Está en la página 1de 22

U.

C: Derechos Humanos y Modelos de Desarrollo

CONFIGURACIÓN DE LOS DDHH


EN EL MUNDO OCCIDENTAL.
Origen Liberal
de los Derechos Humanos

ACTIVIDAD 1

PROFESOR: MANUEL CASANOVA


ARMAS S. Carlos A.
ESTUDIANTE:
C.I. N° 5.683.608
P. ACADÉMICO: 2022-II TRAY/TRAMO: 3/7
SECCIÓN: 1 Octubre 2022

1
CONTENIDO

Pág.

INTRODUCCIÓN 3
EL LIBERALISMO COMO FUENTE DE LOS DERECHOS
4
HUMANOS.

LOS FENÓMENOS HISTÓRICOS QUE CAMBIARON EL CURSO


4
DE LA HUMANIDAD.

EL LIBERALISMO 6

LOS DERECHOS INTRÍNSECOS DEL HOMBRE, SEGÚN EL


7
LIBERALISMO.

LOS DERECHOS HUMANOS, NECESIDAD HISTÓRICA. 7

CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO LIBERAL. 13

LA VISIÓN LIBERAL DE LOS DERECHOS HUMANOS. 14

LIBERTAD, IGUALDAD, SOLIDARIDAD 15

CONCLUSIÓN 20

REFERENCIAS 21

2
INTRODUCCIÓN

Con esta revisión bibliográfica nos introducimos a conocer la génesis y evolución


de los Derechos Humanos como respuesta histórica y dialéctica al desarrollo
político y social de la humanidad y sus instituciones, en este periplo identificamos
la corriente de pensamiento liberal y los movimientos de la ilustración como el
abrevadero donde calmo la sed de justicia y libertad los noveles constructores de
otro modelo más justo para vivir. Modelo que tuvo su asidero ideológico y jurídico
en la concepción de unos derechos humanos (DH).

Este fenómeno histórico que se abre paso desde el sistema de gobierno y


organización política social conocido como Monarquía a Estados Constitucionales,
cambio el curso de la humanidad, que en sus comienzos y gran parte de su
reciente historia estuvo y esta signada por el pensamiento Liberal que determinan
los derechos intrínsecos del hombre.

Los DH se configura entonces como necesidad histórica, que canalizo el


descontento general, organizado y dirigido inicialmente por una clase social
burguesa que aspiraba a libertades económicas y mayores cuotas de poder,
ayudado por el modelo Capitalista, modelo que salió más fortalecido de este
cambio de época. Consolidándose el Estado Liberal en todo el orbe e imponiendo
su visión de los DH.

Desde su consigna inicial de LIBERTAD, IGUALDAD, SOLIDARIDAD, los DH han


pasado por enriquecerse y evolucionar; en la actualidad se conocen tres
generaciones de DH, en ellas se destaca una mayor conciencia del papel del
Hombre y sus organizaciones sociales para construir un mundo más justo y
solidario.

3
EL LIBERALISMO COMO FUENTE DE LOS DERECHOS HUMANOS.

La génesis de los derechos humanos se sitúa en la inmediación del siglo XVII


cuando las condicionantes históricas exigían un reconocimiento especial a la
condición humana como producto de la fuerza avasalladora del poder político por
parte de las monarquías absolutas europeas.

El rey, al ser la figura omnipotente dentro de un Estado, limita la condición humana


de los súbditos para dejarlos como meros objetos dentro del territorio. Por otra
parte, la estratificación social de aquella época privilegiaba con derechos y
reconocimientos especiales a los miembros de la sociedad cortesana, en tanto los
súbditos sólo quedaban subordinados a los estratos superiores y a la arbitrariedad
del poder al ser catalogados como individuos sin derechos y libertades básicas.
Dentro del orden político de la sociedad feudal, por lo tanto, se vislumbraba una
desigualdad exacerbada por la presencia de estratos y un desconocimiento tácito
de los derechos básicos.

LOS FENÓMENOS HISTÓRICOS QUE CAMBIARON EL CURSO DE LA


HUMANIDAD.

Como resultado del devenir humano, a inicios del siglo XVII tres fenómenos
históricos convergieron en la consciencia de occidente para observar algunos
destellos de lo que hoy se conocen como derechos humanos.

