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LOS MODELOS DE LA DISCAPACIDAD

Los Modelos de la discapacidad

Agustina Palacios en su obra “El modelo social de discapacidad: orígenes, caracterización y


plasmación en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad” describe las características centrales en el tratamiento hacia la persona con
discapacidad en los distintos modelos o paradigmas hegemónicos que las sociedades
consensuaron en diversos momentos históricos, desde dos perspectivas: las causas que
dan origen a la discapacidad, (lo que incide directamente en la concepción del fenómeno
mismo), así como en el valor de la vida de una persona con discapacidad, y su consecuente
aporte a la sociedad. Y en cuanto a las consecuencias o características esenciales derivadas
de aquellos presupuestos, expone cuatro cuestiones centrales: la noción o concepto de
discapacidad y de persona con discapacidad; la consideración y el tratamiento de los niños
con discapacidad; los medios de subsistencia a los que deben apelar las personas con
discapacidad; y las respuestas sociales y del Estado de acuerdo a los distintos "paradigmas".

En base a los criterios de categorías analíticas mencionadas, reúne las distintas


conceptualizaciones sobre discapacidad previas al modelo social plasmado en la
convención, que distintos autores y grupos habían desarrollado y las sintetiza en dos
modelos imperantes: el modelo de la prescindencia y el modelo médico rehabilitador.

Modelo de prescindencia

El de la prescindencia es el modelo que habitualmente se asocia a la antigüedad occidental


y en distintas sociedades. Desde esta perspectiva se entienden causas religiosas en la
discapacidad. Según este modelo la discapacidad resulta de un castigo de los dioses y “las
vidas de estas personas no merecen ser vividas por lo tanto la sociedad decide prescindir
de ellas”. La prescindencia puede darse a través de políticas eugenésicas (a través del
infanticidio) o excluyéndolas del desarrollo social a través de una organización del espacio
público que margina a las clases pobres y a los “anormales” a ciertos espacios marcados
por la dependencia y el sometimiento, tratados como objetos de caridad y sujetos de
asistencia (tratamiento).

Los presupuestos fundamentales son la justificación religiosa – sobrenatural y la certeza de


que la persona con discapacidad no aporta nada a la sociedad. Se trata de un ser
improductivo y una carga para la comunidad. En relación a las dos respuestas que daban
las sociedades, Agustina Palacios distingue dos sub-modelos:

- Modelo eugenésico: históricamente ligado a la Esparta antigua, los niños son


sometidos a infanticidio. Son innecesarios para la sociedad, y una carga que la sociedad no
puede sobrellevar. Históricamente, el estado ha tenido la potestad o facultad sobre la vida
de las personas, determinando quiénes eran o no ciudadanos, siendo la utilidad el parámetro
de valor de las personas para la comunidad. En relación a los niños la solución era el
exterminio.

- Modelo de la marginación: Surgido en -y asociado a- la Edad media, su característica


principal es la exclusión como respuesta social ya sea por miedo o menosprecio. Como
medio de subsistencia las personas con discapacidades son objetos de caridad, ejercen la
mendicidad y objeto de diversión. Son aceptados con resignación. En función de la
organización social no existe aún una categoría social específica y particular de persona con
discapacidades, sino que se encontraban incluidas dentro del grupo de pobres y mendigos.
Con respecto a los niños y niñas se dejó de practicar el infanticidio, se los abandonaba, eran
vendidos como esclavos. Se los destinaba a orfanatos o asilos.

En cuanto a los medios de subsistencia, el prototipo en este modelo está marcado por ser
objeto de caridad y sujeto de tutela. Durante largos períodos las sociedades estaban
marcadas por grandes pestes y epidemias, y con ello el miedo al contagio era un común
denominador de pequeñas y grandes comunidades. Las políticas de aislamiento eran
habituales en estos contextos, a las personas con discapacidades también eran
destinatarias. El trato a las personas con discapacidad oscila entre lo misericordioso y de
caridad, y el tratamiento cruel y marginador.

