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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 1

Derecho de Consumo (OP)

T2.- La legislación española sobre defensa de los consumidores

La CE y la protección de los consumidores / La CE y su art. 51 / El principio general de


protección al consumidor / La protección de consumidores y usuarios como principio
general informador del OJ / Negación y afirmación de la protección del consumidor como
principio general del Derecho

Hasta la promulgación de nuestra CE vigente, no existía en nuestro ordenamiento disposición legal alguna que se
pronunciara a favor de los consumidores.

El art. 51 CE ha sido el primer precepto en acoger la idea de la defensa de los consumidores y usuarios, y gran
parte de los tratadistas considera que proviene de la Constitución portuguesa del 76. Sea como fuere, inicia la
política de protección del consumidor y pronto deja de ser un gesto programático para convertirse en un
verdadero principio del desarrollo de la legislación ordinaria. Ello ha supuesto que se venga discutiendo si su
naturaleza es de principio general del Derecho, como así parecía apuntar el art. 1.1.1º de la originaria Ley
General para la Defensa de los consumidores (LCU):

“El art. 51.1 y 2 CE (…) tiene carácter de principio informador del OJ”.

En ese sentido, la Doctrina contemporánea ha seguido dos líneas de pensamiento contrapuestas:

(1) Una parte de tratadistas de Derecho Mercantil pone de manifiesto que la protección de consumidores y
usuarios ha de cohonestarse y ponerse en relación con una serie de principios y derechos
constitucionales de mayor y mejor rango, particularmente con el de libertad de empresa. Algunos
autores relacionan ese derecho fundamental y su contenido esencial con el derecho de propiedad
privada y con el de elegir libremente una profesión. A juicio del Autor, pretende debilitar el alcance y el
significado de la protección de los consumidores.

(2) Otros autores, entre los que se encuentra el Prof. Lasarte, afirman la existencia de tal principio
argumentando que, aunque se establezca la relación entre libertad de empresa y autonomía privadas, no ha
de llegarse a la conclusión de que cualquier otro principio que afecte a la libertad de empresa debe ser
desechado, sosteniendo además que habría que demostrar cómo y hasta dónde puede afectar a la
libertad de empresa la protección del consumidor, ya que para la Ley no hay incompatibilidad entre
ambos principios. Por tanto, el sistema económico diseñado por nuestra CE y asentado en la iniciativa
económica, no impide ni dificulta la consideración que merezca la protección de consumidores y
usuarios, que para nuestro sistema es también un principio general del Derecho o un principio
informador del OJ, como así establece textualmente el TRLCU.

La ley general para la defensa de los consumidores y usuarios

La rápida promulgación de la Ley General para la Defensa de los consumidores del 84 (LCU) vino determinada
por el envenenamiento alimentario que supuso el aceite de colza adulterado, un desastre que fue mal afrontado por
el Gobierno de Adolfo Suárez, y que provocó que el de Felipe González se pusiera las pilas, dotando de un mínimo
cuadro normativo que permitiese iniciar la andadura del desarrollo del art. 51 CE.

No fue una Ley bien recibida, siendo objeto de crítica por la mayoría de juristas, ya que debería haber contado
con algún apoyo jurídico-político y con trabajos preparatorios que hubieran puesto en conexión el proyecto con
disposiciones legales preexistentes, como las propias del CC y del CCom.

Originariamente era breve y constituía una primera aproximación a la regulación del consumo, sin incidir
directamente en las normas contractuales previamente aplicables, generando por tanto una sensación de
duplicidad de regulaciones que hizo que la innegable importancia de algunos aspectos de la Ley no llegara a
impregnar y permeabilizar el mundo del Derecho.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 2
Derecho de Consumo (OP)

Los objetivos fundamentales establecidos en su Preámbulo eran:

1. Establecer los procedimientos eficaces para la defensa de los consumidores y usuarios.


2. Disponer del marco legal adecuado para favorecer su desarrollo.
3. Declarar los principios, criterios, obligaciones y derechos que configuran esa defensa para que sean
tenidos en cuenta por los Poderes Públicos en las actuaciones y desarrollos normativos futuros.

Dada su ratio legis, era preciso que uno de los criterios fundamentales de la Ley radicase en declarar la
irrenunciabilidad previa de los derechos y facultades otorgados por ella a los consumidores y usuarios, así
como la declaración de nulidad de los actos y contratos realizados en fraude de esta Ley.

Su publicación abrió la puerta a numerosas disposiciones de carácter especial.

A partir del 2007, y en virtud del RD Leg. 1/2007, buena partes de sus disposiciones fueros refundidas en el actual
TRLCU.

El texto refundido de la ley de consumidores y usuarios

El TRLCU comprende buena parte de las disposiciones legislativas que siguieron a la LCU del 84 y que fueron
objeto de refundición normativa en 2007, en virtud del RD Leg. 1/2007.

A diferencia de su precedente, es sumamente extensa. Aunque fue fruto de la encomienda otorgada al Gobierno, y
realizada en plazo, por la DF5ª de la Ley 44/2006, de mejora de la protección de los consumidores y usuarios, debe
ser objeto de crítica y de una valoración no demasiado positiva.

Se integran en el TR 1los contratos celebrados a distancia y 2los celebrados fuera de establecimiento


comercial. También 3la regulación sobre garantías en las ventas de los bienes de consumo, 4la disciplina
relativa a los viajes combinados, y 5la regulación sobre la responsabilidad civil por daños causados por
productos defectuosos.

En cambio, quedan fuera de la refundición 1las leyes que regulan los servicios de la sociedad de la información y
el comercio electrónico, 2las normas sobre radiodifusión televisiva, 3la ley de crédito al consumo, 4el régimen
de los derechos de aprovechamiento por turno de bienes inmuebles de uso turístico, y la 5Ley General de
Publicidad.

Por otro lado, deroga la 1ley de contratos celebrados fuera de los establecimientos mercantiles, 2la de
responsabilidad civil por daños causados por productos defectuosos, 3la de viajes combinados y 4la ley de
Garantías en la Venta de Bienes de Consumo. Y entiende aún vigente la Ley 44/2006, de mejora de la
protección de los consumidores y usuarios, algo con lo que no está de acuerdo el Autor ya que, aunque no se
indique, las disposiciones anteriores con rango de ley que se opongan o que hayan sido integradas en el TR deben
considerarse objeto de derogación.

Está formada por cuatro Libros:

1. El de “Disposiciones generales”, tributario del de la LCU.


2. El de “Contratos y garantías”.
3. El de “Responsabilidad civil por bienes o servicios defectuosos”.
4. El de “Viajes combinados”, que tiene 16 arts., 15 de los cuales están dedicados a regular los contratos
celebrados a distancia, algo que a juicio del Autor no merecería siquiera un Libro sino un Título entero…

Mencionar que la refundición no ha implicado renovaciones normativas posteriores. En 2009 se aprobaron dos leyes
importantes:

⇒ La Ley 2/2009, por la que se regula la contratación con los consumidores de préstamos o créditos

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 3
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hipotecarios y de servicios de intermediación para la celebración de contratos de préstamo o crédito, que


completa la protección de los consumidores en relación a los préstamos o créditos hipotecarios concedidos
por instituciones que no se encuentran sometidas al control del Banco de España, y con las sociedades de
intermediación (las de “unificación de créditos).

⇒ La Ley 29/2009, por la que se modifica el régimen legal de la competencia desleal y de la publicidad para la
mejora de las protección de los consumidores y usuarios y que viene a modificar casi una decena de los
arts. del TR.

A nivel reglamentario cabría destacar el RD 231/2008, por el que se regula el sistema arbitral de consumo, y su
posterior modificación por RD 863/2009, que ha supuesto una revisión completa al Capítulo XVI del TR.

Actualmente se está tramitando en el Congreso el Proyecto de Ley 121/71, que modificaría el TRLCU con motivo
de la inclusión en nuestro OJ de una Directiva europea que deroga la normativa vigente sobre la protección de
los consumidores en 1los contratos celebrados a distancia y 2los contratos celebrados fuera de los
establecimientos mercantiles, estableciendo un nuevo marco legal en esta materia al tiempo que modifica la
normativa europea sobre cláusulas abusivas.

Competencias del Estado y de las CCAA en relación con la protección del consumidor

Dada la complejidad de la estructura jurídica del Estado español, y a que en los arts. constitucionales
dedicados a la distribución de las competencias entre Estado y CCAA no hay referencias concretas al
consumo, que debería haber sido fruto de una asignación competencial clara, las competencias genéricas sobre
el “Derecho del consumo” chocan con algunas de las competencias exclusivas asignadas al Estado, sobre todo
porque algunas CCAA las han asumido en sus Estatutos de Autonomía.

Por su lado, el TC ha asentado una serie de criterios básicos que, aunque no despejan todas las dudas, al menos
hay que tenerlos presente:

(1) El Derecho del consumo aúna disposiciones de DIPr y de DIP (de Derecho Adtivo.); en este último, las
CCAA tienen reconocida competencia.

(2) El régimen de comercio interior está regulado por normas administrativas de diverso tipo sobre las que
también tiene competencias las CCAA si así lo dicen sus Estatutos.

(3) El Estado tiene competencias sobre una diversidad de títulos referentes al comercio, al Derecho de los
contratos y a la responsabilidad extracontractual (aseguramiento de la unidad de mercado, competencia
sobre legislación civil, competencia exclusiva sobre legislación mercantil, competencia exclusiva sobre la
regulación de las bases de las obligaciones contractuales, etc.).

Parece pues que el Derecho de obligaciones es competencia exclusiva del Estado, mientras que las CCAA
tienen competencias plenas en materia de consumo. Y las que no las tengan, podrán desarrollar
reglamentariamente y ejecutar las normas referidas anteriormente.

Mencionar por ejemplo que en materia de horarios comerciales corresponde dicha regulación a las CCAA, que
no obstante deberán respetar los mínimos fijados por la ley estatal 1/2004.

Concluyendo, la mayor parte de las CCAA han hecho uso de sus competencias y casi todas (menos Ceuta y
Melilla) se han dotado de disposiciones generales de protección a los consumidores con rango de ley. El
núcleo fundamental de estas disposiciones lo constituye la regulación de los aspectos jurídico-administrativos; sin
embargo, no son extraños los supuestos en que se regula o se hace referencia a extremos que deberían estar
reservados a la legislación general.

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Derecho de Consumo (OP)

T3.- La noción de consumidor

Las personas jurídicas en su condición de consumidores

La noción económica de consumidor nos fuerza a distinguir entre el consumidor como tal, y el empresario.

- El consumidor se limitaría a participar en la última fase del proceso económico gozando, usando, o
disfrutando un bien de acuerdo con sus características y su naturaleza, sin intervenir en ninguna
actividad productiva.
- En cambio, el empresario adquiere el bien para incorporarlo a su proceso de producción o
distribución, con el fin de recuperar lo invertido más tarde y multiplicarlo o incrementarlo.