 La llegada de la modernidad:

La edificación del Estado moderno fue una exigencia cuya finalidad residía
en superar los restos del feudalismo a través de nuevos mecanismos
racionales de organización política: la burocracia.

El rasgo distintivo de este Estado era el monopolio del poder político para
dar paso al proceso de secularización necesario y hacer de éste el gran
artífice del mundo moderno. Con ese afán se adoptó como forma de
gobierno a la monarquía para controlar la soberanía (o poder supremo que

4
existe en la tierra). Sin embargo, el status de la soberanía arremetía contra
la condición humana al someterla de forma irrestricta al poder político o a la
voluntad del monarca que también se asumía como una fuente del derecho.
Para Thomas Hobbes la justificación de la obediencia incondicional del
individuo hacia el ente estatal residía en que éste, por acuerdo humano y
divino, estaba en el mundo para el cuidado de la seguridad del individuo.

 El Capitalismo.

El detonante de esta forma de organización se encuentra en la revolución


industrial del siglo XVII, que por lo demás mostró a las naciones la fuerza
del capital y comercio. A decir de Adam Smith (2004), la nueva lógica de la
riqueza de las naciones era el comercio, motivado por el individualismo
moral de la mano invisible y la limitación del Estado en el manejo de la
economía (a través de la máxima laissez faire, laissez passer).

En este sentido, el capitalismo matizó la relevancia de la libertad del


individuo por ser el interés individual el agente que promueve el progreso,
crecimiento y comercio. De suerte que la libertad de elección (como un
derecho intrínseco del hombre) frente al mercado es la antesala para el
funcionamiento óptimo del capitalismo (Mises, 1996).

 La Teoría del Estado.

En tercer lugar, como reacción hacia el absolutismo, irrumpe la teoría del


Estado, (inmersa en la tradición del contractualismo en la cual también se
encuentra Thomas Hobbes y Hugo Grocio) llamado liberalismo, cuyo
representante fue John Locke, quien señala:

[…] La monarquía absoluta, a la que ciertas personas [se


refiere a Hobbes] consideran como el único gobierno del
mundo, es, en realidad, incompatible con la sociedad civil, y,
por ello, no puede ni siquiera considerarse como una forma de
poder civil… porque el príncipe absoluto reúne en sí mismo el

5
poder legislativo y el poder ejecutivo sin participación de nadie,
no existe juez ni manera de apelar a nadie capaz de decidir con
justicia e imparcialidad, y con autoridad para sentenciar, o que
pueda remediar y compensar cualquier atropello o daño […]
(Locke, 1973: 66-67).

EL LIBERALISMO

A finales del siglo XVII, con John Locke, el liberalismo se constituye como la
doctrina política filosófica encargada de construir un orden político, en donde el
individuo es el foco principal, soslayando automáticamente los protagonistas de
antaño: la iglesia y el monarca.

Esta doctrina es profundamente individualista, pero también se asume como la


teoría del Estado que pugna por la defensa del hombre frente al poder político.
Históricamente, el Estado liberal nace de una continua y progresiva erosión del
poder absoluto del rey, y en periodos de crisis aguda, de una ruptura
revolucionaria (son ejemplares los casos de Inglaterra en el siglo XVII y de Francia
a finales del XVIII); racionalmente, el Estado liberal es justificado como el
resultado de un acuerdo entre individuos en principio libres que convienen en
establecer los vínculos estrictamente necesarios para la convivencia duradera y
pacífica (Bobbio, 2006: 14-15). Los derechos del hombre, por lo tanto, son parte
de la argumentación liberal y la nueva tarea que se le encomienda al Estado
liberal, representado por una monarquía constitucional como forma de gobierno.

En este sentido, el presupuesto filosófico del estado liberal, entendido como


Estado limitado en contraposición al Estado absoluto, es la doctrina de los
derechos del hombre elaborado por la escuela del derecho natural (o
iusnaturalismo): la doctrina, de acuerdo con la cual el hombre, todos los hombres
indistintamente, tienen por naturaleza, y por tanto sin importar su voluntad, mucho
menos la voluntad de unos cuantos o de uno solo, algunos derechos
fundamentales, como el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad, a la

6
felicidad, que el Estado, o más concretamente aquellos que en un determinado
momento histórico detentan el poder legítimo de ejercer la fuerza para obtener la
obediencia a sus mandatos, deben respetar no invadiéndolos y garantizarlos
frente a cualquier intervención posible por parte de los demás.