Modelo médico rehabilitador

Aunque sus primeras manifestaciones se remontan al renacimiento, el iluminismo y las


revoluciones en la ciencia y la filosofía, este modelo se consolida durante las primeras
décadas del siglo 20. En ese largo período el Modelo Médico Rehabilitador se desarrolla, se
transforma y renueva en sus diversas expresiones, pero asentada siempre en la idea de
progreso de la ciencia (y particularmente de la ciencia médica) tanto como marco referencial
de explicación, descripción y análisis de la discapacidad, enmarcándola en el ámbito de la
salud – enfermedad; como fuente legitimada para las prácticas y respuestas sociales que se
deben esgrimir desde los Estados y que se levantan sobre una ideología de la normalización.
Evidentemente, mientras el modelo eugenésico era el de la antigüedad, este modelo (al que
convencionalmente se nombra como modelo Médico Rehabilitador, aunque Palacios prefiere
la denominación Modelo Rehabilitador) se corresponde con las edades moderna y
contemporánea. Y es el modelo que hegemoniza las políticas públicas, las respuestas
sociales, la cultura y las representaciones sociales en relación a la discapacidad también en
nuestros días.

Según este modelo las causas no son religiosas, sino científicas: la persona con
discapacidad es aquella donde su integración social, educacional se encuentra disminuida
a causa de una discapacidad congénita, física, mental y sensorial. Entre los dos modelos se
da un pasaje del pecado a la enfermedad, lo que en los hechos posibilita mejorar la calidad
de vida de la persona que “padece la discapacidad”. Es un ser humano que se encuentra
desviado de una supuesta norma estándar, identificando la discapacidad con la enfermedad.
A diferencia del modelo de la prescindencia, las vidas de las personas con discapacidad sí
pueden valer en tanto puedan acercarse a patrones de normalidad a través de la
rehabilitación. Pueden hacer aportes a las sociedades en un camino de rehabilitación –
integración. Al igual que el viejo modelo, la discapacidad está en la persona (y esta es la
principal razón para hablar de una continuidad entre un modelo y otro). En el modelo médico
rehabilitador, el fin primordial es normalizar a las personas con discapacidad.

Desde el ámbito jurídico se establecieron las políticas y legislaciones de asistencia social,


considerando a las personas con discapacidad como beneficiarios y objetos de protección.
En efecto, desde el Modelo Médico Rehabilitador se desarrollan las legislaciones modernas
de incapacitación y sustitución de la voluntad de las personas con discapacidad: no son
consideradas capaces para tomar sus propias decisiones, por lo que se crea la figura del
curador que se designa en un juicio de insania contra la persona con discapacidad.

El fenómeno que lo caracteriza es la institucionalización. Es en este período que se


desarrollan las instituciones especializadas y segregadoras (escuela especial, hospitales
monovalentes, hogares, etc.) tal como las conocemos hasta la actualidad. Las respuestas
sociales se basan en una actitud paternalista centrada en el déficit de las personas con
discapacidad.

En cuanto a los Medios de subsistencia –una de las categorías analíticas utilizadas por
Palacios- además del desarrollo de la asistencia social a través de la entrega de pensiones
no contributivas y subsidios estatales, se destaca el surgimiento del trabajo protegido. La
creación de talleres protegidos de producción y experiencias similares en distintos países se
esgrime como respuesta a la exclusión del mercado laboral. El empleo protegido ilustra
claramente el modelo rehabilitador: en un contexto segregado – especial, las personas con
discapacidad desarrollan tareas laborales y/o de capacitación, por lo cual reciben honorarios
casi siempre simbólicos. Si bien el objetivo suele ser la capacitación para la posterior
inclusión en el empleo abierto (rehabilitación/normalización para la integración) en la mayoría
de los casos se convirtieron en espacios permanentes sin movilidad.

Asimismo, la ayuda estatal no guarda un sentido de restitución material por los mayores
gastos que afrontan las personas con discapacidad por las condiciones sociales y del
entorno en el que viven (transporte inaccesible, exclusión por barreras actitudinales,
prejuicios, etc.) ni implica el reconocimiento de la persona con discapacidad como titular de
derechos. Las pensiones no contributivas y otros tipos de subvenciones se basan en la
“invalidez” o “incapacidad laboral” atribuida a la persona con discapacidad desde una
prescripción médica. Porque “no pueden” trabajar. Y por lo tanto, considerada como persona
con necesidades, merecedora beneficiaria de la ayuda.

