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Este relato de la invitación a las bodas del hijo del rey forma parte de un trío de parábolas que
tienen que ver con el tema de la autoridad de Dios, cómo los hombres responden a ella y las
consecuencias de esa respuesta. MH
I. Dios nos invita al gran banquete preparado para nosotros. V. 4. El personaje céntrico es el rey, y
éste representa a Dios. MH
1. unos de los siervos (doúloi 1401) representan a los profetas del AT (vv. 3, 4) y otros
a Juan el Bautista, a Jesús y quizá a los apóstoles (vv. 8, 10). MH
2. Las costumbres de aquel entonces eran muy distintas a las nuestras. Según la
costumbre de las fiestas de bodas, la primera invitación salía con semanas, o
meses, de anticipación, sin especificar el tiempo exacto. Luego, al llegar la fecha
para la fiesta, los siervos salían otra vez para decir a los convidados que habían
aceptado la invitación que todo estaba ya listo para comenzar los festejos. De
modo pues que los convidados, además de ser los súbditos del rey, con el deber de
obedecerle en todas las cosas, ya se habían comprometido a asistir. A diferencia
de las fiestas contemporáneas, las de aquel entonces duraban varios días, o hasta
terminar la comida. MH
B. Aquí se ve la maravillosa paciencia del “rey”, en la presente parábola, se revela
en el hecho de que
C. No era algo extraordinario entre los judíos enviar primero una invitación general
y después invitar a los llamados, como se ve claramente no sólo en Est. 5:8; 6:14,
sino también por “la jactancia de los hombres de Jerusalén de que ninguno de
ellos iba a un banquete a menos que fuera invitado dos veces”.
1. Sin embargo, en esta parábola hubo nada menos que tres invitaciones.
Hendriksen
A. La reacción de los invitados ante lo que podría llamarse la tercera y más insistente
invitación se relata en los vv. 5, 6. Pero ellos no prestaron atención y se fueron, uno a su
campo, otro a su negocio. Los demás tomaron a los siervos, los trataron en forma
vergonzosa y los mataron. Aquí se indican dos actitudes:
a. indiferencia, esto es, mucho más interés en las cosas terrenales que en las
celestiales, en lo material que en lo espiritual, en la agricultura y en los negocios
que en la invitación a aceptar la salvación plena y gratuita para cuerpo y alma por
toda la eternidad (para un pensamiento paralelo, véase Lc. 14:18–20; 17:26–28); y
B. Los primeros convidados representan a los judíos (vv. 1–7); y los otros, a los pecadores
y gentiles (vv. 8–10). Quizá el hijo del rey representaría proféticamente a Jesús en sus
bodas (Apoc. 19:7 ss.) con su novia (Apoc. 21:9), que es la iglesia. Bruce sugiere que la
fiesta podría representar el momento de la entrega del reino al Hijo, de parte de Dios.
MH
C. ¿Qué rechazamos?
2. Porque no estaban listos para este elevado gozo. No eran leales a su rey.
Estaban envueltos en sus propios intereses.
3. Los impíos, por un desayuno muy ligero de este mundo, pierden la magnífica
cena de la gloria (Apoc. 19:9).
E. ¿Cómo rechazamos esta invitación? Ninguna persona de las que están aquí diría que
menosprecia a Cristo.
A. Hay un límite a la paciencia de Dios (Gn. 6:3; Pr. 29:1; Dn. 5:22–31; Mt. 21:40–44; Lc.
13:9; Ap. 2:21, 22). Hendriksen
B. En cuanto al cumplimiento, Jerusalén fue tomado por Tito, hijo del emperador
Vespasiano (69–79 d.C.) El templo fue destruido. Se cree que más de un millón de judíos,
que se habían amontonado en la ciudad, murieron. Israel dejó de existir como una unidad
política. Como una nación especialmente favorecida por Dios había llegado al término de
su camino mucho antes que el comienzo de la Guerra Judía. Hendriksen
A. V, 8-10. El plan del rey de tener una buena boda para su hijo no podía fracasar. Su
voluntad no podía ser frustrada. En vista del hecho de que los primeros invitados habían
demostrado ser indignos—probablemente una litote para decir “muy malvados”—no
mereciendo el honor que se les había conferido, que vengan otros. Entonces que los
siervos salgan al campo, a los lugares donde las principales calles que salen de la ciudad
terminan y se dividen en caminos laterales.748 Desde todos estos cruces o salidas, que los
siervos tomen cuantas personas puedan encontrar, sin importar si los nuevos invitados
tienen una posición tan buena como sus conciudadanos o no. Los siervos cumplen la orden
recibida. Hendriksen
B. El sentido es claro. Cuando los judíos que habían sido invitados se niegan a recibir a
Cristo, son conducidos a él otros pueblos en gran número. Estos otros proceden en su
mayoría de los gentiles (cf. 8:11, 12; 21:41), aunque ello no significa que los judíos queden
excluidos. El hecho de que buenos y malos son traídos al reino o a la iglesia visible ha sido
explicado en relación con la parábola de la red; véase sobre 13:47–50
A. Hay solamente una solución, hasta donde puedo verlo, que nos sacará de esta
dificultad. Es muy antigua. Debe permanecer hasta que alguien nos ofrezca algo mejor. Es
que, por orden del rey y de sus abundantes recursos, a cada invitado se había ofrecido un
vestido de boda en la entrada misma del salón de bodas. Todos menos esta única persona
habían aceptado el vestido. Sin embargo, este hombre había mirado su propio vestido,
quizás lo haya sacudido un poco con su mano, y había dicho al asistente: “Mi vestido está
suficientemente bueno. No necesito el que me estás ofreciendo”. Entonces, con una
actitud de autosatisfacción y de desafío, se había marchado hasta la mesa, donde ahora
estaba reclinado; o de donde, al igual que todos los invitados, se había levantado cuando
el rey entró. Hendriksen
C. Y ¿qué puede ser el significado de esto sino lo que entendemos por la expresión: “de
Cristo estáis vestidos” (Gálatas 3:27), y “JEHOVA JUSTICIA NUESTRA” (Jeremías 23:6)?
Tampoco sería extraño semejante lenguaje a aquellos en cuyos oídos habían resonado las
palabras de gozo profético: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en
mi Dios; porque me vistió de vestidos de salud, rodeóme de manto de justicia, como a
novio me atavió, y como a novia compuesta de sus joyas” (Isaías 61:10). Exegético
1. En suma, por la gracia de Dios el pecador debe “vestirse de Cristo” (Gá. 3:27).
Debe haber una vuelta completa, una renovación o “conversión” completa,
exactamente como Jesús mismo había enseñado (Mt. 4:17), y como los apóstoles
después de él iban a enseñar. Hendriksen
D. Se pone gran énfasis en la responsabilidad y culpa del hombre. ¿Significa esto ahora
que los demás—los que sí aceptaron la vestidura y sí la están usando—tienen que
agradecerse a sí mismos por su acción de obediencia? De ningún modo: 14. Porque
muchos son llamados, pero pocos escogidos. El llamado del evangelio sale
ampliamente por todas partes. Llega a muchísimos. La mayoría son como el hombre
de la parábola: oyen, pero no lo hacen caso. En comparación con los muchos que se
pierden, son pocos los que se salvan, esto es, pocos son elegidos desde la eternidad
para heredar la vida eterna. De ahí, en último análisis la salvación no es un logro
humano sino un don de la gracia soberana de Dios. Cf. Lc. 12:32; Jn. 6:39, 44; Ef. 1:4.
Hendriksen