Si atendemos al criterio de acto de consumo, que algunos autores eligen para la determinación del campo de
análisis de la política tendente a promover los intereses de los consumidores, en lugar de la de consumidor,
podríamos afirmar que las necesidades de una empresa no pueden identificarse con la definición que se da de
acto de consumo, que sería aquel acto jurídico que permite obtener un bien o un servicio de cara a satisfacer
una necesidad personal o familiar. En cambio, sí entraría en el ámbito de protección de los consumidores las que
realizara el propio empresario para satisfacer sus necesidades personales o familiares.

Por tanto, y avanzando en la delimitación del consumidor que es objeto de protección, aunque a veces al
consumidor se le defina como persona física o jurídica, el empresario queda excluido de su ámbito de protección
cuando actué como tal en la obtención de bienes y servicios, pero no cuando los destine a fines privados o
para un uso no profesional.

Por otro lado, nuestra LCU pretende proteger a quien consume el bien o el servicio y no a quien interviene en
la cadena de producción, distribución o comercialización de bienes y servicios. Sólo cuando las adquisiciones
realizadas por los profesionales no se relacionen con el tráfico peculiar de su profesión, podrían ser considerados
como consumidores y usuarios.

La noción de consumidor según la ley general de consumidores / Concepto de


consumidores en el OJ español

La noción legal de consumidor que da nuestra LCU del 84, es su art.1.2 y 3, opta por una noción concreta basada
en un criterio subjetivo. La noción de consumidor gira en torno a la expresión “destinatarios finales”, de manera
que identifica al destinatario final con la persona que adquiere los bienes y servicios para un uso personal,
familiar o doméstico en un contexto de economía de mercado, esto es, que haga uso de esos bienes y servicios
aunque luego se desprenda de ellos.

De esta acepción se extraen las siguientes consideraciones:

- No se considera consumo frente a las AAPP cuando éstas actúen sometidas al Derecho
Administrativo.
- Tampoco hay consumo en las actuaciones que se realizan en condiciones especiales y distintas de
las del mercado, por ej., en la relación laboral entre el cliente y una empresa.
- Ni cuando las actuaciones se realizan entre particulares o entre empresarios; en el primer caso, porque
las normas protectoras consisten en defender al particular que contrata con un empresario; en el segundo
caso, porque se presume que los empresarios no necesitarían de una protección específica precisamente al
poseer una especial pericia en el tráfico mercantil.

Por tanto, la LCU pretende proteger a quien consume el bien o el servicio y no a quien interviene en la cadena
de producción, distribución o comercialización de bienes y servicios. Sólo cuando las adquisiciones
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Derecho de Consumo (OP)

realizadas por los profesionales no se relacionen con el tráfico peculiar de su profesión, podrían ser
considerados como consumidores y usuarios, es decir, cuando no medie entre ellas relación alguna de
mercado.

No hay que pasar por alto tampoco que la noción del art. 1 LCU no rige para otros textos legales en los que se
trata también de consumidores. Por ejemplo, en la Ley del crédito al consumo, o en la Ley de responsabilidad civil
por daños causados en los productos defectuosos.

Concepto de consumidor

Realmente no existe una única y clara noción científico-jurídica sobre consumidor, aunque sí una relación
entre las diferentes nociones legales existentes, en que coincide el mismo tipo de adquirente al que se trata de
proteger:

(1) Desde un punto de vista abstracto, consumidor serían todos los ciudadanos en cuanto personas que
aspiran a tener una calidad de vida adecuada. Se trata de una noción adecuada para expresar programas
políticos de atención a todos los ciudadanos como consumidores.

(2) Desde un punto de vista más concreto, consumidores serían quienes adquieren bienes o servicios
para un uso privativo. Esta noción es la que atribuye derechos a cada consumidor para que puedan
ejercitarlos individualmente. Coincide con la noción de consumidor como destinatario final, y es la
acepción que recogen la mayor parte de los textos legales.

(3) Otros autores deciden desplazar el criterio de consumidor y optar por el de acto de consumo, para
determinar el campo de análisis de la política tendente a promover los intereses de los consumidores. El
acto de consumo es un acto jurídico que permite obtener un bien o un servicio con vistas a satisfacer una
necesidad personal o familiar. Por tanto, el consumidor deja de ser un “status” subjetivo permanente:
lo es quien actúa de determinada manera y con relación exclusivamente a esa actuación.

(4) En la noción de consumidor como cliente, consumidor sería cualquier personal que contrata con un
empresario la adquisición de bienes y servicios, sin importar el destino que les den a esos bienes y
servicios.

(5) Hay que mencionar también que en la mayoría de normas relativas a esta materia, el consumidor queda
asimilado a la figura del contratante, convirtiéndose en un consumidor jurídico, en contraposición con el
consumidor material, que sería aquel que, sin haber comprado la cosa o el servicio, puede utilizarlos.
Aunque en ambos casos se es consumidor, será el consumidor jurídico quien podrá ejercitar los
derechos, garantías y acciones derivados de la adquisición, aunque cada vez hay un mayor movimiento
a favor de la mejor protección del consumidor material.

Por último, la noción legal de consumidor que da nuestra LCU del 84, es su art.1.2 y 3, gira en torno a la
expresión “destinatarios finales”, de manera que identifica al destinatario final con la persona que adquiere los
bienes y servicios para un uso personal, familiar o doméstico en un contexto de economía de mercado, esto
es, que haga uso de esos bienes y servicios aunque luego se desprenda de ellos.

Consumidores jurídicos y consumidores materiales

En la mayoría de normas relativas a esta materia, el consumidor queda asimilado a la figura del contratante,
convirtiéndose en un consumidor jurídico, en contraposición con el consumidor material, que sería aquel que,
sin haber comprado la cosa o el servicio, puede utilizarlos.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 6
Derecho de Consumo (OP)

Aunque en ambos casos se es consumidor, será el consumidor jurídico quien podrá ejercitar los derechos,
garantías y acciones derivados de la adquisición, aunque cada vez hay un mayor movimiento a favor de la
mejor protección del consumidor material. Sirva de ejemplo el art. 135 del TRLCU, en que los sujetos protegidos
son los perjudicados por el producto defectuoso, independientemente de que tengan o no la consideración de
consumidores en sentido estricto.

Los suministradores de bienes y servicios

Aunque nuestra LCU no menciona expresamente la condición empresarial/profesional del sujeto con el que el
consumidor protegido ha de entrar en relación para merecer la tutela que le otorga la Ley, ésta se deduce de la
referencias a fabricantes, productores, importadores y suministradores contenidas en otros arts., así como
de las menciones que se hacen a las empresas o entidades.

Nuestro TRLCU sí conceptúa en cambio las distintas personas que pueden haber tenido relaciones
contractuales con los consumidores o usuarios de cara a la eventual responsabilidad extracontractual que
pudieran tener frente al consumidor: el empresario (art. 4), el productor (art. 5) y el proveedor (art. 7).

Cabe mencionar que el Proyecto de Ley 121/71, siguiendo las pautas armonizadas de la UE, propone modificar
el art. 4 TRLUC referente al empresario, estableciendo que éste sería la persona física/jurídica, pública o
privada, que actúa directamente o mediante otra persona en su nombre o siguiendo sus instrucciones, con
un propósito relacionado con su actividad comercial, empresarial, oficio o profesión.

Lo que caracteriza la figura de empresario es la actividad económica que desarrolla, que puede ser industrial,
agrícola/ganadera, artesanal, intermediaria, o liberal. No obstante, las personas frente a las que se protege al
consumidor incluirán a todo tipo de empresario, sin limitarse a los empresarios mercantiles, sin distinguir entre
pequeños y grandes empresarios, ni entre empresario persona individual o empresario "social".

T4.- La formación de los contratos en general

La formación del contrato: igualdad de las partes y contratos de consumo

Aunque nuestro CC no lo diga expresamente, la formación del contrato es un asunto entre particulares que
son iguales ante la Ley y que deben buscar la satisfacción de sus intereses sin necesidad de reclamar intervención
arbitral alguna. Esta idea es hereditaria del Código Napoleónico y del liberalismo económico y político de la época,
del que "mama" nuestro CC.

No obstante, pronto queda de manifiesto que esa igualdad formal ante la Ley no se corresponde con la realidad
económica de los países europeos, dado que en algunas esferas el particular se ve obligado a contratar ciertos
bienes y servicios en condiciones que le son impuestas por los agentes económicos más fuertes.

En esta línea, también hay que tener en cuenta que:

- En los Códigos Civiles, la formación del contrato responde casi siempre a la celebración del contrato
personalizado, del que escapan los actos en masa, provocando que se haya hablado de la crisis del
esquema codificado, y que haya sido necesaria la intervención estatal en sacrificio de la autonomía
privada.

- Los particulares han dejado de actuar necesariamente de manera individual, para organizarse como
grupo en defensa de sus intereses, de manera que el denominado "movimiento consumerista" se ha
extendido a casi todos los países evolucionados, buscando una legislación que supere el esquema
codificado y proteja sus intereses frente a las grandes compañías y a los suministradores

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Derecho de Consumo (OP)

profesionales de bienes y servicios.

En nuestro ámbito, esa demanda se ha plasmado en el art. 51 CE, garantizando la intervención de los Poderes
Públicos en pro de la defensa de los consumidores, que se ha desarrollado mediante la LCU de 1984 primero,
y el TRLCU de 2007 después.

La ley 34/2002: contratación automática, telemática y electrónica

La Ley 34/2002, de servicios de la sociedad de la información y de comercio electrónico, es un paso adelante


en nuestro OJ en la protección del consumidor ante los desafíos de la Sociedad de la Información. Ofrece un
cuadro regulador en materia de contratación por vía electrónica (por otro lado, materia absolutamente nueva en el
mundo del Derecho), e introduce dos importantes modificaciones en el art. 1.262 CC:

1. La primera de ellas, respecto al criterio de determinación de la perfección del contrato, cuando nos
encontramos ante una "contratación entre ausentes", que sería la recepción.

2. La segunda, es la necesidad de aceptación en los casos de contratación automática.

En lo que atañe a la contratación por vía electrónica, los fundamento del Derecho contractual no han sido
modificados, consagrándose la admisión de ese tipo de contratación y estableciendo que los contratos electrónicos
serán válidos cuando concurran el consentimiento y los demás requisitos necesarios (art. 23.1.1º), y que
tales contratos se regirán por la ley especial 34/2002, por el CC y por el CCom.

Esta ley no se ha visto afectada por el TRLCU de 2007, aunque sí ha sufrido modificaciones con la
promulgación de la Ley 56/2007, de medidas de impulso de la sociedad de la información.

T5.- La información contractual

La información contractual / La información como derecho básico de los consumidores / La


información en el Ley General de Consumidores

Desde la aprobación de la CE, los consumidores, ya sean como grupo o cada consumidor como miembro del
colectivo, tienen derecho a estar y ser informados respecto de cualesquiera relaciones contractuales que
deseen acometer.

