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¿Se debe guardar el día del Señor como se guardaba el sábado según los reformadores

más prominentes?
En este ensayo quiero que veamos la perspectiva de Lutero, Calvino y Bullinguer en cuanto a
este asunto.
I. Lutero

A. Lutero fue el hombre que Dios uso para empezar lo que llamamos la reforma
protestante. Lutero era hijo de un minero. Su padre quería que Lutero fuera
abogado y se volviera famoso, pero Lutero tubo una experiencia traumática
cuando regresaba de visitar a sus padres; había una fuerte tormenta y un rallo cayó
cerca de él, se asusto tanto que se postró gritando: ¡Santa Ana, sálvame y me haré
monje! En efecto, Lutero se convirtió en monje, pero no encontró la paz espiritual
que buscaba, según dice la historia, Martín Lutero pasaba horas en el
confesionario, pero sin encontrar paz alguna. Solo encontró la paz cuando
enseñaba en la universidad el libro de Romanos, especialmente en Romanos 1:16-
17. Lutero entendió el significado de la frase “la justicia de Dios”, Lutero pensaba
que dicha frase significaba la ira por la cual Dios castiga al pecador, pero ese día
pudo ver que esa justicia era la justicia que Dios nos daba en Cristo al salvarnos.
En 1517 clavo las famosas 95 tesis en la capilla de Wittenberg, comenzando así la
gran reforma protestante. Lutero no quería una reforma, solo quería debatir con
otros sus tesis.
B. ¿Qué enseñaba Lutero en cuanto al Día del Señor?
1. Lutero concibió el día del Señor no como un día especial para guardar sino
como un tiempo especial donde nos apartamos de nuestras actividades diarias
para adorar a Dios. Lutero dice en su catecismo menor:
a. Debemos entender el “día de reposo” como algo más que un día
especial como el sábado o el domingo para adorar a Dios, sino el
hacernos el tiempo, salir de nuestra rutina cotidiana, para vivir con
nuestra mente en la Palabra de Dios y nuestras acciones acorde con la
fe.
b. En su catecismo mayor se extiende mucho más en esto. Él ve el día de
reposo no como algo que debe guardarse estrictamente, no lo ve como
una ley, no cree que se deba guardar el domingo como los judíos
debían guardar el sábado. Él creía que guardar el día del Señor era
estar en continua comunión con Dios, sin embargo, él entendía que no
todos tenían el tiempo para adorar a Dios diariamente, por eso creía
que era algo sabía dedicar el día domingo a la adoración del Señor. Él
dice en su catecismo mayor:
i. Pero, como digo, esto no está de por sí sujeto a un tiempo
determinado, como hacían los judíos, debiendo ser este día o
aquel otro, pues ningún día es en sí mismo mejor que otro; por
lo contrario, el culto divino debiera celebrarse diariamente. No
obstante, la mayoría se ve impedida de hacerlo y ha de
escogerse, por lo tanto, por lo menos un día de la semana para
ello. Siendo el domingo el día fijado desde la antigüedad,
conviene seguir celebrándolo para que exista un orden unánime
y para que no se engendre desorden con inútiles innovaciones.
La intención simple de este mandamiento es, por consiguiente,
ya que de todas maneras hay días de fiesta, que se aprovechen
tales feriados para instruirse en la palabra de Dios. Por lo tanto,
la función que es propia a dicho día debe consistir en el
ministerio de la predicación, tanto por causa de la juventud
como del pobre pueblo. Sin embargo, sería equivocado
entender la celebración del día de reposo tan estrechamente
como para prohibir la ejecución de algún trabajo casual.
Catecismo Mayor de Lutero
c. Hay muchas otras citas que puedo dar con respecto a cual era el punto
de vista de Lutero en cuanto al día de reposo pero pienso que etas que
he dado son mas que suficientes para probar que Lutero no era
legalista en cuanto al día de reposo.

