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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN.


UNIVERSIDAD CENTRO OCCIDENTAL
“LISANDRO ALVARADO”.
DECANATO EXPERIMENTAL DE HUMANIDADES Y ARTES.
LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA.

Análisis de Articulo

Profesora: Nombres-Apellidos. C.I.:


María Alejandra Hernández

Asignatura: Gestión de Talento Humano

Barquisimeto Mayo de 2023

¿Aceptación o control mental? Terapias de aceptación y mindfulness frente a las


técnicas cognitivo-conductuales para la eliminación de pensamientos intrusos.

RESUMEN
Durante décadas los psicólogos clínicos han desarrollado procedimientos para
extinguir, disminuir y cambiar los pensamientos intrusos (por ejemplo, la parada de
pensamiento, la distracción o la reestructuración cognitiva). Sin embargo, hoy en día
estas técnicas han sido cuestionadas tanto desde la investigación básica (experimentos
sobre supresión de pensamiento) como desde el campo clínico aplicado. Como
alternativa, las terapias de conducta de tercera generación proponen recurrir a los
métodos de aceptación y mindfulness ante la aparición de este tipo de pensamientos. En
el artículo se presenta un resumen sobre las técnicas cognitivo-conductuales
tradicionales y se explica la incorporación de la aceptación y mindfulness en cuatro
terapias de tercera generación. Las evidencias empíricas de estos dos enfoques de
tratamiento se contraponen y se concluye que la aceptación y el mindfulness están
consiguiendo unos resultados muy prometedores para el tratamiento de los
pensamientos intrusos; no obstante, sigue siendo cierto que métodos tradicionales, como
la reestructuración o la distracción focalizada, continúan mostrando su utilidad en
muchos casos.

INTRODUCCIÓN

Un pensamiento invasivo son aquellas ideas de imágenes vividas que aparecen


en la mente de manera automática, generalmente de contenido negativo, violento y
desagradable que acaba afectando al bienestar físico, mental y a la capacidad para
resolver problemas. La explicación muy generalizada de por qué aparece está ideación y
llega a la mente se relaciona con dos factores: factores biológicos; dónde el cerebro
genera pensamientos automáticos de manera continua y son imposibles de dirigir hacia
dónde se quiere. Y por otro lado la aplicación cognitiva conocida como rumia mental, es
decir, la repetición de pensamientos como estrategia para controlar y así poder
disminuir la incertidumbre y la falta de control en situaciones que se pueden percibir
como estresante. Padecer este tipo de trastorno conlleva unas consecuencias tanto físicas
como mentales que repercuten en el cuerpo de diversas maneras, por consecuencias esté
tema ha sido abordado por diferentes corrientes psicológicas principalmente por la
terapia cognitivo-conductual, lo cual su objetivo se centra en ayudar a tomar conciencia
de esos pensamientos imprecisos o negativos para poder visualizar situaciones exigentes
con mayor claridad y responder a ella de forma más efectiva extinguiendo y
disminuyendo estos pensamientos invasivos.
Por otra parte, ante el cuestionamiento de dicho procedimiento de intervención
cognitivo conductual, se crea una alternativa a la que en los últimos años son llamadas
"terapias de la tercera generación" dónde se incluye la terapia de aceptación y
mindfulness que supone un cambio del foco terapéutico: la intervención no va dirigida a
eliminar o reducir los síntomas, sino a conseguir un distanciamiento de la persona
respecto a ellos de modo que está pueda orientarse a sus valores. Así mismo, ofrece una
alternativa psicopatológica ante estos pensamientos invasivos que ocurren cuando la
persona rehuye determinadas experiencias privadas (sensaciones, emociones,
pensamientos, recuerdos) e intenta cambiar la forma o la frecuencia de esos contenidos
y el contexto que lo ocasiona. En el siguiente artículo se explicará de forma resumida el
estudio experimental de la supresión de pensamiento, intervención cognitivo conductual
para los pensamientos intrusos y terapia de aceptación y mindfulness para mayor
comprensión de las técnicas cognitivos - conductuales tradicionales y se explica la
incorporación de la aceptación y mindfulness en cuatro terapia de tercera generación.

