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Resumen – Presta: raza, etnicidad, clase y género.

Siglos XVI y XVII

Los conquistadores eran hidalgos (nombre atribuido a todo aquel que presumiera status de noble) sin
fortuna, pequeños propietarios rurales, agricultores, que estaban imbuidos de una ideología señorial,
cimentada en el poder de explotación de la tierra y los hombres que la trabajan. Idea propia de la
nobleza castellana. Que había alcanzado status y bienestar al ser recompensada por sus soberanos tras
participar en la consolidación del territorio peninsular. El status se aseguraba con la amplitud del
patrimonio.
Para los conquistadores, un sitio destacado donde abrazar ideales caballerescos era la actividad militar.
Fuente de recompensa inicial, que podía dar lugar a tratos mercantiles.
Los colonizadores le imprimieron a la conquista la cultura a la que siempre quisieron pertenecer. Esos
patrones reflejaban 2 paradigmas antagónicos que se expresaban bajo los valores peninsulares atados al
status: el honor, la fama, la gloria, los títulos y la propiedad de la tierra combinados con las nuevas
prácticas mercantiles que reconocían el valor del comercio y el dinero para ascender en la escala social.
El éxito en sus empresas y el status posibilitaron que los conquistadores avanzaran socialmente en el
nuevo mundo.
Al ganarse la tierra por los hidalgos, sin fortuna, y gente común, la férrea estratificación social
peninsular se trastocó. Las viejas jerarquías y status peninsulares tambalearon cuando los hijos
naturales con pasado pastoril, como Francisco Pizarro, accedieron a fortuna y títulos.
No obstante, al avenir la colonia se renovaron con más fuerza las antiguas formas de estratificación y
discriminación sociales. Las distinciones más marcadas eran las de raza. Ésta no existe como categoría
biológica de diferencia social, sin embargo, como construcción cultural fue operativa a ciertas
sociedades para concretar propósitos de exclusión y segregación social. Antagónico: indio.
Con el tiempo esto empezaría a complejizarse cuando otras variables como: pertenencia étnica, clase y
género, profundizaron las diferencias iniciales entre conquistadores y conquistados.
La sociedad ibérica se dividía en 3 estamentos: nobles (la casa gobernante), el clero, y la gente común.
Entre ellos las diferencias quedaban plasmadas por privilegios de rango sancionados legalmente por
estatutos o fueros. El 10% de la población era propietaria (nobles y clero), gozaban de exención
tributaria y de derechos jurídicos especiales que los separaban de la masa poblacional mayor. Que eran
en general campesinos, y que tenían obligaciones y derechos. Oficios y educación también marcaban
diferencias. Los artesanos, profesionales y universitarios asociados corporativamente estaban
amparados por fueros que los apartaban de la competencia de las instituciones jurídicas y económicas.
La sociedad ibérica no era ni racial ni étnicamente homogénea, la intolerancia racial y cultural
cristalizó en el concepto “limpieza de sangre”. El status de un individuo quedaba condicionado por la
demostración fehaciente de no poseer sangre de moros o judíos. Esta práctica es el antecedente de la
discriminación racial, étnica y cultural, que junto con el asumido derecho de conquista se constituyó en
la base de la estratificación social colonial.
Al igual que los nobles peninsulares, los españoles y su prole criolla estaban exentos del pago de
tributo. De manera tal que a fines del siglo XVI, la sociedad colonial se parecía cada vez más a la de
España.