LOS DERECHOS INTRÍNSECOS DEL HOMBRE, SEGÚN EL LIBERALISMO.

En efecto, el liberalismo es la teoría del Estado mínimo en donde el poder político


tiene frenos y contrapesos para no trasgredir los derechos del hombre. ¿Y cuáles
son aquellos derechos intrínsecos que por ningún motivo pueden ser violentados?
En el pensamiento de Locke, como liberal convencido, son:

1. El resguardo de la vida.

2. La propiedad.

3. La libertad.

Por ello, el Estado, tal como lo preconiza el liberalismo, al ser el producto de la


voluntad intersubjetiva, tiene el deber de resguardar estos derechos. Para tal
efecto, la única forma institucional de hacerlo es por medio de una monarquía
constitucional. Esta forma de gobierno sería el primer paso para controlar el poder
frente al individuo, precisamente por la presencia de los diferentes poderes:
ejecutivo, legislativo y federativo. Es aquí donde el liberalismo se entrelaza con el
constitucionalismo, y al fundirse pugnan por la defensa de los derechos de las
personas y el control del poder. Aquí cabe el principio liberal según el cual “la
autoridad se divide para mantener limitado el poder” y no interfiera en la vida
privada de los individuos.

LOS DERECHOS HUMANOS, NECESIDAD HISTÓRICA.

De acuerdo con los fundamentos del programa político liberal, el origen de los
derechos humanos habría de situarlo como una derivación del liberalismo al ser
ésta la doctrina de defensa del individuo frente a cualquier condición de
arbitrariedad que emane del poder político; a esto se le suma el

7
constitucionalismo, que pugna por la división de poderes para evitar que el poder
arremeta contra el individuo y pueda violar sus derechos inherentes a la condición
humana. En este sentido, uno de los logros que la modernidad heredó al individuo
son los derechos humanos, como ese componente para construir y hacer perdurar
a la humanidad.

El siglo XX fue determinante para los derechos humanos por ser el tiempo en el
que se debatieron, criticaron, traicionaron y triunfaron después de la década de los
cuarenta, sobre todo tras la instauración de regímenes políticos democráticos en
el orbe. A partir de ese momento, discurrieron como un imperativo de todo
régimen. Al respecto, Ronald Dworkin (Magee, 2008) considera que los derechos
son cartas de triunfo porque donde se aplica un derecho básico nada puede
limitarlo. Y luego señala: “la institución de los derechos descansa sobre la
convicción de que la violación de un derecho relativamente importante […] es una
injusticia grave” (Campbell, 2008: 80). Por otra parte, el jurista mexicano Jorge
Madrazo (1993) señala que los derechos humanos son resultado de una
“necesidad histórica” porque se han reivindicado desde diferentes momentos y
espacios.

Resulta pertinente visualizar qué son los derechos humanos: son derechos
morales inalienables e inherentes, que por el mero hecho de ser hombres, poseen
todos los seres humanos. Estos derechos se articulan y formulan en lo que hoy
día llamamos derechos humanos y se han plasmado en derechos legales,
establecidos de conformidad con los procesos legislativos de las sociedades, tanto
nacionales como internacionales. El fundamento de estos derechos legales es el
consentimiento de los gobernados, es decir, el consentimiento de los sujetos de
derechos (Levin, 1999: 15).

El elemento que subyace a estos derechos es la universalidad de los valores de


“dignidad” e “igualdad” para todo el género humano sin importar la cultura, el culto
o tradición filosófica. La forma de defensa de éstos se encuentran respaldados por
un cuerpo de normas (constitución) ad hoc a cada sociedad. Estas normas, tras

8
intensas prácticas de deliberación, fueron producto de un consenso entre los
interesados para reconocer y proteger estos derechos, toda vez que la protección
del individuo es la fuente de la legitimidad estatal.

Los primeros pasos del hombre en torno a la conquista de derechos se remiten de


forma irrebatible, el 15 de junio de 1215, con la carta magna expedida por el Rey
Juan “sin Tierra” de Inglaterra en la cual se le reconocen derechos a la nobleza
británica, tal como: ningún hombre puede ser detenido en prisión, no puede ser
desposeído de sus pertenencias, de sus libertades, exiliado o molestado si antes
haber sido sometido a un juicio legal (Madrazo, 1993).

