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# 66 MODELOS

MENTALES XI:
INGENIERÍA
#66 |​ Modelos Mentales XI

EL CAPÍTULO
EN UN VISTAZO

¿Cómo ven la vida los ingenieros? Dejando de lado nuestra


habitual falta de habilidades sociales, si algo caracteriza a muchas
ingenierías es la capacidad de abstracción.

Hay diferentes modelos mentales, surgidos en la ingeniería, que


nos permiten pensar de manera abstracta en cómo organizar
procesos, en las características de sistemas complejos o cómo
estructurar sistemas en piezas intercambiables.

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#66 |​ Modelos Mentales XI

| I​ NTRODUCCIÓN
Una de las cosas que más me ha llamado la atención en mi vida profesional es
en realidad una chorrada, así funciona mi cerebro. Pero siempre me ha
sorprendido que aunque yo creo que casi todos tenemos una idea intuitiva de
cómo organizar tareas, a la mayor parte de las personas con las que he
coincidido nadie les había explicado algunos conceptos que son básicos en
carreras como informática o teleco y que tienen que ver, precisamente, con cómo
organizamos tareas. O lo que es muchas veces lo mismo: con cómo diseñamos
sistemas. Que así dicho suena complicadísimo, pero vas a ver enseguida que es
una tontería.

Para empezar, un sistema es una palabra muy rimbombante para hablar de algo
que puede ser, simplemente, un conjunto de piezas o etapas que se relacionan
entre sí. Y, no, ésta no es la definición más académica que vayas a escuchar,
pero creo que nos vale. Tomemos un ejemplo muy sencillo: imagina que trabajas
en una cafetería y por las mañanas tu principal tarea es servir desayunos.
Además sólo un tipo de desayuno: un huevo pasado por agua, es decir hervido
durante tres minutos, una tostada con mantequilla y un café.

Así dicho, suena sencillo. Pero en el fondo, esta tarea tan aparentemente simple,
recoge las características básicas de ​un sistema de producción o de casi
cualquier proyecto. Porque significa que tienes que ​producir un resultado de
acuerdo, primero, a ​un calendario de entrega​, segundo, ​con una calidad
aceptable y, tercero, ​con el menor coste posible. Básicamente, acabamos de
convertir una cafetería en una cadena de montaje.

Puedes abordar el proyecto del desayuno de diferentes maneras. La más simple


sería la ​secuenciación de tareas. Es decir, primero pones a hervir el huevo,
cuando termine, tuestas el pan, cuando termine le echas la mantequilla y cuando
acabe, preparas el café. Pero esto, como cualquiera que desayune sabe, es la
receta perfecta para un desastre de desayuno. Porque cuando hayas terminado
de hacer las tareas en este orden, el huevo estará frío, la tostada probablemente
también y habrás tardado un montón en preparar el desayuno.

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La solución es obvia: lo que cualquiera llamaríamos “hacer las cosas a la vez”,


pero que en teleco a mí me lo enseñaron como ​“paralelización de procesos”​,
para que sonara más sofisticado, supongo. Es decir, dado que preparar la
tostada no requiere esperar a que se hierva el huevo, ni preparar el café depende
ni del huevo, ni de la tostada, los preparamos todos en paralelo. Ya te había
advertido que era una chorrada.

Ahora, si quieres hacer esto, ¿cómo te aseguras de minimizar el tiempo que se


tarda en preparar todo el desayuno? Por mucho que haya cosas de parte de
estos procesos que se puedan hacer en paralelo, ponerlos en marcha
normalmente no podemos hacerlo a la vez, sólo tenemos dos manos y a algunos
las neuronas no nos dan para tanto. No sé tú, pero yo no puedo abrir la nevera
para coger los huevos exactamente al mismo tiempo que saco la tostada de su
envase y al mismo tiempo que pongo a calentar la cafetera. Lo puedo hacer muy
seguido, pero no exactamente a la vez. Tiene que haber una secuencia sí o sí en
la que iniciamos o lanzamos cada proceso. Y lo que toca es identificar entonces
el​ paso limitante​: es decir, ¿cuál es el que más tarda de los tres?

Para empezar supongamos que para preparar el huevo tenemos que sacarlo de
la nevera y ponerlo a hervir durante tres minutos. Todo el proceso tarda tres
minutos y medio. Por otro lado, para la tostada, tenemos que coger el pan,
meterlo en la tostadora y cuando esté listo untar la mantequilla; un proceso en el
que tardamos, no sé, 4 minutos. Y para el café, como yo no tomo pues tampoco
te creas que sé calcular muy bien el tiempo, pero digamos que tarda 2 minutos
con una cafetera de esas de bar, entre que echas el café molido, pones la taza, y
sale el café.

