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EL LIBERALISMO.

LA LIBERTAD COMO CONDICIÓN DE POSIBILIDAD

HUMANA

Francisco Javier Flores Zavala

Las ideas liberales nacen desde una realidad crítica a un orden establecido que

mantenía al ser humano en condiciones socio-económicas de profunda desigualdad desde

un orden jurídico. La sociedad estaba organizada en estamentos, validados y resguardados

por sistemas de poder monárquicos y eclesiásticos. Dentro de ella, la masa popular se

mantenía en situación de precariedad y un vasallaje extremo que le imposibilitaba una

aspiración superior a la de acceder a un poco de alimento y el resguardo del o los señores

de la ciudad/comarca/pueblo. Para comprender esta situación es relevante visualizar que

El poder absoluto fundado en el principio de autoridad gobernaba el mundo

y una expresión de la mayor plenitud de esta influencia se traslucía en el poder de la

Iglesia Romana, cuyo Pontífice regía los destinos de los pueblos: reyes, señores y

siervos se hallaban sometidos a los designios del pontificado, sin creerse con

derecho ni siquiera para discutirlos. (Peñaherrera, 1932, pág. 3)

Situación que generó el descontento de sujetos que comenzaron a reflexionar por

qué las decisiones en torno a las cuales se organizaba su vida, eran pensadas y dictadas por

otros, no por sí mismos. Todo el quehacer se veía como una expresión de la voluntad de

uno pocos, los del poder, la elite social.

Es desde esta realidad donde viene a figurar la expresión de que “al liberalismo se

asignan las cualidades morales que Maquiavelo denominaba virtú y Nietzsche voluntad de

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poder” (Choza, 2014, pág. 25), dado que la sociedad se encamina a una restitución de las

relaciones de poder, donde las decisiones y la configuración vuelva a las manos de cada

individuo. El proceso mediante el cual se puede resguardar esta necesidad de cada persona

se va a identificar con una regulación legal, constituyente de un modo de organización

donde todos sean vistos como iguales y donde a todos se les consideren y propicien iguales

oportunidades de desarrollo y acceso a bienes vitales.

Surgen, pues, regulaciones como “la declaración de los Derechos del hombre el día

26 de agosto; obra inmortal que es la fe política del liberalismo” (Peñaherrera, 1932, pág.

5), donde los derechos de cada individuo, atendido como ser autónomo, son estipulados

como condición esencial e irrevocable para el desarrollo de la vida y la estabilidad social.

Desde ahí se gestó una influencia en el diseño de las constituciones y regulaciones

nacionales de muchos países, exacerbando los ideales liberales, como ruptura con un

régimen político y cultural fraguado desde el dominio y titularidad de unos pocos, sujetos o

instituciones.

En el caso mexicano, el liberalismo aparece como una posibilidad de renovación

profunda del sistema político. Se vive como una novedad progresista, según la influencia

europea, desde la cual se comenzaron a diseñar e implementar lineamientos

organizacionales.

El proyecto liberal finalmente se impone desde el periodo juarista pero es a

partir del último cuarto del siglo XIX que su implementación comienza a generar

problemas entre el rompimiento del orden heredado de la colonia, casi feudal, y el

esquema capitalista naciente bajo el ideal liberal. (Rionda Ramírez, 2007, pág. 205)

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El conflicto en la nación se da, en inicio, como un conflicto epistémico, donde la

antigua organización se defiende del cambio y postula la necesidad de permanecer bajo

criterios ya conocidos y formas ya adoptadas previamente. La nueva propuesta postula una

reorganización y denuncia las prácticas infames que el antiguo sistema había impuesto

sobre la población.

Encaminarse a entender el liberalismo supone conocer el fundamento expuesto por

Peñaherrera, que escribe al respecto: “el liberalismo propónese en el primer momento,

amparar al individuo de las arbitrariedades de un Estado opresor que mantenía privilegios y

defender la personalidad humana de las violencias del Poder político” (Peñaherrera, 1932,

pág. 24). Aquí hace patente la intencionalidad por defender al sujeto del Estado, un Estado

autoritario y déspota que impone su modelo social y educativo a la población.

