Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
COGNITIVOS (II)
#20 | Sesgos cognitivos (II)
EL CAPÍTULO
EN UN VISTAZO
| I NTRODUCCIÓN
Por algún extraño motivo, nos creemos especiales. La mayoría de nosotros tendemos a
creernos más listo que la media, más guapos que la media o simplemente, mejores que
la media. Y, obviamente, es imposible que todos seamos más lo-que-sea que la media,
porque para algo es una media. Pero eso no impide que hasta los propios matemáticos
tienden a creerse especiales.
¿Y por qué te cuento esto? Bueno, pues además de porque nunca está de más
recordarnos a nosotros mismos nuestras limitaciones, lo hago porque en el capítulo de
hoy te voy hablar de unos cuantos sesgos cognitivos y muchas veces vas a pensar que
vaya tontería, que eso a ti no te pasa. O que es tan evidente que tú no vas a caer en ese
error.
|S
ESGO DE CONFIRMACIÓN
Vamos a empezar por todo lo alto. Por el que seguramente sea el sesgo más común. O,
al menos, a mí me lo parece, aunque puedo estar sesgado. Se llama sesgo de
confirmación y es el responsable de que nos sea casi imposible cambiar de opinión en
muchísimos temas.
“Lo que mejor se nos da a los seres humanos es interpretar toda la información nueva
que recibimos de manera que la opinión que ya teníamos permanezca intacta”
- Warren Buffett
¿Y por qué existe? ¿Por qué nuestro cerebro tiene este apetito por reafirmarse?
En primer lugar, porque, como todos los sesgos, el sesgo de confirmación se deriva de la
necesidad que tiene nuestro cerebro de encontrar atajos y modelos con los que procesar
la enorme cantidad de información que le bombardea a diario. Pero es que además el
sesgo de confirmación parece ser un mecanismo para protegernos de, ojo que vienen
palabrejas, la disonancia cognitiva. Que suena a algo super complicado, pero que no es
más que un estado de stress que sufre nuestro cerebro cuando nos sometemos a
contradicciones. Y esto es algo que nos pasa a todos miles de veces a lo largo de nuestra
vida.
Pues bien, el sesgo de confirmación es otro de los mecanismos con los nuestra mente
combate la disonancia cognitiva. Si yo estoy empeñado en que mi jugador de fútbol
favorito es el mejor de la historia; y llevo años animándole y comprándome todas sus
camisetas y haciéndome el mismo corte de pelo hortera que él lleva, me será más fácil
fijarme en sus logros y despreciar los del resto que replantearme una opinión que ya es
parte de quien soy. Lo mismo para quien ha mantenido una postura política o una
creencia religiosa o, no sé, quien lleva toda la vida vistiendo de amarillo convencido de
que le sienta de maravilla y en realidad lo que parece es un Simpson.
Claro, que esto… es peligroso por muchos motivos. Para empezar porque nos puede
llevar a enrocarnos en posturas, ideas o comportamientos peligrosos, para nosotros y
para el resto.
Es a esto a lo que Richard Feynman se refería con una famosa frase que ya te conté en el
capítulo sobre técnicas de aprendizaje: “El primer principio es que no debes engañarte a
ti mismo - y eres la persona más fácil de engañar”
|S
ESGO DE RETROSPECTIVA
Nuestro cerebro nos hace creer que un evento era mucho más
predecible de lo que creíamos antes de que sucediera.
Cambiando de tema, los americanos ponen nombres muy guays a las cosas y al
siguiente sesgo del que te quiero hablar lo llaman hindsight bias. Pero no es, ni más ni
menos, lo que la sabiduría popular española ha dicho siempre de: “a toro pasao, todos
somos Manolete”. En realidad, de manera más científica, su nombre en castellano es
“sesgo de retrospectiva”, pero me vas a permitir que yo lo llame sesgo del toro pasao,
que me ha hecho gracia.
