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MILGRAM

Los peligros de la obediencia

- Milgram nació el 15 de agosto de 1933 en Nueva York y falleció el 20 de diciembre de


1984 en su ciudad natal.
Fue licenciado en ciencias políticas en 1954. Luego trasladó su interés al campo de la
psicología, pero inicialmente fue rechazado del programa de posgrado en relaciones
sociales de la universidad de Harvard. Finalmente fue admitido y pasó a tener su doctorado
en psicología social en 1960.
Es considerado uno de los psicólogos más destacados del siglo XX principalmente por los
interesantes hallazgos que obtuvo en sus estudios que ha realizado a lo largo de su vida
profesional.
Uno de ellos es el experimento sobre la obediencia de la autoridad, el cual corresponde al
texto “los peligros de la obediencia”. Se trata de una investigación crucial dentro del ámbito
de la psicología social que ha permitido extraer diversas conclusiones sobre el
comportamiento humano sobre la autoridad. La investigación muestra como una
considerable mayoría de personas normales, en acatamiento a la autoridad, pueden realizar
conductas éticamente reprobables que causan daños a otros. Este experimento ha
contribuido también a explicar algunos fenómenos como el nazismo.

El experimento de Milgram

El experimento de Milgram fue llevado a cabo en la universidad de Yale en los años 60. El
objetivo principal de la investigación era averiguar cuánto dolor infligiría un ciudadano
común a otra persona simplemente porque un experimentador le ordenara hacerlo.
La investigación demostró el peligro que encerraba la predisposición de los sujetos a
obedecer y cómo esta actitud llegaba a despojarlos de su conciencia y del sentido de
responsabilidad frente a los actos que cometiran.
El conflicto inherente a la sumisión a la autoridad es viejo. Como ubica Milgram en su texto,
los aspectos legales y filosóficos de la obediencia son trascendentes en alto grado, pero nos
aclara muy poco en el comportamiento de la mayoría de las personas enfrentadas a
situaciones concretas. De ahí la importancia de la investigación que él propuso realizar con
su experimento.

Plan básico del experimento

- El plan básico consiste en dirigirse al laboratorio de psicología para participar de un


estudio sobre la memoria y la capacidad de aprender.
- Los roles asignados eran el profesor y el alumno. El director del experimento les
explicaba que se iban a estudiar los efectos del castigo en el aprendizaje. Quien ocupara el
lugar de alumno, que era un actor del experimento, era llevado a otra habitación amarrado a
una especie de silla eléctrica. Se le indicaba que se iba a estudiar su capacidad de memoria
frente a pares de palabras que le eran leídas. Por cada error que cometiera iba a recibir una
descarga eléctrica de intensidad creciente .
Lo fundamental estaba centrado en el rol del profesor, el cual era ocupado por participantes
seleccionados para ese estudio del comportamiento.
Después de presenciar como sujetaban al alumno el la silla se lo sienta al profesor delante
de un imponente generador de descargas. A cada sujeto de la prueba se le realizaba una
descarga de 45 voltios antes de que asuma el papel de profesor para que se convenciera
de la autenticidad de la máquina generadora.
El profesor era un sujeto auténticamente ingenuo que acudió al laboratorio en respuesta a
un anuncio publicado en un diario local donde se solicitaban voluntarios para un
experimento científico sobre la memoria.
El alumno o víctima era un actor que no recibía ninguna descarga.
El punto estaba en averiguar hasta dónde iba a llegar una persona en una situación
concreta y mensurable en la que se le ordenara provocar un dolor creciente a una víctima
que protesta.
El conflicto se plantea cuando el hombre que recibe las descargas empieza a mostrar sus
molestias lo que genera tensión para quien ocupa el lugar de profesor. El manifiesto de
sufrimiento supuesto del alumno lo empuja a abandonar la prueba. Lo interesante para
analizar de la investigación es que cada vez que el profesor duda en administrar una
descarga, el experimentador le ordena continuar. Para zafarse de su compromiso el sujeto
debe romper decididamente con la autoridad. Sólo una minoría rompió el vínculo y se negó
a continuar.
El autor escribe un diálogo de un profesor que se niega a continuar. El dice que este es el
comportamiento esperable en tal situación, hace aparecer la desobediencia como acto
racional y sencillo.
Pero, la mayoría de los sujetos respondieron de otra forma a la autoridad. La típica
respuesta era “Este hombre está enfermo del corazón ¿Quiere usted que siga, a pesar de
todo? y cuando el experimentador le contestaba “continúe por favor”, el profesor seguía
obedeciendo.

Las predicciones de los resultados que arrojaría el experimento eran que los sujetos se
negarían a obedecer a la autoridad frente a tales circunstancias. Pero esto fue erróneo dado
que los resultados fueron todo lo contrario. De los 40 sujetos del primer experimento, 25
obedecieron hasta el final de las órdenes del experimentador, castigando a la víctima con la
máxima descarga posible del generador.
En los comienzos mismos del experimento se usaron como sujetos estudiantes de la
Universidad de Yale y aproximadamente el 60% de ellos obedecieron en todo. Luego se
evaluaron a personas de todos los estratos sociales, profesionales, empleados,
trabajadores, obreros, y el resultado del experimento fue el mismo en todos los casos.

