Está en la página 1de 7

Bosquejo del banquete de bodas

Los de parmas vienen este martes

Este relato de la invitación a las bodas del hijo del rey forma parte de un trío de parábolas que
tienen que ver con el tema de la autoridad de Dios, cómo los hombres responden a ella y las
consecuencias de esa respuesta. MH

I. Dios nos invita al gran banquete preparado para nosotros. V. 4. El personaje céntrico es el rey, y
éste representa a Dios. MH

A. ¿Qué significado tiene este banquete?

1. Según la parábola, las personas aludidas menospreciaron la fiesta de bodas que


un rey había preparado, con todo tipo de manjares exquisitos, a la que habían sido
convidados generosamente, y a la que no asistieron intencionadamente.

2. La felicidad del reino mesiánico en su fase final, es decir, el gozo que se


experimentará en el cielo nuevo y en la tierra nueva donde el reinado de Dios en
Cristo será plenamente reconocido por todos sus participantes, con frecuencia se
describe bajo el simbolismo de los invitados que se reclinan en sofás ante una
mesa colmada de manjares, en comunión unos con otros y con el anfitrión en un
espacioso salón inundado de luz. Hendriksen

a. Es fácil descubrir el significado espiritual de esto. Los pecadores que


menosprecian a Cristo, expresan su desprecio por un glorioso banquete
que Dios ha provisto con motivo de la boda de Su Hijo. El lugar en que nos
encontramos tierra solemne es. ¡Oh, imploramos las enseñanzas del
Espíritu Santo! Spurgeon

A. Dios envía sus predicadores para que inviten a la gente. 3-5

1. unos de los siervos (doúloi 1401) representan a los profetas del AT (vv. 3, 4) y otros
a Juan el Bautista, a Jesús y quizá a los apóstoles (vv. 8, 10). MH

2. Las costumbres de aquel entonces eran muy distintas a las nuestras. Según la
costumbre de las fiestas de bodas, la primera invitación salía con semanas, o
meses, de anticipación, sin especificar el tiempo exacto. Luego, al llegar la fecha
para la fiesta, los siervos salían otra vez para decir a los convidados que habían
aceptado la invitación que todo estaba ya listo para comenzar los festejos. De
modo pues que los convidados, además de ser los súbditos del rey, con el deber de
obedecerle en todas las cosas, ya se habían comprometido a asistir. A diferencia
de las fiestas contemporáneas, las de aquel entonces duraban varios días, o hasta
terminar la comida. MH
B. Aquí se ve la maravillosa paciencia del “rey”, en la presente parábola, se revela
en el hecho de que

a. él primeramente hace un “llamado” o invitación general;

b. luego envía sus siervos llamando sinceramente a los invitados a que


vengan; y

c. cuando éstos muestran que no quieren venir, envía otros siervos,


dándoles orden de presentar un llamado aún más urgente y conmovedor:
ahora todas las cosas están listas, y la comida no será escasa: ¡los toros ya
han sido matados al igual que el ganado engordado! Hendriksen

C. No era algo extraordinario entre los judíos enviar primero una invitación general
y después invitar a los llamados, como se ve claramente no sólo en Est. 5:8; 6:14,
sino también por “la jactancia de los hombres de Jerusalén de que ninguno de
ellos iba a un banquete a menos que fuera invitado dos veces”.

1. Sin embargo, en esta parábola hubo nada menos que tres invitaciones.
Hendriksen

3. Ese pensamiento principal, es la paciencia de Dios, simbolizada por el


rey. Es Dios quien llama primero, y luego invita a los que habían sido
llamados previamente. Es Dios quien, cuando ellos rehusan, ni siquiera
derrama inmediatamente su ira sobre los obstinados que le rechazan, sino
que les hace aún otro llamado urgente. Hendriksen

II. Nosotros rechazamos esa invitación. V. 5-6.

A. La reacción de los invitados ante lo que podría llamarse la tercera y más insistente
invitación se relata en los vv. 5, 6. Pero ellos no prestaron atención y se fueron, uno a su
campo, otro a su negocio. Los demás tomaron a los siervos, los trataron en forma
vergonzosa y los mataron. Aquí se indican dos actitudes:

a. indiferencia, esto es, mucho más interés en las cosas terrenales que en las
celestiales, en lo material que en lo espiritual, en la agricultura y en los negocios
que en la invitación a aceptar la salvación plena y gratuita para cuerpo y alma por
toda la eternidad (para un pensamiento paralelo, véase Lc. 14:18–20; 17:26–28); y

b. hostilidad activa: tomando a los siervos, tratándolos vergonzosamente, y aun


asesinando a algunos de ellos. Cf. Mt. 21:35, 36. Hendriksen

B. Los primeros convidados representan a los judíos (vv. 1–7); y los otros, a los pecadores
y gentiles (vv. 8–10). Quizá el hijo del rey representaría proféticamente a Jesús en sus
bodas (Apoc. 19:7 ss.) con su novia (Apoc. 21:9), que es la iglesia. Bruce sugiere que la
fiesta podría representar el momento de la entrega del reino al Hijo, de parte de Dios.
MH
C. ¿Qué rechazamos?

