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Posverdad

El Diccionario Oxford en 2016 definió posverdad, como “las circunstancias en las


que los hechos objetivos influencian menos a la opinión pública que las
apelaciones a la emoción o a las creencias personales”. A fines de 2017, el término
ingresó al diccionario de la Real Academia Española, pero allí fue definido de modo
ligeramente distinto: “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias
y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales

Pero no: la cosa es peor. En la posverdad, los hechos se ocultan, se moldean y


se manipulan, a veces de forma deliberada y sistemática, y a veces no

Pero la cuestión ya no es que nos mienten, sino que nosotros podemos engañarnos
muy bien a nosotros mismos y negamos la realidad.

el problema es que nuestros cerebros no piensan del todo bien.

Si identificamos algunos de los problemas más frecuentes de nuestra manera de


pensar, quizá estemos mejor preparados para evitar que estos problemas terminen
colaborando en la generación de una posverdad.

Conocer los problemas que nos hacen equivocarnos ayuda a que podamos
detectarlos y evitarlos mejor.

Uno de estos es

El Sesgo de supervivencia (survivorship bias), y consiste en evaluar qué ocurre con los
que «sobrevivieron» a un determinado proceso sin tener en cuenta que, en realidad,
ese proceso elimina a muchos en el camino. Los que no «sobrevivieron» (no son
considerados en el análisis porque son invisibles. Sencillamente no llegaron a la meta,
que es cuando se recolecta la información. Así, se subestiman los fracasos incluso
disponiendo de los datos correctos y teniendo la intención de tomar una decisión
adecuada.

Este sesgo está presente cada vez que alguien destaca una historia de éxito y cree
que, si sigue los mismos pasos, el camino será el mismo

Para tratar de evitar este error tan frecuente, necesitamos estar atentos y
preguntarnos: ¿tenemos toda la información que necesitamos, o solo una parte?;
¿podemos acceder a la información que nos falta?

Estos errores que son inherentes al funcionamiento de nuestras mentes son conocidos
como sesgos cognitivos y son, en gran parte, responsables de muchas de nuestras
decisiones o juicios equivocados.

Para poder ponerle un freno a la posverdad, necesitamos conocer los mecanismos de


validación de las afirmaciones, pero eso no alcanza. También, necesitamos detectar
los problemas que pueden dificultar que eso nos convenza. Hasta ahora, hablamos de
las creencias como el marco de valores que tenemos, o las emociones que nos
despierta un tema.
Estamos ahora sumando errores de pensamiento como el amímefuncionismo que
seria
El Sesgo de confirmación, e implica seleccionar, de un conjunto de hechos, aquellos
que sustentan nuestra postura previa, y excluir los demás. Esto no es algo que
hagamos adrede, sino más bien una equivocación recurrente e inconsciente: somos
refractarios a los hechos que nos incomodan porque no concuerdan con lo que
pensamos.

A la selección de hechos que apoyan nuestra postura previa se la conoce como falacia
de evidencia incompleta

Cada vez que elegimos, de una serie de datos, cuáles tener en cuenta, y descartamos
los otros solo porque no se condicen con lo que esperábamos de ellos; cada vez que
destacamos una anécdota en particular para tomar una decisión. Este comportamiento
propicia, involuntariamente, el surgimiento de posverdad: se cree que la verdad está
en aquello señalado por la evidencia parcial, o incorrecta, que se selecciona, y se
omite evaluar la totalidad de las evidencias y notar dónde está el consenso.

si hay causalidad, generalmente hay correlación (esto aplica casi siempre, no en


todos los casos). Pero que haya correlación no quiere decir que haya
causalidad (entre otras cosas, porque la correlación no tiene dirección,
Esta es la falacia de la correlación: considerar que la correlación implica causalidad.
Otro nombre que se le da a esta falacia particular de atribuir causa y consecuencia a
dos cosas que ocurren una después de la otra es la expresión latina post hoc ergo
propter hoc («después de esto, por lo tanto, a causa de esto»). Hay otra variante de lo
mismo en la que los dos eventos ocurren a la vez, y no uno después del otro. En este
caso, el error de atribuir causalidad a la relación entre ambos se conoce como cum
hoc ergo propter hoc (cum es “con”, así como post es “después”, así que es «con esto,
por lo tanto, a causa de esto»). Podemos observar, también, que la capacidad de
bautizar falacias se correlaciona con la educación en el idioma latín.