Ya aparece así reflejado en el art. 51 CE, que posteriormente fue desarrollado en el art. 2 LCU y posteriormente
en el art. 8 TRLCU. Éste último desgrana los distintos derechos básicos que tienen los consumidores y usuarios;
entre ellos, el derecho a la información correcta sobre los diferentes bienes y servicios, así como a la educación
y divulgación para facilitar el conocimiento sobre su uso, consumo o disfrute adecuados.

El desarrollo del derecho a la información se llevó a cabo por el art. 13 de la LCU, planteándolo como una
obligación de los productores o empresarios, objetivando el contenido de la información que deben ofrecer los
suministradores de bienes y servicios, ya sea a través de los propios productos o mediante cualquier otro
procedimiento idóneo.

El TRLCU lo recogió en su art. 18.2, que a entender de los Autores y a pesar de seguir la senda marcada por el
art. 13 LCU, desenfoca y oscurece la cuestión. Y ello porque concede una preferencia al "etiquetado y
presentación de los bienes y servicios" sobre el derecho de información, algo que debería ser al revés, ya
que el etiquetado o las normas de etiquetado no son más que una manifestación de ese derecho básico a la
información.

A juicio del Autor, la calificación de básico no es más que un recurso literario que emplea el legislador para resaltar
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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 8
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la importancia del catálogo de derechos atribuidos a los consumidores, y su inexistencia no debería llevarnos a la
conclusión de que se esté minusvalorando la trascendencia del derecho a la información.

El TRLCU establece que la información debe suministrarse, en particular, sobre las siguientes características:

1. Nombre y dirección completa del productor.


2. Naturaleza, composición y finalidad.
3. Calidad, cantidad, categoría o denominación usual o comercial.
4. Fecha de producción o suministro y lote, plazo recomendado para el uso o consumo o fecha de
caducidad.
5. Instrucciones o indicaciones para su uso o consumo correctos, advertencias y riesgos previsibles.

Si se considerase esencial o de interés cualquier otra característica del bien o el producto, también deberá
incorporarse, aunque no se encuentre expresamente recogida en el texto legal; lo que supone que el art. 18.2 no
es una relación numerus clausus, ni que su relación haya de ser contemplada siempre de manera cumulativa,
sino adecuándose a los bienes y productos de que se trate.

T6.- Contenido contractual e integración de la publicidad

El contenido del contrato y las promesas u ofertas publicitarias / Las promesas u ofertas
publicitarias: el art 8 LCU.

La defensa del principio de autonomía privada y el mantenimiento de que sólo obliga lo acordado entre las
partes y presente en el clausulado contractual, lleva consigo que los consumidores se hayan vistos
sorprendidos por la habilidad profesional de suministradores de bienes y servicios. Amparándose éstos
últimos en que los actos precontractuales no tienen porqué considerarse al interpretar el contrato como actos
vinculantes, se dio rienda suelta a anuncios engañosos y capciosos, cuando no dolosos.

Ante ellos, nuestro OJ abrió dos líneas de actuación:

(1) Jurisprudencial y Doctrinal. Se defiende que todo contrato debe ser primero interpretado y después
calificado para así determinar el sector normativo al que pertenece. Una vez se realice la integración
del contrato, éste debe obligar a todo lo que se dimane del acuerdo contractual objetivamente
entendido.

(2) Legislativa. La presentada por el art. 8 LCU del 84, que disponía que el contenido, las condiciones y las
garantías ofrecidas por la oferta, la promoción y la publicidad dadas al producto, actividad o
servicio, deben ser exigidas aunque no figuren expresamente en el contrato celebrado o en el
documento recibido. Supone la integración de la publicidad y de la propaganda en el contenido del
contrato aunque esas promesas no hayan sido transcritas ni incorporadas ni objeto de documentos anexos
al contrato, lo que constituye una norma de directa aplicación.

Esta idea, tras la refundición de la LCU en 2007, queda ahora plasmada en el art. 65, que incorpora, en relación a
la integración del contrato de las promesas publicitarias, el principio de la buena fe objetiva. Conforme al mismo,
deberán integrarse los contratos en beneficio del consumidor, incluso en los supuestos en que se omita
información precontractual relevante.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 9
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La consolidación de la integración del contrato / La consolidación de la integración del


contrato: el debate sobre el carácter imperativo del art 8. LCU y la Jurisprudencia

La integración del contrato es una operación mediante la cual se intenta extraer, no sólo la determinación de
los derechos y obligaciones de las partes, sino las consecuencias complementarias que pudieran derivarse
una vez identificado el sector normativo al que pertenece el contrato.

En nuestra legislación, la integración del contrato se contempla en el art. 1.258 CC, que establece que, una vez
identificados tanto el momento de perfección del contrato como el consentimiento, obligan no sólo al
cumplimiento de lo pactado de manera expresa, sino también a todas las consecuencias que según su
naturaleza sean conformes a la buena fe, al uso y a la ley.

A pesar que parte de la Doctrina y la Jurisprudencia siguen atribuyendo a este art. un carácter interpretativo, la
verdad es que se trata de una norma imperativa que trata de delimitar la autonomía contractual, impidiendo
que sean desconocidos los efectos contractuales impuestos, y aplicándose independientemente de la voluntad
de las partes.

Lo mismo sucedió con el art. 8 LCU, del que en un principio se dudó de su carácter imperativo, pero que
finalmente ha tenido una exitosa aplicación práctica desde la última década el s. XX, consolidándose su valor
normativo y su carácter de mandato imperativo mediante el TRLCU.

T7.- Las condiciones generales de la contratación

Las condiciones generales de la contratación: concepto

Las condiciones generales de la contratación son fruto de la complejidad del tráfico contractual contemporáneo,
que actualmente es mucho más "en serie", mediante actos en masa que se realizan de forma repetitiva y
sucesiva tanto por los suministradores de bienes y servicios como por los consumidores y usuarios. Dada
esta desindividualización del contrato, en que los suministradores de bienes y servicios pueden dictar sus
propias condiciones contractuales, ha sido preciso promulgar leyes especiales dirigidas a mitigar su posición
dominante y a proteger al contratante más débil.

Las condiciones generales de la contratación son cláusulas, estipulaciones o contenido contractual que se
sigue en los actos en masa por las grandes empresas y suministradores de bienes y servicios, y que
conforman el clausulado contractual de aplicación general; de ahí que desde el punto de vista del
consumidor, se hable de contrato de adhesión, dado que una de las partes contratantes se adhiere al
contenido contractual preestablecido por la otra.

Jurídicamente, la aceptación del contrato de adhesión por el consumidor o cliente conlleva que ha prestado su
consentimiento al contrato. No obstante, lo importante es que esa obligatoriedad del contrato no impide la
ineficacia de alguna o algunas de las cláusulas, si contradicen los principios de justicia contractual o de
equivalencia de las prestaciones.

En nuestro OJ es la Ley 7/1998, de condiciones generales de la contratación la que regula esta materia.

Las condiciones generales de la contratación en la LCU

La LCU del 84 contenía una regulación bastante completa de las condiciones generales de la contratación, en su
art. 10. En ese extenso art. se definía la noción de condiciones generales de la contratación, se establecían sus
requisitos formales y materiales de equidad contractual, cómo debían interpretarse, la prevalencia de las cláusulas
particulares más favorables, y cuándo debían ser consideradas nulas. Realmente tuvo escasa aplicación

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 10
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jurisprudencial.

No fue hasta la promulgación de la Ley 7/1998, de condiciones generales de la contratación, cuando se


establece una ley especial sobre esta materia, incorporando a nuestro OJ la Directiva 93/13/CEE, que modifica
algunas disposiciones de la LCU del 84.

A grandes rasgos, la Ley 7/1998 introdujo las siguientes reformas:

(1) Da nueva redacción al art.10 LCU y añade un art.10.bis, que recogía la noción general de cláusulas
abusivas y un extenso elenco de previsiones o cláusulas contractuales que debían considerarse
abusivas.

(2) Crea un Registro de condiciones generales de la contratación (art. 11).

(3) Otorga la posibilidad de que las Sentencias de casación pudiera vincular a los jueces inferiores (art.
20.4), aunque esta previsión fue finalmente derogada por la LEC 2000.

Conforme a la noción general de cláusulas abusivas, éstas serían las estipulaciones no negociadas
individualmente y que en contra de la buena fe causen, en perjuicio del consumidor, un desequilibrio de los
derechos y obligaciones derivados del contrato; entendiendo ese desequilibrio como el hecho de que la
posición de supremacía económica y de iniciativa contractual que tiene una de las partes, supone una
disminución de sus obligaciones al tiempo de un incremento de sus prerrogativas.

Posteriormente la Ley 7/1998 sufrió una modificación por la Ley 44/2006, de mejora de la protección de los
consumidores y usuarios, debida a la incorrecta trasposición que se hizo de la Directiva y que supuso por este
motivo una sanción al Estado español.

Actualmente todas esas mejoras se encuentran en el TRLCU de 2007, en cuyos arts. 85-90 se contempla la
relación de cláusulas que deben considerarse abusivas.

La nulidad parcial de un contrato

En caso de que existan cláusulas abusivas en el contrato, la Doctrina jurisprudencial ha establecido que han de
entenderse no puestas, siendo por tanto nulas de pleno derecho. No obstante, ello no desvirtúa que se
mantenga la eficacia general del contrato celebrado, como así establecía el art.10.bis LCU y el actual art. 83
TRLCU de 2007.

Sólo cuando las cláusulas subsistentes determinen una situación no equitativa en la posición de las partes
que no pueda subsanarse, se deberá declarar la ineficacia del contrato.

Hay que mencionar que el Proyecto de Ley 121/71, actualmente en proceso, aborda la modificación de ese art.
83, estableciendo que las cláusulas abusivas serán nulas de pleno derecho y se tendrán por no puestas. Para
ello, el Juez deberá declararlas así. El resto del contrato seguirá siendo obligatorio para las partes en los
mismos términos siempre que pueda subsistir sin las cláusulas declaradas nulas.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 11
Derecho de Consumo (OP)

T8.- Compraventa y arrendamiento de viviendas

La información como derecho del consumidor en la adquisición de vivienda

Dado que conforme al Anexo I del RD 1597/2000, por el que se catalogan diversos productos, bienes y servicios a
determinados efectos de la LCU, la vivienda es un bien de uso común, ordinario y generalizado, la LCU
primero, y el TRLCU después (arts. 2.2 y 9), sujeta el derecho de información que tienen tiene el adquiriente o
arrendatario, a una protección prioritaria.

En este ámbito, cabe hacer una mención especial a los arts.2 y 3 del RD 515/1989, regulador de la protección
de los consumidores en cuanto a la información a suministrar en la compraventa y arrendamiento. Esta
norma invoca el principio de veracidad en la oferta, promoción y publicidad, por el que todas (oferta, promoción
y publicidad) deben ajustarse a las verdaderas características, condiciones y utilidad de la vivienda,
expresando si se encuentra en construcción o si ha concluido su edificación.

