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Distribuyendo la carga

“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los
padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la
grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por
ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro
cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” 1 Pedro 1:1-3.
En el capítulo anterior logramos ver cómo la evangelización debe ser el sello distintivo de nuestra cultura
dentro de nuestra congregación, no solo aumentando el número de los miembros sino reforzando nuestros
lazos de amor fraternal. Lo que continua es saber cómo liderar este trabajo tan importante en la obra del
Señor compartiendo esta carga. En este capítulo revisaremos el modelo pastoral que nos muestra la Palabra
de Dios; los ancianos de la iglesia.
La sociedad modera constantemente centra su atención en la etapa adolescente lo que puede llegar a relegar
las demás etapas de la vida a un plano menos importante. De manera que, la etapa de anciano, para muchos
llega a sentirse más bien como una vergüenza. Este asunto puede ser tan básico como teñirse el cabello para
ocultar algunas canas, o hasta llegar a vestirse con ropa super pequeña y colorida junto con maquillaje
excesivo y teñirse el cabello de colores muy encendidos en un acto de desesperación por llamar la atención
de los demás tratando de decir: “sigo siendo joven”.
Este fenómeno conocido como “adolecentrismo” también se presencia en la etapa de la niñez. Es muy usual
que hoy en día veamos niñas muy pequeñas con maquillaje y ropa super ajustada. La sociedad también
adoctrina niños para sentirse adolescentes. Nuestra etapa de adolescencia es hermosa, pero, tenemos que
entender que es eso; solo una etapa. Tanto la niñez como la adultez deben de ser vividas y disfrutadas por
todas las personas.
En las culturas antiguas, los ancianos desempeñaban un papel crucial como guardianes de la sabiduría y la
tradición. Su experiencia y conocimiento eran altamente valorados y utilizados para la toma de decisiones y
la resolución de conflictos. También eran responsables de transmitir la cultura y los valores a las
generaciones más jóvenes, contribuyendo a la cohesión social y la estabilidad. El respeto por los ancianos
era una norma cultural importante.
En contraste, en la cultura moderna, la tendencia al adolecentrismo pone un énfasis excesivo en la juventud.
La sociedad tiende a idealizar la etapa adolescente, lo que se refleja en la cultura de consumo, los medios de
comunicación y el entretenimiento centrados en los jóvenes. Las redes sociales también contribuyen a esta
dinámica, amplificando la importancia de la juventud en línea. Esto puede crear presiones sobre los
adolescentes y llevar a una prolongación de la adolescencia en términos de independencia y
responsabilidades.
Mientras que, en las culturas antiguas, los ancianos eran pilares fundamentales de la sociedad, en la cultura
moderna, el adolecentrismo a menudo coloca a la juventud en el centro de la atención, lo que puede tener
tanto ventajas como desafíos, incluyendo la marginación de otras etapas de la vida.
La labor pastoral puede ser agobiante y dolorosa, pues además de las tareas regulares en la congregación no
se puede estar preparado para hablar en un funeral, o reconfortar a una persona desahuciada por los médicos,
entre otros muchos casos difíciles de conllevar. Ninguna escuela puede brindar la preparación necesaria para
hacer frente a los desafíos de sufrimiento, desánimo y dolor que se presentan en el ministerio pastoral.
También resulta ser un trabajo muy gratificante. Se puede llegar a desarrollar un nivel de amor profundo
hacia la congregación, y con el privilegio de presenciar de cerca la fidelidad de Dios y el impacto