Podríamos tranquilamente estar ante una situación de atribuir una relación de causa y
consecuencia a dos eventos que ocurren uno poco después del otro. Aunque puede
ser que, en este caso, esa correlación se deba a que sí hay una relación de
causalidad. Quizás ese comprimido resultó efectivo. ¿Cómo saberlo?

Primero, recordemos que el «a mí me funciona» podría estar engañándonos.

Otra vez, no podemos confiar ciegamente en cómo pensamos. Ponemos estos errores
bajo la luz del reflector, para entender de dónde partimos, y poder, desde ahí –y,
especialmente, con humildad– encaminarnos en una dirección que funcione mejor.

La intuicion es muy poderosa SE VIVIO MUCHO TIEMPO CREYENDO q la tierra esra


plana pero evolutivamente hablando esa intuición heredda nos a salvado de bestias
salvajes

Entonces, ¿en qué quedamos? Si, después de todo, la intuición puede acertar y quizá
no sea tan mala, ¿cuál es el problema? Es que la discusión no es si la intuición acierta
o no en líneas generales, sino cómo sabemos si, para un caso particular, está
acertando o no para entender la realidad, tenemos un pensamiento subjetivo, interno,
que algunas veces funciona muy bien y otras pueden fallar estrepitosamente.

logramos inventar (¿o descubrir?) una estrategia para entender la realidad que hace
exactamente lo que necesitamos: eliminar –o disminuir, al menos– la presencia de
sesgos cognitivos, y también generar respuestas que podemos seguir poniendo a
prueba a ver si se sostienen frente al ataque que seguimos haciéndoles con esta
misma metodología.

Así, la ciencia se convierte en una serie de herramientas mentales que ayudan a hacer
nuestros sesgos cognitivos a un lado, de manera de poder preguntarle al mundo cómo
es y recibir respuestas más consistentes

Con suerte, podemos aprender a reconocerlos, a estar alertas y recordar, aun así, que
suele ser mucho más fácil encontrarlos en razonamientos ajenos que en los propios.

Estamos buscando la mejor manera posible de resolver problemas. Necesitamos


conseguir evidencias, entenderlas y saber qué grado de certeza nos dan, pero nada
de esto alcanza si no estamos dispuestos a cambiar de postura –o al menos, a
intentarlo– si las evidencias contradicen lo que pensábamos previamente sobre un
tema fáctico.

TRIBALISMO

Parte de nuestro sentido de identidad surge de nuestra identidad social, aquella que se
basa en los grupos sociales a los que sentimos que “pertenecemos”. La identidad
social hace que, generalmente sin darnos cuenta, tengamos favoritismo por las
personas que sostienen ideas que identificamos como las de nuestros «grupos de
pertenencia» y prejuicio negativo por las que no.

el comportamiento que hay entre los grupos, suele considerarse formada por tres
elementos: categorización, identificación y comparación. Por un lado, nos
categorizamos, nos «separamos», según distintos criterios: clase social, religión,
nacionalidad, género, profesión, barrio en el que vivimos, equipo de fútbol del que
somos hinchas, partido que solemos votar, sistema operativo que elegimos. O incluso
nos separamos por aquello que rechazamos, unidos no por amor, sino por espanto
Así, generamos estereotipos

Por último, comparamos nuestro grupo con los demás grupos. En esta comparación, le
asignamos valores positivos a nuestro grupo y los resaltamos, mientras buscamos
cualidades negativas en los otros

Cuando nuestra identidad social con el grupo es fuerte, aparece el tribalismo


Cuando el tema en disputa se asocia a la identidad de nuestra tribu,
aunque creemos que lo que nos importa es averiguar la verdad, es muy posible que
estemos priorizando, sin darnos cuenta, no desafiar lo que nuestra
tribu considera verdad.

