Está en la página 1de 1

tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza

por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de


Dios?” En ocasiones esta obra de Dios como juez de su Iglesia trae su
disciplina directa, como se indicó en Hebreos 12:5-11:
Habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige,
diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni
desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama,
disciplina. Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la
disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a
quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la
cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos
disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho
mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente
por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste
para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de
gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los
que en ella han sido ejercitados.
En otras ocasiones esta disciplina de parte de Dios es indirecta, llevada a cabo
por la Iglesia, como Jesús instruyera a los discípulos:
Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él
solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma
aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste
toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a
la iglesia, tenle por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo
que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en
la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de
vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa
que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos (Mt. 18:15-20).
El verdadero amor y la verdadera adoración a Dios están marcados por la

También podría gustarte