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Lect. Resilencia
Lect. Resilencia
Enfrentar la crisis del coronavirus sin capacidad para ajustarse a sus tremendos desafíos equivale
a bucear sin chapaletas ni traje. Las exigencias que esta pandemia ha impuesto al mundo
muestran el valor de la resiliencia en tiempos signados por la volatilidad y la incertidumbre.
Origen y significado del concepto de resiliencia
Boris Cyrulnik, neurólogo, psiquiatra, psicoanalista y etólogo francés, divulgó este concepto que
extrajo de los escritos de John Bowlby, autor que describió la conocida teoría del apego en edades
tempranas.
Tenemos que remontarnos a la obra de John Bowlby para encontrar las primeras referencias al
término de resiliencia, que se definiría como la capacidad de los seres humanos para superar
períodos de dolor emocional y situaciones adversas, saliendo fortalecido de ellas.
Múltiples autores han hablado sobre este término, cada uno con un enfoque:
• Concepto genérico que se refiere a una amplia gama de factores de riesgo y su relación con los
resultados de la competencia. Puede ser producto de una conjunción entre los factores ambientales
y el temperamento, y un tipo de habilidad cognitiva que tienen algunos niños aun cuando sean muy
pequeños. (Osborn 1996).
• La resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, es decir, la capacidad
de proteger la propia integridad, bajo presión y, por otra parte, más allá de la resistencia, la
capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles. Vanistendael
(1994).
• Resiliencia es saber afrontar la adversidad de forma constructiva. Saber adaptarse con flexibilidad y
salir fortalecido del suceso traumático. Dra. Santos. (2000).
Todas las personas tenemos la capacidad de sobreponernos a un estímulo adverso, pero el uso
decidido y firme de esta capacidad es lo que nos hace realmente resilientes.
A mí me gusta mucho comprender la resiliencia como “el arte de rehacerse”, rehacerse en relación
con el otro, ya que como decía F. Nietzsche “Todo puede ser adquirido en soledad, excepto la salud
mental”.
¿Aprender de una dificultad que sientes que no mereces? ¿Usar el humor cuando algo no sale bien?
¿Sacar lo positivo de cualquier situación?…. No es fácil actuar de este modo en todas las situaciones,
pero ¿se puede aprender a hacerlo? Mi respuesta es que sí, pero cada persona lo hace a su ritmo y
con su estilo personal.
Se habla de dominios de resiliencia particulares para hacer referencia a formas específicas de
resiliencia, como puede ser la social, la escolar o la emocional (Marie Anaut).
Un persona resiliente social será aquella que cuenta con competencias sociales adecuadas,
la resiliencia escolar se expresa en las competencias adaptativas en el ámbito educativo y
la resiliencia emocional corresponde a un cierto bienestar psicológico que se mantiene ante las
perturbaciones o las situaciones estresantes que puedan acontencer en nuestra vida.
¿Qué dice la neurociencia acerca de la resiliencia?
Desde la Neurociencia se considera que las personas más resilientes tienen mayor equilibrio
emocional frente a las situaciones de estrés, soportando mejor la presión. Esto les permite una
sensación de control frente a los acontecimientos y mayor capacidad para afrontar las situaciones
difíciles y estresantes.
Algunos autores, más del ámbito biológico, incluyen en su definición de resiliencia el hecho de que
esta se manifiesta también a nivel biológico, neurofisiológico y endocrino, en respuesta a los
estímulos ambientales (Kotliarenco, María Angélica y Cáceres, Irma. 2011).
La investigación neurológica ha demostrado que tales evocaciones del trauma y estrés se generan
con activaciones autónomas de diversas partes del cerebro, en especial las de la memoria y las de
vigilancia, es decir, con activación en diferentes áreas del cerebro tales como los núcleos de la
amígdala, el lugar azul o locus cerúleo, el hipocampo, y luego el neocórtex.
Es la dualidad mente-cuerpo, en el que ambos se retroalimentan y expresan, de una u otra forma,
la respuesta del individuo en una situación estresante o de sufrimiento.