De forma gradual, en el ámbito hispanoamericano, surge el Fuero Viejo de Castilla


en 1394, elaborado por Alfonso VIII con base en los Libros de los Fueros. En este
documento, de carácter nobiliario, la aristocracia castellana trata de sustraer a los
fueros locales el contenido de sus privilegios. Por otra parte, en este mismo texto
“se reconocieron a los ‘fijodalgos’ (productores de la tierra) los derechos a la vida,
a la integridad corporal, a la inviolabilidad del domicilio así como el derecho de
audiencia” (Madrazo, 1993: 16).

Más tarde, en Inglaterra se suscita la Declaración de Derechos el 13 de febrero de


1689 (su nombre completo es Ley para declarar los derechos y libertades de los
súbitos y para determinar la sucesión de la corona), la cual representa el acto de
concesión que la monarquía inglesa otorga al parlamento la potestad legislativa y
reconoce las libertades públicas de los súbditos (Levin, 1999; Madrazo, 1993),
legitimidad a las instancias encargadas por velar estos derechos. Por otra parte,
sirvió como antesala para que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en
Asamblea General, declarara el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos el 16 de diciembre de 1966, entrando en vigor el 23 de marzo de
1976 y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
entrando en vigor el 3 de enero de 1976. En estricto sentido, a decir de Jorge
Madrazo (1993), una verdadera “declaración” de derechos humanos se da en el
siglo XVIII, con la Declaración de derechos de Virginia de 1776, escrita por George

9
Manson y ratificada por la Convención de Virginia el 12 de junio, documento en el
cual Thomas Jefferson participó directamente. Este documento reconoce que, por
naturaleza, todos los hombres son libres e independientes, además de ser
depositarios de un cúmulo de derechos que no pueden ser privados. Esta
declaración, históricamente, se enmarca en la revolución estadounidense de las
trece colonias de la corona británica; y filosóficamente, muestra cómo el
liberalismo y el constitucionalismo logran traducirse para la edificación de un orden
político democrático y republicano (Carbonell, 2012).

El descontento social de ciertas sociedades, con respecto a la forma en cómo se


ejercía el poder político y se dirigía la cooperación social, a lo largo de la historia
fue determinante para la demanda de ciertos derechos básicos que ayudarán a
mantener integra la condición humana. Este fue el caso paradigmático de Francia
a finales del siglo XVIII.

En efecto, tras el inició de la Revolución Francesa (1789-1799), la Asamblea


Nacional Constituyente aprobó el 26 de agosto de 1789 uno de los documentos
fundamentales de esta revolución contra la monarquía absoluta de Luis XVI, la
desigualdad social, el antiguo régimen y los estamentos feudales: la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Con este documento, la soberanía
pasa del monarca hacia el pueblo, declara legítima la creación de instituciones
republicanas, así como legítima la revuelta de los diputados contra las estructuras
del anciano régimen.

A pesar de que esta Declaración estuvo inspirada en la Declaración de Virginia,


sus 17 artículos se centran en dar sentido a los derechos imprescindibles para
configurar un nuevo modelo de sociedad basada en el individualismo. Este
documento enfatizó en que: los derechos naturales e imprescindibles del hombre
son: la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. También
declaró que el límite de la libertad individual es la libertad de los demás miembros
de la sociedad, y en su artículo 16, sentenció contundentemente: “Toda sociedad
en la cual la garantía de los derechos no esté asegurada, ni determinada la

10
separación de poderes, carece de constitución” (Madrazo, 1993: 17). En este
sentido, esta Declaración permite vertebrar un orden político y un nuevo modelo
de sociedad, apelando a los valores del liberalismo, el constitucionalismo y
republicanismo.

El descontento social de ciertas sociedades, con respecto a la forma en cómo se


ejercía el poder político y se dirigía la cooperación social, a lo largo de la historia
fue determinante para la demanda de ciertos derechos básicos que ayudarán a
mantener integra la condición humana. Este fue el caso paradigmático de Francia
a finales del siglo XVIII. En efecto, tras el inició de la Revolución Francesa (1789-
1799), la Asamblea Nacional Constituyente aprobó el 26 de agosto de 1789 uno
de los documentos fundamentales de esta revolución contra la monarquía
absoluta de Luis xvi, la desigualdad social, el antiguo régimen y los estamentos
feudales: la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Con este
documento, la soberanía pasa del monarca hacia el pueblo, declara legítima la
creación de instituciones republicanas, así como legítima la revuelta de los
diputados contra las estructuras del anciano régimen.

