar de eso previeron una época en
que la obra salvadora del Mesías abarcaría a creyentes de todas las naciones
en las bendiciones del nuevo pacto (Sal. 22:27-28; 72:8-17; cp. Is. 42:6; 60:1-
3; 62:1-3, 11-12; 66:12-13). Ellos vivieron en esperanza, así como los
cristianos que esperan la segunda venida del Señor. Los santos del Antiguo
Testamento fueron salvos por fe en Dios basándose en el hecho de que el
Mesías Jesús cargaría en el futuro con el juicio total de Dios por sus pecados
(Is. 53:4-6). Dios estuvo aplicando siempre el nuevo pacto, ofreciendo
siempre por gracia el perdón de los pecados a aquellos que se arrepentían y
creían, aunque el nuevo pacto no fue ratificado hasta la cruz. Los creyentes
del Antiguo Testamento fueron salvos por una gracia futura, los del Nuevo
Testamento por una gracia pasada: la cruz es el pináculo de la redención.

También podría gustarte