Esta exigencia de veracidad del art.3.1 del RD 515/1989 prohíbe la publicidad engañosa, y da un paso adelante,
facultando al comprador o arrendatario para exigir los datos, características y condiciones referidas a la
construcción de la vivienda, a su ubicación, servicios e instalaciones, adquisición, utilización y pago que se
hubiera ofrecido por vía publicitaria, aunque no figuren de manera expresa en el contrato celebrado.

En realidad, se trata del desarrollo del art. 8 LCU, ya que contempla que el consumidor pueda exigir el
contenido publicitario aunque éste no figure en el contrato, documento o comprobante recibido. Asimismo,
permite que prevalezcan sobre el contenido de la oferta las cláusulas más beneficiosas que se contuvieran en el
contrato.

No debemos olvidar sobre este asunto, que el derecho de información que tiene el adquiriente o arrendador, se
configura como una auténtica obligación precontractual de los empresarios o profesionales que ofrecen una
primera transmisión de vivienda. Esta obligación se contiene de manera general en el art.18.2 TRLCU, pero ha
sido objeto de desarrollo reglamentario por el RD 515/1989, mayormente.

T9.- Los contratos celebrados fuera de los establecimientos mercantiles

Noción general de los contratos celebrados fuera de los establecimientos mercantiles

Los contratos celebrados fuera de los establecimientos mercantiles son una política de venta. Consiste, a grandes
rasgos, en que el empresario/empresa toma la iniciativa y propone o presenta bienes y servicios a los
consumidores mediante un contacto directo y físico, fuera de los locales que habitualmente están reservados a
la venta y en donde suele presentarse el consumidor por su propia voluntad.

Entran dentro de esta modalidad los contratos realizados por comerciales "a puerta fría", y los que pudieran
celebrarse en los lugares de trabajo del consumidor, o durante una excursión organizada con esa finalidad,
entre otros.

No se consideran prácticas comerciales irregulares, si bien su carácter "agresivo" puede dar lugar a que el
consumidor no tenga capacidad suficiente para sustraerse a las presiones del empresario y termine celebrando
contrataciones inútiles o dispendiosas. De ahí que la regulación sobre este tipo de contratación trate de
proteger al consumidor, de sí mismo.

En nuestro OJ se regula esta materia en la Ley 26/1991, sobre contratos celebrados fuera de los
establecimientos mercantiles (LCFEM), que está pendiente de revisión una vez se transponga la Directiva
2011/83/UE, prevista en el Proyecto de Ley 121/71, en tramitación.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 12
Derecho de Consumo (OP)

Características de los contratos celebrados fuera de los establecimientos mercantiles

Las características más notables de los contratos celebrados fuera de los establecimientos mercantiles son:

(1) De manera especial, que el lugar no es el habitualmente reservado al comercio. Dado que puede ser el
domicilio del consumidor o su lugar de trabajo, éste no está "preparado" para que le hagan la oferta,
mientras que el comercial sí lo está para abordarle.

(2) El empresario juega con el factor sorpresa, lo que le sitúa en una situación de superioridad por dos
motivos: 1porque el momento de la negociación es el elegido por él, y 2porque su argumentación
persuasiva está dirigida al convencimiento de un consumidor sorprendido, y por ende, más
desamparado.

(3) Al ofrecer habitualmente el comerciante sólo un tipo de producto o una sola marca de productos, el
consumidor no puede comparar los precios o las calidades con ofertas similares.

(4) Dada la rapidez que se asocia a este tipo de contratación, las decisiones que tome el consumidor pueden
no haber sido lo suficientemente reflexivas, y acabar rodeado de bienes o servicios superfluos.

(5) Como no suele haber testigos, consumidores y víctimas tienen difícil demostrar un comportamiento
abusivo por parte del empresario. También suelen abstenerse de acudir a los Tribunales cuando la
contraprestación no es muy elevada.

Contratos incluidos en la noción de contratos celebrados fuera de establecimiento mercantil

El art.1.1 de la Ley 26/1991, sobre contratos celebrados fuera de los establecimientos mercantiles (LCFEM),
señala que entran dentro de su ámbito aquellos contratos entre un empresario y un consumidor celebrados en
alguna de las siguientes circunstancias:

(1) Donde no exista establecimiento mercantil. Si bien este elemento no es aclaratorio per se para delimitar
este tipo de contratación de otras prácticas comerciales (p.ej., los contratos a distancia), puede deducirse
del resto del precepto, que exige también que el contrato sea a iniciativa del empresario, y la necesidad
de su presencia física en el momento de la celebración.

(2) En el entorno habitual del consumidor, ya sea porque la visita del comerciante sucede en la vivienda del
consumidor (entendiendo ésta como un lugar reservado a su vida privada y familiar, ya sea su
residencia habitual, la de veraneo o incluso una habitación de un hotel), porque la visita se lleve a cabo en
la vivienda de otro consumidor (una reunión tupper sex, por ej.), o porque la visita sea en el centro de
trabajo del consumidor.

(3) En un medio de transporte público, incluyendo sus lugares conexos o auxiliares, tales como una sala
de espera de un aeropuerto, p.ej. Sin embargo, se excluyen los que pudieran celebrarse en transporte
privado, aunque algunos Autores sostienen lo contrario.

También hay que recordar que es posible que el autor de la oferta sea el consumidor. Pues bien, como así
establece el art.1.2 LCFEM, también entran en su ámbito de aplicación las ofertas emitidas por un consumidor (ya
sea producto de las negociaciones iniciadas por el empresario, o cuando lanza una contraoferta a la oferta
presentada por éste), en que se den cualquiera de las circunstancias que hemos indicado con anterioridad. Esta
inclusión trata de evitar eventuales prácticas fraudulentas con la finalidad de que no se aplique la norma, en que
los empresarios no incluyeran la oferta contractual del consumidor alegando que la iniciativa provino de él. No
obstante, para que se aplique la LCFEM será necesario que el empresario acepte la oferta del consumidor,
entendiéndose celebrado así el contrato.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 13
Derecho de Consumo (OP)

Contratos excluidos de la ley de contratos celebrados fuera de los establecimientos mercantiles

Aparecen contemplados de manera detallada en el art. 108 TRLCU. Son:

(1) Los contratos en los que la prestación total a cargo del consumidor no supere los 48,08 €. Para
determinar la cantidad, han de incluirse, si los hubiera, cada uno de los contratos celebrados por el
consumidor con ocasión de las circunstancias que establece el art.1.1 LCFEM. El motivo de establecer un
límite monetario responde a la operatividad que supone sustraer de la norma las adquisiciones de
pequeña entidad económica.
(2) Los contratos relativos a la construcción, venta y arrendamiento de bienes inmuebles, o que tengan
por objeto algún otro derecho sobre tales bienes. Esta exclusión no se extiende a los contratos de
reparación, que quedarían sujetos a la protección de la LCFEM. En cambio, sí incluye a los contratos de
venta o arrendamiento de inmuebles, por tener una regulación específica sobre consumidores: la Ley
38/1999, de ordenación de la edificación.
(3) Los contratos de seguro. Sujetos tanto al Derecho comunitario como al interno, mediante la Ley 50/1980,
del contrato de seguro.
(4) Los contratos que tengan por objeto valores mobiliarios. Sujetos a la Ley 24/1988, reguladora del
Mercado de Valores.
(5) Los contratos documentados notarialmente, precisamente porque es el Notario quien garantizará la
integridad del consentimiento que el consumidor otorga al contratar.
(6) Los contratos de suministro relativos a productos de alimentación, bebidas y otros bienes
consumibles de uso corriente en el hogar. Sujetos al Derecho comunitario sobre contratos negociados
fuera de los establecimientos comerciales, y expresamente prohibidos en el art.5.d LCU.
(7) Y aquellos contratos en los que concurran las siguientes circunstancias:
1. Que se celebren sobre la base de un catálogo.
2. Que se prevea una continuidad de contacto entre el empresario y el consumidor, ya sea respecto
de esa operación o de otra posterior.
3. Que tanto el catálogo como el contrato expresen el derecho que tiene el consumidor a
rescindirlo libremente o a devolver las mercancías. Ambos actos en un plazo de al menos 7
días.

El derecho de desistimiento en los contratos celebrados fuera de los establecimientos


mercantiles

Para que el contrato alcance plena validez y eficacia jurídica, la LCFEM exige que el documento contractual
contenga, de manera destacada, una referencia clara y precisa al derecho que tiene el consumidor de revocar el
consentimiento otorgado, así como los requisitos y consecuencias de su ejercicio. Deberá también
acompañarse un documento de revocación, que deberá expresar el nombre y la dirección de la persona a que
ha de enviarse, y los datos identificativos del contrato y de los contratantes; su finalidad es la de informar al
consumidor de que dispone del derecho a ejercer su revocación en el plazo de 7 días . Ambos documentos, el
contractual y el de revocación, deberán ir fechados y firmados de puño y letra por el consumidor, que se
quedará con un ejemplar de cada uno, correspondiéndole al empresario probar el cumplimiento de todas estas
formalidades.

Este derecho se ha incorporado al TRLCU, en el art.111, aunque en términos de desistimiento unilateral en


lugar de revocación, que realmente debería quedar reservado para los actos o negocios de carácter unilateral
y gratuito, y no para los de materia contractual.

En cualquier caso, como bien indica el art.110 TRLCU, el consumidor tiene derecho a desistir del contrato en el
plazo de 7 días, a contar desde la recepción del documento de desistimiento, si es posterior a la compra del
producto, o desde la celebración del contrato, si se tratara de una prestación de servicios. De destacar la
remisión que ese mismo art. hace al Capítulo II del Título I del TRLCU, que es el régimen común del derecho de
desistimiento en aquellos contratos en que se prevé tal derecho.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 14
Derecho de Consumo (OP)

T10.- Los contratos a distancia

Noción general de los contratos a distancia

Los contratos a distancia son un modo particular de negociación, distribución o contratación, en que el
mensaje que se transmite a distancia, se erige como el mecanismo principal para hacer llegar la oferta de los
productos o servicios a una clientela indeterminada o a un potencial consumidor.

Suele desarrollarse en tres etapas:

(1º) La primera, en que el consumidor recibe una oferta de un producto o servicio a través de una
descripción escrita, visual u oral, en que se indica el precio y el resto de condiciones.

(2º) La segunda, en que el consumidor realiza el pedido.

(3º) Y la tercera, en que éste recibirá lo comprado en la dirección que haya indicado al empresario o
comerciante.

En definitiva, tanto la difusión de la oferta como su aceptación por el consumidor, se realiza mediante una
técnica de comunicación a distancia.

Lo que diferencia esta modalidad contractual de los contratos celebrados fuera del establecimiento mercantil
es (1)que no es necesaria la presencia física simultánea de las partes, (2)que se otorga al consumidor un
tiempo suficiente para reflexionar a la hora de hacer, o no, el pedido, y, una vez hecho, (3)el plazo de
desistimiento que tiene el consumidor no persigue que éste se piense bien si quiere o no lo contratado, sino que
está destinado a que pueda examinar con tranquilidad y sosiego precisamente lo que ha comprado o
contratado.

