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APRENDIZAJE
#110 | Josh Waitzkin y el aprendizaje
EL CAPÍTULO
EN UN VISTAZO
| INTRODUCCIÓN
Después de todo esto, tengo la sensación de que cualquier cosa que te cuente
sobre él a continuación sólo puede decepcionarte. Unas expectativas tan altas
suelen ser garantía de insatisfacción. Pero aún así, nos vamos a arriesgar y vamos a
intentar extraer algunas de las lecciones para aprender cualquier cosa como lo
hace Josh Waitzkin.
Aún así, creo que podemos intentar sacar algunos principios generales de su
manera de trabajar y de vivir y luego ya que cada uno de nosotros lo adapte como
mejor le encaje.
Y lo vamos a dividir en, para mí, las dos grandes áreas de las que aprender de
Waitzkin: el aprendizaje acelerado y el rendimiento máximo.
| APRENDIZAJE ACELERADO
El camino que lleva del aprendiz al maestro
Y es que, al final, todo pasa por recorrer las cuatro fases esenciales del
aprendizaje. A la primera podemos llamarla la incompetencia inconsciente: que
es cuando empezamos a hacer algo y no sabemos siquiera lo inútiles que
somos haciéndolo. Podemos intuir que no tenemos técnica para boxear o que
apenas conocemos las reglas del ajedrez, pero no sabemos bien la distancia que
nos separa de alguien que realmente domina una disciplina. La segunda fase sería
algo así como la incompetencia consciente, cuando sabemos lo suficiente como
para darnos cuenta de lo mal que se nos da algo. La tercera fase sería la de
competencia consciente, que viene a ser cuando nos sabemos capaces de hacer
algo si nos concentramos realmente. Es un esfuerzo consciente, que en muchos
de nosotros desde pequeños se manifiesta en ese momento en el que sacamos la
lengua como si fuéramos idiotas al hacer algo muy difícil, no me preguntes por qué.
Y la última fase, ya lo habrás adivinado, es la de la competencia inconsciente, que
es la que tenemos cuando interiorizamos tanto algo, que pasamos a ser capaces
de hacerlo en piloto automático o por instinto. Seguramente el mejor ejemplo sea
conducir. Cuando aprendemos, pasamos por todas estas etapas hasta que llega un
punto en el que simplemente lo haces, mientras tu atención está en la conversación
con tu acompañante, en la radio o en la reunión que tendrás al llegar.
sabemos que para tocar determinados acordes en la guitarra hay que poner una
cejilla; pero que cuando vamos a intentarlo, acabamos rodando por la nieve o
sacando sonidos espantosos de las cuerdas de la guitarra. Suele ser entonces
cuando nos decimos: “esto es una mierda, se me da fatal” y abandonamos. Lo
digo por experiencia propia en ambos ejemplos.
Creo que la genialidad de Waitzkin al aprender tiene mucho que ver con
entender esta etapa y con haber desarrollado una mentalidad y un conjunto de
ideas útiles para que, en lugar de ser un motivo de frustración, sea una fuente de
inspiración casi inagotable.
PRÁCTICA DELIBERADA
Para empezar, trocea lo que sea que quiere aprender en fragmentos muy
pequeños por los que pasar de manera acelerada hasta el punto de
competencia inconsciente. Por ejemplo, mientras que mucha gente entrenaba al
ajedrez jugando partida tras partida, Josh se empeñaba en entrenar combinaciones
concretas; por ejemplo sólo 3 piezas en el tablero rey y peón contra rey; hasta
acabar interiorizando las situaciones que se generan tanto que en el futuro serían
intuitivas para él.
En el fondo es lo de aquella frase tan repetida de Bruce Lee de que no temía “al
hombre que hubiera practicado 10.000 patadas una vez cada una, sino al que
hubiera practicado 10.000 veces la misma patada”
INVERTIR EN LA PÉRDIDA
Más allá de la práctica deliberada, lo otro interesante que hace Waitzkin para
vencer en la etapa de incompetencia consciente es lo que él suele llamar invertir en
perder. Que es, básicamente, ponerte en malas situaciones para aprender. Hay
muchos ejemplos en su vida: desde cuando practicaba ajedrez con el heavy más
estruendoso que pudiera encontrar para entrenar su resistencia a las
distracciones, hasta el hecho de que cuando se lesionaba entrenando artes
marciales, se obligaba a ir al día siguiente al gimnasio y seguir entrenando
buscando alternativas a su lesión. Por ejemplo, se rompió la mano en una ocasión y
a partir de entonces entrenó con una única mano, desarrollando técnicas nuevas y
perfeccionando lo que podía hacer con el resto de su cuerpo.
