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propiciar la lectura y el disfrute de la misma en habla en habla hispana.

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.
Un puñado de visionarios y fanáticas criaturas mágicas han invadido
discretamente mi territorio, mi mejor amiga se ha quedado embarazada (quién
sabe cómo) de su amante cambiante, mi hija se está convirtiendo en un “ángel de
la muerte” y estoy a punto de embarcarme en uno de los viajes más aterradores
de mi vida... esta vez, realmente necesito unas vacaciones.
Capítulo 1 ........................................................................................................................ 1

Capítulo 2 ...................................................................................................................... 15

Capítulo 3 ...................................................................................................................... 23

Capítulo 4 ...................................................................................................................... 31

Capítulo 5 ...................................................................................................................... 40

Capítulo 6 ...................................................................................................................... 46

Capítulo 7 ...................................................................................................................... 53

Capítulo 8 ...................................................................................................................... 63

Capítulo 9 ...................................................................................................................... 77

Capítulo 10 .................................................................................................................... 87

Capítulo 11 .................................................................................................................... 93

Capítulo 12 .................................................................................................................. 103

Capítulo 13 .................................................................................................................. 109

Capítulo 14 .................................................................................................................. 116

Capítulo 15 .................................................................................................................. 123

Capítulo 16 .................................................................................................................. 131

Capítulo 17 .................................................................................................................. 137


Capítulo 18 .................................................................................................................. 144

Capítulo 19 .................................................................................................................. 148

Capítulo 20 .................................................................................................................. 155

Capítulo 21 .................................................................................................................. 163

Capítulo 22 .................................................................................................................. 174

Capítulo 23 .................................................................................................................. 177

Capítulo 24 .................................................................................................................. 183

Capítulo 25 .................................................................................................................. 192

Capítulo 26 .................................................................................................................. 198

Capítulo 27 .................................................................................................................. 203

Capítulo 28 .................................................................................................................. 209

Capítulo 29 .................................................................................................................. 216

Capítulo 30 .................................................................................................................. 223

Capítulo 31 .................................................................................................................. 228

Capítulo 32 .................................................................................................................. 241

Capítulo 33 .................................................................................................................. 251

Capítulo 34 .................................................................................................................. 262

Capítulo 35 .................................................................................................................. 268

Capítulo 36 .................................................................................................................. 278

Capítulo 37 .................................................................................................................. 288

Adelanto del Próximo Libro .................................................................................... 292


La mayoría de la gente huye de mí como de la peste. No sé a qué se debe,
pero supongo que mi reputación de cazadora emérita y perra sin corazón,
tiene mucho que ver en ello. Sin embargo, normalmente prefieren recurrir a
los líderes de su clan en lugar de contactarme directamente. Así que cuando
Glen Dorsay, el camarero del Whisper Bar, un vampiro moreno con ligeras
entradas, no dudó en saltarse la jerarquía para llamarme en mitad de la
noche, estaba segura de que era una mala señal, una muy mala señal....

─ ¿Dónde está?

─ Aquí, ─ contestó Glen, apartándose un poco para permitirme entrever el


cuerpo tendido en el suelo del depósito.

Me quedé mirando durante unos segundos al cadáver, con la mente y la


mirada un poco nublada, como si mis ojos se negaran a ver y mi cerebro se
resistiera a interpretar la información que le transmitían e hice un gesto de
incomprensión.

─ No es bonito de ver, ¿verdad? ─ comentó mientras hacía una mueca.

Decir que no era bonito de ver era un eufemismo del demonio. El cuerpo
estaba arrugado, demacrado como el de una persona que llevaba mucho
tiempo sin comer, o el de un anciano. Los músculos de sus antebrazos parecían
haberse licuado lentamente, causando que un fluido grasiento exudara de
ellos y se filtrara a través de cientos de heridas microscópicas. No era difícil
adivinar, viéndole flotar en sus jeans mojados y en su camisa blanca cubierta
de manchas purulentas, que este extraño fenómeno se había extendido por
todo su cuerpo.

─ No hay más víctimas, ─ pregunté, oliendo el ligero pero característico


olor, que salía del cadáver.

Miró hacia otro lado, obviamente avergonzado….

─ Bueno, para ser honesto, hubo una pelea a primera hora de la tarde entre
un lobo y cambiante oso y....

Respiré profundamente.

─ Glen, no me refiero al número deprimente de enfrentamientos que tienen


lugar en este bar cada noche, sino a "este" tipo de víctima, ─ le indiqué,
señalando el cuerpo con la barbilla.

Maldita sea... con sus manos, apoyadas en las mejillas de su cara


adelgazada, su boca medio abierta como si estuviera gritando, el sufrimiento
en su rostro y sus ojos exorbitados, el cadáver se parecía al personaje del Grito
de Munch1.

─ No, sólo había uno de estos...

Esa fue una buena noticia.

─ ¿Quién trajo el cuerpo aquí? ─ Pregunté, notando la vieja manta


extendida debajo del cadáver.

─ Yo, con esa manta... en su condición, realmente no me apetecía


sostenerlo, ─ contestó sarcásticamente.

─ Buen punto para ti. Un solo contacto con su piel te habría enviado
directamente al más allá, ─ aprobé.

Me miró con incredulidad. Es curioso, cuando a la gente se le pregunta a


qué es lo que más le temen y si son realmente sinceros, responden
sistemáticamente "a la muerte". Los vampiros, por otro lado, la han abrazado
durante tanto tiempo, que piensan que la han domesticado y derrotado.

La Gran Parca. En el mejor de los casos, creen que son inmortales, en el


peor, invencibles. Y, en cualquier caso, se engañan a sí mismos.

1
El grito de Much:
─ Perdóneme, Assayim, pero no puedo imaginarme que con sólo tocar a este
tipo...

─Es porque careces de una falta absoluta de cruenta imaginación, a


diferencia de las potioneuses, que tienen mucha, ─ comenté fríamente.

Amplió los ojos.

─ ¿Ese olor asqueroso es el de una poción?

Asentí con la cabeza.

─ Y no cualquier poción: sino el cumurou archanta.

El cumurou archanta era una de las armas de destrucción masiva del clan
de las potioneuses. Capaz de licuar los órganos internos y los músculos de un
– paquidermo, rinoceronte, elefante y probablemente un mamut − en menos
de diez segundos, esta poción podría exterminar a un regimiento de enemigos
en un abrir y cerrar de ojos. Vampiros y demonios incluidos. Un viejo
nosferatus habría reconocido inmediatamente sus efectos, pero no Glen, que
aún no había cumplido los cien años y nunca había participado directamente
en los combates.

Frunció el ceño como si estuviera buscando en su memoria.

─ He oído ese nombre antes en alguna parte.

Asentí gravemente.

─ Está en la lista de plagas prohibidas.

Después de que las criaturas sobrenaturales pusieran fin a la guerra que


las dividió, los antiguos beligerantes firmaron un tratado que incluía no sólo
las nuevas leyes, sino también reglamentos relativos a las armas. El cumurou
archanta encabezaba la lista de pociones que las potioneuses se habían
comprometido oficialmente a dejar de fabricar.

Generalmente, los vampiros no pueden volverse blancos, pero yo habría


apostado mi mano derecha, que la cara de Glen, acababa de pasar de ser
blanquecina a un blanco tiza.

─ Oh, oh, oh... cuando los Altos Consejos se enteren de que...

Lo miré fijamente.
─ Los Altos Consejos no lo sabrán. No quiero tener que enfrentarme a una
cacería de brujas, o tener a esos estúpidos políticos en mi camino.

Una violación del primer nivel del tratado, como la confección de un


cumurou archanta en un territorio, permitiría a los Consejos Superiores
llevar a cabo su propia investigación y enviar emisarios al campo. Sin
embargo, no confiaba en ellos. Desde hace ya algún tiempo, los Consejos
Superiores consideraban al Estado de Vermont y a su Directum como una
amenaza. No una amenaza directa, por supuesto, ─ no teníamos ni el deseo
de conquistar, ni el gusto por el poder, ─ sino política. Gracias a la cohesión
de los diferentes líderes de clanes, las criaturas sobrenaturales de Vermont
vivían en perfecta armonía. Y, como sabemos, un lugar en paz y en el que nos
sentimos seguros, atrae a las familias. Resultado, el resto del país se fue
vaciando poco a poco de sus habitantes, mientras que nuestra población ─ y
por lo tanto, nuestra influencia, ─ aumentaba exponencialmente.

Me miró con sorpresa.

─ ¿Pensé que el Directum tenía la obligación de comunicarles este tipo de


información y que no hacerlo podría ser considerado como una traición?

─En efecto, pero lo que el Directum no sabe no puede causarle mal,


¿verdad Glen? ─ Le dije, mirándole fijamente.

Traducción: Voy a esconderle a los Altos Consejos lo que sucedió aquí esta
noche y no le diré nada al Directum para mantenerlo fuera de esto. Si eres un
chico inteligente, te irás a casa, a sumergirte en tu sueño de muerte y te
olvidarás de todo esto.

Un rayo de comprensión se iluminó en sus ojos y asintió lentamente.

─ Así es, ama.

Fruncí el ceño.

─ Yo no soy...

Sonrió y me interrumpió inmediatamente.

─ Eres y siempre serás nuestra ama, Assayim.

Desde que dirigí y protegí al clan de Raphael en la batalla que nos enfrentó
a los Mortefilis y al antiguo Tribain Katala; los sobrevivientes no sólo sentían
una gratitud y admiración inquebrantable, sino que aún me consideraban su
"Ama". Lo que afectaba francamente el sistema.
─ ¿Me dijiste por teléfono que conocías a la víctima? ─ le pregunté,
prefiriendo cambiar de tema.

Asintió con la cabeza.

─ Su nombre es Matthew Edge, es el hijo del alcalde de la ciudad.

¿El hijo del alcalde? Bueno, eso es todo lo que necesitaba...

─ ¿Pensé que este bar tenía status de club privado y se le prohibía la


entrada a los humanos?

─ En general, sí. Pero a veces se hacen excepciones, sobre todo cuando se


trata de gente importante... esta noche, había como diez de ellos.

Fruncí el ceño, molesta.

─ ¿Tantos testigos potenciales?

─ Sí y no. La mayoría de ellos ya se habían ido para cuando Matthew fue


asesinado...

─ ¿La mayoría?

─ Había dos chicas pero estaba muy oscuro, la música sonaba fuerte y
estaban sentadas en el extremo opuesto de la sala, estoy seguro de que no
notaron nada inusual, ─ dijo convincentemente.

─ ¿Qué hay de los otros? ¿Los nuestros? ¿Qué es lo que vieron?

Se encogió de hombros.

─ El chico se desmayó en la mesa, probablemente pensaron que estaba


borracho y durmiendo la mona.

Sonreí.

─ Genial... Siento que me voy a divertir interrogando a este pequeño grupo.

─ Puede que no sea necesario, Tony recuerda muy bien a la chica que vino
a abordarlo...

─ ¿Tony?

─ El camarero.

─ ¿Vampiro?
─ No, cambiaformas.

─ ¿Y dónde está ese "Tony"?

Se encogió de hombros.

─ No tengo ni idea.

─ ¿Disculpa?

─ Se empapó del olor de la silla en la que estaba sentada la chica y se lanzó


en su persecución.

─ No me digas: Tony es un puma, un tigre o...

─ Un chihuahua.

Abrí los ojos.

─ ¿Un chihuahua? ¿Un "chihuahua" está rastreando nuestra presunta


asesina?

─ Si.

Me miró fijamente.

─ ¿Eso te molesta?

En realidad, no sabía qué pensar al respecto. Una parte de mí estaba


encantada de que el cambiante tomara esta iniciativa tan rápidamente y la
otra pensaba que esta idea era estúpida y ridícula. ¿Un chihuahua? ¡No! ¡Pero
francamente!

─ Sabes, no tienes que preocuparte por él, no es muy fuerte, pero es un tipo
inteligente. Encontrará a esa perra dondequiera que se esconda...

¿Y luego qué? ¿Qué planeaba hacer? ¿Orinar sobre ella y morderle


salvajemente las pantorrillas?

─ No estoy preocupada por eso.

─ Lo estás y sé que te sentirás responsable si algo le pasara... eso sería algo


estúpido e ilógico, por supuesto, pero es lo que sentirías porque eres un
verdadero Assayim.

─ ¿Un verdadero Assayim?

─ Piensas más como un policía que como una asesina, ─ explicó.


El hecho de que lo entendiera me hizo de repente más comprensiva.

─ ¿Me estás adulando, Glen?

El vampiro dejó escapar una risa espontánea.

─ ¿Está funcionando?

─ ¡Habrase visto! ─ dije, dirigiendo mi atención hacia Matthew.

No era el momento de distraerse. Al menos no hasta que arreglemos este


problema. Hacer desaparecer un cadáver no suele ser uno, pero el cumurou
archanta que quedaba en el cuerpo de Matthew y en la sangre que escurría
de él, retenía todas sus propiedades tóxicas. Así que no podía llevarlo en mi
coche, ni enterrarlo, ni hacer que se lo comiera un lobo u otro carnívoro.

─ ¿Hay un sótano en alguna parte?

─ Sí, justo debajo de la barra. Sirve como dormitorio en caso de emergencia.

─ ¿Las paredes?

─ Están hechas de piedra. ¿Por qué? ─ Preguntó mientras un rayo de


comprensión nació en su mirada. ─ Oh... ya veo.

─ Levántalo y asegúrate de no tocarlo.

El vampiro agarró cuidadosamente el cuerpo de Matthew y luego se dirigió


al bar.

─ ¿Puedes levantar la escotilla?

Hice lo que me pidió, luego encendí mi linterna y lo seguí por las escaleras
hasta el sótano.

─ ¿No hay ataúdes? ─ Pregunté cuando entré en una habitación grande,


oscura y húmeda.

─ ¿Para qué? No hay ventanas aquí.

Una pregunta idiota...

─ Sígueme, ─ dijo, continuando su viaje a una segunda habitación y luego


a una tercera habitación que contenía un viejo barril.

Lanzó de cabeza el cuerpo de Matthew dentro del barril y dijo, volviéndose


hacia mí:
─ Eso debería limitar los riesgos.

Retuve mi sonrisa.

─ Tengo el control total de mi poder, Glen, no hay nada que temer...

─ El fuego puede propagarse.

─ Puede, pero no lo hará, ─ le contesté antes de cerrar los ojos y hacer que
una bola de fuego apareciera en la palma de mi mano.

─ Impresionante...

Le eché un breve vistazo y me pregunté si no era mejor matarlo también,


para asegurar su silencio, pero la mirada confiada y de admiración que me
dio me pareció demasiado sincera, demasiado real, como para ceder a este
impulso.

─ Retrocede un poco, sería una pena que escaparas del cumuroe archanta
para que terminaras en un montón de cenizas, ─ le advertí antes de lanzar la
bola de energía sobre el cuerpo de Matthew Edge.

La mayoría de la gente no lo sabe, pero un cadáver, sea humano o no, a


menudo tarda entre una o dos horas en ser completamente reducido a cenizas.
Luego están los residuos calcáreos de los huesos. Mi fuego era diferente al de
un crematorio o a las llamas de un incendio. Tomaba su fuente del corazón
mismo de la magia y eliminaba a un tipo de 150 kilogramos en sólo unos
minutos. Esto ofrecía algunas ventajas. Especialmente cuando se ejercía mi
profesión.

─ Quita el barril y las cenizas cuando termine. Nadie puede saber lo que
pasó aquí.

─ Sí, ama.

Ahora que me había deshecho de las pruebas que implicaban a las


potioneuses, iba a tener que buscar la verdadera causa del problema: la bruja
que se había escapado y que tenía que encontrar lo antes posible. Como no
había sido capaz de diferenciar su firma energética de la de los otros clientes
y depender de un chihuahua de 20 centímetros para ponerle las manos
encima, me parecía francamente desesperado, tendría que trabajar "a la
antigua usanza". En otras palabras, tenía que explorar la vida de la víctima
para encontrar un motivo.
Van a decirme que los motivos de los asesinos en serie rara vez son
personales y que no permiten mucha conexión entre un criminal y sus
víctimas. Es cierto, pero te responderé, en primer lugar, que no hay indicios
de que la potioneuse sea una asesina en serie y, en segundo lugar, que no
tengo ninguna otra pista en este momento. Además de que también me
permitirá analizar el modus operandi de nuestra asesina. Usar cumurou
archanta para deshacerse de un simple humano, tenía tan poco sentido, como
usar una bomba para deshacerse de un gusano. Esto me hizo pensar que
estaba tratando con una loca o ─en el peor de los casos─ con una mujer
decidida a enviar un mensaje como "Mírenme", "Miren lo que puedo hacer".
En cuyo caso, ella dio en el clavo. No sólo porque su víctima era una persona
prominente y ella había actuado en público, en un lugar emblemático de la
comunidad sobrenatural, sino porque había utilizado una fórmula prohibida
y porque cometer ese acto en este lugar, era mucho menos un crimen que una
verdadera declaración de guerra.

─ Hola, ¿Maurane?

─ ¡Pero estás loca! ¿Viste la hora? ─ Ella gruñó en el teléfono.

Maurane, la maestra de las potioneuses de Vermont, y yo éramos amigas.


Oh, no del tipo de amigas que se hacen confidencias y hablan durante horas
para contarse sus días, pero ambas sabíamos que podíamos contar la una con
la otra en caso de problemas. Lo que acababa de hacer por ella, esta noche,
era una ilustración perfecta de ello.

─ Cumurou archanta, ─ contesté lacónicamente.

─ ¿Quéeee?

─ Una potioneuse acaba de matar a un joven humano con cumurou


archanta, ─ repetí con un suspiro.

La oí tragar por teléfono.

─ Te estoy escuchando.

Le di un breve resumen de la situación y luego se quedó en silencio durante


unos segundos y preguntó en voz queda:

─ ¿Alguien más sabe de esto?

─ Glen Dorsay, el gerente del Whisper Bar. Él no dirá nada.

─ ¿Qué hay del cadáver?


─ Me deshice de él.

─ Así que por ahora...

─ No hay la más mínima prueba.

Suspiró aliviada.

─ Pero voy a tener que encontrar a esta chica muy pronto y hacerla
desaparecer, ─ agregué.

─ ¿Qué necesitas?

─ Necesito una lista de las brujas que puedan preparar una cumurou
archanta.

─ Considéralo hecho, pero puede que no sea muy larga... no muchas de


nosotras tenemos el poder y el conocimiento para dominar esta técnica.

─ Soy plenamente consciente de ello.

La fabricación de la cumurou archanta fue parte de mi entrenamiento de


Vikaris. Así como todos los otros venenos, de la larga lista de pociones
mortales. Pero tenía que admitir que esta era especialmente compleja de
elaborar.

─ Es una de nuestras pociones más poderosas, usarla para liquidar a un


ser humano es totalmente...

─ ¿Desproporcionado?

─ Iba a decir "inapropiado" pero sí. Hay tantas maneras más simples.

Reprimí una sonrisa. Siempre podíamos contar con las potioneuses y sus
fértiles imaginaciones para matar sin ser atrapados.

Sus mentes retorcidas siempre estaban alerta y sus actividades mortales


perfectamente ocultas. Venenos, cánceres fulminantes, ataques al corazón, no
les faltaban ni trucos, ni recursos para deshacerse de los inconvenientes y
otros impedimentos que las mantendrían corriendo en círculos.

─ Eso es lo que me preocupa. Espero que no estemos tratando con una loca.

─ Loca o no, tienes que detenerla antes de que nos ponga a todos en peligro.

Lo que significaba en lenguaje "Mauranesque", encontrarla, hacerla sufrir


y matarla. La maestra de las pociones podía parecer una flor bastante frágil,
pero era tan feroz y despiadada como una viuda negra que se comía a su
macho, después de la relación sexual.

─ Haré todo lo posible, ¿pero estás consciente de que si la situación se nos


va de las manos, no tendré otra opción que informar al Directum?

─ ¿"Se nos va de las manos"?

─ Sí, ya sea que esa chiflada esparza la poción o empiece a matar a todo el
mundo.

─ Ah Rebecca, hay tanto que me gusta de ti.

─ ¿Mi tez rosada? ¿Mi nuevo perfume? ¿Mi auto nuevo?

─ Tu optimismo.

─ Oh, sí, eso también.

Ella suspiró profundamente.

─ Acabo de enviarte la lista que me pediste... mira en tu correo electrónico.

─ Eso fue rápido, ─ dije buscando en mi celular. ─ Pusiste tu nombre en la


parte superior de la lista. ─ Añadí, sorprendida cuando abrí el documento.

─ Soy la más talentosa y por lo tanto la más capaz de hacer cumurou, ─


contestó en un tono razonable.

─ ¡Hey! ¡Pero también añadiste el mío!

─ Sabes cuánto me gusta ser precisa.

─ Estás loca, ¿lo sabías?

─ Me declaro culpable. Por cierto, cuando termines y me traigas la cabeza


de la chica...

¿La cabeza? ¿Por qué siempre es la cabeza? Podrían pedirme, no sé, un dedo
meñique, tal vez... es fácil cortar un dedo meñique....

─ ¿Realmente quieres que...?

─ No solo quiero su cabeza, sino que también me aseguraré de que todo su


linaje, sus amigos y todo nuestro clan puedan verla. Quiero hacer un ejemplo
de ella Rebecca, quiero que nunca lo olviden...

¿Y era a mí a quien llamaban "perra espeluznante"?


─ Está bien, pero me debes una grande. Soy una ejecutora, no una
carnicería al por menor.

─ Lo bueno es que una vez que este caso esté resuelto, estaba pensando en
llevarte de compras.

¿De compras, yo? Ew...

─ ¿No preferirías ir a cazar? Podrías probar nuevas pociones, transformar,


envenenar a los malos o incluso hacerlos estallar si eso quieres.

Maurane siempre tenía ideas divertidas. En nuestra última expedición


punitiva, ella había lanzado un aghantiam a un zorro exhibicionista. Su cola
se había caído de inmediato, lo que hizo que ese idiota se sintiera
completamente desnudo.

─ Ajá...

La actitud de Maurane me molestó. Después de la noticia que le acabo de


dar, ella debería haber estado estresada, ansiosa y no proponerme algo tan
inútil como ir de compras... ¿Qué le estaba pasando? ¿Estaba loca o qué?

─ Maurane...

─ Por favor...

Definitivamente no me gustó el giro que estaba tomando esta conversación.

─ ¿Por qué estás... oh oh...?

─ ¿Qué?

─ ¿Conociste a alguien? ─ Le pregunté, arrepintiéndome inmediatamente.

Silencio.

─ ¿Maurane?

─ Sí y no.

─ ¿Qué quieres decir con "sí y no"?

─ Nos conocimos hace bastante tiempo.

─ Ya veo.

─ ¿Puedo hacerte una pregunta personal?


Sonreí por dentro. No sabía nada sobre la vida amorosa de la maestra de
las pociones. Ni siquiera sabía si estaba comprometida, soltera o quién era su
amante. Y ella, por otro lado, fingió hasta ahora ignorar al mío, lo que me
parecía perfectamente bien.

─ Depende...

─ ¿Cómo lograste seducir a Rafael?

Silencio.

─ ¿Rebecca?

Suspire.

─ Yo no hice nada.

─ ¿Nunca trataste de llamar su atención?

Con su largo cabello dorado, sus rasgos perfectos y sus ojos extravagantes,
Rafael era de una belleza irreal, totalmente inhumano, y poseía un carisma
impresionante, sin embargo, esa idea ni siquiera cruzó por mi mente en ese
momento. Y por una buena razón. Ese tipo era uno de los depredadores más
peligrosos y poderosos del mundo. Querer "llamar su atención" habría sido
tan inepto como ver a una gacela desfilando y girando sus caderas frente a un
sexy león.

─ No.

─ ¿Por qué?

─ Me estás asustando...

Ella estalló en una risa incrédula.

─ ¿Por qué no me dices qué está pasando? ─ añadí.

─ No está pasando nada. Ese es el punto. No me mira. No me ve... he


intentado docenas de veces de atraerlo a mi cama, pero todo lo que he
conseguido es hacer el ridículo.

Maurane tenía una larga melena roja y rizada, una piel diáfana y una cara
impresionante. Y sus modales, su gracia y su vivacidad de espíritu le daban
un encanto irresistible. Lo que implicaba que el hombre en cuestión o era ciego
y sordo, o tenía gustos muy particulares o era un eunuco. Tal vez incluso las
tres.
─ Um...

─ ¿Es todo lo que tienes que decir?

─ Maurane, si quieres consejos sobre armas, las diez formas de matar a un


demonio o quemar a un vampiro, soy tu mujer. No estoy calificada para
manejar mierdas emocionales, créeme.

Ella suspiró.

─ Lo sé, pero estoy desesperada.

Fruncí el ceño. Obviamente, podía ser una asesina, una temida líder de
clan... y comportarse como una niña ingenua.

─ Es curioso, por lo que dices, parece que te preocupas mucho por este tipo.

La oí contener el aliento por el teléfono.

─ Ese es el caso.

El silencio se hizo tan espeso que casi se podía caminar sobre él.

─ Está bien, ─ dije después de un rato.

─ ¿Qué?

─ Iré contigo a tu maldito día de compras y si te portas bien, dejaré que te


lamentes en mi hombro.

─ ¡Gracias, gracias!

─ Pero te advierto, estamos comprando en cuatro boutiques como máximo


y me gustaría que reservaras en Chang.... Me encantan sus albóndigas.

─ Es un trato, ─ contestó antes de colgar.


La gente miente. Todos mienten. A algunos les gusta presumir porque les
hace sentir que existen, otros porque no les gusta herir la sensibilidad de sus
seres queridos o por facilidad. Otros, como en este caso, porque les doy un
susto de muerte y quieren salvar sus vidas. Para éstos últimos, es difícil
culparlos: sus temores suelen estar perfectamente justificados.

─ ¿Matthew Edge? ─ Pregunté, mirando a la rubia con ojeras y tez blanca


que levantaba con orgullo su barbilla.

Una nariz recta, una boca un poco grande, cabello sin brillo, Kelly Farn no
era ni bonita ni fea. Con su ropa sobria y barata, evidentemente no quería
llamar la atención, sino que parecía particularmente, preocupada por
evitarla.

─ Te lo acabo de decir, no lo conozco.

─ ¿Qué hacías con él anoche en el Whisper Bar?

Le pregunté.

Ella miró preocupada la culata de mi pistola, que sobresalía de la funda en


mi hombro y se endureció ligeramente.

─ No tengo...
─ Varios testigos te han visto con él Kelly, dicen que se veían bastante
íntimos, ─ agregué con los ojos entrecerrados mientras me inclinaba un poco
encima de mi escritorio.

Tony, el camarero del Whisper Bar había hecho un buen trabajo. Había
seguido a Kelly Farn hasta su hotel y me llamó para darme su dirección.

Prometo que nunca más me burlaré de los chihuahuas.

Ella se rió un poco, pero la vergüenza que estaba expresando me dio la


impresión de que se hubiese clavado una espina en su garganta.

─ Está bien, estaba borracha y coqueteé con un tipo en ese bar. ¿Dices que
su nombre era Matthew Edge? Quizás, ¿qué se yo?

Levanté las cejas.

─ ¿Suele pasar?

─ ¿Qué?

─ ¿Qué beses a extraños en bares?

─ Me gusta divertirme, no es un crimen, ¿verdad?

─ Divertirse, no, pero envenenar a este pobre chico con un cumurou


archanta sin duda lo es, ─ contesté con una sonrisa.

─ ¡No fui yo! ¡Yo no hice nada!

Superando en pocos pasos la distancia que nos separaba, la golpeé


violentamente en la cara.

─ Estás mintiendo.

─ La maestra de las potioneuses... exijo el arbitraje de la maestra de las


potioneuses del Estado de Vermont, ─ tartamudeó, un torrente de sangre
escapaba de su boca.

Si hubiera sido un asunto interno del clan de las brujas, probablemente


habría accedido a su petición y dejado que Maurane decidiera por sí misma
qué hacer con esta perra. Desafortunadamente, ─ ¿o afortunadamente? ─
para ella, no sólo no había autorizado su presencia en mi territorio, sino que
su víctima era humana e hijo del alcalde de la ciudad. Lo que la puso de facto
bajo mi jurisdicción.
─ Solicitud denegada. Bueno, hagámoslo corto: sé que envenenaste a ese
chico, lo que no sé, sin embargo, es "¿Por qué?".

─ Yo no lo maté, no fui yo... No sé por qué piensas...

Levanté una mano en el aire llena de poder y la bajé lentamente hacia sus
piernas. Ella sintió unas ondas sobre sus rodillas, luego el calor de las llamas
en sus extremidades y finalmente un dolor insoportable debido a su falda, que
se derretía lentamente sobre su piel. Ese es el problema con el acrílico: se
derrite, no arde. Empezó a gritar.

─ Acaba con ella, por favor. ¡Deja de gritar, me está distrayendo! ─


murmuró repentinamente una voz desde la parte de atrás de la habitación.

Sentada en un sillón y ataviada con un vestido amarillo con flores,


Madeleine contaba con una mirada contrariada los puntos del suéter que
estaba tejiendo para mi hija, Leonora.

─ ¿Rosa? ─ pregunté en tono dudoso antes de agarrar la jarra de agua que


estaba en el escritorio y verterlo indiferentemente sobre los miembros heridos
de la potioneuse.

Los gritos de dolor de Kelly Farn cesaron inmediatamente. Dejó de moverse


y cayó en su silla como un globo desinflado.

─ Bueno, ¿qué? A todas las chicas jóvenes les gusta el rosa, ¿no?

Chicas jóvenes tal vez, pero no a la mía. Leonora había cambiado mucho
últimamente. Había perdido sus mejillas de bebé, se entrenaba en combate
dos veces al día y cambió sus bonitos zapatos, pequeñas blusas y chalecos
pastel, por mallas, camisetas, botas de combate y suéteres. No sabía si se
debía a su crisis de adolescencia o si se vestía así por razones prácticas –la
ropa negra ocultaba perfectamente las manchas de sangre─, pero tuve que
admitir que su look de "comando" estaba comenzando a molestarme.

Madeleine sonrió mientras examinaba su trabajo y luego se encogió de


hombros.

─ Cuando era joven, a tu abuela le encantaba este color y creo que Leo es
su viva imagen.

Imaginar a mi abuela joven no era fácil. Desde que tengo memoria, tenía
la impresión de que siempre la había visto como una anciana. No tenía idea
de porque era así. Quizás fuera por su cabello blanco, sus trajes estrictos o la
ausencia de una fotografía que se remontara a su aspecto anterior, pero era
incapaz de visualizarla de otra manera.

─ Leo no se parece a la abuela, se parece a mí...

─ Y te pareces a tu abuela, excepto por el color de tu cabello y tus ojos, por


supuesto. ¿Anthea nunca te dijo eso?

No, por supuesto que no. Durante años, mi abuela me había ignorado,
despreciado y tratado como a una extraña. Y aunque nuestra relación había
evolucionado significativamente desde que asumí el liderazgo de nuestro clan
─pueden decir lo que quieran, pero pasar de ser una "sucia traidora a la que
hay que liquidar" a ser una "soberana respetada y venerada" en tan sólo unos
pocos meses era un poco perturbador─, su repugnancia, por la sangre de
demonio que fluía por mis venas, seguía siendo tan fuerte como siempre.

─ No.

─ Tu abuela era como tú, dondequiera que iba, los hombres sólo tenían ojos
para ella.

Sí, y como Medusa, probablemente los había petrificados a todos...

─ Bueno, ¿dónde estaba? ─ dije mientras intentaba reunir mis


pensamientos....

─ Ah, sí, ─ agregué, dirigiendo mi atención a la potioneuse que gemía de


dolor.

Una máscara de puro terror, se mostraba ahora en su rostro y un olor a


carne quemada había invadido la habitación.

En realidad, el olor a carne quemada no era tan horrible como podrías


imaginar. Es bastante extraño, pero siempre y cuando ni el cabello ni los
órganos internos estén afectados, es bastante tolerable en general.

─ El asesinato...

La barbilla de Kelly empezó a temblar. Las lágrimas fluían sobre sus


mejillas.

─ ¿Por qué?

Levanté las cejas.

─ ¿Por qué, qué?


─ ¿Por qué te importa lo que le pase a ese humano? Es sólo un hombre no
es como...

─ ¿Como si hubieras matado a uno de nosotros? ─ Continué con una sonrisa


burlona.

─ Los hombres son animales, presas de vampiros y ganado para los lobos y
cambiantes... no son nada... nada en absoluto...

─ "¿Animales?" ─ Una señal de alarma empezó a resonar en mi cabeza.

─ ¿Eres un opperste?

Recientemente, ha surgido un movimiento antihumano en muchos clanes


de todo el país. Sus miembros fueron llamados "opperstes", un nombre
derivado del holandés que significa "superior". Este grupo de fanáticos creía
que las criaturas mágicas debían revelarse al mundo y reducir al "ganado
humano" a la esclavitud. No es necesario especificar que los encontraba no
sólo dementes, sino extremadamente peligrosos.

─ Sí.

─ Genial, es todo lo que necesito.

─ Pero... pero no está prohibido... ¿verdad?

No, no estaba prohibido. Todavía no. Algunos Altos Consejos, como el de


los demonios y el de los lobos, consideraban con demasiada benevolencia para
mi gusto el ascenso de estos grupos extremistas en nuestras filas. No sabía
cuáles eran sus motivaciones, ni qué les empujaba para mostrar tanta
indulgencia, pero no me importaba. Yo estaba decidida a no dejar que estos
locos esparzan su sucia propaganda en mi territorio.

─ ¿Por qué mataste a Matthew Edge?

Ella miró hacia otro lado.

─ No lo sé...

─ Está mintiendo, ─ comentó Madeleine en tono tranquilo.

Madeleine había torturado y extraído tantas confesiones, tanta


información y confidencias a tanta gente, durante su larga existencia, que ella
era capaz de detectar las mentiras casi tan efectivamente como los lobos ─
excepto que los caninos no le sacaban los dientes a sus prisioneros, no los
desollaban vivos, ni le sacaban los ojos; ─ sólo se contentaban con comérselos,
por supuesto.

─ Oh Kelly, Kelly, mira el estado de tus piernas, ¿realmente quieres que lo


haga de nuevo? ─Susurré antes de hacer que una bola de fuego apareciera en
la palma de mi mano.

Mi poder la acarició, la sentí temblar, y luego vi su orina fluir lentamente


en la silla.

─ ¡No! ¡No! ¡Por favor! ¡No hagas eso! ¡Basta! ¡Para! ¡Para! ─ Gritó

─ ¿Y bien?

─ Tenía... tenía órdenes.

─ ¿Órdenes de quién?

─ No lo sé... él… él nos envía listas de objetivos, pero nunca tratamos


directamente con él.

─ ¿Este hombre es un opperste, como tú?

Ella asintió.

─ Es un miembro de alto rango de la organización, pero ya les dije, que no


me sé su nombre. Sabes, esta es la primera vez que... quiero decir, es la
primera vez que he hecho este tipo de cosas... nunca había matado a nadie
antes.

Por extraño que parezca, le creí. Los profesionales eran mucho más duros
y tenía nervios de acero. Aunque Kelly Farn puede estar severamente
quemada y sufriendo un martirio, obviamente no tenía la resistencia de una
verdadera asesina y no había sido entrenada para hacer frente a este tipo de
situaciones. Todavía no sabía quién era el patrocinador, pero una cosa era
cierta: no le importaba, en absoluto, lo que podría pasarle a los imbéciles
descerebrados, que se las arregló para manipular.

─ ¿Matthew era tu único objetivo?

─ Sí.

─ ¿Actuaste sola?

─ Sí.

─ Ella miente, ─ Madeleine intervino de nuevo.


─ ¡No! ¡No! ¡Te juro que no estoy mintiendo!

─ ¿Pero nos estás ocultando algo?

─ No, no, yo...

Acerqué mi mano a su carne quemada. Empezó a inmediatamente a


temblar, completamente aterrorizada.

─ ¡Espera un minuto! ¡Espera un minuto! Éramos tres...

─ ¿Tres para matar a un humano?

─ No. Los otros tenían la responsabilidad de liquidar al Jefe de la Policía


de Burlington, Joe Barn y al gobernador de Vermont Harry Durst.

Nada más que peces gordos... Si estos cabrones se salieran con la suya,
sería un desastre. La zona pronto se llenaría de policías humanos... habría
investigaciones, vigilancia... los míos han estado escondiendo su existencia de
los humanos durante siglos, no podíamos correr el riesgo de verlos husmeando
por ahí. No cuando Vermont era el hogar del mayor número de sobrenaturales
del país.

Giré hacia Madeleine.

─ ¿Qué opinas tú?

Ella sonrió con un aire malvado.

─ Los opperstes son una fuente de problemas. Tendremos que eliminarlos.

─ Estamos de acuerdo, ─ asentí con la cabeza antes de tomar mi arma y


enroscar el silenciador en el cañón.

─ ¡No! ¡No! ¡No tienes derecho! ─ De repente tartamudeó la potioneuse con


voz débil.

En realidad, sí. En este mundo, mi mundo, el mundo de las criaturas


sobrenaturales, un Assayim tenía toda la potestad y en particular el derecho
de matar a asesinos y criminales de todo tipo, que tuvieran la mala suerte de
arrastrar sus polainas por su territorio. Era parte del trabajo. Decir que me
daba placer, remordimiento o cualquier emoción, habría sido muy exagerado.

─ Tienes que elegir: dejo que esta vieja bruja Vikaris se divierta contigo
para hacer que escupas todo lo que sabes antes de que te mate o simplemente
me das los nombres de tus cómplices de inmediato y te dispararé gentilmente
una bala en el cráneo, ─ anuncié fríamente.

Abrió los ojos y miró a Madeleine con horror.

─ ¿Una... una Vikaris?

Asentí suavemente.

─ Oh, Dios mío, ─ susurró antes de que nerviosamente rompiera en


llanto…

─ ¡Toma! ─ Le dije con frialdad desatando sus muñecas antes de darle una
hoja y un bolígrafo.

Su mirada pasó de Madeleine a mí, luego de mí a Madeleine, como si


dudara entre la peste y el cólera. A veces, ciertas decisiones son una mierda,
las de Kelly lo eran por mucho, pero al menos tenían el mérito de ser simples:
se enjugó con su manga las lágrimas que inundaban sus mejillas y comenzó a
escribir...
─ ¿Puedes decirme por qué sigo siendo yo la que interpreta el papel del
hombre del saco? ─ suspiró Madeleine, metiendo la cabeza de Kelly Farn en
una bolsa de plástico antes de arrojarla indiferentemente al mini
refrigerador2.

Mi cara se iluminó con una gran sonrisa.

─ No lo sé. ¿Quizás porque eres una sádica sociópata que escapó de la boca
del infierno?

─ No existe tal cosa como el infierno.

Las Vikaris no creían ni en el diablo, ni en su inmensa sala de tortura


privada, lo que, a la vista de sus crímenes y abusos, era más bien una
tontería...

─ Veo que nunca pusiste un pie en Macy's el primer día de rebajas, ─


bromeé antes de abrir la puerta de la cabaña, que servía como mi oficina y de
levantar el cuello de mi abrigo.

Los inviernos eran a menudo largos y duros en Vermont. La nieve caía con
fuerza y hacía mucho frío casi todo el tiempo. Estaba acostumbrada a ello y a
disfrutar del aire fresco, del esquí y de las vastas extensiones blancas y

2
boscosas, pero cada vez más a menudo, fantaseaba con carteles de agencias
de viajes que mostraban islas paradisíacas y hermosas chicas, en trajes de
baño pavoneándose a la orilla del mar.

─ ¿Por qué no le dijiste a esa chica quién eras, en vez de perder el tiempo
torturándola? ─ dijo ella pegándome la bolsa de plástico en la cara.

Suspiré, irritada y le arranqué la cabeza de la potioneuse de las manos.

─ ¿Qué quieres que haga? ─ le contesté gritando: ¿"Oíd, oíd, vuestra


Assayim es la Reina de las brujas de guerra Vikaris, entonces, hombres
malvados, tened cuidado con vuestros culos"?

─ Por ejemplo...

Miré hacia el cielo e imaginé el pánico que tal declaración podría causar
entre la población sobrenatural local. Por razones extrañas, la gente
reaccionaba exageradamente cuando se mencionaba la palabra "Vikaris".

─ Nadie se atrevería a cometer más crímenes en la región, si supieran con


quién estaban tratando realmente, ─ añadió con una sonrisa.

─ El territorio de Vermont es el más tranquilo y apacible de la región de


Estados Unidos, la gente se siente segura aquí. Cuentan conmigo para
protegerlos. No creo que siguieran confiando en mí, si supieran la verdad, ─
le expliqué.

Se encogió de hombros.

─ Raphael la conoce al igual que todos los otros líderes de clanes.

─ Exactamente. Pero en caso de que no te hayas dado cuenta, ninguno de


ellos quiere hablar de eso.

─ Uno se preguntaría por qué, ─ se rió.

Fruncí el ceño.

─ Madeleine...

─ Bien, vale, lo entiendo... ¿Cómo planeas encontrar a estos dos? ─


preguntó, blandiendo la hoja de papel en la que Kelly había escrito los
nombres de los asesinos.

Levanté las cejas.

─ ¿A quiénes? ¿A Jack Bauer y Richard Castle?


─ Sí.

Sonreí.

─ Te lo dije, son seudónimos tomados prestados de personajes de series de


televisión.

─ ¿Y esta idiota no lo sabía?

─ Obviamente, ─ respondí, subiendo lentamente por el pequeño pasillo de


madera que conducía a la casa de campo donde me había mudado, desde que
mi edificio se derrumbó.

Bosques hasta donde alcanza la vista, una cabaña a pocos metros de


distancia que utilizaba como oficina, mi nueva casa se adaptaba mucho más
a mi estilo de vida, que mi apartamento en el centro de la ciudad. La guinda
del pastel: mis vecinos ya no corrían el riesgo de ser asesinados en todo
momento, lo que era muy positivo.... Bueno, especialmente para ellos.

Madeleine entrecerró los ojos.

─ Por eso te pregunté: ¿cómo piensas ponerles las manos encima?

─ Oh, muy simple.... contacta con los líderes de los clanes, adviérteles de la
presencia de dos asesinos opperstes en nuestro territorio y pídeles que envíen
a todos sus hombres a que registren la zona. Tenemos que encontrarlos antes
de que actúen. Sobre todo no dejes que los maten, tendré que interrogarlos...

─ ¿Qué hay de los objetivos?

─ Aligarh es amigo del gobernador, pídele que envíe a algunos cambiantes


para protegerlo discretamente. Entonces, una vez que hayas hecho eso, quiero
que te encargues tú misma de la protección del jefe de la policía.

─ ¿Qué hay de ti?

─ ¿Qué hay de mí?

─ ¿Quién te protegerá?

El consejo de las Vikaris ─y mi abuela en particular─ había decretado que


yo debía disfrutar, como nueva soberana de nuestro clan, de una estrecha
seguridad. Así que le pidió a Madeleine que me protegiera. Lo que me pareció
completamente ridículo. No porque dudara de sus habilidades como
guardaespaldas ─conocía a la Vikaris lo suficiente como para saber la bruja
retorcida, viciosa y peligrosa que se escondía bajo el disfraz de esta
encantadora y conmovedora anciana─, sino porque me traía muchos más
problemas por su cuenta, que todos los bastardos que trataban de matarme.

─ Yo soy el Assayim... y estoy en mi territorio. ¿Qué quieres que me pase?

Levantó las cejas.

─ Um, déjame pensar. Desde que estoy aquí, te han disparado muchas
veces, un cambiante te laceró la cadera, un lobo solitario ha intentado cortarte
el cuello...

Me encogí de hombros.

─ Insignificancias...

─ Tal vez, pero molesta al consejo. Eres la fuente de nuestro poder y la


fuerza de nuestro clan, Morgane, tienes deberes y responsabilidades.
Deberías dejar de jugar y volver a casa.

Sí, eso es lo que debería haber hecho, lo que una buena Reina habría hecho,
era mi deber. Pero no tenía ninguna intención de hacerlo. Mi vida estaba aquí
en Burlington con mi hija, Beth, Bruce, Raphael... no estaba lista para dejarlo.
Ni siquiera por una corona. Además, ¿qué sentido tenía? ya podía fusionarme
remotamente con mi asamblea ¿De qué serviría? si ya estaba
permanentemente conectada con mis hermanas. Ya decenas de hilos
metafísicos se habían entretejido entre mi magia y la de ellos y podía sentir
en cualquier momento el sabor de su poder bajo mi lengua. Yo era su
receptáculo... el catalizador más poderoso que jamás hayan visto... ¿qué más
podían pedir? ─ El consejo no me necesita, la abuela y los demás son muy
capaces de manejar los asuntos del día a día.

─ El consejo no es la Prima, ─ objetó Madeleine. ─ Tienen una visión mucho


menos "pacífica" que la tuya... Algunos de sus miembros no están muy
contentos con el acuerdo que hiciste con Michael y menos aún con el que
hiciste con el Alto Consejo de los Demonios.

Su reacción no me sorprendió demasiado. La guerra y la eliminación


masiva de vampiros y demonios de la faz de la tierra eran la obsesión de las
Vikaris. Su única razón para vivir. No temían ni la muerte ni el sufrimiento,
sólo a fracasar en esta misión. Los acuerdos de paz a los que había llegado con
el Consiliere Michael, el padre de mi hija y el maestro de los vampiros
europeos, así como con el Alto Consejo de los Demonios, eran una verdadera
ofensa para ellas. Era perfectamente consciente de ello. Pero los tiempos
habían cambiado. La guerra había terminado, las viejas alianzas habían
muerto, los demonios y los vampiros se habían organizado, participaban
activamente en la vida política y económica de nuestra comunidad, tenían
representantes en cada estado, en cada país y respetaban el pacto que habían
hecho con otras especies sobrenaturales y todas nuestras leyes. En resumen,
habían logrado evolucionar y adaptarse y no había razón para que no
pudiéramos hacer lo mismo.

─ No había otra opción.

─ Algunas de nuestras hermanas no están de acuerdo.

Un pensamiento cruzó mi mente y casi estallo en risas porque me pareció


una locura.

─ No temen que las traicione, ¿verdad?

─ No, no mientras la Diosa esté a tu lado... no... temen tu debilidad.

─ ¿Qué hay de la abuela?

Ella dibujó una sonrisa.

─ Oh, tienes muchos defectos, tantos, que no puedo nombrarlos todos, pero
Anthéa sabe perfectamente que "debilidad" no es uno de ellos.

No estaba tan segura como ella. La abuela sentía que los lazos emocionales
que había forjado con Beth, Raphael, Bruce y algunos otros en los últimos
años me habían ablandado considerablemente. No era del todo cierto, pero el
hecho es que yo había cambiado. Mi alma seguía siendo la de una Vikaris y
siempre servía a mi Diosa con devoción, pero ya no estaba consumida por la
rabia o la necesidad de matar. ─ Eso es reconfortante.

─ Pero no es suficiente. Una Reina no se contenta con proteger y amar a su


gente, Morgane, ella los guía. Y por ahora, los nuestros están completamente
perdidos.

La abuela me preguntó si había pensado en el futuro de nuestro clan y, en


ese momento, no sabía qué decirle. La Diosa nos había dado la misión de
proteger al mundo y a su creación y, durante siglos, eso fue lo que hicimos,
matando a los vampiros y a los demonios que lo corrompían. Pero ya no eran
una amenaza hoy en día. Sus aspiraciones bélicas habían desaparecido, al
igual que sus deseos de conquista y destrucción. Y por primera vez en nuestra
historia, teníamos que afrontar nuestras dudas e interrogantes: ¿qué
deberíamos hacer ahora? ¿Qué quería Akhmaleone y especialmente qué
nueva tarea tenía para las Vikaris? Se nos abrían muchos caminos, algunos
más arduos y difíciles que otros, y todavía no tenía ni idea de lo que la Diosa
quería que hiciéramos.

─ He rezado, pero la diosa no me ha respondido.

─ Tal vez quiera que tú tomes esta decisión.

─ ¿Y si me equivoco?

─ Akhmaleone te ha elegido como Reina, Morgane. Sabe qué harás la


elección correcta.

Ella me había elegido a mí, sí. Y cuando las Vikari se negaron a obedecer a
la magia del Majgah y su decisión, les había privado parcialmente de sus
poderes. Pero no estaba segura de que su temor y la devoción a la Diosa, eran
suficientes motivos para convencerlas de que confíen en mí.

─ Es curioso, pensé que serías la última persona en el mundo que me daría


ese tipo de discurso.

De niña, sólo había visto odio y crueldad en Madeleine. Pero nadie era así.
Al menos no del todo. La gente es más compleja de lo que quiere mostrar. No
existe el blanco y negro absoluto. El mundo no es así.

─ Soy la humilde sierva de la Diosa, todo lo que he hecho, todos los actos
que he cometido en mi vida han sido para Ella, para servirla. Ahora la honro
sirviéndote a ti, ─ dijo Madeleine con fervor.

Mis labios se curvaron con una sonrisa.

─ No creo que sea tan simple.

─ Lo es para mí. Y para tu abuela.

─ Pero para las otras, las que no quieren cumplir con la decisión de los
Diosa, ellas...

─ Aquellas que rechazan las decisiones divinas son blasfemas, traidoras y


perjuras y deben ser juzgadas como tales.

No sabía qué pensar al respecto. Por un lado, estaba contenta de tener un


poco de apoyo, pero por otro lado, me preguntaba a dónde me iba a llevar.
Odiaba la idea de que pudiera haber una división dentro de mi clan. Y si,
estaba de acuerdo con ellas, en que el deber principal de una Vikaris era
humildemente cumplir con las decisiones de Akhmaleone, pero tampoco podía
culpar a mis detractores. No mientras compartiera una parte de sus miedos y
dudas.

─ ¿Qué hay del consejo?

─ Él espera y observa tus decisiones.

─ Maravilloso... ¿qué pasa si cree que no estoy a la altura?

Me miró durante mucho tiempo y luego se encogió de hombros.

─ Entonces siempre habrá tiempo para tomar una decisión... mientras


tanto, ve a cambiarte, hueles a quemado.

Luego empujó la puerta del chalet, agarró el teléfono inalámbrico de su


base, puso a hervir agua para el té y empezó a contactar uno por uno a los
líderes de los clanes mientras yo metía la cabeza en el refrigerador y me dirigí
hacia mi habitación para cambiarme.

El chalet había sido decorado por el diseñador de interiores de Raphael que


lo había convertido en un lugar increíblemente cálido y acogedor. Las paredes
de madera clara, las cortinas, las alfombras, los accesorios de iluminación, los
muebles pintados, los grandes sofás y los cojines beige, daban la sensación de
estar en un verdadero capullo. Cuando entré a mi cuarto, fui hasta mi
vestidor, agarré un jean negro de cintura baja y un suéter de cuello de tortuga
negro del estante y me vestí de nuevo.

─ ¿Quieres una taza de té? ─ preguntó Madeleine, desde el marco de la


puerta mientras me abrochaba los pantalones.

─ No, gracias. Ya hemos perdido demasiado tiempo, me voy, ─ exclamé


mientras caminaba hacia mi mesita de noche.

Abrí el cajón y le di un juego de llaves.

─ Aquí y ten cuidado, no ha sido revisado.

No había usado mi Chrysler en años, Beth y mi hija Leo había intentado


muchas veces de convencerme de que lo vendiera, pero no me atrevía a
hacerlo. Estaba tan apegada a ese viejo coche como un vaquero a su viejo
caballo.

─ Puedo tomar el 4 × 4 si lo prefieres, ─ sugirió.

El 4×4 fue un regalo de Rafael. Era magnífico y el seguro costaba un ojo de


la cara. No había forma de que dejara que este peligro público lo condujera.
No cuando estrelló tres coches de alquiler en tres meses y que veía tan mal la
carretera que conducía prácticamente con la cabeza pegada al parabrisas.

─ No.

Ella sonrió amablemente.

─ ¿Incluso si prometo tener cuidado?

─ Dije que no.

Tratar a una mujer mayor de setenta años como a una adolescente de


dieciséis puede parecer extraño, pero Madeleine no era una anciana como las
demás. Era una vieja bruja cegata y testaruda.

Me miró enfurecida y luego gruñó.

─ Reina malvada...
El problema cuando se vive en una zona turística es el número de hoteles,
campings y hostales de cama y desayuno que abundan en todas partes. Aquí
era invierno, por lo que la tasa de llenado en las estaciones de esquí como
Stratton Mountain, Sugarbush, Mount Snow, estaba en su punto más alto.
No era el caso de Burlington ni de Montpellier, pero aun así íbamos a
necesitar un golpe de suerte si queríamos encontrar a los dos asesinos
fanáticos antes de que nos hundan en nuestra ruina. Nuestro anonimato ─o
mejor dicho, nuestra "inexistencia"─ es la garantía de nuestra supervivencia.
Sin embargo, ya habíamos estado cerca del desastre unos meses antes, cuando
un bloguero de Nueva Jersey, que estaba interesado en los fenómenos
paranormales, afirmó tener pruebas de que el asesino en serie responsable de
diez brutales asesinatos en Hoboken, era un ser mitad hombre, mitad bestia.
Normalmente, no prestamos mucha atención a este tipo de testimonios
porque hay miles de ellos y nadie cree en ellos excepto los chiflados, pero
desafortunadamente, esta vez, no fueron las divagaciones de un estafador o
de un lunático. Un renegado cambiaformas leopardo había cometido estos
crímenes y el Assayim local había tardado en neutralizarlo. El bloguero en
cuestión parecía tener un video del puma en el proceso de transformación,
estaba a punto de ponerlo en línea y había atraído a mucha gente a su blog
gracias a su efecto publicitario. Pudimos intervenir in extremis haciendo
desaparecer al bloguero y a sus imágenes comprometedoras, pero había sido
justo.

─ ¿Rebecca?
─ ¿Sí, Beth?

Beth era mi mejor amiga y la Raani del clan de los lobos. Una diplomática
excelente y una cazadora excepcional, los líderes de los clanes del Directum
le habían confiado juiciosamente la tarea de ayudarme en las cacerías y en
las misiones coordinadas.

─ ¿Dónde estás?

─ Me dirijo al centro. ¿Qué hay de ti?

─ Estoy peinando Gilbrook y Valley Park y todos los pueblos que hay
alrededor. Ali envió a diez de sus mejores hombres a Montpellier. La manada
se ocupa de los exteriores de Burlington, las potioneuses, chamanes y
demonios, los hoteles y las habitaciones de huéspedes. Los vampiros se harán
cargo durante la noche. Vamos a encontrar a estos bastardos.

─ No olvides que los necesito vivos, Beth...

─ Pfff...

─ Lo digo en serio. Las opperstes son sólo peones... Quiero saber quién los
manipula y por qué.

─ Realmente no eres divertida, ─ suspiró antes de colgar.

Aparqué rápidamente en Church Street y me bajé del coche respirando el


aire helado a mi alrededor. Sabía por experiencia que cuando un asesino
llegaba a una pequeña ciudad desconocida, instintivamente tiene la tendencia
a elegir un hotel o habitación de huéspedes ubicado en el barrio más
concurrido y animado. En primer lugar, porque buscaba mezclarse con la
gente y no quiere llamar la atención, y eso es sencillamente porque la gente
tiene hábitos que están bien arraigados en las pequeñas ciudades. Van a las
mismas tiendas, a los mismos cafés... Si tuviera que dispararle a un policía
con tanta experiencia como el Jefe de la Policía de Burlington, no lo haría en
su casa o en su lugar de trabajo, sino que esperaría pacientemente cruzarme
con él en la panadería o en su bar favorito. Lo cogería por sorpresa en el
momento en que es más vulnerable…

El Hotel Vermont en Cherry Street era un edificio muy bonito que mezclaba
con buen gusto piedras y ventanales ultramodernos. Limpio, elegante, con
aparcamiento y restaurante, atraía a muchos turistas y estaba prácticamente
lleno.

─ ¿Sra. Kean?
Levanté la vista y vi al recepcionista, un hombre alto y delgado con gafas
vestido con un traje negro. Me sorprendió detectar su señal de energía.

─ ¿Sr... Brams? ─ Leí el nombre en su placa.

El Sr. Brams era un demonio. O para ser exactos, un demonio estaba


ocupando el cuerpo del Sr. Brams y lo usaba como vehículo. No tenía ni idea
de quién era realmente ─ para ser honesta, dudé entre los dos peligrosos
Agameths recientemente instalados ─ pero obviamente me conocía.

─ ¿Qué puedo hacer por usted?

Le sonreí y le contesté en voz baja, sabiendo perfectamente que no tendría


problemas para oírme:

─ Estoy buscando a uno o tal vez dos solitarios extranjeros.

─ ¿Sus nombres?

─ Jack Bauer y Richard Castle.

Bueno, ¿qué? Tengo derecho a divertirme, ¿verdad?

El demonio no se inmutó y tecleó en la computadora frente a él antes de


negar con la cabeza.

─ No.

─ Así que vamos a intentar otra cosa...

Levantó las cejas.

─ ¿Otra cosa?

─ ¿Has identificado a uno o dos sobrenaturales entre su clientela?

─ Sí, hay un par de cambiantes, el Sr. y la Sra. Midwell. Una potineuse, la


Srta. Pasolini.

Conocí a los Midwells, una pareja de 80 años que vinieron para asistir al
matrimonio de su hijo, Beatrice Pasolini era la dama de honor de la novia.
Todos tenían un permiso de residencia.

