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Una Mirada a la Diversidad en el Sistema Educativo

Lilia Angélica Ramírez Mora

Seminario y Diplomado

Educación, Pedagogía y Formación en los Escenarios de la Diversidad Humana

Informe final

Diego Villada Osorio

Doctor en Ciencias de la Educación

Universidad de Manizales

Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

Doctorado Formación en Diversidad

Manizales- Caldas

2020
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Una Mirada a la Diversidad en el Sistema Educativo

Resumen

Este trabajo presenta el recorrido histórico de la educación en Colombia desde el siglo

XIX hasta la actualidad. Para tal fin, se realizó un rastreo bibliográfico de diferentes

acontecimientos históricos que se vivenciaron en el país en dicho período, los cuales, de una u

otra forma influenciaron en las políticas públicas del país. Algunos de estos acontecimientos

fueron: la Independencia, el Federalismo y el Centralismo, el adoctrinamiento católico en la

educación pública, las luchas sociales y políticas de los años 60 del siglo pasado (fundadas en la

insatisfacción de necesidades básicas de ciertos grupos sociales), la descentralización de la

educación, y la Constituyente de 1991 (que fue la respuesta a la crisis vivida en los años previos

a la década del 90 del siglo pasado).

Describe cómo se da el proceso educativo a través de las Constituciones políticas y de las

reformas educativas. Además, aborda algunos postulados en cuanto a la diversidad, y cómo este

concepto emerge en el sistema educativo.

De igual manera, permite entender la importancia de adaptar y tener aulas incluyentes, en

las que se implementen diferentes alternativas pedagógicas, como el Diseño Universal para el

Aprendizaje (DUA), se realicen adaptaciones curriculares de acuerdo con las singularidades de

los estudiantes, y se lleven a cabo procesos evaluativos de carácter formativo.

Palabras Claves: Evaluación, reformas educativas, diversidad.


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Introducción

Este rastreo bibliográfico da cuenta de la historia educativa de Colombia desde el siglo

XIX hasta lo transcurrido del siglo XXI. Para tal fin, se realizó un análisis bibliográfico con

posturas críticas que permiten comprender los cambios políticos y sociales del país. Esto, con el

propósito de entender cómo la concepción de diversidad se ha visto inmersa en los diferentes

escenarios del país, y cómo ha evolucionado dicha concepción hasta llegar a posicionarse como

una verdadera política pública, en pro de los diferentes grupos sociales. Además, se aborda cómo

se ha realizado el proceso de adopción de estos lineamientos en las instituciones educativas del

territorio colombiano.

La perspectiva histórica de la legalidad educativa en Colombia, por más de 200 años,

permite divisar los diferentes modelos políticos que se han implementado en el país desde el

grito de Independencia. Desconocer los procesos vividos es estar condenados a repetir

situaciones negativas que pueden afectar el proceso educativo, lo cual es grave, dado que la

educación es considerada constitucionalmente como un derecho fundamental, y se concibe como

una actividad que va de la mano con el desarrollo del ser humano. Dicho desarrollo permite

mostrar cambios, potencializar capacidades, diseñar y ejecutar proyectos de vida, y fortalecer

valores y competencias ciudadanas para entender y aceptar al otro. Es claro que la educación

aporta una gran cantidad de elementos, con miras a transformar los diferentes sectores del país.

En ese reconocimiento se generan responsabilidades, derechos y obligaciones de los

actores sociales inmersos en el proceso educativo. El país ha suscrito tratados internacionales en

pro de los derechos individuales y colectivos de los ciudadanos, incluyendo, por supuesto, la

población vulnerable, y da un lugar especial a los niños, a las niñas y a los adolescentes. De

hecho, el Estado colombiano establece que independientemente del sexo, raza, color, religión,
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idioma, opinión política, origen nacional, étnico o social, posición económica, impedimentos

físicos, psíquicos, nacimiento o cualquier otra condición de los niños, de sus padres o de sus

representantes legales, no se pueden discriminar ni vulnerar sus derechos en ningún ámbito

social.

En este documento se abordan cinco temas: El primero trata sobre lo relacionado con lo

constitucional a través de la historia, las posturas correspondientes al proceso de Independencia,

los modelos políticos Federalista y Centralista, el adoctrinamiento católico en los

establecimientos públicos y la forma como estos planteamientos influyen en los postulados

políticos del sector educativo del país. El segundo se refiere a las reformas educativas que se han

dado en el país desde 1863 hasta la época actual, y cómo cada reforma ha pretendido satisfacer

las necesidades de la población vulnerable del país. El tercero presenta un análisis crítico de

cómo se adoptan los procesos orientados a los estudiantes en condición de vulnerabilidad en las

instituciones educativas del país, y se hace énfasis en la singularidad de los estudiantes, de

acuerdo con su contexto. En el cuarto tema se analiza la forma como alternativas pedagógicas,

como el Diseño Universal de Aprendizaje, facilitan los procesos de aprendizaje; también se hace

referencia a la necesidad de realizar adaptaciones curriculares, con el propósito de alcanzar las

competencias que requiere la población vulnerable para desarrollar actividades a lo largo de la

vida. El quinto tema da cuenta de los procesos evaluativos que se dan en los ámbitos interno y

externo en las instituciones educativas, y cómo dichos procesos deben ser contextualizados y

adaptados a las realidades de todos los estudiantes, independientemente de sus condiciones

personales.
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Las Constituciones Políticas y el Sector Educativo

El recorrido por las Constituciones Políticas de Colombia abarca el período comprendido

entre los inicios del siglo XIX y finales del siglo XX. En ese lapso la educación se vio

enmarcada por tres grandes momentos. El primero se dio a inicios del siglo XIX, cuando el

Estado basó sus proyectos políticos e ideológicos en la formación del ciudadano. Un segundo

momento se dio a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando la economía del país

corresponde al sistema político federalista. El tercer momento se relaciona con la caída del

Federalismo y con el surgimiento del Centralismo como sistema político. Estos cambios

repercutieron en las políticas públicas de la nación, razón por la cual las perspectivas educativas

que tienen las Constituciones del país a través de la historia son diferentes, y se pueden divisar

mirando su naturaleza.

Para desarrollar este recorrido es importante entender el concepto de Constitución

Política o Carta Magna, que es un acuerdo de convivencia; es decir, una forma de tratado social y

político. Una Constitución establece, constituye, organiza e integra las normas que rigen a la

sociedad de un país, lo que significa que reconoce los derechos con los que nacen las personas, y

garantiza el total cumplimiento de dichos derechos. Colombia ha tenido doce Constituciones

Políticas, basadas en posturas federalistas y centralistas.

En primer lugar, se encuentra la Constitución Política del Socorro, que tenía un enfoque

político federalista, y fue promulgada el día 15 de agosto de 1810. Se promulgó poco después del

grito de Independencia. Entre sus principios estaba el de brindar “auxilio y protección a todo el

pueblo que quería reunírsele para gozar de los bienes que ofrecían la libertad e igualdad, y que se

ofrecían como principios fundamentales de nuestra felicidad” (Ministerio de Justicia, 1810, p. 2).

La educación estaba concebida como un factor de la felicidad.


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Luego de ocho años se promulgó una nueva Constitución Política, que es llamada

Constitución de Cundinamarca, y data del 4 de abril 181l. Tenía como fin acordar una forma de

gobierno que se considerase más propia para lograr la felicidad pública, aprovechando la facultad

que concedió Dios al hombre de reunirse en sociedad con sus semejantes, bajo pactos y

condiciones que afiancen el goce y conservación de los sagrados e imprescriptibles derechos de

libertad, seguridad y propiedad. Da a la educación una nueva concepción que no es atribuida a la

buena o la mala suerte que se tenga en la vida.

Las primeras ideas que se imprimen al hombre en su niñez, y la educación que

recibe en su juventud no son las bases de la buena o mala suerte que haya de correr en el

decurso de la vida, sino las que aseguran todas ventajas y desventajas a favor o en

perjuicio de la sociedad, las que dan a esta ciudadanos robustos e ilustrados o la plagan

de miembros corrompidos y perjudiciales. (Ministerio de Justicia, 1812, p. 5)

Además, el gobierno promovió y prestó atención a los establecimientos que propiciaban

la felicidad.

En todos los poblados de Colombia se establecieron escuelas de primeras letras y de

dibujo, dotadas de todo lo necesario para dicho fin. Los objetivos de la enseñanza de dichas

escuelas eran: leer, escribir, dibujar, conocer los primeros elementos de la Geometría, la doctrina

cristiana, y conocer obligaciones y los derechos del ciudadano, conforme a la Constitución. Por

otra parte, era permitido a cualquier ciudadano abrir una escuela de enseñanza pública. El único

requisito era presentar el debido examen diseñado por el gobierno, y estar bajo la inspección de

la sociedad patriótica en sus respectivas ramas del poder público.


