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# 41 TOMA DE

DECISIONES (V):
CASUÍSTICA
JESUÍTICA
#41 |​ Toma de decisiones (V)

EL CAPÍTULO
EN UN VISTAZO

Para Occidente, el siglo XVI fue lo más parecido a descubrir vida


en la Luna. Con el descubrimiento de América, de golpe, nuestro
mundo se hizo mucho más grande de golpe y encontramos
riquezas y pueblos completamente diferentes a nosotros.

Los jesuitas, que solían acompañar a los conquistadores por todo


el mundo, se vieron de pronto frente a frente con problemas
nuevos, que iban mucho más allá de lo que la teoría teológica que
se podía debatir en el Vaticano. Eran problemas reales y
necesitaban soluciones reales.

Así, acabaron desarrollando un método para la toma de


decisiones que, aunque no era nuevo, lo elevaron a unos niveles
nunca antes conocidos:​ la casuística.

Y es que no todos problemas admiten una aproximación analítica


o cuantitativa. Ni tampoco se pueden siempre reutilizar los
razonamientos que usamos para cuestiones anteriores. A
problemas nuevos, soluciones nuevas.

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#41 |​ Toma de decisiones (V)

| I​ NTRODUCCIÓN
Si me hubieras preguntado hace un año, te habría dicho que tenía la misma probabilidad
de grabar un podcast hablando sobre los Jesuitas que de ordenarme sacerdote yo
mismo. Sin embargo, aquí estamos. L
​ os caminos del saber son inescrutables. .

Vaya por delante que yo no soy creyente, no lo he sido nunca. Al menos no recuerdo
serlo. Aunque me crié con una educación más o menos católica, lo cierto es que mi
relación con la Iglesia ha sido bastante tangencial. Aún así, soy consciente de que la
religión juega un papel fundamental en la vida de muchos, así que quiero hacer este
capítulo con el mayor respeto posible.

Y dirás, con razón, que si no soy creyente y tengo tan poca relación con la Iglesia, que
qué narices hago grabando un capítulo sobre Casuística Jesuítica. Pues lo cierto es que
es el resultado de varios factores.

Este capítulo nace de una reflexión. Mientras este pasado verano le daba vueltas a cómo
me gustaría hacer una serie de capítulos sobre la toma de decisiones, me di cuenta de
que por más que a mí me gustaría, no todas las decisiones son estrictamente analíticas.
No todas pueden ponderarse o decidirse según probabilidades. Hay problemas y
situaciones que son poco cuantificables y en las que nos tenemos que apoyar muchas
veces en otras ramas del conocimiento.

Andaba yo en esas reflexiones cuando ​Malcolm Gladwell le dedicó justo unos capítulos
a la Casuística Jesuítica en su podcast, ​Revisionist History​. De hecho, mucho de lo que
te voy a contar hoy proviene de ahí y te animo a escuchar sus capítulos. Me pareció un
complemento maravilloso a los temas que ya tenía pensado tratar.

Además, independientemente de que yo crea o no, las religiones han tenido un rol
fundamental en el mundo durante milenios. Y durante mucho tiempo fueron las
instituciones que más conocimiento aglutinaban. De hecho, muchos de los grandes
pensadores de la humanidad fueron religiosos. Es más, las religiones fueron la
maquinaria intelectual que sirvió para ordenar las sociedades. Así que seguro que hay
mucho que podemos aprender de ellas.

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Así que de este tema con un nombre tan raro vamos a hablar hoy. Pero empecemos por
el principio: vámonos a 1534.

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​ L ORIGEN DE LA CASUÍSTICA JESUÍTICA

A problemas nuevos, razonamientos nuevos.

Es muy difícil comprender lo que significó el siglo XVI para la humanidad. Pero en
cierta medida fue tan grande como la llegada del hombre a la Luna. O, mejor, como si
hubiéramos descubierto vida en la Luna. Y oro. Y chocolate. Y muchas otras cosas que no
sabíamos ni que existían.

Porque el siglo XVI fue el siglo de los conquistadores. Colón, Magallanes, Hernán Cortés,
etc. Para los europeos, ​el mundo se nos hizo más grande de golpe. Explorábamos el
Oeste y también nos abrimos hacia el Este. Y los jesuitas acompañaban a los
exploradores en todas esas misiones, como una especie de diplomáticos enviados por el
Papa. Y, claro, no es lo mismo hablar de religión cuando estás aislado en un convento de
clausura, que enfrentarte a situaciones que nadie ha vivido, en lugares que nadie ha
pisado y a decenas de miles de kilómetros del Vaticano. Eso te obliga a pensar de un
modo diferente, a ser más pragmático. Entre otras cosas porque a veces te juegas la
vida. Así que d
​ e pronto, como diría Taleb, tienes Skin in the Game.