Como Assayim, controlaba todas las entradas y salidas que ocurrían en mi


territorio. Entrar a Vermont sin mi aprobación era no sólo ilegal, sino a
menudo fatal.

─ ¿Nadie más?
Negó con la cabeza.

─ Gracias por su cooperación, Sr. Brams.

─ Por favor, Sra. Kean, fue un placer.

Era una mentira. Ambos lo sabíamos. Él porque era un demonio y todos los
demonios odiaban a las Vikaris y yo porque odiaba a los Agameths y tenía que
reunir toda mi voluntad, para luchar contra los impulsos que me ordenaban
destriparlo. Pero estábamos en tiempos de paz y en tiempos de paz, sólo
importaban las apariencias.

Al salir del hotel, dejé que mis ojos se dirigieran hacia el horizonte. El lago
Champlain estaba cerca y sus aguas debían estar completamente congeladas.

Con un suspiro, me dirigí hacia los otros dos hoteles de la zona.

El Phoenix y el Burlington. Pero una vez más, me quedé con las manos
vacías. Estaba volviendo a mi coche cuando de repente oí una voz que me
interpelaba.

─ ¿Profesora Kean?

Bajé la mano que había puesto instintivamente en mi arma y le sonreí a


Tamara Nichols, una cambiaformas búho y una de mis mejores estudiantes
en la universidad donde enseñaba literatura francesa cada semestre.
Pequeña, pelo rubio cortado cuadrado, una chaqueta azul marino y falda
plisada, parecía una niña pequeña que habría crecido demasiado rápido.

─ ¿Tamara? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Ya terminaron las clases?

─ No... bueno, sí, sí...

Ella bajó la cabeza tristemente y cuando apretó el cinturón de su abrigo


alrededor de su cintura, de repente me di cuenta de que había perdido mucho
peso y que sus mejillas se habían hundido increíblemente.

─ ¿Está todo bien?

─ Sí, ─ contestó con voz vacilante.

Fruncí el ceño. Tamara estaba normalmente abrumada de alegría y de


energía, no sabía lo que le estaba pasando, pero ella sólo era una sombra de
sí misma.

─ ¿Estás segura de eso?


Hizo un gesto de negación y luego aparecieron lágrimas en sus ojos.

─ Me voy a casar pronto...

No pude esconder mi sorpresa.

─ ¿Con el Sr. Lackman?

Tamara se había metido hasta el cuello en un lío, al enamorarse de otro de


mis alumnos, Greg Lackman, un cambiaformas comadreja.

No hace falta decir que su antinatural romance ─otro más, definitivamente


me estaban persiguiendo─ era bastante malo.

─ No.

Levanté las cejas.

─ ¿Con el Sr. Bradford, entonces?

Milton Bradford era un cambiaformas búho y su pretendiente titular.

Él y Tamara eran “falsos" prometidos. Verdadero porque su clan y sus


familias habían organizado las festividades y esperaban que se casaran
pronto. Falso porque no eran una pareja real, Milton era gay y Tamara estaba
loca por su comadreja.

─ No, tampoco. Milton les confesó a sus padres todo, por lo que... bueno,
usted sabe... lo echaron... Ali le ofreció que se mudara con él, pero no sé si será
capaz de enfrentarse los demás...

Vivir en una manada de cambiaformas cuando se era gay, era


extremadamente difícil, si no imposible, y Ali habría estado más acertado en
mi opinión, si hubiera transferido a Milton discretamente a otro clan
pidiéndole que mantuviera un bajo perfil, en lugar de tratar de imponer su
presencia a una banda de primitivos homofóbicos, devorados por la idea de
asesinarlo. Pero bueno....

─ Ya veo. Si no es el Sr. Lackman o el Sr. Bradford, quien es el afortunado.

Ella apartó la mirada.

─ Mark Allen.

Fruncí el ceño.

─ ¿Allen? ¿No es un poco viejo?


Allen era un viejo búho que casi le doblaba la edad a ella.

Se obligó a sonreír.

─ Mis padres dicen que será un buen marido... también quieren que deje
de estudiar.

─ ¿Eh?

La miré fijamente durante mucho tiempo.

─ Se enteraron de tu aventura con el Sr. Lackman, ¿no?

Se mordió los labios y se llenaron de lágrimas sus bonitos ojos.

─ Ellos....ellos nos sorprendieron a Greg y a mí y...

─ ¿Qué piensa Aligarh?

─ Dice que hemos infringido la ley, pero que lo olvidará, si todo vuelve a la
normalidad.

En otras palabras, los búhos tenían que aparearse con los búhos y las
comadrejas con las comadrejas y punto. No podíamos decir que fuera un
razonamiento muy progresista. Simple, pero no progresista.

─ Recházalo.

─ ¿Qué? ─

─ Eres un estudiante brillante, debes continuar con tus estudios.

─ Pero Ali dijo que...

─ Ali se equivoca, ─ dije con firmeza.

─ ¿Crees que podrías hablar con él? Ali te ama mucho, tal vez podría
escucharte y estar de acuerdo en convencer a mis padres para que me dejen
volver a la universidad.

Podría, por supuesto, pero no quería. Primero, porque que había logrado,
cobardemente no volver a estar solas con Aligarh desde el día que me besó y
admitió que me amaba. Lo admito, soy una maldita cobarde. En segundo
lugar, porque no quería dar la impresión de que interfería en los asuntos de
su clan y, en tercer lugar, porque ya estaba harta de los embrollos
sentimentales y quería que me dejaran en paz.

─ No lo sé, no estoy segura de tener derecho a influir...


─ ¡Profesora! ¡Cuidado! ─ Gritó y se lanzó sobre mí de repente.

Sorprendida, me encontré tumbada en la nieve que cubría la acera. Con la


cabeza y la espalda de Tamara extendidas sobre mis piernas.

─ ¡Levántate! ¡Rápido! ─ Grité antes de notar la mancha de sangre que


manchaba su abrigo.

Con un gesto, nos envolví en un hechizo de invisibilidad. Agarré mi arma y


proyecté mi magia a lo largo de la calle y de los edificios pero no detecté
ninguna presencia o energía en particular. Por supuesto, podría haber sido
una trampa y nuestro atacante podría ser lo suficientemente poderoso como
para ocultarme sus poderes, pero no lo creía, no realmente.

Con mi mano izquierda empujé hacia atrás el mechón de pelo que le tapaba
la cara a la joven cambiaformas.

Sus ojos estaban cerrados, su tez horriblemente pálida.

─ ¿Tam? ─ Repetí antes de levantarme y echar otro vistazo a los


alrededores.

La ventisca soplaba, la nieve giraba, más densa que nunca, un coche


acababa de pasar, pero la calle estaba prácticamente desierta y los pocos
caminantes bajaban la cabeza para evitar la mordedura del viento.
Suspirando, guardé mi arma y llevé el pequeño cuerpo de Tamara hasta que
el coche. Después de haberla acostado en el asiento trasero, le quité el abrigo,
le levanté el suéter y empecé a sondearla. Apenas si estaba viva, varios de sus
órganos vitales parecían haber sido afectados y por alguna extraña razón, su
magia parecía incapaz de regenerarse.

─ Lucha, preciosa mía, eres demasiado joven para morir, ─ susurré,


dejando que mi poder fluyera hacia ella como un arroyo en profundos
desfiladeros.

Uno o dos segundos después, el latido del corazón de Tamara comenzó a


resonar en cada uno de mis latidos. Llevada por el flujo, fui capaz de guiarme
a su centro de energía y traté sin éxito de ahuyentar las tinieblas que la
invadían. A pesar de mis esfuerzos y del poder que le daba, su magia parecía
permanecer totalmente inerte. Como si estuviera dormida.

─ No me estás haciendo la vida más fácil, ─ suspiré mientras volvía al


asiento del conductor antes de arrancar a toda velocidad.
El Vermont Medical Center – era una pequeña clínica privada construida
y financiada íntegramente por el Directum, que habían estimado después de
varios casos preocupantes, que necesitábamos un lugar neutral, seguro y
discreto para tratar a nuestros heridos y llevar a cabo las investigaciones ─
estaba ubicado varios kilómetros al oeste de la ciudad. En otras palabras,
necesitaba un milagro si quería llegar a tiempo. Con el pie en el acelerador,
marqué el número de Ferguson.

─ Hola Assayim, ¿a qué debo el honor? No, no me digas nada.... ¿has


enviado a otro pobre diablo al más allá y necesitas un certificado de
defunción?

Si hubiera podido sentir remordimiento, la actitud del doctor


probablemente me habría avergonzado, pero yo era una Vikaris y mis puntos
de referencia morales estaban muy lejos de los de la mayoría de la gente.

─ ¿Cómo sabías que era yo quien...

─ He creado un tono de llamada especial para ti. Cuando me llames, mi


teléfono empieza a jugar a la Chica Psicótica. ¿Y bien?

─ Le llevo a una joven cambiaformas... aparentemente está herida de bala.

─ ¿"Aparentemente"?

─ No encontré rastro de un proyectil en su cuerpo... y no hay punto de


salida.

─ En ese caso, ¿cómo puede estar segura de que...?

─ No estoy segura de nada, ─ le corté secamente, ─ el ataque fue demasiado


rápido.

Normalmente, confiaba en la magia más que en mis propios ojos o en mi


oído para detectar un peligro, pero no sentí nada. Nada de nada. No tenía idea
de lo que Tamara podría haber notado y obviamente había estado alerta.

─ Eso no suena a ti.

─ ¿Qué quieres que te diga? No soy perfecta. ¿Satisfecho?

─ No estoy convencido... ¿puedes escribirlo para mí en algún sitio para que


pueda enmarcarlo?

─ Estaré allí en unos minutos... Oh, sí, una pequeña aclaración: La niña
que te llevo me salvó la vida... Me importa mucho.
Su tono burlón dio paso a una preocupación no disimulada.

─ ¿Es alguien cercano?

─ ¿Por qué? ¿Haría eso alguna diferencia?

─ No, pero...

─ Tengo una deuda de gratitud con esa chica, no me decepciones, Doc.

De repente dejó de respirar.

─ Haremos todo lo posible, te lo prometo.

Había conocido y trabajado con Ferguson muchas veces y aunque me


molestaba y me decía que me fuera al infierno de vez en cuando, sabía
perfectamente bien que lo aterrorizaba. ¿Qué quieren que les diga? Así son
las cosas. El miedo es a veces el único sentimiento que inspiro a la gente. Pero
él valía mucho más que eso y si el miedo que sentía hacia mí, lo empujaba a
superarse a sí mismo y salvar a Tamara, entonces estaba perfectamente bien
para mí.

─ Eso espero por su bien, doctor, eso espero de verdad, ─ colgué.


Los hospitales, clínicas y morgues no estaban entre mis lugares favoritos,
especialmente desde que Leo me había revelado que estaban llenos de
espíritus atormentados y fantasmas de todo tipo. En cierto modo, no debería
haberme sorprendido. Había tal concentración de sufrimiento, dolor y rabia
en estos lugares que era inevitable que se encontraran muchas almas
perdidas. Pero a diferencia de mi hija, que tenía una fuerte conexión con las
criaturas de la otra vida, me sentía bastante incómoda con esta idea. No sabía
porque sucedía, imaginé que se debía a la naturaleza de mis poderes. La
magia que fluía por mis venas sacaba su fuerza del corazón mismo de la vida.
Ella era parte de este mundo. La muerte y los espíritus eran completamente
extraños para mí.

─ ¿Dónde está? ─ preguntó Ferguson mientras corría a través del umbral


de la clínica.

Alto, de pelo castaño y con gafas cayendo sobre su nariz, el médico emitía
un aura de miedo y angustia. Al menos no podía fingir que yo no le estaba
afectando.

─ En la parte de atrás de mi auto. Ha perdido mucha sangre, sus heridas


no se han curado y no puede regenerarse.

Frunció el ceño con una expresión de contrariedad en su rostro y luego hizo


un gesto con la mano a los dos camilleros ─ chamanes, en vista de sus energías
─ que estaban a un metro de distancia. Asintieron con la cabeza y corrieron
hacia la puerta.
Unos momentos más tarde, llevaban a Tamara tumbada en una camilla.
Los seguí con la mirada hasta la puerta marcada "acceso restringido solo
personal autorizado" y luego me dirigí a la máquina expendedora de bebidas.
El día iba a ser largo, muy largo. Iba a necesitar un montón de cafeína si
quería aguantar.

─ ¿Rebecca?

Mientras me daba la vuelta, con una taza caliente en las manos, vi a


Baetan, el líder del clan de los demonios, con un elegante abrigo negro en el
brazo, caminando hacia mí. El traje ─o debería decir "el hombre de hoy" ─ era
pequeño, rubio, delgado y bastante mono. Y su traje tenía que costar al menos
seis meses de salario. De "mi" salario, por supuesto, no del suyo.

─ Baetan, ─ dije, saludándolo. ─ Me sorprende verte aquí.

Sonrió distraído, casi mecánico, y suspiró.

─ Este cuerpo está enfermo, ─ dijo, alisando los pliegues de sus pantalones.
─ Me molesta mucho...

─ ¿Pensé que los demonios regeneraban sistemáticamente los cuerpos de


sus anfitriones? ─ Pregunté, sorprendida.

─ Sí, pero cuanto más grave es la enfermedad, más energía consume. Este,
de acuerdo con los doctores y las pruebas que le acabo de hacer, está lleno de
tumores, no voy a tener más remedio que abandonarlo.

Levanté las cejas.

─ ¿Y eso te molesta porque...?

El rubiecito no estaba mal, por supuesto, pero era bastante normal, en


cualquier caso, mucho más soso y ordinario que sus otros "trajes".

─ Me molesta porque Paul Harlow, el hombre al que estás mirando, es rico.


Muy rico. Y a qué aprecio particularmente su villa de Florencia.

Oh sí, en efecto, eso explicaba todo....

─ Pídele que haga un testamento que designe a otro de tus anfitriones como
heredero, ─ le sugerí.

─ Eso resolvería el problema, de hecho, pero tuvimos hijos y no queremos


desheredarlos, ─ sonrió Baetan.
Tragué.

─ Niños.... ¿quieres decir semidemonios?

─ No. Soy un demonio superior, Rebecca. Si quisiera procrear, tendría que


hacerlo en mi verdadera forma, ahora bien, ninguna criatura de este mundo
podría soportarlo, ─ contestó en un tono divertido.

Baetan era el Dikat, el demonio más poderoso y formidable que jamás


hayan enfrentado las Vikaris. Viéndolo trabajar, supe que incluso en mi mejor
forma y con la ayuda de toda la asamblea, no tenía ninguna posibilidad de
derrotarlo. En cualquier caso, no sin perder la vida. Era un hijo de perra
taimado y despiadado. Por lo tanto, imaginar que podría haberse apegado lo
suficiente a los hijos de su anfitrión para no privarlos de su herencia, era como
ver a los bancos dejar de especular: una aberración.

─ Un demonio superior... ¿quieres decir como mi padre?

No sabía mucho sobre mis orígenes, excepto, que yo era hija de una bruja
de guerra ─ su nombre había sido borrado de los libros de historia de nuestro
clan y los míos actuaba como si nunca hubiera existido y un Destructor del
Mundo ─ en otras palabras, un demonio perteneciente al último nivel, la casta
de demonios más poderosa. Si Baetan decía la verdad y los demonios
superiores sólo podían reproducirse con criaturas demoníacas, entonces había
un problema. Un problema muy grande. Su sonrisa no se desvaneció:
desapareció de golpe.

─ Los Destructores del Mundo tienen, digamos, algunas características


especiales...

─ ¿Algunas peculiaridades?

─ Exactamente.

Miré al cielo.

─ Te conozco Baetan.... esa es la cara que pones cuando tienes malas


noticias y no tienes ganas de decírmelas.

─ No es mi "cabeza", de hecho, nunca tengo la misma cabeza...

─ Vale... está bien, voy a decir "expresión". Esa es la expresión que usas
cuando quieres dorarle la píldora a alguien.

Había estado con él durante unos años y habíamos experimentado muchas


cosas extrañas juntos... habíamos desafiado nuestra naturaleza y en lugar de
matarnos, luchamos y trabajamos codo a codo. Él me había ayudado,
protegido, había salvado mi vida y yo había resuelto en silencio algunos de
sus problemas. De todos modos, estábamos empezando a entendernos un poco
mejor.

Suspiró profundamente.

─ Todavía no ha llegado el momento de hablar de ello.

¿Por qué diablos era tan misterioso? Después de todo, ya conocía lo básico:
mi madre era una traidora y mi padre la razón por la que los hombres temían
a la oscuridad. Realmente no vi cómo mi árbol genealógico podía apestar más
que eso. Quiero decir, si todavía podía decirme que mi tatarabuelo paterno
era Jack el Destripador y que algunos de mis antepasados maternos habían
inventado la viruela, la gripe aviar y el virus del Ébola ─aunque eso no me
sorprendería─ pero…

─ ¿Entonces cuándo?

─ Cuando finalmente aceptes acompañarme a Gerlead.

Gerlead era la tierra de los demonios, un mundo rugiente e incandescente,


con cielos de carmín, llanuras plateadas flotando a un metro del suelo como
largas y brillantes velas, desiertos ásperos con una belleza salvaje y
devastadora, verdes y exuberantes praderas. Un mundo con el que me sentí,
extrañamente, íntimamente conectada.

─ Me encantaría volver, lo sabes, pero con todo este trabajo... es complicado.

Había hecho un pacto unos meses antes con Baetan. Se había


comprometido a secuestrar al Assayim de California y a traducirme una frase
escrita en lenguaje demoníaco, a cambio, yo accedía a acompañarlo a Gerlead
para visitar a uno de sus viejos amigos. Por supuesto, también le había hecho
prometer en pocas palabras, que me traería de vuelta sana y salva... No tenía
problemas con los arreglos en sí mismos y, para ser honesta, me moría de
ganas por volver a Gerlead, pero había estado tan abrumada por mis nuevas
responsabilidades y mi trabajo, que aún no había encontrado tiempo para
honrar mi palabra.

Sus ojos se entrecerraron.

─ He tenido suficiente paciencia, Morgane Vikar es mirhul eb camin


Gerleadis.
Sentí los latidos de mi corazón acelerarse. "La hija amada de Gerlead" fue
como la tierra demoníaca me bautizó y, extrañamente, este nombre resonó en
mí como si lo hubiera conocido siempre, como si siempre me hubiera
pertenecido.

─ Hicimos un pacto, ─ añadió con dureza.

Durante mucho tiempo, había pensado que estaba poseída por un demonio,
una entidad extranjera dotada de voluntad propia. Y cuando finalmente me
di cuenta, muchos años después, que la "bestia" que vivía dentro de mí era
sólo un reflejo de la parte demoníaca de mi personalidad, estaba tan
sorprendida y aterrorizada que me negué a enfrentar la verdad. Oh, por
supuesto, admití ser un semidemonio, de cualquier forma, no tenía elección,
pero no había pensado ni por un momento en lo que significaba. Del mismo
modo, que no entendía entonces, cómo la magia de los pactos vinculaba a
demonios y semidemonios y que debía respetar mis compromisos o sufrir las
terribles consecuencias.

─ Lo sé. Muy bien, cerraré este caso y...

Baetan sacudió la cabeza.

─ ¿Qué?

─ No puedo retrasar más este viaje. Planeaba pasar por tu casa esta noche
para informarte, pero dado que este encuentro fortuito me da la oportunidad...

Lo miré fijamente. Sí, hablaba en serio.

─ Baetan, los criminales están a punto de asesinar al gobernador y al jefe


de la policía. Me dispararon y una chica resultó gravemente herida...

Bueno, también tuvimos un cadáver y un ataque de cumurou archanta pero


de ninguna manera había decidido dar a conocer esa información en este
momento.

Dibujó una sonrisa.

─ ¿Y?

─ Y esta es una situación de crisis.

─ Rebecca, desde que te convertiste en Assayim, has tenido que enfrentar...

─ Sé muy bien lo que tuve que enfrentar, ─ corté bruscamente.


Levantó una ceja.

─ ¿Y bien?

─ Así que no quiero irme hasta que mida el alcance de los riesgos a los que
nos enfrentamos.

Me miró tan intensamente que tuve la impresión de que sus ojos veían a
través de mí y luego inspiró profundamente con esa expresión que la gente
tiene cuando sopesa los pros y los contras y luego asintió suavemente.

─ Tres días. Te doy tres días. Ni uno más.

Su tono me dejó claro que estaba cediendo, más para evitar una discusión,
que porque compartía mis preocupaciones. Pero no me importaba. Había
ganado algo de tiempo y recé en secreto para que el tiempo que me había
concedido fuera suficiente.

─ Voy a volver al trabajo...

─ Deprisa, el contador está corriendo, ─ dijo antes de ponerse el abrigo y


alejarse hacia la salida.

Lo seguí con la mirada por un momento, llevé la taza a mi boca e hice una
mueca. El café estaba frío y sin azúcar. Me lo tragué de todos modos, eché un
vistazo a la puerta marcada "acceso restringido sólo personal autorizado" que
Ferguson y su equipo habían utilizado cuando llevaron a Tamara al quirófano
y finalmente me resigné a marcharme. Baetan tenía razón: el tiempo era
corto, tenía que dejar de preocuparme por la joven cambiaformas y hacer mi
trabajo. Como muy bien decía la abuela: "En caso de un problema, tienes que
concentrarte en las cosas importantes, es decir, en las que pueden matarte."
Tamara obviamente no constituía una amenaza, así que tenía que centrarme
en primer lugar en la persona responsable del ataque y en los dos asesinos
opperstes. CQFD3.

3
CQFD: Lo que era necesario demostrar.
─ ¡Rebecca! ¿Qué demonios estás haciendo? ¿Por qué no contestas?

Beth gritó en mi celular.

─ Estoy saliendo del hospital, ¿qué está pasando?

La molestia en su voz se desvaneció inmediatamente.

─ ¿El hospital? ¿Estás herida? ─

─ Yo no, Tamara Nichols. ¿Tienes alguna noticia?

─ ¿Tamara? ¿Qué demonios...

─ Beth, concéntrate, ¿tienes algo nuevo? ─ La interrumpí.

─ Uh.... sí, sí. Estoy frente al Motel Farm. Creo que lo encontramos. La
recepcionista, una potioneusse bastante simpática, dijo que un solitario
cambiaformas llamado Franck Downey ha estado en la habitación 17 durante
tres días. Llamé a Ali, no lo conoce. ¿Ese nombre significa algo para ti? ─

Tardé un par de segundos en pensarlo.

─ No, si está aquí, es sin mi autorización.

─ Así que, en el mejor de los casos, ¿es un ilegal y en el peor, un asesino?

─ Eso es.... Ya voy, trata de no hacer nada estúpido hasta que llegue.
─ Nunca hago nada estúpido. Y no hay necesidad de apurarse, ha salido.

─ ¿Sus cosas?

─ Siguen en su habitación.

─ ¿Crees que puedes rastrearlo?

Los lobos tenían un sentido del olfato sin parangón, el olor de la ropa del
cambiaformas los llevaría directamente a él.

─ Por supuesto que sí.

En una situación normal, probablemente habría prohibido a los lobos ir a


cazar a plena luz del día por miedo a que puedan ser vistos por los humanos
o hacer que sean objetivos demasiado fáciles. Los cazadores eran una legión
en la zona.

─ ¿Cuántos de ustedes son?

─ Dos. Estoy con Haze.

Haze era cuarto en la jerarquía de la manada. Tenía más de 40 años, era


un atleta y diseñador de cómics en el mundo civil. Su éxito no era fenomenal,
pero sus ventas eran suficientes para permitirle ofrecer una vida decente a su
esposa y a sus dos hijos. Me gustaba, pero sobre todo, confiaba en él. Era
poderoso y dominaba perfectamente su temperamento y sus instintos
depredadores.

─ ¿Dos? ¿Crees que será suficiente? ─

─ ¿Para seguir una simple pista? ¿Estás bromeando?, ─ preguntó ofendida.

Como la mayoría de los lobos, Beth era sensible ─ y yo no quería ofenderla.


Pero no quería dejar nada al azar hasta que supiéramos más sobre la
naturaleza de nuestro asesino. El clan cambiaformas era increíblemente
ecléctico, así que podrías estar tratando con una cambiaformas rata, así como
con un oso o un cangrejo – aunque en el caso de los cangrejos, tenía mis
dudas... ─ Muy bien, como desees, pero no olvides que todavía no sabemos
exactamente con quién o con qué estamos tratando...

─ Soy consciente de ello. ─

─ Muy bien. Llámame tan pronto como lo localices.


Esperar no era mi fuerte. Las Vikaris me habían inculcado los méritos de
la paciencia y esa calma era a menudo sinónimo de supervivencia, pero por
mucho que lo intentara, nunca había logrado controlar completamente mis
impulsos.

El Farm Motel, era un gran edificio de madera un tanto anticuado, se


erguía entre campos cubiertos de nieve. Aislado, a varios kilómetros de
cualquier vivienda, parecía más una residencia privada que un motel. Esta
impresión se confirmaba desde que ingresabas al interior. El vestíbulo era
angosto y el mostrador de recepción parecía apenas visible en medio de lo que
parecían ser un antiguo mobiliario familiar.

─ Bienvenida al Motel Farm, ¿qué puedo hacer por usted? ─ preguntó la


anfitriona, una rubia alta con gafas, sonriendo.

La miré fijamente por un momento, perpleja al descifrar su energía. Plana.


Era completamente plana. Esta chica era humana. No hay duda de ello.

─ Hola, hablé antes con una de sus colegas...

─ ¿Ah Nancy? Se fue a casa, no se sentía bien, pero si puedo serle útil...

Le devolví educadamente su sonrisa. No se sentía bien, ¿verdad?

─ No, gracias. Voy a reunirme con mi prometido, el Sr. Downey en la


habitación 17...

Ella frunció el ceño.

─ ¿La habitación 17? No, me parece que está equivocada. ─

Miró en la pantalla de su computadora y negó con la cabeza. ─ Es lo que


pensé, la habitación 17 está desocupada en este momento y no veo al Sr.
Downey en nuestras reservas.

Continué sonriendo mientras miraba a mi alrededor. La sala estaba


desierta. Ondulante y fluida, corría la magia por mis venas y se deslizaba bajo
mi piel. Suavemente toqué su brazo mientras susurraba un hechizo de
sugerencia.

─ Force debere.

Los ojos de la niña se nublaron, su boca permaneció entreabierta y su


voluntad se dobló inmediatamente ante la mía.

─ ¿Cuál es la dirección de Nancy?


─ Vive en una casa con persianas rojas en Vermont Street, no sé el número.

─ ¿Cuál es su apellido?

─ Watts. Nancy Watts.

Ese nombre me sonaba familiar... Consulté en mi teléfono la lista corta de


potioneuses capaces de hacer un cumurou archanta que Maurane me había
enviado. Una tal Nancy Watts estaba en ella en una buena posición. Maldita
sea.

─ Le sonreí.

─ Muchas gracias, señorita.

Luego agregué, mirándola directamente a los ojos:

─ Eganum oblitere.

Los hechizos de confusión eran menos efectivos que las pociones "de olvido"
pero algunos humanos eran tan receptivos a la magia que el efecto era casi el
mismo. La recepcionista era sin duda una de ellas.

Cuando dejé el motel, marqué el número de Beth.

─ Beth, hay algo raro en esta historia... si tú escucha este mensaje, olvídalo
y vuelve.

Preocupada, llamé a Gordon, el líder de la manada de hombres lobo.

─ ¿Rebecca?

─ Creo que Beth y Haze están en peligro, tienes que encontrarlos.

─ ¿Cuál es el problema?

Gordon gobernaba la manada como un monarca absoluto, desde que se


había liberado del mal que le estaba consumiendo. Reconsideró sus instintos
y había recuperado sus habilidades analíticas y su natural propensión a
abordar cada crisis de manera racional y desapegada. Su tono era neutral y
atento.

─ No estoy segura.... están rastreando a uno de los opperstes, pero creo que
los hemos puesto en el camino equivocado o es una trampa. Dejaron el motel
Farm hace media hora.

─ Se toma nota de ello.


Sí, el viejo lobo sabía cómo mantener la calma, tampoco vacilaba durante
horas y no perdía el tiempo en discusiones o polémicas innecesarias. Confiaba
ciegamente en mí. Por lo que me sentí particularmente agradecida.

─ Rebecca, ¿dónde estás? ─ De repente susurró una voz en mi cabeza.

─ Estoy en una investigación... ¿qué quieres? ─ maldiciéndome


internamente por no haber enderezado mis barreras mentales.

Mis poderes estaban íntimamente ligados a los de Raphael desde que la


magia se había vuelto salvaje y completamente fuera de control durante un
encantamiento. Como resultado, él ahora llevaba una salamandra en su piel,
el emblema de mi clan y yo su flor de lis, y podíamos comunicarnos
remotamente.

─ Sentí tu nerviosismo, ¿estás en problemas?

─ Todos tenemos problemas, ─ me limité a responder.

─ Soy consciente de ello. Madeleine me llamó. Lanzaré a mis hombres tras


tus dos opperstes tan pronto como despierten.

Ese era el problema con los vampiros, se pasaban la vida jugando a


"muertos, no muertos", es decir, eran inútiles durante el día.

─ Cuando dices que Madeleine te llamó... ¿quieres decir que hablaste con
ella directamente? Tú... ¿estás en casa? ─

Desde que Rafael se convirtió en Tribain, pasaba todo su tiempo en Nueva


York o viajando de un continente a otro. Tanto así que Madeleine y yo nos
habíamos acostumbrado a tratar sólo con sus subordinados.

─ Desde anoche.

─ Leo estará encantada. Te extrañó muchísimo.

─ ¿Y tú? ¿Me extrañaste? ─

Nuestra última reunión terminó en una pelea terrible. Y de nuevo, cuando


decía "pelea", fue más bien un monólogo histérico en el que lo acusé de mentir,
de no ser quién decía ser y de no confiar en mí. Simplemente había escuchado
fría y estoicamente mis acusaciones esperando que me agotara, con una
expresión insondable en su rostro, y luego, con calma, declaró que se negaba
a debatir el asunto y se marchó sin decir una palabra. Había pasado un mes
desde entonces sin que yo hubiera sabido nada de él.
─ Sí.

─ ¿Pero sigues enfadada conmigo?

─ No estoy enfadada. Estoy decepcionada, recelosa... pero no enojada.

Había pasado los últimos años negándome a escuchar la vocecita que me


susurraba que algo andaba mal con Rafael y que él no era quien decía ser.
Pero ahora no había manera de sofocar mi instinto o lo que me susurraba. No
con las responsabilidades que tenía. La abuela y los demás tenían razón:
Rafael no era un vampiro. Tenía colmillos en la boca y bebía sangre, pero su
semejanza con los nosferatus se detenía allí. Por lo demás, estaba vivo. No
sólo porque su corazón latía y podía caminar a plena luz del día, sino porque
su magia pertenecía a nuestro mundo, porque era compatible con la mía y
porque ningún hombre en esta tierra ─ y a fortiori, ningún hombre muerto ─
era capaz de conjurar el poder de Akhmaleone y exhibir el emblema de
nuestro clan.

Suspiró profundamente. ─ Digamos... digamos que en parte tienes razón,


¿qué diferencia hay?

Que Rafael fuera un impostor y que pretendiera ser un bebedor de sangre


común durante más de dos milenios no cambiaba nada. Al menos no para mí.
Pero necesitaba saber quién era. No para satisfacer una curiosidad malsana,
no, ni tampoco porque hirió mi orgullo engañándome, sino para identificar la
fuente de su poder y evaluar el peligro que podría representar para mi clan.
"La mayor amenaza siempre proviene de lo que ignoramos y de las personas
cuyas motivaciones se desconocen", a menudo me lo repetían mis profesores y
tuve que admitir que la mayoría de mis experiencias pasadas, demostraban
sistemáticamente que tenían razón.

─ Todo... o nada... No sé...

─ ¿Todo o nada?

─ Soy Reina, mi vida ya no me pertenece. Al menos, no completamente.

─ Lo entiendo, pero no soy una amenaza para tu gente o para ti Rebecca,


te doy mi palabra...

Tardé un par de segundos en pensarlo. La palabra de honor de un hombre


como Raphael no debe tomarse a la ligera, pero no era suficiente. Ya no.

─ Rebecca, tu amante, está muy ansiosa por creerte. Pero Morgane, la


soberana de las Vikaris, exige garantías que sólo la verdad puede ofrecer.
─ ¿Así que hemos llegado hasta aquí? ─ replicó seriamente.

Sentí que mi corazón se tensaba. Yo amaba a Raphael, lo amaba de verdad.


Oh, por supuesto, no era perfecto y había una sombra en él, pero yo lo
entendía. Comprendí lo que le había costado su larga existencia y lo que le
seguía costando. Todos estos años de no sentir nada, de ser indiferente, todos
esos años de sufrimiento y soledad... y sin embargo, ni una vez, ni una sola
vez, había abusado de su increíble poder, ni derramado su desasosiego sobre
gente inocente... y ahora que estaba empezando a ver con quién estaba
tratando realmente, me di cuenta de que no había maldad en él, ni bajeza.
Podría haber tenido, no sé, un corazón y un alma corruptos, haber sido
devorado por la ambición y haber sometido a este mundo a sangre y fuego. En
lugar de eso, simplemente se había limitado a proteger a su pueblo sin tratar
de esclavizarlo. De esclavizarnos. Y por eso, lo respetaba. Lo respetaba y
admiraba.

─ Así es. –

Qué cabeza dura eres mi amor, ─ suspiró.

─ Podría devolverte el cumplido, ─ contesté sonriendo antes de levantar


mis defensas mentales y volver corriendo a mi auto en el estacionamiento.
Aparqué en la calle de la potioneuse y miré las persianas rojas con un aire
contemplativo. Durante todo el camino, había estado pensando en Nancy
Watts y sus motivaciones, pero no había llegado a ninguna parte. No pude
encontrar ninguna razón por la que la potioneuse hubiera reaccionado de esta
manera, ni ninguna explicación para sus mentiras.

No había duda de que esta chica era una opperste. Que a sabiendas creó
una distracción para confundir o tenderles una trampa a los rastreadores. La
pregunta que quedaba abierta era ¿por qué?

Al acercarme a la puerta, vi que la puerta estaba entreabierta.


Inmediatamente saqué mi pistola y entré directamente en una gran sala de
estar con paredes grises y violeta. Un piso flotante cubría el suelo. El
mobiliario era bastante moderno y bien hecho, pero no lo suficientemente
numerosos o grandes como para ocupar un espacio tan grande. A todo le
faltaba terriblemente calidez.

─ ¿Nancy? ¿Nancy Watts? ─ Pregunté, moviéndome de espaldas a la pared


antes de proyectar mi poder a mi alrededor.

Se arrastró por el suelo hasta la cocina y al piso de arriba y me confirmó en


segundos que Nancy Watts no estaba en la casa. Ni ella ni nadie más, para el
caso. Renunciando a mi arma, subí las escaleras y abrí tres puertas antes de
encontrar la habitación de la potioneuse. Algunas ropas estaban tiradas en el
suelo, las fotos en los marcos de la mesita de noche habían desaparecido y su
armario estaba, exceptuando por una o dos camisetas, casi completamente
vacío. Señales de una partida precipitada.

Bajé a la planta baja y rápidamente inspeccioné los estantes, los cajones de


la cocina, la oficina, el comedor, pero no encontré nada más que una foto
atrapada detrás de un mueble y que mostraba a una joven rubia y sonriente
con una nariz fuerte y una boca carnosa. A su lado había una mujer canosa
que se parecía mucho a ella. Ahora sabía cómo era y la poca ropa que había
dejado en el apuro podía ayudarnos a encontrarla. Estaba a punto de cruzar
el umbral de la casa cuando mi teléfono celular empezó a sonar.

─ ¿Rebecca?

─ ¿Gordon?

─ Haze está muerto. Estoy con Beth en el hospital.

Algo frío y duro me retorció el estómago.

─ ¿Cuál es su estado?

─ En shock, pero estará bien.

Gracias a Dios por eso.

─ ¿Qué ha pasado?

─ Les dispararon.

No le pregunté qué tipo de balas usó el tirador porque era inútil. Las balas
comunes no podrían haber matado a Haze o herido a Beth. Por lo tanto, el
ataque estaba perfectamente planeado. Lo que confirmó mi intuición: los
hombres lobo habían caído en una trampa.

─ Curioso.

Los sobrenaturales, como los humanos, tenían sus propios criminales, pero
generalmente estos últimos solían evitar usar un arma. Cuestión de
naturaleza. La mayoría de nuestra gente tiene claramente suficiente
capacidad para causar daño y, en general, consideraban que las armas eran
superfluas.

─ Eso es todo lo que s…

─ Cállate, estoy pensando.


Um... ¿Primero esos locos opperstes, luego el ataque en el centro de la
ciudad y ahora esto? No puede haber sido una coincidencia. La cosa era que
no entendía adónde querían llegar. No había ningún plan racional, ninguna
conexión entre todos estos eventos. Al menos, a primera vista. Por supuesto,
un puñado de idiotas podrían haberse despertado una mañana pensando:
"Oh, bueno, ¿te gustaría detenerte en Vermont y sembrar el caos?" Pero por
extraño que parezca, no lo creí realmente. ¿Y luego qué? ¿Qué podría explicar
todo este caos? ¿Que intentaban matarme antes de matar al jefe de la policía
y al gobernador?, ¿por qué no? Después de todo, yo era el Assayim y
probablemente era una amenaza real para ellos, ¿pero los lobos? ¿Por qué
involucrar a los lobos en esto? Ellos me secundaban, pero no eran las criaturas
más peligrosas, ni las únicas que me ayudaban.

─ Rebecca, quiero la cabeza de...

─ Sí, lo sé, lo interrumpí, quieres la cabeza de la persona o las personas a


cargo de este lío, bla, bla, bla y bla, bla, bla, bla... No te preocupes, les daré
un precio al por mayor.

─ ¿Qué quieres decir con "les"?

─ Maurane también estaba de mal humor, ─ le respondí antes de colgar.

Cuando aparqué en el estacionamiento de la clínica media hora más tarde,


estaba oscureciendo y el frío se había intensificado mucho. Miré el edificio
rectangular con una mirada cansada. Dos visitas a la sala de emergencias en
el mismo día eran muchas, incluso para mí. Envolviendo mi bufanda
alrededor de mi cuello, con mi cara hacia el suelo, corrí hacia la entrada.
Gordon me saludó tan pronto como entré por la puerta. Con su barba
descuidada y sus ojos demacrados, sólo usaba unos pantalones de lona gris y
una camisa ligera, pero no me sorprendió. Los lobos nunca tenían frío. Una
mujer con los párpados hinchados y la nariz roja estaba a su lado, sus pupilas
estaban dilatadas como las de un drogadicto o alguien en estado de shock.
Gordon susurró algo, inmediatamente me miró y corrió hacia mí.

─ ¿Eres tú? ¡Tú eres la razón por la que está muerto! ─

Mi mano instintivamente se posó sobre el arma que tenía en mi bolsillo,


pero Gordon fue más rápido, literalmente saltó sobre la mujer y la tomó de la
cintura.
─ ¡No te muevas! ¡Quédate quieta!

Entrecerrando los ojos, inspeccioné el resto de la habitación. Los pocos


sobrenaturales que estaban presentes ─ lobos ─ miraron hacia otro lado.
Muchos optaron por huir y se dirigieron al baño o a la sala de espera como si
no quisieran ver el espectáculo. Pero dos de ellos, una mujer joven y un
anciano, me miraron con cara de odio.

─ ¡Suéltame! ─ Gritó.

Mi poder se estremeció y sentí que la bestia que ondeaba bajo su piel estaba
a punto de salir de su caja como un demonio. Loba, ella era innegablemente
una loba. Y una poderosa loba dada las emanaciones que desprendía.
Apretaba mi mano sobre mi arma.

─ ¿De verdad quieres que Liam y Julie queden huérfanos? Mira a esta
mujer, mírala bien, ves el bolsillo de su abrigo. Ella tiene una pistola dentro
y te apuesto todo lo que quieras a que su dedo está en el gatillo...

Luego me miró.

─ ¿Verdad, Rebecca?

Asentí suavemente.

─ Balas de plata.

Era menos una pregunta, que una declaración. Volví a asentir con la
cabeza.

─ Eso es correcto.

Su mandíbula se relajó un poco y la oí respirar profundamente para


calmarse. Su poder comenzó a fluir de regreso y lentamente empecé a respirar
de nuevo.

─ Te odio.

Fruncí el ceño y miré a Gordon.

─ Rebecca, Isabelle es... era... la compañera de Haze.

De acuerdo, ahora lo entiendo mejor. Todavía no soltaba el arma, pero lo


entendía mejor. Estaba desesperada y necesitaba algo a que aferrarse:
señalar a un culpable y liberar su ira le permitía pensar en algo más, que no
fuera la tristeza que la devastaba. Decir que esto me hacía feliz no habría sido
del todo exacto, pero estaba dispuesta a aceptar ser usada como un desahogo,
si eso le permitía enfrentar esta prueba con la cabeza en alto y soportarla sin
colapsar.

─ Lo siento, ─ dije en un sincero tono de voz. ─Realmente apreciaba a su


marido.

Haze me había hablado a menudo de su esposa y de sus dos hijos, pero


nunca los había conocido personalmente. Isabelle era obviamente ─ y a pesar
de su estado psicológico ─ una mujer muy hermosa. Morena, delgada y de tez
mate, no parecía tener más de treinta años. Y ella, después de su período de
luto, se enfrentaría a una multitud de pretendientes. Esperaba que Gordon
pudiera protegerla de sus ataques. Perder brutalmente al hombre que amas
ya es complicado, pero si también tienes que ser abusada por un grupo de
imbéciles peludos...

─ ¿Entonces por qué lo enviaste a su muerte?

Gordon suspiró al apretar suave pero firmemente su agarre a su alrededor.


Por la mirada en su rostro, no sabía bien, si era para evitar que explotara o
para evitar que se rompiera en mil pedazos.

─ Te lo dije Isabelle, fue una cacería, una simple cacería.... Rebecca no sabía
lo que iba a pasar, ─ susurró el viejo lobo.

Con un solo paso recorrí la distancia que nos separaba y le miré a los ojos.

─ Sé que puedes sentir las mentiras, así que escucha atentamente esto:
Beth es una hermana para mí, es una de las personas que más quiero en el
mundo y nunca, nunca, jamás, la habría puesto en peligro a sabiendas.
Realmente no sabía que era una trampa cuando siguieron el rastro de ese
bastardo...

La loba dejó de temblar y me miró fijamente como si quisiera leer a través


de mí.

─ ¿Me cree usted?

Hizo una gran mueca.

─ No importa si no le hubieras pedido que lo hiciera...

─ Haze aún estaría vivo, lo sé. No estoy tratando de eludir mis


responsabilidades. Sólo te estoy diciendo la verdad.
Se tomó unos segundos para digerir la información y luego preguntó con
voz temblorosa:

─ ¿Vas a matarlos? ¿Vas a matar a la gente que hizo esto?

Dibujé una sonrisa escalofriante.

─ No sólo los mataré, sino que te ofreceré sus cabezas como collares.

El dolor desapareció repentinamente de su cara como si alguien lo hubiera


borrado con una esponja y me observó fijamente con una mirada estupefacta.

─ ¿Cómo un collar?

─ Se llama tsantsa jivaro: la cabeza se vacía, se deshuesa, se seca con


cenizas y piedras calientes, se rellena con arena, se cose y se ata con un cordel
alrededor del cuello.

Gordon abrió los ojos.

─ ¿Lo dices en serio?

Me encogí de hombros.

─ Un cabezas cortada, dos cabezas cortadas, tres cabezas cortadas... ─ se


estaba volviendo aburrido así que decidí variar los placeres.

─ Ah...

─ Y seguramente le gustará a Madeleine, le encanta el trabajo manual.

Un gruñido macabro salió de la garganta de la loba.

─ ¿Es una promesa?

─ Es una promesa.

─ Bueno, ─ dijo ella, mirando hacia Gordon. ─ Déjame, no voy a hacer nada
estúpido.

Frunció el ceño.

─ Isabelle...

─ Te lo juro, ─ añadió.

Asintió suavemente y la soltó.

Se frotó mecánicamente los brazos y luego me miró.


─ Me muero por cortarte la garganta.

Asentí con compasión.

─ Lo entiendo.

Emitió una especie burla desdeñosa como si no estuviera convencida de eso.

─ Conozco tu reputación de Assayim. Dicen que nunca sueltas una presa


antes de matarla.

─ Así es.

─ Bueno, entonces, esperaré. Te doy mi palabra de que no buscaré


venganza hasta que encuentres a los asesinos de mi marido.

Su voz estaba ahora apagada como si no sintiera ninguna emoción, pero


todo lo que tenía que hacer era cruzar nuestras miradas para saber que no
era así.

─ Prefiero ser muy clara, Isabelle, si tienes en tu cabeza venir tras de mí


una vez que esto termine, morirás. Morirás y tus hijos ya no tendrán a nadie
que los abrace, los alimente, les cuente bellas historias por la noche antes de
dormirse. Morirás dejándolos solos y heridos. Morirás habiendo roto su
inocencia y sus vidas. Es tan simple como eso.

Me miró a los ojos y supo que no tenía compasión por ella ni por sus hijos,
que en mi cabeza no había noción del bien o del mal, sino sólo el deseo de
sobrevivir y que probablemente no se me ocurriría la idea de salvar a una
joven viuda del dolor. Al menos no si tenía la locura de llegar hasta este punto.

─ Así de simple, ¿en serio?

─ Así de simple, sí, ─ le contesté con una voz sombría.

─ Eres un monstruo.

No, no era un monstruo, pero no estaba muy lejos de serlo. ¿Qué quieres
que te diga? A veces la ignorancia es la madre de la serenidad.

─ En efecto, no lo olvides, ─ respondí, plantando mis ojos en los suyos.

Ella sostuvo mi mirada por un momento y luego dijo, mientras se alejaba


hacia la puerta

─ Voy a unirme a mis hijos.


El anciano y la joven que me fusilaban en sus pensamientos unos
momentos antes, le siguieron de inmediato, el viejo envolvió su brazo
alrededor de sus hombros en un gesto de consuelo y entonces los tres
desaparecieron.

Los seguí con mis ojos y luego dirigí mi atención a Gordon.

─ ¿Piensas que fui demasiado dura?

Se encogió de hombros.

─ El miedo no siempre es un mal consejero.

Asentí con la cabeza.

─ A veces incluso es terapéutico.

─ Esperemos que así sea...

─ Sabes, no creo que me gustaría matarla. Lo haría por supuesto, pero no


creo que me guste, ─ dije en un tono pensativo.

Él sonrió.

─ Así que intentaremos evitarlo.

─ Sí... ¿Dónde está Beth?

─ Habitación 22, las balas han sido removidas, está fuera de peligro, el
doctor tiene que ir a verla, pero debería poder salir mañana, ─dijo rascándose
nerviosamente la barba gris y gruesa.

─ De acuerdo, voy a verla.

Empecé a alejarme cuando me agarró del brazo.

─ Rebecca, Ferguson me contó sobre la pequeña Nichols... ¿oí qué te


dispararon?

Estúpido doctor, debería haberle cortado la lengua.

─ Uh... no exactamente...

─ Quiero estar contigo en esta investigación.

─ Ya tengo un asistente.
─ Que está a cargo de proteger al jefe de policía. Esa vieja piel puede ser
dotada, pero no puede duplicarse.

Suspiré profundamente.

─ Gordon... es mi trabajo, soy el Assayim.

─ Lo que te convierte en un objetivo.

─ Como de costumbre.

─ Normalmente sabes con quién estás tratando. Ahora no tienes ni una


sola pista, ¿verdad?

─ No, ─ admití.

─ Así que déjame cubrirte las espaldas...

Yo amaba a Gordon. Lo amaba y lo respetaba casi como padre y sabía lo


poderoso que era, pero no era lo suficientemente poderoso para protegerme de
los muchos peligros que había en mi vida. Nadie lo era. Él y yo lo sabíamos
perfectamente bien. Pero por extraño que parezca, eso no le impidió
intentarlo.

─ Eres el Alfa de los lobos, no mi guardaespaldas. Ahora que Beth está


herida, tienes que tomar el control: necesito que dirijas la investigación y
coordines la investigación de los otros clanes.

Sus ojos se oscurecieron.

─ Rebecca, eres la Reina de las Vikaris, has hecho acuerdos de paz con los
demonios y los vampiros y aseguraste la tranquilidad del Antiguo Continente,
¿qué pasará si te matan y la nueva Prima no compartes tus opiniones?

Entrecerré los ojos mientras lo miraba fijamente. Al viejo lobo no le


importaba este tipo de problemas diplomáticos, no le importaba la política a
diferencia de los vampiros que...

Me quedé paralizada.

─ ¿Él te llamó?

─ ¿Quién?

─ Raphael. Te llamó, ¿verdad?


─ Le comuniqué, al igual que a todos los otros miembros de Directum, el
ataque de que fueron víctimas Haze y Beth y tuvimos una pequeña reunión
informal, ─ admitió a regañadientes. ─ Todos los miembros del Directum
fueron unánimes: necesitas protección.

Bueno, veamos... Siempre podíamos contar con Raphael para sortear los
obstáculos y conseguir lo que quería. Le había prohibido intervenir en mi vida
o volver a comparecer ante mí hasta que se resolviera nuestro pequeño
problema, pero no podía impedir que el Directum tomara este tipo de
decisiones. Mi nombramiento como Prima había cambiado significativamente
el panorama político de nuestra vasta comunidad. Convencer a las Vikaris de
que se unieran al nuevo sistema había ayudado a estabilizar el continente
europeo y a calmar a los últimos opositores a los acuerdos. Así que no fue
sorprendente ver al Directum preocupado por mi salud.

─ Esto es ridículo.

─ ¿Qué es ridículo? ¿Preocuparse por ti y por tu seguridad?

Dibujé una sonrisa.

─ No, lo que es ridículo es que te preocupes más por el hombre del saco que
por los chicos malos que la rodean, ─ dije riendo antes de subir al ascensor.
Beth Mattison, mi jefa de departamento de la universidad y, por cierto, mi
mejor amiga estaba tumbada en una cama de hospital, vestida no con una de
sus chic y elegantes ropas normales, sino con una de esas horribles túnicas
blancas abiertas en la espalda con las que las enfermeras te vestían
sistemáticamente. Cerré la puerta detrás de mí y la miré discretamente
mientras escuchaba con atención al médico –un cambiaformas rata, por su
energía─, con una nariz puntiaguda y ojos negros que le sonreían.

─ Hemos extraído las dos balas y no te preocupes, el bebé está bien...

Los ojos de Beth se redondearon como platos mientras yo dejé escapar una
especie de pequeño chillido de sorpresa.

─ ¿Un bebé? ¿Qué bebé?, ─ preguntó ella, enderezándose abruptamente en


su cama.

─ Estás embarazada, ¿no lo sabías?

─ No puedo estar embarazada, usted debe estar equivocado, ─ dijo Beth


con voz triste sacudiendo la cabeza tan fuerte que uno de sus mechones
pelirrojos cayó en medio de su frente.

─ Es poco probable, pero podemos hacer otro ultrasonido si usted así lo


desea.

Pálida, me miró con una mirada que gritaba: "¡Sujétame o me levanto y lo


destripo!" Conociendo a Beth, probablemente no era una amenaza vacía. Y
aunque ella generalmente mataba con más dificultad que yo, pude ver por el
color ámbar que invadía sus ojos de ébano, por su nariz recta y bonita
levantada y por la tensión de su cuerpo, que ella estaba a punto de saltar
sobre él y comérselo. En el sentido literal de la palabra, por supuesto.

─ Mantén la calma, ¿de acuerdo? ─ Dije con una voz reconfortante.

Luego me dirigí al médico y le expliqué en un tono lento y paciente que se


usa normalmente con niños o personas con retraso mental: ─ Lo que mi amiga
está tratando de explicarte es que no puede tener hijos, es estéril.

Se encogió de hombros.

─ El diagnóstico debe haber sido erróneo... A veces pasa.

"Erróneo" y un cuerno. Después de que Beth fue diagnosticada, ella


consultó a una docena de médicos y todos ellos se habían mostrado
categóricos: Beth no podía tener hijos. Además, no importaba lo mucho que
ella aparentaba tener treinta años, pronto iba a celebrar su quincuagésimo
cumpleaños, lo que reducía aún más su ya casi nula posibilidad de ser madre.

─ No, esta vez no. En caso de que no lo hayas notado, tu paciente es una
loba, una loba que no ha tenido relaciones sexuales con uno de sus congéneres
¿desde...?

Me detuve y miré a Beth interrogante.

─ Durante cuatro años, ─ contestó ella.

─ Voilà... durante cuatro años, ─ le dije, por lo tanto...

El médico miró a Beth con escepticismo.

─ ¿Estás segura de eso? Porque es simplemente imposible.

─ Este embarazo es lo que es imposible. ¡Repite las pruebas! ─ gritó,


arañando el colchón tan fuerte que sentí que mi cabello se erizaba sobre mi
cuello.

─ Beth, estás a punto de cambiar...

─ Tú también lo estarías si te soltaran esa clase de tonterías.

Como no quería empeorar las cosas, me abstuve de señalarle que, enfadada


o no, no podía dejar crecer sus garras afiladas como cuchillos o convertirse en
una bestia grande, feroz y peluda y decidí prudentemente dejarlo ir.
─ Haga lo ella le dice, doctor ─ dije, volviéndome hacia el cambiante rata
que la miraba con pánico.

Asintió y salió corriendo de la habitación sin hacer más preguntas. Fijé mi


atención en Beth.

─ Cálmate y explícame por qué estás tan molesta... ─ le dije con voz
tranquilizante mientras le acariciaba la frente.

Este contacto la relajó un poco y la oí respirar casi normalmente de nuevo.

─ Sí...

─ Bueno, entonces, sé una buena chica y retrae los dientes. Estoy de


acuerdo contigo, que es un idiota incompetente, pero no merece ser comido
por eso.

─ Tienes razón, sé que tienes razón, pero...

─ Pero, ¿qué? ¿Qué es lo que te preocupa?

Se mordió los labios.

─ Mis... mis pechos han crecido...

─ ¿Qué?

─ Y mi vientre también, mira, ─ dijo ella, levantando la túnica blanca.

Levanté las cejas. De hecho, su barriga se había redondeado


considerablemente, pero…

─ Y siempre estoy enferma… si no hubiera de repente dejado de correr para


vomitar detrás de un árbol, el tirador me habría tenido a mí también.

Parpadeé varias veces, aturdida.

─ Solo engordaste unos kilos y te contagiaste de un virus de mierda ─


sugerí con calma.

─ Los lobos no se contagian con los virus.

Eso es correcto. Mierda...

─ Pero debe haber otra explicación, necesariamente... no puedes estar


embarazada, no después de todos estos años en los que...
─ ¿Y si estaban equivocados? ¿Si todos los médicos se hubieran equivocado?
─ preguntó en voz alta.

─ Entonces significaría que...

Me detuve y la miré fijamente durante mucho tiempo.

─ Mira, si engañaste a Khor, sabes muy bien que puedes decírmelo y que...

─ Yo no engañé a Khor.

Qué lástima. Odiaba a ese estúpido cambiaformas león. Lo encontraba


desagradable y arrogante. Sin mencionar que su aventura era un peligro real
para ella y que en cualquier momento le podía costar, en el mejor de los casos,
su lugar en la manada, o en el peor, su vida.

─ En ese caso, no tienes de qué preocuparte. Es biológicamente imposible


para un lobo procrear con un miembro de otra especie.

─ ¿Así como es imposible que una bruja quede embarazada de un vampiro?

Sí, bueno, el padre de Leonora era un vampiro, en otras palabras, un


hombre que llevaba muerto mil años, y nuestra hija era una aberración
genética, pero... Beth no era yo, no poseía mi magia, ni era una de las
sirvientas de Akhmaleone, la Diosa de la Vida.

─ Sabes perfectamente bien que eso no tiene nada que ver con esto,
─declaré en un tono convencido.

─ Entonces examíname...

─ ¿Qué?

─ Sondéame y examíname, ─ repitió.

─ Beth, no soy médico.

─ ¡Te digo que me revises! ─dijo con una voz que sonaba mucho más como
un gruñido de animal que como un sonido humano.

Una ráfaga ardiente escapó de ella y flotó sobre mi piel. Brutalmente


rechacé su poder y fruncí el ceño. Ya había visto a Beth en este estado y
francamente no tenía ningún deseo de verla cambiar en esta habitación. Al
menos no cuando estaba tan asustada.

─ Está bien, pero quiero que te calmes. No quiero lastimarte más de lo que
ya estás, lo haré si me obligas, pero sé lo suficientemente amable como para
ahorrarme esto, ¿de acuerdo? ─ Tener que dispararle a mi mejor amiga puede
ser un poco traumático y estoy un poco estresada en este momento.

Me miró sorprendida como si no esperara que la amenazara y de repente


entendió que la lastimaría si me empujaba hasta el límite.

─ Reconozco que no estoy en mi estado normal, ─ admitió en un tono


desprovisto de arrepentimiento, pero no tenía la intención de...

─ En ese caso, compórtate. Tú eres la Raani de los lobos, debes ser capaz
de controlarte mejor que eso, ─ la interrumpí secamente.

Aprender a controlar a su bestia era una de las primeras lecciones que se


les enseñaba a los lobos jóvenes y pensé que era inaceptable la falta de control
de Beth. Tanto si las circunstancias eran excepcionales o no.

Se estremeció como si la hubiera abofeteado.