Este sesgo es esa sensación que todos tenemos cuando vemos el resultado de algo y
nos decimos “ya lo sabía”. Nuestro cerebro busca continuamente la certeza y nos hace
creer que un evento era mucho más predecible de lo que creíamos antes de que
sucediera. Lo interesante de este sesgo es que ha habido muchísimos experimentos que
demuestran que, de manera efectiva, reescribimos nuestra memoria, es decir, nos
hacemos creer que realmente lo sabíamos.
Una de mis manifestaciones favoritas del sesgo del toro pasao es todo lo que tiene que
ver con el éxito. Recuerdo hace bastantes años asistir a una charla de un emprendedor
en la que el tío afirmaba con absoluta rotundidad que “desde el principio tuvieron claro
que mantener su red cerrada y sólo accesible bajo invitación era la clave para triunfar”.
Que no seré yo quien le diga que no tenía razón, porque lo petaron, pero la realidad
detrás de afirmaciones de ese tipo suele ser que probaste algo, que a lo mejor creías que
tenía un 60% de probabilidad de funcionar y que, como funcionó, de pronto te dices a ti
mismo y a todo el mundo que lo tenías clarísimo.
Pero bueno, es que esto también nos pasa cuando nuestro equipo de fútbol gana o
pierde un partido. La mayor parte de las veces, casi de manera inmediata, empezamos a
decirnos que ya lo sabíamos y que había muchos factores que lo hacían previsible. Y esa
es la clave por la que este sesgo es importante para mí.
Era inevitable saber que el imperio romano se hundiría, porque era demasiado grande de
mantener y estaba lleno de corrupción. Claro que entonces, nadie sabía que iba a
desaparecer, ni mucho menos cuándo.
Igual que era inevitable que la tecnología lo cambiara todo. Era inevitable que
acabáramos teniendo un ordenador en cada casa; y sin embargo Thomas Watson, que
fue 40 años presidente de IBM, dijo en 1943 que él creía que había mercado para unos 5
ordenadores en todo el mundo. O cuando Steve Ballmer, entonces CEO de Microsoft, dijo
que el iPhone era una broma y que nadie se iba a gastar 500 dólares en un teléfono sin
teclado. O cuando el mismísimo Steve Jobs dijo que nadie pagaría por servicios de
música por suscripción.
Ellos se equivocaron, y eso que no eran precisamente idiotas, y ahora, sin embargo, a
nosotros nos parece que era absolutamente evidente. Somos unos visionarios. Pero es
que nada es nunca tan evidente como cuando ya ha pasado.
|E
FECTO HALO / ASOCIACIÓN
El siguiente sesgo del que te quería hablar es sin duda controvertido y preocupante. Es el
efecto halo o sesgo de asociación y básicamente significa que cuando tenemos una
fuerte percepción positiva - o negativa- sobre alguien en un aspecto determinado, el
que sea, tendemos a transferir esa misma percepción a otros aspectos. Me he
explicado fatal, creo, pero se entiende muy bien con ejemplos.
Este tipo de sesgo es muy común, por ejemplo, en los procesos de evaluación en las
empresas o incluso en clase, con alumnos. Un profesor que tiene un alumno que se porta
bien, inconscientemente tiende a asumir que es un alumno brillante, estudioso y que va a
sacar buenas notas. Y eso puede afectar a su calificación.
O nos pasa lo mismo, y lo digo por experiencia, cuando entrevistamos a alguien para un
trabajo. Es muy difícil abstraerse de la impresión que una persona te causa. Por ejemplo,
si comunica bien, si es simpática o si nos parece inteligente, tendemos a evaluar más
Y esto, que ya es injusto de por sí, nos lleva a escenarios directamente terribles. Un
estudio en Estados Unidos encontró un vínculo entre la estatura de los empleados y su
salario: cuanto más altos, tendían a cobrar más. De hecho, la diferencia era de más o
menos 700 dólares, por cada 2 centímetros y medio de estatura.