Si surge una «amenaza» hacia nuestro grupo, lo protegemos, le somos leales y,


muchas veces, salimos a defender sus ideas a capa y espada, sin reflexionar
demasiado acerca del valor de esas ideas.

Como queremos conservar la red social que nos sostiene y los vínculos que nos unen
con los miembros de nuestro grupo, esa verdad puede ser una amenaza, incluso para
la continuidad de nuestra pertenencia en ese grupo

Dejar nuestra tribu tiene un costo emocional, y a veces, también costos de otros tipos,
que pueden ser muy significativos en términos de vínculos

Las tribus benefician a un movimiento político?

Tampoco hay escapatoria a esta situación

Cada persona cree que su postura es objetiva, realista y basada en evidencias,


mientras que las de los demás no (a menos, claro, que coincidan).

El problema acá es este: si el juego empieza a jugarse en el terreno de lo moral o, lo


que es peor, de la apariencia de lo moral, hacemos a un lado la información, los
hechos, y caemos de lleno en la posverdad.

Quizá creemos que somos capaces de darnos cuenta de que nuestra tribu está
equivocada y de que podemos cambiar de opinión, pero no es lo que ocurre. En
realidad, nos resistimos. ¿Cómo pasa esto? Para entender cómo logramos ignorar o
contrarrestar las ideas que contradicen nuestras creencias, se investigó qué pasa en
nuestros cerebros en estos casos. Para eso, en una serie de experimentos, se les
decían a los participantes argumentos que les provocaban baja o alta resistencia y se
identificaba qué circuitos cerebrales se «encendían». Entre ellos, parece relevante una
región denominada amígdala, que está involucrada en las emociones, particularmente
en el miedo: aquella información que amenaza de alguna manera nuestra identidad,
nuestra pertenencia tribal, literalmente nos genera una respuesta de pelea o huída.
Otra vez, las emociones negativas nos hacen particularmente vulnerables a caer en la
posverdad

La mirada escéptica es más poderosa hacia afuera de la tribu que hacia adentro

La lealtad intragrupo es tan fuerte que incluso castiga a aquellas figuras del mismo
partido que deciden cambiar de postura frente a un tema

Podemos pensar en dos tipos de polarización: la ideológica, basada en las ideas


identitarias que sostiene cada grupo, y la tribal, que surge no solo de la actitud propia y
la de los pares, sino también de la actitud desfavorable hacia el otro partido

también es posible que existan distintas opiniones, o que se aprecien de manera


diferente cuestiones estéticas, éticas, ideológicas o vinculadas con los valores. No
todo es atribuible a nuestra identidad social, por supuesto, pero reconocer que este
factor también está permite acercar posiciones o, al menos, tratar de construir puentes
con los demás para poder entendernos mejor.
La tendencia que tenemos a acomodar nuestras percepciones a nuestros valores –o
los de nuestros grupos de pertenencia– se suele conocer como cognición cultural.
Creemos que nuestro comportamiento, y el de los grupos con los que nos
identificamos, es correcto y bueno para la sociedad MAS IMP

Territorio compartido
La búsqueda de la verdad toma muchas formas, desde una privada y personal hasta
una compartida, vincular y práctica en la que intentamos descubrir y habitar esa
verdad con y gracias a la ayuda de otros.

En nuestra lucha contra la posverdad, vista como la imposibilidad de habitar el mismo


espacio que otras personas, uno de los aspectos que deberemos comprender mejor
es cómo ayudar a encontrar ese terreno común Es decir, cómo lograr que las personas
acepten la verdad, la incorporen y la utilicen para construir su postura y decidir sobre
sus acciones. Todo esto sin olvidar que, muchas veces, somos nosotros mismos esas
personas que necesitan aceptar la verdad, incorporarla y utilizarla para cambiar su
postura.

Es en este punto que la pregunta más difícil se hace pertinente: ¿vamos a


conformarnos con tener razón ante ese otro equivocado, aun con el costo de saber
que habitamos realidades no superpuestas, espacios que no podemos compartir?