─ No perdí el control.

Revisé el bolsillo de mi chaqueta y saqué el espejo de mano que siempre


llevaba conmigo, antes de ponérselo frente a su nariz.

─ ¿Ah, no?

Abrió la boca para protestar y luego su ira desapareció por completo


mientras observaba su reflejo para dar paso a la vergüenza.

Lo siento...

Sonreí.

─ Vamos, retrae esas garras y los pelos en tu hocico y acuéstate para que
pueda examinarte.

Me miró irritada, pero sabiamente obedeció.

Puse mis manos sobre su vientre y propulsé suavemente en su cuerpo una


ola de calor tan dulce y reconfortante que Beth soltó un suspiro de
satisfacción.

─ No sabía que podías ser tan considerada.

─ Cállate y déjame concentrarme, ─ le ordené, cerrando los ojos.

Mi energía fluyó cuidadosamente a través de sus venas hasta su corazón


antes de descender lentamente hacia su útero. Estaba allí, brillando como un
sol, irradiando poder y flotando en un líquido plateado. Empujé la energía
hacia él y sentí que su mano se extendía y deformaba su bolsa. Me había
sentido. Había sentido mi presencia y estaba estirando sus manos hacia mí
sin ningún tipo de desconfianza. Al contrario, parecía que estaba contento de
verme. Una ola de emoción me abrumó mientras me retiraba de puntillas.

─ ¿Y bien?

La miré fijamente antes de responder en un tono serio:

─ En realidad estás embarazada.

Mis palabras sonaron como un trueno en la habitación. Ella se quedó


inmóvil por un momento, rígida como si fuera una estatua. Parecía tener
miedo de hacer la más mínima cosa o de respirar.

─ ¿Beth? ─ Pregunté preocupada.

El sonido de mi voz pareció despertarla de repente y parpadeó, con los ojos


como si estuviera despertando de un largo sueño y volviendo a la realidad.

─ ¿Si?

─ ¿Escuchaste eso? Vas a tener un bebé, cariño ─ le dije con voz suave
empujando un mechón de cabello detrás de su oreja.

─ Sí... El feto... ¿El feto... bueno... es normal?

Podría suceder ─pero era bastante raro─ que un feto de lobo o


cambiaformas creciera en su forma animal. En ese caso, nacía sin ser capaz
jamás de cambiar, de hablar o de comportarse como un humano. Cuando
ocurría este tipo de drama, los pequeños eran sistemáticamente asfixiados al
nacer.

Asentí lentamente.

─ Es perfectamente normal. Tiene dos pies, dos brazos, un corazón.... es


grande, yo diría que tiene cuatro o cinco meses.... al menos tanto como he
podido evaluar, ─ le dije con una sonrisa.

Ella miró hacia abajo, a su vientre.

─ ¿Cuatro o cinco meses? Te equivocas, a los cuatro o cinco meses las


mujeres son mucho más...
─ Todo depende de las mujeres. Algunas sólo ganan 5 o 6 kilos durante todo
el embarazo, especialmente cuando están enfermas. ─ le hice notar. ─ Pero
no te preocupes, él es...

─ ¿Con "él" quieres decir que es un niño?

─ Sí.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

─ ¡Oh, Dios mío!

Me senté en el borde de la cama y lo atraje hacia mí.

─ Está bien, cariño, te prometo que todo estará bien.

─ Pero Khor... ¿qué le voy a decir? Imagínate que no me crea, que él


piense...

Khor formaba parte de las tropas que Aligarh envió para proteger a su
amigo el gobernador. Lo que lo hacía más fácil. Al menos por el momento.

─ Khor no pensará nada por la simple razón de que tú no le dirás que estás
embarazada, ─ dije en un tono firme.

Me miró fijamente.

─ ¿Eh? Pero... ¿Por qué? ¿Tú crees... piensas que lo traicioné?

Miré al cielo.

─ No seas estúpida.

─ Entonces, ¿qué es lo que...

─ Necesitamos saber más, averiguar si hubo algún caso similar antes,


¿cuáles son los riesgos para ti y para el bebé? antes de decírselo a alguien.

─ ¿Crees que existe el riesgo de que... que no pueda llevar mi embarazo a


término?

─ No lo sé, pero es algo a tener en cuenta. Beth, su padre es un león y tú


eres una loba.... nada de esto existe en la naturaleza, ─ comenté
cautelosamente.

Me miró con miedo.

─ Rebecca, si pierdo a este bebé...


─ No lo perderás, pero necesitamos ayuda. Voy a pedirles a los archiveros
de mi clan que investiguen.

─ ¿Archiveros?

─ Claro que sí, este tipo de disfunción ya debe haber ocurrido en el pasado
y...

Me miró con atención.

─ ¿A los archiveros? ¿Disfunción? ¿Qué demonios...?

Dejó de hablar y me miró con recelo.

─ ¿Hay algo que no me estás contando?

Suspiré.

─ No estoy segura.

─ Rebeccaaa....

─ De acuerdo, de acuerdo... ha pasado algo sorprendente cuando te estaba


examinando.

─ ¿Sorprendente cómo?

─ Tu feto... me reconoció... sabía quién era yo.

Ella saltó.

─ ¿Qué?

─ Parte de su magia es como la mía.

─ No lo entiendo.

No es de extrañar, yo también estaba un poco perdida no importaba cuánto


me devanara los sesos, sólo podía ver una explicación. Una explicación
retorcida que me hizo dudar, pero por el momento era lo único que me vino a
la mente.

─ Yo tampoco... bueno, tengo una teoría, pero...

Me pellizcó el brazo.

─ ¡Ay!

─ Cuéntame o te morderé, ─ dijo muy seriamente.


Me masajeé la piel con un gesto de dolor y accedí.

─ Eras estéril, ¿verdad?

─ Sí.

─ ¿Recuerdas la pelea contra ese vampiro renegado que te destripó?

─ Sí, me trataste y...

Se detuvo y me miró asombrada.

─ ¿Quieres decir que tu magia me curó?

─ Me costó mucho, tuve que recurrir a mis reservas para sacarte de esa
mala situación, el consejo de las Vikaris me ayudó y es posible ─ quiero decir
"posible" ─ que tu cuerpo haya retenido parte de los poderes que te
transferimos.

─ La magia de la vida de Akhmaleone...., ─ susurró con voz ronca.

Asentí con la cabeza.

─ Exactamente.

Me miró con tanta intensidad que tuve problemas para sostener su mirada.

─ Lo siento.

Ella sacudió la cabeza.

─ No lo sientas. Me diste el mejor regalo de todos, no tienes ni idea…

Las palabras se atoraron en su garganta.

─... Estoy tan agradecida, ni siquiera sé... He soñado tanto con ello... si
supieras cuántas veces he rezado... cuanto he...

Suavemente puso sus manos sobre su vientre.

─ Y ahora está aquí, mi ángel.

Ángel o demonio, sólo el futuro nos lo diría. En cualquier caso, la magia que
emanaba del feto era fenomenal y llevaba la firma de las Vikaris. Esto podría
complicar mucho las cosas, especialmente para Beth, que no tenía ni idea de
cómo se manejaba ese poder.

La miré con seriedad.


─ Beth, este bebé podría firmar tu sentencia de muerte. ¿Te das cuenta de
eso?

La sonrisa de felicidad que había mostrado unos segundos antes se


desvaneció.

─ ¿Qué?

─ Si los Altos Consejos lobos y cambiantes se enteran de su existencia te


matarán.

Palideció.

─ No, no se atreverán, no atacarán a... ¿qué daño puede hacerles? No es


una amenaza para ellos.

Por el momento, no, pero...

─ ¿No es una amenaza? Beth, este bebé está cuestionando todas las reglas
establecidas y sus sacrosantas leyes sobre la pureza de la raza. Lo verán como
un monstruo.... mierda Beth, eres una chica grande, sabes cómo funciona el
mundo y de lo que es capaz la gente cuando está asustada.

─ El Directum nunca le permitirá...

─ El Directum estará de su lado. En primer lugar, porque al no ser así


conduciría a una guerra y luego porque algunos de ellos comparten sus
convicciones.

─ ¿Crees que Gordon...

─ Gordon es un buen hombre, pero hará lo que sea necesario para la


supervivencia de su clan.

─ ¿Qué hay de Ali?

Si hubiera tenido alguna duda, la actitud del cambiante tigre hacia Tamara
y su comadreja, las había barrido por completo.

─ Aligarh es muy anticuado. Él te eliminará sin remordimientos.

─ Khor no le permitiría hacerlo.

─ Khor es poderoso, no lo niego, pero no lo suficiente como para enfrentarse


a Aligarh o a toda su manada.

Palideció.
─ No confías en él...

No, pero era un problema que ambos habíamos resuelto hace mucho
tiempo. No confiaba en su novio y ella sospechaba constantemente del mío.
Me imaginé que este era el tipo de cosas que podían suceder en una relación,
y para ser honesta, nunca dañó nuestra amistad. Al menos hasta ahora.

Mientras yo permanecía en silencio, ella me miró fijamente, impactada.

─ ¿Crees que podría hacerme daño?

Khor nunca había desobedecido a Aligarh. Nunca. Oh, por supuesto,


probablemente no llegaría al punto de matar a Beth y a su propio hijo, pero
tampoco podía verlo dejando su manada y enfrentarse a su líder para
protegerlos.

─ No, no directamente, pero...

Su mentón tembló un poco.

─ ¿Cómo puedes imaginar...?

─ No puedo imaginar nada, estoy analizando la situación con frialdad, y tú


no, obviamente no está en condiciones de hacerlo en este momento.

─ Khor me ama.

─ Él te ama, sí, pero es un león.... y como todos los leones, también es


testarudo, obtuso e intolerante. Maldita sea, Beth, ¿viste la forma en que él
mira a Leo? ¿La forma en que me mira?

─ A él... le gusta Leo...

─ No. La tolera y odia todo lo que ella representa.

Ella permaneció en silencio.

─ Este bebé, tu bebé es como ella. Una mezcla de dos especies con su propia
magia. Único, ─ seguí adelante.

Se enderezó inmediatamente, a la defensiva.

─ Es su hijo.

─ Nunca he dicho lo contrario. Pero tú sabes tan bien como yo que no es


tan simple...

─ Debería serlo.
Suspiré profundamente y le miré a los ojos.

─ Muy bien. Lo conoces mejor que yo, si crees que Khor aceptará y amará
a este niño incondicionalmente, entonces perfecto, díselo, pero si tiene alguna
duda...

Una sombra cruzó sus ojos.

─ ¿Qué?

Una triste sonrisa apareció en sus labios.

─ Cuando nos conocimos y aún no había nada serio entre nosotros, dijo que
era hora de que él engendrara su propio linaje, un linaje puro y fuerte... un
linaje tradicional del que sus padres podrían estar orgullosos.

─ ¿Sus padres siguen vivos? ¿Los conoces?

─ Ellos... ellos no saben de mi existencia... Khor juzgó hasta qué punto se


suponía que deberíamos guardar el secreto... Pero...

─ Pero ahora estás pensando que estaba demasiado avergonzado de su


relación para hablar con ellos.

─ Probablemente, ─ admitió.

Miró hacia otro lado, con lágrimas en los ojos.

─ Sabes, nunca quise eso.

─ ¿Qué?

─ Hacerlo infeliz y privarlo de todo lo que es realmente importante para él.

─ Beth, él tomó su decisión y sabía las consecuencias.

─ Dudo que él haya planeado esto, ─ dijo ella, poniendo las manos sobre su
estómago.

Me reí con una risa sin alegría.

─ No, supongo que no.

Me miró a los ojos.

─ ¿Qué crees que debería hacer?

─ Tiene dos opciones: deshacerte del bebé...


Abrió la boca horrorizada, pero no le di tiempo para interrumpir y agregué
precipitadamente:

─ O irte.

Ella abrió los ojos.

─ ¿Irme?

─ No tienes elección: los leones más que cualquier otro cambiaformas


tienen ideas muy específicas sobre la familia, el honor, el clan.... nunca
aceptará al niño. En cuanto a los lobos...

─ Los lobos le cortarán la garganta, ─ terminó temblando.

Asentí suavemente.

─ Sí.

─ No puedo pedirle a Khor tal sacrificio, ─ decretó con lágrimas en los ojos.

Sentí que se me anudaba la garganta.

─ Mira, no creo que unos cuantos días influya mucho, ¿de acuerdo? Tienes
mucho tiempo para tomar una decisión, ─ dije antes de levantarme y
dirigirme hacia la puerta.

─ ¿Adónde... adónde vas? ─preguntó de inmediato en un tono de voz


preocupado.

Le sonreí. Tenía asesinos que encontrar, una crisis que evitar, tipos que
querían exponernos, pero lo único que me importaba ahora mismo era
protegerla. No porque fuera mi amiga y la amara, sino porque sentía,
contrariamente a lo que había sugerido, que este embarazo no se debía a una
disfunción o a un accidente. Aunque no sabía cuáles eran las intenciones de
la Diosa, los planes que tenía para el niño, y que la mayoría de sus
motivaciones se me escapaban, estaba segura de que ni mi poder ni siquiera
el de toda la asamblea habría podido crear este milagro sin su bendición.

─ Voy a buscar al médico.

Me miró con sorpresa.

─ No al joven idiota, a alguien más, ─ me pareció que debía mencionarlo.


─ Necesitas a un médico.

Me incliné y la besé suavemente en la frente.


─ Descansa y no te preocupes, todo estará bien, ─ dije con firmeza.

Suavemente cerró los ojos mientras yo caminaba hacia la puerta con el


corazón apretado. Estaba en una posición privilegiada para saber por lo que
estaba pasando y era perfectamente consciente de los retos que tenía por
delante. En muchos sentidos, nuestras situaciones eran similares. Excepto
que me quedé embarazada cuando tenía dieciséis años y tuve que enfrentar
toda esa mierda sola. Beth, por otro lado, no lo estaba. Me tenía a mí, lo que
cambiaba el juego considerablemente.
Después de caminar por los pasillos de la clínica en busca de Ferguson,
finalmente tuve que dirigirme a una enfermera. Pelo oscuro, pómulos altos,
labios bien definidos, la joven chamán no estaba mal.

─ El Dr. Ferguson está en la cabecera de un paciente, está muy ocupado en


este momento, pero puedo avisarle que usted quiere verlo si lo desea, ─ dijo
en un tono amable.

─ ¿Qué habitación?

─ No puedo...

Mi poder comenzó a brillar y a aplastarla como un autobús lo haría con un


peatón. Un brillo de pánico invadió sus ojos.

─ Le pregunté cuál era la habitación del paciente, señorita.

─ 56. Está en la 56, en el primer piso.

─ Gracias, ─ respondí antes de sentir un aliento familiar tocando mi alma.

Cerrando los ojos, bajé inmediatamente mis defensas mentales e impulsé


mi poder a lo largo del vínculo que me unía a mis hermanas.

─ ¿Prima?

─ ¿Si?
─ Sentimos una presencia...

El bebé... nuestra magia se había comunicado... y el consejo estaba


intrigado.

─ Sí, ─ empujé la puerta de una habitación y luego otra antes de encontrar


una sin ocupante.

La habitación era pequeña. Lancé un conjuro que la aisló tanto del ruido
como de cualquier interferencia mágica.

─ ¿De qué se trata? ─ preguntó Malina, la portavoz del consejo, preguntó.

─ Un niño en gestación.... Un feto.

─ ¿Un niño?

─ Un regalo de nuestra Diosa. Un niño...

─ ¿Un niño?

Así es, un niño. Para mí también fue un shock. Entre las Vikaris, los
hombres eran usados sólo para la procreación y para alimentar las
necesidades cotidianas. En otras palabras, ellos trabajaban mientras nosotras
nos dedicábamos a nuestros pequeños negocios. Hasta ahora, ninguno de ellos
había heredado ningún poder y vivíamos a ambos lados de un valle, donde nos
habíamos asentado casi sin contacto.

Hubo un silencio y luego percibí susurros.

─ Esto no puede ser.

Otro silencio.

─ ¿Estás segura de esto? ─ La abuela preguntó de repente.

─ Por favor, Guardiana, lo sentiste como yo...

Le oí suspirar.

─ ¿Quién es la madre?

─ Una loba, mi amiga Beth Mattison.

─ ¿La mujer que tratamos?

─ Sí.
─ ¿Qué hay del padre?

─ Un felino.

Hubo una especie de alboroto y gritos de exclamación.

─ Sí, lo sé, es una decisión curiosa, pero es su decisión, ─ se los recordé con
firmeza.

De repente, una voz se elevó.

─ ¿Cómo pudo Akhmaleone haber...

No la dejé terminar su frase.

─ La Diosa no tiene que rendirte cuentas ni justificarse. La servimos, la


obedecemos.... o morimos.

Mis palabras resonaron en sus oídos como el sonido de un tambor.

─ Servimos a la Diosa mi Reina, ─ dijo la abuela.

─ La servimos y la honramos, ─ aprobó humildemente Malina.

─ Pero no te serviremos, ─ objetó repentinamente una voz.

No necesitaba probar su poder para saber quién era. Esa voz pertenecía a
Rose, una de mis críticas más feroces. Una mujer intoxicada por el poder y la
perversión. La imaginaba muy bien, sentada alrededor de la mesa, vestida
con su sempiterno vestido negro con las mangas desgastadas, la barbilla
puntiaguda, la cara con arrugas profundas como las de un sharpei,
gesticulando en su silla como si sus grandes y suaves nalgas estuvieran
ardiendo.

─ Te guste o no, soy tu Reina, Rose.

─ ¡No eres nada! ¡Sólo una sucia bastarda! ─ Contestó en un tono


repugnantemente desdeñoso.

Podría haberlo dejado pasar y ponerla firmemente en su lugar, pero recordé


la conversación que tuve con Madeleine. Esta última estimaba que debíamos
tratar a mis oponentes como perjuras y traidoras y yo solo podía estar de
acuerdo con ella. Rose había ido demasiado lejos. Demasiado lejos al
provocarme directamente. La anciana pensaba que yo era débil. Demasiado
débil para hacerle frente y, por supuesto, estaba equivocada.
Sumergiéndome en el flujo mágico de la asamblea, desentrañé lentamente
los vínculos de cada uno de los miembros del consejo, hasta que finalmente
identifiqué a Rose y propulsé mi poder como una bala de cañón a lo largo del
cordón metafísico que me unía a ella.

─ Hubo un tiempo en el que te encontré entretenida, Rose, un tiempo en el


que creabas torturas divertidas, en el que inventaste hechizos emocionantes,
un tiempo en el que no te faltó imaginación, un tiempo en el que te asegurabas
de nunca provocar mi ira lo suficiente para hacer que quisiera matarte, ─ dije
con una voz tan llena de poder que las paredes de la sala de juntas empezaron
a temblar.

Rose abrió la boca, pero sin éxito. Mis palabras se deslizaron por su
garganta y llenaron su garganta como un ganso que está siendo cebado. No
podía regurgitar ni respirar. El sabor de su miedo cayó en mi lengua.
Sonriendo, empecé a torcer y moldear su poder de acuerdo a mi placer.
Inmediatamente se arrastró por el suelo, con sus ojos en blanco y sus rasgos
distorsionados por el dolor. Cerrando los ojos, me dejé llevar por la luz de la
magia que todavía corría por sus venas y apreté mis dedos alrededor de su
corazón.

─ Adiós, ─ dije en tono helado.

La bruja cayó al suelo sin vida. Escuché un largo murmullo y luego nada.
Las Vikaris estaban demasiado conmocionadas para reaccionar.

Ninguna de nuestras reinas anteriores se había atrevido a eliminar a un


miembro de la junta sin la aprobación de la asamblea.

─ ¿Más recriminaciones? ─ Pregunté bruscamente.

Curiosamente no.

─ Bien.

La abuela se rió.

─ Lo veía venir desde hace tiempo... bueno, volvamos al niño... ¿qué decías?

─ Estoy preocupada por él. Quiero que las antiguas investiguen para
aprender más. Quiero saber si este tipo de caso se ha presentado en el pasado,
─ le contesté.

Greta, la guardiana de la memoria de nuestro clan, habló:


─ Lo comprobaré, pero no recuerdo que algo así haya ocurrido nunca, mi
Reina.

─ Um...

─ ¿Qué vas a hacer?

─ ¿Qué quieres que haga? Obviamente, protegeré a Beth y al bebé.

─ ¿Están en peligro? ─ se preocupó Malina.

─ Lo estarán tan pronto como el clan de los lobos y los cambiantes se entere
de la verdad, ─ suspiré.

─ En ese caso, vamos a esconderlos entre nosotros, ─ sugirió la abuela.

Escuché algunos susurros de desaprobación.

─ ¿Qué? ¿Quieres traer a esa loba de aquí? ─ preguntó Malina en un tono


de voz sorprendido.

─ Loba o no, no me importa, nuestra magia fluye por las venas de su hijo y
la Diosa lo marcó con su sello, ─ comentó secamente la abuela.

─ No lo discutimos, ─ dijo Malina, ─ pero...

─ Anthéa tiene razón, ─ gritó otra voz, ─ Akhmaleone le ofreció su


bendición, el lugar del pequeño está entre nosotros.

─ El niño debe crecer entre los suyos, ─ dijo otra voz.

─ El pequeño es poderoso, demasiado poderoso para ser escondido entre los


humano, ─ comentó Greta. ─ No podemos dejar que ande por el mundo sin
entrenamiento.

─ Mi Reina, esta decisión es tuya, ─ dijo la abuela. ─ ¿Qué es lo que quieres


que hagamos?

Me sorprendió. Realmente estaba sorprendida por su propuesta. Pero tuve


que admitir que la decisión de la junta de dar la bienvenida a Beth y a su bebé
era la solución menos mala. Lo único que quedaba era convencer a la loba de
que lo dejara todo y se exiliara en medio de la campiña francesa con un grupo
de brujas sádicas y locas. Lo cual no era fácil de lograr.

Suspiré.
─ Por lo que sentí cuando sondeé al feto, Beth no tiene ni las habilidades,
ni el conocimiento para educar y controlar al niño, ─ dije.

─ En ese caso, el asunto está resuelto, ─ comenzó la abuela.

─ Aunque esté conmocionada y asustada, ─ continué, ─ puede que me


cueste convencerla de que venga y se una a nosotras.

─ ¿Por qué? ─preguntó Malina en tono de sorpresa.

─ Por alguna extraña razón, las Vikaris tienen una muy mala reputación
entre los otros clanes, incluyendo a nuestros antiguos aliados, ─ dije con gran
sentido de humor. ─ Afirman que somos sádicas, peligrosas, aterradoras e
impredecibles.

─ ¿Y por qué eso es un problema? ─

Sí, bueno eso nos preguntamos...

─ El problema es que la loba no confía en ti. No sabe quién eres, es decir,


conoce a Madeleine y a la abuela pero aquí entre tú y yo, eso nos hace quedar
mal...

─ ¿Por qué? ─ preguntó la abuela, sorprendida.

─ Destruiste mi edificio y mataste a mucha gente.

─ Humanos, no hay razón para hacer un drama.

─ Y cuando le pedí a Beth que te llevara de compras, ─ continué, ─


manipulaste la mente de una humana y la obligaste a golpearse la cabeza
contra su caja registradora.

─ No tenía que equivocarse al darme el cambio, ─ explicó sin un atisbo de


arrepentimiento.

─ También te vio lanzarle un permum perendi a un tipo que te había


empujado, al desgraciado no le quedó ni un cabello en la cabeza...

─ ¿A dónde quieres llegar exactamente? Porque ahora mismo, realmente


no veo...

─ Estás fuera de control. No tienes respeto por la vida de la gente y no


soportas que te contraríen. Créeme, cuando no eres una Vikaris, eres una
fuente de terror y angustia andante.
─ Estoy segura de que has matado a más personas de las que yo he matado
en mi vida, ─ contestó en tono despectivo.

─ Sí, pero nunca lo hago sin una buena razón. Contigo y con las otras,
nunca sé qué hacer y vivo con un susto en el estómago.

─ Esto es ridículo...

─ Si sus temores están justificados o no, ─intervino muy diplomáticamente


Malina, ─ no se debe correr un riesgo innecesario, ella debe a unirse a
nosotras tan pronto como sea posible.

─ Lo sé, hablaré con ella, pero no puedo obligarla, ─ suspiré.

─ En ese caso, tómate el tiempo que necesites para convencerla de que es


una buena solución. Mientras tanto, me uniré a ti con una escolta para
protegerla a ella y al niño, ─dijo la abuela.

Mis ojos se redondearon.

─ ¿Eh?

─ Tienes razón, tiene que conocernos si queremos que confié en nosotras,


─ admitió de repente.

Por un lado, me sentí tentada a negarme categóricamente, pero por otro


lado, me atraía realmente por la idea de que Beth pudiera ser protegida de
verdad eficazmente.... en resumen, la elección no era fácil.

─ Muy bien, lo pensaré, ─ respondí, sin prometer demasiado antes de cortar


la conversación y levantar mis defensas mentales y girar hacia la persona que
acababa de entrar en la habitación.

Tez pálida y ojos vidriosos, una joven me miró sorprendida.

─ ¿Assayim? ¿Qué haces en mi habitación?

─ Yo...

─ ¿Te acuerdas de mí? Soy Julie. Julie Whicombe.

La miré fijamente y asentí suavemente.

─ ¿Cómo estás, Julie?


Desde que la conocí en la escuela de las potioneuses, Julie no había
cambiado mucho. Siempre tuvo el mismo pelo castaño, un poco deslucido, sus
grandes ojos expresivos y su bonita sonrisa.

─ Estoy bien...

Notando los moretones en sus mejillas, fruncí el ceño.

─ ¿Has encontrado la manera de volver a meterte en problemas?

En ese momento, Julie había caído bajo el control de una de sus maestras,
una loca que había obtenido una copia del libro de fórmulas prohibidas y
quería usarlo para relanzar la guerra contra vampiros y demonios. La niña
apenas había logrado salir con vida, en gran parte debido a su total falta de
talento.

Se mordió los labios, un poco avergonzada.

─ Manejo incorrecto...

La miré sorprendida.

─ ¿Y Maurane prefirió enviarte aquí antes que tratarte ella misma?

Se sonrojó.

─ No estoy en la escuela. Me expulsaron por... bueno, ya sabes...

¿La expulsaron? No, no lo sabía, pero no me sorprendió de la maestra de


las pociones. Siempre había sido muy estricta con sus alumnas.

─ ¿Pero sigues practicando? ─ Pregunté con una pizca de desaprobación.

La sonrisa que mostró no llegó a sus ojos.

─ Lo estoy intentando... de todos modos.

─ ¿Por qué? Eres una chica inteligente, podrías seguir el camino de los
humanos, ir a sus escuelas, seguir su formación.

─ ¿Y pasar mi vida fingiendo ser otra persona? ¿Fingiendo ser como ellos?
No, lo siento, pero eso está más allá de mis fuerzas.

Su voz era terriblemente amarga. Y yo la entendía.

─ En este caso, aplica en otra escuela de potioneuses, dicen que la de Nueva


York es muy bonita. Te salvaría de tener este tipo de accidentes. ¿En qué tipo
de poción estabas trabajando cuando te lastimaste?
─ Anguro alaxis.

El anguro alaxis permitía a las potioneuses confundir las ideas de una


persona y hacer que pierda la cabeza momentáneamente. Se requería mucha
precisión y no estaba al alcance de un joven potioneuse tan inexperta.

─ Fue una estupidez.

─ Oh, lo logré, solo que, el gato dejó caer una itoxis en la pipeta y la mezcla
explotó.

Levanté una ceja.

─ ¿Lograste tu anguro alaxis?

─ Sí. De hecho, he llegado a las pociones del quinto nivel... todavía tengo
algunas dificultades con los bellitóxic, pero el resto, está bien.

Alcanzar el quinto nivel a su edad era un verdadero logro. Una hazaña que
tenía que contarle a Maurane. Esta última era testaruda pero no lo suficiente,
para no ver el interés que tendría en reintegrar a Julie lo antes posible. Un
potioneuse independiente con tanto talento, podría llegar a convertirse en un
problema, no sólo para su clan sino también para el resto de la comunidad.

─ Te felicito por ello. Debes haber trabajado duro.

Rió con una risa que sonaba falsa.

─ Todos los días, sin pausas ni descanso, pero valió la pena.... y además
tuve un poco de ayuda.

Fruncí el ceño.

─ ¿Algo de ayuda?

─ Una anciana muy simpática... nos conocimos en el club de tejido de mi


abuela y me enseñó muchas cosas, mucho más que en la escuela...

¿Club de tejido? Oh oh oh...

─ ¿Una anciana?

─ Se llama Madeleine, es muy amable, me ayuda mucho...

─ Déjame adivinar: esta Madeleine, ¿no tiene un pequeño lunar en el


rabillo del ojo y un bonito vestido floral?

Ella asintió con la cabeza y esta vez mostró una verdadera sonrisa.
─ ¡Sí! ¿Usted la conoce? Francamente, nunca he visto a una potioneuse tan
talentosa.

Desafortunadamente, no podía negar eso...

─ Si la conozco bien, ¿te ha dado clases particulares?

─ Sí, bueno, de vez en cuando, cuando podía...

¿Madeleine tomando a una pequeña potioneuse mal formada bajo su ala?


Eso era bastante sorprendente. Más que ninguna otra profesora de nuestro
clan, odiaba las incompetentes y no dudaba en eliminarlas cada vez que se
presentaba la oportunidad. Julie era obviamente más talentosa de lo que
había imaginado, pero mucho menos que una Vikaris ─ la mayoría de
nuestras jóvenes alcanzaban el quinto nivel a la edad de diez años ─
¿Entonces qué? ¿Qué había visto esta vieja carne, en esta potioneuse que se
me había escapado?

─ Aparentemente su hija y su nieta están muy ocupadas, ─ añadió. ─ Es


una anciana encantadora que no habla mucho, pero por lo que entiendo, su
familia no es muy agradable con ella...

Esta vez es seguro que iba a estrangularla....

─ Julie, ¿conoces la historia de Caperucita Roja?

─ Por supuesto.

─ ¿Recuerdas la escena en la que el lobo se viste como una buena e


inofensiva abuela? ─ Pregunté mientras caminaba hacia la puerta de la
habitación.

─ Vagamente, ¿por qué?

─ Porque creo que deberías volver a leerlo, ─ dije con una enigmática
sonrisa antes de irme.
Definitivamente iba de sorpresa en sorpresa. ¿Cuál sería el siguiente
movimiento? ¿La abuela iba a decirme que había decidido dejar todos sus
ahorros a la Cruz Roja o que los marcianos nos estaban invadiendo? No, en
serio, pero ¿qué les pasaba a todos? ¿Era luna llena o qué?

─ Señorita, la habitación 56, por favor, ─ le pregunté a una enfermera que


caminaba por el pasillo.

Ni siquiera levantó la vista y respondió en un tono ausente:

─ Siga recto y luego en el pasillo a la izquierda, la segunda puerta a la


derecha.

Asentí con la cabeza y continué mi camino a la maldita habitación y entré


sin golpear, cruzando los dedos para que el médico siguiera allí.

─ ¿Ferguson? ─ llamé mientras escaneaba la habitación con la mirada.

A diferencia de la de Julie Whicombe, la habitación era blanca, espaciosa y


luminosa. Por suerte, el médico estaba allí, junto a la cama, mirando los
monitores.

Se volvió hacia mí, con los ojos cansados.

─ Hice lo que pude.

Intrigada, me acerqué a la cama y a la chica que yacía allí. Sus rasgos se


veían suaves y tersos como los de alguien que dormía profundamente, ojeras
púrpura se destacaban en su piel blanca e inmaculada y una pequeña vena
azul que corría a lo largo de su cuello, estaba latiendo al ritmo de su corazón.
Un respirador cubría su nariz y su boca.

─ ¿Cómo está?, ─ pregunté incómoda.

No había pensado ni sabido de ella en horas.

No porque no me importara, sino porque me habían enseñado a lidiar con


un problema a la vez. Cuando se trata de criaturas sobrenaturales, un solo
momento de desconcentración puede costarnos la vida. La búsqueda de los
opperstes había captado toda mi atención y si Beth no hubiera resultado
herida, no me habría preocupado por la niña que me salvó el pellejo, pero
habría salido a caminar por las calles en busca de uno o más de estos
fanáticos.

─ La puse en coma artificial.

─ ¿Por qué?

─ Para darme tiempo para entender qué es lo que le impide regenerarse.

─ ¿Pero va a estar bien?

─ Todavía no lo sé.

─ ¿Por qué está sola? Sus padres....

─ Sus padres fueron a visitar a unos primos en Oregon. Y Aligarh sigue en


casa del gobernador.

Con un suspiro, revisé mi computadora portátil y copié uno de los muchos


números registrados en un grupo llamado "estudiantes".

─ Aquí está el número de Greg Lackman, llámalo, ─ le di un pedazo de


papel.

─ ¿Greg Lackman?

─ Él es su novio.

Me miró como si hubiera perdido la cabeza.

─ Greg Lackman es una comadreja...

─ Lo sé. Haz lo que te digo.

─ Assayim...
─ La niña se está muriendo, doctor. No me importa si le gusta una cabra,
un koala o una anguila.... Quiero a ese chico con ella, ¿entiendes?

Me miró fijamente y luego asintió.

─ Muy bien.

Su tono era neutro, pero podía ver en sus ojos un resplandor de


desaprobación. Obviamente, la idea de que un búho pudiera enamorarse de
una comadreja lo perturbó seriamente. Si ese fue el caso, el pobre no había
llegado al final de sus penas.

─ Te haré saber tan pronto como tenga noticias.

Asentí con la cabeza y proyecté mi poder alrededor de la habitación.

─ ¿Qué diablos...?

Dibujé una sonrisa.

─ No te asustes, Doc, no voy a matarte. Al menos, no en este momento.

Me miró con desconfianza y retrocedió unos pasos.

─ Es un simple hechizo de aislamiento.

─ ¿Un hechizo de aislamiento? ¿Para qué?, ─ preguntó con recelo.

Consideré por un segundo, sólo por diversión, sacar grandes tentáculos del
suelo y ver cómo lo estrangulaban lentamente, pero Ferguson era un
excelente especialista y yo lo necesitaba. Beth y su bebé lo necesitaban. Así
que me resigné a sonreírle.

─ Quiero que esta conversación sea estrictamente privada. ¿Conoces a Beth


Mattison?

Levantó las cejas.

─ ¿La loba herida de bala que fue admitida a última hora de la tarde? Por
lo que me han dicho, sus heridas son menores.

─ Está embarazada.

Me miró fijamente durante mucho tiempo y frunció el ceño.

─ ¿No son buenas noticias?

─ Digamos que es un caso especial...


─ Escucha Assayim, tenemos comadronas aquí y un ginecólogo que...

─ No al ginecólogo. Quiero que te encargues de ella personalmente.

─ Soy ante todo un investigador, los casos de los que me ocupo presentan
todos complicaciones particulares y...

─ Soy plenamente consciente de ello.

Un brillo intrigante se iluminó en sus ojos.

─ ¿Alguna vez ha tenido embarazos entre especies?

─ ¿Entre especies?

─ El producto genético de un hombre lobo y un cambiante, por ejemplo.

─ No, por supuesto que no.

─ Y nunca has oído hablar de un caso en que hubiera sucedido...

─ No.

Parecía indeciso.

─ Quiero decir, sí, pero...

─ ¿Pero?

─ Pero siempre pensé que era un absurdo cuento para dormir, un engaño.

─ Bueno, creo que estás a punto de tener que revisar tu opinión sobre este
tema, doctor.

Amplió los ojos.

─ ¿No querrá decir que...?

Asentí suavemente.

─ Sí, eso es exactamente lo que estoy insinuando.

─ Mira, sé que contigo las cosas nunca son fáciles y que tienes el don de
encontrarte con situaciones nuevas, como los vínculos que pareces compartir
con algunos de los nuestros o la excepcional genética de tu hija pero...

─ Sólo estoy hablando de los hechos, doc, no los estoy explicando.


─ Está bien, iré a ver a tu amiga, pero para ser honesto, creo que tiene que
haber un error.

Entrecerré los ojos.

─ Sin errores. La sondeé y vi el feto.

Tragó.

─ ¿Qué es lo que quieres de mí?

─ Quiero saber qué esperar, si este niño será viable, cuáles son los riesgos
para la madre, en resumen, quiero que hagas la investigación necesaria con
total discreción y sin hablar con nadie.

Parecía indignado.

─ ¿Qué crees que soy? Soy médico, no un chismoso.

─ Prefiero ser honesta y advertirle Doctor: Haré cualquier cosa para


proteger a esta mujer y a su hijo, incluyendo ir a la guerra con el Directum.

─ ¿A la guerra?

Ferguson me odiaba, pero entendí cuando vi la expresión incrédula que


apareció en su cara, que aunque me consideraba un monstruo capaz de usar
los métodos más viles para lograr mis objetivos, nunca habría pensado ni por
un momento, que yo podría emanciparme del Directum y ponerme en contra
de mis amigos.

─ ¿Sabes lo que algunos de los miembros del Consejo le harán a Beth si


ellos averiguar la verdad? ─ Pregunté.

─ Pero esa no es la razón para que tú… eres el Assayim... ¡Eso sería
traición!

─ No. No, porque no soy sólo un Assayim, Ferguson. También soy la nueva
Reina de las Vikaris y la Reina de las Vikaris no les ha jurado lealtad a los
miembros del Directum.

Cualquier color abandonó su rostro y de repente sentí que la temperatura


subía como si fuera a cambiar.

─ ¿De las… Vikaris?

Su nariz comenzó a temblar y de repente le salieron pelos en las orejas.


─ Oh Señor...

Miré al cielo.

─ No tenemos tiempo para esto, Doc.

Respiró hondo, pareció recobrar la compostura y me preguntó con voz débil:

─ ¿Por qué me estás contando todo esto?

─ Quiero que entiendas perfectamente las consecuencias de una


indiscreción de tu parte y lo que yo sería, lo que nosotras seriamos capaces de
infligir a los tuyos si algo le pasara a Beth y a su hijo.

Tragó, sus ojos brillando de miedo y la ira regresó.

─ No tiene que preocuparte por eso, Assayim, lo entiendo perfectamente.

Pero no pudo evitar añadir, a pesar del miedo que tenía, con una mueca de
desprecio:

─ Es curioso, y probablemente me encontrarás ingenuo, pero pensé que


como eras Chaligar y... todo eso, creí que existía una verdadera amistad entre
tú y Ali.

─ Ese es el caso. Aligarh es amigo de Rebecca, la Assayim. La reina


Morganne considera al cambiante como un enemigo potencial y una amenaza
para la madre y el hijo.

De repente me miró con tanta profesionalidad y atención como si fuera una


enfermedad mortal que había que erradicar.

─ Varias personalidades y facetas... como la máscara de Jano...

Sólo sonreí.

─ Será mejor que vayas, doc, tu nueva paciente te necesita.


En otras circunstancias, me habría quedado con Beth y desvalijado la
máquina expendedora, mientras veía el tercer episodio de la nueva temporada
de Juego de Tronos en la televisión de su habitación en el hospital y ¿quién
sabe? Incluso podría haber pasado por la gasolinera para comprarle un helado
de Ben & Jerry's4, algo que le gusta a una mujer embarazada. Pero
desafortunadamente, todavía tenía a mis dos asesinos sueltos y a Madeleine,
que estaba sola vigilando la casa del jefe de policía todo este tiempo, y me
pedía que apareciera mientras me lanzaba toneladas de insultos y un número
impresionante de locuras.

Puff…Las ancianas son insoportables hoy en día.

Al salir del hospital, regresé rápidamente a mi auto aparcado en el


estacionamiento. La escarcha había cubierto completamente el parabrisas y
la puerta del conductor estaba claramente soldada al resto del marco.

─ Demasiado frío, me revienta el frío, ─ grite, como una maníaca a la


puerta.

4
Helado Ben & Jerry:
Una vez que me senté al volante, me dirigí rápidamente hacia el lado sur,
donde residía el Jefe de Policía de Burlington. La nieve que había estado
cayendo durante horas había convertido la ciudad y las carreteras en tierras
salvajes e inhóspitas. El coche, a pesar de los neumáticos de nieve que había
comprado a principios del invierno, tendía a hacer lo que él quería y se
mantenía en medio del camino. Como no estaba de mal humor, era
medianoche y no había ni un gato a la vista, sabiamente decidí dejarlo.

Llegó a su destino...

Agradecí al GPS con un gesto de asentimiento, me envolví una bufanda


alrededor de la cara y lancé un hechizo para calentar su lana ─ ¿quién
necesita una botella de agua caliente? ─ salí del coche y lancé una mirada
curiosa a mi alrededor. La noche era completamente oscura y las estrellas que
normalmente salpicaban la bóveda celeste, parecían abruptamente haberse
encapotado ante la profundidad de las tinieblas que nos envolvía. Como
vigilar a un asesino a ciegas, me pareció una muy mala idea, susurré un breve
conjuro.

─ Etates alluma occuli...

─ ¿Esta es la hora en que llegas? ¿Qué demonios estabas haciendo? ¡Hace


un frío polar aquí! ¡Mira, hasta tengo estalactitas bajo la nariz!

Madeleine de repente me regañó a mis espaldas.

Oh bueno…sí que es gracioso.

─ ¿No podías simplemente lanzar un hechizo de calentamiento a tu ropa?

─ Eso es lo que hice durante las primeras horas, pero este hechizo consume
demasiada energía. No quería desmoronarme en caso de un ataque.

─ Por lo tanto, ¿preferiste optar por un resfrío o una neumonía? ─ bromeé.

─ Hubiera preferido optar por el avión de una línea Francesa, pero mi


Reina es, por desgracia, una joven muy testaruda, ─ contestó tácitamente
antes de girar repentinamente hacia el jardín que rodeaba la gran residencia
de ladrillos rojos del jefe de policía. ─ ¿Los ves? ─ Preguntó excitada. Se
desplazó....

Una de las ocupaciones favoritas de Madeleine era perseguir a sus


enemigos y traerlos de vuelta al consejo en pedazos. Si hubiera creído en la
reencarnación, habría dicho que debería haber sido un perro de caza en su
otra vida.
─ "Ver" no, pero "sentir" sí, ─ le contesté antes de empezar a correr.

La firma de energía de nuestro asesino indicaba en letras grandes:


"Vampiro" y en pequeñas "viejo vampiro” y viejo vampiro nos decía – que
además de la velocidad sobrehumana de Flash, la fuerza de Hulk y los
colmillos afilados de Drácula ─ "grandes problemas en el horizonte".

─ ¿Lo tienes? ─ preguntó Madeleine, sin aliento, al unirse a mí mientras


sondeaba el área.

Miré sus pies con asombro.

─ ¿Qué demonios es eso?

─ Raquetas de nieve.

No le pregunté de dónde las sacó, no porque no me interesara, sino porque


se nos estaba acabando el tiempo.

─ ¡Allí! ¡Allí! ¡Se arrastra por la casa! ─ gritó.

El vampiro, con las manos y los pies pegados a la pared como una gran
araña, pronto llegaría a la ventana del primer piso y entraría en ella. Levanté
mis manos al cielo sin quitarle los ojos de encima mientras el poder del aire
corría por mis venas con la violencia de un tornado. Menos de un segundo
después, un enorme torbellino cayó repentinamente sobre la casa y se llevó el
nosferatus flotando.

─ Morgane, no dejes que aterrice o se escapará ─ dijo Madeleine con los


ojos fijos en el vampiro.

─ No te preocupes, no sucederá, ─ la tranquilicé inmediatamente girando


las palmas de mis manos.

El torbellino se calmó un poco, se acercó a donde estábamos y finalmente


se posicionó unos metros por encima de nuestras cabezas.

─ Adelante, bájalo, estoy lista, ─ dijo Madeleine.

Sacudí la cabeza e hice que el vampiro girara como un trompo.

─ Todavía no.

─ Es un chupasangre, Morgane, no un juguete, ─ señaló.

─ Lo sé.... Cuando era niña me encantaba hacer volar...


─... a las jóvenes novicias, ─ terminó, ─ sí, lo recuerdo muy bien, te valió
por cierto, bastantes latigazos.

─ Valió la pena, ─ admití sonriendo mientras el vampiro gritaba "aaah",


"deténganse, perras" y "las desollaré vivas".

Ella suspiró profundamente.

─ Siempre has sido una niña difícil.

─ ¿Por qué? ¿Porque me negué a cumplir con tus absurdas reglas?

─ No hay nada absurdo en estas reglas, fueron establecidas para asegurar


nuestra supervivencia y la del mundo en el que vivimos hoy. Poseer, pero
sobre todo dominar el poder de los elementos, requería no sólo talento, sino
también una gran disciplina. No podíamos dejar ni permitir a los más débiles
sumergirse en la magia, a riesgo de destruir cientos o incluso miles de vidas,
ni dejar que las brujitas dotadas con tanto poder fueran frívolas o
inconscientes. Pero sentía que tenía que haber un término medio y que un
poco de distracción de vez en cuando podría ayudar a las novatas a relajarse
como a mejorar su rendimiento.

─ No necesito que me recuerdes la necesidad de tal educación, pero no veo


por qué la alegría y la felicidad no pueden ser parte de ella.

─ Porque, mi Reina, la alegría, la risa y lo que usted llama felicidad pueden


perturbar las mentes de nuestras jóvenes guerreras. Cuando eres feliz, te
interesas por tu propia existencia y te resulta difícil aceptar perderla o
sacrificarla.

No podía negarlo: una vida llena de alegría era mucho más difícil de
abandonar que una vida llena de sufrimiento. Cuando las niñas murieron
durante las pruebas de su entrenamiento, no sintieron tristeza ni pesar.
Abandonaron este mundo sin esperanza, serenas y despreocupadas. Y por
más cínico que me pareciera este razonamiento, tuve que admitir que era la
solución más "humana".

Oh Diosa, reza por mí, estoy empezando a pensar exactamente como


ellas....

─ Bueno, ¿podrías dejarlo ya? ─agregó ella, chasqueando sus dientes, ─ mi


nariz está goteando y el pegamento de mi dentadura se ha congelado.
Suspirando profundamente, bajé al vampiro bajando mi mano izquierda
mientras sacaba el arma en mi funda con mi mano derecha. Nunca se puede
ser demasiado cuidadoso.

─ Tienes una opción: o te quedas quieto o dejo que la malvada Vikaris semi
congelada que está a mi lado te use como combustible, ─ le advertí al
nosferatus justo cuando sus pies aterrizaban en el suelo.

Este último vestía un traje oscuro bien cortado, similar al de un hombre de


negocios, así como una camisa italiana ─ los muertos nunca tienen frío. No
era ni pequeño ni alto, su tez era menos pálida que la de la mayoría de sus
congéneres. Todo esto le hacía parecer "normal" y si no hubiera notado su
mirada negra e interminable, una mirada donde se ahogaban los más
profundos abismos, probablemente no habría sospechado.

─ Soy Rebecca Kean, la Assayim de este estado.

─ Soy Augustus Mac Bright del linaje Valmodius.

¿Valmodius? Por lo que sé, Valmodius había sido asesinado en la guerra y


sus descendientes casi habían desaparecido.

─ No diré que estoy encantado de conocerte, Assayim, porque sería una


mentira, y odio mentir a las mujeres bonitas.

Su forma de comportarse contrastaba extrañamente con la actitud grosera


que mostró unos momentos antes. Me dirás que ser suspendido y manipulado
en el aire como una vulgar marioneta debe haber sido particularmente
humillante para un vampiro de su edad y difícilmente podría culparlo por
volverse loco.

Madeleine me dio un codazo.

─ ¿Deberíamos torturarlo ahora mismo o...?

─ Vamos, Madeleine, un poco de contención. Sería descortés maltratar a


un caballero como el Sr. Mac Bright sin antes pedirle amablemente que
coopere.

Madeleine obviamente luchó para no mostrarme su molestia y prefirió


permanecer en silencio. Aproveché la oportunidad para volver a prestarle
atención al vampiro.

─ Entonces, ¿Sr. Mac Bright?


El vampiro me miró, inmóvil, con una mirada tan neutra que parecía vacía.
Por primera vez desde que mis ojos se posaron sobre él, Augustus Mac Bright
se parecía a lo que realmente era: un hombre muerto. Un hombre muerto
gesticulando y hablando, pero un hombre muerto de todos modos.

─ Es una oferta muy generosa de su parte, Assayim, pero me temo que


tendré que rechazarla.

─ Eso es una pena.

─ En efecto, ─ levantó la mano para llevársela a la boca.

─ ¡Morgane, ten cuidado, está sosteniendo algo! ─ gritó Madeleine mientras


el vampiro se derrumbaba en el suelo blanco e inmaculado.

Ella lanzó una palabrota y corrió hacia él.

─ ¡No lo toques! ─ Ordené secamente antes de que ella pusiera la mano en


su pecho.

Me miró con sorpresa.

─ Pero... ¿qué...?

Aún no sabía por qué, pero algo en la forma en que el vampiro se estaba
encogiendo, en la forma en que su cara estaba cambiando, hizo que todas mis
alarmas internas sonaran.

─ Oh... Oh, ─ dijo de repente Madeleine alejándose bruscamente de él.

Me acerqué a Mac Bright con los hombros rígidos y las manos tensas.
Estaba convulsionando.

─ Cumurou archanta, ─ adivinó.

Asentí en silencio mientras olfateaba el olor que escapaba de su cuerpo.

─ Si no me hubieras detenido, ─ ella continuó de nuevo, ─ él...

─... habría matado dos pájaros de un tiro al escapar primero de un duro


interrogatorio y luego matarnos a las dos con su cadáver.

─ Los vampiros no se convierten en cadáveres, ─ concluyo.

─ No, pero toma unos minutos para que el cumurou archanta los reduzca
a polvo.

Cruzó los brazos, un signo de gran insatisfacción.


─ Y tampoco se suicidan.

─ Este sí lo hizo.

Miró frustrada a Nosferatus.

─ No es justo...

Fue sobre todo preocupante.

Los vampiros no eran del tipo de los que terminaban con sus vidas y los
viejos vampiros menos que los otros. Uno podría haber pensado que con el
tiempo los nosferatus más viejos encontrarían menos interés en la existencia
y que gradualmente se verían abrumados por el cansancio y el aburrimiento.
Pero la realidad y mi experiencia demostraban exactamente lo contrario.
Cuanto más viejos eran los chupasangres, más se aferraban a sus miserables
vidas. Augusto no era una mente débil, no era una de esas jóvenes criaturas
manipulables que los opperstes habitualmente reclutaban. Sin embargo, no
dudó en sacrificarse por "su causa" y parecía haberse adherido a la
propaganda de estos fanáticos. La gran pregunta ahora era por qué.

─ ¿Por qué preocuparse?

─ Porque cuestiona mi teoría sobre los opperstes. A saber, que todos son
jóvenes, débiles y estúpidos.

─ Eso es lo que son.

Fruncí el ceño.

─ Ya no estoy tan segura.

─ ¿Por qué? ¿Por culpa de ese viejo tonto?

─ En parte.

Me quedé quieta por un momento pensando y luego me di la vuelta hacia


ella.

─ ¿Si tuvieras un montón de asesinos como él a tu disposición, le pediría a


una chica como Kelly Farn que fuera parte del equipo?

Ella negó con la cabeza.

─ Por supuesto que no.

─ ¿Por qué?
─ Porque ella era débil y no tenía ni el entrenamiento, ni la formación, ni
el perfil.

Sonreí.

─ Estamos de acuerdo.... lo que me lleva a hacerme la pregunta: ¿por qué


ella? ¿Por qué tenía que llevar esa carga? ─

─ Por incompetencia, por estupidez, ¿qué más la haría aceptar eso..?

Se detuvo abruptamente cuando un rayo de comprensión cruzó su mirada.

─ El cumurou archanta.

Asentí con la cabeza.

Ella negó con la cabeza.

─ No...

─ ¿Qué?

─ El Cumurou sigue siendo eficaz durante unos ocho días. Ocho días es
mucho, demasiado tiempo cuando se realiza este tipo de misión.

Maldición, no estaba equivocada. Los asesinos opperstes bien podrían


haber recuperado las dosis necesarias de poción antes de su partida... no era
necesario llevarse a Kelly Farn con ellos.

─ ¿Tiene alguna otra explicación?

Se tomó un segundo o dos para reflexionar y luego se rascó la nariz, un


signo de gran frustración.

─ Sí, pero puede que no te guste...

─ Siempre lo dices...

─ Necesitaban a la potioneuse aquí en Burlington. ─ Levanté las cejas.

─ ¿Para qué? ¿Qué puede hacer una chica como ella? Cinco dosis de
cumurou al día. En otras palabras, sus cómplices podrían haber embarcado
unas cuarenta pociones antes de que las primeras dejaran de ser efectivas, lo
cual era claramente suficiente.

─ Suficiente para suicidarse, suficiente para asesinar, no para llevar a cabo


un ataque a gran escala, ─ señaló en un tono serio.
─ Te recuerdo que sólo hay tres asesinos.

─...y docenas de simpatizantes. Las opperstes tienen muchos espías y


partidarios en todos los territorios y en el nuestro en particular, porque somos
los más numerosos.

Puede que haya intentado encontrar una falla en su razonamiento, pero


desafortunadamente no vi ninguna. Matar al jefe de policía, al hijo del alcalde
y al gobernador desestabilizaría ciertamente la región y causaría bastantes
inconvenientes a la población local, pero al final terminaríamos
recuperándonos. Por el contrario, si consideraba estos asesinatos como la
primera parte de un plan más amplio, entonces todos los acontecimientos
recientes gradualmente comenzaban a tener sentido.

─ Digamos que tienes razón y que la misión de Kelly Farn era proveer a los
opperstes locales. ¿Por qué le pidieron que se deshiciera del hijo del alcalde?
Fue bastante arriesgado.

Se encogió de hombros.

─ Supongo que sus superiores subestimaron su inexperiencia. Era sólo un


ser humano... no era ningún peligro para ellos... y si la potioneuse no hubiera
cometido la estupidez de asesinarlo en el Whisper Bar y de usar el cumurou
archanta en lugar de un arma...

─...su asesinato habría pasado desapercibido, ─ concluí con la garganta


apretada.

─ Exactamente.

Reflexioné.

─ Un ataque masivo requeriría grandes cantidades de pociones, ¿no?


Mucho más de lo que Kelly Farn podría haber preparado.

─ ¿Crees que hay otras potioneuses involucradas?

─ "Otras", no sé, pero "una" al menos si.

─ ¿En quién estás pensando?

─ En Nancy Watts, la recepcionista del motel Farm.

─ ¿La que atrajo a tu amiga Beth a una trampa?

Asentí con la cabeza.


─ Está en la lista de sospechosas que Maurane me envió. Te apuesto lo que
quieras a que esa perra se hizo cargo y está haciendo toneladas de esa maldita
poción ahora mismo.

Intercambiamos una mirada. Y por primera vez desde que Madeleine


empezó a trabajar conmigo, creo que ambas pensamos: "Tenemos problemas,
muchísimos problemas.»

─ Por el amor de Dios, Madeleine, si nuestra intuición es correcta...

─... una masacre está a punto de ocurrir, ─ ella terminó en un tono


siniestro.
La ansiedad es como la mayoría de los sentimientos... no tiene palabras, no
tiene imágenes y, sin embargo, resuena en tu cabeza, te enferma el estómago
y te impide dormir con la misma seguridad con que lo haría una buena gripe.

Mientras daba vueltas una y otra vez en mi cama, pensé en los opperstes y
en ese ejército sin nombre, sin banderas y sin rostros que se escondían en la
oscuridad. Hasta ahora, nunca me había interesado mucho la política, nunca
había prestado atención a los nauseabundos susurros que corrompían los
corazones y las mentes de los débiles y que se propagaban como una
enfermedad viciosa entre la población, ni a las opiniones de la gente en
general. Para mí, las cosas estaban claras: la guerra había terminado, se
habían promulgado leyes y yo tenía que hacerlas cumplir. Punto final. Me
dirás que es un razonamiento simplista, pero me ha permitido todos estos
años saciar mi sed de sangre, luchar contra el hambre de mi bestia. La
mayoría de las personas intentan escapar de sus demonios y fracasan. No
puedes escapar de tu sombra. Mi demonio era real, tangible. Podía sentirla,
oírla, verla, casi tocarla. Sabía de lo que era capaz, lo que necesitaba y podía
controlarla. El de estas personas, estos fanáticos, había crecido como pasto en
el terreno fértil de su estupidez, de su sed de poder y de sus emociones. El
miedo, el odio, la rabia y la frustración los cegaban y los guiaban directamente
a la oscuridad. Solo esperaba que no nos arrastraran con ellos.

─ Te ves como el demonio, ─ comentó Madeleine mientras me sentaba en


la mesa del desayuno.
─ Muy reconfortante, gracias, ─ le dije, sirviéndome una taza de café.

─ No hay de qué. ¿Unas tostadas?

Asentí suavemente.

─ ¿Le contaste a Aligarh sobre la cumurou archanta?

Por el momento, no tenía noticias del tigre ni de nuestro tercer hombre, el


asesino responsable de la eliminación del gobernador. Pero no quería que los
cambiantes se lastimaran tratando de detenerlo o por comerse su cadáver. De
hecho, Maurane y el clan de las potioneuses iban a encontrarse en una
situación delicada, pero desafortunadamente no tenía elección. Al menos, ya
no.

─ Le dejé un mensaje, ─ contestó ella, untando sus tostadas con


mantequilla. ─ ¿Vas a llamar al Directum?

─ Sí.