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Ocho meses más tarde, el 9 de diciembre de 1811, se promulgó en Tunja una nueva

Constitución, la cual indicaba que en todos los pueblos de la provincia habría una escuela pública

en la que se enseñaría a los niños a leer, a escribir, a contar, los primeros rudimentos de la santa

religión católica, y los principales derechos y deberes del hombre en la sociedad (Ministerio de

Justicia). Al tener la influencia del adoctrinamiento católico se separaron los establecimientos de

enseñanza, generando de esta forma escuelas de niñas y de niños. Algo que llama la atención es

que desde esa época se luchó contra la discriminación racial; se indica que ni en las escuelas de

los pueblos ni en las de la Capital habrá preferencias ni distinciones, entre blancos, indios, o

cualquier otra clase de gente. Además, señala que lo que distinguiría a las personas sería su

talento y los progresos que estos hicieran en su propia ilustración. El castigo físico fue permitido

en las escuelas.

Diez años más tarde se promulgó la Constitución Política de 1821, conocida como la

Constitución de Cúcuta, en la cual la concepción del Estado frente a la educación era la de

promover, por medio de leyes, la educación pública, el progreso de las ciencias y de las artes.

Propugnaba por establecimientos educativos útiles y concedía por tiempo limitado derechos

exclusivos para su estímulo y fomento. Esa misma filosofía educativa fue retomada en las

Constituciones de la República de Colombia de 1830 y del Estado de la Nueva Granada, de

1832.

En una nueva Constitución Política, la del Estado de la Nueva Granada del 8 de mayo de

1843, el sector educativo perdió importancia. De todas formas, para erradicar la delincuencia y la

pobreza, señalaba que la educación debía tener la ventaja de generalizar la instrucción, llegando

incluso a proponer que “debería extenderse hasta los indigentes, pues evitaría sus crímenes y

descarríos”. (Escobar, 2009, p. 60)


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Uno de los objetivos de la Constitución Política de la Nueva Granada de 1853 se enfocó

en garantizar, dar o recibir instrucción a todos los granadinos. La preocupación principal del

sector educativo se centraba en la enseñanza de la moral, haciendo énfasis en la obligatoriedad

de dicha enseñanza en todas las instituciones educativas, sin importar el carácter público o

privado de la escuela. Señalaba que de no incluirse se generaría desigualdad en la educación de

la población colombiana y no se cumpliría con los fines sociales de la educación. (Escobar,

2009)

En el 1858 se promulga la Constitución Política de la Confederación Granadina, que

marcó el nacimiento del Federalismo en nuestro país, y continuó con la filosofía del fomento de

la instrucción púbica. Esa misma concepción ideológica se retomó en la Constitución de 1863,

conocida como la Constitución de los Estados Unidos de Colombia, en la cual el sistema

federalista del siglo XIX seguía siendo la piedra angular. Se implementa el laicismo en el país.

Sin embargo, el sistema federalista fracasa, debido a la división de los gobiernos de las

provincias. Esto hace que surja el Centralismo y, con este nuevo sistema, una nueva Constitución

Política.

Con el Centralismo el país se convirtió en una república unitaria, desaparecieron los

estados federados y se dio paso a los departamentos y a su división en municipios. Es importante

recordar que desde 1822 en el país se había dado la pérdida del dominio político, y la iglesia

católica había perdido el poder que tenía al inicio del siglo XIX. La nueva Constitución retomó

la relación entre el Estado y la religión católica. Es así como la Carta Magna de 1886 implantó el

catolicismo en todas las escuelas y colegios del territorio nacional. De igual manera, se empezó a

hablar de la gratuidad educativa en todos los grados de básica primaria, pero ya no con carácter

de obligatoriedad.
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Luego de más de 100 años se consideró la nueva realidad histórica colombiana, y en 1991

nació la Asamblea Nacional Constituyente, con el propósito de posibilitar el camino a la

igualdad y a la equidad para todos los colombianos. La Asamblea Nacional Constituyente

promulgó la Constitución Política de 1991, que tiene como uno de sus propósitos fundamentales

el bienestar de los niños y de los adolescentes. La nueva Constitución retoma apartes de la

Declaración de Ginebra, en relación a los derechos de los niños. Los garantes de dichos derechos

son el Estado, la sociedad y la familia.

La Constitución de 1991, que nos rige actualmente, reconoce y protege a la población

colombiana con diversidad de etnia y de cultura, respeta las creencias religiosas de cada

individuo y reconoce el territorio colombiano como un estado pluralista, concepción que no se

tenía hasta entonces. Además, establece los mecanismos de participación ciudadana, como la

tutela, que es un instrumento de garantía hacia los derechos fundamentales de los individuos, y

apunta al reconocimiento de la diversidad, por lo cual se generan leyes que garantizan y facilitan

los derechos de dichos grupos sociales.


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Las Reformas Educativas

El recorrido histórico de las reformas educativas en Colombia es muy importante para

entender el sistema educativo del país; desconocer los cambios, progresos y avances que se han

dado en el sector educativo es olvidar la esencia del proceso educativo mismo. Las reformas

educativas surgen como consecuencia de los conflictos políticos, sociales y económicos, que se

han presentado a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI. Se visualiza en ellos la presencia de la

Colonia, de la Independencia, la disputa del poder por parte de los partidos políticos, el

predominio y la ruptura del poder de la iglesia católica, y la realidad social, política y económica

del país, según la época y los intereses de sus gobernantes.

Al darse el grito de Independía se abrió el camino a la libertad, y Colombia pasó por un

tiempo de caos, debido a que se presentaba un vacío en el poder político administrativo y un

descontento generalizado de la población frente al modelo político de la corona española. Desde

entonces, se han generado cambios y reformas.

A partir de 1863 y hasta 1880, el gobierno se enfocó en una forma de gobierno de tipo

federalista que cambió toda la estructura política del país. En ese periodo se implementó la Ley 2

de 1870, conocida como Decreto Orgánico de Instrucción Pública, que es uno de los más

importantes documentos en la historia de la educación colombiana. Su propósito fue el de

organizar en todos los aspectos, hasta en lo más minucioso, el sistema nacional educativo. Para

ello se establecieron tres grandes sectores de acción: enseñanza, inspección y administración.

Además, prohibió las discriminaciones raciales y sociales, y prescribió principios de formación

moral, como el amor a la justicia, a la patria y a la humanidad, la frugalidad, la tolerancia, la

moderación y, en general, como dice el texto: “el cultivo de todas las virtudes que son el
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ornamento de la especie humana y la base sobre que reposa toda sociedad libre”. (Jaramillo,

1980, p. 2)

Puede afirmarse que los dos conceptos más innovadores y también más problemáticos

que instituía dicho Decreto fueron el de obligatoriedad y el de neutralidad religiosa de la escuela

elemental. Además, uno de los aspectos más importantes del Decreto y de las decisiones puestas

en práctica para su desarrollo fue la organización de las Escuelas Normales, para lo cual se trajo

al país una misión de pedagogos alemanes. También se logró la publicación de la Revista

Escuela Normal, que se publicó de forma regular durante siete años y fue un efectivo órgano de

difusión científica y de formación pedagógica para el magisterio.

La educación pública del país se rigió por los principios de dicho Decreto orgánico de

1870 hasta que se produjo el cambio institucional y político de 1886, cuando se pasó de un

sistema federalista a uno centralista. Aun cuando históricamente, ya se habían dado

fundamentales cambios después de la guerra civil de 1876, que algunos llamaron “la guerra de

las escuelas”, pues atribuían sus causas al malestar y a la resistencia que despertó la reforma

educativa. En todo caso, no cabe duda de que el Decreto Orgánico es uno de los documentos

centrales de la historia de la educación colombiana. (Jaramillo, 1980, p. 3)

Con la Constitución de 1886 se dio la vuelta al sistema nacional de educación. La

centralización del sistema educativo empezó en la escuela primaria. La consigna de ese momento

era tener la escuela supervisada por el Estado, a través del Ministerio de Instrucción. Se logra la

re-catolizacion del sistema educativo, tal como indicaba el artículo 41 de la Constitución de

1886, que se consolidó en los artículos 12 y 13 del Concordato de 1887 entre Colombia y la

Santa Sede. (Cifuentes y Camargo, 2016). Esta reforma educativa fue conocida como la Reforma

Núñez o de la regeneración, y con esta se dio paso a la creación de la universidad.


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Entre los años 1892 y 1902 se dio una nueva reforma educativa conocida como el Plan

Zerda, en honor al ministro de Instrucción Pública, médico Liborio Zerda. Esa reforma buscó

trazar normas de organización nacional para la enseñanza e imponer un sistema de educación

nacionalmente unificado hasta donde fuera posible, y guardó la misma línea política que la

reforma anterior.