Pues lógicamente, con estos tiempos, el paso limitante es la tostada. Es la que


más tarda. Así que el diseño de los procesos debería ser tal que lo primero que
lanzáramos, lo primero que empezara, fuera la tostada. Una vez que estuviera en
la tostadora y el proceso fuera independiente de mí, me pondría con el huevo y
una vez que estuviera en el agua hirviendo, me pondría con el café.

La próxima vez que un ingeniero presuma de lo difícil que era su carrera,


acuérdate de esto.

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A partir de aquí, algo tan aparentemente sencillo como una cafetería con tres
productos, se puede empezar a complicar bastante. Para empezar porque no vas
a tener un único cliente, sino muchos. Y a todos les tienes que servir sus
desayunos en un tiempo razonable desde que entran. Pero tu sistema de
producción tiene lo que se suele llamar ​factores limitantes o restricciones​:
cuántos huevos puedes hervir a la vez, cuántas tostadas puedes tostar a la vez o
cuántos cafés se pueden preparar en paralelo. Estos factores limitantes pueden
dar lugar a algo que has oído nombrar muchas veces seguro: ​cuellos de botella​.
Es decir, situaciones o puntos en los que el flujo de producción se para. Por
ejemplo, hasta que se libera un recurso como la tostadora.

Los cuellos de botella son muy puñeteros, porque ya puedes tener un sistema
estupendamente diseñado, que un cuello de botella en una parte minúscula del
mismo, puede echar a perder todo. De hecho, puedes tener un sistema tan
maravilloso como el cuerpo humano y que deje de funcionar simplemente por un
cuello de botella en una artería.

Al final, diseñar un sistema, la planificación de un proyecto o cómo se relacionan


los departamentos de las empresas; no deja de ser lo mismo que diseñar nuestra
cafetería de juguete. A partir de un objetivo deseado y de un conjunto de
restricciones, definimos en qué orden se lanza cada proceso. Bueno, y también,
cómo cada etapa se comunica con la siguiente, pero eso lo veremos al final del
capítulo.

Antes de continuar, tengo que decir que con kaizen estoy haciendo cosas que
jamás había imaginado. Desde luego, en mi vida habría imaginado contar en un
podcast cómo se prepara un desayuno. Y menos de una forma tan friki. Pero he
usado este ejemplo como homenaje a uno de los mejores libros de gestión
empresarial que conozco y que es todo un clásico en el sector tecnológico,
aunque yo creo que es válido para cualquier sector. Lo escribió Andy Grove, que
fue CEO de Intel durante décadas y se llama “​High Output Management”. Eso
sí, me temo que no lo he encontrado en castellano. El amigo Andy empieza el
libro, precisamente, hablando de la cadena de montaje del desayuno. Y después
te habla de cómo gestionar equipos, de cómo tomar decisiones o escalar
estructuras a un nivel internacional y de otro montón de temas. Así que si te
gusta la gestión empresarial, no te lo pierdas.

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Dicho esto, ahora que estamos desayunados, sigamos.

| I​ RREDUCIBILIDAD Y EMERGENCIA

No puedes hacer un bebé en un mes con nueve


embarazadas

Hay un concepto, también muy simple, en los sistemas que es la irreducibilidad.


En palabras de ​Einstein​: “las cosas deben hacerse todo lo simples que se pueda,
pero no más”. Es decir, que los sistemas tienen ​limitaciones en su complejidad
o el tiempo de duración que por mucho que los mejoremos, no vamos a poder
solventar. Son otras de esas restricciones que tenemos que tener en cuenta a la
hora de diseñarlos.

Mi ejemplo favorito de esto son los bebés. Para tener un bebé, necesitamos una
mujer embarazada y 9 meses. Y podemos añadir cuantas más embarazadas
queramos a la ecuación: 2, 3 o trescientos millones de embarazadas, que lo
único que conseguiríamos es más bebes, pero el tiempo que tardaríamos en
conseguir un bebé seguiría siendo 9 meses. Ese tiempo es ​una característica
irreducible del sistema. Igualmente, podemos simplificar un coche al máximo,
pero nunca vamos a tener un coche de una sola pieza.

Curiosamente, muy ligado al concepto de irreducibilidad de un sistema hay una


propiedad de los sistemas complejos que es realmente fascinante y que ha sido
y es motivo de muchos debates filosóficos: la emergencia. ​Pero no en el sentido
de urgencia ni de catástrofe, sino en el de que un sistema puede tener
propiedades que no tienen las piezas que lo componen, ​propiedades que
emergen por la interacción entre ellas.