Asimismo la herramienta esencial para la rehabilitación en este modelo será la Educación


Especial. Ésta nace en los siglos XVIII y XIX para niños sordos y ciegos. En el siglo XX se
implementan a gran escala, incorporando a personas con discapacidad física e intelectual.

En definitiva desde el modelo rehabilitador se considera la discapacidad exclusivamente


como un problema de la persona ocasionado por una enfermedad, trauma o condición de
salud que requiere de cuidados médicos profesionales en forma de tratamiento individual. El
planteo ideológico que subyace es la normalización, desaparición de las diferencias
ofreciéndole a la persona con discapacidad ser integrada en la medida que se asemeje a la
norma; el objetivo así perseguido no es la igualdad sino lo idéntico.

Modelo social

De la mano de activistas e intelectuales con discapacidad, en la década de 1960 surge este


modelo que entiende que la discapacidad tiene causas sociales, ya no religiosas ni
científicas. Más allá de las características individuales de las personas la discapacidad es el
resultado de una sociedad que no se encuentra preparada ni diseñada para hacer frente a
las necesidades de todos y todas. Las limitaciones no son individuales sino de la propia
sociedad para prestar servicios y recursos apropiados.
Este modelo defiende que las personas con discapacidad pueden aportar a la sociedad en
igual medida que aquellas que no tienen discapacidad siempre respetando las diferencias.
Teniendo presente los valores de los DDHH, diversidad funcional, respeto por la dignidad
humana, igualdad y libertad personal, propiciando la inclusión social. Apunta a la autonomía
de la persona con discapacidad para decidir respecto de su propia vida. Para ello se centra
en la eliminación de cualquier tipo de barrera, a los fines de brindar una adecuada
equiparación de oportunidades. La premisa es que toda vida humana es igualmente digna.

Orígenes y conceptualización

Los activistas con discapacidad y las organizaciones de las personas con discapacidad se
unieron para condenar su estatus como ciudadanos de segunda clase, reorientaron la
atención hacia el impacto de las barreras de la sociedad -como las actitudes discriminatorias,
edificios, transporte, estereotipos culturales negativos- que “discapacitan” a las personas con
discapacidad. Este modelo condena la segregación e institucionalización de las personas
con personas con discapacidad.

Desde el modelo social se desarrolla una diferencia conceptual entre deficiencia y


discapacidad: la primera es la pérdida o limitación total o parcial de un miembro, órgano o
mecanismo del cuerpo mientras que la discapacidad, es la desventaja o restricción de
actividad causada por la organización social contemporánea que no considera o considera
en forma insuficiente a las personas que tienen deficiencias y por ello las excluye de la
participación de la actividades corrientes de la sociedad.

Las Respuestas sociales se basan en la búsqueda de la inclusión a través de la igualdad de


oportunidades, esto se relaciona con una serie de medidas accesibilidad universal, diseño
para todos y todas la transversalidad de las políticas sobre discapacidad entre otras.

En relación a los niños y niñas con discapacidad, el modelo social destaca que deben tener
las mismas oportunidades que los niños sin discapacidad incluyendo no sólo educación y
salud sino las actividades de ocio y todos los ámbitos de desarrollo de la niñez y
adolescencia. Criticando la fórmula “rehabilitación para integrarse” y sus variaciones
(“formarse para insertarse en la sociedad”, “la escuela especial está preparada para dar una
mejor educación para chicos con discapacidad y que luego puedan incluirse en la sociedad,
etc.) el Modelo Social plantea que todos los servicios, productos, programas y políticas sean
accesibles y pensadas para niños y niñas en general independiente de la diferencia
funcional. La nueva visión de inclusión desafía a la normalidad, sosteniendo que la
normalidad no existe, sino que es una construcción impuesta sobre una realidad donde sólo
existe la diferencia.

