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1975).
Resumen: Cinco meses después de tomar el poder, Juan Velasco Alvarado inició su reforma
educativa, con la promulgación de la Ley Orgánica de la Universidad Peruana n° 17437, en
febrero de 1969, que continuó, tres años después, con la publicación de la Ley General de
Educación n° 19326, en marzo de 1972: dos cuerpos legislativos que buscaron modificar las
bases de la educación peruana y que se sumaron a los numerosos intentos, durante la historia
nacional, para encaminar su desarrollo. Pero, qué proponían esas leyes y, sobre todo,
¿mejoraron la educación nacional? (¿lo habrían logrado de aplicarse cabalmente?).
Palabras clave:
Juan Velasco Alvarado, reforma educativa, reforma universitaria, leyes educativas,
educación peruana
Ensayos educativos
Es así que, solo en el siglo XX, se promulgaron cinco leyes orgánicas de educación (en los
años 1901, 1920, 1941, 1972 y 1982) y se tuvieron varias reformas, contrarreformas y hasta
antirreformas universitarias (solo en materia de reformas se pueden mencionar, por ejemplo,
las de 1901, 1919, 1928, 1931, 1946, 1960, 1969, 1983). Luis Alberto Sánchez (1969), tres
veces rector de la Universidad San Marcos, afirmaba que “ya estamos habituados a que cada
‘revolución’ traiga en su equipaje una nueva Constitución, una nueva ley de
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responsabilidades, una nueva legislación tributaria (siempre en ascenso) y un nuevo estatuto
universitario” (256).
El gobierno militar de Juan Velasco Alvarado (1968 - 1975) no fue la excepción y promulgó
una ley universitaria y una ley orgánica de la educación. En el primer caso, se trata del
Decreto Ley n° 17437 o Ley Orgánica de la Universidad Peruana, emitida el 18 de febrero
de 1969, que inicia con 13 breves considerandos que resumen la esencia de la norma y posee
5 títulos: disposiciones generales, sobre el sistema de la universidad peruana, acerca de las
universidades, del régimen económico y disposiciones transitorias.
Raúl Estuardo Cornejo (1994), investigador, la considera como una “ley absolutamente
vertical, complexiva, impuesta como una directiva militar y –bajo la fachada de
modernizante– calco en mucho de las universidades norteamericanas” (44).
Por su parte, Sánchez (1969) cuestionaba que si hay algo contrapuesto institucionalmente es
la vida universitaria con la castrense: “La una descansa en el debate, la otra en la consigna
(…). De esta discrepancia entre la razón y el acto (…) surgen varias de las dificultades que
sufrimos” (231). En ese sentido argumentaba que era una ley contradictoria y en muchos
aspectos inconsistente, aunque dada en un momento favorable y propicio (255). Empero,
criticaba el poco o nulo debate que se realizó para su elaboración: “Por elemental respeto a
la Nación, a su juventud, a la Universidad, a sus autoridades y profesores, se ha debido
formular consultas y promover debates internos (…), pero de ninguna manera puede
aceptarse el sistema de clandestinaje y anonimato total cuando se trata de cuestiones como la
que nos ocupa” (256).
Por lo cual afirmó que el decreto tenía un tono autocrático, dictatorial, monocrático y
antidemocrático.2 Sobre su contenido, encontró inaceptable la parte “doctrinaria” del decreto,
así como los fines que se establecían para la universidad.
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Al respecto, el artículo tercero de la ley establece seis fines. Entre ellos, “contribuir al logro
de una sociedad justa, promoviendo la transformación de sus estructuras”, “preparar los
recursos humanos altamente calificados que el país y el cambio social requieren”, “colaborar
en el establecimiento de las condiciones óptimas de independencia y progreso para el
enfrentamiento de los problemas derivados de la integración regional y continental”.
Estuardo (1994) resalta que se trata de un texto legal de corte nuevo en la legislación
universitaria peruana. Entre otras novedades, creaba al Sistema Nacional de la Universidad
Peruana, la estructura departamentalista, el currículum flexible y la orientación empresarial
de la Universidad (…). La autonomía es también analizada a través de las potestades
normativa, académica, económica y administrativa que se le otorga (Estuardo, 1994: 44).
Agrega que la ley:
Años después, por disposición de la Ley General de Educación de 1972, que también
involucró a la universidad peruana, se deroga este decreto universitario y se formula el
Estatuto General de la Universidad, que rigió hasta 1984, cuando se promulgó la siguiente
Ley Universitaria, durante el gobierno de Fernando Belaunde Terry, que modificó,
nuevamente, la estructura de la universidad peruana.
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con ello, el crecimiento de alumnos y docentes, sin la preparación adecuada, lo que impactó
en la calidad académica.3 Además de su escaso presupuesto, la crisis social, política y
económica del país repercutió en la educación y motivó que se crearan, en años posteriores,
universidades privadas en Lima y otras ciudades.
La reforma frágil
Aurora Marrou (2002), catedrática universitaria, explica que se nombró una comisión
presidida por Emilio Barrantes que analizó el sistema educativo, como un reflejo de la
sociedad, y buscó mostrar los grandes problemas que presentaba la educación nacional, así
como explicar el fracaso de los gobiernos anteriores “que trataron el problema educativo
como un hecho aislado de la realidad” (145).