Las reformas educativas de comienzos del siglo XX están marcadas por la realidad social,

económica y política del país, como consecuencia de la Guerra de los Mil Días y de la separación

de Panamá. El poder estaba en manos del partido conservador. Se dio una nueva reforma, en

1903, en el cual se estableció un modelo de instrucción y de escuela, al expedir la Ley 39 de ese

año y el Decreto reglamentario de 1904, en el que se implementaron otras ayudas, medios e

instrumentos para que el control de la iglesia católica fuera total. Esta reforma educativa

prevaleció hasta 1930.

En 1930 se dio una reforma educativa basada en el orden social, la moralización de la

población y el progreso económico. Se desplegaron cambios sociales en el país, que señalaron el

contexto de lo posible y lo deseable del reformismo educativo. Las reformas de la educación

pública durante la republica liberal, entre 1930 y 1946, se caracterizaron por intensos debates

sobre la educación pública, la experimentación pedagógica y las reformas legales orientadas a la

apropiación selectiva en el país de las prácticas de la pedagogía activa. Llama la atención que en

esa época se garantizó la libertad de todos los cultos que no fueran contrarios a la fe cristiana.

Las reformas educativas realizadas en el periodo comprendido entre 1946 y 1956 se

dividieron en dos partes: la primera basada en el discurso del desarrollo y la re-catolizacion de la

educación pública (1946-1953). La segunda, sesgada por el populismo, la internacionalización y

la tolerancia partidista, se dio entre de 1953 y 1957 (Cifuentes y Camargo, 2016).


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En ese orden de ideas, se evidenció que había ciudadanos analfabetos y otros sin terminar

sus estudios de nivel primaria o secundaria, razón por la cual surgió el interés de que la

educación llegase a todas las personas, a un bajo costo. Es cuando nace Radio Sutatenza, que se

convirtió en toda una experiencia de educación popular, implementada por el sacerdote José

Joaquín Salcedo, a través de las Escuelas Radiofónicas e impulsada por la Acción Cultural

Popular (ACPO), que se mantuvo hasta 1989. (Cifuentes y Camargo, 2016)

En 1949 se empezó a implementar la Misión Currie, en honor a Lauchlin Currie, un

profesor y académico que llegó a Colombia con el fin de reformar la administración pública y de

acercar nuestro sistema administrativo al norteamericano. Es cuando se implementan las políticas

educativas impulsadas por el Banco Mundial. (Malagon y Pardo, 2011), con las cuales aún nos

identificamos.

En 1954, luego del golpe militar, llegó a Colombia la Misión Lebret, que fue contratada

para realizar un estudio acerca del desarrollo del país. Recibió este nombre debido a que todo

este proceso fue liderado por Louis-Joseph Lebret, un sacerdote francés de la orden de los

dominicos, que se preocupó por los problemas económicos y cómo estos afectaban los entornos

familiar y social. Su enfoque fue humanista y permitió conocer las características de la sociedad

colombiana. Las conclusiones de dicho trabajo fueron conocidas en 1958. Había propuestas para

la organización y transformación de la educación. En 1958 se creó el Comité Asesor del

Ministerio de Educación Nacional, basado en los planeamientos emitidos por la misión Lebret.

En 1959 nace la Federación Colombiana de Educadores (FECODE), que, desde entonces,

agrupa a todos los maestros de los niveles ante universitarios el país.

Hasta 1964 la educación primaria se basó en los acuerdos establecidos en la IX

Conferencia General de las Naciones Unidas.


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En los años sesenta, el país pasa por grandes luchas y cambios sociales. Como

consecuencia de dichas luchas surgen movimientos revolucionarios en defensa de los ideales que

se creían correctos.

El primer paro nacional de maestros se realizó en Bogotá en 1966. Fue liderado por

FECODE. Su objetivo estaba enmarcado en pro de mejorar la educación colombiana y las

condiciones laborales de los maestros. En 1962 FECODE recibió la personería jurídica. Un año

más tarde se reformó la educación normalista. FECODE apoyó en la década del sesenta el

desarrollo de la educación colombiana.

La década del setenta tiene dos grandes logros. El primero es el surgimiento la educación

a distancia; el segundo, la consolidación de un estatuto docente digno para el gremio magisterial,

que se concretó gracias a las intensas luchas del magisterio colombiano. El Decreto 2277 de

1979, firmado en el gobierno de Julio Cesar Turbay, disolvió las políticas que se habían

implantado desde el gobierno de Laureano Gómez, en la década del cincuenta.

En la década del ochenta FECODE influyó en la educación pública y en el quehacer

intelectual y pedagógico de los maestros, gracias al Movimiento Pedagógico. En 1982, siendo

presidente Belisario Betancur, se firmó el Decreto 2214, relacionado con la implementación de

los medios tecnológicos en la educación del país. Se logran así los primeros avances en ciencia y

tecnología. (Cifuentes y Camargo, 2016). Además, se dio la descentralización de la educación.

En los años noventa, en la presidencia de Cesar Gaviria empezó la época de reformismo

educativo. El 4 de julio de 1991 fue proclamada la nueva Constitución Política, derivada de la

Asamblea nacional Constituyente, que derogó la Constitución de 1886 y recogió ideas y aportes

de diferentes grupos sociales, incluyendo la desmovilizada guerrilla del M-19, que se habían

incorporado a la vida social, luego de un proceso de paz. La nueva Constitución está basada en
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principios de equidad e igualdad. La educación es concebida como un derecho fundamental;

prevalecen los derechos de los niños sobre los derechos de los demás; la corresponsabilidad de la

educación es de la triada: familia, Estado y sociedad; la obligatoriedad de la educación va hasta

el grado noveno; y se establece la libertad de enseñanza, de investigación, de cátedra y de culto.

En febrero de 1994 se aprueba la Ley 115, conocida como la Ley General de Educación,

que fue reglamentada, entre otros decretos, por el 1860 del mismo año. Dicha ley sigue vigente.

El siglo XXI está enmarcado por diferentes cambios. Surge un nuevo estatuto docente

que en teoría serviría para dignificar y profesionalizar la docencia. Se trata del Decreto 1278 de

2002. La calidad en la educación toma importancia. Se crea el Programa Nacional de Formación

de Educadores del MEN, con el propósito de desarrollar la política de calidad para el cuatrienio

2010 – 2014, conocida como “Educación de calidad, el camino para la prosperidad”. Se expide el

Decreto 2470 de 2015, que reglamenta las condiciones de calidad para el otorgamiento y

renovación del registro calificado de los programas académicos de licenciatura y de los

programas enfocados a la educación. Además, se expide el Decreto 1075 de 2015, que es

reglamentario del sector educativo y que recopila toda la normatividad de dicho sector.

(Cifuentes y Camargo, 2016).


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La Diversidad y la Normatividad

En la década del sesenta Colombia fue testigo de muchas luchas sociales y políticas que

influenciaron todos los escenarios del país, y generaron cambios e innovaciones en diferentes

sectores. Se debía dar respuesta a las sentidas necesidades de la población vulnerable. En el caso

de la educación se dieron cambios favorables, algunos de los cuales fueron: la implementación

de la escuela rural, los programas de etnoeducación y el establecimiento de las instituciones de

enseñanza media diversificada, que buscaban tecnificar al bachiller. Es claro que desde esa época

en Colombia se han tenido presentes algunas singularidades de los estudiantes y, por ende, se

han dado pasos importantes en lo relacionado con la atención educativa a la diversidad.

Luego de haberse implementado la escuela rural, surgió la necesidad de enseñar a

diferentes grados en una misma aula de clase. Por tal razón, en 1975 se implementó en las zonas

rurales un modelo sugerido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la

Ciencia y la Cultura (UNESCO), denominado Escuela Nueva, que corresponde a un modelo

escolarizado de educación formal, con respuestas al multigrado rural. La atención a la

heterogeneidad de edades y de orígenes culturales de los estudiantes de las escuelas urbano-

marginales fue implementado en el sector rural debido a las necesidades que se vivían en el

momento. Este modelo permite ofrecer los cinco grados de la educación básica primaria con

calidad, en escuelas multigrado con uno, dos o hasta tres maestros. Centra el aprendizaje en el

niño, en su contexto y en la comunidad; ha incrementado la retención escolar, disminuido tasas

de deserción y de repitencia, y ha demostrado mejoramiento en logros académicos, así como en

la formación de comportamientos democráticos y de convivencia pacífica. Dicho programa fue

galardonado, por ser uno de los más exitosos en los países en desarrollo (Organización de las

Naciones Unidas, 2015).


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En 1976 se aprobó la Ley 088, reglamentada por el Decreto 1142 de 1978, por medio de

la cual de crean políticas educativas para las comunidades indígenas del territorio colombiano.

La Constituyente de 1991 planteó el camino a la igualdad y a la equidad, en un país

desigual. Además, integró a la legislación colombiana convenios internacionales, como el 169

que abarca a los pueblos indígenas y tribales de países independientes, que estaba vigente desde

1989.