─ ¿Sabes que van a tener que avisar a los Consejos Superiores? Va a ser un
mal tiempo para las potioneuses.

─ Por ahora, los Consejos Superiores son la menor de nuestras


preocupaciones, ─ le dije sirviéndome una segunda taza de café.

─ Esta cosa de los opperstes, nadie la vio venir, ¿no crees que es extraño?

─ Oh, hay muchas cosas que me parecen extrañas últimamente, como el


hecho de que los Consejos Superiores han permitido que este movimiento
fanático se desarrolle o el hecho de que somos los primeros en ser blanco de
ataques...

Soltó esa risa sarcástica y aguda que la caracterizaba.

─ Ah Morgane, es por este tipo de cosas que sé que Akhmaleone no cometió


un error al elegirte como Reina.

─ Me alegra ver que no te hace perder el buen humor...─

─ Si tuviera que preocuparme cada vez que se avecina una batalla, tendría
toneladas de canas.

─ Tienes toneladas de cabello blanco. ─

Se tocó el cráneo mientras hacía una mueca.


─ Ah.... tal vez debería cambiar el tinte...

Tuve problemas para contener una risita.

─ O deja de comprar productos baratos en los supermercados y ve a la


peluquería.

Una extraña expresión pasó por su cara como si esta idea nunca le hubiera
pasado por su mente.

─ ¿Peluquería? ─

─ Sí. Sé que no tenemos ninguna en el pueblo, pero ahora estás en una


ciudad y hay varios salones cerca.

─ Sí... después de todo... ¿estos lugares sólo son manejados por humanos?

─ No, creo que hay uno de los chamanes, Glenda si mi memoria no me falla,
tiene una, ─ respondí, girando la cabeza hacia la ventana.

─ Hay alguien afuera, ─ dijo Madeleine mientras se acercaba


silenciosamente a la puerta.

Asentí suavemente con la cabeza y saqué mi arma.

─ Leo, ─ dijo, oliendo los afluentes de la magia que flotaban a través del
bosque.

─ ¿Qué hace ella aquí? no se suponía que volviera hasta el fin de semana,
─ dije sorprendida mientras volvía a poner mi arma en su funda.

Madeleine se encogió de hombros y se alejó cuidadosamente de la puerta


antes de que Leonora entrara en la casa como un cohete.

─ ¡Me estás cabreando, Ariel! ─ Le gritó al joven chamán que la seguía.

─ ¿Por qué? ¿Porque estoy preocupado por ti?

─ No te pedí nada, soy lo suficientemente mayor para saber lo que tengo


que hacer.

─ ¡Entonces enfréntate al problema de una vez por todas y deja de


reaccionar como una niña asustada!

Suspiré. Las disputas entre Ariel y Leo no eran infrecuentes, convertían a


todo el clan de chamanes en un chivo expiatorio. No sólo al clan chamán, por
cierto, quería arrancarme los pelos cada vez que asistía a uno de sus actos.
─ ¿Qué está pasando ahora? ─ Pregunté, mientras continuaba untando
tranquilamente otra rebanada de pan.

Ariel no respondió y volvió la cabeza hacia Leo.

─ Adelante, dile... ten un poco de coraje.

Ella lo fulminó con la mirada.

─ Yo... no tengo nada que decir. ─ Mantuvo su mirada fría.

─ ¿Ah, no?

─ ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No tienes clases hoy? ─ pregunté mientras
Madeleine, compasiva, discretamente colocó un vaso de agua y un tubo de
aspirina en la mesa.

─ Sí, pero ese idiota me secuestró.

Levanté las cejas.

─ ¿Te secuestró?

Leonora tenía la fuerza y la velocidad de un vampiro, se entrenaba


regularmente en combate bajo la tutela de nuestros mejores guerreros y se
tomaba muy en serio sus sesiones de ejercicio. Los poderes de chamán y de
hechicero de Ariel eran raros y preciosos pero completamente inútiles contra
un oponente del calibre de mi hija.

─ Sí, ─ gruñó avergonzada. ─Claro, les parece inofensivo, pero es un


verdadero demonio.

"¿Inofensivo?" Probablemente no habría ido tan lejos. Con su rostro pálido,


su cabello negro y las heladas llamas azules en sus ojos, Ariel parecía un ángel
oscuro. Sin mencionar que era frío, pragmático, no tenía ninguna reticencia
en usar un arma y provenía de una larga línea de hechiceros asesinos.

Miré en silencio a Ariel.

─ Le hice un hechizo coercitivo, ─ explicó.

─ ¿La obligaste a obedecerte?

Asintió con la cabeza.

─ Un hechizo difícil, incluso para nosotras, ─ comentó Madeleine en un


tono admirativo. ─ ¿Qué tipo de poción usaste?
─ Ninguna.

Amplié los ojos. Romper la voluntad de un "sobrenatural" con un simple


encantamiento era extremadamente difícil, si no imposible.

Me volví hacia Madeleine y vi por su expresión que parecía tan


impresionada como yo.

─ ¿Ninguna? ─ Le dije en un tono escéptico.

Se encogió de hombros.

─ Soy un hechicero Uturu.

─ Nunca te perdonaré, ─ gruñó Leo, fulminándolo con la mirada.

─ Debería poder vivir con eso, ─ respondió sonriendo antes de mirarme y


añadir: ─ Llevo semanas intentando convencerla de que hable con usted, pero
no me escucha...

─ ¿Así que decidiste forzarle la mano? ─ Adiviné con una sonrisa.

─ ¡Este... este... idiota se atrevió a meterse en mi mente!

─ ¡No fue intencional!, ─ suspiró.

─ ¡Mentiroso! ¡Te odio!, ─ gritó Leo.

─ No, no me odias...

─ ¡Sí, te odio!

─ No, tú me quieres... y si no estuvieras tan obsesionada con ese estúpido


lobo, te habrías dado cuenta de eso hace mucho tiempo.

─ ¡Will no es un cretino!

─ Es un cobarde.

Ella lo fulminó con la mirada.

─ Entonces, ¿por eso está haciendo todo este circo? ¿Estás celoso?

Se rió.

─ ¿Celoso? ¿Por qué iba a estar celoso?

Luego añadió en un tono condescendiente:


─ Leo, si fuera capaz de experimentar ese tipo de emociones, habría matado
a tu estúpido lobo hace mucho tiempo.

Por primera vez, algo me decía, que si alguna vez, se producía una
verdadera confrontación entre Ariel y William, el joven Alpha no
necesariamente ganaría.

Leo recibió el golpe y palideció.

─ Si alguna vez le tocas un pelo, yo...

─ ¡Silencio! ─ Grité antes de hacer una pausa y contar hasta diez.

Me volví hacia Madeleine.

─ Me gustaría hablar a solas con mi hija.

─ Mi Reina, ─reaccionó inclinándose un poco antes de irse discretamente


hacia el pasillo.

─ ¿Ariel? ─ Fruncí el ceño.

─ ¿Si?

─ ¡Fuera!

─ Sí, señora ─ respondió este último antes de correr hacia la puerta.

Una vez que Madeleine y Ariel desaparecieron volví mi atención hacia


Leonora.

─ Ahora nos corresponde a nosotras...


En una serie como NCIS, a los oficiales se les proporcionaban salas de
interrogatorio adaptadas con espejos y grabación de video, y era suficiente con
que un tipo como Gibbs entrara en la sala, para que todos los sospechosos,
incluso los más endurecidos, que estaban en la mesa temblaran de miedo.
Pero la realidad, no era exactamente así y mi hija se habría comido a Gibbs,
DiNozzo y Ziva juntos de un solo bocado.

─ ¿Y bien?

─ ¿Y bien qué? No hay nada, te lo aseguro, es sólo Ariel quien...

─ Bueno, déjame ser clara: no tengo mucho tiempo, así que tienes que
elegir, te entrego a Madeleine, que te petrificará mientras tragas una poción
de la verdad ─ te aconsejo que no lo hagas, siempre añade muchos
ingredientes a la fórmula para que la experiencia sea dolorosa ─ o me dices
ahora lo que está sucediendo y yo te preparo un bocadillo con Nutella.

Le eché un vistazo a mi reloj.

─ Tienes tres segundos para decidir… tres, dos...

─ Mamá, te aseguro que iba a decírtelo, pero no quería que te preocuparas...

Mi corazón saltó.

─ ¿Qué haría que me preocupara?

─ Sólo lo he hecho dos o tres veces, pero...


Me inquieté.

─ ¿De qué estás hablando?

─ Hela... Ya sabes, la Diosa... vino a verme y me pidió que llevara mensajes


a la gente.

─ ¿Qué clase de mensaje?

─ Bueno, cosas como: "Vas a morir pero todo va a estar bien... la muerte es
sólo un paso... el corredor está al final del pasillo, la primera puerta a la
izquierda."

Inspiré profundamente. Leonora había nacido nigromante, podía moverse


a su antojo entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. Me imaginé
que al ser la hija de un vampiro y de una bruja no era extraño el problema...
de cualquier forma, ya saben. Durante una de sus incursiones en la otra vida,
Leo había llamado la atención de la Diosa de la Muerte, Hela, que había
decidido transformarla en un yamadut, es decir, en un portador de almas.

─ ¿Hela se te apareció?

─ Sí.

Maldita sea, en una escala de diez, este desastre merecía al menos un


veinte.

─ Ella es muy dulce conmigo... pero admito que no me gusta decirle a la


gente que van a morir... especialmente cuando tengo que arrancarles el alma
y llevármela.

─ ¿Qué quieres decir con "arrancarles el alma"?

─ Bueno, algunas personas se niegan a dejarla ir, ¿sabes? Y luego, tenemos


que tener cuidado de que no escapen... de lo contrario, es un desastre...

De repente tuve un fuerte deseo de golpearme la cabeza contra las paredes.

─ ¿Un desastre? ¿Quieres decir que se convierten en fantasmas o algo así?

─ Pues sí. Hay muchos de ellos, ya sabes, alrededor nuestro.

─ ¿Ah, sí? ─

─ Sí, traigo algunos regularmente. En fin, las almas que quieren y las
almas que están perdidas...
─ Entonces, ¿no te importa? —

─ ¿Qué? ¿Los fantasmas?

─ No. Ser un yamadut.

Se endureció y se quedó perfectamente inmóvil, como sólo los vampiros


pueden hacer. Su preciosa cara se volvió inexpresiva como si quisiera
ocultarme lo que estaba pensando o sintiendo.

─ ¿Tengo elección?

─ ¿Qué quieres decir?

─ Soy lo que soy. O mejor dicho, lo que la Diosa ha hecho de mí. ¿Eso me
molesta? Por supuesto. Nunca volveré a ser libre y eso es muy difícil de
soportar... pero me acostumbraré... no te preocupes...

─ De ninguna manera. Ya se nos ocurrirá algo.

Una sombra cruzó sus hermosos ojos verdes.

─ Sabes muy bien que no hay ninguna.... por eso no quería hablarte de ello,
sabía que te ibas a poner mal.

"Poner mal" era un eufemismo. Esta historia me estaba volviendo


completamente loca. Lunática. ¿Cómo pudo esa diosa atreverse a robarme a
mi hija? No tenía derechos sobre ella, Leonora no estaba muerta, pertenecía
al mundo de los vivos. Y tenía toda la intención de encontrar una forma de
liberar a mi hija de esa maldita perra, de una forma u otra.

─ Siempre hay soluciones para todo y tarde o temprano la descubriremos,


créeme, ─ le dije, abrazándola.

Su inquietante inmovilidad desapareció inmediatamente y ella me abrazó


a su vez.

─ Te quiero, mamá.

─ Yo también te quiero, cariño.

─ ¡Oye! ¿Viste eso? Ahora soy más alta que tú, ─ bromeó, poniendo su mano
en la parte superior de mi cabeza.

Debido a su herencia genética sobrenatural, Leonora había crecido y


madurado demasiado rápido. Ahora se parecía a una joven de diecisiete o
dieciocho años... y como yo no había cambiado ni un ápice desde que tenía
veinte años, nos veíamos casi iguales. Lo cual era bastante desconcertante.

─ Alta o no, no olvides que soy tu madre, ─ le contesté sonriendo.

─ Oh, eso no va a pasar...─

Retuve mi sonrisa.

─ ¿Prefieres quedarte aquí o quieres que te lleve de vuelta a la escuela?

─ Prefiero matar a Ariel.

─ De acuerdo, entonces te llevaré de vuelta a la escuela, ─ decreté


estoicamente al ponerme el abrigo. ─ Por cierto... ¿Pensé que habían decidido
no volver a ver a Will?

Se mordió los labios nerviosamente.

─ Eso es lo que decidimos, pero... es complicado...

Leonora era un híbrido y William un hombre lobo Alfa... "complicado" era


una subestimación.

─ ¿"Complicado" hasta qué punto?

─ No entiendo.

Le miré a los ojos.

─ ¿Tú y él...?

Se sonrojó inmediatamente.

─ No hasta ese punto.

─ ¡Uff! Alabada sea la Diosa...

─ Hemos estado a punto varias veces, ─ continuó, ─ pero después de esa


historia con esas chicas... hemos estado peleando todo el tiempo.

Gordon, creyendo que William estaba en edad de casarse, había invitado a


tres jóvenes Alfas a quedarse en su territorio y ordenó a su nieto que eligiera
a una de ellas como su pareja. William, inicialmente renuente, terminó para
desesperación de mi hija, por aceptar cumplir las órdenes de su abuelo. Lo
que había roto el corazón de Leo.

─ ¿Sigues enfadada con él?


─ Sé que no debería, pero es más fuerte que yo... No puedo evitarlo.

─ Sabes, si el lobo de Will no hubiera rechazado a todas esas chicas en la


noche de luna llena... probablemente ya estaría casado.

No sé cómo los licántropos lograban separar los dos aspectos de su


personalidad. Por un lado, estaba el hombre, un ser razonable capaz de hacer
concesiones y elegir una esposa según las ventajas que tal unión traería, y por
otro lado, una bestia feroz que dependía sólo de sus instintos. En la noche de
luna llena, fue la parte "animal" de William, su lobo, quien se había negado a
unirse con una de las tres hembras y quién no las había encontrado a su gusto.

─ William es un Alpha. No puedes culparle por obedecer al líder de su


manada o por asumir su deber hacia su pueblo, ─ decreté firmemente
empujando la puerta de la casa.

Un viento helado me azotó la cara inmediatamente.

─ Bruce también es un lobo Alfa y tuvo el coraje de asumir la


responsabilidad de cómo se siente, ─ comentó Leo mientras me seguía.

─ Bruce no tenía que asumir nada. Fue desterrado de su propio clan y era
un solitario cuando nos conocimos... Ahora que ha sido perdonado y tiene otro
futuro por delante, actuará exactamente como William, porque así es como
deben ser las cosas y lo sabe.

Bruce había matado a su ex-novia mientras estaba poseído por un demonio


de Agameth y había sido desterrado de su clan durante varios años. Había
sufrido mucho y ahora que finalmente tenía la oportunidad de volver a unirse
a su manada, no tenía la intención de renunciar a ella.

─ Pero.... no se va a casar con esa Liana, ¿verdad? ¡Ni siquiera está


enamorado de ella!

Liana era la hermana menor de la ex-prometida de Bruce. Su marido había


muerto recientemente. Embarazada y sin un compañero en la manada, había
acudido al lobo en busca de ayuda y le rogó que se casara con ella. Por mucho
que no apoyara ni el chantaje emocional, ni la forma en que ella lo hacía sentir
culpable para influir en su decisión, estuve de acuerdo con ella en un punto:
ella no tenía otra opción. No si no quería ser abusada en la próxima luna llena
o elegida como compañera por un hombre que mataría a su bebé o le pediría
que lo abandonara.

─ ¿Porque crees que eso es lo más importante?


─ Sí. Además, te apuesto a que es por eso, que aún no ha tomado una
decisión...

Tuve problemas para no suspirar. Leo era demasiado ingenua y


sentimental para su propio bien. Por supuesto, si Bruce hubiera tomado esa
decisión. La había tomado el día que dejó su trabajo y a Burlington para
seguir a Liana y a su padre....

─ ¿Por qué haría eso? Tiene lo que siempre ha soñado: una esposa, un hijo,
una familia.

─ Pero él no te tiene a ti.

─ ¿A mí? ¿Y qué tengo que ver yo en eso?

─ ¿Qué demonios? Tienen un vínculo metafísico muy fuerte, ¿o no?

Sí. Bruce y yo teníamos un vínculo muy fuerte. Tan fuerte que el pequeño
y agudo dolor en mi pecho, al principio de nuestra separación se había
convertido en una herida abierta en los últimos meses, que me hacía temblar
y gritar de dolor. Oh, no tenía nada que ver con un corazón roto y todo que ver
con la magia, pero eso no hacía que mi sufrimiento no fuera terriblemente
menos real.

─ Eso no me da derecho a interferir en su vida privada. Bruce no es ni mi


marido ni mi amante, Leo, no tengo que decirle qué puede o no hacer.

─ Pero te preocupas por él, ─ objetó.

─ Precisamente por eso tengo que dejarlo ir. Y si realmente amaras a


William como dices, harías lo mismo, porque eso es lo que haces cuando
realmente te preocupas por alguien...

─ Amo a William.

Oh, por favor, mátenme...

─ No, tú amas el amor que él te tiene. Te encanta porque es una historia


imposible y te afecta como a todos esos idiotas adolescentes con síndrome de
Romeo y Julieta, ─ respondí secamente al acercarme al Range Rover.

El parabrisas estaba cubierto de una gruesa capa de nieve y los espejos


estaban completamente congelados.
─ Tal vez... tal vez tengas razón y Will y yo estemos llenos de mierda y
delirando, pero al menos yo vivo, siento, experimento cosas.... No soy una
máquina atascada en el programa de "matar".

Mi voz se volvió helada.

─ La "máquina", como tú dices, tiene mucho trabajo que hacer. Así que ella
te llevará a la escuela y lo dejaremos así.

─ ¿Y eso es todo?

─ Sí, eso es todo. Ahora súbete al auto y cállate.

Se cruzó de brazos.

─ ¿O si no qué?

Entrecerré los ojos, tan furiosa que el poder comenzó a quemar mis venas
y la tierra comenzó a temblar bajo nuestros pies:

─ ¡Sube al maldito auto o te prometo que lo sentirás!

Abrió la boca y luego la cerró cuidadosamente, mirando los enormes


tentáculos negros que brotaban del suelo con los ojos bien abiertos.

─ Está bien, no te enfades...


Cuando tienes una mala mano, lo importante es saber cómo jugarla. No
tenía idea de cuántos espías opperstes teníamos en nuestras filas, tampoco
sabía dónde y cuándo iban a atacar, y no sabía dónde se había escondido
Nancy Watts, pero sabía lo suficiente para tomar algunas medidas
preventivas. Primero, informar al Directum de lo que estaba pasando. Así que
hice una llamada a Gordon. El consejo rápidamente accedió a mi petición y la
reunión estaba programada para las 2 p.m. en casa de Tyriam. El maestro
chamán esperaba la visita de los emisarios del Alto Consejo Chamánico, y
como no sabía a qué hora podrían llegar y no quería insultarlos por no estar
allí cuando aparecieran, él había insistido en organizarlo todo. Supongo que
intentaba a su manera de no ofenderlos, lo que me pareció algo
completamente inútil, ya que su visita no era amistosa. Varios de los Altos
Consejeros Chamán buscaban recuperar un libro sobre la resurrección,
robado por un nigromante que yo había ejecutado unos meses antes. En mi
informe había especificado que su precioso libro había desaparecido, pero se
negaron a creerme y esperaban presionar a Tyriam para que me convenciera
de que se lo devolviera. Lo cual era estúpido. Primero, porque este libro era
demasiado peligroso como para devolvérselo, segundo, porque consideraba
que los Altos chamanes indirectamente fueron responsables de los asesinatos
de Andrew y Jack Travers, Tom Cohen y Clotilde; y tenía la intención de tarde
o temprano hacerles pagar por ello.

Como resultado, Tyriam podía esforzarse al máximo, pero aun así, los
emisarios volverían a casa con las manos vacías, e inexorablemente furiosos,
independientemente de la acogida que le brindaran. De todos modos, tenía
unas cuantas horas antes de la reunión, para recoger a Madeleine en casa y
empezar a buscar a Nancy Watts.

─ Rebecca ─ dijo una voz cuando salí del auto.

Con mi corazón latiendo con fuerza, cerré la puerta y tropecé con los ojos
gris claro de Ali. Los ojos del tigre brillaban con una ira contenida y pude ver
por la expresión de su cara, que probablemente iba a pasar un mal rato.

─ ¿Ali? ¿Qué estás...?

Se movió a la velocidad del rayo, me agarró del brazo y me golpeó


violentamente contra la puerta del auto.

─ ¿Qué es lo que te pasa? ¡Suéltame!

─ ¿O? ─

El problema de tratar con un cambiante tan poderoso como Aligarh es que


no puedes escapar de él, ni golpearlo sin correr el riesgo de hacerte mucho
daño. La prueba, había intentado, porque soy una chica testaruda, de
golpearle en la espinilla para forzarlo a liberarme, pero lo único que había
conseguido, era una mirada despectiva de ese idiota cambiaformas tigre ante
mis gestos.

─ Ali, créeme, este no es el momento...─

Su piel se cubrió repentinamente con una ligera capa de hielo y sus ojos se
volvieron letales. Un escalofrío me atravesó la columna vertebral.

─ Tres de mis hombres están muertos.

La expresión de su rostro era tan intensa que afectaba la regularidad y la


belleza de sus rasgos. Estaba sufriendo. ─ Lo siento, ─ odiaba verlo así, pero
no sabía qué hacer ni qué decir para cambiar eso....

─ ¿El gobernador? ─ Pregunté con la garganta apretada.

─ Todavía con vida.

─ ¿El asaltante?

─ Muerto.

─ ¿Suicidio con cumurou archanta?


Asintió lentamente.

─ ¿Puedo saber qué está pasando aquí? ─preguntó Madeleine, que estaba
de pie en el umbral de la puerta.

Su pelo estaba ardiendo sobre su cabeza. Estaba lista para atacar.

─ Es una conversación privada, anciana ─ respondió el tigre mientras su


poder de hielo invadía el estacionamiento y me daba la horrible impresión de
haber sido arrojada en medio de un lago congelado.

Madeleine me interrogó con la mirada.

─ ¿Mi Reina?

─ Ve adentro, yo lo arreglaré, ─ ordené en un tono firme mientras usaba


mi poder de fuego para contener el poder helado del tigre dientes de sable.

La Vikaris fulminó a Ali con la mirada y entró a regañadientes en la casa


mientras yo puse mi atención en él.

─ Adelante, ilumíname. Te conozco, algo malo debe haber pasado para que
te comportes como...

─ Khor fue asesinado.

Sentí que mi cara literalmente se descomponía. No porque me sintiera


triste por el león, sino porque temía la reacción de Beth y el impacto que su
angustia tendría en el bebé. La loba estaba realmente enamorada de su
cambiante, decir que se le iba a romper el corazón era un eufemismo.

─ El demonio que lo atacó no le dio una oportunidad, ─ continuó, con la


cara pálida.

¿Un demonio? ¿El asesino opperste que se suponía que iba a atacar al
gobernador era un demonio? ¿Pero por qué? ¿Por qué? Los demonios no tenían
nada que ganar saliendo al mundo de los hombres. Ya consideraban a los
humanos como esclavos y ocupaban sus cuerpos donde y cuando querían. En
cuanto a su pseudo-superioridad, ya creían lo suficiente en ella y no sentían
la necesidad de probarla....

─ ¿Lo sabe Beth? ─ Pregunté con la garganta anudada.

─ Todavía no.

Respiré aliviada.
─ No puedes decirle nada ahora mismo.

Si Beth se enterara de la muerte de Khor ahora o dentro de unos días,


probablemente no cambiaría el dolor que iba a experimentar y yo la conocía
lo suficiente como para saber que no importaría lo que yo le dijera o hiciera,
algo en ella estaba destinado a romperse. Pero yo quería estar allí cuando se
enterara de la noticia, estar disponible para ella, recoger las piezas y ayudarla
a superar esta prueba. Pero no podía hacer eso. No en un futuro inmediato.

Se rió amargamente.

─ Sólo porque escondas información importante de tus amigos y no tengas


el valor de aceptar tus errores no significa que yo deba hacer lo mismo,
Rebecca.

La expresión de su mirada negaba la calma de su voz.

─ Mira, sé que estás enfadado conmigo, pero no soy responsable de...

Ali empujó una especie de aullido aterrador que hizo temblar todas las
paredes del chalet y me hizo querer huir.

─ ¿Por qué no me llamaste para avisarme tan pronto como te enteraste de


la cumurou archanta?

─ Madeleine lo hizo, ─ revisa tus mensajes.

─ Era demasiado tarde, ─ dijo con reproche.

Ali estaba herido por la muerte de Khor y sus hombres, pero ese
comportamiento irracional no era propio de él.

─ No es justo...

─ ¿Sabes lo que no es justo? Que seas demasiado cobarde para coger tu


teléfono y marcar un número. ¡Mierda! ¿No crees que me merezca algo mejor
que eso? ¿Que los dos nos merecemos algo mejor que eso?

─ No estás hablando de lo que pasó con Khor ahora mismo, ¿verdad?

─ ¿Según tú? ─ preguntó, levantando mi barbilla antes de clavar sus ojos


en los míos.

Sentí que el latido de mi corazón se aceleraba. No, no aquí y no ahora.

─ No quiero hablar de ello, ─ le dije, tratando de alejarlo.


─ Pero yo sí.

─ Este no es ni el momento ni el lugar.

Se acercó lo suficiente a mí como para que pudiera sentir su aliento en mi


mejilla.

─ ¿Por qué? ¿Por qué tienes miedo?

─ ¿Y de qué debería tener miedo?

─ Esa es precisamente la pregunta que me hago. Me has estado evitando,


Rebecca, me has estado evitando desde que te dije lo que sentía por ti y te
besé. ¿Por qué?

Ese fue un beso del demonio. Cada vez que lo pensaba, tenía mariposas en
el estómago y....

─ Sabes muy bien por qué.

─ ¿Raphael?

Permanecí en silencio.

─ No puedes confiar en él, ─ dijo, apartando la mirada.

Ya no estaba tan enojado, pero casi lo lamentaba. Su ira era más fácil de
soportar que el tormento que percibía en su voz.

─ Lo sé.

Me miró sorprendido, y sentí que la tensión se aflojaba en él, como si


hubiera contenido la respiración por demasiado tiempo.

─ ¿Entonces por qué...?

Buena pregunta... a la que ciertamente no quería responder.

─ Ali, tengo un montón de mierda con la que lidiar, si no tienes nada más...

Me agarró del brazo mientras pretendía alejarme.

─ ¿Quieres que te diga cuál es el problema? Insistes en considerarlo como


uno de nosotros... Puede que no seamos humanos, Rebeca, pero pertenecemos
a este mundo... Rafael por su parte, nació hace más años de lo que puedo
concebir, vio a las naciones desmoronarse, civilizaciones enteras.... no ve, no
puede ver las cosas como tú las ves... no seremos nada para él, nada más que
sombras con las que se cruzó en un pasado lejano, flotando en el inmenso
torrente de sus recuerdos...

─ No sabía que se podía ser tan poético, ─ comenté sarcásticamente.

Cerró los ojos y agitó la cabeza.

─ Rebecca...

─ Sé todo eso, Ali. Hace tiempo que comprendo que no es lo que dice ser y
que oculta su edad y el alcance de su poder. También sé que soy sólo una niña
para él.

Me miró intrigado.

─ ¿Qué quiere decir con "el alcance de su poder"?

─ Conoces mi secreto, sabes que hay una parte de mí que pertenece a otro
mundo y de lo que soy capaz. A pesar de todo, soy y sigo siendo mortal, Ali.
No estoy seguro de que Raphael lo fuera alguna vez.

De repente, el tiempo pareció congelarse cuando la mirada luminiscente


del tigre se tornó de color plateado.

─ Si eso es verdad... ¿sabes lo que significa?

Asentí suavemente.

─ Creo que, en el fondo, siempre lo supe.

─ Rebecca, tú y yo somos sirvientes de Akhmaleone, no puedes estar con él.

Ali no era un simple cambiaformas, sino un Ancestral, un descendiente de


los guardianes de la Diosa. Compartíamos la misma fe y la misma fuente de
poder. Su alma, como la mía, pertenecía a Akhmaleone.

─ Algo me dice que ya lo sabe.

─ La Diosa no comparte.

─ La Diosa ordena y yo la obedezco.

─ ¿Lo dejarías por ella?

─ Sin dudarlo.

─ Entonces, ¿por qué no...? ─


─ Debe tener sus razones, ─ añadí en un tono convencido.

A veces los dioses se ríen de nosotros. Los más afortunados lo ignoran, los
otros se resignan a ser meros peones en una partida de ajedrez con un
resultado peligroso. No sabía cuál era mi papel en todo esto, pero estaba lo
suficientemente lúcida como para ser consciente de que sólo era un pequeño
engranaje, muy pequeño, insignificante, en sus vastos y a veces fatales
diseños. Y no me importaba.

─ Espero que sepas lo que haces.

Fijé mi mirada en la del tigre.

─ Tengo fe en ella.

Me miró fijamente durante mucho tiempo y luego empezó a sonreír. Le


sonreí y me alejé hacia la puerta de la cabaña sin que él tratara de retenerme
esta vez.
No son las mentiras que decimos a los demás las que nos corroen, sino las
mentiras que nos decimos a nosotros mismos. Le había contestado a Ali que
podría renunciar a Rafael si la Diosa me lo pedía, ¿pero era esa la verdad? No
lo sabía. Oh, por supuesto, podría mantenerlo alejado hasta que supiera quién
era, ¿pero renunciar a él para siempre? ¿No volver a verlo? ¿No volver a
tocarlo? ¿No mezclar más mis poderes con los suyos y alimentarme de sus
pensamientos? Honestamente, sería como amputarme. No de una manera
clara e indolora, sino como cuando un hombre es privado de su pierna y sigue
sintiéndola todavía. Los humanos lo llaman un "miembro fantasma". Podría
hacerlo, podría no volver a ver a Rafael, pero el dolor que podría experimentar
si llegara a eso, probablemente nunca me dejaría.

─ Por dónde empezamos, ─ preguntó Madeleine mientras subía al Range


Rover.

─ Vamos a buscar ayuda, ─ respondí, yendo por el camino que conducía al


territorio de los lobos.

Encontrar a Nancy Watts era mi prioridad. Había puesto en una bolsa la


poca ropa que ella había dejado atrás con la esperanza de que los licántropos
pudieran absorber su olor y encontrar su rastro.

Cuando entré en la enorme casa que servía de guarida para los lobos,
escuché una violenta discusión proveniente del piso de arriba.

─ Me niego.
─ Me obedecerás o...

─ ¿O qué?

─ O tendrás que irte.

─ Muy bien, entonces, me iré.

─ Pensé que eras más listo que eso, William.

─ Lo intenté, ¿de acuerdo? Lo he intentado...

─ ¡No es suficiente!

─ Ah, Rebecca, ¿qué te trae por aquí? ─ preguntó Martha cuando de repente
salió de la cocina.

La discusión en el piso de arriba se detuvo inmediatamente.

─ Marta, ─ le sonreí a la mujer redonda que se limpiaba las manos con


harina febrilmente en su delantal mientras caminaba hacia mí.

─ Sé que la manada está de luto pero tengo que pedirles ayuda de nuevo...

Ella siguió sonriendo, pero sus ojos se volvieron tan afilados como una hoja
de afeitar.

─ Habla...

─ Necesito un rastreador para rastrear a la potioneuse que atrapó a tus


dos lobos.

Un brillo de odio se iluminó en sus ojos.

─ ¿Sabes quién es esta perra?

─ Se llama Nancy Watts y es una opperste. Salió de su casa, pero estoy


segura de que está escondida por aquí.

Gordon y William bajaron corriendo por las escaleras.

─ ¡Yo me encargaré de la cacería!

─ No, voy a enviar a David y a Sam ─ dijo Gordon con firmeza.

─ ¿Por qué?

─ Porque yo lo digo, ─ dijo Gordon, con un gruñido terrible.


─ Lo siento, pero vas a tener que encontrar algo mejor que eso para
convencerme, ─ contestó William.

Con cabello castaño, ojos expresivos y una cara con rasgos regulares,
William era usualmente muy agradable de ver, pero la expresión de furia que
distorsionaba su cara me hizo querer huir. En cuanto a Gordon, estaba igual
que siempre y seguía pareciendo un enorme leñador, alto y musculoso que
salía directamente de una película de terror, el tipo de película en la que una
montaña de músculos, completamente loco, persigue a unos adolescentes para
cortarlos con un hacha.

─ Aún no eres Alfa, por lo que sé, así que no...

─ Es suficiente, ─ ordenó Martha.

Luego se volvió hacia mí.

─ Olvida a esos dos idiotas, voy contigo, necesito descomprimirme un poco.

Le di una mirada de sorpresa. Marta era poderosa, incluso aterradora, pero


a la edad de sesenta años, prefería pasar su tiempo cocinando para la manada
y cuidando a los más jóvenes en lugar de cazar.

─ ¿Tú, Martha?

Ella asintió.

─ Me están volviendo loca.

─ Pero...

─ ¿Qué? ¿No crees que pueda seguir una pista?

Oh, pensé que podía hacer cualquier cosa, incluyendo matar a unos quince
lobos adultos por su cuenta si quería, pero...

─ No es eso... es sólo que...

Levanté la vista y olí el delicioso olor en el aire.

─ Huele a chocolate.

─ Oh, qué cabeza de chorlito, ¡me olvidé de mis galletas! ─ exclamó,


corriendo inmediatamente a la cocina antes de volver a aparecer unos
segundos después.

Gordon caminó hacia ella.


─ Martha, quédate aquí, yo...

─ No vas a hacer nada en absoluto, ─ regañó.

─ Pero...

─ ¡No hay peros que valga! Perdimos a Haze, Beth está herida ¿y todo lo
que haces es pelear con mi nieto?

─ Pero...

─ ¡No quiero saber más de ti! No quiere encontrar una compañera en este
momento, ¿y qué? Deja que se divierta...

Ella me miró.

─ Las distracciones son para su edad. ¿O no?

─ Todo depende de lo que llames "distracciónes", algunas son más


peligrosas que otras, ─ respondí, mirando a William con una mirada
amenazadora.

Él sostuvo mi mirada y luego dibujó una sonrisa.

─ Leonora nunca ha sido una "distracción" para mí. Una fuente de


problemas, alegría y sufrimiento, pero ciertamente no una distracción.

Suspiré.

─ Ya te lo he dicho: ponle fin a todo esto.

─ Ah, ya ves ─ dijo Gordon mientras Will lo fulminaba con la mirada.

─ No ha sido nuestra elección.... ¿Qué piensan? ¿Qué somos masoquistas?


¿Que no preferiríamos que nunca hubiera pasado? ─ William me preguntó con
ojos brillando de ira.

Fruncí el ceño.

─ Lo que preferiría es que tú y Leo dejen de molestarnos con estas cosas


estúpidas o me enfadaré mucho, ─ contesté abrumada.

─ Rebecca tiene razón, ─ añadió Gordon, ─ pasa algún tiempo en la manada


de Loups Agiles y acércate a la joven Alpha, tiene dieciocho años y es una
verdadera belleza.

─ Te dije que no. Le prometí que nunca lo volvería a hacer, ─ contestó


William terco.
─ ¿Qué le prometiste qué y a quién? ─Pregunté entrecerrando los ojos.

─ A Leonora. No quiero hacerla sufrir nunca más.

Lo miré fijamente.

─ Debes evitar las promesas que no puedes cumplir.

─ Es curioso... de toda la gente aquí, hubiera pensado que tú eras la que


nos entendería, ─ dijo, mirándome fijamente a los ojos.

Levanté las cejas, sorprendida.

─ ¿Quién? ¿Yo?

─ Sí, tú.... Después de todo, tenías la misma edad que Leo cuando te
enamoraste de su padre. En ese momento, él era un enemigo y aun así
rompiste todas las reglas para estar con él.

Muy bien, excepto...

─ Nunca estuve enamorada del padre de Leo, ─ le contesté secamente.

─ Entonces hablemos de Raphael. Eres una Vikaris, ¿no? Tienes


estrictamente prohibido tener una relación con un hombre fuera de tu clan.

Bueno, está bien, allí me tenía.

─ ¿Adónde quieres llegar?

─ Quiero que nos dejen intentarlo. Intentarlo de verdad.

─ ¿Cuáles son tus expectativas?

─ No entiendo...

─ ¿Qué es lo que quieres exactamente?

─ Quiero algo de tiempo.

─ Leo no es una prisionera y por lo que dices, ─ le señalé ─ todavía se están


viendo.

─ Quiero poder verla todos los días, alquilar un apartamento y vivir con
ella.

Bueno, veamos... ¿y luego qué más?


─ Leonora todavía es joven para llevar este tipo de vida, ─ espeté
secamente.

─ Lo sé, ─ dijo, mirando hacia otro lado.

─ ¿Entonces por qué? ¿Qué es tan urgente? Si la amas como dices, todavía
puedes esperar un tiempo antes de instalarte y...

─ No, ─ me cortó fuerte. ─ No con ese hechicero a su alrededor.

Lo miré fijamente.

─ ¿Estás hablando de Ariel? ¿Tienes miedo de su relación con él?

Me miró con arrogancia.

─ No tengo miedo de nada.

─ ¿A quién tratas de convencer? ¿A ti o a mí? ─ Lo miré el tiempo suficiente


para que bajara la mirada.

─ Ya que quieres que pongamos las cartas sobre la mesa: Ok, estoy celoso,
eso es cierto, pero esa no es la única razón por la que la estoy alejando de este
tipo. Es peligroso, Assayim. Realmente peligroso.

Levanté las cejas.

─ ¿Y crees que no lo sé?

─ ¿Entonces por qué lo permites? ¿Por qué toleras que pase su vida con él?

Ya no tenía tiempo para ser amable.

─ Por la misma razón que te tolero a ti: ella le ama y no quiero hacerle
daño.

William era fuerte, orgulloso, autoritario y poderoso, pero el dolor que de


repente apareció en sus ojos casi me hizo querer tragarme mis palabras.
Casi...

─ ¿Ella te dijo eso?

─ Ella no necesita hacerlo, soy su madre, ─ le contesté mientras Martha


ponía su mano sobre el hombro de William en un gesto reconfortante.

─ Ella se niega a admitirlo, ─ dijo con voz ronca. ─ Ella sigue afirmando
que lo odia y que no siente nada por él.
No podía culparla. Confesarle a tu gran amor que tienes una relación de
"Yo lo quiero también" con otro chico, no es un placer. Especialmente cuando
te niegas a reconocer la relación por lo que realmente es: una pasión.

─ A sus ojos, es la verdad, ─ suspiré.

─ Eso es lo que lo hace tan complicado, ─ admitió, apretando los puños.


─Desde que él está aquí, estoy viviendo un infierno.... No tienes idea por lo
que estoy pasando o cuántas veces he querido matarlo.

La franqueza tiene límites, no le señalé lo poderoso que era Ariel. Brillante


y poderoso. Una combinación que lo convertía en un enemigo formidable.

Levanté las cejas.

─ ¿Y no lo hiciste por...?

─ Porque sé que ella no me perdonaría.

Sí, ese era el problema. Si hubiera dependido de mí, con mucho gusto
habría matado a Ariel y a William para que dejaran en paz a mi hija de una
vez por todas. Pero bueno, como bien había señalado el lobo: Leo
probablemente no estaría de acuerdo...

─ Entonces detente.

Sonrió con amargura.

─ ¿Me estás pidiendo que renuncie?

Le eché un vistazo rápido a Gordon y Martha, que habían permanecido en


silencio durante gran parte de la conversación y luego volví toda mi atención
a William.

─ Te pido que pienses seriamente sobre esta relación, ─ rectifiqué. ─ Leo


es joven, todavía no ha descubierto el alcance de sus poderes y aún no sabe
quién es. Sus sentimientos y pensamientos cambian día a día... No está
preparada.

─ ¿Qué crees que debería hacer mientras la espero?

─ Deberías vivir tu vida y ver a dónde te lleva, ─ le respondí.

Sí, bueno, probablemente fue muy difícil de oír. Pero esa fue la respuesta
más honesta que pude darle.

─ Si me voy, me odiará.
─ Probablemente.

─ No sé si pueda...

Me encogí de hombros.

─ Inténtalo y lo sabrás, ─ le dije antes de mirar mi reloj y volverme hacia


Martha: ─ ¿Todavía en pie?

Los ojos de la loba brillaban de emoción.

─ Siempre, ─ dijo ella, quitándose el delantal.

─ Mujer, te lo prohíbo, ─ gruñó Gordon de repente.

Marta le dio una mirada que significaba "¿Estás bromeando?" y luego


ambas salimos de la casa.
Mientras Martha y yo nos acercábamos al auto, Madeleine abrió la puerta
y se bajó sonriendo.

─ Así que aquí está nuestro refuerzo, maravilloso, ─ declaró caminando


hacia la loba con el suéter y una camiseta de Nancy Watts en la mano.

Le devolví la sonrisa.

─ Martha, compañera del lider del clan de los lobos, te presento a


Madeleine, del clan Vikaris.

Las dos mujeres se saludaron amablemente.

─ Ya perdí mucho tiempo, dime si el olor es lo suficientemente fuerte, ─


dije yo, tomando la ropa de Nancy Watts de Madeleine y dándosela a Martha.

La loba las agarró, metió la nariz en la ropa y levantó la cabeza.

─ Está bien, lo tengo.

Iba a empezar a cambiar cuando la detuve con un gesto.

─ Espera, una vez que la encuentres, no te acerques a la potineuse.

Ella frunció el ceño.

─ ¿Por qué? ─

─ Cumurou archanta.
Me miró con sorpresa.

─ Pensé que a estas malditas brujas les estaba prohibido hacerlas.

─ Esta última ha decidido obviamente ignorarla.

Martha hizo una mueca.

─ ¿Entonces no podré destriparla o comerla?

─ No.

─ Es triste.

Reprimí una sonrisa.

─ Sí, lo sé.

─ ¿Cómo planeas matarla?

─ Voy a petrificarla y a divertirme con ella. Te dejaré asistir al espectáculo,


─ le contesté.

─ Eso está bien, pero hubiera preferido devorarle lentamente las entrañas.

─ Tiene razón, habría sido más divertido, ─ dijo Madeleine.

─ Sí, bueno, así son las cosas, ─ les contesté secamente.

Martha se volvió hacia Madeleine.

─ ¿Qué es lo que le pasa?

Se encogió de hombros.

─ No tengo ni idea.

Miré al cielo mientras Marta me miraba con escepticismo y luego comenzó


a transformarse. Al momento siguiente, un enorme lobo gris corría por el
bosque con un collar y un celular atado al cuello mientras tomábamos el
camino principal.

─ ¿Qué hacemos si la perdemos?

─ Vamos a perderla porque tiene que evitar las carreteras principales y los
casas, pero tenemos que intentar seguirla todo lo que podamos, ─ contesté
apretando el acelerador.
Por supuesto, perdimos a Martha rápidamente cuando se dirigía a
Williston, pero no me preocupaba, sabía que se daría la vuelta y me llamaría
tan pronto como descubriera el escondite de Nancy Watts. Todo lo que me
quedaba era esperar y cruzar los dedos.

─ Honestamente, ¿tenías que traer tu tejido? ─ le pregunté a Madeleine,


aparcando en un bar.

─ Me relaja... y será mejor que empieces, te encuentro un poco nerviosa


últimamente.

─ Hay una razón, ─ respondí, pensando en Tamara, Beth, Khor y los


opperstes que se habían infiltrado en nuestras filas.

Giró la cabeza hacia mí.

─ ¿Por qué? Anthéa y los otros probablemente ya han llegado.

─ ¿Qué?

─ ¿No sabes nada de esto? Me dijeron que estabas allí cuando la junta tomó
su decisión.

─ ¿Estás hablando acerca de Beth y su bebé?

─ Por supuesto, ¿qué más?

Oh, no, por favor.... eso no...

─ Es demasiado pronto, ¡les dije que esperaran! ─ me quejé, agarré mi


celular y salí corriendo fuera del auto.

Beth no estaba al tanto de los planes que teníamos para ella y su hijo. Ver
a la abuela y a sus secuaces aparecer la asustaría mucho.

─ ¿Beth? Te llamo para que sepas que...

─ Me enviaste guardaespaldas, ─ dijo sin dejarme terminar mi frase, ─ Lo


sé.

La voz de Beth era sorprendentemente neutral, un signo de helada ira o


miedo.

─ Ah.... ¿ya llegaron?

─ Sí, están todas en mi habitación y tu abuela quiere que me tome un


tónico. ¿Puedo preguntar qué hacen aquí y por qué les hablaste del bebé?
─ Yo no lo hice. Sintieron su presencia.

─ ¿Qué?

─ Ellas sintieron su energía.

─ ¿Desde Francia? ¿Me estás tomando el pelo?

─ Sucedió cuando te sondeé. Sabes que tengo un vínculo permanente con


mi gente, así que cuando entré en contacto con el feto, la magia lo reconoció
como uno de nosotros y se conectó con mi vínculo con el consejo...─

─ ¿Por qué no me lo dijiste?

─ Pero te lo dije. Te dije que el bebé estaba...

Me cortó de repente.

─ Admitámoslo, pero eso no explica su presencia aquí. ¿Qué quieren de mí?

─ ¿No les preguntaste?

─ Sí, pero se niegan a responder. Me sonríen, me ofrecen tazas de té y


pastelitos, son amables y eso se me hace aún más raro... ─

En ese momento, la entendía perfectamente.... La abuela y las demás


nunca eran tan inquietantes como cuando se comportaban amablemente.

─ Mira, ahora mismo, no tengo tiempo, estoy de cacería, pero te lo explicaré


más tarde, será más fácil. ¿Cuándo vas a salir?

─ Por la tarde. Estoy bien, pero Ferguson insiste en que haga algunas
pruebas más.

─ Bien. Cuando salgas, llévate a la abuela y a las demás contigo.

Casi se ahogó al teléfono.

─ ¿Qué? ¿A mi casa? ─

─ Sí.

Le oí respirar profundamente.

─ ¿Vas a explicarme qué está pasando o no?

─ Tememos un próximo ataque oppreste. Ya que eres uno de sus objetivos,


prefiero no correr riesgos.
─ ¿Y eso es todo? ¿Estás segura de que no hay nada más?, ─ preguntó
sospechosamente.

─ Sí, ¿por qué? ─

─ No lo sé, esta historia es una locura...

No es falso.

─ Y luego estoy un poco tensa porque no puedo comunicarme con Khor.

─ Ah...─

─ Sí, sé que está en una misión con el gobernador, pero es raro que no
atienda su teléfono.

Tragué. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí totalmente impotente.


Estaba sinceramente triste y enojada conmigo misma por ocultarle la verdad,
pero manejar a Beth en medio de una crisis realmente no era una opción. No
en este momento.

─ Lo intentarás de nuevo más tarde, ─ respondí con el corazón


apesadumbrado. ─ Bueno, tengo que irme, ¿puedes poner a la abuela al
teléfono?

Oí un susurro y luego la voz de la abuela resonó en el aparato.

─ ¿Aló? ─

─ Pon un hechizo de aislamiento en esta conversación.

Esperé dos o tres segundos y luego ella simplemente contestó:

─ Ya está hecho.

─ ¿Qué demonios estás haciendo aquí?

─ Sé que llegamos antes de lo esperado, pero...

¿Antes de lo esperado? ─ Considerando el tiempo de viaje, apenas debo


haber colgado cuando se apresuraron a ir al aeropuerto, sí...

─ ¿Bromeas? ─ Añadí con un tono gruñón. ─ Has violado los acuerdos que
hice con el Directum, no he tenido tiempo de pedirles su permiso o...

─ Bueno, ¡hazlo! ¿Qué estás esperando?


Hazlo, hazlo, ella tenía una buena. ¿Cómo iba a justificar la presencia de
una tropa de choque Vikaris en nuestro territorio y todo esto sin haberle
informado al consejo y pedido su permiso? Pff...

─ Los líderes de los clanes se reúnen en casa de Tyriam a las 2:00 p.m.
Hasta entonces, quiero que seas discreta. Aquí están pasando cosas serias, no
quiero que tu presencia me cause más problemas de los que ya tengo...

─ ¿Qué cosas serias?

─ Un ataque inminente de espías opprestes, ─ le dije. ─ Van a usar


cumurou archanta.

─ ¿Cumurou archanta pero...?

─ Sí, lo sé, no está permitido, pero obviamente a nadie le importa.

Silencio.

─ ¿Tienes idea de la identidad y el número de personas involucradas?

─ No, así que estén alertas.

Una risa peculiar cayó en cascada de su garganta.

─ Prima, sabes que siempre estamos en guardia, ─ dijo antes de colgarme.


La casa donde Marta nos había llevado siguiendo el rastro de la potioneuse
estaba completamente aislada. Hecha de pino, de un nivel, tenía una forma
rectangular básica. Tenía doce ventanas, dos entradas, una principal y la otra
que se abría a la izquierda, hacia el garaje donde estaba aparcado un coche
barato de estilo coreano. Sin consultarnos, Madeleine se dirigió hacia el este
de la casa mientras yo me movía hacia el oeste. Marta, que había regresado a
su forma de lobo, era responsable de asegurar que nadie pudiera escapar.

Con un gesto, puse mi mano sobre la puerta y lentamente dejé que mi poder
fluyera a través de todos los poros de mi piel. Cuatro, había cuatro firmas de
energía dentro, incluyendo una de una potioneuse. En perfecta armonía,
Madeleine y yo golpeamos al mismo tiempo, haciendo volar violentamente las
puertas. Los gritos de miedo se oyeron por todos lados, mientras comenzaba
a disparar al cambiaformas zorro y al cambiante rata que estaban a punto de
lanzarse contra mí.

─ ¡Madeleine! ─ Grité, señalando a la joven que huía hacia el piso de arriba.


Con los ojos rojos como la sangre, la Vikaris miró hacia ella y extendió su
mano.

La potioneuse se petrificó al instantáneamente.

─ ¡Te voy a matar, bruja! ─gritó el demonio menor que estaba frente a mí.

─ ¿Qué demonios es eso? ¿Una intención, un deseo o una predicción?


─ Un juramento.

─ Así que ven, ─ le dije sin renunciar a mi sonrisa.

La abuela sentía que mi mayor defecto era la arrogancia. A menudo me


repetía que tenía demasiada confianza en mis poderes y que no era lo
suficientemente cuidadosa y atenta con la presa más débil. Tuve que admitir
que tenía razón porque no había visto lo que el demonio escondía en su mano.
No tuve tiempo de reaccionar. Me desmayé sin decir una palabra.

Estaba soñando. Rafael llevaba puesta la larga bata blanca que se había
comprado unos meses antes y estaba en una habitación extraña y vacía.
Estaba frente a una mujer. No podía ver su rostro ni el de su interlocutora
con su vestido resplandeciente, escondida por un halo de luz tan poderoso que
no se podía ver.

─ Déjala ir, ─ dijo Rafael.

─ Es mía. La hice fuerte, pronto será lo suficientemente poderosa como


para traerme de vuelta a ti... ¿no es eso lo que querías? ¿Lo que siempre hemos
querido?

─ No bajo estas condiciones...

─ ¿Por qué? ¿Crees que dudaría un segundo si le pidiera que se sacrificara


por mí? ¿Y si le digo la verdad?

─ Encuentra a alguien más...─

─ No esperaré otros mil años para unirme a ti.

Priy......

─ Me diste tu corazón.

─ Ese no es el punto.

─ Ella no es nada... no significa nada.

─ Ella es una de las tuyas... tu papel es cuidarla, protegerla...

─ Siempre has sido mucho más compasivo que yo... Ellal… ¿Esa pequeña y
diminuta parte de humanidad que viene de tu bisabuelo te ha hecho tan débil?
Sentí una presencia.

─ ¡Rebecca! ¡No!

Una niebla me envolvió repentinamente, se alzaron paredes delante de mí


y fui como expulsada fuera del sueño.

Cuando abrí los ojos, las lágrimas se derramaron.

─ ¡Estás viva! ¡No tienes idea de lo aliviados que estamos!

─ ¿Estamos?

Giré la cabeza y vi los ojos de Rafael. Su largo cabello rubio enmarcaba su


rostro con rasgos finos y delicados y el azul zafiro de sus ojos era profundo,
intenso e incandescente. Me quedé, unos segundos, admirando su belleza
devastadora e inhumana, fascinada.

No eres más que una mocosa inconsciente, ─ dijo, mirándome fijamente a


los ojos.

Levanté las cejas.

─ ¿Creo qué... que ese maldito demonio me tiró una poción de cumurou? ─
Le pregunté con la boca pastosa como si tuviera resaca.

─ Sí, ─ respondió Madeleine.

─ ¿No debería estar muerta? ─

─ La asamblea te ayudó y no sé por qué milagro, el Tribain logró canalizar


los efectos de la poción, ─ admitió chasqueando los labios como si le molestara
la idea de que Rafael pudiera poseer tanto poder.

─ ¿Sabes cómo hacer eso? ─ Le pregunté, tratando de frenar los latidos


desordenados de mi corazón.

Él sonrió.

─ Todo depende de mí motivación. Pero, para ser honesto, no estaba muy


seguro.

Me dio la mano.
─ Me has dado un susto de muerte.

Sonreí, irritada por las lágrimas que seguían corriendo por mis mejillas.

─ ¿Qué hacías allí de todos modos? Tú...

Me acarició la mejilla y tuve que reunir toda mi voluntad para no lanzarme


a sus brazos.

─ Te estaba buscando, ─ dijo.

─ ¿Me estabas buscando?

─ ¿Crees que no te conozco lo suficiente como para saber qué tiene que
haber un gran problema si nos convocas en el último minuto? Y cuando dices
"gran problema", quieres decir un "gran riesgo", así que estaba comprobando
si todo estaba bien.

Gracias al vínculo que nos unía, nuestras magias se entrelazaban una y


otra vez, ahora era capaz de ubicarme a 1 o 2 kilómetros, lo que me molestaba
profundamente. Más lágrimas rodaban por mi cuello.

─ ¿Qué me está pasando? ¿Por qué estoy llorando? ─ Pregunté,


limpiándolas con el revés de la manga antes de levantarme del sofá donde me
habían acostado.

─ Mientras estabas inconsciente, empezaste a llorar y nunca dejaste de


hacerlo. Ha estado sucediendo durante dos horas, ─ contestó perpleja
Madeleine.

¿Llorando? ¿Por qué llorar? ¿Y por qué mi corazón latía tan rápido y sentía
tanto dolor que quería empezar a gritar? ¿Qué era lo que me pasaba?

─ ¿Te duele algo? ─preguntó Raphael, mirándome fijamente.

Reflexioné.

─ No es eso, pero... siento mucha tristeza... tanta tristeza que... es como en


esas películas, ya sabes, donde las actrices dicen esa frase estúpida: Tengo el
corazón roto... Antes me costaba entender y entonces llegó Leo y empecé a
imaginarme lo mucho que sufriría si la perdiera, mi dolor... ese dolor, es un
poco parecido a lo que siento hoy... No sé, tal vez sea por ese extraño sueño...
Estabas con una mujer que te recordaba que le habías dado tu corazón y que...

De repente me atrajo bruscamente contra él.


─ Cállate.

Mis ojos se redondearon al ver las lágrimas que anegaban sus ojos.

─ Raphael...

Puso su mano en mi boca y luego lentamente soltó su abrazo.

─ Más tarde.

─ Pero...

─ Pospuse la reunión a las 8:00 p.m. Necesitas descansar, ─ me


interrumpió cuando su cara volvió a tener una expresión neutral.

─ ¿Estarás allí?

Miró hacia otro lado.

─ No. Enviaré a Godroy para que me represente.

─ Raphael, esto es muy importante.

─ Sé de qué se trata esto, Madeleine me lo contó mientras estabas


inconsciente. Voy a tomar medidas, no te preocupes.

─ ¿Medidas? Si tienes traidores entre tu propia gente...

Dibujó una triste sonrisa.

─ Puedo leer la mente, no lo olvides.

Luego desapareció a la velocidad del rayo.

─ Raphael, espera...

Recuperé el aliento.

─ Quédate, tengo que...

─ ¿Qué te pasa? Creí que no querías verlo más. ─ preguntó Madeleine,


atónita.

─ No sé... cuando lo vi salir, pensé que me estaban arrancando el corazón...


¿Crees que podría ser el efecto de una poción o un hechizo? ¿Que el demonio
me arrojó algo más que el cumurou archanta?

Me miró con escepticismo.


─ Francamente, lo dudo.

─ Sí, tiene que serlo. Yo no soy así, no puedo ser así, no soy yo.

¡Mierda! ¿Cuál era mi problema? ¿Qué me estaba pasando? ¿Estaba


herida? ¿Estaba enferma? ¿Me habían puesto un hechizo de confusión? Tenía
que haber una explicación racional. ¿Y de dónde venía ese dolor en mi pecho
que me impedía respirar? Estaba delirando o tenía fiebre, si fiebre, eso debe
haber sido... sí... y probablemente por eso tuve ese sueño loco....

De repente sentí que mi sangre se congelaba en mis venas. Me quedé


helada y volví la cabeza hacia Madeleine.

─ ¿Raphael mezcló su poder con el tuyo?

─ Sí, ¿por qué?

─ Cerré los ojos.

─ Llama a Greta, dile que quiero que haga una búsqueda...

