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LA PROTECCIÓN AL CONSUMIDOR
Sumario: I. Introducción. II. La Unión Europea y sus principios. El caso español. III.
La protección del consumidor y las normas del Código Civil. IV. La Ley de Defensa
del Consumidor 24.240 y la ley 24.999. V. El artículo 42 de la Constitución
Nacional. VI. La ley 26.361.
I. Introducción
La protección al consumidor en la Argentina tal vez puede dividirse
en cuatro etapas, a saber:
a) Cuando comenzó a desarrollarse el tema de la defensa del consu-
midor y no existía una ley sobre la materia, los juristas y los jueces
echaron mano a los preceptos cardinales del Código Civil concernientes
a la responsabilidad contractual y extracontractual. También esto ocurrió
en Francia, Italia, España, Alemania y, en general, en Latinoamérica.
b) El 15 de octubre de 1993, se dictó en la Argentina la Ley de
Defensa del Consumidor 24.240 (en adelante, LDC), la cual contempla
aspectos emplazables en las susodichas responsabilidades contractual
y aquiliana. Y en casos puntuales, responsabilidades precontractual y
poscontractual (más allá de que estos dos últimos supuestos se coloquen
en los ámbitos de las infracciones obligacionales o aquilianas).
En otro aspecto, la ley 24.240 incluyó en el artículo 40 una res-
ponsabilidad objetiva por riesgo, de carácter solidario, en relación con
todos los sujetos que intervienen en la comercialización de un producto
(cosa viciosa o riesgosa) o de una prestación de servicios cuyos riesgos
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1 Ése es, sin duda, el sentido que cabe asignar a la última parte del actual art. 1º de
la ley, que extiende la protección que ella consagra a “quien de cualquier manera está
expuesto a una relación de consumo”.
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7 Esta noción acotada que surge del art. 901 del Cód. Civ., en contraste con el
significado que proporciona dicho texto con respecto a la consecuencia mediata, puede
abarcar no sólo las consecuencias que derivan del incumplimiento o hecho ilícito, sino
también las que se enlazan con otro hecho distinto pero invariablemente ligado al
primero (incumplimiento o hecho ilícito) –infra, nota 48–.
8 BUERES, Alberto J., Derecho de Daños, Hammurabi, Buenos Aires, 2001, ps. 445
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que establecen un plazo más favorable para el consumidor, regirá éste, ¿no suscita alguna
perplejidad en punto a que la acción por responsabilidad contractual ex art. 4023, de diez
años, es la que gobernaría las hipótesis de responsabilidad contractual (en lugar de la
prescripción del art. 50, LDC), mientras que, en materia de responsabilidad aquiliana,
tendría vigencia el art. 50 citado por ser mayor la prescripción trienal a la establecida por
el art. 4037, Cód. Civ.?
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330:563; RCyS 2007-344, con nota de Atilio A. Alterini; RCyS 2007-452, con nota de
Ramón Daniel Pizarro; D. J. 2007-2-10, con nota de Félix A. Trigo Represas; E. D.
222-135.
19 Como ya lo hemos señalado, el nuevo texto del art. 1º de la ley 24.240 (según ley
26.361) es coherente con esa idea, en la medida en que considera igualmente consumidor
o usuario “a quien, sin ser parte de una relación de consumo, como consecuencia o en
ocasión de ella adquiere o utiliza bienes o servicios como destinatario final, en beneficio
propio o de su grupo familiar o social, y a quien de cualquier manera está expuesto a una
relación de consumo”.
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RCyS 2006-492, con nota de Gonzalo López Del Carril; RCyS 2006-446, con nota de
Celia Weingarten y Carlos A. Ghersi; L. L. 2006-C-55, con nota de Antonio J. Rinessi;
L. L. 2006-B-451, con nota de Ramón Daniel Pizarro; J. A. 2006-II-210.
21 CSJN, 7-11-2006, “Bianchi, Isabel del Carmen Pereyra de c/Provincia de Buenos
Aires y/u otros”, Fallos: 329:4944; D. J. 2007-1-460, con nota de Carlos Ghersi y Celia
Weingarten; L. L. 2007-B-287, con nota de Jorge M. Galdós; RCyS 2007-374, con nota
de Ramón Daniel Pizarro; J. A. 2007-I-121.