ii. Para poder llegar a una comprensión cristiana de lo que Dios


exige en este mandamiento y que sea entendida por las
personas sencillas, digamos en primer lugar que la celebración
de los días de reposo no es por causa de los cristianos
inteligentes y eruditos (pues éstos no lo necesitan), sino, en
primer lugar por causa de nuestro cuerpo y por pura necesidad
que la misma naturaleza enseña y exige que sea satisfecha por
la generalidad, es decir, por los criados y criadas que durante la
semana han venido ocupándose de sus faenas y labores y que,
por tanto, también necesitan un día para descansar y reponerse.
iii.
iv. Sin embargo, lo esencial es en dicho día de reposo, disponer de
la ocasión y el tiempo, que de otro modo no se ofrecen, para
tomar parte en el culto a Dios, esto es, para juntarnos todos a
escuchar y meditar la palabra de Dios y alabarlo, cantarle y
orar. Catecismo Mayor de Lutero

2. Lutero creía que los únicos que debían guardar estrictamente el sábado eran
los judíos, en su catecismo mayor dice:

a. Por lo tanto, en lo que se refiere a este reposo exterior, este


mandamiento ha sido impuesto únicamente a los judíos. Estaban
obligados a no ejecutar grandes faenas y a reposar, a fin de que los
hombres y los animales de labor pudieran recobrar sus fuerzas,
evitando de tal modo el debilitamiento por un trabajo continuo.
b. Mas adelante dice expresamente que no es para los cristianos ya que
tenía que ver con el pueblo de Israel, esto dice:
i. Por consiguiente, no nos atañe como cristianos el sentido
verbal externo del presente mandamiento, pues se trata de una
cosa totalmente externa, semejante a otros preceptos del
Antiguo Testamento relacionados con costumbres, gentes,
tiempos y lugares determinados. De todas estas cosas hemos
sido librados por Jesucristo.

Si se te preguntase, ¿qué significa "santificar el día de reposo"?, contestarás así:


"santificar el día de reposo es considerarlo santo". ¿Y qué es, pues, considerarlo
santo? No es otra cosa que hablar, obrar y vivir santamente. El día de reposo en sí no
precisa de santificación alguna, pues ya fue creado como día santo. Sin embargo,
Dios desea que tal día sea santo también para ti. Por consiguiente, de ti dependerá que
sea santo o no santo el día de reposo, según tú hagas cosas santas o no santas.
¿Cómo tiene lugar ahora esta santificación? No sentándonos detrás de la estufa o
haciendo trabajos vulgares o colocándonos una corona sobre la cabeza o poniéndonos
el mejor vestido; sino, como antes se indicó, para que nos ocupemos de la palabra de
Dios y nos ejercitemos en ella. Catecismo Mayor de Lutero

En verdad, los cristianos deberíamos observar siempre tal día festivo, y hacer cosas
santas, esto es, ocuparnos a diario de la palabra de Dios teniéndola tanto en el corazón
como en los labios.

Pero, como se dijo, no todos disponemos del tiempo y del ocio, por eso debemos
dedicar algunas horas de la semana a la juventud, o por lo menos un día entero para
todo el pueblo, con objeto de preocuparse de esto sólo y se estudien precisamente y
mediten los Diez Mandamientos, el Credo y el Padrenuestro, dirigiendo así toda
nuestra vida y ser por la palabra divina. Cualquiera sea el tiempo en que estas cosas
estén en vigor y sean practicadas, se observa un verdadero día de reposo; en otro
caso, no deberá ser llamado día festivo cristiano. Porque quienes no son cristianos
también saben festejar y descansar, igual que ese enjambre de nuestros clérigos que se
pasan el día en la iglesia; cantan, tocan, pero jamás santifican el día de reposo, pues ni
predican, ni se ejercitan en la palabra de Dios, antes al contrario, enseñan y viven en
contra de la misma. Catecismo Mayor de Lutero

En efecto, la palabra de Dios es la cosa más santa de todas las cosas santas. Todavía
más: ella es lo único que los cristianos conocemos y poseemos. Si reuniésemos todos
los huesos y vestiduras santas y consagradas, de todos los santos, de nada nos
ayudarían, pues son cosas muertas y que no pueden santificarnos. Pero la palabra de
Dios es el tesoro que todo lo santifica y, también, lo que ha santificado a todos los
santos. Ahora bien: las horas dedicadas a la palabra de Dios, ora predicándola, ora
escuchándola, ora leyéndola, ora meditándola, son una ocupación que santifica a la
persona, el día y la obra; mas no por la mera obra exterior, sino por la palabra de Dios
que nos hace santos a todos. Por eso, digo sin cesar que toda nuestra vida y obra
tienen que dirigirse por la palabra de Dios, si deben llamarse agradables a Dios o
santas. Donde esto ocurre, este mandamiento se cumple en su fuerza y plenitud. Por
lo contrario, toda cosa u obra que se dirige fuera de la palabra de Dios son ante Dios
no santas, aunque aparezcan y resplandezcan como quiera y si bien se las recubre de
santidad, como hacen los ficticios estados religiosos que no conocen la palabra de
Dios y buscan la santificación en sus obras. Catecismo Mayor de Lutero

Ten en cuenta, pues, que la fuerza y el poder de este mandamiento no consiste en la


celebración, sino en la santificación del día festivo de manera que este día tenga una
santa actividad especial.

