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TEMA 2: LA GENERACIÓN DEL 98

La pérdida de las últimas posesiones coloniales (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) en 1898 es
el detonante de una crisis nacional de grandes dimensiones. Un grupo de escritores
protesta y reacciona contra la negativa situación del país. Es la generación del 98, integrada
por Pío Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu, Miguel de Unamuno, Antonio Machado y Ramón
María del Valle-Inclán (los dos últimos comienzan como modernistas). Influyen en ellos los
llamados regeneracionistas, los krausistas y el que es considerado precursor del 98, Ángel
Ganivet, autor de Idearium español.
Los dos grandes temas de la literatura noventayochista son España y las preocupaciones
existenciales. Al principio analizan los problemas y vicios del país (pereza, envidia,
mediocridad, abulia...) y desean transformarlo para equipararlo a Europa. Su amor a la
nación, que no es incompatible con la crítica a la sociedad, les lleva a preguntarse por su
esencia, que la encontrarán, por una parte, en la pobre y espiritual Castilla (poderosa, libre,
dominadora e invencible en la época medieval), en cuyo austero paisaje ven el genuino
reflejo del alma española, y, por otra, en lo que Unamuno llama «intrahistoria» o Azorín «los
pequeños hechos», es decir, en las costumbres y la vida cotidiana y silenciosa de millones
de hombres y mujeres que, con su labor, han ido haciendo la historia más profunda. Con los
años pasan de la idea de europeizar España a la de españolizar Europa («¡Que inventen
ellos!», dice lapidariamente Unamuno). Asimismo, reivindican como esencia de lo español la
literatura española medieval y clásica: Berceo, Manrique, Larra o Cervantes, entre otros, y
personajes como el Cid, la Celestina, el Quijote, don Juan...
Por otra parte, la influencia extranjera de carácter filosófico (Nietzsche, Schopenhauer,
Bergson) se observa en sus intensas preocupaciones existenciales: el sentido de la vida, el
paso del tiempo, el destino del hombre, la angustia por la muerte, la inmortalidad del alma,
la existencia de Dios... Aparecen, por ejemplo, en la novelas La voluntad, de Azorín, y en
muchas de Baroja, como La busca. Los conflictos existenciales y religiosos son habituales
en la obra ensayística (Del sentimiento trágico de la vida), narrativa (San Manuel Bueno,
mártir) y poética (El Cristo de Velázquez) de Unamuno.
El 98, igual que el Modernismo, reacciona contra la literatura realista, pero, a diferencia de
los modernistas, se preocupan más por la verdad, las ideas y la profundidad de los
contenidos que por la belleza formal. Huyen del retoricismo y buscan la sobriedad
expresiva. Emplean un léxico sencillo, tradicional, natural. Sintácticamente, prefieren las
estructuras coordinadas y los párrafos breves. También proponen una renovación de los
géneros tradicionales.
El ensayo, nuevo género dominante junto a la novela, se caracteriza por una nueva
concepción híbrida de reflexión de ideas, narración y lirismo descriptivo de tipo
impresionista. Muchos son los ensayos en los que se trata el tema de España o la literatura
clásica y se describe con subjetividad y emoción el paisaje castellano, sus gentes, sus
pueblos y sus tradiciones. Podemos señalar, entre otros, Vida de don Quijote y Sancho, de
Unamuno, y Castilla o Los pueblos, de Azorín.
La novela adopta, frente a la trama compleja de la narrativa realista, una estructura abierta
en la que se mezcla lo filosófico con lo existencial y se exponen las ideas y ambientes
desde un punto de vista subjetivo. Así ocurre en El árbol de la ciencia (1911), una de las
mejores obras de Pío Baroja, el gran novelista de la generación. El protagonista, un ser
sensible, pesimista y reflexivo se vuelve cada vez más antisocial por su desencanto ante la
realidad y el país que observa. La renovación narrativa es máxima con las nivolas de
Unamuno. Se caracterizan por su alejamiento de los cánones realistas y el predominio del
conflicto existencial. En Niebla, la primera de sus nivolas, el tema principal es el
determinismo y la libertad del individuo. Azorín cultivó la novela impresionista y lírica (La
voluntad) y Valle-Inclán una novela cercana a lo teatral y lo cinematográfico. Una de sus
mejores novelas de Valle es Tirano Banderas, un alegato contra el poder dictatorial y obra
maestra del lenguaje.
La poesía evoluciona desde la brillantez retórica del modernismo a la sobriedad expresiva y
la preocupación por lo humano con un tono reflexivo y sereno. La obra poética de Unamuno
y la segunda etapa de Antonio Machado, tras su inicio como modernista, acogen en su obra
el espíritu del 98. Machado publica en 1912 uno de los mejores libros de poesía del siglo
XX: Campos de Castilla. En esta obra hay varios temas
esenciales: el adusto paisaje castellano, que refleja su mundo interior; la reflexión crítica
sobre España, pero siempre desde un hondo patriotismo (compara la España gloriosa del
pasado con la decadencia actual); el recuerdo de su joven esposa, quien falleció
tempranamente; el paso del tiempo y los enigmas de la vida.
En el teatro la innovación viene de la mano de Ramón María del Valle-Inclán. Frente a la
comedia burguesa de Jacinto Benavente, crea con Luces de bohemia (1924) el esperpento,
nuevo género teatral caracterizado por la degradación de personajes y ambientes, una
visión grotesca del mundo y una deformación caricaturesca de la realidad. Su objetivo es
criticar la sociedad burguesa y mostrar mejor el absurdo, el sentido trágico y su
disconformidad con la vida española de su tiempo.
En conclusión, la generación del 98 contribuyó poderosamente a la renovación literaria de
principios del siglo XX. No llegan a la preocupación obsesiva de los modernistas por la
belleza (“el arte por el arte”), pues les interesaba más el fondo que la forma, pero esto no
significa que descuidarán el estilo. Renovaron, además, todos los géneros literarios. Su
contribución a la literatura española es de tal calibre que la crítica los sitúa, junto a los
modernistas, novecentistas y escritores de la generación del 27, dentro de la llamada Edad
de Plata de la literatura española.

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