Unas de las interpretaciones realizadas respecto a la agresión afirma que todos llevamos
dentro instintos agresivos que pugnan por expresarse y que el experimento sirve para
justificar dentro de un marco institucional dar rienda suelta a estos impulsos, es decir que se
puede considerar que el impulso de dar descargas a la víctima nace de los fuertes instintos
de agresión que forman parte del individuo. Como experimento de legitimidad social a esos
instintos lo que hace es abrirse camino para que eso se manifieste.
Para el autor resultaba de suma importancia comparar la conducta del sujeto cuando está
sometido a órdenes y cuando se le permite elegir la intensidad de las descargas. Para ello
se procedió con un experimento similar al original pero se le advertía al profesor que podía
elegir libremente cualquier nivel de descarga. El resultado mostró que la mayoría de las
personas que hacían de profesores dieron choques muy leves, en general indoloros,
cuando la elección de la intensidad dependía explícitamente del profesor. Esta circunstancia
del experimento quita fuerza a otra explicación que se ha dado a la conducta de los sujetos.
que los autores de realizar las descargas más intensas contra las víctimas proceden de una
minoría marginal de sádicos de la sociedad. Pero, si consideramos que casi ⅔ de los
participantes caen en la categoría de sujetos obedientes y que representaba gente común
extraída de clases trabajadoras, administradoras, profesionales tal argumento resulta
desechable.

El experimento de Milgram demuestra cómo cientos de personas comunes y corrientes se


someten a la autoridad. Personas ordinarias que sometían a descargas eléctricas a sus
víctimas lo hacían por un sentido de obligación y no por una peculiar tendencia agresiva.
Esta es quizás la lección más fundamental del estudio de Milgram, es decir que al
desempeñar sencillamente un oficio, sin hostilidad especial de su parte, el hombre común
puede convertirse en agente de un proceso terriblemente destructor, incluso el autor plantea
que pocas personas tienen los recursos interiores necesarios para oponerse a la autoridad
frente a la orden de realizar actos incompatibles con los principios de la moral,

La cuestión de la sumisión es otro punto a analizar del experimento. Se observa que


muchos sujetos protestaban o estaban en contra de las órdenes pero aun así seguían
obedeciendo. No rompían con la autoridad pese al malestar o a la disconformidad. Incluso
buscaban justificar su comportamiento diciendo que al menos fueron humanitarios,
administrando las descargas en el menor tiempo posible y siendo amables. Les será más
fácil resolver así su conflicto bajo estas justificaciones antes que rebelarse contra las
órdenes.

Para pensar sobre la responsabilidad de las propias acciones es fundamental tener en


consideración que lo esencial de la obediencia es que una persona llega a considerarse
instrumento para realizar los deseos de la otra, y por lo tanto deja de creerse responsable
de sus propios actos.
Lo más llamativo es que la persona se considera responsable ante la autoridad que la
dirige, pero no del contenido de las actos que le ordenan ejecutar. No desaparece la moral
sino que toma otro enfoque, la persona subordinada siente orgullo o vergüenza según haya
desempeñado bien o mal la orden brindada por la autoridad. Este tipo de moral podemos
llamarla lealtad, deber, disciplina, aquello que alude al grado en que cumpla una persona
sus obligaciones ante la autoridad. Lo que suelen decir las personas que comenten
determinados actos bajo estas coordenadas es afirmar que lo hicieron en cumplimiento de
su deber. Tal actitud psicológica es resultado de su sumisión a la autoridad. Para que una
persona se sienta responsable de sus actos, tiene que sentir que su conducta emana de su
yo, en los experimentos sucedía que los sujetos creían que sus acciones nacían de los
motivos de alguna otra persona. Muchos decian si hubiera dependido de mí no habría
administrado descargas al alumno.
Otro punto interesante para analizar, que se desprende del experimento en cuestión, es la
figura de la autoridad. Poder ubicar ¿cuales son los elementos necesarios para que haya
autoridad y como ha de percibirse esta para que el sujeto lo acate? La presencia material
del experimentador tiene un claro efecto sobre su autoridad, No es lo mismo que de las
órdenes por teléfono que personalmente.
En los trabajos de Milgran sobre la autoridad del experimentador esta era débil ya que casi
no tenía ninguno de los recursos de represalias disponibles en las situaciones de mando
ordinarias pero pese a estas limitaciones, todavía lograba un grado alarmante de
obediencia. En otra variable del experimento, no se mandaba al sujeto participante a que
conectará el interruptor para dar el choque eléctrico a la víctima sino simplemente se le
pedía que desempeñara una tarea auxiliar, hacerle las pruebas de las palabras mientras
que otra persona administraba las descargas, en este caso 37 de 40 personas siguieron
haciendo las preguntas de la prueba hasta la máxima intensidad del generador y excusaban
su conducta diciendo que la responsabilidad recaía en el que conectaba el interrupto. Esto
uno lo puede llevar a diversas situaciones sociales en donde es fácil pasar por alto la
responsabilidad cuando uno solamente es un eslabón intermedio de una cadena de actos.
Por ej. el hombre que, en el campo de concentración, echaba el Ciclón B en las cámaras de
gas podía justificar su conducta diciendo que se limitaba a cumplir órdenes superiores, así
existe una fragmentación del acto humano total, nadie se enfrenta a las consecuencias de
haber decidido ejecutar un acto infame.
En este sentido Milgran plantea que la persona que asume la responsabilidad se ha
evaporado y que quizás éste sea el rasgo más común del mal socialmente organizado en la
sociedad moderna.

Algo fundamental que sitúa el autor es que no se necesita de una persona mala para servir
en un mal sistema. La gente común se integra fácilmente en sistemas malévolos. La
pregunta que se desprende es si podemos evitar de algún modo este potencial aterrador
está fácil aceptación de la autoridad, aún la mal dirigida o la perversa.
Es importante tener presente que el hecho que la obediencia sea muchas veces un
imperativo de la sociedad humana, eso no reduce nuestra responsabilidad como
ciudadanos.

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