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transformador del evangelio en la vida de las personas. Además, trabajar con otros ancianos líderes llega a
ser muy satisfactorio.
Amo trabajar con los demás líderes y ancianos de la iglesia. Es sorprendente presenciar cómo hombres, a
pesar de tener agendas laborales abarrotadas y compromisos familiares exigentes, encuentran la manera de
dedicar tiempo, recursos económicos, emociones y oraciones para liderar a sus iglesias locales.
Es un verdadero placer sentir cómo nos apoyamos mutuamente mientras enfrentamos desafíos, cometemos
errores y crecemos a lo largo del camino. Es como estar con los doce discípulos: hombres comunes y con
defectos que han sido llamados a un propósito extraordinario por la gracia divina. Los ancianos de mi
congregación han sido un verdadero equipo para mí. No puedo concebir el ministerio sin la compañía de mis
hermanos.
Siento un profundo afecto por los ancianos por otra razón: Dios ha dispuesto que su iglesia sea guiada por
medio de ellos. Desde tiempos remotos, Dios ha provisto pastores para su pueblo. Moisés, Samuel y los
jueces fueron enviados por Dios para Israel. El rey David fue ungido como el pastor ejemplar de Israel. Sin
embargo, todos estos hombres, incluido David, cometieron errores en algún momento. Los reyes que le
sucedieron a David llevaron al pueblo hacia la idolatría y la injusticia. Debido a esto, los profetas
comenzaron a hablar sobre un futuro pastor, un nuevo “David” (por ejemplo, Isaías 9:1-7; Ezequiel 34:20-
24).
La promesa de Dios se cumplió con la venida de Jesús, quien es el Hijo de David y el Buen Pastor. Jesús
entregó su vida por las ovejas y resucitó. Sin embargo, la historia continúa. Jesús designó a los apóstoles y,
posteriormente, estableció a los ancianos para cuidar del rebaño como pastores delegados hasta su regreso
(Efesios 4:7-13; 1 Pedro 5:1-4). Los ancianos vienen a ser los asistentes de Jesús en la tarea de pastorear a
sus iglesias.
Sin embargo, con el paso de los años he notado un problema frecuente. A pesar de que los ancianos suelen
ser piadosos y bienintencionados, muchas veces se encuentran confundidos acerca del papel que implica ser
anciano de la congregación. No siempre poseen una comprensión completa de sus responsabilidades. Y, para
ser sinceros, los demás ministros también compartimos en ocasiones esa misma confusión.
Debido a esta situación, es común que los ancianos tengan otros paradigmas de liderazgo en la supervisión
de la iglesia, basados en sus propias experiencias y trayectorias profesionales. Si no existe una descripción
clara y bíblica del rol de los ancianos, estos individuos tienden a actuar en función de lo que están
familiarizados. Asumen que ser anciano es similar a: liderar una compañía, gestionar un proyecto, servir en
una junta de consejeros, etc.
Ciertos aspectos de estas experiencias de vida pueden resultar útiles en el papel de liderazgo de un anciano.
No obstante, es importante reconocer que supervisar una iglesia es una tarea única y distintiva en sí misma.
Aquí están las seis cualidades de los ancianos tomadas del Nuevo Testamento (1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-
9). Te sugiero que las leas en oración, las medites con frecuencia y las compartas con otros para tener una
conversación relevante. También puedes mostrar esta sección a tu esposa, algunos amigos o a un anciano, y
preguntarles: “¿Me describen estas cualidades?”:
1. Sobrio y prudente en su conducta.
2. Respetable y digno de confianza.
3. No dado a la bebida en exceso ni a conductas desordenadas.
4. No avaricioso, sino desinteresado y generoso.
5. Capaz de enseñar y exhortar con sabiduría.
6. Con experiencia en la vida y madurez espiritual.

