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JHONATAN SALAMANCA RENGIFO

ABOGADO
3053588862

SENTENCIAS, AUTOS Y TUTELAS SOBRE VENCIMIENTO DE


TÉRMINOS.

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JHONATAN SALAMANCA RENGIFO
ABOGADO
3053588862

Contenido
SENTENCIA 30363 DE 04 DE FEBRERO DE 2009 MP: MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ MUÑOZ-
DIFERENCIA ENTRE EL ARTÍCULO 317 Y 174 CPP. ARTÍCULO 157 ORDENA CÓMO CONTAR
TÉRMINOS. LA CONTABILIZACIÓN DE DÍAS DEPENDE ANTE QUIEN SE SURTA EL PROCESO.
LIBERTAD DÍAS ININTERUMPIDOS. ..................................................................................................... 3
SENTENCIA Hábeas corpus 37877 DE 18 DE NOVIEMBRE DE 2011 PONENTE: SIGIFREDO ESPINOSA
PÉREZ ................................................................................................................................................. 16
AHP41330 (17-05-13) MP:JOSE LUIS BARCELO CAMACHO............................................................... 22
AHP 42048 (14-08-13) MP:GUSTAVO ENRIQUE MALO FERNÁNDEZ ............................................... 26
AHP4621-2014 Radicación n° 44366 MP: FERNANDO ALBERTO CASTRO CABALLERO .................... 27
AHP807-2015 Radicación n° 45421 MP: MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ MUÑOZ ........................ 28
AHP6210-2015 Radicación n° 47004 MP: EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER ...................................... 30
AHP1463-2016 Radicación No. 47.721 MP: EYDER PATIÑO CABRERA ............................................. 32
AHP4592-2016 Radicación n° 48469 MP: JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA .................................. 36
AP5408-2016 Radicación n° 48682 MP:JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA ..................................... 36
AHP6640-2016 Radicación n° 48947 MP: JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA .................................. 54
AP1130-2017 Radicación 29726 MP: GUSTAVO ENRIQUE MALO FERNÁNDEZ ................................ 58
STP4447-2017 Radicación N.°88871 MP: JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA .................................. 64
AP4711-2017 Radicación no 49734 MP: EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER ........................................ 67
STP21643-2017Radicación n.º 95621 MP: PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR ......................................... 87
AHP1363-2018 Radicación No. 52499 MP: FERNANDO ALBERTO CASTRO CABALLERO .................. 90
AEP 00018-2018 Radicado N° 27919 MP: RAMIRO ALONSO MARÍN VÁSQUEZ ............................... 90
AHP5095-2018 Radicado N° 54290 MP: EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER......................................... 95
AHP012-2019 Radicación n° 54443 MP: LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO ................................... 96
AHP281-2019 Radicación N.º 54608 MP: PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR ........................................... 97
AP2553-2019 Radicación No. 55374. MP: JAIME HUMBERTO MORENO ACERO ............................. 99
STP9911-2019 Radicación N° 105672 MP: PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR ....................................... 115
AHP4215-2019 Radicación N.° 56276 MP: PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR ....................................... 118
Radicación n° 198- Acta No 093-MP: GERSON CHAVERRA CASTRO Bogotá, D.C., ocho (08) de mayo
de dos mil veinte (2020).................................................................................................................. 119

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Radicado N°301-MP: EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER .................................................................... 129
Radicación: 110016000096201780042 (CASO AMBUILA) JUZGADO QUINTO
PENAL DEL CIRCUITO DE CALI CON FUNCIÓN DE CONOCIMIENTO. Auto
Interlocutorio de Segunda Instancia. catorce (14) de mayo de dos mil veinte (2020) . 130
RADICADO 1122 DE 23 DE JUNIO DE 2020, SALA DE CASACIÓN PENAL DE LA
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SEÑALÓ QUE SOLICITUDES DE LA DEFENSA POR
MEDIO DE LAS CUALES SE DISCUTE COMPETENCIA FUNCIONAL O NULIDADES,
CORRECTAMENTE FUNDADAS, ASÍ LAS NIEGUEN, NO CONSTITUYEN MANIOBRAS
DILATORIAS. ................................................................................................................................ 137

SENTENCIA 30363 DE 04 DE FEBRERO DE 2009 MP: MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ


MUÑOZ-DIFERENCIA ENTRE EL ARTÍCULO 317 Y 174 CPP. ARTÍCULO 157 ORDENA
CÓMO CONTAR TÉRMINOS. LA CONTABILIZACIÓN DE DÍAS DEPENDE ANTE QUIEN
SE SURTA EL PROCESO. LIBERTAD DÍAS ININTERUMPIDOS.
Términos para acceder a la libertad provisional.
No obstante que de acuerdo con lo anotado puede tenerse como respondido
adversamente el reproche presentado por el impugnante, considera la Sala
oportuno dentro de su función propedéutica inherente a la finalidad de unificar la
jurisprudencia nacional (L. 906/2004, art. 180), abordar el planteamiento propuesto
en cuanto se refiere a dilucidar si los términos establecidos en el artículo 175
ejusdem para formular acusación, solicitar la preclusión o aplicar el principio de
oportunidad, realizar audiencia preparatoria o adelantar audiencia del juicio oral,
corresponden a días hábiles o ininterrumpidos, amén de precisar la contabilización
de los lapsos dispuestos en los numerales 4º y 5º del artículo 317 de la citada
legislación para acceder a la libertad provisional.
2.1. Jueces en el sistema penal acusatorio.
Para el anunciado cometido es pertinente señalar que el sistema penal acusatorio
reglado en la legislación procesal de 2004 cuenta con dos fases, una preprocesal
comprensiva de los ciclos de indagación e investigación, y otra procesal. La primera,

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a manera de ejemplo, está constituida por la notitia criminis, la indagación, la
audiencia de formulación de imputación, la práctica de pruebas anticipadas, las
medidas de protección de víctimas y testigos, las medidas de aseguramiento, las
medidas cautelares, la aplicación del principio de oportunidad, la preclusión y la
aceptación de cargos, sin perjuicio de que algunas de estas actuaciones puedan ser
aplicadas también en la etapa de juzgamiento.
La segunda, está integrada, entre otros, por la presentación del escrito de acusación,
la audiencia de formulación de la acusación, la audiencia preparatoria, la audiencia
de juicio oral, el anuncio inmediato del sentido del fallo, la audiencia de
individualización de la pena, el incidente de reparación integral y la lectura del fallo.
A su vez, la referida sistemática procesal confía el curso de la actuación en primer
grado a dos clases de jueces, son ellos, los de control de garantías y los de
conocimiento.
2.1.1. Jueces de control de garantías.
Tienen la función de constatar si las facultades ejercidas por la fiscalía y la policía
judicial, amén de las excepcionales (art. 32 de la Carta Política) se ajustan o no a los
cánones constitucionales, especialmente, al respeto de los derechos fundamentales
y garantías de los ciudadanos, rigiéndose para ello por el criterio de disponibilidad,
según el cual, en todo momento puede contarse efectivamente con la intervención
de un juez de control de garantías a fin de realizar la mencionada labor.
En tal sentido se dejó sentado en la exposición de motivos del proyecto de ley que
dio lugar a la expedición de la Ley 906 de 2004:
“En el proyecto (...) se impone el deber al fiscal de someterse ante el juez que ejerce
la función de control de garantías para el correspondiente juicio de legalidad, sobre
lo actuado en diligencias de registro, allanamiento, incautación e interceptación de
comunicaciones, dentro de las treinta y seis (36) horas siguientes a su práctica y en
audiencia de control de legalidad posterior.
De cara al nuevo sistema no podría tolerarse que la fiscalía, a la cual se confiere el
monopolio de la persecución penal y por ende, con amplios poderes para dirigir y
coordinar la investigación criminal, pueda al mismo tiempo restringir, por iniciativa
propia, derechos fundamentales de los ciudadanos o adoptar decisiones en torno de
la responsabilidad de los presuntos infractores de la ley penal, pues con ello se
convertiría en árbitro de sus propios actos.
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Por ello, en el proyecto se instituye un conjunto de actuaciones que la fiscalía debe
someter a autorización judicial previa o a revisión posterior, con el fin de establecer
límites y controles al ejercicio del monopolio de la persecución penal, mecanismos
estos previstos de manera escalonada a lo largo de la actuación y encomendados a
los jueces de control de garantías. Función deferida a los jueces penales municipales,
quienes apoyados en las reglas jurídicas hermenéuticas deberán establecer la
proporcionalidad, razonabilidad, y necesidad de las medidas restrictivas de los
derechos fundamentales solicitadas por la fiscalía, o evaluar la legalidad de las
actuaciones objeto de control posterior” (negrillas fuera de texto).
Por las razones expuestas, el legislador de 2004 determinó que corresponde a los
jueces de control de garantías dar curso y decidir en audiencia preliminar los asuntos
que no deban ordenarse, resolverse o adoptarse en audiencia de formulación de
acusación, preparatoria o del juicio oral, v. gr.: (i) El control de legalidad sobre los
elementos recogidos en registros, allanamientos e interceptación de
comunicaciones ordenadas por la fiscalía, (ii) La práctica de una prueba anticipada,
(iii) Las órdenes de medidas necesarias para la protección de víctimas y testigos, (iv)
La solicitud de medida de aseguramiento formulada por la fiscalía, así como su
revocatoria a petición de cualquiera de las partes o el Ministerio Público, (v) La
petición de medidas cautelares reales, (vi) La formulación de la imputación, (vii) El
control judicial de legalidad sobre la aplicación del principio de oportunidad en
cualquiera de sus modalidades, y (viii) Las peticiones de libertad presentadas con
anterioridad al anuncio del sentido del fallo (art. 154, modificado por la L.
1142/2007, art. 12).
De manera reservada los jueces de control de garantías deben adelantar audiencias
de: (a) Control de legalidad posterior en materia de allanamientos, registros,
interceptación de comunicaciones, vigilancia y seguimiento de personas y de cosas,
(b) Autorización judicial previa para la realización de inspección corporal, obtención
de muestras para examen grafotécnico, cotejo de fluidos corporales, identificación
de voz, impresión dental y de pisadas, así como procedimientos en caso de
lesionados o de víctimas de agresiones sexuales.
También corresponde a los mencionados jueces realizar control de legalidad
posterior, entre otros, sobre: (1) El diligenciamiento de las órdenes de registro y
allanamiento, retención de correspondencia, interceptación de comunicaciones o
recuperación de información dejada al navegar por internet u otros medios
similares, (2) Las capturas en flagrancia y en aquellas en donde la fiscalía haya
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carecido de la oportunidad para solicitar el mandamiento escrito, (3) La orden de
vigilancia y seguimiento de personas, y (4) La captura del acusado en la fase de
juzgamiento.
Deben los jueces de control de garantías pronunciarse dentro de las treinta y seis
(36) horas siguientes sobre la legalidad de las siguientes actuaciones: (a) Captura en
flagrancia y excepcional, (b) Registros, allanamientos, búsqueda de datos e
interceptación de comunicaciones, (c) Incautación u ocupación de bienes o recursos
con fines de comiso, (d) Vigilancia y seguimiento de personas, (e) Orden de vigilancia
de inmuebles, naves, aeronaves, vehículos o muebles, (f) Operaciones encubiertas
culminadas, (g) Entregas vigiladas realizadas, (h) Búsquedas selectivas de datos
finalizadas, (i) Exámenes de ADN que hayan involucrado al indiciado o imputado, (j)
Captura con fundamento en mandato judicial y (k) Captura en la fase de juzgamiento.
De las anteriores funciones puede concluirse sin dificultad que se trata de
actuaciones judiciales perentorias y urgentes encaminadas a la protección inmediata
de derechos fundamentales de los indiciados, tales como la libertad personal, la
legalidad de los actos de investigación y de los elementos materiales probatorios y
evidencia física, la intimidad personal y familiar, y el debido proceso.
Al respecto ha precisado la Sala:
“Criterios de razonabilidad son los que deben primar en la intervención del juez de
control de garantías, cuando lo que se le pide es actuar prontamente en la vigilancia
y protección de derechos fundamentales, evidente como surge, además, que la
modificación introducida al artículo 39 de la Ley 906 de 2004, busca precisamente
hacer más flexible esa posibilidad general de intervención, al punto de instituir los
llamados jueces de garantías ambulantes, quienes actuarán en los lugares donde
solo se radique un juez municipal o, para lo que aquí interesa ‘se trate de un lugar
en el que el traslado de las partes e intervinientes se dificulte por razones de
transporte, distancia, fuerza mayor u otras análogas’.
El artículo en mención señala un derrotero general que tiene como finalidad facultar
esa intervención dentro del menor tiempo posible, buscando sortear las muchas
dificultades que por razón de la carencia de jueces y fiscales, limitaciones geográficas
y condiciones de seguridad, dificultan grandemente la posibilidad material de que
en todos los casos los indiciados sean presentados, inmediatamente, ante el juez de
control de garantías con asiento en el lugar de los hechos” (2) .

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También se ha puntualizado:
“El propio artículo 237, antes y después de la modificación introducida por el artículo
16 de la Ley 1142 de 2007, es claro en ordenar que la comparecencia del fiscal ante
el juez de control de garantías para que realice la audiencia de legalidad sobre lo
actuado debe hacerse dentro de las veinticuatro (24) horas siguientes al
cumplimiento de las órdenes, expresión que no admite discusiones en torno a que
el cómputo debe hacerse a partir de la terminación de la diligencia” (3) .
Puede señalarse que a los jueces de control de garantías les compete intervenir
episódica y puntualmente, esto es, en apartes del curso del proceso, con el propósito
de constatar la legalidad y respeto por los derechos fundamentales y garantías, amén
de decidir con efecto vinculante sobre tales aspectos, al punto de estar facultados
para disponer que las evidencias recaudadas no puedan ser aducidas como prueba
por el ente acusador, y tanto menos, sean ponderadas por los funcionarios judiciales,
al hallarlas violatorias de los citados derechos, según se deriva del artículo 29 de la
Carta Política, en virtud del cual, “es nula de pleno derecho toda prueba obtenida
con violación del debido proceso”.
Igualmente están en condiciones de disponer la libertad inmediata de personas
capturadas de manera ilegal, o de negar por improcedente la práctica de una prueba
anticipada al no presentarse las circunstancias excepcionales dispuestas por el
legislador para su recaudo fuera del juicio oral. También, pueden no imponer la
medida de aseguramiento solicitada por la fiscalía, cuando establezcan su
inviabilidad en atención al delito por el que se procede, la falta de configuración de
las exigencias sustanciales para ello o que es otra la medida procedente.
2.1.2. Jueces de conocimiento.
A diferencia de los anteriores, a los jueces de conocimiento sí les corresponde decidir
definitivamente sobre el asunto, ya en virtud de un fallo condenatorio o absolutorio,
o bien, profiriendo preclusión de la investigación. Es por ello que la condición de juez
de conocimiento no puede recaer en quien dentro del mismo diligenciamiento se
haya desempeñado como juez de control de garantías, así lo establece
expresamente el artículo 39 de la Ley 906 de 2004.
La actividad de los jueces de conocimiento puede ocurrir en la fase preprocesal,
como cuando deciden a instancia de la fiscalía en cualquier momento (4) hasta antes
de la presentación del escrito acusatorio, precluir la investigación o pronunciarse

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sobre el desistimiento de la querella, o bien, en la fase del juicio oral, al proferir
preclusión de la investigación a solicitud del ente acusador o culminar el trámite con
un fallo.
2.1.3. Conclusiones.
De lo expuesto hasta aquí pueden extraerse varias conclusiones, necesarias como
premisas del planteamiento que sobre la temática abordada realizará la Sala, así:
(i) Ni la fase preprocesal es de competencia exclusiva de los jueces de control de
garantías, ni tampoco la del juicio oral es privativa de los jueces de conocimiento.
(ii) La intervención de los jueces de control de garantías es episódica, urgente e
inmediata en el ámbito de protección de derechos fundamentales y garantías con
relación a las actuaciones de la fiscalía y se extiende en todo el marco del
diligenciamiento, no solamente en la etapa preprocesal y procesal investigativa, sino
también en el juicio.
(iii) Los jueces de control de garantías no se pronuncian con carácter definitivo
respecto de la responsabilidad penal del incriminado.
(iv) Los jueces de conocimiento sí tienen la facultad de proferir la decisión que de
por terminado el diligenciamiento.
2.2. Contabilización de términos procesales.
En especial son dos las normas que se ocupan de establecer las reglas que gobiernan
la contabilización de términos procesales dentro del sistema penal acusatorio, son
ellas, los artículos 157 y 175 de la Ley 906 de 2004, cuyo texto es el siguiente:
“ART. 157.—Oportunidad. La persecución penal y las indagaciones pertinentes
podrán adelantarse en cualquier momento. En consecuencia, todos los días y horas
son hábiles para ese efecto.
Las actuaciones que se desarrollen ante los jueces que cumplan la función de control
de garantías serán concentradas. Todos los días y horas son hábiles para el ejercicio
de esta función.
Las actuaciones que se surtan ante el juez de conocimiento se adelantarán en días y
horas hábiles, de acuerdo con el horario judicial establecido oficialmente.

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Sin embargo, cuando las circunstancias particulares de un caso lo ameriten, previa
decisión motivada del juez competente, podrán habilitarse otros días con el fin de
asegurar el derecho a un juicio sin dilaciones injustificadas” (negrillas fuera de texto).
“ART. 175.—Duración de los procedimientos. El término de que dispone la fiscalía
para formular la acusación, solicitar la preclusión o aplicar el principio de
oportunidad, no podrá exceder de treinta (30) días contados desde el día siguiente
a la formulación de la imputación, salvo lo previsto en el artículo 294 de este código.
La audiencia preparatoria deberá realizarse por el juez de conocimiento a más tardar
dentro de los treinta (30) días siguientes a la audiencia de formulación de acusación.
La audiencia del juicio oral tendrá lugar dentro de los treinta (30) días siguientes a la
conclusión de la audiencia preparatoria” (negrillas fuera de texto).
Sobre tales preceptos conviene distinguir que el artículo 175 no se encuentra
instituido para proteger el derecho fundamental a la libertad personal de los
incriminados, como si ocurre con las causales de libertad provisional reguladas en el
artículo 317 del mismo ordenamiento. Aquella norma se orienta a evitar la dilación
injustificada de los trámites, aspecto que hace parte de la más amplia noción del
derecho fundamental al debido proceso (inc. 3º, art. 29 de la Constitución) y
constituye desarrollo legal de la normativa internacional sobre el particular
establecida en el numeral 1º del artículo 8º de la Convención Americana de San José
de Costa Rica (L. 16/72) y en el numeral 3º, literal c) del artículo 14 del Pacto de
derechos civiles y políticos de Nueva York (L. 74/68).
Por su parte, el artículo 157 establece la forma en que deben contarse dichos
términos a fin de evitar dilaciones procesales injustificadas, para lo cual el legislador
estableció dos posibilidades, una, que se tengan en cuenta todos los días de manera
ininterrumpida, y la otra, que se contabilicen únicamente los días hábiles.
Para optar por una u otra alternativa, se dispuso en la ley un criterio no derivado de
la fase en la cual se encuentre el trámite, ya en el ciclo preprocesal o en el juicio, sino
de la autoridad judicial ante quien debe surtirse la actuación, distinguiendo
entonces, entre las correspondientes a los jueces de control de garantías y aquellas
que atañen a los jueces de conocimiento.
Si se trata de las primeras, actuaciones ante jueces de control de garantías, “Todos
los días y horas son hábiles para el ejercicio de esta función”. Respecto de las

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segundas, actuaciones ante jueces de conocimiento, “se adelantarán en días y horas
hábiles”.
Siendo ello así, se reitera, no es la fase en la cual se encuentre el trámite la
determinante de la regla de contabilización de términos, sino la autoridad judicial
ante quien debe surtirse la actuación la que establece cómo se contarán los lapsos
para adelantarla.
Lo expuesto tiene sentido, en la medida en que como atrás se dilucidó, la
intervención de los jueces de control de garantías es puntual, urgente e inmediata
en procura de asegurar los derechos fundamentales y garantías de las personas, ya
en el periodo preprocesal (v. gr. control de legalidad sobre los elementos recogidos
en registros, allanamientos e interceptación de comunicaciones ordenadas por la
fiscalía), ora en la fase del juicio (v. gr. control de legalidad del capturado en esta
fase), mientras que la labor de los jueces de conocimiento no precisa de tal premura,
siempre que no comporte una dilación injustificada, tenga ella lugar en el ciclo
preprocesal (v. gr. preclusión de la investigación a instancia de la fiscalía solicitada
en cualquier momento anterior a la presentación del escrito acusatorio) o en el juicio
oral (v. gr. proferimiento del fallo).
Pese a lo dicho, conviene destacar que así como para los trámites que se adelantan
ante los jueces de garantías o de conocimiento el legislador define unas pautas para
su contabilización, también las precisa respecto de la actividad adelantada por la
fiscalía en cuanto órgano encargado del ejercicio de la acción penal y de la
investigación de los hechos que revistan las características de un delito (L. 906/2004,
art. 66).
En tal sentido se tiene que el artículo 157 de la mencionada legislación establece que
“La persecución penal y las indagaciones pertinentes podrán adelantarse en
cualquier momento. En consecuencia, todos los días y horas son hábiles para ese
efecto”, por tanto, si dentro de la definida división de roles propia del sistema penal
acusatorio, compete a la órbita funcional de la fiscalía en su calidad de parte titular
de la acción penal realizar dicha persecución, amén de tales indagaciones, pues al
juez (ya de garantías o de conocimiento) en su calidad de tercero solo le compete la
definición de derechos para poner fin a la dialéctica adversarial de partes, es claro
que los términos para el ente acusador transcurren de manera ininterrumpida, es
decir, en días calendario, no en días hábiles, como sí ocurre respecto de las
actuaciones surtidas ante los jueces de conocimiento, según atrás se dilucidó.

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Debe entenderse que cuando el artículo 157 de la legislación procesal de 2004
establece que “Las actuaciones que se surtan ante el juez de conocimiento se
adelantarán en días y horas hábiles, de acuerdo con el horario judicial establecido
oficialmente” (negrillas fuera de texto), no incluye en tal vademécum de
posibilidades la presentación del escrito de acusación por parte de la fiscalía, como
que solo está señalando la necesidad de establecer conforme a los diversos factores
de competencia el juez a quien corresponderá el curso de la fase del debate oral.
Por las mismas razones, también los términos de que trata el artículo 294 de la Ley
906 de 2004 deben ser contabilizados para los efectos allí establecidos de manera
continua.
2.3. El caso examinado.
Una vez precisado lo anterior y como el argumento toral del recurrente se
circunscribe a señalar que la presentación del escrito de acusación fue
extemporánea, pues si la formulación de imputación se realizó el 24 de junio de
2007, los 30 días de que trata el artículo 175 de la Ley 906 de 2004 se cumplieron el
24 de julio siguiente, sin embargo, el referido escrito se allegó hasta el 27 de los
mismos mes y año, encuentra la Sala que tal argumento tampoco tiene vocación de
prosperidad.
En efecto, no hay duda que el demandante acierta al señalar la irregularidad, pues
los 30 días para que la fiscalía presentara el escrito de acusación se vencieron el 24
de julio de 2007, pese a lo cual, solo lo allegó 3 días después. No obstante, como
inicialmente se advirtió al analizar este reproche, la Sala encuentra que no hay lugar
a declarar la nulidad deprecada, pues si el fiscal actualizó la causal impeditiva
establecida en el numeral 8º del artículo 56 de la legislación procesal de 2004, el
efecto que de ello se deriva no es la invalidación del diligenciamiento, sino las
posibles consecuencias disciplinarias para quien actuó en tales circunstancias, según
lo tiene suficientemente decantado la jurisprudencia de esta Sala.
2.4. Los términos para acceder a la libertad provisional.
Como la Sala vislumbra que de la interpretación expuesta en precedencia podrían
derivarse conclusiones equívocas en punto de la contabilización de los términos para
acceder a la libertad provisional reglados en los numerales 4º y 5º del artículo 317
de la Ley 906 de 2004, modificado por el artículo 30 de la Ley 1142 de 2007, procede

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a dilucidar tal temática, también en procura de actuar teleológicamente en la
unificación de la jurisprudencia nacional.
El texto de los referidos preceptos es el siguiente:
“ART. 317.—Causales de libertad.
4. Cuando transcurridos sesenta (60) días contados a partir de la fecha de la
formulación de imputación no se hubiere presentado la acusación o solicitado la
preclusión. Los términos previstos en este numeral se contabilizarán en forma
ininterrumpida.
5. Cuando transcurridos noventa (90) días contados a partir de la fecha de la
presentación del escrito de acusación, no se haya dado inicio a la audiencia de juicio
oral” (negrillas fuera de texto).
Los términos dispuestos en esta norma son independientes de los establecidos en el
acápite correspondiente a la duración de los procedimientos. En efecto, los lapsos
en la preceptiva transcrita obviamente tienen como fin evitar la indefinición en la
privación real de la libertad personal del incriminado, mientras que los tiempos
señalados en el artículo 175 se ocupan de soslayar las dilaciones injustificadas en el
trámite.
Por lo tanto, es claro que el ámbito de protección de las causales de libertad se
concreta en el derecho fundamental a la libertad personal de los individuos
vinculados a un diligenciamiento penal, mientras que la “duración de los
procedimientos” se ocupa de asegurar el derecho también fundamental al debido
proceso.
No hay duda que entre los derechos fundamentales citados hay una estrecha
relación, no obstante, es palmario que uno y otro corresponden a ámbitos y
contenidos diversos, el de libertad personal referido a garantizar que las personas se
desplacen sin limitación alguna, salvo los taxativos casos en que de conformidad con
el principio de reserva judicial ciertos funcionarios pueden limitar tal derecho. El
segundo, el debido proceso, se ocupa de señalar las reglas, momentos y
oportunidades que gobiernan el curso de un averiguatorio, a fin de que los sujetos
procesales e intervinientes tengan claridad sobre los momentos pertinentes para
hacer valer sus derechos e intereses.

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Los fragmentos de la norma transcrita comportan desarrollos legales de los artículos
28 de la Carta Política, 7º de la Convención Americana de San José de Costa Rica (L.
16/72) y 9º del Pacto internacional de derechos civiles y políticos de Nueva York (L.
74/68).
Se reitera, el término de 60 días contados a partir de la fecha de la formulación de
imputación sin que se hubiere presentado la acusación o solicitado la preclusión, es
independiente por completo del término de 30 días que para formular acusación o
preclusión le asiste a la Fiscalía en el artículo 175 de la Ley 906 de 2004.
Por ejemplo, puede ocurrir que el mismo día de su captura a una persona se le
formule imputación y que a los 30 días el fiscal que conoce del asunto solicite a su
superior la designación de otro acusador por encontrarse en la causal impeditiva
señalada en el artículo 294 de la Ley 906 de 2004. Nombrado otro fiscal 10 días
después, formula acusación 25 días más tarde.
En la hipótesis analizada, el incriminado tendría derecho a su libertad provisional al
transcurrir el lapso de 60 días ininterrumpidos y continuos desde el siguiente a la
formulación de imputación, independiente de que la acusación sea proferida 5 días
después.
Aclarado lo anterior, como en el numeral 4º del artículo 317 de la Ley 906 de 2004,
modificado por el artículo 30 de la Ley 1142 de 2007, el legislador dispuso que “Los
términos previstos en este numeral se contabilizarán en forma ininterrumpida”
(negrillas fuera de texto), encuentra la Sala que frente a dos situaciones similares de
privación efectiva de la libertad, de una parte, desde la formulación de imputación
hasta la presentación del escrito de acusación o solicitud de preclusión (num. 4º), y
de otra, a partir de la presentación del escrito de acusación y hasta el inicio de la
audiencia de juicio oral (num. 5º), el legislador estableció diversas formas de contar
los términos.
En el primer caso fue claro al señalar: “se contabilizarán de manera ininterrumpida”,
pero en el segundo no dijo nada, de modo que se ha entendido su contabilización de
conformidad con lo establecido en el artículo 157 de la Ley 906 de 2004, al disponer
que “Las actuaciones que se surtan ante el juez de conocimiento se adelantarán en
días y horas hábiles, de acuerdo con el horario judicial establecido oficialmente”,
como en efecto fue así expuesto en decisiones unipersonales de hábeas corpus por
un magistrado de esta colegiatura (5) .

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No obstante, se advierte que si bien una tal interpretación responde a criterios
lógico-formales y exegéticos en desarrollo del principio de legalidad, lo cierto es que
crea una distinción odiosa entre quienes se encuentran efectivamente privados de
su libertad estando en la fase anterior a la presentación del escrito acusatorio y
aquellos cuyos diligenciamientos ya han superado dicho estadio procesal, pues
respecto de los primeros el lapso para acceder a su libertad provisional incluye los
sábados, domingos y festivos, mientras que para los segundos tales días no cuentan,
porque solo se contabilizan los hábiles, de manera que, en primer lugar, se hace más
gravosa de forma irrazonable la situación de estos, y en segundo término, se
quebranta el postulado, según el cual, a idénticas circunstancias de hecho
corresponden las mismas consecuencias de derecho.
Por tanto, si de conformidad con el texto del artículo 13 de la Carta Política, quienes
se encuentren en las mismas situaciones deben recibir idéntico tratamiento por
parte de las autoridades —incluido desde luego el legislador— natural resulta que
las diferencias de trato deben obedecer a criterios razonables a partir de un sustento
objetivo.
Como ya se advirtió, en la temática analizada la Sala establece que en el precepto
examinado, el legislador dispuso un diverso trato entre los privados de la libertad en
trámites donde no se haya presentado escrito de acusación y aquellos en los cuales
ya se cuente con dicho instrumento.
En la Gaceta del Congreso 124/2007 correspondiente al informe de ponencia para
primer debate del proyecto de Ley 081 de 2006 Senado, 023 de 2006 Cámara, que
culminó con la expedición de la Ley 1142 de 2007 se precisó al respecto:
“El artículo 27 del pliego de modificaciones mediante el cual se regulan las causales
de libertad del imputado o acusado se mejoró en su redacción a través de la
Proposición 47 presentada por el representante Nicolás Uribe y el Fiscal General de
la Nación. Básicamente se precisó que los términos para tener derecho a la libertad
se contabilizarán de forma ininterrumpida, y además, que los mismos correrán a
partir de la falta de presentación del escrito de acusación o de preclusión y desde la
presentación del escrito de acusación para las hipótesis consagradas en los
numerales 4º y 5º” (negrillas fuera de texto).
Lo expuesto permite concluir que la voluntad del legislador se orientó a tratar de
manera igual las dos situaciones analizadas en punto del acceso a la libertad
provisional, pese a ello, el texto finalmente aprobado comporta una odiosa
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distinción en el trato carente de razonabilidad, como que un día de privación efectiva
de la libertad es igualmente gravoso tanto para quien está pendiente de que se
presente el escrito de acusación, como para aquél en cuyo trámite ya obra dicho
documento del ente acusador.
Adicionalmente se tiene que en ambos casos los sujetos pasivos de la acción penal
tienen la condición de sindicados, pues no obra en su contra fallo condenatorio
ejecutoriado, razón adicional para advertir las estrechas semejanzas entre una y otra
circunstancia, suficientes para imponer un idéntico tratamiento en punto de la
contabilización de los días de internamiento necesarios para acceder a la libertad
provisional, con mayor razón si en virtud de la Ley 1142 de 2007 el término de 60
días contados a partir de la presentación del escrito de acusación sin que se haya
dado inicio a la audiencia de juicio oral fue incrementado a 90 días.
También se observa que con la interpretación propuesta se cumple para la
contabilización de días con posterioridad a la presentación del escrito de acusación
y antes de iniciarse la audiencia del juicio oral, con los mismos motivos de política
criminal, esto es, acudir solo de manera excepcional a la privación preventiva de la
libertad, además de limitarla y evitar su indefinición en el tiempo.
En suma, advierte la Corte que la distinción realizada por el legislador en los
numerales 4º y 5º del artículo 317 de la Ley 906 de 2004 modificados por el artículo
30 de la Ley 1142 de 2007 no responde a criterios razonables y objetivos y quebranta
el derecho de igualdad de las personas, circunstancia que impone en virtud del
artículo 4º de la Carta Política dar prevalencia a su artículo 13 y por ello, entender
que la contabilización “en forma ininterrumpida” de los términos previstos en el
citado numeral 4º del artículo 317, también se hace extensiva a los tiempos
establecidos en el numeral 5º del mismo precepto.
(Sentencia de casación, 4 de febrero de 2009. Radicación 30363. Magistrada
Ponente: Dra. María del Rosario González de Lemos).
(1) Sentencias del 26 de marzo de 2008. Radicación 25610, 14 de septiembre 2000.
Radicación 13268, 8 de agosto de 1996. Radicación 10632, auto del 14 de abril de
1994. Radicación 9169 y sentencia del 23 de noviembre de 1989. Radicación 3600,
entre otras.
(2) Auto del 12 de junio de 2008. Radicación 29904.
(3) Sentencia del 9 de abril de 2008. Radicación 28535.
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(4) Mediante sentencia C-591 del 9 de junio de 2005, la Corte Constitucional declaró
inexequible la expresión “a partir de la formulación de imputación” que limitaba la
oportunidad para que la fiscalía solicitara la preclusión de investigación.
(5) Providencias del 28 de noviembre de 2007. Radicación 28836 y del 26 de junio de
2008. Radicación 30066.
______________________________

SENTENCIA Hábeas corpus 37877 DE 18 DE NOVIEMBRE DE 2011 PONENTE:


SIGIFREDO ESPINOSA PÉREZ

Consideraciones del despacho


1. Cuestión previa.
Hechas las anteriores precisiones, el despacho abordará el estudio del caso concreto,
previo a lo cual hará algunas precisiones que estima necesarias en torno a cómo y
desde cuándo deben computarse los términos en el juicio para acceder al derecho
de libertad por vencimiento de términos, pues, es claro que la profusión normativa
al respecto ha generado algunas confusiones atinentes a la norma aplicable, tal
como se desprende de los discursos del accionante y del tribunal.
2. La norma aplicable a este asunto.
Las diversas modificaciones que se han hecho al texto del numeral 5º del artículo
317 de la Ley 906 de 2004, el cual consagra la libertad por vencimiento de términos
durante la etapa de la causa, han generado algunas confusiones, dado que, no solo
ha cambiado el lapso allí contenido, sino también el momento desde el cual debe
contabilizarse el mismo.
En efecto, la norma original establecía como causal de libertad:
“5. Cuando transcurridos sesenta (60) días contados a partir de la fecha de la
formulación de acusación, no se haya dado inicio a la audiencia de juicio oral”.

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Una lectura desprevenida al precepto apuntaba a determinar dos situaciones claras:
(i) Que aunque la acusación es un acto complejo, no hay duda de que la presentación
del escrito de acusación por parte de la fiscalía y la audiencia de formulación de
acusación dirigida por el juez de conocimiento, comportan dos momentos
procesales diferentes, regulados de manera independiente en distintos acápites del
Código de Procedimiento Penal de 2004(5).
En ese orden de ideas, atendiendo a la voluntad del legislador, el término se
contabiliza desde la realización de la audiencia de formulación de acusación y no a
partir de la presentación del pliego acusatorio por parte del ente instructor. Y,
(ii) Que dicho término se contabilizaba con días hábiles, con fundamento en el inciso
3º del artículo 157 de la misma normatividad, el cual dispone que “Las actuaciones
que se desarrollen ante el juez de conocimiento se adelantarán en días y horas
hábiles, de acuerdo con el horario judicial establecido oficialmente”.
La primera modificación al numeral 5º del artículo 317 de la Ley 906 de 2004 operó
por cuenta del artículo 30 la Ley 1142 del 28 de junio de 2007(6), del siguiente tenor:
“5. Cuando transcurridos noventa (90) días contados a partir de la fecha de la
presentación del escrito de acusación, no se haya dado inicio a la audiencia de juicio
oral”.
Dejando de lado el hecho de que dicha ley aludió por primera vez a lo que
configuraba causa justa o razonable como circunstancia impeditiva para acceder al
derecho, respecto del tema que ocupa nuestra atención se introdujeron dos
modificaciones importantes:
(i) Precisó que el término se empezaba a descontar desde la presentación del escrito
de acusación por parte de la fiscalía, aunque (ii) amplió el mismo a noventa (90) días
que, de acuerdo a lo que se señaló anteriormente, seguían contabilizándose como
como hábiles.
La tercera y última modificación al citado precepto la realizó el artículo 61 de la Ley
1453 del 24 de junio de 2011, así redactado:
“5. Cuando transcurridos ciento veinte (120) días contados a partir de la fecha de la
formulación de acusación, no se haya dado inicio a la audiencia de juzgamiento”.