Otras actividades y negocios no pueden calificarse propiamente de actividades santas,


a no ser que el hombre que las ejecute sea ya de antemano santo; mientras que aquí se
debe realizar una tal obra mediante la cual el hombre mismo se santifique, lo cual,
como ya se dijo, sucede solamente en virtud de la palabra de Dios. Y para este fin se
han instituido y determinado lugares, tiempos y personas, así como también todo el
culto divino exterior, con el objeto de que estas cosas estén también en vigor
públicamente. Catecismo Mayor de Lutero

Dado que la palabra de Dios es tan importante que sin ella no es posible ser
santificado el día de reposo, debemos saber que Dios quiere que severamente se
cumpla este mandamiento y castiga a todos los que menosprecian su palabra y no
quieren oírla y aprenderla, especialmente en el día fijado para esto. De aquí que no
pequen contra este mandamiento únicamente quienes lo usen groseramente en
indebida forma profanándolo como, por ejemplo, hacen los que se dispensan de
escuchar la palabra divina por avaricia o por ligereza o están en las tabernas locos y
beodos como los puercos; sino que también quebrantan el mandamiento el sinnúmero
de personas que oyen la palabra de Dios como una nadería cualquiera o que sólo por
costumbre asisten al sermón y entran y salen de la iglesia de tal modo que, al cabo del
año, saben tanto como al principio. En efecto, hasta ahora se ha pensado que se había
celebrado bien, si el domingo se acudía a la misa o a oír la lectura del evangelio. Sin
embargo, nadie se preocupaba por la palabra de Dios, como tampoco nadie la
enseñaba. Pero hoy que tenemos la palabra de Dios, tampoco se ha suprimido el mal
uso de la misa. Sin cesar se nos predica y amonesta, pero lo escuchamos sin seriedad
y preocupación. Aprende, por lo tanto, que no se trata únicamente de oír, sino sobre
todo, de aprender y retener lo aprendido y no pienses tampoco que pueda depender de
tu arbitrio o que no tenga gran importancia, antes bien, trátase del mandamiento de
Dios que te exigirá cómo escuchaste, aprendiste y honraste su palabra. Catecismo
Mayor de Lutero.