Esto además tiene que ver con otra de sus ideas fundamentales y es que, según él,
desde niños nos hacemos dependientes de que las condiciones externas sean
las idóneas para rendir y eso nos limita, porque casi nunca las condiciones
externas son idóneas. Para mí el mejor ejemplo de esto - y ya lo he contado alguna
vez en este podcast - es cuando él ha hablado de cómo intenta evitar que su hijo
piense así y cómo cada vez que hay una tormenta salen a la calle a disfrutarla y
jugar bajo la lluvia, como una forma de romper esa narrativa que solemos crear con
nuestros hijos cuando les decimos que “hace mal tiempo y no podemos salir a la
calle”. Su objetivo es que su hijo acabe diciendo “mira Papá que día lluvioso tan
bonito”.
sucede lo hace como resultado de nuestras decisiones y que, por tanto, tenemos
responsabilidad y capacidad de gobernar nuestra vida.
Para mí, como en todo, hay un equilibrio entre ambos, pero en caso de tener que
favorecer uno sobre el otro, creo que es preferible desarrollar un locus de
control interno, aunque sea un pequeño autoengaño. Creo que es más útil
sentirnos capaces de gobernar nuestra vida que abandonarnos a la marea.
Esto, que suena un poco raro - soy consciente - es la base que él utiliza para
conseguir en sí mismo y en otros maximizar el rendimiento. Porque por lo otro por
lo que es famoso es por tener una enorme capacidad para entrar en un estado de
flow.
| MÁXIMO RENDIMIENTO
Activando estados de flow
De forma muy resumida, el flow sería esa sensación - que todos tenemos en
algún momento - de concentración máxima. El inventor del término fue Mihaly
Csikszentmihalyi, un psicólogo que lo definió como el estado óptimo para hacer
algo. Es esa sensación de que estás tan metido en lo que estás haciendo que el
resto desaparece. A todos nos pasa de vez en cuando, pero normalmente los
mejores del mundo en cada disciplina son quienes pueden activar ese estado de
flow más frecuentemente.
Por un lado, todo parte de la idea de ser arquitectos de nuestros días: en lugar
de tomar una postura pasiva y encajar el tiempo para pensar o ser creativos en los
huecos que nos dejen las reuniones que otros nos ponen, diseñar nuestro día para
maximizar nuestro rendimiento. Gestionar nuestra agenda de manera que
alineemos los momentos en los que solemos tener más energía y agilidad
mental con aquellos en los que necesitemos ser más creativos o estar más
concentrados. En mi caso, por ejemplo, por las mañanas, pero cada uno es
diferente.
Como parte de esa estructura del día, Waitzkin hace una de esas americanadas de
inventarse un acrónimo y dice que, igual que deberíamos acabar el
entrenamiento practicando una técnica ejecutada perfectamente, a la hora de
trabajar, deberíamos acabar cada día pensando en nuestro MIQ o most
important question. En la pregunta más importante, vamos. En qué es ese tema
que más necesitas responder. Dejarlo apuntado. Y relajarte, hasta que sea lo
primero que retomes por la mañana. Algo muy parecido a lo que hacía
Hemingway, que dejaba todos los días alguna frase o párrafo sin terminar,
para tener dónde empezar al día siguiente.
Y por último, para acelerar este proceso, una de las experiencias más interesantes
de Waitzkin tiene que ver con los disparadores. Él cuenta que durante más de 6
meses, antes del campeonato del mundo de Tai Chi, hizo que durante los
momentos de máxima concentración y rendimiento en sus entrenamientos
sonara en sus cascos el Loose Yourself, de Eminem. De tal manera que después
podía ponérselo antes de cada combate y que su cuerpo y su mente subieran al
máximo rendimiento de golpe. Podemos intentar entrenarnos en usar
disparadores para activar nuestra máxima concentración.
Una versión menos rapera de todo esto y que puedes probar es la técnica
pomodoro, que es muy conocida y que creo que es una buena manera de fluctuar
entre ese 10/10 y ese 0/10 de los que hablábamos antes. Es, en realidad, una
tontería: no es más que hacer un pacto con nosotros mismos, de manera que
elegimos una tarea que queremos completar, ponemos un cronómetro a los 25
minutos y trabajamos en esa tarea en exclusiva durante ese tiempo. Cuando pasen
esos 25 minutos, nos tomamos un descanso de 5 minutos. A estos 25 + 5 minutos,
se les llama un pomodoro. Cada cuatro pomodoros nos tomamos 20 minutos
adicionales de descanso. Sencillo, ¿verdad?
Con éstas u otras técnicas, creo que al final lo que importa es, como me habrás oído
millones de veces decir ya, el intentar tener algo de control e influencia en cómo
abordamos lo que hacemos y lo que nos pasa. Es imposible, al menos para mí,
tener perfectamente planificado todo lo que quiero aprender, ni cuándo aprender
qué, ni mucho menos dedicarle 5 o 10 años a un tema casi en exclusiva. La vida
tiene la mala costumbre de interponerse en esos planes. Pero sí creo que es posible
adaptar todas estas ideas a lo que sea que hacemos cada uno de nosotros y a
cómo intentamos aprender por el camino. Y de Waitzkin me gusta especialmente
esa tendencia que tiene a experimentar formas diferentes con las que intentar
aprender, también, sobre sí mismo. Porque muchas veces la clave para nuestro
aprendizaje está en conocernos a nosotros mismos y en encontrar la forma que
mejor se adapta a cada uno de nosotros.