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De igual modo, volvió a señalarse lo que constituía causa razonable o justa y
asimismo trajo un inciso final en el que precisó que “los términos previstos en los
numerales 4 y 5 se contabilizaban en forma ininterrumpida”.
De esta manera, el legislador quiso, y así lo determinó expresamente, que el término
se computara de manera ininterrumpida en días calendario, de nuevo a partir de la
audiencia de formulación de acusación adelantada ante el juez de la causa y no
desde la presentación del escrito acusatorio por parte de la fiscalía.
De ello no hay duda, pues, como se anotó con antelación, si bien la acusación
constituye un acto complejo, la presentación del pliego de cargos y la audiencia de
formulación de acusación, son dos momentos totalmente diferentes y con
regulación independiente en la legislación procesal penal.
Esa diferencia se evidencia en las diferentes posturas asumidas por el legislador, no
solo por la forma como optó por regular dichos estadios procesales, sino por las
modificaciones que ha realizado al citado numeral 5º del artículo 317, pues, en un
primer y último momentos aludió expresamente a la audiencia de formulación de
acusación, en tanto que, en una fase intermedia se refirió a la presentación del
escrito acusatorio, quedando así claro que no se trata de una confusión.
De otro lado, todo lo anterior nos lleva a determinar que en este caso la norma
aplicable es la última, esto es, el artículo 61 de la Ley 1453 del 24 de junio de 2011,
pues, como acertadamente lo indicó el tribunal, se trata de una norma procesal de
efecto inmediato, lo cual tiene como fundamento el artículo 40 de la Ley 153 de
1887, el cual reza:
“Las leyes concernientes a la sustanciación y ritualidad de los juicios prevalecen
sobre las anteriores desde el momento en que deben empezar a regir. Pero los
términos que hubieren empezado a correr, y las actuaciones y diligencias que ya
estuvieren iniciadas, se regirán por la ley vigente al tiempo de su iniciación”.
Como de ello no existe el menor asomo de duda, repasado el decurso procesal se
tiene que si la ley en comento comenzó su vigencia el 24 de junio de 2011 y la
audiencia de formulación de acusación se verificó el 7 de julio siguiente, el proceso,
necesaria y legalmente, debe rituarse bajo sus lineamientos.
Ello quiere significar no solo que el término para acceder a la libertad provisional se
cuenta desde la audiencia de formulación de acusación, sino también que
corresponde a 120 días ininterrumpidos, precisión que es necesario hacer, debido a
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la confusión que le asiste al actor, quien insiste, erradamente, que su prohijado lleva
detenido más de 150 días y para sustentarlo, de manera amañada y contradictoria
los computa desde la audiencia de “imputación”, en unos casos, o desde la
presentación del escrito acusatorio, en otros.
3. Del principio de favorabilidad.
En reciente decisión de la Sala(7), se afirmó que respecto de la aplicación de lo
consignado en la Ley 1453 de 2011, es menester acudir al principio de favorabilidad
respecto de hechos ocurridos con anterioridad a la vigencia de la normatividad en
cuestión, puntualmente, en lo atinente al término de 90 días (o 60, como
originalmente consagraba la norma, previo al incremento dispuesto por la Ley 1142
de 2007, aunque contados a partir de la formulación de acusación), contados a partir
de la presentación del escrito de acusación, que anteriormente se establecía para
recobrar la libertad cuando no se había dado inicio a la audiencia de juicio oral.
Pues bien, esa afirmación de la Corte debe entenderse en su contexto y no de forma
aislada, para que su aplicación no lleve al absurdo.
En efecto, mírese cómo, respecto de las modificaciones introducidas por la Ley 1453
de 2011, es posible delimitar dos tipos de normas interesantes al caso examinado.
Las unas de clara estirpe procedimental, sin ningún efecto sustancial; y las otras,
también reguladoras del trámite, pero contentivas de efectos claramente favorables
al procesado.
Así, entonces, para comenzar con las segundas, el artículo 61 de la normatividad en
cita, que modifica el artículo 317 de la Ley 906 de 2004, reseña las causales de
libertad y, en particular, como antes se anotó, incrementa a 120 días, contados
desde la formulación de acusación, el lapso que debe discurrir, sin que se abra la
audiencia de juicio oral, para obtener la libertad por vencimiento de términos.
Acerca de las primeras, el artículo 49 de la Ley 1453 de 2011, establece, en lo que
atañe a la etapa del juicio, que la audiencia preparatoria ha de realizarse dentro de
los 45 días siguientes a la audiencia de formulación de acusación y la audiencia de
juicio oral debe iniciarse dentro de los 45 días siguientes a la conclusión de la
audiencia preparatoria.
Ello, en contraposición a la norma original de la Ley 906 de 2004, que regulaba en 30
días el lapso máximo a discurrir entre ambas audiencias.

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Ese incremento en los tiempos de realización de las diligencias en comento, debe
resaltarse, opera ipso facto, vale decir, con la vigencia de la Ley 1453 de 2011 —
desde luego, respetando lo dispuesto en el artículo 40 de la Ley 153 de 1887, como
arriba se reseñó—, pues, dado su carácter eminentemente procesal, sin efectos
sustanciales, no es posible advertir algún tipo de favorabilidad de la ritualidad
anterior que implique preferir esta o diferir sus efectos para momento posterior.
De la forma descrita, si es claro que los tiempos de realización de las audiencias han
de operar de inmediato, sin importar cuándo ocurrieron los hechos, al punto de
facultar plenamente apegado a la ley que entre la audiencia de formulación de
acusación y el comienzo del juicio oral discurran 90 días, de ninguna manera es
posible concluir que si el funcionario judicial, atendida su perentoriedad, dio
aplicación inmediata a la nueva ley, esto es, ha dirigido la fase del juicio conforme la
posibilidad de establecer entre las audiencias que la conforman un lapso de 90 días,
a la vez haya de dar la libertad a la persona porque se cumplió ese lapso.
En otras palabras, la aplicación de favorabilidad establecida por la Sala en la decisión
antes reseñada, solo opera cuando esos términos de la fase del juicio se contabilizan
conforme las normas eminentemente procedimentales reguladas por la Ley 906 de
2004 (art. 175) previo a la modificación realizada por el artículo 49 de la Ley 1453 de
2011.
De forma contraria, si esos términos de la etapa enjuiciatoria han sido contabilizados
atendida la modificación del artículo 49 en cita, la posibilidad de obtener la libertad
por el vencimiento de los mismos solo opera cuando han discurrido 120 días desde
la formulación de acusación, acorde con lo dispuesto por el artículo 61 de la Ley 1453
tantas veces citada, que modifica el artículo 317 de la Ley 906 de 2004.
Así, se evita la paradoja que resulta de cumplir el funcionario los términos, conforme
normas procedimentales de aplicación inmediata, pero a la vez estimar vencidos los
mismos para así facultar una libertad que, por lo demás, carece de soporte material
si se entiende que la excarcelación basada en esa causal opera precisamente como
castigo al Estado por su negligencia.
Debe tomarse en consideración, además, que esos 45 días establecidos por la norma
reformada para realizar las audiencias preparatoria y de juicio oral, a diferencia de
los 120 que se contemplan para habilitar la libertad por vencimiento de términos, se
contabilizan hábiles, acorde con lo establecido en el inciso tercero del artículo 157
de la Ley 906 de 2004(8).
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Entonces, es posible que cumpliendo cabalmente con lo que la ley procedimental
exige, discurran más de 90 días entre la realización de la audiencia de formulación
de acusación y la celebración de la audiencia de juicio oral, lo que torna aún más
absurdo acudir al principio de favorabilidad para otorgar la libertad porque se han
cubierto 90 días corridos entre una y otra diligencias.
Acorde con lo anotado, se confirmará la decisión impugnada, sin que sea necesario
ahondar en las restantes disquisiciones del tribunal, puesto que respecto del
presente asunto basta verificar que para el momento del pronunciamiento de primer
grado, objetivamente el procesado en comento no tenía derecho a disfrutar de la
libertad por vencimiento de términos.
Eso si, estima necesario esta oficina hacer claridad que la interpretación dada al
pronunciamiento anterior de la Corte (en el cual se precisa la inexistencia de
beneficios procesales para quienes ejecutan delitos contra menores de edad, de
acuerdo con lo regulado en la Ley 1098 de 2006)(15), no corresponde al texto,
finalidades y espíritu de lo precisado por la Sala, pues, resulta un exabrupto señalar,
como se hace en el hábeas corpus que sirvió de sustento al tribunal para negar —a
título de argumento subsidiario— la libertad del procesado, que en los casos de
menores víctimas deben desconocerse derechos fundamentales del acusado, como
el de excarcelación cuando se vencen términos.
(1) Cuyo examen previo de constitucionalidad está contenido en la Sentencia C-187
del 15 de marzo de 2006.
(2) Artículo 1º de la Ley 1095 de 2006.
(3) Auto del 27 de noviembre de 2006, Radicado 26.503.
(4) Sentencia C-187 ya citada.
(5) En efecto, la presentación del escrito de acusación por parte de la fiscalía y la
audiencia de formulación de acusación dirigida por el juez de conocimiento se
encuentran reguladas, en ese orden, en los capítulos I y II del Título I,
correspondiente a la acusación, del libro III de la Ley 906 de 204, regulatoria del
juicio.
(6) El despacho, vale decir, no entiende el por qué el a quo, equivocadamente, cita
la Ley 1135 de 2007, la cual toca un asunto completamente ajeno a lo procesal.
(7) Auto del 22 de julio de 2007, Radicado 36.926.

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(8) “Las actuaciones que se surtan ante el juez de conocimiento se adelantarán en
días y horas hábiles, de acuerdo con el horario judicial establecido oficialmente”.
(9) Ver, entre otros, proveídos de hábeas corpus del 26 de junio y 25 de agosto de
2008, radicados 30066 y 30438, respectivamente.
(10) Ibídem
(11) Sentencia T-522/2001.
(12) Cfr. Sentencias T-462 de 2003; SU-1184 de 2001 y T-1031 de 2001; T-1625/2000.
(13) Sentencia C- 590 de 2005.
(14) Cfr. T-1130 de 2003.
(15) Auto de la Sala de Casación Penal del 17 de septiembre de 2008, radicado 30299,
con ponencia de quien hoy realiza igual cometido, mencionado en el auto de hábeas
corpus del 28 de abril de 2010, radicado 34044, el cual es citado por el tribunal a
quo, con ponencia del H.M. Jorge Luis Quintero Milanés.

AHP41330 (17-05-13) MP:JOSE LUIS BARCELO CAMACHO


Bogotá D.C., diecisiete (17) de mayo de dos mil trece (2013).
CONSIDERACIONES
Los términos procesales y el plazo razonable
No existe un rasero universal sobre los plazos que tienen las autoridades para
tramitar la investigación y el juzgamiento de una persona acusada de la comisión de
un delito, en tanto los Estados tienen un alto margen de discrecionalidad para
establecer los términos en que se debe cumplir un proceso, cuestión que resulta
similar a lo que ocurre con los recursos que se autorizan para discutir las providencias
judiciales dado que en algunos casos cuando el problema debe ser resuelto por la
máxima Corte de justicia resulta inadmisible la existencia de la apelación u otro
recurso similar, situación que se enmarca dentro del denominado derecho de los
pueblos y su libre autodeterminación.
Con todo, la jurisprudencia de la Sala ha sido reiterativa al señalar que los términos
son de riguroso cumplimiento y no puede dejarse su aplicación al arbitrio de los
empleados o funcionarios judiciales . Si tal cosa se permitiera, desaparecería la
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seguridad jurídica que de ellos dimana, quedando sujeto el proceso a las
interpretaciones caprichosas de quienes en un momento dado deben darles su curso
en las actuaciones encomendadas.
El anterior entendimiento no constituye cosa diferente que hacer realidad el
imperativo constitucional previsto en los artículos 29 y 228 que establecen como
elemento del debido proceso su trámite sin dilaciones injustificadas y la necesidad
de observancia con diligencia de los términos procesales so pena de sanción por su
incumplimiento, previsión que también estableció el legislador en la Ley Estatutaria
de la Administración de Justicia, artículo 4°.
Al respecto la Sala ha precisado que:
“La vulneración al debido proceso por la dilación de los términos, no surge
automática del mero transcurso del tiempo, sino, como lo indica el propio texto
constitucional, de que esa extensión sea injustificada, esto es, que no obedezca a
ningún motivo que pueda ser calificado como razonable.
Ahora bien: resulta claro que para el Estado, que finalmente es en quien radica la
acción penal, existen múltiples y variadas sanciones procesales y extraprocesales por
la dilación injustificada de los términos de actuación en los asuntos penales. Las
causales de libertad por vencimiento de términos, son de las más conocidas; y, la
prescripción de la acción es la más grave de todas .”
Y en los supuestos de privación de la libertad se ha insistido en que:
“En un Estado social y democrático de derecho la privación de la libertad física no
puede ser indefinida, sino que está sometida a unos limites temporales, dentro de
los cuales se deben cumplir actuaciones tendientes al pronto adelantamiento del
proceso penal, so pena de que la persona, como consecuencia de esa morosidad,
justificada o no del aparato jurisdiccional, recobre su libertad…
Por otra parte, la razón por la cual se le señaló al aparato de justicia un plazo máximo
para calificar el mérito del sumario, cuando hay procesado preso, se debió a la
necesidad de imponerle un límite para evitar que las personas permanecieran
indefinidamente en tal estado y en investigación, sin que se les formulara pliego de
cargos, lo que resultaba atentatorio no sólo del derecho a la libertad sino de la
presunción de inocencia. Pero, infortunadamente, la experiencia demostró que
fijado ese plazo, el Estado se limitaba a formalizar el pliego de cargos, pero que no
era diligente en el adelantamiento de la etapa de juzgamiento, prolongándose
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también indefinidamente la privación de la libertad y anulándose la finalidad
buscada con el plazo señalado para calificar el mérito del sumario, por lo cual hubo
necesidad de señalar un nuevo término para que, en el evento anterior, el juez
verificara la audiencia, so pena de dejar en libertad al acusado si no lo cumplía.
Como se ve claramente, la finalidad de los dos numerales fue la misma, esto es, evitar
que a los procesados se les prolongara indefinidamente la privación de su libertad
física sin que el Estado cumpliera con el deber de administrar una justicia pronta y
eficaz, por lo cual la interpretación que pretende hacer el recurrente, con base en la
pura exégesis o literalidad del precepto es inaceptable.
A su turno, la Corte Constitucional también ha sido explícita al advertir que:
El debido proceso en lo penal se manifiesta en tres principios fundamentales…: el
debido proceso sin dilaciones injustificadas, la favorabilidad y la norma posterior. La
expresión "dilaciones injustificadas" del artículo 29 de la Constitución debe ser leída
a partir del artículo 228 ídem -cumplimiento de los términos- e interpretada a la luz
del artículo 7.5 de la Convención Americana de los Derechos Humanos, esto es,
"dilaciones injustificadas" debe entenderse que como "un plazo razonable" que es
necesario cumplir.
Acerca del concepto “plazo razonable” previsto en los artículos 7.5 y 8.1 de la
Convención Americana de Derechos Humanos se ha dicho reiteradamente que, de
acuerdo con los desarrollos hermenéuticos de la Corte Europea de Derechos
Humanos retomados por la Corte Interamericana, si bien no admite una definición
sencilla es necesario para su cabal entendimiento tomar en cuenta tres elementos
para determinar la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla el proceso: a) la
complejidad del asunto; b) la actividad procesal del interesado; y c) la conducta de
las autoridades judiciales .
Resulta evidente que los artículos 7.5 y 8.1 de la Convención Americana persiguen
justamente el propósito que las cargas que el proceso penal conlleva para el
individuo no se prolonguen continuamente en el tiempo y causen daños
permanentes.
En el presente asunto se tiene establecido que entre la formulación de la acusación
por parte de la Fiscalía ante el Juzgado de conocimiento (1º de marzo de 2012) y la
fecha de presentación del hábeas corpus (4 de mayo de 2013) ha transcurrido un
plazo de 430 días contados de manera ininterrumpida, pero que a este lapso se le

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descuentan 234 días imputables a la defensa, por lo que el tiempo a cargo del Estado
es de 196 días.
De acuerdo con lo manifestado por la Magistrada del Tribunal Superior de Bogotá –
Sala de Extinción de Dominio- se considera que el amparo solicitado no tiene
vocación de éxito, toda vez que si bien han transcurrido más de 120 días desde la
fecha de la presentación del escrito de acusación sin que se hubiera dado inicio a la
audiencia de juicio oral, ello se debe al comportamiento desplegado por el
apoderado judicial de CASTILLO GARCÍA, que conllevó a que no se realizara dentro
de los términos fijados por el legislador la audiencia preparatoria.
Además su petición de preclusión de la acción que, pese a su improcedencia,
evidenció un comportamiento ajeno al principio de lealtad, por una injustificada
dilación, para ahora reclamar en su favor -vencimiento de términos- y
consecuentemente, la libertad de su prohijada, como si el tiempo transcurrido fuera
imputable a la administración de justicia.
Por lo que se observa que el proceso se ha desarrollado en un lapso que no resulta
irrazonable, y que el artículo 317-5 de la Ley 906 de 2004 está orientado a casos de
inactividad procesal, lo que no ocurre en el presente evento en el cual se ha
observado diligencia, sin incurrir en prolongación injustificada de términos por parte
del Estado, pero sí por parte de la defensa.
Esta Corporación tiene dicho que la contabilización de los términos debe realizarse
ininterrumpidamente cuando se trate de causales de libertad provisional , criterio
que viene refrendando constantemente.
No obstante lo anterior, resulta oportuno aclarar que la causal provisional invocada
no opera objetiva y automáticamente, sino que tiene un condicionamiento previsto
en el parágrafo del mismo canon, según el cual,
“No habrá lugar a la libertad cuando la audiencia de juicio oral no se haya podido
iniciar por maniobras dilatorias del imputado o acusado, o de su defensor, ni cuando
la audiencia no se hubiere podido iniciar por causa razonable.”
Observado que el juicio oral no se ha cumplido dentro del término de los 120 días
fijados en los supuestos del motivo de libertad que se aduce, pero por razón de las
múltiples solicitudes de aplazamiento de la audiencia preparatoria que uno de los
defensores ha reclamado en pos de ejercer con plenas garantías el derecho de
defensa y que, precisamente, tras acoger dichas peticiones, el Juez de conocimiento
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lo ha diferido en varias oportunidades, por lo que el juicio de razonabilidad sobre los
motivos que rechazan la libertad sale avante en las decisiones así adoptadas y, por
ende, nugatoria la viabilidad misma de la acción por no configurar esas decisiones
vías de hecho.
Por lo demás, también lo ha señalado la doctrina de la Corte, la eventual libertad por
vencimiento de términos, configura una típica sanción al Estado por la inercia
demostrada en el regular adelantamiento de los procesos, pero no cuando superar
los mismos se explica a través de la propia dinámica de cuantos intervienen en su
consolidación integral, esto es, cuando el propio devenir de la actuación comporta
su eventual superación .

AHP 42048 (14-08-13) MP:GUSTAVO ENRIQUE MALO FERNÁNDEZ


Bogotá, D.C., catorce (14) de agosto de dos mil trece (2013).
CONSIDERACIONES
Ello, porque la Corte comparte la decisión del Tribunal, toda vez que fue el legislador
el que de manera expresa y clara definió que el término de 120 días para contabilizar
la causal de libertad por vencimiento de términos se computa a partir de la audiencia
de formulación de acusación y no desde el escrito acusatorio, como lo reguló, no se
puede negar, en ocasiones anteriores.
Una tal postura la ha avalado la Corte en otras oportunidades , al estimar que con la
última modificación implementada a la norma invocada, el legislador quiso, y así lo
determinó expresamente, que el término se computara de manera ininterrumpida
en días calendario, de nuevo a partir de la audiencia de formulación de acusación
adelantada ante el juez de la causa y no desde la presentación del escrito acusatorio
por parte de la Fiscalía.
De ello no hay duda, pues, si bien la acusación constituye un acto complejo, la
presentación del pliego de cargos y la audiencia de formulación de acusación, son
dos momentos totalmente diferentes y con regulación independiente en la
legislación procesal penal.
Esa diferencia se evidencia en las diferentes posturas asumidas por el legislador, no
solo por la forma como optó por regular dichos estadios procesales, sino por las
modificaciones que ha realizado al citado numeral 5° del artículo 317, pues, en un
primer y último momentos aludió expresamente a la audiencia de formulación de

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acusación, en tanto que, en una fase intermedia se refirió a la presentación del
escrito acusatorio, quedando así claro que no se trata de una confusión.
En suma, el legislador no solo determinó que el término para acceder a la libertad
provisional se cuenta desde la audiencia de formulación de acusación, sino también
que corresponde a 120 días ininterrumpidos.
Siendo ello así, le asiste razón a la Sala de primera instancia, cuando asegura que el
presupuesto procesal para empezar a descontar ese término, cual es la verificación
de la audiencia de formulación de acusación, no se ha cumplido hasta el momento.

AHP4621-2014 Radicación n° 44366 MP: FERNANDO ALBERTO CASTRO CABALLERO


Bogotá, D.C., once (11) de agosto de dos mil catorce (2014).
CONSIDERACIONES DEL DESPACHO
Al respecto la Sala tiene dicho que:
La vulneración al debido proceso por la dilación de los términos, no surge automática
del mero transcurso del tiempo, sino, como lo indica el propio texto constitucional,
de que esa extensión sea injustificada, esto es, que no obedezca a ningún motivo
que pueda ser calificado como razonable.
Ahora bien: resulta claro que para el Estado, que finalmente es en quien radica la
acción penal, existen múltiples y variadas sanciones procesales y extraprocesales por
la dilación injustificada de los términos de actuación en los asuntos penales. Las
causales de libertad por vencimiento de términos, son de las más conocidas; y, la
prescripción de la acción es la más grave de todas .
Y sobre el punto, la Corte Constitucional ha expresado que:
El debido proceso en lo penal se manifiesta en tres principios fundamentales…: el
debido proceso sin dilaciones injustificadas, la favorabilidad y la norma posterior. La
expresión "dilaciones injustificadas" del artículo 29 de la Constitución debe ser leída
a partir del artículo 228 ídem -cumplimiento de los términos- e interpretada a la luz
del artículo 7.5 de la Convención Americana de los Derechos Humanos, esto es,
"dilaciones injustificadas" debe entenderse que como "un plazo razonable" que es
necesario cumplir.
Para un cabal entendimiento del concepto de «plazo razonable» a que se refiere el
parágrafo 1º del artículo 317 de la Ley 906 de 2004, modificado por el artículo 61 de

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la Ley 1453 de 2011, se deben tener en cuenta tres elementos que permiten
determinar la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla el proceso, tales son:
(i) la complejidad del asunto; (ii) la actividad procesal del interesado; y, (iii) la
conducta de las autoridades judiciales (CSJ AHP, 17 May. 2013, rad. 41330).

AHP807-2015 Radicación n° 45421 MP: MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ MUÑOZ


Bogotá D.C., veinte (20) de febrero de dos mil quince (2015).
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Conforme al artículo 7º de la Ley 1095 de 2006, la Magistrada que aquí provee es
competente para desatar la impugnación, actuando como juez individual, dado que
integra la Corporación que funge como superior jerárquico de aquella a la que
pertenece el funcionario que emitió la providencia de primer grado.
En el sub lite, la petición de libertad provisional por vencimiento de términos fue
denegada en primera y segunda instancia. Según expusieron ambos funcionarios
judiciales, aunque habían transcurrido más de 120 días desde la audiencia de
acusación; si se tenía en cuenta que los aplazamientos por causa de la defensa y del
paro judicial no eran atribuibles a la Fiscalía ni la judicatura, el total resultante era
inferior al plazo legalmente consagrado para dar inicio a al juicio oral.
La normativa llamada a regular el asunto es el artículo 317 de la Ley 906 de 2004,
cuya versión actual –tras las modificaciones introducidas por las leyes 1142 de 2007
(Art. 30), 1453 de 2011 (Art. 61) y 1474 del mismo año (Art. 38)- estipula lo siguiente:
CAUSALES DE LIBERTAD. Las medidas de aseguramiento indicadas en los anteriores
artículos tendrán vigencia durante toda la actuación. La libertad del imputado o
acusado se cumplirá de inmediato y solo procederá en los siguientes eventos:
[…]
5. Cuando transcurridos ciento veinte (120) días contados a partir de la fecha de la
formulación de la acusación, no se haya dado inicio a la audiencia de juzgamiento.
PARÁGRAFO 1o. En los numerales 4 y 5 se restablecerán los términos cuando hubiere
improbación de la aceptación de cargos, de los preacuerdos o de la aplicación del
principio de oportunidad. No habrá lugar a la libertad cuando la audiencia de juicio
oral no se haya podido iniciar por maniobras dilatorias del imputado o acusado, o de

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su defensor, ni cuando la audiencia no se hubiere podido iniciar por causa razonable
fundada en hechos externos y objetivos de fuerza mayor, ajenos al juez o a la
administración de justicia. En todo caso, la audiencia se iniciará cuando haya
desparecido dicha causa y a más tardar en un plazo no superior a la mitad del
término establecido por el legislador en el numeral 5 del artículo 317 de la Ley 599
de 2000.
Los términos previstos en los numerales 4 y 5 se contabilizarán en forma
ininterrumpida.
PARÁGRAFO 2o. En los procesos que conocen los jueces penales de los circuitos
especializados, para que proceda la libertad provisional, los términos previstos en
los numerales 4 y 5 de este artículo se duplicarán.
PARÁGRAFO 1o <SIC, 3o.> En los procesos por delitos de competencia de los jueces
penales del circuito especializados, por delitos contra la Administración Pública y por
delitos contra el patrimonio económico que recaigan sobre bienes del Estado
respecto de los cuales proceda la detención preventiva, los términos previstos en los
numerales 4 y 5 se duplicarán cuando sean tres (3) o más los imputados o los delitos
objeto de investigación.
Según se extrae del texto legal, no puede contarse dentro del lapso de vencimiento,
el tiempo transcurrido por motivos atribuibles al procesado o la defensa, o por
causas razonables relacionadas con situaciones de fuerza mayor.
Respecto de este último evento, explicó la Corte Constitucional al analizar la
exequibilidad de la disposición transcrita, que «el condicionamiento atiende a que la
justificación de la causa razonable debe fundarse en hechos externos y objetivos
constitutivos de fuerza mayor, irresistibles e insuperables, ajenos al juez o a la
administración de justicia, verbi gratia, como ha indicado esta corporación en
anteriores oportunidades, en el caso de un ataque terrorista» (Sentencia C – 1198
de 2008).
Recientes pronunciamientos de la Sala de Casación Penal han establecido que el paro
judicial no constituye una causa razonable de aquellas que permiten la interrupción
de los términos legales para acceder a la libertad provisional, por cuanto ello «no es
atribuible al detenido ni a hechos externos ajenos a la administración de justicia, sino
al Estado, es decir, al cese de actividades de sus agentes -funcionarios y empleados
pertenecientes a la Rama Judicial-» (CSJ AHP, 24 Nov 2014, Rad. 45038).

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Por tanto, del plazo previsto para la instalación del juicio, solamente era posible
descontar el tiempo que correspondía a los aplazamientos provocados por la
defensa, no el relacionado con el cese de actividades judiciales. Sin embargo, dicho
término no es de 120 días, como consideraron los jueces de garantías de primer y
segundo nivel, e incluso el a quo de esta acción constitucional; sino de 240, en virtud
del parágrafo 2º de la disposición previamente citada, que duplica aquella cifra
cuando se trata de procesos por delitos de competencia de los juzgados
especializados, como sucede en el sub examine, en el que se procede por el punible
de desaparición forzada. (En el mismo sentido, CSJ AHP, 02 Oct 2012, Rad. 40057).

AHP6210-2015 Radicación n° 47004 MP: EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER


Bogotá D.C., veintiséis (26) de octubre de dos mil quince (2015).
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
En orden a analizar si las decisiones emitidas en sede de control de garantías,
reprochadas en la demanda, resultan violatorias de las prerrogativas superiores del
actor, impera precisar en primer término que por virtud del artículo 317-5 de la Ley
906 de 2004, modificado por el canon 4º de la Ley 1760 de 2015, «[l]a libertad del
imputado o acusado se cumplirá de inmediato […] [c]uando transcurridos ciento
veinte (120) días contados a partir de la fecha de presentación del escrito de
acusación, no se haya dado inicio a la audiencia de juicio». A la luz del parágrafo 1º
de dicha disposición, el término se duplica «cuando el proceso se surta ante la
justicia penal especializada».
De otra parte, el 3º parágrafo de la norma en cita consagra que si el juicio oral no ha
iniciado «por maniobras dilatorias del acusado o su defensor», no se contabilizará el
plazo procesal mencionado; mientras que si aquella vista pública no se ha instalado
«por causa razonable fundada en hechos externos y objetivos de fuerza mayor,
ajenos al juez o a la administración de justicia, la audiencia se iniciará o reanudará
cuando haya desaparecido dicha causa y a más tardar en un plazo no superior a la
mitad del término establecido por el legislador». Sobre el particular, la Colegiatura
tiene sentado lo siguiente:
[L]a eventual libertad por vencimiento de términos configura una típica sanción para
el Estado ante la desidia en el adelantamiento de la actuación, pero también que no
adolece de tal característica la actuación cuando la superación de los plazos
procesales encuentra explicación en la dinámica de quiénes han intervenido en su

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consolidación, esto es, cuando la manera cómo ha evolucionado la actuación ha
generado su contingente superación, de modo que la libertad provisional por tal
motivo no procede por la escueta comprobación del término previsto en la ley… (CSJ
AHP, 05 Feb 2014, Rad. 43165).
Al respecto, la jurisprudencia constitucional se ha expresado desde hace bastante
tiempo, de manera concurrente con el criterio esbozado, así:
[C]onsidera la Corte que mal podría concederse un beneficio a quien persigue con su
conducta dilatar injustificadamente el proceso, en detrimento del principio de
celeridad y eficacia que debe guiar a la administración de justicia. Claro está, que la
previsión legal que aquí se contempla, en forma alguna pretende hacer nugatorio el
derecho a la libertad del sindicado, pues si éste actúa de buena fe, cumpliendo de
manera seria y responsable sus cargas en el proceso, la demora en la realización de
la audiencia pública no le podrá ser imputada. (Sentencia C - 846 de 1999).
Descendiendo al sub judice, encuentra la Sala que el escrito de acusación fue
presentado por la Fiscalía el 20 de febrero de 2014, y aunque la respectiva audiencia
fue señalada para el 10 de abril siguiente, no pudo realizarse porque el INPEC no
remitió a algunos procesados, lo cual obligó a su reprogramación el 9 de mayo del
mismo año. Dicha circunstancia no le es atribuible a ninguno de ellos o a sus
defensores, por lo que el lapso de 78 días, opera en favor de su libertad.
Sin embargo, conforme al artículo 62 del estatuto adjetivo, «[d]esde cuando se
presente la recusación o se manifieste el impedimento del funcionario judicial hasta
que se resuelva definitivamente, se suspenderá la actuación», por tanto, tampoco
es factible incluir este período dentro del transcurrido para efectos de obtención de
la libertad (Cfr. CSJ AHP, 13 Nov 2014, Rad. 45002).
Dos días después, el plenario regresó a la oficina judicial a quo, la cual fijó fecha para
la audiencia de acusación, que se realizaría el 20 de octubre de 2014, pero debió
reprogramarse para el 26 de noviembre, dado que el INPEC nuevamente omitió
cumplir la remisión de algunos imputados. Este lapso de 62 días, ajeno a dichos
ciudadanos, debe contarse a su favor.
El 15 de diciembre del año pasado, el INPEC incumplió de nuevo su obligación de
trasladar a la totalidad de los internos, por lo que la diligencia se reprogramó para el
2 de febrero de 2015. Claramente, los 49 días comprendidos entre uno y otro
momento, deben adicionarse en el conteo que se viene realizando.

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Instalada la audiencia, el juzgador denegó la nulidad deprecada previamente, y
aunque la determinación fue apelada, el ad quem la confirmó el 3 de julio de esta
anualidad. Conforme al criterio previamente expuesto, este lapso es atribuible a los
procesados y la bancada defensiva, lo que impide tenerlo en cuenta.
Por último, es necesario precisar que en el sub examine algunos aplazamientos no
se produjeron por causa del representante judicial del actor sino de los apoderados
de sus compañeros de causa. Sin embargo, según tiene definido la Sala, el «retraso
[es] atribuible a la defensa de los procesados, la cual conforma una unidad o una
identidad de status» (CSJ AHP, 05 Feb 2014, Rad. 43165, entre muchos otros), por lo
que la tardanza ocasionada por la bancada de la defensa, entendida como un
conjunto, no puede ser alegada por uno de los enjuiciados como excusa para acceder
a la libertad por vencimiento de términos.

AHP1463-2016 Radicación No. 47.721 MP: EYDER PATIÑO CABRERA


Bogotá, D. C., once (11) de marzo de dos mil dieciséis (2016).
CONSIDERACIONES
no obstante haberse superado el plazo previsto en el numeral 5º del artículo 317 del
Código de Procedimiento Penal, no era procedente acceder a su pretensión, por
expresa prohibición del canon 199 de la Ley 1098 de 2006.
Sobre ese aspecto, esta Corporación ha señalado y lo ha reiterado , que es
improcedente la liberación del acusado por el vencimiento de los términos previstos
en el artículo 317 de la Ley 906 de 2004 (modificado por el artículo 61 de la Ley 1453
de 2011), cuando se trata de una de las conductas punibles señaladas en el artículo
199 de la Ley 1098 de 2006. Así lo explicó en providencia, CSJ SP, 30 may. 2012, Rad.
37668:
(…) Sobre el particular, ciertamente la Sala en la decisión que sirvió de fundamento
para negar el derecho a la liberación perseguido , señaló que cuando se trate de
delitos de homicidio o lesiones personales bajo modalidad dolosa, delitos contra la
libertad, integridad y formación sexuales o secuestro cometidos contra niños, niñas
y adolescentes, se aplicarán las distintas exclusiones de beneficios excarcelatorios
contemplados en el Código de la Infancia y la Adolescencia contenido en la Ley 1098
de 2006, bajo el entendido que el precepto 199 también comprende las

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concernientes a la libertad provisional, que en virtud de la prevalencia de los
derechos de los menores (art. 44 de la Constitución Política), se ve restringida por
así disponerlo el numeral 8 y parágrafo de esta norma, en forma tal que a las
personas imputadas, acusadas o condenadas por esa clase de reatos en que como
se dijo sean sujetos víctimas infantes y adolescentes, no les sea concedido ningún
tipo de beneficio, rebaja o prebenda legal o administrativa, salvo los beneficios por
colaboración eficaz únicos admitidos por la propia ley” (subraya fuera de texto).
La Sala encuentra acertado el anterior criterio, por las siguientes razones:
I) En cuanto es compatible con el concepto de interés superior del menor,
por encontrarse en un proceso formativo físico y mental que requiere una
especial protección, ante lo cual, como lo indica expresamente el artículo
44 de la Carta Política, sus derechos prevalecen sobre los demás y, por lo
tanto, su interés se maximiza en la vida jurídica. (…)
Tales nociones no pueden relegarse al plano de la abstracción; por el contrario,
deben tener manifestaciones concretas en el mundo jurídico y de ello no está alejado
el ámbito penal. De esa forma, se ha sostenido que en las actuaciones de esta
naturaleza en donde se vea involucrado un menor, bien como acusado o como
víctima, es necesario brindarle una protección especial. Y precisamente cuando sean
sujetos pasivos de conductas punibles sexuales, ello se traduce, como también lo
resalta la Corte Constitucional, en que:
“Las autoridades judiciales que intervengan en las etapas de investigación y
juzgamiento de delitos sexuales cometidos contra menores deben abstenerse de
actuar de manera discriminatoria contra las víctimas, estando en la obligación de
tomar en consideración la situación de indefensión en la cual se encuentra cualquier
niño que ha sido sujeto pasivo de esta clase de ilícitos.
En efecto, en la mayoría de estos casos, los responsables del abuso sexual son
personas allegadas al menor, aún con vínculos de parentesco, lo cual dificulta
enormemente la investigación del ilícito. Es usual asimismo que la víctima se
encuentre bajo enormes presiones psicológicas y familiares al momento de rendir
testimonio contra el agresor.
De tal suerte que constituiría acto de discriminación cualquier comportamiento del
funcionario judicial que no tome en consideración la situación de indefensión en la
que se encuentra el menor abusado sexualmente, y por lo tanto dispense a la víctima

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el mismo trato que regularmente se le acuerda a un adulto, omita realizar las
actividades necesarias para su protección, asuma una actitud pasiva en materia
probatoria, profiera frases o expresiones lesivas a la dignidad del menor o lo intimide
o coaccione de cualquier manera para que declare en algún u otro sentido o para
que no lo haga. Tales prácticas vulneran gravemente la Constitución y comprometen
la responsabilidad penal y disciplinaria del funcionario que las cometa.
En este orden de ideas, el interés superior del niño conduce necesariamente a que
los funcionarios judiciales modifiquen su actitud pasiva frente al menor víctima de
delitos sexuales en el curso de un proceso judicial, absteniéndose de cualquier
práctica discriminatoria” (subrayas fuera de texto).
La permisión de la libertad frente a las conductas punibles establecidas en el artículo
199 de la Ley 1098 de 2006 pone en riesgo la integridad fiscal y mental de los
menores, distanciándose del deber que asiste a los funcionarios judiciales de adoptar
medidas en aras de su protección y seguridad. (…)
La prohibición de tal gracia, de otro lado, permite enviar un mensaje contundente a
la sociedad, a la familia y al Estado de que la vida, la dignidad y la integridad de los
niños, niñas y adolescentes son bienes, como ya se dijo, de superior y mayor
jerarquía que deben ser tutelados con especial consideración y en el sentido de que
las violencias de género no son “delitos de bajo impacto”, sino, por el contrario,
delitos de altísimo impacto pues atentan contra la posibilidad de construir un
proyecto democrático de convivencia, de inclusión y de ejercicio real de los derechos
de nuestra infancia y adolescencia.
II) La prohibición de conceder el beneficio de libertad, además, se acompasa
con instrumentos internacionales suscritos por el Estado colombiano en
esta materia, a partir de los cuales surge imperativo la protección especial
que se debe brindar a los menores, especialmente cuando son víctimas de
delitos:
Así, empezando por el artículo 7 de la Carta Internacional de Derechos Humanos, de
acuerdo con el cual “Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a
igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda
discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal
discriminación”.