El acontecimiento de mayor impacto en materia de derechos humanos, para el


mundo y para los ciudadanos, se da en el siglo XX, sobre todo cuando la
Humanidad había experimentado las atrocidades de la Primera Guerra Mundial
(1914-1918) y las secuelas de genocidios perpetrados por regímenes totalitarios al
finalizar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

En la posguerra, los 58 Estados miembro de la Organización de Naciones Unidas


(ONU) en Asamblea General determinaron votar por un documento cuyas normas
y principios buscan ofrecer garantías al individuo frente al poder político. En este
marco, en París se da la Declaración Universal de los Derechos del Hombre el 10
de diciembre de 1948; el preámbulo de esta declaratoria señalaba:

Proclama la presente Declaración Universal de Derechos Humanos

11
como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben
esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones,
inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la
enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades,
y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e
internacional, su reconocimiento y aplicación universales y
efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembro como
entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción.

Y luego en el Artículo 1 se lee: “Todos los humanos nacen libres e iguales en


dignidad y derechos y, dotados como están de razón y consciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Más adelante, en el Artículo 2
se muestra el carácter incluyente de estos derechos: “Toda persona tiene los
derechos y libertades proclamadas en esta Declaración, sin distinción alguna de
raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”. Y
luego agrega: Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición
política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa
una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo
administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de
soberanía (ONU, 2014). Sobre esta declaratoria, basta señalar algunos aspectos
nodales:

a) todo ser humano por el sólo hecho de existir es persona, y por tanto
titular de Derechos Humanos;

b) los Derechos Humanos tienen su origen en la propia naturaleza del ser


humano
y son expresión natural de su existencia;

c) los Derechos Humanos pertenecen a la persona por igual, es decir, sin


distinción de raza, sexo, nacionalidad o condición social;

12
d) los Derechos Humanos son preexistentes a la Ley; ésta los reconoce,
protege y garantiza, pero no los crea, y

e) los Derechos Humanos constituyen el conjunto de facultades y


prerrogativas de las personas, sin las cuales no se puede existir realmente
como ser humano (Madrazo, 1993: 10).

Esta Declaración, pese a no ser un documento con carácter obligatorio para los
diversos Estados, sí ayudó a delinear un marco de defensa de los derechos
fundamentales, así como dar legitimidad a las instancias encargadas por velar
estos derechos. Por otra parte, sirvió como antesala para que la Organización de
las Naciones Unidas (ONU), en Asamblea General, declarara el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos el 16 de diciembre de 1966, entrando
en vigor el 23 de marzo de 1976 y el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, entrando en vigor el 3 de enero de 1976.

CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO LIBERAL.

A lo largo del siglo XIX se consolidó en todo el hemisferio occidental el Estado de


derecho liberal. La exclusión de sectores mayoritarios de los espacios de toma de
decisiones garantizó que los nuevos Estados orientaran su acción a la defensa de
las nuevas relaciones de poder y según los intereses del sistema económico
capitalista en expansión.

• El concepto de “interés general” de la sociedad, como principio guía de la acción


pública, se identificó con los intereses del poder económico y la estabilidad del
sistema político que los garantizaba.

• El Estado de derecho se convirtió en un mecanismo para la defensa de la


propiedad y la libre competencia en la sociedad, y para el control de las demandas
de los sectores sociales en lucha por sus derechos y por la transformación de los
desequilibrios de poder.

13
• Hasta entrado el siglo XX, las “democracias representativas” utilizaron leyes y
censos económicos para limitar formalmente el voto y el derecho a participar en
los asuntos públicos de los sectores que no tenían títulos de propiedad y que
dependían del trabajo por cuenta ajena.

• Leyes acordadas bajo el Estado de derecho, y en muchos casos constituciones,


establecían restricciones explícitas de los derechos reconocidos para trabajadores
y sirvientes.

• Las potencias coloniales europeas consolidaron un proceso de expansión


colonial caracterizado por el atropello a pueblos y naciones de todo el planeta,
sistemáticamente validado bajo las leyes del “Estado de derecho” y los pactos
internacionales entre las potencias.

LA VISIÓN LIBERAL DE LOS DERECHOS HUMANOS.