─ ¿Qué tipo de investigación?

─ Ellal... Quiero saber si este nombre existe... y si existe, quiero saber quién
es o era... Dile que me envíe cualquier cosa que pueda encontrar... dile....

Me detuve y respiré profundamente.

─... dile que no se olvide de consultar los archivos de las ancianas...

─ ¿Algo en particular?

─ Todo sobre dioses y leyendas.

Ella asintió suavemente.

─ Bien, mi Reina.

Por favor, por favor, dime que fue sólo un sueño, sólo un sueño.... por favor...

─ ¿Dónde está la potioneuse? ─ Pregunté, tratando de recobrar mi espíritu.

─ En la habitación de arriba con Martha.

Como conocía a la loba, Nancy Watts tenía que estar pasando por un mal
rato.

─ ¿Te encargarás de ello?


Madeleine frunció el ceño con ansiedad.

─ ¿No preferirías hacerlo tú misma?

─ Llevar a cabo un interrogatorio mientras lloro no parece ser una buena


idea, ¿no crees? ─ Le dije.

─ Nunca te había visto así, incluso cuando eras una niña... has sido siempre
un hueso duro de roer, incluso para nosotras. Apretabas los dientes, podías
soportar el dolor sin decir una palabra o verter una sola lágrima...

─ Ya pasará. No te preocupes por eso.

─ Sin duda, pero...

Negué con la cabeza.

─ Olvídalo, tenemos trabajo que hacer. Vamos, adelante... Te veré en cinco


minutos después de que me recupere.
El baño del escondite de Nancy Watts era como el resto de la casa: básico y
funcional. Abrí el grifo y me rocié la cara con agua. En el espejo, mi reflejo no
me devolvía nada bueno. Tenía los rasgos tensos, los párpados hinchados, la
nariz roja que goteaba y manchas rojas en mis mejillas. Básicamente, estaba
horrible. Está bien, ya basta, pensé, sentándome sobre el frío azulejo antes de
comenzar los ejercicios de relajación. Inhala, exhala, exhala, inhala....

─ ¡Rebecca!

Cerrando los ojos, me levanté y noté que había dejado de llorar. El dolor
que sentía seguía ahí, pero podía arreglármelas.

─ ¡Ya voy!

Después de subir las escaleras de cuatro en cuatro, me encontré cara a cara


con Madeleine. Se veía sombría.

─ ¿Qué está pasando?

─ Un centenar.

─ ¿Qué?

─ Habrá cientos de ellos atacando. Todos ellos ya están establecidos en el


territorio. Algunos han sido parte del movimiento oppreste durante mucho
tiempo, otros se han unido recientemente.

Eso fue una muy, muy mala noticia...


─ ¿Tenemos nombres?

Ella asintió.

─ Unos pocos han sido derribados. Operan en facciones pero no se conocen


entre sí.

─ ¿Las pociones?

─ Suficiente para matar a toda la región. Ya fueron entregadas y están


listas para su uso.

Mierda, era peor de lo que pensaba.

─ ¿Dónde y cuándo tendrán lugar los ataques?

─ Ella no lo sabe.

─ ¿Estás segura de eso?

Me miró como si la hubiera abofeteado.

─ Vale, lo siento, ─ suspiré.

─ ¿Dónde está Martha?

─ Ella come, ─ simplemente contestó.

En resumen, la potioneuse estaba siendo devorada. De acuerdo. Tenía que


reconocer al menos una cosa sobre la loba: sabía cómo matar y comer en
silencio. Eso ya era algo...

─ Um...

─ ¿Qué hacemos ahora?

─ Prepararnos para lo más urgente. Ponemos a todos los líderes de los


clanes al día ahora, ─ dije, agarrando mi teléfono.

Una vez que colgué, Madeleine me miró interrogante.

─ ¿Y bien?

─ Están furiosos. Quieren que sigamos con la reunión.

Furiosos, estaba muy por debajo de la verdad. Especialmente Baetan, que


vio sus planes de partir conmigo hacia Gerlead frustrados. Sabía que algunos
de ellos lo iban a sentir. El demonio era despiadado.
─ Dados los riesgos, sería mejor que tuvieras un guardia cerca.

─ De ninguna manera. La abuela y las otras tienen que quedarse con Beth.

─ Eres nuestra Reina, eres más importante para nosotras que la loba.

─ Dije que no.

─ Casi mueres hoy... no puedes seguir así... de todas formas es cuestión de


un día, el consejo nos está enviando refuerzos adicionales. Están en camino.

─ ¿Qué?

Miró al cielo.

─ ¿Cómo pensaste que reaccionaría la asamblea después de lo que acaba


de ocurrir?

─ ¿Cuántas? ─

─ Diez, Naelle es una de ellas.

Naelle era la más joven y eficaz de nuestras cazadoras y ella obedecía las
órdenes en demasía, más nos valía no olvidar para nada excluirla, si no
queríamos que causara un baño de sangre.

─ De ninguna manera.

─ Necesitas gente que sea segura y confiable.

─ Aquí hay gente segura y con la que puedo contar...

Mi teléfono de repente empezó a sonar.

─ ¿Y ahora qué, Leo? No tengo tiempo para...

─ ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Nos están atacando! Están por todas partes!!!! ─ gritó
mi hija.

Sentí que mi corazón se detuvo.

─ ¡Vete! ¡Vete! ¡Huye! ¡No te acerques a ellos y no toques a nadie bajo


ninguna circunstancia! ¡Madeleine! Rápido, ─ grité mientras salía corriendo
de la casa.

Literalmente conducía hacía una tumba abierta. La nieve se deslizaba bajo


los neumáticos. El 4×4 casi se salió de la carretera varias veces, pero eso no
me detuvo.
─ Si estos bastardos tocan un pelo de la cabeza de mi hija, yo...

─ Concéntrate en el momento presente. Debemos llegar vivas si queremos


salvarla, ─ dijo tranquilamente Madeleine.

Ella tenía razón. Incluso cuando conducía rápido, me quedaban al menos


20 minutos. Veinte minutos eran más que suficientes para llevar a cabo una
masacre.

─ Y esta vez, ten más cuidado y recuerda que incluso los enemigos más
débiles son peligrosos cuando usan la cumurou archanta.

─ No tienes que preocuparte por eso, la dejaré salir.

─ ¿Qué? ─

─ A la bestia... ha pasado mucho tiempo desde que pudo alimentarse.

─ No hagas eso... ─

─ ¿Por qué?

─ No estás en condiciones de hacerlo.... no podrás manejarlo, estás


demasiada abrumada por tus emociones...─

"Abrumada por mis emociones"... Ese es un reproche que nunca pensé que
escucharía algún día, pero ella tenía razón. No estaba en mi estado normal.
Estos gritos injustificados, el dolor que experimenté, la rabia que sentía en
este momento... Pero no me importó. No importaba si mi enojo devastaba una
ciudad entera, si destruía cientos o incluso miles de vidas, si dejaba atrás sólo
tierra quemada... nada importaba más, nada excepto el odio y el miedo que
sentía.

─ No me importa. Quiero que mueran, ─ dije, presionando el acelerador a


fondo.
Al estacionar frente al refugio del chamán, había regulado mi respiración
y disminuido mi ritmo cardíaco. La bestia había despertado de su poderoso
sueño, ahora estaba lista y atenta a la más mínima de mis señales. Lo planeé:
estaba hambrienta. Cerrando los ojos, la dejé escapar lentamente por mi boca,
como una gran nube de humo, y le señalé los dos demonios y al cambiaformas
lince que corrían hacia el vehículo. La capa de vapor flotó hacia ellos y los
atrapó en su niebla. Los gritos comenzaron inmediatamente. Luego, con una
sonrisa, dejé caer todas mis barreras, todas las cadenas que me controlaban.
La magia comenzó a fluir a través de mí en una corriente de furia y rabia
devastadora.

─ Todos. Quiero que te los lleves a todos, demonios, cambiantes, lobos y


potioneuses. Perdona a los chamanes, ─ le ordené con una voz hinchada de
poder mientras corría hacia la entrada de la casa.

Sin armas. Sin cuchillo. La magia cantaba en mis huesos y palpitaba como
una canción de guerra. Tan pronto como crucé el umbral, me llevé a tres
asaltantes a la vez. Madeleine, por otro lado, estaba en su mejor momento,
había conjurado la magia del Agua y estaba ahogando a un lobo ocupado
destripando a un joven chamán. Cadáveres de chamanes llenaban toda la
habitación. Algunos mutilados, otros licuados por la cumurou archanta. La
mayoría de ellos todavía eran sólo niños. Estos bastardos habían atacado su
santuario, el mismo lugar donde formaban y se educaban a los jóvenes. ¿Cómo
pudo suceder algo así? ¿Por qué los chamanes no predijeron lo que estaba
pasando? ¡Qué carajo es esto!
Intoxicada con el poder, pulvericé a un cambiante gato que se había
interpuesto en mi camino y corrí hacia las escaleras y al dormitorio
estudiantil.

─ ¡Leonora! ¡Leo! Grité al entrar en su habitación. ¡Es mamá!!!!─

─ ¿Assayim?

Miré hacia abajo. Una niña de ocho o nueve años salió de debajo de la cama.
Estaba llorando y temblando como una hoja, totalmente aterrorizada.

─ ¿Quién eres tú? ¿Sabes dónde está Leonora?

─ Ella no está aquí... ella... ella me dijo que me escondiera aquí mientras
iba tras los chicos malos.

─ Vuelve debajo de la cama, yo volveré por ti.

─ No quiero estar sola... Tengo miedo...

La tomé por los hombros.

─ Debes ser una niña valiente, ¿de acuerdo? ¿Sabes quién soy yo?

Ella asintió.

─ Entonces sabes que ya no tienes nada que temer.

Ella volvió a asentir con la cabeza.

─ Vamos, haz lo que te digo.

Empezó a llorar de nuevo, pero accedió. Volví en busca de mi hija, la magia


me quemaba las venas y escapaba de mis manos como un gigantesco infierno,
pulverizando a todos los que se lanzaban contra mí o intentaban impedirme
seguir adelante. Maté sin pensar, sin saber a quién enviaba de vuelta al
infierno. Los aplasté como si fueran simples obstáculos que me impedían
unirme a mi hija. Cada uno de mis golpes, cada uno de mis hechizos encontró
directamente su objetivo. Al otro lado del Atlántico, en algún lugar de Francia,
la asamblea me estaba ayudando y alimentando el fuego que me estaba
devastando sin siquiera preguntarme qué estaba haciendo o qué estaba
sucediendo. Podía borrar una ciudad de la faz de la tierra, no les importaba
en absoluto y no querían cuestionarme ni restringir mi hambre.

─ ¡Morgane!

Con los ojos intoxicados por el poder, volví a bajar las escaleras.
─ Basta ya o nos matarás a todos, ─ me regañó Madeleine mientras
levantaba la mano para congelar al demonio que se lanzaba contra mí con un
siniestro silbido y un frasco en la mano.

─ ¿Encontraste a Leo? ─ Pregunté con una voz desprovista de emoción.

El cuerpo del demonio explotó de repente. Algo de su carne y órganos se


esparcieron sobre mi ropa.

Levantó las cejas.

─ ¿Ves? ─ Eso es lo que pasa cuando no puedes controlarte....

La miré fijamente mientras la casa empezaba a temblar como un tambor


gigante.

─ ¡Alto! Si haces eso, no habrá sobrevivientes. Todavía hay niños aquí, ─


señaló bruscamente.

─ ¿Niños? Sí... niños...

─ Morgane.... casi no tienes control, estás ciega, embriagada... si no te


controlas mejor que eso, todos morirán...

Las baldosas empezaron a romperse bajo mis pies.

─ ¿Y?

─ Escúchate... no eres tú... es la euforia y la sed de sangre que hablan...─

Podía oírla, pero lo que dijo ya no tenía sentido para mí.

─ Reina mía, te conozco, no te perdonarás a ti misma, por piedad… ─


terminó arrodillándose.

Esta frase me hizo extrañamente el efecto de un electroshock. Madeleine


nunca suplicaba. Ella nunca imploraba. Respiré profundamente y luego,
después de un esfuerzo de voluntad que debe haberme costado diez años de
vida, me tragué una parte de mi poder y recuperé un poco mi capacidad de
pensar.

─ Voilà, ¿Estás contenta ahora? ─Me quejé al pisar un cadáver antes de


arrojar un chorro de fuego a un cambiante perro que saltaba hacia nosotras
con los colmillos afuera.

Ella me sonrió.
─ ¿Y ahora qué? ─ Continué.

─ Ahora terminamos de registrar la casa, cuidando de no acabar con los


heridos, ─ contestó ella.

Mi garganta se apretó mientras miraba los fluidos que se esparcían por


toda la habitación y los cuerpos irreconocibles y casi momificados que
llenaban el suelo.

Respiré profundamente, mi corazón latiendo acelerado.

─ No siento su energía. ¿Crees que Leo está...

─ ¿Qué? ¿Qué es una de las víctimas? Por supuesto que no, probablemente
se escapó.

Lo pensé por un par de segundo antes de sacudir la cabeza.

─ Lo dudo mucho. Escondió a una niña allá arriba, nunca la habría


abandonado.

─ ¿Sientes eso? ─preguntó repentinamente, girando la cabeza hacia la


puerta trasera de la casa.

─ ¿Qué? ─

─ No lo sé, es... ven...

No vacilé y salí corriendo tras ella fuera del edificio.

A 100 metros, caminamos por lo menos 100 metros hasta el edificio que
servía como sala de recepción para los rituales, en un extremo de la propiedad
del chamán.

─ Pero, ¿dónde...?

Dejé de hablar y me congelé frente a la escena que se estaba desarrollando


ante mis ojos. Ariel estaba cubierto de sangre. Estaba parado en medio de
unos treinta cadáveres, con una pistola en la mano y mi hija en la otra. Se
parecía más que nunca a un ángel caído. Un ángel con una belleza tan
devastadora como malvada. Sus poderes de hechicero eran tan intensos, que
prácticamente podía sentir su sabor en mi lengua. Sus ojos estaban atentos,
fijos, concentrados en la lucha que acababa de librar y en un posible próximo
objetivo. Tenía miedo cuando llegué de encontrar el cuerpo de mi hija y al clan
chamán diezmado. Estaba equivocada. Ese chico era tan peligrosamente
poderoso en este momento que incluso yo habría dudado. En cuanto a
Leonora, sus ojos eran completamente negros. No tenía pupilas ni iris y
parecía estar en trance. Tyriam, Magda y una treintena de chamanes, en su
mayoría niños, se habían reunido detrás de ellos, como si estuvieran detrás
de un escudo. Sentí que toda la tensión de mi cuerpo desaparecía como por
arte de magia. Gracias, Dios... Gracias....

Madeleine sonrió.

Interesante...

─ ¿Qué?

─ El pequeño... No es un Uturu ordinario sino una Sombra... ¿por qué está


tan empeñado en esconderlo?

Los Uturus eran poderosos y efectivos, pero las Sombras estaban a mil
escalones por encima. Estaban entre los más grandes guerreros que jamás
hayan pisado esta tierra. De la élite.

─ Todo lo que tienes que hacer es preguntarle, ─ le dije, caminando hacia


mi hija.

─ ¡Aléjate Assayim! ─ Ariel me ordenó. Ella los está conjurando.

Levanté las cejas.

─ ¿Qué? ─

─ Las almas... las está enviando de vuelta...

Vale, no tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero conociendo los


increíbles dones de Leo, preferí tener cuidado y paciencia por unos momentos.
Lo más importante para mí, era que ella estuviera bien y obviamente lo
estaba. El resto podría esperar.

─ Teléfono...─ dijo Madeleine, mostrándome el bolsillo de mi abrigo que


vibraba insistentemente.

Suspiré y respondí.

─ ¿Si?

─ ¿Qué está pasando?

La voz de la abuela era aguda, una señal de que estaba preocupada.


Probablemente sintió las fluctuaciones mágicas. Tendrías que tener mucho
menos talento del que ella tenía, para no sentirlas, incluso a kilómetros de
distancia.

─ El clan chamán fue atacado.

─ ¿Leonora? ─ preguntó de inmediato.

Retuve mi sonrisa. Por mucho que intentara ocultarlo, Anthéa estaba muy
enamorada de mi hija.

─ Ella está bien.

─ Bien... oh sí, por cierto, tenemos algunos cadáveres demasiados para ser
manejados, también...

─ No me digas que...

─ Sí, así es.

Los opperstes había intentado matar a Beth de nuevo... ahora estaba


empezando a volverse obsesivo...

─ La loba está enojada porque están arruinando su alfombra nueva, ─


suspiró la abuela.

─ ¿Qué quieres que te diga? Siempre ha sido muy quisquillosa con la


decoración, ─ le contesté antes de colgar.

Madeleine me dirigió una mirada interrogadora.

─ Anthéa y las otras también tuvieron las manos ocupadas, ─ le sonreí y


contesté.

─ Eso bueno, la mantiene en forma, ─ respondió Madeleine antes de añadir:


─ A propósito, voy a comprobar si queda algo por ahí. Fuiste demasiado
eficiente, no tuve suficiente.

─ ¿Lo dices en serio?

─ Siempre cuando entreno. Además, ya que estamos hablando de eso, me


gustaría que llamaras a tu bestia de vuelta.

─ ¿Por qué?

Ella hizo pucheros.

─ No me va a dejar nada.

─ Pff... no... Pero te juro, ─ le dije, mirando con pesar a Leo antes de guiarla
al único lugar de donde venían los gritos: La entrada principal de la casa.

Cuanto más nos acercábamos, más se amontonaban los cuerpos. Era como
estar en un gran campo de batalla. Cuando la vi, la bestia estaba torturando
a unos diez hombres al mismo tiempo.

─ Deja de jugar con la comida y termina de una vez, ─ le ordené.

Sus dos ojos rubí se volvieron hacia mí.

─ Todavía no...─

─ De acuerdo, pero te lo advierto, son los últimos.

Una verdadera niña... en serio, pero francamente...

─ Termina rápido y vuelve a casa.

La nube negra flotó hacia mí.

─ No es gracioso...─ ¿Por qué demonios me estaban diciendo eso ahora?

─ Dile que me dé uno o dos, ─ demandó Madeleine.

─ No. No. Míos. ─ La bestia me gruñó.

Como Madeleine no podía entenderla, ni escucharla, traduje. La Vikaris se


volvió inmediatamente hacia los ojos rojos del monstruo.

─ ¡Egoísta!

Miré al cielo, luego, cuando la "bestia" terminó y la había regresado, entré


de nuevo en la casa y subí las escaleras de cuatro en cuatro hasta la habitación
de Leo.

─ ¿Cariño? ─ Me acuclillé para mirar debajo de la cama.

La niña todavía estaba allí. La ayudé a levantarse y la sostuve cerca de mí.

─ ¿Ves? Te dije que volvería.

Deslizó sus brazos alrededor de mi cuello.

─ Es tu turno de hacerme una promesa: quiero que cierres los ojos hasta
que te diga que los abras. ¿Puedes hacer eso por mí?

Ella asintió dulcemente.

─ Así que vamos, cariño, vamos con Leo.


Leonora ya no estaba en trance. Sus ojos habían vuelto a la normalidad.
Cuando llegué con la niña en brazos, ella inmediatamente corrió hacia
nosotros.

─ ¡Mamá! ¡Oh, mamá!

Dejé a la niña y la abracé hasta que la asfixié. Las lágrimas brotaban de


sus ojos y corrían por sus mejillas.

─ ¡Fue horrible! ¡Mataron a todos! Brandy, Glen y Nayati... Nayati...

Nayati era el guía espiritual, un hombre que era fundamentalmente


amable, pacífico y bueno.

Le acaricié suavemente el pelo.

─ Lo sé.

─ ¿Por qué hicieron eso? ¿Por qué?

Suspiré profundamente.

─ No tengo idea.

─ Ariel... él... él me prohibió pelear diciéndome que tenían una poción muy
peligrosa y que el más mínimo contacto...
─...podría matarte. Sí. Lo hizo bien, ─ concluí mirando por encima de su
hombro para observar al joven hechicero.

Reunía a todos y les ordenaba que entraran en la sala. Sin perder la


compostura, su cara era impasible. Impresionante.

─ Cuando vi lo que les estaban haciendo a los niños, yo... yo...

Dejó de lloriquear.

─ ¿Qué? ─

─ No podía quedarme quieta y dejar sola a Ariel, yo... oh, sé que no debería
haberlo hecho pero...

Le sonreí.

─ Leo, lo que sea que hayas hecho, fue la decisión correcta.

─ Esclavicé sus almas, mamá... las usé para protegernos.

Levanté las cejas.

─ ¿Quieres decir que hiciste como el nigromante? ¿Has creado un ejército


para ti?

Sam Barowski, un nigromante que había matado recientemente, sabía


cómo capturar almas y transformarlas en instrumentos mortales para los
vivos. Me las había arreglado para matarlo gracias a Leo, que había
recuperado a sus soldados y los había enviado de vuelta al infierno de donde
habían salido. Servir a las almas era el punto de ruptura de los nigromantes.
La diferencia entre los buenos y gentiles. Huelga decir que mi hija debe haber
estado desesperada por usar métodos que despreciaba profundamente y la
aterrorizaban.

Ella asintió.

─ Está prohibido y estuvo muy mal, pero...

─...pero nada en absoluto. Hiciste lo que tenías que hacer para sobrevivir.
Estoy orgullosa de ti, ¿sabes?, ─ dije, mirando en ángulo a todos los cadáveres
que languidecían en el suelo cubierto de nieve.

─ Sí. Quiero decir, Ariel mató más que yo porque... él... no sabía que podía
hacer eso... fue increíble. Sin él... No sé qué nos habría pasado...
Y de nuevo. Ella no lo sabía todo. Si lo que Madeleine había dicho sobre el
niño era cierto, era sólo una pequeña, muy pequeña demostración de sus
habilidades.

─ Todo está bien ahora.

Ella sacudió la cabeza.

─ Mamá, duele tanto.... tanto... No sabía que fuera así... Quiero decir,
nunca he matado a nadie, ni había perdido a nadie que quisiera... ¿Cómo lo
hiciste? ¿Cómo lidias con eso todos los días? ¿Todo este dolor?

Me encogí de hombros.

─ He sido entrenada, Leo. Entrenada desde mí primera infancia para


controlar mis emociones y abolir todas las formas de compasión.

Su barbilla tembló.

─ Me gustaría ser como tú. Ojalá yo tampoco sintiera nada.

Reprimí un suspiro. Los vampiros rara vez externalizaban sus emociones,


pero Leo desafortunadamente no era un vampiro ordinario. A pesar de sus
fenomenales poderes, era tan espontánea, impulsiva y excesiva como una
joven humana. Finalmente, sólo una joven humana en medio de una crisis
hormonal con una marcada inclinación por la violencia y por la sangre
humana del grupo AB+.

─ Controlar tus emociones no significa que no sientas afecto, enojo o


deseo.... Controlar significa que no te dejas abrumar por lo que estás sintiendo
y que sabes cómo mantener la cabeza fría y analizar claramente una situación
sin ser influenciada por tus sentimientos.

Pero obviamente, hoy, todos esos años de disciplina se habían ido a la


mierda, cuando pensé que estabas en peligro, como....

─ ¿Crees que la abuela estaría de acuerdo en entrenarme? ¿Para ayudarme


a ser fuerte? ¿A no tener dolor nunca más?

Le miré a los ojos.

─ ¿Estarías dispuesto a pagar el precio?

─ ¿Qué quieres decir?


─ Siempre hay un precio para ese tipo de cosas, Leo. Para nosotras, las
Vikaris, es particularmente alto y comienza desde el nacimiento. Primero, nos
deshacemos de los varones abandonándolos a sus padres, luego, con el paso
de los años, eliminamos a las niñas más débiles y vulnerables, las más
frágiles, las más dulces... En cuanto a las demás, las más poderosas, las que
logran sobrevivir, son torturadas, entrenadas y obligadas a vivir un infierno
tal, que terminan por dejar de sentir miedo, pasión o dolor...

Leo tragó y luego dibujó una sonrisa.

─ Tranquilízame: en el caso de la educación para adultos, ¿cómo va?


¿Organizan caminatas, juegos de pelota o clases de magia para tontos?

Ya era capaz de bromear a pesar de lo que acababa de experimentar.


Respiré aliviada.

─ No, pero puedo pedirles que añadan más al programa, ─ dije sonriendo.

─ ¿Assayim?

Tyriam tenía los hombros encorvados. Había perdido su altivez habitual y


su arrogancia y parecía completamente indefenso.

─ ¿Leo? ─le pregunté, dándole a Leo una mirada que ella supo interpretar
perfectamente, porque me dio la espalda y se alejó hacia Ariel, para dejarnos
al maestro chamán y a mí a solas, para que pudiéramos hablar.

Volví mi atención hacia Tyriam y lo miré directamente a los ojos.

─ Lo siento, ─ dije sobriamente.

─ Los he defraudado a todos.

Me encogí de hombros.

─ Sois chamanes, gente pacífica, no guerreros. No podían hacer nada.

─ Las predicciones... ese es nuestro conocimiento, pero ... fuimos


traicionados... fueron ocultadas por traidores que...

Lo miré sorprendida.

─ ¿Pueden ocultar las predicciones?

─ Cuando eres lo suficientemente poderoso, como Mary Flocker y Sam


Bredwood, sí. Nos manipularon y yo estaba tan concentrado en la llegada de
los miembros de la junta que no presté atención a lo que estaba pasando.
─ ¿Los enviados del Consejo?

─ Muertos.

Para una visita relámpago, ha sido una visita muy rápida.

─ Varios de nosotros me informaron que tenían pesadillas, que terribles


visiones estaban invadiendo sus sueños, pero yo los ignoré. Yo... fui tan
estúpido, tan estúpido, ─ continuó, cayendo de rodillas en el suelo congelado.

Por lo general, el chamán se comportaba como un pequeño perro gruñón,


desagradable y pretencioso. Verlo así fue.... de todos modos... Me gustaba más
cuando se comportaba como un imbécil. Al menos sabía cómo reaccionar.

─ No podías saberlo. Los chamanes son generalmente inofensivos, no


tenías ninguna razón para desconfiar de los tuyos, ─dije suavemente.

─ Yo... no sé qué hacer...

Eché un vistazo a Ariel que, después de traer a toda esta gente al edificio,
ahora estaba jugando con los niños en la nieve riéndose.

─ Él lo sabe. Mira, hace que los pequeños se sientan mejor y olviden su


miedo, ─ señalé al joven chamán.

Tyriam giró la cabeza en la dirección que yo señalaba y sacudió la cabeza.

─ Ariel... él... él es... él no es...

─ Sé lo que es y lo que no es. Pero incluso si no confío en él completamente


y me hago muchas preguntas sobre él, tiene agallas. Y tú lo necesitas.

─ ¿Qué estás sugiriendo?

─ Permíteme pedir ayuda. Ariel se encargará de la seguridad, tú te


encargarás de las familias.... Ha habido muchas muertes, Tyriam,
necesitarán tu apoyo.

Levantó la cara devastada por el dolor.

─ Te encontraré un refugio seguro hasta que todo esté en orden, ─ continué.

El santuario del chamán parecía un gran cementerio. Los cuerpos de los


opperstes estaban al lado de los cuerpos de los chamanes y, al morir, todos se
parecían.
─ "¿En orden?" ¿Crees que eso es posible después de todo lo que ha pasado
aquí? Mi clan está destruido, Assayim ─ dijo con voz estrangulada por el dolor.

El chamán había sobrevivido a la masacre, pero no al daño psicológico. Por


lo que he visto, sinceramente dudaba que pudiera recuperarse. No porque
temiera por su propia vida, sino por la pérdida de los niños de los que era
responsable.

─ Se levantarán de nuevo, ─ le dije.

─ Y nosotros le ayudaremos, ─ intervino de repente una voz familiar a mis


espaldas.

Inmediatamente me volví hacia Aligarh. Llevaba un suéter de lana blanca


que contrastaba maravillosamente con su tez mate y sus ojos claros. De todas
formas, era encantador, como siempre. Saludó a Tyriam, y luego tiró de su
mano para ayudarlo a levantarse.

─ Traje conmigo unos 50 hombres. Nosotros nos encargaremos de todo, ─


dijo con solemnidad y seriedad.

Tyriam no dijo una palabra. Simplemente asintió con la cabeza y luego dio
la vuelta para reunirse con Magda y los demás. Lo seguí por un momento con
los ojos entrecerrados, cruzando los dedos para que se recuperara, y
rápidamente, y luego puse mi atención en Ali.

─ ¿Qué estás haciendo aquí?

─ ¿Me estás tomando el pelo? ¿Crees que no te sentí pelear? Ni yo ni ningún


ser con una pizca de poder mágico podría ignorar las fuerzas que se desataron
aquí. ¿Tú hiciste todo esto?, preguntó, mirando los cuerpos que yacían en el
suelo.

─ No. Bueno, sí, pero no todos ellos...

Miró al cielo y me tomó en sus brazos.

─ No puedo dejarte sola.

Sabía que no debía, que no podía dejar que se me acercara por miedo a
lastimarlo de nuevo, pero después de lo que acababa de experimentar, con
todo este dolor, todo este miedo, no sentí la fuerza o el coraje para alejarlo. Su
cuerpo era una sólida pared de músculos contra el mío y me sentí
extrañamente segura en sus brazos.

─ Como puedes ver, no tenías nada de qué preocuparte...


─ No.... ¿conté qué? ¿Cien cadáveres? Tienes razón, no había ninguna razón
para que me preocupara, ─ observó sarcásticamente, besándome tiernamente
en la frente.

─ ¿Entonces llegando después de la batalla, tigre? ─ lo interpeló Madeleine


mientras avanzaba hacia nosotros.

─ Deberías haberme llamado, anciana ─ respondió bruscamente.

Empezó a reírse.

─ ¿Y atraer la ira de mi Reina poniéndote en peligro? ¿Me quieres muerta


o qué?

Los ojos del cambiante brillaron.

─ Si le hubiera pasado algo, te habría matado.

─ No te desquites conmigo, estoy de tu lado, ─ respondió de ninguna


manera impresionada.

¿De su lado? ¿Qué demonios se supone que significa eso? Si se refería al


hecho de que prefería el Ancestral a Rafael, el mensaje había pasado alto y
claro porque Ali empezó a relajarse y a sonreír.

─ Deja de sonreír, mi vida amorosa no está sujeta a votación, ─ dije


divertida.

El tigre se rió y me abrazó más fuerte contra él.

─ ¡Ancestral! ─ de repente resonó una voz afilada como el hielo mientras


una descarga de poder golpeó al tigre como un látigo y lo arrancó de mis
brazos.

Literalmente me sentí sacudida por el shock.

─ ¡Raphael, no!

Los ojos y el cabello del vampiro se habían vuelto completamente blancos,


flotaba unos centímetros por encima de la nieve y el poder que emanaba de él
era apocalíptico y fascinante como un desastre natural.

Ali saltó, escupió sangre al suelo y sonrió mientras se limpiaba la comisura


de los labios con un movimiento de su mano.
─ Siempre me he preguntado qué podría perturbar al estoico, calmado,
calculador e imperturbable Rafael... Parece que acabo de recibir la respuesta
a esa pregunta...

El aire crepitaba de ira y furia. Y el poder de Rafael ardía como el fuego del
infierno.

─ Aléjate de ella...

Un enorme torbellino de hielo se elevó del suelo y la magia de hielo del tigre
dientes de sable surgió con la fuerza de una verdadera tormenta y abofeteó al
vampiro en la cara. Los ojos del cambiaformas se tornaron de un color letal.

─ ¿O?

─ ¡Alto! ¡Es suficiente!!! ─ Grité. ─ ¿No creen que ya hubo suficiente muerte
y sangre? ¡Miren a su alrededor!

Estaba atrapada entre dos fuegos: de un lado, el poder ardiente de Rafael


y del otro, la magia helada del tigre. Ambos me lastimaron y me infligieron
un profundo dolor, sus respiraciones me abrumaron, fui incapaz de articular
ningún sonido. La sangre empezó a fluir de mis ojos y de mi boca, y entonces
no sentí nada más, sólo la oscuridad que me envolvía.
─ ¿Mamá?

Cuando abrí los ojos, Leonora estaba de pie a mi lado, sus ojos
atormentados y su largo cabello castaño correctamente atado.

─ ¿Dónde? ¿Qué...?

─ Estamos en casa. Raphael te trajo hasta aquí. Se quedó contigo durante


horas.

─ ¿Horas? Pero...

─ Te desmayaste. Madeleine dice que tiraste demasiado de la cuerda, que


la batalla te agotó y que como estabas muy débil, no soportaste ser
confrontada tan rápidamente con una magia tan poderosa como la de Rafael
y Alí...

Suspiré.

─ ¡Esos imbéciles!

─ Sé lo que pasó, lo vi todo, ─ dijo, empujando hacia atrás el mechón de


cabello que bloqueaba mi cara. No sabía que eras tan cercana a Ali, no creo
que Raphael tampoco lo supiera. Se volvió completamente loco cuando los vio
a los dos.

─ Ali sólo intentaba consolarme, ─ le expliqué.


─ Pero está enamorado de ti, ¿no?

─ ¿Por qué crees que lo está...?

Ella sonrió.

─ Tendrías que estar ciega para no verlo.

No estaba en condiciones y, sobre todo, no tenía ningún deseo de tener este


tipo de discusión con ella. Fruncí el ceño.

─ Leo...

Ella sonrió.

─ No quiero interferir en tu vida privada, no te preocupes, sólo quiero


asegurarme de que estás bien.

─ Por si no te has dado cuenta, últimamente no tengo vida privada y estoy


perfectamente bien.

─ Sí, sí, lo sé, no es bueno mentir.

Me levanté y me senté en el borde de la cama.

─ ¿Qué hora es?

─ 10:00 p.m.

─ Oh mierda! La reunión...─

─ Todo el mundo lo sabe. Me dijeron que los llamara cuando te despertaras.

Me froté la cara nerviosamente. Estaba furiosa con Raphael por provocar


esa confrontación, furiosa porque me perdí esa maldita reunión otra vez.
Furiosa de que no hayamos puesto ya en marcha un plan. Los opperstes
habían sufrido una gran derrota hoy, pero el peligro no había desaparecido.

─ Los chamanes...

─ Ali se encargó de ello. La mayoría han regresado a casa, los otros están
en una de sus propiedades, bajo la protección del clan cambiante y el clan
lobo.

─ ¿Lobos?

Ella asintió.
─ Gordon envió a William y a varios de sus hombres para proteger a Tyriam
y a los sobrevivientes.

Abrí los ojos asombrada.

─ ¿Quieres decir que Will está ahora mismo con Ariel?

─ Sí, ¿por qué?

Oh oh oh... bueno, de todos modos, tenía un montón de otras cosas de las


que preocuparme. Esperaba que estos dos fueran un poco más maduros que
Raphael y Ali. No, pero ¿qué les había pasado a los dos? ¿Estaban
completamente locos? Nuestro territorio había sido atacado, docenas de
nuestra gente asesinada ¿y todo lo que podían hacer era luchar como niños?
¿Se volvieron locos o qué?

─ Por nada. Muy bien, muévete, tengo que levantarme. Advierte a los
demás, es hora de que pongamos en marcha una estrategia antes de que
empiece de nuevo.

Me miró fijamente.

─ ¿Crees que irán tras otro clan?

─ Creo que hay alguien detrás de esto... gente poderosa... y no se detendrán,


no hasta que nosotros mismos le pongamos fin.

Palideció.

─ ¿Pero no es eso lo que hicimos hoy? Los matamos a todos, ¿no?

Negué con la cabeza.

─ Lo dudo mucho.

─ Si es así, yo...

─ No harás nada en absoluto. Vas a ir a casa de Beth y te quedarás con la


abuela y los demás tranquilamente en su casa.

─ ¿Está la abuela aquí?

─ Llegó esta mañana.

─ Mamá, no me envíes allí, déjame quedarme contigo, me vas a necesitar


si...

─ Dije que no.


Me miró con obstinación.

─ Tengo que vengarme. Intentaron destruir a mi clan, mataron a mis


amigos....

─ Y van a pagar por ello. Te lo prometo.

─ ¿Por qué siempre tratas de hacerme...

─ No estás preparada.

─ Soy más fuerte que la mayoría de los lobos o...

─ Voy a ser más explícita: tu corazón y tu cabeza no están listos. Fue tu


primera batalla real hoy.... date un poco más de tiempo.

─ Pero si no hago algo, me volveré loca.

─ Oh, pero vas a hacer algo: vas a proteger a Beth.

─ ¿Beth?

Beth había sido la niñera de Leo durante años. Fue una segunda madre
para ella y mi hija la amaba profundamente.

─ Los opperstes intentaron matarla de nuevo hoy. ¿Podrías cuidarla por


mí? ¿Podrías hacer eso?

Se encogió de hombros.

─ Tiene edad para cuidarse sola.

─ Está embarazada, Leo... nadie puede saberlo, su vida depende de ello.


¿Tenemos un acuerdo?

Abrió la boca bajo el efecto de la sorpresa y luego la volvió a cerrar.

─ ¿En serio?

Asentí con la cabeza.

─ ¿Puedo contar contigo?

Ella sostuvo mi mirada.

─ Puedes.
Era una noche fría. Con la nieve y el hielo, me llevó casi una hora dejar a
Leo e ir con Madeleine, a la casa de los licántropos, donde la reunión había
sido reorganizada.

El largo aullido de un lobo centinela cruzó el silencio del bosque


circundante para anunciar mi llegada. Tomé una curva estrecha que apenas
se notaba entre los arces. El sendero continuó recto antes de que los árboles
se alejaran para revelar el enorme edificio y los pocos graneros acondicionados
que se encontraban en el territorio de los licántropos.

Me detuve frente a la valla donde había unos diez guardias.


Inmediatamente vi a Deryl y Mack, dos lobos, así como dos cambiantes, dos
vampiros, dos demonios y dos potioneuses. Al menos habían hecho las cosas
bien, sólo faltaban los chamanes. Me dejaron pasar sin problemas y
rápidamente me dirigí, seguida por Madeleine, a la entrada de la residencia
principal. William estaba parado justo enfrente de ella. Avanzó hacia nosotros
con paso despreocupado. Con sus vaqueros, su gran suéter negro y su
sombrero para proteger sus ojos de la nieve, parecía un adolescente.

Nos sonrió.

─ Assayim... Madeleine...─

Levanté las cejas.

─ Pensé que estabas con los chamanes.

─ El abuelo me pidió que volviera para ayudarlo durante la reunión.

─ ¿Dónde está?

─ Te está esperando con los demás en la sala de recepción.

Escudriñé los alrededores con mis ojos.

─ Muy bien.... ¿quién está a cargo de la seguridad?

─ Jencco, Dom y yo.

Jencco era el jefe de seguridad de Raphael. Era un león Alfa inteligente,


poderoso, competente y paranoico, como todos los jefes de seguridad. Dom era
un feroz hombre lobo y el segundo al mando de Khor. La repentina
desaparición de este último ha dado lugar, al parecer, a un ascenso.

─ ¿Madeleine? ─ Me volví hacia la potioneuse.

─ Yo supervisaré todo esto, no te preocupes, ─ dijo, alejándose en la noche.

─ ¿Dónde está Ariel? ─pregunté, volviéndome hacia Will.

Un destello de frustración iluminó sus ojos.

─ Está con los otros líderes del clan. Él representará a los chamanes esta
noche.

Comprendí que Tyriam estaba demasiado conmocionado para enfrentarse


a alguien en los próximos días y que le llevaría tiempo recuperarse, pero de
allí a enviar a un niño para representarlo, a pesar de la sangre fría y las
habilidades que había demostrado esta noche... aun así no tenía que exagerar.

─ ¿Ariel? ¿En serio?

Él suspiró.

─ Sabes, los chamanes.... la guerra y la violencia no son lo suyo, así que...


sí. Este tipo es un imbécil, pero tienes que admitir que es el único entre ellos
que puede manejar este tipo de situaciones en este momento.

─ Por poco, podríamos tomarlo como un cumplido, ─ comenté riendo.

Se encogió de hombros.

─ Hizo un buen trabajo hoy. Sin él, Leo y los otros probablemente habrían
muerto.

─ Si lo entiendo bien: lo odias pero reconoces ciertas cualidades y le estás


agradecido por haber salvado a la chica que amas.

Una sombra cruzó su cara.

─ Sí, se podría decir que sí. ¿Vamos?

El refugio de los lobos era enorme y nos llevó dos minutos llegar a la sala
de reuniones. Cuando William abrió la puerta cortésmente, una ola de
conversaciones se filtró.

─ Prefiero advertirte, están todos nerviosos, ─ dijo William antes de irse.


Con un suspiro, miré alrededor de la habitación. Los líderes de los clanes o
sus representantes estaban sentados alrededor de una gran mesa
rectangular. Baetan había invadido el cuerpo de un hombre delgado y rubio
de unos treinta años, Gordon tenía una barba descuidada y su aspecto de
malos tiempos, Maurane con su largo vestido de terciopelo negro y bordado
parecía femenina y frágil, el hombre de confianza de Rafael, Godroy, era tan
oscuro y siniestro como de costumbre, los rasgos angelicales de Ariel todavía
no mostraban emoción alguna, en cuanto a Ali, sus hermosos ojos grises
siempre contrastaban notablemente con su tez bronceada y parecía más
carismático y tranquilo que nunca.

─ Ah, finalmente, ─ la voz de Baetan se abrió paso.

Sentado al final de la mesa, cerca de la entrada, el demonio miró su reloj y


mostró una cara de disgusto.

─ Ya sabes lo que es una batalla, gente que salvar, oportunidades para


matar... no ves que el tiempo pasa, ─ me burlé sarcásticamente mientras me
sentaba a su lado.

─ Nos informaron de lo que le pasó al clan chamán y lo deploramos, ─


intervino Maurane con suavidad.

─ Es culpa vuestra, brujas. Los tuyos violaron el tratado y mira lo que pasó,
─ dijo Gordon rascándose nerviosamente la barba mal recortada.

─ ¡No somos responsables de lo que hacen estos enfermos! ─ Protestó


Maurane.

─ Despacio, lobo, con calma... ─ Ali reanudó abriendo su chaqueta de cuero


marrón ultra chic con un aspecto despreocupado.

No mostró signos de agresividad, pero ya lo conocía lo suficiente como para


saber que su posición y la forma en que miraba a Gordon eran una amenaza
en sí mismas. También me di cuenta de la forma en que Maurane le sonreía
como para darle las gracias. Estaba literalmente irradiando, mucho más de lo
que debería debido a la situación. Extraño…

─ Tiene razón, debería haber estado más alerta, ─ admitió Maurane


poniendo su mano sobre la mano del tigre, que inmediatamente quitó la suya.

─ Lo ves, ella lo admite, ─ gruñó Gordon.


─ Ella no tiene nada que admitir, ─ espeté. ─ Las potioneuses están lejos
de ser el único clan infectado por estas chinches.... todos ustedes están
implicados...

─ ¿Dices que varios de los míos estaban involucrados en el ataque a los


chamanes? ¿Estás segura de que no cometiste un error?

─ Maté a seis de ellos con mis propias manos, no hay duda, ─ respondí
secamente. ─ También había cambiantes, potioneuses, lobos... ─

─ Pero ningún vampiro, ─ resalto Godroy aliviado.

─ El ataque tuvo lugar a mediodía, pero eso no significa que el clan


nosferatus no esté también infiltrado. Como prueba, el asesino opperste
responsable de asesinar al jefe de policía era uno de los tuyos, ─ le respondí
fríamente.

─ Si lo entiendo bien, vamos a tener que desconfiar de todos y de todo... ─


suspiró Maurane.

─ Hasta que podamos identificarlos a todos, ─ confirmé.

─ Rafael puede penetrar la mente de cualquier vampiro, lo que debería


simplificar el problema, ─ dijo Godroy molesto.

─ Y los lobos son capaces de sentir cualquier mentira, ─ dijo Gordon con
orgullo.

─ Al igual que los cambiantes, ─ agregó Ali.

Sí, excepto que, a diferencia de la habilidad de Rafael para aplastar


cualquier defensa mental, el sentido del olfato de los lobos y los cambiaformas
no era 100% efectivo.

─ Hay algunas pociones que pueden engañarlos, ─ respondí.

─ Son raras, ─ protestó Gordon.

─ Pero existen. Si los opperstes son capaces de obtener cumurou archanta,


no dudarán en usar gengoa o evancautrum para engañar su sentido del olfato,
─ dije.

─ ¿Qué sugieres? ─ preguntó Ali.

─ ¿Poción de la verdad? ─ Maurane me propuso, inclinando ligeramente la


cabeza contra el brazo de Ali.
Así que ahora esto se estaba volviendo muy raro... ¿No sería él, el tipo del
que me habló? ¿El que la ignoró y para quien me había pedido que la
acompañara en su famoso viaje de compras? Porque, si ese era el caso, era
una mierda... y no sólo un poco...

─ Conozco a algunos que consiguieron pasar por esto, ─ se rió Baetan.

─ A través de las pociones de las potioneuses pero no a través de las


cominoe veritas de las Vikaris, ─ le contesté sonriendo.

Maurane levantó las cejas.

─ Sé que eres buena, pero hacer una cantidad tan grande de poción en un
período tan corto de tiempo es imposible, ─ señaló en tono molesto.

─ ¿Quién te dijo que lo haría sola? Cinco de mis guerreras más cualificadas
están en la ciudad desde esta mañana. Diez llegan mañana.

Todos me miraron como si hubiera perdido la cabeza.

─ ¿Quince? ¿Quince Vikaris? ─ se ahogó Baetan.

─ Prepararán las pociones, no participarán en los interrogatorios y sólo se


involucrarán en este caso si ustedes lo solicitan formalmente, ─ agregué.

Los líderes de los clanes intercambiaron varias miradas.

─ Espera, ¿dijiste que cinco de ellas llegaron esta mañana? ─ Reprendió al


vampiro.

─ Me han intentado matar, me han atacado varias veces y actualmente hay


un batallón enemigo en nuestro territorio. ¿Cómo crees que reaccionaría mi
asamblea?

Gordon se había vuelto extrañamente pálido.

─ Pero Rebecca... ¿15 Vikaris?

─ Francamente, no crees que vayamos a permitir eso, ¿verdad? ─ me


preguntó Baetan.

─ Es un riesgo muy grande, comenzó Ali, ¿por qué....

Le miré a los ojos.

─ Porque no tienes elección.

Por primera vez desde que llegué, Ariel tomó la palabra.


─ Ella tiene razón. No sabemos el número, ni el móvil de estas personas.
Desenmascararlas llevará tiempo. Las Vikaris son las únicas en las que puede
confiar la Assayim, las únicas en las que puede apoyarse. Sin mencionar que
son excelentes armas de disuasión.

Retuve mi sonrisa. Pragmático e inteligente. Decididamente.... había


decretado no hacérmelo más fácil cuando llegara el momento de investigar su
caso.

─ Conocemos a las Vikaris, sabemos que no puede haber opperstes entre


ellas, Ariel, pero dejar que las guerreras entren en nuestro territorio es un
riesgo considerable, ─ explicó Maurane, en busca de la aprobación de Aligarh.

Bueno, mi intuición fue confirmada... Como si no tuviera suficientes


problemas tenía que lidiar con ello... Esto, lo sentí, estaba destinado a caer
sobre mí de una manera u otra. Genial...

─ El riesgo es especialmente para nuestros enemigos, ─ le señaló Ariel


secamente.

Maurane le dio una mirada negra.

─ Entiendo tu deseo de vengar a los tuyos, pero...

─ No se trata de venganza, ─ la cortó inmediatamente.

Luego me miró a los ojos mientras seguía hablando con el resto de la


audiencia.

─ El miedo y tus aprehensiones te ciegan, y también son ofensivos para la


Assayim porque implican que dudas de que ella sea capaz de controlar a sus
propias guardias. Lo cual, cuando la conoces, es simplemente ridículo.

Suspiré.

─ Prefiero ser honesta: no arriesgaré mi vida y la de la gente que amo


porque tú tengas miedo. Así que elige si me buscas un sustituto y resuelves
esto tú sola o confías en mí.

Un largo silencio se instaló mientras todos me miraban conmocionados.

─ ¿Podrías irte y dejarnos así? ─ Maurane tartamudeó.

Hace unos días, probablemente habría rechazado esta idea, pero las cosas
habían cambiado. El clan chamán fue parcialmente diezmado y Tyriam ya no
podía enseñar a Leonora. Beth iba a tener que ir a Francia. En cuanto a mí,
necesitaba volver a mis raíces. Todas esas emociones que no entendía... mi
extraño comportamiento desde ayer... esta fragilidad... De ninguna manera
iba a continuar así. Me estaba perdiendo, pero mi gente me necesitaba, me
necesitaban en la cima de mis fuerzas y habilidades. No era una opción.

─ Tendrá que suceder algún día. Soy Reina, no lo olvides. Pero preferiría
hacerlo bajo condiciones diferentes y sabiendo que todos ustedes están a salvo.

Baetan me fulminó con la mirada.

─ Esto es chantaje.

─ No, es una decisión. Mi decisión. ─ Me levanté. ─ Les dejaré pensarlo.


Mientras el Directum deliberaba, aproveché la oportunidad para echar un
vistazo afuera. Todo parecía tranquilo. No había viento. Permanecí con los
ojos abiertos en la oscuridad, mis poderes despiertos. Dejando que la quietud
y la paz del bosque me envolvieran lentamente. Cuando de repente, cayendo
como una ráfaga, un poder fenomenal comenzó a cruzar el cielo y a romper el
silencio. Respiré hondo y lentamente me volví hacia Rafael. Envuelto en su
largo abrigo de cuero, su largo cabello finamente trenzado y sus ojos azules
tan claros y puros que no podía alejarme de ellos, me miró fijamente. Mi
corazón perdió uno o dos latidos. A veces algunos seres son tan espléndidos
que basta mirarlos para sentir tu garganta apretada.

─ ¿Te has vuelto loca?

Su tono era amenazante como una espada lista para caer sobre mi cabeza
en cualquier momento.

─ ¿Qué?

─ ¿Estás planeando irte?

─ ¿Cómo es que...?

Ah, sí, por supuesto.... Godroy... su mente estaba directamente conectada


a la de su maestro.

Me crucé de brazos.

─ ¿Espiabas la reunión? Pensé que no tenías tiempo para estas tonterías.


─ ¿Cuándo ibas a contármelo?

Lo miré fijamente tratando de recordar que nunca había conocido a un ser


más mortalmente peligroso en mi vida y que tenía que estar en guardia, pero
lo único que sentí fue de nuevo esa profunda e inexplicable tristeza que estaba
aplastando mi corazón. Ridículo.

─ Todavía no he tomado una decisión final, ─ dije a regañadientes. Me miró


fijamente durante mucho tiempo.

─ Pero lo estás pensando...

─ Sí.

─ ¿Te das cuenta de que no te dejaré hacer eso? Te lo dije hace mucho
tiempo: nunca te dejaré ir.

La orden implícita contenida en su voz era como una descarga eléctrica.

─ No estás en posición de darme órdenes, Raphael, al menos ya no.

─ ¿Por qué? ¿Porque estúpidamente decidiste no volver a verme? Sabes


tan bien como yo que no durará.

Había tanta arrogancia en esa declaración que de repente sentí la


necesidad de arrancarle la cabeza.

─ Mi decisión no tiene nada que ver contigo, sólo se trata de mí.

─ Rebecca...

─ Assayim, el consejo me pidió que le dijera que te estaban esperando, ─


de repente dijo una voz a mis espaldas.

Me di la vuelta, me encontré con la mirada avergonzada de uno de los


guardias. Un cambiante si creyera en su energía.

─ Estoy en camino.

Me dirigía hacia el interior de la casa cuando Raphael me agarró de la


muñeca.

─ Aún no hemos terminado.

─ Si tanto quieres hablar conmigo, ven conmigo. Godroy está bien, pero tu
lugar está aquí.

─ Rebecca...
Conté hasta diez en mi cabeza mientras inhalaba suavemente.

─ Un clan fue atacado, pensé que iba a perder a Leo, estuve así de cerca de
hacer explotar mi poder en la ciudad que se supone que debo proteger,
francamente no estoy de humor. No quiero saber nada de ti. No por el
momento, su señoría.

Le miré a los ojos.

─ ¿Está más claro así?

Frunció el ceño.

─ Tú me prohibiste interferir en tu trabajo, me prohibiste protegerte


cuando...

─ Estoy cansada, ¿de acuerdo? Cansada... y no tengo ningún deseo de


discutir contigo.

Me miró durante un largo tiempo y luego me soltó la muñeca.

─ No estás en tu estado normal.

─ No, ─ lo admití. ─ ¿Feliz?

Un brillo de preocupación iluminó en sus ojos.

─ No. Vamos.

Una hora más tarde, la reunión había terminado y se permitió que las
Vikaris se quedaran. Íbamos a pelear. Si Rafael había sido reemplazado para
la reunión, era porque ya había comenzado a sondear la mente de sus hombres
uno por uno. El Tribain anticipaba mejor que la mayoría de la gente, por
experiencia supongo. Para los demás, todos esperaban con impaciencia la
poción de veritas que íbamos a hacer antes de comenzar la purificación. Entre
las diversas medidas adoptadas por el Directum, también se decidió que se
reforzaría la seguridad de los clanes, que los demonios en nuestro territorio
tendrían que firmar un pacto de no agresión con el Directum, que la escuela
de las potioneuses se cerraría temporalmente y que se retirarían todos los
permisos de residencia, etc.

En otras palabras, estábamos en estado de emergencia.


Madeleine se había quedado dormida de camino a casa. A su edad, tuve que
admitir que le estaba haciendo pasar por mucho últimamente. Y aunque en
muchos sentidos fue una retribución justa ─me había hecho sufrir mucho
durante mi infancia y le debía muchas de mis cicatrices─, no pude evitar
sentirme un poco culpable.

─ ¿Madeleine? Llegamos, ─ susurré, poniendo mi mano sobre su hombro.

Abrió los ojos y levantó la cabeza, su mirada aturdida.

─ ¿Eh? ¿Qué? Oh, debo haberme quedado dormida...

─ Roncabas como un motor, ─ sonreí.

─ Nunca ronco, sólo respiro un poco fuerte, eso es todo, ─ se quejó al abrir
la puerta.

─ Tú roncas, ─ yo la contradije imitándola.

─ No, no ronco.

─ Sí, lo haces...

No continué mi sentencia y miré fijamente a la esquina del bosque frente a


la casa.

─ ¿Morgane? ─ preguntó Madeleine, siguiendo mi mirada.


Me pareció que percibía una presencia, pero no estaba muy segura. El
problema con los poderes psíquicos es que fácilmente detectan formas de
magia ya identificadas en el pasado, pero a veces tienen problemas para
detectar otras nuevas.

─ ¿Hmm....?

─ ¿Sentiste algo?

Casi sacudí la cabeza, pero como no hacía daño comprobar, decidí moverme
hacia los árboles, sólo para estar segura.

─ Posiblemente...., ─ le dije, dejando que mi magia se extendiera como una


niebla invisible a pocos centímetros del suelo.

¡Allí! Estaba allí, acechando en la oscuridad, irradiando poder. Por lo


general, cuando me enfrentaba a un monstruo, instintivamente sacaba mi
arma, pero esto no era humano, ni siquiera parecía tener existencia física.
Era un concentrado de pura magia. Y "eso" me estaba mirando.

─ ¡Morgane! ¡Atrás! ─ gritó Madeleine antes de que algo la golpeara fuerte.

Al minuto siguiente, fue arrojada varios metros en el aire y aterrizó, de


cabeza, en una gran pila de nieve.

─ ¡Maldita sea! ─ Dije antes de fortalecer mis barreras mentales.

Nunca antes me había encontrado con una concentración de magia tan


grande. Ni siquiera cuando me enfrentaba a Akhmaleone. Lo que era poco
decir.

─ ¡Corre! ─ gritó Madeleine mientras escupía nieve.

Incluso después de su pequeña demostración acrobática, se veía muy bien.


Esto confirmó lo que yo ya sabía: que hace mucho tiempo había vendido su
alma al diablo y que su retrato debería estar expuesto en algún lugar, junto
al de Dorian Gray, en el rincón de un viejo ático.

─ Es demasiado tarde, ─ respondí, sintiendo que la bestia que dormía en


las profundidades de mi alma se despertaba.

A diferencia de lo habitual, no sentía ni hambre ni rabia en ella, sino una


emoción viva e increíble. Escapó en una nube negra sin que yo pudiera
retenerla y luego flotó hasta el lugar donde estaba nuestro atacante.

─ ¿Qué estás haciendo? Tú...


─ Morlafrim, ─ contestó, señalándome con sus grandes ojos rojos.

─ ¿Qué? ─

─ Morlafrim.

Luego desapareció durante al menos veinte segundos. Cuando regresó,


volvió a mi cuerpo como si nada hubiera pasado mientras yo estaba
asombrada al darme cuenta de que la entidad había desaparecido.

─ ¿Dónde está? ─preguntó Madeleine de camino hacia mí. ─ ¿Tu bestia la


mató?

─ No.

─ ¿Y dónde está esa cosa?

─ Buena pregunta, ─ dije, soltando un profundo suspiro de alivio.

Por lo poco que había visto, esta "entidad", no sabía cómo llamarla, era tan
poderosa que podría habernos diseccionado célula por célula si lo hubiera
querido. Sólo quedaba una pregunta: ¿por qué nos había ilesas? ¿Qué quería?

─ Creo que se retiró, ─ añadí mientras miraba al lugar donde estaba la


criatura unos segundos antes.