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Igualmente, el artículo 19 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
cuanto “Todo niño tiene derecho a las medidas de protección que su condición de
menor requieren por parte de su familia, de la sociedad y del Estado”, puesto que es
obligación de este último, a través de sus instituciones y autoridades, garantizar las
medidas que tiendan a proteger a los menores por su condición de inferioridad.
De la misma forma, el artículo 2 de la Declaración de los Derechos del Niño de la
Asamblea General de las Naciones Unidas de 1959 (…).
También el artículo 3° de la Convención sobre los Derechos del Niño, Asamblea
General de las Naciones Unidas de 1988 (…).
Así mismo, la Declaración de Ginebra de 1924 sobre los Derechos del Niño; los
artículos 23 y 24 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos de 1966 y el artículo 10 del
Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. (…)
Además, está a tono con el preámbulo, así como con los artículos 1, 2 y 13 de la
Constitución Política, pues resquebrajaría la efectividad de los derechos de los
menores y rompe la función otorgada a las autoridades no proteger adecuadamente
sus derechos y libertades. Adicionalmente, tiene en cuenta que por ser las víctimas
personas menores de edad, requieren un análisis sobre la igualdad material para,
según el artículo 13 de la Constitución Política, protegerlas de forma especial,
atendiendo sus condiciones de inferioridad.
III) La prohibición extendida a la libertad provisional obedece a una
interpretación del numeral 8° del artículo 199 de la norma en cuestión al
advertir que “Tampoco procederá ningún otro beneficio” y fruto de una
hermenéutica sistemática del precepto para los asuntos regidos por la Ley
906 de 2004, en tanto sí fue contemplada para los tramitados por la Ley
600 de 2000, como se señala en su parágrafo transitorio.
Así las cosas, las determinaciones adoptadas en primera y segunda instancias por los
Jueces 55 Penal Municipal de Bogotá y 34 Penal del Circuito de esta ciudad, que en
su momento actuaron con funciones de control de garantías, se advierten
razonables, toda vez que las mismas están debidamente motivadas y se avienen
tanto a la preceptiva legal como al criterio jurisprudencial de la Sala de Casación
Penal.
Además, aunque en decisión CSJ AHP, 18 nov. 2011, rad. 37877, se señaló que no
era procedente aplicar el artículo 199 de la Ley 1908 de 2006 para negar la libertad
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por vencimiento de términos, lo cierto es que esa decisión (tomada al interior de una
acción de hábeas corpus), no tiene la fuerza vinculante suficiente para diluir los
efectos de una determinación adoptada por el Pleno de la Sala de Casación Penal de
la Corte Suprema de Justicia, esto es, CSJ SP, 30 may. 2012, Rad. 37668.

AHP4592-2016 Radicación n° 48469 MP: JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA


Bogotá D.C., dieciocho (18) de julio de dos mil dieciséis (2016).
CONSIDERACIONES
4. Con anterioridad a la reforma introducida por el artículo 4º de la Ley 1760 de 2015,
el lapso mínimo para la procedencia de la libertad provisional por vencimiento de
términos consagrada en el numeral 5º del artículo 317 de la Ley 906 de 2004, se
contabilizaba a partir del “acto complejo de la acusación”, entendido como la
radicación del escrito de acusación y la celebración y culminación de la audiencia de
acusación, los cuales, como en reiteradas oportunidades ha aclarado esta
Corporación, son dos momentos procesales diferentes.
En ese orden, en lo que concierne a la causal invocada por el accionante, la libertad
del imputado procederá cuando “… transcurridos ciento veinte (120) días contados
a partir de la fecha de presentación del escrito de acusación, no se haya dado inicio
a la audiencia de juicio”.
Adicionalmente, de acuerdo con los parágrafos del artículo 317 de la Ley 906 de
2004, el referido término se duplicará cuando “… el proceso se surta ante la justicia
penal especializada, o sean tres (3) o más los imputados o acusados, o se trate de
investigación o juicio de actos de corrupción de que trata la Ley 1474 de 2011”, se
restablecerá en los casos en que “… hubiere improbación de la aceptación de cargos,
de los preacuerdos o de la aplicación del principio de oportunidad” y no se
contabilizará si “… la audiencia de juicio oral no se haya podido iniciar o terminar por
maniobras dilatorias del acusado o su defensor… ” o “… no se hubiere podido iniciar
o terminar por causa razonable fundada en hechos externos y objetivos de fuerza
mayor, ajenos al juez o a la administración de justicia…”.

AP5408-2016 Radicación n° 48682 MP:JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA


Bogotá D.C., veintidós (22) de agosto de dos mil dieciséis (2016).
CONSIDERACIONES

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La Juez Quinta Penal Municipal con Función de Control de Garantías de Bucaramanga
no dio curso a la audiencia de libertad provisional por vencimiento de términos
pretextando que el contradictorio no estaba debidamente conformado, porque el
apoderado de las víctimas no fue convocado a esa diligencia, situación que podía dar
lugar a la vulneración de los derechos de contradicción y defensa de dichos
intervinientes.
Esa determinación fue calificada de razonable, tanto por la propia funcionaria, en los
descargos de 10 de agosto de 2016, como por el Magistrado a quo, en el fallo
impugnado en principio, con respaldo en el auto CSJ 19 marzo 2015, rad. 45620, AHP
1420 – 2015, en el cual, ante un caso similar, se dijo:
… frente al caso concreto de la petición de libertad por parte de los defensores de
los procesados, la presencia en la audiencia de los representantes de la Fiscalía y de
las víctimas, no se tornaba obligatoria, bastando con garantizar a ellos su posible
intervención en la audiencia a través de la oportuna notificación de la fecha de su
celebración. De allí que sólo en el evento de no haber sido notificados o de
presentación por parte de ellos de una excusa válida para el juez, podía suspenderse
la audiencia en razón de su ausencia.
En concordancia, ambos funcionarios sostuvieron que la ausencia del apoderado de
las víctimas tornaba en inviable la realización de la diligencia, so pena de vulnerarse
el debido proceso de dichos intervinientes y que esa situación era imputable al
solicitante, quien tenía el «deber de suministrar los datos correctos y evitar
desgastes innecesarios de la administración de justicia»
2.2. Sin embargo, ese entendimiento no concuerda con la lectura integral del artículo
171 de la Ley 906 de 2004, cuyo texto es el siguiente:
CITACIONES. Procedencia. Cuando se convoque a la celebración de una audiencia o
deba adelantarse un trámite especial, deberá citarse oportunamente a las partes,
testigos, peritos y demás personas que deban intervenir en la actuación.
La citación para que los intervinientes comparezcan a la audiencia preliminar deberá
ser ordenada por el juez de control de garantías. –Resalta el Despacho-
De conformidad con esa norma, es un deber del juez de control de garantías ordenar
la citación oportuna de las partes, testigos, peritos y demás personas que deban
intervenir en la actuación, actividad que no está limitada a la mera transliteración de

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JHONATAN SALAMANCA RENGIFO
ABOGADO
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los datos consignados por el solicitante en el formato suministrado por la Oficina o
Centro de Servicios Judiciales.
La excusa de la insuficiencia de los datos consignados por el peticionario en el
formato de solicitud solo es razonable cuando de la información suministrada no es
posible identificar la actuación a la cual se hace referencia o la información necesaria
para notificar al convocado no está contenida en el expediente judicial.
Era deber de la Juez de Control de Garantías, con independencia de lo realizado por
el Juez Coordinador del Centro de Servicios Judiciales, verificar que las partes,
testigos, peritos y demás personas que debían intervenir en la audiencia de libertad
por vencimiento de términos fueran debidamente notificados, tal y como lo ordena
la norma citada.
La negativa a realizar la diligencia invocada, sustentada en la creencia de que la
notificación echada de menos tuvo origen en la simple negligencia del solicitante,
difumina el referido deber legal e impone una carga excesiva sobre el peticionario.
Además, tal comportamiento es contrario a los principios de lealtad procesal y buena
fe, pues como la propia Juez Quinta Penal Municipal con Función de Control de
Garantías de Bucaramanga adujo en el presente trámite constitucional, la condición
de apoderado judicial de las víctimas se encontraba debidamente reconocida en el
proceso.
Esa situación, al constituir una vía de hecho que obstruyó el acceso a la
administración de justicia del accionante, en armonía con lo expuesto
anteriormente, habilita la intervención del juez constitucional de hábeas corpus.
No sobra aclarar que, por tratarse de una petición de libertad por prolongación
ilegal, es desproporcionado remitir al peticionario, una vez más, ante el Juez de
Control de Garantías.
3. Resolución del segundo problema jurídico: Norma aplicable al caso y su
interpretación.
Puesto que la audiencia de juicio oral en contra de RAMIRO QUIROGA BENAVIDES -
a la fecha no concluida- inició el 16 de diciembre de 2014, esto es, bajo la vigencia
de las leyes 1453 y 1474, ambas de 2011 – reformadoras del artículo 317 de la Ley
906 de 2004-, cuyo texto no contenía la causal de libertad por él invocada, el
problema jurídico principal gira en torno de la determinación de la norma aplicable
y su interpretación.
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A continuación, se expondrá los rasgos jurídicos de la causal de libertad provisional
contenida en el numeral 6º del artículo 317 de la Ley 906 de 2004 (i); la
jurisprudencia de la Sala Penal de esta Corporación sobre el tránsito de normas
procesales y el principio de favorabilidad (ii); las dificultades para resolver el
problema jurídico a la luz de los precedentes y la línea jurisprudencial relacionada
(iii) y, finalmente, la solución que corresponde al presente caso (iv).
3.1. Los rasgos jurídicos de la causal 6ª de libertad provisional contenida en el
artículo 317 de la Ley 906 de 2004.
En este punto resulta trascendente explorar el origen de la mencionada causal (i);
qué problema jurídico pretende solucionar esa disposición (ii) y, por último, cuál es
su fundamento constitucional (iii).
Ese análisis ofrecerá un contexto apropiado para la comprensión del carácter
sustancial de las normas procesales que regulan el derecho fundamental a un plazo
razonable.
3.1.1. Origen de la causal 6ª de libertad provisional contenida en el artículo 317 de
la Ley 906 de 2004.
Bajo la vigencia de las reformas introducidas por las leyes 1453 y 1474, ambas de
2011, al artículo 317 de la Ley 906 de 2004 existía una indefinición del término
máximo que debía trascurrir entre la presentación del escrito acusatorio y el inicio
de la audiencia de formulación de acusación , problema que afectaba el
reconocimiento del derecho a la libertad provisional de los procesados cobijados con
detención preventiva.
Tal realidad propició que la Corte Constitucional, en la Sentencia C-390 de 2014,
declarara «la exequibilidad de la expresión “la formulación de la acusación” del
numeral 5 del artículo 317 de la ley 906 de 2004, en el entendido que la expresión
acusada hace referencia al acto de radicación del escrito de acusación y no al de
realización de la audiencia de lectura del mismo».
Se trascribe la motivación principal de esa determinación:
La ambigüedad de la norma demandada, genera una indeterminación respecto al
momento en que se debe empezar a contabilizar el término para obtener la libertad
por vencimiento del mismo. Si bien, en virtud de la interpretación que de la norma
ha hecho la Corte Suprema de Justicia, se ha entendido que la expresión acusada

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debe ser asimilada a la audiencia de formulación de acusación, ya que es el último
de los momentos procesales que conforman el acto complejo de la acusación, la Sala
considera que resulta inadmisible y que la única interpretación que resulta ajustada
a la Constitución, en aras de respetar los principios de legalidad y de presunción de
inocencia, además de salvaguardar los derechos fundamentales al debido proceso y
a la libertad, es entender que la “formulación de la acusación” se equipara a la
presentación del escrito de acusación.
Adicionalmente, esa Corporación moduló la decisión, difiriendo sus efectos hasta el
20 de julio de 2015, con el objetivo de que el Legislador expidiera la regulación
correspondiente.
En consecuencia, el Congreso de la República expidió la Ley 1760 de 2015, mediante
la cual reformó el artículo 317 de la Ley 906 de 2004.
El texto resultante, en lo que concierne al numeral 5º, es el siguiente:
5. Cuando transcurridos ciento veinte (120) días contados a partir de la fecha de
presentación del escrito de acusación, no se haya dado inicio a la audiencia de juicio.
–Resalta el Despacho-
Sin embargo, el Legislador no limitó su intervención a esa específica modificación,
pues adicionó una causal de libertad, cuya fórmula se trascribe:
6. Cuando transcurridos ciento cincuenta (150) días contados a partir de la fecha de
inicio de la audiencia de juicio, no se haya celebrado la audiencia de lectura de fallo
o su equivalente.
Esa disposición no entró en vigencia de inmediato porque se dispuso una prórroga
de un año, contada a partir de la promulgación de la Ley.
Finalmente, el órgano legislativo expidió la Ley 1786 de 2016, mediante la cual
prorrogó esa causal por un año más, desde el 1º de julio del mismo año, pero solo
«respecto de procesos ante justicia penal especializada, en los que sean tres (3) o
más los acusados contra quienes estuviere vigente la detención preventiva, o cuando
se trate de investigación o juicio de actos de corrupción de los que trata la Ley 1474
de 2011 o de cualquiera de las conductas previstas en el Título IV del Libro Segundo
de la Ley 599 de 2000 (Código Penal)»

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En conclusión, a partir de esa fecha entró en vigencia la causal de libertad por
vencimiento de términos contenida en el numeral 6º del artículo 317 de la Ley 906
de 2004, a excepción de los delitos sobre los cuales operó la prórroga allí señalada.
3.1.2. El problema jurídico que pretende solucionar la causal 6ª de libertad
provisional contenida en el artículo 317 de la Ley 906 de 2004.
Aunque la Corte Constitucional no exhortó al Legislador a adicionar la causal 6ª de
libertad, sino a ajustar lo concerniente al numeral 5º del artículo 317 de la Ley 906
de 2014, esa disposición responde a la necesidad de corregir una vulneración de
derechos fundamentales muy similar a la advertida por esa autoridad judicial.
Las similitudes son las siguientes:
i) El texto original del artículo 317 de la Ley 906 de 2004 –incluidas las reformas
introducidas por las leyes 1453 y 1474, ambas de 2011- no fijó un término máximo,
asociado con la libertad de los sujetos cobijados con detención provisional en caso
de su expiración, respecto del periodo trascurrido entre el inicio de la audiencia de
juicio oral y la diligencia de lectura de fallo.
ii) Esa situación dejaba la extensión de la actuación al arbitrio del juzgador, lo que
constituía un escenario propicio para eventuales dilaciones injustificadas y, en ese
orden, la vulneración del derecho a la libertad del procesado.
iii) La ausencia de límites temporales a la duración de la detención preventiva, en la
fase de juzgamiento, desconocía los principios de legalidad y proporcionalidad que
debían gobernar la medida de aseguramiento, además de las garantías que integran
el debido proceso, entre ellas la presunción de inocencia y el derecho a un proceso
sin dilaciones injustificadas.
En conclusión, la referida causal de libertad es el resultado del cumplimiento de una
orden constitucional destinada a superar un problema interpretativo que daba lugar
a un supuesto de hecho esencialmente igual al ahora regulado.
3.1.3. Fundamento constitucional de la causal 6ª de libertad provisional por
vencimiento de términos.
La Sala Penal de esta Corporación en el fallo de tutela CSJ STP 11 mayo 2016, rad.
84957, STP6017-2016, señaló que el artículo 317 del Código de Procedimiento Penal,
al igual que las otras normas de similares, constituyen un caso de especificación del
«derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable o a ser puesto en libertad»,

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pues en ellas no solo se consagra un límite temporal para realizar una actuación
determinada, también se establecen las consecuencias que se derivan de su
injustificado incumplimiento, por ejemplo, la libertad del procesado, el relevo del
funcionario a cargo de la investigación o la solicitud de terminación del proceso ante
el juez de conocimiento.
Las razones de esa afirmación están consignadas en la citada decisión, las cuales se
reproducen aquí, con algunas modificaciones.
En el marco del Estado de derecho, toda persona señalada de ser responsable de
una conducta punible tiene a su favor, además del derecho a la presunción de
inocencia, las garantías fundamentales a la contradicción, defensa, debido proceso
y a ser juzgada dentro de un término razonable.
Ese último concepto comporta una doble dimensión de justicia: La primera, la
expectativa de la comunidad -y por supuesto de las víctimas- de que los culpables
sean castigados prontamente y, la segunda, no menos importante, el derecho de los
inocentes a ser liberados lo más pronto posible de toda sospecha, así como de
cualquier cautela sobre su libertad personal y su patrimonio.
También es posible distinguir dos ámbitos de la mencionada garantía: Por un lado,
la duración del proceso, en conjunto, hasta que se produzca una decisión judicial
definitiva y, por otro, la permanencia del sujeto en detención preventiva mientras se
adelanta la investigación o juzgamiento.
El primero, como lo ha dicho la Corte Constitucional, con fundamento en los artículos
8.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos y los artículos 29 y 228 de la
Constitución Política, involucra la observancia de los términos judiciales y, por tanto,
en forma genérica, el derecho fundamental al debido proceso.
El segundo, se resalta, tiene una conexión primaria con los derechos a la presunción
de inocencia y libertad personal, por esa razón, en un sentido más estricto, se
enuncia como el «derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable o a ser puesto
en libertad».
Ese ámbito del plazo razonable está consagrado en los instrumentos internacionales
sobre derechos humanos debidamente ratificados por el Estado colombiano, cuyas
normas son las siguientes:

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i) Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, aprobado mediante la Ley 74
de 1968. Artículo 9.3:
Toda persona detenida o presa a causa de una infracción penal será llevada sin
demora ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones
judiciales, y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta
en libertad. La prisión preventiva de las personas que hayan de ser juzgadas no debe
ser la regla general, pero su libertad podrá estar subordinada a garantías que
aseguren la comparecencia del acusado en el acto del juicio, o en cualquier otro
momento de las diligencias procesales y, en su caso, para la ejecución de fallo. –
Resalta el Despacho-
ii) Convención Americana sobre Derechos Humanos, aprobada mediante la Ley 16
de 1972. Artículo 7.5:
Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro
funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales, y tendrá derecho
a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio
de que continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a garantías que
aseguren su comparecencia en el juicio. –Resalta el Despacho-
Tales disposiciones, como lo ha dicho esta Sala, -CST STP, 20 abril 2016, rad. 85216,
STP4883-2016- integran el bloque de constitucionalidad, por remisión del inciso
segundo del artículo 93 de la Constitución Política, según el cual los derechos y
deberes consagrados en ella se han de interpretar de conformidad con los tratados
internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia, y también a
través de lo dispuesto por el canon 94 ibídem, en el sentido de que la enunciación
de derechos y garantías efectuada por la Carta y los convenios internacionales
vigentes no comportan la negación de otros que, siendo inherentes a la persona, no
figuren expresamente en ellos.
La negativa a reconocer la procedencia de la libertad por vencimiento de términos
justifica la detención o prisión provisional de la persona procesada durante todo el
proceso, lapso que podría ser equivalente a la anticipación de la pena y, por esa
razón, constituye una vulneración del derecho a la presunción de inocencia. Los
imputados o acusados no solo deben ser considerados inocentes hasta que se les
pruebe lo contrario, también deben ser tratados como tal.

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No obstante, en la jurisprudencia del sistema interamericano de derechos humanos,
el concepto de «derecho al plazo razonable» no significa un tiempo cuantificado en
días, meses o años, sino la valoración de las circunstancias justificativas que dieron
lugar a la prolongación de la actuación judicial. En ese sentido, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, siguiendo la doctrina del Tribunal Europeo
de Derechos Humanos, ha empleado tres criterios de análisis: «(i) la complejidad del
asunto, (ii) la actividad procesal del interesado y (iii) la conducta de las autoridades
nacionales»
Aunque esos criterios deben ser empleados por los jueces nacionales para resolver
asuntos complejos, dada la indeterminación del concepto «dilaciones injustificadas»
del artículo 29 de la Constitución Política, no puede perderse de vista la existencia
de la normatividad y jurisprudencia nacional vigente sobre los «términos
perentorios» en las actuaciones procesales, los cuales han sido enunciados en
unidades de tiempo cuantificables en días, meses o años.
Sobre el específico tema de la duración de la privación temporal de la libertad,
aspecto pertinente para el caso en estudio, la Corte Constitucional ha considerado
lo siguiente:
En ausencia de determinación legal, el concepto indeterminado "dilaciones
injustificadas", debe deducirse en cada caso concreto con base en pautas objetivas
que tomen en cuenta, entre otros factores, la complejidad del asunto, el tiempo
promedio que demanda su trámite, el número de partes, el tipo de interés
involucrado, las dificultades probatorias, el comportamiento procesal de los
intervinientes, la diligencia de las autoridades judiciales etc. Sin embargo, en ciertos
casos, es el propio legislador, en guarda de valores superiores, el que determina el
contenido y alcance del aludido concepto, para lo cual establece términos
perentorios cuyo incumplimiento desata consecuencias que bien pueden mirarse
como riesgos conscientemente asumidos por el ordenamiento para no lastimar un
bien superior. En estos eventos, el derecho fundamental a un proceso público sin
dilaciones injustificadas, adquiere prevalencia sobre consideraciones puramente
orgánicas y funcionales propias del aparato de la justicia.
Precisamente, la fijación legal de un término máximo de duración de la detención
provisional, obedece al enunciado propósito. La duración de la privación temporal
de la libertad, aplicable a las etapas de investigación y juzgamiento, consulta en una
sociedad democrática el delicado equilibrio que debe mantenerse entre el interés

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legítimo del Estado de perseguir eficazmente el delito y sancionar a los culpables y,
de otro lado, la necesidad de asegurar la libertad de las personas y la posibilidad de
garantizar un proceso justo e imparcial.” –Resalta el Despacho-
En la determinación de los términos procesales, ha dicho ese tribunal, el Legislador
tiene una amplia potestad, limitada únicamente por los principios de razonabilidad
y proporcionalidad, y el fin que en general persiguen las formas procesales, el cual
es permitir la realización del derecho sustancial, sin embargo, también ha aclarado
que cuando está en juego la libertad de las personas, su indeterminación o
inexistencia conduce a la violación de los principios y derechos constitucionales.
De lo anterior pueden extraerse dos importantísimas conclusiones.
La primera, la determinación de los términos y sus consecuencias procesales, en
particular sobre la detención preventiva, corresponde al Legislador, de conformidad
con la cláusula general de competencia del Congreso de la República para la
expedición de las leyes, no obstante, la indeterminación o supresión de los mismos
es incompatible con las garantías fundamentales de nuestro sistema normativo.
Por esa misma razón, tampoco puede el intérprete judicial crear o amplificar tales
indeterminaciones.
La segunda, aunque el Legislador, de hecho, en ejercicio de la libertad de
configuración legislativa que le corresponde, suprima el término para la
presentación del escrito de acusación, inicio de la audiencia preparatoria o la
celebración de la audiencia de lectura de fallo, la consecuencia que se derivaría de
tal determinación no es la eliminación del «derecho a ser juzgado dentro de un plazo
razonable o a ser puesto en libertad», pues el legislador ordinario, y probablemente
también el constituyente, carece de competencia para derogar una garantía
fundamental contenida en el bloque de constitucionalidad.
Aún en ese contexto extremo, los jueces estarían en la obligación de valorar si la
dilación procesal denunciada es injustificada y, por tanto, el tiempo de la detención
preventiva resulta desproporcionada, conforme a la doctrina de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos sobre la materia.
3.2. La jurisprudencia de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia sobre el
tránsito de normas procesales y el principio de favorabilidad.

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Esta Corporación ha sostenido, en diferentes oportunidades , que no existe discusión
alguna en torno al reconocimiento y declaratoria de la favorabilidad en los casos de
sucesión de leyes y en la coexistencia de normas de derecho material, así como de
las instrumentales, siempre que de ellas se deriven efectos sustanciales.
Esa línea jurisprudencial está sustentada en los artículos 6º del Código Penal -Ley 599
de 2000- y 6º del Código de Procedimiento Penal -Ley 906 de 2004- y en la fuerza
vinculante de las normas de superior jerarquía como el artículo 29 de la Constitución
Política y los artículos 9° de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
(Pacto de San José de Costa Rica, adoptado mediante Ley 16 de 1972) y 15.1 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Ley 74 de 1968), incorporados al
«bloque de constitucionalidad».
En lo que concierne el rasgo diferenciador de las normas procesales con efectos
sustanciales respecto de las netamente instrumentales, la Sala ha dicho lo siguiente:
En la medida en que por razón de su limitación, ampliación, consagración,
eliminación, etc. pueden verse afectadas -positiva o negativamente- garantías
fundamentales, característica ésta que es -en el fondo- lo que permite calificar que
una norma instrumental alcance esa condición.
Adicionalmente, ha señalado el carácter sustancial de las disposiciones procesales
que afectan la esfera de la libertad del individuo:
[E]l baremo o medida de valoración para la determinación de la aplicación
retroactiva de la ley penal favorable no está en que el precepto invocado forme parte
del derecho penal material, sino en que el mismo afecte esferas de libertad del
individuo, por lo que es frecuente encontrar en los códigos de procedimiento penal
normas de indiscutible naturaleza sustantiva.
Pese a la claridad de esos enunciados, la inclusión de las causales de libertad por
vencimiento de términos en la categoría de normas procesales con efectos
sustantivos no ha sido pacífica.
Bajo la vigencia de la Ley 1453 de 2011, la cual introdujo algunos cambios
significativos en el artículo 317 de la Ley 906 de 2004, se suscitaron algunos
problemas relacionados con la procedencia de las figuras de la ultraactividad y
retroactividad de las causales de libertad, en virtud del principio de favorabilidad.

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En el auto de única instancia de 22 de julio de 2011, rad. 36926, la Sala Penal, en
pleno, abordó el asunto desde la óptica de la línea jurisprudencial y los conceptos
anteriormente reseñados. Se trascribe un fragmento de esa decisión por su
relevancia:
… [L]a favorabilidad resulta de obligatoria aplicación –entre otros- en casos como la
regulación de las causales de libertad, y más concretamente la 5 del art 317 de la Ley
906/04, modificado por el art 30 de la Ley 1142/07 y éste a su vez por el art 61 de la
Ley 1453/11, bajo análisis, si en cuenta se tiene que esta última legislación introdujo
ingredientes que aunque cronológicos (por lo cual comportan naturaleza procesal)
no hay duda que proyectan efectos sustanciales, en la medida en que reclaman
estrecha relación con la garantía fundamental de la libertad .
Nótese cómo la norma original de la Ley 906/04 consagraba la excarcelación cuando
habiendo trascurrido 60 días (ininterrumpidos) desde la formulación de acusación
no se había dado inicio al juicio oral, precisándose por la jurisprudencia que esa
“formulación de acusación” debía entenderse satisfecha con o a partir de la
presentación del escrito de acusación.
Ese plazo –bajo el mismo condicionamiento- fue ampliado a 90 días (igualmente
ininterrumpidos) por el art 30 de la Ley 1142/07, y a su turno a 120 días (conforme
al calendario) por el art 61 de la L 1453/11.
Esa sucesión de leyes en el tiempo, con tránsito de legislaciones de por medio,
estructura las condiciones exigidas para que se aplique la favorabilidad, desde luego
bajo el entendido que la original norma (L 906) es más ventajosa que la intermedia
(L 1142/07, 30) y ésta a su vez más favorable que la actual (L 1453/11, 61), de todo
lo cual puede predicarse que un delito cometido en vigencia del original art 317
apareja causal de libertad por el transcurso de los 60 días señalados en la norma, con
preferencia sobre los 120 que señala la más reciente legislación.
Obsérvese que las aludidas modificaciones normativas no se refieren a la simple
ampliación de un término o plazo para llevar a cabo una actuación. No. Porque si
bien es cierto que es clara la prolongación cronológica, no lo es menos que ella fue
concebida para efectos de libertad, esto es, para proteger o para afectar –como se
quiera- aquella garantía fundamental. En ello radica la diferencia -por ejemplo- con
la simple ampliación del término de investigación que regula el art 49 de la Ley 1453,
respecto del cual ninguna favorabilidad –per se-, es predicable. –Resalta el
Despacho-
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Esa decisión, al igual que la línea jurisprudencial en la que se fundamenta, no fue
seguida por algunos Magistrados de la Sala Penal de esta Corporación en los
pronunciamientos de segunda instancia en el trámite de las acciones
constitucionales de hábeas corpus.
En el auto de 11 de noviembre de 2011, rad. 37877, se dijo que la regla aplicable era
el artículo 61 de la Ley 1453 de 2011, porque se trataba de una disposición procesal
de efecto inmediato, de conformidad con el artículo 40 de la Ley 153 de 1887.
En esa decisión se afirmó que la Ley 1453 de 2011 contenía dos tipos de normas:
«Las unas de clara estirpe procedimental, sin ningún efecto sustancial; y las otras,
también reguladoras del trámite, pero contentivas de efectos claramente favorables
al procesado».
Pese a que allí se indicó que el artículo 61 ejusdem, correspondía al segundo grupo,
porque «modifica el artículo 317 de la Ley 906 de 2004, reseña las causales de
libertad y, en particular, como antes se anotó, incrementa a 120 días, contados
desde la formulación de acusación, el lapso que debe discurrir, sin que se abra la
audiencia de juicio oral, para obtener la libertad por vencimiento de términos», se
negó el reconocimiento de la ultraactividad de la norma más favorable, porque:
Así, se evita la paradoja que resulta de cumplir el funcionario los términos, conforme
normas procedimentales de aplicación inmediata, pero a la vez estimar vencidos los
mismos para así facultar una libertad que, por lo demás, carece de soporte material
si se entiende que la excarcelación basada en esa causal opera precisamente como
castigo al Estado por su negligencia. –Resalta el despacho-
Posteriormente, en el auto de 14 de febrero de 2013, rad. 40686, frente a un caso
en el que también se alegó la ultraactividad de la disposición más favorable, se
desestimó el pedido de libertad porque, tal solicitud:
… desconoce que la ley 906 de 2004 es de naturaleza instrumental, normas a las que
les corresponde la categoría de orden público, de obligatorio e inmediato
acatamiento, como lo dispone el artículo 40 de la Ley 153 de 1887, conforme al cual,
las leyes concernientes a la sustanciación y ritualidad de los juicios prevalecen sobre
las anteriores desde el momento en que deben empezar a regir; y que los términos
que hubieren empezado a correr, y las actuaciones y diligencias que ya estuvieren
iniciadas, se regirán por la ley vigente al tiempo de su iniciación.

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A juzgar por las respuestas de las autoridades accionadas y de los razonamientos
consignados en la decisión impugnada en el presente trámite, estas últimas
providencias han orientado la praxis judicial actual.
En resumen, de la revisión de la jurisprudencia de la Sala Penal de esta Corporación
se observan dos tendencias:
La primera, ajustada a la línea jurisprudencial donde se ubican las causales de
libertad por vencimiento de términos en la categoría de normas procesales con
efectos sustanciales, respecto de las cuales no existe restricción frente a las figuras
de la ultraactividad y retroactividad;
La segunda, apegada al carácter de orden público de las normas procedimentales y,
por tanto, a la regulación contenida en el artículo 40 de la Ley 153 de 1887, hoy
modificada por el artículo 624 del Código General del Proceso, sin efectuar distinción
alguna entre disposiciones instrumentales y aquellas que, además, producen efectos
sustanciales o en la que se niegan las consecuencias normativas de esa
diferenciación.
3.3. Dificultades para resolver el problema jurídico desde la perspectiva de los
precedentes y la línea jurisprudencial reseñadas.
En lo que sigue se intentará responder al problema jurídico desde la perspectiva del
análisis efectuado en el acápite anterior.
3.3.1. Las providencias CSJ AP, 11 noviembre de 2011, rad. 37877 y CSJ AP, 14 febrero
2013, rad. 40686, se apartan radicalmente de la línea jurisprudencial sobre el
carácter sustancial de las normas procesales que afectan la esfera de la libertad del
individuo y, además, desconocen el fundamento constitucional de las causales
contenidas en el artículo 317 de la Ley 906 de 2004, en tanto suponen que la
excarcelación allí dispuesta es un «castigo al Estado» y no una especificación del
derecho fundamental de toda persona a ser juzgada dentro de un plazo razonable o
a ser puesta en libertad.
Ahora, aunque se hiciera abstracción de esas objeciones, la aplicación del artículo 40
de la Ley 153 de 1887, modificado por el artículo 624 de la Ley 1564 de 2012, plantea,
respecto de la causal 6ª de libertad, una dificultad adicional.
El contenido de la norma citada es el siguiente:

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Las leyes concernientes a la sustanciación y ritualidad de los juicios prevalecen sobre
las anteriores desde el momento en que deben empezar a regir.
Sin embargo, los recursos interpuestos, la práctica de pruebas decretadas, las
audiencias convocadas, las diligencias iniciadas, los términos que hubieren
comenzado a correr, los incidentes en curso y las notificaciones que se estén
surtiendo, se regirán por las leyes vigentes cuando se interpusieron los recursos, se
decretaron las pruebas, se iniciaron las audiencias o diligencias, empezaron a correr
los términos, se promovieron los incidentes o comenzaron a surtirse las
notificaciones.
La competencia para tramitar el proceso se regirá por la legislación vigente en el
momento de formulación de la demanda con que se promueva, salvo que la ley
elimine dicha autoridad. –Resalta el Despacho-
Dado que el texto original del artículo 317 de la Ley 906 de 2004 y las reformas
introducidas por las leyes 1453 y 1474, ambas de 2011, no señalaban un lapso
máximo entre la fecha de inicio de la audiencia de juicio y la celebración de la
diligencia de lectura de fallo o su equivalente, asociado a la libertad del enjuiciado,
no es posible afirmar que, respecto de las actuaciones iniciadas con anterioridad a la
Ley 1786 de 2016, está en curso un término para obtener la excarcelación, favorable
o desfavorable para el procesado.
La aplicación irreflexiva, en el presente caso, del artículo 40 de la Ley 153 de 1887,
modificado por el artículo 624 de la Ley 1564 de 2012, tiene como consecuencia
práctica que se toleren, a partir del 1º de julio de 2016, en el marco de los juicios
penales, casos injustificados de trato desigual hacia algunos procesados.
Los sujetos que sean procesados, desde esa fecha, adquieren el derecho
fundamental a ser puestos en libertad provisional, “cuando transcurridos ciento
cincuenta (150) días [o el doble de ese tiempo en atención a las circunstancias
especiales señaladas por el Legislador] contados a partir de la fecha de inicio de la
audiencia de juicio, no se haya celebrado la audiencia de lectura de fallo o su
equivalente”, tal y como lo dispone el novísimo numeral 6º del artículo 317 de la Ley
906 de 2004.
Paralelamente, quienes estén cobijados con medidas de detención provisional, a
causa de un proceso iniciado con anterioridad a esa misma fecha, permanecerán
privados de la libertad, de forma indefinida, sin importar las prórrogas,

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aplazamientos y demás moratorias ocurridas durante el juzgamiento, no atribuibles
a maniobras dilatorias suyas o de su defensor o por causa razonable fundada en
hechos externos y objetivos de fuerza mayor, ajenos al juez o a la administración de
justicia.
Esa solución es inaceptable porque fue, precisamente, tal vulneración de los
derechos fundamentales la que dio origen a la Sentencia C-390 de 2014 y a la Ley
1760 de 2015.
3.3.2. Por otro lado, aunque la línea jurisprudencial y la providencia CSJ AP, 22 julio
2011, rad. 36926, ofrecen la claridad suficiente para afirmar, sin lugar a dudas, que
el numeral 6º del artículo 317 de la Ley 906 de 2004, al igual que las demás causales
de libertad por vencimiento de términos, no son meras disposiciones
instrumentales, por cuanto producen efectos sustanciales, se observa una dificultad
insalvable en cuanto al cumplimiento de los requisitos jurisprudenciales que
habilitan la aplicación del principio de favorabilidad.
La Sala Penal de esta Corporación ha decantado cuatro exigencias necesarias para
la aplicación del mencionado principio en los casos de sucesión de leyes procesales,
los cuales se enuncian a continuación:
i) Que se trate de una norma procesal de la cual se deriven efectos sustanciales.
ii) La disposición invocada ofrezca ventajas al procesado.
iii) Que no se afecte la estructura del Sistema Penal Acusatorio.
iv) Por último, los preceptos jurídicos que se suceden en el tiempo o coexisten,
regulen la misma materia y prevean el mismo supuesto de hecho.
El primer requisito se cumple de conformidad con el análisis que se hizo
anteriormente. También se satisfacen las dos exigencias siguientes: Sin duda, es más
favorable para el procesado la fijación de un término límite en relación con la
privación provisional de la libertad y de ninguna manera se afecta la estructura del
sistema penal acusatorio debido a ese reconocimiento, puesto que la norma
invocada no altera el decurso del proceso, modifica las reglas que orientan la relación
adversarial entre las partes o resta valor a las actuaciones realizadas.
No puede decirse lo mismo sobre el requisito restante.