 Podemos estudiar con la metodología de la ciencia qué maneras de comunicar


funcionan y qué maneras no, y cuando hacemos eso, nos encontramos con varias
sorpresas porque, de todos los territorios de la verdad

Esto seria resolver solo parte de un problema faltaría cioncidir en los territorios

Algunas de nuestras posturas se refieren a cuestiones ideológicas, de valores. Son


opiniones en las que podemos diferir entre nosotros porque tenemos distintas maneras
de mirar el mundo. Acá no hay ni verdades ni falsedades. Pero en otros casos,
estamos en el terreno de lo fáctico, y ahí no vale todo. Hay ciertas reglas. A veces la
información existe, los hechos se conocen, pero eso no logra permear a todas las
personas, lo cual favorece que las dudas se sigan instalando y la posverdad crezca.
Intuitivamente, puede parecer que si una persona no acepta algo como verdadero, es
porque es ignorante en ese tema, porque le falta información. Eso se conoce como
modelo de déficit de información (information deficit model). En temas fácticos, temas
para los que podemos tener evidencias y llegar a una verdad aproximadamente
objetiva, este modelo sugiere que quienes desconfían de esos hechos lo hacen porque
no los conocen. Pero ¿la idea intuitiva es realmente así

Si esto fuera cierto, esperaríamos que darles la información que les falta fuera
suficiente para que cambien su postura sobre ese tema. Lo que ocurre en la realidad
es más complicado. A veces, efectivamente una persona no sabe algo, se le da
información correcta y la incorpora sin mayor inconveniente. Así aprendemos muchos
temas.
Pero otras veces, no es que la persona no sabe, sino que cree que sabe. Sostiene una
versión errónea del tema y no una ausencia de postura sobre él. Y este espejismo de
territorio, esta versión errónea, una vez instalada es muy difícil de corregir

Al criticar las ideas, separándolas de las personas que las sostienen, las ponemos a
prueba y les permitimos pulirse y mejorar, donde mejorar es que se vuelvan más
correspondientes con la realidad.

Así que sí, defiendo hablar de correcto vs. Incorrecto en los casos en los que tenemos
tantas evidencias que podemos estar prácticamente seguros de qué es lo correcto y
qué lo incorrecto. Lo defiendo también porque, cuando algo todavía no se conoce
mucho, simplemente me abstengo de asignarle esas categorías: en ese caso, no diría
que hay una verdad evidente, sino que todavía no está muy claro cuál es

Muchas veces, se observa que, si alguien ya tiene una postura sobre un tema, y esta
postura está equivocada, tratar de corregirla dándole la información correcta no logra
que cambie de opinión

En otros casos, sostener una creencia equivocada probablemente tiene más que ver
con la pasión que despierta esa creencia en la persona. Importan acá la emoción, los
valores y la desconfianza hacia el sistema, las élites o los expertos.

creo que tenemos que tener cuidado y diferenciar la persona de su idea, como antes.
Quizás llegamos a esa creencia, o a otras similares, como una respuesta defensiva a
situaciones personales críticas. Quizás encontramos en esas ideas, y en la nueva tribu
con la cual las compartimos, algo que nos reconforta, que nos da sensación de control,
de confianza, de que se nos escucha

No nos damos cuenta de que muchas veces hacemos lo contrario: tenemos una
opinión y aceptamos o rechazamos los hechos según si concuerdan o no con esa
opinión. Opinión basada en hechos vs. hechos basados en opinión.

Cuando desde «afuera» vienen hechos que ponen en crisis estos núcleos identitarios,
tanto personales como tribales, intentaremos defendernos sin darnos cuenta ni de que
lo estamos haciendo ni de cómo lo estamos haciendo

Cuando hacemos esto, se dice que hacemos un razonamiento motivado (motivated


reasoning), que consiste en un conjunto de estrategias cognitivas que nos permiten
disminuir la incomodidad que nos produce el hecho de que haya evidencias que nos
contradicen. Para eso, seleccionamos los hechos que concuerdan con nuestra postura

Más información no necesariamente lleva a entender mejor, y mucho menos, a


cambiar de postura

Cuando la información amenaza de algún modo la manera en la que vemos el mundo


–es decir, nuestra ideología, valores o creencias–, aunque estemos equivocados,
nuestras mentes la reinterpretan para fortalecer nuestra postura previa, y así
terminamos más lejos que antes de darnos cuenta de que estamos equivocados.