El concepto liberal de los derechos humanos, que prevalece con distintos matices
en la mayoría de países occidentales y en gran medida en el desarrollo e
interpretación del derecho internacional, puede sintetizarse en algunos aspectos
centrales:
• Derechos naturales e inmanentes: los derechos humanos se desprenden de la
esencia del ser humano en cuanto tal, y no dependen de las condiciones en que
pueden ejercerse en la realidad.

• Libertad individual: la perspectiva liberal otorga primacía a la libertad y autonomía


individuales por encima de los valores de igualdad social y de convivencia
colectiva.
• El contrato social: la organización de la sociedad por acuerdo de sus miembros
da lugar al Estado, en el cual delegan el desarrollo y aplicación de las leyes.

• Estado de Derecho: el orden jurídico político para la vigencia de los derechos


humanos se corresponde con el Estado de Derecho, como conjunto de normas e
instituciones que regulan y limitan la acción de los poderes públicos.

14
• Derechos positivos: una de las funciones primordiales del Estado es acordar los
derechos naturales mediante leyes que se convierten en contratos vinculantes
para los poderes públicos.

• El imperio de la ley: mientras la autoridad cumpla con las leyes establecidas en el


marco del Estado de Derecho, no debe haber otras vías para la demanda de
derechos humanos que las legales.

• Responsabilidad pública: los responsables de reconocer, respetar y garantizar


los derechos humanos son los poderes públicos. Las personas deben contar con
plena libertad de actuación, con el único límite de respetar el marco legal
convenido.

• Progreso humano: la codificación jurídica de los derechos humanos responde a


un proceso histórico en la conquista de mejores condiciones para el ejercicio de la
libertad y la dignidad en asociación con los adelantos tecnológicos y científicos.

• Universalidad: la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) recoge


aspiraciones comunes de dignidad de todos los pueblos y colectivos del mundo, a
partir de la supuesta existencia de un sustrato común a todas las culturas que ese
documento sintetiza.

LIBERTAD, IGUALDAD, SOLIDARIDAD

En la historia de los DH se da, primero, un avance cuantitativo y extensivo, en el


sentido de conquistar los derechos más básicos para el mayor número de
personas. Esta meta prioritaria sigue sin lograrse cuando la mayoría de la
población mundial se ve obligada a sobrevivir, en el mejor de los casos, en unas
condiciones infrahumanas. El último Informe de Naciones Unidas en el Programa
para el desarrollo constata que 4.500 millones de personas habitan en los países
pobres, y de ellos 3/5 partes carecen de las condiciones básicas para una vida
saludable; 174 no tienen vivienda; 2.000 millones están infraalimentados; los datos
de mortalidad infantil son escalofriantes; la esperanza de vida limitada y muy
inferior a la de los países desarrollados.

15
A medida que mejoran las condiciones materiales de vida y se incrementa el nivel
educativo, las personas valoran y aspiran a satisfacer necesidades superiores. El
conjunto de condiciones que se van reconociendo como necesarias para una
calidad de vida se amplía continuamente.

El concepto de naturaleza humana, quicio de la declaración de DH, no está


fijamente establecido, sino históricamente configurado y abierto a continua
interpretación. El concepto de DH, paralelamente, se modifica con las
transformaciones económicas, científico-tecnológicas y socioculturales, y las
aspiraciones de las personas y de los pueblos. Los DH no son meras
declaraciones de necesidades abstractas y atemporales, sino exigencias
concretas reclamadas por personas de carne y hueso, que viven en un lugar, una
sociedad, y un momento histórico determinado.

La conciencia de los propios derechos es, también, una conquista histórica,


indicador del desarrollo de la conciencia moral y la ética pública de la humanidad.
Los DH enmarcan un proceso continuo de avance de la humanidad, cuestionando
desde valores e ideales más específicamente humanos las condiciones de la
realidad, a fin de alcanzar unas sociedades más libres, justas, solidarias, y una
vida personal más realizada y feliz.

En el desarrollo de los DH se han diferenciado tres etapas – tres generaciones-,


además de la llamada “generación 0”, referida a ese largo pasado de tradiciones
religiosas, culturales y filosóficas, presentes en las civilizaciones, y que recogen
las aspiraciones de dignidad, libertad y justicia del ser humano. El concepto de
generación, aplicado a los DH recoge dos criterios, histórico y temático,
estrechamente interrelacionados. Cada generación de derechos conlleva un
avance en el reconocimiento de la dignidad humana, sus condiciones y
exigencias.