El sufrimiento psicológico va a provocar en el sujeto modificaciones bioquímicas que son
perceptibles en los análisis, principalmente el cortisol está vinculado con un incremento de la
vigilancia o el estado de hiperalerta, así como de la atención focal. El exceso de cortisol implica:
déficits en el desarrollo, la reproducción y en respuestas inmunes adecuadas. Esto explicaría (al
menos parcialmente) lo observado en gente sometida a estrés intenso o de larga evolución:
disminución del pensamiento asertivo, menor creatividad y proactividad, frecuencia de ideas
estereotipadas (repetición de esquemas), así como disfunciones sexuales.
En síntesis: el cortisol atenta contra la resiliencia. Fortalecer nuestra resiliencia también repercute
por tanto en el estado de salud física.
¿Cómo podríamos ser más capaces frente a la adversidad?
Como he señalado anteriormente, a pesar de que las experiencias tempranas y los factores de
personalidad que se establecen en la adolescencia son dos guías que van a marcar en ciertos
aspectos nuestra capacidad de adaptación y resiliencia, hay cosas que podemos hacer para
minimizar los factores de riesgo e incrementar los protectores en las situaciones de estrés y
sufrimiento.
El hecho de salir fortalecidos de las situaciones adversas puede implicar que en un futuro, ante una
situación que nos despierte los mismos sentimientos de frustración, tristeza, rabia o desesperanza,
podamos reaccionar de forma distinta, escribir una historia con otro final.
Para mejorar nuestra resiliencia necesitamos fortalecer las cualidades que nos permiten una
adaptación positiva en una situación de adversidad o sufrimiento.
Probablemente tengamos desarrolladas más unas cualidades que otras, lo ideal sería equilibrar o
reforzar aquellos aspectos que necesitemos sin tratar de abarcar todos, y lo que es muy
importante, a nuestro ritmo.
Estos cambios necesitan comenzar quizás por el primero de ellos, conocernos un poco mejor para
saber cómo afrontamos las situaciones dolorosas o traumáticas.
Resiliencia: Los 12 hábitos de las personas resilientes
¿Sabes qué es la resiliencia? ¿Quieres aprender a ser una persona más resiliente?
A veces la vida nos pone a prueba, nos plantea situaciones que superan nuestras capacidades: una
enfermedad, una ruptura de pareja particularmente dolorosa, la muerte de un ser querido, el
fracaso de un sueño largamente anhelado, problemas económicos o una pandemia como el COVID-
19…
Existen diferentes circunstancias que nos pueden llevar al límite y hacer que nos cuestionemos si
tenemos la fuerza y la voluntad necesarias para continuar adelante. En este punto tenemos dos
opciones: dejarnos vencer y sentir que hemos fracasado o sobreponernos y salir fortalecidos,
apostar por la resiliencia.
Para las personas resilientes no existe una vida dura, sino momentos difíciles. Y no se trata de una
simple disquisición terminológica, sino de una manera diferente y más optimista de ver el mundo,
ya que son conscientes de que después de la tormenta llega la calma. De hecho, estas personas a
menudo sorprenden por su buen humor y nos hacen preguntarnos cómo es posible que, después
de todo lo que han pasado, puedan afrontar la vida con una sonrisa en los labios.
El primer autor que empleó este término fue John Bowlby, el creador de la teoría del apego,
pero fue Boris Cyrulnik, psiquiatra, neurólogo, psicoanalista y etólogo, el que dio a conocer
el concepto de resiliencia en el campo de la psicología en su bestseller “Los patitos feos”.
La resiliencia no es una cualidad innata, no está impresa en nuestros genes, aunque sí puede haber
una tendencia genética que puede predisponer a tener un “buen carácter”. La resiliencia es algo
que todos podemos desarrollar a lo largo de la vida.
Hay personas que son resilientes porque han tenido en sus padres o en alguien cercano un modelo
de resiliencia a seguir, mientras que otras han encontrado el camino por sí solas. Esto nos indica
que todos podemos ser resilientes, siempre y cuando cambiemos algunos de nuestros hábitos y
creencias.
De hecho, las personas resilientes no nacen, se hacen, lo cual significa que han tenido que luchar
contra situaciones adversas o que han probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado
por vencidas. Al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las
habilidades necesarias para enfrentarse a los diferentes retos de la vida.