El 27 de agosto de 1993 se expidió La ley 70, que tiene por objeto reconocer propiedad

colectiva de terrenos a las comunidades negras que habían ocupado tierras baldías en las zonas

ribereñas de los ríos de la cuenca del Pacifico, de acuerdo con sus prácticas tradicionales de

producción. Dicha norma tiene como propósito establecer mecanismos para la protección de la

identidad cultural y de los derechos de dichas comunidades como grupo étnico, y fomentar el

desarrollo económico y social de dicha población, con el fin de garantizar que estas comunidades

tengan condiciones reales de igualdad de oportunidades frente al resto de la sociedad

colombiana.

La Ley General de Educación, Ley 115 de 1994, y sus decretos reglamentarios, el 1860

de 1994 y el 804 de 1995, hacen referencia al diseño y ejecución de programas denominados de

etnoeducación, a partir de las características y necesidades de las poblaciones indígenas y negras

del país. Ante esto, otras comunidades, como la de los sordos, iniciaron todo un proceso en

procura de ser reconocidos como diferentes y con necesidades únicas. El gobierno atendió este

requerimiento, y se logró la expedición de la Ley 324 de 1996, por medio de la cual se crean

normas en favor de dicha población. En ese mismo año se emitió el Decreto 2082, que cobija a

las personas con limitaciones o con talentos excepcionales, y se vincula a esta población al

servicio educativo.
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Posteriormente, con la Ley 397 de 1997, se dio el derecho a los grupos étnicos a

conservar, enriquecer y difundir su identidad y su patrimonio cultural, y a proteger sus lenguas,

tradiciones, usos, costumbres y saberes. De igual manera, se tuvo en cuenta al creador, al gestor

y al receptor de la cultura, y se garantizó el acceso de todos los colombianos a las

manifestaciones, bienes y servicios culturales en igualdad de oportunidades, concediendo

especial tratamiento a personas limitadas física, sensorial y síquicamente, a los integrantes de la

tercera edad, a la infancia, a los adolescentes, a la juventud y a los sectores sociales más

necesitados. Como se puede apreciar, la norma abarca diferentes grupos poblaciones fuera de los

étnicos, y establece derechos para toda la población, sin ningún tipo de discriminación, tal como

se consagra en los principios, valores y normas de la Constitución Política de 1991.

En ese orden de ideas, la Corte Suprema de Justicia falló en favor del derecho a la

educación y a la pluridiversidad que tienen los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de las

instituciones educativas del país, como se manifiesta en la Sentencia SU641/98, en la cual se

indica:

En otros términos, los reglamentos de las instituciones educativas no podrán

contener elementos, normas o principios que estén en contravía de la Constitución

vigente, como tampoco favorecer o permitir prácticas entre educadores y educandos que

se aparten de la consideración y el respeto debidos a la privilegiada condición de seres

humanos, tales como tratamientos que afecten el libre desarrollo de la personalidad de los

educandos, su dignidad de personas nacidas en un país que hace hoy de la diversidad y el

pluralismo étnico, cultural y social principio de praxis general. Por tanto, en la relación

educativa que se establece entre los diversos sujetos, no podrá favorecerse la presencia de

prácticas discriminatorias, los tratos humillantes, las sanciones que no consulten un


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propósito objetivamente educativo sino el mero capricho y la arbitrariedad.

(Jurisprudencia, Sentencia 641, 1998, p. 5).

La tutela pasó a ser una herramienta de rescate para toda la población y es aplicada

exclusivamente para defender los derechos fundamentales de las personas. Entre esos derechos

se encuentra la educación.

En el año 2000 se llevó a cabo en Dakar, capital de Senegal, el Primer Foro Mundial de

Educación, que contó con la participación del Banco Mundial, del Fondo de Población de las

Naciones Unidas (FNUAP), del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), de

la UNESCO y de la UNICEF, y cuyo objetivo fue evaluar el proceso educativo de la década del

90 dentro de la iniciativa denominada “Una educación para todos”. En las conclusiones de dicho

Foro se hace un llamado:

A nuestros gobiernos, a nuestras sociedades, así como a las agencias

internacionales de cooperación, a redoblar esfuerzos en pro de la equidad, privilegiando a

los grupos más marginados y articulando los programas educativos a políticas más

amplias que contribuyan a la equidad económica y social. Nos pronunciamos por

salvaguardar la diversidad cultural y educativa propia de las regiones, los países y los

grupos culturales en el interior de cada país, contra una globalización hegemónica y

homogeneizadora. (Pronunciamiento Latinoamericano por una Educación para Todos,

2000, p. 6)

Ese pronunciamiento, del 28 de abril de 2000, marcó un importante paso a la diversidad

en el sector de la educación en el país. Además, se vio la necesidad visionar de una forma

diferente la tarea de enseñar. La inclusión de estudiantes con discapacidad al sector educativo los

relaciona directamente con la sociedad y, de esa forma, se garantiza que todos tengan las mismas
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oportunidades de participación. La UNESCO, como organización mundial, no es ajena a esta

situación y emite orientaciones de orden global, encaminadas a la atención a la diversidad.

El 2 de noviembre de 2001, en la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural,

dicha organización indica: Se debe “alentar, a través de la educación, una toma de conciencia del

valor positivo de la diversidad cultural y mejorar, a esos efectos, la formulación de los programas

escolares y la formación de los docentes”. (Organización de las Naciones Unidas para la

Educación, la Ciencia y la Cultura, 2001, p. 3)

De acuerdo con lo anterior, se debían mejorar los ámbitos escolares y se debía capacitar a

los maestros para facilitar los procesos inclusivos en las aulas. Debía tenerse cuenta que la

inclusión es un proceso por medio del cual se pretende identificar y responder a la diversidad de

las necesidades de todos los estudiantes, propiciando su participación no solo en actividades de

aprendizaje, sino en los ámbitos culturales y comunitarios, de tal forma que no haya exclusión.

Es de resaltar que la exclusión fue definida, como un proceso que relega a algunas

personas al margen de la sociedad y les impide participar plenamente, debido a su pobreza, a la

falta de competencias básicas y de oportunidades de aprendizaje permanente, o por motivos de

discriminación. Esto la aleja de las oportunidades de empleo, percepción de ingresos y

educación, así como de las redes y actividades de las comunidades. Tienen poco acceso a los

organismos de poder y decisión y, por ello, se sienten indefensos e incapaces de asumir el control

de las decisiones que les afectan en su vida cotidiana (Pantoja, 2019).

Para la UNESCO, la diversidad se convirtió en un elemento para potencializar o, por el

contrario, para debilitar las comunidades, ya sea de forma individual o colectiva. Por esta razón

la definieron como:
21

Un hecho social, un dato de la realidad frente a la cual caben dos posturas: o la

diversidad se convierte en fuente de tensiones, de prejuicios, de discriminación y

exclusión social; o se constituye en fuente potencial de creatividad y de innovación y, por

tanto, en una oportunidad de crecimiento y desarrollo humano. Ello dependerá de la

orientación y de la fuerza con que las políticas públicas favorezcan o no el

empoderamiento de las comunidades, o la participación de la gente en las decisiones

sobre los problemas que los afectan. (Hevia, 2003, p. 3)

El Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia acogió los planteamientos de la

Clasificación Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la Salud (CIF),

desarrollada por la OMS, sobre la discapacidad, al considerar que la misma corresponde a un

enfoque biopsicosocial. Se define la discapacidad como el resultado de interacciones complejas

entre las limitaciones funcionales (físicas, intelectuales o mentales) de la persona y el ambiente

social y físico en el que vive esa persona. La CIF incluye como elementos de la discapacidad las

deficiencias y las limitaciones en la actividad y las restricciones en la participación. Además,

denota los aspectos negativos de la interacción entre un individuo con una condición limitante de

salud y los factores contextuales individuales (ambientales y personales) (Organización Mundial

de la Salud, 2002).

De otra parte, el Ministerio de Educación Nacional define la diversidad como una

estrategia central para la inclusión social, una inclusión que trasciende la dicotomía de lo

tradicional asociado al concepto de exclusión, que permite pensar un modelo educativo abierto y

generoso que atiende la diversidad como una característica inherente no solo al ser humano sino

a la vida. Con esta apuesta se propone avanzar en el cierre de brechas de inequidad, mediante el

pleno ejercicio de derechos y el acceso a las oportunidades, a través de medidas estructurales de


22

política púbica que contribuyan a la consolidación de una paz estable y duradera (Ministerio de

Educación Nacional, 2012).

Como se evidencia, el problema de la inclusión y de la exclusión escolar es una dificultad

no solo nacional sino de índole global. En el año 2005, en París la UNESCO lleva a cabo la

Convención sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales.