II. Calvino
A. 28. Las tres razones de este mandamiento
1. 28. El significado del mandamiento es que, estando muertos a nuestros
propios afectos y obras, meditamos en el reino de Dios y, para tal meditación,
recurrimos a los medios que él ha designado. Pero como este mandamiento se
encuentra en circunstancias peculiares aparte de los otros, el modo de
exposición debe ser algo diferente. Los primeros escritores cristianos suelen
llamarlo típico, ya que contienen la observancia externa de un día que fue
abolido con los otros tipos en el advenimiento de Cristo. Esto es
verdaderamente cierto; pero deja intacta la mitad del asunto. Por lo tanto,
debemos profundizar en nuestra exposición y atender tres casos en los que me
parece que la observancia de este mandamiento consiste. Primero, debajo el
descanso del séptimo día, el divino Legislador pretendía proporcionarle al
pueblo de Israel un tipo de descanso espiritual mediante el cual los creyentes
debían cesar de sus propias obras y permitir que Dios obre en ellas. En
segundo lugar, quiso decir que debería haber un día en el que debían reunirse
para escuchar la Ley y realizar ritos religiosos, o que, al menos, deberían
emplear especialmente para meditar en sus obras, y así ser entrenados para la
piedad. En tercer lugar, se refería a que los sirvientes, y aquellos que vivían
bajo la autoridad de otros, debían disfrutar de un día de descanso y, por lo
tanto, tener algún tipo de interrupción del trabajo.
B. 29. Los fieles deben descansar de sus propios obras, a fin de dejar que Dios
obre en ellos
1. 29. En muchos pasajes se nos enseña que esta acumulación de descanso
espiritual ocupa un lugar primordial en el día de reposo. De hecho, no hay
mandamiento cuya observancia el Todopoderoso aplique más estrictamente.
Cuando da entender por los profetas que la religión estaba completamente
subvertida, se queja de que sus sábados estaban contaminados, violados, no
guardados, no santificados; como si, después de que fue descuidado, no
quedara nada en lo que pudiera ser honrado. La observancia del mismo elogia
en los términos más elevados y, por lo tanto, entre otros privilegios divinos,
los fieles establecen un valor extraordinario en la revelación del sábado. En
Nehemías, los levitas, en la asamblea pública, hablan así: “Les hiciste conocer
tu santo sábado, y les ordenaste preceptos, estatutos y leyes, por la mano de tu
siervo Moisés”. Usted ve el honor singular que tiene entre todos los preceptos
de la Ley. Todo esto tiende a celebrar la dignidad del misterio, que es lo más
admirablemente expresado por Moisés y Ezequiel. Así, en Éxodo: “En verdad
vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros
por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico.
Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo
profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él,
aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará,
mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que
trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. Guardarán, pues, el día de
reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto
perpetuo. Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel” (Éxodo 31:13–
17). Ezequiel está aún más lleno, pero la suma de lo que dice equivale a esto:
que el sábado es una señal por la cual Israel podría saber que Dios es su
santificador. Si nuestra santificación consiste en la mortificación de nuestra
propia voluntad, la analogía entre el signo externo y el asunto significado es la
más apropiada. Debemos descansar completamente, para que Dios pueda
obrar en nosotros; debemos renunciar a nuestra propia voluntad, entregar
nuestro corazón y abandonar todos los deseos de la carne. En resumen,
debemos desistir de todos los actos de nuestra propia mente, para que Dios
obre en nosotros, podamos descansar en él, como también lo enseña el
Apóstol (Heb. 3:13; 4:3, 9).
C. 30. El séptimo día figura la perfección final, a la cual debemos aspirar
1. 30. Este cese completo fue representado a los judíos por la observancia de un
día en siete, lo cual, para que pueda ser atendido religiosamente, el Señor lo
recomendó por su propio ejemplo. Porque no es una pequeña incitación al
celo del hombre saber que está comprometido en imitar a su Creador. En caso
de que alguien espere algún significado secreto en el número siete, siendo este
en las Escrituras el número de la perfección puede haber sido seleccionado, no
sin causa, para denotar la perpetuidad.

De acuerdo con esto, Moisés concluye su descripción de la sucesión del día y


la noche el mismo día en que relata que el Señor descansó de sus obras. Otra
razón probable para el número puede ser que el Señor pretendía que el sábado
nunca se completara antes de la llegada del último día.

Aquí comenzamos nuestro bendito descanso en él, y diariamente hacemos


nuevos progresos en el; pero debido a que aún debemos librar una guerra
incesante con la carne, no se consumará hasta el cumplimiento de la profecía
de Isaías: “Y de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo, vendrán
todos a adorar delante de mí, dijo Jehová” (Isaías 66:23); en otras palabras,
cuando Dios sea “todo en todos” (1 Co. 15:28). Puede parecer, por lo tanto,
que para el séptimo día, el Señor delineó a su pueblo la perfección futura de su
día de reposo el último día, que al meditar continuamente el día de reposo,
durante toda su vida podrían aspirar a esta perfección.
D. 31. También nos enseña el reposo espiritual
1. 31. Si estas observaciones sobre el número parecen un tanto exageradas, no
me opongo a que lo tomen de manera más simple: que el Señor estableció un
cierto día para que su pueblo pudiera ser entrenado, bajo la tutela de la Ley,
para meditar constantemente en el descanso espiritual, y fijó en el séptimo, ya
sea porque previó que sería suficiente, o para que su propio ejemplo pudiera
operar como un estímulo más fuerte; o, al menos, recordarles a los hombres
que el sábado fue designado con el único propósito de hacerlos conforme a su
Creador. Es de poca importancia cuál de estos se adopte, siempre que no
perdamos de vista lo principal delineado, a saber, el misterio del descanso
perpetuo de nuestras obras. Para la contemplación de esto, los judíos fueron
llamados de vez en cuando por los profetas, para que no piensen que es
suficiente un cese carnal del trabajo. Además de los pasajes ya citados, hay lo
siguiente: “Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi
día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no
andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus
propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová” (Isaías 58:13, 14).