El problema para organizar las naciones desde una perspectiva que retome el valor

fundamental del individuo radica en encontrar un elemento que permita homogenizar

criterios desde los cuales valorarle y atenderle. El sentido político, entonces, se centra en

reconocer y exaltar lo que expresa Choza:

la universalización del mercado, es decir, que la tierra y el trabajo se puedan

comprar y vender, lleva consigo la universalización del salario, es decir, que todos

los hombres puedan vivir de su trabajo, y que el trabajo humano sea la medida del

valor y del precio de todas las cosas, que el valor y el precio del trabajo sea el

reconocimiento del valor del hombre, de la libertad y la igualdad de todos, y que,

efectivamente el hombre sea la medida de todas las cosas. (Choza, 2014, pág. 20)

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La libertad individual, entonces, puede ser resguardada en tanto que se hagan

respetar las posibilidades y el acceso a oportunidades de desarrollo económico, donde el

trabajo y el desempeño individual, que se traduce en producción de riqueza monetaria, es el

elemento que hace visible la realización de la igualdad social.

El liberalismo configura su núcleo ideológico bajo la premisa de “reconocer como

sagrada la libertad individual” (Peñaherrera, 1932, pág. 24). Ante todo proceso social y

político, la organización debe estar permeada por una intencionalidad para asegurar que

cada individuo pueda desplegar su horizonte de posibilidades de desarrollo. Aquí el análisis

no radica en las condiciones que tiene cada persona para desarrollarse, sino en un sentido

ideal de que todos tienen la posibilidad. Lo único a que se apela es a que cada persona ha de

realizar un ejercicio de esfuerzo y de aprovechamiento de las posibilidades que legalmente

se le brindan.

Entonces, el desarrollo del mercado, del potencial económico del sujeto, es lo que

visibiliza la realización del liberalismo. “El esquema liberal es básico. Todo se fundamente

en el comercio exterior. El crecimiento de la industria nacional debe complementar con la

demanda externa sus expectativas de desarrollo” (Rionda Ramírez, 2007, pág. 208). El

empoderamiento económico que se brinda al individuo se refleja en el potencial económico

de la nación. Naciones fuertes en competitividad comercial se consideran como modelos de

realización del proyecto liberal.

Aunque la intencionalidad liberal en México quería conducir al desarrollo nacional,

se ha de tomar en cuenta la observación que realiza Rionda:

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Lo interesante del Estado liberal mexicano es que en las instituciones la tesis

del laissez faire se mantienen, fundamento de la economía y del desarrollo nacional,

pero en lo político la oligarquía se muestra reacia a aceptar la democracia y

mantiene su poder en distintas fórmulas de fascismo dictatorial. El liberalismo

económico se conjuga con el despotismo oligárquico. (Rionda Ramírez, 2007, págs.

208-209)

Ello muestra una disparidad entre la manera como se preveía el desarrollo nacional.

El liberalismo parece no propiciar un proceso homogéneo de crecimiento y de atención a la

necesidad del individuo. Pero sí evidencia que, mientras no haya una ley que lo impida, el

ser humano desarrolla una conciencia de que su esfuerzo y perspicacia es el único recurso

con el que cuenta para crecer en sus intereses, cosa que debe imperar para que otro sujeto

no le impida ser quien obtenga bienes.

Desde una perspectiva educativa, el liberalismo genera una manera de pensar donde

los estudiantes tienen que emprender una lucha constante por obtener los mejores

resultados y posicionarse en los primeros lugares de aprovechamiento. El Estado debe

asegurar el acceso a las instituciones y procesos educativos, y es el estudiante quien debe

mostrar resultados de aprovechamiento de eso espacios. La educación, entonces, se

convierte en una lucha constante por parte de los estudiantes, quienes ven en la dinámica

educativa un recurso que reafirma su libertad, máxima desde la cual el liberalismo

fundamenta la realización humana.

Referencias

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Choza, J. (2014). El liberalismo doscientos años después. Revista Venezolana de Análisis

de Coyuntura, XX(2), 14-34. Recuperado el 20 de septiembre de 2023, de

http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=36440846002

Peñaherrera, G. (1932). Síntesis histórica del liberalismo. Quito, Ecuador: Editorial

Gutenberg. Recuperado el 20 de septiembre de 2023, de

https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/bitstream/10469/12513/2/FBNCCE-

Penaherrera-48792-PUBCOM.pdf

Rionda Ramírez, J. I. (2007). El liberalismo en México. Caleidoscopio, 201-232.

doi:https://doi.org/10.33064/22crscsh386

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