Son diferentes las categorías que se incluyen en este tipo de contratos. A saber:

1. Los contratos realizados por correo, ya sean mediante catálogo, utilizando la técnica del "mailing" o en
prensa.
2. Los contratos por teléfono.
3. Los contratos por televisión.
4. Los contratos por radio.
5. Y los contratos mediante uso de instrumentos informáticos o telemáticos.

Ámbito objetivo de la contratación a distancia

La Directiva 7/97, relativa a la protección de los consumidores en materia de contratos a distancia,


incorporada a nuestro Derecho mediante la Ley 47/2002, de ordenación del comercio minorista (LOCM), tiene
por objeto aproximar las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados Miembros
que tengan que ver con esta materia.

El ámbito objetivo de nuestra LOCM gira en torno a los siguientes aspectos:

(1) La iniciativa comercial. El comerciante será quien la ostente, ya que cuando el consumidor sea quien
emita mediante una técnica de comunicación a distancia una oferta (contraoferta), no será de aplicación
el régimen jurídico dispuesto para la contratación a distancia.

(2) Empleo de una técnica de comunicación a distancia, entendiendo ésta como cualquier medio que
permita la celebración del contrato entre un consumidor y un proveedor que no precise de la presencia
física simultánea de ambos. Entre esas técnicas de comunicación entra el empleo del impreso con o sin
destinatario, la carta normalizada, la publicidad en prensa con cupón de pedido, entre otras.
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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 15
Derecho de Consumo (OP)

(3) Aceptación expresa del consumidor. El consumidor puede negarse a recibir este tipo de
comunicaciones. Si no existe una autorización expresa del comprador, estaríamos ante un envío no
solicitado, que está prohibido por el art.42. El proveedor tendría la carga de demostrar que si ha
habido la aceptación expresa del comprador.

Como establece el art.93.1 del TRLCU, que derogó algunas disposiciones contenidas en la LOCM, quedarían fuera
de su ámbito de aplicación:

a) Las ventas celebradas mediantes distribuidores automáticos o locales comerciales automatizados.


b) Las ventas celebradas en subastas, salvo que sean por vía electrónica.
c) Los contratos sobre servicios financieros.
d) Los contratos celebrados con los operadores de telecomunicaciones debido a la utilización de los
teléfonos públicos.
e) Y los contratos celebrados para la construcción de bienes inmuebles.

El derecho de desistimiento en los contratos a distancia

Tanto la Directiva 7/97 como la Ley 47/2002, de ordenación del comercio minorista (LOCM), conceden al
consumidor un derecho de desistimiento, aunque en la Directiva el término empleado es el de renuncia.

Este derecho se sujeta a una serie de condiciones para su ejercicio. A saber:

1. Sólo dispone de este derecho el consumidor. El proveedor no podrá acogerse al mismo para desligarse
del contrato.

2. Se establece un plazo para su ejercicio, que en la Directiva son de siete días laborales y en nuestra
Ley, de al menos siete días hábiles desde la recepción del producto.

3. No está sujeto a forma alguna, bastando que se acredite mediante cualquier forma admitida en
Derecho. Lo importante es que la declaración de voluntad llegue a conocimiento del proveedor.
Teniendo en cuenta que se proporciona al consumidor un documento de desistimiento, que podrá
emplearse a tal fin, resultará fácil su ejercicio. En caso de contradicción entre las partes, corresponderá al
comprador probar que desistió, por lo que siempre es conveniente que se realice mediante un medio
que deje constancia de su recibo.

4. Dado que el comprador no tiene porqué explicarle los motivos de su desistimiento al proveedor,
tampoco será necesaria su aprobación al respecto.

5. El consumidor no puede renunciar a su derecho de desistimiento.

6. Ni tampoco puede suponerle su ejercicio, penalización alguna.

Nuestra legislación en la materia también enumera una serie de contratos en los que este derecho no podrá
ejercerse, a no ser que las partes pacten lo contrario. Algunos:

a) Contratos de suministros de prensa diaria, publicaciones periódicas y revistas.


b) Contratos de prestación de servicios cuya ejecución haya comenzado antes de finalizar el plazo de
los siete días hábiles.
c) Contratos de servicios de apuestas y loterías.

En cualquier caso, si se diera el desistimiento, las partes deben devolverse las prestaciones recibidas. El
proveedor, las sumas abonadas por el consumidor, sin perjuicio de imputarle el coste directo de la
devolución de las mercancías. El comprador, el bien adquirido.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 16
Derecho de Consumo (OP)

En el caso de que el bien o el servicio estuviera total o parcialmente financiado, mediante un crédito concedido
al consumidor por un tercero, ese contrato de crédito también quedará resuelto, sin que se prevea penalización
alguna al consumidor.

El comercio electrónico / El comercio electrónico: la celebración de los contratos


electrónicos

Es una de las categorías incluidas en la contratación a distancia, en la que se realizan compraventas de


bienes o prestaciones de servicios, así como los actos previos a esa contratación y actividades posteriores a la
misma, mediante mecanismos electrónicos (correo electrónico, Internet...).

A nivel comunitario su regulación la encontramos en la Directiva 2000/31, que trata los aspectos que respecto al
comercio electrónico plantean problemas para el mercado interior, siendo sus disposiciones de mínimo necesario
para su correcto funcionamiento, y la Directiva 1999/3, de firma electrónica en el ámbito comunitario.

En el ámbito interno, tenemos la Ley 34/2002, de comercio electrónico, y el RD-Ley 14/1999, de firma
electrónica.

Nuestra Ley acoge un amplio concepto de "servicios de la sociedad de la información", englobando numerosos
supuestos que son objeto de su regulación, tales como la contratación de bienes y servicios por vía electrónica, el
suministro de información por dicho medio, el alojamiento en los servidores, etc. Desde el punto de vista subjetivo,
la norma se aplica (1)a los prestadores de servicios establecidos en España y (2)a quienes sin ser residentes en
nuestro país, prestan sus servicios de la sociedad de la información a través de un establecimiento
permanente en España. En este último caso, la sujeción a la ley sería parcial, limitándose a los servicios que se
presten desde España.

Por tanto, dónde se ubique el establecimiento determinará la aplicación o no de la Ley 34/2002 y de las demás
disposiciones de nuestro ordenamiento que sean aplicables, así como las Autoridades competentes para el
control de su cumplimiento.

Hay que tener en consideración que la libre prestación en nuestro país de servicios de la sociedad de la
información procedentes de otros Estados del EEE puede verse restringida si producen un daño o peligro
graves, por afectar al orden público, la salud pública o la protección de menores. También si esos servicios
afectan a alguna de las materia contempladas en el art.3 de la ley 34/2002. Entre otras, a derechos de propiedad
intelectual o industrial, a la elección por las partes contratantes de la legislación aplicable a su contrato, etc.

Igualmente, la ley 34/2002, para proteger los intereses de los destinatario de servicios, impone a sus prestadores:

(1) La obligación de facilitar el acceso a sus datos de identificación a cuantos visiten su web.

(2) La obligación de informar a los destinatarios sobre los precios.

(3) La obligación de permitir a los usuarios visualizar, imprimir y archivar las condiciones generales a las
que se someta el contrato.

(4) La obligación de guiar al consumidor durante el proceso de contratación, con indicación de los pasos y
la forma de corregir errores en la introducción de datos y también para proceder a la aceptación.

(5) La obligación de identificarse como prestadores en sus comunicaciones comerciales.

(6) La prohibición del envío de éstas últimas sin que medie consentimiento por el destinatario.

En cuanto a la celebración de los contratos electrónicos, la ley favorece la validez y eficacia del
consentimiento prestado por vía electrónica, declarando que no es necesaria la admisión expresa de esta

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 17
Derecho de Consumo (OP)

técnica para que el contrato surta efecto entre las partes. Igualmente, a efecto del cumplimiento del requisito de
"forma escrita" en los contratos, asimila la equivalencia entre el soporte papel y los documentos electrónicos.

En cuanto al momento y lugar de celebración, se entiende prestado el consentimiento 1desde que el oferente
conoce la aceptación o 2desde que no puede ignorarla sin faltar a la buena fe, habiéndosela remitido el
aceptante. En los contratos celebrados mediante dispositivos automáticos, hay consentimiento desde que se
manifiesta la aceptación. En cualquier caso, se presumen celebrados en el lugar en que se hizo la oferta.

Hay que tener en cuenta que todas las disposiciones sobre los aspectos generales de la contratación electrónica,
y las relativas a la validez, eficacia y prestación del consentimiento en esta materia, serán de aplicación
aunque ninguna de las partes tenga la condición de prestador o destinatario de servicios de la sociedad de la
información.

T11.- Los viajes combinados y la protección del turismo

El concepto de viaje combinado / Ámbito objetivo: el concepto de viaje combinado

La generalización del turismo de masas, y la consecuente aparición en el mercado de las agencias de viajes y
los tour operators, ha puesto de manifiesto la necesidad de un desarrollo normativo de este campo.

Actualmente, el viajero no concluye individualmente los contratos relativos a cada uno de los componentes para
realizar el viaje, sino que son las empresas de viajes quienes desarrollan esta labor de coordinación, ofreciendo
al público una serie de ofertas con todo incluido, que consiste en un paquete turístico o "viaje combinado" por
un precio global en que el viajero sólo ha de concluir un único contrato.

Su regulación se aborda en el TRLCU de 2007 (Libro IV), que integró en su articulado las disposiciones que
contenía la Ley 21/1995, reguladora de los viajes combinados (LVC), acreedora a su vez de la adaptación a
nuestro Derecho interno de la normativa comunitaria promulgada sobre la materia por la Directiva 90/314.
Recientemente se ha puesto en marcha en el seno de la UE una Propuesta de Directiva, relativa a los viajes
combinados y los servicios asistidos de viaje, que previsiblemente introducirá modificaciones en la materia.

Nuestra normativa delimita el ámbito objetivo del concepto legal de viaje combinado mediante tres presupuestos
de hecho:

1. Pluralidad de elementos, en los que al menos deben concurrir dos, relativos al transporte, alojamiento y
otros servicios no accesorios a los anteriores.

2. Precio global, con el fin de evitar que la agencia de viajes excluya la aplicación de la ley mediante
facturaciones por separado, aunque de estar presentes, también quedarían incluidas en su ámbito de
aplicación.

3. Duración, que requiere que el conjunto de las prestaciones superen las 24 h o que al menos incluya una
noche de alojamiento.

Promoción publicitaria y folletos informativos en los viajes combinados

Los sujetos que pueden intervenir en el contrato de viaje son:

(1) El organizador y el detallista, que son los empresarios de viajes.

(2) Y el contratante principal, el beneficiario o el usuario, que serían los consumidores y usuarios de los
servicios.
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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 18
Derecho de Consumo (OP)

Nuestra normativa obliga al organizador o detallista a facilitar al consumidor un programa o folleto


informativo, que sea claro y preciso, sobre la oferta del viaje combinado. De este modo, trata de normar la
práctica publicitaria comercial y evitar que el mensaje se adultere y pueda inducir a error a los consumidores.