22 CSJN, 22-4-2008, “Ledesma, María Leonor c/Metrovías SA”, RCyS 2008-860;
L. L. 2008-C-562, con nota de Sebastián Picasso; ídem, con nota de Juan Manuel Prevot;
ídem, 2008-C-704, con nota de Marcelo Hersalis.
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28 BUERES, Alberto J., Introducción a la obra de Carlos Calvo Costa Daño resarci-
ble, Hammurabi, Buenos Aires, 2005, ps. 21 a 24, en especial, y remisión a otros trabajos
anteriores.
29 TRABUCCHI, Alberto, Istituzioni di Diritto Civile, 36ª ed., Cedam, Padova,
1995, Nº 88, ps. 196 y 197 y Nº 241, p. 552; YZQUIERDO TOLSADA, Mariano,
Sistema de responsabilidad civil contractual y extracontractual, Dykinson, Madrid,
2001, ps. 147 a 149.
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son fortuitas o casuales (es claro que nuestro Código tiene una idea
diferente a propósito de las consecuencias mediatas, que pueden ser
en ciertos casos imputables al deudor –o dañador– por estar en relación
causal, y en otros casos pueden ser fortuitas, pues el esquema que
informan los arts. 901 y ss. fue inspirado en el Landrecht prusiano de
1794).
El Código Civil español introduce en el artículo 1107 las pertur-
badoras expresiones “deudor de buena fe” y “consecuencia necesaria”
(la primera extraída del Avant Projet de Laurent y la segunda del
art. 1016 del Proyecto de Florencio García Goyena –que también re-
coge nuestro Código Civil en el art. 520–). Y se dice que el deudor
de buena fe responde de los daños previstos o que pudo prever al
tiempo de constituirse la obligación y que resulten consecuencia ne-
cesaria del incumplimiento. En caso de dolo el deudor es responsable
de todos los daños que “conocidamente” deriven del incumplimiento.
La doctrina española discute en torno al alcance de la expresión
deudor de buena fe, pues Díez-Picazo, en posición minoritaria, cree
que éste es el que responde objetivamente por no haber probado un
casus, de donde la situación del deudor culposo o doloso sería idéntica
por lo que respecta a la extensión del resarcimiento. En cambio, la
opinión dominante estima que el deudor de buena fe es el no doloso
–por haber incurrido en culpa o ser responsable objetivamente– y que
el deudor de mala fe es el que cometió dolo30. De ahí que el deudor
de buena fe responde por los daños previsibles o previstos al tiempo
de constituirse la obligación (que son consecuencias directas, inme-
diatas o necesarias) y el deudor doloso responde de los daños que
estén en relación de causalidad adecuada, aunque no fueran previsibles
o previstos cuando se formó la relación obligatoria. En cualquier caso,
estos últimos perjuicios, lógicamente, no son los de la causalidad física
o de la experiencia sino los que se imputan en la responsabilidad
extracontractual31. Por otro lado, se precisa que el deudor culposo –u
objetivo– y el deudor doloso responden siempre de los daños directos
o inmediatos (el primero de los conocidos ab initio, el segundo de
30 LACRUZ BERDEJO y otros, Derecho de Obligaciones cit., ps. 212 a 214, en
especial.
31 LACRUZ BERDEJO, ob. cit., ps. 213 y 214.
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du Palais 1943-1-50.