En dicho encuentro se indica que las políticas educativas enfrentan tres grandes retos. El

primero, cómo educar en interculturalidad; el segundo, cómo educar a las personas de distintas

procedencias, distintas etnias y distintas capacidades en valores de convivencia pacífica y de

trabajo solidario; y el tercero, cómo lograr que la escuela propicie una educación incluyente y

atienda a los estudiantes minimizando la desigualdad de oportunidades.

Es claro que el país no estaba preparado para atender la demanda de la diversidad en las

aulas, ni para adaptar el currículo al estudiante. El proceso de enseñanza se hacía de forma

contraria, valga decir, era el estudiante es el que debía adaptarse al currículo, y si no lograba

adaptarse era tildado de “diferente”. Muchas veces era excluido del proceso educativo.

El hecho es que de ninguna manera se puede discriminar a las personas, y mucho menos

a los niños, niñas y adolescentes. De acuerdo con las políticas públicas, las instituciones

educativas deben promover modelos que se adapten al desarrollo del estudiante y que sean

transversales en los ámbitos social, ambiental, cultural y político, enfocados hacia la otredad,

alteridad, solidaridad, calidad y equidad. Pero, ¿se cumple ese propósito? Puede afirmarse que el

cumplimiento es parcial.

Lo primero es diferenciar los términos “inclusión” e “integración”. El primero se da

cuando las instituciones educativas brindan atención a cualquier estudiante sin importar sus

limitaciones, contando con profesores capacitados y con infraestructura necesaria. El segundo se


23

puede apreciar cuando existen aulas especiales para estudiantes con discapacidad, en las cuales

se les otorga el derecho a la educación, pero se les aísla de los demás, y se generan

comportamientos que pueden ser hostiles para dichos estudiantes.

Se parte del principio que toda persona es un ser único e irrepetible; por lo tanto, no hay

una metodología específica para aplicar adaptaciones curriculares de forma oportuna. Sin

embargo, la información, la investigación, el estudio y las actualizaciones constantes, así como la

observación sobre lo que realmente constituye un beneficio para los estudiantes con dificultades

educativas, conducen a estrategias metodológicas de las cuales los docentes deben apropiarse,

para que la aplicación de estas adaptaciones se brinde de forma exitosa (Moreira y Pineda, 2015).

Es decir, la inclusión de personas con discapacidad lleva a entender la relación entre la manera

en que las personas funcionan y la forma como participan en la sociedad, y a garantizar que todas

tengan las mismas oportunidades de participar en todos los aspectos de la vida, al máximo de sus

capacidades y deseos (Organización Naciones Unidas, 2015).

Teniendo en cuenta las necesidades de los hogares de la población diversa, el gobierno

nacional emitió la Resolución 2565 del 24 de octubre de 2003, en la cual se indica que los niños,

los adolescentes y los jóvenes que por su condición de discapacidad no puedan ser integrados a

la educación formal serán atendidos en instituciones oficiales o privadas, que desarrollen

programas que respondan a sus necesidades, lo cual se realizará mediante convenios, o a través

de otras alternativas de educación que se acuerden con el Ministerio de Salud y Protección

Social, con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar o con los gobiernos locales (Ministerio

de Educación Nacional, 2003). Para tal efecto, se crean las aulas de apoyo, que, en la práctica,

no beneficiaron a los estudiantes discapacitados, sino que ocasionaron la exclusión de los


24

aprendizajes y un deterioro en el autoconcepto entre los niños, las niñas y los adolescentes

pertenecientes a dicha población.

Conscientes del daño causado por las políticas públicas emitidas, el Congreso expidió la

Ley 1145 del 10 de julio de 2007, cuyo propósito fue el de impulsar la formulación e

implementación de la política pública en discapacidad, que se había dificultado como

consecuencia de que este proceso se debe realizar de forma coordinada entre las entidades del

orden nacional, regional, local, las organizaciones de personas con y en situación de

discapacidad y la sociedad civil, con el fin de promocionar y garantizar los derechos humanos

fundamentales. Recordemos que Colombia es un Estado Social de Derecho, enmarcado en un

sistema capitalista, que adopta los principios y las propuestas de la ONU como institución

garante de los Derechos Humanos. El Estado colombiano está comprometido con el respeto a

dichos derechos. Además, el país es firmante de las Normas Uniformes para la Igualdad de

Oportunidades para las Personas con Discapacidad, desde 1993.

Al ser garante de los derechos de igualdad, educación y protección, se creó en Colombia

el Sistema Nacional de Discapacidad (SND), con el propósito de racionalizar los esfuerzos,

aumentar la cobertura, organizar la oferta de programas y servicios, y promover la participación

de la población con discapacidad en todos los ámbitos, en especial, en la educación.

Teniendo en cuenta que uno de los derechos fundamentales de la población colombiana

es la educación, surgió la necesidad de contar en las aulas regulares con profesionales de apoyo

que realizaran acompañamiento a la población con discapacidad o con talentos excepcionales, de

tal forma que se garantizara el aprendizaje de todos los estudiantes y en todos los niveles.

Además, con estrategias didácticas adecuadas se facilitarían los procesos de enseñanza-

aprendizaje, teniendo en cuenta los requerimientos pedagógicos de esa población, la articulación


25

a los Proyectos Educativos Institucionales (PEI), y los principios de equidad y de calidad. Se

expidió, entonces, el Decreto 366 del 9 de febrero de 2009 por medio del cual se reglamenta la

organización del servicio de apoyo pedagógico para la atención de los estudiantes con

discapacidad y con capacidades o con talentos excepcionales, en el marco de la educación

inclusiva. Es de aclarar que, aunque no todas las instituciones educativas inclusivas tienen

docentes de apoyo, el MEN realiza el trabajo de hacer seguimiento a sus procesos.

Gracias a las estrategias antes mencionadas, es que el MEN evidenció que muchas

instituciones educativas del territorio nacional no se acogían a las políticas públicas de

educación, vulnerando de esa forma los derechos de los niños, las niñas y los adolescentes con

discapacidad o con talentos excepcionales, aludiendo diversas excusas, como que los docentes y

directivos no estaban preparados para asumir dichas responsabilidades o que los padres de

familia no tenían tiempo para llevar a los niños a las instituciones educativas.

Por lo anterior, la Corte Constitucional, mediante la sentencia C-715 de 2012, dio

viabilidad al proyecto de Ley Estatutaria 092 de 2011 de la Cámara, y167 de 2011 del Senado,

en la cual se dan lineamientos para garantizar el cumplimiento de los derechos de las personas

con discapacidad o talentos excepcionales. Vale la pena señalar que, al tratarse de un proyecto de

Ley Estatutaria, la Corte Constitucional hace un control automático previo determinando su

constitucionalidad, Sentencia C- 765 de 2012, por lo cual es obligación del presidente de la

República sancionarla (Parra, 2012).

Este fallo fue trascendental y victorioso para toda la población colombiana con

diversidad, debido a que con dicha norma se humanizaron los servicios prestados en todos

sectores, incluido el educativo. A partir de entonces se implementaron acciones que impulsaron a

la sociedad a garantizar los derechos de las personas con discapacidad y a eliminar su


26

discriminación. El gobierno nacional aprobó el proyecto de ley el 27 de febrero de 2013 y

decretó la Ley Estatutaria 1618, cuyos principales objetivos son garantizar y asegurar el ejercicio

efectivo de los derechos de las personas con discapacidad, mediante la adopción de medidas de

inclusión, y eliminar toda forma de discriminación por razón de discapacidad, en concordancia

con la Ley 1346 de 2009.

De igual manera, se obligó al Ministerio de Educación Nacional a diseñar programas y a

velar por los ajustes de los planes de mejoramiento institucional, con el propósito de garantizar el

acceso y la permanencia de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes con discapacidad en las

instituciones educativas, y la atención educativa gratuita e integral en los niveles de preescolar,

básica y media, de tal forma que se logre

formar mejores seres humanos, ciudadanos con valores éticos, respetuosos de lo

público, que ejercen los derechos humanos y conviven en paz. Una educación que genera

oportunidades legítimas de progreso y prosperidad para ellos y para el país. Una

educación competitiva, que contribuye a cerrar brechas de inequidad, centrada en la

institución educativa y en la que participa toda la sociedad. (El Congreso de Colombia,

2013, Art. 11)

De esta manera, la educación inclusiva se enfoca a la eliminación de barreras existentes

para asegurar el acceso, la calidad y la permanencia. Además, debe garantizar el desarrollo, el

aprendizaje y la participación de las personas con discapacidad, y facilitar los procesos, ajustes y

apoyos que se requieran, con el fin de lograr un país justo socialmente. En concordancia con

dicho propósito se expidió el Decreto 1421 de 2017, que habla de una educación inclusiva

diseñada de forma universal, con ajustes razonables y con el apoyo necesario para potencializar

las fortalezas de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes con discapacidad.