El estudio experimental de la supresión de pensamiento

El estudio experimental de la supresión de pensamiento sugiere que la técnica de


suprimir voluntariamente los pensamientos no deseados puede ser contraproducente
debido a la teoría del proceso irónico del control mental de Wegner, que sostiene que la
vigilancia constante para evitar estos pensamientos provoca que permanezcan latentes.
Se ha demostrado que el efecto rebote de los pensamientos que se intentan eliminar es
más frecuente cuanto mayor es la carga mental y que el estado de ánimo influye en la
capacidad de supresión. La intervención cognitivo-conductual para los pensamientos
intrusos e inadaptados incluye la técnica de parada de pensamiento de Wolpe, que
consiste en la detección y retirada inmediata de pensamientos inadecuados,
desadaptados y desagradables. Sin embargo, se han propuesto otras estrategias, como el
paradigma "pensar/no pensar", que parece ser más eficaz para lograr la supresión del
pensamiento. De acuerdo con este modelo, cuando se recurre a distintas estrategias
distractoras (distracción no focalizada), como, por ejemplo, fijarse en lo que hay
alrededor, tratar de pensar en otra cosa, procurar recordar una canción, etc. Acaba por
experimentarse un efecto rebote del pensamiento que trata de eliminarse, pues al final
todos estos estímulos acaban convirtiéndose en claves de recuerdo. No obstante, si se
recurre a una distracción focalizada, como, por ejemplo, sustituir continuamente el
pensamiento del oso blanco por un pensamiento de un coche rojo, las posibilidades de
sufrir el efecto rebote son menores, al menos a corto plazo. Sea correcta o no la teoría
irónica, el efecto rebote ha sido repetidamente estudiado experimentalmente y, en
general, aunque no sin alguna excepción, replicado. Por otro lado, se ha comprobado
que este efecto resulta más frecuente cuanto mayor es la carga mental. Además, sus
efectos no son pasajeros: siguen interfiriendo con la actividad tiempo después de
efectuado el experimento.

La intervención cognitivo-conductual para los pensamientos intrusos e


inadaptados

Estos procedimientos se idearon bastante antes de que Wegner y sus


colaboradores empezaran los experimentos sobre supresión de pensamiento. Algunas de
las técnicas utilizadas en la psicoterapia para tratar pensamientos intrusos e inadaptados
son: La parada de pensamiento y la reestructuración cognitiva. La parada de
pensamiento consiste en detectar y retirar inmediatamente pensamientos inadecuados,
desadaptados y desagradables por medio de un estímulo físico, verbal o corporal,
seguido de una actividad distractora para sustituirlos. Esta técnica se basa en la
reiteración sistemática del proceso para conseguir un condicionamiento clásico o una
habituación a los pensamientos previamente desagradables. La reestructuración
cognitiva, por otro lado, se centra en identificar los pensamientos más disfuncionales o
irracionales, y modificarlos mediante diferentes métodos cognitivos o conductuales.
Existen evidencias sólidas de la utilidad de ambas técnicas, aunque los resultados están
más asociados a la recuperación de los cuadros depresivos en el caso de la
reestructuración cognitiva. La parada de pensamiento ha sido muy utilizada en práctica
clínica, aunque su eficacia ha sido cuestionada en cuadros obsesivos. Por otro lado el
propósito de las técnicas cognitivas para el tratamiento de la depresión tiene como
objetivo principal controlar los pensamientos (cogniciones) automáticos negativos,
siguiendo estas fases: (1) ayudar al paciente a establecer relaciones entre su cognición,
sus emociones y sus conductas; (2) ayudar al paciente a identificar los pensamientos
más disfuncionales o irracionales, o sus procesos cognitivos más desadaptativos (por
ejemplo, captar sus debo-perturbadores, sus pensamientos dicotómicos, sus inferencias
arbitrarias, sus abstracciones selectivas, sus maximizaciones, etc.); y (3) modificar estas
cogniciones por medio de distintos métodos, bien de corte más cognitivo (por ejemplo,
comprobaciones lógicas y empíricas, reatribuciones de causas y responsabilidades,
conceptualizaciones alternativas, llevar al absurdo las ideas sostenidas, etc.), bien por
medio de procedimientos conductuales (como la exposición, las tareas para casa, el role-
playing, los refuerzos y castigos, etc.)