La Compañía de Jesús, que es la orden religiosa a la que pertenecen los jesuitas, tiene
origen español. Fue fundada por ​Ignacio de Loyola​, que era un noble vasco. Pronto se
convirtió en una de las ramas más avanzadas del pensamiento católico. Lo hizo, entre
otros motivos, porque sus integrantes se vieron envueltos en problemas nuevos.

No existían por entonces leyes internacionales. Cada país tenía las suyas. De golpe,
estos religiosos se encuentran no sólo con tierras nuevas, pero también con que hay
gente que vive en ellas. Empiezan a surgir preguntas: ¿qué derechos tienen esas
personas? ¿qué jurisdicción se aplica? ¿qué está bien y qué está mal?

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Es un cambio de paradigma en toda regla y los jesuitas, llegaron muy pronto a una
conclusión fundamental: ​ante problemas que son realmente nuevos, no puedes aplicar
principios basados en problemas antiguos. Porque muchos de nuestros principios
morales o éticos, o incluso legales, se basan en experiencias anteriores. ¿Pero qué pasa
cuando entras en terrenos desconocidos? Llegaron a la conclusión de que lo que tienes
que hacer es analizar cada caso de manera individual. ​Así nació la casuística jesuítica.

Empecemos con un ejemplo. Precisamente en el siglo XVI, la Iglesia tenía una prohibición
absoluta de la usura. ​Se consideraba inmoral cobrar intereses por un préstamo.
Cuando esa prohibición nació, tenía mucho sentido: en los siglos anteriores quienes
prestaban eran nobles acaudalados y lo hacían a granjeros pobres que estaban
prácticamente explotados. Así que declarar los intereses inmorales, era una forma de
evitar posibles abusos. Bien.

Pero en los siglos XVI y XVII, el mundo empieza a cambiar muy rápido. Se empiezan a
crear grandes rutas por las que los comerciantes envían, muchas veces en peligrosas
travesías a través del océano, bienes realmente valiosos: té, azúcar, pieles… Y, claro,
querían asegurar sus mercancías. Entonces, se lió la cosa: ¿son los intereses de asegurar
esas mercancías usura? ¿deberían permitirse? Fue un debate enorme dentro de la Iglesia.

Muchos consideraban que era efectivamente usura y que no debía permitirse. Los
jesuitas, sin embargo, siguieron su método. Empezaron por lo que llamaban un ​caso
paradigmático​, un caso estándar, vamos. Algo en lo que todos estemos ya de acuerdo.
Por ejemplo, que la usura es mala y no debe aceptarse. Y si los intereses del seguro son
como la usura no deben aceptarse. Vale. Pero, ¿hay otro caso paradigmático que
podamos usar para este problema?

Pues resulta que sí: el capitán del barco. En el fondo es una especie de seguro: le pagas
para que el barco viaje de manera segura de un punto a otro. Todos entendemos que el
capitán es algo bueno y que debe aceptarse.

Entonces surge la pregunta: ¿a qué se parecen más los intereses del seguro? ¿a la usura
o al capitán del barco?

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Es decir, ​la casuística establece una taxonomía​, una categorización de casos, y analiza
cada nuevo caso individual para ver a cuál de los casos estándar se parece más. Con
cada caso nuevo, obviamente, se enriquece la taxonomía.

Así es como se decidió que los intereses de los seguros para esas mercancías eran
morales. Porque se parecían más a un capitán que a la usura.

Esta idea en realidad no la tuvieron los jesuitas. Seguramente había existido desde
siempre. De hecho, tres siglos antes, ​Tomás de Aquino ya decía que los principios
generales sirven en general, pero que ​“el principio tanto más falla, cuanto más se
desciende a lo particular”​. Incluso, podemos ir mucho más lejos: la casuística ya existía
en tiempos de Aristóteles (si cuando digo yo que los griegos lo sabían ya todo...). El caso,
nunca mejor dicho, es que los jesuitas elevaron la casuística a un nivel fundamental,
gracias a la influencia política y religiosa que consiguieron como orden.

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​ JEMPLOS MODERNOS

Dopaje, anticonceptivos y tiroteos

Hay una cosa que me encanta de los capítulos que Gladwell dedica al tema: utiliza la
casuística para analizar problemas más o menos contemporáneos. Como te decía, él le
dedica tres capítulos y en cada uno desgrana situaciones que fueron muy controvertidas
en su momento. No te voy a contar la respuesta de cada capítulo, porque merece la pena
escucharlos, pero sí el planteamiento.