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Si bien el artículo 317 de la Ley 906 de 2004 regula, en su integridad, los términos y
condiciones para acceder a la libertad provisional, existiendo de esa manera
identidad de materia, el numeral 6º, creado por la Ley 1760 de 2015, prevé un
supuesto de hecho no previsto en el texto original del Código de Procedimiento
Penal o las reformas introducidas por las leyes 1453 de 2011 y 1474 de 2011.
En virtud de esa deficiencia, el principio de favorabilidad, en sentido estricto, no
puede ser empleado como pauta rectora para determinar la norma aplicable al caso
en estudio.
3.4. La solución del problema jurídico.
El principio de favorabilidad, en tanto es un componente básico del derecho
fundamental al debido proceso, contemplado en el artículo 29 de la Constitución
Política, es una regla interpretativa que permite al juzgador determinar, en los casos
de sucesión de leyes o coexistencia de normas, si una disposición sustantiva, o
procesal que produce efectos sustanciales, beneficiosa para el procesado o
condenado, debe ser aplicada de forma ultraactiva o retroactiva. Sin embargo, ese
no es el único parámetro disponible.
Los principios pro homine y de igualdad de trato cumplen una función muy similar.
Como se dijo anteriormente [Cfr. Acápite 3.1.3], las causales de libertad por
vencimiento de términos son una especificación del derecho al plazo razonable. Al
ser esa una garantía fundamental, internacionalmente protegida, adquiere
relevancia el principio pro homine. El cual es entendido como:
… [U]n criterio de interpretación del derecho de los derechos humanos, según el cual
se debe dar a las norma la exégesis más amplia posible, es decir, se debe preferir su
interpretación extensiva, cuando ellas reconocen derechos internacionalmente
protegidos. A contrario sensu, debe optarse por la interpretación más restringida
cuando se trata de establecer restricciones o suspensiones al ejercicio de tales los
derechos.
Adicionalmente, el principio de igualdad puede ser empleado para resolver aspectos
relacionados con la determinación de la norma aplicable. Así lo ha señalado esta
Corporación en los precedentes CSJ AP, 4 de mayo 2005, rad. 23567 y CSJ AP, 19 julio
2005, rad. 23910, respecto de la implementación gradual del Sistema Penal
Acusatorio. Análisis que, mutatis mutandis, contribuye a la solución del problema
jurídico:
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La igualdad se halla instalada en el ordenamiento jurídico supremo como principio y
regla y a partir de tal recepción configura un derecho y una garantía.
En su condición de principio irradia al resto del ordenamiento, constituye una guía
de apreciación y, al mismo tiempo, se define como un mandato de optimización.
Mandato que no es disponible para los poderes constituidos, y que por tanto
conforma una directriz fuerte en la aplicación de la Ley a un caso concreto.
El principio de igualdad constitucional se integra con el concepto de ser mirado como
igual y con el de recibir igual tratamiento. En su condición de derecho habilita a los
individuos dentro del sistema la facultad de formular oposición frente a normas o
actos violatorios de aquel principio en términos generales o francamente
discriminatorios desde lo específico, estatus negativo, o de exigir algún
comportamiento determinado de los poderes públicos, estatus positivo.
Y, finalmente, en su condición de garantía, aunque sustantiva y no meramente
procesal, en tanto constituye un presupuesto para la efectividad de las diversas
libertades o derechos.
Por lo tanto, la igualdad como principio y garantía tiende a condicionar a los poderes
públicos en cuanto al grado de su consideración a la hora de reglar, omitir o actuar.
La igualdad como derecho interrelaciona con el resto de los derechos
fundamentales, es presupuesto de su ejercicio y está alcanzado por el principio
constitucional que establece que no hay derechos en su ejercicio absoluto.
En el campo específico del derecho procesal, la jurisprudencia constitucional tiene
establecido que "El someter las controversias a procedimientos preestablecidos e
iguales no sólo garantiza el derecho de defensa: realiza, en primer lugar y
principalmente, el principio de igualdad ante la ley, en el campo de la administración
de justicia. Y asegura eficazmente la imparcialidad de los encargados de administrar
justicia, mediante la neutralidad del procedimiento".
Pero el texto de la ley no es, por sí mismo, susceptible de aplicarse mecánicamente
a todos los casos, y ello justifica la necesidad de que el juez lo interprete y aplique,
integrándolo y dándole coherencia, de tal forma que se pueda realizar la igualdad en
su sentido constitucional más completo.
En concordancia, frente al trato desigual hacia algunos procesados, en el marco de
los juicios penales, que resultaría de la aplicación irreflexiva del artículo 40 de la Ley
153 de 1887, modificado por el artículo 624 de la Ley 1564 de 2012 y la imposibilidad
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jurídica de habilitar la retroactividad del numeral 6º del artículo 317 de la Ley 906 de
2004, por favorabilidad, esto es, proceder como si esa disposición hubiese estado
vigente con anterioridad al 1º de julio de 2016, la solución coherente con el orden
constitucional y consecuente con la eficacia de las garantías fundamentales, es el
empleo de la interpretación favorable más amplia posible que permita asegurar la
primacía del principio a la igualdad y de los derechos humanos involucrados.
Lo anterior significa que la causal de libertad por vencimiento de términos, contenida
en el numeral 6º del artículo 317 de la Ley 906 de 2004, procede respecto de todos
los procesos penales, incluidos los iniciados con anterioridad al 1º de julio de 2016,
salvo cuando se trate de los delitos sobre los cuales operó la prórroga señalada en la
Ley 1786 de 2016.
En cuanto a las audiencias de juicio oral iniciadas con anterioridad al 1º de julio de
2016, aplica el mismo razonamiento, pero hecha la aclaración de que el término de
los 150 días, o el doble en atención a las circunstancias especiales señaladas por el
Legislador, se cuenta desde esa fecha, dado que no se trata de la aplicación del
principio de favorabilidad en sentido estricto.
Solo a través de esas determinaciones se asegura, por un lado, la eficacia de los
derechos fundamentales de todas las personas a recibir un trato judicial igualitario y
a ser juzgadas dentro de un plazo razonable o a ser puestas en libertad y, por otro,
el respeto del estatus de orden público de las normas procesales.

AHP6640-2016 Radicación n° 48947 MP: JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA


Bogotá D.C., veintinueve (29) de septiembre de dos mil dieciséis (2016).
CONSIDERACIONES
Las causales de libertad provisional como casos de especificación del «derecho a ser
juzgado dentro de un plazo razonable o a ser puesto en libertad».
En las providencias CSJ STP 11 mayo 2016, rad. 84957, STP6017-2016 y CSJ AP, 22
agosto 2016, rad. 48682, AP5408-2016, se ha insistido en la necesidad de diferenciar
los dos ámbitos que involucra la garantía fundamental de toda persona a ser juzgada
dentro de un plazo razonable. Por un lado, la duración del proceso, en conjunto,
hasta que se produzca una decisión judicial definitiva y, por otro, la permanencia del
sujeto en detención preventiva mientras se adelanta la investigación o juzgamiento.

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En los precedentes reseñados también se ha destacado que el «derecho a ser
juzgado dentro de un plazo razonable o a ser puesto en libertad», tiene una conexión
primaria con la presunción de inocencia porque, en casos extremos, la detención o
prisión provisional de la persona procesada podría ser equivalente a la condena
fijada para el delito por el cual se le procesa y, en consecuencia, traducirse en una
anticipación de la pena.
Además, esa garantía fundamental se encuentra reconocida en el Artículo 29 de la
Constitución Política y los artículos 9.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y 7.5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos , que al ser
instrumentos internacionales sobre derechos humanos debidamente ratificados por
el Estado colombiano, integran el bloque de constitucionalidad .
Aunque la norma constitucional y las disposiciones convencionales, en tanto están
referidas a los conceptos «dilaciones injustificadas» y «plazo razonable», no indican
un término concreto, cuantificado en días, meses o años, el Estado colombiano ha
cualificado los mecanismos legales tendientes a superar esa indeterminación.
En concordancia, las causales de libertad por vencimiento de términos, contenidas
en los numerales 4, 5 y 6 del artículo 317 de la Ley 906 de 2004, creadas o
modificadas por las Leyes 1760 de 2015 y 1786 de 2016, constituyen un caso de
especificación de esa garantía convencional , en tanto regulan los «términos
perentorios» entre diferentes actuaciones procesales y las consecuencias jurídicas
relacionadas con la libertad del procesado, en caso de su incumplimiento.
Esa es la razón por la cual se afirmó, en la providencia CSJ AP, 22 agosto 2016, rad.
48682, AP5408-2016, que tales normas, sin lugar a dudas, también tienen un
carácter sustancial.
Por otro lado, en la sentencia de tutela CSJ STP 11 mayo 2016, rad. 84957, STP6017-
2016, se aclaró que, de acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Constitucional,
cuando está en juego la libertad de las personas, la indeterminación de los términos
conduce a la violación de los principios y derechos constitucionales. Además, que el
legislador ordinario, y probablemente también el constituyente, carece de
competencia para derogar el «derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable o
a ser puesto en libertad», por ser esa una garantía fundamental contenida en el
bloque de constitucionalidad.

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En ese contexto, corresponde a los jueces constitucionales, de control de garantías
o de hábeas corpus, evaluar si la dilación denunciada es injustificada y, por tanto, el
tiempo de la detención preventiva resulta desproporcionada, conforme a la
jurisprudencia del Sistema Interamericano de Derechos Humanos sobre el «plazo
razonable» y de la Corte Constitucional en relación con el concepto «dilaciones
injustificadas» contenido en el artículo 29 de la Constitución Política.
En conclusión, en el marco del Estado social de derecho colombiano, el respeto
estricto de las causales de libertad por vencimiento de términos y la evaluación de
las circunstancias que dieron lugar a la prolongación de la actuación judicial, en los
casos de indeterminación legal —total o parcial, definitiva o temporal —del
«derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable o a ser puesto en libertad»,
constituyen un imperativo de orden constitucional.
En ese sentido, cuando el funcionario judicial acude a criterios diferentes a los
previstos en el Código de Procedimiento Penal para negar el pedido de libertad o se
apoya en la inexistencia de una norma sobre la materia, incurre en la vulneración de
las garantías fundamentales del procesado y en una inaceptable denegación de
justicia.
3. Criterios que debe tomar en cuenta el juez constitucional, de control de garantías
o de hábeas corpus, en los casos en los que existe indeterminación legal —total o
parcial, definitiva o temporal—del plazo razonable.
La jurisprudencia del Sistema Interamericano de Derechos Humanos ha decantado
tres criterios de análisis para evaluar las circunstancias justificativas en los casos en
los que se ha censurado la prolongación de una actuación judicial, los cuales se
enuncia a continuación:
(i) la complejidad del asunto, (ii) la actividad procesal del interesado y (iii) la conducta
de las autoridades nacionales.
La Corte Constitucional, por su parte, en la sentencia C-300 de 1994, al efectuar el
análisis sobre el concepto «dilaciones injustificadas», contenido en el artículo 29 de
la Constitución, expuso un listado, no taxativo, de criterios que deben «deducirse en
cada caso concreto con base en pautas objetivas» cuando se evidencia la «ausencia
de determinación legal»:
… la complejidad del asunto, el tiempo promedio que demanda su trámite, el
número de partes, el tipo de interés involucrado, las dificultades probatorias, el
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comportamiento procesal de los intervinientes, la diligencia de las autoridades
judiciales etc.
Ese listado recoge, en líneas generales, los criterios señalados por la jurisprudencia
del Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
Por último, la actividad del procesado y su apoderado judicial se evalúan desde el
supuesto de que solo son reprochables las maniobras dilatorias y en ningún caso el
legítimo derecho a la defensa. El análisis del comportamiento de los demás
intervinientes y la diligencia de las autoridades, en cambio, se enfoca a develar las
estrategias encaminadas a prolongar el suplicio de quien, de forma anticipada, ha
sido condenado o a censurar los casos evidentes de negligencia judicial.

ANÁLISIS DEL CASO CONCRETO


1. Cuestión preliminar.
En el marco del proceso penal por el delito de secuestro extorsivo agravado
adelantado en contra de los accionantes, la audiencia de juicio inició el 11 de marzo
de 2014 y, a la fecha, no se ha celebrado la diligencia de lectura de fallo.
El Juez Veintiocho Penal Municipal con Función de Control de Garantías de Bogotá y
el Magistrado a quo, atinaron al señalar que, en el presente caso, no está vigente la
causal sexta de libertad provisional, porque la Ley 1786 de 2016 prorrogó esa
disposición por un año más, desde el 1º de julio de 2016, «respecto de procesos ante
justicia penal especializada, en los que sean tres (3) o más los acusados contra
quienes estuviere vigente la detención preventiva, o cuando se trate de investigación
o juicio de actos de corrupción de los que trata la Ley 1474 de 2011 o de cualquiera
de las conductas previstas en el Título IV del Libro Segundo de la Ley 599 de 2000
(Código Penal)»
Sin embargo, ambos se equivocaron en cuanto entendieron que, tras esa
constatación, la acción era improcedente y, por ello, allí culminaba la actividad
judicial, obviando que frente a la indeterminación, en este caso temporal, del plazo
razonable, corresponde al juez constitucional, de control de garantías o de habeas
corpus, acudir a los criterios señalados en el numeral 4º up supra, con el fin de
evaluar si el derecho de los accionantes ha sido vulnerado.

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La ausencia de un pronunciamiento judicial sobre ese específico punto del debate,
sumado a la trascendencia del asunto, habilita la intervención del juez constitucional
de habeas corpus.
2. El Problema jurídico.
Los impugnantes insisten en la procedencia de la libertad provisional porque,
afirman, la autoridad accionada desconoció la garantía fundamental del plazo
razonable reconocida en la Constitución, los tratados internacionales y la
jurisprudencia sobre la materia.
Dado que respecto del proceso adelantado en contra de los accionantes existe una
indeterminación temporal del plazo razonable que debe trascurrir entre el inicio de
la audiencia de juicio oral y la diligencia de lectura de fallo o su equivalente, debido
a la prórroga de la vigencia de la causal sexta de libertad provisional del artículo 317
de la Ley 906 de 2004, prevista en la Ley 1786 de 2016, el problema jurídico de la
acción constitucional es el siguiente :
¿De conformidad con la jurisprudencia del Sistema Interamericano de Derechos
Humanos y de la Corte Constitucional Colombiana, es razonable el lapso trascurrido,
en el presente caso, entre el inicio de la audiencia de juicio oral y la fecha de
formulación de la acción de hábeas corpus?
3. Solución del problema jurídico.
Entre el inicio de la audiencia de juicio oral —11 de marzo de 2014— y la fecha de
presentación de la acción constitucional —22 de septiembre de 2016— han
trascurrido 2 años, 6 meses y 11 días. Ese lapso se observa, prima facie, excesivo
porque durante todo ese tiempo los procesados han estado privados de la libertad,
con fundamento en una medida de aseguramiento, por definición, provisional y
excepcional.
Sin embargo, la libertad demandada no deviene de esa constatación preliminar
porque, a diferencia de los asuntos reglados por un término específico, en los casos
de indeterminación del plazo razonable el objeto del análisis son las circunstancias
relacionadas con la duración excesiva de la actuación.

AP1130-2017 Radicación 29726 MP: GUSTAVO ENRIQUE MALO FERNÁNDEZ


Bogotá D.C., veintidós (22) de febrero de dos mil diecisiete (2017).
CONSIDERACIONES
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El artículo 307 de la ley 906 de 2004 establece una diferenciación entre las medidas
de aseguramiento privativas y no privativas de la libertad, que en ambos casos –claro
está- implican la restricción de algunos derechos del procesado.
Sobre la aplicación de unas y otras, ha señalado la Corte Constitucional:
(…)Al lado de la naturaleza excepcional de la detención preventiva y de su
vinculación a fines (necesidad), se ha desarrollado el principio de gradualidad de las
medidas de aseguramiento, introducido por el propio legislador al establecer un
plexo de posibilidades para el aseguramiento de los fines del proceso, que va desde
la privación de la libertad en establecimiento carcelario, ó en la residencia del
imputado, pasando por otra serie de medidas no privativas de la libertad que pueden
resultar más idóneas y menos gravosas, para los fines cautelares de aseguramiento
de la comparecencia del imputado, de la prueba, o de la protección de la comunidad
y de la víctima..(Sentencia C-318/08).
Son, entonces, las primeras (las privativas de la libertad) las que constituyen la más
clara excepción al derecho a la libertad personal, pues suponen la restricción al
derecho de libre locomoción que se materializa con la detención preventiva en
establecimiento carcelario o en el lugar de residencia del imputado.
A su vez, los artículos 313, 314 y 317 de la misma codificación, prevén los eventos en
que es procedente la imposición de la detención preventiva, su sustitución y
vigencia. Disposiciones que se tornan especiales, por ser esta medida con la que se
afecta, de manera más severa, el derecho del procesado a su libertad personal; y
que, por lo tanto, no resultan aplicables a las no privativas, pues, aunado al hecho
de resultar menos gravosas para la afectación de los derechos del procesado, hacen
referencia a aspectos puntuales que el legislador previó específicamente respecto
de las privativas de la libertad.
Así las cosas, la pretensión de la defensa para que, en este caso, se aplique la causal
de libertad prevista en el numeral 5 del artículo 317 de la Ley 906 de 2004 o el
artículo 365-5 de la Ley 600 de 2000, resulta a todas luces improcedente, pues tal
circunstancia (vencimiento de términos) no se encuentra enlistada en la norma
referente para las medidas de aseguramiento no privativas de la libertad.
Las circunstancias que posibilitan la libertad, como de antaño lo ha precisado la Sala,
deben estar expresamente consagradas en la ley, de modo que si no aparecen
dentro de las taxativas causales de la norma, no puede aseverarse que no exista un

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precepto aplicable que amerite, por tanto, so pretexto de su favorabilidad,
interpretaciones extensivas o analógicas, sino concluir que no se ha erigido, como
en el sub judice acontece, el presupuesto normativo para que proceda la liberación
deprecada.
Adicionalmente, a juicio de la Sala, no se puede conceder la libertad cuando ésta no
se encuentra limitada en su clara dimensión de afectación del derecho de
locomoción, que, como se anotó, es lo que, entre otros derechos, se restringe con la
reclusión en centro carcelario o en el lugar de domicilio. Por tanto, la demora en el
impulso de la actuación, aspecto censurado con la referida norma, no permite
enervar los efectos de las medidas no privativas de la libertad, cuando, desde una
perspectiva ponderada y racional, tal retraso halle una debida justificación.
Tampoco, al considerar que su imposición atendió fines constitucionales legítimos
que, precisamente, las justificaron y que, aún en casos como el que aquí se analiza,
donde, en efecto, se advierte un vencimiento de términos, tales motivos o fines se
mantienen vigentes.
Establecido lo anterior, y conforme lo dispone el artículo 317 de la ley 906 de 2004,
“…Las medidas de aseguramiento indicadas en los anteriores artículos tendrán
vigencia durante toda la actuación…”; por lo tanto, en este caso, las medidas no
privativas de la libertad que se impusieron a la procesada al momento de resolver su
situación jurídica se mantienen vigentes.
SALVAMENTO DE VOTO:
Con nuestro acostumbrado respeto por las decisiones de la Sala mayoritaria,
presentamos salvamento de voto al auto por el cual se resuelven las peticiones de
levantamiento de medidas de aseguramiento no privativas de libertad, así como el
otorgamiento de libertad provisional, formuladas por el defensor de la procesada
ZULEMA DEL CARMEN JATTIN CORRALES.
Lo anterior, porque a partir de una simple interpretación gramatical y exegética de
las normas, concluyó que la causal de libertad prevista en el numeral 5 del artículo
365 de la Ley 600 de 2000 “no se encuentra enlistada en la norma referente para las
medidas de aseguramiento no privativas de la libertad”.
Consideramos que la mayoría de la Sala no tuvo en cuenta que la estancia en la cárcel
o en el domicilio no son las únicas formas contemporáneas de limitar la libertad de
las personas, pues portar permanentemente un brazalete electrónico también

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comporta una innegable restricción de ese derecho, motivo por el cual, como se
planteó en el proyecto derrotado, era preciso que tal medida de aseguramiento en
su materialización debía guardar correspondencia con criterios de razonabilidad y
proporcionalidad, según lo establecen los artículos 2 y 315 del estatuto procesal
penal, modificados por los artículos 1º y 28 de la Ley 1142 de 2007, respectivamente,
sin que puedan tener carácter intemporal cuando, como en este asunto, la
Administración de Justicia ha desbordado los términos establecidos para adelantar
el juzgamiento.
A través de la cárcel, lo advirtió Michel Foucault, “el castigo ha pasado de un arte de
las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos” . En
efecto, antes el castigo se centraba sobre el cuerpo de los condenados, al cual se le
hacía objeto del suplicio mediante flagelaciones, mutilaciones, empalamientos,
descuartizamientos, ahorcamientos y decapitaciones, entre otras muchas técnicas
desarrolladas con minucioso detalle. Con el nacimiento del dispositivo carcelario, la
prisión se convierte en la pena por excelencia y el cuerpo pasa de ser fin a convertirse
en medio para privar al individuo de la libertad y a partir de ello restringirle otros
muchos derechos como consecuencia de su culpabilidad frente al delito.
Para el autor, dos de los factores que posibilitaron el nacimiento y consolidación de
la prisión, se relacionaron con el desarrollo de las técnicas de observación,
clasificación y control de las poblaciones y el diseño arquitectónico del Panóptico,
realizado por Jeremías Bentham . Esta nueva distribución arquitectónica del espacio,
posibilita la ubicación de los confinados en celdas individuales, claramente visibles,
y por ende, permite su vigilancia continua, efectiva y eficiente por parte de los
guardias.
Aunque, desde su nacimiento, la cárcel ha estado en el centro de continuos debates
relacionados con su finalidad, utilidad y efectos, estos se han acentuado ante la
superpoblación, el hacinamiento, la reincidencia y la insalubridad que la afecta. Con
el propósito de mitigar muchos de estos aspectos, se han formulado distintas
propuestas entre las que se destacan las orientadas a priorizar la cárcel para
condenados por delitos graves o reincidentes y limitar la prisión preventiva mediante
la implementación de mecanismos de vigilancia electrónica.
Esta última estrategia se conoce bajo distintas denominaciones como son, entre
otras: “Control Electrónico”, “Vigilancia Electrónica”, “Brazaletes Electrónicos”,
“Pulseras de Seguimiento”, “Cadena Electrónica”, “Monitores Electrónicos” o

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“Cárcel sin Rejas”. Sin embargo, como lo sostiene Faustino Gudín Rodríguez–
Magariños, la mayor parte de estos términos no reflejan su alcance real, razón por
la cual prefiere la denominación “Cárcel Electrónica”. Con este término, no sólo hace
eco a la doctrina penal italiana sino que fundamentalmente considera que se puede
comprender la finalidad del dispositivo que no es otra distinta a la de restringir o
limitar la libertad de la persona a quien se le impone: “no se debe ocultar que se
trata de una institución que trata de privar la libertad de elección atacando ámbitos
de la intimidad del interno” .
La “Cárcel Electrónica”, señala Faustino Gudín Rodríguez, y lo compartimos, se
fundamenta en las mismas técnicas de control que permitieron el nacimiento de la
prisión, pero a diferencia de ésta y gracias al desarrollo tecnológico – el dispositivo
electrónico o mecanismo de vigilancia electrónica y el monitoreo telemático del
mismo – amplía sus límites físicos pudiendo abarcar grandes territorios. Indica ese
autor:
“Contrariamente a lo que se piensa, la cárcel electrónica no es de por si más humana
y benigna que la física. La precisión y el detalle del ordenador pueden traducirse en
un agobiante, implacable e inhumano rigor. Pero no es menos cierto, que si puede
llegar a ser una medida más humana si se adoptan las debidas cautelas y garantías”.
En efecto, ya el Juez norteamericano Jack Love, quien en 1983 se convirtió en el
primero en utilizar el dispositivo electrónico en el seguimiento de 5 delincuentes en
Alburquerque, Nuevo México, se percató del potencial de estas tecnologías en la
vulneración de los derechos fundamentales de las personas, cuando una compañía
japonesa le ofreció también la posibilidad de monitorear vía televisiva, en forma
simultánea con el uso del dispositivo, todas las actividades que realizaran los
delincuentes.
La realidad virtual generada por la “Cárcel Electrónica”, se convierte en un fenómeno
más mental que físico para aquel a quien se le impone. A diferencia de la “Cárcel
Física” en donde la persona, desde un comienzo, sufre los efectos de la privación de
la libertad, en la “Cárcel Electrónica”, el individuo tiene al comienzo una falsa
sensación de libertad que paulatinamente va cediendo ante el rigor que provoca la
certeza de saber que es vigilado en todo momento. De ahí que para Faustino Gudín
Rodríguez, los excesos de la “Cárcel Física” se traducen en tortura física, mientras los
excesos de la “Cárcel Electrónica” comportan una tortura mental.

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Aunque tradicionalmente se dice que mientras la prisión restringe la libertad y la
vigilancia electrónica la intimidad, muchos autores consideran que la afectación de
esta compromete la capacidad de decidir y por ende, la libertad. Entre estos
encontramos a De Vega Ruiz, citado por Gudín Rodríguez–Magariños, quien afirma:
“cualquier restricción de la libertad, cualquier situación que implique doblegar y
limitar la autodeterminación de la voluntad, habrá de ser entendida como sinónima
de ‘Privación de la libertad’ en sentido gramatical o genérico, con distintas
matizaciones y consecuencias en los supuestos concretos” .
Así pues, la medida de aseguramiento de someterse a un mecanismo de vigilancia
electrónica impuesta a la ex congresista ZULEMA JATTIN comporta una evidente
restricción constante de su libertad personal, en cuanto se trata de un brazalete o
de una tobillera que no se puede retirar y debe utilizar permanentemente (activa
una alarma cuando se rompe, no detecta el contacto con el cuerpo o no hay
movimiento por un periodo importante) que trasmite por el Sistema de
Posicionamiento Global (GPS) la ubicación de quien lo porta. Además, debe
recargarse periódicamente con una fuente eléctrica, pues si se descarga emite una
alarma en el centro de monitoreo.
Entonces, si la referida medida de aseguramiento no privativa de libertad comporta
una restricción de la libertad personal, en todo caso su materialización debe guardar
correspondencia con criterios de razonabilidad y proporcionalidad, según lo
establecen los artículos 2 y 315 del estatuto procesal penal, modificados por los
artículos 1º y 28 de la Ley 1142 de 2007, respectivamente, al facultar al juez para
modificar las medidas restrictivas e irrazonables o desproporcionadas.
Por las razones anteriores, consideramos que si pese a mantenerse la declaración
judicial sobre los presupuestos para imponer las medidas se aseguramiento de
privación de la libertad, no se materializan efectivamente cuando se cumplen ciertos
límites temporales definidos por el legislador en el artículo 317 de la Ley 906 de 2004,
modificado por el artículo 61 de la Ley 1453 de 2011, esto es, cuando luego de la
formulación de acusación han transcurrido 120 días sin dar inicio a la audiencia de
juzgamiento, de igual forma debe procederse con la medida de aseguramiento de
someterse a un brazalete electrónico, pues también afecta la libertad personal.
Es claro que si se encuentra prohibida la indeterminación de las sanciones penales,
de igual manera debe estar proscrita la duración indefinida en la ejecución de las
medidas de aseguramiento, en cuanto comportan limitaciones a derechos
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fundamentales del procesado que deben someterse a los principios de razonabilidad
y proporcionalidad en la tensión entre libertad, presunción de inocencia, debido
proceso y administración de justicia, sin que puedan ser intemporales.
Encontramos que si bien, como lo afirma la mayoría de la Sala, no hay norma
específica que establezca un plazo máximo de ejecución efectiva de las medidas de
aseguramiento como el sometimiento a un dispositivo electrónico, debe recordarse
que según el artículo 8 de la Ley 153 de 1887, puede aplicarse por vía de analogía
una norma a una situación no regulada en la ley, de manera que si tratándose de las
medidas de aseguramiento privativas de la libertad (en establecimiento carcelario o
en el domicilio), a pesar de mantenerse la declaración judicial sobre los presupuestos
para imponerlas, el legislador ordena que no se continúe con su materialización
efectiva cuando se cumplan ciertos límites temporales definidos en el artículo 317
de la Ley 906 de 2004, modificado por el artículo 61 de la Ley 1453 de 2011, entre
otros casos, “Cuando transcurridos ciento veinte (120) días contados a partir de la
fecha de la formulación de la acusación, no se haya dado inicio a la audiencia de
juzgamiento”, es procedente en este asunto la aplicación analógica de dicha norma
por el mismo lapso, a otras medidas de aseguramiento como el sometimiento a un
dispositivo de vigilancia electrónica, que como ya se explicó, también comporta una
restricción a la libertad personal.
De acuerdo a lo expuesto, creemos que la Sala, como así se planteó en el proyecto
derrotado, debía suspender a la acusada ZULEMA DEL CARMEN JATTIN CORRALES la
ejecución de la medida de aseguramiento de someterse a un mecanismo de
vigilancia electrónica, previa suscripción de la correspondiente acta de compromiso.

STP4447-2017 Radicación N.°88871 MP: JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA


Bogotá, D. C., veintiocho (28) de marzo de dos mil diecisiete (2017).
CONSIDERACIONES
Necesidad de colaboración oportuna del INPEC con la Rama Judicial.
3.1. Conforme a lo dispuesto por el artículo 113 de la Carta aun cuando existen
funciones separadas de las ramas del poder público y de los demás órganos
autónomos e independientes para el cumplimiento de las funciones del Estado, ellos
han de colaborar, por mandato constitucional de manera armónica para la
realización de los fines del Estado. Esa colaboración, como es obvio ha de realizarse
conforme a la ley y no puede quedar en el plano simplemente teórico, sino que ha

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de reflejarse en la realidad concreta del acontecer diario en las actividades que
cumplan los distintos funcionarios del Estado para evitar que por la falta de
colaboración se interfiera de manera negativa en el funcionamiento eficiente de
otras autoridades.
En armonía con el citado artículo 113 de la Constitución, el artículo 201 de la misma
le ordena al Gobierno, en relación con la Rama Judicial prestar a los funcionarios
judiciales “los auxilios necesarios para hacer efectivas sus providencias”. No puede
ser de otra manera, pues es a la rama ejecutiva del poder público a la que
corresponde esa función, ya que los jueces agotan la suya en las decisiones que
adoptan en el curso del proceso y en la sentencia respectiva.
3.2. Así las cosas, resulta claro para la Corte que le corresponde al Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario - INPEC el cumplimiento de las providencias judiciales que
dispongan la detención de los sindicados o la ejecución de las penas privativas de la
libertad que por los jueces se impongan a quienes sean condenados.
3.3. De la misma manera, y precisamente en ejercicio de esa función, el Instituto
mencionado debe disponer lo conducente para trasladar al sindicado hasta el
despacho judicial que corresponda siempre que los jueces así lo requieran.
3.4. De igual forma, se hace indispensable el estricto y oportuno cumplimiento de
esa delicada función asignada al Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario – INPEC
para que efectivamente comparezca el sindicado a la audiencia pública de
juzgamiento, dado que sin su presencia tal audiencia no puede realizarse.
Esa falta de colaboración, cuando ocurre, tiene como consecuencia inmediata la no
realización de la audiencia, vale decir que en esa hipótesis se aplaza el juzgamiento
del sindicado. Ello equivale a la dilatación del proceso, que no puede realizarse
entonces en forma oportuna y que por ello puede significar una vulneración del
Estado a derechos fundamentales del procesado.
Desde luego, que si el INPEC no realiza el traslado del sindicado al despacho judicial
donde la audiencia ha de celebrarse, en algunas ocasiones podrá obedecer a
circunstancias específicas que podrían explicar o justificar la falta de presencia del
sindicado, pero en todo caso, no podrán ser alegadas para incumplir ese deber con
razones fútiles, pues no puede servir como excusa una falla de orden administrativo
para violar derechos fundamentales del sindicado de una parte y, de otra, auspiciar
o facilitar que por ese medio se llegue al vencimiento de términos judiciales

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perentorios en virtud de lo cual podría generarse impunidad sobre acciones
delictuales, pues el vencimiento de tales términos podría traer como consecuencia,
como en muchos casos suele ocurrir, la libertad del sindicado, que de otra manera
no la habría obtenido.
4. Responsabilidad del INPEC para el registro y traslado de los internos en los
establecimientos carcelarios del país.
Ahora bien, de acuerdo a los lineamientos establecidos en la Ley 1709 de 2014,
(modificatoria de la Ley 65 de 1993- Código Penitenciario y Carcelario-) se destaca
que, una de las funciones endilgadas al INPEC, corresponde al traslado de internos
cuando así se le requiera judicialmente.
De esta forma, se indica en el artículo 16 de la Ley 1709 de 2014 que “Los
establecimientos de reclusión del orden nacional serán creados, fusionados,
suprimidos, dirigidos y vigilados por el Inpec”.
Así mismo, la citada norma hace referencia que “Cuando se requiera hacer traslado
de condenados el Director del Inpec queda facultado para hacerlo dando previo
aviso a las autoridades competentes.”
4.1 Igualmente, señala la Ley 1709 de 2014 en el artículo 30B, que en lo concerniente
a traslados de personas privadas de la libertad, será el INPEC, el encargado de dicho
fin “la persona privada de la libertad que dentro de una actuación procesal sea citada
ante autoridad competente, o que por su estado de salud deba ser llevada a un
hospital o clínica, será remitida por el personal del cuerpo de custodia y vigilancia
del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), garantizando sus derechos
a la vida e integridad personal y a la dignidad humana previa solicitud de la autoridad
competente.
Previa solicitud de la autoridad penitenciaria y carcelaria, la Policía Nacional podrá
prestar el apoyo necesario para la realización de estos traslados en los casos
excepcionales y cuando las condiciones de seguridad del recorrido o la peligrosidad
del trasladado así lo ameriten según evaluación que realizará la Policía Nacional.”
4.2 De lo anterior, se puede observar que dentro del marco funcional del INPEC,
emergen responsabilidades que le asisten, en cuanto al traslado de las personas
privadas de la libertad a las diferentes audiencias dentro de un proceso penal cuando
así se requiera, garantizando con ello no solo los derechos que tiene el procesado,
sino las victimas a la verdad y si es posible a su reparación.
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AP4711-2017 Radicación no 49734 MP: EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER


Bogotá D.C., veinticuatro (24) de julio de dos mil diecisiete (2017)
CONSIDERACIONES
Para dar una adecuada respuesta a la solicitud elevada por el defensor, la Sala
aplicará la siguiente metodología: en primer lugar, analizará la figura de la
sustitución de la detención preventiva, por vencimiento del plazo máximo de
vigencia, implementada a través del art. 1º de la Ley 1786 de 2016, a fin de
determinar su naturaleza jurídica y las vicisitudes propias de su aplicación. Fijadas
tales premisas, en segundo término, determinará cuáles son los requisitos
pertinentes para aplicar, en virtud del principio de favorabilidad, normas de la Ley
906 de 2004 a trámites regidos por la Ley 600 de 2000. Finalmente, establecerá si,
en el presente caso, se cumplen los presupuestos legales y jurisprudenciales de rigor
para favorecer al acusado con una tal determinación.
3.1 Sustitución de la medida de aseguramiento por vencimiento del plazo máximo
de vigencia de la detención preventiva
3.1.1 De la garantía fundamental del detenido a ser puesto en libertad si no es
investigado y juzgado dentro de un plazo razonable
El ámbito de protección del derecho al debido proceso está compuesto tanto por
prescripciones constitucionales genéricas como por la específica configuración legal
de las formas propias de cada juicio, pues se trata de una garantía de marcada
composición normativa.
Entre otras prerrogativas, el art. 29 inc. 4º de la Constitución consagra el derecho a
ser juzgado sin dilaciones injustificadas. En concordancia con el art. 93 inc. 1º ídem,
este componente del debido proceso se identifica con el derecho humano a ser
investigado y juzgado dentro de un plazo razonable (arts. 14-3 lit. c) P.I.D.C.P. y 8-1
C.A.D.H.).
En materia penal, bien es sabido que la libertad no sólo puede ser afectada mediante
la imposición de una pena, sino que, de manera excepcional, accesoria y cautelar,
atendiendo a criterios de adecuación, necesidad, razonabilidad y proporcionalidad,
también puede restringirse preventivamente con finalidades procesales
(aseguramiento de la comparecencia del imputado al proceso y conservación de la

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prueba), de protección a la comunidad, en especial a las víctimas, y de
aseguramiento del eventual cumplimiento de la pena (art. 250-1 de la Constitución).
De ahí que la articulación del derecho a ser juzgado sin dilaciones injustificadas con
las limitaciones propias que legitiman la restricción cautelar de la libertad, permitan
afirmar, por una parte, la existencia de una garantía fundamental a ser investigado
y procesado dentro de términos razonables; y, por otra, el derecho humano a ser
dejado en libertad si se es procesado en detención y se traspasan los límites del plazo
razonable.
A ese respecto, el art. 7-5 de la C.A.D.H., integrante de la Constitución por la vía de
su art. 93 inc. 1º, establece que toda persona detenida tendrá derecho a ser juzgada
dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe
el proceso. En este evento, prosigue la norma, la libertad podrá estar condicionada
a garantías que aseguren su comparecencia en el juicio.
La existencia de tal prerrogativa fundamental en el ordenamiento interno
colombiano ha sido ratificada por la Corte Constitucional, corporación que no sólo
reconoce en la Constitución el derecho a ser juzgado dentro de plazos razonables,
preestablecidos legalmente, sino a que las medidas restrictivas de la libertad
también tengan un plazo máximo de duración, como manifestación del principio de
proporcionalidad o prohibición de exceso. A ese respecto, textualmente se lee en la
sentencia C-221 de 2017:
8. En materia penal, el derecho a un debido proceso sin dilaciones injustificadas
adquiere una importancia vital, por obvias razones vinculadas a la intensa afectación
del derecho a la libertad personal del imputado que ocasionalmente se produce
durante la actuación, como consecuencia de la imposición de medidas cautelares,
con fines preventivos. Como se enunció en la sección anterior, la creación legislativa
de las medidas de aseguramiento se halla sometida a un conjunto de límites
constitucionales de carácter sustancial, que sirven de garantías para la salvaguarda
de la dignidad humana y la proscripción del exceso en su utilización, límites dentro
de las cuales se encuentra el derecho a un proceso sin dilaciones injustificadas.
La Corte ha indicado que la detención preventiva de una persona acusada de un
delito restringe su derecho a la libertad personal, con el propósito de garantizar otros
fines constitucionales. Sin embargo, también ha precisado que los artículos 29 de la
Constitución y 9º del Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles impiden que
se persista en la prolongación de la detención luego de un cierto lapso que, además,
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de ninguna manera puede coincidir con el término de la pena, pues se desvirtuaría
la finalidad eminentemente cautelar de la detención preventiva y terminaría
convertida en un anticipado cumplimiento de la sanción, con evidente menoscabo
del principio de presunción de inocencia.
Ha sostenido también, en el anterior sentido, que la fijación legal de un término
máximo de duración de la detención provisional, aplicable a las etapas de
investigación y juzgamiento, consulta en una sociedad democrática el delicado
equilibrio que debe mantenerse entre el interés legítimo del Estado de perseguir
eficazmente el delito y sancionar a los responsables y, de otro lado, la necesidad de
asegurar la libertad de las personas y la posibilidad de garantizar un proceso justo e
imparcial. La detención temporal es una medida cautelar pero, innegablemente,
“trasciende sus efectos procesales y repercute negativamente en la esfera de la
libertad personal del inculpado”, lo cual revela la importancia de señalar términos
máximos de su duración.
Sin embargo, en tanto manifestación del debido proceso, el plazo razonable necesita
de una concreción legislativa que, traducida a las formas propias del juicio,
establezca los términos específicos que ha de respetar el Estado para perseguir
penalmente a una persona con restricción de la libertad personal. Ejemplo de ello es
el establecimiento de causales de libertad por vencimiento de términos (cfr. art. 317
nums. 4 al 6 de la Ley 906 de 2004 y art. 365 nums. 4 y 5 de la Ley 600 de 2000) o la
fijación legal de un término máximo de vigencia de la detención preventiva.
3.1.2 Fijación legal de un plazo máximo de vigencia de la detención preventiva
A la detención provisional se le ha dado el tratamiento de medida cautelar de
naturaleza personal, adjudicándosele, por una parte, la función de aseguramiento
del imputado, a manera de garantía de comparecencia al juicio y cumplimiento de
una eventual condena; por otra, el fin de mantener la indemnidad del proceso a
través de la conservación de los medios de prueba (cfr. art. 250-1 de la Constitución,
art. 355 de la Ley 600 de 2000 y art. 296 de la Ley 906 de 2004). Se trata de precaver
los riesgos de fuga y obstrucción probatoria, los cuales, incuestionablemente,
conspiran contra el legítimo propósito de realizar debidamente el proceso penal,
como inexorable vía del ejercicio de la pretensión punitiva estatal. Así mismo, se le
han asignado finalidades de protección a la comunidad, en especial a las víctimas.
A ese respecto, en la sentencia C-425 de 2008, la Corte Constitucional puso de
presente que la detención preventiva es una medida cautelar de tipo personal que
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se adopta en el curso de un proceso penal y consiste en la privación de la libertad de
manera provisional, pues su objetivo es realizar los derechos y deberes
constitucionales que, en sentido estricto, consisten en asegurar el cumplimiento de
las decisiones que se adoptan en el proceso y garantizar la presencia del sindicado
en el mismo para que sean más efectivos la investigación y el juzgamiento, así como
los derechos de las víctimas. Por su propia naturaleza, la detención preventiva, tiene,
entonces, una duración precaria o temporal porque su finalidad no es sancionatoria,
no está dirigida a resocializar, a prevenir el delito ni a ejemplarizar, sino que su
finalidad es puramente procesal y tiende a asegurar el resultado exitoso del proceso
penal.
Bajo esa óptica, el legislador goza de libertad de configuración para determinar el
término máximo de duración de las medidas de aseguramiento. Al margen de las
causales de libertad por vencimiento de términos, según el cumplimiento de las
diversas etapas procesales (art. 317 nums. 4 al 6 de la Ley 906 de 2004 y art. 365
nums. 4 y 5 de la Ley 600 de 2000), una norma que limite la vigencia temporal de la
detención preventiva, en acatamiento del mandato constitucional de prohibición de
exceso, se echa de menos en la Ley 600 de 2000, así como en la redacción original
de la Ley 906 de 2004. Antes bien, el art. 317 inc. 1º de esta última codificación, hasta
las reformas de las Leyes 1453 y 1474 de 2011, expresamente preceptuaba que las
medidas de aseguramiento tienen vigencia durante toda la actuación.
Mas tal reglamentación abría la puerta a la indeterminación temporal de la vigencia
máxima de la detención preventiva, con la consecuente vulneración de las exigencias
propias del plazo razonable.
Consciente de tal vacío normativo, mediante el art. 1º de la Ley 1760 del 6 de julio
de 2015, el legislador estableció un término máximo de vigencia de la medida de
aseguramiento de detención preventiva. Dicha norma, que nunca entró en vigencia
porque fue subrogada por el art. 1º de la Ley 1786 del 1º de julio de 2016, disponía
que, salvo lo previsto en los parágrafos 2º y 3º del art. 317 de la Ley 906 de 2004, el
término de las medidas de aseguramiento privativas de la libertad no podrá exceder
de un año, prorrogable por un año más en determinados casos.
Con la entrada en vigor de los términos previstos en el art. 1º de la Ley 1786 de 2016,
a partir del 1º de julio de 2017 (según el art. 5º ídem), es dable afirmar que en
Colombia, salvo lo previsto en los parágrafos 2º y 3º del art. 317 de la Ley 906 de
2004, “el término de las medidas de aseguramiento privativas de la libertad no podrá