Españoles
La participación exitosa en la empresa colonial posibilitó el ascenso social y económico al recibir una
encomienda de indios. La proximidad al jefe o compartir con él vínculos generados en la pertenencia a
un mismo lugar generaba entre los conquistadores una suerte de parentesco simbólico y ritual:
compadrazgo. Mediatizado por lazos de clientelismo y patronazgo.
La encomienda logró satisfacer las aspiraciones señoriales de los conquistadores, quienes se
convirtieron en señores de vasallos, debiendo servicio militar a su rey, y ejerciendo al mismo tiempo
responsabilidades políticas como miembros del poder municipal (cabildo). Funciones para con el
poblado: adoctrinamiento y protección.
Las mercedes de encomienda se concedían por 2 vidas (la del primer titular y de su legítimo sucesor), a
fin de evitar la formación de una clase de feudatarios en territorio colonial. De tal manera, el estrato
social de los encomenderos tuvo vida corta y una alta pero efímera prosperidad. En tanto la corona
castellana comenzó a hacerse cargo del gobierno colonial en la década de 1550, su presencia se plasmó
en el diseño de una cadena de funcionarios e instituciones que pusieron un freno a las apetencias
individuales y dinásticas de ciertas familias. No obstante en el Tucumán colonial el estrato de
encomenderos subsistió a lo largo del siglo XVII, ya que esta zona fue de colonización tardía, que por
más de un siglo permaneció en estado de guerra permanente en torno a los valles calchaquíes y con una
frontera oriental plena de frustraciones ante la impenetrabilidad al pie del monte chaqueño.
Durante el primer siglo de dominio colonial los encomenderos tuvieron acceso a múltiples negocios
que ofrecía un mercado en formación al ser beneficiarios del surplus campesino. Así fue como la
minería nació en los inicios de la colonia, y al calor de la encomienda. Numerosos encomenderos
participaron de la primera etapa del desarrollo minero debido a su disponibilidad de mano de obra y
capital. Así ocurrió en los asientos mineros de Porco y Potosí, territorio de la real audiencia de charcas.
A lo largo del siglo XVI la expresión del status social se plasmaba en la utilización del “don” como
representación de un prestigio conocido a un específico linaje. Solo el soberano podía concederlo
cuando un individuo que no lo poseía por cuna lo alcanzaba por el merito de sus servicios. De ahí en
más se extendía a su descendencia. El símbolo de prestigio y status era la adquisición de tierras que los
asimilaría a la nobleza original.
Cuando la encomienda llegaba a su ocaso de sus rentas (en tributo indígena) en la década de 1590,
revertidas a la corona surgió un grupo de pensionados. Como había más aspirantes a mercedes de los
que la administración colonial podía recompensar, el tributo indígena se partió entre particulares, los
beneméritos de la tercera generación, las viudas de los encomenderos, o sus hijos mestizos, a quienes
se les otorgó una situación o renta sobre determinados tributos vacos. Estos recibirían una suma anual
de cajas reales que completaban con el ejercicio de actividades mercantiles para gozar de un estilo de
vida parecido al de sus predecesores. Para entonces, la minería, el comercio y la industria rural estaban
en manos de profesionales, mercaderes mayoristas con agentes en todas las ciudades, y mineros y
azogueros dispuestos a invertir en empresas extractivas y de rápido retorno, todos los cuales ocupaban
un lugar de prestigio en el estrato español.
Para asegurar que los bienes adquiridos permanecieran en el linaje, la elite eligió la figura del
mayorazgo. Esto era una forma de propiedad privada vinculada, originada en las concesiones feudales
debidas a la Reconquista, que permitía al titular disponer de los frutos y rentas aunque no del bien
mismo, el cual quedaba sujeto a un orden de sucesión preestablecido: la primogenitura. De esta manera
el patrimonio era protegido de dividirse en peleas de los sucesores legítimos, y se concentraban las
tierras y derechos en uno de los hijos, el varón mayor.
El status superior se cerraba en torno a altos funcionarios virreinales y el clero. La corte virreinal y las
sedes de las Audiencias vieron proliferar entre sus habitantes hombres de leyes, oficiales de la Real
Hacienda, que comenzaron a relacionarse entre sí vía matrimonios. Aumentando patrimonios, bienes,
relaciones comerciales, etc.
Para coronar el status ganado en la colonia y hacer público el reconocimiento de la corona, los que
habían devenido en acaudalados propietarios o sobresalido en la burocracia, intentaron conseguir un
hábito en las órdenes militares castellana. Esto era posible gracias al otorgamiento de capitulaciones
por parte del rey (en esta época Felipe II).
Las familias más pudientes desde el inicio de la sociedad colonial se vincularon con las órdenes
religiosas (dominicos, franciscanos, agustinos y mercedarios), apoyando la construcción de iglesias,
templos, mausoleos, capillas, etc. de una o varias propiedades, las familias hacían donación de una
parte de sus frutos o rentas en forma de capellanía, cuyo monto subsidiaba los gastos religiosos o
capellán.
Los criollos coparon el clero secular y desde comienzos del siglo XVII se encaramaron gradualmente
en los obispados, formando parte de los gobiernos catedráticos.
Con el correr del tiempo las migraciones se hicieron más frecuentes y los espacios de poder más
estrechos. El status económico, más las vinculaciones familiares, la educación y ocupación,
comenzaron a marcar las distinciones entre los peninsulares. Se hicieron visibles en el grupo español
las diferencias de clase. Aparecen pequeños comerciantes, curas doctrineros que ejercían en pueblos,
dueños de posadas rurales, fleteros, etc. Los peninsulares con oficio trabajaban como mayordomos,
administradores, escribanos, capataces, mineros, herreros, carpinteros, arquitectos, artesanos urbanos,
etc. Dependiendo de un empleador de mayor jerarquía. Los que llegaban sin oficio ni conexión erraban
a lo largo y ancho de la colonia buscando oportunidades. La obsesión era participar en la conquista,
pacificar algún territorio y ser recompensado con alguna merced que proveyera el ansiado estilo de
vida noble.
Los criollos que heredaron propiedades, invirtieron en minería, y los que tenían educación entraban a la
carrera administrativa. La elite criolla fue discriminada étnicamente. Esto les impidió acceder a
posiciones de poder. Intentando limitar esto numerosas familias criollas recurrían al parentesco.
Casarse con españoles. Peninsulares y criollos de esta manera, fueron piezas clave en la reproducción
del estrato colonial superior.
Las mujeres estaban destinadas a la reproducción biológica, y con ello la del propio sistema. Las
mujeres de la elite tampoco fueron un conjunto homogéneo.
Eran doblemente subordinadas al mandato masculino: en la familia, y en el matrimonio. El matrimonio
era el rito en el cual la mujer pasaba a la tutela del marido, dejando la del padre. Mujeres de la primera
y segunda generación de colonizadores se convirtieron en instrumento de enriquecimiento de los
numerosos aspirantes a mercedes, aunque pocas pudieron trascender los mandatos sociales y familiares.
Casi nula capacidad jurídica.
Por su parte, alejadas del mundo de los sirvientes indios y negros, de las tertulias y manejes
burocráticos, las peninsulares y criollas esposas e hijas de artesanos, y pequeños propietarios vieron
transcurrir sus vidas trabajando junto a sus esposos en las tareas del hogar. Subordinadas por el género,
lo que se añadía las diferencias de clase.