1. ¡Oh, pecador, cuando tú menosprecias la gran salvación, sería bueno que


recordaras qué es lo que desprecias; cuando menosprecias el Evangelio de Dios,
menosprecias la justificación por fe, menosprecias ser lavado en la sangre de
Jesús, menosprecias al Espíritu Santo, menosprecias el camino al cielo, y luego
menosprecias a la fe, a la esperanza y al amor; menosprecias todas las promesas
del pacto eterno, todas las cosas gloriosas que Dios ha reservado para quienes le
aman, y menosprecias todo aquello que Él ha revelado en Su Palabra como el don
que promete a quienes vienen a Él. Desdeñar el Evangelio es algo grave, pues en
esa Palabra, ―las buenas nuevas inspiradas por Dios― está resumido todo lo que
la naturaleza humana pudiera requerir, y todo lo que incluso los santos que están
en la bienaventuranza reciben. ¡Oh, es una locura despreciar el Evangelio del Dios
bendito! ¡Es peor que una insensatez! Spurgeon

2. Y, además, estas personas menospreciaron al Hijo del Rey. Se trataba de Su


matrimonio, y en tanto que no asistieron, deshonraron a ese Ser glorioso en cuyo
honor fue preparada la cena. Desdeñaron a Aquel a quien Su Padre amaba. ¡Ah,
pecador!, cuando desdeñas el Evangelio, desdeñas a Cristo, a ese Cristo delante de
quien los gloriosos querubines se inclinan, a ese Cristo a cuyos pies el excelso
arcángel considera una felicidad arrojar su corona; desdeñas a Aquel con cuya
alabanza resuena la bóveda del cielo; desdeñas a Aquel a quien Dios tiene en muy
alta consideración, pues le ha llamado: “Dios sobre todas las cosas, bendito por los
siglos.”

3. Y, además, estas personas menospreciaron también al Rey que había preparado


el banquete. ¡Ah!, poco sabes, oh pecador, que cuando tomas a la ligera el
Evangelio, insultas a Dios. He oído que algunas personas dicen: “señor, yo no creo
en Cristo, pero aun así estoy seguro de que procuro reverenciar a Dios; a mí no me
importa el Evangelio, yo no deseo ser lavado en la sangre de Jesús, ni ser salvado
por la gracia inmerecida; pero yo no desprecio a Dios; ¡yo soy un religioso
natural!” No, señor, tú, en verdad, insultas al Todopoderoso, en la medida que
niegas a Su Hijo. Si desprecias al vástago de un hombre, insultas al propio hombre;
si rechazas al unigénito Hijo de Dios, rechazas al propio Ser eterno. No hay tal cosa
como la verdadera religión natural aparte de Cristo; es una mentira y una falsedad;
es el refugio de un hombre que no es lo suficientemente valiente para decir que
odia a Dios, pero es un refugio de mentiras, pues quien niega a Cristo, en ese acto
ofende a Dios, y se cierra las puertas del cielo contra sí mismo.

D. ¿Por qué razón la rechazamos?


1. Uno a su campo, otro a su negocio” Esto es similar a Lucas 14:18-20. Sus
acciones no eran malas, sino indiferentes al llamado del Dios en Cristo, lo cual es
un serio error. Hendriksen

2. Porque no estaban listos para este elevado gozo. No eran leales a su rey.
Estaban envueltos en sus propios intereses.

3. Los impíos, por un desayuno muy ligero de este mundo, pierden la magnífica
cena de la gloria (Apoc. 19:9).

4. Muchos no aceptan esta invitación porque se creen muy buenos, no aceptan


que están perdidos, no se creen tan malos.

¡Cómo! ¿Qué tú busques misericordia? Eso es un insulto para ti. “Anda, y


díselo al borracho” ―comentas― “anda y trae a la ramera; yo soy un
hombre respetable; yo voy siempre a la iglesia o a la capilla; yo soy un
buen individuo; puedo jaranear de vez en cuando, pero lo compenso algún
otro día; algunas veces soy un poco negligente, pero, entonces, le pongo
las riendas a los caballos, y cubro la distancia después; y me atrevería a
decir que voy a ir al cielo tan fácilmente como los demás. Yo soy un tipo
muy bueno.”

b. El amor debe reinar, la misericordia ha de ser gloriosa. Cristo debería revelar su


gracia; de otro modo no habría gozo por su unión con la Humanidad.