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Pon atención a cómo estas cualidades se reflejan en tu vida y en tus acciones como anciano o aspirante a
serlo. La retroalimentación de otros puede proporcionar una perspectiva valiosa sobre cómo estás
cumpliendo con estas responsabilidades.
“Un anciano, aunque no predique con elocuencia, puede enseñar la doctrina con integridad. Él, al vivir bien,
será una autoridad y una doctrina viviente” (John Bunyan).
La Biblia no proporciona una edad exacta para el comienzo del ministerio de Juan el Bautista, pero se
menciona que Juan era “un año menor” que Jesús en el momento de su ministerio público. Según el
Evangelio de Lucas, Jesús comenzó su ministerio teniendo alrededor de treinta años (Lucas 3:23), lo que
implica que Juan el Bautista habría comenzado su ministerio aproximadamente un año antes, a una edad
ligeramente menor. Por lo tanto, el comienzo del ministerio de Juan el Bautista se situaría en la misma época
que el de Jesús, alrededor de los treinta años. Esto es lo que se puede inferir de las Escrituras, aunque no se
proporciona una edad específica en los textos bíblicos.
No podemos fijar una edad exacta para comenzar a colaborar como anciano de la iglesia ya que, esta
información no la presenta la Biblia. La edad a la que una persona podía ser considerada anciano o líder
espiritual variaba y no se basaba necesariamente en la edad cronológica, al igual que en el caso de la
tradición judía. En cambio, se ponía énfasis en la madurez espiritual, la sabiduría, el conocimiento de las
Escrituras y la integridad moral. Sin embargo, considerando las edades de Juan el bautista y de Cristo
reveladas en las Escrituras, podemos pensar que aproximadamente a los 30 años es una buena edad para
considerar ser parte de los ancianos de la iglesia.
Los apóstoles establecieron un estándar elevado para los ancianos, que incluía tener un carácter semejante al
de Cristo, administrar bien su hogar y poseer habilidades para enseñar y defender la verdad bíblica. Además,
ser “irreprensible” es otro requisito esencial. Cualquier persona consciente de sus errores y debilidades
puede encontrar este perfil como algo que amerita reflexión. Al escribir ese capítulo, no puedo dejar de
preguntarme: “¿Estoy verdaderamente calificado para ser un anciano o, por lo menos, para escribir un
capítulo acerca de las cualificaciones de un anciano?”. Reconocer nuestras limitaciones es una señal de
humildad y puede llevarnos a buscar el crecimiento y la madurez espiritual necesarios para servir en esa
posición.
Los ancianos tienen varias responsabilidades en la iglesia. Entre ellas se encuentra el cuidado espiritual del
rebaño, impartir enseñanzas doctrinales, corregir errores, nutrir a los miembros para que alcancen madurez,
buscar a aquellos que se han alejado, participar en la gobernanza y liderazgo de la comunidad, y mediar en
la resolución de conflictos, por mencionar algunas de sus tareas.
Esta descripción de la labor me resulta abrumadora en ciertos momentos, aunque llevo más de 7 años
colaborando con el ministerio pastoral de mi congregación y le dedico muchas horas de trabajo. Además de
esto sumemos enfrentar este alto llamado de supervisión congregacional con un trabajo exigente, lidiando
con un tráfico agobiante hasta la oficina (aunque en mi caso, mi oficina está en mi propia casa), una familia
activa, una casa que mantener, y tal vez incluso un par de pasatiempos. ¿Cómo puedo hacer justicia a este
llamado con tan pocas horas libres disponibles? En ocasiones, uno puede sentirse destinado al fracaso. ¿Es
realmente viable ser anciano de la iglesia?
Estoy totalmente convencido de que sí. Creo que una parte importante de la solución es aceptar y dar
prioridad a nuestro llamado con dedicación y sacrificio.
Los candidatos a ancianos deben reflexionar sobre el sacrificio que implica el servicio y, luego, ofrecerse
generosamente a sus iglesias, confiando plenamente en la gracia de Dios.
“Dios ha llamado a los ancianos a ser hombres dignos de imitar” (Rinne).

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Existe otro factor que contribuye a la sostenibilidad de los ancianos. Es uno de los elementos del liderazgo
bíblico que me ha ayudado a mantenerme fuerte colaborando con el pastoreo de mi congregación al pasar de
los años. Cuando Dios diseñó la iglesia local, sabiamente estableció una pluralidad de ancianos. El pastoreo
es viable porque se supone que debe ser un esfuerzo en equipo.