Indios
En general, las categorías y status pre- coloniales fueron alterados por la extensión de la “indianidad” a
gran escala y por el desprecio hacia esos grupos. A comienzos de la conquista del Perú, los familiares
de los soberanos incas gozaron de status especial. La conquista de Charcas debe mucho a la amistad
entre Pizarro y Paullu, descendiente del Inka Huaya Capac, (alguien groso en el imperio se ve, no
aclara). La oposición al proyecto de conquista llevó a otros a la confrontación, que terminó en guerra
abierta y en la desgracia de los viejos linajes.
Sacando la gente de altos linajes, al resto, los españoles los sometieron a prestaciones de trabajo,
contribuciones en especie y dinero. No respetaron sus organizaciones y los relocalizaron: reducciones
de indios. Que eran tmb centros de segregación. En ellas solo había indígenas. Además la corona cortó
el poder de los jefes y poco a poco instaló a sus funcionarios.
Muchos señores indios aumentaron su poder haciendo negocios con los españoles. Se ofrecían como
intermediaros de mano de obra.
La opresión hizo estragos en las relaciones de cooperación, de ayuda mutua y reciprocidad entre los
indígenas. Esto influyó en la disminución de la producción y reproducción de las comunidades, tal
como lo hacían las epidemias, sequias, plagas etc. Las migraciones fueron una elección para escapar a
la opresión. Otros fueron a las ciudades a trabajar de lo que fueran encontrando. Todo influyó en una
enorme pérdida cultural.
A pesar de las políticas segregacionistas, los motes derogatorios y la discriminación racial, los grupos
étnicos nativos sobrevivieron con sus textiles, ornamento, música, vestido, lengua y cultura, guardando
sus raíces y conservando prácticas y ritos que sorprende por la continuidad pre colonial. Sobreviven en
sus activadas ruarles, mediante circulación internad de su producción, trueque y caravanas que
conectan con las ciudades y pueblos.