27

La educación inclusiva requiere de un ambiente que favorezca el aprendizaje, a

través de entornos accesibles en los que todas las personas se sientan seguras, apoyadas,

estimuladas y puedan expresar sus opiniones. Para ello se requieren transformaciones en

los procesos pedagógicos, en los espacios físicos y en las formas en las que se relacionan

las personas en el entorno escolar. (Ministerio de Educación Nacional, 2017, p. 7)

Es de aclarar que el Decreto 1421 tiene una guía para su implementación, en el marco de

la educación inclusiva, que trata acerca del respeto por la evolución de las facultades de los

niños, niñas, adolescentes y jóvenes con discapacidad, y sus ritmos de aprendizaje. Con el apoyo

de las comunidades educativas y con la implementación del denominado Diseño Universal de

Aprendizaje (DUA), las experiencias de aprendizaje de todos los estudiantes se hacen

significativas, a partir del reconocimiento y valoración de la individualidad.

Ahora bien, se ha hecho referencia a la diversidad funcional. Pero, ¿qué pasa con la

diversidad cultural? ¿Acaso los niños con diferente cultura no tienen los mismos derechos de los

demás? ¡Claro que sí! Todos los niños y las niñas tienen los mismos derechos. Uno de ellos, el

que se les garantice una educación de calidad. En ese orden de ideas también se deben realizar

inclusión y ajustes razonables en los contenidos y en los objetivos de las clases para incluir a

toda la población estudiantil diversa en las aulas regulares.

La flexibilización para estudiantes con discapacidad no se reduce a realizar

ajustes en los contenidos y en los objetivos, puesto que prima el derecho a la educación

con equidad y la realización de los ajustes razonables para acceder a ellos, tras haberse

agotado todas las posibilidades en el marco del diseño universal. Por tanto, el Plan

Individual de Ajuste Razonable (PIAR) no puede comprenderse como un currículo


28

paralelo, sino como un ajuste a la planeación de aula, de área y de estudios de la

institución educativa. (Ministerio de Educación Nacional, 2017, p. 26)

En consecuencia, la inclusión es un proceso y un resultado. En los distintos niveles del

sistema educativo colombiano se presentan imaginarios relacionados con la población

discapacitada, entre los cuales se destacan los siguientes. En primer lugar, el miedo que se vive

en la comunidad educativa, como consecuencia del desconocimiento de las necesidades y de los

requerimientos de los estudiantes con discapacidad; en segundo lugar, las barreras de tipo

actitudinal, con falsas creencias sobre la discapacidad; en tercer lugar, la consideración de que no

todos los colegios pueden ser inclusivos; en cuarto lugar, la creencia de que los niños con

discapacidad solo aprenden en instituciones especiales de carácter privado; y en quinto lugar, la

exigencia de que sean los niños, las niñas, los adolescentes y los jóvenes con diversidad los que

deban adaptarse a las instituciones educativa, y no lo contrario

Los anteriores imaginarios van en contravía de lo reglamentado, en el sentido de que

todos los niños, las niñas, los adolescentes y los jóvenes pertenecientes al sistema educativo,

independientemente de sus fortaleza, limitaciones y condiciones, deben estar en las aulas

regulares con una educación gratuita, sin exclusiones; una educación basada en los principios de

igualdad, equidad y calidad, tal como lo indica la Constitución Política de Colombia de 1991. En

ese orden de ideas es importante recordar que:

La discapacidad no es una limitación o un déficit; constituye un camino de

aprendizaje distinto para llegar a las mismas metas (o a otras, si se considera pertinente).

El estudiante con discapacidad no es una persona normotípica a la que le faltan ciertas

habilidades o destrezas; es una persona como todas las demás, que precisa de ciertos
29

apoyos para desarrollarse y para aprender; es una persona distinta, no una persona

carente. (Ministerio de Educación Nacional, 2017, p. 35)


30

La Educación para Personas con Discapacidad en Colombia

El Gobierno Nacional expidió el Decreto 1075 de 2015, con el objetivo de compilar y

racionalizar las normas de carácter reglamentario que rigen el sector educativo. Se cuenta así con

un instrumento jurídico para establecer garantías efectivas a los derechos de todos los

colombianos. Con el cumplimiento de este Decreto se pretende garantizar la accesibilidad y la

permanencia en la educación a todos los ciudadanos.

Para asegurar dicho fin, se dispuso como guía al MEN, el cual debe garantizar que se

establezcan políticas y lineamientos que permitan ofrecer un servicio educativo de calidad y con

acceso equitativo e incluyente, de tal forma que se logre la permanencia en el sistema.

Las principales normas referidas a la educación para personas con discapacidad son los

Decretos 2082 de 1996 y 366 de 2009, que garantizan el derecho a la educación y la gratuidad de

la misma, sin limitantes o barreras, a todos los grupos poblacionales. Estas normas hacen

referencia a la educación de las personas con limitaciones, capacidades o talentos excepcionales,

lo mismo que a la educación de la población sorda, de adultos, de grupos étnicos, de población

desplazada por la violencia y de menores de 18 años con cáncer, lo mismo que a la dotación de

las escuelas para zonas o áreas rurales.

La realidad social del país, luego de muchas luchas, ha permitido que la discapacidad se

vea con la perspectiva de un enfoque biopsicosocial y de calidad de vida. Ha dejado de verse

como una deficiencia de los individuos, y ha pasado a ser considerada como parte de lo humano

Este cambio de perspectiva permite que las personas con discapacidad puedan optar por

escolarizarse en establecimientos educativos formales, y no en centros especializados; y que sean

consideradas dignas y merecedoras de atención, protección y cuidado (Ministerio de Educación

Nacional, 2017).
31

A lo largo del tiempo, el país ha desarrollado diferentes estrategias y programas con el fin

de mejorar las condiciones de vida de las personas con discapacidad o con talentos

excepcionales. En ese orden de ideas, es importante recordar que antes del Decreto 1075 de 2015

se dificultaba el acceso a la educación para dicha población. El acceso de personas con

discapacidad a educación de calidad se limitaba a quienes contaban con suficientes recursos

económicos. En muchas ocasiones, la población discapacitada con bajos recursos debía acceder a

mecanismos de participación política como la tutela para acceder al servicio educativo en

instituciones estatales estipuladas para atender dichas patologías. Cuando se permite el ingreso

de los estudiantes con discapacidad o capacidades excepcionales al aula regular, los padres y los

estudiantes se encuentran con diferentes comentarios de los maestros, tales como: “Tengo

muchos estudiantes y no tengo tiempo para dedicarme a uno solo”…, “Yo no estudie educación

especial ni soy experto en el tema”…, “Es mejor que se lleve al niño de mi salón, porque, la

verdad, él no entiende lo que yo enseño”. Palabras que matan las ilusiones no solo de los niños,

sino también de los padres, que quieren que sus hijos salgan adelante, pese a las adversidades de

la vida.

Pero esta estigmatización que se hace a la población con discapacidad o con talentos

excepcionales, no es consecuencia de la maldad de los profesores, sino de los imaginarios que

vienen desde siglos atrás. En la antigua Grecia, alrededor del siglo IV a.C., ya se estigmatizaba a

las personas con discapacidad, quienes, incluso, eran ofrecidas como sacrificios a los dioses,

puesto que consideraban que la causa de dicha discapacidad era el enojo de los dioses o un

castigo, razón por la cual consideraban que debían ser entregadas a ellos para calmar su ira. Más

adelante cambian la forma de tratar a dichas personas: las encierran, aislándolas del mundo, y
32

rompiendo el vínculo afectivo y social que todos tenemos por ser individuos psicosociales, lo

cual generaba agresividad y menos capacidades.

En suma, la discapacidad ha sido vista como algo negativo a lo largo de la historia. Aun

cuando esa percepción, ha ido evolucionando favorablemente, para identificar a las personas con

discapacidad la humanidad ha utilizado diferentes expresiones, muchas de ellas humillantes,

tales como: “…desgraciados, poseídos, idiotas, enfermos, anormales, impedidos, lisiados,

inválidos, minusválidos, incapacitados, disfuncionales, inhabilitados, desvalidos, limitados.

Últimamente parece tener cierta acogida en diferentes escenarios identificarlos como: personas

en condición de discapacidad o personas en situación de discapacidad” (Gómez y González,

2008, p. 15). Esa estigmatización es consecuencia de la tradición cultural, del miedo a

enfrentarse a situaciones nuevas, del miedo a salir de la zona de confort y atreverse a vivir

experiencias nuevas, y de la negativa a llenar la vida de saberes y experiencias magnificas con

las vivencias de dicha población.

Cuando se entrevista a las personas que trabajan con dichas poblaciones en las aulas

regulares, en muchos de ellos se aprecia la satisfacción por el trabajo bien hecho. Cuentan acerca

de avances que no creían que se podían lograr, del mayor compromiso de los estudiantes y del

mejoramiento de la convivencia; y señalan que la mejor recompensa que obtienen es ver la

satisfacción y la felicidad de los niños discapacitados y de sus familias por los logros que

alcanzan.