2. Cristo es el verdadero cumplimiento del sábado. Sin embargo, no puede


haber ninguna duda de que, en el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo, la
parte ceremonial del mandamiento fue abolida. Él es la verdad, en cuya
presencia se desvanecen todos los emblemas; el cuerpo, a cuya vista
desaparecen las sombras. Él, yo digo, es la verdadera realización del sábado:
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a
fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros andemos en vida nueva” (Rom. 6:4). Por lo tanto, como dice
el apóstol en otra parte, “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o
en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra
de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Col. 2:16, 17); que
significa por cuerpo la esencia completa de la verdad, como se explica bien en
ese pasaje. Esto no se contenta con un día, pero requiere el curso completo de
nuestras vidas, hasta que estemos completamente muertos para nosotros
mismos, estamos llenos de la vida de Dios. Los cristianos, por lo tanto, no
deberían tener nada que ver con una observancia supersticiosa de los días. o
en bebida, o con respecto a un día santo, o de la luna nueva, o de los días de
reposo; que son una sombra de las cosas por venir; pero el cuerpo es de
Cristo” (Col. 2:16, 17); que significa por cuerpo la esencia completa de la
verdad, como se explica bien en ese pasaje.

Esto no se contenta con un día, pero requiere el curso completo de nuestras


vidas, hasta que estemos completamente muertos para nosotros mismos,
estamos llenos de la vida de Dios. Los cristianos, por lo tanto, no deberían
tener nada que ver con una observancia supersticiosa de los días. o en bebida,
o con respecto a un día santo, o de la luna nueva, o de los días de reposo; que
son una sombra de las cosas por venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Col. 2:16,
17); queriendo decir por cuerpo la esencia completa de la verdad, como se
explica bien en ese pasaje. Esto no se contenta con un día, sino que requiere el
curso completo de nuestras vidas, hasta que estemos completamente muertos
para nosotros mismos, estamos llenos de la vida de Dios. Los cristianos, por lo
tanto, no deberían tener nada que ver con una observancia supersticiosa de los
días.
E. 32. Las asambleas eclesiásticas y el descanso de los trabajadores
1. 32. Los otros dos casos no deben clasificarse con sombras antiguas, sino que
están adaptados a todas las edades. Al abrogarse el sábado, todavía hay lugar
entre nosotros, primero, para reunirnos en los días señalados para escuchar la
palabra, la ruptura del pan místico y la oración pública; y, en segundo lugar,
dar a nuestros sirvientes y trabajadores la relajación del trabajo.

No se puede dudar de que el Señor proveyó a ambos en el mandamiento del


sábado. El primero se evidencia abundantemente por la mera práctica de los
judíos. Esto último Moisés lo ha expresado en Deuteronomio en los siguientes
términos: “más el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás
tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni
ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que
descanse tu siervo y tu sierva como tú” (Deut. 5:14). Del mismo modo, en
Éxodo, “para que descanse tu buey y tu asno, y tome refrigerio el hijo de tu
sierva, y el extranjero” (Éxodo 23:12). ¿Quién puede negar que ambos son
igualmente aplicables a nosotros como a los judíos? Las reuniones religiosas
nos son ordenadas por la palabra de Dios; su necesidad, la experiencia misma
lo demuestra suficientemente. Pero a menos que se establezcan estas
reuniones y se les asignen días fijos, ¿cómo pueden celebrarse? Debemos,
como lo expresa el apóstol, hacer todas las cosas decentemente y en orden (1
Co. 14:40).