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exceder de un año. Cuando el proceso se surta ante la justicia penal especializada, o
sean tres o más los acusados contra quienes estuviere vigente la detención
preventiva, o se trate de investigación o juicio de actos de corrupción de los que trata
la Ley 1474 de 2011 o de cualquiera de las conductas previstas en el Título IV del
Libro Segundo del C.P., dicho término podrá prorrogarse, a solicitud del fiscal o del
apoderado de la víctima, hasta por el mismo término inicial. Vencido el término, el
juez de control de garantías, a petición de la Fiscalía, de la defensa o del apoderado
de la víctima podrá sustituir la medida de aseguramiento privativa de la libertad de
que se trate, por otra u otras medidas de aseguramiento no privativas de la libertad
de que trata el presente artículo”.
Como lo destacó la Corte Constitucional en la sentencia C-221 de 2017, el propósito
de la norma fue el de reforzar el uso excepcional de la medida de aseguramiento en
el proceso penal, mediante introducción de límites materiales a la imposición de la
prisión preventiva y la fijación de términos máximos de duración, tanto en cada una
de las fases del proceso (art. 317 nums. 4 al 6 de la Ley 906 de 2004), como en general
para todo el trámite. Sobre el particular, en la mencionada decisión se adujo que:
14[…] en la reforma de la Ley 1760 de 2015 resultaron notables dos regulaciones,
antes inexistentes en el Código de Procedimiento Penal: 1) la introducción un
término máximo de duración de las medidas de aseguramiento privativas de la
libertad. El legislador incorporó al régimen de libertades una garantía en función del
debido proceso sin dilaciones injustificadas, de acuerdo con la cual, si el procesado
cumplía un (1) año en prisión preventiva debía ser puesto en libertad, salvo en los
procesos adelantados ante la justicia penal especializada, contra 3 o más procesados
afectados por detención preventiva o por actos de corrupción de los que trata la Ley
1474 de 2011, casos en los cuales dicho terminó se duplicaba; 2) la incorporación de
una nueva causal de libertad para el acusado, vinculada al tiempo transcurrido desde
el inicio del juicio oral hasta la celebración de la audiencia de lectura de fallo, plazo
que fue fijado en 150 días. Esto, una vez más, salvo en los procesos adelantados ante
la justicia penal especializada, contra 3 o más procesados o por actos de corrupción
de los que trata la Ley 1474 de 2011, en cuyos casos el término se duplicaba.
15. El art. 5º de la misma Ley 1760 de 2015, sin embargo, postergó la entrada en
vigencia, específicamente, de las dos anteriores reformas, por el término de un año
luego de su promulgación. Esta norma de vigencia traía como consecuencia que, en
tanto la Ley fue promulgada el 6 de julio de 2015, dichas disposiciones entrarían en
vigor el 6 de julio de 2016. Pese a esto, antes de que se cumpliera esa fecha, el 1º de
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julio de 2016, el Congreso promulgó la Ley 1786, demandada en este asunto, que
subrogó varios artículos de la Ley 1760 de 2015 y, concretamente, las dos reglas
analizadas en precedencia.
Esa subrogación tuvo lugar mediante el art. 5º inc. 2º de la Ley 1786 del 1º de julio
de 2016, conforme al cual “los términos a los que hacen referencia el art. 1º (vigencia
máxima de la medida de aseguramiento) y num. 6º del art. 2º (causal de libertad por
vencimiento de términos entre el inicio del juicio y la emisión del sentido del fallo)
de la presente ley, respecto de procesos ante justicia penal especializada, en los que
sean tres o más los acusados contra quienes estuviere vigente la detención
preventiva, o cuando se trate de investigación o juicio de actos de corrupción de los
que trata la Ley 1474 de 2011 o de cualquiera de las conductas previstas en el Título
IV del Libro Segundo del C.P., entrarán a regir en un año contado a partir de la fecha
de su promulgación”.
3.1.3 Situaciones en las que se aplica el término máximo de vigencia de la detención
preventiva
3.1.3.1 Referente inicial de contabilización del plazo
Cabe precisar que ese límite máximo de duración de la detención preventiva,
incorporado al ordenamiento jurídico mediante el art. 1º de la Ley 1786 de 2016,
cobija detenciones que han sido impuestas con anterioridad a la fecha de entrada
en vigencia de la norma.
En primer lugar, debido a que se trata de la creación o establecimiento de un plazo
máximo para investigar y juzgar con restricción de la libertad personal, cuyo
referente inicial de conteo siempre será la fecha de detención. Por consiguiente, en
ese aspecto no es dable aplicar el art. 40 inc. 2° de la Ley 153 de 1887, modificado
por el C.G.P. , máxime que esta última disposición, en materia penal, ha de integrarse
con el art. 6° inc. 2° de la Ley 906 de 2004, conforme a la cual la ley procesal de
efectos sustanciales permisiva o favorable, aun cuando sea posterior a la actuación,
se preferirá de preferencia a la restrictiva o desfavorable.
En segundo término, por cuanto, en estrecha conexión con el principio de
favorabilidad, el art. 295 de la Ley 906 de 2004 consagra el principio de afirmación
de la libertad, según el cual las disposiciones que autorizan preventivamente la
privación o restricción de la libertad sólo podrán ser interpretadas restrictivamente
y su aplicación debe ser necesaria, adecuada, proporcional y razonable frente a los

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contenidos constitucionales. Precisamente, sobre éste último particular, cabe anotar
que la limitación de la duración de la detención es materialización del derecho
humano de toda persona detenida a ser “juzgada dentro de un plazo razonable o a
ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe el proceso” (art. 7-5 C.A.D.H.,
integrado a la Constitución por vía del bloque de constitucionalidad (93 inc. 1º).
En tercer orden, dado que una interpretación subjetiva, aplicando el método
histórico, confirma que el conteo del término límite se aplica desde la fecha de la
detención, no a partir de la entrada en vigencia de la norma, como quiera que la Ley
1786 de 2016 fue una medida legislativa de última hora, justificada para impedir una
excarcelación masiva por aplicación del art. 1° de la Ley 1760 de 2015 (cfr. pie de
página Nº 13 supra), que por primera vez incluyó el límite de un año (prorrogable a
dos) a la duración de la detención preventiva. Si el término se empezara a contar a
partir de la fecha de promulgación de la ley, no habría tenido el legislador que
prorrogar la entrada en vigencia de la norma.
3.1.3.2 Ámbito de aplicación temporal del plazo razonable, cuyo desconocimiento
da lugar a la libertad del detenido indiscutiblemente, la contabilización del término
máximo de vigencia de la detención preventiva ha de partir del momento en que
efectivamente se impone dicha medida de aseguramiento. Ahora, la cabal
comprensión de la consecuencia jurídica derivada de la superación del plazo
razonable, fijado legalmente para la definición del proceso con privación de la
libertad del procesado -sustitución de la detención por una medida de
aseguramiento no privativa de la libertad- ha de incluir, para los fines del art. 7-5 de
la C.A.D.H., la determinación de cuándo se entiende que la persona ha sido juzgada.
A ese respecto, la jurisprudencia constitucional (sent. C-221 de 2017) es del criterio
que el plazo máximo fijado por el art. 1º de la Ley 1786 de 2016 para “evacuar” los
procesos con personas privadas de la libertad se extiende hasta la audiencia de
lectura de fallo de segunda instancia. Para la Corte Constitucional, ese término
funciona como “una cláusula general de libertad a favor del acusado, fundada en un
cálculo del tiempo prudencial que toma el trámite del proceso, precisamente, hasta
la adopción del fallo que resuelve la apelación contra la sentencia”. De ahí que, en
criterio de esa Corporación, “las medidas de aseguramiento privativas de la libertad
no pueden exceder de un año, regla fundada en que este término de detención sin
que haya sido resulta la apelación de la decisión de primera instancia resulta
razonable para que el acusado sea dejado en libertad”.

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Sin embargo, para la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, tal
fijación del ámbito temporal de aplicación de la plurimencionada causal genérica de
libertad por vencimiento del plazo máximo razonable sin que el detenido haya sido
juzgado se ofrece errónea. Por una parte, se advierte una equivocada equiparación
de lo que significa ser juzgado, en los términos del art. 7-5 de la C.A.D.H. -norma que
consagra la causal de libertad por vencimiento del plazo razonable-, con la duración
del proceso penal como tal; por otra, a la hora de interpretar el art. 1º de la Ley 1786
de 2016, únicamente se acudió a una interpretación subjetiva de la norma -guiada
por el método histórico- sin consideración de importantes razones sistemáticas y
teleológicas, suficientemente depuradas por la jurisprudencia especializada de la
Corte Suprema, concernientes a la vigencia de las medidas de aseguramiento, desde
la perspectiva material de su fundamento procesal.
En efecto, de manera pacífica y reiterada, la Sala tiene dicho que, en consideración
a la naturaleza cautelar de la detención preventiva, así como en vista de las
finalidades a las que sirve en el proceso, tal medida de aseguramiento tiene vigencia
hasta que se profiere la sentencia de primera instancia, si el proceso es tramitado
por la Ley 600 de 2000, o hasta la lectura del fallo de primera instancia, si se aplica
la Ley 906 de 2004.
En vigencia de la Ley 600 de 2000, la Sala clarificó que con la emisión de una
sentencia condenatoria cesan los efectos jurídicos de la medida de aseguramiento,
por lo que la subsistencia de la privación de la libertad del sentenciado encuentra un
sustento material diverso. En tanto mecanismo cautelar, la detención sigue sirviendo
al proceso, pero ya no en aspectos probatorios ni de comparecencia stricto sensu,
sino al eventual cumplimiento de la pena privativa de la libertad (art. 355 de Ley 600
de 2000). Esto, en la medida en que si bien la presunción de inocencia sigue rigiendo
hasta que cobre ejecutoria la declaración de responsabilidad penal (art. 248 de la
Constitución), no es menos cierto que, al dictarse una condena en primera instancia,
ya existe una decisión judicial sobre la responsabilidad penal de quien es
sentenciado, por lo que las determinaciones de condena son de cumplimiento
inmediato (art. 188 inc. 1º ídem).
Sobre el particular, en el CSJ AP 6 abr. 2006, rad. 24.110 textualmente expuso la
Corte:

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La Sala se abstendrá de revocar la medida de aseguramiento… ya que al haberse
proferido sentencia cesaron sus efectos jurídicos y la privación de… [la] libertad se
rige por lo dispuesto en ésta.
En principio, adviértase que las decisiones que en el sistema procesal penal regido
por la Ley 600 de 2000 autorizan la privación de la libertad son las que imponen i) la
medida de aseguramiento a partir del cumplimiento de sus fines -artículo 355- y de
sus requisitos formales y materiales -artículo 356- y ii) la sentencia mediante la cual
se condena “a las penas principal o sustitutivas” que correspondan -numeral 7
artículo 170- por la declaración de responsabilidad penal.
De manera que si la detención preventiva en su carácter de medida de
aseguramiento al igual que la prisión en su condición de pena principal -artículo 35
de la Ley 599 de 2000- y la prisión domiciliaria como sustitutiva de ésta -artículo 36
ibídem- afectan la libertad personal, las providencias relacionadas con alguna de
ellas son de cumplimiento inmediato.
Así se dispone en el inciso 1º del artículo 188 de la Ley 600 de 2000, conforme al cual
las providencias relativas a la libertad y detención y las que ordenan medidas
preventivas se cumplirán de inmediato. La disposición citada incluye tanto a la
medida de aseguramiento como a la sentencia, de ahí que en su inciso segundo
establezca expresamente una excepción a ese principio general.
De ello se infiere que la medida de aseguramiento únicamente surte efectos jurídicos
hasta el momento en que se profiera la sentencia, con independencia de su
ejecutoria, pues la limitante prevista en el citado inciso que impide hacer efectiva la
sanción hasta cuando no se produzca aquélla está vinculada estrechamente con la
libertad y no con la medida precautelar carente de eficacia, pues de lo contrario no
se hallaría en esa situación.
Ahora bien, como en la sentencia, además de definirse la responsabilidad penal del
acusado, deben señalarse las consecuencias derivadas de la comisión de la conducta
punible una vez establecida aquélla, resulta imperativo –asimismo- adoptar todas
las decisiones concernientes a la libertad de la persona, entre las cuales se
encuentran la determinación de la pena principal, sus sustitutos y los mecanismos
sustitutivos de la prisión.
Además, que la aplicación de mecanismos como la suspensión condicional de la
ejecución de la pena y la sustitución de la pena de prisión por reclusión domiciliaria

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derive de la sentencia condenatoria, es muestra de que la restricción de la libertad
mediante tales mecanismos no tiene su fundamento en la medida de
aseguramiento. A ese respecto, se lee en la referida decisión:
Repárese en que para la adopción del fallo no es presupuesto la existencia de una
medida de aseguramiento, puesto que hay delitos respecto de los cuales -teniendo
prevista prisión- no procede la detención preventiva o hay actuaciones en las que se
hace innecesaria la imposición de la medida al sindicado a partir de sus fines, luego
la libertad personal se definirá en la sentencia -exclusivamente- con atención a los
tres tópicos de obligatoria resolución en ella, esto es la imputación de la pena
privativa delictual, la condena condicional y la prisión domiciliaria, estas dos últimas
para concederlas o negarlas.
Por eso, si al examinarse la pertinencia del mecanismo sustitutivo de la suspensión
condicional de la ejecución de la pena privativa de la libertad se le otorga a quien
durante el proceso ha permanecido en detención preventiva en la cárcel o en su
domicilio, su liberación tendrá sustento en la sentencia y no en la revocatoria de la
medida de aseguramiento que afectaba su libertad.
De igual manera si en el fallo se dispuso la ejecución de la pena de prisión porque el
procesado que se encuentra privado de su libertad no tiene derecho al mecanismo
sustitutivo de la suspensión condicional y la misma se sustituye por la prisión
domiciliaria al reunir los requisitos previstos para ella, tal decisión no impone la
modificación de la medida de aseguramiento cuyos efectos según lo dicho, cesan con
el proferimiento de aquél.
Lo mismo es predicable cuando en la sentencia al mismo tiempo se niegan la
suspensión condicional de la ejecución de la pena de prisión y el sustituto de la
prisión domiciliaria, ya que la afectación de la libertad de la persona que legalmente
viene detenida o de la aprehendida en virtud de orden de captura impartida durante
la instrucción al haberse decretado su detención preventiva, tiene sustento jurídico
en esas determinaciones y no en la medida de aseguramiento.
Las situaciones anteriores ejemplificadas por la Sala respecto de las distintas
hipótesis que pueden darse en relación con las decisiones que pueden afectar la
libertad personal del procesado que ha permanecido detenido durante el trámite de
la actuación, sirven para concluir que la misma se rige por lo decidido en la sentencia
cuando ella se ha proferido y no por la existencia de la medida de aseguramiento.

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Tales razones, en esencia, son igualmente aplicables a la comprensión del asunto en
los casos a los cuales se aplica la Ley 906 de 2004. Si se emite sentido de fallo
condenatorio (arts. 446 y 447 ídem), la detención sigue teniendo una naturaleza
cautelar, no para el proceso sino para el cumplimiento de la pena (art. 296 ídem). Tal
conclusión se ve sistemáticamente ratificada con lo dispuesto en el art. 450 ídem,
norma que autoriza al juez de conocimiento, al momento de anunciar el sentido de
fallo condenatorio, a disponer que el acusado continúe en libertad hasta el momento
de dictar sentencia o, si la detención es necesaria, ordenarla y librar inmediatamente
la orden de encarcelamiento. Dicho aserto también se desprende de los arts. 449 y
451 de la Ley 906 de 2004, pues, por una parte, si el acusado está privado de la
libertad, el juez podrá ordenar su excarcelación siempre y cuando los cargos por los
cuales fue encontrado culpable fueren susceptibles, al momento de dictar sentencia,
del otorgamiento de un subrogado penal; por otra, de ser absuelto de la totalidad
de los cargos consignados en la acusación, el juez dispondrá la libertad inmediata del
procesado, y si estuviere privado de ella, levantará todas las medidas cautelares
impuestas, al tiempo que librará sin dilación las órdenes correspondientes.
En relación, con tales normas, cuando se omite un pronunciamiento al respecto, la
Sala (CSJ AP 30 ene. 2008, rad. 28.918), ha puntualizado que:
Por mandato del anterior precepto [art. 450] se hace necesario que los jueces
observen que en los términos de la Ley 906 de 2004 la ejecución de la sentencia y las
órdenes que en ella se imparten, especialmente cuando se condena a un procesado
a pena privativa de la libertad y se le niegan subrogados o penas sustitutivas, resulta
imperativo que la privación de la libertad se ordene en el mismo momento en que
se anuncia el sentido del fallo.
Dicho en otras palabras: cuando un acusado en contra de quien se anuncia un fallo
de condena que conlleva la imposición de una pena privativa de la libertad cuya
ejecución no tiene que ser suspendida, los jueces deben cumplir la regla general
consistente en disponer su captura inmediata para que empiece a descontar la
sanción impuesta. Y si tal mandato lo incumple el a quo se debe impartir el correctivo
por el ad quem.
Excepcionalmente el juez podrá abstenerse de ordenar la captura inmediata. En este
caso recae sobre el servidor judicial una carga argumentativa conforme a la cual
debe justificar amplia, razonada y razonablemente, conforme lo cual debe quedar
suficientemente explicado el por qué le resulta innecesaria la orden de detención

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inmediata. Esto podría presentarse, por ejemplo, cuando aparece debidamente
demostrado que el acusado padece de una grave enfermedad.
En todo caso cada situación deberá ser analizada en forma concreta; muy
probablemente no estarán cubiertas por la excepción (i) aquellas personas que han
rehuido su comparecencia ante los jueces, (ii) quienes se han escondido o dificultado
las notificaciones a lo largo de la actuación, (iii) los que han utilizado estrategias
dilatorias en busca de beneficios, (iv) los procesados que han tenido que ser
conducidos policialmente para que hagan presencia en la actuación y, (v) en general,
cuando se den las mismas circunstancias que ameritan la imposición de una
detención preventiva.
Y esa comprensión, valga precisar, es del todo compatible con la presunción de
inocencia. Si bien ésta subsiste hasta que cobre ejecutoria la declaración de
responsabilidad penal, también es verdad que, con la emisión de una decisión
condenatoria en primera instancia, al sentenciado se le traslada la carga de refutar,
por la vía del derecho de impugnación, las razones por las cuales se ve condenado
provisionalmente.
Cabe precisar, por otra parte, que si al anunciarse el sentido del fallo de carácter
condenatorio se omite hacer un pronunciamiento en los términos del art. 450 de la
Ley 906 de 2004, en concordancia con el art. 449 ídem, los efectos de la medida de
aseguramiento sólo se extienden hasta el proferimiento de la sentencia, pues por
mandato del art. 162-5 ídem, así como de los arts. 34 y ss. del C.P., el juzgador deberá
imponer las penas principales, sustitutivas y accesorias. Además, según se desprende
de lo estipulado en los arts. 63 y 68 A del C.P., también se debe pronunciar acerca
de libertad del implicado, en referencia a la suspensión de la ejecución de la pena de
prisión y la prisión domiciliaria.
En esa dirección, si se llegare a conceder la suspensión condicional de la ejecución
de la pena, cesan en ese instante los efectos de la medida de aseguramiento de
detención preventiva, pero si por el contrario se negare, la privación de la libertad,
en adelante, se fundamentará en la denegación del beneficio, decretada en la
sentencia condenatoria.
De igual manera, al aplicar el art. 68 A del C.P., si hay lugar a la negativa de
subrogados penales, ello se materializa en el fallo condenatorio. Es en ese instante
cuando cesan los efectos jurídicos de la medida de aseguramiento de detención

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preventiva, de manera que la privación de la libertad del procesado, en lo sucesivo,
también estará sujeta a lo señalado en el fallo que declara la responsabilidad penal.
Por consiguiente, en los procesos regidos por la Ley 906 de 2004, la medida de
aseguramiento tiene vigencia hasta el anuncio del sentido de fallo condenatorio, allí
el juez puede hacer una manifestación expresa acerca de la libertad del procesado,
disponiendo su encarcelamiento, pero si omite hacer una manifestación al respecto
en esa oportunidad, la vigencia de la medida se extenderá hasta la lectura de la
sentencia, momento en el que, por mandato legal, no sólo debe imponer la pena de
prisión, sino que ha de resolver sobre la libertad; en particular, sobre la concesión o
negativa de los sustitutos y subrogados penales.
Tales razones impiden, entonces, afirmar que el cumplimiento del mandato de juzgar
al detenido dentro del plazo máximo legal -genérico- (art. 1º de la Ley 1786 de 2016,
que modificó el art. 307 de la Ley 906 de 2004) se cumple con la lectura del fallo de
segundo grado, como lo comprende la jurisprudencia constitucional.
Esta errónea conclusión también estriba en que, para los efectos del art. 7-5 de la
C.A.D.H., concretados en el art. 1º de la Ley 1786 de 2016, no es lo mismo juzgar al
procesado privado de la libertad que entender agotado el proceso penal como tal.
Éste se prolonga más allá de las instancias ordinarias (arts. 205 y ss. de la Ley 600 de
2000 y arts. 180 y ss. de la Ley 906 de 2004); inclusive, en estricto sentido,
comprende etapas posteriores a la ejecutoria de la sentencia, como lo es la de
ejecución de la pena (arts. 469 y ss. de la Ley 600 de 2000 y arts. 459 y ss. de la Ley
906 de 2004).
Si el principal objeto del proceso penal es la determinación de la responsabilidad
penal del acusado, tal propósito se concreta en la decisión sobre tal aspecto,
contenida en la sentencia. Cuestión diferente es que ese juicio -positivo o negativo-
sobre la responsabilidad pueda ser sometido a controversia por la vía del derecho
de impugnación. La indeterminación sancionable con la pérdida de la potestad
estatal para investigar y juzgar con privación de la libertad es aquella donde el estado
de acusación se prolonga indefinidamente sin que se defina la situación jurídica del
procesado, en relación con su estado de culpabilidad o de inocencia. Como lo
clarifica la Corte I.D.H., “el principio del plazo razonable al que hacen referencia los
arts. 7-5 y 8-1 de la Convención Americana tiene como finalidad impedir que los
acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación y asegurar que ésta se decida
prontamente”.

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Claro, ello no habilita a que el trámite de los recursos sea indefinido, más el
establecimiento de plazos para la decisión de aquéllos en instancias ordinarias y
extraordinarias, así como la implementación de sanciones al Estado por el
desconocimiento del principio de celeridad, en tanto componente del debido
proceso, no sólo es cuestión que igualmente pertenece al ámbito de configuración
legislativa, sino que se orienta por una teleología distinta, debido a que al existir
sentencia de primera instancia, ya se cuenta con un pronunciamiento judicial sobre
la responsabilidad.
Ahora bien, ciertamente, en la exposición de motivos del Proyecto de Ley Nº 115 de
2014 Senado, que antecedió a la Ley 1760 de 2015 -por medio de la cual se fijó por
primera vez el término máximo de vigencia de la medida de aseguramiento- se
presentó un esquema de la duración -contando los términos legalmente
establecidos- “del proceso penal ordinario”, que desde luego se prolonga hasta la
sentencia de segunda instancia. Sin embargo, de ninguna manera se advierte la
intención de extender hasta ese momento procesal la aplicación de la garantía, en
cabeza del procesado detenido, de recobrar la libertad por vencimiento del término
máximo de vigencia de la detención preventiva. Antes bien, desde el mismo proyecto
de ley se diferenció con claridad que uno es el plazo límite genérico para cualquier
medida de aseguramiento, y otra la causal de libertad específica por vencimiento de
términos entre el inicio del juicio y la audiencia de lectura de fallo.
Y esa audiencia no puede ser otra sino la prevista en el art. 446 de la Ley 906 de
2004, sin que sea dable ampliar el término hasta la segunda instancia, como lo
entiende la Corte Constitucional, por el hecho de que el fallo de segundo grado
también deba ser leído. La lectura de las decisiones es una exigencia derivada de la
concreción de los principios de oralidad y publicidad que rigen la actuación procesal,
no un referente de identificación del momento de culminación del proceso. No sólo
se leen las sentencias de primera y segunda instancia (arts. 447 y 179 inc. 3º de la
Ley 906 de 2004, respectivamente), sino también los autos dictados en segunda
instancia (art. 178 inc. 2º ídem) y los fallos de casación y revisión (arts. 185 inc. 3º).
A tono con las razones hasta aquí expuestas existe claridad en torno a que la medida
de aseguramiento, si no se supera el plazo máximo legal de vigencia, rige hasta la
sentencia de primera instancia, bien porque se conceda la libertad o porque se
ordene la privación de ésta, en virtud del fallo. De ahí que, desde la génesis misma
de la causal de libertad -específica- por vencimiento de términos del actual art. 317-
6 de la Ley 906 de 2004 se haya considerado, sin más, que “ante la inexistencia de
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regulación específica en torno al tiempo que ha de transcurrir entre la audiencia de
juicio y la audiencia de lectura del fallo, lo cual también afecta el derecho a la libertad
del acusado, se propone el término de 150 días para tal efecto”. Si la intención del
legislador hubiera sido la de extender el plazo hasta la lectura de fallo de segunda
instancia, así lo habría precisado expresamente.
Por último, y no por ello menos importante, la Corte llama la atención en que, de
acuerdo con la realidad de la práctica jurisdiccional en lo penal, constatable por la
Sala en el ejercicio de sus funciones constitucionales y legales, no es dable afirmar
con confiabilidad que los procesos penales ordinarios se tramiten en un año (ni en
dos), con emisión de sentencia de segunda instancia. La realidad está lejos de que se
cumplan tales tiempos y, de cara a la fijación de los efectos legales de la vulneración
del plazo razonable en procesos con persona privada de la libertad, ninguna solidez
tiene estimar la duración efectiva de los procesos, en las diferentes instancias, a
partir de “la consulta con algunos jueces y fiscales, para comparar las reglas previstas
en la ley con la práctica”, sin que se cuente con un soporte empírico y científico
pertinente.
En síntesis, para establecer si opera la causal genérica de libertad por vencimiento
del plazo máximo de vigencia de la medida de aseguramiento (art. 1º de la Ley 1786
de 2016), habrá de verificarse si el término previsto en la norma ha transcurrido sin
que se haya realizado la audiencia de lectura de fallo de primera instancia, en
procesos regidos por la Ley 906 de 2004, y en asuntos gobernados por la Ley 600 de
2000 (cfr. num. 3.2 infra), sin que se haya proferido sentencia de primer grado.
Con estas apreciaciones, la Corte Suprema de ninguna manera cuestiona la razón
que fundamenta la decisión adoptada en la sentencia C-221 de 2017, sino que, de
cara a la aplicación judicial de la figura bajo estudio ha de efectuar las precisiones
conceptuales pertinentes, en relación con los distintos fundamentos, de orden
procesal, que justifican la restricción preventiva de la libertad personal en el proceso
penal.
La Corte Constitucional juzgó la exequibilidad de la norma (art. 307 de la Ley 906 de
2004, modificado por el art. 1º de la Ley 1786 de 2016) afirmando, en esencia, que
el legislador estableció un parámetro límite para contabilizar el término de duración
de la detención preventiva (de uno o dos años). La Sala, armonizando la vigencia de
la jurisprudencia penal especializada con la norma en mención, pone de presente
que la referida medida de aseguramiento sólo opera hasta la sentencia de primera

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instancia o la lectura de ésta si la decisión es condenatoria, sin que la tangencial
conceptualización realizada por la jurisprudencia constitucional modifique tal
entendimiento ni, mucho menos, permita afirmar que, si se supera el plazo máximo
de vigencia temporal de la detención preventiva sin que se haya dictado -o leído-
sentencia de segunda instancia, hay lugar a la libertad del detenido.
3.1.4 Distinción entre la sustitución de la detención preventiva por sobrepasar el
término máximo de vigencia de ésta con las causales de libertad por vencimiento de
términos, según la fase procesal
De cara a la resolución de la solicitud elevada por el defensor conviene precisar que
el vencimiento del plazo razonable -genérico- para investigar y juzgar al procesado
privado de la libertad, previsto en el art. 1º de la Ley 1786 de 2016, trae una
consecuencia jurídica diversa al restablecimiento inmediato de la libertad por
vencimiento de los términos -específicos- previstos en el art. 317 de la Ley 906 de
2004, aplicables según el cumplimiento de etapas procesales (imputación,
presentación del escrito de acusación, instalación del juicio y emisión del sentido del
fallo).
A diferencia de estas últimas causales de libertad por vencimiento de términos, el
parágrafo del art. 307 ídem, adicionado por el art. 1º de la Ley 1786 de 2016,
establece, por una parte, que al margen de la etapa en que se encuentre el proceso,
en ningún caso una medida de aseguramiento privativa de la libertad puede durar
más de un año -prorrogable por otro más en determinadas circunstancias-; por otra,
que si se supera ese plazo la detención preventiva pierde vigencia y ha de ser
sustituida por una medida de aseguramiento no privativa de la libertad (art. 307 lit.
b de la Ley 906 de 2004).
Tal distinción entre el término genérico máximo de vigencia de la detención
preventiva y las causales específicas de libertad por vencimiento de términos es
reconocida por la jurisprudencia constitucional (sent. C-221 de 2017), de la siguiente
manera:
17. En este orden de ideas, desde la reforma introducida mediante la Ley 1786 de
2016, se encuentran vigentes, para la generalidad de los casos, dos normas
trascendentales para el debido proceso sin dilaciones injustificadas, que completan
y consolidan un modelo para la garantía del derecho a plazos razonables de
detención preventiva. Así, ninguna persona puede ser objeto de una medida de
aseguramiento privativa de la libertad superior a (1) año dentro del proceso penal y,
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de igual forma, si transcurridos 150 días luego de iniciada la audiencia de juicio oral,
no ha sido celebrada la audiencia de lectura de fallo, el acusado debe ser puesto en
libertad.
18. De esta manera, en el decurso de la actuación, para la mayoría de los casos, la
libertad del procesado en detención preventiva se cumplirá de inmediato (i) si
transcurridos 60 días a partir de la fecha de imputación no se ha presentado el escrito
de acusación o solicitado la preclusión; (ii) si pasados 120 días contados a partir de
la fecha de presentación del escrito de acusación, no se ha dado inicio a la audiencia
de juicio y (iii) si vencidos 150 días contados a partir de la fecha de inicio de la
audiencia de juicio oral, no se ha celebrado la audiencia de lectura de fallo o su
equivalente. Pero, además de lo anterior, (iv) ninguna medida de aseguramiento
privativa de la libertad podrá exceder de un (1) año, plazo luego del cual el detenido
deberá ser puesto en libertad.
Con las primeras tres reglas, cada una de las fases principales del proceso penal
quedan ahora gobernadas por el régimen de afirmación de la libertad, de modo que
la privación del derecho del procesado mientras aquellas se adelantan encuentra
estrictos límites temporales en el uso racional y proporcionado de la detención
cautelar. Por su parte, con la última regla, el legislador consagra una cláusula general
de garantía a favor de la libertad del procesado, cuya privación preventiva en ningún
caso puede exceder de un (1) año. En este supuesto, el legislador, consciente de que
la justificación constitucional de la prisión provisional solo no se diluye si es aplicada
por un tiempo razonable y prudencial y exclusivamente con fines preventivos,
consagra un término general que permite a esa limitación mantener dicho carácter
y, correlativamente, también desvirtuarlo cuando la resulta superar dicho plazo.
Como en el asunto bajo examen se reclama el restablecimiento de la libertad
personal por exceso del término máximo genérico de vigencia de la detención
preventiva, en seguida procede la Corte a analizar si la norma que fijó tal término en
la Ley 906 de 2004 resulta aplicable para asuntos tramitados por la Ley 600 de 2000.
3.2 Aplicabilidad in abstracto del término máximo de vigencia de la detención a
investigaciones y juzgamientos tramitados por la Ley 600 de 2000
Es criterio consolidado de la Sala que, como concreción del principio de
favorabilidad, es dable aplicar retroactivamente normas procesales de efectos
sustanciales contenidas en la Ley 906 de 2004 a procesos adelantados por la Ley 600
de 2000. Ello, condicionado a que, además de la sucesión de leyes en el tiempo y el
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tránsito o coexistencia de las mismas, se cumplan los siguientes criterios: i) que las
figuras jurídicas enfrentadas tengan regulación en las dos legislaciones; ii) que
respecto de aquellas se prediquen similares presupuestos fáctico-procesales y iii)
que con la aplicación beneficiosa de alguna de ellas no se resquebraje el sistema
procesal dentro del cual se le da cabida al instituto favorable.
Pues bien, en el presente caso, no hay duda de que la norma procesal cuya aplicación
retroactiva se reclama, en primer lugar, produce efectos sustanciales determinados
a partir de su naturaleza. Ésta corresponde a la concreción de una garantía
fundamental que desarrolla tanto los contornos específicos del debido proceso -en
su componente del derecho a ser juzgado sin dilaciones injustificadas- como los
contenidos del principio constitucional de proporcionalidad (prohibición de exceso),
en relación con la limitación de las injerencias en la libertad personal a través de
medidas cautelares en el proceso penal. Y la disposición normativa concernida,
desde luego, es favorable al procesado, en la medida en que la fijación de un término
máximo de vigencia de la detención preventiva no existe en la Ley 600 de 2000.
En segundo orden, salta a la vista que la detención preventiva, en tanto medida
cautelar accesoria al proceso penal, encuentra regulación en las dos codificaciones
procesales que aquí se contrastan (arts. 355 y ss. de la Ley 600 de 2000 y arts. 306 y
ss. de la Ley 906 de 2004). En las dos legislaciones están determinados, entre otros
aspectos, las finalidades asignadas a las medidas de aseguramiento, los requisitos
sustanciales y formales para su imposición, los motivos de suspensión o sustitución
y las causales de revocatoria. La detención preventiva no es, entonces, propia de
ningún esquema procesal ni, mucho menos, propia de alguno de los mencionados
códigos de procedimiento penal.
En tercer término, los supuestos fáctico-jurídicos que dan lugar a la imposición de
las medidas de aseguramiento son similares. Contrastados los arts. 355 y 366 de la
Ley 600 de 2000 con los arts. 296 y 308 de la Ley 906 de 2004, puede afirmarse que
la aplicación de la detención preventiva está condicionada a la verificación -
concurrente, no alternativa- de los mismos presupuestos materiales, a saber:
Por una parte, el denominado estado de sospecha fundada, constituido por la
acreditación de la materialidad del delito y por la probable atribución de
responsabilidad al imputado; por otra, el concerniente a la urgencia de conjurar los
riesgos que la libertad del imputado representa para la comunidad o las víctimas y
para la indemnidad del proceso penal (riesgos de fuga o de obstrucción probatoria).