35 La fuente de la norma se encuentra en la obra de Pothier, quien sostenía que no hay
que someter al deudor a indemnizar todos los daños sufridos por el acreedor como
consecuencia del incumplimiento, sino sólo “los daños e intereses que se ha podido prever,
en el momento del contrato, que el acreedor podría sufrir por el incumplimiento de la
obligación” (POTHIER, Robert J., Traité des obligations, en Œuvres de Pothier, imprenta
de P. Didot, Paris, 1821, t. I, p. 181). Pero –siempre según el autor citado– estos principios
no resultan aplicables si el deudor ha actuado con dolo. En tal caso, debe reparar
indistintamente todos los daños sufridos por el acreedor, incluidos los extrínsecos, pues
“quien comete un dolo se obliga, velit nolit, a la reparación de todo el daño que ese dolo
causará” (ob. cit., p. 189). Para ilustrar ese aserto, Pothier proporciona el famosísimo
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ejemplo del vendedor de una vaca infectada por una enfermedad contagiosa: si el
enajenante conocía tal circunstancia, y dolosamente disimuló el vicio, será responsable del
daño sufrido por el comprador no sólo respecto de la vaca vendida, sino también del
relativo a todas las otras bestias que han sido contagiadas por aquélla. A continuación, el
jurista de Orleans se pregunta qué sucede con otros daños “que son una consecuencia más
alejada y más indirecta del dolo” del deudor. Tal sería el caso si los bueyes contagiados
por la vaca no pueden cultivar las tierras del comprador, quien se ve impedido de pagar
sus deudas y debe soportar la ejecución de sus acreedores y la venta de sus tierras a un
precio vil. ¿Hasta dónde responde el deudor doloso? Para resolver esta cuestión, Pothier
dice que, incluso mediando dolo, la indemnización no debe comprender los daños que no
sólo son una consecuencia alejada del dolo, sino que tampoco son una consecuencia
necesaria de él. Y añade: “pues aunque la pérdida de mis bestias, que su dolo me ha
causado, haya influido en la pérdida de mi fortuna, esa pérdida puede haber tenido otras
causas”. En cuanto a la imposibilidad de cultivar las tierras, tampoco es una consecuencia
absolutamente necesaria de la pérdida de los animales causada por el dolo del deudor, pues
bien podría el acreedor haberse procurado otras bestias, o haber alquilado las tierras. Sin
embargo, dado que, en esos casos, el beneficio obtenido por el acreedor habría sido menor
que en el supuesto de haber empleado sus propios animales para el cultivo, ello puede
entrar en cierta medida en el cálculo de la indemnización (ob. cit., ps. 189/191).
36 DEMOGUE, René, Traité des obligations en général, Arthur Rousseau, Paris,
1925, t. IV, Nº 460/461; AUBRY, Charles y RAU, Charles, Cours de Droit Civil
français, 5ª ed., Paris, 1897, t. VI, p. 352, nota 9; PLANIOL, Marcel, Traité élémentaire
de Droit Civil, Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence, Paris, 1917, t. II, p. 293;
JOSSERAND, Louis, Cours de Droit positif français, Sirey, Paris, 1930, t. II, p. 215.
37 FLOUR, Jacques; AUBERT, Jean-Luc y SAVAUX, Éric, Les obligations, Ar-
mand Colin, Paris, 2005, t. 2, p. 134; LALOU, H., Traité pratique de la responsabilité
civile, Dalloz, Paris, 1949, p. 46; TERRE, François; SIMLER, Philippe y LEQUETTE,
Yves, Les obligations, Dalloz, Paris, 2002, p. 682; LARROUMET, Christian, Les
obligations. Le contrat, Economica, Paris, 1998, p. 675; MAZEAUD, Henri, Léon y
Jean y CHABAS, François, Leçons de Droit Civil. Obligations, Montchrestien, Paris,
1993, t. II, vol. 1, ps. 653/654.
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fiada, Facultad de Derecho de la Universidad de París II, París, 1979, Nº 285 y ss. Una
crítica similar se encuentra en LAITHIER, Yves-Marie, Étude comparative des sanc-
tions de l’inexécution du contrat, Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence, Paris,
2004, p. 142.
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46 STARCK, Boris; ROLAND, Henri y BOYER, Laurent, Droit Civil. Les obliga-
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Eduardo A., El daño en la responsabilidad civil, Astrea, Buenos Aires, 1982, ps. 21 y ss.;
ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, en Código Civil y normas complementarias.
Análisis doctrinario y jurisprudencial cit., t. 3A (esta autora piensa que en el texto del art.
1068 se alude de forma exclusiva al daño patrimonial); PICASSO, Nuevas categorías...
cit., p. 126; ARIZA, Ariel, Contrato y responsabilidad por daños en el Derecho del
Consumo, en ARIZA, Ariel (coord.), La reforma del régimen de defensa del consumidor
por ley 26.361, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2008, p. 133. En contra: STIGLITZ y
PIZARRO, ob. cit., Cap. IV, p. 5 (quienes consideran que el daño moral es susceptible de
apreciación pecuniaria, pues, al cabo, se liquida en dinero); ÁLVAREZ LARRONDO,
Federico M., El impacto procesal y de fondo de la nueva ley 26.361 en el Derecho del
Consumo, en VÁZQUEZ FERREYRA (dir.), Reforma... cit., p. 44; MOLINA SANDO-
VAL, Carlos A., Reformas sustanciales, en VÁZQUEZ FERREYRA (dir.), Reforma...
cit., p. 107.