Esclavos
Con la llegada América llego la esclavitud negra. Los esclavos africanos tenían un status superior a los
indios, ya que habían llegado como sirvientes de los conquistadores. Además eran una inversión más
costosa. Tal como los españoles, los negros tampoco podían habitar pueblos de indios. Reconocidas las
diferencias étnicas, las diferencias se hicieron abismales al haber negros con pasado europeo, y otros
recién esclavizados. Cuando la legislación protegió a los indios de hacer determinados trabajos para
evitar su desaparición, esto fue pasado a los negros. A menudo a los esclavos domésticos se les
concedió una horría: manumisión. La dama a quien habían sido dotados dejaba encargados a sus
albaceas el liberarlos, para premiar el fidelismo.

Castas:
A pesar de los intentos segregacionistas, el mestizaje entre españoles, indios y negros fue amplio.
Produciendo grupos de compleja inserción en los 3 campos raciales reconocidos por los peninsulares.
En el diseño original los grupos debían vivir separados. Pero los propios conquistadores iniciaron una
sexualidad abierta. Generando el fenómeno del mestizaje colonial. Con el tiempo, el parecido
fenotípico al español generaría oportunidades de mejor vida.
La primera generación de mestizos acumuló privilegios de sus progenitores conquistadores. Sin
embargo no pudieron acceder a otros roles como heredar encomienda. Por provenir de uniones
ilegitimas. Así poco a poco fueron quedando vacante numerosas encomiendas de la etapa inicial. Y lo
mismo fortunas enteras. Todo iba a parar a parientes peninsulares.
Los mestizos sobrevivieron de los trabajos manuales, el comercio minorista, y la supervisión directa
sobre el trabajo de indios.
Generación tras generación las mezclas se hicieron mayores. Dando lugar a castas fenotípicas
intermedias, mulato, terceron, quineron, zambhigo, cholo, chino, rechino, etc. las categorizaciones de
color cedían cuando el mestizaje era más sutil.
Las diferencias culturales eran definitorios en cimentar a indios negros en su respectivo lugar social.
La estratificación social colonial fue un fenómeno de factura peninsular que resultó en una pirámide
nueva atada un sistema económico de características originales. La sociedad colonial, como toda
sociedad de de órdenes, fue una construcción jurídica e ideológica asentada en las diferencias raciales y
étnicas que comenzaron por sostener es status social de los individuos. Ello redundó en un sistema
jerárquico organizador de las relaciones sociales, en el que las variables raza, etnicidad, clase y genero,
interactuaron para determinar el lugar de cada cual en la estructura social. Ofreciendo por vía del éxito
económico el oficio u ocupación o el matrimonio la posibilidad de alter el status social.

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