Sin embargo, sería tan imposible preservar la decencia y el orden sin este
arreglo político, que su disolución conduciría instantáneamente a la
perturbación y la ruina de la Iglesia. Pero si la razón por la cual el Señor
designó un sábado para los judíos es igualmente aplicable a nosotros, ningún
hombre puede afirmar que es un asunto con el que no tenemos nada que ver.
Nuestro Padre más complaciente e indulgente se ha complacido de satisfacer
nuestras necesidades, no menos que las de los judíos. ¿Por qué, puede
preguntarse, no celebramos reuniones diarias y, por lo tanto, evitamos la
distinción de días? ¡Ojalá tuviéramos el privilegio de hacerlo! La sabiduría
espiritual indudablemente merece tener una parte de cada día dedicada a ella.
Pero si, debido a la debilidad de muchos, no se pueden celebrar reuniones
diarias, y la caridad no nos permitirá exigir más, ¿por qué no debemos adoptar
la regla que la voluntad de Dios obviamente nos ha impuesto?
F. 33. Nosotros observamos el domingo sin judaísmo y sin superstici6n
1. 33. Estoy obligado a insistir un poco más en esto, porque algunos espíritus
inquietos ahora están haciendo un clamor sobre la observancia del día del
Señor. Se quejan de que las personas cristianas están entrenadas en el
judaísmo, porque se mantiene cierta observancia de los días. Mi respuesta es:
que esos días son observados por nosotros sin judaísmo, porque en este asunto
nos diferenciamos ampliamente de los judíos. No lo celebramos con la más
mínima formalidad, como una ceremonia mediante la cual imaginamos que se
tipifica un misterio espiritual, sino que lo adoptamos como un remedio
necesario para preservar el orden en la Iglesia. Pablo nos informa que los
cristianos no deben ser juzgados con respecto a su observancia, porque es la
sombra de algo por venir (Col. 2:16); y, por lo tanto, expresa temor de que su
labor entre los gálatas se muestre en vano, porque aún observaban días
(Gálatas 4:10, 11). Y dice a los romanos que es supersticioso hacer que un día
difiera de otro (Romanos 14:5). Pero ¿quién, excepto esos hombres inquietos,
no ve a qué observancia se refiere el apóstol? Esas personas no tenían en
cuenta ese arreglo político y eclesiástico, pero al retener los días como tipos
de cosas espirituales, ocultaron hasta ahora la gloria de Cristo y la luz del
Evangelio. No desistieron del trabajo manual debido a su interferencia con el
estudio sagrado y la meditación, sino como una especie de observancia
religiosa; porque soñaban que, al dejar de trabajar, cultivaban los misterios
que antes se les habían confiado. Fue, digo, en contra de esta absurda
observancia de los días que el Apóstol cuestiona, y no contra esa selección
legítima que está supeditada a la paz de la sociedad cristiana. Porque en las
iglesias establecidas por él, este fue el uso para el cual se guardó el sábado. Él
le dice a los corintios que separen el primer día para recolectar contribuciones
para el alivio de sus hermanos en Jerusalén (1 Co. 16:2). Si la superstición es
temida, había más peligro en guardar el sábado judío que el día del Señor
como Los cristianos ahora lo hacen. Al ser conveniente derrocar la
superstición, el día santo de los judíos fue abolido; y como una cosa necesaria
para retener la decencia, el orden y la paz, en la Iglesia, otro día fue designado
para ese propósito. Él le dice a los corintios que separen el primer día para
recolectar contribuciones para el alivio de sus hermanos en Jerusalén, (1 Cor.
16:2). Si la superstición es temida, había más peligro en guardar el sábado
judío que el día del Señor como los cristianos ahora lo hacen. Al ser
conveniente derrocar la superstición, el día santo de los judíos fue abolido; y
como una cosa necesaria para retener la decencia, el orden y la paz, en la
Iglesia, otro día fue designado para ese propósito.
G. 34. Aunque los antiguos no han escogido el día del domingo para ponerlo en
lugar del sábado sin razón alguna.
2. 34. Sin embargo, no fue sin una razón por la que los primeros cristianos
sustituyeron lo que llamamos el día del Señor por el sábado. La resurrección
de nuestro Señor como el fin y el logro de ese verdadero descanso que tipificó
el antiguo sábado, este día, mediante el cual se abolieron los tipos, sirve para
advertir a los cristianos contra la adhesión a una ceremonia sombría. No me
aferro tanto al número siete como a la esclavitud de la Iglesia, ni condeno a las
iglesias por celebrar sus reuniones en otros días solemnes, siempre que se
protejan contra la superstición. Esto lo harán si emplean esos días meramente
para el cumplimiento de la disciplina y el orden regular.
El conjunto puede resumirse así:
como la verdad fue entregada típicamente a los judíos, así se nos
imparte sin figura; primero, que durante toda nuestra vida podamos
aspirar a un descanso constante de nuestras propias obras, para que
el Señor pueda obrar en nosotros por medio de su Espíritu;