Pastoreando en equipo
El Nuevo Testamento describe el funcionamiento de los ancianos en las iglesias de manera plural. Varios
versículos hacen referencia a cómo varios ancianos lideran cada iglesia individual. Aquí hay algunos
ejemplos de esos versículos:
 “Designaron ancianos en cada iglesia y, después de orar y ayunar, los encomendaron al Señor en
quien habían creído” (Hechos 14:23).
 “Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos”. (Hechos.
15:4; véanse también los versículos 6, 22; 16:4)
 “Desde Mileto envió a Éfeso a llamar a los ancianos de la iglesia” (Hechos 20:17).
 “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con
los obispos y diáconos” (Filipenses 1:1).
 “Te dejé en Creta para que terminaras de organizar lo que faltaba y para que designaras ancianos en
cada ciudad, siguiendo mis instrucciones” (Tito 1:5).
 “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los
padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada” (1 Pedro 5:1).
 “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndolo
con aceite en el nombre del Señor” (Santiago 5:14).
Estos versículos resaltan la práctica bíblica de tener una pluralidad de ancianos liderando y cuidando de la
iglesia local. Este modelo de liderazgo permite que varios ancianos colaboren y se apoyen mutuamente en la
toma de decisiones y en el cuidado pastoral de la congregación. Esta estructura de liderazgo colectivo
contribuye a la fortaleza y sostenibilidad de la iglesia.
¿Notas el patrón? Repetidamente encontramos que en cada iglesia (singular) había varios ancianos (plural).
Cada congregación tenía su propio equipo pastoral. Aunque parece una observación básica, marca una gran
diferencia cuando se implementa. La existencia de una pluralidad de ancianos es de suma importancia para
un pastorado sostenible.

Compartiendo la carga
Este principio resulta ser obvio: contar con varios ancianos distribuye la carga pastoral. “Muchas manos
hacen que el trabajo sea más liviano”. “El trabajo en equipo divide las tareas y multiplica el éxito”. Todas
estas expresiones son verdaderas en el ministerio de los ancianos.
Incluso personas con gran sabiduría y liderazgo, como Moisés, pueden pasar por alto lo obvio en ciertas
situaciones. En el caso de Moisés, su suegro Jetro tuvo que intervenir y llamar su atención para hacerle ver
la necesidad de contar con más ayuda en su labor de liderazgo.
“Aconteció que al día siguiente se sentó Moisés a juzgar al pueblo; y el pueblo estuvo delante de
Moisés desde la mañana hasta la tarde… Entonces el suegro de Moisés le dijo: No está bien lo que
haces. Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es
demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo.” Éxodo 18:13, 17-18.
La solución que Jetro propuso fue aconsejar que buscaran colaboradores para la obra:

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“Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad,
que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y
de diez. Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán
todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo.” Éxodo 18:21-22.
De la misma manera que agregar jueces alivió la carga de Moisés, también tener múltiples ancianos reparte
las responsabilidades del ministerio. Por lo tanto, si eres un anciano, busca formas de dividir el trabajo entre
tú y tus colegas. Comuníquense sobre los asuntos complicados en la iglesia que requieren atención y
coordinen sus esfuerzos. Si te sientes abrumado, no sigas haciéndote el fuerte; en cambio, activa una señal
de emergencia y pide ayuda a tus hermanos para que te apoyen.
¿Cómo podríamos distribuir de manera más intencional las responsabilidades entre nuestro equipo de
supervisores? Podrían nuestros ancianos intentar asignarse la membresía de la iglesia entre ellos. Sin
embargo, lo crucial es ser intencional en cuanto a compartir las tareas y responsabilidades.

