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Ahora bien, no sería fácil para la institución que apoya dicho proceso de enseñanza,
obtener una equivalencia formal del aprendizaje del discente. Cabe mencionar, que
la carga del aprendizaje, recae sobre el participante adulto, que, de no considerarse
una orientación responsable del proceso, se presenta una situación de aprendizaje,
pero no de enseñanza.
Se evidencia, sí, que el participante que busca ese nuevo conocimiento, fortalece
sus valores, su responsabilidad, se hace más empático, sociable y solidario, pero
también se autolideriza, se convierte en un ser más creativo, que se opone al
aprendizaje repetitivo, se hace más investigador y va hacia el repudio de la
memorización como eje del aprendizaje.
No obstante, volviendo al rol del docente andragogo, este rol es delicado, porque
él, debe estar presto para canalizar las inquietudes del participante y su conexión
con las personas o entes que le facilitarán el conocimiento teórico o práctico, o la
aclaratoria de las dudas, en su transitar por su área de dicho conocimiento.
Por lo antes expuesto, debemos entender, que este proceso de enseñanza
aprendizaje debe ser abierto, en su actividad y pensamiento. Que todo el proceso
gerencial educativo, debe ser aplicado inclusive, por el docente facilitador, aunado
a ello, se agregarían las funciones de mediador, orientador, planificador de la
enseñanza y su contenido, manteniendo una comunicación bastante horizontal que
la potencie. Y, concluir con la respectiva evaluación de todo el proceso de
aprendizaje. Adaptado como corresponde, a un proceso delicado, como lo es la
enseñanza andragógica.