No obstante se han propuesto además otras técnicas desde la terapia cognitivo


conductual de intervención para el tratamiento de los pensamientos intrusos. Entre ellas
La relajación muscular progresiva o la respiración diafragmática, casi siempre en
combinación con otras técnicas, por lo que resulta difícil valorar su eficacia.
Seguidamente la distracción sin parada de pensamiento, en esta técnica cuando aparece
el pensamiento desagradable, el sujeto inicia otra actividad distractora, como leer una
lista de pensamientos agradables alternativos previamente pensada y redactada. Por
tanto, se busca controlar el malestar por medio del remplazo de unos pensamientos por
otros, siempre dentro de una situación determinada. Por último, el procedimiento de
intención paradójica (Frankl, 1967) la estrategia es justamente la contraria a las
planteadas hasta ahora: se trata de prescribir el síntoma mismo a fin de aumentar, al
cabo, el control sobre él o conseguir así indirectamente que desaparezca. Para el caso de
los pensamientos intrusos, en esta técnica el terapeuta prescribe al paciente que
mantenga en la mente, sin distraerse, aquellos contenidos mentales que hasta ese
momento ha tratado de evitar. Sin embargo, el paciente, al no ser capaz de aguantar sin
distraerse en algún momento o al habituarse por la saturación de esos pensamientos,
acabaría por mejorar. La intención paradójica se ha incorporado como una técnica más
en distintas intervenciones cognitivo-conductuales, si bien hay que advertir que hay
grupos de pacientes con los cuales deben tenerse especiales precauciones y su utilidad
resulta controvertida.

Las terapias de aceptación y mindfulness y su intervención en el control de los


pensamientos intrusos.

Las terapias de tercera generación o tercera ola en la terapia de conducta, entre


ellas, la Terapia de Aceptación y Mindfulness (ACT), la Terapia Dialéctica
Comportamental (DBT), la Terapia Cognitiva basada en la Atención Plena o
Mindfulness (MBCT) y la Terapia de Activación Conductual (BA), se utilizan para
intervenir en el control de pensamientos intrusos. Estas terapias comparten un
planteamiento contextual, un énfasis singular en el análisis de la funcionalidad de la
conducta, la flexibilidad como criterio de adaptación ante los problemas y
despsiquiatrizan o desmedicalizan las categorías diagnósticas tradicionales.

En primer lugar La Terapia de Aceptación y Mindfulness (ACT) postula que la


experiencia interna debe manejarse de forma distinta a como se hace con la conducta
externa. Se enfoca en la aceptación radical o incondicional de los pensamientos intrusos,
sin intentar detenerlos o controlarlos. Esta terapia emplea diversos procesos, como la
defusión cognitiva, el estar presente, el concebir el self como contexto, el trabajo con
los valores y la acción comprometida, y se facilitan por medio de ejercicios vivenciales,
metáforas y paradojas. La defusión cognitiva busca lograr la deliteralización de las
palabras-conceptos, es decir, hacer ver que los pensamientos son solo pensamientos o
recuerdos y no deben confundirse con sus referentes. Por su parte, la Terapia Cognitiva
basada en la Atención Plena o Mindfulness (MBCT) se enfoca en el desarrollo de la
atención consciente o plena para aumentar la conciencia de los pensamientos,
sentimientos y sensaciones corporales. El objetivo es desarrollar la capacidad de
observarlos sin juzgarlos, permitiendo que fluyan sin luchar contra ellos, lo que reduce
la reactividad emocional y disminuye la frecuencia y la intensidad de los pensamientos
intrusos.

Seguidamente La Terapia de Activación Conductual (BA) se enfoca en aumentar


la actividad del paciente para mejorar el estado de ánimo. Se busca fomentar la
realización de actividades que proporcionen un sentido de logro y placer y que estén
alineadas con los valores y objetivos del paciente. Se pretende que el paciente deje de
centrarse en los pensamientos intrusos al estar ocupado en actividades gratificantes. Por
último, la Terapia Dialéctica Comportamental (DBT) se enfoca en el desarrollo de
habilidades de regulación emocional para manejar la intensidad de las emociones. La
DBT combina técnicas cognitivas y conductuales para abordar los pensamientos
intrusos y las emociones intensas, y busca fomentar la aceptación y el compromiso con
el cambio.