Para ello, establece el contenido mínimo de los aspectos del servicio ofertado:

1. Destinos, medios de transporte, características y clase.


2. Duración, itinerario y calendario.
3. Alojamientos (tipo, situación, categoría y características)
4. Comidas.
5. Información general sobre pasaporte y visados para los nacionales de Estados Miembros de la UE, y
formalidades sanitarias para el viaje y la estancia.
6. Precio (del viajes, excursiones, condiciones de financiación, etc.).
7. Número mínimo de inscripciones para el viaje, si procediera, y la fecha límite para poder anularlo.
8. Cláusulas aplicables a posibles responsabilidades, cancelaciones y otras condiciones del viaje.
9. Datos del organizador (nombre y dirección, y representación legal en España, si la tuviera).
10. Y la demás información adecuada sobre las características del viaje ofertado.

Toda esta información será vinculante para el organizador o el detallista, a no ser que se den alguna de las
circunstancias siguientes:

- Que la posibilidad de introducir cambios constara en el folleto, entendiéndose que se le comunicó por
escrito al consumidor antes de la celebración del contrato.

- Que los cambios posteriores hubieran sido consentidos de manera expresa y por escrito, por ambas
partes contratantes.

Contenido mínimo del contrato de viaje combinado

El contrato de viaje combinado vincula al consumidor con el organizador o el detallista, sin que exista una
relación jurídica con los prestadores directos de los servicios, que quedan vinculados con los organizadores
como auxiliares del obligado principal.

Antes de la celebración del contrato, el empresario turístico debe informar del contenido de las cláusulas
contractuales, de forma accesible y comprensible. La formalización del contrato he de realizarse por escrito,
facilitando una copia del mismo al consumidor. Si no, éste último puede reclamárselo a la Agencia de Viajes,
que si no cede a este requerimiento puede llevar a que el consumidor inste la anulación del contrato. En el
supuesto de que el contenido contractual tomara la forma de condiciones generales de la contratación, se
habrán de aplicar las normas especiales que las regulan, que se contienen actualmente en el TRLCU (arts. 85-
90).

A fin de que se facilite una buena información al consumidor, se impone un contenido mínimo del contrato, que
supone la inclusión de:

1. Destino o destinos del viaje.


2. Distintos periodos y fechas de estancia.
3. Los medios de transporte (características y categorías).
4. Las fechas, horas y lugares de salida y regreso.
5. Si incluye alojamiento, su situación, categoría, características, homologación oficial y nº de comidas.
6. Si se exige un nº de personas mínimo, la fecha límite para su cancelación, que será de al menos 10
días antes del inicio.
7. Itinerario.
8. Visitas, excursiones y otros servicios incluidos en el precio global.
9. Nombre y dirección del organizador, del detallista y del asegurador, si procediera éste último.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 19
Derecho de Consumo (OP)

10. Precio del viaje, y si hay o no derecho a revisión o impuestos no incluidos en el precio.
11. Modalidades de pago, y si existiera financiación, calendario y condiciones.
12. Todas las solicitudes que haya hecho el consumidor y que hayan sido aceptadas.
13. Obligación del consumidor de comunicar los incumplimientos al organizador o detallista o al prestador
directo del servicio, por escrito o en cualquier otra forma que deje constancia.
14. Plazo habilitado para las reclamaciones judiciales.
15. Y el plazo para exigir la confirmación de reservas.

La responsabilidad de los organizadores y detallistas

Una vez iniciado el viaje, el consumidor tiene derecho a recibir las prestaciones según las condiciones
estipuladas. Para determinar en qué ha consistido el incumplimiento, habrá que estar al tipo y a las
características del viaje.

Como regla general, la Agencia de Viajes responden del correcto cumplimiento de las obligaciones derivadas
del contrato y de los daños irrogados al consumidor, independientemente de que las prestaciones hayan sido
ejecutadas por ella o por otros prestadores de servicios. Ahora bien, la distribución de la responsabilidad de
organizadores y detallistas no es el mismo, ya que ambos empresarios sólo responden en sus respectivos
ámbitos de gestión.

Según la ley, organizador y detallista deben tener la consideración de Agencia de Viajes. Ello supone que
puedan aparecer ante el consumidor como dos personas iguales, cuando en realidad no lo son desde el punto
de vista de las responsabilidades que asumen en la contratación del viaje combinado.

Llegada la fase de ejecución, sólo el organizador asume la responsabilidad por el buen fin del viaje
combinado, ya que es él quien organiza todo el entramado del viaje, limitándose el detallista a actuar como
intermediario entre éste y los consumidores. Sin embargo, ello no obsta a que en las fases contractuales
anteriores exista una responsabilidad del organizador y/o el detallista, sobre todo en relación a los deberes de
información y documentación (información previa, documentación, contenidos mínimos, cesión de la reserva,
cancelaciones o modificaciones, etc.). No obstante lo dicho, cuando el detallista asuma las tareas propias del
organizador, actuando por cuenta ajena y en nombre propio, sí tendrá una responsabilidad directa frente al
consumidor.

Sea como fuera, el detallista está obligado a colaborar con el consumidor en el ejercicio y reclamación de sus
derechos, de manera que el consumidor pueda dirigir correctamente sus reclamaciones frente al sujeto
responsable. Si incumple este deber, sufre el traslado de la responsabilidad a su costa, por analogía con la
responsabilidad civil por los daños causados en productos defectuosos (art.4.3 de la Ley 22/1994).

La ley impone la responsabilidad solidaria sólo entre organizadores y detallistas, sin que la tengan frente al
cliente. Al Autor esto le parece un acierto, dada la diferente naturaleza jurídica de cada uno de los vínculos
contractuales y por faltar la unidad del objeto, ya que la prestación no es la misma para ambos grupos. Por
otro lado, es Doctrina del TS que la responsabilidad del organizador es solidaria con el agente de viajes frente
al consumidor, sin perjuicio de las acciones de regreso que existan entre ellos (organizador y agente de viajes).

La Agencia de Viajes excluye su responsabilidad por los daños sufridos por el consumidor por la falta de
ejecución o ejecución deficiente del contrato si:

1. Los defectos son imputables al consumidor.


2. Los defectos son imputables a un 3º ajeno a las prestaciones, que además son imprevisibles o
insuperables.
3. Los defectos se deben a fuerza mayor.
4. Los defectos se deban a un acontecimiento que no se podía prever ni superar, aunque se haya puesto
la mayor de las diligencias.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 20
Derecho de Consumo (OP)

No obstante, sí vendrán obligadas las Agencias de Viaje a prestar la asistencia al consumidor que se encuentre
en dificultades.

Por último, mencionar que las cláusulas contractuales contrarias al régimen de responsabilidad son nulas, sin
que quepa ningún tipo de limitaciones a la responsabilidad de las Agencias de Viajes por los daños causados
por el incumplimiento o la ejecución defectuosa, salvo en lo referente a las situaciones de overbooking o
exceso de reservas, regulado a nivel comunitario por el R. 295/1991, y que otorga los siguientes derechos a los
viajeros a los que se les deniegue el embarque en un vuelo por este motivo:

- Derecho a obtener el reembolso del billete o el transporte más rápido posible.


- Derecho a una indemnización (de 250 a 600 €).
- Derecho al disfrute de servicios gratuitos complementarios, tales como comunicación gratuita, comida
y bebidas y alojamiento.

T13.- La responsabilidad civil por productos defectuosos

Normativa aplicable en materia de responsabilidad por productos defectuosos

Actualmente, la normativa aplicable en materia de responsabilidad por productos defectuosos se contienen en el


TRLCU de 2007, que armoniza este régimen de responsabilidad civil previsto en su día por la Ley 22/1994, de
responsabilidad civil por los daños causados por productos defectuosos (LPD) y por la LCU del 84.
Mencionar que esta ley también incorpora en sus previsiones el Derecho comunitario promulgado sobre la
materia mediante Directivas.

Calificación de producto defectuoso

Partiendo del concepto de producto que se contiene en el art. 136 del TRLCU, entendiéndose éste como
cualquier bien mueble, unido o no a otro bien mueble o inmueble, así como el gas y la electricidad, que nos
lleva a su vez a incluir en esta categoría tanto los bienes de consumo como los de equipos, las materias primas
que se sometan a un proceso de transformación inicial, los productos artesanales y hasta la sangre y sus
derivados, pasamos a ver qué entiende la norma por producto defectuoso.

Pues bien, un producto defectuoso (art. 137), será 1aquel que no ofrezca la seguridad esperada, en
consideración de todas las circunstancias (en especial, su presentación, su uso previsible y el momento de
puesta en circulación), o 2que no ofrezca la seguridad ofrecida por el resto de ejemplares de la misma serie.
Por el contrario, un producto no será defectuoso sólo porque se ponga en circulación posteriormente de forma
más perfeccionada.

Por tanto, el criterio para calificar un producto como defectuoso en nuestra normativa gira en torno a las
expectativas del consumidor, entendido éste como consumidor medio, y se completa con una referencia a los
defectos de fabricación.

La doctrina y jurisprudencia norteamericanas han desarrollado una tipología de defectos comúnmente


aceptada también en nuestra región. A saber:

- Defectos de fabricación, que sería cuando el producto no se corresponde con los de su misma serie.
- Defectos de diseño, que requeriría un fallo en la concepción del producto.
- Defectos de información, referidos a las carencias o informaciones inexactas sobre el consumo, uso o
manipulación del producto.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 21
Derecho de Consumo (OP)

Ámbito subjetivo de aplicación de la ley de productos defectuosos / Ámbito subjetivo en la


responsabilidad por productos defectuosos

El sujeto responsable por excelencia es el productor o fabricante real, ya produzca productos terminados o
manufacturados, elementos o componentes que se incorporen a ellos, o materias primas. Las razones son obvias:

- El productor o fabricante está en mejores condiciones para controlar y verificar el proceso productivo,
y por ende, evitar preferentemente la introducción en el mercado de productos potencialmente dañinos.

- El productor o fabricante es también el sujeto idóneo para suscribir el pertinente seguro de riego a mejor
precio.

Asimilados a él nos encontramos a meros distribuidores, en sentido amplio. Son:

1. El fabricante o productor aparente, que es quien introduce el producto en el mercado presentándose


como productor o fabricante, sin serlo. Supuesto típico de los "productos blancos".

2. El importador comunitario, cuya responsabilidad requiere la concurrencia de dos requisitos:

El ejercicio profesional.
Y la introducción de un producto extracomunitario.

Junto a estos sujetos nos encontramos con el distribuidor, en sentido estricto. Sólo con carácter excepcional se
le puede atribuir la responsabilidad por daños, ya que su tarea no propicia la manipulación o alteración de los
productos. Además, extender al distribuidor la responsabilidad repercutiría en un incremento en el precio del
producto final por los costes se aseguramiento, reduciéndose también la competencia.