Por su parte, Kenneth Delgado (1992), pedagogo, afirma que, por primera vez en la historia,
se propuso un cambio en el sistema educativo, en la medida que era indispensable también
un cambio de la sociedad en su conjunto: “Cualquiera puede comprobar que no hubo ninguna
reforma educativa de verdad hasta 1972” (52). Esa reforma fue, además, la primera que
abordó el problema educativo como una cuestión política y económico-social, que debía
comprometer la participación organizada mediante los núcleos educativos comunales,
agrega. Fue la única “que se preocupó de la educación más allá de las aulas y los centros
educativos, fue la única que buscó la articulación del sistema educativo formal con la
educación informal” (52), adiciona.
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Marrou reflexiona que uno de sus propósitos fue la formación de un nuevo hombre y
establecer una igualdad en las oportunidades de vida para todos los peruanos, para lo cual se
impulsó una agresiva política de democratización de la Educación. Por ello, en el Plan
Nacional Educativo 1971-1975 algunos lineamientos son: llegar a todos los peruanos, brindar
efectiva igualdad de oportunidades, erradicación total del analfabetismo, escolaridad básica,
efectiva y diversificada para toda la población (Marrou, 2002: 146).
Estructuralmente, establece que el sistema educativo posee tres niveles: inicial, básica y
superior; y sus modalidades (variantes de los niveles) son: regular, laboral, especial,
extensión educativa, entre otras, que la norma explica en diversos títulos y capítulos.
Eduardo Palomino Thompson (1993) resalta que la ley le dio mayor participación a la
comunidad en la educación. La planificación educativa llegó a su punto más alto, así como
la necesaria vinculación entre Educación, desarrollo y trabajo (66). En tanto, Barrantes
(1989) precisa que se reemplazó la “pre-escolar” por la educación inicial; las ramas
“primaria” y “secundaria” fueron sustituidas por el nivel de educación básica, gratuita y
obligatoria. Por otra parte, la educación común y la educación técnica se confunden en este
nivel, incorporando el trabajo a la educación, de acuerdo con un nuevo currículum (Barrantes,
1989: 100).
Otras disposiciones fueron en la modalidad regular: añadir la educación básica laboral, para
adolescentes y adultos impedidos de asistir a los cursos de la educación básica regular; la
calificación profesional extraordinaria; la educación especial; la educación para las áreas
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rurales y la extensión educativa; así como los núcleos educativos comunales y crear la Junta
Permanente de Coordinación Educativa (Barrantes, 1989: 101).
La reforma fue un esfuerzo singular, una obra original, inspirada en la realidad del Perú y
adaptada a la de otros países latinoamericanos, adiciona Barrantes. El Perú aportó nuevos
elementos a la educación por lo que suscitó la admiración de otros países, empero, lamenta
el autor, “durante dos gobiernos sucesivos, o sea durante diez años, esta Reforma fue, en gran
parte, destruida” (113). Adiciona que se la atacó desde diversos ángulos y por diversos
motivos, ninguno de ellos referentes a su calidad, la importancia que tenía para el Perú y los
efectos que podían esperarse de su aplicación, “sino por sectarismo político, resentimiento
partidario o por la condición humana” (113).
Palomino (1993), por su parte, sostiene que un aspecto objetado fue el diagnóstico
ideologizado y totalmente negativo de toda la educación peruana anterior que tuvo el informe
general de la reforma (66). Afirma que diversos aspectos que eran positivos devinieron en
negativos, por mal manejo o radicalización. “Su fracaso se debe a que fue muy mesiánica,
muy utópica, inmensamente vertical (…). Por otra parte, la economía no la ayudó sino en los
primeros tiempos. Se hundió por sus propias fallas” (75). La segunda parte del Gobierno de
las Fuerzas Armadas desmontó esa reforma. (Palomino, 1993: 87).
Esa ley, como se indicó, también involucró a la universidad peruana por lo que “fue un cuerpo
legal integral referido a toda la educación del país. Definitivamente el mejor y más avanzado
intento de reforma” (45), sostiene Estuardo (1994).
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En el fondo la parte universitaria de la norma constituye una Ley de Bases, acaso la más
coherente, técnica y progresista del Perú de las últimas décadas y producida por la Comisión
de Reforma de la Educación creada en el gobierno de Velasco Alvarado. Obviamente no es
perfecta pero cuando menos la Universidad tuvo la oportunidad de debatirla como proyecto
(Estuardo, 1994: 45).
Carlos Rojas Galarza (1992), catedrático peruano, advierte que la diversidad de leyes sobre
educación que se dictaron durante la República duró muy poco, ya sea por su inaplicabilidad
o por los intereses de las facciones que asumieron el poder del Estado (45) y que casi siempre
fueron pocos o nulos sus efectos (47). En tanto, para Augusto Salazar Bondy (1965), filósofo
y educador, en el Perú no se ha tenido nunca paciencia de reformar, debido a que la
improvisación y el apresuramiento no han permitido madurar pausadamente las
transformaciones (22).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
DECRETO LEY N° 19326. Ley General de Educación. Diario Oficial El Peruano, Lima,
Perú, 21 de marzo de 1972.
7
MARROU, A. (2002). Historia de la Educación peruana y latinoamericana. Lima:
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
1
Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM).
2
Al promulgarse dicha ley, Luis Alberto Sánchez, militante del Partido Aprista Peruano (PAP), ejercía su
tercer rectorado en la Universidad de San Marcos, que debió cumplir hasta 1971, pero que fue interrumpido
por razones políticas, tanto por la presión del gobierno velasquista, como de un grupo de estudiantes
sanmarquinos.
3
En 1960 las universidades del Perú contaban con un total de 25 mil alumnos. Para 1968, se pasaban los 100
mil estudiantes.