La navaja suiza
Los beneficios de compartir un liderazgo pastoral no se restringen simplemente a dividir el trabajo. La
pluralidad ofrece a una iglesia la oportunidad de acceder a las habilidades presentes entre los ancianos, para
que cada uno contribuya con sus fortalezas individuales. Aunque todos los ancianos comparten las mismas
responsabilidades, cada uno aporta talentos y experiencias.
Tengo un recuerdo vívido de mi infancia, cuando vi por primera vez una navaja suiza. Aunque no puedo
recordar mi edad exacta en ese momento, aún puedo ver claramente el brillante mango rojo de la navaja.
Sentí una gran emoción al desplegar cada una de las herramientas una por una e imaginé cómo podría
utilizarlas para sobrevivir si alguna vez me perdía en la jungla. La navaja incluía una cuchilla más larga, otra
más corta, unas pinzas, un destornillador, unas tijeras y, por supuesto, la herramienta más importante para la
supervivencia en exteriores: un sacacorchos. Ese pequeño objeto era todo un mundo de posibilidades y
aventuras para mí en aquel entonces.
Siempre que damos la bienvenida a nuevos integrantes en nuestro equipo de ancianos de la iglesia, siento
una emoción similar a la que experimenté con aquella navaja suiza. Cada hermano aporta dones únicos al
equipo, los cuales son descubiertos y utilizados de manera invaluable. Es como desplegar una navaja suiza
humana, revelando los dones de cada anciano uno a la vez. Por supuesto, todos los ancianos deben poseer
ciertos dones fundamentales para el oficio, como liderar y enseñar, aunque la fuerza y forma de estos dones
pueden variar entre ellos. La diversidad de talentos y habilidades en el equipo de ancianos enriquece nuestra
labor y nos permite enfrentar los desafíos con una perspectiva diversa y efectiva.
Es importante tomarse el tiempo para aprender de nuestros hermanos ancianos. Descubrir los dones que cada
uno posee en su vida y aprender a aprovecharlos plenamente. Trabajar juntos puede generar ciertas
frustraciones al ver las diversas formas en que otros líderes pueden resolver problemas o establecer
prioridades. Sin embargo, no debemos molestarnos por esas diferencias. En lugar de ello, debemos
considerar a los demás ancianos como parte de un juego de herramientas divinamente diseñado para servir a
nuestra congregación. Es en esta pluralidad de ancianos donde reside la grandeza, ya que nos brinda la
oportunidad de reunir una variedad de dones y perspectivas para enriquecer el ministerio y satisfacer las
necesidades de nuestra congregación local.

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Pastoreándonos
Los ancianos, como miembros del rebaño de Jesús, también se enfrentan a la paradoja de ser a la vez
“pastores ovejas” en el liderazgo de la iglesia. Esta paradoja plantea una interesante pregunta: si los pastores
son al mismo tiempo ovejas, ¿quién se encarga de pastorear a los pastores?
Es fundamental reconocer que los ancianos también necesitan cuidado pastoral, al igual que cualquier otro
miembro de la iglesia. Pueden enfrentar tentaciones, sucumbir a la depresión, verse involucrados en
conflictos, experimentar cansancio en el ministerio o enfrentar la pérdida de seres queridos. Incluso cuando
no están en crisis, los ancianos deben seguir creciendo espiritualmente, como cualquier otro miembro de la
iglesia. ¿Quién los supervisa espiritualmente?
Una vez más, la pluralidad ofrece una solución. Los pastores deben cuidar y guiar a sus compañeros
pastores. La supervisión congregacional es viable porque los ancianos, en su pluralidad, actúan como
pastores entre sí.
Si eres un anciano, atrévete a ser vulnerable y abierto con los demás. No tengas miedo de compartir tus
heridas, miedos, luchas y errores. Los demás ancianos no podrán pastorearte adecuadamente si pretendes ser
invulnerable. Específicamente, pide a tus compañeros que oren por tus necesidades. Es importante tener un
momento en donde nos reunamos con todos los ancianos para buscar cómo podemos interceder unos por
otros. Esta práctica nos ayuda a ser conscientes de nuestra propia necesidad de pastoreo en el rebaño.
Para pastorear eficazmente una congregación, es importante que también estés sometido a supervisión
espiritual. Por lo tanto, practica la humildad y permíteles a otros ancianos preocuparse por ti y tu bienestar
espiritual.