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Finalmente, para la Sala es claro que con la aplicación beneficiosa del parágrafo 1º
del art. 307 de la Ley 906 de 2004, modificado por el art. 1º de la Ley 1786 de 2016,
a procesos penales tramitados por la Ley 600 de 2000 no se afecta la estructura del
esquema procesal diseñado en este último Código de Procedimiento Penal.
En efecto, al tratarse de una medida cautelar, accesoria al proceso, la aplicación de
la detención preventiva de ninguna manera tiene que ver con los rasgos
estructurales que caracterizan el curso de la investigación y el juzgamiento en uno u
otro esquema procesal. En el mejor lenguaje procesalista, la medida de
aseguramiento tiene una naturaleza incidental que difiere del objeto mismo del
proceso penal -la determinación de la responsabilidad penal de un individuo-. Es un
apéndice, y por ello, su aplicación no está en capacidad de trastocar las bases
fundamentales, características y diferenciadoras de un determinado modelo de
enjuiciamiento penal.
Desde una perspectiva constitucional (art. 250-1), las medidas de aseguramiento
sirven al logro de los cometidos asignados al derecho penal, en tanto instrumento
de protección -de última ratio- de bienes jurídicos, y persiguen, en concreto, el
aseguramiento de la comparecencia al proceso, la conservación de la prueba y la
protección de la comunidad. Estas finalidades han de conseguirse al margen de las
formas propias y la tendencia asignada a la investigación o al juzgamiento. De ahí
que la teleología asignada a la detención preventiva sea la misma en las Leyes 600
de 2000 (art. 355) y 906 de 2004 (art. 296). Lo que varía, entonces, es la regulación
específica de las medidas cautelares personales en una u otra codificación procesal
penal.
Y dentro de esa regulación, como se expuso en precedencia (cfr. nums. 3.1.1 y 3.1.2
supra), el establecimiento de un límite máximo de vigencia de la detención es
manifestación de la garantía fundamental y derecho humano a ser juzgado dentro
de un plazo razonable o ser puesto en libertad. Por consiguiente, debiendo hacer
parte del debido proceso cautelar, la norma que fija ese plazo y asigna una
consecuencia jurídica a su incumplimiento no es una institución propia o privativa
del esquema de investigación y juzgamiento acusatorio-adversarial desarrollado por
la Ley 906 de 2004, por lo que su aplicación retroactiva a situaciones gobernadas por
la Ley 600 de 2000 de ninguna manera resquebraja el “sistema mixto” previsto en
esta última codificación.

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De suerte que, por las anteriores razones, el parágrafo 1º del art. 307 de la Ley 906
de 2004, modificado por el art. 1º de la Ley 1786 de 2016, es del todo aplicable a
procesos regidos por la Ley 600 de 2000. Por tratarse de un derecho fundamental de
toda persona investigada o juzgada penalmente con privación de su libertad
personal, los plazos establecidos en la norma rigen para ambos procedimientos.
Ahora, si bien la referida norma menciona al juez de control de garantías como
competente para sustituir la medida de aseguramiento por vencimiento del término
máximo de vigencia de la detención preventiva, ello no es razón suficiente para
predicar la imposibilidad de aplicación retroactiva a procesos tramitados por la Ley
600 de 2000. La competencia recaerá, según la fase procesal, en el fiscal o en el juez
de la causa.
De otro lado, la inexistencia de medidas de aseguramiento no privativas de la
libertad en la Ley 600 de 2000 (art. 356 inc. 1º) tampoco es óbice para impedir la
limitación de la vigencia de la detención preventiva -establecida en la Ley 906 de
2004- en dicha codificación. Al respecto, también la Corte tiene definido que, en
virtud del principio de favorabilidad, es dable aplicar las medidas de aseguramiento
previstas en el art. 307 lit. b) de la Ley 906 de 2004 a procesados investigados o
juzgados bajo los ritos procesales de la Ley 600 de 2000 (cfr. entre otras CSJ AP 10
oct. 2012, rad. 29.726).
Tampoco, valga precisar de cara a los reproches elevados por la parte civil en contra
de la solicitud bajo estudio, puede negarse la aplicabilidad por favorabilidad de la
plurimencionada norma con base en cuestionamientos a la diferente regulación de
las causales de libertad provisional por vencimiento de términos en el juicio en las
Leyes 600 de 2000 (art. 365) y 906 de 2004 (317-6). La figura bajo estudio en el
presente caso, reitérase, es la del plazo máximo genérico de vigencia de la detención
preventiva (cfr. num. 3.1.4 supra), no los motivos de libertad aplicables en referencia
al incumplimiento de plazos especiales en diversas etapas procesales (como el art.
317-6 de la Ley 906 de 2004), estas sí, diversas entre una codificación y otra, lo cual
torna inatinentes las alegaciones de la parte civil.
Igualmente desatinados se advierten los reproches elevados por dicho sujeto
procesal al sostener que lo procedente en la Ley 600 de 2000, a la luz del art. 363, es
la revocatoria de la medida de aseguramiento , como quiera que en el presente caso
no se está invocando la modificación de los fundamentos sustanciales que la
soportan ni su falta de necesidad por decaimiento de alguna de las necesidades que

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la justifican, sino el vencimiento del término máximo de vigencia, que daría lugar a
la sustitución.

STP21643-2017Radicación n.º 95621 MP: PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR


Bogotá, D. C., doce (12) de diciembre de dos mil diecisiete (2017).
Ahora bien, para lo que interesa en el caso sub examine, la Sala de Casación Penal
de esta Corporación se ha pronunciado sobre la garantía fundamental del detenido
a ser puesto en libertad si no es investigado y juzgado dentro de un plazo razonable.
En este sentido señaló:
El ámbito de protección del derecho al debido proceso está compuesto tanto por
prescripciones constitucionales genéricas como por la específica configuración legal
de las formas propias de cada juicio, pues se trata de una garantía de marcada
composición normativa.
Entre otras prerrogativas, el art. 29 inc. 4º de la Constitución consagra el derecho a
ser juzgado sin dilaciones injustificadas. En concordancia con el art. 93 inc. 1º ídem,
este componente del debido proceso se identifica con el derecho humano a ser
investigado y juzgado dentro de un plazo razonable (arts. 14-3 lit. c) P.I.D.C.P. y 8-1
C.A.D.H.).
En materia penal, bien es sabido que la libertad no sólo puede ser afectada mediante
la imposición de una pena, sino que, de manera excepcional, accesoria y cautelar,
atendiendo a criterios de adecuación, necesidad, razonabilidad y proporcionalidad,
también puede restringirse preventivamente con finalidades procesales
(aseguramiento de la comparecencia del imputado al proceso y conservación de la
prueba), de protección a la comunidad, en especial a las víctimas, y de
aseguramiento del eventual cumplimiento de la pena (art. 250-1 de la Constitución).
De ahí que la articulación del derecho a ser juzgado sin dilaciones injustificadas con
las limitaciones propias que legitiman la restricción cautelar de la libertad, permitan
afirmar, por una parte, la existencia de una garantía fundamental a ser investigado
y procesado dentro de términos razonables; y, por otra, el derecho humano a ser
dejado en libertad si se es procesado en detención y se traspasan los límites del plazo
razonable.
A ese respecto, el art. 7-5 de la C.A.D.H., integrante de la Constitución por la vía de
su art. 93 inc. 1º, establece que toda persona detenida tendrá derecho a ser juzgada

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dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe
el proceso. En este evento, prosigue la norma, la libertad podrá estar condicionada
a garantías que aseguren su comparecencia en el juicio.
La existencia de tal prerrogativa fundamental en el ordenamiento interno
colombiano ha sido ratificada por la Corte Constitucional, corporación que no sólo
reconoce en la Constitución el derecho a ser juzgado dentro de plazos razonables,
preestablecidos legalmente, sino a que las medidas restrictivas de la libertad
también tengan un plazo máximo de duración, como manifestación del principio de
proporcionalidad o prohibición de exceso. A ese respecto, textualmente se lee en la
sentencia C-221 de 2017: (…).
Sin embargo, en tanto manifestación del debido proceso, el plazo razonable necesita
de una concreción legislativa que, traducida a las formas propias del juicio,
establezca los términos específicos que ha de respetar el Estado para perseguir
penalmente a una persona con restricción de la libertad personal. Ejemplo de ello es
el establecimiento de causales de libertad por vencimiento de términos (cfr. art. 317
nums. 4 al 6 de la Ley 906 de 2004 y art. 365 nums. 4 y 5 de la Ley 600 de 2000) o la
fijación legal de un término máximo de vigencia de la detención preventiva.
El debate se contrae a establecer cuál es la manera adecuada de contabilizar los
términos de las causales de libertad previstas en el artículo 317 de la Ley 906 de
2004, esto es, si los días se cuentan de manera ininterrumpida y continua desde el
día siguiente del acto procesal de que se trate, o si por el contrario, se contabilizan
en días hábiles.
Sobre este particular, la jurisprudencia de esta Corporación, ha señalado:
(..) en cuanto se refiere a dilucidar si los términos establecidos en el artículo 175
ejusdem para formular acusación, solicitar la preclusión o aplicar el principio de
oportunidad, realizar audiencia preparatoria o adelantar audiencia del juicio oral,
corresponden a días hábiles o ininterrumpidos, amén de precisar la contabilización
de los lapsos dispuestos en los numerales 4º y 5º del artículo 317 de la citada
legislación para acceder a la libertad provisional. (…)
Sobre tales preceptos conviene distinguir que el artículo 175 no se encuentra
instituido para proteger el derecho fundamental a la libertad personal de los
incriminados, como sí ocurre con las causales de libertad provisional reguladas en el
artículo 317 del mismo ordenamiento. Aquella norma se orienta a evitar la dilación

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injustificada de los trámites, aspecto que hace parte de la más amplia noción del
derecho fundamental al debido proceso (inciso 3º del artículo 29 de la Constitución)
y constituye desarrollo legal de la normativa internacional sobre el particular
establecida en el numeral 1º del artículo 8º de la Convención Americana de San José
de Costa Rica (Ley 16 de 1972) y en el numeral 3º, literal c) del artículo 14 del Pacto
de Derechos Civiles y Políticos de Nueva York (Ley 74 de 1968). (…)
En suma, advierte la Corte que la distinción realizada por el legislador en los
numerales 4º y 5º del artículo 317 de la Ley 906 de 2004 modificados por el artículo
30 de la Ley 1142 de 2007 no responde a criterios razonables y objetivos y quebranta
el derecho de igualdad de las personas, circunstancia que impone en virtud del
artículo 4º de la Carta Política dar prevalencia a su artículo 13 y por ello, entender
que la contabilización “en forma ininterrumpida” de los términos previstos en el
citado numeral 4º del artículo 317, también se hace extensiva a los tiempos
establecidos en el numeral 5º del mismo precepto (Negrillas originales). (CSJ SP, 4 de
febrero de 2009, Rad. 30363).
Así mismo, en sede de tutela, afirmó:
Lo que sí corresponde aclarar a los despachos accionados es que el instituto que se
debe aplicar en materia de libertad provisional es el del artículo 317 del Código de
Procedimiento Penal, y no del 175 ibídem, por versar éste último sobre la duración
de los procedimientos, y sus términos distan a los de libertad, en la medida que estos
últimos –artículo 317- deben ser contabilizados de manera ininterrumpida en días
calendario, entre tanto los términos que tienen los funcionarios para superar las
etapas procesales – artículo 175 del C.P.P.- se contabilizan hábiles, acorde con lo
establecido en el inciso tercero del artículo 157 de la Ley 906 de 2004 . (CSJ, STP, 2
de febrero de 2013, Rad. 65256)
Ahora, es claro que esas providencias reseñadas fueron emitidas en vigencia de las
Leyes 1142 de 2007 y 1453 de 2011 que modificaron el 317 de la Ley 906 de 2004
(causales de libertad), y establecían, expresamente, que los términos previstos para
analizar esas causales liberatorias debían contabilizarse en forma ininterrumpida.
Sin embargo, como quiera que la nueva Ley 1786 de 2016 –que también introdujo
modificaciones a la misma disposición en cita- guardó silencio sobre ese particular,
nada obsta para que se interprete bajo los parámetros anteriores y se entienda que
la contabilización de los términos previstos en el citado artículo 317 del C.P.P. debe
realizarse «en forma ininterrumpida».
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Lo anterior, máxime si para este asunto resulta perfectamente aplicable el artículo
295 de la Ley 906 de 2004, que trata sobre la afirmación de la libertad y establece:
«[l]as disposiciones de este código que autorizan preventivamente la privación o
restricción de la libertad del imputado tienen carácter excepcional; solo podrán ser
interpretadas restrictivamente y su aplicación debe ser necesaria, adecuada,
proporcional y razonable frente a los contenidos constitucionales.» (Negrilla ajena al
texto original).
Así las cosas, al adoptar la postura más favorable para el procesado, resulta
indiscutible que los términos de las causales de libertad deben contabilizarse
teniendo en cuenta que los días son ininterrumpidos y continuos desde el día
siguiente del acto procesal de que se trate.

AHP1363-2018 Radicación No. 52499 MP: FERNANDO ALBERTO CASTRO


CABALLERO
Bogotá, D.C., nueve (09) de abril de dos mil dieciocho (2018).
CONSIDERACIONES DEL DESPACHO
Es equivocada la interpretación del accionante cuando sostiene que los actos de
corrupción a los que se extiende la duplicación del término, son los cometidos en
desarrollo de procesos contractuales con el Estado, ya que la norma ninguna
distinción hace, como tampoco la ley a la que remite, Ley 1474 de 2011, en la cual
se toman una serie de medidas para combatir la corrupción que se presenta en todos
los ámbitos del ejercicio de la función pública.
Emerge claro que el tiempo con el que cuenta la administración de justicia en este
caso para iniciar el juicio luego de presentada la acusación no es de 120 días, sino de
240 días

AEP 00018-2018 Radicado N° 27919 MP: RAMIRO ALONSO MARÍN VÁSQUEZ


Bogotá D.C, octubre dos (2) de dos mil dieciocho (2018)
Consideraciones para resolver:
Sobre el particular, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia ha
señalado, a la vez, que la posibilidad de negar la excarcelación por causa justa o
razonable, no apunta exclusivamente a la expiración del lapso “sin que se hubiere

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realizado la correspondiente audiencia pública”, como parece surgir de la literalidad
de la disposición, sino que hay lugar a incluir el supuesto de cuando la vista pública
no ha podido instalarse por motivos similares; así lo indicó en auto del 27 de mayo
de 2003, radicado 20.893.
En esa medida, se tiene establecido que el sólo transcurso del tiempo no activa la
libertad de la persona que viene siendo sometida a una medida de aseguramiento
intramural, en consideración a que la norma que se viene de mencionar
puntualmente establece:
“No habrá lugar a la libertad provisional cuando la audiencia se hubiere iniciado, y
ésta se encuentre suspendida por causa justa o razonable o cuando habiéndose
fijado fecha para la celebración de la misma, no se hubiere podido realizar por causa
atribuible al sindicado o a su defensor”
Sobre el particular, la Sala de Casación de la Corte Suprema de Justicia ha
considerado que en cada caso se debe verificar si el vencimiento de los términos con
que cuenta la administración de justicia para adelantar el juicio se ha producido por
causa justa o razonable o por hechos atribuibles al sindicado o a su defensor, como
lo prescribe el legislador, así lo ha indicado en la AP3649-2015-Rdo. 34099-Junio
26/15, en los siguientes términos:
“2. Tratándose del vencimiento de términos sin la realización de la audiencia pública,
la Corte ha enseñado que no basta el simple paso del tiempo, sino que es necesario
que en cada caso se valore si existe causa razonable o justa para la expiración del
lapso legal:
“ Al respecto, la Sala tiene establecido cómo no es factible recuperar la libertad
provisional por el simple paso objetivo o físico del tiempo, por cuanto se deben
valorar dos tipos de circunstancias adicionales: a) descartar que la no realización de
la audiencia o la imposibilidad de reanudarla, obedezca a causas dilatorias
atribuibles al sindicado o a su defensor y b) verificar la existencia de causas
razonables o justas que autoricen la suspensión de la audiencia pública, caso en el
cual, si por su influjo se vencen los seis meses, tampoco será factible conceder la
libertad provisional
Por tanto, la Corte reitera cómo no hay prohibición absoluta de suspender la
audiencia pública cuando existen motivos que podrían justificar su no culminación

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dentro de los seis meses siguientes a la ejecutoria de la resolución de acusación,
circunstancias que deben ser proporcionadas y razonables.
En este sentido, la Corte Constitucional al declarar exequibles el numeral 4° y el
inciso segundo del numeral 5° del artículo 365 del Código de Procedimiento Penal,
estableció:
"Ahora bien, el término razonable, proporcional y justo, debe ser valorado por las
autoridades judiciales en cada caso, siguiendo los siguientes parámetros: la
efectividad de la duración (amoldar la detención a sus objetivos), el tiempo actual
de detención, su duración en relación con la ofensa, los efectos de la conducta
punible, los efectos materiales y morales para con el sindicado, la conducta del
inculpado, las dificultades de la instrucción, la forma como se ha tramitado, la
conducta de las autoridades judiciales, entre otras. Mediante esta consagración no
taxativa, la Corte pretende garantizar la presunción de inocencia y el derecho a la
libertad personal ante el vacío legal." (Auto del 18 de agosto de 2010, radicado
34.669).
Y en esa misma decisión que se viene de comentar, la misma Corporación, además
de considerar otros supuestos que dificultan la realización de la audiencia pública,
se refiere a otros pronunciamientos que incluyen el supuesto de cuando la audiencia
pública no ha podido instalarse, llenando de alguna manera el vacío que pareciera
advertirse en dicha disposición:
“La Sala ha señalado, a la vez, que la posibilidad de negar la excarcelación por causa
justa o razonable, no apunta exclusivamente a la expiración del lapso “sin que se
hubiere realizado la correspondiente audiencia pública”, como parece surgir de la
literalidad de la disposición, sino que hay lugar a incluir el supuesto de cuando la
vista pública no ha podido instalarse por motivos similares. Así, en auto del 27 de
mayo de 2003 (radicado 20.893) se dijo:
“En los términos del inciso 2º, no hay lugar al otorgamiento de la libertad provisional:
a) cuando la audiencia se hubiere iniciado, y esta se encuentra suspendida por causa
justa o razonable; o b) cuando habiéndose fijado fecha para la celebración de la
misma, no se hubiere podido realizar por causa atribuible al sindicado o a su
defensor.
Cabe advertir que respecto de esta segunda hipótesis exceptiva al otorgamiento de
la libertad provisional, la Corte constitucional declaró exequible igual norma del

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anterior código de procedimiento penal (415, numeral 2º) en sentencia C-846 de
1999, sin que en el juicio de constitucionalidad se haya establecido ninguna
condición, como sí acaeció con el primer supuesto, por lo que corresponde al juez
en cada caso concreto evaluar sobre la razón por la cual la celebración de la
audiencia de juzgamiento no se haya podido llevar a cabo y si “es atribuible al
sindicado o a su defensor”. Desde luego que, así no se haya fijado fecha para la
celebración de la diligencia, si la demora es atribuible a tales sujetos procesales, debe
considerarse satisfecha también esta hipótesis exceptiva, pues es de entender que
cuando el defensor o su representado han introducido distractivos en el juzgamiento
que se convierten en causa de sucesivos retardos, y que impiden señalar a tiempo la
fecha del debate oral, es carga que deben soportar si la pretensión es solicitar la
libertad por vencimiento de términos…”.
Recuérdese entonces cómo en relación con la norma que se viene de comentar, esto
es, el inciso 2° del numeral 5° del artículo 365 de la Ley 600 de 2000, que alude a
causa justa o razonable de parte de la administración de justicia o a un hecho
atribuible al sindicado o su defensor, que han dificultado la continuación o la
realización de la audiencia pública, son circunstancias que ya han sido estudiadas y
desarrolladas por la Doctrina de la Sala de Casación Penal de la corte Suprema de
Justicia, como se ha indicado en la decisión que se viene de comentar, esto es,
radicado 34099 de Junio 26/15, cuando indicó:
“…encontrando, en el primer caso, que la causa justa o razonable hace relación a
todas aquellas circunstancias asociadas al desenvolvimiento regular del proceso,
mientras que el segundo ítem tiene que ver con la carga de asumir los efectos que
en el tiempo y según la etapa procesal, se deriven del ejercicio del derecho de
defensa, bien sea que las peticiones resulten conducentes o pertinentes y ajustadas
al principio de la buena fe – pues en ese caso también se está ante el evento de una
causa justa o razonable - o, por el contrario, devengan dilatorias, “pues lo prevalente
es que el Estado administrador de justicia no haya dejado el proceso abandonado a
su propia suerte ni haya expuesto a irrazonable prolongación de la privación de la
libertad al acusado.”.
De la misma manera, en relación con la conducta procesal que asume el defensor o
su representado, lo que puede incidir en el transcurso de tiempo adicional, que
posteriormente posibiliten la pretensión de libertad, también se ha pronunciado la
Sala de Casación Penal de la Corte Suprema en los siguientes términos:

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“Es así, como ante el inminente vencimiento de términos que para la instrucción o
el juicio establece la ley, el defensor o el procesado a su arbitrio pueden optar entre
solicitar el recaudo de las pruebas que consideren conduzcan a establecer la verdad
sobre los hechos objeto del proceso, o que incumplan los requisitos previstos para
su admisibilidad; provocar con o sin razón pronunciamientos judiciales y
posteriormente ejercer el derecho de controvertirlos; promover colisiones de
competencias, o recusar al funcionario judicial; solicitar nulidades inexistentes;
demandar la expedición de copias de lo actuado; pedir la postergación de diligencias
o la ampliación de términos; pretender la libertad del reo con o sin fundamento; o
propiciar cualquier otra clase de incidente de similares características, sobre todo lo
cual el funcionario ha de pronunciarse afirmativa o negativamente acorde con la
realidad que el proceso evidencia; pero sea que cualquiera de las peticiones
presentadas prospere o se rechace, inexorablemente cada una de dichas
actuaciones implica la prolongación del trámite por períodos aisladamente
considerados y perfectamente individualizados que en el contexto del proceso
pueden repercutirle negativamente por dar lugar a superar los términos máximos
legalmente establecidos no solo para la configuración de un motivo liberatorio sino
para el adelantamiento oportuno de las etapas que componen el trámite, pero
mientras dicha dilación no sea imputable al funcionario judicial, el procesado y su
defensor, como una sola parte en el proceso, han de asumir las consecuencias
previstas en el ordenamiento cuando en el proceso se establezcan los eventos de
haber prohijado actuaciones que como maniobras dilatorias, uno u otro pudieren
llevar a cabo.”
Y si bien es cierto, en esta oportunidad no estamos haciendo referencia a maniobras
dilatorias por parte de la procesada o su defensor, lo que daría lugar a una
descalificación por tal comportamiento procesal, además de que la norma se refiere
a causas “atribuibles” a ellos, el punto también ha sido considerado por la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, al advertir que es una carga que
deben soportar, si la pretensión posterior es solicitar la libertad por vencimiento de
términos .

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AHP5095-2018 Radicado N° 54290 MP: EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER
Bogotá D.C., veintinueve (29) de noviembre de dos mil dieciocho (2018).
CONSIDERACIONES
En el caso en concreto, el accionante acude a la acción constitucional con miras a
que se decrete su libertad, pues estima superado el término previsto en el artículo
317- 5 de la Ley 906 de 2004, modificado por el artículo 4° de la Ley 1760 de 2015.
Al respecto, se tiene que la norma en comento señala que es causal de libertad
«cuando transcurridos ciento veinte (120) días contados a partir de la fecha de
presentación del escrito de acusación, no se haya dado inicio a la audiencia de
juicio», término que a voces del parágrafo 1° del mismo artículo «se incrementarán
por el mismo término inicial, cuando el proceso se surta ante la justicia penal
especializada». En el caso en estudio se trata de un delito de competencia de los
Jueces Penales del Circuito Especializado, por lo que el término entre la presentación
del escrito de acusación y el inicio de juicio es de 240 días.
El Centro de Servicios y los Jueces de Garantías deben atender el llamado respetuoso
que hizo el Tribunal de Santa Marta para que se aduzcan razones inatendibles para
no tramitar las audiencias de petición de libertad por vencimiento de términos, la
libertad es un derecho fundamental que no puede quebrantarse aduciéndose que
no hay juez disponible o que no asistió la fiscalía, porque tales argumentos no son
de recibo. Hay que hacer gestión para realizar tales audiencias y no atenerse a la
formalidad del argumento, máxime las previsiones del inciso segundo del artículo
160 de la Ley 906 de 2004 donde se prevé que, tratándose de «decisiones que se
refieran a la libertad provisional del imputado o acusado, el funcionario judicial
dispondrá máximo de tres días hábiles para realizar la audiencia respectiva.»
Sobre la participación de los sujetos y partes en las audiencias de libertad por
vencimiento de términos, la Corte ha indicado:
De conformidad con esa norma, es un deber del juez de control de garantías ordenar
la citación oportuna de las partes, testigos, peritos y demás personas que deban
intervenir en la actuación, actividad que no está limitada a la mera transliteración de
los datos consignados por el solicitante en el formato suministrado por la Oficina o
Centro de Servicios Judiciales.
La excusa de la insuficiencia de los datos consignados por el peticionario en el
formato de solicitud solo es razonable cuando de la información suministrada no es
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posible identificar la actuación a la cual se hace referencia o la información necesaria
para notificar al convocado no está contenida en el expediente judicial.
(…)
Era deber de la Juez de Control de Garantías, con independencia de lo realizado por
el Juez Coordinador del Centro de Servicios Judiciales, verificar que las partes,
testigos, peritos y demás personas que debían intervenir en la audiencia de libertad
por vencimiento de términos fueran debidamente notificados, tal y como lo ordena
la norma citada.
La negativa a realizar la diligencia invocada, sustentada en la creencia de que la
notificación echada de menos tuvo origen en la simple negligencia del solicitante,
difumina el referido deber legal e impone una carga excesiva sobre el peticionario.
Además, tal comportamiento es contrario a los principios de lealtad procesal y buena
fe (…).» Subrayado de la Sala.

AHP012-2019 Radicación n° 54443 MP: LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO


Bogotá D.C., quince (15) de enero de dos mil diecinueve (2019).
CONSIDERACIONES
En efecto, se advierte la prontitud en el señalamiento de las fechas para la realización
de la audiencia para resolver la petición de libertad, siendo fortuito que en las
mismas la juez de control de garantías haya tenido que celebrar audiencias
concentradas que de forma imprevista le han correspondido, de manera que no ha
sido la desidia y el abandono de sus deberes las que han impedido efectuarla.
Adicionalmente, si bien es cierto el juicio oral no ha culminado debido a los
constantes aplazamientos por la ausencia de los testigos de la fiscalía, también debe
tenerse en cuenta que varias de ellas han obedecido a otras razones, como la falta
de traslado del detenido por parte del Inpec o por la existencia de conversaciones
entre las partes a fin de llegar a una aceptación de cargos, conforme a la información
de la Fiscal, en cuyo caso los términos no corren.
De este modo, la causa que ha impedido la realización de la audiencia preliminar en
la cual pretende el detenido obtener su libertad por vencimiento de términos,
agregada a las situaciones aducidas por la Fiscalía no ponen de presente la

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prolongación ilícita de ella, con mayor razón cuando el funcionario competente para
pronunciarse no lo ha hecho por un motivo fundado que no merece reproche alguno.

AHP281-2019 Radicación N.º 54608 MP: PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR


Bogotá D. C, treinta y uno (31) de enero de dos mil diecinueve (2019)
CONSIDERACIONES
Es que, la medida de aseguramiento solo tiene vigencia hasta ese instante, como
pacíficamente lo ha expuesto la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia, que en auto CSJ AP4711 – 2017 indicó:
… en los procesos regidos por la Ley 906 de 2004, la medida de aseguramiento tiene
vigencia hasta el anuncio del sentido de fallo condenatorio, allí el juez puede hacer
una manifestación expresa acerca de la libertad del procesado, disponiendo su
encarcelamiento, pero si omite hacer una manifestación al respecto en esa
oportunidad, la vigencia de la medida se extenderá hasta la lectura de la sentencia,
momento en el que, por mandato legal, no sólo debe imponer la pena de prisión,
sino que ha de resolver sobre la libertad; en particular, sobre la concesión o negativa
de los sustitutos y subrogados penales.
Tales razones impiden, entonces, afirmar que el cumplimiento del mandato de juzgar
al detenido dentro del plazo máximo legal -genérico- (art. 1º de la Ley 1786 de 2016,
que modificó el art. 307 de la Ley 906 de 2004) se cumple con la lectura del fallo de
segundo grado, como lo comprende la jurisprudencia constitucional.
Esta errónea conclusión también estriba en que, para los efectos del art. 7-5 de la
C.A.D.H., concretados en el art. 1º de la Ley 1786 de 2016, no es lo mismo juzgar al
procesado privado de la libertad que entender agotado el proceso penal como tal.
Éste se prolonga más allá de las instancias ordinarias (arts. 205 y ss. de la Ley 600 de
2000 y arts. 180 y ss. de la Ley 906 de 2004); inclusive, en estricto sentido,
comprende etapas posteriores a la ejecutoria de la sentencia, como lo es la de
ejecución de la pena (arts. 469 y ss. de la Ley 600 de 2000 y arts. 459 y ss. de la Ley
906 de 2004).
Si el principal objeto del proceso penal es la determinación de la responsabilidad
penal del acusado, tal propósito se concreta en la decisión sobre tal aspecto,
contenida en la sentencia. Cuestión diferente es que ese juicio -positivo o negativo-

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sobre la responsabilidad pueda ser sometido a controversia por la vía del derecho
de impugnación. La indeterminación sancionable con la pérdida de la potestad
estatal para investigar y juzgar con privación de la libertad es aquella donde el estado
de acusación se prolonga indefinidamente sin que se defina la situación jurídica del
procesado, en relación con su situación de culpabilidad o de inocencia. Como lo
clarifica la Corte I.D.H., “el principio del plazo razonable al que hacen referencia los
arts. 7-5 y 8-1 de la Convención Americana tiene como finalidad impedir que los
acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación y asegurar que ésta se decida
prontamente”.
Claro, ello no habilita a que el trámite de los recursos sea indefinido, más el
establecimiento de plazos para la decisión de aquéllos en instancias ordinarias y
extraordinarias, así como la implementación de sanciones al Estado por el
desconocimiento del principio de celeridad, en tanto componente del debido
proceso, no sólo es cuestión que igualmente pertenece al ámbito de configuración
legislativa, sino que se orienta por una teleología distinta, debido a que al existir
sentencia de primera instancia, ya se cuenta con un pronunciamiento judicial sobre
la responsabilidad (énfasis agregado).
Además, como advirtió el Tribunal a quo, tampoco se observa que el accionante o su
apoderado hayan formulado solicitud de libertad por vencimiento de términos ante
la autoridad competente, esto es, ante el juez de primera instancia.
Al respecto, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, en auto CSJ
AP4315 – 2016 explicó:
… durante el trámite del proceso penal y hasta tanto no se haya emitido declaración
de responsabilidad penal en contra del acusado, la única autoridad judicial facultada
para afectar su libertad personal u otros derechos fundamentales, es el Juez de
Control de Garantías, tal como lo establecen los artículos 306, 308 y 318 de la Ley
906 de 2004. Empero, una vez proferida condena, así no se encuentre en firme, lo
atinente a la libertad del sentenciado le compete decidirlo al juez de conocimiento,
según lo prevé el artículo 40 del mismo compendio normativo así:
«Anunciado el sentido del fallo, salvo las excepciones establecidas en éste código, el
juez de conocimiento será competente para imponer las penas y medidas de
seguridad»

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Adicionalmente, es oportuno precisar que una vez se haya anunciado el sentido de
fallo condenatorio, toda pretensión relacionada con la libertad del procesado,
deberá ser estudiada a la luz de los requisitos legales exigidos para la concesión de
los subrogados y sustitutos penales, en el entendido que ya en ese estadio procesal,
la reclusión del penalmente responsable sólo se justifica en función del
cumplimiento de la sanción impuesta. De suerte que, mientras cobra ejecutoria el
fallo condenatorio, la competencia para resolver ese tipo de peticiones radica en el
juez de conocimiento y una vez en firme la condena las mismas deberán ser resueltas
por el juez de ejecución de penas. (Negrillas fuera del texto original).
Por tal razón, resulta de plena aplicación al caso lo previsto en el inc. 2º del parágrafo
3º del mencionado artículo 317 de la Ley 906 de 2004, cuyo texto normativo expone
lo siguiente:
Cuando la audiencia no se hubiere podido iniciar o terminar por causa razonable
fundada en hechos externos y objetivos de fuerza mayor, ajenos al juez o a la
administración de justicia, la audiencia se iniciará o reanudará cuando haya
desaparecido dicha causa y a más tardar en un plazo no superior a la mitad del
término establecido por el legislador en los numerales 5 y 6 del artículo 317.

AP2553-2019 Radicación No. 55374. MP: JAIME HUMBERTO MORENO ACERO


Bogotá, D.C, veintisiete (27) de junio de dos mil diecinueve (2019).
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
El parágrafo 1º del artículo 307 de la Ley 906 de 2004, modificado por el artículo 1º
de la Ley 1786 de 2016, señala que, salvo lo previsto en los numerales 2 y 3 del
artículo 317 (como consecuencia de la aplicación del principio de oportunidad o de
un preacuerdo), el término de las «medidas de aseguramiento privativas de la
libertad» no podrá exceder de 1 año.
A propósito de esa innovación legislativa, la Corte Constitucional, en la sentencia C-
221/17, recordó que la libertad personal no es un derecho absoluto, sino que está
sujeto a restricciones, las cuales tienen lugar esencialmente en el marco del proceso
penal, en la forma de sanción o a través de medidas de aseguramiento. Últimas que
tienen propósitos preventivos como (i) evitar que el imputado obstruya el debido
ejercicio de la justicia, no comparezca al proceso o no cumpla la sentencia, o (ii) con
fines de protección de la sociedad o de la víctima.

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Sin embargo, al estudiar el derecho a un debido proceso sin dilaciones injustificadas
y a un término razonable de la detención preventiva, la Corte hizo hincapié que tal
prerrogativa de quien espera la sentencia de segunda instancia, si bien no se
salvaguarda con las reglas del artículo 317-4-5-6 de la Ley 906 de 2004 , cuyo
desconocimiento da lugar a la libertad del acusado, si encuentra garantizado en el
parágrafo del artículo 307 de la misma normatividad. Ello, por cuanto dicha regla
«parte de la base de que este tiempo de detención sin haberse emitido la decisión
de segunda instancia es un plazo razonable para que el acusado sea puesto en
libertad».
El señor defensor presentó la solicitud de libertad del condenado con base en el
texto legal del parágrafo 1 del artículo 307 de la Ley 906 de 2004, que señala un
límite de un año para la vigencia de “las medidas de aseguramiento de privativas de
la libertad”, es decir el límite opera para la detención preventiva intramural y la
detención domiciliaria según el mismo artículo 307 letra A.
El petitum y los argumentos del señor defensor, se ocupan de la situación del
condenado como si se hallare bajo una medida de aseguramiento de detención
preventiva, institución y denominación jurídico procesal que corresponde a una
especial medida cautelas sobre la persona del sometido a investigación y a juicio,
según las reglas de los artículos 306,307, 308,309, 310,311,312,313,314,315 y 316
de la Ley 906 de 2004, todas ellas relacionadas con la medida de aseguramiento de
detención preventiva.
Tal medida de detención preventiva y las demás previstas en el artículo 307 del
Estatuto Procesal Penal aplicable al caso, constituyen un plexo de medidas
cautelares respecto del imputado, que tienen como objeto la persona física misma
del sometido a proceso.
Esta serie de reglas, en concepto de esta Sala, no tienen que ver en sentido estricto
con el debido proceso, como lo demuestra el hecho de que el proceso puede
adelantarse en contumacia, o estando el imputado en libertad como ocurrió en el
caso en estudio, quien solo vino a quedar privado de ella a partir del sentido del fallo.
Si el debido proceso hace relación a la estructura lógico-formal establecida en la ley
procedimental para señalar el modo y la forma en que se investiga el delito, se
producen las pruebas y se llega a definir la responsabilidad del autor, es claro que tal
principio no se conforma por las medidas cautelares aun cuando ellas estén previstas

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y sean efectuadas dentro del mismo. Pero no dejan de ser medidas de cautela sobre
la persona del autor del delito, semejantes a otras en el proceso penal, como las que
recaen sobre bienes señaladas en el artículo 92 de la Ley 906 de 2004 y siguientes, o
las de cancelación de registros obtenidos fraudulentamente del artículo 101 del
mismo estatuto, o la suspensión del poder dispositivo del propietario, poseedor o
tenedor de bienes con fines de comiso que prevé el artículo 95 del estatuto ya
referenciado.
De la misma manera, salvadas las distancias, existen las medidas cautelares ya no
sobre bienes, sino sobre la persona misma del imputado o procesado como normas
instrumentales de eficacia operativa del proceso, pero no como forma procesal
necesaria para fundar la legitimidad de la sentencia. Estas medidas buscan fines
utilitarios del proceso como evitar que perturbe el debido proceso mismo, para
evitar riesgos a la seguridad de la sociedad o de la víctima, o que no se atienda el
cumplimiento de la sentencia.
De otro lado, el artículo 450 de la Ley 906 de 2004 señala que, si al momento de
anunciar el sentido del fallo el acusado declarado culpable no se halla detenido, el
juez podrá disponer que continúe en libertad hasta el momento de dictar sentencia.
Si la detención es necesaria, continúa la norma, el juez la ordenará y librará
inmediatamente la orden de encarcelamiento.
Al estudiar la exequibilidad de ese canon, en la sentencia C-347/17 la Corte
Constitucional, luego de resaltar la jurisprudencia de la Sala de Casación Penal según
la cual el aludido artículo 450 es un mandato de inmediato cumplimiento cuando
han de negarse los sustitutos punitivos , consideró que la aplicación de esa medida
no vulnera el principio de la presunción de inocencia.
Lo anterior, porque la detención que se decrete con el sentido del fallo, sobreviene
propiamente como consecuencia de la satisfacción del criterio de necesidad, y no
únicamente como consecuencia de la condena y la pena dispuesta, que tan solo
aflorarán con el texto escrito del fallo y su posterior ejecutoria.
Bajo esa comprensión, explicó que la «necesidad» de la privación de la libertad que
se disponga con el anuncio del sentido del fallo, no se refiere a los presupuestos
reiterados para privar de la libertad al imputado durante la etapa de la investigación
previstos en los artículos 308 a 310 de la Ley 906 de 2004, relacionados con que,

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[L]a medida de aseguramiento se muestre como necesaria para evitar que el
imputado obstruya el debido ejercicio de la justicia, pues para el momento en el que
se anuncia el sentido del fallo, las etapas de investigación y juzgamiento ya han
terminado; o porque el imputado constituye un peligro para la seguridad de la
sociedad o de la víctima, porque dicha valoración corresponde a la etapa inicial del
proceso y no a la condena; o porque resulte probable que el imputado no
comparecerá al proceso, pues el mismo ha llegado a la fase final con el anuncio del
sentido del fallo, sino que se refiere a los criterios y reglas para la determinación de
la punibilidad y los mecanismos sustitutivos de la pena privativa de la libertad,
especialmente consignados en los artículos 54 y 63 del Código Penal. (Subrayas fuera
de texto).
Desde esa óptica, es claro que en los dos eventos en los que procede la restricción
de la libertad dentro de la actuación penal son claramente diferenciables, no solo
por el momento procesal en el que se ordena sino por los presupuestos que deben
verificarse para su procedencia.
No se puede perder de vista, que las causales de libertad establecidas en el artículo
317, así como lo normado en el artículo 307, parágrafo 1, adicionado por la Ley 1760
de 2015, que establece que el término de las medidas de aseguramiento privativas
de la libertad no podrá exceder de un (1) año; lapso que también lo consagra el
parágrafo 3 de la misma norma, adicionado por la Ley 1786 de 2016, parte
precisamente de este supuesto, esto es la existencia de una medida de
aseguramiento, circunstancia que no acaeció respecto del imputado SAMUEL DARIO
RODRIGUEZ DUARTE.
En ese sentido, el inciso segundo del parágrafo tercero establece que vencido el
término, el Juez de Control de Garantías, a petición de la Fiscalía, de la defensa o del
apoderado de víctimas, podrá sustituir la medida de aseguramiento privativa de la
libertad de que se trate, por otra u otras de aseguramiento no privativas de la
libertad de que trate el presente artículo; pero si ese fuese el camino a seguir, en
este caso ello no sería posible, en virtud a que no se puede sustituir una medida de
aseguramiento privativa por una no privativa de la libertad, toda vez que ello exige
como presupuesto que se hubiese impuesto previamente la de detención
preventiva, lo cual en este caso no es posible en razón a que nunca se impuso la
cautelar de carácter personal.