Así dicho, lo más normal es que te hayas quedado igual. Pero es un concepto
casi más filosófico que científico que lleva flotando entre nosotros desde los
tiempos de Aristóteles y que genera auténticos quebraderos de cabeza con sus

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ejemplos. Y aunque pueda sonar un poco cursi, algunos de ellos son bastante
poéticos.

No sé si alguna vez te has planteado cómo se forman las dunas de un desierto,


pero son el resultado de la interacción mutua entre el aire, que desplaza la arena,
y la arena, que modifica la corriente de aire. Están en continua realimentación.
Cuando el aire sopla sobre una superficie de arena plana, los granos de arena se
desplazan libremente en cualquier dirección. Pero el más mínimo obstáculo, una
piedra o un hormiguero, hacen que los granos tiendan a acumularse detrás del
objeto, porque el objeto modifica la corriente de aire. Al acumularse detrás de él
aumentan a su vez el propio obstáculo para la corriente y esto hace que se
acumulen aún más y más y más, hasta formar dunas. Y es un proceso que
sucede una y otra vez y se reinicia constantemente: cada vez que cambia la
dirección del viento, cambia la forma de las dunas.

De la misma manera, si ves una bandada de pájaros en el cielo, forman una


masa que se mueve de un modo extrañamente armonioso, que no se explica por
el movimiento que cada pájaro tendría por sí mismo, sino por cómo cada uno de
ellos modifica su trayectoria al relacionarse con el resto. Da igual que la bandada
tenga unos pocos o miles de pájaros, hay una especie de danza coordinada que
es un espectáculo realmente hipnótico. De hecho, te invito a ver un vídeo que te
he dejado en las notas del capítulo que, a mí, me dejó alucinado.

Como te decía antes, podemos llevar las propiedades emergentes a terrenos


realmente filosóficos. Sin ir más lejos, las moléculas que componen una célula,
individualmente, no tienen vida. Son las mismas que podrían componer objetos
inertes. Sin embargo, cuando interactúan entre sí de una determinada manera y
con una determinada cantidad de energía, podríamos decir que la vida es una
propiedad que emerge​ de esa interacción.

Pero bueno, vamos a dejar la emergencia antes de meternos en debates que a


mí se me escapan y vamos a ir a algo más concreto. Aunque, curiosamente,
vamos a hacerlo hablando de abstracción.

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|A
​ BSTRACCIÓN

De cajas negras y modelos por capas.

En la conversación que tuvimos Samuel Gil y yo hace unas semanas, él contaba


cómo uno de sus grandes aprendizajes estudiando teleco fue enfrentarse a la
abstracción. En un momento particularmente friki de la entrevista, de hecho,
acabamos hablando de una cosa rara llamada modelo OSI, que lo más normal
sería que no conocieras.

Pero, como en otras muchas cosas, Samuel tenía razón: la capacidad de trabajar
con abstracción es una de las herramientas más poderosas de algunas
ingenierías como teleco o informática. Y aunque suena todo muy raro, no es nada
especialmente complicado. Es, simplemente, una forma de mirar al mundo,
troceando la realidad para hacerla más digerible para nuestro cerebro.

Empecemos por un concepto que es mucho más probable que conozcas que el
modelo OSI: la idea de una caja negra. En un sistema, una caja negra es una
parte del sistema que no sé, o no me importa, cómo funciona, sólo sé que ​a
partir de una entrada genera una salida. Por ejemplo, puedo tener una caja
negra que yo llame “negocio” en la que entran un conjunto de clientes por un
lado y por el otro lado sale dinero. Lo que pase dentro, me es indiferente. Me da
igual el tipo de negocio.

Puedo fijarme en uno en concreto. En una caja negra que yo llame “cafetería”. Es
equivalente a cualquier otro negocio, ¿no? Entran clientes, sale dinero. Vale, pero
si abriera la caja para ver qué hay dentro, podría entrar en muchos detalles como
he hecho al principio del capítulo o podría entenderla como un conjunto de, por
ejemplo, dos cajas negras conectadas, una con la otra:

1. En la primera, que podemos llamar barra, entran clientes hambrientos y se


transforman en clientes saciados con un ticket.
2. En la segunda, que podemos llamar cajero, entran clientes saciados con
un ticket y los transforma en dinero.

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Hasta aquí no nos hemos roto la cabeza, no.

Como ves, las cajas negras son, simplemente, abstracciones que representan
partes de los sistemas. Nos permiten diseñar un sistema o entender su
funcionamiento conjunto, sin necesidad de entender en detalle cómo funcionan
todas sus partes.