Desde este modelo, la alternativa ante los pensamientos intrusos (o ante


sentimientos, sensaciones, recuerdos, etc. desagradables) es la aceptación radical o
incondicional de los mismos, sean como sean de frecuentes o intensos y sea cual sea su
contenido. Esto implica que, por ejemplo, el paciente que sufre trastorno de angustia
debe procurar aceptar sus crisis de ansiedad, y sentirlas como son; el depresivo su
tristeza; el obsesivo sus pensamientos obsesivos; el psicótico sus voces y sus
alucinaciones; o el paciente de dolores crónicos su dolor, cesando así su lucha
permanente por controlarlo. Sin embargo, no se trata de una aceptación pasiva (de una
resignación ante el síntoma), sino del abandono de aquellos intentos de cambiar los
pensamientos que llevan a bloquear la vida. El terapeuta de la ACT animará y conducirá
al cliente a centrar sus esfuerzos en recuperar una vida con sentido, una encaminada a
contactar de nuevo con las cosas valiosas para la persona, y que se concreta en unos
objetivos específicos de acción dentro del terreno de la conducta manifiesta. Por ende la
práctica del mindfulness no se restringe al manejo de los pensamientos distorsionados e
intrusos, sino que se concibe como un entrenamiento útil para ganar habilidades
tendentes a disminuir las conductas suicidas o para suicidas, así como para eliminar
otras acciones que interfieren con una vida sana y productiva.

Evidencias empíricas

La mayoría de las investigaciones efectuadas sobre estas terapias han analizado


su eficacia como tratamientos de distintos trastornos psicopatológicos más que su
utilidad para eliminar un síntoma como la intrusión de pensamientos indeseados. Sin
embargo, esto no implica que todos los síntomas de estos cuadros desaparezcan tras la
intervención o que resulten específicamente efectivas para tratar los pensamientos
intrusos. Algunos autores revelan que es aún pronto para afirmar que las terapias de
tercera generación sean, hoy en día, una alternativa a los tradicionales métodos
cognitivo- conductuales. Pero también es cierto que estas técnicas cada día reúnen un
mayor respaldo empírico en estudios aleatorizados controlados.

Cabe resaltar que existen trabajos experimentales más específicos que sí han
comparado la eficacia para el control de los pensamientos con técnicas basadas en la
aceptación o en el mindfulness frente a los métodos convencionalmente usados en la
investigación. A continuación se mencionarán algunas para una breve explicación de las
mismas.

Marcks y Woods (2005) demostraron que los métodos basados en la aceptación


son más recomendables que los de supresión para pensamientos intrusos relevantes de la
propia vida. Concluyendo que aquellas personas que, de forma más habitual, tratan
directamente de suprimir los pensamientos intrusos relevantes cada vez se estresan más
y sufren mayor necesidad de hacer algo respecto a estos pensamientos. En cambio,
aquellos que de forma natural los aceptan presentan menos sintomatología depresiva,
ansiosa y menos obsesiones. Es importante mencionar que las personas disminuyeron el
malestar, pero no la tasa de pensamientos intrusos. En pacientes con diagnóstico
obsesivo-compulsivo, Najmi, Riemann, & Wegner (2009) comprobaron que tanto
la terapia de aceptación, como los procedimientos de distracción focalizada son útiles
para la intervención del malestar producido por los pensamientos intrusivos.

Los estudios que han comparado estrategias como la supresión, la reevaluación


de la situación y la aceptación han encontrado que la reeavaluación y la aceptación son
claramente superiores a la supresión, aunque entre ellos es difícil establecer diferencias
en la eficacia. La estrategia de reevaluación puede asimilarse a una forma breve de
reestructuración cognitiva.

En este mismo orden de ideas, Magee y Teachman (2007) demostraron la


importancia de la atribución que el sujeto hacia sobre su fracaso a la hora de suprimir un
pensamiento: mientras que en unos casos las atribuciones era negativas y auto
culpabilizadoras, en otros se elaboraban visiones mucho más positivas. Este último tipo
de atribuciones reducía significativamente la reaparición de los contenidos mentales
evitados y, además, el estrés de la situación.