En el otro bando nos encontramos con los perjudicados y los consumidores. La responsabilidad por productos
no protege sólo a los consumidores y usuarios, sino que protege a cualesquiera personas que se vean dañadas a
consecuencia de la utilización o uso de productos defectuosos.

Por tanto, se parte de un principio universalista en el que queda protegido "todo perjudicado". No obstante,
conviene distinguir según la reparación vaya destinada a resarcir daños personales o daños materiales:

- Los daños personales (muerte y/o lesiones corporales), deberán ser resarcidos a favor de cualquier
persona, sea consumidor o no.

- Los daños materiales queda reservada sólo a los consumidores-destinatarios finales de los bienes,
precisamente porque se requiere que la cosa dañada se haya destinado al uso o consumo privados.

Causas de exoneración o de inimputabilidad en la responsabilidad civil por productos


defectuosos

Existen supuestos en los cuales el legislador no imputa la responsabilidad al sujeto que en un principio sería
responsable, a pesar de darse la relación de causalidad entre el producto defectuoso y el daño. Ello ha llevado
a que se pueda hablar de una responsabilidad objetiva no absoluta, o matizada.

Las causas de exoneración o inimputabilidad se contienen en el art.140 TRLCU y deben ser probadas por el
productor o importador. Son:

(1) La inexistencia de puesta en circulación del producto. De este modo, quedan fuera los supuestos de
introducción forzada o no voluntaria en el mercado referida a la puesta en circulación de los productores
reales.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 22
Derecho de Consumo (OP)

(2) Cuando se presuma que el defecto no existía en el momento de la puesta en circulación. Supuesto
típico en que la manipulación del distribuidor o intermediario ha sido decisiva en la alteración del
producto.

(3) Que la producción tuviera destino extracomercial, esto es, producto no destinado a su venta ni
fabricado, importado, suministrado o distribuido en el marco de una actividad profesional o
empresarial. Sí serían responsables en cambio los fabricantes de muestras de regalo, y también el
fabricante ocasional con finalidad patrimonial (un artesano, p.ej.).

(4) Que la producción o fabricación se hubiera realizado conforme a normas imperativas existentes,
aunque es un supuesto muy excepcional.

(5) Que el estado de los conocimientos científicos y técnicos no permitiera apreciar la existencia del
defecto en su puesta en circulación. La aplicación de esta causa queda a manos de cada Estado
Miembro. España la aplica pero con una excepción respecto a los medicamentos, alimentos y
productos alimentarios destinados al consumo humano.

A todo lo visto hemos de añadir que el productor de partes integrantes del producto no será responsable si el
defecto se achaca al diseño del producto al que ha sido incorporado, o a las instrucciones dadas por el
fabricante de ese producto.

Responsabilidad del fabricante por productos defectuosos

El sujeto responsable por excelencia es el productor o fabricante real 1porque es quien está en mejores
condiciones para controlar y verificar el proceso productivo, y así evitar la introducción en el mercado de
productos potencialmente dañinos, y 2porque es quien puede suscribir el pertinente seguro de riego a mejor
precio.

Asimilados a él se encuentran (1)el fabricante o productor aparente, que es quien introduce el producto en el
mercado presentándose como productor o fabricante, sin serlo y (2)el importador comunitario.

El distribuidor en cambio sólo sería responsable excepcionalmente, ya que no se le puede atribuir la


responsabilidad por daños (su tarea no propicia la manipulación o alteración de los productos), y su inclusión
genérica en el ámbito de responsabilidad repercutiría en un incremento en el precio del producto final por los
costes se aseguramiento, y produciría una reducción de la competencia.

En principio, la responsabilidad por productos protege a cualesquiera personas que se vean dañadas a
consecuencia de la utilización o uso de productos defectuosos, por lo que se parte de un principio
universalista. No obstante, los daños personales (muerte y/o lesiones corporales) deberán ser resarcidos a
favor de cualquier persona, sea consumidor o no, mientras que los daños materiales se reservan sólo a los
consumidores-destinatarios finales de los bienes, porque se requiere que la cosa dañada se haya destinado al
uso o consumo privados.

En cualquier caso, existen supuestos en los cuales el legislador no imputa la responsabilidad al sujeto que en
un principio sería responsable, a pesar de darse la relación de causalidad entre el producto defectuoso y el
daño, por lo que se puede hablar de una responsabilidad objetiva no absoluta, o matizada.

Las causas de exoneración o inimputabilidad deben ser probadas por el productor o importador. Son:

(1) La inexistencia de puesta en circulación del producto.


(2) Que se presuma que el defecto no existía en el momento de la puesta en circulación.
(3) Que la producción tuviera destino extracomercial.
(4) Que la producción o fabricación se hubiera realizado conforme a normas imperativas existentes.
(5) Que el estado de los conocimientos científicos y técnicos no permitiera apreciar la existencia del

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 23
Derecho de Consumo (OP)

defecto en su puesta en circulación.

La reparación del daño

La obligación indemnizatoria que tienen los sujetos responsables no se sujeta al principio de resarcimiento
integral, según el cual se deben indemnizar todos los daños objetivamente imputables, ya se trate de daño
patrimonial, moral, emergente o lucro cesante. Ello conlleva que los daños no cubiertos queden bajo el ámbito de
aplicación de las normas generales de la responsabilidad civil (CC).

Igualmente, no se tratan del mismo modo los daños materiales o patrimoniales y los daños personales. Tienen
preferencia los primeros.

El resarcimiento de los daños personales abarca a todos los perjudicados, sean consumidores o no. Los daños
morales de naturaleza personal se excluyen del ámbito de aplicación de la responsabilidad contenido en el
TRLCU, quedando remitidos a la legislación civil general. Sobre quiénes ostentan la titularidad de las
indemnizaciones en caso de muerte, Doctrina y Jurisprudencia atribuyen la legitimidad a quienes por derecho
propio, y no como herederos, hayan sufrido personalmente los perjuicios por el fallecimiento. El límite
cuantitativo se establece en la cifra de 63.106.270,96 €.

Respecto a los daños materiales, la cobertura indemnizatoria es considerablemente más reducida,


estableciéndose una franquicia absoluta de 390,60 €. Tampoco quedarían incluidos aquí los daños morales de
naturaleza patrimonial, ni los daños causados al propio producto defectuoso, ya no resultaría lógico que se
modificase el sistema de responsabilidad contractual a través de las reglas de responsabilidad civil. En cambio, sí se
incluyen los daños causados en cosas distintas al producto defectuoso, siempre que se hubiera destinado la
cosa al uso o consumo privados, y que se hubiera utilizado principalmente por el usuario.

El art.130 del TRLCU declara la ineficacia de las cláusulas contractuales de exoneración o de limitación de la
responsabilidad por productos, tratando de evitar que se pueda rebajar el nivel de responsabilidad impuesto de
manera imperativa por la LPD mediante pactos o convenios.

Igualmente, no hay liberación de responsabilidad directa del fabricante o importador por la colaboración de
un tercero en la producción del daño, y sí una liberación indirecta parcial al reconocérsele un derecho de
repetición al fabricante o importador frente a ese tercero. En cambio, sí se liberaría directamente si el único
culpable fuese ese tercero, quedando la responsabilidad de éste sujeta a las disposiciones generales del CC, o si
el único culpable fuera la víctima. Si hubiera concurrencia de culpas del fabricante y la víctima, se reduciría la
cuantía de la indemnización.

La normativa establece dos límites temporales al derecho de ejercitar las indemnizaciones:

(1) Un plazo de prescripción de la acción de reparación de los daños y perjuicios de 3 años, desde la fecha
en que el perjudicado sufrió el perjuicio, si conoce al responsable del mismo.

(2) Un plazo de 10 años para la extinción definitiva de la responsabilidad del productor, desde la puesta
en circulación del producto causante del daño, siempre que no se hubiera iniciado una reclamación
judicial. En opinión del Autor, si el perjudicado no hubiera presentado una demanda en ese tiempo, podría
hacerlo mediante la acción civil del art. 1.964 CC, que otorga un plazo de 15 años para relaciones
contractuales preexistentes entre el perjudicado y el fabricante.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 24
Derecho de Consumo (OP)

T15.- El acceso de los consumidores a la Justicia

Hitos europeos en el acceso a la justicia de los consumidores (incluyo también los hitos de Dº
interno)

Cualquier consumidor puede dirigirse a la Administración de justicia en defensa de sus intereses. Sin embargo, este
esquema clásico del proceso civil, en que se presuponía la actuación individual y concreta de una persona
determinada, ha resultado insuficiente frente a las cláusulas abusivas y también para propugnar la existencia de los
intereses generales, colectivos o difusos de los consumidores y usuarios

De ahí que ese derecho de acceso a la justicia de los consumidores, integre ahora a las acciones colectivas que
pudieran ejercitarse por los consumidores y usuarios en cuanto grupo, y las de organizaciones y asociaciones que
procuren la defensa de sus intereses.

Las dos últimas décadas del s.XX se han caracterizado en la UE por haber desplegado una serie de instrumentos
que han culminado con el reconocimiento de las acciones colectivas a favor de consumidores y usuarios,
iniciándose esta andadura en el 93 con el Libro Verde sobre acceso de los consumidores a la justicia y
solución de litigios en materia de consumo, del Comité Económico y Social, que llevó consigo la aprobación de
la Directiva 98/27/CE, relativa a las acciones de cesación en materia de protección de los intereses de los
consumidores.

Obviamente, nuestra legislación se ha ido produciendo de la mano del propio desarrollo normativo de la UE,
partiendo con la LCU del 84, que estableció la primera declaración programática de la legitimación que tienen las
asociaciones de consumidores para representar a sus asociados en la defensa de sus intereses (legitimación por
sustitución), para intervenir también en defensa de sus propios interese o derechos como cualquier persona jurídica,
y para ejercitar la defensa de los intereses generales de los consumidores y usuarios (legitimación colectiva). A ella
siguió la LOPJ del 85, que vino a establecer las normas procesales para la materialización práctica de esta defensa,
otorgando carta de naturaleza a las acciones colectivas de corporaciones, asociaciones, y "grupos sin personalidad"
que resultaran afectados o que estuvieran legalmente habilitados para ejercer esa defensa y protección.
Posteriormente, la Ley General de Publicidad 34/1988 vino a consolidar la legitimación activa de asociaciones de
consumidores y de grupos indeterminados, facilitando un procedimiento especial dirigido a obtener la cesación de la
publicidad ilícita., siguiéndola la Ley de Competencia 3/1991 en el ámbito de la competencia desleal. No obstante,
no fue hasta la Ley de Condiciones Generales de la Contratación 7/1998, cuando se regula con carácter general
las acciones colectivas, modificada en buena parte por la promulgación de la LEC 2000, que terminó de consolidar
las acciones colectivas como mecanismo de protección de los intereses colectivos o difusos. De extraordinaria
importancia es la Ley 39/2002, de transposición al OJ español de diversas directivas comunitarias en materia
de protección de los intereses de los consumidores y usuarios, y el posterior TRLCU de 2007, que no deroga
la anterior.