50 PICASSO, Nuevas categorías... cit.; PIZARRO y STIGLITZ, Reformas a la Ley
presenta, hasta podría hacer pensar que limita “lo inmediato” al hecho originario estricto
y, por tanto, excluye el hecho ligado de forma invariable a aquél (Bueres, plenario “Civit
c/Progress” cit., ps. 581 y 582).
Bajo otra óptica, en tanto que el art. 40 bis alude a la acción u omisión del proveedor
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daños autónoma que cupiera y que debía ser planteada ante el órgano
judicial. La Cámara Federal en lo Contencioso Administrativo, por
mayoría, decidió que el concesionario debía abonar las penalidades y
los daños autónomos, aunque ambos conceptos podían ser impuestos
por el Ente Nacional Regulador de la Energía. El ENRE y la Secretaría
de Energía y Puertos interpusieron recursos extraordinarios con arreglo
a sus específicos criterios. El Procurador General de la Nación solicitó
la confirmación de la sentencia de la Cámara Federal en lo Contencioso
Administrativo.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación estimó que el conce-
sionario debía pagar los daños causados, con independencia de las
penalidades que pudieran serle impartidas. Pero, en lo que ahora nos
interesa, señaló que el Ente Nacional Regulador de la Energía carecía
de competencia para establecer e imponer dichos daños.
Con respecto a esto último, el tribunal enfatizó que, en principio,
la atribución de facultades a los órganos administrativos contradice lo
dispuesto por los artículos 18 (garantía de la defensa en juicio) y 109
–basado en el artículo 108, Constitución de Chile–, Constitución Na-
cional (prohibición al Poder Ejecutivo de ejercer funciones judiciales).
Esta directiva rectora, casi absoluta, puede ceder excepcionalmente
cuando una ley, de modo expreso, haya creado un tribunal adminis-
trativo para decidir un conflicto puntual, en tanto en cuanto dicho
órgano no deje dudas sobre su imparcialidad e independencia y haya
un objetivo político y económico “razonable” que el legislador tuviera
en mira para crear dichos tribunales especiales. Además, es impres-
cindible que una decisión que recaiga en sede administrativa quede
sujeta a un control judicial amplio y suficiente. Y en especial, la Corte
adujo que la delegación de facultades jurisdiccionales en el Ejecutivo
sólo se justifica cuando las cuestiones hayan sido confiadas a un cuerpo
de expertos, en la medida en que las susodichas cuestiones dependan
de la experiencia técnica de los integrantes de los cuerpos o, en todo
caso, cuando se pretenda asegurar la uniformidad y consistencia en la
interpretación de las regulaciones políticas diseñadas por la agencia
para una industria o mercado particular, en razón de que, si las cues-
tiones quedaran libradas a los criterios de los jueces de primera ins-
tancia, podría haber opiniones heterogéneas o plurales.
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aplicación sea sólo apelable por el proveedor, pues el consumidor puede estar en
desacuerdo con la denegación del daño directo o con la insuficiente concesión de
partidas, montos, etcétera.
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p. 128.
63 Stiglitz y Pizarro (ob. cit., p. 4) refieren que la terminología “daños punitivos” es
criticable, dado que se castiga una conducta específica y no el daño. Por tanto, hablan de
“indemnización punitiva”. Estamos de acuerdo con la primera proposición de los
distinguidos autores mencionados, pero disentimos de la segunda, puesto que si se habla
de “indemnización” punitiva se enlaza el asunto con el resarcimiento o con la sanción
resarcitoria en el acto ilícito y no con la sanción retributiva –que es de lo que se trata–.
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el criterio mereció agudas críticas, puesto que no se debe dar curso a una demanda
cuando el objeto de la pretensión se opone al orden público (1994).