Empieza hablando del dopaje en el deporte. Cuenta el caso de ​Andy Pettite, un jugador
de baseball que en los años 90 protagonizó uno de los grandes escándalos deportivos
de la historia al verse forzado a salir a los medios y confesar que había estado utilizando
anabolizantes. Y él ​se disculpó​.

Pero no se disculpó por haberlos usado, sino por “haber avergonzado a los fans y a la
liga”. Porque él negaba haberlos usado para mejorar su rendimiento, sino que los usó
para recuperarse de una lesión. Aquí es donde entran la casuística. Todos estamos de

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acuerdo en que usar anabolizantes para mejorar tu rendimiento es malo. Hay muchos
casos anteriores de gente que lo ha hecho y que hemos condenado por ello. Pero
también estamos de acuerdo en que si te has roto un tendón y un cirujano te opera y te
injerta, por ejemplo, un tendón de otra parte del cuerpo para que puedas seguir jugando
como si nada, no hay nada malo en ello. O si te ponen clavos para recuperar la fractura
de un hueso. Entonces: ¿qué pasa con los anabolizantes si los usas para recuperarte de
una lesión? ¿Son buenos o son malos?

En el segundo capítulo, Gladwell habla del ​doctor Rock​. Que aunque parezca el nombre
de un festival de música, era un médico de verdad. Fue, de hecho, el ​impulsor de la
píldora​ y el ginecólogo más famoso de Estados Unidos. Toda una estrella en los años 50.

Pero Rock también era un devoto creyente y practicante católico y esto le generó un
enorme dilema. Porque en 1930, P
​ ío XI​ había emitido una encíclica que decía que:

“[...] cualquier uso del matrimonio ejercido de una forma en la que


deliberadamente se frustre su poder natural para generar vida era una ofensa
a la ley de Dios y de la naturaleza y que quienes lo hicieran serían marcados
con la culpa de un pecado grave [...]”.

Vamos, que nada de ​ñiqui-ñiqui si no es para hacer bebés. Así que Rock tenía que elegir:
o renunciaba a su religión o renunciaba a su invento. Pero él no era de esos.

Decidió intentar convencer a la Iglesia. A lo jesuita. Dijo que había una serie de ​casos
estándar en los que la Iglesia se había pronunciado: por ejemplo, los preservativos o el
diafragma. Es a esos métodos a los que Pio XI se refería cuando emitió su encíclica. Pero
por otro lado, había otro método: lo que los americanos llamaban ​“the Rythm” o el ritmo.
Es decir, prevenir el embarazo evitando tener sexo en los días en los días fértiles.

Resulta que en un ejercicio de contorsionismo moral interesante, otro Pío, Pío XII, había
dado su bendición a ese método en Italia, en los años 50 y frente a un montón de
mujeres que vivían en la más absoluta pobreza tras la guerra. Lo había hecho porque,
como decíamos antes, no es lo mismo plantearnos dilemas morales abstractos, que
enfrentarnos a la realidad.

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Así que, de nuevo, llega la taxonomía: ¿a qué se parecía más la píldora, a los
preservativos o al ritmo?

El último capítulo es especialmente duro. Y no voy a entrar en mucho detalle porque no


quiero desvelar demasiado. Pero el dilema moral que se nos presenta es terrible y muy
oportuno en Estados Unidos: ¿cuándo está justificado abrir fuego contra un sospechoso
que crees armado? ¿Tienes que esperar a que te apunte él? ¿A que dispare él primero?
Ésa es una decisión que espero no tener que tomar nunca.

Con estos ejemplos, espero que quede claro cuál era mi objetivo de hoy. Que no es tanto
que la casuística sea la respuesta siempre, probablemente no lo sea. Vamos, seguro. Y
además es manipulable. De hecho, esa es una de las principales críticas que siempre ha
habido de esta forma de razonar: como sirve para dejar los principios de lado, a veces
apoyada por falacias lógicas - de las que te hablé en otro capítulo - se puede utilizar para
justificar conclusiones muy poco justificables. Así que es una herramienta más, como
muchas de las que intento descubrir en kaizen. Luego, cada uno de nosotros, la emplea
como mejor sabe.

Pero ése era precisamente el objetivo: aportar una herramienta más y, sobre todo,
abarcar un tipo de problemas diferentes para los que las herramientas que habíamos
visto hasta ahora, simplemente no sirven.

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