Los medios de subsistencia vinculados al modelo son la asistencia - seguridad social y el


trabajo ordinario, aceptándose sólo de manera provisoria el trabajo protegido. La asistencia
social aquí no tiene el mismo sentido que en el modelo médico rehabilitador, no tiene relación
con la idea de invalidez, sino en todo caso como reparación material ante las situaciones de
desventajas (que se traducen en mayores gastos) de las personas con discapacidad a causa
de las barreras sociales. Y más en general obtiene sentido en el marco del acceso a los
derechos económicos, sociales y culturales, que por un lado asume al trabajo como un
derecho y al mismo tiempo plantea que para acceder a otros derechos sociales básicos la
referencia al trabajo no es imprescindible; pero igualmente los estados deben garantizar. En
ese sentido, el acceso universal constituye al principio general de la acción social (en
oposición a las políticas focalizadas)

Finalmente la idea de dependencia (en este caso material) es parte de la naturaleza humana
y no debe relacionarse directamente con la diversidad funcional, puede darse una sin la otra
y viceversa.

En cuanto a la respuesta social desde el modelo social se lucha por la inclusión en el marco
de la diversidad funcional, valorada como parte de la diversidad humana sobre la base de
tres principios: en primer lugar toda vida humana con independencia de la naturaleza de la
diversidad funcional goza de igual valor en dignidad; toda persona cualquiera sea la
naturaleza o complejidad de su diversidad funcional debe tener la posibilidad de tomar
decisiones que le atañe en su desarrollo como persona, y por ende debe promoverse ese
ejercicio. En segundo lugar la independencia tiene que ver con la toma de decisiones para
su propia vida, independientemente si las personas son o no dependientes para actividades
de la vida diaria. Y en tercer lugar las personas con discapacidad gozan del derecho a
participar plenamente en todas las actividades económicas, políticas, sociales y culturales
en definitiva en la forma de vida de la comunidad del mismo modo que sus semejantes sin
discapacidad.

“Desde este modelo las personas con discapacidad pueden elegir vivir fuera de instituciones,
tienen los mismos derechos de las personas sin discapacidad, deben contar con acceso a
los mismos servicios del resto de la comunidad. Las personas con discapacidad no es a
quien se debe normalizar sino la sociedad es el ambiente que debe ser adaptado y
normalizado para que las personas con y sin discapacidad puedan acceder a ellos”.

Sobre la coexistencia de modelos

Al iniciar este recorrido por los modelos conceptuales vinculados al tratamiento de la


discapacidad identificamos que la etapa actual se caracteriza por la coexistencia de
modelos, particularmente entre el modelo médico rehabilitador, que goza todavía de una
posición de hegemonía, y el modelo social que viene instalando y problematizando a partir
de las luchas y enseñanzas de los movimientos de personas con discapacidad y activistas
de derechos humanos. La relación reedita el análisis clásico de procesos de
transformaciones revolucionarias, entre lo nuevo que pugna por surgir, y lo viejo que lucha
ferozmente por no morir.

Las políticas públicas, las representaciones y discursos sociales, las manifestaciones en


general de la cultura y los medios de comunicación; los marcos jurídicos internos, los
sistemas de transportes, las condiciones de acceso al trabajo y la educación, el sistema de
salud y en general todas las manifestaciones de la organización de las sociedades están
atravesadas por la coexistencia de los modelos.

Más allá de algunos cambios sustanciales y nuevas leyes, el ordenamiento jurídico se


corresponde con el modelo médico: las principales normas en nuestro país, como la Ley del
Sistema de Protección Integral de los Discapacitados (N° 24431), que define a la persona
con discapacidad como aquella que “padezca una alteración funcional permanente o
prolongada, física o mental, que en relación a su edad y medio social implique desventajas
considerables para su integración familiar, social, educacional o laboral”, o la ley 24901 que
instaura el Sistema de Prestaciones Básicas a favor de las personas con discapacidad,
claramente entienden la discapacidad así como los servicios destinados a este colectivo,
desde concepciones del modelo médico rehabilitador.

Fuentes consultadas:

- Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad


- El modelo social de discapacidad: orígenes, caracterización y plasmación en la Convención
Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Agustina Palacios.
2008. Colección CERMI España. Disponible en: http://www.cermi.es/es-
ES/ColeccionesCermi/Cermi.es/Lists/Coleccion/Attachments/64/Elmodelosocialdediscapaci
dad.pdf
- “De la sustitución de derechos al sistema de apoyos”, Comisión de DDHH de APADIM
Córdoba, 2012. http://www.apadimblog.org.ar/2013/07/apadim-cordoba-de-la-sustitucion-
de.html

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