Hierro con hierro


Hemos estado examinando cómo la pluralidad contribuye a la sostenibilidad del ministerio pastoral,
especialmente para los ancianos colaboradores. Un enfoque basado en el trabajo en equipo fomenta un
pastorado más efectivo al evitar que los ancianos se agoten, gracias a la distribución equitativa de
responsabilidades en el ministerio, la combinación de diversos dones y talentos, y el apoyo mutuo durante
los momentos de dificultades que enfrentan los ancianos.
Sin embargo, hay otra serie de riesgos que enfrentan los pastores: el orgullo, el deseo de control, actuar de
forma autoritaria, ser inaccesibles y, en casos extremos, incluso el abuso de poder. Los ancianos deben
liderar sin enseñorearse sobre los demás. La pluralidad en el liderazgo ayuda a protegernos de estas
tendencias dominantes, al crear un contexto en el cual los ancianos pueden poner en práctica el conocido
proverbio: “Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo” (Proverbios 27:17).
Cuando los ancianos practican una pluralidad saludable, se vuelve más difícil que una sola opinión o
tendencia domine, ya que los ancianos se complementan entre sí. Los ancianos más dóciles moderan a los
más apasionados. Los activistas impulsan a los analíticos a tomar decisiones. Los ancianos con una fuerte fe
evitan que cada decisión se convierta en un mero ejercicio de prudencia financiera o gestión de riesgos,
mientras que los ancianos más prácticos ayudan a los soñadores y visionarios a no actuar impulsivamente
bajo el pretexto de “confiar en Dios”. Este tipo de equilibrio mutuo crea un ambiente que resulta difícil de
tolerar para aquellos con actitudes egoístas.
Sin embargo, para ser más directo, la pluralidad establece una estructura que promueve la rendición de
cuentas entre los ancianos en caso de que alguno de ellos se desvíe.
En algunas ocasiones, nuestras reuniones de ministros pueden subirse de tono. Aunque sé que esto no es
común en la mayoría de las iglesias, puedo imaginar la situación. Nuestra congregación ha sido bendecida

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con líderes fuertes, muchos de los cuales son ancianos y tienen opiniones firmes. Cuando surgen temas
difíciles durante estas reuniones, a veces la discusión se vuelve apasionada y la temperatura sube en la sala.
Es interesante ver cómo los ancianos, después de las reuniones, se toman un tiempo para hablar entre ellos
de forma privada. En ocasiones, uno de ellos se disculpa por haber sido demasiado duro en sus
intervenciones durante la reunión. También se ha dado el caso de que un hermano desafía a otro respecto a
su comportamiento durante la reunión y lo alienta a cambiar su enfoque. Los ancianos más jóvenes solemos
ceder gentilmente ante los veteranos cuando estos últimos se han exaltado un poco en las conversaciones,
dejando poco espacio para las voces más jóvenes. En algunas ocasiones, algunos de los pastores se han
disculpado ante la congregación durante reuniones de la iglesia por el tono de sus respuestas en reuniones
anteriores, gracias al amable consejo de sus compañeros ancianos.