Anteriormente se mencionó que la defusión cognitiva, que es un componente de


la terapia de aceptación y compromiso, que busca lograr de desliteralización a través de
ejercicios. En este sentido, Masuda y sus colaboradores (2010) comprobaron que la
aplicación de estos procedimientos reducía la credibilidad y el malestar de los
pensamientos negativos sobre uno mismo y favorecían su manejo.

Existe también evidencia específica respecto al empleo de técnicas de


mindfulness para contrarrestar pensamientos obsesivos e intrusos. En su investigación
Wilkinson-Tough, Bocci, Thome y Herlihy (2010) encontraron que todos sus
participantes aquejados de pensamientos obsesivos intrusos redujeron sus puntuaciones
en la escala de Yale-Brown aniveles subclínicos tras seis sesiones de un entrenamiento
en mindfulness (MBCT), acompañada de práctica diaria, ganancias que, en conjunto, se
mantuvieron en el seguimiento. En otra investigación, pacientes con trastorno bipolar,
Miklowitz et al. (2009) y Williams et al. (2008) encontraron que la MBCT facilitó la
disminución de síntomas depresivos y ansiosos, entre los que se encontraban la ideación
suicida.

Harrington (2008), en su investigación sobre el pensamiento rumiante crónico,


ha revelado que un entrenamiento basado en la aceptación suponía una alternativa
prometedora frente a una técnica convencional de control del pensamiento. No obstante,
reconoce que los resultados de este trabajo deben tomarse con cautela por los pequeños
efectos que tuvo la intervención y lo limitado de la muestra.

Por último, es importarte mencionar la investigación de Dunn, Billotti, Murphy


y Dalgleish (2009) en la que se usó un video de accidentes de tráfico y se obtuvieron
medidas de los participantes de indicadores fisiológicos (tasa cardiaca, respuesta
electrodermal) y cognitivos (recuerdo, probabilidad de intrusiones). Contrariamente a lo
hallado en la mayoría de los trabajos, los participantes en la condición de aceptación
presentaron efectos más negativos (menos control fisiológico, más intensidad emocional
y más recuerdo) que aquellos que se sirvieron de métodos directos de supresión.

ANTECEDENTES

La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) es una terapia psicológica que se ha


desarrollado a lo largo de las últimas décadas y se ha convertido en una de las terapias
más utilizadas y estudiadas en el campo de la salud mental. La TCC es una terapia
breve, estructurada y centrada en el presente, que se enfoca en la identificación y
modificación de los patrones de pensamiento y comportamiento que generan malestar y
problemas en la vida de las personas.

Los antecedentes de la TCC se remontan a los trabajos de los psicólogos Albert


Ellis y Aaron Beck, quienes en la década de 1950 desarrollaron la terapia racional
emotiva conductual (TREC) y la terapia cognitiva respectivamente. La TREC se
enfocaba en la identificación y modificación de los pensamientos irracionales que
generan malestar emocional y conductual, mientras que la terapia cognitiva se enfocaba
en la identificación y modificación de los patrones de pensamiento negativo y
distorsionado que generan malestar emocional.

En los años siguientes, la TCC se ha expandido y desarrollado a través de la


integración de diferentes enfoques teóricos y técnicas terapéuticas, incluyendo la teoría
del aprendizaje, la teoría del procesamiento de la información y la teoría de los
esquemas cognitivos. La TCC se ha aplicado a una amplia gama de trastornos mentales,
como la depresión, la ansiedad, los trastornos de la alimentación, el trastorno obsesivo-
compulsivo, entre otros, y ha demostrado ser efectiva en el tratamiento de estos
problemas.

En resumen, la TCC es una terapia psicológica ampliamente utilizada y


estudiada que se enfoca en la identificación y modificación de los patrones de
pensamiento y comportamiento que generan malestar y problemas en la vida de las
personas. Los antecedentes de la TCC se remontan a los trabajos de Albert Ellis y Aaron
Beck, y desde entonces se ha desarrollado y expandido a través de la integración de
diferentes enfoques teóricos y técnicas terapéuticas.