Esto, obviamente, no es una conspiración de los altos para ganar más dinero, sino que
sucede de manera inconsciente. Y aunque es una buena noticia para mí, que mido 1,90,
es obviamente una mala noticia para todos. Porque igual que funciona con la estatura,
sucede con otros aspectos. Nuestra percepción sobre lo exitosa que es una persona,
está condicionada por otras características que no tendrían nada que ver.
De hecho, te he dejado en las notas del capítulo un vídeo en el que hicieron dos pruebas
muy sencillas y a la vez yo creo que preocupantes. La primera era que probaron a medir
cuánto tardaba en recibir ayuda una chica guapa que estaba intentando subir una maleta
pesada por unas escaleras, en comparación con una chica de aspecto más normal. La
otra prueba eran dos hombres, uno bajito y otro alto, vestidos exactamente igual y de
edad similar, sobre los que se pedía a la gente, por la calle, que opinara sobre a qué se
dedicaban y cuánto dinero ganaban. Estoy seguro de que ya te imaginas los resultados.
|S
ESGO DE CORRESPONDENCIA Y SESGO DE
AUTOJUSTIFICACIÓN
Para terminar, vamos a hablar de cómo somos capaces de pensar mal del resto y bien
de nosotros. El sesgo de correspondencia es la tendencia que tenemos a atribuir una
actuación negativa de una persona a su forma de ser en lugar de a factores externos
a ella. Así no se entiende nada, pero con un ejemplo seguro que sí.
Imagina que tienes que hacer un proyecto con un compañero de trabajo al que no
conoces mucho. Vamos a llamarle Pablo, por ejemplo. El día que tenéis que trabajar en
ello, Pablo llega tardísimo. Inmediatamente, y sin importar sus explicaciones, nuestro
cerebro lo que hace es atribuir ese resultado, que haya llegado tan tarde, a las
características intrínsecas de Pablo, es decir, a su forma de ser. Desde ese momento,
para nosotros, Pablo es como mínimo poco fiable. Claro que si encima lo mezclamos con
los otros sesgos que hemos visto, ya la hemos liado. Porque debido al efecto halo,
enseguida vamos a pensar que Pablo es poco inteligente o un mal trabajador. Y encima,
nuestro sesgo de confirmación nos va a hacer que en cuanto en la reunión le veamos
escribir con el móvil, pensemos: “ya está otra vez el vago este, al final hago el proyecto
yo solo”
Y todo esto, que obviamente está un poco exagerado, es lo que nos lleva a decir al final,
precisamente eso: hago el proyecto yo solo. Total, que esa noche nos quedamos hasta
las mil trabajando. Y a la mañana siguiente, se nos pegan las sábanas, nos quedamos
dormidos y encima de camino al trabajo hay una avería en el metro y al final llegamos
tardísimo. Y nuestro jefe nos echa la bronca. Pero internamente, mientras aguantamos la
bronca, no paramos de decirnos que es injusto, porque no ha sido nuestra culpa, no
podíamos haber hecho nada para evitarlo. Era inevitable que llegáramos tarde.
Porque, cuando juzgamos al resto, como te decía, tendemos a vernos afectados por el
sesgo de correspondencia: cuando tienen una mala actuación es por cómo son, no por
factores externos. Pero cuando somos nosotros quienes tenemos una mala actuación,
nos suele afectar otro sesgo, el sesgo de autoservicio o autojustificación: lo que sale
mal, no es culpa nuestra, sino de factores externos. Hay que ver lo que hace nuestro
cerebro para hacernos sentir bien.
Y sin embargo, esta mentalidad, no hace sino despojarnos de nuestra propia capacidad
para mejorar. Porque cuando atribuimos nuestros malos resultados a factores externos,
cuando son inevitables o no tienen nada que ver con nosotros, obviamente no hay nada
que podamos hacer para evitarlos. Y eso me parece un enorme error, porque
inconscientemente nos quitamos a nosotros mismos el poder de mejorar.