Uno de ellos es el «efecto rebote por exceso» (overkill backfire effect). En este caso,
se pretende refutar el mito con una explicación correcta que es muy compleja, extensa
y llena de detalles. Esto abruma a la otra persona, quien, entonces, prefiere quedarse
con la explicación que le provee el mito, que suele ser de estructura más sencilla

los mitos son exitosos como tales porque tienen narrativas seductoras que explican de
manera sencilla algunas observaciones o concuerdan con creencias previas de las
personas. Cuando se intenta refutarlos, los hechos a veces no tienen ese mismo poder
de seducción, con lo que, un tiempo después, los detalles se van olvidando

solemos suponer que la educación nos salvará y, muy posiblemente, en la mayor parte
de los casos sea así. Sin embargo, claramente encuentra un borde en las situaciones
en las que, por el motivo que fuere, descartamos la información si no concuerda con
nuestras posturas previas. ¿Deberíamos complementar la educación tradicional con
este enfoque de comunicación efectiva?

Para comunicarnos mejor con otros, necesitamos un poco de introspección con


vistas a entender nuestras motivaciones y nuestros sesgos, otro poco de
empatía con el otro, y mucho de información y pensamiento crítico.
La posverdad no es una discusión abstracta sobre la naturaleza de la realidad. Una
vez visualizadas sus consecuencias prácticas, permitir que crezca se puede ver como
un problema. Se trata de evitar la posverdad para sobrevivir, y es en ese punto que
debemos preguntarnos si preferimos tener razón o ganar, recordando que ese “ganar”
se define como acercarnos juntos a la verdad, y nos incluye a todos

os aspectos más complicados de la lucha contra la posverdad: cómo comunicarnos


entre nosotros cuando algunos aceptan la verdad y otros la hacen a un lado, sea por el
motivo que fuere. Lo que comenzó con una sencilla pregunta acerca de si funciona o
no «tratar de educar» a alguien que rechaza la verdad, dando por sentado que lo hace
porque no sabe del tema, fue cambiando a la pregunta por cuál es la manera que sí
funciona para comunicarnos con esa persona. Y ahí vimos que, al menos por ahora,
no lo sabemos del todo. Este «no lo sabemos» es lo que vemos al analizar la mejor
evidencia disponible sobre comunicación basada en evidencias y reconocer que
todavía no estamos en una situación de consenso claro. Es decir, miramos lo que nos
dice la ciencia de la comunicación, y lo que notamos es que no nos da todavía una
respuesta contundente. En el camino, fuimos marcando lo fácil que es para todos
nosotros preferir un mito de estructura simple y contenido seductor antes que una
realidad confusa y compleja.

No tenemos todavía una respuesta acerca de cuál es la comunicación efectiva para


cada situación, pero sí sabemos que basarnos en evidencias a la hora de intentar
comunicar seguramente nos dará respuestas poco a poco. No ofrecemos respuestas
definitivas, pero sí esta propuesta: seguir investigando en comunicación y tomar
decisiones basándonos en la mejor evidencia disponible.

Pero hay algo que no estamos abordando y que es realmente complicado: es


extremadamente desgastante estar todo el tiempo pensando en cómo conocer al otro
para entenderlo mejor, y ver además si nosotros mismos no estamos cometiendo
errores, si tenemos la información correcta y la comprendemos bien. Es difícil, y
tenemos que ocuparnos de eso mientras tratamos de vivir nuestras vidas en medio de
todas nuestras preocupaciones y alegrías. Pero, como siempre, necesitamos
preguntarnos cuáles son las alternativas. No ocuparnos de esto es ceder el control a
otros

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