Gozando el viaje
Permíteme agregar un último punto a favor de la pluralidad de ancianos. Es mucho más satisfactorio e
incluso divertido pastorear en equipo que ser un pastor solitario. Mirando hacia atrás, puedo afirmar que uno
de los mayores regocijos en mi servicio ha sido colaborar con los demás ministros y ancianos de mi
congregación. Estos hombres y mujeres han sido como una hermandad para todos nosotros. Hemos
compartido risas y lágrimas. Hemos celebrado juntos las victorias y hemos orado unidos por problemas que
parecían insuperables. Han estado a mi lado, incluso de manera literal, en algunos de los momentos más
difíciles de mi ministerio. En muchas ocasiones, he sido capaz de guiarles adecuadamente. En otras, han
sido ellos quienes me han apoyado y llevado adelante hasta que pudiera volver a liderar. Nuestro trabajo en
equipo ha sido un pilar esencial en nuestro ministerio, permitiéndonos enfrentar los desafíos y celebrar los
triunfos juntos, lo cual ha sido una experiencia enriquecedora y gratificante.
Si te encuentras en una iglesia que solo tiene un pastor y ningún otro anciano, te ruego que utilices cualquier
influencia que tengas para promover la inclusión de supervisores. No solo es el modelo de un solo pastor
inadecuado bíblicamente, sino que la estructura actual también priva al pastor de un apoyo vital y una
profunda satisfacción en su ministerio. Además, priva a los otros miembros de la iglesia de un cuidado
pastoral más enriquecedor y les roba el gozo de ver a hombres florecer como líderes.
“Los ancianos son los pilares y la fuerza de la iglesia. Con sus experiencias, sabiduría y conocimiento, guían
a las nuevas generaciones hacia una fe arraigada en Cristo” Charles Spurgeon.
Hay hombres en tu congregación que están perdiendo oportunidades de crecimiento que solo vendrán
cuando den un paso de fe para asumir roles de supervisión en la iglesia. Al incluir ancianos colaboradores, la
iglesia puede experimentar una mayor diversidad de dones y talentos en su liderazgo, lo que enriquecerá la
vida espiritual de todos los miembros. No subestimes el impacto positivo que una pluralidad de líderes
puede tener en el desarrollo personal y espiritual de los miembros y en el crecimiento general de la iglesia.
Es esencial contar con una pluralidad de ancianos. Este es el diseño de Jesús para lograr un liderazgo
pastoral sostenible y efectivo en nuestras iglesias.
Colaborar como anciano en una congregación local es una bendición y un compromiso inmenso, dado que
tiene una importancia trascendental en términos eternos. A veces, esta responsabilidad puede parecer
abrumadora e incluso imposible. Sin embargo, es una tarea que merece toda tu dedicación, pues implica
administrar nada menos que el pueblo de Dios, cuya redención fue pagada con sangre, trabajando en pro de
su bienestar eterno y para la gloria eterna de Dios.
Entonces, hermanos ancianos (y aquellos que serán ancianos en el futuro) permítanme compartir con ustedes
dos reflexiones finales a la luz de esta carga eterna del pastorado. La primera es una advertencia, y la
segunda es una promesa. En primer lugar, la advertencia es que pastoreen con diligencia, ya que rendiremos
cuentas por nuestro servicio. Recordemos las palabras del libro de Hebreos:
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“Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como
quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es
provechoso” (Hebreos 13:17).
El mensaje esencial de este texto es una amonestación dirigida a los miembros de la iglesia, pero también
incluye una advertencia para los supervisores, los ancianos. El texto destaca que los ancianos deben estar
atentos y cuidar del rebaño como aquellos que rendirán cuentas. La iglesia pertenece a Jesús, ya que Él
compró a las ovejas. Los ancianos son cuidadores de los que se les ha confiado (1 Pedro 5:3). Por lo tanto,
los pastores tendrán que dar cuentas al Dueño mismo por cómo han cuidado a su rebaño. Deben preguntarse
si enseñan toda la verdad de Jesús, sin añadir ni quitar nada, y si aman al rebaño como Él lo ama. Deben
reflexionar sobre si se comportan de manera abusiva o humilde. Además, deben considerar si están guiando
a sus hermanos y hermanas hacia Jesús o si están siendo un obstáculo en sus esfuerzos por seguirle.
El mensaje también incluye una promesa eterna: si pastoreas adecuadamente, serás recompensado con una
corona. Después de que Pedro animara a los ancianos a ser humildes y ejemplares como pastores, les hizo
esta promesa esperanzadora: “Cuando el Príncipe de los pastores aparezca, recibirán la corona incorruptible
de gloria” (1 Pedro 5:4).
En consecuencia, una gran parte de lo que perseguimos y nos preocupa cada semana resulta ser en vano. El
libro de Eclesiastés nos advierte que nuestros esfuerzos y logros son vanidad, ya que acumulamos y
construimos, solo para dejarlo todo a otros en última instancia. Sin embargo, la recompensa de un pastorado
productivo es eterna y no se desvanece. ¿Qué otra actividad llevas a cabo semanalmente que te prometa una
corona incorruptible?
Queridos hermanos, al contemplar la posibilidad de ser ancianos y al evaluar el compromiso que ello
conlleva, tengan presente la gloria eterna que está reservada para los siervos buenos y fieles.
“Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y
otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del
firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”
(Daniel 12:2-3).

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