De hecho, nos permiten algo mucho más poderoso, y de lo que te he dado ya


una pista, que es reutilizar las piezas para diferentes sistemas. Igual que la
cafetería es un tipo de negocio, que podría sustituir por otro y seguirían entrando
clientes y saliendo dinero, dentro de la propia cafetería que acabamos de ver, te
he dicho que en la primera caja entraban clientes hambrientos y salían clientes
con un ticket, ¿verdad?

Bien, pues yo podría sustituir esa caja por cualquier otra y que mi cafetería
siguiera funcionando. Me da igual si en una se les sirven huevos pasados por
agua y en otra pan con tomate. Sólo hay una condición imprescindible para que
las cajas sean sustituibles: que tomen el mismo tipo de entrada y lo transformen
en el mismo tipo de salida. Es decir, que entren clientes hambrientos y salgan
clientes saciados, con un ticket.

Bueno, pues estas ideas tan, tan simples, son la base de casi toda la tecnología
que te rodea. Quizás alguna vez has oído hablar en alguna reunión de cosas
como ​interfaces o APIs. Si no las conoces, lo único que significan esas palabras
es que, entre dos caras de cajas negras (de ahí el término inter-faz) definimos un
conjunto de reglas para que se comuniquen. Es decir, que para que la barra y el
cajero se comuniquen, decimos que es obligatorio que de la barra salgan clientes
satisfechos con un ticket. Eso es una interfaz o una API.

Eso es lo que permite que, da igual si estás usando un ordenador de una marca u
otra, si usas iOS o Android o Windows o Mac, te puedas comunicar con otro
ordenador que use una tecnología diferente.

Sin entrar en muchos más detalles, esto es en el fondo el modelo OSI que decía
Samuel. El modelo OSI es, simplemente, un conjunto de capas en las que se
divide una red de comunicaciones. Son un montón de cajas negras, siete para

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ser exactos, que representan a las diferentes tareas necesarias para comunicar
información entre dos puntos y que entre ellas se conecta por interfaces. La capa
más alta sería la aplicación, tu Whatsapp, por ejemplo. Y de ahí a abajo, hay
diferentes capas que se encargan de convertir el mensaje de texto que has
mandado en pequeños paquetes de unos y ceros, añadirles la información
necesaria para que puedan viajar por la red y ser reconstruidos en el móvil de tu
primo o de transformar todos esos unos y ceros en impulsos eléctricos. Cada
capa hace su trabajo de una forma que es indiferente a las demás, siempre que
cumpla unas condiciones. Por ejemplo, a Whatsapp, le da igual que estés
conectado por wifi, por 3g, 4G o por 5G, por cable desde tu ordenador o que
estés enviando el mensaje con un indio que tienes al lado haciendo señales de
humo. Lo importante es que se envíe.

A estas alturas seguramente tengas la cabeza saturada de tanto sistema, tanta


caja negra y tantas frikadas. Así que tomemos un poco de distancia: ¿para qué te
sirve lo que te he contado hoy? Si te soy sincero, no lo puedo saber con certeza,
porque supongo que en cada profesión tendrá una utilidad diferente. Y aunque
yo lo he contado desde el punto de vista de la ingeniería, estoy seguro de que de
una forma u otra, hay conceptos equivalentes en otras carreras.

Lo que sí sé es que lo que se suele valorar profesionalmente de los ingenieros es,


en el fondo, precisamente lo que te he contado hoy. Por lo menos, es lo que a mí
me ha sido más útil.

Cuando uno mira el mundo con ojos de un ingeniero, lo que intenta es trocearlo
en el número más pequeño de cajas negras que le permita entender a lo que se
está enfrentando.

Un coche, puede ser simplemente un pequeño conjunto de cajas negras: una se


encarga de quemar combustible y transformarlo en energía; otra, transfiere esa
energía a la rotación de las ruedas y otra se encarga de dirigir ese impulso,
orientando las ruedas delanteras.

De la misma manera, la cuenta de pérdidas y ganancias de una empresa es una


gran caja negra: arriba entran los ingresos y abajo salen los beneficios. Por
enmedio, pequeñas cajas negras que se encargan de comprar materias primas o

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poner el producto en el mercado; de hacer que los potenciales clientes conozcan


el producto o de pagar a los empleados y las oficinas. Esas cajas, en sentido
abstracto, son las mismas para cada empresa; pero su funcionamiento interno -
las pequeñas cajas negras que a su vez contiene cada una de ellas - es diferente.

Y así, con todo. Al final, claro, con tanta caja, a nadie le puede sorprender que
luego los ingenieros seamos unos cuadriculados.

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