Las acciones colectivas / Las acciones colectivas en favor de los consumidores / La acción
de retractación y la acción declarativa / Las acciones colectivas: la acción de cesación, la de
retractación y la declarativa

Son tres las acciones colectivas en favor de los consumidores:

(1) La acción de cesación. Cualquier conducta lesiva para consumidores y usuarios puede determinar su
ejercicio, con carácter general y de conformidad con las normas procesales. Esta acción se dirige 1a
obtener una sentencia que condene al demandado a cesar en la conducta y a prohibir que ésta se
reitere en el futuro, y 2para prohibir la realización de una conducta cuando haya finalizado al tiempo de
ejercitar la acción, si existieran indicios que hagan temer su reiteración de manera inmediata.

(2) La acción de retractación. Dirigida a obtener una sentencia que declare e imponga al demandado, sea
o no el predisponente, el deber de retractarse de la recomendación que haya efectuado de utilizar las

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 25
Derecho de Consumo (OP)

cláusulas de condiciones generales que se consideran nulas y de abstenerse de seguir


recomendándolas en el futuro.

(3) La acción declarativa. Dirigida a obtener una sentencia que reconozca una cláusula como condición
general de la contratación y ordene su inscripción en el Registro General de Condiciones Generales
de la Contratación, si procediera.

La acción de cesación se ventilará por los cauces del Juicio Verbal, mientras que las de retractación y las
declarativas habrán de dirimirse, en principio, en el Juicio Ordinario.

Los legitimados para el ejercicio de estas acciones colectivas son:

1. Asociaciones de empresarios, profesionales y agricultores que estatutariamente tengan encomendada


la defensa de los intereses de sus miembros.
2. Las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación.
3. Las asociaciones de consumidores y usuarios.
4. El Instituto Nacional de Consumo y órganos equivalentes en la CCAA y en las Corporaciones locales.
5. Los colegios profesionales.
6. El Ministerio Fiscal.
7. Las entidades de otros Estados Miembros de la UE constituidas para la protección de los intereses
colectivos y de los intereses difusos de los consumidores.

En principio, el ejercicio de estas tres acciones no prescriben, si bien en las acciones de cesación y de
retractación en que las condiciones generales de la contratación hubieran sido depositadas e inscritas, tendrían
un plazo de prescripción de 5 años.

T16.- El sistema arbitral de consumo

Características fundamentales del sistema arbitral de consumo

El arbitraje es un mecanismo de resolución de conflictos que los interesados, de mutuo acuerdo, excluyen del
conocimiento de los Jueces y Tribunales por razones de operatividad y rapidez. La resolución o laudo, tiene por
objeto poner fin a una controversia previamente existente.

Al contrario de lo que pudiera parecer, la admisión del arbitraje como sistema de resolución de litigios no implica
que puedan burlarse los mecanismo de justicia estatal ni resquebrajarse la autoridad de los Tribunales de
Justicia. En cambio, se erige como una alternativa más accesible y eficaz a la acción judicial.

Sus disposiciones generales se contienen en la Ley 60/2003, de arbitraje, y las específicas en materia de
consumo en el TRLCU (arts. 57 y 59), y en RD 231/2008. Las características de este sistema son:

(1) Su carácter voluntario, que ha de constar por escrito de manera expresa.


(2) Su carácter vinculante y ejecutivo, que conlleva a que las partes deban acatar el laudo.
(3) Su simplicidad procedimental y la rapidez de preparación del laudo, que debe dictarse en el plazo de 4
meses desde la designación del colegio arbitral, o en un máximo de 6 meses desde el inicio del
procedimiento.
(4) Su gratuidad para ambas partes, suministradores/empresarios y consumidores, a fin de fomentar el
movimiento de protección y defensa de los consumidores y usuarios, aunque esa gratuidad no alcanza a
las costas generadas por las pruebas practicadas a instancia de parte.

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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 26
Derecho de Consumo (OP)

Ámbito de aplicación del sistema arbitral de consumo

El art. 2 del RD 231/2008 señala que pueden ser objeto de arbitraje de consumo los conflictos que versen sobre
materias de libre disposición de las partes conforme a Derecho, salvo que versen sobre intoxicación, lesión o
muerte, o existan indicios racionales de delito. Por tanto, sigue la línea que ya marcó en su día el RD 636/1993,
reglamento de la Ley de arbitraje del 88.

Las Juntas Arbitrales de Consumo

Las Juntas Arbitrales de Consumo fueron determinantes para el impulso del sistema arbitral de consumo. Se
encuentran adscritas al Instituto Nacional de Consumo (INC), y en ellas se integran las Juntas Arbitrales
territoriales que se constituyen mediante convenio de colaboración con las AAPP y el INC. Por otro lado, nos
encontramos con la Comisión de las Juntas Arbitrales de Consumo, a la que se encomienda una función
unificadora en la materia.

Por tanto, las Juntas Arbitrales de consumo son organismo administrativos de distinto ámbito territorial que se
integran en la Administración Pública, compuestas por un Presidente y un Secretario, que también serán
designados por la Administración de la que dependa la Junta, con publicación de su nombramiento en el Diario
Oficial correspondiente.

Las funciones de la Junta son impulsar el arbitraje de consumo, procurar su generalización, prestar servicios
variados y llevar un control sobre la totalidad del sistema, como se desprende de las funciones que tienen
encomendadas sus miembros. A saber:

1. Recibir las solicitudes de arbitraje y proceder a su admisión o denegación.


2. Otorgar distintivos a las empresas que se adhieran al sistema arbitral de consumo.
3. Designar al Presidente y al representante de los consumidores en el colegio arbitral.
4. Y desempeñar la Secretaría del colegio arbitral, con voz pero sin voto.

El colegio arbitral de Consumo

Comúnmente, el colegio arbitral se compondrá de tres personas, dos de ellas designadas por cada una de las
partes, y una tercera designada por consenso entre éstas. No obstante, la exigencia legal es que su número sea
impar, siendo la regla general de la Ley de Arbitraje que sólo se designe un árbitro. Esta fórmula también es
admitida respecto al Colegio Arbitral de Consumo por el RD 231/2008, si así lo establecen las partes o el
presidente de la Junta, cuando la cuantía no tiene especial trascendencia económica (inferior a 300 €) o el
asunto no revista mayor complejidad. En este caso, el árbitro será designado de entre los propuestos por la
Administración, salvo que las partes soliciten la designación de otro árbitro acreditado por razones de especialidad.

Para el resto de supuestos, el colegio estará integrado por tres árbitros acreditados elegidos cada uno de ellos
entre 1los propuestos por la Administración, 2las asociaciones de consumidores y usuarios y 3las
organizaciones empresariales o profesionales. Los tres actuarán colegiadamente, asumiendo la presidencia el
propuesto por la Administración.

Tanto la Ley de Arbitraje 60/2003 como el RD 231/2008, restringen la cualificación técnica de los posibles árbitros
al establecer que éstos sean abogados en ejercicio cuando los arbitrajes no deban decidirse en equidad de
acuerdo, salvo que las partes decidan lo contrario y pacten a favor de otros profesionales.

Una vez nombrados los árbitros, el colegio se completará con el Secretario designado por la Junta Arbitral de
Consumo, que actuará con voz pero sin voto, levantando las actas correspondientes. Constituido el colegio,
comienza el procedimiento arbitral, que se compone de una primera fase de alegaciones, otra de prueba, y
finalmente de decisión mediante laudo.

Las alegaciones podrán hacerse oralmente o por escrito, pudiendo acompañarse de aquella documentación que
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PREGUNTAS FRECUENTES CON RESPUESTA 27
Derecho de Consumo (OP)

las partes consideren necesaria para la mejor defensa de sus intereses. La práctica de pruebas podrá acordarse
de oficio por el colegio arbitral o practicarse a instancia de parte. Las acordadas de oficio serán costeadas por la
Administración de la que dependan la Junta Arbitral de Consumo en función de sus disponibilidades
presupuestarias, mientras que las practicadas a instancia de parte se sufragarán por quienes las propongan, y
las que fueran comunes, por la mitad, salvo mala fe o temeridad de alguna de las partes.

El laudo arbitral / El laudo arbitral: concepto y contenido

El laudo arbitral pone fin a las controversias dirimidas en el procedimiento de arbitraje.

Generalmente, deben dictarse por escrito, expresando 1las circunstancias personales de los árbitros y de las
partes, 2el lugar en que se dicta, 3la cuestión sometida a arbitraje, 4una sucinta relación de las pruebas
practicadas, 5las alegaciones de las partes y 6la decisión arbitral.

El plazo establecido por el RD 231/2008 aumenta el de la Ley de Arbitraje, y determina que será de 6 meses desde
el día del inicio del procedimiento arbitral, pudiendo prorrogarse por el órgano arbitral de manera motivada hasta
2 meses más, salvo que las partes acuerden lo contrario.

Una vez dictado, el laudo vincula y sujeta a las partes, restringiéndose las posibilidades de impugnación a dos
únicos recursos:

(1) El recurso de anulación del laudo, que podrá interponerse ante la AP del lugar donde se hubiera dictado, en
el plazo máximo de 2 meses a su notificación, con expresión de los motivos para su anulación y la propuesta
de prueba. Contra la sentencia de la AP no cabrá recurso alguno. Los motivos que pueden alegarse son,
taxativamente, los siguientes:

1. Que el convenio arbitral no existe o no es válido.


2. Que no le ha sido debidamente notificada la designación de un árbitro, o las actuaciones arbitrales, o
que no ha podido hacer valer sus derechos.
3. Que los árbitros han resuelto sobre cuestiones no sometidas a su decisión.
4. Que la designación de los árbitros o el procedimiento arbitral no se han ajustado al acuerdo entre las
partes.
5. Que los árbitros han resuelto sobre cuestiones no susceptibles de arbitraje.
6. que el laudo es contrario al orden público.

(2) El recurso de revisión, cuyo conocimiento ostenta la Sala 1ª del TS.

Una vez dictado, el fallo puede ser ejecutado por las partes voluntariamente y sin intervención jurisdiccional
alguna, si bien cuando fuera necesario acudir a la ejecución forzosa, se pudiera obtener esta por el Juez de 1ª
Instancia del lugar en que hubiera sido dictado, por los mismos trámites establecidos para la ejecución de las
sentencias firmes.

Asimismo, se prevé el reconocimiento mediante exequátur de laudos pronunciados fuera de nuestro territorio, que
deberá regirse por el Convenio de Nueva York de 1958, sobre reconocimiento y ejecución de las sentencias
arbitrales extranjeras, sin perjuicio de otros instrumentos convencionales más favorables. Se sustanciará por el
procedimiento establecido en nuestra legislación procesal para el de sentencias dictadas por tribunales
extranjeros, correspondiéndole la competencia a las AP´s.

Recopilación de preguntas de exámenes desde el curso 2002/2003 hasta el curso 2012/2013


(no incluye las preguntas caídas a partir del curso 2013/2014, que deberán actualizarse).
Mayo 2014.

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