Madeleine miró a su alrededor sospechosamente.

─ ¿Por qué?

─ No tengo ni idea...

─ ¿Alguna vez has sentido tal poder antes?

Madeleine ni siquiera se tomó el tiempo para pensar.

─ No, nunca.

─ Es una mierda...

─ ¿Qué vas a hacer al respecto?

─ ¿Qué quieres que haga además de rezar para que nunca vuelva?

Frunció el ceño con una mirada pensativa.

─ Las oraciones son buenas, pero los refuerzos son mejores.

─ ¿En qué estás pensando?


Me miró fijamente.

─ Naelle y las otras vendrán hoy, ¿verdad?

─ Sí, pero eso no significa que vayamos a instalarlas aquí y....

─ Sin embargo, ese era el plan.

¿Eh? ¿Pero por qué nadie me decía nada?

─ ¿En mi casa? No, pero estás loca de remate.

─ ¿Por qué? Podría ser divertido...

─ ¿Para quién? ─ Le dije antes de regresar y volver a casa.

Estaba vacía. Necesitaba dormir y comer. Si mi intuición era correcta, los


opperstes vieron que el cerco se estrechaba y se arriesgaron a entrar en pánico
y adelantaron sus planes. Así que tenía que estar en buena forma.

Me duché, me comí un trozo de carne fría y un trozo de pasta que había en


la nevera, me tragué una aspirina y me quedé dormida.

El teléfono me despertó a las 8:00. Levanté la cabeza de la almohada y lo


miré fijamente, con una mirada de odio. Seguía sonando, llenando mi cráneo
con su sonido agudo. El contestador automático se apagó. Una voz familiar
me hizo levantarme.

─ ¡Rebecca!

Baetan.... y pensar que no había tomado mi café todavía....

─ Llámame.

Yo contesté.

─ ¿Qué?

─ ¿Evitas las llamadas?

─ Ve al grano.

─ Tienes un día más.

─ ¿Qué? Baetan, no querrás obligarme a ir a Gerlead contigo cuando sabes


en cuántos problemas estamos metidos. ¿No crees que podríamos posponerlo
unas semanas y....
─ Un día, Rebecca ─ dijo antes de colgar.

─ ¡Ahhhhhh!

¡Iba a matar a ese tipo, de verdad que iba a matarlo! ¿En qué diablos estaba
pensando? ¿Qué creía que estaba haciendo? ¿Qué, lo estaba haciendo a
propósito?

─ Te oí gritar, ¿qué te pasa? ─ preguntó Madeleine, corriendo a mi lado.

Con su bata y sus rulos, era tan graciosa que no pude evitar sonreír a pesar
de la rabia que sentía.

─ Es ese imbécil de Baetan. Me dio veinticuatro horas... después de eso...

─ Después de eso, ¿qué?

─ Después de eso, tendré que ir con él a Gerlead.

─ ¿Qué? Pero eso está fuera de discusión. Dile que se vaya al infierno.

─ No es tan simple...

─ Por supuesto que lo es.

─ No lo entiendes...

─ ¿Qué? ─

─ No soy como tú, lo sabes. La sangre en mis venas es.... He hecho un pacto
con él, no puedo derogarlo.

Me miró con horror.

─ ¿Quieres decir que estás atado a este pacto como lo estaría cualquier
demonio?

Asentí con la cabeza.

─ Sí.

Se sentó en el borde de la cama, en estado de shock.

─ No pongas esa cara, ya sabes lo que soy.

─ Pero esta es la primera vez que...

─ ¿Que qué?
─ Que realmente me doy cuenta.

─ Madeleine, pasaste toda mi infancia odiándome por mis orígenes.

Ella puso su mirada en la mía.

─ Nunca te odié. Siempre te he encontrado molesta, irritante, obstinada,


pero nunca te he odiado.

Primeras noticias......

─ No soy diferente de lo que siempre he sido, Madeleine, pero entendería


si esto te molestara.

Se quedó pensando.

─ Lo que me molesta es que no lo hace.

─ ¿Qué?

─ Ahora soy consciente de lo que implican sus orígenes y eso debería


hacerme enojar y perturbarme, pero extrañamente, no es así.

─ Ah.... es realmente extraño.

─ Supongo que ahora que te conozco, veo a la mujer que eres y a la guerrera
extraordinaria en que te has convertido... algunas cosas me parecen menos
importantes.

─ ¿Cómo el hecho de que soy una semidemonio?

─ Como el hecho de que eres una semidemonio.

Le sonreí.

─ ¿Es tan extraño oír eso para ti como lo es para mí?

─ Dímelo a mí... Bueno, vamos a desayunar, no podemos llegar tarde al


aeropuerto.
Estaban todas allí. Todas vestidas de negro, las mayores pareciendo viudas
sicilianas y las más jóvenes, ninjas. Diez mujeres con la misma espantosa
expresión en los ojos. Mis tropas de élite. De diferentes edades y apariencia,
funcionaban como una sola unidad, un equipo coordinado y despiadado con
habilidades mortales y combativas inigualables. Se inclinaron discretamente
con el mismo movimiento de cabeza cuando me acerqué.

─ Mi Reina, ─ dijo Sophie, la mayor, mientras se adelantaba.

─ Hola, Sophie. Me gustaría darles la bienvenida. Hay varios taxis


esperándonos, síganme.

En lugar de seguirme en silencio, se extendieron a mi alrededor en una


fracción de segundo y se posicionaron para que ningún atacante pudiera
alcanzarme.

─ Vamos, mi Reina, ─ dijo Sophie, ahora de pie a mi derecha. Fulminé con


la mirada a Madeleine que se reía bajo la capa.

─ ¿Crees que es gracioso?

Se encogió de hombros.

─ Tú eres la Prima.

Y con todas ellas, no corría el riego de olvidarlo. ¿Era una cosa buena o
mala? No lo sabía. Aunque era su soberana, nunca había vivido según el
protocolo o incluso ni siquiera había seguido las reglas. No vivía con ellas, no
participaba en sus entrenamientos, reuniones o festividades. Y yo había
dejado mi clan hacía tanto tiempo que las Vikaris más jóvenes no sabían cómo
era.

─ Siento que lo vamos a pasar muy bien, ─ añadió mientras la fulminaba


con la mirada.

El viaje a la casa fue sin problemas, a pesar de que tres de ellas se negaron
a subir a un maldito taxi y se incrustaron en mi coche sin darme la
oportunidad de negarme.

Por otro lado, la instalación resultó ser más complicada. El chalet tenía sólo
cinco dormitorios y dos baños, por lo que tuvo que ser improvisado. La falta
de confort no fue un problema para ellas, se distribuyeron en las tres
habitaciones y no tuvieron dificultad en quedar satisfechas con los colchones
en el suelo que Gordon había tenido la amabilidad de prestarnos.

─ Estamos a sus órdenes, mi Reina, ─ dijo Sophie mientras se reunían


conmigo en el comedor.

─ Bien. Así que escúchenme atentamente...

Les expuse breve y rápidamente los últimos acontecimientos. Los


opperstes, los ataques contra la loba y contra mí, la batalla que libramos en
territorio chamánico, las decisiones del Directum y la propuesta que le hice a
los líderes de los clanes de hacerles un gran número de pociones de verité para
desenmascarar a estos bastardos opperstes.

Me escucharon atentamente y cuando terminé, Sophie habló:

─ Vamos a necesitar muchos ingredientes para preparar una cantidad tan


grande de cominoe veritas, mi Reina. ¿Hay algún lugar donde podamos
conseguirlos?

Comprar ingrediente por ingrediente podría hacernos perder el tiempo,


pero sí conocía un lugar donde se encontraba todo lo que necesitábamos.
Tomando mi teléfono, marqué el número de Maurane.

─ Te llevo todo esto y como la escuela está cerrada, aprovecharé la


oportunidad para echarte una mano, ─ dijo.

─ Cominoe veritas es una poción prohibida. No puedes hacerla, ─ le recordé


suavemente.

La diosa había retirado su bendición de las potioneuses después de la


traición de una de ellas. Por lo tanto, sus poderes ya no eran suficientes para
generar este tipo de poción. Al menos no sin morir.

─ Lo sé. Pero puedo ahorrarle tiempo distribuyendo los ingredientes.

─ ¿Estás tan aburrida?

Ella suspiró.

─ No tienes ni idea.

Reprimí una sonrisa. Maurane era adicta al trabajo y la escuela era toda
su vida. Ahora que las clases fueron suspendidas, ella se aburría a morir.

─ Está bien, pero que sea rápido. No nos queda mucho tiempo.

Una vez que colgué, me volví hacia las Vikaris.

─ Ya está arreglado. Pronto podrán empezar, en cuanto a mí...

Todas me miraron al mismo tiempo.

─ ¿No piensa dejar esta casa sola, mi Reina? ─ Naelle estaba preocupada.

Con apenas veintidós años de edad, Naelle tenía el pelo rubio cortado
cuadrado, ojos grandes, un físico deportivo de alto rendimiento y un aspecto
sangriento. Era la mejor y más poderosa de nuestras guerreras.

─ Madeleine vendrá conmigo.

Intercambiaron una mirada.

─ Nosotros... preferiríamos que permitieras que algunos de nosotros te


siguiéramos, mi Reina, ─ comentó Sophie.

Vaya, vaya, sentí que me iba a molestar...

─ No tiene sentido. Y si te hace sentir mejor, estaba planeando visitar a


Anthéa y a las ancianas que están con ella.

─ La Guardiana de los Hechizos ya nos ha contactado, se unirá a nosotras


con la loba que ella y nuestras hermanas están protegiendo ahora mismo, ─
dijo Sophie.

Abrí los ojos.


─ ¿Disculpa?

─ La Guardiana sintió que sería más seguro si todas estuviéramos reunidas


en el mismo lugar.

─ No creo que...

─ La Guardián y las ancianas son excelentes preparadoras, mi Reina. Ellas


tienen más experiencia en este arte que nosotras, ─ respondió con calma.

En resumen: mi guardia estaba decidida a no soltarme ni por un minuto.

Nota bene5 para después: ser reina apesta.

Sentada en mi sofá, estaba rumiando. Maurane había aterrizado con


toneladas de cajas, mi casa se había transformado en un laboratorio gigante
y yo estaba perdiendo el tiempo comprando en Internet para alimentar a todo
el mundo mientras que afuera era un desastre. De todos modos, estaba de un
humor de perro.

─ Mi Reina, un hombre, un cambiante acaba de entrar en la propiedad.


Naelle y Victoria me preguntan si querías que lo elimináramos, ─ anunció
Sophie de repente.

Miré hacia arriba.

─ Espera a que eche un vistazo, ─ tomé mi abrigo y salí corriendo de la


casa.

Ali, era Ali y las dos Vikaris, con una bola de energía en cada mano, estaban
a punto de volar su coche y hacerlo explotar.

─ ¡Deténgase!

Inmediatamente volvieron la cabeza hacia mí. Naelle, con sus ojos en


llamas y su cabello erguido sobre su cabeza como las serpientes de la Gorgona,
era con mucho la más peligrosa de las dos. Y si Victoria, una rubia Vikaris de
treinta y tantos años, inmediatamente se tragó su poder cuando escuchó mi
orden, Naelle prefirió mantener la bola de energía mágica flotando en su
palma como una amenaza.

5
Nota bene es una locución latina que significa «nótese bien»
─ ¿Puedo saber qué está pasando? ─ preguntó Ali al salir de su auto.

Llevaba un abrigo negro con un cuello de piel muy chic, una bufanda gris
del color de sus ojos y unos vaqueros. Con sus ojos intensos, sus rasgos
perfectamente dibujados y su estilo relajado, podría haber aparecido en las
portadas de cualquier revista para hombres sin ningún problema.

Miró a las Vikaris sorprendido.

─ ¿No podías llamar antes de venir? ─ pregunté con un tono de reproche.

─ Lo siento, pero no esperaba que hicieran est....

Se detuvo y miró mal a las dos Vikaris.

─ ¿No están un poco nerviosas?

Miré al cielo.

─ ¡Podrías haber muerto, idiota!

Sus labios se curvaron en una traviesa sonrisa.

─ No me digas que me habrías echado de menos.

─ Eres un imbécil, ¿lo sabías?

Naelle y Victoria se mantuvieron estoicas, pero sentí que mi


comportamiento las estaba desestabilizando. Rara vez se comunicaban con
otras especies y sólo interactuaban con ellas cuando el deber lo requería. Así
que verme hablando tan informalmente con el tigre fue probablemente muy
perturbador.

─ Victoria, Naelle, este es Aligarh, el líder del clan cambiante.

La bola de energía en la mano de Naelle desapareció inmediatamente. Pero


a pesar de todo, continuó escudriñando a Ali con una mirada recelosa.

─ Ali, ellas son Naelle y Victoria.

─ Encantado de conocerlas ─ respondió, acercándose a ellas.

Ignoraron su mano extendida y no se movieron ni un centímetro.

Me volví hacia Ali y me encogí de hombros.

─ Son tímidas, no les hagas caso...

Me miró con recelo.


─ ¿Tímidas?

─ Pongámoslo de esta manera, ─ dije antes de agregar: ─ ¿Vas a entrar?


Pero te advierto, el resto de mi alegre banda está dentro.

Negó con la cabeza.

─ Prefiero estar a solas contigo, necesito que hablemos. ─

Me volví hacia las dos Vikaris.

─ Naelle, Victoria, vuelvan a sus puestos, volveré en un momento.

Naelle se adelantó hacia mí.

─ Mi Reina...

La miré fríamente.

─ ¡Te dije que nos dejaras!

No podía desobedecer una orden directa, pero pude ver por su expresión lo
mucho que le disgustaba la idea. Ella asintió con la cabeza y luego se resignó
a alejarse, seguida de cerca por Victoria.

Ali las siguió con la mirada y luego sacudió la cabeza.

─ Ellas son... ─

─ Muy protectoras, lo sé.

─ He rozado sus poderes, son impresionantes.

Fruncí el ceño.

─ ¿Eso te preocupa? ─ Vaciló.

─ Digamos que es un poco como estar frente a una caja de Pandora...

No pude evitar sonreír.

─ Una comparación interesante...

─ Es la única que me parece apropiada.

─ Espera a verlas en acción...

Sonrió.

─ No tengo prisa...
─ ¿No me digas que te asustan?

─ No las conozco, Rebecca. Tu gente siempre ha tenido cuidado de no


mezclarse con otras especies. No sabemos nada de sus costumbres, de su
forma de trabajar, de sus reglas....

─ Pero ya me conoces.

─ Sabes muy bien que es diferente...

─ ¿En qué sentido? ─ Pregunté temblando.

─ ¿Tienes frío?

─ Me estoy congelando, ─ respondí.

Ali miró al cielo, se quitó el pañuelo que tenía alrededor de su cuello y lo


envolvió en el mío. Luego me frotó la espalda.

─ ¿Te sientes mejor?

Asentí suavemente y luego lo miré interrogante.

─ Dime qué te trae por aquí...

─ Beth sigue llamándome. Se está poniendo muy nerviosa y preocupada


por no poder llegar a Khor. No voy a poder ocultarle la verdad por mucho
tiempo.

─ Maldita sea... ─

─ Ponte en su lugar... ¿cómo reaccionarías si le pasara a alguien que


realmente te importa? ¿Y si es Raphael? ¿O Bruce? O...

Dudó y luego agregó, poniendo sus ojos en los míos.

─... ¿Yo?

Me quedé un momento mirándolo fijamente. Entonces me obligué a sonreír.

─ Raphael nunca me dio ninguna razón para preocuparme por él, no sé lo


que Bruce está haciendo, así que no tengo que preocuparme por él, en cuanto
a ti... estás justo delante de mí....

─ Sé seria.

─ Entiendo lo que dices, pero hay algunas cosas que… no puedo decirte.
Sólo quiero estar ahí cuando se entere y cuidarla... La va a devastar por
completo.

Se congeló y luego me agarró del brazo para girarme hacia él.

─ ¿Qué cosas?

Miré hacia otro lado.

─ Ali...

─ Tú y tus malditos secretos... me vuelves loco...

─ Las pociones estarán listas para mañana. Maurane vino a echarnos una
mano... ¿quieres ir a saludarla?

Giró la cabeza hacia la casa y sacudió la cabeza.

─ No.

Fruncí el ceño.

─ Mira, no sé qué está pasando entre vosotros dos, pero...

─ No está pasando nada.

─ Pero tú...

─ Te dije que no pasaba nada. Y no podría pasar nada, aunque quisiera.

Lo miré sorprendida.

─ Explícame porque... ─

─ La Diosa.... Vino a visitarme en un sueño poco después de conocernos....


Me ordenó que te protegiera. Pensé... pensé que la forma más segura de llegar
a su deseo era nombrarte Chaligar. Mi clan está formado por 2.500
cambiantes, Rebecca... un ejército entero...

─ Querías cuidar de mí, lo entiendo...

─ No, no lo entiendes. De hecho, no me di cuenta de lo que significaba...


Sabía que nombrar a una mujer Chaligar era un acto importante y que
comprometía la lealtad de todo mi clan y que no podría volver a elegir pareja
después de eso... ─

Abrí los ojos.

─ ¿Hiciste ese sacrificio? Oh, Dios mío, Ali, ¿en qué demonios estabas
pensando?
─ Déjame terminar. En general, se trata de un vínculo político muy fuerte,
un vínculo de unión a menudo estratégico entre dos Alphas muy poderosos,
pero raramente, muy raramente, la bendición del Chaligar influye en los
comportamientos más... íntimos.

─ ¿Íntimos? Oh. ¿Quieres decir...? Mira, si estás hablando de nuestro beso


o de lo que me dijiste... la adrenalina y la situación probablemente jugaron un
papel en... ─

─ La adrenalina no tiene nada que ver. Lo que dije fue en serio: Te amo,
Rebecca.

─ Y te quiero mucho, lo sabes, pero...

Miró hacia otro lado como si no quisiera que viera su expresión.

─ No sientes los efectos del vínculo.

Era más una afirmación que una pregunta real.

─ No.

Cuando me miró de nuevo, sus pupilas ya no brillaban con su fuego


habitual, sino que permanecían increíblemente hipnóticas, quizás debido a su
gruesa franja de pestañas negras, pero más seguramente debido al dolor que
reflejaban y que oprimía mi garganta. Me acerqué y suavemente puse mi
mano en su brazo.

─ No quiero... ─

─ No tienes que justificarte. Yo tomé esta decisión solo, me corresponde a


mí asumir las consecuencias.

─ Debe haber alguna manera de romper el vínculo.

─ Tal vez, pero no la conozco.

Vale, todavía necesito que alguien me explique un día por qué seguía
recibiendo las mierdas metafísicas más retorcidas...

Me adelanté y me deslicé en sus brazos.

─ Lo averiguaremos. Te lo juro, encontraremos...

─ Espero no interrumpir.
Maurane nos miró fijamente sin decir nada, pero fue suficiente con ver su
expresión para entender lo enojada que estaba. Ali y yo nos miramos el uno
al otro y este último dibujó una tímida sonrisa como para decirme: "Lo siento."

─ No, no nos molestas, ─ le dije, alejándome de Ali.

Maurane llevaba una bata blanca que cubría uno de sus bonitos vestidos
pastel. Con su sombrero, sus guantes y su largo pelo rojo y rizado que le caía
por la mitad en la cara, parecía una niña. Una adorable, encantadora y dulce
niña.

Me ignoró y miró fijamente al tigre.

─ Podía… imaginarme muchas cosas que hicieran que no me quisieras...


que me alejaras... pero esto... no, no habría pensado en esto ni por un segundo.

─ No es lo que piensas, ─ traté de explicarte.

Mierda... ¿por qué de repente tengo la estúpida impresión de estar en un


drama o romance de una serie B?

Me fulminó con la mirada.

─ ¿Ah, no?

Sostuve su mirada.

─ No.
Ali dio un paso hacia ella.

─ Maurane, si no te lo dije fue porque no quería hacerte daño. Es difícil de


explicar...

─ ¿Qué? ¿Qué es difícil de explicar? ¿Qué te enamoraste de Rebecca? ¿Crees


que eres el único? ¿Crees que tienes alguna posibilidad contra Raphael? ¿En
serio? ¿Sabes qué pasará si se entera?

Luego volvió a prestar atención a mí.

─ ¿Qué hay de ti? ¿Cómo puedes dejar que se arriesgue tanto? Raphael lo
va a matar, Rebecca, ¿es eso lo que quieres?

No, pero esta vez estábamos nadando en una alucinación...

─ Ali y yo no estamos teniendo una aventura, ¿vale? No hay nada... bueno,


sí lo hay, pero no lo que...

─ Rebecca es mi Chaligar, ─ dijo Ali de repente.

Todo color abandonó el rostro de Maurane.

─ ¿Qué?

─ Ella es mi Chaligar, ─ repitió.

Su mirada pasó del cambiante a mí y de mí al cambiante, como si no creyera


lo que acababa de oír.

─ Tú no hiciste eso... Ali... ¿Te uniste a ella? ¡Estás completamente loco! ─


Gritó ella.

─ Sí, y nos gustaría encontrar una manera de arreglarlo, ─ dije en tono


tranquilo.

Me gritó de nuevo sin darse cuenta de que tres de mis guardias la tenían
en la mira y podían golpearla en cualquier momento. Moví la cabeza,
prohibiendo a Naelle, Victoria y Berenyce intervenir.

─ ¿Arreglar esto? ¿Quieres arreglar esto? ¡No, estoy soñando!

Suspiré.

─ Maurane, lo hizo para protegerme, no fue una elección personal...

─ ¿No es personal? ¿Escogerte a ti para Chaligar? ¿Me estás tomando el


pelo? ¿Sabes siquiera lo que eso significa?, ─ preguntó con rabia.
─ Lo hizo porque sirve a la Diosa y quería complacerla ayudándome. No
tiene nada que ver con sentimientos o...

─ ¿Es verdad? ─ Maurane me interrumpió interrogando a Ali.

─ Eso es cierto. Al menos eso era cierto en ese momento, ─ confirmó.

Ella tragó.

─ ¿Y ahora qué?

─ Ahora las cosas son diferentes.

─ ¿Diferentes?

Miró a los ojos de Maurane.

─ No me hagas responder. Te lo dije, no quiero hacerte daño.

Cerré los ojos. Era una pesadilla. Tenía que ser una pesadilla.

─ Mi Reina, la Guardiana de los Hechizos acaba de llegar, ─ dijo Jolia, otra


de mis guardias, mientras se unía a nosotros.

La abuela tenía un sentido de la oportunidad... Alabada sea la Diosa...

─ Ya voy, ─ contesté.

Maurane levantó la vista.

─ Rebecca... quédate...

─ Estamos en estado de emergencia, Maurane. Terminaremos esta


conversación más tarde, si no te importa.

Ella dio un paso hacia mí.

─ ¿Cuándo? ─

Si alguien me pidiera mi opinión, nunca.

─ Cuando salgamos de esta crisis, ─ respondí antes de dejarlos plantados


allí y dirigirme a la cabaña.
La furgoneta alquilada por Anthéa estaba aparcada en la entrada. Toda mi
guardia había abandonado sus funciones en curso y se encontraba en una
estricta formación militar para recibirlas. Esperaba que en cualquier
momento le dieran el saludo de los marines. La abuela bajó primero, luego las
cuatro ancianas, Leo y finalmente Beth. Inmediatamente caminé hacia ella
sonriendo. Estaba envuelta en un abrigo grueso, llevaba un sombrero de lana,
guantes gruesos y un chal sobre los hombros.

─ Hola. ─

─ Hola ─ refunfuñó.

─ Porqué tienes esa cara, ¿qué te pasa?

─ Tu abuela y las demás son unas torturadoras... ¿no querrías explicarles


que los lobos nunca tienen frío, que no se arriesgan a resfriarse y que yo no
necesito todo esto?

─ Um... Ya veo.

─ Ah sí, diles también que si siguen obligándome a beber todos estos jugos
y vitaminas, las morderé.

Me eché a reír.

─ No le veo la gracia, ─ se quejó.

Inmediatamente traté de ponerme seria de nuevo.

─ Les diré eso.

─ Bien porque no me escuchan. Siento como si estuviera hablando con una


pared.

─ Bueno, así entenderás un poco mejor por lo que he pasado, ─ le dije,


poniendo mi mano en su espalda para animarle a entrar en la casa.

─ ¿Quiénes son? ─ preguntó Beth, finalmente notando a las mujeres de


negro que nos observaban.

─ Mi guardia.

─ ¿Tu guardia?

─ Si, ─ le dije antes de acercarme a mi hija y tomarla en mis brazos. ─ Hola,


mi amor.
─ Hola, mamá.

Leo parecía relajada. Llevaba puestos sus eternos vaqueros negros, un


jersey cuello tortuga y una chaqueta con capucha.

─ Tienes buen aspecto.

─ Tengo la misma dieta de vitaminas que Beth y la abuela envió a Katia a


recoger las bolsas de sangre en el almacén.

Como a los vampiros se les prohibía por completo atacar a los humanos,
iban a repostar en los bancos de sangre privados dirigidos por nosferatus
llamados "almacenes". Solía ir allí regularmente para conseguir las bolsas de
sangre para Leo, pero las reglas eran estrictas y nadie podía conseguirla sin
estar en las listas.

Fruncí el ceño.

─ ¿Accedieron a dárselas? ─ pregunté sorprendida.

─ Accedido... eso es mucho decir. Digamos que no les dio la oportunidad de


negarse, creo, ─ se rió.

Ouch. Si Katia hubiera dañado a sus hombres, Raphael me hubiera volado


la cabeza.

─ Entremos, me lo contarás todo... y tú, Leo, podrás demostrarnos que no


has olvidado tus lecciones de pociones.

La abuela, que no había dicho una palabra hasta ahora, frunció el ceño
mientras miraba hacia los árboles.

─ ¿Qué hacen aquí el Ancestral y la maestra de las pociones?

No podía verlos desde donde estaba, pero no lo necesitaba. La abuela podía


sentir cualquier presencia más rápida y eficazmente que yo.

─ Están hablando.

─ ¿Aquí?

Hice una mueca.

─ Es complicado.

Me miró con suspicacia.

─ ¿Qué has hecho ahora?


Abrí la boca y la cerré de nuevo, ofendida.

─ Nada. ¿Por qué estás...?

Me miró con fuerza.

─ Tienes exactamente la misma expresión que cuando eras pequeña y


cometías un gran error.

Madeleine se rió.

─ ¡Eso es! Lo llamábamos la cabeza que hace "oops".

Me miró con atención.

─ ¿Qué hiciste?

No contesté y empujé la puerta de la casa con furia.

─ Entonces, ¿van a entrar o no?


Francamente, no estaba acostumbrada a estar con tanta gente en casa y
eso ya me estaba poniendo los nervios de punta. Después de haber instalado
a Beth en mi habitación, la abuela con Leo, y haber asignado los dos sofás-
cama de la sala de estar a las cuatro ancianas, todas nos pusimos a trabajar.
La mitad de mi guardia había sido desplegada afuera para vigilar y asegurar
la propiedad, la otra mitad se había embarcado a hacer las pociones con las
demás. Leo, atenta, escuchó los consejos de la abuela, de Madeleine y de las
ancianas y siguió sus instrucciones al pie de la letra. Como no era potioneuse
y mi sangre corría por sus venas, no fue tocada por la maldición de las
pociones prohibidas y se divirtió mucho. Los miembros de mi guardia que
nunca la habían conocido la observaban discretamente y se sorprendieron de
su alegría, de la manera familiar en que se dirigía a la abuela y de los chistes
que ambas intercambiaban. Las ancianas sonreían de vez en cuando. Lo que
fue un verdadero milagro.

─ ¡Abuela, ya está! ¡Tiene el color correcto! ─ exclamó Leo, mostrándole su


mezcla.

─ Bien. Acabas de completar un hechizo de séptimo nivel, ─ contestó


Anthéa en tono satisfecho antes de lanzarme una mirada de reproche.

─ ¿Qué clase de historia me constaste? ¡Tiene muy buena disposición para


las pociones, esta niña!

Abrí los ojos.


─ Pero te aseguro que... ¡Oh olvídalo!

La abuela puso su atención en mi hija.

─ Cuando vengas a Francia, te enseñaré el arte de los venenos. Tú verás,


hay algunos muy divertidos.

Los ojos de Leonora brillaban de emoción.

─ ¡Oh, me encantaría!

Luego se inclinó hacia Anthea y le besó en la mejilla.

─ Gracias, abuela.

Mi guardia y las ancianas se congelaron y se produjo un silencio


consternado inmediatamente, pero Leo no se ocupó de ello y siguió sonriendo
mientras vertía la poción en un filtro.

─ Entonces, ¿qué están esperando? ¡A trabajar! ─ Gruñó la abuela viendo


a todas las Vikaris presentes con una mirada amenazante.

Bajando la cabeza, inmediatamente volvieron al trabajo.

─ Mi Reina, le informo que la potioneuse y el cambiante se acaban de ir, ─


dijo Naelle al entrar en la casa.

Me molestó. Inconscientemente esperaba que Maurane supiera superarlo


y que viniera a ayudarnos como había propuesto. Siempre ponía sus
responsabilidades primero, habitualmente. Maldita sea.

─ Gracias Naelle, ─ le contesté.

Esta última miró intrigada a Leonora cuando volvió a poner el chal de


Anthéa en su sitio, que amenazaba con deslizarse de sus hombros y salió.

Unas horas y una gran entrega de comestibles más tarde noté con una
sonrisa que habíamos hecho más de mil pociones. En otras palabras,
suficientes para empezar a administrarlas.

─ ¿Con qué clan quieres empezar? ─ preguntó la abuela.

─ Los lobos, ─ le dije.


─ ¿Por qué lobos?

─ Debido a que son menos numerosos que los cambiantes y las cantidades
son más que suficientes para cubrir todo el clan, ─ le dije antes de coger mi
móvil para llamar a Gordon.

Después de una larga discusión con el Alfa que exigió hablar con Beth, fui
a mi habitación. La loba se había dormido profundamente en la cama, con el
móvil en la mano.

─ Está dormida, ─ susurré.

─ ¿Qué?

─ Ella está dormida.

─ ¡Despiértala! Sus heridas están curadas, es hora de que vuelva con su


propia gente.

─ No, ─ me limité a responder.

─ ¿Cómo?

─ No. No volverá hasta que se haya eliminado todo el peligro.

─ Rebecca, Beth es mi Raani, estás excediendo tus derechos como...

─ Las pociones te serán entregadas en dos horas, ─ me limite a responder


antes de colgar.

Cuando volví a la habitación, me complació comprobar que un agradable


olor a comida había invadido la casa y que las ancianas habían despejado las
superficies de trabajo y la mesa para colocar los cubiertos.

─ Reanudamos a las 2 p.m., ─ dijo la Abuela, echando un vistazo a su reloj


antes de sentarse en su silla.

Leonora se puso a trabajar, y luego se sentó rápidamente con las ancianas,


Madeleine y la mitad de mi guardia.

─ ¿Dónde está Beth? ─ preguntó la abuela.

─ Está descansando.

─ Bien.

Levanté las cejas.


─ ¿Dónde están Naelle, Victoria y...?

─ Almorzaran más tarde ─ decretó la abuela en tono perentorio, mientras


que ruidos extraños venían del exterior.

Le di una mirada interrogativa.

─ ¿Un ataque?

Ella asintió y me pasó el plato de carne.

─ En efecto.

Me serví dos trozos de pollo mientras Leonora nos miraba con espanto.

─ Pero si nos atacan, ─ gritó mientras se ponía de pie, ─ debemos...

─ ¡Leonora, siéntate! ─ Ordenó a la abuela.

─ Pero...

─ Come, se va a enfriar.

─ Pero...

─ He dicho que te sientes.

Leo cumplió mientras me miraba. Le sonreí y me serví la ensalada.

─ Realmente tienes un don para los condimentos, Claire. ─ dije elogiando


a una de las ancianas.

─ Si lo desea, estaré encantada de darle la receta, mi Reina, ─ contestó ella


mientras las explosiones y los gritos resonaban afuera.

─ Me encantaría, ─ le aseguré antes de agarrar una botella y voltear hacia


Leo.

─ ¿Quieres un vaso de limonada?

─ Uh... no, gracias.

─ Me gustaría un poco, ─dijo Madeleine extendiéndome su vaso vacío


mientras la tierra temblaba un poco bajo nuestros pies.

Le serví, cuidando de no derramar nada, y volví a poner la botella sobre la


mesa.

─ ¿Oíste eso? ─ Beth gritó mientras corría hacia la habitación.


─ Sí. ¿Tienes hambre? Siéntate, ─ dijo la abuela.

Ella abrió los ojos.

─ Pero...

─ Ya oímos eso. ¿Qué es lo que prefieres? ¿Alas o muslo? ─le preguntó la


abuela, pidiéndole a Claire que se apartara para hacer espacio a la loba.

─ Muslo pero...

─ Aquí está, ─ dijo Claire, llenando el plato que había colocado frente a ella.
─ Come, debes fortalecerte.

Beth me miró y yo le contesté en silencio que se sentara. Comenzó a comer


mientras las conversaciones iban bien y cubrían gran parte del ruido exterior.

─ ¿Qué tenemos de postre? ─ preguntó la abuela una vez que la loba vació
completamente su plato.

Coralie, una de las ancianas, se levantó de la mesa y contestó:

─ Crema de chocolate.

La abuela volvió la cabeza hacia Leo.

─ Te gusta la crema de chocolate, ¿no?

─ Uh... sí.

─ Bien. Ya verás, la de Coralie es fantástica, ─ dijo la abuela, mientras que


un ligero olor a humo del exterior invadió la habitación.

Madeleine se inclinó un poco para mirar a mi hija.

─ Pero mi flan es aún mejor, ─ dijo mientras Naelle entraba en la


habitación.

Se paró justo delante de mí, asintió suavemente y luego salió en silencio.


Significaba que la situación ha sido controlada y resuelta. Lo que ninguna de
nosotras dudó, por cierto. Había sentido unas veinte firmas de energía,
demasiado débiles para presentar un peligro real. El olor a quemado provenía
de los cuerpos de nuestros enemigos que estaban siendo quemados.

─ Bueno, ¿viene esa crema de chocolate? ─


Muchos árboles habían sido destruidos. El suelo congelado formó enormes
franjas en algunos lugares y montículos de tierra que parecían micro colinas
habían surgido de todas partes. En resumen, mi pequeño paraíso verde
parecía haber sido golpeado por un ciclón junto con un terremoto.

Oh, mierda.

─ Ahora sí, esto tiene que parar, ─dije con un suspiro. ─ Empieza a ser
irritante.

─ Sabes, cuanto más lo pienso, más creo que estos ataques no tienen ningún
sentido, ─ dijo la abuela, mientras levantaba la bufanda sobre la nariz con
una mirada pensativa.

─ ¿Qué quieres decir?

─ Parecen desorganizados... no parece haber un plan preciso, pero...

─ ¿Pero?

─ Debe haber una estrategia. No movilizamos a tantos hombres para estas


tonterías.

Levanté las cejas. ¿Una "tontería", el ataque al clan chamán?

─ Los chamanes están lejos de ser inútiles, Anthéa, sus predicciones han
evitado a menudo grandes problemas en el Directum y si se preparara algo
vasto, mucho más grande... estaríamos ciegos.
─ ¿Crees que ese es su objetivo?

─ No lo sé... Los intentos de asesinato contra los tres humanos, el asalto a


Beth... hay algo... falso... No lo sé, no encaja...

─ Mataron a Haze y trataron de matarme dos veces, ─dijo Beth


amargamente, ─ no me pareció "falso".

La miré amablemente.

─ No estamos diciendo que no trataron de eliminarte, sólo que realmente


no te frenaron. Mira, es como el ataque de hoy... ninguno de los atacantes
tenía el suficiente poder para resistir a mi guardia durante más de unos
minutos...

─ Puede que no se hayan dado cuenta de su presencia... después de todo,


tú y el Directum fuisteis muy discretos al respecto, ─ contestó Beth.

─ Es posible, pero lo dudo.

─ ¿Y si sólo fueran una distracción? ─ sugirió de repente Leo.

Las cuatro giramos la cabeza hacia ella.

─ Bueno, sí, ya que estos ataques contra humanos y contra Beth no tienen
sentido, como dice la abuela, entonces es que no son ataques reales, sino que
tienen otro propósito, ─ continuó.

─ La niña tiene razón, ─ aprobó Madeleine sonriéndole a Leo. ─ ¿Qué mejor


manera de desviar tu atención que enviar asesinos para matar a gente
importante como el jefe de policía o el gobernador o miembros de círculo
íntimo como Beth?

Pensé rápidamente.

─ De hecho, si consideramos estos eventos como una distracción, les da un


poco de sentido... la única pregunta en este caso, es ¿por qué? ¿Por qué yo?
Sólo soy el Assayim, no soy miembro del consejo ni....

─ ¿Cuál es el papel de un Assayim? ─ me cortó Madeleine mirándome


directamente a los ojos.

─ Encontrar y matar a criminales que...

Ella me interrumpió de nuevo:

─ No, esa es una de las muchas tareas que van con el trabajo. ¿Cuál es tu
verdadero papel?

Tardé un par de segundos en pensarlo.

─ Proteger al Directum.

Ella asintió suavemente.

─ Exactamente.

─ ¿Qué hay de los chamanes? ¿Cuál era su función más importante en esta
comunidad?

─ Advertir... nos advierten en caso de peligro... Mierda... ─ Respiré, ─ si


tienes razón, entonces... ─

─... el verdadero objetivo de los opperstes es el Directum, ─ Beth terminó


con voz débil.

─ Con "objetivo", ¿qué quieres decir exactamente? ─ preguntó Leo.

Madeleine se volvió hacia ella.

─ Esto significa que su objetivo es eliminar a todos los miembros del


consejo.

─ Y es por eso que están tratando de desviar la atención de tu madre


enviando sus equipos de perdedores o tratando de matar a Beth. No quieren
que ella pueda frustrar sus planes, ─ explicó pacientemente la abuela.

─ Pero... ¿pero quién? ¿Por qué? ─ tragó Leo.

─ Esa es precisamente la pregunta, ─ contestó la abuela. ─ Los opperstes


son unos imbéciles, es cierto, pero su objetivo es sobre todo revelarse a los
humanos y esclavizarlos, no atacar a los suyos.

Madeleine giró la cabeza hacia mí.

─ ¿No me dijiste la última vez que sospechabas que los Altos Consejos
dejaban que se desarrollara el movimiento opperstes?

La abuela frunció el ceño y me miró con una mirada de duda.

─ ¿Los Altos Consejos?

─ Los opperstes son un peligro real para todos, pero hasta ahora, estos
bastardos del Alto Consejo no han movido un dedo para detenerlos.... extraño,
¿verdad?
La abuela pensó en ello. No le interesaba más que a mí la política, sino que
además la molestaba profundamente, pero tampoco era una novata, y cuando
no tenía otra opción que negociar ciertos acuerdos o tratados, era tan
engañosa como los vampiros y tan retorcida como los demonios.

─ Ahora que lo mencionas, me parece extraño.

Leo me miró con curiosidad.

─ Los Altos Consejos no aprecian a nada ni a nadie, sólo sirven a sus


propios intereses, ─ contesté yo.

─ Exactamente: ¿qué sentido tiene dejar que estos idiotas proliferen y se


metan en líos? ─ preguntó Beth.

─ Esa es la cuestión, ─ respondió Madeleine.

La abuela frunció el ceño.

─ ¿Tienen los Altos Consejos razones para estar enojados con el Directum
de Vermont?

Asentí con la cabeza.

─ El consejo ha eludido las leyes y ha luchado contra el Mortefilis, no acepta


ninguna interferencia en la gestión de su territorio y no responde a ningún
mandato judicial. Además, cada líder de clan está fuera de la norma o fuera
de los límites. Tyriam, el maestro chamán, acepta tomar como novicios a
nigromantes como Leo y Ariel; Aligarh, el líder de los cambiaformas, no es
estrictamente un cambiante sino un ancestral; Baetan, el líder del clan de los
demonios, se niega a cumplir las órdenes de nadie; Gordon deja que su Raani
viva con un cambiaformas; Rafael, el Tribain, rompió todas las reglas al elegir
a una bruja de guerra como su compañera y Maurane me ayudó a eliminar al
Concilio de las Ocho Potioneuses.

─ ¿Qué hiciste qué? ─ La abuela se ahogó.

─ Eliminé al Concilio de las Ocho, ¿no te lo dije?

El Concilio de los Ocho era una secta secreta ubicado en el corazón del clan
de las potioneuses. Sus miembros estaban entre las brujas más poderosas e
influyentes de su clase.

La abuela sacudió la cabeza.

─ No.
─ Oh, bueno, debo haberme olvidado...

─ ¿Por qué... por qué hiciste tal cosa?

─ Ellas habían traicionado a la Diosa guardando el grimorio de las


fórmulas prohibidas en lugar de destruirlo como Ella les había ordenado, ─
les expliqué.

La abuela abrió los ojos.

─ ¿Qué habían hecho qué? ¿Cómo se atrevieron? ¿Cómo… ─

Suspiré.

─ ¿Cómo? ¿Por qué? Quién sabe, el hecho es que lo hicieron.

─ ¿Y el grimorio? ─ preguntó Madeleine.

Sonreí.

─ Quemado, ─ contesté.

─ Espero que hayan sufrido, ─ refunfuñó la abuela.

Hice una mueca.

─ Para ser honesta, tenía un poco de prisa... ─

La abuela me miró severamente. Miré al cielo.

─ Están muertas, ¿de acuerdo? Muertas.... ¿qué más querías que hiciera?

La abuela se volvió hacia Leo, quien sacudió la cabeza.

─ No, abuela, ya te lo he dicho, no puedo torturar las almas de las personas


después de que mueren. Está prohibido.

Anthéa suspiró, decepcionada, mientras Beth aclaraba su garganta para


llamar nuestra atención.

─ Volvamos a nuestro problema si no les importa: Incluso si los Altos


Consejos tienen razones para atacar al Directum, no hay evidencia de que
estén involucrados en nada de esto. ¿Cómo podemos estar seguras de eso?

─ Preguntándoles a ellos. ¿Bien Raphael es líder del Alto Consejo


Vampírico? ─observó la abuela en tono viperino cuando se volteó hacia mí.
─ Raphael lo dirige, pero no está solo. Algunos de sus asesores podrían
haber estado promoviendo este tipo de plan sin su conocimiento, ─ respondí.

─ ¿Quieres decir que tiene enemigos en su propio consejo? ─ preguntó


Madeleine.

─ ¿Por qué? ¿Te sorprende?

La abuela entrecerró los ojos.

─ Pareces bastante segura de su inocencia, ¿confías tanto en tu amante?

Me encogí de hombros.

─ Sólo trato de ser lógica. Si Rafael quisiera eliminar miembros de su


propio Directum, podría hacerlo en cualquier momento sin tener que
participar en ninguna conspiración.

─ Y Raphael quiere demasiado a mamá para ponerla en peligro a


sabiendas, ─ comentó Leonora.

Anthea le dio una mirada severa.

─ No digas tonterías...

─ Yo era su infanta. Sé lo que estoy diciendo.

La abuela miró al cielo.

─ Ridículo...

─ Ridículo o no, Leonora tenía razón en una cosa: Rafael me consideraba


su propiedad y odia que se dañen sus pertenencias.

─ Bueno, las sospechas y las teorías son buenas, pero la certeza es mejor.
No podemos actuar de la misma manera, esto depende si participan o no los
Altos Consejos. Nuestra estrategia y la gravedad de la amenaza variarán en
función de la respuesta que podamos dar a esa pregunta, ─ dijo Madeleine.

─ Así es, así que tendremos que actuar con rapidez, ─ respondí.

Madeleine levantó las cejas.

─ ¿Qué vas a hacer al respecto?

No contesté y sólo sonreí. La abuela se ensombreció.

Oh, oh... Conozco esa expresión...


El hogar de Baetan estaba tan aislado como el de los otros líderes del clan.
Increíblemente moderno, con un lujo ostentoso y se ajustaba perfectamente a
los gustos del demonio. Salí del coche seguida de cerca por Naelle y Victoria
mientras desplegaban sus sentidos hacia el edificio.

─ Mi Reina, hay un demonio dentro, un demonio muy poderoso, ─ me


advirtió Naelle.

─ Lo sé. Este es Baetan, uno de los miembros del Directum.

Su rostro se ensombreció.

─ Ya veo.

─ Sólo tardaré un cuarto de hora, espérame aquí.

Naelle abrió los ojos.

─ Pero, mi Reina, no estás planeando ir a...

─ Sí, eso es exactamente lo que pretendo hacer. Mira, sé que no estás


acostumbrada a mi forma de hacer las cosas, pero me gustaría que te
esforzaras por adaptarte. Yo soy el Assayim de este estado, no sólo su Reina.
Trabajo e interactúo con mucha gente.

Victoria dibujó una sonrisa educada.


─ Entendemos perfectamente, Prima, pero también debes saber que somos
responsables de tu seguridad y que si algo te sucede, Naelle y yo debemos
responder ante el consejo.

En otras palabras, serían ejecutadas.

─ Soy perfectamente consciente de ello y si te hace sentir mejor, Baetan me


salvó la vida cuando tuvimos que enfrentarnos a los Mortefilis. Me ayudó
mucho, confío en él.

Una expresión horrorizada cruzó los ojos de Naelle mientras Victoria


palideció.

─ No pongan esa cara, se necesita un poco de voluntad para reprimir el


irrefrenable deseo que tenemos de matarlos.... Lleva tiempo y no estoy
diciendo que todos nuestros impulsos desaparezcan, pero cada vez es más fácil
controlarlos, se los prometo, ─ les dije reprimiendo una sonrisa.

Recordé perfectamente cómo me sentí la primera vez que trabajé para el


Directum y el horror y el odio que sentí entonces por Baetan y todos los de su
clase. No estaba segura de cuando empecé a evolucionar, pero estaba segura
de que Tom Cohen no era ajeno a ello. Extrañaba a ese viejo demonio, tenía
que admitirlo...

Baetan me abrió la puerta con una copa de vino en la mano.

─ ¿Rebecca? Qué sorpresa, llegas temprano, maravilloso, ─ dijo, mientras


me dejaba entrar.

Lo miré de pies a cabeza. Ocupaba el cuerpo de un hombre seductor con


sienes ligeramente grisáceas de unos cuarenta años de edad y grandes y
penetrantes ojos negros.

─ Todavía no estoy lista, todavía me queda un poco de tiempo, ─ le dije


quitándome la chaqueta antes de sentarme en su precioso sofá italiano gris
perla.

─ Sólo unas quince horas, si no me equivoco, ─ contestó mirando su reloj.

Le sonreí.

─ Razón de más para aprovecharlas al máximo.

Me devolvió la sonrisa y luego se dirigió a la enorme cocina abierta


adyacente a la gran sala de estar que usaba como salón.
─ ¿Puedo ofrecerte un trago primero? Es un Chablis, una pura maravilla,
te encantará, ─ dijo.

─ Me encantaría.

Volvió con una segunda copa de vino y luego se sentó en el gran sillón frente
a mí.

─ Enviamos las pociones al clan de los lobos y casi terminamos las del clan
de los cambiantes, ─ anuncié, llevando mi vaso a mis labios.

Asentí con una mirada de aprobación.

─ Impresionante.

─ Entonces, ¿cómo reaccionaron tus semejantes ante los pactos?

Baetan se había comprometido en nuestra reunión a pedir a los demonios


bajo su autoridad que entraran en un pacto de no agresión con miembros del
Directum y clanes de otras especies. Tenía curiosidad por saber cuántos de
ellos habían cumplido con esta petición y cuántos la habían rechazado.

Bebió un sorbo de vino y luego contestó con calma:

─ De los 73 demonios que viven actualmente en nuestro territorio, 48 han


cumplido nuestros requisitos.

─ ¿Qué hay de los otros?

─ Como esperaba, los 16 Agameths declinaron nuestra oferta y prefirieron


volver a Gerlead hasta que resolvamos el problema.

Por extraño que parezca, no me sorprendió. Los Agameths, eran monstruos


altos y grandes con caras de bestias que parecían duendes híper peligrosos,
eran demonios superiores, no al mismo nivel que Baetan, por supuesto, pero
eran extremadamente poderosos. Orgullosos y poderosos. No podía ver que
accedieran a firmar un acuerdo de este tipo.

─ Eso nos deja con nueve sospechosos...

Es decir, 9 demonios que probablemente fueron contaminados por los


opperstes y que servían como espías para ellos. No era enorme, pero tampoco
era algo que se pudiera pasar por alto. Especialmente desde que no tenía idea
de su identidad ni de su nivel de molestia.

─ Ninguno.
─ ¿Qué?

Cualquier rastro de amistad y relajación desapareció de su rostro para dar


paso a una expresión tan helada que no pude reprimir un escalofrío.

─ No quedan sospechosos.

En otras palabras, Baetan no había tratado de entender las razones de su


negativa ni de determinar su culpabilidad: simplemente los había eliminado.

─ Por un lado, me alivia, pero por otro, admito que no estaría en contra de
interrogarlos. Tengo una teoría que me gustaría poder confirmar.

Levantó las cejas.

─ ¿Qué clase de teoría?

Le conté brevemente sobre el ataque suicida de los opperstes en mi


propiedad y le resumí la discusión que había tenido con la abuela y las demás.
Su rostro parecía de piedra, pero pude ver por la intensa forma en que miraba
su copa que me estaba escuchando atentamente.

─ Si hago un resumen, ¿crees que todos estos ataques son una distracción
y que el verdadero objetivo de los opperstes es liquidar el Directum?

─ Eso es correcto.

─ ¿Y sospechas que los Altos Consejos son los patrocinadores de esta ola de
ataques? ¿Y todo esto sin pruebas ni testigos que corroboren tus sospechas? ─
continuó.

Es verdad que cuando lo dice así, suena un poco superficial, pero...

Asentí con la cabeza.

─ Así es.

Se tomó un tiempo para pensar.

─ Um.... el razonamiento no es incoherente en sí mismo, pero se necesitaría


más que una simple sospecha para convencerme.

─ No hay problema, depende de ti comprobar si estamos en lo cierto o no.

Frunció el ceño.

─ ¿Y qué se supone que debo hacer?


─ No lo sé, dímelo tú. Después de todo, no es a mí a quien los Altos Consejos
están tratando de eliminar.

─ ¿Te crees muy graciosa?

─ Tengo mis momentos.

Tomé otro sorbo y pregunté después de unos momentos.

─ ¿Y bien? ¿Alguna idea?

─ La única manera es comprobarlo de la fuente, ─ suspiró finalmente.

─ Si tú lo dices, te creo...

Me miró con suspicacia.

─ Estoy haciendo exactamente lo que planeaste que haría, ¿verdad?

Abrí los ojos con una mirada inocente.

─ ¿Quién? ¿Yo?

Eso me valió una ligera sonrisa.

─ Tendrás tu respuesta en una hora.

Una hora... ¿Cuánto tiempo me habría llevado conseguir confirmar mis


sospechas? Mucho más, ciertamente.

─ ¿Y eso es todo? ─ Dije.

─ ¿Qué quieres decir?

─ ¿Sin miedo? ¿Sin vacilación? ¿Vas a secuestrar, interrogar o incluso


torturar a uno o más miembros del Alto Consejo y eso no te asusta? ¿No tienes
miedo de las repercusiones?

Entrecerró los ojos.

─ ¿Adónde va esta pregunta?

Estaba debatiendo conmigo misma. Ser honesta, mentir, ser honesta,


mentir.... y finalmente decidí tomar el toro por los cuernos.

─ ¿No crees que ya sea hora de que los dos juguemos limpio? ─ Nos miramos
el uno al otro. Un silencio espeso invadió la habitación.

─ ¿Adónde quieres llegar?


─ ¿Cuánto tiempo más pensaste que podrías engañarme? ─ Pregunté,
apoyando mi copa vacía sobre la mesita.

─ ¿De qué estás hablando?

─ De ti. Sé que los miembros del Alto Consejo de los Demonios son sólo
marionetas que obedecen órdenes, las tuyas en este caso.

─ Rebecca...

Sacudí la cabeza.

─ No. No más mentiras. No si quieres que mantenga mi palabra y el pacto


que hicimos.

Me miró fijamente durante mucho tiempo.

─ ¿Hace cuánto que lo sabes?

─ Desde la firma de los tratados, cuando te vi entrar de último en la sala


donde se estaban celebrando las negociaciones.

La abuela me había enseñado que entre los demonios, el más poderoso, el


único que realmente tenía el poder de decisión, era siempre el último en
entrar en la habitación. Huelga decir que cuando vi a Baetan cerrar la marcha
de los demonios que venían a Nueva York para participar en las negociaciones
del tratado de paz, me quedé unos segundos para pellizcarme discretamente
el brazo y asegurarme de que no estaba alucinando.

Sus labios se curvaron ligeramente.

─ No sabía que las Vikaris conocían los protocolos demoníacos.

─ Las Vikaris tienen conocimiento de todo lo que puede permitirles


derrotar a sus enemigos, ya sea en un campo de batalla o alrededor de una
mesa de debate.

Dibujó una sonrisa.

─ Por supuesto que sí.

Me levanté y me puse la chaqueta.

─ Por cierto, si tengo razón ─y sé que la tengo─, los opperstes deberían


considerarse no como simples iluminados que actúan aislados, sino como un
ejército. Un ejército destinado a destruirnos con el apoyo de los Altos
Consejos. ¿Eres consciente de ello, espero?
─ ¿Crees que es el tipo de cosas que puedo pasar por alto? ─

Me subí la cremallera de mi chaqueta.

─ Ten cuidado.

─ ¿Estás preocupada por mí?

─ Sí.

Había respondido sin pensar, una señal de que no estaba mintiendo. Oh,
mierda....

─ No sólo por ti, ─ tartamudeé, ─ sino por...

Un divertido resplandor cruzó sus ojos.

─ Tendré cuidado, pero si te hace sentir mejor, ni Rafael ni yo tenemos


nada de qué preocuparnos. En cambio, cuida a los otros miembros del
Directum, Tyriam y Maurane en particular. Son los más propensos a ser
asesinados.

Asentí con la cabeza y luego me fui.


Mientras volvía al coche, pensaba en lo que Baetan me había dicho sobre
Tyriam y Maurane. Esta última era una buena luchadora, pero el poder de
las potioneuses se limitaba a las pociones que tenían a mano y a la velocidad
con que las lanzaban. En otras palabras, podía ser sorprendida en cualquier
momento y ser asesinada tan fácilmente como un ser humano. Y ni siquiera
hablaba de Tyriam, que no podía pesar más de 60 kilos mojado y no tenía
ningún poder ofensivo en particular.

─ ¿Adónde vamos ahora, mi Reina? ─ Me preguntó a Victoria una vez que


me instalé en el auto.

─ Vamos a recoger a dos de mis amigos y mantenerlos a salvo hasta que


tengamos una imagen más clara, ─ respondí agarrando mi teléfono.

Una hora más tarde, Maurane ─que se había negado a seguirme─ estaba
congelada en el asiento trasero mientras Tyriam y su esposa, Magda, nos
seguían a regañadientes a casa en su SUV.

Bien, la buena gente generalmente evita secuestrar o forzar a sus amigos.


Pero preferiría tener que aguantar sus quejas, enfados y recriminaciones
antes que arriesgarme a verlos muertos. Y Maurane puede haber estado
enfadada conmigo por lo de Ali, pero no me importaba. Ella estaba viva y
seguiría viva, eso era todo lo que importaba.

─ Mamá, ¿puedo preguntar por qué congelaste a Maurane? ─ Preguntó Leo


poco después de que llegáramos.
─ Ella no cooperaba.

Levantó las cejas.

─ ¿No cooperaba?

─ No. Ella no quería venir.

─ ¿Así que la arrastraste hasta aquí por la fuerza?

─ Eso es correcto.

Leo miró preocupada hacia la habitación donde había instalado a la


potioneuse.

─ Ella te sacará los ojos.

Me encogí de hombros.

─ Probablemente.

Ella suspiró y luego se dirigió a la cocina. La seguí por un momento cuando


me di cuenta, no sin disgusto, de que había cambiado su suéter cuello de
tortuga negro por una blusa roja que le quedaba perfecta y luego giré hacia la
abuela.

─ ¿Llevaste las pociones a Gordon?

─ Valentine y Sophie se encargaron de ello. El lobo inmediatamente


comenzó a distribuirlas. Cuatro de los suyos se negaron a tomarlas y fueron
ejecutados, y otros seis desaparecieron. La manada los está rastreando.

10 traidores, 10 en una manada de 68 lobos adultos. Estaban lejos de


alcanzar la mayoría, pero tampoco era insignificante. Maldita sea.

─ ¿Qué hay de los otros? ¿Las de los cambiaformas? ─ Pregunté, mirando


hacia las ancianas que estaban ocupadas alrededor de los alambiques y las
pipetas.

─ Ya casi terminan. Se espera que el Ancestral recoja las dosis preparadas


para el clan cambiante en una hora.

─ Perfecto. Entonces tendremos que tratar con los chamanes y las


potioneuses, ─ miré alrededor del comedor.

Tyriam y su esposa, estaban sentados en un rincón de la mesa, observando


a las Vikaris ajetreadas alrededor de sus pociones con horror y curiosidad y
se veían incómodos como peces fuera del agua. Ariel, que se movía de una
superficie de trabajo a otra para separar los ingredientes necesarios para
preparar las veritas, parecía estar en su elemento y mostraba una actitud
relajada.