E. ¿Cómo rechazamos esta invitación? Ninguna persona de las que están aquí diría que
menosprecia a Cristo.

1. Cuando le apreciamos un poco.

a. ¡Oh, hombre que me escuchas, tú menosprecias a Cristo, si lo colocas en


cualquier lugar, salvo en el centro de tu corazón! Aquel que da a Cristo un
poco de sus afectos, menosprecia a Cristo, pues Cristo quiere recibir el
corazón entero o no quiere recibir nada. Aquel que da a Cristo una
porción, y al mundo otra porción, desprecia a Cristo, pues cree que Cristo
no merece recibir la totalidad. Y, en tanto que dice eso, o piensa eso, tiene
pensamientos rastreros y malvados acerca de Cristo.

b. ¡Oh, hombre carnal, tú eres medio religioso y medio profano; tú eres


algunas veces serio, pero con frecuencia eres frívolo; algunas veces eres
aparentemente piadoso, pero con frecuencia eres perverso, pues tú
menosprecias a Cristo!

c. Y, ustedes, que lloran el día domingo y luego regresan a sus pecados el


día lunes; ustedes, que ponen al mundo y sus placeres por encima de
Cristo, tienen menor estima por Él de la que merece; y, ¿qué es eso sino
desdeñarlo? ¡Oh!, te exhorto, amigo que me escuchas esta noche, a que te
preguntes si no eres ese hombre. ¿No menosprecias tú mismo a Cristo? El
hombre con justicia propia, que se coloca a sí mismo como socio de Cristo
en el asunto de la salvación, no obstante sus buenas obras de hojarasca, es
tal cabecilla entre los despreciadores, que yo quisiera ponerlo en la picota
en el propio centro de ellos, y pedirles a todos los que son como él que
tiemblen, para que no sean encontrados ellos también menospreciadores
de Jesús.

2. Además, menosprecia a Cristo quien hace una profesión de religión, y, sin


embargo, no vive de acuerdo con ella. ¡Ah, miembros de la iglesia, ustedes
necesitan una buena zarandeada!; tenemos ahora una inmensa cantidad de cizaña
mezclada con el trigo; y algunas veces pienso que tenemos algo peor que eso.
Tenemos algunas personas en nuestra iglesia que no son tan buenas como la
cizaña, pues no parecieran haber estado cerca del trigo del todo; no son nada
mejor que el tamo. Han entrado a nuestras iglesias, justo igual que si hubieran
entrado a una asociación comercial, porque piensan que su negocio mejorará.
Tomar el sacramento proporciona respetabilidad a su nombre; haber sido
bautizados o ser miembros de una iglesia cristiana los vuelve estimables; y así,
entran en grandes cantidades en pos de los panes y de los peces, pero no en pos
de Jesucristo.

III. Las consecuencias de rechazar esa invitación.

A. Hay un límite a la paciencia de Dios (Gn. 6:3; Pr. 29:1; Dn. 5:22–31; Mt. 21:40–44; Lc.
13:9; Ap. 2:21, 22). Hendriksen

B. En cuanto al cumplimiento, Jerusalén fue tomado por Tito, hijo del emperador
Vespasiano (69–79 d.C.) El templo fue destruido. Se cree que más de un millón de judíos,
que se habían amontonado en la ciudad, murieron. Israel dejó de existir como una unidad
política. Como una nación especialmente favorecida por Dios había llegado al término de
su camino mucho antes que el comienzo de la Guerra Judía. Hendriksen

C. ¡Menosprecia a Cristo, pecador! Permíteme decirte que tú lamentarás el día cuando


estés en tu lecho mortuorio. Será duro para ti cuando el monstruo huesudo te aferre, y
cuando te esté llevando al río, para hundirte en el lago de muerte. Será duro para ti,
cuando los tendones de tus ojos se rompan, y cuando el sudor mortal bañe tu frente.
Recuerda la última vez que tuviste fiebre; ¡ah!, cómo temblabas. Recuerda, anoche, cómo
te estremecías en la cama durante la tormenta, cuando los rayos atravesaban tu ventana;
y cómo temblabas cuando el trueno profundo hablaba la voz de Dios. ¡Ah!, pecador, tú
temblarás más entonces, cuando veas que la muerte viene por ti, cuando el jinete
huesudo sobre su caballo blanco, tome su dardo y lo hunda en tus entrañas. Será duro
para ti entonces, si no tienes a Cristo como refugio, ni cuentas con la sangre para lavar tu
alma.