Para lograr estos avances, el gobierno nacional creo unos estándares que definen el nivel

fundamental de calidad de la educación tanto a nivel público como privado. En el caso de

estudiantes con algún tipo de discapacidad o de capacidades excepcionales de los niveles de

educación básica y media, la calidad de las instituciones educativas debe estar certificada por
33

personal de salud idóneo y competente, para que el establecimiento educativo pueda realizar el

respectivo registro en la plataforma del Sistema de Matrículas Estudiantil de Educación Básica y

Media (SIMAT) y, conforme a esto, llevar a cabo la flexibilización curricular que se requiera,

acorde con las necesidades del estudiante teniendo en cuenta su contexto, los resultados de la

valoración pedagógica que se le haya hecho, las competencias desarrolladas, su trayectoria

educativa, su proyecto de vida, las situaciones de repitencia y el riesgo de deserción escolar. De

esta forma, mejoran los procesos de enseñanza y aprendizaje. El modelo educativo que se

implemente debe estar basado en la diversidad, potenciar la heterogeneidad y favorecer el

desarrollo de las singularidades.

En ese orden de ideas, para tener aulas incluyentes se deben tener modelos de enseñanza

basados en los principios del Diseño Universal de Aprendizaje (DUA), es decir, personalizar la

educación de acuerdo con las características de los estudiantes, permitiendo de este modo la

potencialización de las de habilidades, rompiendo barreras y logrando de esta forma la

accesibilidad al aprendizaje.

Cuando los estudiantes tienen algún diagnostico que limita el aprendizaje, además de

contar estas aulas personalizadas y ambientadas, se debe implementar el Plan Individual de

Ajustes Razonables (PIAR), herramienta utilizada para garantizar los procesos de enseñanza y

aprendizaje de los estudiantes. Dicho plan se basa en la valoración pedagógica y social, e incluye

los apoyos y ajustes razonables requeridos, entre ellos, los curriculares, los de infraestructura y

todos los demás necesarios para garantizar el aprendizaje, la participación, la permanencia y la

promoción del estudiante. El PIAR constituye un valioso insumo para la planeación de aula del

respectivo docente y para el Plan de Mejoramiento Institucional.


34

El PIAR fue la consecuencia del Decreto 1421 de 2017, y es la herramienta más

importante para garantizar la inclusión en las aulas, debido a que le exige al docente conocer al

estudiante, a su familia y al contexto, y planear las actividades, apoyos y ajustes que estén de

acuerdo con las necesidades del estudiante. Se trata de una herramienta individual y se debe

utilizar con los estudiantes que estén diagnosticados y que no alcancen aprendizajes con las

estrategias metodológicas convencionales. El PIAR contribuye al desarrollo de la autonomía en

todos los entornos en los que se encuentre el estudiante y favorece su aprendizaje y su

participación, en igualdad de oportunidades, de tal forma que se garanticen sus derechos.


35

La Evaluación Educativa y la Diversidad

En Colombia los procesos de promoción se enmarcan en procesos evaluativos

relacionados con el seguimiento al proceso de formación de los estudiantes y al mejoramiento de

la calidad educativa. La evaluación que se realiza a los estudiantes debe contar con los ajustes

necesarios que permitan la participación de quienes tienen algún tipo de discapacidad, de tal

forma que se garantice su continuidad en los procesos educativos, de acuerdo con sus

necesidades, intereses y proyectos de vida. Respecto de esta consideración, el Decreto 1075 de

2015, confiere a los establecimientos educativos la facultad para definir el Sistema Institucional

de Evaluación de los Estudiantes (SIEE) (Ministerio de Educación Nacional, 2017).

Entonces, ¿qué es evaluar? Debe asumirse que no es medir, sino valorar. Dicho de otra

manera, es expresar un juicio de valor que se construye a través de la observación reflexiva. No

se evalúa para juzgar, sino, por el contrario, para saber qué pasa en el aula de clase con los

estudiantes, cómo se vinculan la didáctica y el currículo al aprendizaje, y cómo se transmiten los

saberes. Sobre todo, se debe evaluar para reflexionar acerca de la práctica docente. En ese orden

de ideas, la evaluación es un diálogo constante entre el estudiante y su maestro.

Las instituciones educativas, más que crear, plantear, definir y adoptar un sistema

institucional de evaluación, o de establecer con cuántas áreas o asignaturas es promocionado un

estudiante, o si se debe calificar con letras, números o caritas felices, deben mirar la importancia

de del proceso evaluativo, que radica en la formulación de criterios de evaluación en cada una

de las áreas, y en el establecimiento de los desempeños que deben desarrollar los estudiantes

durante el período o el año lectivo y de las actividades de nivelación para los estudiantes cuando

presentan dificultades en estos desempeños particulares y en su aprendizaje en general

(Ministerio de Educación Nacional, 2017).


36

¿Qué son los criterios de evaluación? Son los mismos indicadores de evaluación, es decir,

lo que se espera de un estudiante cuando se lo evalúa. Por medio de estos se puede realizar

la “lectura” del objeto evaluado y compararlo con un referente que generalmente es estándar de

desempeño, o el derecho básico de aprendizaje (DBA). Para ello, es necesario establecer el nivel

requerido y esperado de los aprendizajes, y definir cuándo se considera que el estudiante ha

logrado un propósito determinado. El establecimiento de los criterios de evaluación requiere de

una especificación de los aspectos que se deben evaluar, a través de indicadores concretos,

consensuados, comunes, y, lo más importante, socializados e interiorizados por los sujetos de la

evaluación. Además, deben ser el resultado del análisis y de las orientaciones didácticas de

docentes expertos en cada una las temáticas propuestas.

La evaluación basada en criterios establecidos previamente permite que el docente realice

un análisis de los resultados del aprendizaje dentro de un mismo indicador, para conocer en qué

medida cada uno de sus estudiantes ha adquirido la o las competencias específicas para

determinado tema y, de esta forma, personalizar o singularizar dicho proceso. Además, el hecho

de que el profesor conozca anticipada y específicamente lo que espera que logren sus estudiantes

facilita el desarrollo de las estrategias metodológicas utilizadas para dicho propósito.

Es importante que los criterios de evaluación sean socializados con los estudiantes desde

el inicio del período académico, es decir, antes de que inicie el proceso de aprendizaje. Dichos

criterios deben tener en cuenta la singularidad de los estudiantes, pues no hay una medida

estándar para los estudiantes; sino que, por el contrario, son diversos, así que los criterios de

evaluación deben ser incluyentes.

Cuando se generan procesos incluyentes se evita la promoción de los estudiantes sin que

hayan cumplido con los indicadores requeridos en el proceso de formación de cada nivel o
37

bajando la exigencia académica. La permanencia del estudiante en un grado, es decir la

repitencia, es la consecuencia de que no se realicen los ajustes necesarios a los indicadores de

aprendizaje, de acuerdo con los requerimientos y potencialidades. Los procesos incluyentes

también evitan la exclusión del estudiante del sistema educativo, cuando se considera que no

cumple con los requerimientos establecidos por el establecimiento educativo (Ministerio de

Educación Nacional, 2017).

Para evitar la repitencia y/o la exclusión se hace necesario generar sistemas de evaluación

institucional que valoren los aprendizajes de los estudiantes atendiendo la singularidad de cada

uno, teniendo en cuenta factores como la diversidad y la discapacidad, y dando importancia a los

avances individuales, más que a su comparación con el grupo.

En este proceso cobra valor la participación todos los profesionales vinculados al

proceso, valga decir: el docente de aula, el docente orientador y el profesional de apoyo, quienes

deben ajustar el proceso y, adicionalmente, contribuir a determinar los aspectos clave que deben

ser tenidos en cuenta en el seguimiento al proceso de aprendizaje del estudiante. Su rol será

fundamental para confirmar y avalar aquello que se consigne en las valoraciones de los

estudiantes, especialmente al momento de determinar la transición a otro nivel o modalidad

educativa. También debe recogerse la voz del estudiante, de su familia y de los cuidadores, a este

respecto (Ministerio de Educación Nacional, 2017).

Es claro que la institución educativa debe garantizar todas las actividades necesarias para

que se realicen procesos evaluativos que tengan en cuenta la singularidad de los estudiantes.

Pero, en el caso de las pruebas externas, como las que realiza el Instituto Colombiano para la

Evaluación de la Educación (ICFES), que estratifica y mide de forma cuantitativa unos niveles
38

de desempeño atendiendo a las competencias, las habilidades y, sobre todo, a las evidencias de

los aprendizajes de los estudiantes, ¿también se debe realizar este proceso?

