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Isaías y los demás profetas no vieron que se cumpliera esa salvación gentil

(cp. Ro. 15:8-12; Ef. 3:4-7), pero sabían que el Mesías la iba a efectuar (Is.
53:4-5). Escribieron acerca de una gracia de salvación que era mucho más
amplia que cualquier cosa que habían observado (cp. Dt. 32:43; 2 S. 22:50;
Sal. 18:49; 117:1; 118:22; Is. 8:14; 11:1-5, 10; 28:16; 65:1-2; Jer. 17:7; Os.
1:10; 2:23), y esas profecías incluyeron varios hechos básicos, algunos de los
cuales más tarde fueron citados por escritores del Nuevo Testamento como
Pablo (p. ej., Ro. 9:25-26, 33; 10:11-13, 20; 15:8-12, 20-21). Primero, las
profecías declaraban que el Mesías iba a padecer. El Salmo 22 describe su
crucifixión, e Isaías 53 describe otros detalles de su sufrimiento. Segundo, los
escritores del Antiguo Testamento profetizaron que el Mesías triunfaría. El
salmista declara que Dios establecerá a su Rey, Jesucristo, sobre su monte
santo, donde Cristo gobernará entonces con mano de hierro (Sal. 2:6-9). El
Salmo 16:10 dice que Dios no permitirá que su Santo vea corrupción, y
Cristo efectivamente resucitó de la tumba y ascendió al cielo cuarenta días
después (Lc. 24:1-12; Hch. 1:2-9). El profeta Isaías escribió que el gobierno
estaría en hombros del Mesías y que sería un Dios poderoso que iba a reinar
desde el trono de David (Is. 9:6-7). Tercero, los profetas previeron un Mesías
que iba a salvar. Isaías anticipó el mandato del Mesías: “El Espíritu de Jehová
el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar
buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a
publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a
proclamar el año de la buena voluntad de Jehová” (Is. 61:1-2). Jesús leyó esas
palabras a la congregación en la sinagoga de su ciudad natal y se proclamó
como el cumplimiento de ellas (Lc. 4:16-21).
A pesar de que los profetas del Antiguo Testamento estaban conscientes de
que sus escritos describían una manifestación futura de la gracia de la
salvación, su deseo de entender esas profecías era tan convincente y
dominante que inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta
salvación en sus propios escritos. Estos dos verbos hacen hincapié en la
intensidad con que habían profundizado en sus profecías y en la diligencia
con que las habían investigado para comprender mejor la magnitud de la
gracia de la salvación.
Como Jesús dijo a sus discípulos: “Porque de cierto os digo, que muchos
profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y
no lo oyeron” (Mt. 13:17; cp. Is. 6:11; Hab. 1:2). Debido a que los profetas

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