IV. Si nosotros rechazamos el banquete otros serán invitados.

A. V, 8-10. El plan del rey de tener una buena boda para su hijo no podía fracasar. Su
voluntad no podía ser frustrada. En vista del hecho de que los primeros invitados habían
demostrado ser indignos—probablemente una litote para decir “muy malvados”—no
mereciendo el honor que se les había conferido, que vengan otros. Entonces que los
siervos salgan al campo, a los lugares donde las principales calles que salen de la ciudad
terminan y se dividen en caminos laterales.748 Desde todos estos cruces o salidas, que los
siervos tomen cuantas personas puedan encontrar, sin importar si los nuevos invitados
tienen una posición tan buena como sus conciudadanos o no. Los siervos cumplen la orden
recibida. Hendriksen

B. El sentido es claro. Cuando los judíos que habían sido invitados se niegan a recibir a
Cristo, son conducidos a él otros pueblos en gran número. Estos otros proceden en su
mayoría de los gentiles (cf. 8:11, 12; 21:41), aunque ello no significa que los judíos queden
excluidos. El hecho de que buenos y malos son traídos al reino o a la iglesia visible ha sido
explicado en relación con la parábola de la red; véase sobre 13:47–50

V. Si queremos entrar a este banquete tenemos estar vestidos adecuadamente. V. 11-14.

A. Hay solamente una solución, hasta donde puedo verlo, que nos sacará de esta
dificultad. Es muy antigua. Debe permanecer hasta que alguien nos ofrezca algo mejor. Es
que, por orden del rey y de sus abundantes recursos, a cada invitado se había ofrecido un
vestido de boda en la entrada misma del salón de bodas. Todos menos esta única persona
habían aceptado el vestido. Sin embargo, este hombre había mirado su propio vestido,
quizás lo haya sacudido un poco con su mano, y había dicho al asistente: “Mi vestido está
suficientemente bueno. No necesito el que me estás ofreciendo”. Entonces, con una
actitud de autosatisfacción y de desafío, se había marchado hasta la mesa, donde ahora
estaba reclinado; o de donde, al igual que todos los invitados, se había levantado cuando
el rey entró. Hendriksen

B. Este personaje parece representar a quienes se identifican externamente con el reino,


profesan ser cristianos, pertenecen a la iglesia de manera visible, pero desprecia el vestido
de rectitud que Cristo ofrece (cp. Is. 61:10), buscando una rectitud que venga de si mismos
(cp. Ro. 10:3; Fl. 3:8-9). Se avergüenzan de admitir su propia pobreza espiritual, rehúsan
recibir el vestido generosamente ofrecido por el Rey, el cual es mejor, y por esto son
culpables de pecar terriblemente en contra de su bondad.

C. Y ¿qué puede ser el significado de esto sino lo que entendemos por la expresión: “de
Cristo estáis vestidos” (Gálatas 3:27), y “JEHOVA JUSTICIA NUESTRA” (Jeremías 23:6)?
Tampoco sería extraño semejante lenguaje a aquellos en cuyos oídos habían resonado las
palabras de gozo profético: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en
mi Dios; porque me vistió de vestidos de salud, rodeóme de manto de justicia, como a
novio me atavió, y como a novia compuesta de sus joyas” (Isaías 61:10). Exegético

1. En suma, por la gracia de Dios el pecador debe “vestirse de Cristo” (Gá. 3:27).
Debe haber una vuelta completa, una renovación o “conversión” completa,
exactamente como Jesús mismo había enseñado (Mt. 4:17), y como los apóstoles
después de él iban a enseñar. Hendriksen

2. Entonces el pensamiento único de la parábola es éste: “Acepta la invitación de


la gracia de Dios, a menos que mientras otros entran en la gloria tú te pierdas.
Pero recuerda que ser miembro en la iglesia visible no garantiza la salvación. Lo
necesario es la completa renovación (incluyendo la justificación y la santificación),
el vestirse de Cristo”. Hendriksen

D. Se pone gran énfasis en la responsabilidad y culpa del hombre. ¿Significa esto ahora
que los demás—los que sí aceptaron la vestidura y sí la están usando—tienen que
agradecerse a sí mismos por su acción de obediencia? De ningún modo: 14. Porque
muchos son llamados, pero pocos escogidos. El llamado del evangelio sale
ampliamente por todas partes. Llega a muchísimos. La mayoría son como el hombre
de la parábola: oyen, pero no lo hacen caso. En comparación con los muchos que se
pierden, son pocos los que se salvan, esto es, pocos son elegidos desde la eternidad
para heredar la vida eterna. De ahí, en último análisis la salvación no es un logro
humano sino un don de la gracia soberana de Dios. Cf. Lc. 12:32; Jn. 6:39, 44; Ef. 1:4.
Hendriksen

También podría gustarte