Antes de la aplicación de la prueba se debe haber reportado el tipo de discapacidad del

estudiante y debe haberse reportado oportunamente en el SIMAT con el tipo de discapacidad que

presenta. El día de la presentación de la prueba el estudiante debe anotar en su formato cuál es su

condición. Además, las puntuaciones obtenidas por el estudiante no son tenidas en cuenta para

determinar el desempeño de su establecimiento educativo, y se procesan de modo independiente.

En esta misma línea, la Resolución 092 del 22 de febrero de 2008 exige al ICFES organizar y

brindar condiciones especiales para los estudiantes con discapacidad el día de la aplicación de

estas pruebas, entre las que cabe resaltar el servicio de interpretación para personas sordas, el

acompañamiento de personas que hacen la lectura y descripción de la prueba para personas

ciegas o con baja visión, y el uso de otros apoyos, como la calculadora para aquellos casos en

que se requiera (Ministerio de Educación Nacional, 2017).

Se pueden requerir otro tipo de ajustes razonables que mejoren las condiciones de

presentación de estos exámenes en los estudiantes que tienen algún tipo de discapacidad:: textos

adaptados para las personas con baja audición o sordas o de quienes en sus procesos de lectura y

escritura tienen el español como su segunda lengua; material en braille, con relieve o con

contrastes u otros ajustes para facilitar el acceso a la información de personas con baja visión o

ciegas; abrir la posibilidad de hacer lectura de los cuestionarios de la prueba, mediante softwares,

como el Jaws. Todas estas herramientas y las que sean necesarias se deben utilizar para

presentación de la prueba, para brindar confort al estudiante.


39

De otra parte, si hay patologías que generan angustia, temor, ansiedad, etc., el ICFES

puede modificar los tiempos y las condiciones que se otorgan para la realización de la prueba,

para que se facilite el desempeño de estudiantes con diferentes ritmos y condiciones,

especialmente en aquellos con discapacidades de tipo psicosocial. En estos casos, se debe

permitir la aplicación en varias sesiones, asignando un espacio especial para que el estudiante se

sienta cómodo y no distraiga a los demás evaluados.


40

Conclusiones y Recomendaciones

Los cambios generados en el sector educativo de Colombia desde inicios del Siglo XIX

hasta la actualidad se han dado a través de varios períodos. Iniciaron con la Independencia;

siguieron con los modelos políticos Federalista y Centralista, y con las luchas sociales y políticas

de los años sesenta del siglo pasado, que llevaron a la descentralización de la educación. El

origen y desarrollo del sistema educativo en Colombia desde el siglo XIX ha estado marcado por

diferentes momentos políticos que de una u otra forma condujeron a cambios favorables y

desfavorables para el sector educativo.

En los inicios del país, las Constituciones Políticas se referían a una educación basada en

los principios de la felicidad y hacían referencia a una educación que debía ir en pro de la

diversidad. Para tal fin, se invitaba a los ciudadanos a no realizar ningún tipo de discriminación

por asuntos relacionados con la raza, lo que permite inferir que desde el siglo XIX se ha hecho

referencia al respeto por el otro como principio fundamental de la diversidad.

La década del sesenta del siglo pasado fue período de grandes cambios ideológicos y

sociales, que sirvieron de base para que se promulgaran leyes en beneficio de algunas de las

poblaciones diversas del país, como los indígenas, los raizales, las comunidades rurales, los

sordos y los invidentes, entre otros. El país se adhirió a tratados internacionales que buscan

mejorar las condiciones de dichas comunidades, con el propósito de tener sociedades más justas,

teniendo en cuenta el principio de equidad, y dando paso a la diversidad.

A partir de la década del setenta, distintas prácticas sociales, provenientes de diferentes

sectores, forjaron el camino hacia la diversidad. Se destacan: el movimiento reivindicativo por el

derecho a las tierras ancestrales de los grupos étnicos, la promoción de los Derechos Humanos y

de los derechos colectivos, el reconocimiento internacional a la necesidad de atender las


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características singulares de la población, y algunos modelos educativos como el de Escuela

Nueva, que se dieron bajo el lema de “educación para todos”.

Luego de más de 20 años, los procesos educativos en función de la etnoeducación

mostraron mostrar falencias. Funcionaban bajo principios de exclusión; por tal razón aparece un

nuevo elemento que agrupa a varios grupos étnicos: la interculturalidad, que terminó siendo

aceptada en todo el país, y permitió la transformación de la escuela, del maestro, del estudiante y

del currículo.

Las Constituciones Políticas de 1886 y de1991 presentan diferentes visiones, pese a tener

en su esencia el modelo político centralista. La Constitución de 1886 estaba basada en un modelo

político centralista de carácter autoritario, que obligaba al adoctrinamiento católico en todos los

establecimientos educativos. Luego de más de un siglo se expidió la Constitución de 1991, que

es democrática, está basada en el Estado Social de Derecho y reafirma los Derechos Humanos.

Además, abrió espacios para que hubiera reconocimiento a las minorías. Promueve el libre

desarrollo de la personalidad, la equidad de género y la libertad de credos. También reconoce los

principios de equidad y de calidad.

En el siglo XX se dieron distintos hechos, acordes a las necesidades de la población, que

incidieron directamente en el sector educativo; algunos de los cuales fueron: la reforma de las

Escuelas Normales, el bachillerato por radio, la creación de la FECODE, la expedición del

Estatuto Docente (Decreto 2277 de 1979), que, en su momento, dignificó la docencia y la

expedición de la Ley 115 de 1994, que concreta los fines de la educación en el país. Todos estos

hechos ayudaron a la transformación y al desarrollo del país, y no solo se dieron en relación con

el funcionamiento del sistema educativo, sino que abordaron la concepción de la educación, a tal

punto que esta es considerada como facilitadora del desarrollo de habilidades, conocimientos y
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valores desde la propia identidad del individuo, y permiten a este y a la comunidad educativa

garantizar el bienestar y, consecuentemente, la felicidad de los educandos, que ha sido un

propósito de la educación desde el siglo XIX.

En ese sentido, la escuela debe garantizar la armonía entre todos los miembros de la

comunidad, debe basar sus prácticas en los principios de igualdad, equidad y calidad. Debe

incluir en el aula de clase las diversidades: cultural, biológica, mental, sensorial, cultural,

lingüística y social, y debe garantizar la escucha del otro. En otras palabras, debe educar teniendo

presente las singularidades, permitiendo que el currículo se adapte a los estudiantes y no, como

habitualmente se evidencia en las instituciones educativas, que sea el estudiante el que se adapta

al currículo y al sistema.

Colombia es un país que, pese a todos los procesos de sensibilización que se han

desarrollado alrededor de los procesos inclusivos, sigue presentado falencias en este aspecto el

ámbito educativo. En pleno siglo XXI se siguen presentando procesos excluyentes en las

instituciones educativas, debido a concepciones culturales; además a la resistencia de muchos

maestros de salir de la zona de confort para asumir nuevos retos. Por tal razón, son muchos los

casos en los cuales quién no se logre adaptar al sistema, se excluye, no sin antes tildarlo de

“diferente”. Es claro que “…las dificultades de aprendizaje del estudiante no pueden ser

explicadas únicamente por su condición de diversidad, sino porque las características del sistema

educativo no contribuyen a la inclusión”. (Garcia, Aquino, Izquierdo y Ramón, 2015, p. 272)

La institución educativa debe garantizar al estudiante, a la familia y al mismo Estado que

realizará las adaptaciones necesarias al currículo para que el estudiante alcance las competencias

necesarias para cumplir eficientemente determinadas actividades y, de esta forma, permitir que
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se siente a gusto, valga decir, que su tránsito por la institución educativa se dé en forma

armoniosa.

La educación debe estar basada en los principios de calidad, equidad e igualdad. Debe

asegurar que, en la medida de lo posible, todos los estudiantes alcances los aprendizajes que

orientan los maestros. Para tal fin, las instituciones educativas deben llevar a cabo adaptaciones

curriculares que tengan en cuenta la singularidad del estudiante, para lo cual debe hacer un

diagnóstico de las condiciones personales de cada uno. Además, debe utilizar las alternativas

pedagógicas relacionadas con los DUA, que orienten la didáctica, el currículo y la evaluación de

los contenidos abordados en cada sesión de trabajo. Las estrategias utilizadas por los profesores

deben estar enfocadas hacia el pensamiento holístico, y deben garantizar un trato digno a los

estudiantes.

De igual manera, las instituciones educativas, como garantes del proceso educativo,

deben realizar los respectivos seguimientos, para garantizar que los estudiantes sean

diagnosticados y valorados oportuna y cabalmente. En todos los casos deben realizar la

inscripción de los estudiantes en el SIMAT, con el propósito justificar la adaptación de los

procesos curriculares y evaluativos dentro y fuera de la institución educativa. Los procesos de

evaluación que adelanten deben ser de carácter formativo. Todo lo anterior evitará la

desmotivación del estudiante y, por ende, permitirá la retención del estudiante en el sistema

educativo.
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