 La primera generación: los derechos de la libertad. La primera generación


recoge los derechos civiles y políticos, y se desarrolla en Europa y América

16
entre los siglos XVIII y XIX, con la Ilustración, las revoluciones burguesas,
las guerras de independencia. La Declaración de Derechos de Virginia
(1776) establece que todos los hombres son por naturaleza igualmente
libres e independientes y tienen derechos innatos. El artículo 1º de la
Declaración parisina de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789)
proclama que los hombres nacen y permanecen
libres e iguales en derechos.

Los derechos de la primera generación son derechos individuales, civiles y


políticos, que exigen respeto a la dignidad de la persona, su integridad
física, autonomía y libertad frente a los poderes constituidos, y garantías
procesales. Estos derechos tienen como soporte las teorías del contrato
social, el iusnaturalismo racionalista, la filosofía de la Ilustración. El impulso
del liberalismo progresista plasmó la declaración de estos derechos en los
preámbulos de las constituciones de los Estados nacionales durante el siglo
XIX, favoreciendo así la extensión de los derechos civiles y políticos. El
Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, adoptado por la
Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966, compendia estos
derechos.

 La segunda generación: los derechos de la igualdad. Si los derechos de la


primera generación protegen al individuo frente al Estado, ahora se exigirá
cierta intervención del Estado para garantizar a los individuos los bienes
sociales básicos como la educación, la salud, el trabajo, la protección
social. Estos derechos defienden unas condiciones sociales tales que
realmente hagan posible a todas y cada una de las personas disfrutar de
los derechos de la primera generación. Las realidades sociales concretas
impiden poner en práctica las declaraciones de derechos liberales. No es
verdad que todos los hombres nacen iguales en derechos y libres, más bien
ocurría y ocurre lo contrario; las situaciones de partida son radicalmente
desiguales, y declarar en el campo teórico e ideal la igualdad, puede ser

17
una estrategia para mantener de hecho reales desigualdades.
La progresiva realización de la democracia política, la ampliación del
sufragio y reformismo social del siglo XIX permitieron al constitucionalismo
liberal poder encajar los derechos económicos y sociales. Estos derechos
son una conquista del movimiento obrero, la nueva clase emergente con el
desarrollo de la sociedad industrial. La revolución bolchevique de 1917
también representó un factor determinante. Las constituciones posteriores
van introduciendo progresivamente el derecho a la educación, al trabajo,
etc. El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966
compendia estos derechos.

 La tercera generación: los derechos de la solidaridad.


Después de la primera generación de los derechos civiles y políticos,
propios del constitucionalismo liberal, y de los derechos sociales y
económicos de la segunda generación, surge en la segunda mitad del siglo
XX una tercera generación de derechos, que podemos calificar como
derechos de la solidaridad. Estos derechos se configuran como
declaraciones “sectoriales”, por cuanto son derechos de personas
concretas, pertenecientes a determinados colectivos, que se ven
discriminados o privados de determinados derechos. Desde las últimas
décadas del siglo XX estos derechos de la solidaridad se profundizan y
amplían, demandando la solidaridad entre países ricos y pobres y la
superación las desigualdades Norte-Sur; la solidaridad con la naturaleza,
exigiendo la protección del medio ambiente; la solidaridad con las culturas y
generaciones, reclamando respeto al patrimonio cultural.
En 1968, la proclamación por la Comisión Internacional de Derechos
Humanos, reunida en Teherán para examinar los progresos logrados en los
veinte años transcurridos desde la aprobación de la Declaración Universal
de DH, pone en primer plano la solidaridad y declara: “estimando que,