en segundo lugar, para que cada individuo, según tenga la


oportunidad, pueda ejercitarse diligentemente en privado, en una
meditación piadosa sobre las obras de Dios y, al mismo tiempo,
que todos puedan observar el orden legítimo designado por la
Iglesia, para escuchar la palabra, la administración de los
sacramentos y la oración pública:

y, en tercer lugar, que evitemos oprimir a quienes nos son


sometidos. De esta manera, dejamos de lado a la insignificancia de
los falsos profetas, quienes en tiempos posteriores inculcaron ideas
judías en el pueblo, alegando que no se anuló nada, sino lo que era
ceremonial en el mandamiento (esto lo llaman en su idioma el
tributo del séptimo día), mientras que la parte moral permanece, a
saber, la observancia de un día en siete. Pero esto no es otra cosa
que insultar a los judíos, cambiando el día y, sin embargo,
atribuyéndole mentalmente la misma santidad; reteniendo así la
misma distinción típica de días que tuvo lugar entre los judíos.

Y de verdad, vemos qué beneficio han obtenido con tal doctrina. Los que
se aferran a sus constituciones van tres veces más lejos que los judíos en la
superstición burda y carnal del sabatismo; de modo que los reproches que
leemos en Isaías (Isaías 1:13; 58:13) se aplican tanto a los de hoy en día,
como a aquellos a quienes el Profeta se dirigió a ellos. Sin embargo,
debemos tener cuidado de observar la doctrina general, es decir, para que
la religión no se pierda ni se debilite entre nosotros, debemos asistir
diligentemente a nuestras asambleas religiosas, y aprovecharnos de las
ayudas externas que tienden a promover la adoración de Dios.

3. Bullinger
Heinrich Bullinger (1504-1575) es considerado el reformador de segunda
generación más influyente. Como heredero de Ulrico Zwinglio en Zurich,
Suiza, consolidó y continuó la Reforma Suiza que había iniciado su
predecesor. Teólogo del Pacto: Heinrich Bullinger. Un artículo en Ligonier
ministres (https://www.ligonier.org/learn/articles/covenant-theologian-
heinrich-bullinger)

La segunda confesión helvética fue escrita por Bullinger en 1561.


A. Necesidad de señalar un tiempo fijo para el culto.
1. No le está permitido a cualquiera el alterar caprichosamente ese orden
establecido en la iglesia. Si no se dispone del tiempo necesario para la
práctica de los deberes externos de la fe, la gente, ocupada con sus
quehaceres, dejará a un lado la práctica mencionada. Segunda
confesión Helvetica
B. El domingo
1. Por eso vemos cómo en las iglesias primitivas no solamente fuesen
fijadas horas semanales determinadas para las reuniones, sino que el
domingo mismo, desde los tiempos apostólicos, estaba consagrado
para las reuniones y dedicado a un santo descanso. En nuestras iglesias
se sigue esta norma también ahora a causa del culto y del amor. Sin
embargo, no por esto consentimos ninguna especie de legalismo
judaico, ni tampoco costumbres supersticiosas. Segunda confesión
Helvetica.
C. La superstición.
1. Y es que no creemos que haya unos días más sagrados que otros, ni
consideramos que el no hacer nada en sí agrade más a Dios, sino que
celebramos y guardamos libremente el domingo (Día del Señor) en vez
del sábado. Segunda confesión Helvetica.
4. Felipe Melanchton
A. Lo mismo sucede con respecto a las prescripciones sobre el domingo, Ia
fiesta de Pascua, Pentecostés, y otras fiestas y ritos semejantes. Pues, los
que piensan que Ia sustitución del sábado por el domingo fue una
institución necesaria están muy equivocados. En efecto, Ia santa Escritura
abolió el sábado y enseña que todas las ceremonias de Ia Ley antigua
pueden omitirse, después de Ia manifestación del Evangelio. Sin embargo,
como era necesario señalar un día determinado, para que supiese el pueblo
cuándo debía congregarse, Ia iglesia cristiana señaló para ello el domingo,
y ha realizado este cambio con más agrado y libertad, sabiendo que el
pueblo tendría un ejemplo de libertad cristiana y sabría que ni Ia
observación del sábado, ni Ia de ningún otro día, era necesaria. Confesión
de Augsburgo (1530)

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