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Así las cosas, debe quedar claro que una es la privación de la libertad como
consecuencia de la imposición de una medida de aseguramiento, la que está
sometida a un plazo razonable, el cual no puede exceder de un año, y otra muy
distinta la que procede como consecuencia de que se profiera una sentencia
condenatoria, caso en el cual la persona se ve abocada a la privación de la libertad
para darle cumplimiento a la sanción que se le impone al haber sido encontrado
penalmente responsable, que es precisamente el caso que ocupa la atención de la
Sala en esta oportunidad.
Igualmente, debe señalarse que el autor de un delito puede estar en relación con el
proceso legalmente adelantado en cuatro situaciones distintas: a) En estado de
libertad, como ocurrió en este evento, dado que a lo largo de todo el proceso el
acusado gozó de este derecho fundamental, b) En estado de detención preventiva,
que no se produjo en el presente proceso, c) En estado de captura según las reglas
del procedimiento establecidas en el artículo 297 y demás normas concordantes de
la Ley 906 de 2004 y finalmente d) En situación de captura en virtud de la condena
proferida, para el cumplimiento de la sentencia condenatoria, que es precisamente
la que se produjo en el caso en estudio, y que implicó la privación efectiva de la
libertad del señor Samuel Darío Rodríguez Duarte.
Al proferirse el sentido del fallo condenatorio, el Tribunal libró “la orden de
encarcelamiento” -como se prevé en el artículo 450 de la Ley 906 de 2004-, de la
persona procesada que hasta ese momento se hallaba en libertad. Aunque el mismo
artículo considera, que el Juez puede librar la orden de encarcelamiento bajo el
supuesto de “si la detención es necesaria” a juicio del sentenciador, es ostensible
que esa orden de encarcelamiento no es una detención preventiva ni formal ni
sustancialmente, según las reglas del Código de Procedimiento Penal vigentes.
En efecto, si se lee el artículo 299 de la Ley 906 de 2004, dicha norma reza: “Proferida
la orden de captura el juez de control de garantías o el de conocimiento, desde el
momento en que emita el sentido del fallo o profiera formalmente la sentencia
condenatoria, la enviará inmediatamente a la Fiscalía General de la Nación para que
disponga el o los organismos de policía judicial encargados de realizar la aprehensión
física.”
Luego, lo que se profiere bajo el concepto de “orden de encarcelamiento” una vez
anunciado el sentido del fallo, o proferida formalmente –sin ejecutoria-, la sentencia

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de condena no es una medida cautelar de detención preventiva sino una orden de
captura para el cumplimiento de la sentencia proferida.
El mismo sentido tiene en el artículo 298, parágrafo 1, la expresión “Lo aquí
dispuesto no se aplicará a los casos en que el capturado es aprehendido para el
cumplimiento de la sentencia”.
De manera que la sentencia, desde el anuncio del sentido del fallo, pasando por su
lectura, comprendiendo la impugnación hasta el momento de la ejecutoria, en caso
de su confirmación, reclama el acto físico de aprehensión material de la persona
condenada, que obedece al concepto de captura. Esto muestra que la medida de
aseguramiento de detención preventiva, si la hubiere, cesa como acto provisional de
cautela, al momento de que se emita el sentido del fallo.
No se puede perder de vista, que las reglas anteriores se hallen en el capítulo del
código de procedimiento penal, que se refiere a la captura “ Capítulo II Captura” y
este se halle antes del “Capítulo III Medidas de aseguramiento”, en segmentos
completamente diferenciados y separados como reglas de CAPTURA y reglas sobre
MEDIDAS DE ASEGURAMIENTO y que, además, las órdenes que expida el Juez de
Conocimiento (Tribunal Superior de Cúcuta Sala de Penal en este caso), para hacer
efectiva la sentencia que profiere el Juez o cuando anuncia el sentido del fallo,
hipótesis esta última precisamente planteada en el caso, se hallen, en el acápite del
código que se ocupa de las órdenes de captura para el cumplimiento del fallo,
muestran que no es correcto partir de la existencia de una medida de aseguramiento
como la detención preventiva.
En este aspecto, la solicitud de libertad confunde la detención preventiva con la
situación de captura, y es evidente que el término de un año invocado por vía del
artículo 307 parágrafo 1, no puede aplicarse, pues, ya dejó de existir la medida de
detención preventiva y no existe el estado del procesado como detenido
jurídicamente.
Ahora, en la teoría del proceso, se distingue claramente la captura, como fenómeno
de aprehensión física que hacen las autoridades de policía, el de detención
preventiva, que es una decisión judicial, que bajo ciertas exigencias, mantiene
privado de la libertad al imputado y la situación de condenado que reclama
nuevamente la captura para su ejecución material. En esta última circunstancia, ya
no existe más la detención preventiva, porque es claro que cesando la misma, que
es una medida cautelar cuyo objetivo es llegar al cumplimiento de la sentencia por
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parte del procesado, una vez proferida ésta carece de su propia finalidad que ahora
se torna en la necesidad del cumplimiento de la sentencia. Ya no se requiere medida
de aseguramiento como la detención preventiva y procesalmente deja de tener
vigencia si la hubo. A partir de la sentencia, el detenido se mantiene privado de la
libertad en estado no de detención preventiva sino de captura para someterse a la
sentencia de condena que le obliga.
Si ello es válido, dado que no hay medida de detención preventiva como cautela
sobre la persona del procesado, es obligado que la regla de un año, como límite de
la medida de aseguramiento, no es aplicable, pero por razón de que ya no existe
detención preventiva –ha cesado la necesidad de cautela o prevención sobre el
procesado que ahora es condenado-.
Luego, el pedimento que se resuelve ha partido de un error al confundir la detención
preventiva, como medida de aseguramiento, con el estado o situación de captura
para el cumplimiento de la sentencia que ocurre a partir del anuncio del sentido del
fallo en que se libra la “orden de encarcelamiento” para que se haga efectiva la
sentencia proferida como lo dispone el artículo 450 de la Ley 906 de 2004.
Aceptado que se produce, al dictarse formalmente el fallo, un estado de necesidad
de la captura para el cumplimiento de la sentencia, este no desaparece bajo la regla
de la limitación de un año de la medida de aseguramiento por sustracción de
materia: no hay detención preventiva.
Aclarado lo anterior, y en punto del término de un año de la detención preventiva,
como plazo razonable que fue invocado por la defensa, como vencido, la Sala de
Casación Penal en la providencia CSJ AP, 24 jul. 2017, rad. 49734, había señalado de
manera clara las razones por las cuales ese término razonable de la detención
privativa opera hasta el sentido del fallo al indicar:
Indiscutiblemente, la contabilización del término máximo de vigencia de la
detención preventiva ha de partir del momento en que efectivamente se impone
dicha medida de aseguramiento. Ahora, la cabal comprensión de la consecuencia
jurídica derivada de la superación del plazo razonable, fijado legalmente para la
definición del proceso con privación de la libertad del procesado -sustitución de la
detención por una medida de aseguramiento no privativa de la libertad- ha de incluir,
para los fines del art. 7-5 de la C.A.D.H., la determinación de cuándo se entiende que
la persona ha sido juzgada.

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A ese respecto, la jurisprudencia constitucional (sent. C-221 de 2017) es del criterio
que el plazo máximo fijado por el art. 1º de la Ley 1786 de 2016 para “evacuar” los
procesos con personas privadas de la libertad se extiende hasta la audiencia de
lectura de fallo de segunda instancia. Para la Corte Constitucional, ese término
funciona como “una cláusula general de libertad a favor del acusado, fundada en un
cálculo del tiempo prudencial que toma el trámite del proceso, precisamente, hasta
la adopción del fallo que resuelve la apelación contra la sentencia”. De ahí que, en
criterio de esa Corporación, “las medidas de aseguramiento privativas de la libertad
no pueden exceder de un año, regla fundada en que este término de detención sin
que haya sido resulta (sic) la apelación de la decisión de primera instancia resulta
razonable para que el acusado sea dejado en libertad”.
Sin embargo, para la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, tal
fijación del ámbito temporal de aplicación de la plurimencionada causal genérica de
libertad, por vencimiento del plazo máximo razonable, sin que el detenido haya sido
juzgado, se ofrece errónea. Por una parte, se advierte una equivocada equiparación
de lo que significa ser juzgado, en los términos del art. 7-5 de la C.A.D.H. -norma que
consagra la causal de libertad por vencimiento del plazo razonable-, con la duración
del proceso penal como tal; por otra, a la hora de interpretar el art. 1º de la Ley 1786
de 2016, únicamente se acudió a una interpretación subjetiva de la norma -guiada
por el método histórico- sin consideración de importantes razones sistemáticas y
teleológicas, suficientemente depuradas por la jurisprudencia especializada de la
Corte Suprema, concernientes a la vigencia de las medidas de aseguramiento, desde
la perspectiva material de su fundamento procesal.
En efecto, de manera pacífica y reiterada, la Sala tiene dicho que, en consideración
a la naturaleza cautelar de la detención preventiva, así como en vista de las
finalidades a las que sirve en el proceso, tal medida de aseguramiento tiene vigencia
hasta que se profiere la sentencia de primera instancia, si el proceso es tramitado
por la Ley 600 de 2000, o hasta la lectura del fallo de primera instancia, si se aplica
la Ley 906 de 2004.
En vigencia de la Ley 600 de 2000, la Sala clarificó que con la emisión de una
sentencia condenatoria cesan los efectos jurídicos de la medida de aseguramiento,
por lo que la subsistencia de la privación de la libertad del sentenciado encuentra un
sustento material diverso. En tanto mecanismo cautelar, la detención sigue sirviendo
al proceso, pero ya no en aspectos probatorios ni de comparecencia stricto sensu,
sino al eventual cumplimiento de la pena privativa de la libertad (art. 355 de Ley 600
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de 2000). Esto, en la medida en que, si bien la presunción de inocencia sigue rigiendo
hasta que cobre ejecutoria la declaración de responsabilidad penal (art. 248 de la
Constitución), no es menos cierto que, al dictarse una condena en primera instancia,
ya existe una decisión judicial sobre la responsabilidad penal de quien es
sentenciado, por lo que las determinaciones de condena son de cumplimiento
inmediato (art. 188 inc. 1º ídem).
Sobre el particular, en el CSJ AP 6 abr. 2006, rad. 24.110 textualmente expuso la
Corte:
La Sala se abstendrá de revocar la medida de aseguramiento… ya que al haberse
proferido sentencia cesaron sus efectos jurídicos y la privación de… [la] libertad se
rige por lo dispuesto en ésta.
En principio, adviértase que las decisiones que en el sistema procesal penal regido
por la Ley 600 de 2000 autorizan la privación de la libertad son las que imponen i) la
medida de aseguramiento a partir del cumplimiento de sus fines -artículo 355- y de
sus requisitos formales y materiales -artículo 356- y ii) la sentencia mediante la cual
se condena “a las penas principal o sustitutivas” que correspondan -numeral 7
artículo 170- por la declaración de responsabilidad penal.
De manera que si la detención preventiva en su carácter de medida de
aseguramiento al igual que la prisión en su condición de pena principal -artículo
35 de la Ley 599 de 2000- y la prisión domiciliaria como sustitutiva de ésta -
artículo 36 ibídem- afectan la libertad personal, las providencias relacionadas con
alguna de ellas son de cumplimiento inmediato.
Así se dispone en el inciso 1º del artículo 188 de la Ley 600 de 2000, conforme al cual
las providencias relativas a la libertad y detención y las que ordenan medidas
preventivas se cumplirán de inmediato. La disposición citada incluye tanto a la
medida de aseguramiento como a la sentencia, de ahí que en su inciso segundo
establezca expresamente una excepción a ese principio general.
De ello se infiere que la medida de aseguramiento únicamente surte efectos jurídicos
hasta el momento en que se profiera la sentencia, con independencia de su
ejecutoria, pues la limitante prevista en el citado inciso que impide hacer efectiva la
sanción hasta cuando no se produzca aquélla está vinculada estrechamente con la
libertad y no con la medida precautelar carente de eficacia, pues de lo contrario no
se hallaría en esa situación.

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Ahora bien, como en la sentencia, además de definirse la responsabilidad penal del
acusado, deben señalarse las consecuencias derivadas de la comisión de la conducta
punible una vez establecida aquélla, resulta imperativo –asimismo- adoptar todas
las decisiones concernientes a la libertad de la persona, entre las cuales se
encuentran la determinación de la pena principal, sus sustitutos y los mecanismos
sustitutivos de la prisión.
Además, que la aplicación de mecanismos como la suspensión condicional de la
ejecución de la pena y la sustitución de la pena de prisión por reclusión domiciliaria
derive de la sentencia condenatoria, es muestra de que la restricción de la libertad,
mediante tales mecanismos, no tiene su fundamento en la medida de
aseguramiento. A ese respecto, se lee en la referida decisión:
Repárese en que para la adopción del fallo no es presupuesto la existencia de una
medida de aseguramiento, puesto que hay delitos respecto de los cuales -teniendo
prevista prisión- no procede la detención preventiva o hay actuaciones en las que se
hace innecesaria la imposición de la medida al sindicado a partir de sus fines, luego
la libertad personal se definirá en la sentencia -exclusivamente- con atención a los
tres tópicos de obligatoria resolución en ella, esto es la imputación de la pena
privativa delictual, la condena condicional y la prisión domiciliaria, estas dos últimas
para concederlas o negarlas.
Por eso, si al examinarse la pertinencia del mecanismo sustitutivo de la suspensión
condicional de la ejecución de la pena privativa de la libertad se le otorga a quien
durante el proceso ha permanecido en detención preventiva en la cárcel o en su
domicilio, su liberación tendrá sustento en la sentencia y no en la revocatoria de la
medida de aseguramiento que afectaba su libertad.
De igual manera si en el fallo se dispuso la ejecución de la pena de prisión porque el
procesado que se encuentra privado de su libertad no tiene derecho al mecanismo
sustitutivo de la suspensión condicional y la misma se sustituye por la prisión
domiciliaria al reunir los requisitos previstos para ella, tal decisión no impone la
modificación de la medida de aseguramiento cuyos efectos según lo dicho, cesan con
el proferimiento de aquél.
Lo mismo es predicable cuando en la sentencia al mismo tiempo se niegan la
suspensión condicional de la ejecución de la pena de prisión y el sustituto de la
prisión domiciliaria, ya que la afectación de la libertad de la persona que legalmente

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viene detenida o de la aprehendida en virtud de orden de captura impartida durante
la instrucción al haberse decretado su detención preventiva, tiene sustento jurídico
en esas determinaciones y no en la medida de aseguramiento.
Las situaciones anteriores ejemplificadas por la Sala respecto de las distintas
hipótesis que pueden darse en relación con las decisiones que pueden afectar la
libertad personal del procesado que ha permanecido detenido durante el trámite de
la actuación, sirven para concluir que la misma se rige por lo decidido en la sentencia
cuando ella se ha proferido y no por la existencia de la medida de aseguramiento.
Tales razones, en esencia, son igualmente aplicables a la comprensión del asunto en
los casos a los cuales se aplica la Ley 906 de 2004. Si se emite sentido de fallo
condenatorio (arts. 446 y 447 ídem), la detención sigue teniendo una naturaleza
cautelar, no para el proceso sino para el cumplimiento de la pena (art. 296 ídem). Tal
conclusión se estima sistemáticamente ratificada con lo dispuesto en el art. 450
ídem, norma que autoriza al juez de conocimiento, al momento de anunciar el
sentido de fallo condenatorio, a disponer que el acusado continúe en libertad hasta
el momento de dictar sentencia o, si la detención es necesaria, ordenarla y librar
inmediatamente la orden de encarcelamiento. Dicho aserto también se desprende
de los arts. 449 y 451 de la Ley 906 de 2004, pues, por una parte, si el acusado está
privado de la libertad, el juez podrá ordenar su excarcelación siempre y cuando los
cargos por los cuales fue encontrado culpable fueren susceptibles, al momento de
dictar sentencia, del otorgamiento de un subrogado penal; por otra, de ser absuelto
de la totalidad de los cargos consignados en la acusación, el juez dispondrá la libertad
inmediata del procesado, y si estuviere privado de ella, levantará todas las medidas
cautelares impuestas, al tiempo que librará sin dilación las órdenes
correspondientes.
En relación, con tales normas, cuando se omite un pronunciamiento al respecto, la
Sala (CSJ AP 30 ene. 2008, rad. 28.918), ha puntualizado que:
Por mandato del anterior precepto [art. 450] se hace necesario que los jueces
observen que en los términos de la Ley 906 de 2004 la ejecución de la sentencia y las
órdenes que en ella se imparten, especialmente cuando se condena a un procesado
a pena privativa de la libertad y se le niegan subrogados o penas sustitutivas, resulta
imperativo que la privación de la libertad se ordene en el mismo momento en que
se anuncia el sentido del fallo.

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Dicho en otras palabras: cuando un acusado en contra de quien se anuncia un fallo
de condena que conlleva la imposición de una pena privativa de la libertad cuya
ejecución no tiene que ser suspendida, los jueces deben cumplir la regla general
consistente en disponer su captura inmediata para que empiece a descontar la
sanción impuesta. Y si tal mandato lo incumple el a quo se debe impartir el correctivo
por el ad quem.
Excepcionalmente el juez podrá abstenerse de ordenar la captura inmediata. En este
caso recae sobre el servidor judicial una carga argumentativa conforme a la cual
debe justificar amplia, razonada y razonablemente, conforme lo cual debe quedar
suficientemente explicado el por qué le resulta innecesaria la orden de detención
inmediata. Esto podría presentarse, por ejemplo, cuando aparece debidamente
demostrado que el acusado padece de una grave enfermedad.
En todo caso cada situación deberá ser analizada en forma concreta; muy
probablemente no estarán cubiertas por la excepción (i) aquellas personas que han
rehuido su comparecencia ante los jueces, (ii) quienes se han escondido o dificultado
las notificaciones a lo largo de la actuación, (iii) los que han utilizado estrategias
dilatorias en busca de beneficios, (iv) los procesados que han tenido que ser
conducidos policialmente para que hagan presencia en la actuación y, (v) en general,
cuando se den las mismas circunstancias que ameritan la imposición de una
detención preventiva.
Y esa comprensión, valga precisar, es del todo compatible con la presunción de
inocencia. Si bien ésta subsiste hasta que cobre ejecutoria la declaración de
responsabilidad penal, también es verdad que, con la emisión de una decisión
condenatoria en primera instancia, al sentenciado se le traslada la carga de refutar,
por la vía del derecho de impugnación, las razones por las cuales se ve condenado
provisionalmente.
Cabe precisar, por otra parte, que si al anunciarse el sentido del fallo de carácter
condenatorio se omite hacer un pronunciamiento en los términos del art. 450 de la
Ley 906 de 2004, en concordancia con el art. 449 ídem, los efectos de la medida de
aseguramiento sólo se extienden hasta el proferimiento de la sentencia, pues, por
mandato del art. 162-5 ídem, así como de los arts. 34 y ss. del C.P., el juzgador deberá
imponer las penas principales, sustitutivas y accesorias. Además, según se desprende
de lo estipulado en los arts. 63 y 68 A del C.P., también se debe pronunciar acerca

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de libertad del implicado, en referencia a la suspensión de la ejecución de la pena de
prisión y la prisión domiciliaria.
En esa dirección, si se llegare a conceder la suspensión condicional de la ejecución
de la pena, cesan en ese instante los efectos de la medida de aseguramiento de
detención preventiva, pero si, por el contrario, se negare, la privación de la libertad,
en adelante, se fundamentará en la denegación del beneficio, decretada en la
sentencia condenatoria.
De igual manera, al aplicar el art. 68 A del C.P., si hay lugar a la negativa de
subrogados penales, ello se materializa en el fallo condenatorio. Es en ese instante,
cuando cesan los efectos jurídicos de la medida de aseguramiento de detención
preventiva, de manera que la privación de la libertad del procesado, en lo sucesivo,
también estará sujeta a lo señalado en el fallo que declara la responsabilidad penal.
Por consiguiente, en los procesos regidos por la Ley 906 de 2004, la medida de
aseguramiento tiene vigencia hasta el anuncio del sentido de fallo condenatorio, allí
el juez puede hacer una manifestación expresa acerca de la libertad del procesado,
disponiendo su encarcelamiento, pero si omite hacer una manifestación al respecto
en esa oportunidad, la vigencia de la medida se extenderá hasta la lectura de la
sentencia, momento en el que, por mandato legal, no sólo debe imponer la pena de
prisión, sino que ha de resolver sobre la libertad; en particular, sobre la concesión o
negativa de los sustitutos y subrogados penales.
Tales razones impiden, entonces, afirmar que el cumplimiento del mandato de juzgar
al detenido dentro del plazo máximo legal -genérico- (art. 1º de la Ley 1786 de 2016,
que modificó el art. 307 de la Ley 906 de 2004) se cumple con la lectura del fallo de
segundo grado, como lo comprende la jurisprudencia constitucional.
Esta errónea conclusión también estriba en que, para los efectos del art. 7-5 de la
C.A.D.H., concretados en el art. 1º de la Ley 1786 de 2016, no es lo mismo juzgar al
procesado privado de la libertad que entender agotado el proceso penal como tal.
Éste se prolonga más allá de las instancias ordinarias (arts. 205 y ss. de la Ley 600 de
2000 y arts. 180 y ss. de la Ley 906 de 2004); inclusive, en estricto sentido,
comprende etapas posteriores a la ejecutoria de la sentencia, como lo es la de
ejecución de la pena (arts. 469 y ss. de la Ley 600 de 2000 y arts. 459 y ss. de la Ley
906 de 2004).

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Si el principal objeto del proceso penal es la determinación de la responsabilidad
penal del acusado, tal propósito se concreta en la decisión sobre tal aspecto,
contenida en la sentencia. Cuestión diferente es que ese juicio -positivo o negativo-
, sobre la responsabilidad, pueda ser sometido a controversia por la vía del derecho
de impugnación. La indeterminación sancionable con la pérdida de la potestad
estatal para investigar y juzgar con privación de la libertad, es aquella donde el
estado de acusación se prolonga indefinidamente, sin que se defina la situación
jurídica del procesado, en relación con su estado de culpabilidad o de inocencia.
Como lo clarifica la Corte I.D.H., “el principio del plazo razonable al que hacen
referencia los arts. 7-5 y 8-1 de la Convención Americana tiene como finalidad
impedir que los acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación y asegurar que
ésta se decida prontamente”.
Claro, ello no habilita a que el trámite de los recursos sea indefinido, más el
establecimiento de plazos para la decisión de aquéllos en instancias ordinarias y
extraordinarias, así como la implementación de sanciones al Estado por el
desconocimiento del principio de celeridad, en tanto componente del debido
proceso, no sólo es cuestión que igualmente pertenece al ámbito de configuración
legislativa, sino que se orienta por una teleología distinta, debido a que al existir
sentencia de primera instancia, ya se cuenta con un pronunciamiento judicial sobre
la responsabilidad.
Ahora bien, ciertamente, en la exposición de motivos del Proyecto de Ley Nº 115 de
2014 Senado , que antecedió a la Ley 1760 de 2015 -por medio de la cual se fijó por
primera vez el término máximo de vigencia de la medida de aseguramiento- se
presentó un esquema de la duración -contando los términos legalmente
establecidos- “del proceso penal ordinario”, que desde luego se prolonga hasta la
sentencia de segunda instancia. Sin embargo, de ninguna manera se advierte la
intención de extender hasta ese momento procesal la aplicación de la garantía, en
cabeza del procesado detenido, de recobrar la libertad por vencimiento del término
máximo de vigencia de la detención preventiva. Antes bien, desde el mismo proyecto
de ley se diferenció con claridad que uno es el plazo límite genérico para cualquier
medida de aseguramiento, y otra la causal de libertad específica por vencimiento de
términos entre el inicio del juicio y la audiencia de lectura de fallo.
Y esa audiencia no puede ser otra sino la prevista en el art. 446 de la Ley 906 de
2004, sin que sea dable ampliar el término hasta la segunda instancia, como lo
entiende la Corte Constitucional, por el hecho de que el fallo de segundo grado
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también deba ser leído. La lectura de las decisiones es una exigencia derivada de la
concreción de los principios de oralidad y publicidad que rigen la actuación procesal,
no un referente de identificación del momento de culminación del proceso. No sólo
se leen las sentencias de primera y segunda instancia (arts. 447 y 179 inc. 3º de la
Ley 906 de 2004, respectivamente), sino también los autos dictados en segunda
instancia (art. 178 inc. 2º ídem) y los fallos de casación y revisión (arts. 185 inc. 3º).
A tono con las razones hasta aquí expuestas, existe claridad en torno a que la medida
de aseguramiento, si no se supera el plazo máximo legal de vigencia, rige hasta la
sentencia de primera instancia, bien porque se conceda la libertad o porque se
ordene la privación de ésta, en virtud del fallo. De ahí que, desde la génesis misma
de la causal de libertad -específica- por vencimiento de términos del actual art. 317-
6 de la Ley 906 de 2004, se haya considerado, sin más, que “ante la inexistencia de
regulación específica en torno al tiempo que ha de transcurrir entre la audiencia de
juicio y la audiencia de lectura del fallo, lo cual también afecta el derecho a la libertad
del acusado, se propone el término de 150 días para tal efecto”. Si la intención del
legislador hubiera sido la de extender el plazo hasta la lectura de fallo de segunda
instancia, así lo habría precisado expresamente.
Por último, y no por ello menos importante, la Corte llama la atención en que, de
acuerdo con la realidad de la práctica jurisdiccional en lo penal, constatable por la
Sala en el ejercicio de sus funciones constitucionales y legales, no es dable afirmar
con confiabilidad que los procesos penales ordinarios se tramiten en un año (ni en
dos), con emisión de sentencia de segunda instancia. La realidad está lejos de que se
cumplan tales tiempos y, de cara a la fijación de los efectos legales de la vulneración
del plazo razonable en procesos con persona privada de la libertad, ninguna solidez
tiene estimar la duración efectiva de los procesos, en las diferentes instancias, a
partir de “la consulta con algunos jueces y fiscales, para comparar las reglas previstas
en la ley con la práctica” , sin que se cuente con un soporte empírico y científico
pertinente.
En síntesis, para establecer si opera la causal genérica de libertad por vencimiento
del plazo máximo de vigencia de la medida de aseguramiento (art. 1º de la Ley 1786
de 2016), habrá de verificarse si el término previsto en la norma ha transcurrido sin
que se haya realizado la audiencia de lectura de fallo de primera instancia, en
procesos regidos por la Ley 906 de 2004, y en asuntos gobernados por la Ley 600 de
2000 (cfr. num. 3.2 infra), sin que se haya proferido sentencia de primer grado.

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Con estas apreciaciones, la Corte Suprema de ninguna manera cuestiona la razón
que fundamenta la decisión adoptada en la sentencia C-221 de 2017, sino que, de
cara a la aplicación judicial de la figura bajo estudio ha de efectuar las precisiones
conceptuales pertinentes, en relación con los distintos fundamentos, de orden
procesal, que justifican la restricción preventiva de la libertad personal en el proceso
penal.
La Corte Constitucional juzgó la exequibilidad de la norma (art. 307 de la Ley 906 de
2004, modificado por el art. 1º de la Ley 1786 de 2016) afirmando, en esencia, que
el legislador estableció un parámetro límite para contabilizar el término de duración
de la detención preventiva (de uno o dos años). La Sala, armonizando la vigencia de
la jurisprudencia penal especializada con la norma en mención, pone de presente
que la referida medida de aseguramiento sólo opera hasta la sentencia de primera
instancia, o la lectura de ésta, si la decisión es condenatoria, sin que la tangencial
conceptualización realizada por la jurisprudencia constitucional modifique tal
entendimiento ni, mucho menos, permita afirmar que, si se supera el plazo máximo
de vigencia temporal de la detención preventiva sin que se haya dictado -o leído-
sentencia de segunda instancia, hay lugar a la libertad del detenido.”
Adicional a lo anterior, en la propia decisión C 221/17, la Corte Constitucional señala
que el término de las medidas de aseguramiento privativas de la libertad, no puede
exceder de un año, aspecto que esta Sala no discute, pero de ello también se deriva
que si nunca se impuso una medida de aseguramiento, no se puede pretender que
se otorgue la libertad por el hecho que desde que se emitió el sentido del fallo haya
transcurrido más de un año sin que se hubiese proferido sentencia de segunda
instancia, en la medida que el presupuesto básico del plazo razonable, radica en la
existencia de una medida de aseguramiento que no existe ni ha existido en este
proceso.
Finalmente, el señor defensor, como petición subsidiaria, planteó la posibilidad de
que se sustituyera la medida de aseguramiento privativa de la libertad, por una
distinta; postulación a la que no se puede acceder, teniendo en cuenta que, al no
haber sido impuesta ninguna medida de carácter personal, no resulta procedente
sustituirla, argumento adicional para señalar que, en este caso, la privación de la
libertad no obedece a la imposición de ninguna medida, sino que se hizo efectiva
para darle cumplimiento a la pena a la que se hizo acreedor al ser encontrado
penalmente responsable.

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STP9911-2019 Radicación N° 105672 MP: PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR
Bogotá D. C., veintitrés (23) de julio de dos mil diecinueve (2019).
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Este mecanismo de defensa judicial garantiza el control constitucional y legal en
relación a las decisiones proferidas en primera instancia. De manera que, en
tratándose de la concesión de la libertad, contaba con la posibilidad de remover las
transgresiones sustanciales que ahora plantea (art. 177, inc. 2°, num. 1° del C.P.P.).
Esto, debido a que el Juzgado 41 Penal del Circuito con Función de Conocimiento de
Bogotá confirmó la negativa de conceder la libertad por vencimiento de términos,
según el numeral 4° del artículo 317 del C.P.P. , con fundamento, principalmente, en
que el ente persecutor había radicado escrito de acusación, incluso antes de que el
juez de garantías se pronunciará sobre esa pretensión. De manera que, las diligencias
se encontraban en una nueva etapa procesal, así señaló que:
Ahora para el caso puesto a consideración de este Despacho, la defensa técnica de
los aquí procesados el 11 de febrero de 2019, acuden al centro de servicios judiciales
de Paloquemao de esta ciudad a solicitar la realización de audiencia preliminar de
libertad por vencimiento de términos en favor de sus asistidos al considerar que ya
han transcurrido 123 días desde la fecha en la que se había formulado imputación,
sin que la Fiscalía General de la Nación, a través de su delegado, hubiese radicado
escrito de acusación, pero obsérvese que en la misma data la Fiscalía 253 Seccional
Delegado radicó el escrito de acusación lo que da paso a que desde ese momento
empiece una nueva etapa procesal, es decir, la etapa del juicio.
Si bien aluden los defensores técnicos que el mencionado lapso de que trata el
numeral 4° del artículo 317 del Código de Procedimiento Penal ya había fenecido
para la fiscalía, pues a la hora en que fue radicada la solicitud de audiencia preliminar
de libertad por vencimiento de términos 8:15 de la mañana, también el escrito
acusatorio fue presentado en la misma fecha pero a las 2:45 de la tarde […] esta
situación lleva al Despacho a considerar que se torna inane e insustancial cualquier
definición en punto de lo que concierne al juez penal con funciones de control de
garantías en este caso respecto de la libertad por vencimiento de términos, pues
superada esta primera etapa ya los procesados se encuentran a cargo del juez penal
del circuito con función de conocimiento, pues se entiende que ello ocurre a partir
del momento en el que presenta el escrito de acusación para el cómputo de términos
[…] ello aplicable por el principio de preclusividad de las etapas procesales que
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armoniza con el de legalidad […] de manera que ante la dificultad legal de retrotraer
la actuación penal a una etapa ya superada se hace imposible el otorgamiento de la
libertad reclamada, pues antes de celebrarse la audiencia preliminar de libertad por
vencimiento de términos ya estaba o corría por cuenta de los juzgados penales del
circuito de conocimiento como se indicó […] .
Dicha interpretación se armoniza con la postura acogida por esta Corporación en
sede de tutela y de hábeas corpus, pues, se ha precisado que la libertad por
vencimiento de términos no es procedente cuando la fiscalía cumple, aunque de
manera tardía, con la carga procesal echada de menos; léase para el caso, radicación
del escrito de acusación, porque se configura un hecho superado. De modo que
desaparece el fundamento que daría lugar a la causal de libertad, en tanto «el Estado
realizó aquello que se encontraba en mora de hacer» (CSJ STP1262 5 feb. 2019, rad.
102523; SP1285 7 feb. 2019, rad. 102889; STP1944 21 feb. 2019, rad. 102742; AHP,
25 abr 2012, rad. 38836; AHP, 19 dic 2012, rad. 40459; AHP, 03 sept 2013, rad.
42154; AHP, 22 ene. 2015, rad. 45227).
En recopilación de tal criterio, la Sala de Tutelas en providencia CSJ STP 5111 17 abr.
2018, rad. 97755, reseñó:
Posteriormente, la Corte ha venido señalando, a través de providencias de acciones
constitucionales, que solamente se podría conceder la libertad por la causal en
comento, mientras subsista la omisión del órgano de persecución. En efecto, ha
considerado que desaparece el derecho a libertad provisional, en razón a que una
vez materializado ese supuesto, el motivo desaparece (CSJ. Sentencia 58433). De
igual manera ha indicado que una vez el Estado satisface la expectativa procesal
reclamada (proferir escrito de acusación), se extingue "el germen de derecho surgido
en torno de una eventual liberación transitoria como consecuencia de la prosperidad
de tal causal” (CSJ AP, 32272 julio 22 de 2009). Por lo tanto, se debe negar la solicitud
de libertad por vencimiento de términos, por cuanto la presentación del escrito de
acusación extingue "el derecho generado en torno a una eventual liberación
transitoria" (CSJ. Sentencia 65256; febrero 20 de 2013).
De allí se deriva que, el juzgado de segundo grado, aquí demandado acogió la postura
que sobre el particular ha sostenido esta Corporación en sede constitucional, toda
vez que, en el caso concreto, se configuró un hecho superado ante la radicación del
escrito de acusación.

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2.3. Ahora, sin perjuicio de lo anterior, la Sala debe precisar que, contrario a lo
expuesto por los juzgados demandados, los términos consagrados en las causales de
libertad previstas en el artículo 317 de la Ley 906 de 2004 se cuentan de manera
ininterrumpida y continúa, es decir, en días calendario y no en días hábiles.
El origen legal de esa orden radica en la Ley 1142 de 2007, en la cual se consignó
expresamente que los términos contenidos en el numeral 4° del artículo 317 de la
Ley 906 de 2004, se contabilizarían de manera ininterrumpida. Luego, en virtud de
la Ley 1453 de 2011, tal regulación fue ampliada al numeral 5° ejusdem. Sin embargo,
la Ley 1760 de 2015 que modificó el artículo en comento, nada dijo sobre el
particular.
Sobre el asunto, esta Corporación ha sostenido que dicho silencio legislativo no
impide que se continúe interpretando según el precepto normativo antecedente,
esto es, que «la contabilización de los términos previstos en el citado artículo 317
del C.P.P. debe realizarse “en forma ininterrumpida”», puesto que resulta ser la
postura más favorable para el procesado (STP 2 feb. 2013, rad. 65256; STP1262 5
feb. 2019, rad. 102523; STP21643 12 dic. 2017, rad. 35621).
Dicho lo anterior, es cierto que en las providencias judiciales discutidas en esta
acción, se adujo que el interregno comprendido entre el 20 de diciembre de 2018 y
el 10 de enero de 2019 no debía tenerse en cuenta a efectos de contabilizar el
término de vigencia de la medida de aseguramiento, ya que durante ese período los
funcionarios adscritos a la Fiscalía General de la Nación se encontraban gozando de
vacaciones colectivas.
No obstante, en el caso concreto, tal error pierde relevancia de cara a los motivos
expuestos en el acápite anterior (cfr. 2.2. ut supra), toda vez que se configuró un
hecho superado. Motivo por el cual, le asistió razón a los juzgadores accionados al
no conceder la libertad por vencimiento de términos.