Por otro lado La terapia de tercera generación se refiere a una serie de enfoques
terapéuticos que surgieron a finales del siglo XX y principios del siglo XXI como una
evolución de la terapia cognitivo-conductual (TCC). Estos enfoques terapéuticos tienen
en común el uso de estrategias más flexibles y centradas en el contexto que las terapias
de primera y segunda generación, y ponen mayor énfasis en la aceptación, la atención
plena y la toma de conciencia. Uno de los primeros enfoques de tercera generación que
surgió fue la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT, por sus siglas en inglés),
desarrollada por Steven C. Hayes y sus colegas en la década de 1980. ACT se basa en la
teoría de la evolución del lenguaje y en la idea de que el sufrimiento humano surge de la
lucha inútil contra los pensamientos y sentimientos dolorosos. En lugar de tratar de
cambiar o controlar estos pensamientos y sentimientos, ACT enseña a los pacientes a
aceptarlos y a comprometerse con los valores que consideran importantes en sus vidas.

Otro enfoque de tercera generación es la Terapia Dialéctica Conductual (DBT,


por sus siglas en inglés), desarrollada por Marsha Linehan para tratar a pacientes con
trastornos de personalidad borderline. DBT combina estrategias de aceptación y
compromiso con técnicas de regulación emocional y habilidades interpersonales.

La Terapia Cognitiva Basada en la Atención Plena (MBCT, por sus siglas en


inglés) es otro enfoque de tercera generación que se basa en la meditación y la atención
plena para tratar la depresión y la ansiedad recurrente. MBCT se centra en enseñar a los
pacientes a prestar atención al momento presente de manera no juiciosa, lo que puede
ayudar a interrumpir los patrones de pensamiento negativos y a reducir la reactividad
emocional. La terapia de tercera generación se ha desarrollado como una evolución de
la terapia cognitivo-conductual, incorporando estrategias más flexibles y centradas en el
contexto, y poniendo mayor énfasis en la aceptación, la atención plena y la toma de
conciencia.

CONCLUSIONES

La revisión empírica en su mayoría arrojó resultados satisfactorios para las


técnicas de aceptación y mindfulness de cara al manejo de los pensamientos y la
respuesta emocional asociada a éstos. Sin embargo, no es menos cierto que otras
estrategias (como la distracción focalizada o la reevaluación) orientadas a desechar y
cambiar los pensamientos intrusos y dolorosos también muestran buenos resultados. Por
lo tanto, resulta prematuro asegurar que los primeros deben desplazar a los métodos más
convencionales.

Actualmente, muchos terapeutas encuentran en estas nuevas técnicas métodos


efectivos para sus pacientes, sin embargo es fundamental que se corroboren estos
argumentos a través de investigaciones más amplias, controladas y con la inclusión de
seguimientos a largo plazo de la eficacia de las distintas técnicas.

En el presente análisis se identifican una serie de aspectos a mejorar, en cuanto


al modo de presentar y aplicar las técnicas, así como también sobre la población a
quienes fueron aplicadas, destacándose que es importante que se establezcan diferencias
entre los métodos empleados en la literatura científica de supresión de pensamiento y
los propuestos en la clínica conductual. Por su parte, las técnicas de mindfulness y
aceptación deben perfilarse mucho más en protocolos claros, definidos y replicables en
varios experimentos. En cuanto al mindfulness, es imprescindible una concreción de los
contenidos y formatos de estas sesiones, qué aspectos se enfatizaron en ellas y qué
efectos concretos tuvieron en los participantes.

En general, los estudios no han diferenciado adecuadamente entre los resultados


obtenidos en población clínica y sujetos no clínicos. Sin embargo, Najmi et al. (2010)
comprobaron que mientras que los sujetos no clínicos aprendían a través de una
demostración ejemplificada la inutilidad de tratar de no pensar en algo, los participantes
aquejados de un trastorno obsesivo-compulsivo no cambiaron sus creencias y seguían
opinando que era posible controlar la mente de forma directa.
Finalmente, la unión de los métodos de aceptación y mindfulness puede ser un
camino que facilite la incorporación de estas técnicas a los tratamientos cognitivo-
conductuales estandarizados. Aunque la lucha por soltar un pensamiento, una sensación
o una emoción determinada han sido metas de la terapia de conducta, no siempre ha
sido así en todos los casos, y se ha entendido la utilidad de aceptar estos eventos y
seguir activo. Por tanto, una mejor especificación de los nuevos métodos y su
incorporación al bagaje de procedimientos cognitivo-conductuales puede resultar una
vía muy prometedora, sin que esto suponga una violación de los principios de los
modelos de tercera generación.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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