68 BUERES, Alberto J., Culpa y riesgo. Sus ámbitos, en Revista de Derecho de
(destino del monto de la pena a la víctima), tal vez seducidos por el atractivo que a veces
producen las novedades, sin advertir que semejante solución desquiciaría todo el sistema
de responsabilidad por daños consagrado en nuestro ordenamiento (en sentido favorable
al sistema angloamericano puro, LÓPEZ HERRERA, ob. cit., ps. 301 y ss.).
70 En contra de los daños punitivos: BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, Los llamados
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Hay autores que proponen que una parte de las multas aventaje a
la víctima y otra al tesoro, por caso. Y con ello no hacen más que
demostrar sus dudas sobre la justicia del instituto jurídico y, subcons-
cientemente, tratan de difuminar la auténtica realidad de que los da-
ñados no pueden percibir un dinero superior al representativo del daño
experimentado. Tampoco es de recibo que se argumente con la nece-
sidad de establecer los daños punitivos en favor de las víctimas, puesto
que ello constituye el incentivo para que los reclamen en un proceso,
dado que para cumplir esa función basta con el Ministerio Público
Fiscal –al cual los tribunales conferirían vista cuando hay procesos en
los que se describen conductas sancionables–.
Por otro lado, no deben confundirse los daños punitivos con ciertas
restituciones (o entregas) dimanantes de los derechos reales (el uso
indebido de una cosa o derecho ajeno)71. Este asunto se enlaza con el
enriquecimiento sin causa o con la mismísima responsabilidad civil.
Por ejemplo, la Ley de Patentes española hizo suponer a algunos autores
que consagra la figura de los daños punitivos, siendo que ciertamente
no es así. El artículo 66 de la ley reconoce el derecho a una indem-
nización de daños en beneficio del titular del derecho de una patente
que resulte lesionado por la usurpación ilícita que haya realizado un
tercero. A su vez, este artículo indica que la indemnización comprende
el valor de la pérdida sufrida (daño emergente) y el de la ganancia
que se dejó de obtener (lucro cesante). No obstante, en el apartado 2º
del artículo 66 se expresa que dicho lucro cesante se fijará a elección
del dañado conforme a los siguientes criterios: a) por los beneficios
que el titular del derecho hubiera obtenido previsiblemente a causa de
la explotación del invento patentado; b) por los beneficios que el in-
fractor ha obtenido por explotar el invento, y c) por el precio que el
infractor hubiere debido pagar al titular de la patente por la concesión
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Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, segunda época, año XXXVIII, 1983,
Nº 31, ps. 107, 108 y 125.
72 DÍEZ-PICAZO Y PONCE DE LEÓN, Luis, Derecho de Daños, Civitas, Madrid,
en L. L. del 7-4-2009, p. 1.
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L. L. 1993-C-167.
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DO TOLSADA, ob. cit., p. 52, quien destaca que los daños punitivos demuestran las
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82 ALTERINI, Atilio A., Las reformas a la Ley de Defensa del Consumidor. Primera
ARIZA, Ariel (coord.), La reforma del régimen de defensa del consumidor por ley
26.361, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2008, p. 155; COLOMBRES, Fernando M., Los
daños punitivos en la Ley de Defensa del Consumidor, en L. L. del 16-9-2008, p. 4.
84 STIGLITZ y PIZARRO, ob. cit., p. 5.
85 Stiglitz y Pizarro (ob. cit., p. 5) observan que el art. 52 bis no suministra una
solución para coordinar las condenaciones cuando hay muchos damnificados, quienes,
inclusive, pueden encontrarse en distintos lugares y sufrir perjuicios en momentos
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una nueva condena por el mismo hecho dependerá de los montos por los que haya sido
condenado el mismo proveedor en otros procesos: si la primera condena por “daños
punitivos” ha sido suficientemente alta, no procederá una nueva, y a la inversa (LÓPEZ
HERRERA, Daños punitivos... cit.).
87 En ese sentido, dice Moisá: “Habrá que recurrir a la prudencia de nuestros
magistrados para suplir y corregir las serias omisiones y defectos que el artículo en
cuestión presenta” (MOISÁ, Benjamín, Los llamados “daños punitivos” en la reforma
a la ley 24.240, en RCyS de agosto de 2008, p. 36).
88 ARIZA, Ariel, Contrato y responsabilidad por daños en el derecho del consumo,
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