─ ¿Quieres intentarlo? ─ Leo preguntó observando al hechicero mientras


vertía extractos de genciana en la poción que estaba preparando.

Fruncí el ceño.

─ Leo, Ariel no puede...

─ Sí, sí puede. Estoy segura de que él tiene el poder para hacerlo, ─ contestó
ella.

─ ¿Y si no? ─ Pregunté.

Se encogió de hombros.

─ El morirá.

Ariel se rió, deslizándose justo detrás de ella, envolvió su brazo alrededor


de su cintura y luego la besó en la mejilla, susurrando en tono burlón:

─ Mi dulce, tierna, mi adorable brujita... ─ Ella luchó un poco demasiado


suave para mi gusto.

─ ¡Suéltame! ¿Qué es lo que...

─ Ten cuidado con lo que haces, has dejado algo a un lado, mira, ─ él la
regañó suavemente.

La abuela, Madeleine, las ancianas y los miembros de mi guardia no dijeron


ni una palabra y los miraron con curiosidad.

─ ¡Es culpa tuya! ¡No tenías que molestarme! ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Dile que me
suelte!

Cerré los ojos y conté hasta diez.

─ Ariel, quítale las manos de encima, en cuanto a ti, Leo, ¡concéntrate!

¿Por qué de repente me sentí como una profesora observando a sus alumnos
en medio del patio de recreo?

─ Siguen siendo tan lindos como siempre, ─ comentó la abuela.

─ ¿Qué?
─ Estos dos. Hacen una bonita pareja.

Mis ojos prácticamente se salieron de mis órbitas.

─ ¡Por supuesto que no!

La abuela ignoró mi comentario y susurró:

─ Madeleine me dijo que el chico era un Sombra...

─ Parece, que sí, ─ admití a regañadientes. Ella sonrió y miró a Ariel y a


Leo que se susurraban insultos el uno al otro.

─ Perfecto.

─ No veo cómo, ─ hice una mueca antes de levantar mi teléfono y dirigirme


a una parte más tranquila de la casa.

─ ¿Alo? ─

─ Tenías razón.

La voz de Baetan sonaba extrañamente tranquila.

─ ¿Cuántos de tus asesores están involucrados?

─ La mitad de ellos.

Mierda.... estábamos literalmente al borde de un golpe de estado.

─ No lo entiendo, por qué.... Eres tan poderoso, ¿cómo pueden imaginar que
los opperstes podrían hacerte...? ─

─ Eso no era lo que querían.

─ ¿Qué es lo que quieren?

─ Destruir el Directum matando a algunos de sus miembros y dividirnos.


Nuestra proximidad los perturba. ¿Sabías que Maurane estaba siendo
considerada para convertirse en la próxima suprema? ─

Maurane iba a dirigir al Alto Consejo de las Potioneuses? ¿Por qué no me


lo dijo?

─ No, no lo sabía.

─ Vermont tiene la mayor concentración de poder en este continente.


Raphael, yo, Maurane y... tú.
─ ¿Cuál es el problema?

─ Equilibrio. Todos estamos llamados a dirigir a nuestros respectivos


pueblos, nuestros lazos les preocupan. Al menos a los más conservadores y
tradicionalistas.

─ ¿Hablas en serio?

─ Se han alcanzado acuerdos de paz, pero el odio y el resentimiento no han


desaparecido. Especialmente en el resto del país y en el Viejo Continente.
Ningún Directum funciona como el nuestro. Nadie ha visto nunca a clanes de
cambiantes, potioneuses, chamanes, demonios y lobos unirse y romper todas
las reglas para defender a un clan de vampiros contra un ataque exterior.

─ ¿Quieres decir que nos culpan por ser solidarios?

─ Quieren decir, que nos consideran traidores a nuestra sangre.

Ahora mismo, tenía que estar soñando. Obligatoriamente.

─ ¿Tú? Es ridículo...

─ No desde su punto de vista, Prima.

─ ¿Oh? Entonces, ¿eso es todo? ¿Somos nosotros? ¿Es nuestra relación lo


que molesta a tus amigos demonios?

─ Eres la Reina de las Vikaris. Un enemigo y un peligro para mi pueblo.

─ Así que no encontraron nada mejor que destruir todo lo que hemos
construido en los últimos años, todo por lo que hemos luchado...

─ Honestamente, ¿qué crees que pensaría tu gente si supiera lo unidos que


estamos?

─ ¿Unidos? Tan poco exageres, ─ protesté.

─ Me has ayudado muchas veces, te he salvado la vida, hemos luchado uno


al lado del otro... Tenemos los mismos deseos, los mismos enemigos y tú sabes,
como yo sé, que nos cubriríamos las espaldas en caso de peligro.

Pensé en ello y tuve que enfrentarme a los hechos. Hace dos años, podría
haberlo matado y construir una hoguera con los restos de su "huésped", pero
ya no. No, ahora lo consideraba uno de nosotros. Un miembro de esa familia
disfuncional pero muy real que se había convertido el Directum de Vermont.

Suspiré.
─ De acuerdo. Tienes un punto.

─ ¿Sabes lo que es gracioso? Eres responsable de esta situación.

─ ¿Yo? ─

─ Este Directum era un Directum como cualquier otro antes de que


mostrases tu bonita y pequeña nariz de bruja.

─ No veo cómo yo...

Me cortó el paso.

─ ¿Alguna vez te has preguntado por qué decidí dirigir mi negocio desde
este lugar?

─ Me pasó por la mente, ─ reconocí.

─ Elegí vivir aquí porque aquí vive la criatura más antigua, más peligrosa
e impredecible del mundo, y quería vigilarlo, ─ explicó.

Me tomé un segundo para pensar y luego susurré:

─ Raphael...

─ Lo cambiaste.... y no sólo a él. A todos nosotros. Ali, Gordon, Maurane e


incluso a Tyriam.

─ ¿Y eso está mal?

─ No, pero tiene un precio: suele ser causado por el miedo y la


incomprensión.

Silencio.

─ ¿Qué vas a hacer?

─ Manejar mis problemas internos como una prioridad.

En otras palabras, iba a eliminar a todos los miembros del Alto Consejo de
Demonios involucrados en este caso.

─ ¿Qué hay de nuestro viaje a Gerlead?

─ Desafortunadamente, no puedo posponerlo. Te queda la tarde y la noche


para arreglar la situación, ─ dijo antes de colgar.
¿Quién creía que era yo? ¿Mary Poppins o Samantha, esa querida bruja
idiota? ¿Qué estaba imaginando? ¿Qué todo lo que tenía que hacer era mover
la nariz o golpear mi bastón mágico en el suelo para deshacerme de los
opperstes y volver a ponerlo todo en orden? No, pero te lo juro.
─ Esto era de esperarse, ─ suspiró la abuela mientras resumía la
conversación que acababa de tener con Baetan.

Levanté las cejas.

─ ¿Esperar qué? ¿Qué todos reaccionan como idiotas?

─ Morgane, odio decirte esto, pero en parte estoy de acuerdo con ellos.
Algunos acercamientos no son deseables, ─ dijo en voz baja.

─ ¿Qué significa eso?

─ Significa que no puedes ignorar tu naturaleza y los siglos de guerra, daño


y sufrimiento que se han infligido en el pasado.

─ ¿Entonces qué? ¿Eres como esos tontos que no quieren que nada cambie?

─ Lo que me gustaría que hicieras es que cuidaras de tu gente. Que


finalmente se conviertan en tu prioridad. ¿Quieres que evolucionen y tomen
el mismo camino que elegiste tomar? Entonces guíalos y ayúdalos a sanar.

Ouch. Me dolió. Pero realmente no vi cómo podía responder a eso.

─ Tienes razón.

Me miró con incredulidad.

─ ¿Disculpa?
─ Tienes razón. Pensaba que ayudarte a restaurar la magia dentro del clan
y establecer una paz duradera con nuestros antiguos enemigos era suficiente
para convertirme en un buen Prima, pero estaba equivocada. Los he
defraudado. ¿Te parece mejor así?

─ No. Lo que me convendría sería que mi Reina finalmente decidiera volver


con los suyos.

Le sonrío.

─ Te prometo que lo pensaré.

Un resplandor de alivio se iluminó en sus ojos.

─ Bien.

Suspiré, levanté el encanto del aislamiento con el que nos rodeé y luego
continuamos caminando tranquilamente por el callejón.

─ Volverá a nevar, ─ dijo la abuela mientras miraba al cielo.

─ Probablemente.

La abuela me miró.

─ ¿Tienes un plan?

─ Las pociones están casi listas, una vez que hayamos ayudado a los
Ancestrales a administrarlas y a limpiar sus filas de los opperstes, creo que
deberíamos dar prioridad a los Altos Consejos.

─ Llegar a ellos no será fácil.

─ Pero tampoco imposible.

Dejó de caminar y me preguntó en un tono de preocupación:

─ ¿Eres consciente de que la eliminación de los Altos Consejos


necesariamente desencadenará una nueva guerra?

Le di una mirada de sorpresa.

─ ¿No parece que te guste?

La abuela y el Consejo de las Vikaris se habían negado durante mucho


tiempo a firmar los acuerdos alcanzados al final de la guerra y se oponían
ferozmente al proceso de paz. Tuve que luchar para que cambiaran de opinión
y que se impusiera mi punto de vista. Por lo tanto, ver que se mostraba tan
reacia a diezmar a los Altos Consejos y, por lo tanto, a relanzar las
hostilidades, fue algo inesperado, por no decir más.

─ Sólo quiero que pienses seriamente antes de involucrar a nuestra gente


en esta lucha, Morgane.

─ No te preocupes, no estaba pensando en un ataque frontal.

Me miró fijamente.

─ Explícate.

─ No soy el objetivo principal de nuestros enemigos.

La abuela sonrió.

─ No, efectivamente.

Cuando llegué a casa, decidí hacer una llamada telefónica a Gordon y Ali
para informarles oficialmente de la traición del Alto Consejo. Entonces, una
vez completado este primer paso, liberé a Maurane de mi hechizo.

Inmediatamente se levantó de la cama y gritó de rabia.

─ No, ¡pero estás loca! ¿Qué diablos fue todo eso? ¿Perdiste la cabeza?

─ ¡Alto! Permanece en silencio y escúchanos, ─ dije antes de proceder a


contarle sobre los Altos Consejos y su retorcido plan.

Al principio mostró cierta incredulidad, luego permaneció postrada como


en shock y finalmente explotó.

─ Voy a buscarlos. Te juro que se arrepentirán. Eso es bueno, he creado dos


o tres hechizos que...

Ella gritó tanto que ya no la escuché, pero verla gesticular y menearse


como una avispa en un frasco era tan aterrador que las Vikaris que entraron
corriendo en la habitación, oyeron sus gritos histéricos y se dieron la vuelta
inmediatamente.

─ Tengo que irme ahora.

No podía oírme y seguía caminando por la habitación, rumiando.


─ Un hechizo de deshuesado, no, un veneno que lentamente le queme los
intestinos y que...

─ Está bien, te veré cuando regrese, ─ suspiré al salir de la habitación. Vi


a la abuela en el pasillo.

─ Creo que se lo tomó muy bien, ─ dijo con una sonrisa en la cara.

─ No está tan mal, de hecho. ¿La vigilas? Tengo que ir a hablar con
Raphael.

Ella se ensombreció.

─ Morgane...

Hay algunas cosas que se dicen oralmente. Enseñar al hombre que amo...

Me mordí el labio.

─... A un miembro del Directum, que ha sido traicionado por su propio


consejo es sin duda una de ellas.

Me miró fijamente.

─ ¿Estás preocupada por él?, ─ adivinó.

─ Sólo quiero asegurarme de que esté bien.

─ "Que esté bien" es el Tribain, Rebecca, ¿qué esperas..?

─ Quiero asegurarme de que es consciente de la gravedad de la situación,


para que no cometa imprudencias, ¿está claro?

Ella suspiró.

─ No, pero como no me dejas otra opción, supongo que tendré que lidiar con
ello. ¿Cuántas dosis de veritas necesitarás para el clan de vampiros?

Sonreí y contesté mientras caminaba hacia la puerta:

─ Ninguno. Raphael tiene sus propios métodos de investigación.

Para ese momento, el Tribain ya había buscado en las mentes de todos los
miembros de su clan y de los Guardias del Mortefilis y habían eliminado todas
sus ovejas negras.

─ ¡No olvides ponerte una bufanda y un gorro! ─ gritó la abuela mientras


abría la puerta.
Una vez fuera, ordené rápidamente a mi guardia que no me siguiera y me
puse en camino a toda prisa. Probablemente todos iban a morir de un derrame
cerebral colectivo después de esto, pero no me importó. Quería tener las
manos libres.
La mansión de Rafael había sido completamente restaurada después de
que un incendio la destruyera parcialmente dos años antes. Una oscura
historia de demonios con un toque de venganza, de todos modos... Ahora era
espléndida y no tenía nada que envidiar a los edificios más bonitos del
Renacimiento. Al igual que los lobos y los cambiaformas, fue construida en el
corazón mismo de un bosque y estaba completamente aislada.

Cuando llegué frente a la puerta de seguridad, me encontré con la guardia


diurna de Rafael, una docena de cambiaformas altamente entrenados y
armados hasta los dientes. Un joven fuerte con los ojos dorados, un leopardo
en vista de su energía, se acercó a mi ventana. La bajé un poco.

─ Hola, señora, lo siento, pero esto es propiedad privada, voy a tener que
pedirle que se dé la vuelta.

─ Así es, así que.... Date prisa y abre esa puerta antes de que me enoje, ─
le contesté en el mismo tono.

Un poco desconcertado por mi actitud, el cambiante miró


interrogativamente a los otros guardias que se encogieron de hombros.

─ Pregúntale si tiene una cita, ─ sugirió uno de ellos.

─ ¿Tiene una cita?

Abrí los ojos.


─ ¿Cita? ¿Me estás tomando el pelo?

─ ¿Eh?

─ Muy bien, eso es todo, llama a Jencco y dile que venga enseguida.

Una vergonzosa mueca de desprecio curvó sus labios.

─ Es que... tengo órdenes muy específicas y...

Levanté las cejas.

─ ¿Disculpe?

─ Jencco me advirtió que si lo molestaba por nada, colgaría mi cabeza al


final de un palo y se la daría de comer a los chacales.

Le di una mirada de sorpresa.

─ ¿A los chacales?

Señaló a dos hombres gigantescos vestidos de negro de aspecto


espeluznante que estaba un poco más lejos.

─ Ellos.

Miré hacia el cielo y le lancé una bola de energía en el abdomen, que lo


impulsó unos 30 metros antes de abrir la puerta y salir del coche.

─ ¿Ya acabaron con estos juegos de niños? ¿Crees que es todo lo que tengo
que hacer? Si quieres hacer novatadas con el nuevo, toma a alguien más, no
tengo tiempo para esta mierda.

Uno de los guardias que conocía bien, Irving, un cambiaformas leopardo,


se rió y le hizo señas a los demás para que abrieran la puerta.

─ Lo siento Assayim, sólo queríamos divertirnos un poco.

─ Oh, estoy segura de que a él también le hizo reír, ─ le dije, mostrándole


al joven cambiaformas que se quejaba.

Irving seguía sonriendo.

─ Fue una buena lección: a partir de ahora ya no se basará en la apariencia,


la complexión o las emanaciones de energía para medir a un oponente y será
más cuidadoso.
No era mentira. El niño había cometido varias imprudencias que
probablemente no habría cometido si se hubiera enfrentado a un lobo o a un
cambiaformas de 100 kilos. Para empezar, acercarse tanto a mi ventana o
escuchar mis protestas cuando me ordenó que me diera la vuelta y me fuera.

─ ¿Está ahí? ─ Me limité a preguntar lacónicamente.

─ Sí. Fue notificado de su llegada tan pronto como cruzó la línea de la


propiedad.

Es decir, 3 kilómetros y unos minutos antes. Volví a mi auto y arranqué.

Héctor, el mayordomo de Rafael estaba, para mi gran sorpresa, ya


despierto y esperándome en el porche.

─ ¿Está oscureciendo y ya estás despierto?

─ No hay hora para los valientes, ─ respondió con una sonrisa que reveló
sus colmillos. ─ Es un placer verte de nuevo, Assayim, son muy raras tus
visitas últimamente.

Le sonreí antes de entrar en el vestíbulo.

─ Yo también estoy muy contenta de verte de nuevo, Héctor ─ dije,


entregándole mi chaqueta.

─ ¿Quieres que te sirva una taza de té?

Amaba mucho a Héctor y, para ser honesta, extrañaba su buena comida,


sus chistes y su humor seco, típicamente inglés.

Sacudí la cabeza.

─ No, gracias. ¿Dónde está?

─ El maestro está en el dojo.

Estaba a punto de tomar el largo pasillo que conducía a la sala de


entrenamiento privada de Raphael cuando de repente añadió:

─ Sé amable.... Ha sido difícil para él últimamente.

─ ¿Qué? ¿Qué fue difícil?

─ No volver a verte...

Intercambiamos una larga mirada.


─ Para ser honesta, es una verdadera tortura para mí también, ─ admití a
regañadientes.

"Tortura" era el término correcto. Habían pasado más de dos meses desde
que nuestras energías no se habían mezclado, que no nos habíamos
alimentado el uno del otro, me sentía tan sola y sedienta como un náufrago
perdido en el mar. Cada encuentro, cada toque pulsaba mi poder bajo mi piel
y tenía que reunir toda mi voluntad para controlar el deseo irrefrenable que
me empujaba a lanzarme en sus brazos. Y, sin embargo, ahí estaba yo. Sabía
el dolor que iba a sentir cuando me encontrara en la misma habitación que él,
pero todavía estaba allí. Debo ser una completa masoquista.

─ ¿Entonces por qué lo hiciste? ¿Por qué nos están haciendo esto? ─
preguntó una voz a mis espaldas.

Rafael llevaba puesto su kimono negro, señal de que había interrumpido


apresuradamente su entrenamiento. Mechones de pelo se habían escapado de
su larga trenza rubia y enmarcaban su rostro tan brillante y perfecto como
un rayo de sol. Sus hermosos ojos azules con contornos dorados brillaban como
zafiros. Permanecí hipnotizada durante unos segundos antes de poder
controlarme.

─ Tú eres el que desapareció después de nuestra última pelea, no yo, ─


respondí.

Como diría la abuela, la mejor defensa es el ataque. Si me concentrara lo


suficiente en el enojo que sentía, olvidaría el deseo que me presionaba el pecho
y me impedía respirar.

─ ¿Realmente quieres tomar eso en cuenta? Porque en este caso...

─ No he venido para eso, ─ respondí apresuradamente.

Se acercó lo suficiente a mí como para que nuestros cuerpos se tocaran


entre sí. Retrocedí un paso, pero él se acercó aún más.

─ Vine a advertirte que... hay algo nuevo, tengo...

─ Shhh, más tarde, ─ me susurró al oído.

Sus brazos se deslizaron a lo largo de mi cuerpo. Me besó durante mucho


tiempo y luego me levantó en sus brazos. Le miré a los ojos.

─ Raphael...

Sonrió y puso su frente contra la mía.


─ Te amo.

Y mierda... eso fue hacer trampa... si hubiera una pizca de arrogancia o...
pero entre la sinceridad que había en su mirada y el hambre que sentía, no
tenía ninguna oportunidad. No cuando mi corazón estaba a punto de explotar.
Con la garganta apretada, envolví mis brazos alrededor de su cuello y dejé
que me llevara a su habitación. ¿Qué diferencia habría después de todo? Tal
vez si calmara el deseo que sentía por él y llenara el vacío que había sentido
desde que rompimos, las cosas volverían a ser como antes. ¿Que "yo" volvería
a ser como era antes? ¿Y que el dolor punzante que no me había dejado desde
que tuve ese extraño sueño desaparecería mágicamente?

─ Um... ha pasado mucho tiempo, ─ susurré mientras me colocaba


suavemente en su cama.

Se acostó a mi lado y me acarició la frente.

─ Si tan sólo no fueras tan terca...

─ Y tú tan reservado, ─ le contesté antes de poner suavemente mis labios


en los suyos.

Unos momentos después, estaba desnuda y me contempló con tanta


emoción que cerré los ojos, avergonzada.

─ No me mires así...

─ ¿Qué es lo que te molesta?

─ No sé... me miras como si fuera la última vez y esperas que desaparezca


en cualquier momento.

Un rayo de profunda tristeza cruzó brevemente su mirada azul cobalto.


Dibujó una sonrisa que no llegó a sus ojos.

─ Como dijiste... ha pasado mucho tiempo, demasiado tiempo...

Fruncí el ceño.

─ ¿Raphael? ¿Qué está pasando?

─ Nada. Absolutamente nada, ─ contestó, quitándose el kimono con un


gesto.
Lo miré, asombrada. Su cuerpo era tan perfecto que podría haber sido
esculpido por un genio. Músculos, poder, gracia, cada centímetro de su piel lo
irradiaba.

─ Eres... A veces pienso que eres tan guapo que pareces casi irreal.

Me sonrió, bajó lentamente a lo largo de mis caderas y luego abrió


lentamente mis piernas. Inmediatamente comencé a gemir, mis manos se
perdieron en su pelo y en su piel. Entonces mi cuerpo comenzó a temblar y
sentí que sus colmillos me penetraban lentamente. La ola de placer que me
abrumó causó una onda de choque que me hizo perder el equilibrio. La
frustración y el hambre, que habían estado controlada durante demasiado
tiempo, me hicieron llorar de repente y me tomó unos minutos antes de que
pudiera contener el flujo de lágrimas que corría por mis mejillas.

─ Rebecca...

─ Está bien... está bien... no es nada... No sé qué me ha estado pasando


últimamente, estoy completamente fuera de control.

Raphael tomó mi cara en sus manos y me observó con una mirada de


preocupación.

─ Háblame...

─ Te lo dije, no lo sé. No me reconozco a mí misma.

Envolvió su brazo alrededor de mi cuello, me abrazó tiernamente contra él


y me acarició suavemente el cabello.

─ Piénsalo, ¿pasó algo especial?

─ No, ha sido desde que... olvídalo.

─ Dilo siempre.

─ Tuve un sueño el día que mezclaste tu poder con el mío. Estabas allí con
una mujer increíblemente brillante y ella dijo que le hiciste una promesa y
que... Oh, eso es estúpido, ─ suspiré antes de notar la rigidez de su cuerpo y
sus dedos apretados en mi cabello.

Levanté mi cabeza de su pecho y lo miré fijamente.

─ ¿Raphael?

Miró hacia otro lado.


─ ¿Si?

Sentí que se me anudaba el estómago.

─ ¿Ese fue uno de tus recuerdos?

─ ¿Un recuerdo? No, no lo creo.

Estaba mintiendo. Lo sentí en mis entrañas. La pregunta era ¿por qué?

─ Olvídate de todo esto y tómate unos días libres, verás que todo va a salir
bien. O mejor aún: ¿qué tal si vienes a Nueva York la semana que viene
conmigo? Podríamos pasar algún tiempo juntos.

Me obligué a sonreír.

─ Es una idea, pero primero vamos a tener que resolver este problema de
los opperstes. Por cierto, ¿entonces? ¿Cuántos espías tenías en tus filas?

─ ¿Importa eso?

─ No. Sólo por curiosidad.

Hizo una mueca.

─ 17.

─ ¿Eh?

─ 17, ─ repitió a regañadientes. ─Todos entre los jóvenes.

─ Más que en clan demonios y de los lobos.... y aún no sé en los


cambiaformas, potioneuses y chamanes, pero es un buen resultado...

Empezó a reírse.

─ ¿Qué creías? ¿Qué era una competición?

─ No me extraña que los chicos fueran reclutados, nunca estás por aquí.

Levantó las cejas.

─ ¿Es eso un reproche?

─ No, una observación. De hecho, ahora que la mayoría de las opperstes


han sido virtualmente erradicados o están a punto de ser eliminados, la
cabeza de la serpiente tendrá que ser cortada.

─ ¿Qué quieres decir?


─ Quiero decir, que si yo fuera tú, también haría una inspección de mis
consejeros, Su Alteza. Aparentemente todos los Consejos Superiores están
involucrados, incluyendo al Mortefilis.

Sus ojos se entrecerraron.

─ ¿Puedes repetir eso?

Suspiré y le conté rápidamente los últimos acontecimientos. Cuando


terminé, su mirada brillaba de una ira mal contenida.

Dibujé una sonrisa.

─ Por supuesto, cuento con ustedes para resolver rápidamente sus


pequeños desacuerdos antes de que mueran más personas.

Entrecerró los ojos.

─ ¿Te parece divertido?

─ Lejos de eso.

─ ¿Qué hay de los otros?

─ Baetan ya ha comenzado a liquidar parte de su junta directiva, Maurane


está muy motivada para ocuparse de las potioneuses. En cuanto a Ali y
Gordon, están deseando tener una pequeña conversación personal con sus
respectivos Altos Consejos.

Frunció el ceño.

─ ¿Los chamanes?

─ Ariel y Leo se encargarán de ello.

─ ¿Qué hay de las Vikaris en todo esto?

─ Permanecen oficialmente neutrales, por supuesto.

─ ¿Te das cuenta de que esto va a ser percibido como un verdadero golpe
de estado?

─ Digamos que más bien como una gran limpieza, ─ rectifique.

Me miró con escepticismo.

─ Y por supuesto, te quedarás fuera de esto...


─ Como Reina, sí. Como Assayim de Vermont, sin embargo, mi deber es
ayudar a los miembros del Directum.

─ Y tú que dijiste que odiabas las maniobras políticas...─

─ Te dije que no me gustaban, no que no supiera navegar en aguas


turbulentas.

Se echó a reír y luego se acostó encima de mí.

─ Te extrañé. ─ Suavemente empujé hacia atrás el mechón de pelo rubio


que bloqueaba su frente.

─ Yo también te extrañé.

Me besó. Sus labios tenían un sabor dulce y sentí que mi corazón se


aceleraba de nuevo.

Miré a Rafael mientras se sumergía y volvía a entrar en mí. El deseo que


expresaba su hermoso rostro era intenso, posesivo y tan urgente que parecía
casi desesperado. Yo temblaba y cada uno de sus golpes, de sus idas y venidas
causaba sensaciones maravillosas e increíbles en mis entrañas. Pero mientras
pasaba las uñas sobre su espalda y los espasmos eran cada vez más
numerosos, mientras mi cuerpo se regocijaba y gritaba por su placer, mi
corazón lloraba su sufrimiento sin que yo supiera por qué. Fue una sensación
extraña. Confusa. Unos momentos después, Raphael se estremeció. Muy
pronto, sentí el orgasmo contrayéndose en mi vientre a su vez y esparcirse
como una explosión a través de mi cuerpo derribando todas nuestras defensas.
Mi poder entonces comenzó a fluir en el de Rafael y a mezclarse con el suyo.
Nuestras energías se entrelazaron, dando lugar a un halo de mil colores. Y
mientras Rafael se desplomaba en mis brazos, movida por un impulso
incontrolable e irrefrenable, me proyecté en su cabeza decidida a aprovechar
este momento de abandono para cruzar la única barrera que obviamente
quería mantener: la de sus recuerdos. No tenía derecho a hacer eso, lo sabía.
Igual que sabía, lo enfadado que iba a estar, pero no me importaba. Quería
saber, necesitaba saber por qué me mintió. Cuando abrí los ojos, estaba en su
pasado. Un pasado reciente ya que me encontraba en el corazón del
invernadero que Raphael había construido el verano pasado. Avancé y lo
encontré frente a una forma luminosa, la misma que la de mi sueño.
─ El tiempo de los dioses ha terminado, ─ dijo Rafael.

─ Renacerá, ─ respondió la forma luminosa con voz encantadora.

─ ¿A qué precio?

─ Hubo un tiempo en que no te importaba...

─ He cambiado.

─ Porque estás enamorado...

La luz que emanaba la forma luminosa se intensificó repentinamente.

─ ¿No lo estás negando?

─ No estoy negando nada.

─ Juraste...

Bajó la cabeza.

─ Lo siento.

─ Oh, no, no lo haces, pero lo harás, disfruta, disfruta de estos momentos


de felicidad, perjuro, porque pronto sólo conocerás el sufrimiento...

La forma luminosa desapareció.

Rafael, con una expresión de dolor como nunca antes había visto, se
arrodilló en el suelo. Lanzó un grito desgarrador y luego comenzó a derramar
lágrimas de sangre.

Con el corazón apretado, me quedé postrada observándolo cuando de


repente sentí un intenso dolor bajo mi cráneo, tan intenso que tuve la
impresión de que iba a estallar. Entonces fue la nada.

Cuando me desperté, la cama estaba vacía. Raphael había desaparecido.

Inmediatamente me puse de nuevo la ropa y salí corriendo de la habitación.

─ ¡Raphael! ─ Grité mientras bajaba las escaleras.


─ El amo acaba de salir para el aeropuerto, señora. Me pidió que le diera
esta nota ─ dijo Héctor, dándome un trozo de papel donde estaba escrito de
forma lacónica:

«¿Nunca te han dicho que la curiosidad es un defecto muy malo? Me voy


por unos días, te veré cuando vuelva.»

Sacudí la cabeza mientras pensaba: Oh, no, esta vez no. Esta vez, no dejaré
que te escapes.

─ ¿Cuánto tiempo?

─ ¿Qué?

─ ¿Cuánto tiempo hace que se fue?

El vampiro miró su reloj.

─ Unos treinta minutos...

Así que la violencia con la que me castigó antes de cerrar nuestras marcas
me había dejado inconsciente durante al menos una hora. Iba a matarlo.

─ ¡Hasta pronto, Héctor! ─ Dije antes de darle la espalda y correr hacia la


puerta principal. Estaba arrancando cuando el mayordomo abrió
repentinamente la puerta del lado del pasajero.

─ Nos vemos muy pronto, Assayim ─ dijo, poniendo mi chaqueta en el


asiento.

La nieve seguía cayendo, mi limpiaparabrisas funcionaba a toda velocidad


y apenas podía ver la carretera a pesar de los faros y mi cerebro estaba a
punto de estallar. Docenas de preguntas giraban en mi cabeza. ¿Quién era esa
mujer? ¿Qué estaba pasando entre ella y Rafael? ¿Qué promesa le hizo a ella?
¿Por qué lo amenazó? ¿Por qué lo llamó Ellal? Y sobre todo, ¿por qué le daba
tanto miedo? Mi teléfono celular empezó a sonar y yo empecé a maldecir.

─ ¿Qué?

─ Estamos en territorio "cambiante", únete a nosotros tan pronto como


puedas, ─ respondió Madeleine.
─ ¿Quiénes son "nosotros"?

─ Naelle, Victoria, Sophie, Leonora, Ariel y yo.

─ ¿Qué demonios estás haciendo ahí? ¿Y con los niños encima? ─ ¡Grité!

─ Se suponía que distribuíamos tranquilamente las pociones para los


cambiaformas.

─ ¿Ali no pudo hacerlo él mismo?

─ Creo que pensó que no podía confiar en sus hombres por completo...

Oh oh oh.... algo me dijo que no me gustaría el resto....

─ ¿Y?

─ Y no estaba equivocado.

Inmediatamente me di la vuelta.

─ ¿Cuál es el problema?

─ Algunos de los cambiantes se han separado.

─ ¿Opperstes? ─

─ Sí. Supongo que se sintieron acorralados y sintieron que no tenían más


remedio que atacar.

─ ¿Cuántos hay?

─ No lo sé. Tan pronto como comenzaron los combates, el Ancestral reunió


a los niños y adolescentes en la casa y nos pidió que cuidáramos de sus
jóvenes.

─ ¿Cuántos niños?

─ Unos cincuenta.

Pensé. El clan de Aligarh tenía 2.500 cambiantes. Dado el número,


probablemente tendría que extender la distribución de veritas a lo largo de
varios días y comenzar con las familias. Maldita sea.

─ ¿A qué tipo de cambiaformas pertenecían los atacantes?

─ Por lo que pude ver, eran en su mayoría depredadores.

Se pone cada vez mejor.


─ Dile a Naelle, Sophie y Victoria que aseguren el área alrededor de la casa
y establezcan un perímetro de seguridad.

─ Muy bien.

Sabía que después de dar esta orden nadie podía acercarse a la casa del
tigre y por lo tanto nadie podía acercarse a los niños y a Leonora sin ser
inmediatamente quemado, torturado, destripado, despellejado, decapitado,
desmembrado, enterrado vivo, etc., etc., etc. Todo lo que quedaba por hacer
era resolver el resto de los problemas. La decisión de Ali de confinar a mi
guardia al papel de niñera en lugar de permitir que las Vikaris lucharan a su
lado, fue probablemente motivada por consideraciones políticas. Una petición
directa de ayuda a un clan extranjero para resolver conflictos internos, habría
sido considerada como una debilidad por los miembros de su clan. Pero si bien
entendía sus motivaciones, no me convenía. No cuando desconocía el número
y las habilidades de lucha de los atacantes y de los partidarios del tigre de
dientes de sable.

─ ¿Madeleine?

─ ¿Si?

─ Si la situación se descontrola antes de que yo llegue...

─ Tomaremos las medidas necesarias.

─ Gracias.
La noche ocultaba la mayoría de los cuerpos de mi vista, pero mi poder
podía sentir docenas de energías débiles, las de los heridos leves, así como los
últimos efluvios de los que estaban agonizando. Rápidamente lancé un
hechizo de visión nocturna y lentamente continué avanzando a través del
territorio silencioso. La nieve crujía bajo mis pies. Era tan callada y discreta
como una manada de elefantes, pero no me importaba. El olor metálico de la
sangre llenaba la atmósfera. Rugidos, chillidos de dolor, colmillos y choques
me llegaban de todas partes. Me quedé inmóvil por un momento, sorprendida
por la repentina aparición de un tigre y un gorila en medio de una
persecución. Con un movimiento brillante y elegante, el felino se lanzó contra
un tronco, rebotó en la madera para ganar impulso y se lanzó con todas sus
garras afuera sobre el primate. Inmediatamente rodaron uno sobre el otro, el
gorila abrazando al puma en sus fuertes brazos mientras el felino le
desgarraba los flancos con sus garras. Frunciendo el ceño, sacudí la cabeza.
Podría intervenir y disparar, por supuesto, pero como no tenía ni idea de
quién era el bueno ni de quién era el malo, decidí sabiamente no
involucrarme. Como dice el refrán: "En caso de duda, absténgase." En este
caso, no tenía otra opción. Era la única decisión sensata. Pero no podía decir
que me gustara. Avanzar ciegamente en medio de un campo de batalla y ser
incapaz de diferenciar entre enemigos y aliados era peligroso y ridículo.

─ Ass.... Assayim, ─ susurró una voz a unos pasos de distancia.

Me acerqué y tropecé con el cuerpo desnudo y ensangrentado de un


adolescente gravemente herido. Yo lo conocía: era Robin, un joven zorro. Un
cabeza hueca, adorable y encantador con quién Ali estaba en apuros tanto
para poderle entrenar como para sancionarlo. El pequeño nunca cruzó
seriamente la línea, pero sistemáticamente buscaba una manera de eludir las
reglas y tenía un problema con la autoridad.

─ No te muevas Robin, ─ me arrodillé junto a él.

Con un gesto, presioné la herida de su pierna y propulsé mi poder a través


de mis manos. Un brillo blanco envolvió la herida. Unos segundos después, la
sangre dejó de fluir y lentamente comenzó a coagularse.

─ Eso debería ayudarte a aguantar mientras te regeneras.

Dibujó una sonrisa.

─ Supongo que tendré que disculparme contigo...

─ ¿Por qué?

─ Hace dos meses, hice que te enviaran 80 paquetes de papel higiénico.

Levanté las cejas.

─ ¿Fuiste tú? ─

─ Sólo fue una broma estúpida. Lo siento.

Reprimí una sonrisa.

─ Nos ocuparemos de eso más tarde. Ahora mismo, quiero que salgas de
aquí lo antes posible.

─ ¿Qué?

─ Tan pronto como puedas caminar, huye.

─ Pero Ali...

─ Proteger a Ali es mi trabajo. El tuyo es ir a casa de una pieza, ¿estamos


de acuerdo?

Hizo una mueca.

─ Eso no es justo.

─ Lo sé, ─ me puse de pie para continuar mi viaje.


Le prometí al chico que protegería a Ali y eso es exactamente lo que
pretendía hacer. No era útil aquí. Pero podría luchar junto al Ancestral.
Propulsando mi poder fuera de mi cuerpo, lo lancé en busca del tigre. Nuestra
magia ya se había mezclado, así que me llevó menos de un minuto
encontrarlo. Su señal de energía era débil. Muy débil. Sintiendo una bola de
angustia formarse en mi estómago, empecé a correr tan rápido como mis
piernas podían llevarme. Estaba a punto de llegar al gigantesco
estacionamiento en la parte trasera de la casa principal cuando una criatura
larga y peluda saltó de repente de un árbol y saltó hacia mí. Esquivando su
ataque por los pelos, le disparé dos balas de plata en el cráneo.

─ Sí, lo sé, no es justo, pero no peso 80 kilos y no tengo garras, así que
digamos que estamos a mano, ─ dije al pasar por encima del cambiante chita
antes de reanudar mi carrera.

En medio de la marea de monstruos peludos que lo rodeaban, el tigre


dientes de sable brillaba como una estrella en medio de la oscuridad. Los
músculos titánicos de sus patas traseras actuaban como resortes. Garras,
colmillos en los flancos o en la garganta de sus oponentes, sangre y trozos de
carne salpicaban en todas direcciones. La nieve bajo sus pies había
desaparecido para dar paso a un enorme estanque rojo y viscoso salpicado de
docenas de cadáveres. Impresionante, no pude evitar pensar, antes de ver
caer al tigre.

─ Mi turno, ─ grité antes de liberar mi poder y avanzar hacía los


cambiaformas.

Se volvieron hacia mí todos a la vez. Algunos de ellos retrocedieron


instintivamente al reconocerme. Otros, demasiado cegados por la rabia como
para sentir el más mínimo miedo, rugieron, gruñeron y me ladraron. La magia
que se escurría por todos los poros de mi piel se extendió como un pulpo
invisible. Enormes tentáculos aparecieron del suelo y se lanzaron contra su
presa. Algunos trataron de huir, otros gruñeron con furia y miedo, otros
rodaron en una bola como niños asustados con la esperanza de escapar del feo
monstruo. Esperé unos segundos y luego lancé una ráfaga de bolas de energía
a los pocos atacantes que el poder de la Tierra aún no había absorbido o
cortado por la mitad antes de correr hacia el tigre.

─ ¡Ali!

Recuperó la forma humana.

─ ¿Por qué tardaste tanto?


Estaba sonriendo. Este idiota sonreía mientras su cuerpo estaba cubierto
de cortes, arañazos y sus intestinos prácticamente habían salido de su
estómago.

─ Eres un imbécil, ¿sabes? ─ Me arrodillé junto a él. ─ ¿Cómo pudiste


pensar que podrías manejar a tantos oponentes por tu cuenta?

─ Quería impresionarte, ─ bromeó. ─ ¿Funcionó?

Sus hermosos ojos grises ya no brillaban. Estaba jadeando y pude ver por
la blancura de su tez, normalmente bronceada que estaba a punto de perder
el conocimiento. Era poderoso, pero sus heridas eran tan graves que corría el
riesgo de morir antes de poder regenerarse.

─ Sí, ─ le contesté, poniendo mis labios en los suyos para impulsar toda la
magia de Vida que me quedaba dentro de su cuerpo herido.

Su boca sabía a sangre y a la frescura de un viento de invierno. Mi poder


se apoderó de él tan rápidamente que me faltó la respiración. Cruzando
suavemente sus defensas, se sumergió en sus venas y se dejó llevar hasta que
el latido de su corazón resonó en cada uno de mis latidos. Podía sentir cada
una de sus heridas, cada uno de sus traumas, cada uno de sus dolores pero
también su fuerza, su rabia, su ternura.... Seguí el flujo de sus emociones y
dejé que me guiaran con la extraña impresión de cruzar todas las
prohibiciones.

─ Rebecca, no... ─ susurró, bloqueándome.

Él tenía razón. No podía hacerlo. No sin ofrecerle algo a cambio. Cerrando


los ojos, dejé caer todas mis barreras. Mis sentimientos, los impulsos que a
veces sentía por él, el miedo a perderlo.... No le oculté nada. Me dio la mano
mientras nuestros poderes se mezclaban con nuestros pensamientos más
íntimos.

─ No luches, ─ le susurré, ─ no me rechaces...

─ Nunca...

Sonreí, me concentré de nuevo. Había bajado sus escudos y mi magia pudo


continuar su camino sin encontrar resistencia esta vez, hasta el cordón
metafísico que nos unía el uno al otro. Mi poder se lanzó inmediatamente a
su centro. Lo siguiente que supe fue que sentí una microexplosión y luego un
maremoto corriendo por todo su cuerpo. Su poder de hielo se mezcló con mi
magia del aire. Un enorme tornado blanco salió de la tierra y se extendió a
nuestro alrededor.

Abrí los ojos y me encontré con los ojos de Ali.

─ Chaligar...

Ya no podía seguir negándolo. Ya no. El vínculo entre Ali y yo era muy real.
Tan real y tangible como el que me unía a Bruce. Oh, mierda...

Aligarh estaba en pie y en buena forma, dada la facilidad con la que se


había librado de los últimos insurgentes. 87 de sus hombres habían muerto,
los opperstes había perdido 163. Los cambiantes más inofensivos, aquellos
que no tenían ni la agresividad ni los colmillos para luchar ─conejos, búhos,
ratones, etc.─ que eran los más vulnerables. ─...se habían agrupado con los
niños en la residencia principal. De acuerdo con mis instrucciones, las Vikaris
habían intervenido cuando vieron que la situación se deterioraba y se
interpusieron entre los opperstes carnívoros y sus presas.

─ Assayim, ¿dónde está mi mamá? ─ preguntó una niña de cinco años que
me miraba mientras hablaba de logística con Madeleine y Aligarh.

Recogí la señal de energía de la niña e hice una mueca: una hiena.... Ouch.
Miré al tigre con una mirada interrogante quién inspiró profundamente.

─ Amy... fue una de las primeras en caer, ─ explicó con una expresión
dolorosa.

─ ¿Vienes conmigo, Clara? Voy a hacerte un hermoso peinado de princesa,


─ intervino Leo de repente, sosteniéndola de la mano.

─ ¿Una princesa? Oh, qué bien ─ respondió la niña.

Naelle, Sophie y Victoria se miraron y luego se levantaron de sus sillas.

─ Terminaremos de ocuparnos de los cuerpos. Vamos a necesitar a alguien


que nos ayude a identificarlos a todos antes de quemarlos, ─ dijo Naelle en
tono neutro.

Ali se volvió hacia Peter, un cambiante puma que inmediatamente asintió


con la cabeza y siguió a las Vikaris afuera.
El viaje de regreso fue bastante silencioso. Leo y Ariel dormían en la parte
de atrás y Naelle, que había insistido mucho en acompañarme, era tan tácita
y comunicativa como siempre.

─ Es eficiente, ─ dijo de repente Naelle a mitad del viaje.

─ ¿Quién?

─ El chico guapo. Un cambiante búfalo pasó por nuestras defensas y rompió


una de las ventanas de la casa, el chamán simplemente levantó el brazo en
su dirección y ¡el otro cayó muerto!

─ ¿Ah, sí?

─ No sabía que los chamanes podían hacer eso, ─ pensó.

─ No pueden, ─ contesté.

─ ¿No?

─ No.

Naelle no insistió, sino que giró la cabeza discretamente hacia el asiento


trasero. Lo miré y pensé en ¿"el chico guapo"? Ella dijo "el chico guapo".

─ Leo.... ¿realmente lo odia?

─ ¿Por qué preguntas eso?

La Vikaris se encogió de hombros.

─ Ella sigue diciéndole que va a matarlo...

─ Oh, ya lo ha intentado, ─ susurró Ariel de repente al abrir los ojos.

─ ¿Y? ─ Preguntó Naelle mientras miraba la reacción de la Sombra en el


espejo.

Sonrió maliciosamente y luego cerró los ojos sin responder. Al menos el


mensaje era claro: la tumultuosa relación entre Ariel y Leo era como las reglas
del Club de la Pelea. Regla número uno, está PROHIBIDO hablar del Club de
la Pelea. Regla número dos, está PROHIBIDO hablar del Club de la Pelea.
Regla 3......
Acababa de estacionar frente a la casa cuando la abuela de repente abrió
mi puerta. Llevaba un abrigo grueso, un sombrero y su cara de un mal día.

─ ¿Dónde has estado? ¿Sabes qué hora es?

─ Fuimos a emborracharnos a un club y como teníamos miedo de ser


regañados, pensamos que era mejor...

─ Hablo en serio, Morgane.

Suspiré.

─ El clan cambiante fue atacado.

Su cara se ensombreció.

─ ¿Mucho daño?

Asentí con la cabeza.

─ Bastante mal, sí...

─ ¿El Ancestral?

Sonreí.

─ Está bien.

Luego se volvió hacia Naelle y preguntó en un tono helado:

─ ¿Por qué no me llamaste?

─ La situación no requería refuerzos Guardiana, ─ contestó de forma


pragmática.

─ ¿Cómo está Beth? ─ Pregunté.

Ella está dormida.

─ Bien.

─ Se pasó toda la noche intentando contactar con el padre del niño.

─ Maldita sea, ─ suspiré.


La abuela me miró fijamente.

─ ¿Algo que no me has contado?

Suspiré profundamente.

─ Khor fue asesinado.

─ Mamá, ─ dijo de repente Leo con voz temblorosa mientras señalaba algo.

Giré la cabeza y vi a Beth de pie en el porche mirándome fijamente, con la


cara pálida y los ojos bien abiertos por el dolor y la sorpresa.

─ Beth..., ─ susurré.

─ ¡No! ¡No! Noooooooo ─ Su grito desgarró la noche. Contenía tanto


sufrimiento que sentí que se me rompía el corazón.

─ ¡Beth! ─ Grité mientras corría hacia ella.

La abuela, vestida con una bata violeta, me sirvió una taza de té de


verbena. El resto de la casa dormía tranquilamente.

─ ¿Cómo está?

─ Mal. Le puse un hechizo para que pudiera dormir un poco.

─ ¿Cómo murió este chico?

─ Fue asesinado hace dos días por un cumurou archanta durante un ataque
contra el gobernador.

─ ¿Dos días? ¿Por qué no....?

─ Quería cerrar este caso antes. Quería tener tiempo para quedarme con
ella y estar ahí para apoyarla cuando se enterara.

Ella asintió suavemente y llevó la taza a sus labios.

─ Entiendo.

─ Lo dudo. Pero es muy amable de tu parte que te tomes el tiempo para


fingir.
Ella dibujó una sonrisa.

─ Pareces una niña pequeña.

─ He tenido un día difícil.

Es lo menos que podía decir. Entre los ataques opperstes, la traición de los
Altos Consejos, el engaño de Rafael, el duelo complicado de Beth y el extraño
lazo que me unía al Ancestral, no había tenido ni un segundo de descanso.
Desde el punto de vista físico y emocional. Estaba exhausta.

─ Entonces vete a la cama, mañana será otro día.

Otro día que iba a pasar en Gerlead.... afortunadamente, el tiempo


transcurría de manera diferente en los dos mundos... pasar un día en tierra
demoníaca era como desaparecer por apenas tres horas aquí... Cuando lo
pensé, no estaba tan mal. Siempre y cuando, por supuesto, mi escapada no
me reservara sorpresas desagradables. Cada vez que le preguntaba a Baetan
sobre las razones de este viaje o sobre el amigo que quería presentarme, me
decía amablemente que me fuera al infierno, lo cual no era muy
tranquilizador.

─ No veo cómo podría ser peor que el día que acabo de tener, ─ dije con los
dedos cruzados.

─ No se provoca al destino lanzando este tipo de reflexiones en voz alta, a


él le gusta sorprender, ─ dijo ella quitando las tazas vacías de la mesa y
poniéndolas en el fregadero.

Luego se dirigió hacia la puerta antes de darse la vuelta y añadir un tono


casual:

─ Por cierto, hablé con Greta por teléfono, te enviará su informe mañana.

Levanté las cejas.

─ ¿Qué informe?

─ El que le preguntaste sobre el Dios Ellal.

Sentí que todo el color abandonaba mi cara.

─ ¿El... el Dios?

Me miró con preocupación.

─ Morgane, ¿estás bien?


─ Ella dijo "Dios", ¿estás segura?

─ Sí, ¿por qué?

Por mucho que lo esperaba, estaba completamente aturdida. Mi cabeza


daba vueltas, mi garganta estaba seca, mis piernas temblaban. Quería gritar
y destrozarlo todo, liberarme de todo lo que me rodeaba y dejar que mi dolor
y mi rabia corrieran libremente, pero no podía. Los años que había pasado
aprendiendo a controlarme me impidieron hacerlo, y la parte racional de mi
cerebro sabía que necesariamente habría consecuencias. Todo lo que podía
hacer para alejar el dolor que me abrumaba era refugiarme en esa parte de
mí, esa pequeña parte de mí que me convertía en una asesina fría y sin alma.
Esa pequeña parte que se negaba a pensar o experimentar algo.

─ Morgane, ¿qué te pasa? Estás muy pálida... No hablas ¿estás mal....

Dejó su frase en suspenso cuando vio mi expresión.

─ Necesito tomar un poco de aire fresco, ─ dije, agarrando mi chaqueta de


la parte de atrás de la silla y saliendo corriendo de la casa.
No había podido dormir hasta la madrugada. Y me desperté con un terrible
dolor de cabeza y una sensación de resaca. Mi furia había amainado, pero
sabía que no iba a durar, que algo poderoso y violento estaba burbujeando
dentro de mí y que sólo tomaría un poquito para hacerla estallar. Lo cual no
tenía sentido, cuando lo pensabas. Debería haber sentido incredulidad,
curiosidad, incluso gratitud por el interés que Ellal me había mostrado, pero
todo lo que quería hacer era pegar mi puño en la cara de un Dios. Bastante
risible, ¿verdad?

─ ¿Me llamaste, mi Reina?

Madeleine estaba parada en el marco de la puerta. Ella me vio preparar


una pequeña bolsa de viaje con una mirada de ansiedad en su cara.

─ ¿Revisaste los emails esta mañana? ¿Greta envió su informe sobre Ellal?

─ Revisé los emails esta mañana, pero ninguno provenía de la historiadora.

Suspiré y cerré la cremallera de mi bolso.

─ Tengo que irme ahora. Cuento contigo para que cuides de Beth mientras
estoy fuera.

Levantó las cejas.

─ ¿Yo?
─ Eres la más paciente. No dudes en congelarla si crees que está planeando
huir.

─ Maurane está preparando una poción relajante para ella y Leonora está
actualmente con la loba. Están hablando.

Asentí con la cabeza. Mi hija sabía cómo mostrar empatía y compasión, a


diferencia de la mayoría de las personas que viven en esta casa hoy en día.
Por lo tanto, no era de extrañar que Beth se dirigiera a ella instintivamente.

─ Prima...

─ ¿Qué?

─ He estado pensando mucho en este viaje... ¿realmente no puedes


renunciar a eso?

─ ¿De qué tienes miedo?

─ ¿Por dónde quieres que empiece?

Reprimí una sonrisa.

─ Hice un pacto con Baetan, dije. Le prometí que lo acompañaría a Gerlead


y a cambio, me prometió que me cuidaría.

Me miró con tal escepticismo que me resultó difícil dejar de reírme.

─ ¿Realmente confías en este demonio?

─ Confío en el pacto que hemos concertado, ─ le rectifique.

Los demonios nunca hacían un pacto a la ligera y preferían morir antes que
romper su palabra. Madeleine lo sabía perfectamente, pero pude ver en su
rostro que no era suficiente para disipar su desconfianza.

─ ¿Qué hay de nosotras? ¿Qué pasará con nosotros, Morgane? ¿Seguirás


siendo capaz de fusionarte con la asamblea si surge la necesidad?

Me tomé un par de segundos para pensar y sacudí la cabeza. Mis poderes


de Vikaris no funcionaban en Gerlead. Tuve una amarga experiencia cuando
Mark me secuestró y me llevó a la tierra de los demonios. Nunca me había
sentido tan débil e indefensa en mi vida.

─ No, probablemente no.

Ella sacudió la cabeza.


─ Es demasiado arriesgado...

Fije mi mirada en la suya.

─ No te estoy pidiendo tu opinión, sólo te estoy informando de mi decisión.

─ Tú eres mi Reina, pero yo estoy aquí por orden del Consejo. Y dudo que
nuestras hermanas lo aprueben.

─ Di mi palabra, Madeleine. Y si tengo que enfrentarme al consejo para


poder honrarla, lo haré. Será a regañadientes y sin placer, pero lo haré. Sabes
que no tengo elección.

Un silencio espeso invadió la habitación. Entonces Madeleine suspiró.

─ Prométeme que volverás ilesa.

Levanté las cejas, sorprendida.

─ ¿Una promesa?

─ Eres medio demonio, ¿no?

Reprimí una sonrisa.

─ Te lo prometo.

Saliendo de la propiedad, giré directamente a la derecha por un pequeño


sendero y me detuve frente a un flamante BMW negro coupe. Baetan,
embutido en el cuerpo de un joven de treinta años, de pelo y ojos negros, cara
ovalada bien definida y mandíbula decidida, me esperaba, apoyado en la
puerta del lado del conductor.

─ Llegas tarde.

Vestido con un traje italiano oscuro, probablemente cortado a medida, y


una camisa blanca, respiraba lujo y dinero fácil.

─ Mis guardias y mi abuela se resistían a dejarme salir sola. Tuve que ser
muy persuasiva, ─contesté.

─ Hemos perdido demasiado tiempo, vamos, ─ dijo, agarrando la pequeña


bolsa de viaje que tenía en la mano y poniéndola en el maletero.
Había varios pasajes entre el mundo humano y el mundo de los demonios.
Uno de ellos estaba en Vermont, a unos 20 kilómetros de mi casa.

─ ¿Estás lista? ─ preguntó Baetan, extendiendo sus brazos hacia uno de los
muchos arces que hay a lo largo del camino.

Nada lo diferenciaba de otros árboles excepto el emblema demoníaco


grabado en su corteza.

Asentí con la cabeza.

─ Una vez en el otro lado, volveré a mi forma original, ─ me advirtió.

─ ¿Tu forma original?

Asintió con la cabeza.

─ ¿Es sexy?

Me guiñó un ojo y me contestó en un tono divertido:

─ Para una demonio, mucho.

El cielo de Gerlead era carmín. Salpicado de destellos negros como


relámpagos que decoraban la bóveda celeste como arañazos, cubría la tierra
de los demonios con una enorme sábana de color rojo sangre. Con la cabeza
en alto, lo observé durante un rato y luego miré hacia abajo al rugiente e
incandescente mundo de devastadora belleza que se desplegaba bajo nuestros
pies, con mi corazón y mi mente repentinamente extrañamente aliviados.

─ Entonces, ¿cómo crees que me veo? ─ le preguntó Baetan.

Larguirucho, la cara delgada, piel dorada, ojos rubíes, vestido con ropa
larga de colores brillantes, los demonios que había conocido hasta entonces
eran muy diferentes al que estaba frente a mí. Supongo que probablemente
se debía a sus 4 metros de altura, su dos metros de ancho, sus dos colmillos
de 15 centímetros, sus ojos rojos, sus garras y su enorme joroba, ─ al menos
no olía mal, eso era algo.

─ Te ves como el demonio.

Baetan se rió. Me encogí de hombros y eché un vistazo por la colina púrpura


donde estábamos. La ciudad de Gismath y la enorme torre negra que la
domina y que se precipita hacia el cielo en medio de una espesa nube de niebla
negra seguían siendo tan impresionantes como siempre. Sin decir una
palabra, comenzamos nuestro descenso a la ciudad. Para ser honesta, estaba
mucho menos ansiosa que en mi primera visita, pero tampoco era lo
suficientemente estúpida como para no sentirme aprensiva al enfrentarme a
este enorme tanque demoníaco. Sean pacíficos ─que era el caso de los que
viven en este nivel─ o no.

─ Las hembras mestizas son raras, así que trata de pasar desapercibida,
¿de acuerdo? ─ dijo cuando íbamos a mitad del camino hacia la ciudad.

Estaba buscando en mis recuerdos. ¿Qué me habían dicho sobre esto? Ah


sí, que la mayoría de las semidemonios morían de bebés a causa de graves
malformaciones, pero que había un rumor más fantasioso de que fueron
sistemáticamente eliminadas a causa de una profecía o algo así.

─ ¿Qué tienen de malo las mujeres mestizas?

Él suspiró.

─ No tiene importancia. Sólo trata de ser discreta... los sabios deben


ignorar tu presencia.

─ ¿Los sabios?

─ Los Vigilantes de la Torre Negra.

Había puesto una cara cuando lo dijo, una señal de que no los llevaba en
su corazón.

─ ¿Por qué?

Me miró fijamente con sus ojos de rubí.

─ ¿Realmente tengo que responder a esa pregunta?

No, probablemente no. Yo era la Reina de las Vikaris. Había dado un


primer paso hacia los demonios, al firmar los acuerdos de paz, pero seguía
siendo una amenaza real para ellos y probablemente todavía me consideraban
un enemigo.

─ ¿Para qué son estos Vigilantes?

─ Para crear problemas.

Ah... así que pensé que era mejor evitarlos. Problemas no es realmente lo
que me faltaba últimamente.

─ Entendido. Ni se darán cuenta que estoy aquí. ─ Se rió como si dudara


de que yo pudiera hacerlo. Fruncí el ceño.
─ ¿Qué?

