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El experimento Milgram realizado en 1963 por Stanley Milgram y publicado en la revista

Journal of Abnormal and Social Psychology.

El experimento de Milgram fue llevado a cabo en julio de 1961, tres meses después de que

Adolf Eichmann, un alto cargo del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, fuera

juzgado y sentenciado a muerte por crímenes contra la humanidad. Durante su juicio,

Eichmann argumentó que solo estaba siguiendo órdenes.

El experimento de Milgram involucra a tres personas: la autoridad (un investigador), el

voluntario (objeto de estudio) y la “víctima” (un actor). La autoridad le indicaba al

voluntario que debía actuar como maestro y hacer una serie de preguntas a la víctima.

Si la víctima respondía incorrectamente, el voluntario debía pulsar un botón y administrar

descargas eléctricas. Aunque en realidad las descargas eran simuladas, el voluntario creía que

estaba infligiendo dolor a la víctima. Con cada respuesta incorrecta, la intensidad de las

descargas aumentaba.

El experimento llegaba a un punto crítico cuando las descargas alcanzaban los 270 voltios, y

la víctima comenzaba a suplicar que se detuviera el experimento. En este momento, el

voluntario debía decidir si continuaba obedeciendo las órdenes o si se negaba a seguir.

Milgram reclutó voluntarios en una parada de autobús en Florida, Connecticut, ocultando la

verdadera razón del estudio: la obediencia a la autoridad.

Los resultados del experimento de Milgram fueron sorprendentes. A pesar de escuchar los

lamentos de la víctima y de que algunos voluntarios manifestaran malestar emocional, el 65%

de los participantes llegaron hasta el máximo nivel de voltaje (450 voltios).


Esto llevó a Milgram a plantear dos teorías para explicar este comportamiento. La primera

teoría es la del conformismo, que sostiene que las personas tienden a transferir la

responsabilidad de tomar decisiones al grupo y su jerarquía en situaciones de crisis o cuando

no tienen la habilidad o conocimiento para decidir por sí mismas.

La segunda teoría es la de la cosificación, que explica que las personas que obedecen se ven a

sí mismas como simples instrumentos que cumplen los deseos de otra persona, por lo que no

se sienten responsables de sus acciones.

Aunque el experimento de Milgram ha sido criticado por su impacto emocional en los

participantes, sigue siendo relevante en la actualidad para comprender algunos

comportamientos en el ámbito laboral relacionados con la falta de responsabilidad

Este experimento nos muestra la capacidad que tiene la autoridad para influir en nuestras

acciones, incluso cuando estas acciones vayan en contra de nuestros principios y valores

personales. Nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad individual y el papel que

desempeñamos en la sociedad.

El objetivo de este experimento era observar cuánto podía llegar a obedecer las personas, a

pesar de las consecuencias que se observaban con las descargas eléctricas sobre el otro

individuo

Se convocan voluntarios a través de un aviso en el diario, para realizar una supuesta

investigación sobre la memoria y aprendizaje. Cuando llegaba una persona dispuesta a pasar

el experimento, se les hacía elegir un papel al azar (donde decía, profesor y alumno,

supuestamente). La trampa era que de las dos personas que eran elegidas al “azar”, una era un

actor aliado de los científicos, por lo que los papeles que les daban no eran al azar, sino que al

actor siempre le daban el papel de alumno. Entonces, el “profesor” (en este caso la víctima o

el postulante del experimento) debía leer unas palabras con sus objetivos y el alumno sentado
a una silla conectado a electrodos con corriente, debía acordarse de todo y en caso contrario,

iba a ser castigado con electricidad (no tenía electricidad). Sin embargo, lo que realmente

estaban estudiando era la obediencia a la autoridad.

El estudio de psicología social, de la Universidad de Yale de Milgram (1963) se realizó con

el fin de estudiar el comportamiento de las personas para obedecer a las órdenes de la

autoridad, aunque éstas entren en conflicto con su conciencia personal. Donde el resultado

indica que dos tercios de la población son capaces de ejecutar a cualquier individuo con 450

v, sólo por la orden de una autoridad a la que se respeta.

WEB:

https://colegiodepsicologossj.com.ar/milgram-psicologia-social/?shared=false

Los estándares éticos afirman que los participantes de cualquier experimento no pueden ser

engañados y que deben ser conscientes de las consecuencias. El hecho de que estas personas

pensaran que habían causado sufrimiento a otro ser humano, podría haberle causado estrés o

una angustia a nivel psicológico.

Si bien, recurrir al engaño, muchas veces resulta necesario en algunas prácticas investigativas

(en Psicología), ya que, en ocasiones, brindar información sobre la actividad a realizar

tornaría inoperante la práctica misma. Por otro lado, se viola el consentimiento informado. El

consentimiento informado (1947) se asienta fundamentalmente en el principio de autonomía


y autodeterminación. Es decir, contempla y resguarda el derecho de las personas a someterse

a un procedimiento de aceptación libre y voluntaria. Y no en antiguas prácticas paternalistas

en las que no se tenía en cuenta la opinión del sujeto de atención.

El consentimiento informado está regulado en los artículos 58 y 59, del Código Civil y

Comercial. Resulta una incorporación de la normativa de la Ley de Derechos del Paciente

(LDP, art. 2° inciso e; art. 5°ley 26.529)

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