18
cuando en tantas partes del mundo prevalecen los conflictos y la violencia,
son más que nunca necesarias la solidaridad e interdependencia del género
humano. Consciente de que la paz constituye la aspiración universal de la
humanidad, y que para la realización plena de los derechos humanos y las
libertades fundamentales son indispensables la paz y la justicia. Declara
solemnemente que: ... 2. La Declaración Universal de Derechos Humanos
enuncia una concepción común a todos los pueblos, de los
derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia
humana, y la declara obligatoria para la comunidad internacional.
3. La Naciones Unidas se han fijado como objetivo primordial en materia de
derechos humanos que la humanidad goce de la máxima libertad y
dignidad. Para que pueda alcanzarse este objetivo, es preciso que las leyes
de todos los países reconozcan a cada ciudadano, sea cual fuera su raza,
idioma, religión o credo político, la libertad de expresión, de información, de
conciencia y de religión, así como el derecho a participar plenamente en la
vida política, económica, social y cultural de su país...
15. La discriminación de que sigue siendo víctima la mujer en distintas
regiones del mundo debe ser eliminada. El hecho de que la mujer no goce
de los mismos derechos que el hombre es contrario a la Carta de las
Naciones Unidas, y a las disposiciones de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. La aplicación cabal de la declaración sobre la
eliminación de la discriminación contra la mujer es una necesidad para el
progreso de la humanidad. 16. La comunidad internacional debe seguir
velando por la familia y el niño. Los padres tienen el derecho humano
fundamental de determinar libremente el número de sus hijos y el intervalo
entre sus nacimientos”.

19
CONCLUSIÓN

Los derechos humanos son productos sociohistóricos fraguados a partir de las


distintas luchas populares emprendidas a favor de condiciones de vida digna. Su
formación surge de la toma de conciencia en cada momento histórico de los
valores sociales fundamentales y de las condiciones que los niegan, además de la
necesidad de organizarse para luchar por su concreción en la realidad.

Se corresponden, por tanto, con la búsqueda de cada pueblo para conquistar un


orden social libre de las fuentes de opresión, orientado a lograr la satisfacción de
sus necesidades principales como grupo humano. De ahí que no se pueden
afirmar como naturales, ni eternos, ni absolutos, ni derivados de ciertas realidades
metafísicas o separados de los vaivenes de la historia, sino que son la esencia de
los procesos sociales que expresan e intentan concretar lo que la conciencia ética
de los pueblos reconoce como necesario para vivir con dignidad.

Una visión de los derechos humanos como proyecto a ser concretado en la


práctica política y cultural de los pueblos, reivindica el carácter fundamental que
las luchas sociales tienen en su construcción, así como destaca la influencia de
las condiciones históricas en que surgen y se desarrollan. Reconocer el carácter
utópico de los derechos humanos previene de las falsas seguridades derivadas de
las concepciones que los asumen como algo dado, al margen de la realidad
cotidiana de la gente.

20
REFERENCIAS

Fundación Juan Vives Suriá (2010). Derechos humanos: historia y conceptos


básicos. Fundación Editorial El Perro y la Rana Fundación Juan Vives Suriá
Defensoría del Pueblo. Disponible en:
http://biblioteca.clacso.edu.ar/Venezuela/fundavives/20170102055815/
pdf_132.pdf

García García, E. (1999). Derechos humanos y calidad de vida. Disponible en:


https://eprints.ucm.es/id/eprint/8606/1/DERECHOS_HUMANOS_Y_CALIDAD_
DE_VIDA.pdf

Habermas, J. (1994). Derechos humanos y soberanía popular: las concepciones


liberal y republicana. Disponible en:
https://e-archivo.uc3m.es/bitstream/handle/10016/1496/DL-1994-II-3-
Habermas.pdf

Reyes, D. A. H. (2017). Análisis de algunos hitos históricos de los Derechos


Humanos en Occidente. Revista Lumen Gentium, 1(1), 25-34. Disponible en:
https://revistas.unicatolica.edu.co/revista/index.php/LumGent/article/view/4

Rosso Bautista, L. G., & Castellanos Moreno, U. F. (2009). Los derechos humanos
una construcción desde la academia. Disponible en:
https://repository.upb.edu.co/bitstream/handle/20.500.11912/8072/Los
%20derechos%20humanos%20una%20construcci%c3%b3n%20desde%20la
%20academia.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Segovia, J. F. (2004). Derechos humanos y constitucionalismo. Verbo (Madrid):


Revista de formación cívica y de acción cultural, según el derecho natural y
cristiano, (421), 93-96. Disponible en:
file:///C:/Users/Carlos/Downloads/Dialnet-
DerechosHumanosYConstitucionalismo-4859118.pdf

21
Vargas Hernández, J. G. (2007). Liberalismo, neoliberalismo y postneoliberalismo.
Disponible en:
https://repositoriodigital.uns.edu.ar/bitstream/handle/123456789/3361/Vargas
%20Hernandez%20-%20liberalismo.pdf?sequence=1

22

También podría gustarte