─ Desde que te conozco, has sido un verdadero imán para los problemas.

─ ¿De quién es la culpa? ¿Quién prácticamente me rogó que aceptara este


maldito trabajo?

Bajó su horrible cabeza hacia mí.

─ Y ¿quién tuvo la estupidez de aceptarlo? ─me sopló en la nariz mientras


yo reprimía un escalofrío.

Sin duda: hablar con Baetan en su forma demoníaca tenía un efecto


deplorable en mi sistema nervioso.

─ ¿Sabes qué? Te diré algo. No me hables, ─ dije cuando entramos en


Gismath.

Caminamos por un laberinto de calles, seguidos por los ojos de todos los
demonios que veíamos. De casi 3 metros de altura, delgados, con piel dorada,
ojos rubíes y vestidos con largas ropas bordadas con reflejos brillantes, eran
tan elegantes y refinados como recuerdo. Contra todo pronóstico, no era a mí
a quien miraban, era a Baetan. Algunos volvieron la cabeza y aceleraron el
paso, otros lo saludaron con reverencia y todos sin excepción tenían el mismo
miedo en sus rostros.

Empecé a reírme.

─ ¿Qué es lo que te pasa?

─ Me pediste que me mezclara y que no llamara la atención, ¿o no?

─ ¿Y qué?

─ Que caminar contigo es como tener una gran luz de neón sobre tu cabeza
que dice: "Monstruo malo, lárgate".

Se encogió de hombros.

─ Simplemente no están acostumbrados a ver a un demonio superior


caminando por aquí, ─ contestó.

Sí, se podría ver de esa manera o podría preguntarme por qué Baetan los
asustaba tanto y si no debería preocuparme seriamente por ello.

─ Si tú lo dices, ─ dije en un tono poco convincente mientras nos dirigíamos


hacia la arteria más grande de Gismath.
Una verdadera frontera que separa los barrios elegantes y modernos de la
ciudad de los barrios populares y de sus antiguos edificios, la gran avenida
parecía extenderse hasta el infinito. Mark, el semidemonio que me secuestró
y me trajo aquí la primera vez, me explicó que su sociedad estaba dividida en
dos castas, la superior y la inferior. Los demonios del primer nivel fueron
esparcidos a ambos lados de la ciudad de acuerdo a su nacimiento.

─ ¿Qué estás haciendo? ─ Baetan me preguntó mientras miraba el casco


antiguo con una mirada pensativa en mi cara.

─ Me gustaría visitar a alguien, ─ contesté abruptamente.

Hice un pacto con Frawel es Bath, una demonio, durante mi primera


estancia en Gerlead: ella aceptó ayudarme a volver a casa y a cambio acepté
hacer todo lo posible para encontrar a su marido desaparecido, Wameth.
Frawel había cumplido inmediatamente su parte del trato y yo había
cumplido la mía al descubrir unas semanas más tarde, gracias a la ayuda de
Michael, el padre de Leo, el lugar donde se encontraba el demonio. Golpeado
por un hechizo lanzado por una joven Vikaris, el desafortunado hombre se
encontró atrapado en el cuerpo de su anfitrión y pudriéndose bajo 3 metros de
tierra en la frontera del territorio de las brujas de guerra.

Ese es el problema con los hechizos de destierro de los novatos, una palabra
equivocada, una mala entonación y luego, encarcelamos al demonio en vez de
matarlo.

Michael había quemado el montón de carne pútrida que servía como


recipiente del demonio para liberarlo, pero yo no estaba realmente segura, de
que después de todo ese tiempo su espíritu y su fuerza no lo hubieran
abandonado ya, y de que hubiera logrado regresar a casa. No tenía nada que
reprocharme, había cumplido honestamente con mi parte del trato, pero no
pude evitar morirme de las ganas por saber, si el pequeño Midhur, el hijo de
Frawel, había tenido la suerte de volver a ver a su padre ─lo que sinceramente
esperaba que hubiera pasado─ o si seguía llorando por él.

─ ¿Allí, en el casco antiguo? ─ me preguntó mientras yo miraba el lado


derecho de la avenida.

Asentí con la cabeza.

─ Ese no es lugar para ti.

Lo interrumpí.
─ No tienes que venir conmigo, si prefieres esperarme aquí, no tengo
ningún problema con eso.

─ De ninguna manera. Te prometí que te protegería y te traería de vuelta


sana y salva, y eso es exactamente lo que pretendo hacer.

─ Muy bien, entonces sígueme y evita quejarte.

Hizo un gruñido que hizo huir a varios transeúntes asustados.

─ ¿Quién se está quejando?

─ Tú. Tus colmillos están chillando, ─ le contesté, tratando de recordar el


camino. ─Creo que es el segundo a la derecha y el siguiente a la izquierda, ─
agregué, escabulléndome por las estrechas calles de los barrios antiguos.

─ Pff.... directo a los bajos fondos... ¿por qué no me sorprende? ─ se rió el


demonio con suficiencia mientras seguía mis pasos.

Decidí no tomar represalias y continuar mi viaje en silencio hasta que


llegué a la bonita casita donde vivía la familia de Frawel es Bath.

─ Rebecca ─de repente gritó una voz.

Lo siguiente que supe es que un joven demonio que jugaba en el callejón se


arrojaba a mis brazos con entusiasmo.

─ ¡Despacio, Midhur, no me agarres tan fuerte, no puedo respirar!

─ ¡Oh, lo siento! Ha vuelto, ¿sabes? Volvió, mi papá. ─ Gritó con


entusiasmo.

Suspiré de alivio por dentro.

─ Y estoy muy feliz por eso, créeme.

─ Mamá dice que es gracias a ti. ¿Es eso cierto?

─ En parte. Michael, uno de los grandes líderes vampiros, me ayudó a


encontrarlo. Sin él, no podría haber salvado a tu padre.

El niño me sonrió y luego miró a Baetan. Midhur medía un metro la última


vez que lo vi. Debe tener entre 1,20 y 1,30 metros de altura ahora.

─ ¿Quién es ese tipo? ─ Volví mi atención a Baetan. Con sus ojos que casi
se le salían de sus órbitas, nos observaba con una mirada aturdida. Me encogí
de hombros.
─ Mi guardaespaldas.

─ Tiene una cara extraña, ─comentó espontáneamente Midhur.

Baetan tosió y yo me reí hasta que una voz femenina reprimió al niño con
firmeza.

─ ¡Midhuuuuur!, discúlpate inmediatamente con el Hamkeris, ─ ordenó


Frawel, arrodillada ante Baetan. ─ Lo siento, por favor, perdónelo, todavía es
muy joven.

Miré a Baetan y lo interrogué.

─ ¿Hamkeris?

─ Ese es mi título. Significa "Pacificador", ─ contestó.

─ Um... ¿Pacificador? ¿Qué hace exactamente un Pacificador?

─ El Pacificador es el que resuelve los problemas y conflictos entre los siete


niveles.

Le di una mirada escéptica.

─ ¿Tú, tú resuelves conflictos? ¿Cómo? ¿Golpea a los beligerantes hasta que


se detienen o caen muertos a tus pies?

Gruñó.

─ Oh, no pasa nada. Estoy bromeando, estoy bromeando...

Frawel, que todavía estaba arrodillada, se levantó mirando hacia abajo.

─ Frawel es Bath, es un placer volver a verte, ─ dije mientras caminaba


hacia ella.

Me sonrió tímidamente.

─ También estoy encantada de volver a verte, Morgane Vikar es mirhul eb


camin Gerleadis, ─ dijo, mirando avergonzada a Baetan antes de guiarnos
hacia el interior.

─ Midhur me dijo que su marido ha vuelto, ¿cómo está?

─ Está un poco traumatizado por esta experiencia y no creo que regrese al


mundo humano, pero no le está yendo tan mal en estas circunstancias.
─ Es por las Vikaris, ─ explicó Midhur, haciendo gestos antes de mirarme.
─Dime, ¿todavía quieren hacerte daño, Rebecca? Porque ahora que has
salvado a papá puedes esconderte en nuestra casa, estoy seguro de que mamá
estará de acuerdo, ¿verdad, mamá?

Baetan soltó una extraña risa mientras Frawel asintió educadamente.

─ Por supuesto.

Le froté afectuosamente la cabeza a Midhur.

─ Es una oferta muy amable y aprecio el gesto, pero no te preocupes, ahora


estoy a salvo.

─ ¿Las mataste a todas?

Baetan empezó a reírse. Lo fulminé con la mirada.

─ No. Cambiaron de opinión sobre mí.

─ ¿Ya no quieren hacerte daño?

─ No.

─ Pero son brujas muy, muy malas, hay que tener mucho cuidado.

─ Lo sé. Pero eligieron una nueva Reina, una Reina mucho más agradable
que decidió hacer las paces con todos los demonios.

Sus ojos se redondearon.

─ ¿Es eso cierto?

─ Sí. Así es.

─ ¿Es tan buena como tú?

─ De hecho, es exactamente como yo.

Frawel se estremeció y me miró fijamente. Me encogí de hombros.

─ Un ascenso inesperado...

─ Ya veo.... Eso explica la presencia del Señor Hamkiris a tu lado ─ dijo


ella, volviendo la cabeza hacia Baetan, pero sin atreverse a mirarle
directamente a los ojos.
─ ¿Él? Oh no, me sigue porque piensa que soy sexy, ─ bromeé de nuevo
mientras unos extraños sonidos escapaban de la garganta de Baetan.

Intercambié cortésmente por unos minutos más con Frawel bajo la mirada
furiosa del demonio, luego me despedí rápidamente de la madre y de su hijo
y tranquilamente retomé mi viaje con Baetan.

─ ¿Por qué has sido tan amable con estos demonios inferiores? ¿Qué estás
tramando? ─ preguntó después de unos minutos.

─ Nada.

─ ¿Nada?

─ Me gustan.

Giró la cabeza hacia mí y me miró con incredulidad y luego suspiró y aceleró


su paso.
El "intercambiador de niveles", es decir, el pasaje que permitía a los
demonios circular por sus diferentes mundos, estaba al final de la ciudad. No
parecía una gran cueva o una gran escalera tallada en la roca llena de
oscuridad y criaturas misteriosas como las imaginaba, sino una especie de
sala de lujo ultramoderna comparable a la de algunos palacios. Alrededor de
diez grandes demonios de casi 4 metros de altura y vestidos con largas capas
negras que se asemejaban a algún tipo de policías o soldados, estaban
obviamente sirviendo como guardias de seguridad. Uno de ellos,
probablemente su líder por el dorado que llevaba sobre sus hombros, se dirigió
inmediatamente hacia nosotros tan pronto como nos vio.

─ Hamkiris, ─ se inclinó ante Baetan.

─ Hola Kelouali, ha pasado mucho tiempo, ─ contestó este último, mientras


que el otro me miraba con curiosidad.

Mi poder comenzó inmediatamente a pulular bajo mi piel y la bestia, a


quien obviamente no le gustaba, comenzó a gesticular en mi interior.

─ Demasiado tiempo Hamkiris.

Me quedé callada, pero un pajarito me dijo que el jefe de los guardias era
francamente hostil a mi presencia en estos lugares y que, si aún no había
hecho el más mínimo comentario sobre mí, no tardaría en llegar.
─ ¿Quién es esta joven mestiza? ─ agregó el jefe de los guardias, volviendo
la cabeza hacia mí.

Bueno, ¿qué estaba diciendo? Bingo.

─ Su nombre es Rebecca y ella es mi invitada, ─ contestó Baetan


lacónicamente.

─ Ya veo, ─ dijo, ─ por favor, perdona mi curiosidad, Hamkiris, pero ¿está


en la lista?

¿Qué era eso de la lista?

─ El requisito del censo es sólo para las descendientes mestizas de


demonios de primer, segundo y tercer nivel, ¿cierto? ─ preguntó fríamente
Baetan.

─ En efecto, Hamkiris.

─ Entonces Rebecca no tiene que someterse a ello.

Una expresión de asombro apareció en la dorada cara del demonio.

─ Vamos, ─ me ordenó Baetan asintiendo con la cabeza antes de señalar


una especie de gran ascensor.

─ ¡Hamkiris, espera! Se debe advertir a los ancianos que...

─ Diles que está bajo mi protección y que es mejor que se alejen de ella si
no quieren verme meter las narices en el negocio de las torres negras, ─ gruñó
Baetan con voz amenazante.

El jefe de los guardias retrocedió y se inclinó fríamente. Inmediatamente


miré a Baetan.

─ ¿Qué es eso del censo?

─ Nada de lo que debas preocuparte, ─ explicó antes de agarrarme del


brazo y arrastrarme hasta el ascensor.

¿Nada de lo que deba preocuparme? ¿Aparentemente los demonios estaban


cazando a las mestizas y yo no tenía que preocuparme? No, pero ¿hablaba en
serio?

─ Baetan, sólo te hice una pregunta. ¿Qué está pasando aquí?


No respondió, apretó un botón de luz negra, una tecla diferente a las demás,
se abrió, metió uno de sus dedos largos dentro y pronunció una palabra
extraña.

─ ¿Adónde me llevas exactamente? ¿Quién es ese amigo que quieres


presentarme a toda costa?

─ El ascensor no va más allá del sexto nivel, entonces vamos a tener que
caminar, ─ contestó, clavando sus ojos rojos en los míos.

¿No más allá del sexto nivel? Eso significaba que íbamos a... no...¿no al
séptimo, después de todo? Tragué, muerta de miedo.

─ Baetan, hicimos un pacto.

─ Sé lo que prometí.

─ ¿Entonces por qué me llevas allí?

El séptimo nivel... la tierra de los Destructores del Mundo... los hijos del
Dios Avkah, los demonios más salvajes y poderosos que jamás se hayan
creado... Iba a vomitar, esta vez era seguro, iba a vomitar.

─ Sólo te acompaño a casa, joven Destructora.

─ ¿A mi casa? ¿Bromeas?, ─ le pregunté cuando salíamos del ascensor.

─ Puedes seguir negándolo, pero la verdad es que perteneces en parte, a


este mundo, Rebeca, ─ respondió.

No intentaba negar nada, pero lo que él decía no tenía ningún sentido para
mí. Ninguno que yo pudiera entender.

─ Soy una Vikaris. Mis poderes, mi magia y mi corazón pertenecen a la


Diosa Akhmaleone, mi mundo es el que ella creó para nosotros, ─ dije
mientras caminábamos por un laberinto de corredores más oscuros y
sombríos.

Las paredes que nos rodeaban ya no estaban cubiertas de mármol, sino de


docenas de ideogramas extraños.

─ ¿Qué dicen? ─ Pregunté.

─ Básicamente, dice que los que entren aquí morirán y que los "guardianes
del Dios dormido" velan por su sueño, ─ contestó Baetan.
Oh bien, seguro que cuando lo dices así.... me dieron ganas de ir... Iba a
decirle que me iba a dar la vuelta cuando de repente vi una masa de humo
negro que venía hacia nosotros.

─ ¡Mierda! ¡Un Destructor! ─ grité mientras sentía que mi bestia se elevaba


bajo mi piel mientras temblaba de alegría y exaltación.

Cerré los ojos y traté de alejarla, pero sin éxito. Estaba tratando de salir y
me estaba haciendo daño.

─ Es suficiente, ─ susurré.

─ ¡Hogar! ¡Casa! ─sopló en mi cabeza mientras su poder se hinchaba y


crecía de nuevo.

─ Es demasiado peligroso, nos vamos, ─ volví a susurrar mientras sentía


que me arañaba y quemaba por dentro.

─ ¡NO!, ─ contestó ella antes de escapar por mi boca y mi nariz en un


deslumbrante y violento empujón.

La nube de mi bestia se unió a la del Destructor que estaba flotando un


poco más lejos y ambos desaparecieron inmediatamente en el inmenso abismo
que apareció unos metros más abajo de nuestros pies. Maldita sea, esta vez
tenía que irme, no tenía elección.

─ ¿Qué es eso? ─ le pregunté a Baetan, mirando hacia abajo a las


profundidades que parecían extenderse hasta el infinito.

─ El camino al séptimo nivel, ─ explicó.

─ Bien.... ¿y qué planeas hacer para bajar? ¿Un paracaídas, un planeador


o una cuerda de 3 km?

Se rió y me dio una gran palmada en la espalda que me empujó al abismo.


Grité durante la mayor parte de la caída y luego, justo cuando pensaba que
me iba a estrellar contra una franja de tierra negra, dos nubes de humo
vinieron de repente a rescatarme levantándome y ralentizando mi velocidad
hasta que pude aterrizar sin problemas.

─ ¿Morgane no estas mal? ─preguntó mi bestia, mirándome con sus ojos


rojos.

─ No, no duele. ¡Cobarde! ─ le grité furiosa.

─ Xylos pregunta por qué gritas.


─ ¿Xylos? ─ Pregunté.

Volvió sus ojos rubí hacia otra nube de humo que flotaba cerca de ella.

─ ¿Ah? ¿Conseguiste un amigo?

Suspiré.

─ Dile que le agradezco la ayuda...

El Destructor había evitado que me estrellara. Lo cual fue, tuve que


admitirlo, muy amable de su parte. Además, ya que estábamos hablando de
ello, probablemente iba a matar a Baetan. No sabía dónde ni cuándo, pero
una cosa era segura: iba a matarlo.

─ ¿Has visto a Baetan?, ─ le pregunté, mirando hacia el cielo.

En fin el cielo... se decía rápidamente... no era ni negro ni gris, justo en


medio... extrañamente, sin embargo, no estaba demasiado oscuro y el paisaje
era perfectamente distinguible... el río rojo, las inmensas tierras negras, la
ausencia de vegetación y los siete edificios en forma de pirámide.

─ Te está esperando en entremonde.

─ ¿Entremonde?

─ Tú sígueme, ─ dijo la bestia volando hacia una gigantesca cavidad a 100


metros de distancia.

Excavada a lo largo de la roca, parecía gigantesca. Cuando entré,


inmediatamente me encontré con Baetan, o mejor dicho, con una versión
intangible y transparente del demonio. Algún tipo de proyección astral.

─ ¿Por qué esa forma tan rara? ¿Te ves cómo Casper? ─le dije irónicamente.

─ A los demonios del sexto nivel no se les permite entrar a este santuario,
Morgane, la única forma en que puedo comunicarme con este mundo es
proyectando mi imagen, ─ explicó.

─ ¿Sabes que una vez que salga de aquí voy a tener que matarte?

Se encogió de hombros con indiferencia.

─ No exageres, ¿quieres?

─ ¿Exagerar? ¿Me estás tomando el pelo? ¡Me lanzaste al vacío, hijo de


puta!
─ Era la única manera, no había otro camino.

Esta vez, era seguro que iba a estrangularlo.

─ Baetan tiene razón, no hay otra manera, Morgane ─ intervino una voz a
mis espaldas.

Me di la vuelta.
Un hombre alto de unos cincuenta años, con las sienes plateadas y una
cálida sonrisa, estaba en la entrada de la cavidad. Su poder era tan antiguo,
tan terrible, tan poderoso que prácticamente me impedía respirar.

─ Laakhem, ─ Baetan se arrodilló con una expresión de intensa devoción


en su rostro.

─ Levántate, amigo mío, ─ agradeció el recién llegado sin renunciar a su


sonrisa.

Entonces se volvió hacia mí y comencé a temblar.

─ Acércate...

No quería hacerlo. No. Por primera vez en mi vida, estaba completamente


congelada por el miedo.

─ Sólo quiero mirarte...

Yo obedecí. Con cada paso que daba, el dolor se intensificaba hasta el punto
de sentir que mi cráneo estaba a punto de explotar. Me empezó a sangrar la
nariz. Caminé unos pasos más hacia adelante y caí de rodillas en el suelo.

─ Mis disculpas, fue muy descortés de mi parte, ─ dijo, tragándose parte


de la magia que emanaba de él.

La presión que sujetaba mi cráneo desapareció inmediatamente y empecé


a respirar de nuevo. Tragué y asentí suavemente.
─ Gracias.

Me miró de pies a cabeza.

─ Pareces cansada. ¿Estás comiendo bien?

Lo miré con una mirada de sorpresa.

─ ¿Yo "qué"?

─ ¿Estás comiendo bien?

─ Uh sí... supongo que sí...

─ Pareces sorprendida, pero he oído que este es el tipo de preguntas que


los padres humanos hacen.

─ Humanos, tal vez, pero yo...─ dejé mi frase en suspenso y pregunté:

─ ¿Quién es usted?

─ Un creador. Tu creador.

Vale... Estaba tratando con un loco inteligente con súper poderes...


impresionante...

─ Con "creador" te refieres a mi Dios, mi...

─ Tu padre ─ me cortó, mirándome directamente a los ojos.

─ ¿Mi padre? ─ Esta "divinidad" o ─lo que sea─ no podía ser mi padre. Mi
padre era un Destructor del Mundo, un ser malvado hecho de sombras y ojos
rojos brillantes. No un hombre guapo con rasgos cincelados y poderes
cósmicos.

Me aclaré la garganta.

─ Debes estar equivocado...

─ No hay ningún error, Morgane.

Me volví hacia Baetan.

─ ¿Otra de tus bromas?

Baetan negó con la cabeza.


─ Nunca te he quitado los ojos de encima, Morgane ─dijo el hombre. ─ Y
ese ha sido el caso desde que naciste. Te vi crecer para ser una bruja poderosa
y luego una consumada guerrera.

Mi corazón se saltó un par de latidos.

─ ¿Me has estado espiando?

Se encogió de hombros.

─ Eres mi hija, ─ dijo, como si eso lo explicara todo.

─ No soy tu hija.

─ No digas tonterías, por supuesto que eres mi hija, y Ejkah no se equivocó


el otro día, ¿verdad Ejkah? ─ preguntó, volviéndose hacia mi bestia.

─ ¿Eykah? ─ Pregunté.

─ Tú Destructora. Ella es muy joven y por el momento muy débil, pero


dentro de poco será una amenaza real para el mundo humano.

Esto explicaba al menos en parte cómo había reaccionado la "bestia" la otra


noche y el frenesí que se había apoderado de ella en la arboleda.

─ ¿Fuiste tú? ¿Fuiste tú la otra noche?

Asintió con la cabeza.

─ Estaba tan ansioso por verte que no fui cuidadoso... ¿Estás decepcionada?

No. Estaba ansiosa. Asustada. Aterrorizada. Pero no estaba decepcionada.

─ No.

─ ¿Pero?

─ Pero no sé cómo reaccionar.

Reconocer esto ya es un buen comienzo.

─ ¿Qué es lo quieres de mí? ─ Pregunté, frotándome el brazo con


nerviosismo.

Entrecerró los ojos.

─ ¿Te asusto?

Hubiera sido ridículo negarlo. Asentí suavemente.


─ Tus miedos son inútiles, no quiero hacerte daño.

Extrañamente, le creí. Los seres que tienen el poder de destruir el mundo


con un chasquido de sus dedos, no se molestaban en mentir. No tienen que
hacerlo.

─ ¿Entonces por qué me trajiste aquí? ¿Por qué ahora?

─ Pensé que era hora de que supieras más sobre tus orígenes y te hiciera
descubrir este mundo, mi mundo, ¿estaba equivocado?

─ Francamente, no lo sé, ─ respondí pensando.

Últimamente me había estado haciendo muchas preguntas al respecto. No


sabía si tenía algo que ver con mis nuevas responsabilidades y las
controversias que generaban, o si era porque me di cuenta de lo evasiva que
eran mi abuela y las demás sobre el tema, pero tuve que admitir que esta ley
del silencio comenzaba a intrigarme seriamente.

─ Mi madre...

─ ¿Y bien?

─ ¿La coaccionó o...

Frunció el ceño.

─ Seducida, ─ rectificó con un toque de contrariedad en su voz. ─ La seduje.

─ ¿Con esta envoltura carnal?

─ No. Tomé prestado este especialmente para ti. Pensé que su edad y
apariencia te convendrían y que podría tranquilizarte.

─ Muy delicado de tu parte.

─ Tu Destructora es aún joven. Todavía tiene dificultades para dominar


nuestro idioma, así que pensé que tendríamos menos dificultades para
comunicarnos de esta forma.

─ No entiendo muy bien... Mi bestia, bueno, quiero decir Ejkah, y yo somos


dos entidades diferentes...

─ Porque como mestiza tienes dos envolturas naturales. Una


representación demoníaca y una humana. Como Destructor, sólo tengo una.
Puedo ocupar un cuerpo humano pero sólo tengo una conciencia.
─ Ya veo... ¿Qué hay de mi madre? ¿Sabía con quién estaba tratando?

Normalmente, no habría hecho esa pregunta. Las Vikaris eran muy buenas
reconociendo e identificando demonios, pero mi padre era más una deidad
demoníaca que un demonio ordinario, así que....

Asintió con la cabeza.

─ Por supuesto que sí. Era una bruja magnífica y poderosa, ni siquiera yo
podría haberla engañado.

─ ¿Quieres decir que tuviste una relación real?

─ ¿Qué tiene de sorprendente? ─ preguntó sonriendo. ─ Puedo ser una


compañía muy agradable, ¿sabes?

¿Agradable? No. Cautivador, fascinante, estimulante pero agradable,


ciertamente no.

─ Magdalena, al menos me encontró entretenido.

Magdalena, el nombre de mi madre... El nombre prohibido que ya nadie se


atrevía a decir.

─ Y ella murió...

Se encogió de hombros.

─ Es el destino de todos los mortales.

─ ¿La mataste?

─ No. Estaba abrumada por el poder, el poder que crecía en su vientre y


que finalmente la destruyó...

Palidecí de repente.

─ ¿Yo? ¿Yo fui la que...? ─

─ Tú no. Tu poder, ─rectificó en un tono neutro.

Sentí que mi garganta se tensaba.

─ Le había advertido... Le había advertí que no sería lo suficientemente


fuerte... pero una vez más, ella hizo lo que quiso, ─ continuó.

─ ¿Quiere decir que sabía que su embarazo la mataría y aun así quería
conservarme?
Imposible. Mi madre era una Vikaris. Las Vikaris no tienen instinto
maternal. Son frías y racionales. Sí, lo olvidé: no se acuestan con demonios.

─ Tu madre tenía sus creencias. Ella pensó que te convertirías en el


Amberath anunciado por la profecía. La que se suponía que traería a su Diosa
de vuelta a la vida.

Levanté las cejas.

─ ¿El "Amberath"? Nunca he oído hablar de esta profecía.

─ Pocos somos conscientes de ella... Dice que: "La que tiene un pie en ambos
mundos fue elegida para dar a luz a la Diosa de la vida de nuevo y permitirle
volver a caminar entre los hombres..."

Bueno, al menos tenía una explicación para el extraño comportamiento de


los ancianos de la Torre Negra hacia los semidemonios. Akhmaleone era la
enemiga jurada de su Dios Avkah y de todos sus hijos. Si realmente creían en
esta profecía, deben haber querido eliminar a todas las mujeres mestizas por
temor a que se hiciera realidad.

─ Esta profecía es necesariamente una broma ya que Akhmaleone no está


muerta, ─ le señalé.

─ No, pero ahora es sólo una sombra de sí misma. Y necesita un


receptáculo. Una envoltura carnal capaz de contener todo su poder.

Le di una mirada escéptica.

─ ¿Mi madre realmente creía en esa fábula?

─ Con toda su alma.

─ ¿Y de dónde sacó esa certeza?

─ Afirmó que su diosa le había susurrado al oído.

Eso justificaba en parte esta locura. Si mi madre realmente creía en esta


profecía, no tenía ninguna razón para resistirse a los avances del demonio.
Todo lo contrario.

─ Pero no le creíste, ─ adiviné al ver la duda que brillaba en sus ojos.

─ No, en ese momento, no. Sabía que era sincera, pero tu madre era una
visionaria y, como todos los videntes, no siempre sabía la diferencia entre el
sueño y la realidad.
¿Un vidente? En otras palabras, era capaz de ver ciertos eventos pasados y
futuros: un regalo que era particularmente raro en nuestro clan y que casi
sistemáticamente conducía a la locura a quien lo poseía.

─ ¿Por qué "no en ese momento"? ¿Eso significa que has cambiado de
opinión?

─ Digamos que estoy empezando a hacerme preguntas sobre ti, Morgane


Vikar es mirhul eb camin Gerleadis, ─ admitió, mirándome intensamente.

No pude evitar temblar.

─ No me llames así, ─ dije, sintiendo una extraña sensación de


incomodidad, como una llamada.

─ ¿Por qué? Ese es tu verdadero nombre. Un nombre particularmente raro


y poderoso.

─ ¿Poderoso?

─ ¿No puedes sentirlo? Es una advertencia y una amenaza por derecho


propio. Gerlead te eligió a ti, Morgane.

─ ¿Elegido para qué?

─ Sólo Avkah lo sabe, ─ respondió con una sonrisa.

Bueno, con esa una ayuda... pfft...

─ Ahora, sígueme, hija, ven y contempla este mundo, tu mundo. Ya verás,


es de una belleza edificante, ─ añadió de repente, haciéndome señas para que
la siguiera.

Me quedé allí unos segundos preguntándome si no estaba alucinando, y


finalmente resolví, con mariposas en el estómago, seguir obedientemente los
pasos de mi padre.

─ Así que. ¿Qué te parece?

Miré a mi progenitor. Pude ver por la mirada en su cara, que era


importante para él que yo respondiera, como si esta pregunta significara más
de lo que parecía.

─ Oscura e intrigante. ¿Por qué estas pirámides?

─ Siete Destructores, siete casas, ─ contestó lacónicamente.


─ ¿Sólo siete?

─ Es suficiente, créeme, ─ sonrió.

─ Conocí a Xylos, tú eres Laakhem... ¿dónde están los otros?

─ Están durmiendo.

─ ¿Durmiendo?

─ Su hora aún no ha llegado.

─ Oh, ¿quieres decir que cada uno se turna para despertarse?

─ Con una excepción.

─ ¿Tú? ─ adiviné.

Asintió con la cabeza.

─ Yo soy el Vigilante.

─ ¿Qué significa eso exactamente?

─ Yo cuido de nuestro Dios.

Lo miré con asombro.

─ ¿Avkah? ¿Estás hablando de Avkah?

Asintió suavemente.

─ ¿Él.... él está aquí?

─ Estás en su santuario.

Me alejé e inconscientemente eché una mirada de preocupación a mí


alrededor. El Dios Avkah no era conocido por su bondad. Muchas leyendas
hablaban de su ira y de las ciudades que había destruido durante sus furias
incontroladas.

Tragué.

─ Él... ¿dónde está ahora?

─ Está durmiendo.

─ De acuerdo. ¿Y cuánto tiempo pasará antes de que se despierte?

─ Años, siglos, milenios...


─ ¿Milenios?

Así que no tenía motivos para el pánico. Entonces, ¿por qué tenía esta bola
en el estómago que de repente me gritó que huyera tan rápido como pudiera?

─ Yo no pertenezco aquí.

─ ¿Y por qué no?

─ Soy una Vikaris, una sirviente de Akhmaleone, ─ contesté como si eso lo


explicara todo.

─ Pero también eres una Destructora, una de sus creaciones más preciosas.

No estaba segura si ser una de las "creaciones preciosas" de Avkah me


atraía particularmente.

─ Admito que tengo un pequeño problema con el concepto.

─ Solo necesitas un poco de tiempo y tiempo no es lo que nos falta a los


Destructores.

Me sonrió.

─ Te guiaré y te enseñaré todo lo que sé.

Le di una mirada de sorpresa.

─ ¿Quieres decir que nos volveremos a ver?

Me miró como si hubiera perdido la cabeza.

─ Por supuesto que nos vamos a ver de nuevo y muy a menudo. Tú eres mi
hija. Quiero ser parte de tu vida.

Conocer a mi padre a mi edad y descubrir que estaba dotado de poderes


capaz de extinguir el núcleo de la tierra o pulverizar toda la superficie de la
tierra en un abrir y cerrar de ojos ni siquiera era divertido ─ no tenía ni idea
de cómo me sentía realmente. Estaba demasiado conmocionada o
desestabilizada para poder analizar mis sentimientos, pero enterarme de que
este monstruo tenía la intención de interferir en mi vida era, por el momento,
francamente aterrador.

─ Ahora soy un adulto. Si realmente querías ser parte de mi vida, deberías


haber asumido la responsabilidad cuando yo era una niña, ─ respondí.
─ De niño, nunca podrías haber sobrevivido aquí. Tu Destructora era
demasiado débil, el santuario no te habría reconocido como uno de nosotros y
te habría rechazado. Así que tuve que esperar a que Ejkah creciera y se
fortaleciera lo suficiente como para traerte a mi lado, ─ explicó.

─ Ya veo.

De hecho, debo haberme quedado más aturdida de lo que imaginaba porque


no podía ver nada en absoluto. Por supuesto, entendí lo que me estaba
explicando, pero una gran parte de mi cerebro no sabía qué pensar.
Simplemente registraba y recogía datos hasta que pudiera analizarlos.

─ Pero no te preocupes, recuperaremos el tiempo perdido, ─ dijo, seguido


de un largo monólogo en el que me explicó muchas cosas sobre nuestros
poderes y cómo me enseñaría a usarlos.

Entonces, viendo que no estaba respondiendo, finalmente decidió después


de un tiempo despedirme.
El viaje de regreso con Baetan me pareció mucho más corto que el viaje de
ida. El demonio no me hizo preguntas, así como tampoco cuestionó cómo me
sentía. Simplemente me acompañó en silencio al pasaje que conduce al otro
lado del velo. Mirando mi reloj, me sentí aliviada al ver que eran apenas las
once y que no había estado fuera más de una hora.

─ Baetan, ─ le dije mientras se detenía no muy lejos de donde había


estacionado mi auto.

Giró la cabeza hacia mí. Había recuperado su sobre humano tan pronto
como cruzamos la frontera entre los dos mundos y, para ser honesta, yo lo
prefería así.

─ Te pidió que me vigilaras, ¿no? Por eso me protegiste cuando los


Mortefilis atacaron y por eso me echas una mano cada vez que te pido ayuda.

─ Al principio, sí, ─ concedió. ─ Pero ahora lo hago porque disfruto de tu


compañía y me distrae de mi aburrimiento.

Le di una mirada de duda.

─ ¿Disfrutas de mi compañía?

─ Te encuentro divertida y sorprendente. Dos cualidades extremadamente


preciosas para un demonio que ha vivido tanto tiempo como yo.

Reprimí una sonrisa.


─ ¿Tienes hijos?

─ No.

─ Pero si los tuvieras, ¿habrías actuado como él?

Tuve problemas para decir "mi padre", cuando quise pronunciarlas, estas
dos palabras se me atascaron en la garganta.

─ Probablemente. Sabes, los Destructores no son como otros demonios.


Piensan y actúan sin tener que rendir cuentas y sus motivaciones a menudo
se nos escapan.

─ Yo... no me siento como él. No creo que algún día pueda cumplir con sus
expectativas o vivir en el santuario. Odio ese lugar.

─ Ese es tu legado, no puedes rechazarlo.

Dibujé una sonrisa.

─ ¿Quieres apostar?

─ Si no asumes que eres un demonio, si no aprendes nada, no sólo no


progresarás sino que serás incapaz de controlar a tu Destructora. ¿Es eso lo
que realmente quieres?

No. Por supuesto que no, no era lo que yo quería.

─ Tienes que aceptar ambas naturalezas, Rebecca, no tienes otra opción.

Sacudí la cabeza.

─ Sigo siendo la sirvienta de Akhmaleone, no de Avkah.

Me miró fijamente.

─ Tómate tu tiempo para pensarlo, ¿de acuerdo?

Asentí con la cabeza, no por convicción, sino porque prefería interrumpir la


conversación.

Cuando empujé la puerta de la casa, me encontré con la mirada de la abuela


sentada en la mesa, su cara severa y varios miembros de mi guardia miraron
hacia otro lado con ojos avergonzados. La atmósfera era pesada como si una
bomba estuviera a punto de explotar. Con un suspiro, pregunté con voz
cansada:

─ ¿Qué está pasando ahora?

─ Es Leo... ─contestó la abuela.

Sentí que mi corazón dejó de latir de repente.

─ ¿Qué paso con Leo?

─ Ella nos engañó.

Inmediatamente desvié mi atención de Anthéa hacia Ariel, que estaba de


pie contra la pared, con los ojos mirando al vacío.

─ ¿Dónde está ella? ─ Simplemente pregunté.

─ William vino a verme y dejó esta carta para ella, se la di.... Esperé y
cuando volví a su habitación, ya no estaba, ─ contestó en un tono tranquilo
que negaba la furia que podía ver en sus ojos.

─ ¿Se fueron juntos?

Negó con la cabeza.

─ Era una carta de ruptura.

─ ¿Cómo sabes eso?

Miró hacia otro lado.

─ El lobo me lo dijo.

─ ¿Por qué a ti?

─ Eso es entre él y yo, Assayim ─ respondió con frialdad.

Luego añadió con una voz un poco más suave:

─ Ya he buscado en todos los lugares donde suele esconderse, pero...

Un brillo apareció repentinamente en sus ojos.

─ Tengo que revisar algo, ─ corrió hacia la puerta, ─ no me sigas.

Si claro, pensé antes de lanzar un hechizo de invisibilidad sobre mí y seguir


sus pasos.
En lugar de dirigirse como esperaba a uno de nuestros coches, el joven
hechicero corrió por el camino de entrada y luego giró casi un kilómetro más
lejos hacia un sendero y atravesó el bosque. Con su largo abrigo negro, sus
botas, se movía con la gracia y la ligereza de un vampiro en la nieve mientras
yo me hundía profundamente a cada paso.

Sin quitarle los ojos de encima, lo vi empujar la puerta de un edificio en


ruinas que se asemeja a un viejo redil de ovejas y entrar.

─ ¿Sabes que todo el mundo te está buscando?

─ Quiero morir...

Reconociendo la voz de mi hija, suspiré con alivio y entré silenciosamente


al interior.

─ Límpiate la nariz, idiota ─ respondió Ariel, entregándole un pañuelo.

Acurrucada en un rincón, con los ojos y las mejillas enrojecidas por las
lágrimas, el pelo largo revuelto, la cara de Leo estaba deshecha y parecía más
frágil que nunca.

─ Lárgate, lárgate de aquí, ─ gritó, rompiendo a llorar tan violentamente


que apenas podía respirar.

No se movió y la miró con condescendencia.

─ Ahora estás empezando a ser ridícula.

─ ¡Vete, te digo! ─ Gritó.

─ ¿Te das cuenta de lo irracional que es tu comportamiento?

─ ¡No me importa! ─ Gritó. Lanzando de nuevo un grito de dolor. ─ Duele,


no puedes entenderlo... tienes hielo en las venas, no sientes nada, él... él me
lo prometió ¡Me lo prometió!

Suspiró cansado.

─ Sí, bueno, supongo que cambió de opinión.

─ ¡Te odio! Déjame en paz, déjame tranquila, ─ gritó mientras se


desplomaba sobre su regazo.

─ Oh, pero eso es todo lo que pido, por desgracia, me pidieron que te
encontrara y te llevara de vuelta.
─ ¡No voy a ir a ninguna parte! ¿Te voy a decir esto? Me voy, Ariel, lo voy a
encontrar y lo voy a obligar a que se explique...

Sonrió sarcásticamente.

─ Buena idea, a los chicos les encanta cuando sus ex-novias se arrastran a
sus pies, es bueno para sus egos, los hace sentir poderosos e irresistibles.

Lágrimas sin fin corrían por las mejillas de Leo, pero ella aun así lo fulminó
con la mirada y le dio hipo:

─ Él no es... Sé que me quiere...

─ Oh, sí, estoy seguro de que sí. Y dejarte con una simple carta es su
manera de probarlo, ─ se rió.

─ No puedo... no puedo vivir sin él...

─ Te estás volviendo patética.

─ ¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer...? Ya no quiero.... No tengo fuerzas,


quiero morir...─ gritó, golpeando su cabeza tan violentamente contra la pared
que se abrió la frente.

Esto fue demasiado lejos. Me adelanté para hablar cuando de repente oí a


Ariel susurrar un hechizo de atadura.

─ ¿Qué estás haciendo? ─ preguntó Leo, tratando de mover las piernas y


los brazos sin éxito.

─ Evito que te hagas daño ─ respondió este último.

─ ¡Suéltame!

─ No hasta que seas razonable nuevamente. ─ Bajó la cabeza y su cuerpo


empezó a temblar mientras volvía a llorar.

─ Oh, déjame, por favor, déjame...

Levantó las cejas con una mirada despectiva.

─ ¿Para qué puedas infligir este asqueroso espectáculo a otros? Por


supuesto que no.

Levantó la vista y lloró:

─ No puedes entender... no amas a nadie y nunca amarás a nadie, pero yo...


yo... Yo no puedo respirar sin él....
─ Obviamente no lo estás haciendo tan mal, ─ respondió con una sonrisa.

─ Por favor, arráncame el corazón, por favor, arráncame el corazón para


que se detenga, por favor... por favor..., ─ dijo ella, levantando suavemente la
cabeza.

Había tanto sufrimiento en su expresión que sentí que mi estómago se


contraía y que las lágrimas subían a mis ojos. Por su parte, Ariel permaneció
en silencio, su magnífico y sublime rostro, frío e inexpresivo.

─ ¿Es eso realmente lo que quieres?, ─ preguntó, levantando la barbilla.

Ella asintió.

─ No quiero sufrir más.

Los ojos de Ariel se congelaron.

─ Inaceptable.

─ ¿Y a ti qué te importa? Esta es mi vida, no la tuya... Yo... Yo quiero que


el dolor desaparezca...

Sacudió la cabeza, sentí su magia trabajar de nuevo en la habitación. Saqué


mi arma, estaba a punto de disparar cuando empezó a decir su conjuro.

─ Elat comine et somne.

Leo cayó inconsciente en el suelo. Ariel se agachó a su lado, su cara


repentinamente animada por una multitud de expresiones tiernas y confusas,
cada una más que la otra.

─ Duerme, ángel mío, duerme ─ susurró con voz suave, antes de volverse
hacia mí y declarar en tono solemne, mirándome directamente a los ojos: ─
Yo me ocuparé de ella, Assayim.

Me estremecí y conjuré el hechizo de invisibilidad que me rodeaba.

─ ¿Puedes verme?

Tenía una sonrisa en la cara.

─ Puedo sentir y detectar cualquier hechizo desde que tenía seis años.

Es bueno saberlo.

─ ¿Qué vas a hacer con mi hija?


─ La pondré en pie.

─ ¿Por qué?

Me miró a los ojos.

─ Porque es mi alma gemela.

─ ¿Me estás tomando el pelo?

─ Lo creas o no, es la verdad.

Dudó como si las palabras, que estaba a punto de decir le arrancaran la


garganta.

─ La amo y sé que ella también me ama.

Me encogí de hombros despreocupadamente.

─ Son sólo niños, lo superarán.

Sacudió la cabeza.

─ Nosotros no, nunca.... Nos necesitamos el uno al otro.

─ Lo que mi hija necesita es un cambio de aires, ─ le contesté secamente.

Por primera vez, me miró con preocupación.

─ ¿Cambiar de aires?

─ Su abuela le ofreció un entrenamiento en Francia con mi clan...

─ ¿Un entrenamiento de Vikaris?

─ Sí. Después de ver lo que acabo de ver, creo que le hará bien.

─ No lo hagas, por favor no lo hagas ─ dijo con una voz implorante que
contrastaba totalmente, con la actitud de estar seguro de sí mismo que
siempre le había visto adoptar hasta entonces.

Lo miré con atención.

─ Necesita aprender a manejar mejor sus emociones.

─ No lo entiendes, sus emociones son precisamente lo que la mantiene viva.

Fruncí el ceño.

─ ¿Qué quieres decir con "mantenerla viva"?


─ En la otra vida, no hay cuerpo, nada tangible, si pierde su sensibilidad y
sus sentimientos, su mente se debilitará... perderá gran parte de sus fuerzas...
no será capaz de luchar contra el... ─

Se detuvo abruptamente y se adelantó hacia mí.

─ Assayim, te lo ruego...

─ ¿Luchar contra qué, Ariel? ¿Qué no podrá combatir? ─

─ No tenemos derecho a hablar de ello, lo sabes, pero créeme, al hacerlo, la


pondrás en gran peligro.

Lo miré seriamente.

─ ¿Qué hay de ti?

─ ¿Qué hay de mí?

─ Si lo que dices es cierto que es la sensibilidad de Leo la que la protege,


¿qué es lo que te protege a ti, nigromante? ¿Qué te permite acompañarla con
seguridad a la otra vida?

Bajó la cabeza hacia Leo, que aún estaba en sus brazos.

─ Ella.

Le di una mirada escéptica.

─ Sin embargo, has hecho muchos viajes sin ella y...─

─ Como chamán... como chamán, pero no como nigromante.

─ ¿No como nigromante?

Sacudió la cabeza.

─ Nunca.

─ ¿Nunca qué?

─ Nunca he viajado sin ella.

No estaba mintiendo. Instintivamente sentí que no estaba mintiendo,


pero...

─ Explícamelo.
─ Mis sueños, ella es parte de mis sueños... siempre fue parte de mis
sueños... por eso supo de inmediato que podía confiar en mí... por eso no pudo
evitar amarme a pesar de lo que ya sentía por el lobo, por eso se curará... ─

Le di una mirada incrédula.

─ ¿De tus sueños? ¿Dónde crees que estás? ¿En un melodrama? ─

─ No importa lo que pienses... todo lo que tienes que saber es que, aunque
ella haga todo lo posible por rechazarme, si me grita, si nos pasamos el tiempo
discutiendo, no deberías tratar de separarnos...

─ ¿Y por qué es eso?

Me miró a los ojos.

─ Porque no podrá soportarlo.

Pff... Este chico era aún más arrogante y presuntuoso de lo que imaginaba.

─ Ahora mismo es la partida de William lo que no soporta.

Me miró a los ojos.

─ Si hubiera sido yo, habría sido peor.

Si eso fuera cierto, estaba en problemas. A William, al menos yo podía


entenderlo. Aparecía en la pantalla de mi radar como un buen tipo, un buen
chico responsable, con el carácter de un cerdo pero con un corazón tierno como
el de Gordon y Ali. Ariel estaba en una escala completamente diferente... una
escala más cercana a Rafael o Michael, el padre de Leo...

─ Lo dudo.

─ Mira, no te estoy pidiendo que entiendas nuestra relación, sólo que me


creas cuando te digo que es la cosa más preciosa que tengo en esta tierra.

Abrí los ojos sorprendida.

─ No podrá soportar perdernos a los dos, ─ añadió.

─ Si lo he entendido bien, ¿me estás pidiendo que te confíe a mi hija?

─ No, te pido que pienses cuidadosamente antes de tomar una decisión.


Conoces a Leo, pero no sabes nada del mundo en el que vivimos. Allí, no
puedes ayudarla.

─ Pero tú...
─ Yo puedo, ─ dijo antes de levantar suavemente a Leo y caminar con su
preciosa carga hasta la puerta.

Seguí sus pasos pensando. Por mucho que Ariel me pusiera los pelos de
punta o haber hecho que quisiera romperlo en pedacitos, él tenía razón en una
cosa: yo no sabía nada sobre el mundo del más allá. Así que no podía especular
sobre lo que pasaba allí, ni evaluar los riesgos que mis decisiones supondrían
para el futuro y la seguridad de Leo. Oh, mierda...
Ariel había llevado a Leonora dentro de la casa. El hechizo que él le había
lanzado era tan poderoso que ella no se despertó cuando la puso en su cama
y la arropó. Luego tomó una manta, se sentó cómodamente en el suelo y
agarró un libro que estaba allí y comenzó a leer. En resumen, estaba
obviamente decidido a comportarse como una enfermera perfecta.

─ ¿Cómo está? ─ preguntó Beth mientras cerraba la puerta de la habitación


de Leo detrás de mí.

La loba tenía sus facciones muy cansadas y ojeras bajo sus ojos. Llevaba
unos pantalones negros y una sudadera de Leo.

─ Se recuperará, ─ contesté antes de mirarla fijamente. ─ ¿Qué hay de ti?


¿Cómo te sientes?

─ Mal, ─ dijo, poniendo su cabeza en mi hombro.

La abracé. Sabía que era muy poco y que ningún abrazo, ninguna muestra
de afecto era capaz de aliviarla. Pero a veces hacemos cosas porque no
sabemos qué más hacer. Porque nada parece realmente apropiado.

─ ¿Quieres que le pida a Maurane que te haga una poción?

─ No. Me veré obligada a enfrentar la realidad tarde o temprano, así que


también podría asumirlo aquí y ahora, ─ contestó, poniendo uno de sus cortos
mechones de pelo rojo detrás de su oreja.
Sí... excepto que a veces la realidad era francamente una mierda...

─ Preparé un poco de café, ─ advirtió Madeleine mientras caminaba por el


pasillo, ─ ¿alguien quiere?

Le dirigí a Beth una mirada interrogante, ella silenciosamente articuló "sí".


Luego caminamos, de la mano, hacia la cocina. La habitación estaba igual que
mi sala de estar, llena hasta reventar, pero ambas estaban brillantes, limpias
y ordenadas. Las ancianas no sólo habían limpiado la casa de arriba a abajo,
sino que también habían almacenado y clasificado en varias cajas todo el
material utilizado para preparar las pociones.

No tenía suficientes tazas para servir a toda esta gente, pero Sophie y las
demás habían encontrado en su lugar dos o tres vasos y unos cuantos tazones
que podían hacer el truco. La abuela, Madeleine, Naelle, Maurane y Victoria
estaban sentadas a ambos lados de la mesa mientras que las otras o bien se
apoyaban en la pared o preferían sentarse en los sofás de la sala de estar. Se
detuvieron tan pronto como Beth y yo entramos en la habitación.

─ ¿Qué? ─ Le pregunté a la abuela.

─ ¿Qué le pasó a la niña?

─ Un corazón roto... en resumen, nada extraordinario, ¿por qué?

Las Vikaris de la sala fruncieron el ceño para expresar su desaprobación.

─ Sí, lo sé, es un poco excesivo, ─ lo admití a regañadientes.

─ Tal comportamiento impulsivo puede afectar su capacidad de pensar y,


por lo tanto, su eficacia, ─ dijo la abuela. ─ Tienes que tomar una decisión al
respecto.

Me mofé.

─ Mientras tanto, escapó de la vigilancia de mis mejores guardias, engañó


su vigilancia y logró escapar. Creo que ya es bastante efectiva, ¿no crees?

Naelle y varias de mis guardias presentes, bajaron inmediatamente sus


cabezas para evitar hacer contacto visual conmigo.

─ Eso no es lo que quiero decir, ─ refunfuñó la abuela.

Beth se sentó entre Naelle y Victoria mientras yo agarraba un taburete y


lo deslicé hasta el final de la mesa. Una vez instalada, respiré el olor del café
negro y espeso que salía de la taza que Sophie acababa de servirme y tragué
un sorbo.

─ Sé exactamente a qué te refieres. Pero no quiero tener esta conversación


contigo en este momento.

Si hubiera sabido qué decidir, probablemente habría pedido a las demás


que nos dejaran para que pudiéramos hablar de ello. Pero no tenía ni idea de
qué decir en este momento. Y nuestra discusión iba a tener que esperar hasta
que supiera un poco más sobre las necesidades y el funcionamiento de los
nigromantes y pudiera pensar tranquilamente en ello.

─ El informe de la historiadora ha llegado, lo imprimí, te está esperando


en tu escritorio, ─ anunció Madeleine antes de llevar la taza a sus labios.

¿En mi escritorio? ¿Por qué no lo trajo hasta casa?

─ ¿Lo has leído?

Ella asintió, con su cara sombría. Intrigada, asentí, vacié rápidamente mi


taza y me levanté de inmediato.

Ya no nevaba, lo que no era una mala noticia. Envuelta en mi abrigo, entré


en mi oficina e inmediatamente me arrojé sobre las diez páginas que estaban
colocadas sobre la mesa y empecé a leer. "Ellal, el Dios de cabellos dorados,
nieto de Avkah, hijo de Telón y la bruja Alané, la reina de hielo. "Suspendí mi
lectura por unos segundos, me quedé sin aliento. No. No, no.... Sintiendo mis
piernas temblar, me desplomé en una silla y me obligué a continuar. La
historiadora había reunido varias leyendas sobre él, una de las cuales decía
que se alimentaba de sangre como su hermano Elías, el Dios que dio a luz a
los vampiros, otras hablaban de sus talentos como guerrero y músico, otras
de sus muchas conquistas con personas eminentes. Y la última historia, la
más cruel, fue sobre su ardiente y apasionada relación con.... Akhmaleone.

─ ¿Morgane?

Levanté la vista y vi los ojos preocupados de Madeleine.

─ Estás muy pálida...

Tragué.
─ Yo... necesito estar sola, ─ tartamudeé.

─ ¿Es él? ─

─ ¿Qué?

─ Le dijiste a Rafael que tuviste un sueño, un sueño en el que una mujer lo


llamaba Ellal, y luego le pediste a Greta que hiciera una investigación.... así
que te pregunto: ¿Es él? ¿Es el Tribain el Dios de los cabellos dorados?

Dudé un poco y respondí con voz temblorosa:

─ Yo... yo creo que sí.

─ Morgane...

─ Déjame.

Me miró intensamente.

─ Sí, Prima.

Esperé hasta que ella se hubiera alejado lo suficiente y entonces empecé a


gritar.
Por primera vez desde su llegada, había autorizado a mi guardia personal
para que me acompañara. Cuatro de ellas estaban en mi coche y seis en la
furgoneta siguiéndonos. Son diez guerreras con la fuerza de ataque y el poder
de un ejército de varios cientos de hombres. Al pedirle oficialmente una
audiencia, había enviado un mensaje muy claro a Rafael: esta visita no era la
de una amante a su amado o la de un Assayim a un miembro del Directum,
sino un encuentro formal entre la Reina de las Vikaris y el Tribain de los
Vampiros. El mensaje obviamente fue recibido alto y claro porque unos
cincuenta guardias se reunieron alrededor de la mansión tan pronto como
entramos por la puerta de la propiedad.

─ Prima, bienvenida al territorio nosferatus, ─ dijo Jencco, inclinándose.

El león miró hacia atrás y observó con preocupación a mis guardias


posicionarse silenciosamente, en una perfecta coordinación de movimiento en
un círculo a mi alrededor. No contesté y sólo incliné un poco la cabeza.

─ Por favor, síganme, ─ dijo antes de subir los escalones de la escalera de


piedra que lleva a la entrada.
Seguí sus pasos, mirando y manteniendo mi cabeza en alto,
cuidadosamente fingiendo no notar la expresión de horror de los hombres de
Rafael.

─ Prima, nos sentimos honrados, ─ me dio la bienvenida Héctor, el


mayordomo de Rafael, en un tono ceremonioso al abrir la puerta.

Héctor me caía muy bien. En tiempos normales, probablemente me habría


burlado de él y habríamos ido a la cocina a tomar una buena taza de té. Hoy,
simplemente asentí educadamente, me quité la chaqueta y se la puse en sus
brazos sin decir una palabra.

─ El amo la está esperando en la sala de recepción ─ me informó,


haciéndome señas para que lo siguiera.

Lo seguí, mi guardia siempre desplegada a mí alrededor. Estaba


oscureciendo, así que no me sorprendió ver a algunos de los guardias más
poderosos de Mortefilis levantados y alineados a lo largo del pasillo que
conducía a la sala de recepción de la mansión. Inamovibles como estatuas, nos
seguían atentamente con la mirada.

Naelle, que estaba a mi lado, sonrió y discretamente envió una pequeña


descarga a Vladimir, el vampiro rubio que la observaba con una mirada
francamente hostil.

─ Naelle, compórtate, ─ le ordené en un tono severo.

─ Sí, mi Reina ─ respondió ella, mirando al vampiro con tanto desprecio


que podría haberse ahogado en él.

Aceleré antes de que las cosas se salieran de control. Naelle tenía un


carácter de perro y yo conocía a Vladimir lo suficiente como para saber lo malo
que podía ser. No tenía ninguna duda de que, si tal pelea se llevara a cabo, al
vampiro le patearían el trasero, pero no tenía ninguna intención de dejar que
ese tipo de mierda ocurriera. En cualquier caso, no sin una provocación
directa por su parte.

Héctor abrió la puerta de la sala de recepción y se inclinó mientras tres de


mis guardias me precedían en la sala. En menos de dos segundos, examinaron
la escena, registraron el número de vampiros presentes, cuatro en este caso,
así como su potencial ofensivo, y luego se posicionaron en las tres esquinas de
la sala para poder intervenir lo más rápida y eficazmente posible, mientras
yo entraba con Naelle a mi izquierda, Victoria a mi derecha y Blanche justo
detrás de mí.
Rafael vestido con su kimono ceremonial blanco se había atado el cabello
con una correa de cuero. Sus ojos eran tan azules y brillantes como un cielo
de verano.

─ Morgane, Reina de las Vikaris, rinde sus respetos a Rafael, Tribain y


Maestro de los Mortefilis, ─dije en voz neutra, inclinando brevemente la
cabeza.

─ Y Raphael, maestro de los Mortefilis, presenta sus respetos y da la


bienvenida a Morgane, soberana de las Vikaris, ─ contestó, saludándome
respetuosamente.

Su cara no expresaba la más mínima expresión, pero lo conocía lo


suficientemente bien, como para notar por la rigidez de sus manos, que estaba
extremadamente molesto... no... no... molesto... furioso. Estaba furioso.

Bien. Así que ya somos dos.

Continuará……

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