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Sumario: I. El proceso como consumidor de tiempo. II. El consumo patológico. III. La crisis
de la jurisdicción. IV. La “revolución procesal”. V. La función jurisdiccional. VI. La certeza.
VII. De la cosa juzgada. VIII. Cosa juzgada y preclusión. IX. Jurisdicción asegurativa. X. El
daño y las medidas cautelares. XI. La jurisdicción anticipatoria. XII. De la cosa juzgada
anticipatoria. XIII. La anticipación en el Derecho positivo argentino. XIV. Proyectos y De-
recho comparado. XV. Pronunciamientos asegurativos y anticipatorios. XVI. Sentido práctico
de la diferenciación. XVII. La urgencia. XVIII. La anticipación y el derecho de defensa.
XIX. Bases de la operatoria anticipativa.
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anterior, con una esencia mutable, pero queda siempre sujeta a deter-
minados acontecimientos externos que pueden alterarla, a saber:
a) Procesales, es decir, ya previstos como caminos formales posi-
bles (por ejemplo, la revisión en materia penal o la que perfila
el Cód. Proc. Civ. de Córdoba en materia civil; la rescisión si
el juicio hubiese tramitado en rebeldía como lo admiten algunos
ordenamientos; la nulidad por fraude procesal);
b) sustanciales: realidades que operen independientemente de lo
previsto (por ejemplo el rebus sic stantibus –verbigracia el caso
de la repotenciación de los montos fijados en las sentencias
firmes como consecuencia de la depreciación monetaria; el cam-
bio de la situación económica en las asignaciones alimentarias,
la tenencia de los hijos por alteraciones de conducta de los pa-
dres, el restablecimiento del insano en los juicios de declaración
de incapacidad; la reconciliación de los esposos separados o el
nuevo matrimonio de los divorciados–).
Debe apuntarse sin embargo, que factores tales como el rebus sic
stantibus, podrán darse solamente cuando tratándose de sentencias de
condena queden por cumplir cuotas, tramos o aspectos de la obligación
pertinente; también que la vigencia transitoria de la cosa juzgada en-
cuentra límites en la teoría de los derechos adquiridos y su raigambre
constitucional. De tal manera, el cumplimiento pleno y total de lo
decidido por la sentencia hará que la cosa juzgada tenga una vigencia
intemporal. Cosa similar, según lo veremos en el punto siguiente, ocu-
rrirá con la cosa juzgada provocada por las interlocutorias en donde
la vigencia temporal será plena, aun cuando vinculada con la finali-
zación del proceso que, a la vez, cerrará por preclusión toda posibilidad
de revisión de lo decidido en ellas, aun en caso de que pudiera operar
alguna de modificación de la cosa juzgada correspondiente a la pre-
tensión principal.
Esa misma vigencia han de tener los pronunciamientos declarativos,
salvo posibilidad de revisión o rescisión, pues como se ajustan a la
mera verificación de la existencia de una realidad dada, no quedan
sujetos al rebus sic stantibus; como resulta de los ejemplos que dié-
ramos antes: el cambio de realidad opera sin limitaciones –por lo
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del Perú (arts. 674 a 681); el similar del Brasil (art. 273), los pro-
vvedimento d’urgenza del Código Procesal Civil italiano (arts. 700,
699, sexies y undecies, 185, quater), así como los profundos estudios
que el tema motivó en la doctrina brasileña e italiana. Dada la
índole de este trabajo, dirigido a especialistas en materia procesal,
preferimos remitirnos en tales aspectos a nuestras labores anteriores
(ver al respecto La jurisdicción anticipatoria y la cosa juzgada
provisional, en L. L. Actualidad del 22-2-96; Decisiones anticipa-
torias, en Revista Peruana de Derecho Procesal, marzo de 1988,
ps. 537. Igualmente, La satisfacción anticipada de la pretensión,
ponencia enviada a las próximas –al momento– Jornadas del Ins-
tituto Iberoamericano de Derecho Procesal, a celebrarse en agosto
en Brasilia).
Por supuesto que es imposible dejar de mencionar los esfuerzos
de la doctrina argentina (Morello, Peyrano, Berizonce, Mabel de los
Santos, De Lázzari, entre otros) de cuya comparación con los nuestros,
resulta la pobreza de los propios.
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XVII. La urgencia
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penal, nada menos que la libertad de las personas (tema en el que se pone
el acento constitucional más que en el proceso civil) juega con la prisión
preventiva un anticipo de la condena –al punto que es computable en los
términos del artículo 24 del Código Penal– con una simple apreciación
prima facie de los elementos probatorios arrimados en la etapa sumarial.
En materia de derecho de propiedad, la expropiación, pese a la garantía
expresa y terminante de la Constitución, permite el traspaso de posesión
con la sola iniciación del proceso y el depósito de la suma que el expro-
piante considere apropiada; es más, dentro del mismo sistema puede
mediar, en casos de urgencia, la ocupación temporaria del bien sin inter-
vención judicial y sin indemnización (arts. 5º y 59, ley 21.499). En el
proceso civil, pese a la presencia de apelaciones, lo decidido podrá ser
cumplido forzadamente, tratándose de ejecución de sentencias en juicio
de conocimiento o de sentencias de remate. A ello sumamos todos los
casos en los que se habla de una cosa juzgada formal, concepto que ya
negamos en cuanto a su existencia real, pero que de todas maneras
tomamos como ejemplo de los casos en los que el conflicto no queda
cerrado y no obstante, la pretensión es satisfecha.
Por otra parte, derecho de defensa no es sinónimo de juicio ordinario
o de ordo solemnius iudiciarius, sino que puede quedar asegurado por
otros canales procesales: así los de los procesos sumarios y sumarí-
simos, las limitaciones en el uso de defensas o de la doble instancia,
etcétera. Todo radicará en encontrar el justo medio que permita sentar
bases jurídicas adecuadas y razonables para el juego de la institución
respectiva.
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