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AHP4215-2019 Radicación N.° 56276 MP: PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR


Bogotá D. C, treinta (30) de septiembre de dos mil diecinueve (2019).
CONSIDERACIONES
Además, analizó a profundidad si los 43 días transcurridos por cuenta de la
designación del juez de conocimiento como escrutador electoral, podían
considerarse como una situación de fuerza mayor que, a la luz de lo dispuesto en el
inc. 2º del parágrafo 3º del art. 317 de la Ley 906 de 2004 , permitiera suspender los
términos. Dijo al respecto:
… es imperativo valorar si el hecho de haber sido designado como escrutador
electoral, configuró un caso de fuerza mayor que impidió la realización de la
audiencia del 12 de marzo de 2018, bajo los presupuestos de ser el hecho irresistible,
imprevisible y externo.
Teniendo que, fue irresistible porque fue designado por la Registraduría Nacional del
Estado Civil, comunicado por el Tribunal Superior de Distrito Judicial, con la
advertencia de un obligatorio cumplimiento a la designación.
Imprevisible si se advera que la audiencia del 12 de marzo de 2018 se programó el
12 de febrero de 2018 y la comunicación de la designación se efectuó el 12 de
febrero de tales calendas, en otras palabras, al momento de la programación el Juez
no podía prever la designación como escrutador electoral, la cual generó la no
realización de la diligencia el 12 de marzo del anterior, al punto que el 9 de marzo
del mismo mes, el Juez hizo la reprogramación para el 24 de abril, teniendo que
efectivamente, se desacreditaría como fuerza mayor, si el Juez al momento de
programar la diligencia, hubiera previsto que sería designado como escrutador
electoral, pero ello no fue así y se encuentra acreditado que, de manera posterior y
sorpresiva, el Juez fue designado como escrutador de las elecciones nacionales
realizadas el 11 de marzo de 2018, labor que, según certificación de la Registraduría
Nacional, transcurrió desde el 11 al 16 de marzo de tal anualidad.
Y, fue un hecho externo al Juez, porque fue una labor impuesta por la Registraduría
Nacional como autoridad de las elecciones del 11 de marzo de 2018, a la cual no
podía negarse el Juez por ser de carácter obligatorio, so pena de incurrir en sanciones
legales .

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Además, el funcionario de segundo grado verificó satisfecho el requisito al que se
refiere el mencionado inc. 2º del parágrafo 3º del art. 317 de la Ley 906 de 2004,
pues advirtió que tras ese aplazamiento, la audiencia fue reprogramada antes del
plazo de 60 días previsto en la disposición antecedente, pero fue nuevamente
postergada a solicitud de la defensa.
Así pues, independientemente de que el despacho comparta o no la tesis del juez,
es lo cierto que su fundamentación no puede catalogarse como una vía de hecho,
pues la calificación que se hizo para determinar que los 43 días que transcurrieron
por cuenta de la designación del juez como escrutador electoral, podían
considerarse como un caso de fuerza mayor «ajeno al juez o a la administración de
justicia» y que, por ende, no podía adicionarse ese lapso al término de 240 días
necesario para que operara la causal de libertad.
Radicación n° 198- Acta No 093-MP: GERSON CHAVERRA CASTRO Bogotá, D.C., ocho (08) de mayo
de dos mil veinte (2020).

7. Ahora bien, estima la parte actora que el Tribunal accionado erró al haber aplicado
en su caso el contenido del parágrafo primero del artículo 317 de la Ley 906 de 2004,
pues, en su sentir, dicha norma no le es aplicable por dos razones: la primera, porque
su origen es posterior a la fecha de los hechos que le son imputados y, la segunda,
porque en virtud del principio de favorabilidad debe, cobijársele con la norma
vigente para el mes de febrero de 2010, fecha en la que se estima consumado el
delito de prevaricato por acción.

Tras revisar el referido artículo, el cual consagra las causales de libertad al interior
del proceso penal de tendencia acusatoria, puede advertirse que el mismo ha sido
objeto de diversas reformas por parte del legislador, es así que, en lo que al numeral
5º y su actual parágrafo primero se refiere, se observa la siguiente evolución:

La versión original de la norma establecía que la libertad de un procesado era


procedente decretarla, entre otras razones: “5. Cuando transcurridos sesenta (60)
días contados a partir de la fecha de la formulación de la acusación, no se haya dado
inicio a la audiencia de juicio oral.”, y no contemplaba incremento alguno a dicho
término.

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Con la promulgación de la Ley 1142 de 2007, la norma en comento presentó una


modificación y, la causal de libertad contenida en el mentado numeral, pasó a ser
del siguiente tenor: “5. Cuando transcurridos noventa (90) días, contados a partir de
la fecha de la presentación del escrito de acusación, no se haya dado inicio a la
audiencia de juicio oral.”, en ese entonces, tampoco se vislumbraba ningún
incremento para ese periodo de tiempo y, dicho sea de paso, era la redacción vigente
para febrero de 2010.

Ya con la promulgación de las leyes 1453 y 1474 de 2011, el artículo 317 del Código
de Procedimiento Penal presentó una significativa variación en su contenido, pues
con la primera normatividad, el numeral 5 del referido canon procesal adquirió esta
redacción: “Cuando transcurridos ciento veinte (120) días contados a partir de la
fecha de la formulación de la acusación, no se haya dado inicio a la audiencia de
juzgamiento.”; mientras que la segunda introdujo un parágrafo de las siguientes
características: “PARÁGRAFO 1o <SIC, 3o.> <Parágrafo adicionado por el artículo 38
de la Ley 1474 de 2011. El nuevo texto es el siguiente:> En los procesos por delitos
de competencia de los jueces penales del circuito especializados, por delitos contra
la Administración Pública y por delitos contra el patrimonio económico que recaigan
sobre bienes del Estado respecto de los cuales proceda la detención preventiva, los
términos previstos en los numerales 4 y 5 se duplicarán cuando sean tres (3) o más
los imputados o los delitos objeto de investigación.”

Como se puede apreciar, es la primera vez que se instaura un incremento al término


contemplado en los numerales 4 y 5 del artículo en comento, ello siempre y cuando
se cumpla con los condicionamientos allí establecidos.

Con posterioridad a ello vino una nueva reforma –Ley 1760 de 2015, artículo 4º- que,
en lo que interesa al presente asunto, modificó el parágrafo antes comentado, y creó
una nueva redacción para el mismo así: “PARÁGRAFO 1o. Los términos dispuestos
en los numerales 4, 5 y 6 del presente artículo se incrementarán por el mismo
término inicial, cuando el proceso se surta ante la justicia penal especializada, o sean

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tres (3) o más los imputados o acusados, o se trate de investigación o juicio de actos
de corrupción de que trata la Ley 1474 de 2011.”.

Finalmente, la estructura de ese parágrafo fue modificada por la Ley 1786 de 2016,
redacción que permanece vigente hasta la fecha, y cuyo tenor literal es el siguiente:
“PARÁGRAFO 1o. Los términos dispuestos en los numerales 4, 5 y 6 del presente
artículo se incrementarán por el mismo término inicial, cuando el proceso se surta
ante la justicia penal especializada, o sean tres (3) o más los imputados o acusados,
o se trate de investigación o juicio de actos de corrupción de que trata la Ley 1474
de 2011 o de cualquiera de las conductas previstas en el Título IV del Libro Segundo
de la Ley 599 de 2000 (Código Penal).”

En síntesis, el numeral 5 del artículo 317 de la Ley 906 de 2004, ha presentado


diversas modificaciones en cuanto al término allí contemplado y el momento a partir
del cual se debe contabilizar, de modo que para el año 2010, por ejemplo, establecía
que la libertad del imputado o acusado se podía dar cuando, transcurridos 90 días
contados a partir de la fecha de la presentación del escrito de acusación, no se
hubiera dado inicio a la audiencia de juicio oral, en tanto que, en la actualidad, dicho
periodo corresponde a 120 días, sin que exista variación frente al instante que
empieza su conteo.

Ahora bien, fue a partir del año de 2011 cuando el legislador consideró pertinente
incrementar dicho término en ciertos y determinados eventos, es por ello que, hoy,
el mentado artículo en su parágrafo primero, indica que cuando se trate de procesos
adelantados ante la justicia penal especializada, la actuación se adelante en contra
de tres o más personas y que el juzgamiento verse sobre actos de corrupción de
aquellos que trata la Ley 1474 de 2011 o de cualquiera de las conductas previstas en
el Título IV del Libro Segundo de la Ley 599 de 2000, el lapso que debe transcurrir
entre la presentación del escrito de acusación y la instalación de la audiencia e juicio
oral, no puede ser superior a 240 días.

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Visto lo anterior, debe indicarse que, en principio, le asiste razón al accionante
cuando sostiene que las normas en las cuales se fundamentó el Tribunal demandado
para negar su libertad, son posteriores al presunto acto prevaricador del que se le
acusa, el cual data del mes de febrero de 2010, evento que obliga a precisar si, en
efecto, esa normatividad de naturaleza procesal no le podía ser aplicada por no
encontrarse vigente para el momento de la comisión de los sucesos o, si por el
contrario, sí cobija al libelista, en virtud de la inmediatez con la que suelen entrar a
regir las normas procedimentales.

La Corte Constitucional, de tiempo atrás ha sostenido que, por regla general, las
normas poseen una irretroactividad, esto es, que sus efectos no se pueden extender
a eventos acaecidos antes de su promulgación, ello en virtud del principio de
legalidad, motivo por el que sus efectos se proyectan hacia el futuro.

Sobre el particular, en la sentencia C-619 de 2001, el Alto Tribunal señaló:

“En relación con los efectos de la ley en el tiempo la regla general es la


irretroactividad, entendida como el fenómeno según el cual la ley nueva rige todos
los hechos y actos que se produzcan a partir de su vigencia.”

Más adelante, en la misma decisión, la Corte ilustra acerca de cómo se debe


proceder cuando, estando en curso un evento, entra a regir una nueva normatividad
que lo regula y, al respecto señaló:

“Cuando se trata de situaciones jurídicas en curso, que no han generado situaciones


consolidadas ni derechos adquiridos en el momento de entrar en vigencia la nueva
ley, ésta entra a regular dicha situación en el estado en que esté, sin perjuicio de que
se respete lo ya surtido bajo la ley antigua.”

Y sobre el tránsito legislativo precisó:

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“Las situaciones jurídicas extinguidas al entrar en vigencia una nueva ley, se rigen
por la ley antigua. Cuando no se trata de situaciones jurídicas consolidadas bajo la
vigencia de la ley anterior, sino de aquellas que están en curso en el momento de
entrar en vigencia la nueva ley, ni de derechos adquiridos en ese momento, sino de
simples expectativas, la nueva ley es de aplicación inmediata. La aplicación o efecto
general inmediato de la ley es la proyección de sus disposiciones a situaciones
jurídicas que están en curso al momento de su entrada en vigencia. El efecto general
inmediato de la nueva ley no desconoce la Constitución, pues por consistir en su
aplicación a situaciones jurídicas que aun no se han consolidado, no tiene el alcance
de desconocer derechos adquiridos.”

Finalmente, en lo que respecta al tránsito de la legislación procesal, la Corte enseñó:

“La norma general que fija la ley es el efecto general inmediato de las nuevas
disposiciones procesales, salvo en lo referente a los términos que hubiesen
empezado a correr y las actuaciones y diligencias que ya estuvieren iniciadas, las
cuales continúan rigiéndose por la ley antigua. Esta norma general, en principio, no
resulta contraria a la Constitución pues no tiene el alcance de desconocer derechos
adquiridos o situaciones jurídicas consolidadas, que es lo que expresamente prohíbe
el artículo 58 superior. Sin embargo, su aplicación debe respetar el principio de
favorabilidad penal.”

Ahora, al revisar el expediente de tutela, se logra establecer con total claridad que,
si bien es cierto la actuación presuntamente prevaricadora que la fiscalía le endilga
a Carlos Andrés Vargas Castro, data del mes de febrero de 2010, no menos lo es que
la medida de aseguramiento impuesta al accionante tuvo lugar en el mes de agosto
de 2019, esto es, cuando ya se encontraban vigentes las Leyes 1453 y 1474 de 2011,
1760 de 2015 y 1786 de 2016, todas ellas modificatorias del artículo 317 del Código
de Procedimiento Penal.

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Entonces, siendo consecuentes con la doctrina constitucional atrás reseñada,
acertado resulta afirmar que, comoquiera que las referidas reformas a la ley procesal
se produjeron y entraron en vigencia antes que el actor pudiera empezar a
contabilizar el término consagrado en el numeral 5 del artículo 317 de la Ley 906 de
2004, ningún error le puede ser atribuido al Tribunal de Bogotá cuando, al resolver
la solicitud de libertad provisional, dio aplicación al texto actual del referido canon
procedimental, el cual tiene vigencia y, por ende, aplicabilidad, desde el primero de
julio de 2017, según se desprende del artículo 5 de la Ley 1786 de 2016, última norma
que modificó dicho mandato.

Ahora bien, en virtud de lo anterior, debe señalarse que no le asiste razón a la parte
actora cuando afirma que, en el presente asunto, es procedente dar aplicación al
principio de favorabilidad por consolidarse, bien sea una sucesión de leyes, o la
coexistencia de normas de derecho material, pues como se ha venido exponiendo,
dichos presupuestos no se materializan en el caso objeto de análisis.
En efecto, nótese que, desde que Carlos Andrés Vargas Castro se encuentra cobijado
con la medida de aseguramiento de detención domiciliaria que le fuera impuesta el
16 de agosto de 2019, no existe registro sobre la existencia de alguna norma que
haya modificado las causales de libertad contenidas al interior de la Ley 906 de 2004,
así como tampoco se ha proferido nueva legislación que regule, por separado, dicho
tema, eventos que hacen imposible poder sostener que, en la actualidad, y en lo que
a temas de libertad se refiere, exista una sucesión de leyes o a una coexistencia
normativa, pues, se insiste, la única legislación que puede invocar un procesado para
recobrar su libertad en el marco de un proceso penal, se encuentra vigente desde el
mes de julio de 2017 y, es precisamente dicha norma, la que sirvió de fundamento
para que el Tribunal tomara la decisión que ahora se le cuestiona.

En ese sentido, ha de indicarse entonces que la interpretación realizada por el


libelista del auto No. AP5408-2016 , según la cual en su caso concurren las
circunstancias necesarias para aplicar el principio de favorabilidad, resulta errada,
toda vez que en dicha providencia, fuera de retomarse los conceptos de sucesión
legislativa o coexistencia normativa antes mencionados, se explica, con total
claridad, que la ley procesal entra en vigencia y tiene aplicación desde el preciso
instante que lo señale el legislador.
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Así las cosas, dado que Carlos Andrés Vargas Castro fue cobijado con medida de
aseguramiento de detención domiciliaria el 16 de agosto de 2019, la que se hizo
efectiva a partir del día 21 del mismo mes y año, fecha en la cual ya se encontraba
vigente la reforma que introdujo la Ley 1786 de 2016 al artículo 317 del Código
Procesal Penal, para la Sala resulta claro que es esta la normatividad, y no otra, la
que se debe aplicar en su caso concreto, ello por cuanto que, de una parte, la misma
entró en vigor antes que el accionante pudiera empezar a contabilizar el término que
podría derivar en la concesión de su libertad y, de otra, porque desde que se surtió
tal actuación, no se ha presentado ningún cambio legislativo del que se pueda
predicar una coexistencia legislativa o sucesión normativa que redunde en una
condición más favorable para el procesado.

8. Ahora bien, una vez establecido que la norma a aplicar en el presente asunto es
aquella que corresponde a la actual redacción del artículo 317 de la Ley 906 de 2004,
corresponde ahora determinar si la conducta de prevaricato por acción por la cual
ha sido acusado el accionante, constituye un acto de corrupción de aquellos que
trata la Ley 1474 de 2011 y, por lo tanto, le aplica la ampliación de términos
contenida en el parágrafo primero de la mencionada normatividad.

La Sala de Casación Penal de ésta Corporación, al desarrollar un estudio sobre el


mentado parágrafo y su aplicabilidad en los referidos juicios o investigaciones por
corrupción, señaló:

“En el caso presente es claro que tres de los delitos juzgados en este asunto -cohecho
impropio, peculado por apropiación y concusión- son ilícitos contra la administración
pública, los cuales constituyen actos de corrupción de los que trata la Ley 1474 de
2011.

En esta última norma el Legislador adoptó medidas penales en la lucha contra la


corrupción pública y privada. Entre estas están: (i) la exclusión de beneficios en los
delitos contra la administración pública relacionados con corrupción; (ii) ampliación

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de términos de prescripción penal frente a ilícitos cometidos por servidor público en
ejercicio de sus funciones; (iii) el aumento de la pena, entre otros, para los delitos
contenidos en los artículos 397, 404 y 406, esto es, peculado por apropiación,
concusión y cohecho impropio, cuando la conducta sea cometida por servidor
público que ejerza como funcionario de alguno de los organismos de control del
Estado; (iv) la ampliación de los términos de investigación en los procesos por delitos
contra la administración pública; (v) el aumento de términos respecto de las causales
de libertad en investigaciones relacionadas con corrupción -en concreto menciona
delitos contra la administración pública-; y, (vi) la restricción de la detención
domiciliaria para ciertos delitos entre otros, peculado por apropiación, concusión y
cohecho impropio.

La referencia a estas medidas enseña la relación material existente entre la Ley 1474
de 2011 y los delitos contra la administración pública de la Ley 599 de 2000 (Código
Penal); además, a CC se llamó a juicio por conductas punibles de aquellas que afectan
la administración pública, es decir, por ilícitos de corrupción al tenor de la Ley 1474
de 2011, por lo tanto, no le asiste la razón a la defensa cuando expresa que los cargos
elevados contra el acusado no son actos de corrupción de los que trata la referida
Ley.” (CSJ AP5892-2017) (Resaltado fuera de texto)

Como se puede apreciar, la Corte, a partir de una interpretación teleológica de la Ley


1474 de 2011, estableció que el sentido de dicha norma es el de entablar una lucha
frontal contra la corrupción pública, la cual no se reduce únicamente a actos que
afecten el patrimonio estatal, sino que, sin lugar a dudas, también se extiende a
todos aquellos sucesos que puedan atentar contra la administración pública, como
es el caso del prevaricato en cualquiera de sus acepciones.

Tan cierto es lo anterior que, la referida legislación, a lo largo de su contenido,


distingue entre los delitos contra la administración pública y aquellos que afectan el
patrimonio estatal y, siempre que va a desarrollar algún tema, se refiere a ellos de
manera independiente.

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En ese sentido, dado que el prevaricato por acción hace parte integral del Título XV
del Código Penal, el cual se refiere a los delitos que atentan contra la administración
pública y, a su vez, estos se encuentran enlistados en la Ley 1474 de 2011 como
conductas que comportan actos de corrupción, entonces resulta acertado sostener
que, quienes soporten una investigación o juicio penal por el referido punible, son
acreedores de los incrementos a que hace referencia el parágrafo primero del
artículo 317 de la Ley 906 de 2004.

9. Visto lo anterior, procede ahora la Corte a analizar si el Tribunal accionado incurrió


en una vía de hecho al proferir la decisión del pasado 21 de abril del año en curso,
por medio de la cual le negó la libertad provisional a Carlos Andrés Vargas Castro.

Al revisar la providencia objeto de cuestionamiento, la Sala encontró que el


demandado en tutela fundó su decisión en el hecho de que, el caso objeto de
análisis, incluye en su acusación la comisión del delito de prevaricato por acción,
conducta punible que, al tenor de lo dispuesto en la Ley 1474 de 2011, es
considerada como un acto de corrupción, motivo por el cual es susceptible del
incremento de términos contemplado en el parágrafo primero del artículo 317 de la
Ley 906 de 2004 y, en consecuencia, el lapso que debe haber transcurrido para hacer
viable la solicitud de libertad del accionante, es de 240 días y no de 120, como lo
reclama el defensor; periodo de tiempo este que, para la fecha de la solicitud, aún
no se ha cumplido, ello teniendo en cuenta la necesidad de descontar las demoras
procesales imputables a la defensa.

Contra esa decisión, el defensor interpuso recurso de reposición, el cual fue


despachado de manera desfavorable en auto de la misma fecha, donde el Tribunal
ratificó el argumento antes expuesto, en el cual consideró que su postura se
encontraba acorde con lo resuelto por la Sala de Casación Penal en providencia del
6 de septiembre de 2017, dictada al interior del radicado 48679.

Visto lo anterior, la Sala estima que tal postura argumentativa no resulta caprichosa,
infundada o desproporcionada, por el contrario, la misma se ofrece como lógica,

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congruente y ajustada a la normatividad procesal vigente y aplicable al caso
concreto.

En efecto, tal como ya se analizó renglones atrás, en el asunto puesto a consideración


del accionado era necesario dilucidar si la conducta prevaricadora endilgada a Carlos
Andrés Vargas Castro, constituía o no un acto de corrupción de aquellos que trata la
Ley 1474 de 2011 y, si en caso de serlo, era procedente o no la petición de libertad
provisional presentada en su favor, la cual se fundamentaba en el hecho de haber
transcurrido más de 120 días desde la presentación de la acusación, y no haberse
instalado aún la audiencia de juicio oral.

Como se pudo observar, el magistrado accionado abordó ese problema jurídico y le


brindó la consecuente solución, para lo cual presentó una exposición de motivos en
donde explicó, de forma clara y precisa, las razones por las cuales estimaba que la
acusación presentada en contra del procesado contenía un acto catalogado como de
corrupción, al tiempo que indicó, también con la claridad suficiente, cómo esa
situación imponía la obligación de duplicar el término contemplado en el numeral 5
del artículo 317 de la Ley 906 de 2004, cuyo vencimiento, hasta ese entonces, no
había acaecido y, por lo tanto, era inviable otorgar la libertad deprecada.

Determinación que, en sede constitucional, se aprecia acertada, con fundamento en


la hermenéutica y razonamientos expuestos por la Sala en líneas precedentes, ya
que, siendo que, para el caso, la causal de libertad aducida, tiene lugar cuando hayan
trascurrido 240 días contados a partir de la presentación del escrito de acusación,
sin que se haya dado inicio a la audiencia de juicio oral, conforme al claro mandato
del parágrafo 1º del numeral 5º del artículo 317 del C.P.P., dada la categorización de
una de las conductas materia de juzgamiento, es evidente que a la fecha dicho plazo
no ha acaecido, si en cuenta se tiene que la pieza acusatoria emitida contra el
solicitante de amparo fue radicada por la fiscalía el 3 de octubre de 2019, ante la Sala
Especial de Juzgamiento de la Corte Suprema de Justicia.

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En ese sentido, forzoso resulta concluir que, en el presente asunto, se está frente a
una decisión judicial de aquellas que no puede ser catalogada como una vía de
hecho, pues la misma contiene una argumentación clara y precisa que le ofrece una
solución lógica al problema jurídico planteado por uno de los sujetos procesales,
quien además, contó con la posibilidad de controvertirla y recibir una nueva
respuesta a su disenso, eventos que ponen en evidencia un claro respeto, por parte
del accionado, a los derechos fundamentales del libelista.

Radicado N°301-MP: EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER


Bogotá D.C., ocho (8) de mayo de dos mil veinte (2020).

Ahora bien, la razón expuesta por el Juez Primero Penal del Circuito de
Duitama para confirmar el auto que confirmó la negativa de la libertad, resulta
equivocada porque no se puede tildar de maniobra dilatoria la interposición del
recurso de apelación contra la decisión que denegó la nulidad en el curso de la
audiencia de acusación pues ello constituye el ejercicio de los derechos de las partes
previstos en la ley, en la oportunidad y en los términos que corresponden para que
sean decididos por los funcionarios competentes en el término previsto para ello, y
en caso de su incumplimiento dicha conducta sería atribuible a la administración de
justicia y no a las partes.

Por otra parte, como lo manifiesta el recurrente, si la nulidad propuesta


resultaba manifiestamente improcedente, era al juez de conocimiento a quien
correspondía adoptar los mecanismos previstos en el estatuto procesal penal (artículo
139 numerales 1º y 2º) para conjurar dichas maniobras a través del rechazo de plano
de tales pretensiones o el ejercicio de las facultades disciplinarias.

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Si ello no ocurrió, los jueces de garantías no podían desconocer el legítimo
derecho a la libertad de los acusados partiendo de la comprensión equivocada acerca
de que la interposición legítima del recurso de apelación configuraba una maniobra
dilatoria.

Sobre el préstamo del expediente para realizar las audiencias de libertad ante
los jueces de control de garantías, no resulta válido descontar tiempo alguno en
perjuicio de los acusados dado que ello corresponde a una actuación válida y legítima
al propender por el restablecimiento del derecho a la libertad y no a una estrategia
para demorar el curso del proceso.

Finalmente, las medidas relacionadas con la actual situación de emergencia


sanitaria por el Covid 19 adoptadas por el Consejo de la Judicatura no tienen
incidencia respecto a la afectación de la libertad, pues los Acuerdos relacionados con
la suspensión de términos no eran aplicables a los asuntos penales donde existían
personas privadas de libertad.

De acuerdo con lo anterior, al evidenciarse que se cumplen las exigencias


legales para el otorgamiento de la libertad sin que los jueces ordinarios hubiesen
decidido en forma adecuada el restablecimiento de dicho derecho, resulta procedente
el habeas corpus interpuesto.

Radicación: 110016000096201780042 (CASO AMBUILA) JUZGADO


QUINTO PENAL DEL CIRCUITO DE CALI CON FUNCIÓN DE
CONOCIMIENTO. Auto Interlocutorio de Segunda Instancia. catorce (14)
de mayo de dos mil veinte (2020)
En este trámite, resulta necesario establecer la gran diferencia que existe entre los
términos previstos en ambos artículos, lo cual recae en que los relacionados en el
artículo 175 refiere a los términos de duración de la actuación penal y los citados en el
artículo 317 ibidem, refieren a la contabilización de términos vencidos como causal de
libertad; presupuestos que han sido retomados en varias decisiones, entre ellos, autos
STP 14178 Radicación 82495 del 2015 M.P. JOSÉ LUIS BARCELÓ CAMACHO y

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STP 21643-2017 Radicación No. 95621 del 12 de diciembre de 2017 M.P. Dra Patricia
Salazar Cuellar, y en donde se especifica que estos términos deben ser contabilizados
de manera continua e ininterrumpidos, de donde se extrae los siguientes apartes:

“El debate se contrae a establecer cuál es la manera


adecuada de contabilizar los términos de las causales
de libertad previstas en el artículo 317 de la Ley 906
de 2004, esto es, si los días se cuentan de manera
ininterrumpida y continua desde el día siguiente del
acto procesal de que se trate, o si por el contrario, se
contabilizan en días hábiles.

Sobre este particular, la jurisprudencia de esta


Corporación, ha señalado:

(..) en cuanto se refiere a dilucidar si los términos establecidos en el artículo


175 ejusdem para formular acusación, solicitar la preclusión o aplicar el
principio de oportunidad, realizar audiencia preparatoria o adelantar
audiencia del juicio oral, corresponden a días hábiles o ininterrumpidos, amén
de precisar la contabilización de los lapsos dispuestos en los numerales 4º y
5º del artículo 317 de la citada legislación para acceder a la libertad
provisional. (…)

Sobre tales preceptos conviene distinguir que el artículo 175 no se encuentra


instituido para proteger el derecho fundamental a la libertad personal de los
incriminados, como sí ocurre con las causales de libertad provisional
reguladas en el artículo 317 del mismo ordenamiento. Aquella norma se
orienta a evitar la dilación injustificada de los trámites, aspecto que hace
parte de la más amplia noción del derecho fundamental al debido proceso
(inciso 3º del artículo 29 de la Constitución) y constituye desarrollo legal de la
normativa internacional sobre el particular establecida en el numeral 1º del

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artículo 8º de la Convención Americana de San José de Costa Rica (Ley 16 de
1972) y en el numeral 3º, literal c) del artículo 14 del Pacto de Derechos Civiles
y Políticos de Nueva York (Ley 74 de 1968). (…)

En suma, advierte la Corte que la distinción realizada por el legislador


en los numerales 4º y 5º del artículo 317 de la Ley 906 de 2004
modificados por el artículo 30 de la Ley 1142 de 2007 no responde
a criterios razonables y objetivos y quebranta el derecho de igualdad
de las personas, circunstancia que impone en virtud del artículo 4º
de la Carta Política dar prevalencia a su artículo 13 y por ello,
entender que la contabilización “en forma ininterrumpida” de los
términos previstos en el citado numeral 4º del artículo 317,
también se hace extensiva a los tiempos establecidos en el
numeral 5º del mismo precepto (Negrillas originales). (CSJ SP, 4 de
febrero de 2009, Rad. 30363).

Así mismo, en sede de tutela, afirmó:

Lo que sí corresponde aclarar a los despachos accionados es que el instituto


que se debe aplicar en materia de libertad provisional es el del artículo 317 del
Código de Procedimiento Penal, y no del 175 ibídem, por versar éste último
sobre la duración de los procedimientos, y sus términos distan a los de
libertad, en la medida que estos últimos –artículo 317- deben ser
contabilizados de manera ininterrumpida en días calendario, entre
tanto los términos que tienen los funcionarios para superar las etapas
procesales – artículo 175 del C.P.P.- se contabilizan hábiles, acorde con lo
establecido en el inciso tercero del artículo 157 de la Ley 906 de 2004 . (CSJ,
STP, 2 de febrero de 2013, Rad. 65256)

Ahora, es claro que esas providencias reseñadas


fueron emitidas en vigencia de las Leyes 1142 de 2007 y 1453
de 2011 que modificaron el 317 de la Ley 906 de 2004 (causales
de libertad), y establecían, expresamente, que los términos
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previstos para analizar esas causales liberatorias debían
contabilizarse en forma ininterrumpida.

Sin embargo, como quiera que la nueva Ley 1786 de


2016 –que también introdujo modificaciones a la misma disposición en cita-
guardó silencio sobre ese particular, nada obsta para que se
interprete bajo los parámetros anteriores y se entienda que
la contabilización de los términos previstos en el citado
artículo 317 del C.P.P. debe realizarse «en forma ininterrumpida».

Lo anterior, máxime si para este asunto resulta


perfectamente aplicable el artículo 295 de la Ley 906 de
2004, que trata sobre la afirmación de la libertad y establece:
«[l]as disposiciones de este código que autorizan preventivamente la privación o
restricción de la libertad del imputado tienen carácter excepcional; solo podrán
ser interpretadas restrictivamente y su aplicación debe ser necesaria,
adecuada, proporcional y razonable frente a los contenidos constitucionales.»
(Negrilla ajena al texto original).

Así las cosas, al adoptar la postura más favorable para el


procesado, resulta indiscutible que los términos de las
causales de libertad deben contabilizarse teniendo en cuenta
que los días son ininterrumpidos y continuos desde el día
siguiente del acto procesal de que se trate”.

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Tenemos que, desde la fecha de presentación del escrito de acusación 6 de agosto de 2019
al 22 de abril de 2020 fecha en que el juzgado 24 Penal Municipal con funciones de Control
de Garantías de Cali, decide sobre la solicitud de libertad por vencimiento de términos, han
transcurrido de manera continua 259 días, sin que se haya realizado el juicio oral, pues quedo
que los 240 días estipulados para dar inicio al juicio, se vencieron el 2 de abril de 2020.

Ahora bien, respecto a la inconformidad del abogado defensor, es de clara aceptación, ya que
le asiste razón, en el sentido, que el a quo debió tener a su vista las argumentaciones
planteadas para sus dos solicitudes, como también las decisiones tanto de la Corte Suprema
de Justicia, como del Tribunal Superior y así verificar si de pronto hubo sanción o reproche
alguno, indicando que las mismas eran dilatorias dentro de su actuación.

Este funcionario, una vez obtenida la documentación necesaria, como fueron las decisiones
donde se definió la controversia de competencia, como donde se negó la solicitud de nulidad
y su confirmación por parte del Honorable Tribunal Superior de Cali, vemos claramente que
ninguna de las dos solicitudes de la defensa, estaban estructuradas bajo maniobras dilatorias
dentro del proceso, que por cierto de ello, nuestra Honorable Corte ha recalcado, que es el
juez de conocimiento quien debe advertirlas y en este caso en ningún momento la juez
segunda penal especializada que adelanta el caso, se pronunció al respecto, por el contrario
le dio tramite a los recursos impetrados por el defensor.

El recurso de apelación fue interpuesto contra la decisión que negó la declaratoria de


nulidad desde determinado momento, observándose que la parte interviniente, que es el
defensor, cumplió con la carga de detallar el contenido de la irregularidad demandada, sin
que se pueda avizorar que se trató de una maniobra dilatoria, o manifiestamente
inconducente, impertinente o superflua, así mismo sucede con las argumentaciones
planteadas cuando se propuso el conflicto de competencia.

Sin que puede computarse al defensor, el tiempo en que se resuelve un recurso, pue no
olvidemos que el tiempo para asuntos de libertad debe contabilizarse de manera
ininterrumpida, o sea continuos, tal como fue reconocido en un asunto tratado bajo radicado
39804 con fecha 30 de agosto de 2012 M.P. Dr JULIO ENRIQUE SOCHA SALAMANCA:

“Impera señalar que en este asunto no se acreditó que la mora en


el inicio del juzgamiento se hubiese debido a la configuración de
un hecho externo y objetivo determinante de fuerza mayor, sin
que dentro de tal categoría puede concebirse el tiempo que
demoró suspendida la audiencia preparatoria para tramitar la
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apelación formulada por uno de los intervinientes (el agente del
ministerio Público); más, si en gracia de discusión se descuentan
los cuarenta (40) días cumplidos entre el 9 de marzo, fecha de
aquella diligencia, y el 19 de abril de 2012 cuando se resolvió la
alzada, de todas formas se advierte que el plazo entre la acusación
y el inicio del juicio fue de ciento treinta y seis (136) días”.

De otro lado, se ha determinado unos plazos razonables para las actuaciones y en este
caso, el artículo 317 establece unos plazos, los cuales están limitados, para indicar que
sobre pasarlos estructuran cáusales de libertad, tal como se ha reconocido por la misma
Convención Americana “ El derecho a un plazo razonable hace parte del debido
proceso”.

Estas anotaciones son acogidas por nuestra Corte Constitucional, al precisar: “.la
inobservancia de los términos judiciales, constituye una vulneración del derecho
fundamental al debido proceso, consagrado en el artículo 29 de la Constitución”, exigiendo
el cumplimiento de los términos desarrollo del principio de respeto a la dignidad de la
persona, tal como se consigna en el siguiente aparte:

“Es esencial la aplicación del principio de celeridad en la


administración de justicia. Una dilación por una causa imputable al
Estado no podría justificar una demora en un proceso penal. Todo lo
anterior nos lleva a concluir que frente al desarrollo del proceso
penal, se deben aplicar las disposiciones sobre fijación de términos
en desarrollo del principio de respeto a la dignidad de la persona,
como límite a la actividad sancionadora del Estado”. Sentencia T-
518 del 2014

Estas aclaraciones, resultan claras, para advertir que el juez a quo debía contabilizar los
términos de manera continua e ininterrumpida; estos días cuentan para su procesado, quien
ha estado de manera continua e ininterrumpida privado de su libertad, pues solo le era
aceptable descontar términos por causales descritas en el parágrafo 3 del artículo 317 del C.
P. Penal con la modificación de ley 1786 de 2016

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Parágrafo 3°. Cuando la audiencia de juicio oral no se haya podido iniciar o terminar por
maniobras dilatorias del acusado o su defensor, no se contabilizarán dentro de los términos
contenidos en los numerales 5 y 6 de este artículo, los días empleados en ellas…..

Pero como ya se dijo, no pueden cargársele a la defesa o al procesado el tiempo para definir
los recursos impetrados para definir el conflicto de competencia y cuando planteo la nulidad
de la acusación ante el juez Segundo Penal especializado de Cali y menos considerarlas
maniobras dilatorias las solicitudes fundadas de la defensa ya citadas, pues este aspecto
fue dejado muy en claro, en recién pronunciamiento en decisión de segunda Instancia de
Habeas Corpus, de la Sala Penal Sala Penal de la Corte Suprema de fecha 8 de mayo de
2020 dentro del Radicado 301 y M.P. EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER:

“Ahora bien, la razón expuesta por el Juez Primero Penal del Circuito
de Duitama para confirmar el auto que confirmó la negativa de la
libertad, resulta equivocada porque no se puede tildar de maniobra
dilatoria la interposición del recurso de apelación contra la decisión
que denegó la nulidad en el curso de la audiencia de acusación pues
ello constituye el ejercicio de los derechos de las partes previstos en
la ley, en la oportunidad y en los términos que corresponden para que
sean decididos por los funcionarios competentes en el término
previsto para ello, y en caso de su incumplimiento dicha conducta
sería atribuible a la administración de justicia y no a las partes.

Por otra parte, como lo manifiesta el recurrente, si la nulidad


propuesta resultaba manifiestamente improcedente, era al juez de
conocimiento a quien correspondía adoptar los mecanismos previstos
en el estatuto procesal penal (artículo 139 numerales 1º y 2º) para
conjurar dichas maniobras a través del rechazo de plano de tales
pretensiones o el ejercicio de las facultades disciplinarias.

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Si ello no ocurrió, los jueces de garantías no podían desconocer el
legítimo derecho a la libertad de los acusados partiendo de la
comprensión equivocada acerca de que la interposición legítima del
recurso de apelación configuraba una maniobra dilatoria

RADICADO 1122 DE 23 DE JUNIO DE 2020, SALA DE CASACIÓN PENAL DE


LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SEÑALÓ QUE SOLICITUDES DE LA
DEFENSA POR MEDIO DE LAS CUALES SE DISCUTE COMPETENCIA
FUNCIONAL O NULIDADES, CORRECTAMENTE FUNDADAS, ASÍ LAS
NIEGUEN, NO CONSTITUYEN MANIOBRAS DILATORIAS.

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